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EJÉRCITO DEL PERÚ UNIDO A LA HISTORIA

INSTITUTO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DEL EJÉRCITO DEL PERÚ



MENCIÓN La presente publicación es una reedición del "COMPENDIO DE LA HISTORIA GENERAL DEL EJÉRCITO DEL PERÚ, 3,000 AÑOS DE HISTORIA". INSTITUTO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DEL EJÉRCITO DEL PERÚ



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PRESENTACIÓN

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PARTE I

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EL EJÉRCITO EN EL PERÚ ANTIGUO

PARTE II

EL EJÉRCITO Y LA CULMINACIÓN DE LA LUCHA POR LA INDEPENDENCIA DEL PERÚ Y AMÉRICA

PARTE III

EL EJÉRCITO EN LA REPÚBLICA, EN EL SIGLO XX

PARTE IV

EL EJÉRCITO EN LA ACTUALIDAD, EN EL SIGLO XXI


Libro preparado para el Instituto de Estudios Históricos del Ejército del Perú PRODUCCIÓN GENERAL Grupo Imagen S.A.C. Jr. Alicante 292 Urb. Javier Prado V Etapa, San Luis, LIMA Teléfono: 418-6965 // 99810-3470 // 99418-1503 Mail: ldiaz@grupoimagen.com.pe COORDINADOR GENERAL Luis Díaz Alvarez DIRECTOR COMERCIAL Celso Del Castillo Kovaleff FOTOGRAFÍAS Instituto de Estudios Históricos del Ejército del Perú DISEÑO Y DIAGRAMACIÓN Gabriela Mas Rivera ASISTENTE DE EDICIÓN Carlos Díaz Alvarez IMPRESIÓN Grey impresiones E.I.R.L. Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú Nº:


PRESENTACIÓN

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stá probado por los estudios de los historiadores e investigadores que, mientras se mantuvo el equilibrio entre los sacerdotes que gestionaban las cosas sagradas y los agricultores y artesanos que administraban las cosas cotidianas, no se necesitó en el Antiguo Perú la presencia de guerreros. Un ejemplo de ello es Caral, centro cultural de más de cinco mil años de antigüedad que aún se encuentra en estudio. Posteriormente aparece la necesidad de cautelar la seguridad de la tribu, clan o nación de otras tribus, clanes o naciones por lo que se hace necesaria la presencia de los guerreros en el Antiguo Perú. Ejemplo de ello son los mochicas que aparecen como el antecedente más antiguo de los guerreros incas. En esos momentos se iniciaba sin saberlo una gesta épica y gloriosa que dura aproximadamente tres mil años y que se mantiene hasta la actualidad por acción de los soldados del Glorioso Ejército del Perú, herederos directos de todos estos acontecimientos históricos. Existen hitos importantes que señalan el camino de estos tres mil años del Ejército del Perú. Tenemos como antecedente más importante la Batalla de Ichupampa, llevada a cabo en el año de 1438, en las llanuras próximas a la futura ciudad imperial del Cusco, en la cual, el príncipe Cusi, el futuro Inca Pachacútec, venció a la Nación Chanca, pasando a denominarse esta acción por la ferocidad del combate, la Batalla de Yahuarpampa o Llanura de Sangre. Otro hito que marca el derrotero del Ejército del Perú, es la creación de su Primera Unidad, el 21 de octubre de 1820, el Escuadrón Auxiliares de Ica, la cual recibe de manos del Libertador José de San Martín la primera bandera diseñada por él y participa en todos los hechos de armas de las guerras de la Independencia. Este naciente del hoy Ejército del Perú, en tan solo cuatro años pasó de ser una organización bisoña a convertirse en el bastión que garantizó la Independencia del Perú y de América, a través de las Batallas de Junín y Ayacucho y guardián de su soberanía nacional. Una vez consolidada la República como forma de gobierno, el Ejército del Perú, debió enfrentar uno de los acontecimientos más importantes de su historia, como fue la guerra con Chile (1879- 1883) en la que jamás fue rendido y que le dio sus más preclaros héroes como son el coronel Francisco Bolognesi y el Mariscal Andrés Avelino Cáceres. Posteriormente a la guerra, el Ejército del Perú recibe a la Misión Militar Francesa, quien organiza la Escuela Militar de Chorrillos, y a la Escuela Superior de Guerra como centros de Formación y Perfeccionamiento de sus oficiales. De esta manera, nuestro Ejército a lo largo del siglo XX y en el nuevo milenio, ha obtenido la victoria en cada una de las contiendas que ha sido partícipe, reflejando la valentía, profesionalismo y coraje del soldado peruano. Esto ha llevado a los especialistas en las ciencias de las armas y el arte de la guerra, en calificar al soldado del Ejército del Perú como el mejor del mundo, por la moral que presenta en el combate y por la diversidad de escenarios donde tiene que luchar. Él es el soporte permanente de esta Institución que siempre ha sido fundamental para nuestra Patria, el Perú. Finalmente debemos expresar nuestro agradecimiento al Dios de los Ejércitos que guía nuestros pasos y favorece nuestras acciones con la Victoria, sin olvidarnos que la batalla más difícil es contra nosotros mismos, exigiéndonos cada día para ser excelentes soldados, siempre prestos a socorrer y defender a nuestro país.

