HISTORIA DE AMÉRICA LATINA

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HISTORIA DE AMÉRICA LATINA

portaciones, donde descubrimos la verdadera base del renacimiento de la monarquía. En último término, el beneficio fiscal del imperio y el monopolio comercial eran más importantes para el estado español que los retornos comerciales para su economía. L A EXPANSIÓN DEL COMERCIO COLONIAL

El renacimiento de la economía colonial, tanto como el de la peninsular, derivaba de la aplicación de medidas mercantilistas. El texto que las respaldaba para ello era el Nuevo sistema de gobierno económico para la A mérica (1743) de Campillo. El punto de partida de su análisis era una comparación directa entre los altos beneficios que llegaban a Gran Bretaña y Francia desde sus islas azucareras caribeñas, con las ridiculas rentas del vasto imperio continental de España. „ Para remediar este lamentable estado de cosas abogaba por la introducción de un «gobierno económico», término con el que claramente quería referirse a las doctrinas y medidas asociadas al mercantilismo de Colbert. En particular, clamaba por el fin del monopolio comercial de Cádiz y del sistema de flotas periódicas. En América la tierra sería distribuida a los indios y se iba a fomentar tanto la minería de plata como la agricultura. Más que nada, Campillo consideraba a las colonias como un gran mercado sin explotar para la industria española: su población, especialmente los indios, era el tesoro de la monarquía. Pero, para aumentar la demanda colonial de manufacturas españolas, era necesario incorporar a los indígenas a la sociedad, eliminando los dañinos monopolios y reformando el vigente sistema de gobierno. Era necesario también destruir la industria colonial. En su texto, Campillo afirmó con mucho énfasis la supremacía de los intereses públicos sobre el beneficio privado, distinción encarnada en el contraste que establecía entre comercio «político» y comercio «mercantil». Si la reforma avanzaba lentamente era porque la guerra de Sucesión y la subsiguiente paz de Utrecht dejaron el imperio a merced de la navegación extranjera y del contrabando. En efecto, durante la primera mitad del siglo xvm, España estuvo inmersa en una batalla desesperada para recobrar el control del comercio colonial. El contrabando era moneda corriente, mientras que las grandes casas importadoras de México y Lima seguían buscando el restringir la afluencia de mercancías de la península para salvaguardar sus beneficios monopolísticos. Si España quería obtener beneficios de sus posesiones americanas, primero era necesario desbancar a las manufacturas extranjeras y al contrabando de su papel preeminente en el comercio atlántico, y después desalojar a la alianza mercantil de su posición dominante en las colonias. Al principio, la conducta comercial de España fue lamentable. En 1689 se estimó que de las 27.000 toneladas de mercancía enviadas legalmente a Hispanoamérica, sólo 1.500 tenían su origen en la península. La mayor parte de las exportaciones de Cádiz consistían en productos manufacturados que se embarcaban desde Francia, Inglaterra y Holanda. Incluso el rendimiento fiscal de las tasas de aduana se rebajaba a causa de la alta incidencia del comercio de contrabando en el Caribe y desde Sacramento. Con la guerra de Sucesión se derrumbaron las últimas barreras contra los intercambios con potencias, ya que en 1704 el


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