SANTIAGUEÑOS EN MALVINAS

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SANTIAGUEÑOS EN MALVINAS

HUGO ANÍBAL QUIROGA


Santiagueños en Malvinas Autor: Hugo Aníbal Quiroga

Diseño de tapa: Alberto Martín Gómez Diagramación y compaginación: Cesar N. Roldán

1ª Edición Lucrecia Editorial Av. Belgrano (s) 1919 Sgo. del Estero - Capital - 4200 editorial.lucrecia@gmail.com

ISBN: 978-987-1375-88-2

Quiroga, Hugo Aníbal Santiagueños en Malvinas. - 1ª ed. - Santiago del Estero: Lucrecia, 2010. 256 p. ; 23x16 cm. ISBN 978-987-1375-88-2 1. Historia Argentina. I.Título CDD 982

Fecha de catalogación: 04/06/2010 © 2010, Hugo Aníbal Quiroga

Queda hecho el depósito que establece la Ley 11.723 LIBRO DE EDICIÓN ARGENTINA

Prohibida la reproducción parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, la transmisión o la transformación de este libro, en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros métodos, sin el permiso previo y escrito del autor. Su infracción está penado por las leyes 11.723 y 25.446.


DEDICATORIA

A los seiscientos cuarenta y nueve héroes muertos en defensa de la patria. Sangre derramada en tierra argentina, memoria viva de los que lucharon y dieron lo más preciado que les dio Dios, su propia vida. No hay flores para esas tumbas ni medallas que equiparen el valor de su arrojo

A Heriberto Ávila, Leopoldo Marcelo Ávila, Héctor Walter Aguirre, Julio Castillo, Néstor David Córdoba, Vicente Antonio Díaz, Alberto Edmundo Gómez, Omar Hilario Gorosito, Godofredo Omar Iñiguez, Mario Ramón Luna, Julio Martín Mendoza, Ramón Ordoñez, Mario Gustavo Rodríguez, Eduardo Tomas Silva Catorce almas que permanecen en custodia eterna por una causa que no sabe de olvido. Son hijos de estas tierras santiagueñas que dejaron una ausencia insustituible en el corazón de sus familiares lo que nos obliga a reconocer también a aquellos que vivieron el dolor de la pérdida de un hijo, un hermano, un padre, un novio, un amigo. A los que regresaron y ya no están al no poder soportar los traumas de la post-guerra. A los que quedaron incapacitados, disminuidos síquicamente o heridos en defensa del honor y la dignidad de nuestra Patria

“ALLÍ ESTÁN Y NOS ESPERAN”



AGRADECIMIENTO

A mi extinto hermano, el doctor Luis Marcelo Quiroga y a mis ex Soldados Veteranos de Guerra de la Compañía de Ingenieros 10 que me impulsaron a escribir este libro A mi amigo Raúl Romero por su tan sentido prólogo. A los Suboficiales de la Primera Sección que me acompañaron al frente de sus Soldados en todas las acciones del conflicto armado Al personal de la Compañía “B” del Regimiento de Infantería Mecanizado 7, del Batallón de Infantería de Marina 5 y muy especialmente al Observador Adelantado de Artillería, el Teniente Alberto Ramos (fallecido en combate) por el apoyo, amistad y camaradería brindado en los duros momentos transcurridos en el Monte Longdon Al escritor, Teniente Coronel (R) Aníbal Alberto Planes, por su colaboración desinteresada, al orientarme sobre la diagramación y organización de lo escrito. A los Veteranos de Guerra de origen santiagueño, quienes con su relato, colaboran significativamente en la búsqueda de la verdad históricomilitar del Conflicto Armado por nuestras Islas Malvinas. A Cesar Carnero que revisó y corrigió personalmente cada uno de los capítulos. A Darío Manzione y Alberto Martín Gómez por su colaboración en los diseños gráficos y fotografías A mi esposa Aurora Castaño por su constante apoyo a este proyecto.



PRÓLOGO

Años atrás, visitando en provincia de Santa Fe, la ciudad de San Lorenzo, recorrí el lugar de la Batalla- en el parecer de muchos el bautismo de fuego del Ejército Argentino- , revisé las profundas barrancas por donde treparon los invasores, y el campo mismo, donde se enfrentaron en un combate feroz y a muerte aquellos hombres. Es inevitable para los que pasan por el lugar no imaginar los instantes previos de quienes vivieron aquellos vigorosos momentos, que habrán pensado estos varones jóvenes y llenos de vida, en los segundos que con sus músculos tensados como el acero, sable y lanza en mano se arrojaron hacia adelante buscando abrir un hueco en la carne del otro, y viceversa, para por allí arrancar la vida de su contrincante… Que se piensa, que se hace antes, durante y después del momento más bravío y fiero que un hombre es capaz de sobrellevar… la guerra. Que los mueve a quedarse allí, sabiendo que una bala cruel o un puñal sádico, no solo los hará pasar por dolores y agonías insoportables, sino que los puede llevar al fondo de un hoyo, donde con suerte desde su borde, alguna vez alguien les traerá una flor,… ¿que mueve a un hombre a quedarse allí?, aceptar y enfrentar ese destino… Sabido es que no es lo mismo la esencia que el accidente, este es lo que cambia, muta, aquel lo que define, individualiza algo. No tengo dudas, después de haberlo leído, que en gran medida de eso se trata este libro, que su esencia es contar el coraje y los sueños, los miedos, ascos, y satisfacciones, de catorce santiagueños, que en la llamada guerra de Malvinas, desde lugares distintos quizás, enfrentaron con el formidable valor que las circunstancias exigían, tan radicales vivencias. En una instancia de mi paseo por San Lorenzo me encontré con monolitos que recuerdan el nombre y origen de los granaderos muertos en aquella batalla que comandó San Martín, y para mi sorpresa, uno de ellos era santiagueño, Ramón Saavedra era su nombre (caído en combate el 3 de febrero de 1.813). Estoy convencido de no exagerar cuando pienso que estos, también 14 hombres jóvenes, fuertes y sanos, llenos de ilusiones, que partieron desde la lejana Santiago a defender la Patria en Malvinas, son dignos herederos de aquel valeroso soldado que entregó su vida en la batalla que inició el grito de libertad en Latinoamérica.


Por último, también convencido estoy como enseñara Sartre ...el hombre está condenado a ser libre..., pues su esencia además de racional, es la de ser libre... En el optar, en el elegir, está el corazón de la libertad, ello es algo que el hombre no puede dejar de hacer en cada instante del vivir, como tampoco entregar a otro la decisión para que lo haga por él, …maestro -le preguntó un discípulo- como puede elegir quien es encerrado de por vida en una celda…, siempre tendrá una última opción -respondió Sartre-, dejarse morir o vivir en la celda… Esta explicación simple de la libertad, con la que coincido, hace aún mucho más grande la decisión de quienes optaron por quedarse a luchar, hasta que la metralla, el fuego y los bombazos de un invasor superior 100 a 1, en medios y apoyos, los obligó por la fuerza más bruta que puede usar un hombre, contra otro hombre, como es la de las armas, a cejar en sus sueños de quedarse en el suelo usurpado desde hace tantos años a la Patria Madre por el Imperio Británico. Por último no puedo dejar de agradecer al Teniente Coronel Hugo Quiroga, el haberme concedido el honor de participar de esta magnífica obra que en el mundo de la lectura testimonial, no tengo dudas, está llamado a ser un aporte invalorable para los historiadores. Hugo es un hermano de mi hermano del corazón, el trágicamente fallecido abogado, periodista y sociólogo “Tito” Quiroga, increíble ser humano de cuya amistad pude disfrutar. También quiero agradecer a Hugo Quiroga el haberme permitido compartir con él, el durísimo viaje desde Santiago a la Virgen del Valle de Catamarca, travesía de 250 km. que hicimos en bicicleta cuando se retiró del servicio activo de la Institución, atravesando ríos, montañas, y el infernal calor de diciembre, a fin de cumplir su promesa de dejar a los pies de la Virgen el sable que el Ejército Argentino, le entregara cuando se recibió como Oficial. Doctor RAUL ROMERO


INTRODUCCIÓN

En los principales actos que se realizan tanto en Santiago como en el resto del país, junto a las tropas militares y a las fuerzas vivas, desfilan los “Veteranos de Guerra” portando orgullosamente nuestra bandera y las condecoraciones en lo individual y gallardamente obtenidas. La gente aplaude emocionada el pasaje de ese conjunto de hombres, muchas veces acompañados por sus familiares. En general, el público sabe que en inferioridad de condiciones, se enfrentaron con una de la más importante potencia militar, que al formar parte de la OTAN (Organización del Atlántico Norte) contaba con el apoyo militar, económico y diplomático de los países más poderosos del mundo. Pero la gran pregunta es: ¿qué pensaba la sociedad santiagueña en relación a los episodios que se vivían en la Patria por aquellos días de abril de 1982? Ese dos de abril “EL LIBERAL” anunciaba el inminente desembarco argentino en las Islas Malvinas, mientras que al día siguiente se publicó con grandes titulares la noticia de la recuperación, al mismo tiempo del anuncio oficial ejecutado por la totalidad de los medios nacionales de comunicación social. Si bien en nuestra provincia no hubo grandes manifestaciones en las plazas, la gente no ocultaba su satisfacción de lo acontecido. En las escuelas se recordaba a los alumnos sobre la injusta usurpación de nuestras islas por un país extranjero, hecho acaecido en 1833; en todo lugar de reunión no se hablaba de otro tema. Fueron muchos los santiagueños que se presentaron en el cuartel para ofrecerse como voluntarios con el ánimo de intervenir en la contienda. Varios por sus propios medios partieron hacia el sur, con el afán de enrolarse en alguna fuerza y poder así, defender nuestra soberanía. En la mayoría de las ciudades y pueblos del interior provincial, se realizaron actos que mostraban a una ciudadanía entusiasta y jubilosa. Pero en ese momento tan trascendental para el destino de nuestro país me pregunto si los comprovincianos habrán pensado o imaginado si en tamaña empresa habría algún santiagueño. De acuerdo a las encuestas que he realizado muy pocos contestaron afirmativamente, con toda seguridad atendían a la creencia que todos los hechos importantes son protagonizados por Buenos Aires y su gente; como si nuestra provincia no


hubiese aportado en otro tiempo, pensadores o personas que en su accionar, contribuyeron al logro de los más sagrados intereses de la patria. Si repasamos nuestra historia, podremos conocer producida la Revolución de Mayo, el coronel don Lorenzo Lugones al mando de tres compañías de granaderos intervino en el Ejercito del Norte al mando del General don Manuel Belgrano. También otros contribuyeron a la causas de la Revolución o en las luchas por la Organización Nacional, el Teniente Coronel don Juan Francisco Borges, el Brigadier General don Juan Felipe Ibarra, el general don Antonino Taboada entre otros. Digno es recordar a los presbíteros Pedro Francisco de Uriarte y Pedro León Gallo, representantes santiagueños que se destacaron en el Congreso de Tucumán. Ellos fueron motivo para que nuestros mayores nos enseñaran a respetarlos como precursores de la argentinidad. También hubo desconocidos que dieron la vida por el país que nacía, ejemplo de esta afirmación es el Granadero Ramón Saavedra, que al igual que el Sargento Juan Bautista Cabral, honró con la ofrenda de su vida, en la batalla de San Lorenzo, hecho que jalona el inicio del General don José de San Martín en su lucha por la independencia. Santiago del Estero estuvo presente en el Teatro de Operaciones del Atlántico Sur. Muchos de sus hijos dentro de los cuales me incluyo, participamos en la noble gesta iniciada el 2 de abril de 1982. Algunos no regresaron al regar con su sangre aquellas tierras lejanas, para quedar como fieles custodios de la soberanía argentina. Creí conveniente escribir este libro con la única finalidad de hacer conocer a nuestra comunidad, los relatos de aquellos que participando en el conflicto, padecimos sufrimientos, angustias y amarguras por la derrota, aunque nos queda la tranquilidad de conciencia de un desempeño decoroso, que sin dudas honra y dignifica a nuestra patria.

El autor


“EL LIBERAL” REFLEJABA CON ESTOS ARTICULOS EL SENTIR DE NUESTRA COMUNIDAD POR LA RECUPERACION DE LAS ISLAS MALVINAS





CAPÍTULO I

LA RECUPERACIÓN



Santiagueños en Malvinas

Capítulo I

LA RECUPERACION LA OPERACIÓN ROSARIO FUE CONCEBIDA COMO UNA ACCIÓN MILITAR SORPRESIVA DESTINADA A PROVOCAR UNA REPERCUSIÓN POLÍTICA INTERNACIONAL CON EL FIN DE OBLIGAR A GRAN BRETAÑA A ENCARAR SERIAMENTE LAS NEGOCIACIONES SOBRE LA SOBERANÍA DE LAS ISLAS DE ACUERDO CON RESOLUCIONES QUE AL RESPECTO, HABÍAN EMANADO DE LAS NACIONES UNIDAS. POR TAL RAZÓN SE PLANEÓ LA OCUPACIÓN CON INSTALACIÓN DE UN GOBIERNO ARGENTINO Y LA RETIRADA INMEDIATA DE LAS FUERZAS INTERVINIENTES, CON EXCEPCIÓN DE LOS EFECTIVOS INDISPENSABLES REQUERIDOS POR LA SEGURIDAD. DE NINGUNA MANERA SE HABÍA PREVISTO UNA REACCIÓN DE LA MAGNITUD QUE TUVO LA BRITÁNICA, LO CUAL CONDUJO A UN CONFLICTO QUE NO SE DESEABA Y PARA EL CUAL A DECIR VERDAD, NO SE ESTABA PREPARADO. LAS ISLAS FUERON RECUPERADAS MEDIANTE UNA ACCIÓN IMPECABLE EJECUTADA POR LAS FUERZAS ARMADAS, ENTRE LOS RESPONSABLES DE SU PLANIFICACIÓN SE DESTACÓ UN SANTIAGUEÑO DE LORETO, EL GENERAL DON AMÉRICO DAHER EN SU CONDICIÓN DE COMANDANTE DE LA IX BRIGADA DE INFANTERÍA, CON ASIENTO EN COMODORO RIVADAVIA. TAMBIÉN HUBO OTROS COMPROVINCIANOS QUE PARTICIPARON EN TAN GLORIOSO ACONTECIMIENTO, CUYAS EXPERIENCIAS MERECEN SER CONOCIDAS.

I SOLDADO “VGM” CARLOS VIRGILIO CORONEL “Con gran tristeza recuerdo que me toco trasladar en camilla al Capitán GIACHINO que había sido herido de gravedad. Durante el movimiento su mano se aferro a mi brazo. Era como nuestro padre en la milicia, lo queríamos y respetábamos mucho por sus cualidades militares y humanas” ASI LAS RECUPERAMOS Durante los primeros meses del año 1982 cuando aún tenía 18 años, fui incorporado para cumplir con el Servicio Militar Obligatorio a la Base de Puerto Belgrano, donde funcionaba mi destino el Batallón de Infantería de Marina Nro 1, cuyo jefe era el Capitán de Corbeta don Pedro Giachino. - 17 -


Tcnl (R) VGM Hugo Anibal Quiroga

Momentos durísimos tuvimos que soportar al principio del año militar, debido a una instrucción que rápidamente nos ponía en forma, mientras nos “amigaba” con la naturaleza del terreno, una playa que posteriormente fue testigo de numerosos ejercicios de embarco y desembarco. Dios me mandó a un santiagueño como subinstructor, al Cabo Segundo Olmos Matar, quien luego fue mi jefe de grupo en el cuartel y en la guerra. A mediados de marzo y durante un descanso, recibí la orden de presentarme junto al resto de los soldados en la Plaza de Armas, donde nos comunicaron sobre la inminente realización de un ejercicio en Tierra del Fuego, para el cual solicitaban voluntarios. Sin dudas levante la mano junto a otros, dentro de los cuales se encontraba el soldado Gutiérrez, también santiagueño oriundo de Quimili. Tanto Gutiérrez como yo nunca habíamos salido de nuestra provincia, razón de más para aprovechar la oportunidad que se nos presentaba, conocer tierras que por su lejanía la posibilidad se tornaba única. Para ser sincero, ninguno de los dos tenía la más mínima idea sobre su ubicación geográfica, mucho menos de su característica física. Solo sabíamos que se encontraba al sur y que hacía mucho frio. Pasado un corto período de alistamiento, fuimos embarcados en el “Comandante Irizar”, un buque llamativo por su imponencia estructural y también por disponer de todas las comodidades, no obstante, el viaje no fue para nada placentero pues las náuseas y las arcadas estuvieron a la “orden del día”. Durante los tres primeros días no probé bocado, alimentándome luego de a poco hasta que mi organismo se fue acostumbrando. Desde la cubierta observaba con gran admiración la inmensidad del mar argentino, tan enorme y majestuoso, difícil de describirlo desde la óptica de un santiagueño. En algunas oportunidades hacíamos prácticas de tiro sobre blancos flotantes dispersos en ese mar. No recuerdo bien si fue el 29 o el 30 de marzo, cuando un oficial nos impartió la orden de recuperación de las Islas Malvinas. Nunca me olvidaré de la arenga culminante de la orden: “Esta es una misión muy seria. Los que vuelvan van a ser considerados héroes porque son las únicas tierras argentinas en poder de una nación extranjera” ¡¡ VAMOS A RECUPERAR LAS MALVINAS SI O SI!! Al principio no entendíamos nada pues se nos había dicho que andábamos en tren de ejercicios, y resulta que a partir de la orden, la mano venia “de guerra” con gran posibilidad de entrar en combate y por supuesto, de hasta perder la vida. - 18 -


Santiagueños en Malvinas

Capítulo I

No tenía la menor idea de lo que era una isla y menos una de la dimensión de Malvinas, me preguntaba como será su relieve, si habría casas, ríos, arboles, etc, en una palabra, con este interrogatorio trataba de prepararme mentalmente para la acción. También recordaba mi sentimiento sobre Las Malvinas, que se había originado con la enseñanza de la escuela primaria, segundo hogar donde las maestras, casi unas madres, nos inculcaban sobre la apropiación inglesa de un territorio legítimamente argentino. Todo esto desde mi modesta posición, incrementaba el afán de recuperar lo nuestro para reintegrarlo a la patria. En un momento dado se aceleraron el alistamiento y los preparativos, razón que me llevó a ocupar el puesto de cargador de lanzacohetes dentro del grupo. El apuntador de esa arma era mi comprovinciano Gutiérrez, a quien tenía que abastecerlo según las contingencias del combate. La noche del 1 de abril se colmó de expectativa, al encarar el buque la aproximación final hacia las islas. Llegado el momento, debía embarcar en el segundo helicóptero ubicado en la cubierta. Mientras esperábamos las órdenes de mi jefe, pude apreciar como el primer helicóptero era atacado por los soldados ingleses al acercarse a la costa. Sin dudas se había iniciado la guerra. La cuestión fue que en vez de subir en el segundo helicóptero, lo hice en el tercero, por tal motivo mi grupo quedó dividido. A partir de ese momento nuestro objetivo era brindar apoyo a los comandos anfibios que tomarían por asalto la casa del gobernador. A todo esto, un cura nos hacia rezar antes de embarcar, lo cual daba al momento unas característica colmada de distintas emociones. Durante el recorrido, nos dijeron que debíamos estar prestos para entrar en combate, el cual nos llevaría a cumplir un objetivo que buscaba la caída del poder político de la Isla. El helicóptero fue atacado antes de aterrizar, lo cual nos produjo un momento de zozobra que rápidamente superamos al saltar a tierra antes de que la máquina se deposite en tierra. Una vez reorganizados, ocupamos nuestras posiciones desde donde claramente veíamos el ataque de los comandos a la casa del gobernador. Ante la sorpresa y la superioridad argentina, los ingleses se replegaron hacia el interior de la casa, salvo un grupo que permanecía atrincherado en sus adyacencias. En cierto momento, el capitán Giachino, granada en mano intimó a la rendición, recibió como respuesta una ráfaga de ametralladora que - 19 -


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lo hirió gravemente, pero al ver los ingleses que el oficial argentino se mantenía en pie con intención de tirarles la granada, rápidamente abandonaron las armas y levantaron sus brazos en señal de rendición. Recuerdo que en esa acción fueron heridos un oficial y un suboficial al pretender auxiliar al jefe herido. Mientras los heridos eran auxiliados, los comandos anfibios y otras tropas reunían y mantenían en custodia a los soldados ingleses apresados. En esos instantes un superior me ordenó junto a otros tres soldados, tomar la camilla y trasladar al Capitán Giachino hacia un vehículo que lo esperaba a metros del lugar y que servía como ambulancia. Lo taparon con una manta porque hacía frío y al trote nos dirigimos a cumplimentar la misión. “Se lo veía muy pálido, estaba inconsciente, no hablaba y tenía la mirada perdida, pero su mano se aferró fuertemente a mi brazo durante el traslado”. Cuando el vehículo se alejó, me agarró una gran tristeza y amargura al ver a mi comandante herido casi desfalleciente. Los Soldados teníamos gran admiración y aprecio por este hombre que nos recibió cuando nos incorporamos a la Marina, que participó en la instrucción y se preocupó constantemente por el bienestar de los soldados. Siempre estaba con nosotros controlando que nada nos falte. Quería que los soldados estemos bien y seamos felices a pesar de la dureza del Servicio Militar. Era como nuestro padre, lo queríamos y respetábamos mucho por sus cualidades militares y humanas. Nunca olvidaré ese momento, porque por primera vez fui participe de un hecho de sangre y también porque pude comprobar el poder destructor de las armas. Una vez terminado el combate, el paisaje en esa urbanidad se tornó de una rareza incomparable, al relacionarse la alegría con la tristeza, pues por un lado marchaba la victoria y por el otro la angustia al perder a un ser querido. No podía creer lo que estaba ocurriendo, con el gobernador saliendo de la casa dando una clara muestra de rendición, ¡¡HABÍAMOS RECUPERADO NUESTRAS ISLAS MALVINAS!! Reunimos a los aproximadamente ciento cincuenta prisioneros en una cancha de futbol, donde pasé a cumplir tareas de custodia. Doy fe que los prisioneros fueron tratados con amabilidad y a la vez con firmeza, lo cual fue correspondido con un correcto comportamiento por parte de ellos, haciendo de esa manera mucho más fácil las cosas. Finalmente, mi grupo fue seleccionado para custodiar a los prisioneros en su traslado al continente en un avión Hércules. Una vez en Puerto Belgrano, los ingleses fueron ubicados en una pileta de natación techada que

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Capítulo I

se había acondicionado al efecto. Allí permanecieron unos días hasta que se los trasladó a Uruguay, desde donde recuperaron su libertad. Cumplida la misión, integrando mi grupo fui destinado a Tierra del Fuego, donde se estableció una defensa hasta la culminación del conflicto. “El sol iluminaba espléndidamente a las Islas. La Argentina, que por una vez había dejado de lado las palabras ponía freno a la usurpación inglesa. Lo que vino después es historia conocida, pero así transcurrió ese histórico 2 de abril de 1982”.

II CABO SEGUNDO DE INFANTERIA DE MARINA “VGM” CONRADO AUGUSTO OLMOS MATAR “La misión no era nada fácil, ya que sabíamos que debíamos enfrentar a soldados profesionales con experiencia de guerra y pertenecientes a una potencia internacional, pero lo más difícil era la imposición de vencer al enemigo tratando de no producirles bajas. Algo bastante difícil, pero que al final se pudo realizar”

AL FRENTE DE MI GRUPO DE DOCE SOLDADOS Desde Changuito sentí la vocación por estudiar alguna carrera de armas, quería ser policía o militar. Mientras estudiaba el ciclo secundario, mi amigo del barrio, el suboficial de La Armada Carlos Sequeira, me entusiasmó para que prosiguiera mis estudios en la Marina de Guerra. Tiempo más tarde, personal de esa institución se apersonó en la provincia para promocionar el ingreso de santiagueños a esa Fuerza. No dejé pasar esa oportunidad y rápidamente presenté mi inscripción. Luego de aprobar los requisitos me incorporé en la Escuela de Suboficiales de Infantería de Marina cito en Punta Mogotes. Los primeros tiempos fueron duros porque como todo santiagueño, extrañaba al pago, sus costumbres, a mis seres queridos y a mis amigos. Todo era nuevo, todo era diferente, me sentía solo en medio de tantos incorporados de distintos lugares de la patria. - 21 -


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La instrucción era tan rigurosa que muchos de mis compañeros solicitaron la baja ya que de los tres mil ingresados, solo nos recibimos setenta y cuatro. Varias veces estuve a punto de abandonar la carrera, pero gracias al aliento y el ánimo que me proporcionó un Teniente de apellido Alemán, pude continuar y recibirme como cabo segundo en el año 1980. Mi primer destino fue el Batallón de Infantería 1 de Puerto Belgrano en donde fui recibido por el Segundo Comandante Capitán Giachino y el por el Jefe de Compañía Teniente Damore. A partir de ese momento comencé a dar los primeros pasos como Suboficial que consistía básicamente en instruir a un grupo de soldados y a la vez continuar incrementando mis conocimientos profesionales. Durante el año 1981 me dieron a cargo la preparación del Grupo Lanzacohetes constituido por doce soldados entre los que se encontraban los soldados santiagueños Coronel y Gutiérrez. A principios de 1982, mi grupo se integró a la compañía “C” (Charly) que estaba a cargo de un Suboficial de apellido Gigena. Recuerdo que me llamó poderosamente la atención que a esa altura del año no se había dado de baja a los Soldados clase 1962 y que se continuara con las actividades de instrucción y ejercitaciones. Normalmente en ese período se reducen las actividades operacionales para ser reemplazadas por tareas de mantenimiento. Una cálida mañana del mes de marzo, el personal de cuadros fuimos reunidos en la plaza de armas de la unidad en donde el Capitán Giachino nos comunicó que debíamos alistarnos para embarcar a los efectos de dirigirnos hacia unas islas en donde debíamos recuperar a un barco argentino que había sido apresado por los británicos. A partir de ese momento comenzamos con las tareas preparatorias, las que consistían generalmente en el completamiento de abastecimientos, equipos de campaña y munición. Además de ello, diariamente concurríamos al polígono a realizar prácticas de tiro y poner a punto el armamento. Así transcurrió nuestra preparación hasta que fuimos embarcados los aproximadamente mil hombres que conformábamos la Brigada de Infantería de Marina en el buque “Comandante Irizar”. Si bien teníamos las comodidades necesarias, durante los primeros días nos sentíamos bastante mareados a pesar de tener experiencia en navegación, pero a consecuencia de un mar tan embravecido, en general todos los tripulantes sufrimos sus efectos. Ya mar adentro, nos reunieron al personal de oficiales y suboficiales para recibir la orden de operaciones que en líneas generales consistía en: desembarcar y tomar las Islas Malvinas, teniendo como objetivo principal someter a los efectivos que defendían la casa del gobernador y desalojar - 22 -


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Capítulo I

a sus autoridades. Esta tarea la realizarían los comandos anfibios con apoyo de nosotros, los Infantes de Marina. La misión no era nada fácil, ya que sabíamos que debíamos enfrentarnos a soldados profesionales con experiencia de guerra y pertenecientes a una potencia internacional, pero lo más difícil era la imposición de vencer al enemigo tratando de no producirles bajas. Algo bastante difícil, pero que al final se pudo realizar. Durante la noche del uno al dos de abril, ultimamos los preparativos, alistamos al personal y medios para el desembarco. En ese momento no pensé en la tarea trascendental que estaba a punto de realizar por cuanto las actividades y la responsabilidad de conducir a mis soldados no me lo permitían. Solo pensaba en cómo se realizaría la operación, cómo reaccionaría ante las distintas alternativas que se podían plantear frente al enemigo, cómo me responderían mis subordinados…cuantas preguntas a la espera del momento decisivo de entrar en combate. Casi al aclarar, se inició la operación mediante el desembarco por medio de helicópteros. Mi grupo debía dirigirse directamente hacia el aeropuerto, participar de las acciones para tomarlo por asalto y luego marchar hacia la casa de gobierno. Gracias a Dios, cuando llegamos no encontramos resistencia por cuanto los ingleses habían sido apresados por los efectivos que desembarcaron antes que nosotros. Si bien la situación en ese sector estaba dominada, tuvimos que extremar los cuidados a consecuencia de la gran cantidad de minas y trampas explosivas instaladas en el lugar por el enemigo. Mientras esperábamos en el aeropuerto la llegada del resto del Batallón, sentíamos los ruidos de ráfagas de ametralladoras y explosiones en distintos sectores de la Isla. Recién allí tomé conciencia que la operación se había iniciado y que me encontraba inmerso en un serio conflicto armado. Recuerdo con gran congoja, que mientras estábamos en el aeropuerto a la espera de órdenes, se aproximó un helicóptero que traía muerto a nuestro Segundo Comandante, el Capitán Giachino que había combatido heroicamente al frente de sus efectivos en la operación más importante realizada en la Isla hasta ese momento. Una vez completados los efectivos marchamos hacia la casa de gobierno en apoyo a los Comandos Anfibios, rodeamos a la misma para asegurar de que no escape ningún enemigo que se habían rendido ante la ofensiva de nuestros efectivos. La siguiente misión que recibí fue la de custodiar y posteriormente trasladar a los prisioneros hacia el Continente junto a mi grupo y otros efectivos. - 23 -


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Ya en nuestro país, nos preparamos para el cumplimiento de una nueva misión que consistía en el reforzamiento de las defensas en Tierra del Fuego. Hasta allí me dirigí junto a otros agrupamientos militares y quedé hasta la finalización de la guerra. A pesar de haber estado poco tiempo en las Islas Malvinas, siento una gran emoción por haber sido participe de las operaciones de recuperación comandando un grupo de doce soldados entre los cuales se encontraban dos coterráneos: Coronel y Gutiérrez, con quienes mantengo en la actualidad una cordial amistad. “Como Suboficial de la Marina tuve el honor de pertenecer al Batallón de Infantería Nro 1 y haber estado bajo el mando del Capitán Giachino ejemplo de virtudes militares”.

Militares Argentinos toman prisioneros a soldados ingleses que custodiaban Puerto Argentino

La Bandera flamea en el aeropuerto

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La Bandera Argentina es izada en el mástil principal de Puerto Argentino


CAPÍTULO II

OPERACIONES EN LAS GEORGIAS



Santiagueños en Malvinas

Capítulo II

OPERACIONES EN LAS GEORGIAS LAS ISLAS GEORGIAS DEL SUR, UNO DE LOS PARAJES MÁS DESOLADOS Y LEJANOS DEL MUNDO, FUERON LAS PROTAGONISTAS EN LOS HECHOS DESENCADENANTES DE LA GUERRA. EL 19 DE MARZO DE 1982, EL CIUDADANO ARGENTINO DAVIDOFF, LUEGO DE HABER GANADO UNA LICITACIÓN INTERNACIONAL PARA DESMANTELAR LAS INSTALACIONES BALLENERAS, DESEMBARCÓ EN LAS ISLAS JUNTO A 39 TRABAJADORES. AL POCO TIEMPO IZARON UNA BANDERA ARGENTINA, LO QUE PRODUJO IRRITACIÓN EN LAS AUTORIDADES BRITÁNICAS Y A CONSECUENCIA DE ELLO LA ORDEN DE ABANDONAR EL LUGAR, CREÁNDOSE DE ESTA MANERA UN CONFLICTO DIPLOMÁTICO QUE DESEMBARCARÍA EN LA GUERRA POR LAS ISLAS MALVINAS

I SOLDADO “VGM” VICTOR HUGO GRAMAJO “Durante la ejecución de las operaciones de desembarco, el segundo helicóptero fue seriamente averiado por los ingleses. Al caer murieron los Soldados Águila y Almonacid. En el desarrollo del combate hubo varios heridos. Recién allí me di cuenta que estaba inmerso en un serio problema y que mi vida no tenia valor alguno”.

LA RECUPERACIÓN Y DEFENSA El seis de octubre del año 1981 aproximadamente mil santiagueños partimos en tren hacia la ciudad de Bahía Blanca para ser incorporados como soldados de la Armada Argentina. Al llegar a la unidad militar de esa ciudad, el segundo comandante de la base, el capitán Giachino nos dio la bienvenida y nos explicó los motivos por los cuales estábamos incorporados y las funciones que cumpliríamos a partir de ese momento. Posteriormente fuimos distribuidos en los distintos Batallones de Infantería de Marina. A mí me toco como destino el Nro 1, teniendo como jefe de grupo al cabo Arce y al teniente Giusti como jefe de sección. - 27 -


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En general ese año las practicas e instrucciones fueron bastantes intensas y en distintos lugares. Las primeras las realizamos en la zona de Pereyra Iraola durante aproximadamente un mes, continuamos en el campo de instrucción de Bahía Blanca hasta fines de diciembre y a partir de entonces nos trasladaron a las cuadras en donde comenzamos a gozar de algunas comodidades. Dormir en camas y bajo techo, bañarnos con agua caliente y salir franco “era lujo faraónico”, luego de haber estado tanto tiempo en el terreno y en carpas. Finalizadas las fiestas navideñas y de fin de año, continuamos con los entrenamientos en la localidad de Cornagro en donde las exigencias se hicieron cada vez más extenuantes porque las prácticas las realizábamos en los médanos (terreno de difícil transitabilidad), con el equipo y armamento al completo. Desde las primeras horas de la mañana hasta el atardecer, y en algunas oportunidades en horarios nocturnos nos ejercitábamos en las distintas técnicas del combate. Nuestros superiores siempre nos decían que debíamos tener un buen pie de instrucción porque pronto participaríamos de un importante ejercicio en el sur del país. Cierto día, creo que fue el 25 de marzo, nos reunieron en la plaza de armas del Batallón y se conformó un equipo de combate compuesto por integrantes de las distintas compañías. Tuve el honor de ser designado apuntador de ametralladora por haberme destacado como buen tirador durante el período de instrucción. Luego de un rápido alistamiento, fuimos embarcados en la Corbeta “Guerrico” barco de escasa dimensiones para la cantidad de efectivos que transportaba. Por ello tuvimos que navegar bastante incómodos y muy apretados. Para colmo de los males el mar estaba tan embravecido que hacia mover constantemente a la embarcación en todas las direcciones, produciéndonos frecuentes mareos y nauseas. En esas condiciones continuamos con nuestro rumbo por seis o siete días. Realmente fue un viaje nada placentero, no veíamos la hora de llegar a destino cualquiera que éste sea. Al medio día del dos de abril, mientras navegábamos con rumbo incierto, el Jefe del barco nos avisó por los altoparlantes que las Islas Malvinas habían sido recuperadas al patrimonio nacional. Gran algarabía se vivió en el barco por la noticia tan trascendente para todos los argentinos. En ese momento se nos apersonó el teniente Giusti y con rostro serio, nos comunicó que nuestra misión y objetivo principal en esta gesta sería tomar las Islas Georgias. Paso a paso nos fue explicando cuales serían las secuencias de la operación; trasbordar al buque “Bahía Paraíso” y a bordo de sus helicópteros, desembarcar y tomar posesión de las Islas. Recuerdo que al finalizar la - 28 -


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Capítulo II

impartición de las órdenes, el referido oficial nos arengó haciéndonos notar sobre la importancia y trascendencia de la misión que íbamos a realizar en bien de la patria y nos recomendó que durante la ejecución de la operación debiéramos estar atentos y aplicar todo lo que se nos había enseñado durante el período de instrucción. A partir de ese momento se me cruzaron tantas ideas por mi cabeza... recordaba a mi familia, a mis amigos, a mi pago,… en general vivía momentos difícil de describir, mezcla de alegría y añoranza. Estaba orgulloso de ser participe de esa gesta; las palabras del teniente habían calado tan hondo que estaba dispuesto a entregar sin vacilar mi vida por mi patria. En general, no hubo necesidad de preparativos ni alistamientos fuera de lo normal porque teníamos la ropa, el calzado y el equipo listo para operar en esa zona. Solo repasamos la limpieza del armamento y esperamos ansiosos la hora de entrar en acción. Tal como nos explicó el teniente, durante la noche del 02 de abril fuimos transportados al barco “Bahía Paraíso” y próximos al amanecer se inició la aproximación a las Islas por medio de helicópteros. Nuestro grupo fue el primero en despegar, sin hablar y sin realizar ruido alguno, nos dirigimos hacia una bahía próxima a una pequeña población llamada Grytviken, cuyos habitantes vivían en unas 10 casas tipo cabañas. Recuerdo que durante la aproximación al objetivo, realicé un último control de mi armamento rogando que en caso de necesitarlo funcionara bien. Un movimiento brusco nos indicó que el aparato había iniciado el descenso hacia el objetivo, “nuestra suerte estaba echada” no sabía lo que se podía desencadenar a partir de allí. Estas dudas no duraron mucho, ya que unos impactos de balas sobre el helicóptero provenientes de los fusileros que estaban parapetados en las cabañas, me revelaron que el combate había comenzado. Rápidamente el piloto aceleró el descenso; y próximos a tierra, tuvimos que tirarnos del aparato en movimiento para evitar ser un blanco rentable y presa de las balas enemigas. Adoptamos la posición de cuerpo a tierra cubriéndonos entre las rocas y quedamos inmóviles a la espera de órdenes. Distinta suerte le deparó al segundo helicóptero que fue alcanzado y averiado seriamente por las balas enemigas. En esa acción sufrimos las primeras bajas cuando las balas enemigas alcanzaron a los soldados Águila y Almonacid, causándoles la muerte. El piloto, haciendo gala de su pericia, pudo llevar y aterrizar la máquina atrás de unas alturas, que le permitieron cubrirse del fuego enemigo y evitar mayores daños en vidas humanas y materiales.

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No obstante esa acción tan desgraciada, favoreció de alguna manera a los posteriores desembarcos, dado que se cambió la planificación inicial de marchar directamente hacia el objetivo. A partir de ese hecho los helicópteros se dirigieron por detrás de las alturas y depositaron a los combatientes en un sector seguro, evitando la pérdida de bajas innecesarias. Posteriormente, en silencio nos fuimos agrupando y adoptando las posiciones de combate en las alturas que rodeaban al grupo de casas en donde permanecía el enemigo. Una vez organizados y con las órdenes claras de lo que debíamos hacer, comenzamos el ataque por el fuego hacia las posiciones inglesas, que se encontraban a 150 metros aproximadamente. El combate duró alrededor de tres horas causando algunos heridos en ambos bandos. Casi al medio día, el enemigo comenzó a levantar banderas blancas y salieron de sus posiciones sin armamento y con los brazos levantados. Por fin se terminaba esa odisea que además de los dos soldados antes mencionados, cobró la vida del Cabo Patricio Guanca. Esas muertes y el sufrimiento de los heridos de ambos bandos me hizo reflexionar seriamente lo que significaba estar en un conflicto armado, ahora había un enemigo en serio, no era una práctica militar o ejercicio que normalmente finalizaban sin víctimas y sin daños. Otros efectivos de La Armada habían desembarcado en otro sector y tomaron Puerto Leith sin producir bajas ni daños materiales, lográndose de esa manera el control total de la Isla. Una vez reducido y tomado prisionero, el enemigo fue rápidamente embarcado en el “Bahía Paraíso”, que de inmediato zarpó con rumbo desconocido. Llevaba aproximadamente treinta ingleses entre civiles y militares. El sector que nos tocó ocupar y custodiar estaba a cargo del teniente Luna, que una vez organizados, comenzamos con la construcción de las posiciones defensivas mediante la excavación de pozos de zorros y refugios. Como no había peligro de ataque, trabajábamos tranquilamente sin prisa, pero sin pausa. Durante los descansos pensaba en mi destino por el cual estaba atravesando, en lo lejos que estaba de mi querido Santiago del Estero, en el escenario geográfico en el que me encontraba inmerso,… tan distinto al que transitaba en mi niñez y adolescencia. Recuerdo que me llamó la atención ese mar tan azul e infinito que se confundía con el cielo; nunca había visto algo parecido. Las Georgias, a diferencia de las Islas Malvinas que sobresalen por sus bellezas naturales, carecían de esas cualidades por cuanto su terreno es de tipo rocoso, con piedras de color gris, sin vegetación, sin el verde que identifica a nuestras tierras. Su paisaje pinta una triste monoto- 30 -


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Capítulo II

nía solo retocado por algunas elevaciones con hielo en su cima. El clima era bastante duro a causa de las bajas temperaturas reinantes próximas a los veinte grados bajo cero y de los vientos fríos que soplaban permanente. Ese paisaje tan desolador me animaba a pensar en lo difícil y duro que sería vivir por largos períodos en esas islas. Gracias a Dios, en general no la pasamos tan mal durante nuestra estadía por cuanto teníamos víveres suficientes, ropa y equipos abrigados e incluso dormíamos en las cabañas calefaccionadas. Solo los días que nos tocaba hacer guardia soportábamos la dureza del clima. Diariamente realizábamos patrullas de reconocimiento, lo que me permitió conocer parte de las Islas. De esa manera conocí a la famosa factoría ballenera y a los obreros argentinos que fueron los primeros en izar la Bandera de nuestro país. Ellos continuaban trabajando normalmente en el desarmando de esas instalaciones. También conocí un importante laboratorio en donde científicos ingleses hacían experimentos y estudios relacionados a la zona. Durante el atardecer del 27 de abril encalló en el puerto el Submarino “Santa Fe” que traía provisiones, lo que nos obligó a trabajar duramente hasta altas horas de la noche para bajar a tierra esas raciones. Antes del amanecer del día siguiente todo el sector fue atacado mediante bombas y misiles provenientes de los barcos y helicópteros, siendo el submarino el blanco más buscado, ya que al no haber profundidad en la zona, no pudo sumergirse. Fue fácil presa para los proyectiles enemigos que en poco tiempo lo pusieron fuera de combate. Gracias a Dios todos los tripulantes pudieron abandonar a tiempo y refugiarse en nuestras posiciones a excepción de un Suboficial que fue alcanzado por un misil y cayó gravemente herido, perdiendo en esa acción una de sus piernas. El ataque de las fragatas continuó con su ofensiva hacia nuestras posiciones durante todo el día, mientras tanto se producía el desembarco de efectivos por medio de helicópteros detrás de las mismas alturas que habíamos ocupado nosotros al llegar a la Isla. El fuego era tan intenso que no nos permitía levantar la cabeza y mucho menos contrarrestar el ataque por no contar con armas apropiadas. Recuerdo que nos dieron una pastilla, que al ingerirla, nos tranquilizó bastante y nos permitió desempeñarnos con mayor serenidad. Por la tarde, ante la situación tan desfavorable que se vivía, el Capitán Lagos, que si bien era el comandante del Submarino, pero a la vez por su condición de ser el mas antiguo (Oficial de mayor rango) de la Isla, tomó la determinación de rendirse a los efectos de evitar mayores bajas, en razón - 31 -


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de que la superioridad en armamento y personal por parte del enemigo era descomunal. Primeramente se levantaron algunas banderas o trapos blancos y cuando el enemigo dejó de disparar se nos ordenó salir de los refugios sin armamento y con los brazos levantados. Pude observar que los ingleses se nos acercaban con desconfianza y rápidamente nos fueron reuniendo en un descampado próximo a las cabañas en donde nos revisaron y chequearon nuestra identidad. En general, considero que el trato que se nos dispensó fue el adecuado a un prisionero de guerra y de acuerdo a lo que rigen las normas internacionales. Al principio extrañábamos “nuestra” comida ya que la que nos proporcionaban ellos, era de menor cantidad y de un sabor poco habitual a nuestro paladar. Días más tarde, fuimos embarcados en una pequeña bodega de un buque y comenzamos a navegar con rumbo desconocido. Éramos aproximadamente ciento sesenta prisioneros que conformábamos los efectivos que tomamos la Isla más la dotación del submarino. Recuerdo que a consecuencia del espacio limitado para albergar esa cantidad de personas, nos hallábamos bastante incómodos, muy apretados, casi sin poder movernos. Ese viaje fue una verdadera odisea. Durante la travesía nos enteramos que nuestro destino era la famosa isla Ascensión, base Norteamericana ubicada en el continente Africano, y que a causa de la guerra, les habían prestado a los ingleses para usarla como base de apoyo de materiales y despegue de los aviones. De esta Isla salían los abastecimientos para la tropa y también los aviones bombarderos Vulcan que atacaron varias veces a las Islas Malvinas aprovechando su gran autonomía de vuelo. A pesar de haber llegado en horas de la noche, pude ver el gran despliegue de aviones y helicópteros próximos a la pista de aterrizaje, como así también grandes cantidades de contenedores esparcidos por el terreno. Mucho mas no pudimos observar porque apenas bajamos del barco, nos obligaron subir rápidamente a un avión de la Cruz Roja Internacional. Aproximadamente diez horas duró el viaje de regreso al Uruguay. Allí nos esperaba un barco para trasladarnos a Buenos Aires. Al llegar al puerto fuimos recibidos por autoridades militares y algunos familiares, que nos acogieron con aprecio y respeto. Luego de hacer los trámites burocráticos, nos dieron tres días de franco y posteriormente una licencia junto a los pasajes en tren para los que éramos del interior del país. Cuando llegué a Santiago, sentí grandes satisfacciones por las muestras de amor y aprecio que me brindaron mis familiares, amigos y vecinos. Se - 32 -


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Capítulo II

alegraron mucho al verme “sano y salvo” luego de haber pasado las peripecias de la guerra. Algunos no comprendían bien mi situación, se preguntaban como podía estar en mi casa mientras el resto continuaba en guerra. Luego de quince días regresé nuevamente a la Base en donde continué con las tareas propias de cualquier soldado hasta que se produjo mi baja definitiva en el mes de octubre. Volver al Pago y estar con mi gente, luego de haber pasado por esa odisea que es la guerra, de haber estado y defendido una de las Islas mas alejadas de nuestra patria y andar por tierras tan lejanas del África, fue para mí una bendición. Después de ello valoré más a mi familia, a mis amigos y a las cosas simples de la vida como sentarse a tomar un mate debajo de un algarrobo. “Actualmente les digo a mis hijos que el haber sido partícipe de ese Conflicto me permitió conocerme a mi mismo, saber hasta donde puedo llegar y sobre todo que en el momento de defender a la Patria, yo estuve presente y a la altura de las circunstancias. Por todo ello me considero junto al resto de los que nos jugamos la vida en aquellas lejanas Islas como miembro integrante de la Historia Argentina; y ese es mi mayor orgullo y el mejor legado que les dejo”.

II SOLDADO “VGM” DELFOR ORLANDO BRAVO “El submarino “Santa Fe” llegó al muelle seriamente dañado mientras era atacado constantemente por dos helicópteros Sea King. Al abrir sus compuertas, comenzó a bajar su personal, quienes se dirigieron corriendo hacia nuestros refugios. Mientras corrían disparaban con sus armamentos a los helicópteros gritando “VIVA LA PATRIA”. En esa acción vi como le volaron una pierna a un Cabo”.

DE LAS GEORGIAS A LA ISLA ASCENCIÓN (AFRICA) Como yo tenía prórroga me incorporé al Servicio Militar a los 21 años, y me tocó Infantería de Marina. Nunca pensé que me tocaría vivir una ex- 33 -


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periencia como la que viví. Todavía hoy me parece un sueño que yo sea el que iba navegando en el buque “Guerrico” el primero de abril rumbo a las Malvinas. Nos enteramos en alta mar, cuando el Teniente Guillermo Luna nos reunió en el camarote y nos dijo que había problemas con los ingleses que estaban en Malvinas y que nos preparemos para combatirlos. Nosotros íbamos bajo las órdenes del capitán Pedro Giachino, que era nuestro Segundo Comandante. Tengo un grato recuerdo de ese señor capitán porque era una persona muy buena, charlaba con nosotros, nos incentivaba mucho. Tenía muy buen carácter y era un excelente militar. Ahora, ya muerto, es reconocido como héroe… con total justicia. Mientras los oficiales se reunían una y otra vez para planificar los desembarcos, nosotros los soldados, que no estábamos acostumbrados a la navegación vomitábamos constantemente porque nos descomponíamos a consecuencia del movimiento del buque. A último momento cambiamos de destino, ya que pasamos de largo con rumbo a Las Georgias, mientras el otro grupo enfilaba hacia Las Malvinas. Llegamos por la mañana e inmediatamente nos trasbordamos al “Bahía Paraíso” (mediante un puente de madera), y ahí es cuando nos encontramos con el Capitán Astiz y un grupo de buzos tácticos. Conformamos un grupo de unos 50 efectivos aproximadamente. Recuerdo que ese día, siendo aproximadamente las 11 de la mañana, momentos previos al desembarque, presencié un hecho curioso de la naturaleza: Vi nevar mientras brillaba el sol. Yo me desempeñaba como apuntador de mortero 81, que es cañón que tiene un alcance de unos tres mil metros con cierta efectividad. Tenía otros tres soldados de asistentes para poder operar este armamento que a la final no lo llegamos a usar nunca. Lo que si usamos fueron los fusiles FAL en los momentos que mas adelante contaré. Mientras nos organizábamos para el desembarco, veía con una ansiedad extraña a esa isla que tenía una sola entrada grande hacia una bahía rodeada de serranías. A lo lejos, cruzando la bahía, se distinguían pequeñas casitas de madera diseminadas a lo largo de la costa rocosa. Antes de bajar nos hicieron formar y nos colocaron una inyección, que según nos dijeron, era para no vomitar; ante lo cual nos preguntamos porque no nos pusieron antes, ya que habíamos vomitado durante todo el trayecto. El desembarco se haría en helicóptero. Por eso, antes de comenzar la operación, se realizaron vuelos de patrullaje sobre la costa. Cuando volvió el helicóptero grande, comenzó a trasladar de a 15 personas por viaje. En los dos primeros viajes iban a llevar a los ametralladoristas para que cubran la llegada de nosotros a través de sus fuegos. Apenas desembarcó a los 15 - 34 -


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Capítulo II

primeros, comenzamos a escuchar disparos y explosiones por todos lados. Al regresar, cargan otros 15 hombres y enfila en dirección de la Isla, pero cuando va llegando, no se porque causa, cambia de dirección y encara por el frente de la bahía, siendo que debía dejarlos cerca del muelle para evitar estar al alcance de los fuegos enemigos. Como consecuencia de ello fue derribado mediante el fuego certero de un cohete. Por suerte el piloto pudo maniobrar y cayeron en un lugar protegido del fuego enemigo, salvándose la mayoría. Desgraciadamente en esa acción murieron dos soldados y hubo varios heridos entre ellos un cabo. Era impresionante como gritaban los heridos quienes se encontraban cubiertos de sangre mientras eran evacuados por otro helicóptero de menor tamaño, que había comenzado a operar en reemplazo del derribado. A mí me toco ir en el tercer viaje. Con la experiencia del anterior, el helicóptero se dirigió hacia detrás de una serranías. Desde esas alturas dominábamos el terreno y pude ver con asombro como el buque “ Guerrico” se aproximó a la boca de la bahía y lanzó una andanada de cohetes hacia el lugar en donde se encontraba el enemigo. Esta acción fue suficiente para que los ingleses se rindieran. Lo que ellos no sabían era que luego de disparar esos proyectiles, se trabó el mecanismo del buque con lo cual quedó inutilizado para continuar disparando. Mientras reuníamos a los prisioneros compuesto por personal militar y civil, nos enteramos que uno de ellos tenía la misión de hacer volar el muelle y gran parte de la playa para evitar nuestro ingreso por ese lugar….pero no lo hizo porque ante el fuego del buque se asustó y huyó quedando las cargas colocadas tanto en el muelle como en la playa. Posteriormente nos reunió el Teniente Luna, nos explicó sobre la situación en la que estábamos inmersos, y nos impartió las órdenes para la defensa a la espera de mayores refuerzos. Para mayor protección cavamos pozos detrás de las casas, los que utilizamos recién cuando los ingleses nos atacaron para recuperar la isla, ya que hasta entonces dormíamos en las casas cómodos y calentitos. Teníamos raciones solo para tres días, y el refuerzo llegó recién en tres semanas, por suerte encontramos un refrigerador lleno de carne dejado por los ingleses, que sino, no sé como hubiéramos sobrevivido, ya que éramos aproximadamente cincuenta hombres. Hacíamos guardia las veinticuatro horas divididos en distintos turnos. Recuerdo que por las noches veíamos luces a través de la boca de la bahía. Cuando les comentábamos a los oficiales sobre estos acontecimientos, se reían y no nos hacían caso. Yo creo que era para no preocuparnos más de - 35 -


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lo que estábamos. En las radios también se escuchaban frecuentemente interferencias sospechosas. En general estábamos ansiosos por cuanto nos hallábamos solos en esa isla tan lejana y con la intuición de que el enemigo podría atacarnos. Cuando llegó el submarino “Santa Fe” a cargo del Capitán Lagos, esperó que se haga de noche para recién emerger y descargar las provisiones que traía. Trabajamos durante las horas de oscuridad en la descarga, cuando terminamos y nos íbamos a dormir, comenzó a sonar la alarma. Ante esta situación, el submarino intentó hundirse para protegerse de posibles ataques. En ese preciso momento aparecieron sorpresivamente dos helicópteros Sea King y comenzaron a atacarlo con distintos tipos de proyectiles que lo dañaron de tal manera que le impidieron la huida. Realmente nosotros no podíamos ver realmente lo que pasaba por la oscuridad imperante, solo veíamos el fragor del ataque y las explosiones de los proyectiles. Desesperado al submarino no le quedó otra alternativa que volver a emerger, dirigirse hacia donde estábamos nosotros y desembarcar su tripulación para ponerla a salvo. Mientras tanto los helicópteros continuaron disparando sin cesar. Recuerdo que cuando el submarino abrió sus compuertas su personal salió corriendo en busca de un refugio, disparándole a los helicópteros con el armamento que tenían y gritando ¡¡viva la Patria!! … Era impresionante ver eso, parecía una película: “soldados argentinos corriendo desesperados y gritando, en busca de posiciones para refugio, y helicópteros estáticos en el aire sin parar de disparar”. Allí vimos como fue herido en el rostro el Teniente Giusti por una esquirla y como le volaron de un “cohetazo” la pierna a un Cabo cuyo nombre no recuerdo. A pesar de lo inhumano que es la guerra, al finalizar la contienda, cirujanos ingleses le amputaron las partes inservibles de la pierna y lo curaron de tal manera que le salvaron la vida. Cuando quedó inutilizado totalmente el submarino en el muelle y las tropas argentinas a resguardo en las posiciones, los helicópteros regresaron hacia la flota del mar, quedando solo uno suspendido en el aire como observador. Desgraciadamente no podíamos dispararle ya que se encontraba fuera de distancia de nuestras armas, aunque según decían que en el submarino había un misil que nos hubiera servido de sobremanera para la defensa. Luego de una tensa calma, comenzó la otra etapa del ataque: ahora entraba en acción la famosa flota inglesa y los bombardeos hacia nuestras posiciones no se hizo esperar. Realmente sabíamos desde un principio que la Flota, antes de atacar Malvinas, primero debía pasar por las Georgias; era su ruta obligada. - 36 -


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Capítulo II

Por suerte nosotros estábamos bien preparados, ya que habíamos construido unos pozos bien protegidos y en un lugar a cubierto, tanto que los ingleses no los divisaron hasta el final. Estábamos detrás de las casas y cerca de una pequeña montaña que nos cubría nuestras espaldas. El bombardeo de los barcos era continuo, pero no ocasionaron mayores daños al principio. Casi al medio día nuevamente los helicópteros comenzaron su aproximación y ni bien tomaron posiciones comenzaron a atacarnos. Cada vez el bombardeo se hacia mas intenso y con mayor exactitud, de modo tal que no podíamos sacar la cabeza de los pozos. Recuerdo que en un momento, para ver que acontecía quise sacar la cabeza, pero una andanada de piedras producto de explosiones próximas, pegó contra el techo de mi refugio, ante lo cual me introduje rápidamente. Parecería que los helicópteros que nos tenían a mal traer tomaron mayor confianza y se aproximaron peligrosamente hacia nuestras posiciones. Al estar en distancia de tiro pudimos repeler el ataque con nuestras armas automáticas. En eso vi como lanzaron desde nuestro dispositivo el único misil que teníamos, el cual luego de colocarse detrás de la cola, comenzó a seguir al helicóptero enemigo hasta alcanzarlo detrás de los cerros. No pude ver el momento del impacto, pero se sintió y vimos el resplandor de una fuerte explosión. Posteriormente las crónicas de guerra afirmaron el derribo del aparato. Entre los cañoneos continuos de las fragatas y los ataques certeros de los helicópteros, la situación se hacía insostenible y todavía no había comenzado lo peor, es decir el ataque de la tropa. Ante este contexto, el capitán Lagos ordenó por medio del sistema de radio que nos rindamos por cuanto empezaba a oscurecer y sabíamos que durante la noche no teníamos posibilidad de defensa por la amplia superioridad demostrada y además por contar con medios sofisticados como los visores nocturnos, que les permitían ubicarnos fácilmente. Se nos ordenó que no disparáramos ningún tipo de armamento y despleguemos desde el lugar en donde estábamos ropas o trapos de color blanco en señal de rendición. A consecuencia de ello, se suspendieron paulatinamente los bombardeos y luego los disparos de menor calibre. Rápidamente la tropa enemiga nos fue reuniendo en calidad de prisioneros. Era aproximadamente las seis de la tarde, es decir que estuvimos toda una noche y todo un día enterrados en medio de esos pozos húmedos y fríos, sin tener nada para comer. Gracias a Dios contábamos con una botella de whisky, la que nos pasábamos entre los integrantes del grupo y al tomar un pequeño sorbo nos aliviaba los efectos del frío. - 37 -


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Como prisionero sufrimos bastante por el trato descortés por parte de los ingleses. Nos empujaban constantemente, nos daban órdenes en ingles, pero generalmente nos entendíamos por los gestos, y si dudábamos o nos quedábamos quietos, nos daban culatazos y patadas en cualquier parte. A todo esto la flota inglesa invadía toda la bahía con sus inmensos buques y los helicópteros zumbaban constantemente sobre nosotros como moscardones. Apenas finalizaron las tareas de reunión de efectivos, nos llevaron e hicieron formar frente al mástil para que presenciemos el arrío de nuestra bandera y el izamiento de la de ellos. Luego nos llevaron a una pieza en donde permanecimos todos amontonados y parados durante toda la noche porque no había lugar ni para sentarse. Posteriormente nos llevaron a un buque petrolero y nos alojaron a los ciento noventa y seis prisioneros en la bodega, allí también estábamos bastante amontonados, a veces teníamos problemas hasta para respirar. Si bien el mal trato había disminuido considerablemente, no me gustaba que me tengan apuntando todo el tiempo. Para colmo, los que nos vigilaban eran tipos grandotes, parcos y de mayor edad. Luego de estar dos días encallados, comenzamos a navegar. En alta mar las cosas no mejoraron: seguíamos en la bodega del buque petrolero, todos amontonados y teníamos que hacer nuestras necesidades en presencia de todos en ese mismo lugar. Era repugnante ver que mientras algunos estaban comiendo, otros estaban haciendo sus necesidades. En esas condiciones pasamos más de dos semanas. Según decían nuestro destino era Inglaterra, pero por ingerencia de la Cruz Roja Internacional, nos llevaron a la isla Ascensión. Al llegar a ese destino, recuerdo que personal de esa Institución Internacional subió al barco y nos tomó los datos y declaraciones de rigor uno por uno. Cierta noche, desembarcamos y fuimos trasladados en un camión blindado hacia el aeropuerto, en donde abordamos un avión alquilado por la Cruz Roja Internacional, previamente nos sacaron una foto con un número en el pecho como si fuéramos delincuentes. Recuerdo que los compañeros del Capitán Astiz no querían subir si no subía él. Parece que los ingleses lo querían retener porque había un pedido de captura por parte de Francia por cuanto se lo acusaba del asesinato de unas monjas francesas durante la dictadura militar. Al final, el incidente se solucionó y pudimos levantar vuelo con destino a Brasil. En el trayecto se cambió el destino y nos dirigimos hacia Uruguay. El vuelo fue lindo y placentero, además nos atendían unas hermosas azafatas, las que no tenían punto de comparación con nuestros captores. - 38 -


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Capítulo II

Una vez en Uruguay nos llevaron al buque escuela “Piloto Alsina”, en el cual volvimos a nuestro país. Habían pasado más de veinte días y la guerra en Malvinas continuaba. Al llegar a Buenos Aires, nos comunicaron que aquellos que tenían parientes en esa ciudad podrían gozar de un franco para reunirse con ellos. Como yo tenía un hermano solicité permiso para visitarlo. Una inmensa alegría produje al llegar a su casa, por cuanto me tenían por desaparecido, me abracé fuertemente con mis familiares. Pero lo que me dolió de ese momento tan especial fue cuando mi sobrinita no me reconoció y lloraba cada vez que me miraba. Recuerdo con mucho cariño como la sociedad de Buenos Aires se solidarizó con nosotros, ya que al saber que yo había combatido en las Georgias me ofrecieron de todo. Eso me lleno de orgullo ¡Que buena gente! Toda esa experiencia me enseñó muchísimo, sobre todo a querer a mi familia y a respetar a los Militares Argentinos que se portaron muy bien, al menos en lo que nos tocó vivir a nosotros en las Islas Georgias y después como prisioneros. Por último quiero expresar que el deseo de todo ex combatiente es saber que nuestra lucha no fue en vano, es decir que de una vez por todas (mediante no se que medios) se logre recuperar las Islas Malvinas, Georgias y demás islas del Atlántico Sur que se encuentran bajo dominación inglesa. En lo personal siempre quise tener una hija a quien pudiera ponerle como nombre Malvina Soledad; pero tengo cuatro hombrecitos, que de todos modos, son mi debilidad.

