Sin acabar

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Sin acabar Deconstrucciones y metรกforas de un artista autodidacta


ARTE CONTEMPORÁNEO

OUTSIDER ART ESCULTURA

Edición digital. Primera actualización 3 de septiembre de 2013

Héctor Cana Madrid 1974


Héctor Cana es un artista independiente que comenzó su proceso creativo a finales de los 90. La formación académica recibida por Héctor en el campo de la escultura se reduce a la cantería; lo demás lo ha aprendido por sí mismo; es decir, es un autodidacta tanto de la talla en madera, como, sobre todo, de las esculturas que ha hecho con materiales reciclados. Es evidente que no parte de cero; las raíces de su lenguaje artístico se remontan al menos al expresionismo, a Dadá y al surrealismo en lo que se refiere a la forma, organización y connotaciones de las obras, y se extienden al concepto de objet trouvé o ready-made de Duchamp, Picabia y Ray, al arte povera de finales de los años sesenta y al "arte basura" más reciente; pero Héctor Cana configura con sus objetos y materiales un lenguaje propio en el que se amalgaman las dimensiones de lo absurdo con una impronta humanista y reivindicativa, más sensitiva que racional.


Sus figuras cobran vida propia, autónoma; con sus formas, actitudes y proporciones consigue un aire de livianidad y dinamismo en las que interviene la valoración del vacío, tanto en los grandes huecos que dominan en algunas obras -especialmente en las de gran tamaño-, como en los entresijos de los alambres retorcidos que, a modo de redes neuronales por las que transita la vida, arropan relojes, brújulas, componentes electrónicos, llaves y otros pequeños objetos, y consigue dotarlas de una sensación de existencia real que nos incita a sentirlas como seres desvalidos que vienen a denunciar su procedencia y a reclamar de la humanidad un sitio entre los vivos, como los autómatas de Blade Runner cuando se rebelan contra su creador. Héctor Cana no pretende situarnos sólo ante la sorpresa que nos causa la combinación de materiales y elementos organizados en contextos más o menos surrealistas y siempre ingeniosos, sino que sus figuras, dentro de los contextos en que se mueven, denotan con su presencia y actitudes un contenido moral, y reclaman la práctica de principios básicos de la existencia: solidaridad, tolerancia, respeto al medio ambiente, reivindicación de la utopía de un mundo mejor, y todo ello transido por la idea de la urgencia: ¡no debemos esperar más, el tiempo se nos acaba!, parece ser el grito que nos arrojan; o lo que es lo mismo una vuelta al principio estoico “de brevitate vitae” acuñado por Séneca y tan querido de los escritores y artistas barrocos.


Sin acabar obra en proceso


Su trabajo con esos materiales de desecho consiste en actuar como lo haría un cirujano plástico; esto es, toma en los vertederos restos de aparatos y de máquinas, recoge materiales sobrantes de obras, alambres, latas, tornillos, tacos de madera, ladrillos deformes…, y con ellos elabora figuras que, la mayoría de las veces, imitan formas humanas, o los usa como base de sustentación activa; activa porque ayuda a completar la expresividad de la obra, ya que en algunas esculturas juegan un papel muy significativo, pues sus texturas, colores y deterioro causado por la intemperie o la deformidad se integran en el conjunto haciendo más patente su mensaje. Sus esculturas no son abstractas, sino todo lo contrario; él parte de materiales desperdigados, los limpia hasta conseguir las texturas que pretende, sin evitar óxidos ni roturas, y elabora con ellos figuras concretas; no son realistas, pues aunque imiten formas conocidas poseen un alto grado de esquematización. Esos homúnculos, esos seres parte imaginados, parte inspirados en la figura humana, aparecen ante nosotros como un grito desgarrado denunciando la sociedad del despilfarro y haciéndonos reflexionar sobre la destrucción del medio ambiente, sobre valores de nuestra cultura y sobre la premura del tiempo.Su expresividad arranca en los propios materiales; la fragmentación y los óxidos nos hablan del paso del tiempo y de su abandono. La fuerza expresiva que contienen se completa con las formas que da a cada obra; son dibujos o volúmenes en el espacio que nos sitúan ante una especie de espejo de nuestra sociedad, con su vida cotidiana, sus trabajos, sus soledades, sus esperanzas, su dolor… sus utopías. Al mismo tiempo que nos vienen a reprochar el abandono en cualquier sitio de objetos y materiales que deberían ser convenientemente reciclados y no despilfarrados.


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Héctor Cana no trata de imitar la naturaleza, sino de caricaturizarla para que su denuncia quede más patente; sus obras son como imágenes reflejadas por “los espejos de la calle del Gato” de Valle-Inclán; son esperpentos acusadores. Las figuras “nos miran” de una forma descarnada; no pretenden ser “bellas” en el sentido clásico de la palabra, sino expresivas de ese inframundo del deshecho y del olvido en el que relegamos a los objetos abandonados por considerarlos inútiles, y reivindican que “otro mundo es posible”; de ahí esa sensación de soledad y desamparo que nos transmiten. No es precisamente arte por el arte, sino arte comprometido y crítico, empeñado en causas nobles; un arte vinculado al quehacer y a la Historia de su tiempo como los grabados de Goya, el Juramento de los Horacios de David, los Picapedreros de Courbet, el Guernica y Masacre en Corea de Picasso, y tantos otros. Las esculturas de Héctor Cana vienen a recordarnos aquello que tan sabia y felizmente expresó Gabriel Celaya en su poema “La poesía es un arma cargada de futuro”: No es un bello producto. No es un fruto perfecto . Es algo como el aire que todos respiramos… Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.