César Astudillo Salcedo General del Ejército

Comandante General del Ejército


Parte I

Guerreros Mochicas portando armas.

Fuente: Archivo fotogrรกfico del IEHEP.


EL EJÉRCITO EN EL PERÚ


Soldado Sechin litico mostrando cabezas decapitadas y empuĂąando una maza.

Fuente: Archivo fotogrĂĄfico del IEHEP.


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e la fabricación de hachas y lascas cortantes, se pasó a los proyectiles y lanzas. La posibilidad de usar armas para someter animales de gran tamaño y consumir su carne, le exigió perfeccionar sus herramientas y armas de caza. Fue a partir del avance progresivo de bandas de cazadores recolectores (que duró miles de años) que el hombre emigró a América. El territorio ocupado por lo que hoy es el Perú, fue habitado por primera vez por el ser humano hace algo más de veinte mil años. Estaba dotado de escasos recursos tecnológicos, toscos instrumentos hechos de piedra y hueso. En las capas más profundas de la cueva de Pikimachay, cerca de Ayacucho, se encontró la más antigua ocupación humana conocida en los Andes, llamada Pacaicasa. La fase Pacaicasa debió iniciarse alrededor de los veintiún mil años a. C., con hombres que debieron corresponder a la primera oleada de población americana. Aquí hay ausencia de puntas de proyectil y se hace evidente una simpleza en la fabricación de instrumentos. Hacia los diez mil años a. C., las familias reunidas aún en bandas, de reducido número primero y luego en macrobandas, se ubicaron en lugares como Lauricocha (Huánuco), en Junín y Ayacucho, donde fabricaron mejores y más variados instrumentos para la caza y recolección. Entre los cinco mil y dos mil quinientos años a. C., se produjeron grandes acontecimientos a raíz del descubrimiento de la agricultura y ganadería. Con estas dos actividades el mundo andino cambió; en efecto, estas técnicas permitieron a los hombres abandonar la búsqueda azarosa de alimentos y convertirse en productores de los mismos. Como resultado de lo anterior, aquellos hombres abandonaron las cuevas y se instalaron en valles y lugares abiertos, con lo cual dieron origen a las aldeas que más tarde se convertirían en ciudades. También apareció la propiedad y con ella el derecho de defenderla ante cualquier advenedizo. En cuanto a colectividad humana, la banda fue reemplazada por la comunidad aldeana, la cual se organizaría más tarde en ayllu, lo que

permitió una especie de gobierno en donde la experiencia de los mayores tuvo gran importancia en las decisiones de la vida comunitaria.

EL EJÉRCITO EN LA CULTURA CHAVÍN Hacia los años 1000 y 500 a. C., en la región central peruana, se formaron asentamientos poblacionales definitivos, amparados en la creación de sistemas agrícolas. El punto central de este alto grado de desarrollo lo encontramos en la cultura Chavín, ubicada en la margen izquierda del río Mosna, en la sierra del actual departamento de Áncash. Esta cultura ejerció, en determinado momento de su desarrollo, poderosa influencia sobre áreas de la costa norte y centro (Moche Paracas) y de la sierra norte. Esta constatación se manifiesta en los vestigios arqueológicos a través de la dispersión de su estilo, ya sea por medio de las armas o por su natural expansión cultural. La arqueología, confirmando lo anterior, ha hallado en la sierra y en la costa, ciudades amuralladas, castillos y fortalezas además de cabezas decapitadas grabadas en las piedras, como en el complejo Sechín y dibujos de escenas guerreras e iconos de combatientes ataviados con indumentaria bélica, en la cerámica de las culturas. En Chavín, en medio de la sierra, en un lugar donde se forma el Callejón de Conchucos, entre las montañas y al pie de un río, el hombre peruano construyó una nueva forma de vida, estableciéndose la teocracia, es decir, el gobierno de los dioses a través de sus representantes: los sacerdotes - guerreros. La guerra aparece, pues, como una actividad derivada de la aparición de la propiedad, pero también del poder político. En consecuencia, surgen recursos de guerra, preparándose los pobladores para defender su propiedad sobre la tierra y el trabajo invertido en ella, así como para intentar apoderarse de la labor de otros. Así nació la guerra “nacional” por la “soberanía”. A l llegar a un alto grado de desarrollo