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El submarino Santa Fe luego de ser herido mortalmente

Gritviken: instalaciones en donde se alojaron las tropas - 40 -


CAPÍTULO III

NUESTROS PILOTOS



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Capítulo III

NUESTROS PILOTOS

EL PRIMERO DE MAYO SE CONSIDERA COMO EL DÍA DEL BAUTISMO DE FUEGO DE NUESTRA FUERZA AÉREA PORQUE POR PRIMERA VEZ DESDE SU CREACIÓN ENTRÓ EN COMBATE. A PESAR DE NO HABER TENIDO EXPERIENCIA DE GUERRA, LOS AVIADORES ARGENTINOS SE GANARON EL RECONOCIMIENTO MUNDIAL, HASTA DE LOS PROPIOS BRITÁNICOS POR SU ARROJO, VALENTÍA, CORAJE Y CAPACIDAD QUE DEMOSTRARON AL CAUSARLES IMPORTANTES BAJAS, PONIENDO EN RIESGO EL ÉXITO QUE PENSABAN OBTENER FÁCILMENTE. POSIBLEMENTE DESCRIBAN CON MAYOR PRECISIÓN SUS HAZAÑAS Y PROEZAS DISTINGUIDOS ESTRATEGAS, POLÍTICOS Y MILITARES INTERNACIONALES.

Del Coronel (FAF) Pierre Clostermann, héroe francés de la Segunda Guerra Mundial, a los pilotos argentinos: A vosotros, jóvenes argentinos compañeros pilotos de combate quisiera expresaros toda mi admiración. A la electrónica más perfeccionada, a los misiles antiaéreos, a los objetivos más peligrosos que existen, es decir los buques, hiciste frente con éxito. A pesar de las condiciones atmosféricas más terribles que puedan encontrarse en el planeta, con una reserva de apenas pocos minutos de combustible en los tanques de nafta, al límite extremo de vuestros aparatos, habéis partido en medio de la tempestad en vuestros “Mirage”, vuestros “Etendard”, vuestros “A-4”, vuestros “Pucará” con escarapelas azules y blancas. A pesar de los dispositivos de defensa antiaérea y del los SAM de buques de guerra poderosos, alertados con mucha anticipación por los “AWACS” y los satélites norteamericanos, habéis arremetido sin vacilar. Nunca en la historia de las guerras desde 1914, tuvieron aviadores que afrontar una conjunción tan terrorífica de obstáculos mortales, ni aun los de la RAF sobre Londres en 1940 o los de la Luftwaffe en 1945. Vuestro valor ha deslumbrado no sólo al pueblo argentino sino que somos muchos los que en el mundo estamos orgullosos que seáis nuestros hermanos pilotos. A los padres y a las madres, a los hermanos y a las hermanas, a las esposas y a los hijos de los pilotos argentinos que fueron a la muerte con - 43 -


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el coraje más fantástico y más asombroso, les digo que ellos honran a la Argentina y al mundo latino.

Declaraciones del vicedirector del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos de Londres, Coronel Jonathan Alford, en una conferencia celebrada en los EE.UU. En comparación con el nivel de muchos países, la Argentina desplegó una Fuerza Aérea relativamente modesta y nada moderna, que la mayor parte del tiempo operaba en el límite de su radio de acción. Y sin embargo hubo momentos de gran ansiedad por la suerte de la Flota británica. Quizá con sólo un poco más de fortuna en los momentos críticos, la Fuerza Aérea Argentina podría haber obligado a Gran Bretaña a abortar su expedición. Lo que nos produjo una enorme conmoción fue el saber que los argentinos habían volado con sus “Hércules” a Puerto Stanley hasta el último día del conflicto.

Coronel Pierre Clostermann y el Brigadier General Lami Dozo Resultó impactante un telex recibido por la Embajada Argentina en París, el cual expresaba textualmente: Señor Embajador: Son muchos los franceses, más de lo que puede creerse, que están de corazón al lado de la Argentina en la prueba que atraviesa. Como quizás Ud. lo sepa, soy un viejo amigo de su país. En el conflicto que enfrenta la Argentina con Inglaterra, mis compañeros aviadores argentinos han ganado toda mi admiración. Respeto a muchos de ellos, siento que tengo una responsabilidad moral pues numerosos son los que eligieron esta carrera un poco a causa de mí y de mi libro “El Gran Circo”. Le agradecería muchísimo, señor Embajador, si pudiera transmitir al Comandante de la Aviación argentina el mensaje adjunto, destinado a sus pilotos. Por supuesto que el Gobierno argentino podrá hacer uso de él como quiera. Pues siempre he asumido la responsabilidad de lo que escribo. - 44 -


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Capítulo III

Le ruego, señor Embajador, acepte las seguridades de mi más alta consideración, como asimismo los votos que formulo para que se halle la solución menos trágica posible a este terrible conflicto. Fdo. Pierre Clostermann Al finalizar el conflicto bélico, el Brigadier General Lami Dozo, hizo llegar en recuerdo una maqueta de un avión Pucará al as de la aviación francesa, mereciendo la siguiente contestación del Sr. Pierre Clostermann: Mi General: El Agregado Aeronáutico a la Embajada argentina en París me hizo llegar la maqueta del Pucará con la placa y la inscripción con cuyo envío Ud. me honra. Sepa hasta qué punto estoy impresionado por ese recuerdo que estará en mi escritorio ante mis ojos, para recordarme, si es que yo pudiera olvidar algún día, lo que fue el combate de todos los aviadores argentinos sobre las Malvinas. En efecto, ya sea el piloto del C-130 que despegó bajo el fuego enemigo con sus heridos, o sean los pilotos de los A-4, Mirage, Dagger, o helicópteros, todos han hecho esa vez una demostración de sus sobresalientes cualidades profesionales y de un coraje que despierta la admiración del mundo entero, incluso entre sus adversarios. En este mundo occidental donde la cobardía compite con la necedad, el heroísmo de los aviadores argentinos es como un fanal hacia la luz a la cual se deben dirigir aquellos que aún creen en las virtudes del patriotismo, en los valores filosóficos de nuestro mundo latino y el destino del hombre, porque todos los hombres deberían estar orgullosos de ser de la misma raza que la de vuestros tripulantes. Con mis mejores votos -el General De Gaulle me ha enseñado que una batalla perdida no compromete jamás la victoria final- por vuestro país, desde luego por Ud. mismo y por todos los que están bajo vuestras órdenes, le ruego que acepte, mi General, la seguridad de mi más alta consideración y mi profundo respeto.

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Extraordinaria Carta del Coronel (USAF) Robert W. Pitt, Agregado Aéreo de la USAF en Buenos Aires, durante el conflicto por su profundo significado: Buenos Aires, Argentina

25 de junio de 1982

A S.E. el Sr. Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea Brigadier General D. Basilio A.I. LAMI DOZO Comando en Jefe de la Fuerza Aérea S/D De mi más alta consideración: Desearía expresarle mi estima y respeto personal a Ud. y a los miembros de la Fuerza Aérea Argentina en reconocimiento por su profesionalismo e inquebrantable coraje durante el reciente conflicto armado con el Reino Unido. Más aún, consideraría un gran honor que Ud., en nombre de los valientes caídos y de los heridos en acción de la Fuerza Aérea Argentina, aceptase mi Corazón Púrpura (Purple Heart) como sincera demostración personal de estima. De todas mis condecoraciones, el Corazón Púrpura, el cual me fue otorgado por heridas recibidas en acción sobre Vietnam del Norte el 5 de octubre de 1965, es el que más venero. La Orden del Corazón Púrpura fue autorizada por orden del General George Washington, hace casi 200 años atrás, el 7 de agosto de 1782. Luego de haber sido suspendida por más de un siglo, la Orden del Corazón Púrpura fue restablecida a principios de la década del treinta por el General Dougias MacArthur. Años más tarde el General MacArthur escribió: “Ninguna acción llevada a cabo por mí mientras me desempeñé como Jefe del Estado Mayor me dio más satisfacciones que la de restablecer la Orden del Corazón Púrpura... Esta condecoración es única en muchos sentidos: Primero: es la más antigua de la historia norteamericana... Segundo: proviene del más grande de todos los norteamericanos, George Washington... Tercero: es la única condecoración completamente intrínseca en el sentido de que no depende de la aprobación o el favor de nadie. Se la acuerda solamente a aquellos que son heridos en acción, y solamente la acción del enemigo determina su otorgamiento. Es un verdadero escudo de coraje y cada pecho que la luce puede latir con orgullo”. - 46 -


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Capítulo III

Es clara pues la razón por la cual el Corazón Púrpura es la condecoración que más reverencio. De un aviador militar a otro, le ruego respetuosamente que acepte esta condecoración en nombre de todos los bravíos oficiales y hombres de la Fuerza Aérea que cayeron o fueron heridos en acción en este reciente conflicto. Quedando a sus enteras órdenes, hago propicia la ocasión para reiterarle las seguridades de mi más alta consideración y estima...

También algunos representantes de países hermanos de Latinoamérica testimoniaron el valor de nuestros pilotos: Palabras del embajador de la República de Venezuela en la República Argentina, en ocasión de entregar al Brigadier General Lami Dozo, una distinción de aquel país: He sido honrado como embajador de Venezuela por nuestra Fuerza Aérea para hacer entrega a la heroica y gloriosa Fuerza Aérea Argentina, de la que tan orgullosos nos sentimos justificadamente los venezolanos en especial y todos los latinoamericanos, por las glorias y los laureles que nos han dado en esta maravillosa hazaña, por América y por su dignidad. Lo descripto anteriormente son algunos de los tantos elogios que recibió nuestro comprovinciano, el Brigadier General Basilio Lami Dozo por parte de personalidades de distintas partes del mundo a consecuencia de la valentía que demostraron sus pilotos, entre ellos los oficiales santiagueños Rubén Ábalos Aliaga y Hugo Maldonado.

I “ESOS LOCOS, VUELOS LOCOS” Documento confeccionado por los pilotos de la Fuerza Aérea referido a las misiones cumplidas en la guerra, destacando la participación de nuestro comprovinciano, el Vicecomodoro (R) “VGM” Hugo Alberto Maldonado. - 47 -


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Cuando la Fuerza Aérea recibió el requerimiento de acompañar primero y, más adelante, ocuparse de la misiones de Exploración y Reconocimiento cercano sobre el mar, los planificadores se miraron entre sí y se preguntaron ¿con qué? Se suponía que jamás tendría esa responsabilidad y, por lo tanto, no estaba preparada. Llegado el momento, hubo que aplicar la discutida y mágica aptitud argentina de improvisar. Primero fueron los Hércules C-130. Desde el 2 de abril, los grandes cargueros comenzaron a realizar vuelos prolongados explorando la superficie marítima. Luego, se sumaron los Fokker F-27, inocentes aviones de pasajeros, y los reactores civiles del Escuadrón “Fénix”. Los días pasaban, la batalla arreciaba, los buques enemigos se hacían cada vez más escurridizos y sus avances más atrevidos. A fines de mayo, ya hacía muchos días que los Neptune de la armada descansaban su fatigado material en tierra luego de haber sobrepasado las últimas horas de servicio que les quedaban. También quedaba desactivado su valiosísimo equipamiento electrónico, diseñado específicamente para la búsqueda aeromarítima. Nuevamente hubo que improvisar. Los especialistas de la Fuerza Aérea discutieron, calcularon, imaginaron, y de la babel de ideas surgió una propuesta, la única que unía factibilidad con rédito, pero era tan audaz que dio lugar a que se los denominaran “vuelos locos”. El primero se realizó el 27 de mayo. A bordo del C-130 TC-65, lo ejecutaron los vicecomodoros Alfredo Cano y Eduardo Servático, primer teniente Gerardo Vaccaro, suboficial principal Salvador Giliberto, suboficial mayor Guillermo Aguirre, suboficial auxiliar Eduardo Fattore y el suboficial ayudante Néstor Molina. El comodoro Ronaldo Ferri, jefe de las secciones de Exploración y Reconocimiento y Operaciones Electrónicas, no quiso monitorear la misión desde Comodoro Rivadavia y se integró a la tripulación. El “PICHO” –ese fue el primer indicativo utilizado– despegó de Comodoro Rivadavia a las 0635 y recorrió meticulosamente las cinco ubicaciones predeterminas, para encontrar una marcación efectiva de blancos navales pero ¿cuál era el procedimiento que hacía tan distintos y arriesgados estos vuelos? La tarea consistía en sucesivos “asomos” con rumbo 90º en puntos geográficos distantes entre sí, 20 millas náuticas, el primero de ellos se ubicaba a 15 millas náuticas al norte de la desembocadura del Canal San Carlos, cuenta el vicecomodoro Alfredo Cano.

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Capítulo III

Cuando habla de “asomos”, quiere decir que el avión, desde las cotas bajas que volaba, oculto de los radares británicos, debía subir –“asomarse”– y buscar ser iluminado por el haz de uno de ellos. Era necesario ascender a nivel de vuelo 100 y negar al enemigo la posibilidad de emplear misiles tipo Sea Dart. Por eso, la exposición no debía ser mayor de dos minutos treinta segundos, para lo cual se ideó el siguiente procedimiento: 1) Acelerar el avión hasta el límite de su velocidad estructural (319 nudos). Iniciar una trepada que lo llevaría a 10.000 pies y 110 nudos de velocidad, en un minuto cuarenta y cinco segundos, el radar IFF (sistema que permite determinar si el eco de la pantalla pertenece a una avión amigo o enemigo) debía estar en posición Stand By (no activado). 2) Al iniciar el ascenso, se activaba el respondedor del IFF, para averiguar si el avión estaba siendo interrogado por el denominado radar secundario (luz de interrogación encendida fija). Si así era, se lo nivelaba, se apagaba el IFF y se encendía el radar para ubicar en la pantalla azimut y distancia del eco. En el navegador OMEGA se congelaba la posición y, simultáneamente, se iniciaba un descenso de máxima performance hasta la velocidad estructural, cambiando el rumbo en 135º, por izquierda, hasta llegar a menos de 500 pies. Mientras se controlaba la tensión de la primera “asomada”, la tripulación volaba el siguiente punto en la grilla y volvía a realizar la maniobra. Así una vez tras otra hasta completar la misión y regresar a su base. Al día siguiente, el comando de la FAS ordenó que se repitiera la búsqueda con el TC-64. Uno de los tripulantes, cuyo nombre no fue develado para la historia, bautizó definitivamente a estos vuelos con el indicativo de LOCO. El segundo fue tripulado por el vicecomodoro Rubén Moro, el capitán Eduardo Senn, el mayor santiagueño Hugo Maldonado, los suboficiales principales Carlos Bill, Julio Daverio y Juan Luján y el cabo principal Delfino Fretes. Durante siete horas y cuarenta minutos, cinco veces, en cinco puntos predeterminados, exigieron al noble avión con trepadas y descensos furiosos. El navegador, mayor Hugo Maldonado, relata ciertos pormenores de la misión: El circuito de espera se ubicaba en la posición 50º 00’ S y 62º 30’ O. Desde allí, a muy baja altura, nos dirigíamos a la zona de eventual presencia de buques. A unas 40 millas náuticas antes del punto, ascendíamos a máximo régimen hasta alcanzar nivel de vuelo 50 / 100, nos nivelábamos y encendíamos el radar durante el tiempo necesario para el barrido de una o dos vueltas de cursor. Si se detectaba algún eco, se tomaba su latitud y lon- 49 -


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gitud y se la transmitía, luego descendíamos a máximo régimen, en zigzag, y regresábamos al punto de espera. Durante uno de los reconocimientos, a las 14,04 hora Z, en 50º 48’ S / 59º 25’ O, y a 26 millas náuticas al frente nuestro, se detectó un eco grande; aproximadamente el doble o triple, del de una fragata. Al informar la novedad, la Fuerza Aérea Sur envió a la zona a los TORO y CHISPA, para atacar el blanco. Durante el vuelo de regreso al punto de espera, las escuadrillas informaron que no habían atacado pues se trataba de un buque hospital con cruces rojas (Uganda). El 29 de mayo, el mismo avión, con los mismos “locos” a bordo, cumplieron la peligrosa rutina durante cinco horas. Nuevamente, Maldonado cuenta algunos pormenores: Despegamos de Comodoro Rivadavia a las 10,25 Z [hora del meridiano de Greenwich, 0725 local] en misión de exploración y reconocimiento al norte del Canal San Carlos, en procura de reubicar al Uganda. Fue localizado, en un procedimiento idéntico al del 28 de mayo, a unas 35 millas náuticas, según distancia del radar. El contacto se efectuó durante el primer pasaje del cursor, y se visualizó claramente el eco del Uganda y de tres fragatas alrededor. En ese momento se encendió la luz verde del IFF por lo que el radar fue apagado de inmediato y se descendió violentamente, mientras tanto, el instrumento permanecía encendido lo que significaba que éramos interrogados por el radar de alguna fragata. Escapamos a ras del agua y a máxima velocidad, en zigzag y hacia el oeste; debido a que el radar de Puerto Argentino nos informó de la presencia de una patrulla aérea de combate y nos fue manteniendo constantemente al tanto de su posición, con los datos del radial, distancia, rumbo y número de aviones. El regreso fue hacia el punto de espera y posteriormente a Comodoro Rivadavia donde arribamos a las 12,25. Este relato contiene una información clave que, al ser analizada por los especialistas, les indicó que el enemigo había descubierto a los exploradores y que las misiones serían, de aquí en adelante, más peligrosas aún. Producido el desembarco en San Carlos, llegó un momento en que la situación obligó a la Fuerza Aérea Sur a centrar su esfuerzo en batir blancos terrestres en las islas, con aviones Canberra, pero sin dejar de lado la búsqueda de los más redituables objetivos navales. Con este objetivo, tras una partida fallida a las 0630, a las 0853 partió de Comodoro Rivadavia el TC-63 con el indicativo TIZA. Debería realizar exploración radar en la zona noreste de las islas pues, se presumía, en esa área operaban algunos buques enemigos en función de piquete radar. - 50 -


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Capítulo III

Lo tripulaban los capitanes Rubén Martel y Carlos Krause, el vicecomodoro Hugo Meisner, los cabos principales Miguel Cardone y Carlos Cantezano, el suboficial principal Julio Lastra y el suboficial ayudante Manuel Albelos. A las 10,15 llegó a la posición predeterminada 50º00’S / 61º00’O y, desde allí, inició el recorrido triangular establecido. Alcanzó los dos primeros puntos sin inconvenientes, pero cuando volaba a 10.000 pies rumbo a la posición 50º30’S/59º39’O, la más lejana del recorrido, la voz nerviosa del navegador transmitió al aire: El IFF se encendió por 10”- 7”- 6”-, se mantiene encendido..., inmediatamente después se escuchó: ¡Estamos en emergencia!.. y las comunicaciones se cortaron. A las 10.50, el TC-63 había sido interceptado, y derribado, por una patrulla aérea de combate; cayó en el mar y no hubo sobrevivientes. En el libro “Air War South Atlantic”, los autores ingleses Jeffrey Ethell y Alfred Price describen con crudeza el episodio: ...después del amanecer, el día parecía aburrido y el tiempo, marginal, proveía una excelente cobertura para los aviones de transporte argentinos. [...] esa mañana un C-130H Hércules piloteado por el capitán Rubén Martel, se asomó (ascendió) al norte del Estrecho de San Carlos para hacer una breve búsqueda radar por buques británicos. Cuando el Hércules emergió sobre el horizonte, a unas 20 millas al norte de la boca del estrecho, fue detectado por el radar de búsqueda de la fragata Minerva, que operaba como centro de control aéreo. Inmediatamente el Lt Cdr Ward y el Lt S Thomas del Sqdn 801 de patrulla en el área, fueron vectoreados para la interceptación. En las palabras de Thomas: Sharkey (Ward) lo tomó en su radar, el avión iba rumbo al oeste. Pensamos que podría ser un C-130H por su baja velocidad. Ward descendió (entre nubes) para atacar. Yo permanecí sobre la capa, a 3.000 pies, para el caso de que el avión ascendiera por sobre ella. Luego, Ward informó que tenía un Hércules a la vista, a distancia de seis millas aproximadamente, y descendí para reunirme con él. Salí de las nubes justo para ver un misil que dejaba su avión, y directo al frente divisé al Hércules volando a 200 pies en vuelo recto y nivelado. Estando escaso de combustible, Ward había lanzado su misil fuera de alcance que, sorpresivamente, perdió impulso y cayó al agua. [Se acercó más] y lanzó el segundo misil, que impactó entre los dos motores de la derecha e inmediatamente se incendió. Al continuar su relato, Thomas descubre, en pocas palabras, la inhumana actitud de Nigel Ward, un Comandante de Escuadrón que violó toda ética guerrera y toda regla de combate, escrita o no escrita. El C-130H todavía se mantenía, entonces Ward se acercó aún más y vació sus cañones en él. El Hércules entró en una espiral picada hacia la izquierda, sin control, el ala tocó en el mar, viró sobre sí mismo y se desintegró. - 51 -


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Con el avión averiado seriamente, cuando sólo le restaba tratar de amerizar en aquel mar picado, evacuar y esperar al buque de rescate, la misión de los Harrier había sido cumplida con creces. No hacía falta más. Horas después, un Lear Jet piloteado por el vicecomodoro Rodolfo de la Colina intentaría ubicar la zona de la caída pero una patrulla aérea de combate lo obligó a dejar el lugar. Lo acompañaba el comodoro Ronaldo Ferri quien, ante el derribo de uno de “sus” aviones, dejó otra vez su puesto en Comodoro Rivadavia para colaborar en la búsqueda aún sabiendo que aviones británicos intentarían emboscar a los exploradores. Los “vuelos locos” se suspendieron, los siete tripulantes del TC-63 jamás fueron encontrados y De la Colina fallecería seis días después... pero esa es otra historia.

II OFICIAL JEFE (R) RUBEN ABALOS ALIAGA “Sabíamos que si el enemigo nos descubría, teníamos pocas posibilidades de regresar ya que nuestros aviones no tenían armas para contrarrestar un ataque. No teníamos desquite como decimos los santiagueños”. ESCUADRON FOKER F 28 Nací en la ciudad Capital de la Provincia de Santiago del Estero, mi apellido es Abalos Alliaga, estando el primero de ellos muy relacionado con el folclore local y el segundo proveniente de una familia tradicional de la ciudad de Córdoba. Cursé mis estudios en el Colegio San José de nuestra ciudad y en los Salesianos de la provincia de Córdoba, donde me sorprendió la excelencia de la enseñanza de estos últimos, pues incentivaban constantemente a sus alumnos con diferentes tipos de menciones honoríficas. Mi vocación militar se despertó a muy temprana edad y se agigantó por la influencia de mi hermano Carlos Alberto, quien había ingresado con anterioridad a la Escuela de Aviación Militar. En ese entonces me llamó mucho la atención observar la evolución de un joven a hombre, con una formación diferente a la que se lograba en aquel entonces en las casas de altos estu- 52 -


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Capítulo III

dios del País. Era una formación integral, con un alto contenido espiritual y gran fervor por la patria. Por otro lado, hacia que los hijos se desprendieran tempranamente del hogar, asumiendo una nueva responsabilidad de vida, era como cortar el cordón umbilical. Tuve la suerte de ingresar a la Escuela de Aviación Militar, recibirme de Oficial de la Fuerza Aérea y luego hacer el Curso de Aviadores Militares. Siendo Aviador Militar mi primer destino fue la II Brigada Aérea, con asiento en Paraná, en donde el Jefe de la misma era el Brigadier Cachiatore, quien tiempo más tarde se desempeñó como Intendente de la Capital Federal. El segundo destino fue, la Escuela de Aviación Militar a la que recuerdo con particular afecto, por ser la cuna de formación de los oficiales de la Fuerza Aérea.; en ese entonces los instructores eran seleccionados celosamente por sus cualidades y capacidades. Allí realicé dos cursos, el de Instructor Académico, obteniendo uno de los promedios más altos, y luego el de Instructor de Vuelo, terminado los mismos fui designado Instructor del Cuerpo de Cadetes de la Escuela de Aviación Militar, cargo que ejercí con suma dedicación durante tres años. Malvinas es un tema muy particular en la vida de cualquier oficial, suboficial o soldado, porque no deja de ser una circunstancia de nuestras vidas, en cuanto fuimos protagonistas de la historia sin quererlo, pese a habernos preparado durante toda nuestra carrera para afrontar un conflicto bélico. Recuerdo una particularidad muy interesante de aquella época: En ese entonces las líneas de comunicaciones, terrestres y aéreas, más eficaces eran YPF y Líneas Aéreas del Estado (LADE) en razón de que enlazaban distintas puntos del país, nosotros a través de LADE manteníamos comunicación aérea permanente con Malvinas y dentro de la Fuerza Aérea, las islas eran un destino, es decir que siempre había un oficial representante de LADE, como si fuera un agregado militar. Existía hasta ese momento una muy buena relación con los isleños, como consecuencia de los vuelos que se hacían regularmente entre Comodoro Rivadavia y Puerto Argentino con los aviones FK-27 y FK-28. Estos vuelos le permitían a los malvinenses poder trasladarse al continente, adquirir productos necesarios, realizar turismo por el país e incluso hacer estudiar a sus hijos en nuestras universidades. Durante el año 1982 el representante de LADE en las islas, era el Vicecomodoro Gamen, también se encontraba en ese momento cumpliendo una misión relacionada con el hecho bélico, el Vicecomodoro Gilabert, quien había estado destinado con anterioridad como Jefe de esa delegación y gozaba de un gran prestigio en la comunidad isleña. Esta actividad le permitió conocer con mayor precisión las actitudes de los mismos, razón esta por la - 53 -


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cual fue enviado como un adelantado en las operaciones, es decir él seria la persona encargada de informar lo que pasaba en los días previos al desembarco. La particularidad a que me refería, es que me comunicaba diariamente con él desde mi oficina de LADE, y recuerdo que el primer día de abril me manifestó “ que había muchos inconvenientes para comprar camperas malvinenses para mis hijos, porque existían dificultades para trasladarse de un lugar a otro, ya que habían colocado algunas vallas que impedía el movimiento”; lo cual significaba que los isleños obstaculizaron la pista, porque preveían que podría haber un posible aterrizaje y desembarco por parte de tropas argentinas. Al día siguiente, reinició el contacto y me comenta “por suerte hoy esta todo despejado y pude comprar las camperas para tus hijos” con lo cual me estaba diciendo que la pista estaba despejada para el aterrizaje del primer avión C -130 y que las condiciones climáticas eran favorables. Esa información la lleve prontamente al edificio Cóndor y se la presenté al Comandante de la Fuerza Aérea posiblemente la misma dio lugar al desembarco y aterrizaje del día 2 de Abril, inicio de las operaciones. Aunque la recuperación de las Islas Malvinas comenzó el dos de Abril de 1982, el primero de de Mayo de ese año quedó grabado como el bautismo de fuego de la Fuerza Aérea en virtud de los fuertes enfrentamientos que se desataron entre aviones de guerra argentinos y británicos, ese día 14 efectivos perdieron la vida. En relación a este día tan particular el Comodoro ( R ) Pablo Carballo recuerda “ Cuando despegué pensé que era el ultimo día vivo, por que en una reunión con oficiales de la Armada nos habíamos hablado sobre la probabilidad de sobrevida y la posibilidad de alcanzar una fragata y llegamos a la conclusión de que había pocas posibilidades de volver” Cuando se inician las operaciones el Escuadrón Fokker F 28, del cual formaba parte en calidad de comandante de aeronave, se traslada desde la I Brigada Aérea, con asiento en Palomar, a Comodoro Rivadavia, formando parte de La Fuerza Aérea Sur (FAS), en aquel lugar permanecimos durante el conflicto, volando en forma permanente entre Comodoro Rivadavia y Puerto Argentino, en misiones distintas: Exploración, traslado de personal, cargas, vuelos sanitarios, etc. Las misiones presentaban diferente grado de dificultad, la primera y muy critica era la autonomía, pues no podíamos llegar a las islas y volver, necesariamente debíamos aterrizar y reabastecernos de combustible, lo cual nos obligaba a una planificación de la navegación esmerada y a un riguroso control de la meteorología, una vez establecido el punto de no retorno la única posibilidad que nos quedaba era aterrizar, esta última operación también era bastante riesgosa por el agresivo clima que siempre reinaba en las - 54 -


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Capítulo III

islas, normalmente se encontraban cubiertas y con fuertes vientos, durante los vuelos nocturnos se incrementaba la dificultad por la falta de iluminación de la pista; otra importante era determinar la hora mas propicia para efectuar los cruces, de día el mayor peligro lo constituían los aviones Harrier , que gozaban de superioridad aérea ubicándose en posiciones favorables para batir todo avión argentino, de noche el peligro estaba dado por las unidades navales, que en caso de detectarnos con sus radares alertaban a las Patrullas Aéreas de Combate (PAC), las que estaban en condiciones de caer sobre nosotros en un tiempo exiguo. Realicé numerosos cruces y mientras esperaba el reabastecimiento, que a veces tardaba mucho tiempo, aprovechaba para recorrer zonas próximas a la pista y tomar contacto con los camaradas que defendían con valentía el sector, alentándolos en la tarea que realizaban. En los cruces debíamos cambiar constantemente el nivel de vuelo, dependiendo de las circunstancias del momento, y estar muy atentos a las comunicaciones sobre todo las del Centro de Información y Control (CIC), que nos alertaba sobre el ataque de algún misil o del PAC. Hay hechos que aun hoy los tengo frescos en mi memoria y conmueven todo mi ser cuando los evoco, por ejemplo, cuando se reunía la Plana Mayor y daba las misiones que debían cumplir los pilotos de C- 130, FK-27 o FK-28, recuerdo la situación de tensión que se vivía y la expresión de las caras de quienes debían cumplir con la misma, ya que eran conscientes que en el cumplimiento del objetivo asignado, podían perder su vida y la de su tripulación. Esas caras las guardo con algo de dolor porque trasuntaban la situación que nos tocaba vivir. Sabíamos que si el enemigo nos descubría, teníamos pocas posibilidades de regresar ya que nuestros aparatos no tenían armas para contrarrestar un ataque. No teníamos posibilidad de desquite como decimos los santiagueños. Lo único que podíamos hacer si nos alertaban por la presencia de un misil, era cambiar nuestra trayectoria, pegarnos al suelo o al mar, disminuir la potencia de las turbinas y todas las maniobras conocidas para evitar que el avión pueda ser blanco del misil. Recuerdo a un compañero de promoción el entonces Mayor Falconier, que entre otras misiones tenia una muy particular, que en términos de la jerga aeronáutica era “pinchar el radar”. Debía ubicar a la flota de superficie enemiga, acercarse hasta ser detectado por sus radares e inmediatamente pegar la vuelta, con ello se lograba ubicar la posición de la flota inglesa y a la vez los obligaba a estar en permanente estado de alerta, restringiendo su tiempo de descanso. Desgraciadamente en uno de esos vuelos, un misil impacto en la cola del avión falleciendo toda la tripulación. En 1994 se - 55 -


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encontraron, en una isla del archipiélago de las Malvinas, los restos de un avión argentino que se daba por desaparecido. Los pilotos de esta aeronave, Lear Jet LR-35 A, derribada en Junio del 82, fueron trasladados por militares británicos hasta el cementerio Argentino de Darwin, en una sencilla ceremonia. Su tripulación estaba integrada por: Vicecomodoro Rodolfo de la Colina, Mayor Juan José Falconier, Capitán Marcelo Lotufo, Suboficial Ayudante Francisco Luna y Suboficial Auxiliar Guido Marizza. También recuerdo con tristeza cuando un C 130 fue atacado de frente por un Sea Harrier y nunca mas apareció, quien realizo este acto de suprema cobardía fue el piloto inglés Nigel Ward Otro compañero de origen santiagueño; el Vicecomodoro Hugo Maldonado, tuvo una destacada participación como navegador de los aviones Hércules C 130. Realizó varios vuelos, incluso hasta los últimos días de la guerra, transportando material pesado y personal herido, exponiéndose constantemente a ser batido por la aviación enemiga. Por último, deseo recalcar que además de las misiones que debí realizar, tenia otra preocupación que la sentía como un dolor particular, pues pensaba constantemente en la suerte de los pilotos de combate a quienes me unía un sentimiento muy fuerte, por haberme desempeñado como Oficial Instructor de la Escuela de Aviación Militar durante tres años, “mis cadetes de aquellos tiempos, ahora eran los pilotos de los aviones de combate que se enfrentaban valientemente a un enemigo muy superior en armas y tecnología. Muchos de ellos fallecieron en el cumplimiento del deber; a ellos los considero nuestros principales héroes”.

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Capítulo III

Los restos de los pilotos de la aeronave Lear Jet LR-35 A derribada en Junio de 1982, fueron trasladados por militares británicos hasta el cementerio Argentino de Darwin, en una sencilla pero emotiva ceremonia.

El Hércules C 130 en momentos de ser atacado por un avión Sea Harrier - 57 -



CAPÍTULO IV

EL HUNDIMIENTO DEL GENERAL BELGRANO



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Capítulo IV

EL HUNDIMIENTO DEL CRUCERO A.R.A. “GENERAL BELGRANO” EL 02 DE MAYO SIENDO APROXIMADAMENTE LAS 16 HORAS, EL CRUCERO A.R.A. “GENERAL BELGRANO”, VIEJA EMBARCACIÓN QUE HABÍA PARTICIPADO EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL, FUE HERIDO MORTALMENTE POR DOS TORPEDOS DISPARADOS DESDE EL SUBMARINO NUCLEAR CONQUEROR, AVERIÁNDOLO DE TAL MODO, QUE EN MENOS DE UNA HORA SE HUNDIÓ EN LAS FRÍAS AGUAS DEL ATLÁNTICO. EL CRUCERO SE ENCONTRABA FUERA DE LA ZONA DE EXCLUSIÓN Y FUE ATACADO POR DECISIÓN DE LA PRIMERA MINISTRA MARGARET THATCHER A LOS FINES DE BOICOTEAR LAS NEGOCIACIONES QUE SE LLEVABAN A CABO EN EL SENO DE LAS NACIONES UNIDAS. ESA DESACERTADA ACCIÓN PRODUJO LA BAJA DE 323 ARGENTINOS, ENTRE ELLOS UN SUBOFICIAL Y DOS CIVILES SANTIAGUEÑOS.

I OFICIAL DE LA MARINA DE GUERRA VICENTE OSCAR GIGLI “Tuve que dar un pequeño salto, para embarcar en mi balsa, no me es posible describir lo que sentí al abandonar el buque Fénix. No pude meditar mucho, el escenario había cambiado radicalmente, vi a tripulantes agarrados entre dos balsas semi hundidas llamando a su mamá, otros que recién llegaban a la cubierta y se arrojaban al agua en búsqueda de abordar las balsas”.

“EL Hundimiento del Fénix” Me encontraba a sotavento, aquella tarde gris, contemplando como las olas, aún pequeñas, se rendían contra el casco de la nave, rebotando onduladamente y creando espumas a manera de manifestar su descontento por no poder someterlo. Aún no había visto el parte meteorológico pero todo señalaba que en cuestión de horas, esa situación se invertiría, la fuerza del viento aumentaba constantemente, y junto a el, las pequeñas olas aumentarían, de tamaño tal, que el sometido sería el viejo crucero. Entonces comenzaría otra danza más dinámica y espectacular, la afilada proa se hun- 61 -


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diría como un cuchillo contra las olas y en cada corte toneladas de aguas se elevarían en espectral y respetuoso bramido. Mis pensamientos fueron interrumpidos por el Jefe de artillería que pasaba a mi lado para dirigirse al puente de mando. – ¡¿Que hace por aquí?! - me preguntó. -haciendo tiempo Señor, en minutos debo tomar mi guardia en el CIC (Centra de Información de Combate), ¿señor, hay alguna nueva novedad en la islas, sigue bajo ataque?- Sí, están teniendo combate aéreo en forma irregular y frecuente – al ver que instintivamente elevaba mi vista al cielo, continuó diciendo – Nosotros no estamos en estos momento bajo amenaza aérea, estamos lejos del radio de acción de los aviones ingleses, nuestro peligro mas inmediato es la amenaza submarina.Sí, -respondí – Es por ello que están los dos destructores de escolta por la banda de estribor, pero sabemos que es inútil, dos destructores no pueden dar cobertura de protección ante una amenaza de ataque de submarino.Me miró y levantando sus hombros continuó con su camino. Ninguno de los dos sabíamos que esa amenaza se estaba alistando a disparar sus torpedos, aquel domingo 2 de mayo de 1982. Es tradición de la Escuela Naval, que cada promoción de futuros oficiales de la Armada, recibiera un nombre. Debido a un cambio en los planes de estudios mi promoción la N° 107, recibió un nombre que solo se da en la historia de la escuela en situaciones como esa, éramos los Ave Fénix. En mi primer embarco en el Crucero “Gral. Belgrano”, que fue como cadete, en una navegación de instrucción, aún tengo fresco en mi memoria el día que por primera vez bajé a la sala de máquinas, justo en su acceso había una placa de Bronce que decía *USN PHOENIX *con un perfil de la mitológica ave (ese era el nombre del Crucero en la Marina de Guerra de Estados Unidos, su lugar de origen). Siempre el ave Fénix, me hace recordar a mi infancia, en especial a la estatua del Kakuy, estatua que recuerda la leyenda de origen quichua. Relata que dos hermanos vivían en el monte. La hermana era mala y el hermano era bueno. Un día él regresó de la selva cansado y hambriento, y pidió a su hermana que le alcanzara algo fresco. La mala hermana trajo la bebida, pero antes de dárselo lo derramó en su presencia. Este tipo de actitud era frecuente. Un día el hermano decidió castigar su maldad, logró que ella trepara a lo más alto de la copa de un enorme quebracho, subiendo él por detrás, - 62 -


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Capítulo IV

descendió desgajando el árbol de modo tal que su hermana no pudiera bajar. Allí quedó su hermana en lo alto, llena de miedo. A medida que pasaban las horas, comenzó a ver horrorizada, que sus pies se transformaban en garras, sus manos en alas y su cuerpo todo se cubría de plumas. Convirtiéndose en un pájaro nocturno, que en el silencio de la noche, emite su grito -¡"Turay", "Turay”!- : ¡"Hermano", "Hermano”!. El ave Fénix renace a través de sus cenizas, en el caso del Kakuy, el ave nace del egoísmo y la maldad. Una por el fuego purificador, la otra por las turbias emociones de la vida. Recuerdo en mi infancia el trepar en aquella estatua ubicada en el parque Aguirre de la ciudad de Santiago del Estero, era para mi todo una conquista llegar a esa cabeza de pájaro y cuerpo de mujer, pues en mi visión de niño. La estatua tenía dimensiones inmensas. Frente a esa estatua esta mi querida y vieja escuela primaria San Francisco de Asís. Después que se fuera el Jefe de artillería, me quede unos minutos más, luego me dirigí tomar mi guardia. Al llegar encontré que mi relevo, el guardiamarina mas antiguo de la dotación, el Sr. Guardiamarina Torlaschi Emilio Carlos me sorprendió estudiando, estaba repasando análisis matemático, para un curso que deseaba hacer. -¿Que hace Michi (seudónimo de Guardiamarina en la Armada Argentina), estudiando cuando estamos en pleno crucero de guerra?Sonriente me contestó – Lo que pasa señor es que está todo muy tranquilo y estudiar me ayuda mucho...-De acuerdo pero, michi exagera, es domingo y esta mañana estuvimos en alarma real de combate.... bueno, creo que lo envidio, pues en lo personal no si en estos momentos yo pueda leer algo.Me iba a responder, sin perder la sonrisa cuando de repente. .... sentimos un ruido sordo acompañado del corte repentino de la luz, un olor a azufre invadió el cuarto, no se escuchaban voces, hubo un instante de silencio, creo que todos en ese momento sabíamos que nos había tocado un torpedo, instante después un segundo torpedo nos estalló, con la sensación de que el buque chocara con una pared; esta vez se apreció una marcada escora (inclinación) a babor.

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Alguien grito -¡torpedo!- en seguida se empezaron a mezclar opiniones y órdenes, pero no había pánico, quizás nerviosismos. -¿Señor que zafarrancho debemos tomar? – me preguntó Torlaschi, con total serenidad y tranquilidad, su consulta sonó mas académica que nerviosa. Le respondí en el mismo tono – Torlaschi, este buque no tiene capacidad anti submarina, no podemos responder al ataque de un submarino, creo que debemos cubrir zafarrancho de siniestro y abandono. – dicho esto nos saludamos y cada uno salió por su lado. A pesar de los años aún recuerdo con nítido detalle ese momento, y aún hoy me sorprende con que tranquilidad y serenidad tomamos esos primeros minutos Torlaschi y yo. Como quisiera estar con él para reírnos de ese comportamiento tan particular que tuvimos los dos. Pero eso no es posible, pues toda su juventud, sueños, aspiraciones quedaron truncados, en el misterio de su desaparición. Al salir a cubierta principal, tenía en claro que era imprescindible arrojar al agua los tanques de combustible del helicóptero que llevamos a bordo. Y salí a viva voz dando la orden -¡AL AGUA LOS TANQUE DE JP1! (denominación del combustible para aviones)- escuché y vi que otro oficial hacía lo mismo. Estos tanques estaban a la mitad del crucero, temíamos que si eran alcanzado por el fuego los hiciera estallar y junto a ellos la munición de las santabárbaras de los cañones de 5" y para las baterías de cañones de 40/60mm. De ocurrir podía partir en dos al Crucero. Al llegar al lugar paré al personal que estaba corriendo por la cubierta y ordené que me ayudaran, reuní tres hombres para ello, entonces me dirigí a la otra banda de estribor para hacer lo mismo, cuando conseguí tres hombres más, volví a ver como estaba la maniobra en babor, no estaba ninguno, se habían ido todos. Regresé a estribor y lo mismo, pese a que me puse furioso contemple que no había ningún foco de incendio cercano y que el buque seguía escorándose cada vez más, lo cual por su dimensión indicaba un rumbo y un ingreso de agua muy grande. Para contrarrestarlo era necesario que se pusieran en funcionamiento las turbobombas de vapor, las que descarté pues la escora no podía permitir el normal funcionamiento de las calderas; la otra alternativa eran las bomba eléctricas, pero estas funcionaban a través de un generador diesel, los cuales debían ponerse en marcha, pero estos eran muy viejos y costaba ponerlos en funcionamiento en condiciones normales, mas en plena oscuridad. Con estos pensamientos llegue a una escotilla de donde salía mucho humo, un marinero con mirada impotente me dijo. - 64 -


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Capítulo IV

-Señor hay fuego abajo, se está quemando gente.- mientras sostenía la escotilla con sus manos. -Le pregunté ¿Alcanza a ver algo?. – y al hacerlo yo mismo vi que no estaba la escalera, solo se veía oscuridad y humo, y se oían gritos. -¿señor que hacemos?-Creo que mi mirada debe haber sido tan impotente o más que la suya. – No hay escalera, busqué una – sabía que era inútil pues no existía escalera alguna en la cercanía. -No hay escalera cerca señor-Si lo sé, tampoco podemos bajar sin equipo de respiración el humo nos desmayaría- Miré alrededor buscando ayuda, sabía que lo que necesitábamos era escalera y un equipo autónomo, y no había nada de eso cerca. Ambos nos miramos y sin decir nada mas continuamos en busca de nuestras estaciones de abandono. Apenas avancé unos pasos me encontré con un tripulante, totalmente ungido de petróleo, solo sus ojos estaban libres de eso, junto a él habían compañeros que intentaban limpiarlo. Cuando llegué a popa, altura de las torres 4 y 5 de los cañones de 6", había muchos tripulantes, serenos y ansiosos de órdenes, la escora del barco se pronunciaba cada vez más. De inmediato comencé a dar la orden de preparar las balsas salvavidas para el abandono. Dos y tres suboficiales se acercaron a mí, preguntándome si no era conveniente de esperar la orden de abandono. Les respondí: - Si en estos precisos momentos el comandante estuviera dando la orden de abandono, no hay manera que la sepamos en seguida, no hay altoparlantes en funcionamientos ni tenemos radios de manos que estén comunicados con el puente, alistemos las balsas y… vean como se va escornado el buque, no creo que se pueda salvar... en caso contrario, si sigue a flote subimos a bordo las balsas.De inmediato comenzamos a alistar las balsas, yo dirigí la maniobras de varias, una de las cuales por apresuramiento, se había accionado su mecanismo de inflado de manera tal que se infló al revés, algunos intentaron darla vuelta con lanzas de neblina de lucha contra incendios. De repente busqué mi balsa asignada, como oficial era el comandante de la misma. Me llevé una de las sorpresas mas grande de mi vida, pues pese a que había dirigido la maniobra de varias balsas, la tripulación de mi - 65 -


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balsa estaba esperando serena, que yo dirigiera la maniobra de la misma, no había pánico, solo una serena disciplina para cumplir con las normas pre establecidas para zafarrancho de abandono. Esta actitud fue la que predominó durante el hundimiento. Una actitud de la que hasta el día de hoy me siento orgulloso de haber pertenecido y estado juntos a hombres que demostraron el valor, la serenidad y la entereza necesarias para efectuar un abandono en donde el objetivo era salvar la mayor cantidad de vida posibles. Para el instante en que todos los integrantes de la balsa ya estaban en ella, la escora del buque era más del 40°. Yo sostenía el cabo que aún nos amadrinaba al moribundo Crucero. Fue en ese instante que acaeció una anécdota que de no ser por la gravedad del momento, podríamos considerarla graciosa, un oficial mas antiguo que yo se acerca y me dice. —Mire, no se donde esta mi balsa, no la encuentro, ¿sería Ud tan amable de permitirme abandonar el buque en la suya?— Atónito por la interrogación recibida y mientras le contestaba afirmativamente fue el único momento que esbocé una sonrisa. Creo que el nerviosismo del momento me engañó, pero la actitud demostrada por este oficial más antiguo, es un gesto más que ratifica la nobleza y entereza demostrada por mis compañeros de armas. Tuve que dar un pequeño salto, para embarcar en mi balsa, no me es posible describir lo que sentí al abandonar el buque Fénix. No pude meditar mucho, el escenario había cambiado radicalmente, ví a tripulantes agarrados entre dos balsas semi hundidas llamando a su mamá, otros que recién llegaban a la cubierta y se arrojaban al agua en búsqueda de abordar las balsas. La escora ahora superaba los 45%, temían que el buque recostara todo su costado al mar y al hacerlo nos aplastara. Las balsas solo tenían dos aberturas una en cada extremos, yo estaba en uno de ellos, reme empuje, grite, pero todo era insuficiente para poder alejarnos del buque estábamos a sotavento (lado protegido del viento), solo conseguimos llegar a proa a la altura de la 2da torre, a unos 100 metros desde donde abordamos la balsa. Durante el recorrido, más hombres se iban sumando a la balsa, entre ellos el Jefe de Máquinas del Crucero, quien una vez a bordo de la balsa me dijo: – No se pudo hacer nada, fue imposible evitar el hundimientoEn ese momento escuché que me llamaban era el Sr. Guardiamarina Sevilla Gerardo Esteban, mi ayudante, estaba en una balsa con el techo desinflado, a no mas de 20 metros, me pedía ayuda, que no se sentía bien, le pedí - 66 -


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Capítulo IV

que viniera nadando hasta mí, me hizo saber que tenía miedo de no llegar y al frío del agua. En medio de eso la escora se incrementó mas, la culata de la 2da torre estaba metros de nosotros se nos venía encima el buque nos iba aplastar, seguí remando sin decir nada al interior de la balsa. Y… ocurrió el milagro, al ir hundiéndose de popa a proa, y al ir el agua expulsando el aire interno de la nave, este actuó como aire comprimido y nos alejó al fin del costado, lo suficiente para que el viento nos empezara alejar más aún, y vi como la guillotinada proa del Fénix ingresaba a las profundidades del Atlántico Sur. Sentimos como estallaban las calderas bajo la quilla de la balsa. -¡Se Hundió el Crucero!!!!- me preguntaban desde dentro de la balsa. Recuerdo que solo moví la cabeza en forma afirmativa, pasé al interior de la balsa. Algunos creyeron y yo lo pensé en un principio que las explosiones que sentíamos debajo de nosotros eran la respuesta de nuestros destructores contra el submarino, pero por la forma, la cadencia de las explosiones sabíamos que no eran cargas de profundidad sino el contacto del agua fría con las altas temperaturas de las calderas. Un grito me saco del letargo era el Sr. Guardiamarina Belikow Alejandro, quien se amadrinó a nuestra balsa, nos juntamos a otras, por doctrina era conveniente estar atadas, así facilitaríamos nuestra detección desde el aire. También mejoramos la distribución de tripulantes por balsas, la del Guardiamarina Belikow, estaba casi vacía mientras que la mía sobrepasaba la dotación estipulada, mientras hacíamos esto, busque al Guardiamarina Sevilla, sin suerte, el viento era cada vez mas fuerte y mas altas las olas y lo peor, que para esa época del año y latitud, oscurecía muy temprano. Su cuerpo fue sin vida encontrado y rescatado de la balsa del techo desinflado, fue inhumado en tierras de su Patria. La noche hizo su aparición y a partir de ese momento comenzó la etapa de la supervivencia... ...De repente de manera fantasmal una silueta oscura penetró en nuestra balsa, con mucha serenidad y sin titubeo desgarró su techo con su afilado cuchillo de buzo, el oscuro y traje de neoprene contrastaba con las última luces de un nuevo atardecer habían pasado mas de 24 horas desde que se había hundido la gran nave. Cuando fui subido a bordo del Aviso ARA “Gurruchaga”, recuerdo que no sentía mis piernas, no podía entender si estaba caminando o era llevado en andas. Mis emociones erupcionaron, creo que es la mejor manea de describirlas.

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El Ave Fénix, su mitología nos dice que al renacer de su muerte a través del fuego, el fuego que transmuta, el que devora las formas para dar lugar a otras. No es fácil nacer, menos renacer, la mitología del ave Fénix, nos habla quizás que quienes dan su esfuerzo y sacrificio hasta el límite, es posible renacer, transmutarse y evolucionar. No es una tarea sencilla, el fuego quema y produce dolor. Creo que su opuesto es el Kakuy, la que es desterrada y condenada a la oscuridad de la noche. Y es así como fue condenado el “Veterano de guerra de Malvinas”, tras la derrota, la sociedad que nos ignoró y discriminó. No es casual que tuviéramos que soportar más de 20 años para que la Nación Argentina reconozca a todos los hombres que nos sacrificamos en su defensa. La mayoría de las provincias imitaron esta iniciativa, aunque algunas lo hicieron en forma injusta y parcial al no reconocer a la totalidad de sus hijos. Los gobiernos, los legisladores y la sociedad, aún no comprenden que no se trata de recibir el dinero de una pensión, sino un reclamo ante tanta indiferencia que continuamente seguimos soportando desde el mismo día de la derrota. Pedir el certificado de residencia a un nativo que peleó a miles de kilómetros de su tierra natal, es excluirlo y marginarlo, es sentenciarlo a que nos convirtamos en Kakuy.

II SUBOFICIAL MAYOR (R) “VGM” MIGUEL ANGEL REYNOSO “Nunca podré olvidar la cantidad de cuerpos de camaradas muertos flotando boca abajo en el mar, otros estaban heridos o quemados en las balsas, algunos nadaban presurosamente para llegar a ellas. Se observaba un paisaje aterrador”.