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Colecci贸n


Metamorfosis es una obra realizada con alambres, trozos de lata, tubo flexible de ducha y un taco de madera que le sirve de soporte. El óxido nos sugiere su abandono y el devenir del tiempo; el contraste entre el metal y la madera que las soporta nos invita a reflexionar sobre esos dos ámbitos de nuestro planeta tan castigados por la codicia humana: el mineral y el vegetal. Las figuras son rasguños que cortan el aire en un plano, haciéndolas más frágiles e indefensas, sin que pierdan un ápice de su apariencia humana. La integración del espacio vacío es esencial en esta obra, puesto que se nos presenta como un dibujo en el aire; su liviandad y el ritmo que imprime en ellas la disposición de sus elementos, las dota de un acusado dinamismo, que viene a evocar una frase de Federico García Lorca en “La zapatera prodigiosa”, cuando llama a uno de sus personajes: “Mirlo de alambre, garabato de candil” La cabeza de la figura situada a la derecha, similar a la de una máscara antigás, rememora las agresiones que diariamente causamos a la atmósfera con nuestras emisiones.

Metamorfosis 2000 Madera de palet, clavos, alambre, lata de conservas, pletina, tubo de ducha. 44x45x10cm.



En Deprisa Héctor juega de nuevo con los contrastes para configurar una escena llena de ironía. Hay contraste entre las dos figuras, una galvanizada y la otra óxidada; una con cabeza de ladrillo y la otra de concha. Hay contraste a su vez con la piedra de ónice que sirve de soporte al grupo, pero en el fondo de estas apariencias las figuras que vuelan sobre una singular “madre tierra” son iguales en su comportamiento: todo el mundo tiene prisa, los especuladores del ladrillo y los amantes de las playas del Caribe y corren atropelladamente sin tener en cuenta sus posibilidades de choque y de autodestrucción; si actúan así contra su propio cuerpo ¿qué no harán con el de los demás? El ladrillo y el turismo agresivo de sol y playa convertidos en aliados para maltratar y destruir muchos espacios naturales. Deprisa 2000 Restos de un bloque de piedra de ónix, alambre, caracol, miniatura de ladrillo. 27x27x20cm.



Esta obra se compone de un fragmento de madera de encina cortada bruscamente con motosierra en forma caprichosa en la que contrastan los bordes sinuosos conformados por el crecimiento natural del árbol con las aristas cortantes producidas por la máquina; sobre ella aparece sentada una figura de alambres entrelazados cuya cabeza reproduce una máscara ritual característica de las tribus primitivas del continente, tocada con un penacho de crines. El soporte de madera evoca por una parte la fragmentación artificial a que ha sido sometido el continente por las colonizaciones europeas, sin respeto ninguno a las fronteras naturales y causa de muchos de sus problemas actuales, y por otro lado la deforestación agresiva que está sufriendo la selva africana, producto de la especulación y de los gobiernos corruptos mantenidos y armados por los especuladores. La máscara africana de la cabeza contextualiza el conjunto y se convierte en un recuerdo de la riqueza cultural ignorada y mancillada por los explotadores de sus riquezas naturales y por las religiones colonizadoras. África, cuna de la humanidad, continente permanentemente agredido desde hace siglos por quienes han pretextado civilizarla; primero masacrando a su población con la esclavitud; luego se encargó el imperialismo decimonónico de desgajarla y repartirla en territorios que no respetaron pueblos ni culturas, y finalmente vino otra forma de imperialismo para explotar sus grandes recursos naturales mediante gobiernos títere corruptos que han terminado de generar el estado de miseria y violencia en que vive la mayor parte del continente.


Ă frica 2003 RaĂ­z de encina, alambre, objeto encontrado (cabeza) 40x20x10cm.


Esta obra presenta una sugerente variedad en los colores y las texturas propias de los distintos materiales;desde la suavidad del vidrio y el metal bruñido del reloj, hasta la superficie abrupta del hierro donde se sienta la figura y la textura rasposa de los tacos de madera en bruto,todo contribuye a provocar en nosotros sensaciones tan contrapuestas como las que nos produce el mismo concepto de tiempo, sea éste una forma a priori de nuestra sensibilidad, o la cuarta dimensión… o ambas cosas y quizás más. El mensaje de Tiempo es ciertamente más abstracto, pero también más conciso. Además de plantearnos el eterno problema humano sobre su esencia y su por qué, se ancla en el pasado rememorando el “de brevitate vitae” de los estoicos y barrocos; se asoma a nuestra propia existencia, y nos llama a romper la pasividad.Esa figura con un reloj por cabeza se convierte en un ente surrealista en el que el devenir de la humanidad y de nuestra vida como individuos viene connotada, además de mediante el reloj, por las capas de crecimiento –bien visibles- de los tacos de madera, y por el hierro corroído por el óxido en que se sienta con toda la pasividad a través de la que el autor denuncia a quienes no se interesan lo más mínimo por la salud de nuestro planeta. Tiempo 2003 Restos de palet, perfil de hierro, alambre, reloj. 18x44x14cm.