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demográfico, surgió la necesidad de acceder a nuevos recursos naturales que asegurase la subsistencia. Esto obligó a los chavín a extender sus actividades para procurarse nuevas tierras que incluían a los propios pobladores de dichos lugares; podríamos decir que la expansión Chavín fue de orden económico - social y se desarrolló en forma pacífica y violenta. Chavín también basó su expansión y dominio a través de una hábil manipulación psicosocial sobre los pobladores, a quienes llegó a someter por el temor de sus feroces divinidades, además de diversos mitos y creencias. Por ejemplo, el Lanzón de Chavín y las imágenes de su entorno materializan su utilización para imponer obediencia y miedo a los ayllus contrarios, haciéndoles ver y palpar esta “arma” divina destinada a castigar a quienes no aceptasen la anexión. La estrategia Chavín estaba pues concebida para anexar nuevos pueblos, mediante la persuasión antes que por el uso de las armas. Pero si aquélla fracasaba, el ejército entraba en escena. Estos procedimientos eran constantes en el evolucionar de los primeros ejércitos del mundo. L a composición militar se basaba fundamentalmente en la preparación de la población masculina para estos menesteres, dotándolos de armas o haciéndolos confeccionar el armamento y equipo que necesitaban para desempeñarse como miembros del ejército. Debido a la composición teocrática de su gobierno, los principales mandos eran sacerdotes - guerreros, mientras que el principal componente de este embrionario ejército de integración era la población armada y preparada para los usos de la guerra. Como los guerreros eran personas extraídas de la actividad productiva, las expedicio­ nes se efectuaban cuando no se necesitaba de la fuerza de trabajo en los campos, de modo que el ejército se disolvía cuando llegaba el momento de realizar las faenas agrícolas, por lo que no tenía el carácter de permanente, aunque sí mantuvo cuadros estables, con una organización prevista y flexible, que podría ser completada en casos de guerra, además de dar seguridad a las jerarquías.

Como todos los pueblos de la antigüedad, los chavín marcharon a la guerra bajo la protección de sus dioses. En este caso, se sabe que rendían culto al felino, símbolo del poder militar; además, revisando sus dibujos observamos que también este ejército iba a sus campañas acompañado de músicas de guerra, con las que motivaban su espíritu militar. También vemos que los soldados no usaron un vestuario espe­cial, como el que denominamos actualmente uniforme, y se presentaban portando sus propias armas. Posteriormente, a través de los ceramios Vicús (de influencia Chavín), encontra­mos que los tocados de los hombres tuvieron mucha importancia, al punto que los hombres de pueblo los usaron muy simples y los guerreros lo vistieron elegantes y complicados. Los guerreros tuvieron collares, pectorales, orejeras y aretes, además de vestidos adornados con lente­juelas de cobre dorado. Las luchas debieron ser permanentes, lo que exigió una mejor estructuración y dosificación de los elementos de protección y defensa. Dentro del área influencia­da por la cultura Chavín, las aldeas abandonaron la inseguridad de la planicie y del valle bajo para refugiarse en las alturas, en lugares fáciles de defender y desde donde pudieran observar la aproximación del enemigo. La mayoría de veces, el lugar se fortificó con la construcción de muros y fosos, y es por ello que podemos asegurar que como sistemas operativos se empleaban trincheras, murallas y hasta fortalezas que complementaban la defensa de los pueblos frente a las agresiones que tuvieran lugar en sus territorios. Ello lo puede afirmar por ejemplo, observando la aldea fortificada de Tajahuana, entre la quebrada Yaura y el río Ica. Tajahuana fue la capital de un movimiento de unificación de las antiguas culturas iqueñas, sobre bases chavinoides. La forma organizada de expansión estuvo respaldada por artefactos ofensivos tales como las porras o macanas, cuchi­llos, lanzas, arcos y flechas, puntas arrojadizas que eran operadas mediante estólicas o propulsores, además de escudos y cascos cónicos utilizados como medios defensivos o de protección. De aquí podemos

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HISTORIA GENERAL DEL EJÉRCITO DEL PERÚ. TRES MIL AÑOS DE HISTORIA


Tejido Wari con escenas de guerra. Fuente: Archivo fotográfico del IEHEP.