EL NAUFRAGIO Soy nativo de la ciudad de Clodomira y de pequeño tuve la vocación por las armas a pesar de que cuando nos portábamos mal, los mayores nos amenazaban con incorporarnos al Ejercito. Recuerdo que en los actos que se realizaban en la escuela primaria siempre participaba en las composiciones - 68 -


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Capítulo IV

en donde se recordaban los hechos patrióticos especialmente las epopeyas de los Ejércitos de San Martín y Belgrano. Cuando entré en la adolescencia, solicité permiso a mi padre para visitar a mi tía que vivía en Buenos Aires. Como en ese tiempo se vivía “épocas de vacas gordas” no me fue difícil conseguí un empleo en una talabartería. El sueldo me permitió darme ciertos gustos que no me los podía dar en mi ciudad natal, y de a poco la bohemia que se vivía en esa gran ciudad me fue atrapando de tal manera, que terminé cantando tangos en los bailes y bares de Buenos Aires. Poco tiempo después, me incorporé como cantor de tangos del conjunto musical “Los Hermanos Toledo”, conocido en todo el país por sus exitosas canciones. En ese ir y venir por los bares, tuve la suerte de conocer y compartir actuaciones con ese “grande del tango” que era Argentino Ledesma. Y bueno…como tenía trabajo, plata, cantaba con artistas de renombre, conocía lugares y personas importante, ya no quería volver al pago. Desgraciadamente mi padre, al enterarse de mi vida nocturna, me intimó a regresar, y sin “chistar” abandoné los sueños de artista y esa hermosa vida que llevaba en la gran urbe. Ya en Santiago me enteré que en la Jefatura de Policía se encontraba personal de la Armada Argentina con el objeto de reclutar a “changos” santiagueños para incorporarlos a la institución a la que representaban. No lo pensé dos veces: Era la oportunidad de regresar a Buenos Aires y de inmediato me presenté. Luego de rendir un examen de los sesenta y ocho postulantes, solo aprobamos dieciséis. Cuando le conté esta buena noticia a mi padre, este se emocionó de sobremanera y me contó una historia con ribetes premonitoria: Resulta que cuando él estaba realizando el servicio militar en La Marina, recibió una carta de mi madre en donde le contaba que estaba embarazada y por nacer su primer hijo. En ese momento pasó un capitán y al verlo muy triste le preguntó sobre el motivo de su estado. Al enterarse que mi padre era casado y que su esposa estaba embarazada, el referido Oficial le dio la baja haciéndole prometer que si nacía mujer “debía ser para la casa”, pero si era varón tendría que ser incorporado a La Armada. “Lo que predijo ese joven oficial estaba a punto de cumplirse”. Estuve durante ocho meses realizando instrucción en la Escuela de Marinería en la Isla Marin García. Luego de ello me dieron licencia y al regresar debimos elegir especialidad; me hice sastre porque había un santiagueño que me convenció que elija esa especialidad. Salí primero en el curso y a causa de ello me mandaron destinado al crucero “9 de Julio”, en donde dure poco tiempo, ya que cierto día se presentó en la sastrería un teniente de navío de apellido Challier y me preguntó si estaba en capacidad de enta- 69 -


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llarle un pantalón porque necesitaba usarlo en una formación. Le dije que si y de inmediato me puse a trabajar para cumplir con la tarea. Tal como lo había prometido, al día siguiente el pantalón estaba además de entallado, limpio y planchado. Como consecuencia de ello el oficial me felicitó en presencia de otros camaradas por el trabajo realizado y me dijo que yo merecía estar en una especialidad más importante, por lo cual me ofreció rendir un examen en Puerto Belgrano para pasar al área de operaciones. Gracias a ello y después de aprobar varias exigencias, pude ascender al grado de Cabo Principal y a partir de allí, mediante capacitaciones y cursos, me especialicé como controlador aéreo, de antisubmarino y de interceptor. Realicé varios viajes por varios países del mundo a bordo de distintas embarcaciones, lo que me permitió acrecentar mi capacidad profesional y los ascensos en mi carrera. Mientras transcurría la vida militar, formalicé mi casamiento con mi novia oriunda de Clodomira, con la cual creamos una hermosa familia y tuvimos tres hijos. En 1982 estaba destinado en el crucero “General Belgrano” y durante los primeros meses de ese año, mi tarea era supervisar las reparaciones que le realizaban. En ese entonces había poco personal porque la mayoría estaban de licencia y algunos ejecutando los pases a otros destinos. Pero un día de marzo me llamó la atención la reincorporación sorpresiva de oficiales y suboficiales que habían estado destinados en el barco alguna vez, es decir que tenían conocimientos de su funcionamiento. También ordenaron acelerar las reparaciones en razón de que se necesitaría el barco en caso de entrar en conflicto. Por ese entonces se escuchaba solapadamente que se estaría programando la recuperación de las Islas Malvinas. Recién el día dos de abril nos reunieron en la playa de estacionamiento en donde el Comandante Bonzo nos comunicó la novedad de que se habían recuperado las Malvinas y que debíamos prepararnos para marchar para defenderlas “ yo sentí una emoción tan fuerte que se me doblaban las piernas. Recuerdo que no veía la hora de zarpar, ya que tenía todas las pilas encendidas y estaba orgulloso de defender a la Patria e incluso dispuesto a morir por ella sin ningún temor. En general, ese era el pensamiento de toda la tripulación”. A mediados de abril partimos 1093 hombres desde Puerto Belgrano con rumbo sur. Al principio tuvimos muchos inconvenientes de funcionamiento de las máquinas que nos obligó a volver varias veces para su reparación, hasta que por fin pudimos zarpar. Durante la travesía íbamos practicando ejercicios de tiro y simulacros de combate en alta mar hasta llegar a Ushuaia e Islas de los Estados. A partir de ese momento comenzamos a realizar pa- 70 -


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Capítulo IV

trullas porque nuestra misión principal era vigilar la parte sur del Teatro de Operaciones y reconocer a todos los barcos en razón de que sabíamos que la flota inglesa se estaba acercando. Yo cubría guardia en la Central de Operaciones como encargado y la misión más importante era asesorar al Comandante sobre los rumbos y las acciones que debía tomar. Para ello debía controlar el movimiento del buque, llevar todo el ploteo con los radares y dar la información primaria más cercana posible. Otra de mis funciones que ejercía y que cobró suma importancia en el momento del siniestro, fue la de dar clase y prácticas de abandono del barco. En esa tarea, debía controlar la presencia de todos los integrantes de la balsa, los movimientos de cada uno de ellos para abordar y ubicarse en el lugar indicado dentro de la balsa. Recuerdo que nuestra balsa estaba muy próxima a la torre dos. Si bien el barco contaba con sonar (alarma para detectar submarinos), no poseía armas para contrarrestar este tipo de ataque, lo que lo hacía muy vulnerable. Contábamos con un gran poder de fuego de artillería, el que estaba compuesto por cinco torres de tres cañones de seis pulgadas cada una, además de los cañones de tres pulgadas. El día dos de mayo cuando regresábamos al continente por fuera de la zona de exclusión impuesto por los ingleses, el submarino “Conqueror” que según tengo entendido, nos seguía desde hace tres días, nos atacó por sorpresa. En ese entonces íbamos escoltados por dos destructores: “Bouchard” y “Piedra Buena”, quienes de inmediato pegaron “la vuelta” y se alejaron rápidamente del lugar para evita ser alcanzados por el submarino, quedando solos y desamparados en medio del mar. Momentos previos al ataque, había entregado la guardia y cuando estaba por tomar mi merecido descanso, comenzó a sonar fuertemente la alarma y sin darnos tiempo a saber los motivos, sentimos dos estampidos secos que sacudieron al barco. Era aproximadamente las 16 horas, cuando el primer torpedo pegó en la proa a la altura de la torre 1, inmediatamente el segundo torpedo hizo blanco en la sala de maquinas debajo de la línea de flotación produciendo graves daños en el sector de talleres, electricidad, comunicaciones, habitaciones de los maquinistas y electricistas, comedor de tropa y pasillos. A partir de ese momento quedamos a oscuras, desorientados y sorprendidos; para colmo el humo que se había dispersado por todo el barco nos impedía respirar normalmente, y a causa de ello, nuestros movimientos se realizaban lentamente y con dificultad. Las posibilidades de salvarlo eran nulas ya que a pesar de que hicimos lo imposible para mantenerlo a flote, se hundió en una hora.

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Cuando el buque estaba escorado fuimos en busca de la balsa, la sacamos y la tiramos al agua de acuerdo a lo practicado. Recuerdo que el jefe de balsa, el Teniente Mangano, no quería dar la orden de abandonar el barco porque faltaban algunos integrantes. Ante esta situación yo le hice notar que el personal ausente, seguramente estarían muerto en razón de que la mayoría solían trabajar justo en el lugar en donde había impactado uno de los proyectiles. Al principio no me dio la razón, pero al ver que el barco se hundía, no le quedo otra opción que ordenar abordar la balsa. Yo fui el primero en tirarse y llegar a la valsa con el objeto de ayudar al resto a abordarla, ya que a consecuencia de poseer dos aberturas en sus extremidades dificultaba el ingreso. Ante la desesperación, los soldados me tiraban sus pertenencias; bolsos con comida, ropa, armamento, etc. Aquellos objetos que consideraba no nos servirían en la travesía, los arrojaba directamente al mar. En cierto momento, alcé mi vista hacia el barco y al observar que el mismo seguía inclinándose y que nosotros estábamos debajo de la torre dos, me estremecí y por primera vez tuve miedo, ya que sentí la sensación de que esa enorme torre, nos aplastaría y no tendríamos posibilidades de sobrevivir. Gracias a Dios pudimos sacar a la balsa de esa zona antes de que la nave se hundiera. Recuerdo de un hecho que si bien ahora me parece gracioso, en ese momento tuvo gran dramatismo; resulta que cuando el primer torpedo “cortó” la proa, todo el mundo corría para salvarse; menos mal que alguien se acordó y comenzó a alertar a los gritos ¡¡los changos que están en el calabozo!!... ¡¡los changos que están en el calabozo!! alertando que en el calabozo se encontraba encerrado personal sancionado. Menos mal que apareció el responsable con las llaves y los pudo sacar de las celdas, salvándolos de una muerte segura. Ya instalado en la balsa, al mirar a mí alrededor, pude ver con desazón la cantidad de cuerpos de camaradas muertos flotando boca abajo en el mar, otros heridos o quemados en las balsas. Se observaba un paisaje tan aterrador que nunca podré olvidar. Durante ese episodio me pasó “algo raro” que hasta el día de hoy no encuentro explicación a lo sucedido. Como mencioné anteriormente me encontraba acomodado en mi balsa, con mi personal, listos para afrontar el naufragio con los medios necesarios. En un momento vi pasar cerca de nosotros a una balsa que estaba sucia, llena de petróleo y que se desplazaba a la deriva. No sé porque causa se me ocurrió abandonar mi balsa, tirarme al agua helada y nadar en ese mar bastante embravecido para alcanzar a esa otra que aparentemente no estaba en buenas condiciones. Cuando estaba llegando, los soldados que la tripulaban, me ayudaron a subir constituyén- 72 -


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Capítulo IV

dome a partir de ese momento en el más antiguo del grupo de aproximadamente 17 hombres. Fue algo instintivo y hasta el día de la fecha no encuentro razón. A veces pienso que “Nuestro Creador” me impulsó a hacerlo para hacerme cargo del destino de esos 17 jóvenes soldados que necesitaban ser conducidos por alguien de mayor experiencia. Cuando se hizo de noche, la situación no podía ser más desagradable porque tuvimos que soportar un temporal con ráfagas de vientos fríos que soplaba a ciento veinte kilómetros por hora y olas de hasta diez metros de altura. Todos estábamos nerviosos en razón de que el bote subía y bajaba con gran intensidad, lo que nos animaba a pensar que en cualquier momento se daría vuelta o se rompería. Para colmo estábamos alejados del resto de las balsas y no podíamos divisar a ninguna de ellas. “Nos sentíamos solos en medio de ese mar tan inmenso sin saber cual sería nuestro destino”. Como era el más antiguo, trataba de calmarlos y darles animo. No los dejaba dormir y les ordenaba de tanto en tanto hacer movimientos con los brazos y piernas para evitar que se congelen. Aproximadamente treinta horas tuvimos que pasar en esas condiciones tan extremas hasta que por fin vimos en el horizonte la figura de un avión, lo que nos reanimó y nos dio algo de esperanzas. La desesperación hizo que tiráramos todas las bengalas en tiempo record con el objeto de que nos ubicaran y nos socorrieran. Recuerdo que en ese momento, ya casi no teníamos fuerzas en razón de que constantemente estábamos amarrados para no ser despedidos al mar. De tanto en tanto, ordenaba a los soldados que se asomaran y observaran si aparecía algún barco de rescate. Por fin se produjo el milagro cuando observamos la presencia de un barco en las cercanías. Al incorporarme, pude ver con gran alivio que el buque “Gurruchaga”, venía a salvarnos. Pero abordarlo también tuvo sus complicaciones y no fue nada fácil por cuanto el mar seguía embravecido. Para realizar esta actividad, el comandante nos daba instrucciones que consistían en pararnos uno por vez con los brazos hacia arriba. Aprovechando el cambio de la ola, cuando el bote subía hasta la altura del barco, nos tomaban de los brazos y quedábamos en el aire con los pies colgando porque la balsa bajaba. De esa manera, íbamos subiendo uno tras otro hacia la cubierta tratando de no soltarnos y caer al mar. A medida que llegábamos, los tripulantes del “Gurruchaga”, nos trasladaron rápidamente a un cuarto en donde nos abastecían de ropa usada pero seca. Después nos reunieron en el comedor, un lugar agradable por su temperatura y además nos dieron algunas bebidas alcohólicas para entrar rápidamente en calor. Mantengo en mi memoria como forma de reconocimiento a un camarada que se desempeñaba como “hombre rana” por su - 73 -


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gentileza al prestarme su cama mientras él trabajaba ayudando a subir a los náufragos. Dormir caliente en una cama, luego de sufrir tanto frio en las aguas heladas del Atlántico, fue para mí una gran dicha, un verdadero sueño. Recién al día siguiente pude tomar conciencia de lo ocurrido, de lo que nos tocó vivir luego de haber estado a la deriva peleando contra esas inmensas olas, sin saber hacia donde nos llevaban y cual sería nuestro destino final. De a poco me fui enterando quienes estaban heridos, quienes fueron rescatados y de los que, por desgracia, no pudieron salvarse. Me causó mucha satisfacción ver a mi Comandante Héctor Bonzo caminando entre nosotros y asistiendo a sus subalternos. Era un hombre correcto, de pocas palabras que imponía respeto en todo momento, sintetizando; era un buen militar y excelente persona. Todavía recuerdo sus palabras luego de los duros momentos que nos tocó pasar: “Nuestra participación, como dotación del Crucero General Belgrano, toma los niveles de Sublime porque se encuentra retenida en lo más profundo de nuestro espíritu, porque está alimentada por lo que todos ofrendaron, porque esta honrada por la misión de combate y porque está unida a un Adiós…Infinito” Cuando llegamos a Ushuaia, nos proveyeron uniformes nuevos y nos trasladaron a Puerto Belgrano en avión. Allí pase destinado como controlador aéreo de la torre de control de Comandante Espora hasta el final de la Guerra.

El crucero ARA GENERAL BELGRANO realizando prácticas de tiro en plena mar - 74 -


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Capítulo IV

El “General Belgrano” seriamente herido próximo a hundirse

LOS HERMANOS AVILA “El Comandante les comunico a los dos hermanos que debían abandonar el barco porque se marchaba a la guerra y por ser civiles no tenían ninguna obligación de quedarse. La respuesta no se hizo esperar: “negativo Señor, nosotros somos parte del Crucero y vamos con la gente del Crucero hasta las últimas consecuencias” Heriberto Ávila era un conscripto que por los años ochenta, cumplía con el Servicio Militar Obligatorio y se desempeñaba como ayudante de un cabo principal a cargo de la cantina del “General Belgrano”. Desgraciadamente al fallecer el mencionado suboficial, nos quedamos sin cantina y a consecuencia de ello, para hacer las compras debíamos bajar del barco e ir a los negocios emplazados en el muelle. Poco tiempo después, debimos realizar una “zarpada” (ejercicios de combate) y como no teníamos cantina que nos abastezca en alta mar, los superiores le ofrecieron a Heriberto la concesión de la misma dado que era el único que sabía ese oficio. Justo en ese entonces le tocó salir de baja, lo que le permitió quedar asimilado como agente civil contratado. - 75 -


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Tiempo después, lo incorporó a su hermano Leopoldo, quien había finalizado con sus obligaciones del servicio militar en el Ejercito Argentino para que lo ayudara en las tareas del negocio. Siempre recuerdo con gran agrado que a partir de ese momento comenzó a funcionar y tomar vida nuevamente la cantina, ya que además de permitirnos adquirir los elementos que necesitábamos, se convirtió en un lugar de reunión en donde nos deleitábamos escuchando chacareras. Heriberto era casado con una santiagueña y por ser coterráneos manteníamos una linda amistad, visitándonos asiduamente en nuestras casas. Días previos a la partida hacia el sur para cubrir nuestro objetivo con motivo del conflicto armado, el comandante les comunico a los dos hermanos que debían abandonar el barco porque se marchaba a la guerra y por ser civiles, no tenían ninguna obligación de quedarse. La respuesta no se hizo esperar: “negativo Señor, nosotros somos parte del Crucero y vamos con la gente del Crucero hasta las ultimas consecuencias”. Ante esta respuesta tan rotunda, al comandante no le quedo otra opción de permitirles continuar en el barco. Al producirse el ataque del Submarino y antes de abandonar el barco y abordar las balsas, preguntábamos por el destino de los compañeros y amigos que no se los veía en cubierta. Según las versiones que me contaron algunos camaradas que los vieron por última vez, cuentan que el hermano menor estaba durmiendo en los pasillos (porque se habían instalado camas cuchetas en los pasillos) mientras que Heriberto permanecía en la cantina. Cuando se produjo la explosión que afectó primeramente a la parte principal del barco, el fuego se expandió a través de los pasillos y afectó al sector en donde estaba Leopoldo. Al enterarse de lo ocurrido, Heriberto, que había subido a la cubierta principal y estaba próximo a embarcarse en una balsa, se dirigió rápidamente hacia el lugar en donde estaba su hermano con la intención de rescatarlo, sin importarle lo peligroso que significaba bajar dos cubiertas. Encontró a su hermano en malas condiciones, agonizando; y en momentos en que intentó sacarlo, se produjeron varias explosiones instantáneas en ese sector y a causa de ello se cerraron automáticamente las puertas a los efectos de evitar el avance del agua; quedando ambos atrapados y sin posibilidad de salvarse. “A diferencia de la leyenda del “KAKUY” que relata las divergencias y peleas entre dos hermanos, la acción heroica de nuestro comprovinciano Heriberto Ávila, de entregar su vida para salvar la de su hermano, es una clara lección de solidaridad y hermandad que nos debe guiar a todos los argentinos”. - 76 -


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Capítulo IV

III SUBOFICIAL MAYOR (R) “VGM” JORGE ANTONIO CARRANZA GEREZ “Trabajamos sin cesar buscando balsa por balsa por mas de seis horas y rescatamos aproximadamente a mas de 360 hombres. De todos ellos, dos se nos murieron en el barco posiblemente a causa del frío que sufrieron por estar más de 24 horas en el mar” EL RESCATE Soy oriundo de un pueblito que se llama El Sauzal perteneciente al departamento Rio Hondo. Siendo adolescente, un suboficial amigo de la familia me convenció de que ingrese a La Armada porque me permitiría adquirir una profesión acorde a lo que yo pretendía. Luego de realizar mi inscripción en la Delegación que de esa institución tenía en Tucumán, me incorporé a la Escuela de Marinería en la localidad de Zarate. Al finalizar la instrucción correspondiente comencé a dar los primeros pasos en mi carrera de Suboficial. Durante el año 1982 me encontraba embarcado en el buque “Aviso Francisco de Gurruchaga”. Este buque de apoyo, originario de Estados Unidos, estaba equipado para cumplir tareas de remolque y secundariamente tareas de búsqueda y rescate. Recuerdo que en el mes de marzo zarpamos desde Puerto Belgrano con destino a la Base Naval Ushuaia. Desde ese lugar navegábamos con la misión de realizar tareas de balizamiento que consistía básicamente en completar el combustible y reparar las balizas que se encontraban en las costas argentinas de Tierra del Fuego e Islas de los Estados. Recuerdo que el día dos de abril fui uno de los primeros en enterarme de la recuperación de nuestras Islas Malvinas porque me desempeñaba como Suboficial de comunicaciones y por ende yo era quien recibía todos los mensajes. Fue un día especial y festivo porque por fin se había recuperado nuestras Islas. Toda la tripulación nos sentíamos orgullosos y ese acontecimiento nos impulsó a realizar todas las tareas con mayor entusiasmo. A partir de ese momento nuestra misión consistió en transportar municiones desde San Sebastian a Islas de los Estados y también llevar víveres, medicinas y correspondencia a los barco entre ellos, al “ General Belgrano” que lo abastecimos a fines de abril.

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El día dos de mayo, día en que fue hundido el Crucero, nos encontrábamos en la Isla de los Estados y se recibió el siguiente mensaje de carácter urgente “zarpar para remolcar al “Belgrano” que estaría adrizado” (la palabra adrizado significa que un barco se encuentra en problemas, pero que los mismos fueron parcialmente solucionados). Es por ello que al principio pensábamos que los daños sufridos a consecuencia del ataque habían sido reparados y que solo necesitaban ser remolcados. No se porque causa no se informó realmente lo ocurrido, ya que si hubiéramos sabido de la situación crítica por la que estaban pasando, posiblemente podríamos haber llegado con mayor prontitud a la zona de hundimiento, ya que recién zarpamos con las primeras luces del día tres de mayo. Nos costó mucho poder ubicar a las balsas porque el buque antes de hundirse se había desplazado a deriva 160 millas en dirección hacia Las Georgias. Siendo las 17 horas, vimos aparecer a un avión de reconocimiento, que luego de sobrevolar sobre nuestra embarcación, realizó un giro y salió con dirección hacia donde se encontraban las balsas. Seguimos su itinerario y de esa manera pudimos llegar a la zona de rescate casi al atardecer. La escasa luz existente nos dificultó ejecutar la labor. Recuerdo que la orden era de acercarnos primero a las balsas que se observaba movimientos en su interior porque significaba que había personal vivo. Pude ver con gran tristeza algunas que no se movían como si estuvieran vacías o transportando a camaradas muertos posiblemente por el frío o por alguna herida recibida en el barco y no curada. Los náufragos estaban casi todos pintados de negro porque al tirarse al mar se tiñeron a causa del petróleo derramado por el buque. Como lo expresé anteriormente, la tarea no era nada fácil en razón de que además de no contar con luz, debíamos realizar los movimientos muy lentamente para evitar chocar y averiar a las balsas e incluso herir a algún personal. Trabajamos sin cesar buscando balsa por balsa por mas de seis horas y rescatamos aproximadamente 360 hombres. De todos ellos, dos se nos murieron en el barco posiblemente a causa del frío que sufrieron por estar más de treinta horas en el mar. Cuando subieron estaban inconscientes y pese al trabajo de un médico y los enfermeros no los pudieron reanimar. No puedo precisar, pero creo que se trataba de un cabo primero y de un soldado conscripto. En general todo el personal estábamos abocados a recibir a los náufragos en la popa y trasladarlos al comedor, que si bien no era un lugar con las medidas adecuadas para recibir a tanta gente, tenía calefacción lo cual alivió el sufrimiento de los alojados. Allí se les suministraba ropa usada pero seca, se les daba algo de comer, también algunas bebidas para que entren en calor como café y te caliente. - 78 -


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Capítulo IV

Recuerdo al comandante del “General Belgrano”, el Capitán Héctor Bonzo, que apenas subió al barco en calidad de naufrago, comenzó a caminar por todo los lugares del barco para ver el estado de su personal que descansaba. Me llamó la atención su fortaleza por cuanto la masa de los náufragos no podía caminar producto del cansancio y la deshidratación. Nuestro comandante, el Capitán Álvaro Vásquez, fue quien planificó y llevo a cabo la operación de rescate, la que finalizó cuando entregamos a los sobrevivientes en Ushuaia en donde gran parte de su población los estaba esperando. Al día siguiente volvimos a zarpar por el Canal del Beagle para abastecer de munición a las dos lanchas torpederas, “La Intrépida” y a “la Indómita” que estaban en la Isla de los Estados. Y así continuamos hasta la finalización de la guerra realizando tareas logísticas y de apoyo. La operación de rescate a los náufragos de nuestro querido “General Belgrano” fue una experiencia de guerra única que apuntaló mi capacitación profesional en razón de que trabajamos sin cesar por varias horas en una situación adversa, incluso durante la noche, con un clima hostil, un mar embravecido y la angustia ante la posibilidad de ser atacados por el enemigo. En lo personal tengo la satisfacción de haber podido participar en el salvataje de mis compatriotas.

Náufragos del Crucero “General Belgrano” luchando por sobrevivir

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El “Aviso Gurruchaga” socorre a los náufragos del “General Belgrano”

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CAPÍTULO V

LOS COMBATES EN DARWIN - GOOSE GREEN



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Capítulo V

LOS COMBATES EN DARWIN –GOOSE GREEN ANTE EL DURO GOLPE SUFRIDO POR LOS INGLESES AL QUERER TOMAR PUERTO ARGENTINO EL PRIMERO DE MAYO, LOS OBLIGÓ A CAMBIAR RADICALMENTE SU ESTRATEGIA. AHORA ATACARÍAN LAS LOCALIDADES DE DARWIN Y GOOSE GREEN, QUE SE ENCUENTRAN AL ESTE DE LA ISLA SOLEDAD (PATIO TRASERO DE LA ISLA), PARA INICIAR DESDE ALLÍ EL ATAQUE HACIA LA CAPITAL DE LAS ISLAS. ESE SECTOR ESTABA DEFENDIDO POR EFECTIVOS DEL EJÉRCITO, FUERZA AÉREA, Y POR PEQUEÑOS GRUPOS DE COMANDOS Y DE LA MARINA. SE CONSIDERA QUE ALLÍ SE LIBRARON UNO DE LOS COMBATES MÁS CRUENTOS DE LA GUERRA.

I SOLDADO “VGM” MANUEL DE JESÚS DIAZ “El primero de mayo sufrimos un ataque furibundo por parte de aviones Harrier que nos produjeron muchas bajas entre muertos y heridos. También destrozaron casi la totalidad de los aviones que no pudieron levantar vuelo. Confieso que nunca en mi vida había sentido tanto miedo y angustia por el resultado tan negativo para nosotros luego de ese primer ataque. Allí me di cuenta que mi vida no valía nada...”

NUESTRO PRIMER COMBATE En un caluroso día de enero de 1982, aproximadamente cuatrocientos cincuenta santiagueños partimos del aeropuerto de Mal Paso en aviones Hércules con destino a la ciudad de Córdoba para cumplir con el Servicio Militar Obligatorio. Luego de aterrizar en la Escuela de Aviación Militar, fuimos distribuidos en las distintas dependencias y regimientos. A mi me tocó la Escuela de Aviación. Al principio fuimos recibidos por las autoridades y luego iniciamos con las actividades propias de la vida militar: corte de cabello, vestirse con el uniforme de fajina y marchar al terreno para iniciar con el período de instrucción. Nos costó mucho acostumbrarnos a esa nueva vida que duró aproximadamente 60 días de intenso aprendizaje y dureza a consecuencia de los ejercicios y actividades que debíamos realizar. Recuer- 83 -


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do de ese gran esfuerzo que significaba ir a las prácticas de tiro, por cuanto debíamos ir al trote o a la carrera hasta el polígono, tanto de ida como a la vuelta, con el equipo de campaña al completo, con todo el armamento, municiones, mochila, caramañola, etc. Pero a pesar de la dureza de lo que significa recibirse de “Soldado”, recuerdo con respeto a mis superiores especialmente a mi jefe de grupo, el Cabo Herrera, que además de enseñarnos las prácticas militares, también nos enseñaba a convivir en grupo, a ayudarnos unos a otros. En las noches que se realizaban los fogones para distender y elevar la moral de la tropa, este cabo obligaba a los soldados que tenían cigarrillos a depositar dos sobre una mesa, luego hacia pasar a aquellos que no tenían para que retiraran uno; de esa manera todos podíamos fumar, pero sobre todo aprendíamos a compartir, a ser solidarios, a ser mas compañeros; actitudes que nos caló muy hondo y nos sirvió bastante en los momentos mas críticos de la guerra. El 02 de abril nos tomó por sorpresa, ya que al despertar nos dimos con la noticia de que tropas argentinas habían recuperado nuestras Islas Malvinas. Desayunamos chocolate con facturas, ya que no era un día cualquiera, era un día festivo y se vivía un clima de celebración en la Unidad. Todos estábamos tan contentos, que ese día nos dieron franco. Cuando regresé el día lunes, con gran asombro encontré a la compañía a la cual pertenecía en pleno estado de alistamiento. Al principio no entendía nada de lo que estaba ocurriendo, hasta que me informaron que desde el sábado estaban abocados a la preparación de los equipos y armamento para marchar al sur. También me enteré que los ausentes habíamos sido reemplazados. Efectivamente, al día siguiente, cuando se leyó la lista no figuraba ni yo ni el Soldado Jugo (también santiagueño). Ante esta situación nos presentamos ante el Alférez Focht y solicitamos ser incorporados, ya que queríamos ser participe de ese acontecimiento histórico. Apenas tuvimos su aprobación, trabajamos de tal manera, que en menos de tres horas estábamos listos para marchar. Partimos un 13 de abril desde el aeropuerto de Pajas Blancas al medio día. Cuando llegamos a Comodoro Rivadavia, gran cantidad de gente de esa ciudad nos estaba esperando para darnos la bienvenida; nos regalaban ropa de abrigo, guantes, golosinas, etc. Parecía que sabían que nuestro destino final era marchar a defender las Islas. Creo que por ello, fuimos participes de tantas expresiones de cariño. ¡Qué buena gente! Pude comprobar que es un pueblo con gran fervor patriótico por naturaleza.

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Capítulo V

A la media tarde el jefe de compañía, Teniente Sifón, nos reunió y comunicó que debíamos prepararnos para marchar a Las Malvinas. Luego de ponernos en situación e impartirnos las órdenes de la operación a ejecutar, nos exhortó que a partir de ese momento debíamos “poner las barbas en remojo porque íbamos a la guerra” Al día siguiente por la mañana llegamos a las Islas. Estuvimos primeramente en inmediaciones del aeropuerto hasta que al medio día el cabo primero Ferreira me seleccionó junto a otros 14 soldados para marchar hacia la localidad de Darwin en un helicóptero Chinook. Al llegar nos encontramos con un grupo de Infantes de Marina, que se alegraron cuando nos vieron llegar en razón de que pensaban que los relevaríamos, dado que llevaban bastante tiempo en esa zona y estaban escasos de víveres; pero no tuvieron suerte y se quedaron. Luego de varios viajes en helicóptero fueron llegando el resto del personal de la Compañía. En general pude ver que ese sector de Darwin y Goose Green había personal de distintas Fuerzas y cada uno tenía su sector de responsabilidad. Además del mencionado personal de Infantería de Marina estaba el Regimiento de Infantería 12 de Corrientes, una Compañía del Regimiento de Infantería 25 de Chubut y nosotros. Mas tarde aparecieron algunos comandos que andaban por la zona pero sin lugar fijo. Luego del duro trajín del traslado y la ocupación de las posiciones de defensa, pude recién sentarme y pensar con tranquilidad lo que significaba estar pisando esas tierras tan queridas. “Para mi estar en las Islas era una Gracia de Dios, algo muy especial que me tocó muy hondo el corazón al igual que todos mis compañeros”. Nuestra función principal era proteger 12 aviones Pucará que estaban sobre una pista prestos a entrar en combate con sus proyectiles cargados al completo. Como consecuencia de ello, tuvimos que cavar pozos de zorros, posiciones defensivas y de fortificación alrededor de la referida pista de aterrizaje que era de tierra pero aparentemente operable. Al principio no había problemas serios; teníamos comida, medicinas y el clima era tolerante, pero a medida que pasaba el tiempo, las dificultades se hacían sentir con mayor intensidad; el frío, los vientos continuos y helados, las lluvias, la escasez de los alimentos (solo mate cocido sin azúcar con un pan en el desayuno y escaso guiso o polenta en el almuerzo y cena), el incremento de las actividades de guardia especialmente durante las noches para evitar ser sorprendidos por el enemigo, las constantes falsas alarmas, nos incitaban a vivir en un clima estresante; y por ende, el cansancio físico y mental se incrementaba día a día. - 85 -


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El primero de mayo a eso de las cuatro de la mañana sonó la alarma porque según los indicios existía la posibilidad de que seamos atacados. Por supuesto, quedamos todos en estado de alerta, pero afortunadamente se trató de una falsa alarma. Tres horas más tarde, se nos ordenó salir de las posiciones para caminar y ejercitar el cuerpo. En ese preciso momento nuevamente se dio la voz de alarma por lo cual todos volvimos a ocupar nuestras posiciones de defensa. En ese instante me encontraba en el pozo de munición (especie de polvorín de campaña) y al sacar la cabeza pude ver despegar al primer avión Pucará, pero cuando quiso despegar el segundo avión, “clavo su trompa en el suelo como consecuencia del mal estado de la pista quedando con la cola para arriba”. Esta situación obstaculizó la partida del resto de los aviones y a la vez trajo graves consecuencias. Inmediatamente se escucho que alguien daba la alarma gritando bien fuerte ¡¡¡AVIOOONES!!! Y en un abrir y cerrar de ojos, apareció una escuadrilla de aviones Sea Harrier lanzándose en picada sobre nosotros y atacando todo el sistema defensivo del aeropuerto. De repente todo se convirtió en un infierno, produciéndose un desconcierto total. Una vez finalizado el ataque, se escuchaban por todas partes gritos desgarradores de dolor y sufrimiento por parte de los heridos que pedían ayuda. El saldo de ese ataque fue por demás lamentable: Había muerto el Teniente Jukic, piloto del avión enterrado y los suboficiales Duarte, Rodríguez, Carrizo, Montaño, Peralta y Brashich, quienes se desempeñaban como mecánicos y en ese momento intentaban ayudar al mencionado Teniente a despegar. También sufrimos la baja de aproximadamente veinte heridos, trece de ellos de importancia. El escenario que se vivía era por demás sombrío ya que además de los muertos y heridos, se podía ver a los aviones averiados seriamente, las instalaciones destruidas y el aeropuerto fuera de servicio con grandes pozos. De a poco nos fuimos reuniendo nuevamente en las posiciones, ya que luego del ataque y a consecuencia del miedo, habíamos corrido en distintas direcciones en busca de protección. “Confieso que jamás en mi vida sufrí tanto miedo y angustia a consecuencia del ataque enemigo. Sentado me puse a pensar que mi vida no valía nada y que a partir de ese momento mi final sería incierto”. Posteriormente a órdenes del Cabo Primero Ferreira procedimos a reunir a los muertos en un sector y a embarcar a los heridos en un helicóptero Chinook para ser trasladados al hospital de Puerto Argentino…y con gran sorpresa entre ellos se encontraba herido mi compañero y amigo Suarez Rey, también santiagueño.

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Al atardecer de ese triste día me preguntaba porqué no se dio la alarma temprana y en tiempo para adoptar las medidas defensivas, a lo cual el Teniente Bustillo nos informó que él había visto un punto en el radar, pero que rápidamente desapareció del visor. Ante esta situación, salió a explorar sobre el horizonte y en la dirección desde donde presumía podría aproximarse el enemigo. Fue en esa oportunidad que los vio aparecer sobre la cabecera de la pista e inmediatamente dio la voz de alerta. Los expertos pilotos enemigos se habían aproximado a muy baja altura, a ras del agua, para no ser detectado por el radar.

EL ESPERADO DESQUITE “Cuando bajamos el primer avión enemigo cambió por completo el ánimo de todo el personal, gritábamos, insultábamos a viva voz al enemigo, nos abrazábamos, en fin pudimos descargar todos nuestros miedos y angustias. Fue una inyección de energía, de valor, de euforia…. Ahora nuevamente nos sentíamos seguros y con ganas de combatir” No recuerdo muy bien, pero creo que a los dos o tres días fuimos nuevamente atacados, por una escuadrilla de aviones Harrier, pero la situación ya no era la misma. “Ahora los estábamos esperando con la sangre en el ojo”. Habíamos instalado un cañón de 35mm en la cabecera de playa, cuatro cañones de 20 mm a orilla de la pista. Estos cañones hicieron fuego sobre los atacantes y observamos con alegría como uno de ellos caía y explotaba cerca de nuestras posiciones. “Cuando bajamos el primer avión cambió por completo el ánimo de todo el personal, gritábamos, insultábamos a viva voz al enemigo, nos abrazábamos, en fin pudimos descargar todos nuestros miedos y angustias. Fue una inyección de energía, de valor, de euforia…. Ahora nuevamente nos sentíamos seguros y con ganas de combatir” A partir de ese primero de mayo y hasta el día de la rendición, fuimos atacados constantemente por las fragatas en horas de la noche y por aviones normalmente entre las ocho y nueve de cada mañana. Si bien causaban algunos daños, nosotros también le “bajábamos” uno o dos aviones por cada pasada. Ya nos les resultaba tan fácil como la primera vez. Es importante destacar el desempeño del Soldado santiagueño Loaiza, quien “bajó” a un avión con una simple ametralladora MAG. Por ser este un hecho sorprendente, quiero contar en detalle lo que sucedió: Recuerdo que el 14 de mayo, un día gris y frío, me dirigía caminando en dirección al pueblo - 87 -


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y al pasar por unas posiciones observé que unos soldados salteños estaban cocinando tortillas y como todo santiagueño se me hizo “agua la boca” al sentir el olor tan característico de mi pago. Me arrimé al grupo y me convidaron una porción de ese “manjar”. Luego, con “el estomago contento”, continué mi marcha hacia la escuela, hasta que me crucé con el Cabo Principal Agüero alias “Vikingo” que andaba repartiendo mate cocido en un Jeep. Me arrimé pensando “hoy estoy de liga, primero tortilla y ahora mate cocido como si estuviera en mi Pago”. Desgraciadamente este último deseo no se pudo concretar porque en ese preciso momento apareció una escuadrilla de aviones enemigos que comenzaron a atacar nuestras posiciones. Lo primero que atiné hacer fue tirarme cuerpo a tierra y de inmediato escuché como nuestros cañones hacían frente al ataque enemigo. En un momento levanté la cabeza y vi como el Soldado Loaiza, con una simple ametralladora MAG y demostrando gran coraje, enfrentaba a una de las maquinas que se le venía encima tirándole con todas sus armas sofisticadas. Su puntería certera impactó en el cuerpo del piloto Nick Taylor, quien solo atinó a eyectarse pero al tocar tierra, llegó muerto a consecuencia de los disparos del soldado Santiagueño. Mientras tanto, el avión pegó un “panzazo” en la pista y cayó en proximidad de las posiciones que estaban ocupadas por soldados salteños y tucumanos. Desgraciadamente al impactar en tierra, el avión explotó y esparció su combustible por ese sector, causando heridas y quemaduras de consideración a un grupo de 5 o 6 soldados, quienes se revolcaban tratando de apagar el fuego. Al día siguiente se realizó una formación en donde el Soldado Loaiza fue ascendido al grado inmediatamente superior es decir a DRAGONEANTE, “constituyéndose en el único militar argentino ascendido en combate”. No obstante estos triunfos parciales, a medida que pasaba el tiempo la situación se hacia más difícil: las inclemencias del clima jugaron desfavorablemente, ya que no contábamos con la ropa adecuada para soportar tanto tiempo, los víveres escaseaba y a causa de ello, a veces comíamos solo papas hervidas y esporádicamente corderos que nos suministraban los isleños. Recuerdo que la ración que nos daban era tan escasa, que no nos quedó otra alternativa de robarles papas y alguna hortaliza que sembraban los Kelpers en los jardines de invierno de sus casas como forma de mitigar el hambre. También las actividades se hacían cada vez mas pesadas ya que debíamos cambiar constantemente el lugar del polvorín, realizar acciones de velo y engaño para desorientar al enemigo. También se incrementaron las guardias en desmedro de las horas de descanso. - 88 -


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Capítulo V

Recuerdo que nosotros tuvimos la triste tarea de inaugurar el cementerio de Darwin, en donde no tan solo enterramos a nuestra gente, sino también a los pilotos ingleses que caían junto a sus máquinas. A mediados de mes y a orden del teniente Rosas, nos trasladamos un grupo compuesto por 35 hombres a una instalación tipo hangar o depósito que se encontraba al fondo del pueblo. Estábamos más cómodos y desde allí partíamos a realizar patrullas y cubrir objetivos. Podría contar innumerables vivencias que nos sucedió a partir de ese primero de mayo, pero solo me explayaré sobre los acontecimientos más importantes. Sabíamos que el enemigo había desembarcado en la Bahía de San Carlos y que luego de combatir contra efectivos del Regimiento de Infantería de Corrientes y soportar los embates de nuestros pilotos habían logrado establecer y consolidar una “cabeza de playa”. No ignorábamos que el próximo objetivo sería atacar nuestras posiciones. El 25 de mayo, día festivo en que celebramos nuestra Independencia, me encontraba cumpliendo el servicio de guardia sobre un sector próximo a un canal. A eso de las 19 horas se apersonó el Teniente Rojas y comunicó que esa noche no habría relevo de guardia por cuanto se esperaba un ataque, recomendando a todos que estemos atentos y listos para repeler. Recuerdo que frente a un pequeño canal de agua había una casa en la que supuestamente no vivía nadie en razón de que nunca vimos movimiento de personas ni luces. Esa noche entramos en alerta roja ante un posible ataque. El Cabo Primero Ferreira me ordenó que seleccione a cuatro soldados y tome posición en unos pozos de zorro que se encontraban frente a la playa. Por supuesto elegí a los soldados santiagueños Lami Ramón, Sobrero Ariel y Gomez Nicasio, también a un salteño de apellido Sevilla. Durante le tensa espera que se vivía, apareció el cabo Mendoza que andaba por todas las posiciones repartiendo barras de mantecol y cigarrillos; ¡¡no lo podíamos creer!! a esa altura de la guerra, tener esos elementos era un lujo. A eso de las siete de la mañana del día 26 comenzaron los ataques de las fragatas inglesas. Minutos antes el Soldado Sobrero había salido de su posición para realizar actividades físicas porque tenía mucho frío, pero “tuvo que perderse de cabeza” en su pozo para no ser herido. El fuego enemigo se hacía cada vez mas intenso. El Teniente Rosas a bordo de un Jeep, en medio de las bombas, replegaba al personal hacia otras posiciones más a retaguardia, para preservar al personal. Nuestro grupo, a diferencia del resto, no pudimos salir de ese infierno, quedando solos y aislados. En ese momento, vi como un piloto y un mecánico colocaron en la pista un avión y pudieron despegar, salvando de esa manera la destrucción de la máquina. Horas mas tarde, vimos - 89 -


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a ese mismo avión Pucara pasar en vuelo razante sobre nuestras cabezas, bombardear la casa que supuestamente estaba vacía y continuar su marcha en dirección a las fragatas enemigas para enfrentarlas. Posteriormente me enteré que en esa casa vivía personal que cumplía funciones de observador adelantado y les indicaba a los ingleses sobre nuestras posiciones, es por ello que cuando el Soldado Sobrero salió a realizar ejercicios, delató la posición y a como consecuencia de ello, fuimos objetos de los certeros ataques. Durante esos días en que éramos atacados por varios buques que colmaron el estrecho, pude ver con gran admiración como nuestros pilotos atacaban con “deprecio a sus propias vidas” a las fragatas inglesas que nos acosaban constantemente con sus bombardeos como fase previa al desembarco. Quedé muy sorprendido por el coraje de mis superiores, algunos de los cuales, conocí durante el período de instrucción. Recuerdo al Mayor Tomba, que luego de atacar a las fragatas, su avión fue impactado por un misil enemigo; no obstante ello, pudo orientar a su máquina y lanzarla contra un barco atacante. Gracias a su pericia pudo eyectarse a tiempo y al caer herido, fue tomado prisionero.

LA RENDICIÓN “Gran angustia sentí cuando lo vi al Soldado LUNA, que estaba muerto, tirado en el suelo junto a otro Soldado. Este comprovinciano en su afán de combatir y vencer al enemigo, se paró dentro del pozo para hacer mejor puntería. Al exponerse demasiado al fuego enemigo, recibió una mortal herida”. Como lo relaté anteriormente, a consecuencia de la fuerte presión del enemigo que nos acosaba en forma incesante con sus fuegos navales, sus aviones y helicópteros, pudieron desembarcar en el Estrecho o canal como lo llamábamos nosotros. Allí se trabaron en feroz combate contra la Infantería del Ejército Argentino. Nosotros y un grupo de Infantería de Marina estábamos más atrás y a consecuencia de la situación que se vivía, incrementamos las guardias, las patrullas y las medidas preventivas para entrar en combate. El día 27 de mayo junto a diez soldados nos ordenaron marchar para dar seguridad al radar a órdenes del Cabo Mendoza que se encontraba en una pequeña altura. Durante esa noche observamos como se combatía y como avanzaban los ingleses aprovechando su superioridad numérica en personal, su tecnología de avanzada y apoyo de fuego. - 90 -


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Al día siguiente se apersonó el Teniente Sifón y se llevó al Cabo Mendoza junto a cinco soldados para ubicarlos en otra posición defensiva. Posteriormente regresó y me ordenó que me haga cargo del resto del grupo y marcháramos en proximidades de la misilera a los efectos de defender ese sector. Al llegar, observamos que nuestros compañeros que se encontraban mas adelantados, habían entrado en combate directo. Dentro de mi grupo estaba el soldado Mario Luna, quien posteriormente murió en cumplimiento de la misión impuesta. Desde ese lugar tratamos de parar, mediante el fuego de nuestro armamento el avance inglés que habían tomado la zona de la escuela, la que se encontraba muy próxima a nosotros. Combatimos durante casi dos días junto al personal del Regimiento de Infantería 12 de Corrientes, que en su repliegue se juntaron a nosotros. Recuerdo todavía como gritaban tan fuerte los famosos SAPUCAY como forma de infundirse valor o de alegría cuando bajaban a algún helicóptero o soldado enemigo. No recuerdo bien si fue el 27 o el 28 cuando muere combatiendo el Soldado Luna, cerca nuestro “Gran angustia sentí cuando vi a mi comprovinciano y amigo tirado en el suelo, muerto junto a otro soldado. En su afán de combatir y vencer al enemigo, se paró dentro del pozo para hacer mejor puntería. Al exponerse demasiado al fuego enemigo recibió una mortal herida”. Este hecho nos tiró la moral por el suelo de tal forma que, sin recibir orden alguna, nos replegamos hacia las posiciones a retaguardia, desde donde continuamos combatiendo. Posteriormente escuchamos que gritaban bien fuerte ¡¡ALTO EL FUEGO!! ¡¡ALTO EL FUEGO!! En ese momento apareció el suboficial Maidana y nos comunicó que el comandante inglés había solicitado un cese de fuego por dos horas para parlamentar e instarnos a la rendición. Esta operación había sido una picardía del mencionado comandante, ya que aprovechó esas dos horas para movilizar su tropa y de esa manera rodearnos y dejándonos sin posibilidad de maniobrar. Con ello nuestra suerte estaba echada. A pesar de ello, se continuó combatiendo hasta altas horas de la noche con la escasa munición que nos quedaba. El amanecer del día 29 nos encontró replegados en los alrededores del pueblo Ganso Verde. Hasta allí convergimos tanto el personal del Ejército, Marina y nosotros. La superioridad enemiga era abrumadora y mejor posicionada en el terreno, al tenernos cercados. A eso de las nueve horas según nos dijeron, el Comandante Inglés había impartido un ultimátum de rendición, caso contrario bombardearía la zona sin importarle que en ese sector vivía personal civil (Kelpers). Ante esta situación crítica, el Comodoro

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Pedroso y el Jefe del Regimiento 12, a los efectos de evitar una masacre y de preservar la vida de los civiles, decidieron rendirse.

MI EXPERIENCIA COMO PRISIONERO “Al pasar por el control, un soldado ingles se quedó a pesar de mis quejas, con un billete de dos pesos. Al rato, se acercó el Teniente Bustillo, quien al verme triste me preguntó que me pasaba y al enterarse de lo sucedido se apersonó al soldado y lo increpó por su incorrecto proceder, instándolo a reintegrarme el dinero. Ante la firme exigencia de mi Superior, se me entregó mi dinero en forma inmediata en razón de que los ingleses respetaban mucho a nuestros oficiales”. Quedamos como prisioneros en San Carlos, siendo tratados por los ingleses en forma cordial a pesar de la dureza que imponía la situación. Nos daban de comer diariamente e incluso nos proveyeron efectos que nos hacían falta como ser abrigos. Recuerdo que nosotros pensábamos “estos no van a venir aquí porque se van a morir de hambre y de frío”, pero la realidad nos hizo ver cuan equivocados estábamos, ya que se trataba de un oponente instruido, con experiencia y acostumbrados a combatir en distintos terrenos y climas. En San Carlos estuvimos como 5 días, hasta que nos informaron que nos iban a trasladar a otro lugar. Al día siguiente, subimos a bordo de una lancha de desembarco. Lo primero que se me vino a la cabeza fue pensar que en esa pequeña embarcación nos iba a llevar a través del mar, e incluso me preocupé bastante porque apenas comenzamos a navegar las olas golpeaban tan fuerte a la embarcación, que salpicaba y terminamos todos mojados. Gracias a Dios el recorrido duro poco, ya que a pocos kilómetros reembarcamos en el “Norland”, un barco transatlántico transporte de pasajeros, que los ingleses lo habían alquilado para ser empleado para trasladar a su tropa. Recuerdo que era enorme, pues contaba con catorce pisos y poseía, salas de cine, piletas de natación, amplios comedores, etc. Luego de tomarnos los datos y de revisarnos medicamente, comenzaron con los interrogatorios a los efectos de saber nuestra jerarquía y desempeño en los combates. Posteriormente nos ubicaron en unos camarotes que eran muy cómodos y calefaccionados. Eran muy estrictos con los horarios, siempre almorzábamos a las nueve y cenábamos a las dieciocho horas. La comida era suficiente y sabrosa. No obstante a todas las comodidades que estábamos gozando, - 92 -


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Capítulo V

durante los dos primeros días no la pude digerir a consecuencia del movimiento del barco, que me producía dolores de estomago y vómitos, hasta que me pude acostumbrar. Luego de varios días de navegación, llegamos a Montevideo en donde trasbordamos a otro buque que nos trasladó a Buenos Aires. Apenas llegamos al puerto, nos completaron el uniforme proveyéndonos los elementos faltantes y por medio de colectivos, nos trasladaron hasta Ezeiza. Allí participamos de una formación y desfile. Como no tuvimos oportunidad de lavar la ropa desde que pisamos las Islas, es decir casi dos meses, emanábamos un olor tan nauseabundo que ni nosotros nos aguantábamos. No me puedo explicar cómo pudo aguantar el conductor del colectivo y la gente que se nos arrimaba para saludar. Al finalizar el desfile nos llevaron a una compañía en donde pudimos darnos el merecido baño y estrenar uniformes nuevos. Luego de permanecer tres días en ese lugar, regresamos a nuestra querida Escuela de Aviación de Córdoba; en donde, luego de realizar los trámites de rigor, nos dieron licencia de veinte días. Recuerdo con agradecimiento y sumo cariño a una señora adinerada de la provincia de Córdoba, que un gesto altruista, nos pagó los colectivos para que pudiéramos regresar a nuestras provincias, dado que la mayoría de los soldados éramos norteños, especialmente de las provincias de Santiago del Estero, Tucumán y Salta. Finalizada la licencia, continué con mis obligaciones hasta que me dieron la baja en el mes de noviembre. Pero volviendo a mi experiencia como prisionero quiero resaltar dos hechos que me llamaron la atención y las guardo en mi memoria: Resulta que al ingresar al barco, nos revisaron de pie a cabeza y nos dejaban pasar efectos personales como ser fotos, documentación, cartas y solo nos retenían algunos efectos que podrían ser peligrosos como ser cubiertos, cintos, cordones de borceguíes, etc. Al pasar por el control, un soldado ingles se quedó a pesar de mis quejas, con un billete de dos pesos que me habían pagado en concepto de viáticos mientras estábamos en Darwin y como no tuvimos oportunidad de gastarlo, lo mantenía conmigo. Al rato, se acercó el Teniente Bustillo, quien al verme triste me preguntó que me pasaba y al enterarse de lo sucedido se apersonó al soldado y lo increpó por su incorrecto proceder, instándolo a reintegrarme el dinero. Ante la firme exigencia de mi Superior, se me entregó en forma inmediata en razón de que los ingleses respetaban mucho a nuestros Oficiales. El otro hecho que quiero relatar se refiere a que una vez instalados en el barco, nos hicieron bañar y afeitar, y ¡¡ OH SORPRESA!! Cuando nos vieron limpios y sin barba, los ingleses no lo podían creer y nos preguntaban - 93 -


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con asombro ¿y ustedes peleamos contra nosotros siendo aun tan jóvenes? Y claro, ellos eran soldados adultos con una edad promedio de veintisiete años. Recién ahora que veo la fisonomía de mi hijo que cuenta con diecinueve años me doy cuenta que éramos chicos para estar en una guerra. Pero a pesar de la edad, creo que tuvimos gran voluntad y espíritu de sacrificio para afrontar los momentos más duros que nos toco vivir. Con orgullo y modestia puedo afirmar que cumplimos con la Patria, con nuestra gente y sobre todo con nosotros mismos.

Foto aérea de Darwin y Pradera del Ganso, lugares en donde se desarrollaron los combates más importantes

Escuela Darwin y al fondo se ve Pradera del Ganso - 94 -


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Capítulo V

Avión Sea Harrier abatido

II SOLDADO “VGM” ALBERTO SUAREZ REY “Al pasar bombardeando los aviones, sentí que la onda expansiva me levantaba por los aires y me tiró a cuatro metros aproximadamente del lugar en donde estaba. Cuando me levanté no sabía nada de lo que había ocurrido, era como si hubiera estado durmiendo”.