Sobre una placa de circuitos, invadida por componentes electrónicos a modo de vegetación, se yerguen dos figuras con tocado egipcio que transportan sobre sus hombros, como los cazadores primitivos, una pértiga de la que cuelga su botín de caza, el núcleo de un moto reléctrico. El conjunto, en negro mate casi en toda su extensión, ofrece un aspecto desolador y luctuoso, propio de seres que se alimentan de kilobites y de piezas desechadas de máquinas y aparatos electrónicos. Como en otras obras, el autor hace caminar a estos personajes hacia fuera de la plataforma, en sentido contrario a lo que entenderíamos como lógico, por un camino sin horizonte, en un conato de viaje a ninguna parte.

Cazadores 2008 Placas electrónicas, alambre, motor, nueces, pendientes, pintura. 25x78x37cm.



La vida es aún para nuestra especie un misterio por desvelar; la llevamos dentro, nos envuelve, pero ¿Cuál es su esencia? ¿Cómo surgió? ¿Dónde existe? … Sobre una espiral de vidrio que nos transmite la sensación de fragilidad, pese a unos alambres que caprichosamente la envuelven a modo de designio; una figura de apariencia humana camina por ella en un penoso y difícil equilibrio; se dirige hacia el centro de la espiral, en busca del misterio que aloja en su interior. La espiral por sí misma es un símbolo cósmico. Cirlot, en su Diccionario de Símbolos, dice de ella que es una “forma esquemática de la evolución del universo. Forma clásica con la que se simboliza la órbita de la luna. Forma de crecimiento relacionada con el número de oro… En el sistema jeroglífico egipcio, este signo… designa las formas cósmicas en movimiento; la relación entre unidad y multiplicidad” La vida

2008 Vidrio, alambre, reloj, hilo de nylon. 35x20x11cm.



Buscador es tal vez la obra más surrealista de la colección; su aspecto general nos recuerda la ilustración más difundida de El Principito de Saint-Exupéry. Una vasija de vidrio invertida de color azulado lleva adheridos, mediante una retícula de alambre, trozos de latas oxidadas; el conjunto es semejante a un extraño y diminuto planeta sobre el que se yergue una figura desproporcionada para ese mundo, cuya cabeza contiene una brújula. Esa desproporción de la figura respecto al suelo que pisa es lo que más asemeja la obra al planeta de El Principito. En Buscador llama nuestra atención la textura y color del vidrio en contraste con los que presentan los alambres y las latas machacadas y oxidadas que cubren su superficie a modo de continentes. Pero más sorprendente es la figura del caminante, con su anatomía de gigante, parado en actitud indecisa, como desorientado, pese a ser su cabeza un instrumento preciso de orientación, de búsqueda. Quizás en su indecisión esté recordando esta frase de Saint-Exupéry: “Caminando en línea recta no puede uno llegar muy lejos”, o tal vez ha sido sorprendido al comenzar una jornada y piensa en esta otra del mismo autor: “Es una cuestión de disciplina…. Cuando por la mañana uno termina de arreglarse, hay que hacer cuidadosamente la limpieza del planeta”.


Buscador 2008 jarr贸n, latas de conservas, alambre, br煤jula. 52x21x16cm.


El título de esta obra parodia el pregón de un vendedor de feria gritando su mercancía a los cuatro vientos. Sobre una base de piedra oscura y ferruginosa, como recién salida del magma del planeta, se yergue una robusta figura de alambre retorcido en posición muy estable, muy sólida. La cabeza destaca por su elegancia, puesto que sobre una especie de gola de encaje metálico se encuentra una esfera decorada con finos esmaltes de colores muy vivos; la figura porta en su mano derecha una bandeja, formada por un resto de lata de conservas muy oxidado, y sobre ella aparece un globo terráqueo también polícromo. De nuevo nos encontramos con una rica disparidad de materiales, texturas y colores. El mayor colorido se concentra en la parte superior y produce un acusado contraste con la inferior; es como una síntesis de nuestro planeta: el mineral inerte de la litosfera se ha transformado en materia viva; la monotonía de ocres oscuros, magmáticos, en policromía orgánica. Pero, ¿qué nos ofrece este camarero con su pregón? ¿Nos invita a seguir devorando el planeta con toda la potencia de nuestra tecnología? ¿O, por el contrario, nos advierte de la delicadeza y el frágil equilibrio de la biosfera, tan diminuto en el conjunto de la Tierra y más diminuto aún en el Universo?

Clavos, tuercaas, tornillooos... 2008 Restos de losas de pizarra ferruginosa, alambre, pendiente, objeto decorativo, lata de conservas, clavo, globo terráqueo. 31x58x22 cm.



Con esta obra el autor se adentra en el más puro expresionismo. Además de conmemorar en las formas “El Grito” de Edvard Munch –pintor por el que siente una especial atracción-, nos transmite un mensaje de doliente realismo; el gesto de dolor no es gratuito, un enorme serrucho quiebra su ser; una terrible hoja de hierro dentado dotada de una empuñadura de madera, cuya eficaz geometría funcional contrasta con la organicidad visible en las vetas de la madera y en los elementos vitales de la figura. El hombrecillo verde que se sienta en ella está a punto de tirarse, de abandonar su sitio, como si fuese la esencia de la vida que se escapa; vida tanto por el color verde como por los hilos que la forman como si fuese una intrincada red de fibras musculares y vasos sanguíneos. Grito silencioso 2008 ( talla realizada en 2002) Resto de viga, serrucho, alambre. 33x39x13 cm.



