Historia Universal: La Edad Media

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Red Española de Historia y Arqueología

trigonometría), problemas mecánicos de los molinos, norias, etcétera; incluso de astronomía citemos los nombres de Al-Juwarizmi, transoxiano como su nombre lo indica (siglo X), nombre que, combinado con la etimología logos-arithmos, ha dado como resultado nuestros algoritmos/logaritmos; y el de Abu-l Wafa, uno de los protegidos de los buyíes, ambos también astrónomos. La astronomía no siempre se distinguía de la astrología, pero hay que guardarse de aplicar a esta época una distinción que sólo se ha hecho necesaria con el desarrollo posterior de la ciencia, y teniendo en cuenta que el razonamiento astrológico, en el estado en que se encontraba el pensamiento y la ciencia, no era en sí mismo anticientífico. De todas formas se obtuvieron progresos reales. Completando, por el simple hecho de haber transcurrido varios siglos, las observaciones y medidas de los antiguos, los astrónomos musulmanes pudieron introducir o precisar muchas nociones importantes, por ejemplo, respecto a la precisión de los equinoccios. Las necesidades de la navegación o bien del culto (para determinar la dirección de La Meca) hicieron que se multiplicasen los catálogos de los astros que los griegos no habían podido observar a causa de la latitud, y acumular las mediciones de los ángulos, gracias al astrolabio, que fue perfeccionado. Abu-l Wafa y sobre todo Al-Battani de Harran (fin del siglo IX), continuadores de Ptolomeo, e Ibn Yunus en el Egipto fatimí, fueron sabios capaces de originalidad, y sus colegas andalusíes transmitieron a Occidente la astronomía de los "albatenius". Al-Biruni, que tendremos que volver a citar, da a Gazna, hacia el año 1000, una notable enciclopedia astronómica, donde se formulaba la posibilidad lógica del movimiento de la Tierra en torno al Sol como un factor para la explicación del movimiento aparente de los astros. Muchos de nuestros términos astronómicos son de origen árabe, como: cenit, nadir y muchos nombres de estrellas. Con las matemáticas estaba emparentada también la óptica, cuyo más ilustre representante era Ibn Haytam, un iraquí que había pasado, a finales del siglo X, al servicio de los fatimíes de Egipto. Las ciencias de la naturaleza siguieron estando dominadas, como lo estarían en todas partes hasta el siglo XVIII, por la antigua concepción de los cuatro elementos, el calor y el frío, lo seco y lo húmedo, cuya mezcla en proporciones variables producía la diversidad de cuerpos que, por tanto, eran transformables los unos de los otros si se lograba alterar aquella proporción. La evolución científica ha revestido con el nombre peyorativo de alquimia las investigaciones emprendidas bajo esta mentalidad, por oposición a la química moderna; pero este desprecio no tiene mayor sentido que el de la astrología. Tampoco se pueden cometer exageraciones en sentido inverso, e interpretar como modernos el atomismo que ciertos autores habían defendido, no era experimental, y por lo general obedecía únicamente a la necesidad metafísica de salvaguardar los intersticios en las cosas, en los que se pudiese insertar la acción de Dios. A nuestro parecer, en general, el error de la alquimia fue el haber tomado como propiedades fundamentales de las cosas cualidades aparentes a nuestros sentidos, sólo Avicena pareció haber intuido esta debilidad. El fin de la alquimia, transformar en oro todas las sustancias gracias a un agente especial llamado elixir (o piedra filosofal), era ilusorio; pero a través de la búsqueda de diversas combinaciones, incansablemente reemprendida, el azar hacía que a veces se descubriesen interesantes preparaciones de cuerpos nuevos, ácidos o alcoholes (palabra árabe). Las medidas de pesos específicos que efectuaron eran válidas. Y los alquimistas pusieron a punto una serie de aparatos, como el alambique (nombre árabe), que toda Europa utilizará. La alquimia árabe se inspiraba en escritos "herméticos" antiguos, y en otros antecedentes más o menos imaginarios (Cleopatra, etcétera), pero no se limitó a copiarlos, sino que también los enriqueció; el deseo de mantener ocultos sus resultados, el lenguaje misterioso del que se servían, han

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