HERIDO EN COMBATE Recuerdo que apenas llegamos a Darwin, nos dedicamos con esmero a preparar nuestras posiciones defensivas especialmente los famosos “pozos de zorros” individuales, que mas tarde nos protegieron de las bombas de los barcos y de los ataques de los aviones. Ese primero de mayo me encontraba caminando y ante el ataque sorpresivo de los aviones, no me dieron tiempo de regresar y meterme en el pozo. Al pasar bombardeando los aviones, sentí que la onda expansiva me levantaba por los aires y me tiró a cuatro metros aproximadamente del lugar en donde estaba. Cuando me levanté no sabía - 95 -


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nada de lo que había ocurrido, era como si hubiera estado durmiendo. Al principio me sentía un poco raro, me di cuenta que estaba lleno de tierra, sin casco y tampoco sabia que estaba herido. Luego, a pesar de que estaba mareado, empecé a caminar sin rumbo y sentí que algo caliente corría por mi pierna. En ese entonces apareció el cabo Mendoza, quien al verme “perdido” me consultó sobre mi estado y al ver que me chorreaba sangre, me cortó el pantalón para poder ver la herida. Recién ahí me di cuenta que estaba herido en mi pierna izquierda y para colmo emanaba mucha sangre como si se me hubiera cortado una arteria. Sin esperar al enfermero, el cabo realizó un torniquete, y luego me hizo acostar en el terreno y tapó con una manta, hasta que llegaron los enfermeros. Posteriormente, los heridos fuimos embarcaron en el helicóptero Chinook y trasladados al hospital de Puerto Argentino. Recuerdo que la mayoría de ellos estaban muy mal, con heridas profundas en todo el cuerpo. El traslado fue riesgoso porque el helicóptero, para no ser detectado por los aviones enemigos, iba a ras del agua con el peligro de chocar con alguna ola y perder su estabilidad. Apenas llegamos al Hospital, lo primero que hicieron fue desvestirnos y revisarnos al completo. Luego de clasificarnos, nos mandaron para las distintas salas de operación o curación según corresponda. Como había una orden de replegar hacia el continente a todos los heridos, nos cargaron en ambulancias y nos llevaron al aeropuerto porque estaba por aterrizar un avión Hércules. Desgraciadamente no se pudo lograr el objetivo porque el aparato no pudo ni arrimarse a la pista y tuvo que regresar al continente a causa de que aviones enemigos andaban rondando en las proximidades. Quedé en el hospital por varios días en donde diariamente me realizaban las curaciones a mi herida. Cuando mejoré un poco y debido a que necesitaban espacio en el nosocomio, me mandaron a una escuelita en donde quedé a órdenes del primer teniente Sangrai, a quien le dieron la orden de mandarme diariamente a realizar las curaciones y tratar de evacuarme en el primer avión que salga con rumbo al continente. Normalmente los aviones llegaban de improviso, sin previo aviso. Cuando nos enterábamos que había aterrizado, rápidamente me llevaban al aeropuerto para intentar abordar, pero nunca tuve suerte porque a veces llegábamos tarde, otras porque estaba completo con personal herido etc, la cuestión es que nunca pude ser evacuado. Cierto día un Comodoro al ver que mi herida no sanaba me preguntó que es lo que hacía en ese lugar y en esas condiciones. Luego de explicarle mis peripecias, se comunicó con el hospital y pidió que me hagan una radiografía. Como consecuencia de ello, recién allí se dieron cuenta que tenía - 96 -


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Capítulo V

una esquirla en una pierna, la que todavía me acompaña hasta el día de la fecha. Con mayor razón intentaron evacuarme al continente, pero nunca lo pude realizar por distintas causas, quedándome en la Isla hasta el final de la guerra. Recuerdo que todas las noches las fragatas bombardeaban la zona, cayendo algunos proyectiles en proximidades a donde nos encontrabamos, pero gracias a Dios ninguno dio en el blanco. Horas antes de la rendición vino un superior y nos ordenó que en menos de tres horas debíamos dejar el lugar en donde estábamos acantonados, levantar todas nuestros elementos y marchar hacia la calle principal. Al igual que nosotros vi a otros efectivos argentino salir de distintas casas o establecimientos, encolumnarse junto al resto y sin saber porque razón comenzamos a caminar hacia el aeropuerto. Recuerdo que al pasar por una casa a la que le llamaban “casa de piedra” nos enteramos de que allí se almacenaban víveres, y por supuesto no dudamos en entrar y cargar la mayor cantidad de comestibles para que no nos falte en el lugar incierto hacia donde íbamos. Caminábamos sin armamento hasta llegar al aeropuerto, al cual lo encontré muy destrozado producto de los ataques sufridos durante la contienda. En ese lugar comenzamos a construir refugios tipo chozas con palos y plásticos para cubrirnos del frío. Esa misma noche, siendo aproximadamente las tres de la mañana, los ingleses nos ordenaron marchar nuevamente hacia la ciudad, pero al regresar nos controlaron uno a uno, sacándonos todos los elementos y comida que llevábamos. Luego nos ordenaron marchar hacia el puerto, en donde nos encontramos con gente del Ejército y Marina. Primeramente nos ubicaron en unos galpones próximos al puerto en donde nos interrogaron sobre nuestros datos, grado, función que cumplíamos, etc. y recién al otro día en horas de la noche embarcamos en el buque argentino “Irizar”. Luego de navegar durante casi veinticuatro horas llegamos a Ushuaia, en donde fuimos agrupados de acuerdo a la Fuerza y organización militar a la que pertenecíamos. Más tarde viajamos en colectivo hacia Río Grande y desde ese lugar en avión a El Palomar provincia de Buenos Aires. Recuerdo que en ese lugar me hicieron una revisación y curaciones junto a un soldado salteño de apellido Vaca. Al día siguiente llegamos por fin a nuestro destino, la Escuela de Aviación Militar en donde quedamos junto al mencionado Vaca internados en enfermería, mientras que el resto del personal salió licenciado. Durante la semana que permanecimos allí nos hicieron varios estudios, radiografiase etc. y al finalizar los mismos, un médico me informó que mi he- 97 -


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rida estaba dentro de los parámetros normales y que la esquirla incrustada no me iba a causar ningún tipo de problemas. Luego de firmar unos papeles me autorizaron a retirarme de licencia y así pude regresar a Santiago. Recuerdo que nosotros, los soldados de esa clase que estuvimos en Malvinas, recién pudimos realizar La Jura a la Bandera Nacional el nueve de julio en una emotiva ceremonia en el Casino de Soldados de la Escuela Militar. Aprovechamos la ceremonia para conmemorar y homenajear a todos nuestros muertos entre ellos a los Soldados Santiagueños Luna Mario y Aguirre Walter. Cuando me dieron la baja, me fui a trabajar a la provincia de Río Negro y después de algunos años me hicieron llamar del Aeropuerto de Santiago del Estero para condecorarme con la medalla de plata ” HERIDO EN COMBATE” en una hermosa ceremonia que se realizó con todo el personal formado. A consecuencia de ello, el Mayor Zarazaga, me propuso trabajar en el Aeropuerto y gracias a ello pude quedarme a vivir definitivamente en mi Santiago. Por último quiero agradecer a toda la Sociedad Argentina en general y Santiagueña en particular por el respeto y cariño que nos dispensaron en estos últimos tiempos, ya que al regresar de la guerra, al principio nos sentíamos humillados, desacreditados, criticados y malmirados, inclusive por nuestros parientes, por cuanto pensaban que por culpa nuestra se había perdido la contienda. Nos costaba conseguir trabajo porque nos llamaban “los loquitos de la guerra”. Gracias a Dios en estos últimos tiempos cambió mucho la forma de pensar y poco a poco, la comunidad nos fue reconociendo nuestro esfuerzo, sufrimientos y amarguras vividas al enfrentarnos a un enemigo muy superior en armamento, tecnología y además con el apoyo de los principales países del orbe. III SOLDADO “VGM” AGUSTIN RENE LOAIZA “Confieso que ese momento no tuve miedo ni duda alguna, enfrenté al avión sin saber cual seria el resultado. Fue algo casi instintivo, ya que la rapidez de las acciones no daba tiempo a pensar en nada. Recuerdo que solo dije QUE SEA LO QUE DIOS QUIERA y en este combate, Dios estuvo de mi parte” - 98 -


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Capítulo V

DAVID CONTRA GOLIANT En Darwin me desempeñé como soldado apuntador de MAG de la Compañía Defensa y tenía como jefes directos al Teniente Bustillo y al Primer Teniente Sifón. Esa zona de combate estaba defendida por aproximadamente ciento cincuenta soldados, de los cuales cuarenta eran santiagueños, tal es así que mi grupo estaba compuesto por solo coterráneos. Nuestra misión era cuidar la pista de aterrizaje y para ello habíamos realizado refugios y pozos de zorros en ambos costados de la misma. Recuerdo que luego del primer ataque inglés, ese nefasto primero de mayo, quedé impresionado por el daño causado por el enemigo y sobre todo trise y preocupado por nuestros muertos y heridos. Ese hecho me ocasionó cierta inquietud e interrogantes por cuanto no sabía cual sería nuestro destino, si nos matarían a todos o no; si ganaríamos la guerra o no, pero de lo que realmente estaba seguro, era que debía desquitarme por mis camaradas muertos y las amarguras sufridas aquel día. A partir de ese día fuimos agredidos todas las noches por las fragatas que nos bombardeaban a la distancia o por aviones que diariamente, apenas salía el sol, nos atacaban con distintos tipos de municiones; hasta que por fin llegó ese glorioso día, en que me pude sacar todas mis broncas, angustias y desazones que guardaba desde el primero de mayo. Recuerdo que esa mañana fuimos atacados por cinco aviones. Los dos primeros fueron derribados por nuestras baterías antiaéreas, el tercero pasó tirando contra nuestras posiciones y continuó su marcha y los otros dos giraron y se pusieron en posición de tiro, listos para atacarnos. En ese momento todo el personal del grupo se tiro de cabeza adentro del pozo para cubrirse. En cambio yo alisté mi ametralladora, la que siempre llevaba conmigo a todos lados, me senté en el cajón de municiones y apunté hacia los aviones. Cuando el primer avión ingresó por la cabecera de pista y comenzó a atacar, vi que le salía humo por su parte trasera (como si hubiera estado averiado) pero ello no le impedía realizar las maniobras con normalidad y ejecutar el ataque. Con gran asombro y estupor, vi como se me venía encima semejante mole despidiendo bombas y ráfagas de municiones en su trayectoria. Instintivamente tomé mi ametralladora MAG, le apunte y comencé a disparar. Los primeros tiros no dieron en el blanco (había apuntado bajo) por lo cual levante la puntería y observé que mis disparos pegaban en el fuselaje y la parte vidriada del avión. Como mi armamento estaba cargado con munición trazante (munición que en su trayectoria emite una luz que sirve para guiar al apuntador sobre el recorrido y lugar de impacto), pude ver hacia donde estaba tirando, hacer las correcciones y saber en donde pegaba. - 99 -


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El avión pasó a cuatro o cinco metros arriba de nuestras cabezas y cayó sobre la pista a setenta metros a retaguardia causando una enorme explosión que al arrastrarse llenó de fuego y combustible las posiciones defensivas que se encontraban mas a atrás causando varios destrozos y quemaduras a nuestro personal. El otro avión que lo seguía, inmediatamente alzó vuelo y se retiró de la zona. Según me contaron mis superiores y compañeros que observaron la acción, en el momento en que pasaba el avión sobre nuestras posiciones, el piloto se había eyectado, pero al caer estaba muerto producto de los impactos de las balas disparadas por mi ametralladora. “Confieso que ese momento no tuve miedo ni duda alguna, enfrenté al avión sin saber cual seria el resultado. Fue algo casi instintivo, ya que la rapidez de las acciones no daba tiempo a pensar en nada. Recuerdo que solo dije ”QUE SEA LO QUE DIOS QUIERA” y en este combate Dios estuvo de mi parte”. Un Alférez que había visto lo acontecido le contó a mi Jefe de Compañía todo lo referido a mi desempeño. Días más tarde el Jefe de la Base Aérea Militar Cóndor realizó una formación en donde me ascendieron al grado de Dragoneante por mi valor y el sentido del deber puesto de manifiesto en ese combate1. Durante el año 2004, la Comisión Permanente de Homenajes a la Gesta del Atlántico Sur, me honro con un documento en donde reconocen mi desempeño y cuyo párrafo más importante dice: “Demostrar durante un ataque aéreo encomiable valor, gran responsabilidad y sentido del deber en combate, resistiendo el fuego e infligiendo bajas al enemigo”. NOTA DEL AUTOR: Durante los actos que se llevaron a cabo en La Escuela de Aviación Militar el 09 de abril de 2010 con motivo de conmemorar el 28 aniversario de la Recuperación de nuestras Islas y el día del Veterano de Guerra, tuve el honor de conocer e intercambiar palabras con el señor Brigadier D Wilson Rosier Pedrozo, quien se desempeñó como Jefe de la Base Aérea Militar Cóndor. En esa reunión me comentó que había tomado la determinación de premiar con un ascenso al Soldado Loaiza por el valor demostrado, lo que sirvió además, para levantar el ánimo de todo el personal de la Base. Además, me explicó, que a consecuencia de este hecho, modificó parcialmente el sistema de defensa al ordenar a todos 1 Además de ese reconocimiento realizado en el propio Campo de Combate, el ex Soldado “VGM” AGUSTIN RENE LOAIZA fue condecorado en varias oportunidades, quedando en la Historia Argentina como el único militar ascendido al grado inmediato superior por su acción heroica en La Guerra de las Malvinas.

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Capítulo V

sus subordinados repeler el ataque de los aviones enemigos con sus armas de dotación individual, ya que hasta ese entonces, esa operación era responsabilidad exclusiva de los cañones antiaéreos. También dijo que ordenó la formación de una sección para rendir honores al aviador enemigo abatido en el momento de ser sepultado. Con esta acción, el señor Brigadier dio muestra de la caballerosidad que distingue a los verdaderos Soldados, aun en los momentos más duros de la guerra. Tiempo más tarde, los ingleses de igual manera, rindieron similar homenaje al encontrar y enterrar los restos de la tripulación de un avión argentino derribado durante el conflicto.

Uno de los tantos reconocimientos y distinciones recibido por el Soldado “VGM” Loaiza René Agustín

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Acto organizado por el Señor Intendente de Malbrán para homenajear al hijo de esa localidad, Ex Soldado “VGM” Loaiza por su destacada participación en defensa de la Patria

El Cura Párroco bendice el monumento en homenaje a LOAIZA - 102 -


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El Ex Soldado Dragoneante “VGM” Loaiza recibe una distinción por parte de las autoridades comunales de Malbrán

Loaiza junto al Intendente, autoridades policiales y Veteranos de Guerra que lo acompañaron en tan importante acontecimiento - 103 -


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IV SOLDADO “VGM” DAVID DIAZ “Ellos cavaban los pozos, mientra yo envolvía a los muertos en las bolsas plásticas negras con cierre y luego los enterrábamos. Fue para mi una experiencia muy dura que me marcó de por vida porque fue la primera vez que tuve que tocar un muerto o ayudar a curar heridos”

EL GRUPO SANIDAD EN COMBATE Como pertenecía al Grupo Sanidad de la Compañía Servicios, en el momento de conformar la agrupación que debía partir a Malvinas, me anotaron como camillero junto al Soldado Romacho Dardo, quien tenía estudios de medicina y era oriundo de Añatuya. Al igual que el resto de los integrantes de La Escuela de Aviación Militar, partimos a Comodoro Rivadavia, luego a Puerto Argentino y por ultimo a Ganso Verde. Primero nos ubicamos en una escuela vieja junto con los integrantes del Regimiento de Infantería 25 del Ejército Argentino. Luego nos trasladamos a una de las casas vacías de los isleños, ya que por orden de los Jefes de los distintos agrupamientos, se intimó a los Kelpers a dejar sus casas y marchar a vivir todos reunidos en la iglesia como forma de tenerlos controlados y para que no realicen actividades de inteligencia y observaran nuestras posiciones, movimientos, etc. A partir del ataque ingles del primero de mayo, ocupamos una casa que se encontraba entre Darwin y Ganso Verde. Con referencia a ese primer ataque del enemigo, recuerdo que ese día estaba cumpliendo con el servicio de guardia en el Puesto Comando y me encontraba un poco triste porque recordaba a mi querido Santiago, ya que en ese día se festeja el día del trabajo y en mi ciudad la gente concurre al parque Aguirre con la intención de pasar un día agradable, comiendo asados y bailando chacareras. Normalmente solía ir con mi familia y amigos. Pero esa nostalgia fue abruptamente interrumpida cuando de golpe sentí un ruido muy fuerte y vi sobre el horizonte a dos aviones que se nos venían encima tirando bombas. Por instinto me tire cuerpo a tierra y pude salir ileso pero por desgracia, otros camaradas no tuvieron esa suerte y fueron - 104 -


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alcanzados por los tiros certeros de los aviones, perdiendo la vida algunos y cayendo heridos otros. Desgraciadamente los integrantes del Grupo Sanidad, tuvimos la misión más ingrata al tener que trasladar y enterrar a los muertos y curar a los heridos. Normalmente el Soldado Romacho se encargaba de los heridos porque tenia conocimientos de medicina y a mi me tocó lidiar con los muertos. Como no podía realizar solo esta tarea, el Primer Teniente Beranek pidió que me reforzaran con dos soldados. Ellos cavaban los pozos, mientra yo envolvía a los muertos en las bolsas plásticas negras con cierre y luego los enterrábamos. “Fue para mi una experiencia muy dura que me marcó de por vida” porque fue la primera vez que tuve que tocar un muerto o ayudar a curar heridos. La impresión que me causo este hecho fue tal, que no comí durante tres días. Dos días después, mientras estábamos cavando los últimos pozos para entierro fuimos atacados por una formación de aviones See Harrier, que pasaron sobre nuestras cabezas. Apenas escuchamos las alarmas, nos “zambullimos de cabeza” en los pozos evitando de esa forma ser abatido por las balas que “barrian el terreno”. Una vez finalizada la tarea ordenada, fui al pueblo en donde conseguí maderas y clavos, construí unas cruces y las coloque en las sepulturas precarias como forma de respeto cristiano y honrar sus memorias. En uno de esos ataques, los ingleses perdieron tres aviones y recuerdo que uno de los pilotos se eyectó herido producto de los impactos ejecutados por el Soldado Loaiza, pero al caer a tierra murió. Se trataba del Mayor de la Fuerza Aérea Nick Tailor, que según las crónicas inglesas, se trataba de uno de sus pilotos más experimentados. Nuevamente tuve la triste misión de enterrarlo. Era un hombre fornido, que me dio mucho trabajo envolverlo en el plástico porque su cuerpo estaba muy contraído y en parte carbonizado. Tuve que cortarles los tendones debajo de la rodilla, doblar su pierna y de esa forma pude meterlo en la bolsa. Pero además del cumplimiento de ese trabajo tan duro que me toco realizar, también ejecutaba tareas de sanidad, es decir apoyar al personal mediante curaciones, proveerles medicinas, etc, con lo cual me sentía reconfortado al aliviar el sufrimiento de la gente. En general nuestra función era recorrer diariamente las posiciones repartiendo una pastilla que le llamábamos “de Vitaminas” porque “daba mayor fuerza y aguante”, ya que nos permitía hacer guardia y trabajar durante varias horas, sin sentir cansancio alguno. Proporcionábamos apoyo sanitario tanto a los efectivos de la Fuerza Aérea como al resto de los Soldados de Ejército y Marina. Recuerdo que los - 105 -


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más sufridos eran los correntinos del Regimiento 12 porque estaban vestidos con ropa de verano y equipos no aptos para la zona. Además no contaban con ropa de recambio por lo cual muchos de ellos sufrían del famoso “pie de trinchera” que es una dolencia en los pies y a medida que avanza impide el movimiento hasta llegar al congelamiento. El hecho de llevar nuestro apoyo sanitario al personal que defendía la zona de Darwin, Ganso Verde y otros lugares de la Isla Soledad, me permitió conocer a mucha gente, lugares; ser partícipe y testigo de acontecimientos que paso a relatar: Cierto día nos ordenaron marchar a los camilleros a órdenes del cabo Waitima hacia un lugar de la Isla en donde estaba encallado un barco con sobrevivientes. Nos cargaron en un helicóptero y al llegar al barco, pudimos observar que el mismo estaba semihundido, pero no vimos señales de personal con vida. Al regresar, el helicopterista, ante la presencia de aviones enemigos comenzó a volar a ras del suelo esquivando las montañas, hasta que aterrizó y nos ordenó que evacuáramos rápidamente y tomáramos posición lejos del aparato. Y así estuvimos por más de dos horas y cuando nos aseguramos que había pasado el peligro, embarcamos, levantamos vuelo y pudimos llegar a nuestras posiciones. Otro hecho que me tocó participar junto a mi compañero Romacho fue cuando en medio de la tranquilidad de un día calmo y soleado, escuchamos primeramente el sonar de la alarma, posteriormente disparos de armas antiaéreas y por último vimos caer a un avión de combate. Desgraciadamente se trataba de un avión de la Armada, que había entrado en la zona de exclusión sin pedir la debida autorización. En ese hecho falleció su piloto, el Teniente Gavassi. A Romacho se le impartió la orden de marchar al lugar de caída del avión y traer al fallecido. Cuando regresó trajo solamente algunos restos humanos que quedaron dispersos alrededor del avión. Lo enterramos junto al resto. Cierto día, se aproximó una lancha de prefectura que nos traía medicina y comida. Al entrar al estrecho de San Carlos, fue atacada por dos aviones See Harrier. En esa acción murió una persona y otros dos fueron heridos. Estos últimos fueron evacuados en helicóptero a Puerto Argentino y al muerto lo enterramos en el cementerio que sin querer habíamos inaugurado. Una mañana, mientras estábamos en descanso, nos dieron la orden de ir a la Bahía Elefante a buscar a un piloto ingles que se había eyectado y al caer al agua fue salvado por un Comando Argentino y lo tenía de prisionero. Fuimos en helicóptero y lo trajimos junto al comando quien se comunicaba

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en un perfecto idioma Ingles. El prisionero tenía fracturada la clavícula y luego de darle las primeras curaciones, fue trasladado a Puerto Argentino Me impresionó la personalidad de dos Oficiales Comandos del Ejercito Argentino porque sobresalían del resto, ya que constantemente estaban instruyendo a sus soldados e incluso vivían y compartían con sus subalternos en todo momento. Eran los Tenientes Gómez Centurión y Estévez, quienes pertenecían al Regimiento de Infantería 25. Al finalizar los combates, me enteré por expresiones de los soldados que ambos se distinguieron en la hora de combatir, muriendo en acción el Teniente Estévez. Un recuerdo que guardo en mi memoria se refiere a un hecho que sucedió en los últimos días de mayo, cuando el enemigo en su avance se aproximaba hacia nosotros, a pesar de la resistencia que se le oponía. Mientras nuestras tropas se replegaban combatiendo, un cabo correntino de apellido Ferreyra, había sido herido y quedó detrás de las líneas enemigas. Como su jefe, el Teniente Gomez Centurión no podía dejar el comando de su tropa, le dijo “aguanta aquí que, sea como sea, yo te prometo que vuelvo a buscarte”. Esa noche, el referido Oficial se presentó en nuestro puesto y nos solicitó que se adelante un médico y un camillero a la línea que dividía nuestras fuerzas con las del enemigo porque él se iba a infiltrar a socorrer a su compañero herido. Ante ese pedido nos trasladamos con una camilla el Primer Teniente Beranek, Romacho y yo hacia un sector próximo a un alambrado en donde quedamos en posición de cuerpo a tierra para no ser detectados. Gómez Centurión, se infiltró arrastrándose aproximadamente cuatrocientos metros sobre terreno enemigo hasta que logró encontrar al suboficial, cargarlo y traerlo hacia el lugar en donde los esperábamos alertas. Agazapados regresamos al trote llevando en la camilla al herido y apenas llegamos a la enfermería le colocamos suero porque había perdido mucha sangre y le realizamos los primeros auxilios. Tenía heridas de bala en los glúteos y en la pierna; heridas de esquirlas en la espalda y en el hombro. Estaba bastante descompensado pero gracias a Dios lo pudimos reanimar y según comentarios tengo entendido que se repuso y sigue aun con vida. Otro personal que me produjo admiración y respeto fue el Cabo Oviedo de la Fuerza Aérea porque era un buen Jefe de grupo. Cuando compartíamos los servicios de guardia, pude observar lo bien que manejaba a su gente y como los soldados les respondían de igual manera. El personal que le dependía comentaba que el referido suboficial, tenía “unos huevos como avestruz” porque se jugaba la vida por ellos en todo momento. Mientras se desarrollaban los combates, nosotros permanecíamos en una casa que oficiaba de enfermería y a donde iban a parar todos los he- 107 -


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ridos. Pude ver como los ingleses avanzaban los últimos días, no obstante ello, yo me animo a pensar que los primeros que nos atacaron fueron los Gurkas porque recuerdo que, tanto el personal del Ejército como los de la Fuerza Aérea, les tiraron con todo, causándoles muchas bajas. Yo creo que recién a último entraron los ingleses cuando nuestro personal estaba cansado y sin municiones. ¿Será por eso que los ingleses minimizaron sus bajas?. En nuestra zona se combatió sin parar desde el desembarco que se produjo el 21 de mayo hasta el momento de la rendición, el 29 de ese mes. Recuerdo con gran tristeza, que durante el fragor del combate me ordenaron que vaya en cercanías del Puesto Comando a socorrer a un soldado herido. Cuando llegué a ese lugar, comprobé que se trataba de mi compañero y amigo santiagueño Mario Ramón Luna, quien estaba sin vida producto de una herida de bala en la cabeza que había ingresado perforándole el casco. De inmediato y con la ayuda de otros soldados lo trasladamos a la enfermería, pero no le pudimos sepultar porque estábamos en combate y debíamos continuar con la atención de los heridos. El día 29 por la mañana, ante la carecia de munición, la falta de apoyo de nuestros aviones por no tener techo para volar, rodeados por un enemigo que contaba con gran apoyo de barcos, helicópteros, con relevo de personal, se decidió la rendición para evitar una masacre, en razón de que estábamos rodeados y en inferioridad de condiciones. A partir de la rendición, los muertos fueron enterrados por los ingleses en San Carlos tanto los nuestros como los de ellos en fosas que cavaban con máquinas viales. Todo el personal tuvimos que entregar el armamento y fuimos trasladados a San Carlos. A nosotros, los del grupo sanidad, nos trasladaron en helicópteros junto a los heridos, el resto lo hizo caminando. Creo que en total éramos mil cincuenta prisioneros, que los primeros días, tuvimos que soportar las inclemencias del clima al aire libre, hasta que fuimos ubicados en una cámara frigorífica de gran tamaño. Allí estábamos amontonados e incómodos. Recuerdo que hacíamos nuestras necesidades en dos tachos a la vista de todos. Así estuvimos dos o tres días hasta que nos trasladaron al barco “Norland”. Allí nos tomaron los datos y como me vieron con un brazalete con la Cruz Roja, pensaron que era médico por lo cual a partir de ese momento me decían “dóctor”. Luego de navegar algunos días, llegamos a Uruguay y desde allí, nos trasladaron a la Argentina en un barco Como síntesis de lo sucedido creo que como consecuencia de los duros momentos que pasamos en la guerra, fortaleció la unión del personal que combatimos en la zona de Darwin y Ganso Verde, ya que hasta el día de la - 108 -


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Capítulo V

fecha solemos reunirnos con asiduidad como si fuéramos una gran familia, unidos en un gran sentimiento de solidaridad, ya que si algo negativo le pasa a algún compañero, lo sentimos en carne propia como si nos perjudicara a cada uno de nosotros. También como reflexión final quiero expresar que el hecho de prestar ayuda sanitaria en distintos lugares y desplazarme tanto en camioneta como en helicóptero, me posibilitó, además de contactarme con mucha gente como relaté anteriormente, conocer muchos lugares. En general a las Islas las puedo describir como hermosas y encantadoras. Recuerdo que cuando iba en el helicóptero apreciaba con admiración a las montañas nevadas, al mar transparente con sus aguas agitadas que golpeaban contra los cerros. El terreno de color verde con piedras color blanco y rojizo le da una singular belleza. Las casas y demás construcciones estilo ingles esparcidos en la Isla conformaban un paisaje muy especial. Hoy a los cuarenta y ocho de edad y luego de haber recorrido varios lugares puedo asegurar que no existen lugares tan magníficos y atractivos como los que conocí. Y este lindo recuerdo atenúa en parte los tristes momentos vividos.

Cementerio de Darwin en la actualidad

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Tumba en donde descansan cuatro Argentinos entre ellos los Soldados Santiagueños Héctor Walter Aguirre y Mario Ramón Luna

V SOLDADO “VGM” JUAN ALBERTO VACA “Pasaban a tan baja altura que cuando les pegábamos se sentía un ruido seco como el que produce “un tincazo” en un cartón. Volteamos a varios See Harrier y dos helicópteros Sea King”

EL REGIMIENO 12 DE INFANTERÍA Como de chango era medio “cachafaz” y tomaba las cosas a la ligera, cuando me llegó la citación para hacer el Servicio Militar Obligatorio, me presenté tarde al Distrito Militar y a consecuencia de ello, fui castigado al Regimiento 12 de Infantería “General Arenales”, a pesar de que mi número de sorteo era el 882 por lo cual tendría que haber sido incorporado en la aeronáutica. Por esa picardía, fui a parar a la Unidad Militar que se encontraba en la localidad de Mercedes provincia de Corrientes. - 110 -


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Capítulo V

Al presentarme a ese Regimiento, me destinaron a la Compañía Comando con la especialidad de cocinero, pero antes tuve que cumplir durante tres meses con la instrucción básica en el campo de instrucción, recordando esas largas caminatas con el equipo al completo y las prácticas de tiro. Posteriormente realizamos un ejercicio grande con muchos efectivos de otros regimientos que pertenecían al comando del Segundo Cuerpo que estaba en la ciudad de Rosario. Cuando regresamos del terreno, pasé a prestar servicio en el Rancho de Tropa o cocina. A los pocos días de producirse la recuperación de nuestras Islas Malvinas nos reunieron en la plaza de armas y nos ordenaron prepararnos porque íbamos a un ejercicio de combate. Parte del Regimiento partió en camiones, otras fracciones en avión y a nosotros nos tocó en tren. Luego de un rápido alistamiento, cargamos todos nuestros pertrechos: armamento, municiones, cañones, camiones, etc y enfilamos con rumbo al sur hasta llegar a la localidad de Río Colorado. Desembarcamos todo “El Circo” (así le llamábamos a todos los elementos que llevábamos), los cargamos en los camiones y marchamos en los mismos hasta Comodoro Rivadavia. En esa ciudad nos alojamos en el Regimiento de Infantería 8 hasta el veintidós de abril, fecha en que partimos con rumbo a la localidad de “El Zurdo” que quedaba a 800 Km. más al sur, pero a mitad de camino nos ordenaron regresar a Comodoro. Al llegar, nos estaban esperando varios aviones Hércules C 130 que nos transportaron a Puerto Argentino entre el veinticuatro y veinticinco de abril. Una alegría enorme embriagaba mi corazón “no podía creer que estuviera pisando ese suelo tan querido por todo el pueblo argentino y que por fin recuperadas luego de ciento cincuenta años” Pero el recibimiento no fue del todo cordial, en razón de que el clima era muy duro porque constantemente corrían vientos fríos que nos helaban hasta los huesos, para colmo una llovizna constante mojaban nuestras ropas y equipos. Tampoco pudimos descansar lo suficiente, ya que nos ordenaron armar las carpas en un descampado próximo al mar, pero apenas finalizamos esa tarea, nos ordenaron desarmar todo y partir hacia unas montañas que se encontraban alrededor de Puerto Argentino, tarea que nos llevó toda una noche caminando. Cuando llegamos al Monte Challenger, nos encontramos con efectivos del Regimiento de Infantería 4 de Monte Caseros. En ese lugar permanecimos hasta los primeros días de mayo. Recuerdo y lo tengo inalterable en mi memoria ese famoso “Primero de Mayo” porque se produjo el primer ataque ingles a casi todas las posiciones defensivas de la Isla. Con preocupación veíamos como se nos aproximaba una fragata, que “en un abrir y cerrar de ojos” comenzó a atacarnos con bombas que nos caían - 111 -


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cerca de las posiciones. No sabíamos que hacer porque nos sentíamos impotentes, ya que no teníamos con que tirarles a consecuencia de no contar con armas de largo alcance. Ese ataque nos indujo a mejorar las posiciones defensivas, especialmente aquellas que nos proporcionaban mayor protección contra el fuego de la artillería naval, que nos tuvo a mal traer durante todas las noches que duró el conflicto. Durante los primero días de mayo, el Regimiento comenzó a trasladarse por medio de helicópteros y si la memoria no me falla, mi grupo lo hizo en un helicóptero Chinook entre el ocho o nueve de ese mes. Recuerdo que en momentos en que estábamos en camino, fuimos atacados por un avión See Harrier y gracias a la pericia del piloto, que giró bruscamente hacia la izquierda, evito ser alcanzado por las balas enemigas y a la vez permitió que el apuntador de la ametralladora 12,7, pudiera responder el fuego. Pude ver cuando las municiones de nuestra ametralladora impactaban en el avión enemigo produciéndole serias averías que terminó con una fuerte explosión y la desintegración del mismo en el aire. A consecuencia de ello, el piloto prosiguió su marcha pero a muy baja altura escondiéndose entre los cerros para no ser detectado por el radar de los aviones. Era tal el peligro de ser detectados, que al llegar a destino, tuvimos que tirarnos rápidamente a tierra sin que se asentara el helicóptero para permitirle regresar de inmediato hacia la zona montañosa. Luego de tantas peripecias, de idas y venidas, pudimos llegar a nuestro destino final que era Darwin. Esa zona estaba defendida también por personal de la marina y aeronáutica. Allí me desempeñé como cocinero, pero también como Soldado de Infantería porque hacía todas las actividades que hacia el resto: guardia, preparar las posiciones de defensa, prácticas de tiro, etc. Todos los días, a la hora de cocinar, nos reuníamos los doce cocineros para preparar la comida para todo el Regimiento. Los primeros tiempos no tuvimos inconvenientes porque contábamos con víveres y además porque todos los días carneábamos dos ovejas de los isleños y las “mandábamos” a la olla. Recuerdo que un día se presentaron dos lugareños enojados porque les estábamos comiendo muchos animales. Fueron recibidos por un Capitán, que sin preocuparse demasiado les dijo en forma irónica “duerman tranquilos, que cuando se termine la guerra, les pagaremos todas las ovejas. Mientras tanto vayan anotando en un cuaderno el faltante”. Pero a partir del veinticinco de abril “se puso dura la mano” porque ya no llegaban víveres con tanta asiduidad y porque se nos terminó la “caza” de las ovejas, ya que las mismas fueron trasladadas por sus dueños al otro lado de los campos minados, por donde no podíamos pasar. Nos dábamos vuelta con lo poco que teníamos para poder dar de comer a nuestro personal. - 112 -


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Capítulo V

Hasta ese momento, si bien habíamos recibido ataques de las fragatas durante las noches y de aviones durante algunos días (especialmente en horas de la mañana), no sufrimos bajas por lo cual la moral de los soldados seguía alta y no veíamos el momento de entrar en combate. Presentíamos que prontamente se produciría el desembarco y el ataque del enemigo. En esos momentos, cada uno comienza a preparar su armamento porque sabe que es lo único que lo puede salvar. Allí me di cuenta que mi fusil no funcionaba bien, que no servia para nada al igual que la mayoría de las armas de la Unidad. Menos mal que la Fuerza Aérea nos proveyó veinticinco fusiles nuevos, uno de los cuales pasó a mí poder. A medida de que pasaban los días, los ataques de la aviación enemiga nos asechaba con mayor crudeza. Aparecían de golpe entre los cerros y descargaban sus proyectiles. Les respondíamos con todo lo que teníamos; los efectivos de la Fuerza Aérea y los artilleros del Ejército con cañones antiaéreos y nosotros con “fuego reunido de fusileros”. Pasaban a tan baja altura que cuando les pegábamos se sentía un ruido seco como el que produce “un tincazo” en un cartón. “Volteamos” a varios See Harrier y dos helicópteros Sea King. El día 21 de mayo se produjo el desembarco de los ingleses en San Carlos, chocando con las tropas argentinas que estaban adelantadas. Nosotros estábamos a varios kilómetros de ese lugar. El pirata ingles había hecho pie en nuestras Islas y sabíamos que dentro de poco tiempo el combate de fusileros en nuestro terreno era inminente; “por fin podré estar frente a frente y verles la cara a los ingleses” pensaba en silencio. A partir de ese momento se incrementaron los ataques de los barcos y aviones hacia nuestras posiciones, recuerdo que en unos de esos ataques, nos cayó gran cantidad de bombas destruyendo el sector del rancho de tropa y la totalidad de las carpas de los oficiales. De milagro y gracias a la ayuda de Dios no tuvimos que lamentar bajas, solo algunos heridos con lesiones sin importancia. El día veintisiete de mayo, entramos en combate directo con el enemigo, peleamos durante dos días sin parar, descansando esporádicamente algunas horas o minutos cuando se podía. Las tropas que estaban adelantadas soportaron el primer ataque, pero a consecuencia de la superioridad enemiga, comenzaron a replegarse, quedando nosotros en primera línea de defensa. El ataque a nuestras posiciones fue furibundo, ya que nos acosaban los fusileros, pero a la vez soportábamos al mismo tiempo, los bombardeos de las fragatas y de la aviación. Recuerdo que antes de atacarnos, iluminaron el cielo con bengalas pero solo el sector en donde estábamos nosotros, con lo - 113 -


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cual nos podían ver, pero nosotros no a ellos. Esa noche peleamos por varias horas, hasta que llegó la orden de replegarnos con dirección a Ganso Verde, en donde estaban las otras compañías del Regimiento. Al día siguiente, nos reorganizamos y nos preparamos para afrontar otra embestida junto con gente de la marina y aeronáutica, que también se habían replegado. Ganso Verde es un pueblito pequeño que se encuentra próximo al mar y rodeado por cerros de baja altura. En ese lugar nos agolpamos más de mil efectivos. El enemigo aprovechando el ataque de los barcos que nos tenían a mal traer ese día, nos rodearon, tomando las alturas. A la noche del día veintiocho nos enteramos que los ingleses nos habían intimado a rendirnos, recibiendo una contestación negativa por parte de nuestro jefe, ya que pensábamos que no iban a tirar en razón de que podrían causar bajas a los isleños. Pero ante un nuevo ataque de la artillería enemiga, el Teniente Coronel Piaggi junto al jefe de los efectivos de la Fuerza Aérea, decidieron rendirse a los efectos de evitar una masacre innecesaria. Con respecto a esta decisión de mi jefe de Regimiento, creo conveniente transcribir una nota por él publicada en El Eternauta en donde describe con mayor precisión los motivos: “La aptitud combativa del personal de la Fuerza de tareas “Mercedes” superó todas mis expectativas respecto de la capacidad de resistencia de la posición”, afirma el teniente coronel Italo Piaggi, jefe del Regimiento 12 de Infantería “General Arenales”, unidad que constituía el núcleo de la defensa de la zona de Darwin – Pradera del Ganso, en el extremo occidental de la isla Soledad. Ese combate, que se desarrolló durante 48 horas entre el 27 y 29 de mayo fue primero de orden terrestre de la campaña y tuvo profundos efectos sobre la continuación de las operaciones y el desenlace de la guerra. “Ateniéndome en forma directa a la capacidad relacionada con los medios disponibles –explica el jefe militar- y como ya había apreciado en el curso de la campaña, antes de entrar en combate, los ingleses estaban prácticamente en aptitud de “pasarnos por encima”. “Es decir, la resistencia ofrecida por la guarnición estaba directamente en relación con la capacidad de combate del personal. En función de los medios, nos tenían que aplastar en menos de 24 horas”, señala terminantemente. “De cualquier manera yo sabía que, aunque efectivamente la aptitud combativa de la tropa podía oponer resistencia, ésta no sería la suficiente para detener en forma definitiva un ataque a la guarnición. A la larga íbamos a ceder, en mayor o menor tiempo. Y sobre todo si Puerto Argentino perdía la capacidad de reforzarme en tiempo y forma”. - 114 -


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Capítulo V

Esta sería, en muy apretado resumen, la apreciación del teniente coronel Piaggi sobre una de las fases más dramáticas y decisivas de la campaña que lo tuvo como principal protagonista. Su relato –con una serenidad adquirida seguramente por el paso del tiempo y las múltiples pruebas sufridas- gira esencialmente en torno de las carencias esenciales de medios y equipamiento que aquejaron desde el principio a una fuerza prevista como “reserva estratégica” de Puerto Argentino, pero que debió sufrir el primer embate de los efectivos británicos. El RI 12 era el núcleo principal de la Fuerza de Tareas “Mercedes” constituida además por la compañía “C” del Regimiento 25 de Infantería; una batería disminuida del Grupo Aerotransportado 4 de Córdoba y un grupo de la compañía de Ingenieros 9. Hay que hacer la salvedad que la sección apoyo con armas pesadas de la compañía “C” estaba retenida en Puerto Argentino, lo que se completó con una sección de tiradores de la compañía “C” del Regimiento 8 de Infantería de Comodoro Rivadavia. El teniente coronel Piaggi señala que el 12 de Infantería –que desde que salió de asiento en Mercedes, Corrientes y había debido sufrir una serie de desplazamientos en la región patagónica- cruzó a las islas el 24 de abril sólo con el equipo individual, con “armamento de desfile”. “Es decir con el armamento que va con el hombre, su uniforme, su fusil FAL, su pistola y la dotación de munición que corresponde al combate individual. Todo el resto que hace de un cuadro de efectivos un regimiento de combate fue embarcado en el buque “Córdoba”, en Puerto Deseado. Allí en ocho contenedores se encontraba todo el material pesado, todas las armas de apoyo, las cuotas de munición que correspondían, todo el material de arsenales para el combate, todo lo de intendencia y sanidad. “Ese problema no se pudo solucionar, porque la nave no llegó a las islas. Es decir que el equipamiento completo de mi regimiento quedó en el continente.” El contacto con el enemigo se estableció el 27 de mayo a mediodía, con ataques de artillería y el choque de una sección adelantada al noroeste de la posición. Quedaban así disipadas las dudas sobre la prioridad en materia de objetivos que se había fijado al mando británico. “Aparentemente –dice el ex jefe del 12 de Infantería- Puerto Argentino consideraba que, en función del cumplimiento del plan de campaña, la defensa del objetivo político era esencial y no previó la posibilidad de que su reserva estratégica operacional fuese la primera batida por el enemigo.” El combate cruento, con todos los fuegos se extendió hasta la noche del 28 al 29 de mayo y todo indicaba que el enemigo se preparaba para el ataque final en las primeras horas del día. - 115 -


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Una decisión Personal “La iniciativa de parlamentar es mía”, señala el teniente coronel Italo Piaggi. “Mi apreciación de situación me llevaba a considerar que no teníamos ninguna posibilidad Rentable de continuar combatiendo, de combatir para algo. Y eso resulta no solamente de la evolución de la situación, sino de una comunicación con mi comandante de brigada en Puerto Argentino, el general Omar Parada, a quien requerí una información esencial para la continuación de las operaciones: si el comando tenía algo previsto para revertir la situación de Darwin. En caso contrario, si la continuación de la resistencia de mi guarnición servía para algo, por ejemplo si se lanzaba un ataque desde Puerto Argentino contra la cabeza de playa en San Carlos. En ese caso la resistencia de Darwin aferraría a las fuerzas británicas que atacaban allí, lo que aliviaría una posible presión sobre el flanco de una operación de aquel tipo. Necesitaba saber si el aniquilamiento de la Fuerza de Tareas “Mercedes” servía para algo. Se me contestó que no había nada previsto en materia de refuerzos o una operación contra el grueso de las fuerzas británicas. Esa radio conversación es lo que me lleva a tomar la iniciativa y a asumir la total responsabilidad del cese del fuego en la guarnición En esos momentos la posición ocupaba un perímetro de 1200m. de largo por 300 de ancho que podía ser prácticamente pulverizada por los fuegos terrestres, navales y aéreos del enemigo. Las bajas totales (muertos, heridos, fracciones cercadas o que se habían rendido) se sumaban al estado sicofísico del personal que era de regular a malo. “Aquí comienza a pesar el problema personal del combatiente que está capacitado para luchar hasta perder la vida”, señala Piaggi. “Y el contrapeso que implica es decidir sobre la vida o la muerte de los hombres que están a sus órdenes y que deben ser empeñados en combate sin una razón suficiente. Tenía que decidir por sí o por no el sacrificio de mis hombres sin razón justificada.” Continuando con mi relato, quedé sorprendido por el buen trato de los ingleses hacia nosotros mientras nos tenían prisioneros. Recuerdo que a nuestros heridos, los llevaban a un barco hospital en donde los operaban, y a los que tenían lesiones leves los curaban en el galpón en donde quedamos alojados. En San Carlos, continué ejerciendo con mi oficio de cocinero, siempre custodiado por los Gurkas que se distinguían, además de sus rasgos asiáti- 116 -


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Capítulo V

cos, por ser de baja estatura y portar un cuchillo de grandes dimensiones y curvo. Al finalizar la guerra nos llevaron a Uruguay y de allí a Buenos Aires en barco. Apenas llegamos, fuimos trasladados a los cuarteles de Campo de Mayo, en donde tuvimos un buen recibimiento; nos dieron comidas en forma abundante, gaseosas, nos proveyeron ropa nueva y pudimos bañarnos. Desgraciadamente me dejaron internado durante dos semanas a consecuencia de una afección que me provocó la onda expansiva de una bomba que me cayó cerca, la que me elevó por los aires golpeándome la cabeza con una piedra al desplomarme. En ese bombardeo, quedaron heridos dos sargentos, un cabo y dos soldados. Gracias a Dios pude restablecerme justo a tiempo para regresar con el resto de los soldados a Mercedes en donde, luego de cumplir con los tramites habituales, nos firmaron la baja y pude volver a mi Santiago haciendo “dedo” porque no nos dieron pasajes de regreso. “Por último quiero expresar que me siento orgulloso de haber sido participe de esa gesta tan importante para nuestro país. Desgraciadamente no pudimos imponernos a la superioridad militar de un país poderoso, pero estoy convencido que hicimos lo que pudimos y dimos lo mejor de nosotros. Las imágenes de la guerra: el frío, la ansiedad, el miedo, el ruido de las bombas que nos caían cerca, los aviones y los helicópteros acosando nuestras posiciones, los gritos, los compañeros muertos y heridos jamás se borrarán de mi memoria y forman un conjunto de recuerdos que estarán presentes hasta el final de mis días”.

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Pradera del Ganso o Ganso Verde lugar en donde se libraron los Ăşltimos combates

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CAPÍTULO VI

LOS PATRICIOS DE BUENOS AYRES EN DEFENSA DE LA PATRIA (1806 -1807-1982)



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Capítulo VI

LOS PATRICIOS DE BUENOS AYRES EN LA DEFENSA DE LA PATRIA (1806 -1807-1982)

EL REGIMIENTO DE INFANTERÍA 1 “PATRICIOS “ES EL DECANO DE LA INFANTERÍA ARGENTINA. NACIÓ ANTES QUE LA PATRIA MISMA. CUANDO LA AMENAZA DE LOS INGLESES AL PUERTO DE BUENOS AYRES, ALLÁ POR 1806 SE HACÍA INMINENTE (*), EL VIRREINATO DEL RÍO DE LA PLATA, DECIDIÓ REFORZAR LAS FUERZAS ESPAÑOLAS EXISTENTES, Y MOTORIZÓ LA CREACIÓN DEL REGIMIENTO DE REFERENCIA. SU PRIMER JEFE FUE EL CNL DON CORNELIO SAAVEDRA, Y VIO LA LUZ UN LUNES 15 DE MAYO DE ESE AÑO. DESDE ENTONCES JALONÓ EL DERROTERO DEL EJERCITO ARGENTINO JUNTO AL CÉLEBRE REGIMIENTO DE GRANADEROS A CABALLO, CREADO POR EL TCNL DON JOSÉ DE SAN MARTÍN – AL ARRIBO A ÉSTAS TIERRAS EN 1811. POR ELLO ENCUENTRA EXPLICACIÓN QUE POSTERIOR A LA RECUPERACIÓN DE LAS ISLAS MALVINAS (02 ABR 1982), EL JEFE DE PATRICIOS – CORONEL LUIS HORACIO LATEGANA -, AL VER QUE EN LA ORGANIZACIÓN PARA EL COMBATE DE LA FUERZA EJERCITO QUE CRUZARÍA A MALVINAS NO CONTEMPLABA A LOS “PATRICIOS”, CONCURRIERA PERSONALMENTE A VER AL MISMO TENIENTE GENERAL LEOPOLDO FORTUNATO GALTIERI, Y LE PIDIERA RESPETUOSAMENTE QUE EL REGIMIENTO DE INFANTERÍA 1 “PATRICIOS” NO PODÍA NO ESTAR PRESENTE EN TAMAÑA GESTA. GALTIERI ACCEDIÓ. Y ENTONCES, COMENZARON LOS PREPARATIVOS PARA IR A LA GUERRA. I

TENIENTE CORONEL (R) “VGM” VICTOR MANUEL MALDONADO El sector a atravesar hasta la posición de bloqueo de referencia, estaba siendo sometido a un intenso bombardeo terrestre desde las alturas del Cerro Dos Hermanas, cruzarlo fue un suplicio, creo que todos no cesábamos de rezar, pidiendo a Dios no ser víctimas de una bomba sin tener la oportunidad de combatir!! LA COMPAÑÍA “A” El RI 1 (Regimiento de Infantería 1) “PATRICIOS” se encontraba en pleno Subperíodo Básico en CAMPO DE MAYO, con la clase 1963. - 121 -


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Los oficiales que salieron franco (entre ellos el Teniente Primero Ricardo Ferrer) nos despertaron, a quienes habíamos quedado como oficiales de turno en el vivac, con la noticia de los diarios sobre la recuperación de las ISLAS MALVINAS. El Oficial de Operaciones Mayor Muzzio, a cargo del vivac, ordenó que se preparara un copetín al mediodía para brindar con los oficiales por semejante acontecimiento. El 05 Abr 82 mi Jefe de Compañía, Capitán Pascualetti, recibe la orden de bajar al cuartel para recibir una orden del Jefe del RI 1 “PATRICIOS”, Coronel D Luis Horacio Lategana. A su regreso nos cuenta que fue designado Jefe de la Compañía que partiría a las Islas Malvinas, y que la misma se conformaría sobre la base de la nuestra –la Compañía A “Buenos Ayres”–, y sus Jefes de Sección serían los siguientes oficiales: el suscripto, Jefe de la Primera Sección, Teniente Primero D Víctor Manuel Segundo Maldonado; Jefe de la Segunda Sección, Teniente D Ricardo Ferrer; Jefe de la Tercera Sección, Teniente D Víctor Herrero y Jefe de la Sección Apoyo, Teniente Primero D José Luis Catenatti. Al respecto, el Capitán Pascualetti y los Tte.(s) 1ro Catenatti y el suscripto estuvimos a órdenes del Coronel Lategana en el Regimiento de Infantería 25 –con asiento en Sarmiento, Chubut–, y excepto Catenatti que se había ido de pase a fines de 1976, participamos con el Regimiento a órdenes del mencionado jefe (entonces Teniente Coronel), en el conflicto con CHILE en 1978. El 07 Abr 82 al medio día sale de licencia de Semana Santa la Tropa (Desde Jue 08 / Dom 11 Abr). El personal de cuadros tiene que cumplir turnos por acuartelamiento, 50% en el vivac de Campo de Mayo y el otro 50 % en el cuartel. El 08 Abr 82 los diarios hablan de la partida de la ROYAL NAVY hacia el ATLANTICO SUD. Se anuncia la venida del General Alexander Haig a la Argentina para el próximo sábado 10 de abril. El 10 Abr 82 Varios oficiales, libres de servicio, ( yo salgo de turno) concurrimos a ver la concentración anunciada –desde temprano– por los MCS (medios de comunicación social) a la Plaza de Mayo por la venida de Haig. El motivo es mostrar al mundo (y a Haig) que los argentinos estamos unidos y contentos de haber reconquistado nuestras Islas Malvinas. Fui con mi esposa e hijos, la más chiquita Florencia en cochecito. Era un día muy especial y un motivo también especial, que invitaba a concurrir y gritar hasta quedarse - 122 -


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Capítulo VI

afónico ¡¡Argentina, Argentina!!! De acuerdo a la radio (que informaba a cada instante) ya casi era imposible llegar a la Plaza de Mayo, había millares de personas concentradas desde la noche anterior; estacioné el auto en la playa del Estado Mayor General del Ejército (Azopardo 250) y nos dirigimos hacia la misma. Observábamos todo desde la explanada del Ministerio de Economía – al costado de la Casa Rosada -; en determinado momento dado sentí - por imitación - la tentación de registrar con mi filmadora súper 8mm, ese hecho que me ponía la piel de gallina, lo hice trepado a un carro de bomberos estacionado en la esquina de Balcarce e Irigoyen. Daba la impresión que los 27.000.000 de habitantes estaban saltando, vitoreando y gritando en esta histórica Plaza de Mayo. De regreso de la Plaza – siendo aproximadamente las 1400Hs -, y próximo a ingresar a mi domicilio, veo aproximarse al Teniente Herrero en su automóvil, mientras me hace señas para que me acerque. Casi con nerviosismo y excitación, me dice: Jefe esta noche, a las 21:00hs, salimos para MALVINAS y debe, a la brevedad, regresar al cuartel. Con total naturalidad, una vez que se retira Herrero, le comento la noticia a mi esposa. Ya en mi hogar -el Piso 7mo - Dpto. “711” de la calle Arce Nº 620 del Barrio de Belgrano (Barrio Militar )-, preparé todo con calma –fiel a la premisa Napoleónica de : “Vísteme despacio, que estoy apurado”–. Nada debía faltar –por similitud a la Movilización por el Conflicto del Beagle, con Chile de 1978–, todo tendría que ir en bolsistas de nylon para aislarla de la humedad: ropa interior, elementos de aseo, de costura, botiquín personal: Sertal, Aspirinas, Estreptocarbo Caftiazol, Curitas, Piocidex, Untisal, Gotas Oftálmicas, Lidil, Pancreoflat; tijera, bufanda, fotos de familia, papel para cartas y sobres, pilas chicas, máquina de fotos, flash y rollos, cortaplumas, etc., etc. Cuando todo estuvo listo dentro de mi bolsa de paracaídas, tomé una ducha (como presintiendo que en mucho tiempo no me bañaría) y dediqué el tiempo necesario para hablarle a mi amada esposa; y explicarle –a pesar de su angustia– que para mi era un orgullo como militar, que me hubieran seleccionado para integrar la única compañía de ese glorioso Regimiento que después de 1806 / 07 (1ra y 2da Invasiones Inglesas) volvía ahora - ciento setenta y cinco años después -,en esta gesta, a partir, dispuesto a recuperarlas; dejarle instrucciones, y por sobre todo “despedirme” de ella - Georgina -, como sólo saben hacerlo los esposos que se aman y que, ante la incertidumbre de la partida a la guerra, desconocen cuándo, cómo y si realmente habrá un regreso. Besé a mis tres pequeños que, fatigados del trajín de la Plaza de Mayo, dormían como ángeles que los eran. Besé nuevamente a Geo y partí raudamente al cuartel – le expresé a mi esposa que me llevaría el auto y las - 123 -


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llaves las dejaría en un sobre al Jefe de Guardia, para que ella fuera a retirarlo en la primera oportunidad -; ansioso por llegar y con la mente llena de pensamientos inexplicables para quienes desconocen como es eso de que “Cuando el clarín de la Patria llama... hasta el llanto de la madre calla”. Eran las 1630 Hs y comenzaban a presentarse los soldados de la clase 1962 que fueron convocados mediante el plan de llamada. Hay pujas y discusiones entre ellos para “no quedar afuera”; todos quieren anotarse, ergo integrar las listas, todos quieren ir y volver como héroes. En ese ínterin ordené a un soldado de mí compañía que llamara al soldado Morón, mi estafeta, que se encontraba de franco. Pertenecía a la Clase 1962 y aún no se había ido de baja, lo haría una vez que terminara la instrucción de la Clase nueva (1963), es decir en la última baja. Se actualizaban las listas del rol de combate, se entregaba equipo existente en el depósito de intendencia de la compañía, mientras se concurría al Depósito Central de Intendencia para el completamiento del equipo de campaña. El 11 Abr 82 a las 0300 Hs, se termina de entregar armamento al último soldado de la Compañía. La tropa quedó en descanso y los cuadros estamos autorizados a retirarnos a nuestros domicilios hasta las 0800 Hs del día siguiente. A las 0830 Hs se comenzó nuevamente con el equipamiento de la tropa y cuadros. Se proveyeron los gabanes de duvét, modelo israelí. Se tenía previsto que ese día partiríamos a Malvinas, en horario a confirmar y cada jefe de sección trabajó con la suya respectiva. Se procedió a sacar novedades de armamento, realmente surgen muchas novedades al respecto. Las restantes compañías del regimiento, recibieron la orden de apoyar a la nuestra - Compañía “A” “ISLAS MALVINAS”-, sobre todo para solucionarnos las novedades detectadas, de arsenales; pero..... como ninguna descartaba que a posteriori tuviera que cumplir similar misión trataban, en un egoísmo propio de estas situaciones, de no desprenderse del mejor armamento que poseían. Conclusión: nos dieron lo peor. El depósito central de arsenales tenía orden del Segundo Jefe de Regimiento, de no proveer el armamento nuevo, que allí se almacenaba, puesto que estaba reservado para casos de Movilización (¿!!?). 1 1 En Malvinas nos acordábamos de esta orden absurda, cuando veíamos las novedades en los fusiles y el tiempo que le llevaba a los armeros ponerlos en condiciones mas aún cuando no había armamento de recambio y uno tenía que desprenderse del único que

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Capítulo VI

Otra novedad de la provisión de equipo especial, fueron las antiparras, para la nieve y el viento (en 1978 – Conflicto del Beagle - no las teníamos). El grupo Finanzas del Regimiento, nos hizo saber al personal de cuadros, que deberíamos pasar por sus oficinas a fin de dejar confeccionadas las respectivas declaraciones juradas donde se especificaría el porcentaje de sueldo que cada uno optaría por recibir en el Teatro de Operaciones y el que dejaría para que cobre el familiar directo, designado. Esto fue tomado, por casi todos los involucrados con cierta ligereza, quizás por la falta de experiencia en estas circunstancias, por ignorancia, o por un exacerbado triunfalismo.2 Las noticias de último momento nos indican que hoy tampoco se produciría la partida hacia el TOAS, por ende se determinó dar al personal franco hasta el otro día a las 0830 Hs. El 12 Abr 82 se continúa con el equipamiento en detalle y se reparten cigarrillos y manteca de cacao que hizo comprar el regimiento. Este último producto se encontraba envasado en cajas de cartón con su típico envoltorio de papel satinado y de tamaño reducido similar a una golosina; pues de eso precisamente pensé que se trataba cuando por curiosidad y hambre decidí probar uno. Imaginar mi reacción, escupiendo esa porquería y blasfemando, no está muy alejada de los mejores “bloopers de la historia”, registrados. Siendo las 2000Hs, se recibe un llamado de la localidad de Mercedes, (Prov. de Buenos Aires), asiento del Regimiento de Infantería Mecanizado 6 “GRL VIAMONTE”, que nos confirma la salida a partir de mañana y en forma fraccionada con destino a las ISLAS MALVINAS (la Ca “A” Islas Malvinas esta-

poseía - en plena guerra- , mientras estaba en reparación. 2 La realidad nos demostró que deberíamos haber dejado a cobrar por nuestra familia el ciento por ciento de nuestros haberes, ya que así se dio, pues en las Islas nunca pudieron pagarnos y tampoco nos hubiera servido demasiado el dinero (ya que el Gobernador Militar de las Islas - Grl Menéndez-, prohibió comprar en los negocios de los Kelpers, los pesos argentinos no eran aceptados, excepto en el mercado negro que pronto tomó forma). El “Mercado Negro”, básicamente lo instaló “la necesidad/demanda” y lo instrumentó la oportunidad, en donde no fue ajeno algún personal civil que fue a cubrir puestos en organismos del estado: ENTEL (Telecomunicaciones), ENCOTEL (Correo), etc. Dado que sólo ellos podían ingresar a los shop de los kelpers y hacer de nexos o intermediarios entre las necesidades de pocos, y el consumismo exacerbado de muchos. En realidad lo que más demandaban eran cigarrillos y golosinas. En esto, para los Patricios –el periodista Nicolás Kazanzew- fue un real amigo. Gracias a él pude tener reservas estratégicas de Habanos. Y qué bien nos vino, una vez prisioneros, para hacer ruedas de fumata estilo indio e ir estirándolos lo mas que se podía -; aún conservo mi encendedor “carusita” – made in Austria, que fuera parte de esa compra.

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ba previsto que completara el Cuadro de Organización de esa Unidad como la Compañía “C”, faltante). En el Primer Escalón iría la 2da Sección., la Sección. Apoyo y el 50% de la 3ra Sección.; y en el Segundo Escalón el 50% restante de la 3ra Sec., la 1ra Sec. y el Pelotón Comando de Compañía. La tropa recibe visitas y los cuadros estamos autorizados a retirarnos a nuestros domicilios hasta mañana. El 13 Abr 82 - martes -, tenemos prevista la salida definitiva hacia el TOAS. (Teatro de Operaciones del Atlántico Sur) Desde temprano se ultiman detalles para dejar la Compañía clausurada hasta “nuestro regreso”. El personal que parte en el Primer Escalón recibe una colación reforzada a las 1100 Hs, consistente en café con leche y dos sándwich, uno de milanesa, y otro de queso y dulce A las 1200 Hs se realiza una formación de despedida en la Plaza de Armas del Regimiento; concurrimos la Compañía A “ ISLAS MALVINAS” al completo y el Destacamento que se formó en el Regimiento sobre la base de la Compañía Comando y Servicio, dado que el resto de la unidad, continuaba en instrucción en Campo de Mayo Luego de las palabras de despedida del Sr. Jefe de Unidad, se procede a cantar la canción del regimiento: “El Uno Grande”. Tras despedirnos, la Jefatura y la Plana Mayor, proceden a hacerlo con el personal que embarca. A las 1230 Hs parte el Primer Escalón de la Ca A “ISLAS MALVINAS”. El cuartel de Patricios (Av. Bullrich 485 - en Palermo - Capital Federal) está lleno de periodistas. En un apartado, el característico Sargento Ayudante Miguel Saraza entrega por propia iniciativa una Bandera Nacional y una Galera de Patricios, al periodista José Gómez Fuentes de ATC (Argentina Televisora Color), conocido de aquél.3 A las 1730 Hs partimos con el segundo escalón de la compañía, el regimiento continúa colmado de periodistas que incursionan imprevistamente. Se observan reporteros del Diario Popular, cámaras y noteros de ATC. La columna de transporte, fue seguida hasta aproximadamente el Acceso Norte, por gran cantidad de familiares de conscriptos en sus vehículos particulares quienes nos acompañaban con vítores y bocinas, a los que se fueron agregando ocasionales automovilistas. A las 1830 Hs se arriba a la Base Aérea de El PALOMAR. 3 Esta fue la famosa galera que en un descuido del Jefe de Regimiento en Malvinas –a fines de mayo–, Zarasa se la entregó al Grl Menéndez. Terminada la guerra, los ingleses se la apropiaron y los medios del mundo titularon: La galera de Menéndez.