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deducir que en la concepción táctica predominante debió prevalecer el combate ofensivo, que consistía en el empleo desde distancia conveniente de armas arrojadizas, siguiendo a continuación la lucha cuerpo a cuerpo, con las armas de choque. Los combatientes atacaban o se defendían con furia y se alentaban entre sí con grandes voces, aturdiendo al contrario con aterradores gritos. Chavín se mantuvo vigente durante 900 años, pero al finali­zar este período fue perdiendo el control de sus extensos territorios por el surgimiento de la hegemonía Wari, que se fue extendiendo sobre sus dominios. Chavín propiamente dicho no fue un comienzo, sino la integración de desarrollos culturales anteriores y su florecimiento marca el inicio de las altas culturas del mundo andino, las mismas que culminarían, siglos después, con el advenimiento del Imperio de los Incas.

EL EJÉRCITO EN EL IMPERIO WARI Por los años cuatrocientos de nuestra era, se inicia la explotación de los pueblos por la vía de las armas. En ese momento encontramos ejércitos en donde los especialistas en la guerra eran parientes de los sacerdotes o quizás eran los sacerdotes mismos. El inicio de esta nueva forma de estado se dio con el surgimiento de una moderna ciudad en Ayacucho, conocida como Wari. Aquel imperio de cuarenta mil personas o más tuvo un poderoso ejército, el cual anexó a pueblos del oeste, norte y sur. El desarrollo de la ciudad de Wari y sus estímulos de atracción para los campesinos, produjo un paulatino abandono del campo, iniciándose el poblamiento urbano que desembocó en la pauperización regional. Ayacucho se encontraba desprovisto de suficientes recursos alimenticios y tuvo que recurrir al intercambio de sus artesanías por productos del campo. Los valles del Mantaro y Pampas fueron pronto una gran fuente de recursos, y a fin de abastecerse de alimentos, se hizo necesaria la guerra.

El movimiento inicial de expansión pudo ser violento o estar disimulado por alianzas, matrimonios, ayuda técnica, etc. Los Wari se enfrentaron a estados poderosos y bien organizados, lo cual supuso algo más que simples guerras, e incluso llegar a algún tipo de entendimiento con cierto sector de la nobleza enemiga, de modo que puede decirse que muchas veces los estados incorporados fueron derrotados “desde dentro”. La expansión también se realizaba a través del intercam­bio de productos. La ciudad Wari comenzó a vivir a expensas del campo, cambiando cerámica y textiles por productos agrícolas. La urbe, poco a poco, halló un mercado menos satisfactorio, y tuvo que proyectarse fuera de su entorno tradicional y comenzó la expansión, introduciendo, además de productos, costumbres, cultos y expresiones artísticas. Esto trajo como consecuencia una amalgamación de elementos locales con los importados. Para asegurar su expansión y administrarla debidamente, los Wari establecieron en puntos estratégicos del territorio, enclaves que oficiaban de centros administrativos y lugares de captación de recursos provinciales y remisión de los mismos a la metrópoli. Naturalmente, construyeron una red de caminos que vinculaban dichos lugares. La expansión también se explica por la vía militar. Era éste un tiempo en que las ciudades pugnaban por su desarrollo y la guerra se desató entre ellas, con la finalidad de garanti­z ar la supervivencia, estimular el auge y sostener la avanzada expansión territorial que venían logrando sobre los estados o pueblos que iban conquistando. Encontramos un ente organizador y conductor que planifica y dirige la acción bélica: sacerdotes – guerreros, junto a los cuales se iba formando una “oficialidad”, es decir, profesionales dedicados exclusivamente a la actividad castrense. Éstos eran parientes o hermanos de los jefes y estaban a cargo de la instrucción de la tropa en los quehaceres guerreros. Esta oficialidad formaba cuerpos estables bien organizados, y sus miembros debían demostrar condiciones físicas y mentales idóneas