La base de este grupo es un ortoedro de madera pintado para imitar una plancha de hierro oxidada; en su cara superior va encajada una celosía de mármol blanco, calada con un entrelazo sinuoso que imprime a la placa un ritmo dinámico. A los contrastes de materiales, texturas formas y colores de la base se suma el producido por las cuatro figuras humanas que caminan dificultosamente sobre la superficie del mármol; el dinamismo del entrelazo choca frontalmente con la dificultad de movimiento de las figuras. Son seres dolientes, su marcha torpe, apoyada en bastones en forma de llave, provoca un sentimiento de conmiseración; nos llaman a la solidaridad y nos crean interrogantes, en primer lugar relacionados con sus originales bastones: ¿qué puertas abrirán? ¿Serán la clave de algún misterio como el de la propia vida?; también interrogantes relacionados con la marcha cíclica que parecen llevar; como un camino sin fin que nos trae a la memoria estos versos de Machado: Yo voy soñando caminos de la tarde. ¡Las colinas doradas, los verdes pinos, las polvorientas encinas!... ¿A dónde el camino irá? Yo voy cantando, viajero a lo largo del sendero... —La tarde cayendo está—


Sentimientos 2009 ( talla realizada en 2000) Retales de madera, pigmentos, escalĂłn de mĂĄrmol, alambre, piedras de rĂ­o, llaves. 72x76x27cm.


Agua es un grupo más complejo tanto por la variedad y disparidad de sus materiales como por las ideas que constelan a su alrededor. Una rodaja de tronco agrietada por haber perdido su agua, deja ver entre las grietas la superficie pulida y acuosa de unos Cd's; sobre ella caminan dos figuras, cuya cabeza es una caracola marina, transportando en un cesto inverosímil unos dados de metacrilato remedando agua solidificada. El conjunto nos hace reflexionar sobre la escasez y el derroche de un elemento tan vital y cada vez más escaso: la madera agrietada como una tierra seca, por la que discurren pequeños hilos de agua; las caracolas en seco y el disparatado método de transportar agua en un cesto, no auguran un buen porvenir para un fluido en el que surgió la vida. Agua 2009 Rodaja de tronco, cd`s, tornillos, alambre, vidrio, caracolas. 31x39x39cm.



Esta obra combina dos componentes muy contrastados; por una parte la base de madera tallada con elementos del Guernica, que nos introduce en el mundo de la guerra y sus masacres, y sobre ella dos figuras de alambre verde, elegantes por su estilizada anatomía y su correcta actitud, portadores de sendos maletines de ejecutivo, y cuyas cabezas idénticas tienen una clara estructura electrónica, como de máquina de alta precisión que no actúa por iniciativa individual o no tiene conciencia propia. Todo su aspecto y complementos nos inducen a pensar en el mundo de los poderosos especuladores de finanzas, pero también en el de la diplomacia. El fragmento elegido del Guernica no es casual, contribuye a acentuar la tensión emocional entre una y otra parte de la obra y a la ambigüedad de su semántica. La bombilla encendida y el quinqué, más que arrojar luz sobre el significado de Sin-palabras, nos abre una disyuntiva; no se limita a mostrar la masacre en toda su crudeza (“Yo quiero ver aquí los hombres de voz dura. Los que doman caballos y dominan los ríos…”), sino que estimula a pensar en una luz de esperanza; una luz que ilumine el camino del diálogo para acabar con todo tipo de violencia. Sin palabras 2009 (talla realizada en 2003) Resto de viga, alambre, componentes electrónicos, candado. 50x20x8cm.



Hierro puro y duro; acero en forma de instrumento eficaz diseñado para ejercer y soportar fuerzas extremas, contrapuesto, con su hiriente y nítida geometría, a las formas más orgánicas del cuerpo del portador y a la caprichosa disposición de la pletina en la que apoya su espalda, retorcida aquella en un arabesco que se remueve en las tres dimensiones del espacio visible. El óxido de todos los elementos, además de enriquecer las texturas y unificar el cromatismo como si se tratara de una antigua fotografía en sepia, vuelve a enfrentarnos a la noción de tránsito; de discurrir del tiempo, y a la de abandono: “Memento homo, quia pulvis eris, et in pulverem reverteris” (Recuerda, hombre, que polvo eres y en polvo te convertirás). El nombre de la obra encierra por sí mismo una llamada de atención: si somos tuerca nos manipulan, seremos el elemento pasivo que soporta el peso más oneroso de este mundo cargado de desigualdades; convirtámonos en llave, pero no para manejar a otras tuercas, sino para ser autónomos y ayudar a construir otro mundo mejor.

Tuerca somos y en llave nos... 2009 Pletina de hierro, alambre, llave inglesa, tuerca. 38x32x28cm.