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Capítulo VI

Comienza la carga del Boeing 707 “Tango 01” que nos llevaría en principio hasta Rio Gallegos. Compartimos el vuelo con la Ca Ing 10 al completo. A las 2115 Hs partimos rumbo a Rio Gallegos. Íbamos sentados en el suelo del avión, ya que para maximizar su capacidad y –evitar deterioros–, se le habían extraído sus asientos. El 14 Abr 82ª las 0015 Hs arribamos a Rio Gallegos, sopla fuerte el viento y hace un intenso frío. Descendemos con los bultos haciendo formar a la tropa a un costado de la pista, en donde se haya una cocina de campaña distribuyendo mate cocido caliente y un sándwich de mortadela y queso, al personal. Allí recibimos la orden de que embarcáramos fraccionados, un escalón lo haría a las 0200 Hs y el otro hora y media mas tarde. Esto –a prima facie– significaba que nuestra compañía iría fraccionada. El Capitán gestionó que al menos el fraccionamiento fuese orgánico y así fue. Habiendo conseguido ello, afortunadamente, el segundo escalón pudo embarcar. Nos trasladó un Focker F 27 bajo una gran tensión, puesto que teníamos un horario establecido para el uso del corredor aéreo. A las 0320 Hs arribamos al Aeropuerto de Puerto Argentino. Allí nos esperaba el Tte. 1ro Cattenati y el Tte. Herrero – habían viajado en el primer escalón -, quienes nos aconsejaron ejercer un control estricto en el desembarco del equipo para no ser víctimas de actos de pillaje de tropas que ya acantonaban en las inmediaciones del aeropuerto (en su mayoría del Regimiento de Infantería 25). Nos guiaron hasta un sector a 300 m de ese lugar en donde se encontraba el personal del Primer Escalón y era el lugar designado para vivaquear esa noche. Vivaqueamos a la intemperie. Por suerte las condiciones meteorológicas de esa noche lo hicieron posible, dado que la humedad reinante, atemperaba el frío imaginado. A las 08:15 Hs lo mandan a llamar al Capitan. Pasqualetti, el Teniente Coronel Halperín Jefe del R I Mec 6 (Regimiento de Infantería Mecanizado 6) “ General Viamonte” de Mercedes, para impartirle una orden. A su regreso comenta que estuvimos a punto de ser enviados a Darwin, en donde necesitaban una compañía. Terminó yendo el Teniente Primero Esteban del RI 25. Queríamos ser protagonistas y estar en donde las papas quemaran, y no aislados mirando la película!! A las 0900 Hs nos ordenan marchar a 4km de distancia, sobre el camino que une el aeropuerto y la ciudad de Puerto Argentino, a un costado del - 127 -


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camino sobre las orillas de una ensenada y en donde se hallaban dos barcos semihundidos, al parecer desde hacía muchos años.

La marcha fue dura, pues nos sorprendió la lluvia, nos pusimos de inmediato los ponchos impermeables pero el intenso viento nos frenaba de sobremanera, sumado a la capa - poncho que se volaba e impedía la locomoción. Durante el trayecto nos cruzamos con el General Mario Benjamín Menéndez, que se desplazaba en un Jeep Mercedes Benz, saludando a la tropa en movimiento. Llegamos al lugar designado, allí el Jefe de Regimiento nos indicó el lugar para establecer el vivac. En dichas circunstancia me ordenaron marchar con mi Sección a buscar el resto del material al Aeropuerto. El cansancio de la tropa comenzaba a manifestarse, llevábamos pocas horas dormidas; la tensión de lo desconocido más las inclemencias climatológicas acentuaban nuestros padecimientos. Una vez en el Aeropuerto, procuré conseguir algún camión que me facilitara el transporte de los elementos en medio del temporal. Gracias a Dios conseguimos, a cambio de empujar dos camiones del Regimiento 25 empantanados (eran los únicos que disponían de vehículos, por ser los primeros efectivos del Ejército en arribar a las Islas) que nos acercaran a nuestro vivac. Un pequeño grupo y yo, lo hicimos en un camión de la Fuerza Aérea que conducido por un Mayor, al hacerle “dedo” paró y nos cargó los bultos y equipos, realmente fue un día difícil. Racionamos sándwich de queso y dulce y coca cola en latas. El Capitán Pascualetti dado el estado de mi vestuario, completamente mojado, por esa noche me permitió dormir en el búnker 4. El 15 Abr 82, siendo las 0200 Hs: Vinieron un Mayor apellidado Banetta y un Capitán Quinteiro - ambos de la Brigada de Infantería Xma -, para solicitar una sección de hombres para brindar seguridad en el Cuartel de los ROYAL MARINES (en Moddy Brook), donde se había instalado el Puesto Comando de aquella. Demoré bastante en equiparme, ya que debí arroparme lo suficiente como para afrontar el intenso frío que hacía - y , la verdad, 4 En el búnker sólo descansarían el J Ca, y el pelotón Comando de compañía; el resto de los jefes de secciones lo harían con las suyas respectivas, en carpa. Simultáneamente vino la orden de que el Tte. Ferrer y el Tte. Herrero con sus Secciones respectivas, la 2da y la 3ra, tenían que agregarse al RI 25 del Tcnl Mohamed Ali Seineldin, por lo que sólo quedamos de la Compañía “PATRICIOS” la Sección Apoyo a órdenes del Tte. 1ro Catenatti y la 1ra Sección a órdenes mías.

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Capítulo VI

interpretaba que era algo injusto mi designación, con todo el trajín de lo vivido durante la jornada -, habiendo otros que seguirían descansando. Como consecuencia de ello, mi ofuscación, y sumado a la intensa oscuridad sufrí una involuntaria desorientación que me impedía ubicar a mi sección. Por ese motivo apelé al uso de mi linterna, lo que sumado a mi demora por los hechos expuestos precedentemente, motivaron una reacción violenta por parte de quien impacientemente esperaba que reuniera rápidamente mi gente para cumplir con la misión asignada. El Mayor Banetta comenzó a gritarme, apurándome y ordenando que apagara la linterna por cuanto los ingleses estaban cerca (¡¡¡!!!). Esta situación estuvo a punto de transformarse en una falta disciplinaria por mi reacción, de no ser por la intervención morigeradora del Capitán Quinteiro. Esa madrugada era completamente oscura, y como no se podía hacer fuego ni encender linternas, había resultado dificultoso encontrar las carpas de mi sección, en ese terreno desconocido. Mis pobres soldados tardaron otro tanto en vestirse con la ropa semimojada y marchar a formar, para dirigirnos a Moddy Brook. Una vez en los camiones comenzamos a avanzar en dirección al Comando de la X Brigada, para ello atravesamos todo el pueblo que estaba con las luces encendidas, por lo que pudimos ver por primera vez al famoso Puerto Stanley, ahora rebautizado Puerto Argentino. Ya en el cuartel de los Marines me dieron los sectores de observación y fuego e instalé la seguridad a los 360°. En el lugar descubrimos una máquina de hacer café la que aprovechamos para distribuir entre toda la tropa y cuadros, para reanimarnos del frío. El 16 Abr 82 a las 0800 Hs: Levanté la guardia, según me habían ordenado. Luego de un desayuno medio frío (mate cocido con leche) nos pusieron dos camiones para llevarnos nuevamente al búnker. Previo a la partida, tuvimos tiempo de explorar la zona e incrementar la curiosidad de lo que se comentaba estaba guardado bajo candado, en un hangar: equipo, material bélico y “revistas pornográficas” pertenecientes a los ingleses que defendían las islas, antes del 02 de abril. Una vez en nuestro vivac-acantonamiento, dormimos unas 4hs y al despertar le distribuimos a los soldados raciones frías y latas de coca - cola. A las 1630 Hs: El Jefe de Compañía ordena una reunión. Nos comunica que al otro día romperíamos la marcha en dirección al pueblo y una vez en el lugar nos impartirían órdenes para instalarnos en un nuevo sector de responsabilidad. - 129 -


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El 17 ABR 82 a las 0630 Hs: Batimos carpas. A las 1000 Hs: Iniciamos la marcha. El trayecto a recorrer era aproximadamente de 5 Km., que, con los bultos a cuestas se nos hicieron unos 75Kms. Unos 1000 metros antes de llegar a la entrada del pueblo (Pto. Argentino) se nos ordenó detener la marcha, ese sector tenía como característica varias torres de antenas de alta tensión. Allí calentamos algunas latas que nos quedaban del día anterior y racionamos sin agua. A las 1400 Hs le ordenan al Capitán Pascualetti adelantarse para recibir una orden. A las 1530 Hs, regresa el Jefe de Compañía en un Jeep M Benz, conducido por un Vicecomodoro de apellido Correa. El Capitán me ordena que lo acompañe para hacer unos reconocimientos y nos dirigimos hacia el Aeropuerto. Una vez allí efectuamos los estudios para establecer el nuevo sector de emplazamiento de la Compañía. En dicha circunstancia tuve la inmensa alegría de reconocer un compañero de la Fza Aérea, el 1er Teniente. Espadano, del GOE (Grupo de Operaciones Especiales). Al cabo de dos horas regresamos al lugar donde se encontraba el resto de la Compañía y emprendimos de nuevo el regreso al sector de búnkers. Esta vez lo hacemos separados del Regimiento de Infantería Mecanizado 6. Ante las distintas situaciones vividas (marchas y contramarchas), el Capitán creyó conveniente reunir a la gente y arengarla para levantar el espíritu. Es por ello que en pos de esa noble intención, nos dice que a partir de ese momento dejaríamos de andar deambulando y que ya teníamos una misión específica. (¡¡¡!!!) Las dos Secciones, 1ra y Apoyo, integraríamos la Fuerza de Tareas “CORREA” que defendería el Aeropuerto con parte del Regimiento de Infantería 25. Se consideraba éste sector como el más rentable de la isla para el enemigo. Esa noche dormimos todos en los búnkers, calientes, secos y con una buena ración fría de refuerzo que consistió en una generosa porción de queso y mortadela, galletitas, queso y dulce de batata y una lata de COCACOLA, por hombre. En el interior de dicho lugar dejamos inscripciones como testimonio de nuestro paso por allí. El 18 Abr 82 alistamos la Compañía y nos dirigimos al Aeropuerto, esta vez por suerte contamos con vehículos prestados para el transporte de los bultos. La marcha fue corta y ya en el objetivo, el Vicecomodoro Correa nos indica el lugar de posiciones. La 1ra Sección y Sección Apoyo estarían encuadradas entre dos secciones de Fuerza Aérea a órdenes de un Teniente y un 1er Teniente, respectivamente. El lugar de posiciones es una extensa playa lineal con médanos ubicada en el sector norte del Aeropuerto. - 130 -


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Capítulo VI

Instalamos a cubierto de unos médanos bastante elevados dos carpas de sección y una comando hasta que estuvieran listas las posiciones. Aquí, nos llamó la atención después de reconocer el lugar las posiciones de la Fuerza Aérea eran realmente Bunkers enterrados en la arena (imposibles de detectarlos a simple vista). Poseían la ventaja de que muchos habían llegado en la ”Operación Rosario”, y por ende habían sabido capitalizar la existencia en el lugar de máquinas de ingenieros (palas mecánicas, excavadoras) que le habían permitido, para envidia nuestra, tener hasta cocinas a garrafas (llevadas en sus aviones) bibliotecas con revistas de actualidad: 7 Días, Gente, Somos, etc); diarios de Bs. As: Nación, Prensa, Clarín, Diario Popular, etc; abundante víveres; mesas hechas con tablones; bolsas plásticas rellenas de arena; etc. (¡¡qué mal vivían los pobres!!). A las 1630 Hs estuvimos instalados. No hubo almuerzo, ordené abrir una lata de dulce de batata y galletitas para toda la sección. A las 2100 Hs recién a estas horas llegó la cena, era la primera comida caliente que recibíamos desde que pisamos las Islas. La ración consistió en guiso de arroz con pollo, también ¡después de casi cinco días tomamos por primera vez agua, agua, agua! A partir de esta situación aprendimos a valorar el agua; que no es reemplazable por ninguna otra bebida, por más rica que sea. Se montó un sistema de seguridad y se procedió al descanso. El 19 Abr 82 a las 0730 Hs: Diana. A los que tenían agua aún, se les repartió leche en polvo para que desayunaran. Luego, y de inmediato, comenzamos con la tarea de señalizar la posición para su posterior construcción. El frente era amplio y necesariamente se tuvieron que dejar espacios cubiertos con fuego. El almuerzo por fallas en la coordinación con la gente de la Fuerza Aérea no llegó, tuvimos que repartir una porción de queso y dulce con dos galletitas por hombre y medio jarro de agua. Luego se continuó con el trabajo de las posiciones hasta las 1800 Hs. Durante el descanso se repartieron formularios de cartas-telegramas que por suerte pudimos enviarlas con el camión de la cena. Esta consistió en guiso de arroz con porotos crudos. Nos llegaron noticias que las embarcaciones enemigas estaban próximas a las 200 millas. El sistema de seguridad fue reforzado. La noche fue intensamente fría.

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El 20 Abr 82 a las 0800 Hs: Diana. El desayuno consistió en café con leche. Se continuó con el trabajo en las posiciones. Al medio día hicimos un alto para racionar, que consistió en guiso de arroz con lentejas. Durante la tarde tuvimos que redistribuir las posiciones ya casi listas pues nos achicaron el frente. Al cabo de esta reestructuración, el Vicecomodoro CORREA comunica una mala noticia: Las dos secciones de Patricios, tendríamos a partir de mañana una nueva misión que implicaría otro cambio de sector (¿?¿?). A las 2030 Hs: Cena - menú: Guiso de fideo y carne, caliente!!. El 21 Abr 82, a las 0730 Hs: Diana. Se baten carpas y se cargan en un camión asignado a los efectos. El tiempo comienza a desmejorar. A las 1030 Hs: rompemos la marcha hacia Puerto Argentino. Luego de dos horas de marcha llegamos al linde del pueblo, la primera casa de la derecha estaba ocupada por dos secciones nuestras, la 2da y 3ra que habían sido agregadas al RI 25. Allí nos reencontramos con los Tenientes Ferrer y Herrero. Aquellos nos contaban con admiración, que el Jefe del RI 25 Tcnl SEINELDIN con muy buen criterio replegaba durante la noche a su gente, excepto una fracción de seguridad hacia las casas abandonadas por los KELPERS para permitir que descansaran en buenas condiciones, alejados del frío y de la humedad. Tenía incorporado el concepto de “Bienestar del Personal”. Siendo el medio día, comenzó a llover intensamente con fuerte viento y frío. La tropa de la 1ra y Sec. Apy que no cabía en la casa, la distribuimos alrededor de la misma con el poncho plástico colocado. Así durmieron, sentados, apoyados en la pared de la casa. Para sobrellevar el frío se autorizó hacer fuego. A las 1430 Hs: Se racionó guiso de lentejas con fideos (fríos). Cuando cesó la lluvia en inmediaciones de la casa se levantó un vivac. El viento era intenso. Durante la noche continuó la lluvia y en esas condiciones siendo las 2200 Hs tuvimos que designar a un suboficial y soldados - que ya se encontraban descansando -, para traer munición del aeropuerto. El 22 Abr 82 a las 07:30 hs. Diana. Se baten carpas y nos dirigimos a nuestro nuevo sector de posición ¡¡Volvemos a pertenecer al RI Mec 6!! la 2da, 3ra Secciones y la Sección Apoyo en primera línea y la 1ra Sección (+) con la Sección Exploración del RI Mec 6, formaríamos la Reserva del Regimiento.

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Capítulo VI

Después de casi diez días de arribados a las islas, volvíamos al punto de partida. Habíamos pasado a las mismas, para incorporarnos al Regimiento 6, de Mercedes – Pcia Bs. As., y allí estábamos!!!!! ¿Porqué tantas vueltas, porqué tantos cambios; porqué tantas órdenes y contraórdenes? Sólo se que es un parto ir a una guerra a órdenes de un capitán!!! Era muy capitán, y fue un abuso por parte de la superioridad, todo lo que nos hicieron pasar, tanto a él como al resto de nosotros..!!! Nuestras posiciones (de la reserva) estarían a 1.500 mts del pueblo casi sobre la ruta que une al Aeropuerto y Puerto Argentino, a 1.000 mts del mar y a 500 mts de la primera línea. Nuestro frente se orientaba hacia la bahía Rockery o Rockery Bay. El RI Mec 6 estaba encuadrado entre el RI 25 y el RI 3 mirando hacia el SE de Puerto Argentino. En las posiciones de la reserva armamos primariamente una carpa de Sección y una Comando. La zona era toda constituida por turba.( tierra fibrosa similar al corcho y muy permeable como todo el suelo de la Isla) La ración fue en caliente tanto en el almuerzo como en la cena: guiso de arroz con carne. Instalamos la seguridad en los 360 grados, integrando el dispositivo a la Sección Exploración del RI 6, cuyo Jefe era el Subteniente Oliver. El 23 Abr 82 – viernes-, y días subsiguientes nos dedicamos a cavar las posiciones, el terreno nos ofrece en esta zona la facilidad de poder ser cavado por su blandura, pero así también la desventaja de ser zona propiamente de turba 5. Hoy tenemos el primer caso de “pie de trinchera” en la Sección, el soldado sería evacuado al continente. El 25 Abr 82, a las 09:00 Hs: El Jefe del Regimiento ordena reunión de los Jefes de Compañía y Jefes de Reserva en su Puesto Comando, para impartir una orden. ¡Cómo me costó el desplazamiento hacia el mismo!, por el viento y la lluvia que aún persistía. Llegué tarde. Del 26 al 30 Abr 82 los días transcurrieron mejorando la posición sufriendo las inclemencias del tiempo, sobre todo la permanente filtración de las posiciones. Se intensificaron las medidas de seguridad. En estos días hicieron su arribo a las islas, el Grupo de Artillería Aerotransportado 4, de Córdoba. Fue una alegría saber que mis camaradas de guarnición, del año anterior, habían llegado. Fui a saludar a su Jefe y oficiales 5 Para desgracia de nuestras posiciones que vivirían llenas de agua y/o con un porcentaje acentuado de humedad. Donde los borceguíes impermeables, qué tan bien lucían en la tapa de la revista 7 Días, en un General – el J-4 Logístico -, - nos resultaban un absurdo.

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amigos. Los artilleros no serían ajenos a las órdenes y contraordenes recibidas. Comenzaron a descargar munición y las sembraron en las banquinas de la ruta, casi pegado a nuestras posiciones. Días mas tarde les llegó la orden de marchar a otra posición y… dejaron toda la tierra removida de sus posiciones, como estaban. ¡¡Cómo los odiamos!!, porque los ingleses con sus satélites detectaron las mismas (no sabían que se habían mudado) y nos hicieron sufrir hasta el fin de la guerra, dado que todos los días nos martirizaban con bombardeos que hacían blanco a escasos metros de nuestras posiciones. Malditos!!! En el transcurso de estos días tuvimos la visita e inspección del Señor Comandante en Jefe y Presidente de la Nación General Galtieri. El 01 May 82, a las 04:40 hs. Nos encontramos durmiendo en las posiciones cuando de pronto se siente en la lejanía un ruido a motor similar al de un camión – con caño de escape libre - que comenzó a intensificarse a medida que se aproximaba, (todo esto transcurrió en fracciones de segundos), y segundos después escuchamos una gran explosión que imaginamos habría sido en la zona del Aeropuerto. De inmediato nos levantamos y confirmamos que efectivamente el aeropuerto había sido bombardeado por un avión del tipo “Vulcan” En estas circunstancias murió el teniente Dacharí, que operaba un radar. El pobre, quedo totalmente calcinado, estaba aproximadamente a 500 mts de mis posiciones. Fue el teniente Ferrarotti que se encontraba próximo a mis posiciones -, el que me informó por teléfono lo que había sucedido. Siendo mas o menos las 08:00 hs. una escuadrilla de aviones HARRIERS atacó el Aeropuerto de Puerto Argentino, reforzado con fuego de artillería naval procedente de buques de guerra. Había comenzado el ataque inglés tan esperado!. Durante el resto del día y hasta aproximadamente las 1600 Hs hubo pausa de fuego. Siendo cerca de las 1630 Hs comenzó otro bombardeo, esta vez de artillería naval, fue allí donde vimos caer un Mirage Argentino que pasó rozando nuestras posiciones y con dirección a la costa, al mar. El 08 May 82, ayer 07 May se juntaron todos los elementos de la flota inglesa. Se detectó un portaaviones a 120 millas. A las 0350 se recibió un MMC (mensaje militar conjunto) del Comité Militar en el cual se apreciaba la posibilidad de un ataque de envergadura a las Islas.

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Capítulo VI

Se tomó conocimiento de que Inglaterra fijó una zona de exclusión de 12 millas. En el sector de la Reserva – RES / RI Mec 6 - se realizaron reconocimientos por parte de los Jefes de la Reserva del RI 12, Capitán Corciglia y del RI 4 Teniente Primero Duazo. El 19 May 82, el Comandante realizo recomendaciones: -A partir de la fecha dos tercios del personal debían estar levantados y en apresto. -Terminado el bombardeo los Jefes de Fracción deberán informar la cantidad de impactos y los efectos producidos en su sector, de inmediato. -No realizar conversaciones prolongadas por radio. -No transitar de noche. -Observar el empleo de la señal de reconocimiento. -Debe tenerse en cuenta que a partir de hoy dos lanchas patrullarán la bahía y la costa aledaña, tendrán luz roja y verde, poseerán reflector y arrojarán bombas. -Efectuar censura de correspondencia. -Realizar, si no las hubiera, posiciones simuladas y de cambio. - Prever el descanso y la rotación del personal en lugares secos, containers y casas. -Controlar la instalación de campos minados. - Se permitirá el desplazamiento del personal mientras no haya estados de alerta. Hacer que el personal camine. - Efectuar prácticas de tiro con cañón 105mm y armas portátiles. - Controlar el enmascaramiento del personal ante la inminencia del ataque. - Al comienzo del cañoneo naval apagar los visores nocturnos. El 25 y 29 May 82 hicimos flamear en el puesto comando de la Reserva, la Bandera Argentina (banderola por su reducido tamaño), en honor al significado patrio de ambas fechas. El 04 Jun 82, de la reunión con el Jefe de Regimiento se desprende lo siguiente: - Se prevé un recrudecimiento de la situación. - Se prevé reforzar a la Ca B del RI Mec 6 con parte de la Reserva. - La concurrencia será a orden y el designado, el Subt. OLIVER. - Se debe tener la munición aparcada para facilitar su traslado. - Se impartieron instrucciones de coordinación. - 135 -


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Alerta AZUL = Cohete amarillo Alerta VERDE = Cohete Verde Alerta ROJO = Cohete Rojo Los días son cada vez más fríos, la comida no satisface, la turba se acaba y nuestros soldados aún no pierden las esperanzas de un relevo cuando la “situación aclare”, prometido por nuestro J RI “Patricios”, Coronel Lategana El 05/06 Jun 82, durante la noche por órdenes recibidas permanecimos en estado de alerta general pues por observaciones apreciadas por la superioridad era previsible una operación aeromóvil enemiga en el sector “COBRE”, ocupado por el RI Mec 6. Detectamos, siendo aproximadamente las 2330 Hs uno de los artefactos que eran lanzados por submarinos ingleses, consistía en un globo blanco de dimensiones grandes, cinco veces más grandes que el que normalmente se utiliza para cotillón, en cuya base presentaba un artefacto triangular cuyo material era de aluminio. De inmediato fue evacuado el Puesto Comando del Jefe de Regimiento y desde allí se lo derivó al Puesto Comando del Comandante de Brigada. La espera se hizo larga pero la operación esperada no se manifestó. Durante estos días comenzó a escasear la comida. Los días se hacían cortos, desayunábamos a los 09:00 hs. cuando aclaraba mate cocido con leche y a las 16:00 Hs una ración única, que consistía en un guiso-sopa, pues a las 17:00 Hs ya comenzaba a oscurecer. El estado anímico de la tropa comienza a evidenciar cierta desmejoría, producido por la falta de información; las noticias controvertidas recibidas a través de las únicas radios que se escuchaban con claridad y potencia, todas ellas Uruguayas: Radio Carve de Montevideo, Radio Colonia, etc., las cuales estaban prohibido escucharlas para evitar dichas confusiones, la prohibición emanaba de la superioridad. Comienzan a producirse algunos robos y hurtos en las propiedades de los Kelpers y en varios shop-center de Puerto Argentino, lo que originó que funcionaran Consejos de Guerra. La hostilidad de los Kelpers comienza a hacerse evidente pues, presumo, intuyen el desenlace final. Asiduas son las denuncias hechas por éstos ante la Gobernación de las Islas por secuestros de vehículos por parte de las tropas argentinas: los casos más comunes son el secuestro o la requisición de Land Robers y tractores, vehículos éstos utilizados para desenterrar piezas de artillería. También las denuncias radicadas se producen por sustracción de postes de alambrado utilizados para hacer leña por la propia tropa. - 136 -


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Capítulo VI

Poco a poco la permanencia en las posiciones comienza a hacerse insostenible, con mayor frecuencia se inundan los pozos de zorro, lo que motiva la evacuación del personal de los mismos hacia contenedores que obran como Puestos Socorro (alternativa de enfermería); también comienza a escasear la turba que es el combustible que utilizamos para calentarnos y mantener secas las posiciones. Todos estos hechos comienzan a incidir en el estado disciplinario de la tropa, lo que exige un mayor control por parte del personal de cuadros de todos los niveles, para evitar la desaparición de los soldados quienes tentados por adquirir Efectos Clase I – alimentos - en los shop-center (lo cual estaba prohibido) se marchan sin dar la novedad. En la noche del 08 de junio – día nefasto para la Tacks Force, dado el hundimiento del buque Sir Galahad, en su tentativa de desembarco en Bahía Agradable -, pudo entrar después de varios intentos fallidos, un Hércules de nuestra Fuerza Aérea trayendo una Sección de Morteros Pesados - Cal 120mm – de nuestro regimiento de Patricios , a órdenes del Tte. 1ro Ferrari del Ser; y un Grupo de ametralladoras MAG Cal 7,62 mm – a órdenes de un sargento – del regimiento de Granaderos a Caballo “Grl San Martín” - su Jefe había hecho gestiones para que también estuviera representado en la gesta, tan histórica unidad militar-. El Hércules había cruzado el Océano Atlántico casi panceando el mar, con los limpiaparabrisas funcionando intermitentemente. ¡Qué hazaña la de nuestros pilotos!!! Al día siguiente de su arribo fuimos con el Capitán Pasqualetti, el Capitán Sosa Monte- pagano del RI 6, y yo, en un Jeep, a darles la bienvenida. Estaban en un gran galpón / barraca del Puerto. En realidad habían llegado en las primeras horas del día, casi de madrugada –en medio de un gran bombardeo que no se había interrumpido en toda la noche–. Parte de la gente que trajo Ferrari del Ser eran orgánicos de la Ca I “D” Suipacha, fueron movilizados como Ca I “C “Operacional, y estaban a cargo del Cbo 1ro Ramírez considerado uno de los mejores cuadros de su grado por sus capacidades profesionales y personales. Este Grupo combatió hasta el último momento agregado al RI 7 (a ordenes del Tte. 1ro Neirotti) que estuvo toda la última noche tirando con una de estas ametralladoras); sufrió 2 bajas: El Soldado Bastida (muerto en combate y Orfanotti herido en combate), (6 *) el resto, se replegó el último día a Puerto Argentino y regresó prisionero en el Canberra El 11 Jun 82, sabemos que está en Buenos Aires su Santidad, el Papa JUAN PABLO II, las opiniones y reacciones son disímiles.

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Muchos opinan que no podrá hacer nada, otros tienen fe en que parará la guerra, no obstante hoy fue el peor día de hostigamiento por parte del bombardeo inglés. No cesaron en todo el día, es más, lo intensificaron durante la noche, desde tierra y desde mar, y desde el aire, durante la mañana. ¡Qué día!. Las especulaciones que se hacen son muy agoreras, se siente ya la presencia cercana del enemigo. Lo que complica para entender la situación es que estamos convencidos de que el ataque no vendrá por mar y nuestras posiciones están orientadas hacia allí. ¿Cómo darnos vuelta?. Si el ataque es por tierra es a nuestra retaguardia y toda la preparación de los fuegos están orientados al mar. Se habla de un contraataque pero nadie imparte la orden, además la moral de la tropa es muy baja, escasea la información, escasea la ración y las esperanzas de que Pérez de Cuellar logre resultados positivos en su actividad diplomática, se diluyen. Presiento que se acerca el desenlace final. La turba escasea para hacer fuego y el frío se incrementa. Por momentos cae nevisca / aguanieve. El 13 Jun 82, son las 2100 Hs y me ordenan que un Cabo Primero, que pertenece al RI 6 pero está a mis órdenes, concurra con su cañón 105 mm a la zona de Moddy Brook. Costó horrores desplazar el cañón desde su emplazamiento en el terreno hasta el camino asfaltado (unos 100mts) que une el aeropuerto con Puerto Argentino. Se escucha fuego de armas livianas, casi como si fuera ya un combate de localidades. Me despido del Cabo Primero Casco con un abrazo deseándole suerte junto a sus soldados del servicio de pieza. Veo pasar una sección del RI 25, cuyas posiciones están en el aeropuerto, a órdenes de un compañero, el Teniente Primero Macchi rumbo a Moddy Brook el Tano va contento y su tropa dispuesta a combatir. ¡Dios los ayude!. Pasa por nuestras posiciones y saluda. El 14 Jun 82, siendo las 02:00 hs. Regresa el Cbo 1ro Casco. Este suboficial que se consideraba “un rayo de la guerra”, que se las sabía todas, me sorprende con su expresión. Viene a mi Puesto Comando y consternado cuenta el ya casi combate cuerpo a cuerpo, que se libra en los lindes del pueblo. Al principio no le quiero creer, pienso que se trata de un cobarde. Me cuenta que fue imposible emplazar el cañón “Sin retroceso” Cal 105 mm, que la zona de posición fue bombardeada de inmediato y tuvo que abandonarlo destruido. Lo mando a su posición a descansar, pues estaba alterado y nervioso. - 138 -


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Capítulo VI

Una vez que se retira, el Sargento primero Chirivino me advierte que está diciendo la verdad, que es un hombre de agallas y que debe ser cierto lo que está pasando. Informo al JRI 6, Tcnl Halperin de la novedad. No me dice nada. Pasaron las horas, todos estamos expectantes y alistados en nuestras posiciones, esperamos órdenes. 06:00 Hs: Atiendo el teléfono y es la voz del Jefe de Regimiento, me ordena que debo alistar la gente de la ¡Reserva! y marchar a la brevedad a ocupar una posición de bloqueo al NO, cerca de las posiciones de la 3ra Sección del Tte. Herrero, casi en el límite con el RI 3. La orden fue escuchada por toda la red del Regimiento, hubo un gran silencio y luego me hicieron llegar palabras de aliento y suerte, en la difícil misión encomendada (Tenientes Ferrer y Herrero, entre otros). Presentí que me estaban dando el pésame! Cae nevisca con fuerte viento, todo está blanco, ordeno rápidamente a mis Jefes de Grupo que alisten la gente de inmediato. Los primeros sorprendidos con la orden son ellos. Hay problemas con muchos soldados que se niegan a salir de sus posiciones, algunos tuvieron una suerte de incipiente crisis de nervios. El miedo no está ajeno en ellos, todos sabíamos que esta orden para la reserva algún día llegaría, pero se niegan a creer que haya llegado. Ahí tuve que apelar al mando y gritando para sacarlos del estado de estupor de algunos soldados –incluso algunos jóvenes suboficiales– logré formar la sección para marchar a las nuevas posiciones de bloqueo y dar cumplimiento de la nueva misión impuesta. ¡¡¡ Dios ayúdanos!!! Aprovecho para cerrar con candado mi bolsa de paracaídas con mis efectos personales y se lo hago llegar al Tte. Ferrarotti - J Sección Apoyo del Regimiento - que estaba a 100 m de mis posiciones, para que se les acercara a mis familiares en el peor de los casos. La Sección (+) reserva, ya alistada estaba lista para romper la marcha a mis órdenes, cuando veo aproximarse raudamente, a campo traviesa al Jefe de Regimiento.Tcnl Halperín), al Segundo, My Traverso),al Oficial de Operaciones Capitán - movilizado de la Escuela Superior de Guerra, Gonzalo Palacios) , en mi dirección. Era grotesco verlos desplazarse en mi dirección, venían a los tumbos, por efectos del terreno y la premura por encontrar cuanto antes una posi-

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ción ante el incesante bombardeo. La agitación que tenían al intentar hablar, casi me provocó risa....!!! El Jefe me comenta que mi puesto comando, ha pasado a ser primera línea y que él la ocuparía, previo indicarle la entrada, pues estaba bien enmascarado y con la nieve no se distinguía, me despido y emprendo la marcha. Yo les señalaba la entrada de mi posición y no la encontraban, estaba tan bien encubierta...Hubo caras de sosiego cuando vieron la imagen de la virgen en el interior. El sector a atravesar hasta la posición de bloqueo de referencia, estaba siendo sometido a un intenso bombardeo terrestre desde las alturas del Cerro Dos Hermanas, cruzarlo fue un suplicio, creo que todos no cesábamos de rezar, pidiendo a Dios no ser víctimas de una bomba sin tener la oportunidad de combatir!!. Cuando llegamos al sector asignado era prácticamente un basural y el temor se incrementó de sólo pensar que todos esos cacharros sueltos pudieran transformarse en mortales esquirlas al caer algún proyectil de la artillería inglesa. La posición de bloqueo no estaba preparada y supuestamente estaría negando el acceso a la Ruta que atraviesa el pueblo en dirección a Moddy Brook- Aeropuerto En esas circunstancias se me acercó el Teniente Peratta, Jefe de la Sección Morteros Pesados del Regimiento de Infantería 6 a ofrecerme ayuda para instrumentar una improvisada posición de defensa. Comenzamos, como pudimos, con las palas linneman, las manos, a cavar incipientes posiciones - más que nada parapetos - para cubrirnos, todo en medio del intenso, incesante y mortificador fuego de artillería terrestre, naval y de la aviación inglesa, era la BATALLA FINAL ¡¡¡¡ tán esperada!!. Siendo las 08:00 hs me llegó la orden ¡¡¡ALTO EL FUEGO!!, TODO HABIA TERMINADO”, la Defensa de MALVINAS había capitulado!!. De pronto se produjo un silencio sepulcral, similar al que se siente cuando se desciende en paracaídas. Horas, días, semanas, con ese repiqueteo infame en la cabeza, producto del incesante bombardeo inglés, y ahora….este silencio ¡Qué silencio!!.....en las Islas.....Sentí sensación de PAZ!!!.... De inmediato me embargó una tristeza infinita e indescriptible, me alejé unos metros y mirando al mar rompí en llanto. Fue el llanto más sentido de mi vida.

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Capítulo VI

Junto a mi también lo hizo el Subteniente Oliver, abrazándome sentidamente; dejamos pasar unos minutos para no enfrentar a nuestros soldados en ese estado. Con el Subteniente Oliver barajamos la idea de enterrar nuestras armas de puño, la pistola, símbolo del mando para un oficial. La desechamos hasta ver qué podía suceder. Minutos después llegó el oficial de intendencia de la Unidad con la cocina con mate cocido para distribuir entre la tropa. Aprovechó para comentar que un Sea-King había descendido en la casa del Gobernador y que la bandera inglesa flameaba en el mástil de Puerto Argentino. “Malditos ingleses!. Maldita OTAN!. Maldita CEE!. Malditos los EEUU”. “Maldito el complot internacional que tuvimos que enfrentar solos!!” NOTA: Durante la segunda invasión inglesa – 1807 -, los hospitales estaban repletos de heridos de ambos bandos y el Virrey Liniers los recorría en forma permanente, preocupándose por igual del estado de sus hombres y de los ingleses. En una de sus visitas, el coronel Kingston, que se hallaba próximo a la muerte le preguntó haciendo un esfuerzo: General, ¿quiénes son unos soldados de porte altivo, que visten de azul y blanco y ciñen al cuerpo airosa faja? - Los Patricios -le respondió con simpatía Liniers. - Batiéndome con ellos fui herido y me complace en reconocer que jamás un militar pundonoroso pudo hallar más dignos y valientes enemigos. ¿Seríais tan generoso caballero, que concedierais un preciado don a un enemigo desgraciado? - Concedido Coronel, si está en mis manos poder hacerlo. - Pues bien, permitid que se me entierre en el cuartel de esos Patricios, moriré feliz sabiendo que voy a dormir mi último sueño bajo la protección de esos valientes...

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En mi posici贸n de combate

Cartas de changuitos santiague帽os

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CAPÍTULO VII

OPERACIONES EN LA ISLA BORBÓN



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Capítulo VII

OPERACIONES EN LA ISLA BORBÓN LA ISLA BORBÓN ES UNA ISLA DE APROXIMADAMENTE 8.000 HECTÁREAS QUE SE ENCUENTRA AL NORTE Y PRÓXIMA A LA ISLA GRAN MALVINA. EN 1982 VIVÍAN 28 ISLEÑOS QUE SE DEDICABAN A LA CRÍA DE OVEJAS ESPECIALMENTE Y EN MENOR GRADO AL GANADO VACUNO. LUEGO DE SU RECUPERACIÓN, SE CREO EL AERÓDROMO LLAMADO ESTACIÓN AÉREA CALDERÓN PARA PERMITIR LA OPERACIÓN DE AVIONES LIGEROS DE COMBATE T- 34C Y MB 339A. LUEGO DEL PRIMER ATAQUE INGLES EN DARWIN, SE ORDENÓ EL TRASLADO DE SEIS AVIONES PUCARA, CON LO CUAL ESTE AERÓDROMO, SE CONVIRTIÓ EN UNA IMPORTANTE BASE AÉREA, CONSTITUYÉNDOSE EN SERIA AMENAZA A LAS OPERACIONES DE LAS FUERZAS INGLESAS.

I SOLDADO “VGM” HECTOR RODOLFO GIMENEZ “Mientras íbamos caminando y al pasar en cercanías de los aviones, pude observar una escena tétrica similar a las que solía ver en las películas de guerra en los cines; humareda por todas partes, aviones en llama, mucha neblina que no nos permitía ver bien lo que realmente había ocurrido, pertrechos tirados por todas partes, en fin…todo macabro por cierto nada agradable. Cuando seguimos avanzando encontramos armamento ingles abandonados por los comandos enemigos, también mucha sangre por lo cual deducimos que al explotar una carga explosiva que estaba a cargo del suboficial de Ingenieros, hirió a varios de ellos, los que fueron socorridos y trasladados en los helicópteros que emplearon para desembarcar”.

EL ATAQUE DE LOS COMANDOS INGLESES (SAS) Por haber sacado el número 914 en el sorteo del Servicio Militar Obligatorio fui a parar a la Marina y más precisamente a Infantería. Partimos desde Santiago en tren con destino final a la localidad de Pereyra Iraola Provincia de Buenos Aires. Allí tuvimos una instrucción básica pero bastante dura porque según nos decían nuestros superiores, debíamos tener un buen pie de instrucción en el momento de ser destinados a algunos de los Batallones de - 145 -


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Infantería de Marina. Luego de permanecer durante dos meses fui destinado a la Fuerza de Apoyo Anfibios que se encuentra dentro en la Base Naval de Puerto Belgrano. Allí había cinco Batallones que posteriormente fueron destinados al sur y algunos de ellos pasaron a Malvinas. En ese lugar, mientras continuábamos con las instrucciones de rigor, se produjo la recuperación de nuestras Islas. Recuerdo que ese dos de abril nos reunieron a todos en la plaza de armas y cuando nos dieron la buena noticia, nuestros corazones rebozaban de alegría porque por fin, luego de ciento cincuenta años, volvían a ser argentinas. Al principio yo pensé que todo quedaría ahí nomás, jamás me imagine que seria el origen de un gran conflicto bélico. Continuamos con nuestra preparación militar normal, en donde me especialicé como soldado de comunicaciones. Cierto día, mientras cumplía con el servicio de guardia, llegó una orden de conformar una compañía de 170 hombres seleccionados de los distintos Batallones, quienes debían recibir entrenamiento militar durante 15 o 20 días para marchar a La Isla Borbón. Como el Batallón de Comunicaciones debía mandar seis soldados, tuve la suerte de ser seleccionado. Recuerdo como si fuera ayer, que en ese momento me encontraba realizando tareas de limpieza junto a otros seis soldados en el comedor de tropa. En esas circunstancias se apersonó un cabo principal y me impartió la orden de marchar a mi alojamiento y preparar el equipo. A partir de ese momento pasé a integrar esa nueva compañía, en donde solamente realizábamos tres tareas: comer, dormir y entrenar. Diariamente nos llevaban caminando hacia la playa con armamento y el equipo de combate al completo desde las seis de la mañana hasta las siete u ocho de la tarde. Allí hacíamos ejercicios de combate, de tiro, de embarque y desembarque en la playa. Luego del intenso trajín que duró casi dos semanas, llegó la orden de suspender todo, desarmar y entregar el equipo, pero a las pocas horas, una contra orden cambió la situación, ya que solo debían marchar a Malvinas seis Soldados y dos Cabos de la especialidad de comunicaciones. Tuve la suerte de ser seleccionado. ¡¡¡No lo podía creer!!! “Tendría la dicha de ir a Malvinas y por ello me sentía muy orgulloso, ya que tendría la oportunidad de defender nuestra soberanía como lo habían hecho nuestros antepasados”. En tres horas estuvimos listos y embarcados en un camión que nos trasladó hacia el aeropuerto y desde allí en un avión Focker, llegamos a las instalaciones del Batallón de Infantería de Marina 5 en Ushuaia luego de realizar varias escalas. El batallón estaba prácticamente vacío porque sus efectivos estaban en Malvinas. Recuerdo que un cabo nos dijo que aprove- 146 -


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Capítulo VII

chemos las instalaciones para bañarnos, porque no sabíamos cuando volveríamos a tener ese lujo. Afuera todo estaba cubierto de nieve y a pesar de que las calderas no estaban funcionando, igual nos bañamos con agua fría. Luego de acondicionar las cargas del avión, continuamos con nuestro itinerario hasta Puerto Argentino. Llegamos entre el 23 y el 25 de abril, al atardecer, casi de noche y fuimos recibidos por fuertes ráfagas de viento frío que nos enfriaba hasta los huesos. Nos alojamos en las instalaciones de los Royal Marines, lugar en donde vivían los marinos ingleses antes de ser tomados prisioneros y permanecimos allí aproximadamente siete días a la espera de que algún helicóptero nos llevara a la Isla Borbón. Durante ese tiempo trabajábamos duramente en el aeropuerto bajando y subiendo distintos tipos de cargamentos que traían los aviones, hasta que por fin, el último día de abril, pudimos trasladarnos en un helicóptero Puma de Prefectura a nuestro destino final, en donde quedamos a órdenes de un Teniente de Navío de apellido Maza. Al día siguiente nos informaron que habían atacado el aeropuerto de Puerto Argentino y destruido un galpón en donde se almacenaban bombas, el mismo galpón que utilizábamos diariamente para desayunar o descansar mientras estábamos en ese lugar. Actualmente pienso que si nos hubiésemos quedado un día más seguramente no estaría contando estas memorias. La isla Borbón está ubicada al norte de la Gran Malvinas y tenia en ese entonces, una población entre diez a doce familias que vivían de la pesca, de la cría de ovejas y de algunas vacas. Las casas eran construcciones al estilo ingles y estaban ubicadas a la orilla del mar. Había algunos galpones pequeños dispersados, en donde guardaban su producción. Contaban con dos muelles y una pista de aviación de unos 300 metros de largo. Al final de esa pista sobresalía un cerro que normalmente en su parte superior estaba cubierto por nubes. Apenas llegamos comenzamos con nuestra misión que consistía en tender el cableado para lograr la comunicación entre los distintos puestos defensivos de la Islas, actividad que nos llevó una semana de trabajo continuo. Al finalizar nos distribuyeron entre los equipos de combate que cubrían funciones de guardia y vigilancia. La otra tarea que tuvimos que realizar fue la instalación de los cables que conectaban la cámara de voladura con los explosivos que se encontraban en tres lugares diseminados a lo largo de la pista y que había colocados por personal de Ingenieros del Ejercito Argentino Al principio se ubicó a los isleños en cinco casas, pero mas tarde, a los efectos de evitar que realicen inteligencia, se los juntó a todos a una - 147 -


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casa grande. Normalmente los solíamos acompañar como forma de control cuando realizaban sus tareas cotidianas de cuidar y alimentar a sus ovejas y vacas. “No les perdíamos pisada, solo les permitíamos hacer esa actividad”. Normalmente durante el día soportábamos los ataques de los aviones y por las noches los bombardeos de los barcos. Como había indicios de que podíamos ser atacados por fuerzas de comandos, estábamos constantemente alertas por lo cual nos acostábamos vestidos, es decir que no nos sacábamos la ropa ni las botas. Recuerdo que una noche, luego de dejar la guardia de la radio, siendo aproximadamente la una de la mañana, me dirigí hacia un galpón en donde descansaba el personal que cubría el servicio de guardia. En ese momento se me dio por sacarme las botas.¡¡ Ahh... que alivio!! Por fin, luego de casi veinte días pude refregarme los pies. Al rato apareció un soldado, quien me comunicó que debía levantarme y alistarme por orden de un cabo, cuyo nombre no recuerdo, porque se veía luces en la Bahía. Al principio no le di importancia porque era normal ese tipo de alarmas durante las noches. Al rato sentí varias explosiones de bombas provenientes de los barcos. Las bombas caian a lo largo de todo el dispositivo defensivo, lo que nos obligó a mantenernos en las posiciones “sin poder levantar la cabeza”. Esta situación de inmovilidad, mas la confusión reinante, fue aprovechado por los comandos enemigos (SAS), para desembarcar y volar con explosivos seis aviones que estaban estacionados próximos a la pista. Posteriormente se instalaron en el cerro que se encontraba al final de la pista y desde allí, comenzaron a tirar luces de bengalas para ubicar nuestras posiciones. Recuerdo que nos levantamos y salimos a la carrera porque en ese galpón estaba acopiada toda la munición de reserva. “Si caía un chispazo no quedaba nadie vivo”. Al salir corriendo solo me pude colocar una bota, la otra la llevaba en la mano. Yo tenía la orden de reunirme con mi jefe en caso de ataque, pero a causa de la incertidumbre y la oscuridad, no lo pude encontrar. Al salir de ese galpón estábamos recibiendo fuego de los barcos y de los comandos. Recuerdo que la sorpresa fue tal, que no me daba cuenta de lo que estaba viviendo en ese momento por la magnitud de lo que estaba aconteciendo. Con la intención de reunirme con mi grupo, comencé a correr agazapado, tratando de cubrirme de las balas trazantes que pasaban por arriba de mi cabeza y gracias a Dios ninguna me pegó. En el camino, me reuní a un grupo que no era el mío (creo que eran Ingenieros o del BIM 3), quienes estaban respondiendo el ataque mediante el fuego. Cuando me acople a ellos, recién allí sentí temor por lo que me podría haber pasado, ya que en cierto momento, me encontré en medio de la balacera y podría haber sido blanco, tanto de las balas enemigas, como la de mis compañeros. - 148 -


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El grupo al cual me asimilé estaba a cargo del Cabo Principal Rodríguez, con quien fuimos a cubrir y defender a uno de los muelles. El ataque duró entre dos y tres horas, logrando los ingleses volar seis de los doce aviones que permanecían en la pista. Al amanecer y luego de haber finalizado el combate, nos reunimos en el centro del pueblo. Allí encontré a mi Jefe y al resto del grupo al cual pertenecía. En un principio, mi Jefe me llamó la atención por no haberme reunido con ellos la noche anterior. A pesar de las explicaciones de lo sucedido, a modo de castigo, me ordenó cargar la radio de comunicaciones portátil a toda hora y en todo lugar. Momentos más tarde, se aproximó un Guardiamarina en busca de voluntarios para realizar una patrulla en la zona de la pista y como me vio con la radio, me ordenó subir a un Jeep y marchar con él. Cuando llegamos al lugar formamos en cadena y comenzamos a avanzar porque pensábamos que todavía podía estar el enemigo escondido. Mientras íbamos caminando y al pasar en cercanías de los aviones, pude observar una escena tétrica similar a las que solía ver en las películas de guerra en los cines; humareda por todas partes, aviones en llama, mucha neblina que no nos permitía ver bien lo que realmente había ocurrido, pertrechos tirados por todas partes, en fin…todo macabro por cierto nada agradable. Mientras seguimos avanzando, encontramos armamento ingles abandonado por los comandos enemigos, también vimos mucha sangre, por lo cual deducimos que al explotar las cargas explosiva que estaban a cargo del suboficial de Ingenieros, hirió a varios de ellos, los que fueron socorrido y trasladados en los helicópteros que emplearon para desembarcar. Ese fue el más importante de los tres ataques de los comandos a nuestras posiciones y que gracias a Dios los pudimos repeler sin sufrir bajas importantes, ya que solo hubo algunos heridos leves de nuestra parte. Como anécdota recuerdo que en los momentos de descanso, me solía reunir con el grupo de Ingenieros en un gallinero y pasábamos el tiempo contando cuentos y jugando a las cartas. En general eran todos macanudos y se vivía un buen clima a excepción de un soldado grandote y corpulento que constantemente nos tiraba la moral abajo diciendo que “de esta Isla no salimos más porque nos van a matar a todos” y así todos los días. La noche del ataque principal, comenzaron a caer algunas bombas cerca del lugar en donde se encontraban. Ante esta situación los soldados Infantes de Marina decidieron abandonar el lugar y marchar en busca de algún refugio, también lo hicieron los Ingenieros a excepción de este soldado temeroso que no quiso moverse del lugar. Uno de los Infantes volvió al gallinero porque se había - 149 -


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olvidado el casco y lo obligó al soldado a salir y seguirlo. Gracias a Dios le hizo caso y salvó su vida porque a los diez minutos cayó una andanada de bombas en ese lugar, destruyendo totalmente esa precaria instalación y los objetos que allí se encontraban. Hechos como el que relato, ocurrieron en distintos lugares y con otros protagonistas sin sufrir heridas de importancia. Es por ello que siempre pienso que a pesar de los constantes ataques del enemigo, no lamentamos victimas solo por gracias Divina. Durante el día soportábamos los ataques de los aviones que normalmente tiraban unas bombas con retardo, es decir que no explotaban al caer al suelo, sino después de un tiempo. Ante esa situación los Ingenieros iban rápidamente y las hacían detonar. Yo los admiraba porque exponían sus vidas ya que las mismas podían detonar en el momento que estaban realizando su trabajo. También pude ver algunos combates aéreos y admirar la valentía de nuestros pilotos. Recuerdo que cierto día, en momentos en que estábamos haciendo un tendido de cable cerca del cerro, sentí una explosión fuerte a mis espaldas y vi como un avión giraba en tirabuzón y caía en el mar. Gracias a Dios, el piloto pudo eyectarse y salvar su vida. Se trataba de un piloto argentino de apellido Perona, que según nos enteramos después, había chocado con un Sea Harrier en medio de las nubes. Fue rescatado por un helicóptero y solo había sufrido una quebradura. Normalmente los aviones argentinos, luego de atacar a la flota, regresaban al continente pasando sobre nuestras posiciones. Ese tipo de operación la realizaron hasta que el enemigo se avivó y colocó una patrulla compuesta por dos buques, un destructor, una fragata, y también al famoso Coventry a diez o veinte kilómetros de nuestras posiciones. También contaban con dos aviones Harrier volando constantemente. De esa manera cuando pasaban nuestros aviones, los barcos enemigos les daban las coordenadas a los Harrier para que los persigan y ataquen. Desgraciadamente esa estrategia resultó exitosa para el enemigo y a consecuencia de ello, presenciamos el derribo de dos aviones nuestros. Al respecto quiero relatar un combate aéreo que presencié y quedara en mi memoria para el resto de mi vida: recuerdo que pasaron dos aviones; el que iba adelante era un Mirage nuestro y atrás lo seguía de cerca un Harrier. Me impresiono ver el movimiento de ambos y la pericia de los pilotos, ya que cuando el Mirage subía, el Harrier hacia lo mismo, cuando el nuestro giraba hacia un costado el avión ingles lo seguía corta distancia, hasta que un misil impactó en la turbina del Mirage. De inmediato el avión explotó y se desintegró en mil pedazos. La comisión que fue en búsqueda del piloto, solo encontraron algunos restos que fueron traídos en una pequeña caja. - 150 -


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Capítulo VII

Para dar solución, se mando a un cabo y a dos soldados a la cima del cerro y desde ese lugar debían observar la posición de los barcos enemigos, pasar las coordenadas a nuestra base y retramitarlas al continente. Con esa información certera, la Fuerza Aérea preparó un ataque muy bien planificada, que dio como resultado el hundimiento del barco HMS Coventry. Primeramente vimos pasar a dos Mirage a gran altura con el objeto de ser seguido por los aviones Harrier, dejando de esa manera desprotegidos a los barcos. De inmediato vimos pasar cuatro aviones A4C a baja altura que atacaron a los barcos enemigos, causándoles serias averías a varios de ellos, pero sobre todo logrando un gran éxito al hundir al famoso Coventry. Pero en la guerra también hay anécdotas risueñas que merecen ser contadas como forma de contrarrestar los momentos difíciles que vivimos. Cierta vez me desempeñaba como ayudante de cocinero y debía repartir la comida a los soldados. Ese día había guiso con algunos pedazos de carne y en el momento de servirle al Soldado Sánchez, quería darle un pedazo de puchero grande por ser santiagueño y amigo, pero por desgracia, la preciada carne se había trabado y no la podía sacar de la olla. Yo le veía la cara de alegría de Sánchez por el “manjar que estaba por ligar”. Al perder tiempo tratando de desenganchar, un suboficial me ordenó que moviera las manos y continuara sirviendo al resto. Recuerdo la cara de tristeza de mi amigo al quedar con las ganas de comer el suculento puchero. Con el correr de los tiempos terminamos siendo compadres y grandes amigos y por cierto siempre recordamos esa anécdota.