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HISTORIA GENERAL DEL EJÉRCITO DEL PERÚ. TRES MIL AÑOS DE HISTORIA


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con el fin de inculcar a la tropa la disciplina militar, haciéndo­les ver que el espíritu general del ejército era el integrar nuevos estados y que la anexión era para un mejor bienestar en todos los aspectos. En este momento ya se estaba desarrollando una especie de Estado Mayor que participaba en las deliberaciones y conducción de la guerra. La tropa estaba constituida por hombres del campo, fundamentalmente. En este período ya se desarrollaba una especie de servicio militar, para lo cual las comunidades contribuían con una especie de mita guerrera, proporcionando soldados dirigidos por jefes de sus propios ayllus. La iconografía también nos muestra personal de apoyo, que no formaba parte en los combates. Los guerreros Wari integraban cuerpos organizados con jefes, armas, uniformes, etc.; los dibujos nos muestran esto muy claramente. El ejército se componía de dos sectores: uno permanente, conformado con un alto comando y

personal estable; y otro intermitente, constituido por personas que cumplían su mita guerrera por un período de tiempo determinado. Acabado el servicio, cada cual retornaba a sus ayllus, donde retomaban las faenas agrícolas. La guerra debió tener un código de honor; un ritual que permitía ir al campo de batalla tan gentilmente vestido. El guerrero dirigía su atención principal al casco; desprovisto de éste, el enemigo está inerme. El paso siguiente era tomarlo del cabello y no de cualquier parte; llegado a este punto, la acción bélica terminaba. El contrincante vencido era desnudado y se le ponía una soga al cuello; luego, todo el equipo de guerra se juntaba y el combatiente victorioso lo ataba a su macana. Las pictografías repiten mucho estas escenas. Los dibujos cuidan mucho de hacer ver el casco caído, rodando por el suelo y al vencedor tomando de los cabellos al vencido. Por los abundantes casos que provee la historia, sabemos que los nuevos materiales y

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Ciudadelas de guerreros wari.

Fuente: Archivo fotográfico del IEHEP.

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HISTORIA GENERAL DEL EJÉRCITO DEL PERÚ. TRES MIL AÑOS DE HISTORIA


el perfeccionamiento de las armas, así como también las nuevas tácticas, constituyeron factores decisivos para que unos pueblos lograran dominar a los otros. Bien podía haber sucedido lo mismo en este caso y haber sido el bronce lo que dio al guerrero Wari una notable ventaja en sus acciones de armas. En Pikillacta, Cusco, se encontró un champi o porra de bronce; esto significa que los ejércitos Wari ya disponían de armas de este metal, de mayor eficacia que las de cualquier otro material hasta entonces conocido. La porra fue el arma ofensiva más importante que todo guerrero llevaba a la batalla. Con este terrible artefacto los rivales se trababan cuerpo a cuerpo para decidir el combate. Eficaces armas arrojadizas constituían, por su parte, la honda y el dardo, lanzado éste último por medio de un propulsor. Como protección, los Wari usaban escudos redondos o cuadrangulares, y cubrían su cabeza con un fuerte casco cónico, coronado casi siempre por un adorno de metal en forma de media luna. Debido a que los golpes más eficaces se dirigían a la cabeza, el invento de estos vistosos cascos resultó muy importante. También protegían el cuerpo, la camisa y el faldellín, que iban reforzados con gruesas guatas de algodón. El Ejército Wari tuvo como primer objetivo anexar los reinos y señoríos serranos, base para la toma de sus similares costeños. Hasta donde sabemos, conquistado el o los estados cajamarquinos, los Wari tomaron sus ciudades y a su vez construyeron su propia metrópoli, en un lugar que ahora se conoce como Viracochapampa; además de los centros administra­tivos y refugios que consideraron necesarios, como el de Miraflores en Cajamarca. Parece que esto no ocurrió en los valles costeros limítrofes, los cuales tal vez fueron controlados desde la capital.