Fronteras nos presenta de nuevo una dualidad de materiales muy contrastada. Sobre piedra caliza blanca, parte labrada, parte virgen, se levanta una estructura compuesta por dos fragmentos de circuitos electrónicos, remedo de paisajes urbanos, diminutos si los comparamos con el tamaño de los personajes. Estas pequeñas “naciones”, representativas de la Humanidad, se encuentran separadas por una especie de cortina metálica; un telón de acero que impide la comunicación entre los habitantes; pero dos figuras humanoides se yerguen por encima del obstáculo y se saludan afectuosamente. La obra tiene una fuerte carga dramática, pero también un mensaje de esperanza. La base pétrea viene a ser como una “Madre Tierra ” doliente, sobre cuyo dorso la humanidad ha ocupado todo el espacio destruyendo lo natural y ha creado barreras de incomunicación; volviendo a García Lorca podríamos decir: “La piedra es una fuente donde los sueños gimen Sin tener agua curva ni cipreses helados. La piedra es una espalda para llevar al tiempo Con árboles de lágrimas y cintas y planetas”. Pero nos queda la esperanza, la de esos espíritus grandes y generosos, representados aquí por la figuras verdes y estilizadas hasta la levitación, que desafían la opinión general y se proyectan por encima de fronteras y barreras mentales, por encima de injusticias y desmanes brutales, de exclusiones y violencias…; las denuncian y ofrecen su colaboración solidaria y su paz a donde quiera que estén.


Fronteras 2009 ( talla realizada en 1999) Retal de un bloque de piedra caliza, placas y condensadores electr贸nicos, carcasa de aluminio, alambre. 48x44x40cm.


Esta obra, en proceso de transformación durante más de diez años, al principio era como un símbolo fálico; una alegoría de la vida natural; una llamada apotropaica inserta en un rito de fecundidad, construida con materiales que habían sido seres vivos, madera y conchas de caracol. De la madera -vida ya inerte- ha extraído el autor su mejor expresión respetando su color y formas (rugosidades, nudos, vetas), pero trabajando la textura hasta hacerla suave y delicada como un acto de amor profundo. Los caracoles -vida y cobijo a la vez- son seres de la humedad fecunda donde se fragua la existencia de todo lo orgánico desde los seres microscópicos. Llevan en su concha la espiral de la vida en desarrollo y la “divina proporción” o proporción áurea, usada en la antigua Grecia y redescubierta en el Renacimiento. Es la espiral usada por el autor en su obra “La vida” pero ahora multiplicada. Chevalier y Gheerbrant, en su Diccionario de símbolos, nos revelan que civilizaciones de todos los continentes hallan en el caracol un símbolo lunar: “Indica la regeneración periódica; el caracol muestra y esconde sus cuernos así como la luna aparece y desaparece; muerte y renacimiento, tema del perpetuo retorno. Significa también la fertilidad: la espiral ligada a las fases de la luna, y el desarrollo del cuerno… La forma helicoidal del caracol terrestre o marino constituye un glifo universal de la temporalidad, de la permanencia del ser a través de las fluctuaciones del cambio”.


En síntesis, vida, muerte; fecundidad y evolución natural, pero ¿no estamos los humanos interfiriendo gravemente en ese proceso? Ese conjunto de partida ha complementado su expresividad, con otro material, el metal, que forma una figura humana de alambre entrelazado, cuya cabeza es un cascabel, sentada en actitud pensativa. Es otro “Pensador” que nos llama a la reflexión sobre los problemas de la naturaleza y al dolor de verla tan frecuentemente agredida. Lideres 1997 (modificada en 2010) Retales de vigas, caracoles, pegamento, alambre, cascabel. 110x37x37cm.


Con "Dando el Cante" Héctor Cana entra en el gran formato; se trata de una escultura de tamaño algo mayor que el natural. Con las tripas de un antiguo televisor; una pantalla de no se sabe bien qué; trozos de ferralla abandonados en cualquier vertedero o escombrera; cables de acero de la misma procedencia, y un tornillo de sujetar traviesas ferroviarias a modo de micrófono, ha confeccionado una forma humana que imita en su actitud a un cantante o locutor. El óxido vuelve a jugar un papel protagonista; traspasa las barreras de la forma y entra en el campo de la semántica. Hay de nuevo una intencionada pluralidad de significados unidos bajo la cobertura del óxido, martillo del tiempo, del que solamente se escapan en palabras del autor “ideas, valores, imaginación y sueños”. La obra viene a ser como “Tuercas somos y en llave nos…”, un ser surgido de deshechos; de basura mecánica y tecnológica, que reclama un sitio en nuestro mundo, en este caso aludiendo a los medios de comunicación de masas.Su aspecto de robot inverosímil maltratado por la intemperie y el tiempo nos sitúa de nuevo ante el desvalimiento y la reivindicación; su aparente surrealismo no es más que una máscara, una barrera que, una vez traspasada, nos permite intuir que estamos ante un ser que protesta a través de medios de comunicación cuyo uso en nuestra cultura, en general, está lejos de ser el que podía ponerse al servicio de la utopía de “otro mundo es posible”; pero es a la vez un canto de esperanza: “no dejes que se oxiden tus valores ni tus sueños”.


Dando el cante 2010 Losa de pizarra, ferralla, alambre, placa electrónica de TV, pantalla de monitor, tornillo de vía férrea. 182x70x65cm.