II SOLDADO “VGM” SEGUNDO ELVECIO SANCHEZ “Me siento orgulloso de haber participado en la defensa de mi Patria. No se si me desempeñé bien o mal, lo que si puedo asegurar es que estaba dispuesto a perder la vida, al igual que el resto del personal que nos encontrábamos en esa isla. Yo creo que mas allá de lo que se dice; de que fue una guerra preparada, nosotros los Soldados, entregamos todo de nuestra parte, lo hicimos de corazón con gran patriotismo, amor a la Patria y a nuestra Bandera”

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LA COMPAÑÍA “HACHA” Pertenecía a la Segunda Sección de la Compañía “H” del Batallón de Infantería de Marina 3 de La Plata y al igual que el Soldado Gimenez, luego de realizar el período de instrucción y a consecuencia de la recuperación de nuestras Islas Malvinas, fuimos trasladados a los cuarteles del Batallón de Infantería de Marina 3 en Río Grande situado en Tierra del Fuego durante los primeros días de abril. Allí continuamos con la preparación militar y aclimatamiento en la estancia María Betis. Como ese año obtuvimos el primer puesto en el concurso para elegir la mejor compañía del Batallón, fuimos seleccionados para marchar a Malvinas. Siempre recuerdo la arenga de nuestro Jefe de Compañía cuando nos dijo “Soldados la compañía “hacha” (H) pasara a la historia, mañana estaremos en las Islas Malvinas para defender su soberanía”. Al día siguiente embarcamos en un avión Hércules que nos transportó a Puerto Argentino. Recuerdo la algarabía que existía entre todos los soldados y superiores al pisar tierra Malvinera. Había muchos soldados de distintos batallones y regimientos de la Marina y Ejército, con quienes nos abrazábamos fraternalmente por el momento histórico que estábamos viviendo. Todo era alegría, la bandera Argentina flameaba en distintos lugares o era portada por grupos de soldados. La zona estaba teñida de celeste y blanco. Luego de permanecer dos días, los aproximadamente 160 hombres que conformábamos la Compañía, fuimos trasladados a la Isla Borbón en helicópteros Chinook. Allí conformamos una agrupación junto a personal de la Fuerza Aérea, pilotos de los aviones que se encontraban próximos a la pista, a un grupo de Ingenieros del Ejército Argentino y personal de comunicaciones provenientes de Puerto Belgrano. Me llamó mucho la atención tanto el paisaje como la vida de los isleños. Su terreno presenta constantes ondulaciones, con cerros de poca altura. Su suelo normalmente está cubierto con piedras y turba a la que empleaban como medio de calefacción. Es una especie de pasto que se prende fuego rápidamente como el carbón de Santiago. No había árboles, ni pájaros, el clima húmedo y los vientos fríos proveniente de ese mar tan inmenso nos azotaban constantemente. “Que distinto a mi querido pago de El Mojón” pensaba con cierta añoranza. Si bien la relación con los Isleños era muy cortante, colaboraban a desgano con nosotros con la provisión de algunos alimentos, como ser leche, carne de ovejas, etc. No entiendo como esa gente puede vivir en un lugar tan desolado y triste, con ese clima tan hostil. - 152 -


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Capítulo VII

Una vez instalados en la isla, nuestro jefe de Compañía nos reunió y nos impartió la misión que consistía en defender y mantener operable la pista a los efectos de que nuestros aviones puedan operar con total normalidad. Al principio, nos ubicamos en un sector que le llamaban “la tranquera” y solíamos descansar en unas casas de maderas y en las carpas de campaña. Durante el día construíamos los pozos de zorros y refugios como medio de defensa y prevención a los presuntos ataques del enemigo. A partir de las cuatro de la tarde, cuando comenzaba a oscurecer, entrábamos de guardia, con la particularidad de que cada puesto era cubierto por dos soldados para evitar dormirse y como forma de apoyo mutuo en caso de ataque. También, como forma de reforzar la defensa, un grupo perteneciente a la Compañía de Ingenieros 10 trabajaba en el minado de la pista con el objeto de inutilizarla en caso de ser tomada por los ingleses. El primero de mayo fue nuestro bautismo de fuego, ya que fuimos bombardeados por las fragatas. A partir de ese entonces casi todas las noches nos cañoneaban, haciéndolo con mayor intensidad los días sábados. El día quince de mayo fuimos atacados en reiteradas oportunidades por fuego de artillería naval durante gran parte de la noche. Al principio tiraban con bengalas para ubicar nuestras posiciones y luego con bombas sobre las zonas minadas en las costas para permitir el desembarco. Inmediatamente ocupamos nuestras posiciones de defensa, pero el continuo asecho de los fuegos de artillería nos impidió observar el desembarco de comandos que aprovechando la oscuridad y dotados de medios sofisticados como visores nocturnos, atacaron primeramente a los aviones y luego a nosotros iniciándose un combate de fusileros. Ellos tiraban con balas trazantes, lo que nos permitía ver de donde provenían los tiros y responder apuntando nuestras armas hacia esos lugares. Recuerdo que en ese ataque fue herido un soldado tucumano de apellido Gil, que se encontraba cerca de mi posición. A la medianoche, el Cabo Sánchez, Jefe del grupo de Ingenieros, accionó una de las cargas de trotyl que había instalado en la cabecera de la pista, causando serios daños a los atacantes, obligándoles a emprender la retirada en forma paulatina y con ello dar por finalizado el combate, siendo aproximadamente las seis horas del día siguiente. Al amanecer pudimos observar que, como resultado de ese ataque, los ingleses habían destruido varios aviones Pucará, e inutilizado cuatro aviones Turbomentor y un Skyvan. Pero también creo que esta operación les costó algunos muertos y heridos porque en la zona de explosión se encontraron restos humanos, manos, brazos y botas de combate manchadas con sangre. - 153 -


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Posteriormente, a ordenes del los guardiamarinas Maza y Montalvo, salimos a realizar patrullajes, aunque previamente nos arengaron a prestar mucha atención; debíamos estar muy atentos y mantener en optima condiciones el Fusil porque de él dependía nuestras vidas. Como forma de valorar el “ingenio argentino”, recuerdo a un Cabo, que ante la falta de armas de largo alcance, inventó un arma con las coheteras de los aviones destruidos. Los instaló en un carro cerca de las casas y cada vez que nos atacaban los barcos, les respondía mediante el fuego de esas coheteras, apuntando “a ojo” porque de noche no se veía nada. Gracias a ello, se lograba el cese del ataque y el alejamiento provisorio de los barcos enemigos. Continuamos soportando los ataques de las fragatas durante las noches; de los helicópteros y aviones durante las horas de luz. En uno de esos ataques fue herido el soldado Ortiz, quien fue evacuado en un buque hospital, que a la vez nos proveyó de provisiones. Recuerdo que ese barco nos trajo dulces de batata y membrillo y dado a nuestra ansiedad por comer algo dulce, ingerimos en gran cantidad. Ello nos ocasionó una gran diarrea que nos tuvo a mal traer durante varios días. En general hasta el quince de mayo, no tuvimos inconvenientes con el racionamiento, pero desgraciadamente durante un ataque, una bomba destruyó el depósito de víveres y a partir de allí, tuvimos que racionar la comida y de vez en cuando, apoyarnos con alguna oveja, ganso o vaca de los isleños. Siempre tenía temor ante los bombardeos de los barcos, pero mucho más a los ataques de los aviones porque aparecían de golpe, sin darnos tiempo de guarecernos y porque normalmente nos ametrallaban con unas municiones explosivas que hacían mucho daño. Cada vez que pasaban me acordaba de mi madre y le rogaba que me proteja. El día 14 de junio fue uno de los días más tristes de mi vida cuando nuestro Jefe nos reunió en un galpón para comunicarnos que había recibido la orden de rendición. Realmente la noticia nos cayó muy mal y nos produjo un bajón anímico porque de acuerdo a lo que nos informaban o escuchábamos por la radio, hasta ese momento íbamos ganando. ¡¡¡ Que gran decepción sentí, no lo podía creer!!! A partir de ese momento desarmamos nuestro armamento y tiramos al mar las partes móviles para inutilizarlos. A eso de las once de mañana, fuimos rodeados por helicópteros enemigos hasta que uno de ellos se aproximó flameando una bandera blanca y al aterrizar, los militares británicos par- 154 -


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Capítulo VII

lamentaron con nuestros jefes sobre las actividades a realizar a partir de ese momento. Luego de entregar todas las armas, nos trasladaron a Puerto San Carlos, en donde permanecimos en calidad de prisioneros de guerra durante aproximadamente quince días en un frigorífico abandonado, hasta que por fin nos embarcaron en el buque transatlántico “St. Edmund”. Posteriormente fuimos trasladados a Puerto Argentino en donde permanecimos algunos días más. Durante el tiempo que pasamos en el barco nos enteramos de algunos hechos o noticias que creo conveniente relatarlas porque algunas revestían de cierta importancia y otras como anécdota. Por ejemplo, nos enteramos de que los ingleses habían planificado atacar y tomar nuestras posiciones en la isla Borbón el quince de junio. El día catorce se rindieron las tropas en Puerto Argentino y gracias a ello no se produjo tal ataque, evitando de esa manera una masacre en donde seguramente lamentaríamos muchas bajas de ambos lados. También recuerdo al capitán del barco, quien cierto día nos reunió a un grupo de soldados que estábamos en la cubierta y nos contó que era argentino, tucumano y que a los cinco años se había marchado con sus padres a vivir a Gran Bretaña, en donde se había especializado en la navegación de estos tipos de barcos civiles. Nos decía que no tenía rencor hacia nosotros, sino por el contrario, sentía pena por lo que estábamos pasando. El mayor tiempo en que estuve en el barco, lo hice con los pies en alto y bien abrigados porque sufría de principio de congelamiento. Luego de navegar durante aproximadamente un día llegamos a Puerto Madryn y desde allí partimos a la base aeronaval de Trelew para abordar un avión que nos trasladó a nuestro destino final, la ciudad de La Plata. Al llegar a la Base tuvimos un calido recibimiento por pare de nuestros superiores y soldados que habían estado en la guerra pero habían regresado antes que nosotros. Lo primero que hicimos fue bañarnos, cambiarnos de ropa y luego nos tomaron declaración sobre nuestro desempeño en la guerra, del trato recibido por nuestros superiores y demás informes de interés. A los pocos días nos hicieron jurar la Bandera y posteriormente nos dieron cuarenta y cinco días de franco. Llegar a Santiago me produjo una gran alegría, pero mucho más cuando puse mis pies en la tierra de mis ancestros, en los pagos de El Mojón porque allí me esperaban mis familiares, quienes estaban más contentos aun, porque habían recibido noticias de que yo había muerto en combate. Tal noticia se produjo a consecuencia de una confusión, ya que había un conscripto fallecido con mi mismo nombre pero con distinto DNI. El sábado siguiente se realizó una fiesta grande en el pueblo con la participaron de todos los vecinos como forma de darme la bienvenida. - 155 -


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Por último quiero expresar que me siento orgulloso de haber participado en la defensa de mi Patria. No se si me desempeñé bien o mal, lo que si puedo asegurar es que estaba dispuesto a perder la vida, al igual que el resto del personal que nos encontrábamos en esa isla. Yo creo que más allá de lo que se dice; que fue una guerra preparada, nosotros los Soldados, entregamos todo de nuestra parte, lo hicimos de corazón con gran patriotismo y amor a la Patria y a nuestra Bandera. “Algunos volvimos y podemos contar nuestra participación en esa Gesta, otros quedaron como “eternos mojones de nuestra soberanía”

Ubicación de la Isla Borbón

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CapĂ­tulo VII

Ataque de los comandos britanicos (SAS)

Aviones argentinos destruidos

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CAPÍTULO VIII

LA BATERÍA “B” DEL B.I.M. 5 EN COMBATE



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Capítulo VIII

LA BATERÍA “B” DEL B.I.M. 5 EN COMBATE EL BATALLÓN DE INFANTERÍA DE MARINA 5 GANÓ NOTORIEDAD CUANDO SUS INFANTES Y COMANDOS ANFIBIOS JUNTO CON TROPAS DEL EJÉRCITO ARGENTINO RECUPERARON LA SOBERANÍA DE NUESTRAS ISLAS MEDIANTE UNA OPERACIÓN IMPECABLEMENTE EJECUTADA EN AQUEL MEMORABLE DOS DE ABRIL. POSTERIORMENTE OTROS EFECTIVOS DE ESE BATALLÓN FUERON EMPLEADOS COMO PARTE INTEGRANTE DEL SISTEMA DEFENSIVO DE PUERTO ARGENTINO. ENTRE ELLOS LA BATERÍA “B” (BRAVO) DEL BATALLÓN DE ARTILLERÍA DE CAMPAÑA NRO 1 QUE COMBATIÓ HASTA EL DÍA DE LA RENDICIÓN.

I SOLDADO “VGM” RAMON ANGEL PAZ “¡¡Baterías atender!! La orden de rendición ya esta, pero no nos podemos rendir hasta que el personal del BIM 5 que está combatiendo en el frente no se repliegue”. ¡¡¡FUEGO LIBRE CON LO QUE TENGAN!!!”

LOS COMBATES AL PIE DEL CAÑÓN ¡SONAMOS! exclamó un cabo y continuó diciendo “Cuando se activa esa alarma es porque hay conflicto”. Corría el año 1982 y la mayoría de los soldados clase sesenta y tres, fuimos llamados a cumplir con el Servicio Militar Obligatorio. A mí me tocó La Marina, y Junto a un grupo de santiagueños partimos desde el Distrito Militar con destino a la localidad de Pereyra Iraola. En ese lugar se encontraba un campo de preparación militar en donde nos dieron los primeros conocimientos e instrucciones básicas durante aproximadamente cuarenta y cinco días. El primero de abril nos trasladaron a la Base Naval de Puerto Belgrano, la principal base naval que posee La Marina. Allí me destinaron al Batallón de Artillería de Campaña Nro 1. Al día siguiente nos despertó el sonar de una alarma, cuyo sonido era tan fuerte que se escuchaba a más de dos kilómetros. Ello nos quitó la tranquilidad de la que gozábamos, ya que a partir de ese momento vi al personal de la base, moverse de un lado a otro en - 161 -


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forma acelerada y algo nervioso. Se vivía un clima de tensión y no sabíamos las causas, hasta que nos reunieron y nos informaron sobre la recuperación de nuestras Islas Malvinas. Todos festejamos con gran algarabía, aunque en ese momento no le dí la importancia que el hecho merecía porque andaba medio desconcertado a consecuencia de encontrarme en un lugar desconocido y sin saber demasiado sobre la vida militar por el escaso tiempo que llevaba incorporado. Las actividades de instrucción se incrementaron día a día especialmente lo concerniente al manejo de los cañones y actividades de desembarco. Siempre cuento con orgullo que nuestro grupo fue considerado como uno de los mejores porque poníamos al cañón en posición de tirar en veintiséis segundos, cuatro menos de lo que indicaban las normativas. Practicábamos tiro directo y curvo tanto de día como de noche con el objeto de alcanzar una excelente formación militar. Cierto día se presentó un comandante y luego de presenciar nuestras prácticas, nos felicitó y como premio fuimos seleccionados para marchar al sur a defender la soberanía de nuestra Patria. Luego de aproximadamente quince días, el suboficial Escudero nos reunió y comunicó que debíamos prepararnos para marchar al sur sin especificar a que lugar, con la premisa de que si la situación lo requería, podríamos pasar a defender las Islas Malvinas. De a poco iba tomando conciencia y compenetrándome de la importancia de la misión que íbamos a realizar y por ello, me preocupaba en aprender y tener mi armamento y equipo en perfectas condiciones. Una mañana partimos en colectivo con destino a Comodoro Rivadavia llevando solamente los elementos personales, la mochila y armamento provisto de cada uno, mientras que los cañones y municiones pesadas fueron transportados aparte. Luego de un largo viaje, un viento frio y constante nos dio la bienvenida en esa ciudad de la provincia de Chubut. Allí permanecimos algunos días hasta que llegó la orden de cruzar a Malvinas. Veinte hombres, dos cañones y una camioneta Dodge embarcamos en un avión Hércules, siendo los primeros en llegar al aeropuerto a las dos o tres de la tarde del día veinte de abril. Nos estaban esperando un grupo de camiones a bordo de los cuales nos trasladamos hacia la zona donde se encontraban los galpones de los Royal Marines, previo pasar por Puerto Argentino a través de un camino que iba costeando una bahía. Me llamó la atención la arquitectura de sus casas y edificios públicos tan diferentes a los nuestros.

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Capítulo VIII

Al día siguiente, un comandante cuyo nombre no recuerdo, nos reunió e impartió las órdenes pertinentes relacionadas a las misiones que le correspondería cumplir a cada agrupación. Nosotros pertenecíamos a la Batería “B” (Bravo) cuyo jefe era el Capitán de Navío Abadal Mario y estaba en apoyo del Batallón de Infantería de Marina 5 (BIM 5). Cada Batería estaba conformada por seis piezas y cada pieza era operada por seis soldados a cargo de un cabo. Mi jefe de pieza era el cabo segundo Bacotti, también teníamos como superiores inmediatos a los Guardiamarinas Ángel Mascolo y Marcelo De Marco. Nuestro jefe había recibido la misión de buscar un lugar apto que nos permita apoyar mediante el fuego de nuestros cañones 105 mm a los fusileros que se encontraban en primera línea, es decir a las posiciones defensivas que soportarían los primeros embates del enemigo. Mientras nuestros superiores realizaban el planeamiento sobre nuestra futura posición a ocupar, nosotros permanecimos en descanso en espera de los efectivos faltantes que iban llegando por tandas. Al día siguiente, el Capitán Abadal, se paró sobre una piedra grande y mirando alrededor nos dijo señalando un sector entre medio de tres cerros: — “muchachos allá la quiero a la batería, se que es un gran esfuerzo llegar hasta ese sector, pero de eso va a depender la seguridad y efectividad durante nuestra permanencia en la guerra”. Realmente fue un trabajo durísimo casi egipcio trasladar esos cañones para posicionarlos en el lugar ordenado. Si la memoria no me traiciona, creo que el lugar elegido se llamaba Felton Stream y se encontraba en una altura entre los cerros Tumbledown, William y Harriet. Creo que el lugar fue muy bien seleccionado por cuanto esas alturas que circundaban nos cubrieron y protegieron posteriormente de los ataques de los aviones. Como los cañones pesaban mil doscientos kilos y el terreno era muy blando, se nos complicó el traslado porque se hundían con facilidad y tampoco podíamos arrastrarlos con los camiones porque también éstos se hundían. La tarea la realizamos a mano, a campo traviesa, levantando y desenterrando a las piezas cada tres metros a lo largo de varios kilómetros en pendiente ascendente. Los llevamos de a un cañón por vez entre todos y así, hasta subir la última caja de munición que igualmente eran muy pesadas. Luego de algunos días de intenso labor pudimos posicionar las piezas de artillería en el terreno y a la vez preparar nuestras posiciones de defensa personal. A partir de los primeros días de mayo, comenzamos a combatir contra las fragatas inglesas que se aproximaban y nos cañoneaban durante la - 163 -


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noche. Nuestros cañones tenían un alcance eficaz de diez mil doscientos metros, por lo cual podíamos contestar el fuego y obligar al enemigo a suspender los ataques y alejarse del lugar. Recuerdo que durante una mañana, casi al medio día, mientras estábamos almorzando, nos sobrevoló un avión enemigo sin atacarnos, y según nuestro jefe, habría tenido la misión de ubicar nuestras posiciones ante lo cual nos alertó a que estemos preparados para afrontar un posible ataque de la artillería naval a realizarse por la noche. Tal como lo predijo, el ataque se realizó, pero no en la noche, sino durante el atardecer. Fue un ataque tan sorpresivo e intenso, que no nos permitió llegar a las piezas para contrarrestar. A consecuencia de ello nos destruyeron dos cañones (las piezas cuatro y cinco) e hirieron gravemente el chofer de la camioneta. En ese momento me encontraba en el refugio junto al cabo Acosta, con quien había tenido algunas discrepancias durante las actividades diarias que realizábamos. A consecuencia de la desesperación que me provocaron las explosiones, producto de la gran cantidad de bombas que caían a nuestro alrededor, quise salir del pozo para marchar a otro lugar sin saber a donde. Gracias a Dios no ejecuté esa actividad porque el Cabo me lo impidió tomando fuertemente de mi cinturón y haciéndome comprender, que si salía iba a ser presa de las esquirlas que volaban constantemente sobre nuestras cabezas — “¡¡Quédese conmigo que si tenemos que morir, moriremos los dos como buenos soldados!!”. Le hice caso y gracias a ello todavía sigo vivo y puedo dar testimonio de mi participación en esa gesta. Soportamos varios ataques más, pero nunca me olvidaré de uno que se produjo casi al amanecer en los últimos días de mayo, cuando los barcos ingleses se acercaron a la playa y comenzaron a disparar con gran intensidad. Ante esta situación nuestro Jefe ordenó a tres piezas contrarrestar el fuego enemigo. En esa acción, mientras el cabo Yaco, que era el jefe de la pieza dos, se alistaba junto a tres soldados para cumplimentar la orden, cayó un proyectil dentro de la red de enmascaramiento de la pieza, causando la muerte del Soldado formoseño Falcón y heridas de consideración al Cabo. Las otras baterías pudieron repeler el ataque y poner en fuga a los barcos, evitando de ese modo el posible desembarco que intentaban realizar. Gran dolor nos causó la muerte del Soldado Falcón, ese acontecimiento nos hizo pensar que ninguno estábamos exentos de tener igual fin. A partir de ese ataque solo contamos con tres cañones en capacidad de combatir porque las piezas dos, cuatro y cinco quedaron fuera de combate a consecuencia de las averías producto de los fuegos de artillería recibido. Y así continuamos en la posición; acondicionando los cañones, completando la munición y contrarrestando el fuego de las fragatas durante las noches. - 164 -


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Capítulo VIII

A medida que avanzaban los días del mes de junio, la situación se hacía cada más difícil: el enemigo había desembarcado en San Carlos y se aproximaba a Puerto Argentino, varias piezas de artillería fueron emplazadas en la parte superior del Monte Kent (un cerro próximo a nuestras posiciones), por ende sabíamos que estábamos al alcance de sus fuegos, pero también sabíamos que pronto tendríamos que enfrentarnos cara a cara. Durante la segunda semana de junio, “los piratas” nos hicieron sentir su presión con mayor intensidad porque incrementaron los fuegos navales y ataques aéreos. Durante la noche del once de junio, mientras cumplía el servicio de guardia, divisé a lo lejos unas explosiones y luces fuertes como bengalas. Inmediatamente le di la novedad a mi jefe de grupo indicándole el lugar en donde se estaban produciendo los hechos. Ante esta situación, se ordenó alistar a todo el personal, preparar el armamento liviano, municiones y también el cañón. Casi a la medianoche escuchamos a la distancia, además de los bombardeos de las fragata, fuegos de fusileros en distintos lugares con lo cual dábamos por hecho que las tropas de infantería inglesa habían iniciado su ataque a las primeras líneas defensivas. Los efectivos de los Regimientos de Infantería 4 y 7 del Ejército Argentino y nuestros Infantes del Batallón de Infantería de Marina 5 combatían desde sus posiciones a capa y espada contra el avance enemigo. A las tres horas de haberse iniciado el ataque, recibimos la orden de hacer fuego hacia las zonas en donde se estaban produciendo los enfrentamientos con el fin de frenar el avance enemigo y apoyar a nuestras tropas. Inmediatamente nuestro cañón, junto a los otros, comenzaron a rugir con la salida de los proyectiles que iban con dirección a la parte oeste del monte Harriet defendido por el BIM 5, pero también recuerdo que tiramos sobre la parte oeste de los cerros Dos Hermanas y Longdon defendidos por efectivos del Ejército, los que también estaban siendo atacados. A partir de ese momento, no paramos de tirar hasta el día de la rendición. Cada día la situación en el frente se hacia mas insostenible por el furibundo ataque ingles, que si bien avanzaban por tierra, tenía el apoyo constante y a toda hora de los barcos y de su aviación. Es por ello que de a poco nuestras tropas se fueron replegando, por lo cual tuvimos que ir regulando el tiro de nuestros cañones. De los diez mil doscientos metros de distancia que tirabamos en un principio, reducimos a los cinco mil la última noche (trece de junio). Si la memoria no me falla, esa noche recibimos la siguiente orden de la central —“¡¡baterías atender!! la orden de rendición ya esta, pero no nos podemos rendir hasta que el personal del BIM 5 que esta combatiendo en el frente no se repliegue”. ¡¡FUEGO LIBRE CON LO QUE TENGAN!! - 165 -


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Apenas recibimos esa orden reiniciamos el fuego tirando las pocas municiones con la que contábamos, incluso le tirábamos con fumígenos. Según nuestro observador adelantado (persona que se encuentra cerca del enemigo dirigiendo por medio del equipo de comunicaciones la dirección de nuestros proyectiles), les estábamos “dando en el blanco” y por ende causándoles varias bajas, y gracias a ello, los hicimos retroceder hacia la playa. Aprovechando esta situación, las tropas de infantería del BIM 5 se pudieron desprender del asedio incesante de un enemigo muy superior en cantidad de hombres y armamento y replegarse hacia Puerto Argentino. A causa de ello, sin querer, pasamos a constituirnos como “Equipo defensa de Primera Línea”, es decir que estábamos frente a frente con el enemigo sin otra tropa en el medio que nos defienda. Escuchábamos la voz de nuestro jefe que nos ordenaba “continuar tirando hasta agotar la munición”, con la intención de mantener al enemigo en la playa y de esa manera, evitar que se acerquen y nos ataquen. Esa mañana, una fragata comenzó a disparar hacia un radar que estaba próximo a nosotros y luego hacia nuestras posiciones. Recuerdo que con desesperación el jefe gritaba – ¡¡BACOTTI TIRE, TIRE QUE SE NOS VIENEN!! a lo que este le respondió: – ¡¡PERO SEÑOR, NO SE PUEDE PORQUE NOS ESTAN CAYENDO LAS BOMBAS A NUESTRO ALREDEDOR!! Ya casi al medio día recibimos la orden del Jefe de Batallón: – ¡¡ALTO EL FUEGO– FIN DE LA MISION!! Rápidamente procedimos a sacar la aguja percutora del cañón y el cabo le pegó un tiro al aparato de puntería como forma de inutilizarlo para siempre y dejarlo fuera de servicio a los fines de no ser empleado por los ingleses. Tomamos rápidamente nuestro armamento liviano y nos replegamos hacia la parte posterior de un cerro que se encontraba en las cercanías. Este desplazamiento no fue nada sencillo, ya que el asedio de los bombardeos, se hacía cada vez más intenso. En esa ocasión muere el Soldado Clase 62 Mansilla, quien había sobresalido por su valentía al quedar a cargo de la pieza cuando el cabo Yaco fue herido. Continuamos nuestro desplazamiento hacia el pueblo, cubriéndonos entre las rocas y las montañas para no ser alcanzado por las bombas que no paraban de tirar las fragatas, para colmo también tuvimos que esquivar los campos minados que habían realizado los Ingenieros. Llegamos a Puerto Argentino y nos metimos en unos galpones manteniéndonos en apresto con nuestro armamento individual a la espera de que - 166 -


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Capítulo VIII

nos manden a combatir a otro lugar. Realmente no sabíamos bien lo que pasaba, todo era incertidumbre hasta que nos enteramos de que el general Menéndez había firmado la rendición, por lo cual procedimos a desarmar y romper nuestro armamento individual. Casi al atardecer nos ordenaron marchar hacia el aeropuerto “vean muchachos busquen y lleven todo tipo de alimento que encuentren porque no sabemos cuánto tiempo estaremos prisioneros y si nos darán de comer” nos recomendó un cabo y gracias a ello, no pasamos hambre durante los cinco días de nuestra permanencia en ese lugar. Allí nos podíamos mover con total libertad, charlar con soldados de otras unidades ya que no estábamos vigilados por efectivos ingleses, pero si por los buques que nos estaban apuntando desde un lugar muy próximo a la costa. Una mañana fuimos trasladados al pueblo y nos alojaron en dos galpones. Recién allí me sentí prisionero, porque estábamos bajo la constante vigilancia estricta y cautelosa de los soldados ingleses, que si bien, en general respetaban nuestros derechos de prisioneros de acuerdo a los convenios internacionales de la guerra, muchas veces tuvimos que soportar actitudes autoritarias. Recuerdo que antes de llegar a los galpones, debimos pasar por unos pasillos custodiados por soldados ingleses, quienes aprovechando nuestra indefensión, nos pegaron patadas y empujaron con el fusil para que aceleremos el paso. Otro hecho que si bien actualmente lo cuento como anécdota, en ese momento no era nada grato: resulta que a consecuencia de haber comido tomate al natural en lata, me produjo fuertes dolores de estómago, motivo por el cual al no poder aguantar más, me arrime a la puerta y por medio de señas le hice comprender al guardia que necesitaba ir al baño. Este accedió, pero me acompañó apuntándome con el fusil hacia una especie de letrinas en donde había un tacho que se usaba para hacer nuestras necesidades. Al llegar, cerré la puerta y justo, en el momento que me senté en el tacho, el guardia pensando que yo estaría tramando algo, pegó una patada a la puerta y me apuntó con el arma; así que tuve que hacer mis necesidades fisiológicas con el cañón del fusil apoyado sobre mi cabeza. Por fin, luego de permanecer dos días en ese lugar, fuimos embarcados en unos lanchones grandes de desembarco y transportados hasta el buque “Comandante Irizar” que estaba bastante alejado del puerto. Un veinte de junio, día de nuestra Bandera, comenzamos a navegar con rumbo al continente. Llegamos a Ushuaia luego de dos noches que me parecieron interminables por las ansias de llegar a tierra firme. Apenas desembarcamos, nos trasladaron en unos aviones Focker a Río Gallegos y desde allí a Bahía Blanca en aviones de mayor porte. Cuando llegamos al Batallón fuimos recibidos - 167 -


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en una emotiva bienvenida por nuestros superiores y compañeros que se quedaron en el continente y no pudieron marchar a Malvinas. Recuerdo que nos preguntaron si queríamos comer o bañarnos. Yo elegí bañarme primero y confieso que jamás disfrute de un baño como el de ese día, ya que habían pasado más de dos meses sin ducharme. ¡¡Que feliz me sentía con el solo hecho de estar bajo una ducha con agua caliente!! Ahí me di cuenta de la importancia de las cosas simples de la vida. Quedamos en el Cuartel hasta el nueve de julio, fecha en que nos dieron cuarenta días de licencia para poder viajar y visitar a la familia. Con los viáticos que nos pagaron, pude volver a Santiago del Estero, donde me esperaban ansiosamente mis familiares y amigos. De regreso al Batallón, me ascendieron a dragonearte por los meritos cosechados en Malvinas, grado que ostenté con gran orgullo hasta el momento en que me dieron la baja definitiva. Como resultado de nuestro desempeño en las Islas rescato lo siguiente: De los sesenta y ocho integrantes originarios de la Batería, regresamos menos porque dos fueron muertos y enterrados en Puerto Argentino, tres heridos y doce enfermos fueron evacuados con anterioridad. Nuestro apoyo logístico, organización y sistema de abastecimiento fue eficiente porque diariamente debíamos tener en forma obligatoria cien proyectiles de FAL y sesenta proyectiles para los cañones. Es decir que si entrábamos en combate, la munición empleada era repuesta en forma urgente para mantener intacto nuestro poder de fuego. Con respecto a la comida, en general no me puedo quejar, ya que mientras el enemigo se encontraba alejado ingeríamos diariamente comidas calientes, pero cuando comenzaron los ataque, nos proveyeron cajas de raciones COI (cajas con alimentos no perecederos que generalmente no necesitan cocción) cuyos ingredientes proporcionaban las calorías y vitaminas necesarias para afrontar las exigencias de la guerra. Creo que cumplimos cabalmente con nuestra misión gracias a la sobresaliente preparación que teníamos y por haber aprovechado las experiencias de los combates diarios. Nuestra batería nunca salió fuera de servicio y ejecutó los fuegos hasta el último día. Nuestro sistema de seguridad era bastante riguroso para evitar ser sorprendido por los comandos enemigos. Al atardecer nos hacían memorizar el “santo y seña” que era una forma de reconocer a una persona que se aproximaba a una posición. La orden que teníamos era: “Toda persona que se aproxime y no conteste el santo y seña o conteste algo que no corresponda, se le debía tirar una ráfaga a la altura de la cintura sin titubear”. Cuando entrábamos de guardia durante la noche, normalmente lo hacíamos de a dos como forma de apoyarnos mutuamen- 168 -


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Capítulo VIII

te. También habíamos montado un refugio próximo a la pieza de artillería que nos protegió de los incesantes bombardeos. Este refugio constituido por dos pozos que se comunicaban entre sí por un pasadizo tenía un techo de chapa cubierto por tepes como forma de enmascaramiento para no ser detectado. En el piso colocamos varias hileras de piedras para evitar que se nos mojen los pies a causa del agua que filtraba incesantemente. Con respecto al manejo y operación de nuestra pieza de artillería, recuerdo que tuvimos problemas al ejecutar los primeros cinco tiros porque el cañón se hundía con suma facilidad a causa del terreno blando. Para dar solución a ese problema hicimos una base de piedras y sobre ellas asentamos la pieza, lo que nos permitió tirar sin inconveniente hasta el último momento. Es por ello que digo que si bien teníamos una buena base de instrucción, también fuimos aprendiendo muchas cosas a medida que transcurría el conflicto. La guerra nos enseñaba algo de lo operacional todos los días, pero también nos enseñaba a fortalecernos y a sobreponernos ante los abaratares y los sinsabores del combate, aspectos que nos marcaron para siempre en el transcurso de nuestras vidas y muy especialmente a mí, que por ese entonces contaba con solo diecisiete años.

Cañón empleado por la CA “B” del BIM 5

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CAPÍTULO IX

LA CONTRIBUCIÓN DE LA SANIDAD MILITAR



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Capítulo IX

LA CONTRIBUCIÓN DE LA SANIDAD MILITAR COMO EN TODA GUERRA, LA LABOR DE LOS MÉDICOS Y ENFERMEROS ES MUY IMPORTANTE Y PRIMORDIAL, ESPECIALMENTE PARA AQUELLOS QUE SUFRIERON HERIDAS O NECESITARON DE SUS SERVICIOS EN UN MOMENTO TAN CRÍTICO PARA SU EXISTENCIA. A PESAR DE ELLO, EXISTE ABUNDANTE Y DIVERSA BIBLIOGRAFÍA QUE SE OCUPÓ ESPECIALMENTE DE LOS HECHOS BÉLICOS, PERO EN FORMA MUY ESCUETA A LA TAN NOBLE LABOR DE CURAR CON LA AYUDA DE DIOS. POR ELLO CREO QUE ES PERTINENTE RESCATAR EL TESTIMONIO DIRECTO, ESPONTÁNEO Y SIN DUDA ALGUNA ILUSTRATIVA, PROPORCIONADO POR UN OFICIAL MÉDICO QUE ESTUVO EN UNO DE LOS LUGARES QUE SOPORTÓ EL MAYOR BOMBARDEO POR SU IMPORTANCIA ESTRATÉGICA.

I COMODORO MEDICO”VGM” ANTONIO BORRACCIO “Finalizado el ataque, salimos de la carpa para atender a los heridos. Eran en total veinticuatro en grave estado. Había otros con heridas leves. Pusimos todo nuestro empeño en tratar y aliviar el sufrimiento de nuestros camaradas. Solo tuvimos que lamentar una pérdida humana a pesar del tremendo ataque. Cuando amaneció, nos dimos cuenta que en el terreno por el cual caminamos y corrimos para ayudar a los heridos, estaba sembrado con bombas Belugas”

NUESTRO HUMILDE APORTE El dos de abril cuando nos enteramos en el Hospital Aeronáutico Córdoba de la recuperación de nuestras Islas, festejamos efusivamente como gran parte de la población. Tal era nuestro entusiasmo, que le pedimos al Subdirector Médico, de quien dependíamos, que en caso de necesitar médicos, estábamos disponibles y listos. Tuve la suerte de ser designado junto a otro santiagueño, el entonces capitán médico Jorge Antonio Fernández Reuter, con quien solíamos recordar “viejos tiempos” de nuestro querido Santiago, - 173 -


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especialmente de nuestro paso por los colegios San José y Nacional Absalón Rojas. Partimos en un avión Guaraní hacia Buenos Aires, pero como había un frente de tormenta tan amplio, tuvimos que regresar para viajar en tren. Al llegar nos hospedamos en el Hospital Aeronáutico Central, que se encuentra en el famoso barrio de Pompeya, a quien nuestro comprovinciano Homero Manzi, le dedicó alguna de sus letras. Recuerdo de la algarabía y el entusiasmo que reinaba en el personal que viajaba hacia la ciudad de Comodoro Rivadavia; cantábamos, bromeábamos y nos sentíamos orgullosos y felices de ser participes de tan noble gesta. Demás está decir que estoy convencido de que si tendría que ir nuevamente, no lo dudaría un segundo. A Puerto Argentino llegamos un diecinueve de abril y de inmediato nos abocamos a la tarea de instalar un Puesto Socorro en el aeropuerto. Los dos santiagueños fuimos designados para desempeñarnos en ese puesto de asistencia; los restantes fueron destinados al Hospital Conjunto de las Fuerzas Armadas que operaba en una escuela preparada para tal fin. Recuerdo que en los momentos libres, en la tensa calma que se vivía, intercambiábamos opiniones entre nosotros sobre la definición del conflicto: algunos pensaban que los ingleses no vendrían y que se solucionaría mediante negociaciones, otros opinaban que si vendrían y a consecuencia de ello, pronto estaríamos envueltos en un conflicto de gran envergadura. Nunca he podido olvidar ese primero de mayo. Todavía se me cruzan en la memoria esas tristes imágenes del primer ataque de los ingleses. Ese día, siendo aproximadamente las cuatro y veinte de la mañana, fuimos atacados por aviones Vulcan (Bombarderos que partían desde la Isla Ascensión, con el fin de inutilizar la pista de aterrizaje del aeropuerto para evitar las operaciones aéreas de los aviones argentinos). Algunas bombas cayeron en proximidad del puesto socorro que estaba situado debajo de la batería Tiger Cat del Ejército Argentino. El momento que se vivía fue realmente pavoroso: los gritos por las radios, el sonido de las alarmas, el ruido de las bombas, la oscuridad, el fuego, la destrucción, etc, pero sobre todo la incertidumbre y la desazón por la que estábamos atravesando, que si bien es normal en toda guerra, no deja de ser algo espantoso. Finalizado el ataque, salimos de la carpa para atender a los heridos. En total atendimos veinticuatro en estado grave y también había otros con heridas leves. Pusimos todo nuestro empeño en curar y aliviar el sufrimiento de nuestros camaradas. Solo tuvimos que lamentar una sola pérdida a pesar del tremendo ataque. Cuando amaneció nos dimos cuenta que en el terre- 174 -


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Capítulo IX

no por el cual caminamos y corrimos para ayudar a los heridos, estaba sembrado con bombas Belugas (También conocidas como bomba racimo porque dentro de la misma lleva varias bombas mas pequeñas que al explotar, se desparraman en el terreno quedando activadas para detonar en caso de ser pisadas o tocadas). Hasta el día de hoy no puedo encontrar explicación sobre como pudimos movernos sin tropezar con algunas de ellas. Al día siguiente, luego de evacuar a los heridos, nos ordenaron replegar a un lugar que se encontraba a mitad de camino entre el aeropuerto y el poblado. Allí realizamos un análisis de la situación y a consecuencia de ello, el Mayor Fernando Espiniella, quien se desempeñaba como Jefe Médico del Componente Sanitario de la Fuerza Aérea, solicitó un voluntario para cubrir el puesto socorro del aeropuerto. De inmediato se presentó el Capitán Jorge Fernández Reuter a sabiendas de que esa zona era la más peligrosa porque era la que soportaba el mayor bombardeo naval y aéreo. El resto fuimos al hospital, que era un edificio de material y gozaba de ciertas comodidades como calefacción por dar un ejemplo. Confieso que si bien en el hospital contaba con los elementos para trabajar con agrado, yo no me encontraba a gusto porque sentía la necesidad de estar con mi camarada y colega santiagueño, ya que habíamos iniciado juntos esta campaña y no quería dejarlo solo. Por esa causa, me presenté a mi jefe y le solicité volver al aeropuerto. Apenas me dieron la autorización, tomé una ambulancia y me dirigí a ese lugar.¡¡ Había que ver la cara de con una inmensa alegría de mi amigo y camarada cuando me vio!! Que haces Gordo me preguntó y de inmediato me pidió un cigarrillo y bueno…ahora estaba más tranquilo porque “si moríamos lo haríamos acompañados”. Estuvimos aproximadamente quince días en ese lugar trabajando duro, tanto en las tareas asistenciales, como en otras también importantes como ser la construcción de refugios que nos protegían del poder destructor de la onda expansiva y las esquirlas de las bombas. En general se dormía poco y cuando se podía, ya que durante las noches soportábamos incesantes bombardeos navales y durante el día de la aviación enemiga. Posteriormente comenzamos a turnarnos con otros colegas en la atención de los pacientes en el hospital. En general atendíamos a los heridos que se encontraban en terapia intensiva. También hacíamos el “triaje” cuando las bajas eran en masa. Recuerdo que estando allí siempre tenia la dicha de encontrarme con algún santiagueño, con quienes en los momentos libres, solía charlar e intercambiar información de lo que estaba ocurriendo en Malvinas pero también de las noticias que llegaban de nuestro “pago querido”. - 175 -


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Una de las penurias que más sufrí, fue cuando se inició el combate el primero de mayo, con mi querida esposa Beatriz, quien estaba embarazada esperando a nuestro segundo hijo. Pero el impacto que sufrió al ver las imágenes televisivas, la afectó de tal manera que perdió el embarazo. Me enteré luego de siete días y a consecuencia de esta desgracia, el doctor Espiniella me preguntó si quería retornar y acompañar a mi señora en ese duro momento, a lo que contesté que NO, que en mi hogar ya estaba todo controlado y que por mi profesión hacía mas falta en las islas. Cuando regresé fui a ver la historia clínica, en el informe anatomopatológico decía que era de sexo masculino. Hoy tendría casi 28 años, pero Dios nos envió a Ana que lleva como segundo nombre Soledad como homenaje a la Isla. Los acontecimientos bélicos se fueron desenvolviendo como es de público conocimiento, pero sin el componente de desmalvinización. Hay miles de historias, anécdotas y reflexiones que se pueden contar y describir de la guerra: La guerra es dura y horrorosa, muestra las verdaderas facetas del ser humano en su configuración holística (cuerpo y alma). Pudimos palear el dolor psíquico y físico de una inmensidad de connacionales con toda la voluntad y la vocación que podíamos. Es muy triste sentir la derrota. Queda un sabor amargo, incomparable, imborrable, “la bandera pesa muy mucho” como símbolo de la Argentinidad. Es duro estar como prisionero, un sabor amargo invade el alma. Retornamos al continente con nuestros dolores, nuestros sentimientos. Había bajado casi 20 kilogramos de peso en ese empeño. Debemos recordar a las islas y a la gesta con profundo respeto, convencimiento y fervor, porqué, si existe una propiedad, cuya pertenencia no debe discutirse, es el territorio de nuestras irredentas Islas Malvinas y demás islas del Atlántico Sur. Tal vez por haber caminado en sus costas, haber combatido al enemigo en ese húmedo suelo, haber recibido el calor de la turba malvinera, haber navegado por ese mar argentino, frío y virtuoso de riquezas, y haber volado en ese cielo celeste y blanco reflejo puro de mi bandera; me haga pedir y rogar a Dios que la llama de la Argentinidad permanezca siempre presente en ese lugar y en la mente de todos los argentinos, y que pronto nuestras Malvinas estén con nosotros, porque siento que hay una tierra gaucha prisionera que quiere ser libre..

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Capítulo IX

A mi entender, y a modo de reflección, creo firmemente que lo mas importante fue haber sido participe de esa noble gesta, entregarme totalmente a mi profesión sin evadir riesgos y el haber cumplido, junto a un grupo de hombres, con el deber sagrado de todo Argentino que es el de defender su soberanía, siendo esto mi mayor orgullo.

Impacto de una bomba arrojada por los aviones Vulcan en la zona del aeropuerto

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Estado del aeropuerto luego de los ataques de la aviaci贸n inglesa

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CAPÍTULO X

OPERACIÓN COMANDO



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Capítulo X

OPERACIÓN COMANDO UN COMANDO ES UN SOLDADO QUE INTEGRA UNA UNIDAD DE OPERACIONES ESPECIALES Y QUE ESTÁ ENTRENADO PARA REALIZAR OPERACIONES TRAS LAS LÍNEAS ENEMIGAS. LOS COMANDOS ESTÁN ADIESTRADOS DE UNA FORMA ESPECÍFICA PARA SITUACIONES DE ALTA SEGURIDAD Y COMO TROPAS PARACAIDISTAS, AEROTRANSPORTADAS Y ANFIBIAS. LAS MISIONES MÁS COMUNES QUE SE ENCOMIENDAN A ESTE TIPO DE TROPAS SON: OBTENER INFORMACIÓN; ATACAR LÍNEAS DE COMUNICACIÓN Y ABASTECIMIENTOS; ATACAR SISTEMAS DE COMANDO, CONTROL Y COMUNICACIONES DEL ENEMIGO; ELIMINAR O CAPTURAR OBJETIVOS DE GRAN TRASCENDENCIA, INCLUYENDO LÍDERES MILITARES ENEMIGOS Y RECUPERAR PERSONAL PROPIO POR NORMA GENERAL Y DEBIDO AL REDUCIDO NÚMERO DE SUS COMPONENTES, LAS OPERACIONES DE COMANDO NO PERSIGUEN EL ENFRENTAMIENTO DIRECTO, Y MUCHO MENOS CAMPAL, CON EL ENEMIGO. ACOSTUMBRAN A PERSEGUIR OBJETIVOS PEQUEÑOS AUNQUE DE GRAN REPERCUSIÓN PARA LAS COMUNICACIONES, LÍNEAS DE ABASTECIMIENTO O LA MORAL DEL ENEMIGO. EN LA GUERRA DE MALVINAS PARTICIPARON LAS COMPAÑIAS DE COMANDO 601 Y 602 I MAYOR (R) “VGM” RUBEN FIGUEROA “Todos corrimos con gran decisión disparando nuestro armamento desde la cadera en automático (cadencia de tiro parecido al de la ametralladora) y profiriendo gritos para darnos ánimo y amedrentar a los británicos”. DE SANTIAGO A MALVINAS Luego de varios intentos entre los cuales quedaron perdidos varios archivos que había comenzado a escribir sobre mi experiencia en Malvinas a poco tiempo de llegar al continente, hoy reinicio los relatos sobre la experiencia dolorosa, pero edificante para mi vida de Soldado, que marcó un antes y un después. - 181 -


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Los relatos son aquellos en los que fui testigo presencial a lo largo de mi estancia en Malvinas y se refieren a mi experiencia como Segundo Jefe y Oficial de Operaciones de la Compañía de Comandos 601. Esta historia se remonta a mis primeros años de alumno en la Escuela Nicolás Avellaneda de Santiago del Estero, momentos en los que las diferentes maestras del primario nos inculcaron el amor a esas tierras irredentas y desde ese momento estaban allí en mi sentimiento reivindicativo de la perdida Perla Austral, sin saber que mucho tiempo después sería testigo presencial de la recuperación de las Malvinas. Quiero agradecer en este relato a mis maestras que sembraron esa semilla del amor a las Malvinas y que luego se plasmarían en mi vida posterior a lo largo de mi prematura vocación militar primero en el Liceo Militar General Paz en Córdoba y luego en el Colegio Militar donde egrese como Subteniente del arma de Infantería en el año 1968. Vienen a mi memoria y a la cual no quiero traicionar, el guardapolvo blanco, las fiestas patrias, los palotes, la Libreta de Ahorro, los recreos y el nombre de varios de mis compañeros de esa época como Fernando Loto (amigo al que sigo viendo), Salvatore, Ramírez (buen zapateador) Rojas (cuentista experimentado), Ana Rosa Lencinas, Giménez, la Gramajo (con el artículo “la” con que acostumbrábamos llamar a las chicas), Myriam Moreno de la calle Sáenz Peña, y muchos otros a los cuales tengo en el corazón de aquella época feliz de mi niñez, no sé que les habrá deparado el destino, espero que lo mejor y desearía poder volver a encontrarnos para revivir y enterarnos de sus vidas, creo que por la edad, muchos ya serán abuelos como yo. Un recuerdo emocionado para ellos. En esa época del primario mi vocación se iba perfilando e ingrese como Boy Scout en el Colegio San José, comencé a sentir atracción por la disciplina, el orden y el mando que poco a poco fue arraigándose fuertemente en mi personalidad hasta que decidí ingresar en el Liceo Militar General Paz de Córdoba, en donde, además de cursar mis estudios secundarios, terminó de forjar una firme vocación militar y un sentimiento patriótico, entre los cuales estaba mi amor por las Malvinas. Adquirí los conocimientos que me abrieron el horizonte de nuestro querido país al compartir mis días con amigos de variadas provincias, en especial del norte de la Argentina. Recuerdo emocionado a mi amigo Raúl Lorenzo que por esas cosas del destino hoy vive en Santiago del Estero y yo en La Plata. Luego vino el Colegio Militar de la Nación donde completé mi formación egresando como Subteniente en el arma de Infantería “La reina de las bata- 182 -


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Capítulo X

llas”. A partir de ese momento Inicié un periplo por varios destinos, siendo el primero de los cuales Junín de las Andes en la frontera con Chile, luego Monte Caseros donde me casé, El Liceo de Córdoba, Misiones, momento en que realice el Curso de Comandos y que fue lo que posteriormente permitió que pudiera combatir en Malvinas. Luego de adquirir la Aptitud Especial de Comandos, realice el Curso Internacional de Lanceros en Colombia. Posteriormente fui destinado a la Escuela de Infantería y al año siguiente a la Escuela de Guerra para realizar el Curso de Estado Mayor. Mientras cursaba el segundo año se produjo la recuperación de Malvinas y al ser movilizado, tuve que largar los libros y empuñar las armas para cumplir el sueño de todo Soldado que es combatir para defender a su patria. Fuimos movilizados varios Capitanes a distintos destinos. Por mi Aptitud Especial de Comando, pasé a integrar las filas de la Compañía Comandos 601 que se había creado para enfrentar las posibles acciones de la Guerra de Malvinas. Luego de una intensa y corta adaptación, partimos con la Plana Mayor de la Compañía y el Jefe al sur a efectuar reconocimientos para posibles acciones “tipo comandos” en caso de ser necesario, pero nuestro mayor deseo era cruzar a las Islas Malvinas ya que no podíamos estar ausentes en esa guerra, para lo que nos veníamos preparando desde siempre y a la vez era el sueño de todo Soldado. A causa de nuestra insistencia por cruzar a las Islas y luego de diversas gestiones, embarcamos en un vuelo junto con Soldados del Regimiento 4 de Infantería de Monte Caseros, desde Comodoro Rivadavia. Al llegar a Malvinas y descender sentí la necesidad de besar el suelo argentino, fue un beso sentido, cálido, enamorado, esperado y contenido, como el beso que uno da a su madre luego de una larga ausencia. Apenas llegamos nos pusimos a trabajar y luego de una reunión con la autoridad militar de la Isla, donde expusimos las capacidades que teníamos, nos alojamos en Mody Brook. Efectuamos los reconocimientos en helicóptero de toda la Isla para familiarizarnos con el ambiente geográfico, mientras el resto de la Compañía terminaba de alistarse en Campo de Mayo. Desde el aire pude ver los febriles movimientos de las tropas, vehículos, helicópteros y abastecimientos por varios lugares de la Isla. Esa situación nos puso rápidamente en situación presumiendo que en cualquier momento íbamos a combatir, es decir operar teniendo como premisa nuestra preparación de comandos, haciendo abstracción de las noticias sobre los vaivenes de la diplomacia, que buscaban una solución pacífica al conflicto. A los pocos días arribó el resto de la Compañía y nos alojamos en un gimnasio de Puerto Argentino, desplegamos los elementos reglamentarios - 183 -


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e instalamos nuestro Puesto Comando. A partir de ese momento el trabajo fue intenso, sufriendo y venciendo los rigores de las condiciones meteorológicas, en los constantes patrullajes, reconocimientos, censos, emboscadas, golpes de mano, custodia de Puestos Comandos, exploración de combate, etc., que totalizaron al final de la guerra 114 operaciones, de las cuales participe en 25 de ellas. Para la ejecución de las mismas, utilizamos todos los medios de movilidad existentes, jeep Lan Roover, motos, caballos, lanchas, helicópteros y por supuesto, cuando las circunstancias lo exigían, marchábamos a pié.

COMBATE DEL PUENTE SOBRE EL RIO MURRELL Este combate fue un típico combate de encuentro, donde nos enfrentamos una patrulla de nuestra Compañía contra un Grupo de combatientes Ingleses, presumiblemente del Batallón Paracaidista 2 o 3, donde nos sorprendieron instalando una emboscada y reaccionamos con un asalto a sus posiciones, logrando conquistar la altura desde la cual nos disparaban, huyendo y abandonando equipos, radios y otros materiales de combate, muchos de los cuales hoy son trofeos de guerra y están en nuestro poder. La operación comenzó de esta manera: Llegó una información al Comando de la Brigada, que frente al Regimiento de Infantería 6 todos los días al amanecer llegaba un jeep inglés y pasando el puente sobre el rio Murrell, efectuaba tiros de morteros sobre las posiciones argentinas. Un piloto de Pucara, había observado a 500 metros del puente y en la orilla oeste del mismo río, un pequeño vivac enemigo, cuya misión sería la observación adelantada para el inminente ataque sobre Puerto Argentino. El My Castagneto, Jefe de la Compañía de Comandos 601, luego de escuchar las apreciaciones de situación de su Plana Mayor, decidió realizar un golpe de mano sobre el vivac y/o tenderles una emboscada en el citado puente. La operación consistiría en cruzar el río aguas abajo de la ubicación del vivac, atacar al enemigo desde el norte y luego continuar para tender una emboscada en el puente o apreciar la situación sobre la conveniencia de hacerlo al día siguiente, dependiendo todo del resultado del golpe de mano. Se iniciaría el avance a la medianoche del seis de Junio. El Jefe de la Sección Teniente Primero García Pinasco impartió su Orden de Operaciones a las 22.00 hs. A consecuencia de la orden impartida por el - 184 -


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Capítulo X

Jefe de la Compañía, los integrantes de la Plana Mayor, entre los estaba yo como Segundo Jefe y Oficial de Operaciones, debíamos acompañar a cada Sección de Combate en las distintas misiones para adquirir experiencia y sacar conclusiones del propio asesoramiento realizado en la etapa del planeamiento. En esta oportunidad tuve la suerte de haber sido designado para marchar como “acompañante” Salimos hacia las primeras líneas defensivas de nuestras tropas en tres jeep Land Rover y motos Kawasaki. A llegar a ese lugar, abandonamos los vehículos y continuamos a pié. Durante el trayecto soportamos el acostumbrado bombardeo de las fragatas inglesas que iniciaban su acción mortífera siempre a las 23 hs (eran muy puntuales), cruzamos sin bajas la zona batida, observando los fogonazos de las explosiones que batían Tumbledon, Monte Logdon y otras alturas defensivas argentinas. Hacía bastante frío, caía una llovizna mezclada con agua nieve que calaba hasta los huesos, pero la tensión extrema hacía olvidar por momentos las condiciones climáticas. Al llegar a una hondonada entre Two Sister y Logdon, aproximadamente a la una y cuarto, con la finalidad de obtener las últimas informaciones del puente, trepé hasta el Puesto Comando del Mayor Jaimet, quien me dijo que no había observado nada nuevo y que nos deseaba suerte, sabiendo que a partir de esa línea, era terreno enemigo. A partir de allí preparamos el ataque, ya que seguramente chocaríamos en algún lugar y en cualquier momento. Continuamos la marcha a pié, atravesando los campos minados colocados para la defensa de nuestras primeras líneas, guiados por el Teniente Anadón, conocedor de la zona. Debíamos marchar tres kilómetros al noroeste hacia un recodo del río, donde intentaríamos cruzar parte de la patrulla por un vado conocido por Anadón, quien tuvo que atravesarlo en oportunidad de rescatar a nuestras patrullas que habían sido emboscadas en la noche del 29 de mayo. Al llegar al citado vado la punta de infantería formada por Anadón y los Suboficiales Guillen y Vergara informaron el Jefe de la Sección que a consecuencia de la crecida inesperada del río se había tornado caudaloso y muy profundo., haciendo imposible su cruce, ya que al intentar atravesarlo, uno de los suboficiales fue arrastrado por la correntada. Ante esta situación el Jefe de la Sección ordenó continuar por la primera orilla buscando otro vado o sector más adecuado para el cruce, sin lograr su cometido a lo largo de todo el trayecto. En esos momentos, mejoraron las condiciones meteorológicas y una gran luna apareció en el cielo. Marchábamos lentamente, separados 50 metros entre cada uno de los integrantes, por las dificultades del terreno y las - 185 -


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precauciones que tomábamos ante la casi segura presencia enemiga. Luego de una hora y media de marcha, el Jefe de la Sección recibió la comunicación de la punta, que en la margen del otro lado del río, se observó al parecer un brillo tenue como un reflejo sobre una colina. Consultados los otros dos integrantes de la punta expresaron que no distinguieron claramente, aún con los anteojos de visión nocturna. El Jefe de Sección al suponer que el brillo era producto del rocío que mojaba la roca reflejada por la luz de la luna, ordenó continuar la marcha. En realidad eran los ponchos plásticos de la patrulla enemiga, que seguramente ya habían divisado nuestros movimientos. Poco después informa el Teniente Anadón que habían llegaron al puente, que era una construcción de madera sólida, sin barandas que permitía el paso de vehículos pesados. Ignorando que la operación estaba descubierta por el enemigo que se alistaban para defender o atacar ya que no podía replegarse porque serían descubiertos por nosotros. Se encontraban en una altura rocosa de 70 u 80 metros en la orilla opuesta del río. La punta de infantería se dedicó a asegurar el puente cruzándolo para proteger la adopción del dispositivo de emboscada ya coordinado. Al llegar el resto de la patrulla intercambiamos opiniones el Teniente García Pinasco, el teniente Anadón y yo sobre la ubicación de los escalones, mientras observábamos el terreno. Luego crucé el puente con cuatro integrantes de la punta y el Sargento Poggi y Tumini para instalar el bloqueo posterior de la emboscada, mientras que el Teniente García se dedicó a organizar el asalto y el bloqueo anterior. Siendo aproximadamente las seis hora con veinticinco minutos de la madrugada, siendo todavía de noche, mientras el resto del personal había adoptado su posición de acuerdo a lo planeado, cruzábamos el puente hacia la posición del Jefe de la Sección junto con el Sargento Poggi y otro integrante. En ese momento sentí una tremenda explosión que me obligó en forma instintiva y por reacción aprendida a lo largo de mi entrenamiento como infante y luego como Comandos, a aplastarme al suelo y tirar hacia el lugar desde donde venían los disparos. En ese momento mi pensamiento fue “estamos al descubierto, nos matan a los tres”, refiriéndome a los que cruzaban conmigo el puente. Sentí que la sangre circulaba con velocidad en todo mi cuerpo, percibí el olor a adrenalina en el ambiente y al instante comencé a disparar con mi fusil para protegerme consiente que estaba en la zona de muerte y que los primeros disparos tiro a tiro y en ráfagas estaban dirigidos a nuestro pelotón. La visión de unas cintas rojizas anaranjadas que bailaban endiabladas hacia mí, buscando mi muerte (ya que eran proyectiles luminosos trazan- 186 -


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Capítulo X

tes, que los ingleses colocaban cada 5 proyectiles normales, para marcar la dirección del fuego en la noche) fue el espectáculo más maravilloso que vi en mi vida, ya que al chocar con las piedras a mi alrededor hacían estallar en mil pedazos la roca, despidiendo polvo y esquirlas, que sumado al olor a pólvora, me producían una cierta embriaguez que me inhibía del miedo a la muerte. “Y aquí, quiero detenerme para relatar sobre el miedo a la muerte que fuimos experimentando a lo largo de la guerra” En ese momento el Sargento Poggi que estaba al lado mío me grita: - ¡Mi Capitán me hirieron! - ¿En dónde te pegaron? - ¡En una pierna, pero puedo arrastrarme hacia atrás! - ¡Anda para atrás que ya te vamos a auxiliar!, Tumini que estaba cerca gritó: - ¡yo lo ayudo y me repliego con él! Yo continué disparando hasta que se me trabó el fusil en medio del combate y quede sin posibilidades de cubrirme por el fuego, que gracias a Dios se había desviado hacia los otros integrantes de la patrulla, quienes de inmediato comenzaron a disparar y nos aliviaron la presión del fuego inicial. Los británicos hacían fuego con dos ametralladoras y seis fusileros desde una colina de rocas a unos setenta metros del puente, con un número de efectivos similar a nuestro pelotón. Afortunadamente por instrucción estábamos dispersos en bloqueo anterior y posterior, solo nosotros tres estábamos cruzando el puente y sin cubiertas adecuadas, el resto todos estaban cubiertos en las rocas o promontorios del terreno. Me fui replegando a retaguardia buscando cubiertas, mientras escuchaba el nutrido intercambio de disparos y logre percibir explosiones en las posiciones inglesas que las efectuaba Anadón con las granadas PDF disparadas con su fusil. De a poco fue cesando el fuego de las ametralladoras enemigas, pero seguíamos soportando los balazos de los fusileros. Ello nos dio la pauta de que se estaban replegando posiblemente a consecuencia de las bajas sufridas. Al llegar a la posición que tenía el Jefe de Sección García Pinasco le grite -¡García, vamos a asaltarlos a estos hijos de p……!. Sentía una gran excitación y bronca a la vez, y luego de ponernos de acuerdo, avanzamos y cruzamos el puente para organizar el escalón que quedo del otro lado para iniciar el - 187 -


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asalto. Yo había tomado el mando al ser el más antiguo; para ese entonces, comenzaba a notarse una tenue claridad. Anadón, nos informó que había colocado 2 o 3 impactos de granadas en la posición enemiga; aproveche la ocasión para comunicarle que apreste a su personal porque pasaríamos a asalto a los efectos de evitar que se escape el enemigo, ya que de acuerdo a mi entender se estarían replegando. De inmediato, este oficial hizo formar en “cadena” a su grupo (Vergara, Suarez, Quinteros y dos hombres de Gendarmería). La misión consistía en marchar a la carrera en formación de cadena y rodearlos por ambos lados del promontorio rocoso con el objeto de aniquilarlos a todos. Previamente por radio les ordenamos al resto de la patrulla que permanecía al otro lado del río, que nos debían apoyar con sus fuegos durante la ejecución del asalto. Cuando todo estaba listo, levante el brazo derecho e impartí la orden: - ¡Al asalto carajo, vamos a hacerlos mierda a estos hijos de p…....! Todos corrimos con gran decisión disparando nuestro armamento desde la cadera en automático (cadencia de tiro parecido al de la ametralladora) y profiriendo gritos para darnos ánimo y amedrentar a los británicos. También el otro grupo nos apoyaba con sus fuegos. Al llegar a la posición enemiga, pudimos comprobar que se habían replegado rápidamente, llevándose a sus heridos, dejando abandonado el armamento todo sus equipos, radios , mochilas, carpas, etc., lo que habla a las claras de una huída precipitada ante nuestro asalto. Ante la contundencia de nuestro ataque, también dejaron una radio encendida que utilizaban para comunicarse con el comando superior. Luego de un cauteloso y minucioso reconocimientos de la posición y zonas aledañas, hallamos ocho mochilas, bolsas camas, paños de carpa y sangre en la posición. Inmediatamente se solicitó a Puerto Argentino la asistencia del médico de la Compañía de Comandos para evacuar al herido y la radio capturada. Más tarde se escucho tráfico de comunicaciones enemigas, en donde solicitaban helicópteros para evacuar heridos. Al rato visualizamos a unos tres o cuatro kilómetros una bengala y el descenso de un helicóptero británico Sea King con el distintivo blanco de sanidad, para evacuar los heridos. Una vez controlada el área se efectuó una revisión detallada del lugar y de los equipos abandonados, encontrándose claves de comunicaciones, vestuario, una boina colorada del Regimiento de Paracaidistas 3, guantes de paracaidista, máquina de fotos con rollo en su interior y además una pequeña bandera inglesa que fue a adornar el puesto comando de la compañía en Puerto Argentino. - 188 -


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Capítulo X

Como comenzaba a aclarar, se tornaba peligroso permanecer infiltrados en territorio enemigo y más habiendo combatido y ser detectados por las tropas británicas, que se aprestaban a ejecutar el ataque final. Cargamos todo el material capturado y nos replegamos uno setecientos metros hacia nuestra propias filas, instalándonos en un peñasco de piedras. Allí nos dispusimos a instalar puestos de observación para detectar y enviar información a Puerto Argentino de cualquier movimiento del enemigo. En ese lugar y más relajados, devoramos los exquisitos alimentos envasados de los británicos como compota de manzana disecada, chocolates, nueces, galletitas, pasas de uva, etc. El herido fue llevado a retaguardia en moto, informando el médico de la Compañía doctor Llanos, que un proyectil le había atravesado la pantorrilla sin tocar los huesos. El estrés post combate nos estaba aflojando psíquicamente y el cansancio comenzaba a sentirse en el cuerpo, no obstante lo cual, el Jefe de la Sección ordeno a tres integrantes que volvieran al lugar con la misión de realizar una revisión final aprovechando la claridad del día, obteniendo resultados negativos. Más tranquilo y recuperado del shock bélico, me di cuenta del riesgo que habíamos corrido, impulsado por el fragor del combate y la ira del momento, pensé un poco en la temeridad, concluyendo que estas acciones muchas veces deciden las victorias ya que este asalto fue inesperado y sorpresivo para ellos, lo más prudente hubiera sido seguir aferrándolos por el fuego y asaltarlos con la claridad rodeando el objetivo. Se demostró que el principio de la ofensiva, aún en el combate de pequeñas patrullas, sigue vigente a pesar de la tecnología; por ello sostengo que “hasta que el terreno no esté conquistado por los infantes, no se puede decir que se ha vencido”. Ya en pleno día y con los puestos de observación instalados, observamos a la distancia vehículos británicos moviéndose cerca de Monte Kent, Harrier y Two Sister, varios helicópteros desplazando piezas de artillería colgados , y tropas moviéndose en varios lugares del terreno, era impresionante el despliegue preparatorio para el asalto final a las alturas cercanas y defendidas por nuestros camaradas. Ante esta situación solicité autorización al Jefe de la Compañía para permanecer en el lugar aprovechando las ventajas de la posición alcanzada y poder dirigir el tiro de nuestra artillería sobre el enemigo. Junto con el Sargento Primero Suarez nos constituimos en Directores de Tiro del fuego de la artillería desde Puerto Argentino, sobre blancos que divisábamos y pasábamos las coordenadas preestablecidas en nuestra carta - 189 -


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topográfica. De inmediato comenzó el hostigamiento de nuestros cañones. Primero escuchamos el silbido de los proyectiles que pasaban por arriba de nuestras cabezas destinadas a las tropas británicas, a los pocos segundos, escuchamos la explosión característica de las granadas de artillería. Según nos enteramos después, parece ser que este fuego dirigido por nosotros batieron el puesto comando del mismo Jeremy Moore el comandante enemigo en una primera oportunidad, otra nueva concentración de nuestra artillería obligó nuevamente al General Moore a abandonar su segundo emplazamiento. Luego de la rendición, según cuenta el Mayor Betolli, el General Moore le preguntó al General Menéndez sobre el equipo radioeléctrico que había detectado su Puesto Comando en dos oportunidades; Menéndez averiguó y le contestó: “un Comando, un anteojo de campaña y una radio”…Moore no lo podía creer, mientras sus oficiales de Inteligencia interrogaban a los oficiales de comunicaciones argentinos sobre la procedencia y nacionalidad de los equipos con que operaban. Los equipos de comunicaciones, las claves, códigos, frecuencias, indicativos de llamada y cartografía capturados a los ingleses fueron elementos valiosísimos, que luego fueron bien aprovechados por nuestras fuerzas, en especial desde el continente. Como reflexión de ese combate concluimos “que el abandono de esos elementos y equipos tan importantes, fue producto de la sorpresa y el miedo del enemigo ante nuestro decidido ataque”. En cuanto a los tres integrantes que combatimos en una situación desfavorable y salimos con un solo herido de la zona de muerte, coincidimos que “estuvimos protegidos por el manto de la Virgen, de otra manera no se explica lo sucedido”.