EL EJÉRCITO EN LA FORMACIÓN DEL ESTADO INCA Las diversas fuentes históricas demuestran que los Incas tuvieron una genial concepción geopolítica y hegemónica para organizar un estado

poderoso con las naciones del mundo andino, partiendo de la premisa que solamente los pueblos fuertes son dueños de su destino y los débiles viven a merced de sus vecinos. S u id e ol o g í a i nt e g r a c io n i s t a e x pl i c a históricamente el porqué de sus grandes conquistas y el dominio de los estados regionales del espacio andino. Este objetivo nacional de carácter geopolítico, se oficializó con el cantar épico de “Manco Cápac y sus hermanos Ayar”, tramado para que el pueblo Inca tome conciencia que estaba predestinado a formar un gran estado, con las naciones que conquistara. Según este cantar épico, los ocho hermanos se dijeron: “Pues somos nacidos fuertes y sabios, y con las gentes que aquí juntemos seremos poderosos; salga­mos de este asiento y vamos a buscar tierras fértiles, y donde las halláremos, sujetemos las gentes que allí estuvieren, y tomémosles las tierras, y hagamos guerra a todos los que no nos recibieren por señores”. Este cantar exalta, a la vez, el espíritu de unión, de sacrificio por la patria, la importancia de la disciplina ética y el valor de la inteligencia. Principios que compendiaron la ideología política de los Incas y de su ejército para el cumpli­miento de su gran objetivo nacional: el de organizar un estado hegemónico e integrador, conquistando a las naciones de su tiempo. Las fuentes documentales relatan que los Incas salieron del mítico Huanacaure y que eran hijos de la deidad solar y terrestre, predestinados a formar un imperio con las naciones que conquistasen. Con esta misión partieron de dicho lugar con un grupo de diez ayllus; los hombres dirigidos por Manco Cápac y las mujeres por Mama Huaco, después de una larga caminata, ocuparon violentamente el valle del Cusco, donde se establecieron por ser buena la tierra y para desarro­llar sus objetivos bélicos. Luego de someter a sus vecinos, los Incas formaron con ellos el núcleo de un nuevo y guerrero estado regional que, siguiendo su plan hegemónico

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e integrador, conquistó a los pueblos comarcanos que formaban pequeños señoríos, imponiéndo­les su ideología política, económica y social del “bien común”. Algunos historiadores sostienen que el gobierno Inca era paralelo y que había dos Incas a la vez; uno de la parciali­dad hurin (parte baja del Cusco) y otro de la parcialidad hanan (parte alta de la ciudad). Los cronistas que nombran como Incas de Hurin Cusco a Sinchi Roca, Lloque Yupanqui y Cápac Yupanqui afirman que con habilidad y prudencia política consolidaron su dominio en el valle del Cusco, usando principalmente las alianzas matrimo­niales con mujeres de las parcialidades vecinas. Según esto, Sinchi Roca habría formado el primer ejército permanente, con el que Mayta Cápac aplastó la rebelión de los antiguos moradores del valle, y Cápac Yupanqui lo consolidó posteriormente conquistando los pueblos próximos al Cusco. Con la muerte o asesinato de Cápac Yupanqui, el gobierno pasó a manos de la parcialidad de los Hanan Cusco, cuyos gobernantes fueron sucesivamente Inca Roca, Titu Cusi Hualpa (Yahuar Huaca) y Viracocha. Este último, escapando a la leyenda, se asoma a los umbrales de la historia. Según distintas versiones, Viracocha fue un guerrero que extendió los límites del estado regional algunas leguas a la redonda del Cusco, mientras que en el Altiplano los señores Sapana y Cari, con sus poderosos ejércitos, se disputaban la hegemonía de la planicie del Collao; en el norte, los chancas, después de someter a los quechuas del valle de Andahuaylas, se aprestaban a conquistar el Cusco y pueblos comarcanos. Durante el gobierno de Viracocha, el estado regional Inca, con las conquistas locales de Cápac Yupanqui y Yahuar Huaca, no había podido extender sus límites más allá de 4 a 5 leguas a la redonda, aunque Cieza de León dice que este Inca llegó hasta el lago Chucuito, no como conquistador sino como aliado de Cari, señor de los Lupacas, enemigo de Sapana, señor del Hatun Collao. La guerra contra los chancas fue trascendental para la historia Inca, como lo fue el triunfo griego