Héctor considera todas sus obras abiertas o, lo que es lo mismo, inacabadas. En consecuencia con esa idea, la mayoría de sus obras han ido experimentando modificaciones más o menos profundas, a veces han sido pequeños detalles, pero otras han afectado incluso al concepto. “La Carretilla”, es con toda seguridad la obra que más ha evolucionado desde su nacimiento hasta ahora. Al principio era sólo la figura de alambre de hierro, que encerraba un pequeño circuito electrónico, cuya cabeza también encerraba un circuito rodeado de alambre de cobre; la figura conduce una carretilla en la que transporta un remedo de esfera terrestre confeccionado con una bola de alambre de hierro, retorcido y oxidado, con un distintivo que permite identificarla: un aro-meridiano graduado.En un segundo paso, el hombrecillo con la carretilla fue emplazado en una pletina de hierro oxidada y, por último, todo el conjunto fue instalado en un bloque de ladrillos pasados de fuego en el horno, pegados entre sí y algunos con partes derretidas por el exceso de calor.



En estos ladrillos sorprende la transmutación de la masa amorfa de la parte más afectada por el calor en la estructura geométrica del prisma del ladrillo, o viceversa; viene a ser como una masa de magma de la que fuese surgiendo directamente una forma propia de la cultura humana. Después de estas transformaciones la obra tiene otra lectura. Se ha enriquecido en color y texturas; tiene un desarrollo espacial atrayente, puesto que la pletina que hace de camino se despliega horizontal y verticalmente; presenta un acusado contraste entre la base maciza, grave, firme sobre el suelo, de la que parece surgir por la metamorfosis de la arcilla del bloque de ladrillos la pletina-camino que vuela sobre ella ingrávida, y por la que deambula el hombrecillo de alambre, en cuya carretilla carga con el Mundo.Pero ¿de dónde viene ese sujeto con su carga por un camino tan dificultoso? Y, sobre todo, ¿a dónde se dirige? El camino se acaba y parece seguir hacia el abismo.

La carretilla 2010 Ladrillos, pletina de hierro, alambre, latón, aro meridional, rueda. 83x135x32cm.



Otra vez el garabato en el espacio; un nuevo recuerdo del personaje lorquiano (“Mirlo de alambre, garabato de candil”). Otra vez el volumen salido de la nada; la valoración de hueco como parte esencial de ese volumen. En esta figura, como en tantas otras del autor, predomina la sensación de liviandad y dinamismo controlado pese a estar inmóvil; los brazos levantados y la “cabeza” inclinada son suficientes para imprimir a la obra un ritmo sereno acorde con el nombre del personaje, El Mensajero.

El mensajero 2011 Resto de viga,trozos de tubería, ferralla, alambre, muelle. 124x58x20cm.


De nuevo unos materiales bien seleccionados, tratados y conjugados adecuadamente, se convierten en el vehículo de una expresividad muy sugerente y evocadora; sugerente de sensaciones e ideas, y evocadora de otros tiempos artísticos; evocación que nos obliga a buscar, en una especie de labor arqueológica, precedentes o parentescos con obras más o menos distantes en el tiempo.Al observar la obra, el devenir del tiempo es otra vez una idea que acude a nuestra mente de forma inevitable. Está expresado mediante la corrosión que todo lo destruye, en alusión al tiempo exterior a nuestra intimidad, pero percibido claramente por nosotros en nuestro propio cuerpo; también lo expresa la espiral que a modo de cabeza, no solo genera un volumen en el espacio vació, sino que sugiere el desarrollo de nuestro tiempo mental, nuestro tiempo íntimo; el de los recuerdos que almacenamos y de nuestra misma evolución a lo largo de la vida y el de nuestras esperanzas de futuro. Evolución de nuestras formas de vivir y de ver el mundo, de percibirlo de preocuparnos por él, de vivirlo en lo más profundo de nuestro ser consciente e inconscientemente. La figura de “El Mensajero” conecta con la de aquel Profeta que Pablo Gargallo creó hace ya casi 80 años, tanto en lo que se refiere a la disposición de la figura como, sobre todo, a la importancia que el hueco tiene en la generación del volumen. Pero también tiene algo de Cristo barroco con sus brazos abiertos y la cabeza inclinada en un rictus de agonía; incluso, aunque con más serenidad, al célebre Cristo de Günewald; no hay más que poner nuestra atención en esa especie de cuerpo desecho del que parecen asomar las costillas.


Espiral imperfecta y herrumbrosa; garabato inverosímil casi en dos dimensiones; caballito de mares primigenios nacido de la espuma del magma: “Galopa, jinete del pueblo, caballo cuatralbo, caballo de espuma. ¡A galopar, a galopar, hasta enterrarlos en el mar!”. Sobre esa pletina plegada parte en espiral parte en quiebros rectos cabalga relajadamente un jinete con la cabeza de agua cuajada, fuente virgen de vida en potencia. Es como Bastián Bux cabalgando Sobre Fújur, el dragón blanco, hacia la tierra de la Hija de la Luna; no tiene prisa, llegará, y disfrutará del vuelo porque sabe apreciar lo cotidiano: Carpe diem, aprovecha el momento. Héctor Cana acude otra vez a la espiral, el símbolo cósmico, esquema de la evolución del universo y de la órbita de la luna, tan frecuente en los petroglifos prehistóricos grabados en algunos megalitos y en la orfebrería ritual de esa época en que dios era mujer. Es el caballo volador universal, Clavileño herrumbroso cabalgado por un Quijote con cabeza de agua, elemento fecundante, que se despega de la tierra para viajar al mundo de los sueños donde los seres que la habitan permanecen en la Edad de Oro, viviendo plenamente la armonía de las esferas celestes. Es el Pegaso cósmico, configurado como una espiral galáctica, nacido junto a Crisaor de la sangre del cuello de Medusa cuando fue decapitada por Perseo; montado por Belerofonte o Perseo, o por el mismo Zeus. El hierro materializa su existencia, pero la forma en que ha sido modelado le otorga un aire etéreo, de forma que vuela sin alas, que levita ingrávida.