MIS EXPERIENCIAS Y CONCLUSIONES DE LA GUERRA La experiencia más fuerte durante la guerra fue la posibilidad de enfrentarnos con la muerte, particularmente yo sentía a la muerte como una sombra difusa, que estaba siempre conmigo y no me abandonaba nunca, más por mi condición de Comando que vivíamos continuamente en operaciones desde mucho tiempo antes de que se produjeran los ataques. Luego de varias acciones militares, uno comienza a acostumbrase a esta compañía y de a poco empieza a perder lentamente el miedo a morir, más por los sentimientos religiosos y la ayuda de la oración, que nos fortalecía en los mo- 190 -


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Capítulo X

mentos de peligro, hasta lograr incluso realizar algunas acciones temerarias, como el combate en el puente Murrell. La familia fue un aliciente muy fuerte para resistir, como también lo fue el apoyo que nos daban nuestros compatriotas desde el continente, con algunas cartas que nos llegaban esporádicamente a nuestro poder y con las cartas anónimas que enviaban en especial chicos de los colegios de diferentes partes del país. Quiero dejar finalmente un mensaje de esperanza y de vida y no de muerte y compasión, nuestros Soldados se desempeñaron como verdaderos guerreros, muy lejos de la figura de “chicos de la guerra” como se los titulaba en películas y algunas publicaciones, que no hacían más que desmerecer el heroísmo y el coraje con que lucharon, luego de soportar 74 días de bombardeos, nieve, frío, aislamiento, peligro de muerte, pie de trinchera. Nosotros los veíamos cuando salíamos de nuestras líneas, rumbo al territorio en poder del enemigo y no teníamos más que admiración y orgullo de verlos resistir en esas condiciones difíciles, pero firmes en el cumplimiento del deber de defender la patria. Muchos quedaron con secuelas físicas y psíquicas otros quedaron sepultados en las turbas malvinenses, o en las frías aguas del mar. Ellos murieron por una esperanza, ellos murieron por una ilusión, ahora somos nosotros los encargados de hacer realidad aquello por lo cual dejaron regadas con sangre, ese pedazo de suelo que es y seguirá siendo nuestro. Sirvan estos relatos para imitar las virtudes evidenciadas en la Guerra de las Malvinas por todos los que combatieron, que es a través de las virtudes como se educa y cimienta un pueblo bien nacido. Ellos nos mostraron el camino levantándose contra la injusticia de una potencia mundial, hasta llegar a pagar la vida por nuestras convicciones. Nosotros también tenemos nuestras Malvinas diariamente cuando vencemos en el cumplimiento de nuestras obligaciones diarias, de esta manera siendo cada día mejores estudiantes, trabajadores, padres, madres o hijos habremos avanzado un paso más en su definitiva recuperación. Puedo repetir como propia la arrogante afirmación del General Lavalleja “No soy de los que miran con catalejo al enemigo” y pido que se recuerde siempre a nuestros héroes porque como decía Nicolás Avellaneda (nombre de mi querida escuela primaria en Santiago del Estero) “los pueblos que olvidan sus tradiciones, pierden la conciencia de sus destinos y los que se apoyan sobre sus tumbas gloriosas, son las que mejor preparan el porvenir”. Los santiagueños que combatimos en Malvinas, continuamos la senda de varios próceres del pago chico como Juan Felipe Ibarra, Manuel Taboada - 191 -


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el Dr. Ramón Carrillo, Bernardo Canal Feijo, Oreste di Lullo, Benjamín Gorostiaga, Blanca Irurzun, Julio Argentino Jerez, Argentino Ledesma, Homero Manzi, Sor María Antonia de la Paz y Figueroa, Absalón Rojas, Emilio Wagner y tantos otros. Vaya nuestro homenaje para todos, reclamándoles que griten conmigo:

¡¡¡VIVA LA PATRIA!!!

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Capítulo X

En Mody Brook junto al jefe de compañía

Parte de la compañia en descanso - 193 -


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El regreso a casa con la satisfacci贸n del deber cumplido

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CAPÍTULO XI

EL BATALLÓN DE ARTILLERÍA ANTIAÉREA DE INFANTERÍA DE MARINA



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Capítulo XI

EL BATALLÓN DE ARTILLERÍA ANTIAÉREA DE INFANTERÍA DE MARINA El Batallón estaba organizado con una Batería de Lanzadores Tiger Cat, a tres unidades de lanzamiento, con un director de tiro y un lanzador cada una, una Batería de Cañones Hispano Suiza, calibre 30mm, a doce piezas y los elementos de comando y de apoyo logísticos necesarios. De esta manera se enfrentó el ansiado bautismo de fuego, durante la madrugada del 01 de mayo. Con el nerviosismo propio de la sorpresa, los componentes del Batallón supieron dar inmediata respuesta a la situación, demostrando que la Unidad estaba operacional, técnica y anímicamente preparada para el combate.

I SOLDADO ENRIQUE ROLANDO GALLO “Hubo un combate que estaba listo para entrar, fue en Wireless Ridge, una noche, me separaba el fondeadero del Puerto, es decir la otra orilla del mar. Vi como tiraban nuestros apuntadores con ametralladoras de tiros trazantes luminoso, ante una maniobra de distracción o de desembarco de los británicos. Al final, se retiraron de la zona, quedando latente, que de haberse producido el combate, podría haber muerto”.

PRESERVAR NUESTRO CIELO Ante todo, quiero compartir mi testimonio, dejando por escrito, y dedicarlo a mi querida familia, ellos son Beatriz, mi señora, y Enzo Nahuel, mi adorado hijo, como así también a mi querida madre, Blanca, mis hermanos Luis y María Elena, y mi recordado Padre Salvador (Chino). Nací en Santiago Del Estero, Capital, un 30 de agosto de1962, y realicé mis estudios secundarios en el Colegio Nacional Absalón Rojas, culminando con los mismos en el año 1981. Para dar cumplimiento a la Ley del Servicio Militar Obligatorio, fui incorporado a las filas de la Armada Argentina, durante el mes de enero de 1981. - 197 -


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En esa Fuerza, me destinaron a Infantería de Marina, más precisamente al C.I.F.I.N. (Centro de Incorporación y Formación de la Infantería de Marina), que funcionaba en La Plata, Provincia de Buenos Aires. Luego de un duro adiestramiento militar que duró dos meses, pasé al Batallón Antiaéreo de la Infantería de Marina, perteneciente a la F.A.P.A. (Fuerza Apoyo Anfibio), ubicado en la Base Naval Puerto Belgrano, Bahía Blanca, Provincia de Buenos Aires. En esa Base, operaban, además del nuestro, tres Batallones: el de Comunicaciones, de Artillería de Campaña y el Anfibio. Al principio quedé impresionado por la magnitud de esas instalaciones y por la gran cantidad de personal y medios con la que contaba. En ese entonces, era la principal Base Naval de la Argentina y la segunda de Sud América. En ese lugar, junto a mis nuevos compañeros, iniciamos con un adiestramiento militar mas específico y técnico, ya que comenzamos a familiarizarnos con todo lo referente a la artillería antiaérea. Recuerdo que desde los primeros días, nos dieron instrucción sobre el manejo de los famosos cañones Antiaéreos Hispano Suizo, y los Misiles Tiger Cat. El dos de abril amaneció radiante y con una temperatura agradable que ayudaba, en cierta manera, al aprendizaje de nuestra formación militar; pero casi al medio dia, debimos suspender todo y marchar a la plaza de armas para reunirnos con el comandante de la F.A.P.A. En esa reunión en donde estaban presentes casi la totalidad de los hombres pertenecientes a los distintos batallones, nos comunicó que Fuerzas Anfibias, habían desembarcaron en las Islas Malvinas durante la madrugada de ese día y recuperado ese archipiélago, después de ciento cincuenta años de usurpación británica. Gran algarabía produjo en nosotros esa inesperada noticia, pero a la vez, gran incertidumbre porque el comandante no descartó nuestra participación en el conflicto. Había que “poner la barba en remojo” y prestar más atención a lo que se nos enseñaba para lograr una capacitación óptima en caso de marchar a la guerra. A partir de ese momento mi vida cambio, hizo un giro de ciento ochenta grados, porque tenía que enfrentar una realidad latente: el de marchar a una guerra, sin contar con la madurez necesaria para afrontar dicho acontecimiento. Me atormentaba pensar sobre cuál sería la reacción de mis padres, al enterarse de que su hijo mayor estaría inmerso en un conflicto bélico. Una vez confirmada nuestra partida a las Islas, se aceleraron los preparativos, los alistamientos y las prácticas. Recuerdo que el once de abril, me hicieron formar frente a la sala de armas, en donde me entregaron el fusil y las municiones, que por dotación me correspondía. Posteriormente nos - 198 -


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Capítulo XI

proveyeron ropa y todos los elementos necesarios para poder soportar la dureza de la zona sur del país. En la madrugada del día siguiente, levantamos vuelo en un avión Focker de la Armada, y previa escala en Rio Grande, llegamos a nuestras queridas Islas Malvinas. Tomamos posición en una escuelita que se encontraba en Puerto Argentino, y teníamos como principal misión, la de enviar mensajes mediante equipos de comunicaciones a nuestros cañones antiaéreos y a los misiles Tiger Cat, ante la aproximación de algún avión enemigo. Nuestros cañones y misileras estaban operando alrededor de la capital de la Isla y las informaciones primarias nos suministraba el personal a cargo de un radar perteneciente a la Fuerza Aérea Argentina. Fue entonces que el primero de Mayo, tuve mi bautismo de fuego. Siendo aproximadamente las 04:40 horas, un avión Vulcan tiró aproximadamente veintiún bombas al aeropuerto con la intención de inutilizarlo. En ese momento la Isla tembló y vi por primera vez como los cañones antiaéreos disparaban mediante tiros trazantes luminosos hacia el cielo con el objeto de derribar al avión enemigo. Se vivía momentos de mucha tensión, estábamos muy nerviosos, escuchamos las primeras explosiones…. se había iniciado la guerra. Al amanecer vi dos aviones Sea Harriers que pasaron volando sobre mi cabeza, pero no nos atacaron, por cuanto tenían como objetivo bombardear al aeropuerto. Gracias a nuestra alerta oportuna, no pudieron lograr su cometido, ya que los cañones de nuestro Batallón, mediante tiros certeros, derribaron a un avión, mientras que el otro se alejó de la zona. Así como festejamos el derribo del avión enemigo, también nos entristecimos bastante cuando, a causa de la inexperiencia y al nerviosismo que se viva, derribamos a un avión argentino. En efecto, cuando el avión pasó sobre nuestras posiciones, desprendió y tiró sus tanques de combustibles; y como pensábamos que se trataba de bombas, sin esperar órdenes, “lo acribillamos con lo que teníamos”. Su piloto, el oficial García Cuerva, murió en forma instantánea al explotar el avión en el aire. A partir de ese día, los aviones enemigos volaban y descargaban sus bombas desde gran altura, sin causar mayores daños. Tampoco nuestros cañones podían atacarlos porque no tenían la capacidad de proyectar sus municiones a tan larga distancia. Apenas se produjo el desembarco inglés en las Islas Malvinas, fui destinado a operar un cañón antiaéreo que se emplazó a las orillas del mar y cerca del puerto. Desde esa posición podía distinguir perfectamente los cerros dos hermanas, Longdon, Tumbledown, Kent, y Wireless Ridge. En esos cerros que rodeaban Puerto Argentino y que estuvieron defendidos por - 199 -


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nuestros compatriotas, se produjeron encarnizados combates a partir del mes de junio. Vi como nuestros soldados del Ejército, luego de soportar el asedio de las bombas, de la aviación y de los efectivos británicos, se replegaban hacia retaguardia, es decir hacia Puerto Argentino. Nunca podré olvidar los constantes bombardeos a los que fuimos sometidos a lo largo de la guerra. Es una sensación muy fea la que se siente cuando caen cerca de uno. Primero se escucha el estampido de los cañones, con lo cual nos preparábamos para recibir la andanada; próximos a llegar al suelo emitían un silbido aterrador que nos mortificaba y por último cuando se producía la explosión, rogábamos que no nos “pegue”. Por esta acción de los artilleros enemigos y a causa del cumplimiento de los servicios de guardia, no pudimos dormir durante varias noches, especialmente los últimos días, cuando los ingleses incrementaron su ataque y aceleraron su avance. Siempre suelo contar como anécdota, cuando una noche mientras soportábamos los cañoneos navales, cayó una bomba de gran tamaño a diez metros de mi posición. Gracias a Dios no explotó, sino yo no estaría contando estas experiencias, ya que por acción de las esquirlas o la onda expansiva me habrían destrozado. Mientras los ingleses continuaban con su avance y próximos al desenlace final, cubrimos un objetivo en Wireless Ridge. Recuerdo que una noche, el enemigo intentó desembarcar o realizar una maniobra de distracción. Ante esa situación, nuestras ametralladoras comenzaron a hacer fuego con munición trazante, mientras nosotros nos preparábamos para entrar en combate en caso de que hubiera prosperado el desembarco. Ante el feroz recibimiento por parte de nuestros apuntadores, decidieron retirarse. Realmente no se lo que hubiese pasado, si realmente desembarcaban y nos atacaban. A mi entender, se habría producido un combate con grandes bajas para ambos lados. Nunca estuve tan cerca del enemigo como esa noche. El catorce de junio por la tarde, nos comunicaron que se había firmado la orden de rendición. Rápidamente destruimos nuestro cañón antiaéreo y lo tiramos al mar en pedazos, como así también nuestro armamento individual para no ser empleado por el enemigo. Permanecí durante siete días en calidad de prisionero en la zona del aeropuerto, hasta que el veinte de junio, dia de la Bandera Nacional, fuimos embarcados y salimos con rumbo al continente. Fue la última vez que vi a mis queridas Islas Malvinas. De esta manera, traté de resumir lo mas sintético posible mi relato, destacando lo mas importante que viví durante la guerra de Malvinas. Solo me resta transmitir a nuestros compatriotas una reflexión final: “Acompa- 200 -


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Capítulo XI

ñen y apoyen a quienes pudimos venir y podemos contar nuestra vivencia a nuestros seres queridos, amigos y a la comunidad en general. A aquellos que regresaron disminuidos física o psíquicamente, a consecuencia de los duros enfrentamientos. Recen y pidan al Supremo por aquellos que no están, que no regresaron y quedaron hermanados con la tierra, por las cuales lucharon y murieron, son argentinos como este bendito país”. “Que Dios los tenga en la gloria”.

Tipos de cañones empleados por la baterías antiaéreas

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CAPÍTULO XII

EL APOYO LOGÍSTICO DEL REGIMIENTO DE INFANTERÍA MECANIZADO 6



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Capítulo XII

EL APOYO LOGISTICO DEL REGIMIENTO DE INFANTERIA MECANIZADO 6 JUNTO CON EL REGIMIENTO 1 DE INFANTERÍA1 PATRICIOS, EL REGIMIENTO DE INFANTERÍA MECANIZADO 6 “GENERAL VIAMONTE” PERTENECEN AL EXCLUSIVO GRUPO DE UNIDADES HISTÓRICAS DEL EJERCITO ARGENTINO COMO CONSECUENCIA DE SU PARTICIPACIÓN EN LAS GESTAS LIBERTADORAS CUANDO NUESTRO PAÍS NACÍA COMO NACIÓN. EN MALVINAS, SUS HOMBRES DEMOSTRARON ESTAR A LA ALTURA DE SUS ANTECESORES EN LOS DUROS COMBATES QUE LIBRARON POR LA DEFENSA DE PUERTO ARGENTINO, LOGRANDO MUCHOS DE ELLOS, LAS MAYORES CONDECORACIONES CON LAS QUE LA PATRIA PREMIA Y AGRADECE EL ESFUERZO DESINTERESADO DE SUS HIJOS. I SUBOFICIAL MAYOR (R) “VGM” LUIS GOMEZ “Me parecía un sueño, que siendo adulto iba a ser partícipe del anhelo de mis queridas maestras santiagueñas, al recuperar esas lejanas islas junto a un grupo de argentinos. Me sentía muy orgulloso de ser parte de ese histórico acontecimiento”

MI GRUPO APOYO LOGÍSTICO Desde pequeño me emocionaba ver marchar en los días patrios a los soldados del recordado y siempre querido Regimiento 18 de Infantería. Será ese motivo lo que me impulsó a seguir la carrera militar años más tarde, ya adolescente. El dos de abril me encontraba prestando servicios en el Regimiento de Infantería Mecanizada 6 “General Viamonte”, unidad histórica del Ejercito Argentino, que gozaba de gran prestigio entre sus pares, emplazada en la localidad de Mercedes – Provincia de Buenos Aires y dependía de la Xma Brigada de Infantería Mecanizada. - 205 -


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La noticia de la recuperación de nuestras queridas Islas Malvinas nos tomó a todos por sorpresa, ya que en ese momento se estaba impartiendo las primeras instrucciones castrenses a la clase de soldados recientemente incorporados. El 07 de abril llegó la orden de preparar una compañía reforzada con la misión de marchar al sur del país. El jefe de regimiento dispuso que se organice la subunidad tomando como base a la compañía “B”, la que estaba a cargo del Teniente Primero Abella. Dos o tres días más tarde llegó una nueva orden; la de alistar a todo el Regimiento para marchar a defender la soberanía de nuestras Islas recientemente recuperadas. Antes de iniciar con los alistamientos de medios y materiales, nos reunieron en la plaza de armas en donde leyeron el “rol de combate” (organización) de la unidad en donde cada uno tomaba conocimiento de su puesto de combate y organización a la cual Pertenecería a partir de ese momento. Gran sorpresa me produjo el hecho de que no estaba incluido en los planes para marchar a las Islas. De inmediato me presenté a mis superiores y solicité en forma voluntaria se me incluya en las listas; ante mi insistencia, accedieron a mi pedido. Una vez equipados y armados, luego de intensos días de alistamiento y preparación, el 12 de abril partimos con rumbo a Malvinas. Nos embarcamos junto a una compañía del Regimiento 1 Patricios en la Base Aérea de El Palomar en aviones de línea, a los que previamente les habían sacado los asientos para que puedan transportar mayores efectivos. Posiblemente a causa del exceso de peso, se produjo un accidente en momentos en que el avión levantaba vuelo; al no tomar la suficiente altura, sus ruedas tocaron unos cables, causando un fuerte temblor que repercutió en su estructura y desacomodó a todos los pasajeros. Gracias a Dios no pasó a mayores y pudimos llegar a Rio Gallegos sin contratiempos. En ese lugar, luego de una corta espera, fuimos reembarcados en otro avión de menor tamaño con rumbo a las Islas. Recuerdo como anécdota, que en pleno vuelo y en medio del océano, se la cayó una granada de mano al jefe de compañía, la que recorrió desde la cabina del piloto hasta la parte trasera del avión. Por suerte no saltaron los seguros y gracias a ello puedo contar esta historia. Por fin llegamos a nuestras queridas Malvinas. Una emoción muy grande me embriagaba al pisar esas tierras. De inmediato se me vino a la memoria mi paso por la escuela primaria en donde mis maestras me enseñaron sobre la existencia de unas Islas que se encontraban al sur de nuestro país, que habían sido usurpadas por los ingleses y que en algún momento volverían al patrimonio nacional. Me parecía un sueño, que siendo adulto iba a ser par- 206 -


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Capítulo XII

tícipe del anhelo de mis queridas maestras santiagueñas, al recuperar esas lejanas islas junto a un grupo de argentinos. Me sentía muy orgulloso de ser parte de ese histórico acontecimiento. Poco pude admirar las bellezas que caracterizan esas tierras porque de inmediato me dieron la misión de descargar todos los elementos que traían los aviones. Esta tarea la realizaba junto a un grupo de 15 soldados con suma rapidez para permitir al avión regresar de inmediato sin ser descubierto por el enemigo. Generalmente transportaban municiones, víveres y algunos otros pertrechos, los que posteriormente eran distribuidos a las unidades que se encontraban en la Isla. Recuerdo que valiéndome de esta situación, pude acopiar víveres en forma clandestina y gracias a ello, pudimos subsistir sin problemas hasta que llegó el barco que transportaba nuestros elementos dos semanas después. Durante el conflicto, fui parte integrante de a una sección de apoyo logístico cuya principal función era la de abastecer a las compañías de combate que se encontraba en la zona defensiva de primera línea de los elementos necesarios para que pudieran combatir sin tropiezos (municiones, víveres, ropa, equipos de campaña, medicinas, etc) Por suerte el primero de mayo, dia en que el enemigo comenzó su ataque, nos dieron la orden de marchar hacia el pueblo. Mientras íbamos encaminados en dos columnas y a mitad de camino, escuchamos el estruendo de la primera bomba que cayó en el aeropuerto. Recuerdo que fue de tal potencia que hizo temblar gran parte del terreno, porque la sentimos como si hubiese caído cerca nuestro a pesar de estar alejados de ese sector. Posteriormente fuimos atacados por los aviones de combate, ante lo cual solo atinamos a tirarnos “cuerpo a tierra” ya que no había ningún lugar donde guarecernos. Ese primer ataque fue repelido por nuestra artillería antiaérea, derribando a varios aviones, uno de los cuales, cayó a un kilometro del lugar donde nos encontramos. Al finalizar las escaramuzas me acerqué al aparato derribado y comprobé que el piloto se encontraba sin vida asegurado al asiento de lo que quedaba de la aeronave. Recuerdo que en esa oportunidad, me apropié del pilotín del asiento eyector que todavía está en mi poder como testimonio de ese fatídico día. Los siguientes días transcurrieron con relativa tranquilidad hasta que llegaron los barcos de la flota inglesa y empezaron a bombardear en forma sistemática todas las noches a diferentes zonas. Durante un bombardeo nocturno sobre la zona en que nos encontrábamos acampando, cuatro soldados quedaron aislados y perdidos a consecuencia de la noche tan oscura. Me ofrecí en forma voluntaria para buscarlos y traerlos a un lugar seguro. Cuando llegué hasta ellos y en momentos que nos aprestábamos a regre- 207 -


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sar, una bomba explotó a escasos metros, haciéndome volar por los aires, desvaneciéndome al caer a tierra. Dos soldados fueron heridos por acción de las esquirlas, pero con la ayuda de los otros, pudieron replegar a la zona de reunión, dejándome tirado pensando que estaba muerto. A la mañana siguiente, al recuperar el conocimiento, sentí un calor sobre mi cara a pesar del frio reinante; ello se debió a la emanación de sangre de los oídos y la nariz. Gracias a Dios no tenía ninguna herida; y por supuesto, grande fue la sorpresa de mis compañeros cuando me vieron aparecer con vida. Ya próximos al desenlace final, recuerdo que generalmente los combates de infantería se realizaban normalmente a la noche y especialmente sábados y domingos, mientras que los duelos de artillería eran en forma constante, como así también los bombardeos nocturnos de los barcos de la flota inglesa. Durante un repliegue de la compañía de infantería “B” la cual se encontraba en primera línea, se quedó sin abrigos y víveres. A consecuencia de ello fuimos al pueblo con el Capitán Sosa Montepagano a recolectar mantas y acercarlas al cerro Dos Hermanas en donde se encontraba la referida compañía presta a combatir ante la inminente ofensiva por parte del enemigo. Para llegar a ese lugar nos prestaron un vehículo, pero cuando llegamos a la altura del Batallón de Infantería 5, se enterró en la turba y no hubo forma de sacarlo. Mediante señas, nos comunicamos con el personal para que bajaran del cerro y retiraran las mantas y demás elementos de apoyo que les llevábamos. En ese momento, fuimos bombardeados por los fuegos de los aviones y barcos que nos obligaron a tirarnos en el suelo hasta que, finalizado el mismo, pudimos continuar con nuestra labor y regresar posteriormente a nuestro emplazamiento. En esa acción estuvimos a punto de perder la vida, pero a pesar de todo, cumplimos con la misión con la convicción de que debíamos llegar ¡¡SI o SI!! con nuestro apoyo a los camaradas combatientes de primera línea que tanto lo necesitaban. Pero toda guerra tiene sus anécdotas por cierto la mayoría tristes, pero también las hay algunas de carácter trágico-cómico como la que ocurrió durante un bombardeo nocturno realizado por los barcos de la flota inglesa en el sector de nuestras posiciones. Resulta que un soldado salió de su pozo de zorro a realizar sus necesidades fisiológicas, alejándose unos metros del mismo, cuando regresó lo encontró totalmente destruido por un impacto directo de una bomba, y como dice el dicho “ME SALVE CAGANDO”, uno lo cuenta con un poco de ironía pero gracias a ello salvo su vida. A medida que trascurrían los días el acoso del enemigo se hacía sentir con mayor intensidad. Los bombardeos eran continuos durante la noche, - 208 -


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lo que nos impedía descansar normalmente; también el frio y la humedad conspiraron en contra nuestra constituyéndose en un enemigo más. Recuerdo con gran tristeza un hecho producido un dia antes de la rendición, cuando fuimos intensamente bombardeados mientras nos encontrábamos en apresto en una zona próxima a la entrada del pueblo. Desgraciadamente al caer una de las bombas, encontró fuera de sus posiciones a los sargentos ayudantes Aguilar y Ochoa, este ultimo camarada y gran amigo. Al ser alcanzados, perdieron la vida en forma instantánea, producto de la acción de la onda expansiva y de las esquirlas. Con gran dolor, junto con otro santiagueño, el Sargento Ayudante Navarrete, tuve que ponerlos en las bolsas negras de plástico provistas a tal fin, ya que ambos se encontraban totalmente destrozados; pero gracias a ello y a la identificación de los cadáveres, hoy pueden ser reconocidas sus tumbas en el cementerio de las Islas por sus familiares y no figurar como un soldado desconocido. Al efectuarse la rendición nos llevaron hacia el aeropuerto en donde cada uno tenía que subsistir como podía, tanto para guarecerse del frio como conseguir víveres. Pasamos tres o cuatro días terribles hasta que nos hicieron formar por jerarquía, nos embarcaron, y nos trajeron de regreso a casa. Al llegar al continente, el trato no fue el que uno esperaba, tanto de nuestros pares del Ejército como el de la comunidad en general, dando inicio a la desmalvinización, un hecho que avergüenza a nuestra Patria. Por último quiero expresar que mas allá de las diferencias jerárquicas, todos los que participamos de esa Gesta, creo que hicimos mucho más de lo esperable; ya que con los escasos medios disponibles, resistimos pese al enorme desgaste físico y la abrumadora diferencia tecnológica del enemigo, durante mas de dos meses, en una posición insular sitiada desde el inicio por un bloqueo que impedía un normal abastecimiento de efectos necesarios para poder combatir. No obstante estas grandes dificultades, nos desempeñamos con honor y lealtad a nuestra Patria.

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Efectivos del R I MEC 6 al llegar a Malvinas entre ellos nuestro comprovinciano G贸mez

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CAPÍTULO XIII

EL COMBATE DEL MONTE LONGDON



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Capítulo XIII

EL COMBATE DEL MONTE LONGDON “EL CLARÍN”, DIARIO DE BUENOS AIRES, DETALLA ACERTADAMENTE PARTE DE LO ACONTECIDO EN LA CIMA DEL MONTE LONGDON LA NOCHE DEL 11 DE JUNIO. ESE SECTOR ESTRATÉGICO ESTABA DEFENDIDO POR LA COMPAÑÍA “B” DEL REGIMIENTO DE INFANTERÍA MECANIZADO 7, LA PRIMERA SECCIÓN DE LA COMPAÑÍA DE INGENIEROS MECANIZADA 10 Y UNA SECCIÓN DE AMETRALLADORAS ANTIAÉREAS DEL BATALLÓN DE INFANTERÍA DE MARINA 5.

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I TENIENTE CORONEL (R) “VGM” HUGO ANIBAL QUIROGA PARTICULARIDADES DE LA PRIMERA SECCION DE LA COMPAÑÍA DE INGENIEROS MECANIZADA 10 “No fuimos a la guerra con chicos mal instruidos. Fuimos con verdaderos Soldados que sabían bien lo que debían hacer” El 02 de abril del año 1982 nos despertamos con la grata noticia de que tropas Argentinas habían recuperado nuestras queridas e irredentas Islas Malvinas. En ese momento nos encontrábamos en la localidad de Ezeiza instruyendo a la nueva clase de soldados pertenecientes a la Compañía de Ingenieros Mecanizada 10. Por supuesto la alegría desbordó a todo el personal que de inmediato se querían anotar como voluntarios para marchar a las Islas en caso de necesidad. Tres días después iniciamos el repliegue hasta nuestros cuarteles de Pablo Podestá con la misión de alistarnos y poner en marcha el Plan de Movilización, llamando a los soldados que habían sido dados de baja de la clase anterior. Afortunadamente acudieron casi en su totalidad por lo cual pudimos formar cinco secciones constituidas en su mayoría por soldados instruidos y con gran fervor patriótico. En ese entonces ostentaba el grado de Teniente y me desempeñaba como Jefe de la Cuadra Savio y Jefe de la Primera Sección de Ingenieros. Tuve suerte de que al primer llamado se presentaron casi el noventa por ciento de mis “viejos soldados” porque fue sin lugar a dudas el agrupamiento que mejor preparé a lo largo de mi carrera militar junto a un grupo de Suboficiales profesionales y competentes. La instrucción que recibieron los soldados el año anterior en los campos de la Comisión Nacional de Energía Atómica de la localidad de Ezeiza, fue muy positiva porque contábamos con todos los medios de apoyo y ayudas de instrucción necesarios para trabajar diariamente sin problemas en la preparación de los futuros combatientes. Al finalizar esa etapa de instrucción, se realizó la comprobación del subperíodo básico que consistía en un examen exhaustivo de lo enseñado a cada soldado en forma individual. La primera sección obtuvo el primer puesto. - 214 -


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Con igual ímpetu continuamos con la impartición de la instrucción especifica de Ingenieros, logrando importantes progresos al punto tal, que antes de la licencia de Julio ejecutamos un ejercicio en Ezeiza, en donde cada grupo hacia cálculos de voladuras en objetos del lugar a órdenes de un soldado destacado (Dragoneante) y posteriormente la ejecutaban, bajo nuestra supervisión, en árboles caídos, trozos de mampostería, etc. Esta actividad, por su peligrosidad, normalmente la realiza el personal de oficiales o suboficiales. Lo que se buscaba, además de incrementar su preparación, era crear líderes; es decir que los soldados dragoneantes se capaciten para mandar y estar en capacidad de reemplazar a su jefe en caso de ser necesario. A fin de ese año participamos en un ejercicio realizado en la provincia de La Pampa, en donde trabajamos más como Infantería por cuanto el ejercicio consistía en atacar a un objetivo enemigo, lo que nos obligó a caminar y correr en ese tipo de terreno casi desértico; soportar altas temperaturas y acostumbrarnos a la falta de algunas provisiones, especialmente agua. Aplicamos allí todo lo aprendido durante el año, pero también nos sirvió para foguear y fortalecernos tanto en lo individual como parte integrante de una agrupación. Con este relato quiero graficar el perfil del soldado y el espíritu que reinaba en esa Sección de Ingenieros de Combate, lo que me permite afirmar sin lugar a dudas que: a la guerra no fuimos ni con “Chicos” o soldados mal instruidos sino que me acompañaron verdaderos soldados profesionales que sabían bien lo que tenían que hacer. También quiero hacer una mención al Personal de Cuadros, que además de su competencia y profesionalismo que demostraban en todo momento, sobresalían por el entusiasmo y ganas de superación, ya que se esforzaban diariamente en la preparación de sus subordinados. Los cuatros Subinstructores aspiraban a tener el mejor grupo de la Primera Sección. En tanto el encargado, Sargento Insaurralde, se preocupaba constantemente por el bienestar de los Cuadros y Tropa, de tal manera que al regresar luego del trajín de la instrucción, nos esperaba en el vivac con la comida preparada, los elementos ordenados para descansar y las herramientas listas para proseguir con las tareas. En general puedo afirmar “que todo aquello que practicamos durante la paz, nos facilitó su aplicación durante la guerra. Cada uno cumplió eficazmente su rol de combate”. Como la sección se destacaba también por su excelente alistamiento, no nos costó mucho organizar y preparar los equipos y medios para marchar a las Islas. Se entregó el armamento de acuerdo a lo que estaba ordenado - 215 -


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y tantas veces practicado con anterioridad. Recuerdo que para completar la munición, especialmente de armas pesadas como también minas anti tanques y anti – personales, tuvimos que retirarlas de los polvorines del Colegio Militar de la Nación, lugar en donde teníamos almacenadas nuestras reservas. Una vez finalizado las tareas de alistamiento, se les dio un franco a los soldados y cuadros para que avisen a sus familiares que su próximo destino seria marchar a nuestras Islas Malvinas para defender su soberanía. Además de pasar momentos agradable con sus familiares y amigos, aprovecharon para despedirse y abastecerse de efectos que estimaban les sería de suma utilidad como ser ropa de abrigo para poder soportar la dureza de las bajas temperaturas que caracterizan a las Islas.

RUMBO A MALVINAS “Difícil de describir lo que sentimos al pisar esas tierras. Nos abrazábamos y cantábamos, nos invadía una gran alegría. ¡Estábamos nada menos que en Malvinas!” Un martes 13 nos embarcamos por la tarde en la base aérea de El Palomar. Íbamos con nuestro equipo de campaña, armamento y ropa de verano como consecuencia del calor que hacia en Buenos Aires. Al atardecer, Rió Gallegos nos recibió con un viento fresco que corría sin parar. Menos mal que se nos proveyó un camperón de origen Israelí de muy buena calidad, que nos aplacó el frío reinante en esa ciudad. Allí permanecimos algunas horas en el aeropuerto y luego de abordar otro avión llegamos al anochecer a nuestras queridas Islas. Difícil describir lo que sentimos al pisar esas tierras. Nos abrazábamos y cantábamos, nos invadía una gran alegría. Dormimos en proximidad a la pista del aeropuerto al aire libre, algunos sin levantar carpas porque la temperatura era agradable, mucha más benigna que la de Rió Gallegos. Al día siguiente caminamos por las inmediaciones del aeropuerto para conocer como era ese territorio tan importante para los argentinos. Solamente en sueño nos hubiéramos imaginado tener el privilegio de estar en ese lugar tan caro a nuestros sentimientos y gozar de sus bellezas naturales. En general, las Islas están rodeadas por un inmenso mar azulado, su relieve se destaca por los sorprendentes desniveles de color verde y por varios arro- 216 -


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yos y lagos pequeños que le dan una belleza singular. Puerto Argentino está constituido por casas de estilo inglés, correctamente diagramado y organizado. Existen dos iglesias de excelente estilo arquitectónico, una católica y otra protestante. Casi al medio día marchamos hacia la parte Oeste de Puerto Argentino y nos acantonamos en unos tinglados que se encontraban casi al final del pueblo. Cinco días después iniciamos los trabajos de reforzamiento del terreno, mediante la colocación de campos minados y trampas cazabobos o minas trampas en unas playas, en donde se preveía futuro desembarco. Creo que fue el 18 de abril cuando recibí la orden de mi Jefe de Compañía, Mayor Matalón, de marchar hacia la zona del Monte Longdon en apoyo general a la Compañía “B” del Regimiento de Infantería Mecanizada 10. Ese sector que se llamaba “PLATA II” y estaba a cargo del entonces Mayor Carrizo Salvadores. Era una posición defensiva integrada por la Compañía “B”, una Sección antiaérea del Batallón de Infantería de Marina 5 y por nuestra Sección. Posteriormente llegó algún otro personal específico como ser el Teniente Ramos y su Ayudante que se desempeñaron como observadores adelantados de Artillería, entre otros Para tener una idea sobre las particularidades del terreno en donde nos encontrábamos y posteriormente se produjeron los combates, creo que es necesario conocer sus características generales para poder comprender como se desarrollaron las operaciones: Es un cerro de aproximadamente 400 mts de altura que se encuentra a 10 km de Puerto Argentino constituido por rocas de relativa dureza y blandas. Su suelo esta compuesto por material turboso, limoso y arcilloso. A 1,5 Km corre el río Murrell, (de poco caudal tipo arroyo), hay pequeñas lagunas de agua dulce. Su vegetación es nula, es decir que no se veía un triste árbol o arbusto. Su clima se caracterizaba por los constantes vientos impetuosos y fríos, intermitentes nieblas, lloviznas, granizo, nieve y escarchas nocturnas. Clima frío, húmedo y netamente oceánico. Su transitabilidad con vehículos era nula por lo cual normalmente el traslado de materiales y víveres lo hacíamos a pie. Apenas pusimos los pies en ese Monte, comenzamos con la preparación del terreno para la defensa mediante la construcción de refugios, pozos de zorro, reforzamiento de un sector destinada al Puesto Socorro (enfermería) etc, con materiales de circunstancias que conseguíamos en Puerto Argentino. Posteriormente iniciamos la construcción de campos minados, al pie del cerro y a 200 metros de la cima con frente hacia el norte puesto que nos encontrábamos a pocos Km. de la costa y de acuerdo a los estudios, la - 217 -


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zona era apta para la ejecución de desembarcos. Previa coordinación con el Jefe de Sector entre los distintos campos minados tuve que dejar “pasos” para permitir el repliegue de personal de ese Regimiento que se encontraba adelantado en unas alturas al norte de nuestra posición y próximas al mar. Hasta el primero de Mayo las actividades se desarrollaron con total normalidad: El clima no era tan adverso, las temperaturas tolerables que mejoraba con la salida del sol, escasas lluvias y poca niebla. Hasta ese entonces no había problemas de abastecimiento porque constantemente llegaban alimentos, munición y demás efectos necesarios; hasta recibíamos cartas de familiares y amigos. Recuerdo que me entregaron algunas cartas escritas por niños de una escuela de Santiago del Estero. El enemigo, que si bien había decretado en forma arbitraria una zona de exclusión marítima alrededor de las Islas, no había accionado militarmente todavía sobre nosotros.

EL PRIMERO DE MAYO “El ataque paulatino pero no contundente por parte del enemigo nos benefició, ya que nos permitió experimentar y mejorar nuestra capacidad de defensa” Confieso que la noche anterior no pude dormir; fumaba cigarrillo tras cigarrillo presintiendo que algo iba a suceder en la tensa calma que se vivía. Y no me equivoqué porque siendo aproximadamente a las 04 00 horas sentimos una violenta explosión que sacudió el suelo y nos puso a todos en situación de alertas. Un avión enemigo había arrojado bombas de gran tonelaje sobre la pista del aeropuerto causando grandes destrozos. Recuerdo que fue tan fuerte la explosión, que sacudió el terreno a pesar de que estábamos a una distancia de 20 Km. Una hora mas tarde fuimos objetos de un intenso cañoneo naval. Gracias a Dios y al trabajo previo de reforzamiento de las posiciones, no sufrimos bajas, solo algunas heridas y golpes sin importancia. Confieso que todos temblábamos de miedo porque era la primera vez que soportábamos este tipo de agresión. En estas circunstancias “la Madre Tierra es tu mejor amiga y los pozos tu salvación”, orábamos para que ninguna bomba caiga en esos lugares. Si bien esa noche sentimos mucho miedo y temor ante la acción de las bombas que caían a nuestro alrededor, con el correr del tiempo fuimos - 218 -


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ganando confianza y experiencia, con lo cual de a poco fuimos perdiendo el miedo a esos ataques sistemáticos a los que fuimos sometidos. En efecto, luego de ese primer ataque y al ver que varias posiciones habían sido destruidas por el bombardeo de la noche anterior, decidimos trasladarnos a un sector más a cubierto y cavar cuevas. Gracias a ello pudimos soportar sin inconvenientes los constantes bombardeos navales que continuaron durante todas las noches que duró el conflicto. Normalmente estos bombardeos consistía en la ejecución de 3 o 4 salvas de aproximadamente 28 cañonazos cada una. Pero volviendo a lo sucedido ese 1ro de mayo, al medio dia vimos desde la cima del cerro la aproximación de varios barcos ingleses y el ataque a las posiciones defensivas que se encontraban en la costa, apoyados por aviones See Harrier. Según tengo entendido, el comandante ingles habría intimado a la rendición, lo que fue contestado mediante un ataque furibundo de nuestros pilotos de la Fuerza Aérea Argentina que se lanzaron en forma razante sobre los barcos y por los artilleros del Ejercito Argentino. Luego de varias horas de combate, pudimos apreciar como los barcos enemigo se retiraban presurosamente, algunos muy averiados emanando humo producto de los certeros disparos. Nosotros, desde las alturas del Monte Longdon, veíamos ese combate aeronaval como si estuviéremos en un cine. Al finalizar la Guerra, los ingleses declararon que ese dia se proponían desembarcar sin mayores riesgos y tomar las Islas, pensando que ante tanto despliegue y muestra de su potencial, “la rendición seria un simple trámite”. No esperaban tal respuesta ni tantas muestras de tenacidad. Con mucha pena recuerdo que luego de ese combate pasó sobre nuestras cabezas y a muy baja altura un avión sin identificación volando lentamente y haciendo un movimiento de balanceo para uno y otro lado como saludando. Nosotros, algo asustados, le apuntamos pero no le tiramos porque no sabíamos si era nuestro o enemigo. Prosiguió su marcha y al entrar a la zona de la bahía de Puerto Argentino, lanzó los tanques auxiliares de su máquina, para luego aterrizar. Esta acción desafortunada, originó el ataque de nuestra artillería antiaérea que defendía ese sector, al pensar de qué se trataba de un enemigo que tiraba bombas. Vimos una fuerte explosión y la desintegración del avión en pocos segundos. Mas tarde nos enteramos que se trataba de un Mirage argentino, que había sido averiado en el combate y se dirigía al aeropuerto para aterrizar. Su piloto, el Capitán García Cuerva, falleció de inmediato. Gran tristeza nos invadió cuando nos enteramos de que se había derribado a un avión propio y perdido a un camarada que venía de combatir. - 219 -


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Parecería que ese 1ro de mayo marcó un antes y un después de nuestras vivencias en las Islas: comenzó la escasez de apoyo logístico, especialmente lo referido a alimentos y ropa de abrigo. Se produjo un cambio rotundo del clima, ya que bajó abruptamente la temperatura, comenzaron a soplar en forma constante los vientos fríos del sur, y una llovizna permanente nos mojaba el escaso equipo con el que contábamos. También el enemigo, además de los ataques navales, incrementó su ofensiva mediante bombardeos aéreos lanzados desde gran altura, pero afortunadamente sin precisión. Si bien estos ataques, no causaban bajas, retardaban la ejecución de las tareas de minado y fortificación. Había finalizado la primavera que gozábamos. Todo comenzó a ser más complejo, todo se hacía más difícil…….

ACTIVIDADES OPERACIONALES “La muerte del Soldado Curima nos produjo una gran angustia, pero también nos excitó el sentimiento de venganza y nos dio mayor fuerza. Todos queríamos verle la cara al enemigo” Ante la escasez de alimentos ordené marchar a un grupo a “cazar” ovejas, las que se encontraban delante de los campos minados. Al principio recibí una seria reprimenda por parte del Mayor Carrizo, responsable del sector, quien me comunicó que estaba terminantemente prohibido apropiarse de bienes de los Isleños. Pero como la situación se agravaba dia a dia, no le quedó otra opción que autorizar la obtención del preciado alimento. Esta tarea se hacia cada 2 o 3 días por personal de mi sección de ingenieros, ya que solamente nosotros sabíamos la ubicación de los pasos o zonas libres de minas. A regreso se repartía las ovejas entre las distintas secciones de la compañía. Normalmente cada siete días mandaba a Puerto Argentino uno o dos grupos para reabastecernos de minas antipersonales, explosivos y munición para poder continuar con las tareas de reforzamiento del terreno. Esta tarea no era nada fácil, porque se trata de material pesado y delicado, y nos costaba mucho llevarlo hacia la cima del cerro caminando, ya que no se podía por modo automotor. Aprovechábamos esos viajes para reaprovisionarnos de algunos víveres y otros efectos como ser ropa y medicinas. El desembarco de las tropas inglesas en San Carlos el 20 de mayo, la posterior derrota de nuestras tropas en Darwing y Goose Green, cambió sustancialmente la situación. Ahora existía la posibilidad de que el ataque se - 220 -


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materialice con dirección Oeste-Este en lugar de los desembarcos previstos en inmediaciones de Puerto Argentino. Creo que a consecuencia de ello, se ordenó presentarme en el puesto comando de mi jefe de compañía, quien junto al coronel Dorrego, me impartieron la orden de reforzar con campos minados antipersonales y antitanques, un amplio frente en el sector Oeste del Monte Longdon y zonas aledañas próximas a un camino consolidado que corría entre los montes Longdon y Dos Hermanas. Para el cumplimiento de esta misión solicité apoyo de un vehículo doble tracción para que transportara el material lo más cerca posible y de una sección de Ingenieros para que me ayude en el traslado a campo traviesa y en la instalación de las minas. El teniente Postiglione, quien se desempeñaba como oficial logístico de la subunidad, me proveyó el material solicitado, Para ello contaba con un Jeep Land Rover bastante viejo y deteriorado que cumplió eficazmente con la tarea, dado que llegaba al lugar indicado bien cargado, mientras que el resto de los vehículos se empantanaban con facilidad. La segunda sección de ingenieros fue la designada para el apoyo de los trabajos y quedó bajo mis órdenes durante 3 o 4 días. Hasta ese entonces, además de la adquisición de ovejas teníamos la tarea de realizar patrullas en el frente para interceptar a todo personal sospechoso que se desplazaba delante de los campos minados. Pensábamos que se trataba de personal enemigo que andaba realizando actividades de reconocimiento. Normalmente se trataba de personal de las otras compañías del Regimiento 7 que venían en busca de ovejas o a realizar reconocimientos de la zona, sin informar de antemano su presencia en el lugar. Como ahora estábamos abocados en otra tarea más importante que se debía ejecutar con la mayor celeridad posible a consecuencia de la aproximación del enemigo, cometí un grave error: indicarle a cada jefe de sección, la ubicación de los pasos con el objeto de que sean ellos los responsables de ejecutar las patrullas. Este error fue determinante en el desarrollo del combate final y que más adelante explicaré sus causas. En esos días trabajamos mañana y tarde, con las precauciones y el orden que el trabajo exigía. En esas circunstancias llegó una sección a cargo de un guardiamarina con la orden de construir obstáculos minados, pero no tenían bien en claro el lugar. Como yo conocía bien el terreno, determiné la zona de responsabilidad de cada uno. El trabajaría al sur y nosotros al norte del camino consolidado. También coordiné con los Comandos la ubicación de un pequeño paso de 2 metros materializado por la línea de postes telegráficos que corría paralelo al camino. Ellos emplearían ese paso para incursionar a pie la retaguardia de las filas enemigas. - 221 -


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A mediados de Mayo se hizo presente el Subteniente Médico “EC” Florencio Morales, quien cumplió una importante labor al curar al personal enfermo y herido que ocupaba la posición defensiva “PLATA II” durante la semana que permaneció. Su desempeño fue muy beneficioso para nosotros. Recuerdo que al no estar acostumbrado a vivir en este medio, sufría bastante especialmente cuando comenzaban los bombardeos nocturnos y era presa de las “cargadas” por parte del resto de los soldados, que se sentían “expertos en combate”. Desgraciadamente a los siete días tuvo que volver a Puerto Argentino, quedándonos sin sus valiosos servicios en el sector. La situación se agravó rotundamente en los primeros días de junio al tomar los ingleses el Monte Kent, cerro de gran altura que se encontraba al frente de nuestro dispositivo. Veíamos con asombro el gran despliegue de helicópteros que transportaban en forma constante piezas de artillería y cargamentos con munición. Pudimos apreciar el gran entrenamiento de sus artilleros, ya que comenzaban a tirar apenas posicionaban en tierra esas piezas e iban regulando paulatinamente la precisión del tiro hacia nuestras posiciones y las de Dos Hermanas. A partir de ese momento nos constituimos en primera línea de defensa. También comenzamos a sentir la presión de su Fuerza Aérea, que si bien antes nos atacaba esporádicamente a gran altura y sin causar daños importantes, ahora éramos atacados diariamente en dos o tres oportunidades por aviones See Harrier los que se desplazaban a muy baja altura entre los cerros para no ser detectados por el radar y aparecían de golpe sorprendiéndonos sobre nuestras cabezas y sin darnos tiempo de llegar hacia los refugios. Normalmente pasaban tres aviones a través de vuelos razantes uno detrás del otro tirando a lo largo de nuestra línea defensiva. Como consecuencia de esos ataques sufrimos nuestra primera baja de combate al ser alcanzado por un proyectil el Soldado Domingo Curima, quien se encontraba en su pozo de zorro. Esta situación nos produjo una gran angustia por cuanto se trataba de un buen soldado pero a la vez mejor persona; serio, subordinado, muy trabajador; en su faz personal era callado, tímido, buen compañero y excelente amigo. Sus restos fueron inhumados primeramente en el cementerio de Puerto Argentino y luego trasladado junto al resto a su actual morada en Darwin. Este incidente si bien al principio nos bajó la moral, también nos produjo el sentimiento de venganza y nos dio mayor fuerza. Todos queríamos verle la cara al enemigo lo que se produjo la noche del 11 de junio. A consecuencia de la muerte del Soldado Curima, le solicité ese mismo día, nos provea a la Sección el lanza misil que estaba en poder de personal - 222 -


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Capítulo XIII

de ese Regimiento con la intención de “bajar” al primer avión enemigo que apareciera. Era un misil SAM de origen ruso pero con las inscripciones del Ejercito Peruano que tiene por finalidad seguir el calor que emana el avión hasta alcanzarlo y destruirlo. Luego de recibir una rápida instrucción lo posesionamos en una de las alturas y los cuadros hacíamos turnos a la espera del enemigo. Solo lo dejábamos en poder de los Infantes cuando íbamos a realizar nuestras tareas de Ingenieros. Desgraciadamente, según nos contaron, ante un nuevo ataque accionaron el disparo pero no salió el misil, posiblemente por falta de mantenimiento, ya que ese tipo de armamento sofisticado requiere de un cuidado especial y en el lugar en donde estábamos no poseíamos los medios adecuados. Pero volviendo a la tarea principal en la que estábamos abocados, la instalación de obstáculos minados, cada vez se nos hacia mas dificultoso como consecuencia del accionar constante del enemigo que nos bombardeaba apenas veían una formación típica de trabajo para ese tipo de tareas. Las lluvias permanentes que anegaban el terreno, nos complicaba el transporte de los materiales ya que por su peso, nos hundíamos al caminar en la turba húmeda. Recuerdo el primer día que nos bombardearon durante la ejecución de los trabajos: Era aproximadamente las 10.00 horas de una mañana lluviosa. La primera salva de 5 proyectiles cayó cerca del camino y a 500 metros de nosotros. La segunda salva a 100 metros. A pesar de ello, seguíamos adelante con nuestra tarea, pero al sentir el estampido de boca de los cañones y los silbidos característicos ante su aproximación, ordené “cuerpo a tierra” y al instante comenzaron a caer sobre nosotros. No podíamos hacer nada, estábamos a la intemperie, sin pozos y sin refugios próximos, rogando no ser alcanzado. En un momento levanté la cabeza y vi al Cabo Primero Vera y dos soldados de su grupo “volar” a 3 o 4 metros de altura a consecuencia de la onda expansiva. Apenas cayó el último proyectil ordené el repliegue del personal dejando el material en el terreno. A la tarde volvimos, pero poco pudimos hacer puesto que nos volvieron a bombardear. Lo mismo pasó los días siguientes. Trabajábamos lo más rápido posible hasta que sentíamos los estampidos y nos replegábamos rápidamente para no ser alcanzados. Cierto día dividí la sección en dos grupos dejando a cargo de los Sargentos Insaurralde y Tolaba, la finalización de la construcción de los campos minados antipersonales, mientras yo me encargue de los antitanque. La situación adversa nos obligó a imaginar otras alternativas de trabajo que nos permitiera cumplir con la misión. Al Sargento Insaurralde se le ocurrió que en lugar de enterrar las minas en forma reglamentaria, hacerlo mediante - 223 -


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la ejecución de un corte profundo y oblicuo en la tierra, colocar la mina y taparla cuidadosamente, en lugar de realizarlo en forma reglamentaria, lo que implicaba una demora importante. Esta idea me pareció adecuada ya al pararme del lado que supuestamente atacaría el enemigo, comprobé que estaban perfectamente mimetizadas. También en los trabajos que estaban a mi cargo tuve que efectuar innovaciones; como este tipo de minas no son tan peligrosas, dado que necesitan soportar un peso de aproximadamente 100 Kg. para explotar, no utilicé los elementos necesarios para la construcción y registro del campo minado, directamente tomé como punto inicial y de referencia un poste telegráfico desde donde inicié a caminar en línea recta y cada tres pasos largos colocaba una piedra señalando de esa manera, el lugar en donde se debía enterrar la mina; de innmediato, dos soldados iniciaban con los trabajos. Luego retrocedíamos 4 pasos a retaguardia y hacía el mismo trabajo. Colocamos cuatro líneas de minas antitanques con un frente de aproximadamente 400 metros. A pesar de los artilugios empleados, la presión constante por parte de los artilleros enemigos, nos obligó a finalizar las tareas en horas de oscuridad. Mientras sufríamos la acción de los bombardeos durante la ejecución de las tareas de minado, me llamó poderosamente la atención que efectivos importantes del Regimiento de Infantería 4 que venían a reforzar las alturas del cerro Dos Hermanas, y que se encontraban reunidos del otro lado del camino y a solo 800 metros del lugar en donde estábamos nosotros, no sufrieran bombardeo alguno. Esto me indujo a pensar sin duda alguna “que a los ingleses en ese momento no les interesaba producir bajas humanas, lo que realmente querían era evitar la construcción de obstáculos en zonas por donde seguramente habían planificando la ejecución de su ataque principal”. Además del soldado Curima, también perdimos cuatro soldados que habían sufrido heridas leves o sufrían de pie de trincheras agudo, lo que obligó a evacuarlos al hospital de Puerto Argentino. El Cabo primero Vera, luego del incidente relatado anteriormente, fue presa de una depresión, ya que a partir de ese momento no quería salir de su posición y no tenía ganas de comer o realizar otra actividad. Igual situación vivía el soldado Lescano, quien había adelgazado notablemente y que si bien cumplía las órdenes, lo hacia como un zombie o falto de ganas. Sabíamos que el combate final estaba cerca, y que los íbamos a necesitar, no los evacuamos. El Encargado de Sección los cuidaba y los asistía en todo momento. Al finalizar la guerra me enteré que es un mal muy común en todo conflicto bélico llamado “psicosis de guerra”. - 224 -


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Capítulo XIII

En general, todos sufrimos el famoso “pie de trinchera” que se produce a consecuencia de la humedad constante en los pies. Vivíamos continuamente empapados a consecuencia de las lluvias y del terreno turboso que parecía una esponja mojada con agua. Además solo contábamos con un solo par de botas y dos pares de medias; aunque considero que si hubiésemos tenido bastante ropa y calzado de recambio, lo mismo hubiésemos adquirido aquel mal, en razón de la misión que nos toco ejecutar (patrullas, construcción de campos minados etc.), lo que nos obligó a caminar constantemente por ese tipo de terreno. Primero se siente un picazón en la planta de los pies, luego se hinchan, posteriormente se siente un fuerte dolor, y finalmente se engangrenan los miembros. Gracias a Dios no llegamos a esta última por cuanto durante los descansos procedíamos a masajear y calentar las extremidades, aunque algunas noches, ante la presencia de un presunto ataque enemigo, salíamos presurosos de nuestros refugios para adoptar nuestra posición de combate en los pozos de zorros, los que normalmente estaban llenos de agua, a pesar de que los desagotábamos antes de acostarnos. En esas oportunidades nos mojábamos hasta las rodillas. Con respecto a la falta de provisiones que todos comentan hasta el día de la fecha, debo aclarar que padecimos hambre solo por dos o tres días, cuando nos abastecíamos de la cocina del Regimiento, ya que la misma consistía en una sopa fría, con unos pocos fideos, tanto al medio día como a la noche. Debo reconocer que falló el apoyo logístico, dado que no llegaban los víveres con la frecuencia y la cantidad necesaria. Ello causó deterioro en la salud y en la moral de toda la tropa que defendía ese sector. Distinta situación vivían nuestros vecinos, el personal de Infantería de Marina, quienes eran abastecidos cada tres días por un helicóptero. Para dar solución a esta crítica situación, tuvimos que apelar a la adquisición clandestina de ovejas, pero cuando estas fueron arreadas por sus dueños lejos del lugar, tuve que pedir apoyo a mi Jefe de Compañía, quien ordenó se me abastezca dos veces por semana. Esta tarea estaba a cargo del Teniente Daniel Postiglione, a quien lo esperábamos “con los brazos abiertos” los martes y jueves, dado que además de víveres, munición y algo de ropa, nos traía cartas de familiares, noticias de lo que sucedía en Puerto Argentino y demás acontecimientos que ocurría en otros lugares que desconocíamos por estar tan aislados. Al principio esta tarea se realizaba normalmente, pero al posesionarse los ingleses en el Monte Kent, se complicó radicalmente por cuanto bombardeaban a todo vehículo que se aproximaba. Ante esta situación el mencionado Teniente y su conductor se jugaban la vida, ya que al llegar al lugar, tiraban rápidamente los paquetes sin parar el vehículo y regresaban inmediatamen-

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te acosados por el fuego de artillería. Más tarde, cuando se calmaban los bombardeos bajábamos y recuperábamos los abastecimientos. Gran suerte tuvimos cuando un grupo bajó hacia al camino y encontró un camión Unimog detenido y sin personal a cargo. El mismo estaba cargado de raciones de combate. Estas raciones eran unas bolsas que contenían distintos elementos muy nutritivos (lata generosa de carne, picadillo, leche en polvo, café, chocolates, azúcar, caramelos, paquetes de galletas etc...también contenía un calentador pequeño y descartable.) “Un verdadero manjar”. Vaya a saber para quien estaba destinada esa carga. Según mi apreciación el conductor proveniente de Puerto Argentino, fue atacado por la artillería enemiga y como no estaba acostumbrado a este tipo de situación, se habrá asustado y se replegó a pie dejando el preciado “regalo”. Rápidamente subimos esa carga a nuestras posiciones, repartimos dos bolsas por cada hombre, incluso a personal del Regimiento que se encontraban próximos a nosotros, al Teniente Ramos, a su ayudante entre otros. No teníamos mayores problemas con el armamento y munición. Cada hombre tenía sus 100 proyectiles; cada grupo contaban además con un cajón de munición al completo y los apuntadores de ametralladora e intalaza con mayor munición a la dotación reglamentaria. Con respecto a nuestro trabajo específico de Ingenieros, habíamos instalado todas las minas a excepción de unas 80 antipersonales que guardé para cerrar los pasos, actividad que no se realizó porque el Jefe del Sector esperaba el repliegue del personal adelantado. Durante el año 2006 se me ordenó presentarme al Estado Mayor General del Ejército para corroborar que la instalación de los campos minados correspondientes al Monte Longdon eran los que allí tienen registrados. En una cartografía de Puerto Argentino y sus alrededores de grandes dimensiones están graficados y asentados los distintos obstáculos instalados por las agrupaciones de Ingenieros que participaron en el conflicto. Al observar detenidamente la totalidad de los trabajos realizados, pude comprobar que el nuestro fue netamente superior a lo realizado por el resto; y si a esto le sumamos lo que relata el enemigo de que “el combate del Monte Longdon comenzó cuando un soldado británico piso una mina”, podemos afirmar con orgullo que la Primera Sección desde el punto de vista de Ingenieros, cumplió acabadamente con su misión.

