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Diseño arquitectónico

La influencia de las redes sociales

Debo comenzar mencionando que este escrito está basado en experiencias personales y no en una exhaustiva investigación. Durante la última década y la actual, han surgido varias redes dedicadas a la arquitectura en línea, pero lo que me interesa destacar hoy es cómo el uso de redes sociales más «comunes» o de interés general ha marcado ciertas tendencias en el diseño arquitectónico.

Instagram, Facebook y otras redes sociales que nos invitan (e incitan) a compartir selfies, comidas o momentos sociales personales que demuestran nuestra felicidad al mundo, han influido gradualmente en las decisiones de diseño. No hace falta ir muy lejos: en nuestra propia práctica en Arq. 07, la oficina de arquitectura a la que pertenecemos, hemos tenido clientes que nos indican cómo desean que el lenguaje arquitectónico de su proyecto esté orientado para aparecer en la mayor cantidad posible de redes sociales. No es tanto el lenguaje arquitectónico en sí lo que importa, sino la visibilidad en las redes sociales. Por ejemplo, hace unos meses, el dueño de un restaurante en Mexicali, B. C., se acercó a nosotros con la intención de remodelar su local con la condición de que la decoración permitiera a las personas elegir su restaurante en lugar de otras opciones. En nuestra primera reunión, explicó cómo, a pesar de tener una cocina quizás mejor que otros lugares de la zona (hecho que podemos constatar), los jóvenes preferían ir a otros sitios porque les brindaban oportunidades para tomarse una buena foto y compartirla en redes sociales. Aunque el restaurante era visitado principalmente por personas de edad avanzada, quienes destacaban la buena cocina y los precios accesibles, nunca mencionaron las redes sociales o las fotografías. El dueño nos relató cómo las amigas de su hija se reunían en otros restaurantes para tomar una foto grupal en una zona «instagrameable» de dicho lugar. Esta fue la razón que condicionó nuestro enfoque en ese proyecto en particular. Es relevante mencionar que el término «instagrameable» aún no está reconocido por la RAE, pero es un término ampliamente utilizado para referirse a lugares, ambientes, comidas e incluso personas que merecen ser compartidos en esta red social y recibir múltiples «likes», algo muy buscado por la juventud ávida de aceptación en estas plataformas.

Un ejemplo más lejano se encuentra en la ciudad de Nueva York, donde en Hudson Yards, entre las calles 30 y 34 y las avenidas 10 y 11 en Manhattan, se encuentra The Vessel, un mirador con forma de «trompo de carne al pastor» (según los mexicanos) o de «panal de abejas» (el resto del mundo). Este lugar ha sido diseñado para ser un espacio destinado únicamente a tomarse selfies en la plaza pública del complejo comercial y artístico Hudson Yards. Este edificio ha sido diseñado de manera inteligente para atraer a las nuevas generaciones que buscan obtener selfies memorables y luego los lleva a visitar el resto del complejo comercial. Esto no fue un accidente, sino más bien el resultado de un detallado estudio de mercado, costumbres, marketing y elementos sociales.

Hemos pasado, en este largo andar como sociedad, de las tiendas anclas de canasta básica, pasando por lugares de placer sensorial o audiovisual, para terminar en elementos que nos brinden material para alimentar nuestras redes y nos llenen de “likes”. Estos elementos arquitectónicos, poco a poco, se están convirtiendo en los grandes imanes atractores de Sapiens Sapiens sedientos de aceptación social.

Como bien sabemos, la arquitectura a lo largo de su desarrollo histórico se ha venido fluctuando en un vaivén de sobriedad-espectáculo. Sólo en el siglo pasado se llevaron a cabo varias veces estos giros que van de la arquitectura sobria-minimalista a la arquitectura del espectáculo y el adorno. Siempre una resultante de la otra, en una especie de onda sinusoidal que nos lleva de un lado al otro. Esta última versión, esta que nos invita a tomarnos una foto de nosotros mismos, con esta de fondo, quizá si bien sigue en el mismo tenor de lo mencionado, está cambiando el fondo con una base más compleja y filosófico-social, a una más superficial y banal. ¿O será que no? ¿Será que esta es nuestra nueva complejidad, nuestra nueva filosofía y nuestro nuevo paisaje social?

Esto nos ha marcado a la generación de arquitectos actual. Poco a poco, nos estamos orillando a satisfacer este nuevo tipo de necesidad. Si bien el concepto general de arquitectura es ese de arte y técnica de proyectar y construir edificios, donde la intención es satisfacer una necesidad espacial particular (un techo donde protegernos de las diferentes inclemencias ambientales para llevar a cabo nuestras actividades), así como las necesidades mentales, como espirituales (donde aparte de protegernos físicamente, el ambiente, texturas, colores, luz, nos haga sentir bien de una manera holística), la nueva necesidad del “brillo mediático” nos está marcando de manera sustancial. La Arquitectura, después de este fenómeno de redes, no volverá a ser vista de la misma manera. No me atrevo a decir qué tan influyente como una Bauhaus, o una revolución industrial, pero sí, llevándonos a los estudios o despachos, a que cada edificio que proyectemos, pasarlos por un filtro, no tanto de esos de Instagram, pero sí que deje nuestro edificio Instagrameable. Esto al final del día, puede determinar la predilección de un cliente hacia nuestro trabajo. De aquí la gran importancia e influencia de algo que sólo vive en nuestros dispositivos móviles o computadoras, al grado de tomar una importante decisión de diseño arquitectónico. Con el surgimiento de las nuevas redes, esto se irá marcando aún más, de la mano de la inteligencia artificial y todo lo que, como arquitectos, necesitamos tomar en cuenta, y no, por absolutamente ningún motivo, dormirnos ante esta situación. De esto dependerá nuestro éxito con las generaciones emergentes.