Carpe diem 2011 Pletina de hierro, alambre, bote de ambientador, cadena. 50x107x15cm.


Míster Nomad es otra obra de gran formato; un ser del tamaño de un hombre. Hay en su anatomía dos cosas que llaman poderosamente la atención: la cabeza cuadrada y cuadriculada, formada por una especie de pantalla enrejada, y el tronco, constituido por las entrañas de un calentador de gas, con sus tripas en serpentín y su corazón de bomba impulsora; las aletas de la rejilla del quemador que salen por los laterales son como branquias por las que respirara este ser venido de otro planeta. Las proporciones y la disposición de sus miembros nos sitúan ante una figura contundente, bien asentada, con los pies en el suelo, hecho que la diferencia de otras esculturas del autor que parecen estar levitando. La excesiva longitud de sus brazos dota al conjunto de una fuerza inusitada, quizás acorde con sus propósitos. Este ser, pese a sus contradicciones en el atuendo, avanza con firmeza, con seguridad en lo que hace, y otea el horizonte con su enorme ojo fasciculado, como el de un insecto gigantesco, para asegurar plenamente su trayectoria; no es un momento de duda sino de observación; no es un caminante sin camino ni un explorador desorientado sino en busca de una referencia que le lleve a buena meta.Míster Nomad lleva en sus elementos constitutivos una dicotomía; es un ser ambivalente: puede ser un embajador de otra cultura dispuesto a mostrar sus valores patrimoniales -porque no parece un inmigrante clandestino temeroso de ser descubierto- o ¿será un colonizador que busca dónde asentar su fortín y porta entre sus pertrechos un escudo tribal, quizás el tótem de su propia tribu?

Mr Nomad 2012 Resto de viga, maleta, restos de estructura metalica, piezas de un calentador de gas, alambre, arpillera, cañas,cuerda, pintura. 157x80x45cm.


No sabemos si Míster Nomad Viene a traer ideas que enriquezcan nuestra cultura, o viene a sustituir lo indígena por lo propio, en ese proceso que llaman aculturación y, en ese caso , trae con su cultura urbanita una civilización más salvaje y destructiva que la autóctona. El escudo ¿representa una aportación de ideas y formas de vida? ¿O será un símbolo del expolio que comienza a realizar desde el momento en que pisa esa otra tierra y se cree con todo el derecho de poseerla y exterminar en ella a los nativos? La historia de nuestro planeta está plagada de ejemplos. Un inmigrante clandestino llevaría otro tipo de equipaje, quizás un hatillo; o las manos vacías de equipaje pero la cabeza llena de sueños, esperanzas y miedos. Míster Nomad puede traer en su maleta los valores de su tribu; o quizás su equipaje esté en consonancia con su cabeza cuadrada y cuadriculada y será la maleta de los colonizadores, repleta de codicia; de creencias propias, de sus filosofías y religiones, justificativas de su acción; de soberbia étnica; de desprecio hacia otras culturas; de hostilidad hacia los seres que las ocupan y hacia su medio natural.


Nos vemos de nuevo ante uno de esos garabatos de alambre que se despliega en dos dimensiones, transmitiéndonos una sensación de liviandad aunque su figura no sea esbelta. Es una imagen hiriente en el plano físico y en el psicológico. El contorno de su tronco y el del hueco que encierra están erizados de púas muy agudas que producen un fuerte rechazo a la sensación táctil que llevamos en la mirada, es como una corona de espinas alrededor de todo su cuerpo. La enorme y desproporcionada cabeza que lo remata impone su peso por ser maciza e imprime al conjunto una expresión de dolor y alarma con sus ojos desorbitados y su boca desmesuradamente abierta en un rictus de angustia. Es, tal vez, el trabajo más expresionista de la producción del autor. No es la primera vez que se implica en este leguaje;Héctor Cana muestra a través de sus obras una especial atracción por el expresionismo; el Grito de Edvard Munch; el Guernica, del que reproduce un fragmento tallado en madera en su obra Sin palabras; Antonio Saura; Francis Bacon; las pinturas negras de Goya, o la expresividad violenta de la materia en Manuel Millares, entre otras, son obras y artistas que le han guiado en su quehacer artístico; pero él no practica la abstracción; sus figuras no son naturales sino esquemáticas hasta un punto en el que siempre son reconocibles y nunca faltan las que de una u otra forma representan formas humanas. En ese sentido se puede decir que Héctor Cana es un humanista. ¿A quién y por qué grita pidiendo socorro este personajillo surgido de un montón de chatarra tal vez "olvidado" en cualquier rincón del planeta? Motivos tiene la Madre Tierra para reclamar nuestra atención, incluso para pedir socorro y que alguien la defienda de tantas agresiones.


S.O.S. 2012 Trozo de รกrbol, alambre, cadena de moto-sierra, restos de latas y objetos metalicos. 115x60x35 cm.