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EL COMBATE “Confieso que durante el fragor de la lucha no se siente miedo, posiblemente por nuestras ansias de enfrentar al enemigo en igualdad de condiciones, por vengar la muerte del Soldado Curima o por la obligación de cumplir con la misión” Si bien el estado anímico no era el deseado por todo lo sucedido, esperábamos con mucha ansiedad el ataque por parte de los soldados enemigos y poder entablar un combate frente a frente, ya que hasta ese entonces nos estaban produciendo bajas a la distancia por medio de los fuegos de los aviones, barcos y de los artilleros, sin tener la mínima posibilidad de defendernos. La mañana del 09 de junio recibí la orden del My Carrizo de trasladar nuestras posiciones 300 metros más al este, es decir hacia retaguardia. Nos costó mucho dejar el lugar en donde ya estábamos acostumbrados y protegidos. La situación táctica así lo exigía, dado que al finalizar nuestros trabajos de ingenieros, nos preparamos para actuar como fuerza de infantería, siendo nuestra futura misión la de contraatacar cualquier infiltración enemiga en el dispositivo. En los altos de fuego de los artilleros enemigos y durante la noche, pudimos cambiar de posición. En ese nuevo terreno, nos costó mucho construir los pozos de zorros en razón de la situación que se vivía. En los refugios naturales que había entre las piedras, guardamos en forma improvisada nuestros pertrechos. La noche anterior, el enemigo había intentado penetrar el sector defendido por la primera sección, cuyo jefe era el Subteniente Baldini, pero fueron rechazados por el fuego de los morteros, ya que contábamos con un radar RASIT que detectaba la presencia y la ubicación de personas a gran distancia. La noche siguiente se produjo otro intento con resultados negativos al ser rechazados por fuegos de morteros y fusileros. Durante los días 09 y 10 se intensificó la concentración de fuegos de artillería, navales y ataques de la aviación sobre nuestro Sector, causando afortunadamente mínimas bajas de personal pero nos destruyeron el radar con lo cual nos quedamos “ciegos”. En efecto, a esa altura del año, oscurecía a las 20 horas aproximadamente y a causa de la neblina o la nieve era imposible ver un objeto a más de dos metros de distancia. Siendo aproximadamente las 20.00 horas del 11 de junio, vimos que el sector de la primera sección de Infantería era atacada por intenso fuego de - 227 -


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artillería, pero a la vez por fuego de fusiles y ametralladoras. Se había iniciado el Combate del Monte Longdon. Inmediatamente adoptamos nuestras posiciones de defensa, con la misión de tirar a cualquier persona que se aproxime desde el lado enemigo. Siendo las 2130 horas me apersoné al puesto comando del Jefe del Sector, quien me comunicó que el enemigo había penetrado el sector defensivo de la Primera Sección de Infantería y me impartió la orden de contraatacar para restablecer la línea de defensa. De regreso, me reuní con los jefes de grupos, los puse en situación e impartí la orden de marchar hacia el frente. A los 10 minutos estábamos marchando, adelante iba el suscripto, junto al pelotón comando (Sargento Insaurralde y los soldados Burns y Hefner), a continuación los otros grupos. No nos resulto difícil reunirnos, ponernos en marcha y entrar en combate, dado que, como les dije anteriormente, teníamos un buen pie de instrucción producto de lo practicado en el cuartel, en el campo de instrucción de Ezeiza y en el desierto de La Pampa. Al principio no tuvimos inconvenientes en acercarnos al enemigo, dado que todos los fuegos estaban concentrados sobre el sector de mayor altura del cerro. Durante la marcha de aproximación se nos fue plegando personal del Regimiento. Recuerdo que uno de ellos era un Suboficial enfermero de apellido Pizuco, quien combatió como un león a pesar de no ser del cuerpo comando; posteriormente durante el fragor del combate recibimos también el apoyo de los Infantes de Marina. Hasta ese entonces, el enemigo había tomado la totalidad del sector defensivo de la primera sección y apoderado de los morteros, los que se encontraban mas abajo. La sorpresa y velocidad del ataque enemigo había causado tal confusión que rompió la comunicación entre los jefes y sus subordinados. La única fuerza organizada que frenaba el avance enemigo estaba constituida por un pequeño grupo de suboficiales y soldados a cargo del Teniente Primero Neirotti. Posiblemente la pregunta que queda flotando sea ¿Cómo pudieron los ingleses romper el sistema defensivo y tomar la cima del cerro que supuestamente estaba bien defendido? ¿Como pudieron avanzar por terrenos minados? Trataré de explicar y dar una respuesta aproximada de lo sucedido: El jefe de ese sector era el Subteniente Baldini, sobresaliente oficial con quien intercambiaba algunas palabras cada vez que debía pasar por su sector para instalar obstáculos minados delante de su zona de responsabilidad. - 228 -


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Se lo veía siempre aguerrido y trabajador, mantenía un gran ascendiente ante sus subalternos y estaba junto a ellos en todo momento. Izaba diariamente una Bandera Argentina en lo más alto del cerro, la que flameó hasta el 11 de junio. Pero a pesar de los buenos oficios de ese notable jefe, que murió combatiendo junto a su gente, la tropa estaba muy cansada. Llevaban casi sesenta días en ese sector sin relevo, con un clima bastante agresivo y no se tenía los medios adecuados para atenuar su accionar. La comida y los elementos de abrigo eran escasos. El constante bombardeo durante el día y la noche a partir de los primeros días de junio, los intentos de penetración por parte de tropas enemigas las noches previas al combate final, lograron minar la atención del personal y disminuir su capacidad de combate. El regimiento de Paracaidista 3 apoyado por tropas de comandos fueron los que ejecutaron el ataque. Tropa de elite del ejército británico, con gran experiencia de combate, se encontraba en una situación totalmente distinta a la nuestra (bien alimentados, descansados, con ropas secas y adecuadas, sin haber soportar acoso alguno hasta ese momento). Además contaban con armamento y elementos de alta tecnología como ser visores nocturnos, que les permitían ver en la oscuridad y de un sistema de bengalas que iluminaban el sector en el que nos encontrábamos. Con respecto al sobrepasaje de los campos minados, se produjo como consecuencia del uso desmedido a través de los mismos por nuestros efectivos. Lo utilizaban para cazar ovejas, buscar agua de las pequeñas aguadas, efectuar reconocimientos o patrullas. Ello produjo huellas que fueron estudiadas, reconocidas y posteriormente empleadas por el enemigo. Lo que acabo de relatar me lo contó un teniente inglés del arma de ingenieros, que participó en el ataque y una vez finalizado el conflicto trabajamos juntos en la delimitación de los campos minados. A ello me referí en la primera parte, cuando exprese que cometí un gran error al indicarle a cada jefe de sección de la compañía, la ubicación de los pasos o zonas desminadas. Al respecto quiero aclarar que hasta hace poco tiempo, mantuve mis dudas referentes a las causas por la cual el Jefe de Sector no me dejó sembrar minas antipersonales en los pasos o zonas desminadas, ya que pensaba que el personal que supuestamente estaba adelantado y no tenía comunicación con nosotros, se tendría que haber replegado. La respuesta la obtuve en el año 2005 cuando un Suboficial de apellido Najar, me contó que él junto a otros efectivos de ese Regimiento permanecieron en las alturas próximos al mar, sin ser atacados y vieron como espectadores el desarrollo del combate en el que estábamos involucrados. Posteriormente se replegaron por los terrenos que defendía la Compañía “A” - 229 -


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Pero volviendo al tema que nos ocupa, mientras coordinaba con el teniente primero Neirotti las actividades de sobrepasaje a los efectos de no producir bajas entre nosotros, la sección adoptó la formación en línea, quedando el grupo comando en el centro, a la izquierda se ubicaron el primer y segundo. A mi derecha el grupo apoyo y a continuación el tercer grupo. Al principio avanzamos agazapados aprovechando la cubierta que nos ofrecía las piedras de gran tamaño del lugar, pero ante el fuego de los fusileros y sobre todo de cinco ametralladoras que no paraban de tirar, debimos continuar el avance cuerpo a tierra e iniciamos nuestro contraataque mediante el empleo de nuestras armas. Munición no nos faltaba como lo expresé anteriormente. La noche estaba bastante obscura, caía una lluvia suave y fría, (a lo que los sureños la denominan agua – nieve). Los ingleses utilizaban constantemente bengalas hacia nuestra posición para poder ubicarnos y nos tiraban con balas trazantes, que en lugar de amedrentarnos, nos indicaban el sector hacia donde apuntaban. En general empleaban sus ametralladoras “barriendo” sectores, lo que nos permitía intuir el momento en que esos proyectiles caerían sobre nosotros por lo tanto dejábamos de tirar y nos cubríamos detrás de las piedras hasta que pase. Normalmente los jefes de grupo ordenaban hacer “fuego reunido” (fuego centralizado) hacia esas ametralladoras o fusileros guiándose por el fogonazo que produce el proyectil al salir del armamento. También les disparamos con el lanzacohetes Intalaza, que es un arma antitanque, pero dada la situación, el soldado Colman, con gran precisión hacia “blanco” sobre las ametralladoras enemigas. Cada vez que el proyectil de este armamento llegaba a destino, producía una gran explosión y gran dispersión de piedras, algunas de las cuales caían cerca de nosotros en virtud de que estábamos a 20 o 30 metros del enemigo. También el soldado Camperoz, experto tirador, no paraba de disparar su ametralladora contra blancos enemigos. Fue destacable la participación de un grupo de los Infantes de Marina a cargo del Cabo Principal Lama, quienes transportaron una pesada ametralladora antiaérea 12,7 agazapados y arrastrándose desde la retaguardia hacia el lugar en donde nos encontramos. Una vez posicionada, comenzaron a disparar causando serios daños a los ingleses. Ellos no tenían ninguna misión en el contraataque, sin embargo se plegaron en forma espontánea y solidaria, combatiendo codo a codo junto a nosotros en forma abnegada. Confieso que durante el fragor de la lucha no se siente miedo, posiblemente por nuestras ansias de enfrentar al enemigo en igualdad de condiciones, por vengar la muerte del Soldado Curima o por la obligación de - 230 -


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cumplir con la misión. En ese momento no recibíamos ningún otro tipo de fuego que no sea del personal que había tomado la cima del cerro es decir de fusileros o de morteros de bajo calibre. Poco a poco seguimos avanzando cubriéndonos entre las piedras, obligándolo al enemigo a replegarse paulatinamente. A medida que ganábamos terreno, íbamos recuperando a camaradas que habían sido sobrepasados por el enemigo y estaban heridos o escondidos entre las piedras sin ser descubiertos; solo salían y se daban a conocer cuando sentían la aproximación de personas que hablaban el español. Recuerdo que uno de ellos era el Cabo Primero auxiliar del teniente Ramos, quien nos contó rápidamente que su superior había sido herido y que le había ordenado replegarse mientras lo cubría mediante el fuego a pesar de sus heridas. La contundencia del ataque enemigo solo le permitió replegarse algunos metros a retaguardia, escabullirse entre las rocas y quedar inmóvil rezando no ser descubierto. A este personal les ordenaba marchar hacia retaguardia, a los heridos se los trasladaba hacia el puesto socorro. Sentí mucho la muerte del Teniente Ramos porque además de ser un sobresaliente oficial, era mi compañero de promoción con quien compartí muchos momentos en el Colegio Militar y algunos días en el Monte Longdon. A eso de las 03.30 horas apareció una sección de infantería que pertenecía a la compañía “C” a cargo del Teniente Castañeda que venía en nuestro apoyo. Luego de coordinar con referido oficial el sector de responsabilidad de cada uno, retomamos con mayor vigor el ataque, incentivados al comprobar que los fogonazos de las armas enemigas se distanciaban hacia retaguardia, lo que nos hizo suponer que se estaban replegando. Pero no era tan así: “se distanciaban para permitir a su artillería hacer blancos certeros sobre nosotros”. En efecto, como estaban teniendo muchas bajas, decidieron no exponer más vidas en ese tipo de combate a corta distancia y optaron por atacarnos mediante el fuego de artillería (esta información nos suministraron durante el período en que estuvimos prisioneros los oficiales y suboficiales ingleses del arma de Ingenieros que participaron en ese combate). A causa de ello, ese entusiasmo se nos esfumó rápidamente, las bombas nos hicieron “pegar al suelo” y por ende, no pudimos avanzar un centímetro más. Primero escuchamos los estampidos de boca provenientes de los cañones navales. Vimos caer una salva sobre el camino, a 1000 metros de nuestra ubicación; cinco minutos después otra salva cayó a 500 metros, luego otra a 100. Estaban regulando el tiro e intuíamos que la próxima caería sobre nosotros. En ese momento no sabíamos que hacer por cuanto está- 231 -


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bamos desprotegidos, solo había algunas piedras que nos cubrían del fuego de los fusileros, pero no contábamos con los posos o trincheras para sortear el efecto de las bombas. La cuarta salva cayó de lleno sobre nosotros, causando algunas bajas. El problema se agravó cuando los artilleros que estaban desplegados en el Monte Kent nos atacaron con su munición de mayor envergadura. Ello nos produjo graves daños, desconcierto, descontrol y escenas de pánico. En un momento fuimos objeto de fuego centralizado de los artilleros y de los barcos enemigos; y aunque parezca mentira también de los artilleros argentinos. Pero no los culpemos, habían recibido la orden de tirar sobre la cima del Monte Longdon, sin saber que nosotros estábamos próximos a recuperarlo. Disparaban de todas direcciones, el gran error fue la falta de las comunicaciones. Recuerdo que en ese momento se iluminó por completo el lugar, se sentían explosiones por todos lados, ruidos de esquirlas que chocaban con las piedras o pasaban sobre nuestras cabezas. Es impresionante la sensación que siente cuando se aproxima una bomba: primero se escucha un ruido agudo, luego se transforma en mas grave y ensordecedor al caer. Hasta hoy no puedo discernir cuando ocasionaban mayor temor; si cuando venían en el aire o cuando explotaba en tierra. Es tremendo su poder tanto por la destrucción que ocasiona, como por la acción psicológica paralizante que produce. Con respecto a la sección, tres grupos pudieron replegarse a tiempo luego de caer la primera salva. Nosotros quedamos aferrados junto al grupo apoyo. En cierto momento, la onda explosiva nos elevó por los aires junto al Sargento Insaurralde y a los soldados del pelotón comando. Yo caí varios metros a retaguardia, comencé a arrastrarme casi inconsciente sin dirección. Gracias a Dios fui auxiliado por el Encargado del Regimiento quien se encontraba a cubierto. Recuerdo que me dio de tomar una bebida fuerte con lo cual recobré el conocimiento y agazapado me replegué hasta el Puesto comando el Mayor Carrizo, a quien informé sobre la situación caótica que se vivía en primera línea. El Sargento Insaurralde, fue alcanzado por esquirlas, una de ellas perforó parte de su pulmón, que lo dejó mal herido y fue replegado al Puesto Socorro. Esta herida lo afectó de tal manera que posteriormente fue pasado a retiro por el alto grado de invalidez que le produjo. Con respecto a los otros dos soldados del pelotón comando solo sufrieron golpes de escasa importancia. Luego de ese gran desconcierto, nos fuimos reuniendo en el refugio que habíamos cavado en la montaña a retaguardia. Llegaron primeramente los tres grupos de fusileros, luego de a uno iban apareciendo los soldados de - 232 -


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los otros grupos con su armamento provisto. Recuperamos el setenta por ciento del personal, el resto estaba herido o perdido. El cabo primero Oviedo, junto a dos soldados consiguieron parte de la munición necesaria para completar la carga, adoptamos todas las previsiones y nos alistamos para efectuar un nuevo contraataque al amanecer de acuerdo a la última orden recibida por parte del Jefe del Sector “Plata II”

EL REPLIEGUE “La tarea no fue nada fácil, ya que debía reunir al personal por grupos aislados en el terreno para evitar ser blanco de los proyectiles, e iniciar la marcha cubriéndonos entre las piedras y adoptando continuamente la posición de cuerpo a tierra ante la aproximación de las bombas”. Siendo aproximadamente las 0630 horas, el Mayor Carrizo, me comunicó que se preveía un avance inglés a través de un flanco y ante la posibilidad de vernos rodeado, había recibido la orden de replegarse. Ante esta situación me impartió la orden de organizar y ejecutar el repliegue de todos los efectivos y marchar hacia la Compañía “C”, la que se encontraba a cuatro kilómetros a retaguardia. En ese entonces el enemigo seguía bombardeando todo el sector defensivo del Sector . Si bien en el frente ya casi no había resistencia como consecuencia de lo antes mencionado, los fusileros ingleses continuaron tirando con fuego de ametralladoras desde la cima del cerro pero no se animaron a avanzar. Lo primero que ordené fue trasladar al personal herido a Puerto Argentino directamente por el camino consolidado hasta llegar a las posiciones que ocupaba el Grupo de Artillería 4, en donde debían pedir apoyo. Esta tarea estuvo a cargo del soldado Colman, soldado de suma confianza e inteligente que sabía llegaría a buen puerto. La tarea no fue nada fácil, ya que debía reunir al personal por grupos aislados en el terreno para evitar ser blanco de los proyectiles, e iniciar la marcha cubriéndonos entre las piedras, adoptando continuamente la posición de cuerpo a tierra ante la aproximación de las bombas. Mientras tanto, los infantes de marina se separaron y marcharon para reunirse con sus unidades de origen. Al llegar al sector en donde estaba desplegada la mencionada compañía, un Teniente de apellido Galíndez, me propuso que marchara a Moody Brook, lugar en donde se encontraba el oficial logístico del Regimiento a los efectos de ser aprovisio- 233 -


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nado. Al alcanzar ese lugar con las primeras luces, fuimos recibidos por el mencionado oficial logístico, capitán Grau, quien tampoco nos dio apoyo alguno. Ante esta situación ordené a todo el personal marchar hacia Puerto Argentino con la idea de que alguien nos proporcione ayuda. Avanzamos maltrechos por la avenida costanera hasta llegar a tres o cuatro cuadras de la casa del Gobernador. En ese lugar ordené al personal que estaba muy cansado y abatido por lo sobrellevado la noche anterior, sentarse y descansar en los cordones de la calle. Allí estábamos seguros pues sabía que en ese lugar no seriamos objetos de ataques enemigos por estar próximos a las casas de los Isleños. Como nadie se paraba para interiorizarse de nuestra situación o a “darnos alguna mano”, ordené marchar hacia las instalaciones que ocupaba la Compañía de Ingenieros Mecanizada 10, a la cual pertenecía orgánicamente. Decidí marchar a ese lugar porque no sabía a dónde dirigirme, ya que de Puerto Argentino, solo conocía las instalaciones de la Compañía porque allí iba a recibir órdenes y retirar las minas y demás efectos; el hospital porque iba a visitar a los soldados enfermos; y unas posiciones defensivas al ingreso del pueblo, donde se encontraban el Teniente Primero Santiago Perciavalle, excelente Oficial y gran persona, un Suboficial santiagueño de apellido Palavecino, el Sargento primero Carlos Curbelo, entre otros, quienes estaban siempre prestos a darnos una mano cuando los necesitábamos. En instantes que nos disponíamos marchar, se hizo presente el Jefe de la Compañía “B” Capitán López, quien si la memoria no me falla, venia del hospital viendo a su personal herido. Al llegar a las instalaciones de la compañía, fuimos recibidos por el jefe de la misma Mayor Matalón, quien al vernos tan maltrechos, puso a nuestra disposición personal y medios para que nos asistan. Ingresamos a un tinglado calefaccionado en donde nos proveyeron una taza de mate cocido con leche y pan. Para nosotros era como estar en un hotel cinco estrellas saboreando exquisiteces. Por la tarde se hizo presente el Jefe de Regimiento acompañado por un cura, quienes luego de arengar a la tropa, los trasladaron a otro lugar que desconozco, quedando mi sección en el lugar con una nueva misión; la de dar la seguridad al puesto comando de mi Jefe de Compañía. El puesto comando estaba constituido por casas y un galpón con duchas ubicado sobre la calle principal, cerca de la casa del gobernador. Su parte trasera limitaba con la bahía. Si bien recibimos la orden de acantonarnos en las instalaciones, nuestra experiencia de combate “nos obligaba” a parapetarnos en los conocidos “pozos de zorros” porque conocíamos perfectamente que era la mejor protección contra los fuegos de artillería y de la aviación. - 234 -


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LA RENDICIÓN Y LA PROTECCIÓN DE LA VIRGEN “Se la emplazó en el primer piso de la instalación en donde vivíamos, constituyéndose en nuestra virgen protectora porque a partir de su llegada cesaron los accidente de importancia como los que sufrimos anteriormente”. Se combatió duramente durante la noche del 13 al 14 de junio. Los ingleses, apoyados por el gran poder de fuego de sus barcos y de su artillería de campaña, facilitaron el ataque continuado de su infantería, y con ello lograron el retroceso de nuestros efectivos que cubrían el sector oeste de Puerto Argentino. La madrugada del 14 nos sorprendió el pasaje de nuestros combatientes marchando en franca retirada con rumbo hacia el aeropuerto, actividad que duró toda la mañana y parte de la tarde de ese día. Nuestra suerte estaba echada; cercados por mar, tierra y aire, sin posibilidad de maniobra alguna, preveíamos la inminente rendición, la que se efectivizó ese día. A diferencia de las tropas que pasaron casi en su totalidad hacia el aeropuerto, nosotros quedamos en el pueblo ocupando las instalaciones antes mencionadas. Por la tarde, en conocimiento de nuestra rendición, las tropas inglesas ingresaron al pueblo tomando ciertos recaudos; pero al ver que ya no había resistencia y que los isleños salían de sus casas en son de festejos, haciendo flamear sus banderas y dándoles la bienvenida como héroes, se distendieron, y avanzaron por la calle principal en dos columnas saludando y abrazando a los kelpers. Sin querer, fuimos testigos de ese duro y triste final. Pero la guerra tiene sus extrañezas y actitudes inesperadas. Recuerdo que esperé a los ingleses parados sobre la vereda acompañado por los jefes de grupo de mi sección. Como no teníamos conocimientos actualizados sobre las convenciones de guerra referente al trato que se debe brindar a los prisioneros, mantuvimos nuestras pistolas cargadas, ya que no sabíamos cual iba a ser la reacción del enemigo al encontrarnos. “Por lo menos algunos nos vamos a llevar” pensábamos en caso de ser atacados. Para nuestra sorpresa, al aproximarse el primer grupo, el oficial que estaba a cargo hizo parar el avance de su personal y se apersonó para interrogarme sobre quiénes éramos y que estábamos haciendo allí. Mediante señas y un “ingles a medias” le explique sobre nuestra situación y el motivo por el cual nos encontrábamos en ese lugar. Luego de parlamentar por cinco minutos, decidió continuar con su “ingreso triunfal por el pueblo”, pero antes de marchar me - 235 -


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regaló un atado de cigarrillos y una barra de chocolate para que comparta con mi gente, ya que tenía conocimiento que “los argentinos no contábamos con esos elementos”. Dos días después, en la casa de gobierno, nos reunieron a los responsables de la construcción de los campos minados. La misma estaba a cargo del Comandante de Ingenieros inglés, quien nos comunicó que a consecuencia de lo firmado en el acta de rendición, debíamos quedarnos en la Isla para ubicar y señalizar las zonas en donde se encontraban los obstáculos minados. En un clima distendido coordinamos los trabajos a realizar y el lugar en donde nos alojaríamos a partir de ese momento. Una vez finalizada la reunión, cada jefe se reunió con su personal para comunicarles sobre la nueva situación. Ordené que se quedaran como auxiliares el Sargento Tolaba, el Cabo Primero Oviedo y como traductor, el soldado Ruiz Díaz. Para mi tranquilidad, el resto de mi sección se había reagrupado nuevamente con nuestra Compañía de origen (Ca Ing Mec 10), quedando a cargo del cabo Calderón, ya que el sargento Insaurralde y el cabo primero Vera estaban fuera de combate. Por la tarde fuimos alojados en una vieja instalación que servía como depósito de herramientas de maquinas viales, ubicada a un costado de la ruta que unía al pueblo con el aeropuerto. Constaba de dos plantas, no muy confortable, pero nos permitía a cada uno poseer un sector en donde guardar comida, ropa y demás elementos necesarios para “vivir normalmente”, teniendo en cuenta nuestra situación de prisioneros. Por lo menos comíamos bien y dormíamos calentitos…. Al día siguiente salimos varias patrullas hacia los lugares en donde se habían instalado los campos minados. Lo hacíamos acompañados normalmente por un oficial, dos o tres suboficiales y soldados ingleses, que tomaban nota de todo lo que les interesaba o les llamaba su atención. Por medio de un helicóptero fuimos transportados a la parte más alta del Monte Longdon. Al llegar, pude apreciar el panorama aterrador del lugar; había cráteres por todas partes producto de las bombas, posiciones defensivas destruidas casi en su totalidad, ropa manchada con sangre etc. Más abajo vi varios montículos de pertrechos de ambos bandos (armas, mochilas, cascos, etc.) que los ingleses se tomaron el trabajo de agruparlos. Al marchar hacia la zona minada, encontramos a dos soldados argentinos muertos dentro de sus posiciones producto de la onda expansiva de las bombas, dado que se encontraban aparentemente “enteros” sin rastro de heridas superficiales. De inmediato fueron trasladados en un helicóptero hacia el cementerio. Allí me enteré por comentarios del teniente ingles que al finalizar el combate, - 236 -


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Capítulo XIII

los heridos de ellos como los nuestros, fueron evacuados y trasladados a los hospitales o centros de atención para su curación. A los muertos los reunieron provisoriamente en un lugar a retaguardia. Posiblemente esos dos soldados quedaron muertos en sus pozos de zorros, sin ser descubiertos por los ingleses. Luego de corroborar de que los planos e informes elaborados y firmados por mi correspondían verdaderamente a los obstáculos minados allí enterrados, regresamos a Puerto Argentino. Una vez reunidas todas las patrullas que realizamos ese primer reconocimiento en distintos lugares de la Isla, planificamos y organizamos las tareas. Para ello solicitamos que se nos provea de una carta o mapa de gran tamaño de Puerto Argentino y sus alrededores, en donde registramos la ubicación de los campos minados. Al día siguiente, con las primeras luces iniciamos las tareas, las que se continuarían hasta el 9 de julio. Normalmente nos organizábamos en dos grupos y marchábamos hacia dos lugares distintos apoyados por personal de cuadros y soldados británicos. El jefe de grupo no era el personal de mayor graduación sino el responsable de la construcción del obstáculo minado, por lo tanto solo él daba las órdenes e indicaba los lugares por donde el resto debía transitar y ejecutar los trabajos. Por cierto, las tareas de delimitar o “alambrar” los campos minados no era nada fácil, ya que debíamos transportar a campo traviesa, sobre terreno fangoso cantidades importantes de elementos pesados como son los piquetes y alambres. Pero mucho más difícil se hacía el trabajar en una zona minada desconocida, en donde la nieve cubría todo el terreno, lo que nos dificultaba encontrar los puntos de referencias. En esas circunstancias, a causa de un pequeño error de cálculo o descuido, podíamos perder la vida o una pierna. Desgraciadamente, durante la ejecución de los trabajos y en tres ocasiones diferentes, dos soldados ingleses y un cabo primero de apellido Cattay perteneciente a la Escuela de Ingenieros del Ejército Argentino, cayeron heridos y perdieron parte de sus piernas al pisar y detonar minas antipersonales. En todos los casos los enfermeros que estaban próximos al sector, acudieron rápidamente y asistieron a los heridos colocándoles morfina y tratando de pararles la hemorragia hasta ser evacuado al hospital en un helicóptero. Posiblemente la causa de esos accidentes haya sido a consecuencia de un error humano al no realizar correctamente los informes, pero yo me inclino a pensar que se debió al deficiente funcionamiento de unas brújulas nuevas que nos proveyeron antes de marchar a Malvinas. Esas brújulas que tenían la apariencia de ser de buena calidad, a la hora de emplearlas nos causaron serios problemas porque la aguja imantada se trababa o no - 237 -


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marcaba adecuadamente el norte. Recuerdo que a causa de ello, cuando fuimos a mi sector, me costó bastante ubicar mis campos minados. Tuve que extremar las medidas para evitar repetir los accidentes. Cierto día, a regreso de los trabajos, el sargento Tolaba, y los cabos Salazar y Núñez encontraron una imagen de una virgen al costado de un camino cerca del muelle. Era una imagen de aproximadamente un metro de altura y por haber permanecido en ese lugar, estaba cubierta de tierra. Se la emplazó en el primer piso del alojamiento en donde vivíamos, constituyéndose en nuestra virgen protectora porque teníamos una imagen ante quien orar y también porque a partir de su llegada no se produjo ningún accidente de importancia como los que habíamos sufrimos anteriormente. Con el correr de los días, comenzó una disputa sobre quien se llevaría a la Virgen cuando regresáramos al continente. Los marinos decían que se trataba de Stella Maris, su protectora, nosotros afirmábamos que era la virgen Del Carmen. Un día apareció un cura (si la memoria no me engaña creo que se trataba del padre Pacheco), quien tampoco pudo dilucidar la incógnita. Pocos días antes de embarcar, decidimos por mayoría que la llevaríamos nosotros; pero de inmediato comenzó otra disputa, entre el personal perteneciente a la Escuela de Ingenieros y los de la Compañía de Ingenieros Mecanizada 10. Como los que la encontraron fueron suboficiales de esta última, se decidió que al regreso, la Virgen sea entronizada en la mencionada Compañía. Desgraciadamente, la alegría nos duró poco, ya que durante el viaje de regreso en el barco “St Edmund”, en momentos en que se oficiaba una misa con la presencia de la virgen, se nos apersonó el entonces teniente coronel Seineldin, quien muy emocionado nos comunicó que se trataba de la Virgen de Fátima y que el Instituto que lleva su nombre se la había enviado para la protección de los soldados argentinos. Por ello nos solicitó que se la entregáramos ya que tenía el deber de devolverla a sus legítimos dueños. Al principio no había intención de cumplir la orden porque la considerábamos nuestra, pero a pesar de las protestas, con gran tristeza y dolor, al final tuvimos que ceder.

PRISIONEROS Y EL TRISTE REGRESO A CASA A los pocos días de la rendición, solo quedamos en la Isla el personal de Ingenieros realizando los trabajos antes descriptos. La mayoría de las tropas - 238 -


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Capítulo XIII

argentinas habían regresado al continente y solo un grupo pequeño de efectivos permanecieron en calidad de prisioneros en un barco (generalmente eran oficiales de alto rango, entre los cuales se encontraba el General Menéndez). El trato se fue flexibilizando a medida que pasaba el tiempo, siendo más ameno y cordial posiblemente porque diariamente compartíamos el mismo peligro cuando nos enfrentábamos al riesgo de pisar una mina. Gran sorpresa me causó cuando nos pagaron algunas libras por el hecho de estar prisioneros, todavía los guardo como recuerdo. En los momentos libres, podíamos salir y transitar por las calles e incluso nos permitieron obtener comidas y elementos de primera necesidad de los contenedores argentinos dispersos en Puerto Argentino. Gracias a ello, en nuestros improvisados armarios, pudimos almacenar gaseosas, cigarrillos, café, leche, dulces, caramelos, galletas, medicinas, etc, elementos muy preciados por habernos faltado durante el transcurso de la guerra. Como traductor se desempeñó un Sargento Mayor de apellido Canessa. Era una persona mayor que hablaba correctamente el castellano y el inglés por ser hijo de españoles, nacido y criado en Inglaterra. Con el correr del tiempo, se fue transformando en nuestro interlocutor ante las autoridades británicas. A él concurríamos para la solución de las necesidades e inquietudes del grupo. A causa de su constante preocupación por nuestro bienestar lo llamábamos afectuosamente “tío Canessa” y él a nosotros “sobrinos”. Lo recuerdo como una excelente persona. Allí conocí la desinteresada e importante tarea humanitaria que cumple La Cruz Roja Internacional en las guerras, especialmente en la protección de los derrotados. Diariamente sus integrantes concurrían al alojamiento para interiorizarse y controlar que el trato recibido como prisionero sea el correcto. Hacían cumplir al pie de la letra las leyes y convenciones internacionales de la guerra, aun arriesgando sus propias vidas. Como relaté, la relación con los efectivos ingles en general era cordial a pesar de que en algunas ocasiones teníamos discrepancias, que se solucionaban gracias al buen oficio del “tío Canessa”. Recuerdo que una noche se presentó un grupo de oficiales y suboficiales con comida y varias botellas de cerveza para festejar el día de su arma. Querían compartir esa fecha tan especial con nosotros porque nos consideraban soldados dignos al haber combatido con idoneidad, siendo merecedores de su respeto. Otra noche se presentó el comandante del Arma de Ingenieros junto a un grupo de oficiales ingleses y compartimos una improvisada cena. Durante la misma intercambiamos conocimientos propios de las técnicas de combate de Ingenieros, e

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incluso se llegó a la “crítica constructiva” cuando el referido Comandante expresó su desacuerdo con algunas tareas realizadas por nosotros al decir: – El campo minado que se encontraba en tal lugar, yo lo habría instalado en tal sector, o el puente que volaron de tal manera, yo lo hubiese realizado de esta forma. Por supuesto, los oficiales aludidos pudieron exponer sus puntos de vista, defender sus posiciones y la finalidad de los trabajos realizados. Durante nuestra permanencia como prisioneros, a los oficiales nos permitieron portar la pistola reglamentaria porque sabían que era un símbolo del mando. Algunos las entregaron, otros las tiramos al mar antes de subir al barco que nos trajo de regreso. No recuerdo bien, pero creo que fue el 9 de julio, en momentos en que nos aprestábamos a celebrar nuestra fiesta patria, se presentó el “tío Canessa” con cara de preocupación y nos dijo: – “sobrinos”, dejen todo lo que están haciendo y preparen sus pertenencias porque hoy serán embarcados en el St Edmund en donde continuarán en calidad de prisioneros. – Pero…todavía no finalizamos con los trabajos, nos falta delimitar un 40 % – No importa ha llegado una comunicación del gobierno británico ordenando la inmediata expulsión de todo argentino de la Isla. A causa de la incertidumbre que reinaba, dado que no sabíamos a donde iríamos a parar (algunos decían a Gran Bretaña, otros a Uruguay) y el tiempo que llevaría esta situación, llené mi mochila con diversos tipos de comestibles, asegurándome la subsistencia en caso de ser escasa la comida del barco. También cargué algunos libros para leerlos en caso de aburrimiento. El St. Edmund, era un barco trasatlántico importante por su gran tamaño y sus comodidades. Fue construido con la finalidad de realizar viajes de placer, visitando los principales puertos del mundo y ahora, circunstancialmente, se encontraba en Malvinas contratado para transportar a las tropas inglesas. Apenas lo abordamos controlaron todas nuestras pertenencias como forma de constatar que no poseíamos armamento. De inmediato un grupo de médicos nos efectuó una revisación y un fotógrafo sacó fotografías a cada uno con el número de prisionero impreso en un papel que sosteníamos a la altura del pecho como si fuéramos delincuentes. En cada camarote ubicaron cuatro o cinco personas. Como eran de escasas dimensiones entrábamos algo apretados, pero nuestro mayor problema fue el constante movimiento del barco para uno y otro lado, lo que nos produjo - 240 -


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Capítulo XIII

nauseas, vómitos y mareos. En esas condiciones no podíamos comer ni conciliar el sueño. Al día siguiente se produjo un hecho que es interesante contar para que el lector conozca las diversas facetas que tiene la guerra. Se presentó el Comandante de Ingeniero acompañado por el “Tío Canessa” y solicitaron a las autoridades del barco mantener una conversación privada con nosotros a los fines de dar solución a un problema: – Sobrinos, el gobierno de mi país les propone que continúen y finalicen los trabajos de delimitación de los campos minados. Se firmará un contrato entre el gobierno inglés y cada uno de ustedes en forma individual, sin intervención del Ejército ni del Estado Argentino. Se les pagará el dinero que ustedes exijan porque para nosotros es prioritario que se individualice y se alambre las zonas minadas. Cada uno expuso su posición tratando de encontrar la mejor solución a la situación que se vivía, especialmente lo relacionado al clima de incertidumbre en la que estábamos inmersos en ese barco. El oficial más antiguo, el entonces Teniente Primero Perciavalle, les presentó la siguiente propuesta: – No hay problema en quedarnos y continuar con los trabajos. A cambio exigimos que todos los prisioneros sean trasladados de inmediato al continente al igual que nosotros una vez finalizada la tarea. – Presentaremos la propuesta a nuestros superiores y pronto tendrán la respuesta. Al día siguiente, se nos informó que no se accedía porque era una decisión política que debía decidir Londres; se esperaba la rendición formal de Argentina para recién entregar a los últimos prisioneros. Nuevamente se nos tentó con dinero, ante lo cual les contestamos con un ¡¡NO!! rotundo porque no éramos mercenarios; de esa manera se dio por finalizado las negociaciones. Permanecimos varios días en esa “coctelera” hasta que por fin un 13 de julio iniciamos el viaje de regreso. A partir de ese momento una gran preocupación me atormentaba constantemente: Que pensarán de nosotros nuestros compatriotas a causa de la derrota. Cuál será la reacción de nuestros camaradas, familiares y amigos…. El 14 llegamos a Puerto Madryn. Al bajar del barco fuimos trasladados a una unidad militar en colectivos. Recuerdo que a lo largo de la calle por la que transitamos estaban estacionados en fila, un grupo de aproximadamente 30 camiones que seguramente esperaban cargar o descargar mer- 241 -


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caderías. Una gran emoción invadió mi corazón cuando los camioneros nos saludaron efusivamente ante nuestro paso como forma de darnos la bienvenida; algunos tocaban las bocinas de sus vehículos, otros sacaban medio cuerpo de la cabina agitando sus brazos, gritando ¡¡VIVA LA PATRIA!! Ese acontecimiento lo guardo en mi memoria como el mejor premio recibido por mi participación en ese conflicto. Distinta situación me toco vivir en la unidad militar. Si bien nos entregaron uniformes y armamentos nuevos, nos dieron de comer y solucionaron nuestras necesidades; el personal encargado de estas tareas lo hacía en un clima de total frialdad, casi sin hablar. De pronto, entre tanta gente desconocida que se encontraba en ese lugar divisé a un teniente con quien compartí tres años en el Colegio Militar y dos como Subteniente en La Rioja. Cuando me apersoné para saludarlo, me dio la espalda y sin decir palabra alguna se retiró. Qué paradoja: Mientras los camioneros nos dieron una emotiva bienvenida, nuestros camaradas que habían quedado en el continente sin saber lo que soportamos en esos duros combates, nos trataron despectivamente como si fuéramos los únicos responsables de la derrota y la humillación de nuestro Ejército. Posiblemente se hayan olvidado de las clases de historia militar en donde se nos enseñaba el viejo axioma “fortaleza sitiada, fortaleza tomada”, lo que significa que nuestra suerte estaba echada una vez que el enemigo “cercó” a las Islas. Por suerte, con el paso del tiempo, poco a poco, se dieron cuenta cuan equivocados estaban.

Corolario Si bien la sección estaba integrada por personal que abrazaban distintas religiones, al finalizar la guerra y en oportunidades en que solemos reunirnos, siempre recordamos los distintos momentos vividos, en especial aquellos en donde estuvo en peligro nuestras vidas. En general coincidimos que la causa de contar con pocas bajas en relación a lo sobrellevado, fue gracias a la protección que nos brindó el Supremo. Otra explicación por la cual estamos vivos y podemos contar lo sucedido no encontramos. Los Cuadros que abrazamos en forma voluntaria la carrera de las armas y nos debemos a ella, estamos predispuestos y entrenados física y psíquicamente a enfrentar estos tipos de operaciones y acontecimientos, ya que para ello estamos preparados. Distinta situación era la de los Soldados que se jugaron la vida en cumplimiento al Supremo Juramento a la Bandera que - 242 -


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Capítulo XIII

realizaron mientras cumplían con el Servicio Militar Obligatorio. Sin dudas lo más destacable fue que no titubearon en seguirnos e ir al frente de combate aun sabiendo que se enfrentarían a un enemigo muy superior…….PARA NOSOTROS, SUS INSTRUCTORES... “ESE FUE NUESTRO MAYOR ORGULLO” “REALMENTE LA PASAMOS MAL, DIJO EL CAPITÁN KEVIN ROBINSON. MI SUBUNIDAD ERA PARTE DE LA RESERVA DEL ATAQUE AL REGIMIENTO Y TENÍAMOS, LA ORDEN DE ATACAR WIRELESS RIDGE, TRES HORAS DESPUES DE LANZADO EL ATAQUE SOBRE MONTE LONGDON. TRES HORAS ES LO QUE SE ESTIMABA DEMORARÍAN LAS OTRAS COMPAÑÍAS EN OCUPARLO Y LIBERARNOS EL CAMINO. LA REALIDAD FUE OTRA, DESPUES DE 12 HORAS DE COMBATE, SEGUÍAMOS TRATANDO DE CONQUISTAR LONGDON, HABIENDO EMPEÑADO NUESTRA COMPAÑÍA DE RESERVA Y CON UN GRAN NÚMERO DE BAJAS. NUESTRA SORPRESA FUE MUY DESAGRADABLE, PENSAMOS QUE DESPUES DE TANTO TIEMPO EN LAS POSICIONES LOS ARGENTINOS SE RETIRARÍAN RÁPIDAMENTE… PERO NOS EQUIVOCAMOS”. DIJO EL OFICIAL INGLES!!!

NOTA DEL AUTOR: Todo lo que aquí relato, esta orientado a narrar las principales acciones o actividades realizadas exclusivamente por la Primera Sección de la Compañía de Ingenieros Mecanizada 10 de la cual era Jefe y por ende, conocedor de todo lo que se hizo. El hecho de no ilustrar lo realizado por personas o grupos de otras organizaciones que de alguna manera tuvieron relación o estuvieron próximos a nosotros, no quita mérito a lo por ellos realizado, ya que tengo conocimiento que cumplieron acabadamente con su misión en el sector que les tocó combatir. Me refiero a la Compañía “B” del Regimiento de Infantería Mecanizado 7 y a la Sección Antiaérea del Batallón de Infantería de Marina 5, solo ellos podrán contar con precisión lo que les toco vivir en ese combate.

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Incorporación de la Clase 1961 a la Compañía de Ingenieros Mecanizada 10

Primeras instrucciones en Ezeiza - Febrero de 1981 - 244 -


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Capítulo XIII

Instrucción avanzada de combate - Mayo de 1981

Jura de Fidelidad a la Bandera - Junio de 1981

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Cuadros de la CA ING MEC 10 al llegar a Malvinas - 246 -


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Capítulo XII

Monte Longdon: grupo apoyo y peloton comando

Monte Longdon: refugios en la montaña

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Monte Longdon: refugios cavados en la montaña

COMBATE DEL MONTE LONGDON - 11 DE JUNIO DE 1982 (Fotografías suministradas por el Ejército Inglés) - 248 -


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CapĂ­tulo XII

Combatientes britanicos heridos en el Monte Longdon

Fusiles y cascos simbolizan el lugar donde murieron los ingleses

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Monte Longdon en la actualidad

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Epílogo

EPILOGO

A veintiocho años de producida la recuperación de nuestras Islas del Atlántico Sur, todavía se discrepa sobre los motivos que llevaron a nuestro país a involucrarse en una guerra luego de permanecer en paz durante un largo período por más de cien años. Algunos piensan si dicho acontecimiento se originó con el objeto de lograr el apoyo de la población a consecuencia de la situación adversa por la que atravesaba el gobierno militar. Por otro lado, analistas militares sostienen si era viable o no entrar en un conflicto armado contra un país poderoso, si existían posibilidades de éxito o no; si Gran Bretaña emplearía armas atómicas…. Pero más allá de esas especulaciones, está el hecho preciso de la resistencia de nuestros combatientes que fueron a la guerra convencidos de la causa que defendían y cuya tenacidad fue reconocida por el propio enemigo, pero desgraciadamente en menor medida por la población a la que defendieron. Según investigaciones llevadas a cabo por Patricio A Mendiondo director de “El Malvinense”, quien, luego de realizar un estudio pormenorizado de los muertos ingleses en cada combate o enfrentamiento, afirma que la cifra total llega a los 1029 muy distinta a los 255 reconocidos por ellos. Esto puede ser una de las causa del secreto militar por 90 años impuesto por el gobierno británico. También es llamativo las cifras de suicidios de las tropas inglesas luego de la contienda sea similar a las nuestras, teniendo en cuenta que ellos eran profesionales. Ello da a pensar que en lugar del tranquilo “paseo militar”, se encontraron inmersos en un infierno no esperado propiciado por la tenacidad de los adversarios. Como decía un Veterano de Guerra “Basta comparar el número de bajas que tuvieron los británicos en sus recientes campañas a Iraq y Afganistán con las que tuvieron en las Malvinas para comprender la medida de lo que aquí hemos relatado. Los argentinos poseemos un triste defecto: encontrar errores entre nuestras obras y no rescatar lo verdaderamente trascendente en las gestas heroicas, que deberían mostrar modelos de ciudadanos a nuestros jóvenes tan necesitados hoy de ideales”. Fue muy duro asimilar la derrota, la pérdida de un camarada en el campo de combate, pero mucho más difícil fue el regreso, soportar el proceso - 251 -


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de desmalvinación y la desprotección a la que fue sometido el combatiente, especialmente los más jóvenes. Felizmente un grupo de legisladores permitió la sanción de leyes que otorgaron a nivel nacional, reconocimientos y beneficios a todos los combatientes y a los familiares de aquellos, que con honor, quedaron para siempre como bastión de nuestra soberanía; aliviando de esa manera las penurias por las que atravesaban. La mayoría de los gobernadores, entre los que se encuentra nuestro gobernador Dr. Gerardo Zamora, imitaron tal iniciativa, siendo pocos los que no apoyaron hasta el día de hoy a sus “Veteranos” o lo hicieron en forma parcial diferenciando a los Soldados de los Oficiales y Suboficiales como si no hubieran combatido codo a codo en las trincheras; como si no hubieran arriesgado sus vida piloteando un avión; como si no hubiesen soportaron juntos por más de veinticuatro horas a la deriva las inclemencias del clima y la incertidumbre en las frías aguas del Atlántico. Pero claro…no saben lo que significa estar en una guerra, exponiendo constantemente la vida en peligro; aunque mucho menos hicieron los que los mandaron a la guerra… y ellos si conocían lo que esto significaba. En los siglos pasados el imperialismo británico se sirvió de nuestros productos y materia prima para el avance de su industria y apogeo económico. En ese tiempo, la gran expansión de vías férreas en Europa, se debió al aporte del quebracho colorado extraído de nuestras tierras santiagueñas. Hoy vemos con gran preocupación, la extracción en forma unilateral del petróleo de nuestra plataforma continental en las que se encuentran inmersas nuestras Islas. Ayer fue nuestro quebracho, hoy el petróleo y mañana vendrán por nuestros ríos y acuíferos de agua dulce, elemento vital para la subsistencia y cada vez más escaso en los países del norte. Esta situación por demás crítica, nos obliga a todos los argentinos a dejar de lado las rencillas domésticas, las disputas sin sentido o mezquinas, quedando como única alternativa la unión fraterna y solidaria en busca de un futuro venturoso, tal como soñaron nuestros antepasados. A todos los Veteranos de Guerra de Malvinas que defendieron con honor nuestra integridad territorial, aun a costa de sus propias vidas, deben tener presente, que a pesar de la derrota y las vicisitudes de la vida cotidiana, queda la tranquilidad del deber cumplido con patriotismo y lealtad hacia nuestra bandera. Posiblemente un pensamiento de un gran escritor que transcribo a continuación, ilumine el camino que resta transitar: “El honor está por encima de la vida y de la hacienda, y de cuanto existe en el mundo, porque la vida se acaba en la sepultura y la hacienda y las cosas que - 252 -


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Epílogo

poseemos son bienes transitorios, mientras el honor a todo sobrevive y trasciende a los hijos, y a los nietos, y a la casa donde se mora, y a la tierra donde se nace, y a toda la humanidad, finalmente, como un aroma eterno de virtud”. Lo importante no es cuanto vivimos sino como vivimos y más aún, como morimos

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INDICE Dedicatoria .....................................................................................

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Agradecimiento ................................................................................

5

Prólogo

.....................................................................................

7

Introducción .....................................................................................

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Capítulo I

LA RECUPERACIÓN ....................................................... 15

Capítulo II

OPERACIONES EN LAS GEORGIAS................................. 25

Capítulo III NUESTROS PILOTOS ...................................................... 41 Capítulo IV EL HUNDIMIENTO DEL CRUCERO A.R.A. GRL BELGRANO.................................................. 59 Capítulo V

COMBATES EN DARWIN – GOOSE GREEN .................... 81

Capítulo VI LOS PATRICIOS DE BUENOS AYRES EN DEFENSA DE LA PATRIA ......................................... 119 Capítulo VII OPERACIONES EN LA ISLA BORBON ........................... 143 Capítulo VIII LA BATERÍA “B” DEL BIM 5EN COMBATE .................... 159 Capítulo IX LA CONTRIBUCIÓN DE LA SANIDAD MILITAR .............. 171 Capítulo X

OPERACIÓN COMANDO .............................................. 179

Capítulo XI EL BATALLON DE ARTILLERÍA ANTIAÉREA INFANTERÍA DE MARINA ............................................. 195 Capítulo XII EL APOYO LOGISTICO DEL R I MEC 6 ........................... 203 Capítulo XIII EL COMBATE DEL MONTE LONGDON .......................... 211 Epílogo

.................................................................................... 251




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