HISTORIA DE AMÉRICA LATINA

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PORTUGAL Y BRASIL, 1750-1808

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alemanes que lo acompañaban, quien se hizo cargo de las tropas portuguesas, carentes de organización y entrenamiento, mal equipadas y peor pagadas. Sus reformas, que sólo afectaron a Portugal, abarcaron toda la organización del ejército, desde el reclutamiento y el equipamiento hasta las tácticas. Este trabajo iba a ser coronado algunos años después, cuando las reformas del sistema de educación que Pombal había promovido empezaron a rendir sus frutos; en otras palabras, cuando los jóvenes hidalgos portugueses, educados en el Real Colegio de Nobles de Lisboa (inaugurado en 1766) y después en la Universidad de Coimbra (reformada en 1772), hubieron adquirido el bagaje intelectual de matemáticas, física y arte militar considerado indispensable para la preparación de los oficiales. Sin embargo, el cuadro de oficiales portugueses nunca fue suficiente, como se puede comprobar por la presencia permanente de oficiales extranjeros —alemanes, ingleses, franceses y otros— en los regimientos y escuadras portugueses, en la metrópoli así como en las colonias, desde el reinado de D. José I al de D. Joáo VI. En Brasil, Pombal, preocupado por la protección de las amenazadas capitanías del sur, envió en 1767 a Río de Janeiro tres de los mejores (y recientemente reformados) regimientos portugueses, así como dos especialistas militares, el general austríaco J. H. Bóhm (quien había sido ayudante del conde de Lippe en Portugal y a quien se había concedido el título de inspector general de las tropas de Brasil), y el general sueco J. Funk (quien había llegado a Portugal desde Inglaterra en 1764), a quien se encomendó la tarea de reforzar las fortificaciones de Río. El general Bóhm, que estaba acostumbrado a tratar con tropas europeas en condiciones europeas, no tomó en cuenta suficientemente las condiciones sociales e incluso climáticas de Brasil, y sus rígidos métodos dieron a veces calamitosos resultados que fueron severamente condenados por el marqués de Lavradio, virrey de Brasil, bajo cuyas órdenes se encontraba (1769-1779). Uno de los errores más graves que se le reprocharon fue el no haber comprendido la excepcional importancia de las tropas reclutadas en la propia colonia, las únicas capaces de resolver el problema portugués de defender un imperio infinitamente mayor que el mismo Portugal, desperdigado por todo el mundo. Una fuerza de esta clase había sido planeada desde los inicios del primer gobierno general (regimentó de Tomé de Souza, 1548) dividida en dos tipos: el primero, la milicia permanente (tropas auxiliares o, desde 1796, milicias) que se reclutaban sin salario y con oficiales del mismo tipo que a veces recibían instrucción de oficiales de los regimientos portugueses, y el segundo, tropas de reserva, conocidas como ordenancas, que incluían el resto de la población masculina disponible y cuya actividad en tiempos de paz se limitaba a ejercicios ocasionales. Las milicias eran solicitadas frecuentemente para defender su territorio, mientras que los corpos de ordenancas eran más importantes a la hora de mantener el orden, apoyando la acción de la administración civil. Puesto que sus oficiales eran escogidos por los gobernadores de las capitanías de listas compuestas por los Senados das Cámaras, según criterios de jerarquía social, de hecho ellos reforzaban esta jerarquía social, basada en la riqueza y la propiedad de la tierra. Durante la segunda mitad del siglo xvm, los distintos ministros a cargo de la política colonial urgieron a los gobernadores de las capitanías brasileñas a reducir la cantidad de exenciones y privilegios a los que podía recurrir gran parte de


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