Héctor revela a través de sus obras un especial interés por los caminantes; solitarios o en grupo; con decisión y energía o auxiliados por bastones por la inseguridad y desvalimiento propios de la edad; sobre pequeños planetas a modo del Principito o sobre una espiral inverosímil a modo de un funámbulo, pero ésta es la primera vez que sitúa claramente a un caminante en una encrucijada. En ese cruce, uno de los caminos está señalado, incluso medido con exactitud; aunque se disponga en línea quebrada con fuertes pendientes que suben y bajan, es como un camino marcado por el destino o por el mundo en el que nos ha tocado vivir, tenemos la conciencia de no poder hacer nada para evitar su recorrido porque ha sido preestablecido por el fatum o por algún dios perverso. Es el camino de quienes se someten a la norma social sin rebeldía, con resignación, sin imaginación siquiera para vislumbrar otro mundo. Caminante 2012 Metro antiguo, resto de metro de sastre, hilos de cobre, mecanismo de reloj. 100x200x12 cm.


El otro es un camino en potencia; es una representación palpable del verso de Machado "se hace camino al andar", dispuesto en forma de espiral -símbolo de la vida usado por el artista en varias de sus obras- y con la sensación de que este camino se extenderá al paso del caminante, cuyo ademán lleva implícito un aire de seguridad en sí mismo, junto al rechazo del otro camino, más fácil, pero demasiado pautado, demasiado constreñido, sin libertad de movimiento o creatividad.De nuevo la cabeza del hombrecillo, confeccionada con la maquinaria de un reloj, nos sitúa ante la evocación de un tiempo que se nos va irremisiblemente: "y al volver la vista atrás / se ve la senda que nuca / se ha de volver a pisar". ¡Camina! Parece gritarnos el humanoide de alambre rojizo -el tono cálido del cobre contribuye a subrayar el mensaje- , pero no por los caminos trillados que te marca la sociedad o la cultura de siempre, sino por nuevos senderos de libertad, de creatividad, de solidaridad con la Madre Tierra a la que todos pertenecemos y maltratamos con nuestras actividades.


Confrontación de geometrías; la de la recta en el plano vertical, señoreada por la escuálida figura del cocinero herrumbroso y subrayada por el mango y las púas del tenedor, y la de la curva en el plano horizontal marcada por el círculo de la sartén en cuyo interior se amontonan las múltiples espirales que envuelven los cilindros de los tornillos. Suculento manjar, despojo de viajes olvidados a no se sabe dónde, es el que nos ofrece el singular cocinero. ¡Aquí tenéis convertidos en herrumbre vuestros esfuerzos de antaño, vuestras malas planificaciones ferroviarias! ¿Cuántas ilusiones y aventuras habrán circulado por las vías férreas que sostenían con firmeza estos tornillos? ¿Cuántas mercancías para abastecer industrias y comercios ahora desaparecidos? Lo que fue progreso, fuerza y velocidad en otro tiempo no es hoy más que detritus de una maquinaria devorada y regurgitada por el tiempo; heces de una actividad industrial que no es capaz de reciclar sus excrementos y quedan vergonzosamente esparcidos por el campo ¡Ahí los tenéis; degustadlos! Hay un detalle en la obra, el gorro del cocinero, que contrasta en el conjunto por su doble discrepancia: geometría de la curva en el ámbito de lo recto y el vidrio, material delicado entre la brutalidad del hierro oxidado y la madera sucia. Parece como si el artista se hubiera compadecido del espectador y le estuviera dando un resquicio de esperanza; una luz dentro de ese mundo oscuro creado por los derrubios de la actividad humana.


Delicatessen 2012 Sarten, tornillos de las traviesas ferroviarias, tenedor de madera, alambre, tap贸n de vidrio. 45x45x26 cm.


Mundo es una antítesis de Buscador, otra singular obra del artista. Si Buscador nos transmite la poesía y el optimismo de "El Principito" de Saint-Exupéry, Mundo nos hace sentir el cansancio y la decadencia de un planeta que no acaba de encontrar el camino para acabar con los males que afligen y acosan a la humanidad y al propio planeta como ente vivo. El escultor nos insinúa, con un casquete esférico abollado, agujereado y desportillado, la imagen del planeta tierra ayudado por el esmalte azul moteado de blanco que aún conserva y el arco meridiano que lo acompaña. Sobre él camina vacilante una figura que transmite sensación de fatiga al ir apoyada en un bastón. La valoración del hueco se hace quizás mas palpable en esta figura de contornos obesos. La figura es un trasunto de una de las dos que forman el grupoMetamorfosis, una de las primeras creaciones de Héctor Cana. Está configurada mediante un garabato de alambre grueso, que define lo esencial de su anatomía, en el que se enrolla un hilo de alambre más fino recubriendo levemente las estructura sin escamotearla. La cabeza también es igual a la de la figura de Metamorfosis; semejante a una máscara antigás, en posible alusión a la poca pureza de la atmósfera que respiramos. La esencia del mensaje se puede resumir en una palabra: fragilidad. Fragilidad de nuestro planeta simulada mediante una capa metálica corroída y agujereada. Fragilidad de la figura humanoide, síntesis de nuestra especie, que se mueve sobre el planeta con la torpeza de quien no sabe a dónde va.


Mundo 2013 Palangana, arco meridiano, alambre, pletina de hierro. 35x28x30cm.



Comisario Fernando Cana García Fotografía Alejandro Cana Sanchez Escultura Héctor Cana

Contacto: hectorcanasanchez@hotmail.com www.sin-acabar.blogspot.com


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