de Maratón y el de los romanos en la batalla de Zama, que cambiaron el curso de la historia universal. Aunque la historia de la derrota de los chancas se confunde con la leyenda y el mito, esta acción marcó una nueva etapa para la vida de los Incas y el comienzo de su apogeo; la tradición siempre sostuvo que la derrota de los chancas se debió a la ayuda de la deidad solar que en un momento decisivo convirtió a las piedras (puru raucas) en soldados belicosos que asolaron a los chancas, quienes fueron definitivamente vencidos en los llanos de Ichupampa. Esta victoria Inca la relata en detalle Juan de Betanzos, casado con una mujer del linaje de Pachacútec, quien le habría narrado las guerras y obras de este famoso soberano. Sin embargo, otros cronistas afirman que el triunfo se debió al apoyo de los Canas y Canchis, con cargo a recibir mercedes y tierras por su ayuda. Producida la derrota chanca, Pachacútec, con genial intuición geopolítica y convencido que los estados poderosos son dueños de su destino histórico, acordó consoli­dar el objetivo nacional Inca proponiéndose transformar el estado regional en un Imperio, y lograr así la integración hegemónica de los reinos y pueblos del mundo andino. Betanzos recuerda que con este objetivo nacional, el Inca reunió en el Cusco a todos los curacas del reino y, luego de halagarlos con fiestas y banquetes, les expuso sus planes de conquista diciéndoles persuasivamente que siendo todos fuertes y poderosos “era mal vivir con poco”, por lo tanto era conveniente unirse en una sola fuerza para “sujetar a los pueblos y provincias del Cusco y quitar los nombres de cada señorcillo que tenían el nombre de Cápac, porque no había de haber sino un sólo Cápac y que ese lo era él, y que si acaso fuese que, andando en tal conquista, él topase algún señor con quien probase sus fuerzas... que él se holgaría de servirle, de lo cual no tenía temor, porque el Sol, como ya veían era con él; para la cual jornada, tenía necesidad de cien mil hombres de guerra... con sus armas y mantenimientos”.

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Los curacas, deseosos de adquirir honra y ser poderosos, aceptaron la propuesta y le pidieron tres meses de plazo para reclutar, preparar a su gente y reunir provisiones. Como algunos curacas rivales del Cusco rechazaron su propuesta el Inca los sometió violentamente, demostrándoles que el poder del ejército no está tanto en el valor de sus hombres, sino en la tecnología bélica que inventen para sorprender a los enemigos. El Ejército Incaico disponía de unidades militares organizadas en base al sistema decimal y jerárquico. Cada diez hombres de guerra formaban la primera unidad del conjunto que estaba mandada por un jefe subalterno, especie de sargento, que debía responder de la disciplina de su grupo, inspeccionar su vestuario, armas y alimentos. En las campañas debía actuar como guía; en los combates organizarlos de la mejor manera posible para la lucha, dar cuenta de sus bajas en el tiempo oportuno para llenar los vacíos y obedecer las órdenes del comando superior inmediato. Esta especie de sargento llevaba el nombre de chunga - camayoc (chunga - diez; camayoc - guardia). El mando supremo de toda la fuerza correspondía al Inca, quien, si no asistía a una campaña, nombraba como comandante en jefe a un general que siempre salía de la familia imperial, tío o hermano del Inca. Otras veces también nombraba como jefe al más experimentado orejón, militar probado en acciones ilustres. El número de hombres que constituyeron el Ejército Inca tuvo variaciones notables, desde algunas centenas en sus inicios, hasta decenas de millares, como consideran algunos cronistas. Es importante señalar que los efectivos debieron corresponder a las necesidades de la guerra en función de las posibilidades del enemigo y del apoyo logístico que se puede proporcionar. El reclutamiento, para satisfacer las necesidades de efectivos para una campaña, se efectuaba por acotación y entrega por provincias en relación con su población, lo que incluía grupos de guerreros con sus respectivos jefes. El reclutamiento correspondía a hombres a partir de los 25 años; la

instrucción selectiva se hacía entre los 10 y 18 años, y el entrenamiento que podríamos denominar de perfeccionamiento, se realizaba entre los 18 y 25 años. La instr ucción y entrenamiento de los guerreros fue desarrollada dentro de un marco de características muy singulares, ya que no hubo la exigencia del acuartelamiento o de la reunión en instalaciones especiales que pudieran guardar alguna similitud con las que hoy llamamos escuelas o cuarte­les. La instrucción y entrenamiento era universal, pues comprendía a todos los jóvenes y se desarrollaba diariamente en cada poblado bajo la responsabilidad de un maestro que abarcaba la preparación física y moral, el empleo de toda clase de armas y simulacros de combate. Esta instrucción tuvo por finalidad preparar tanto a soldados como a los cuadros. La instrucción militar en el Tahuantinsuyo refleja, sin lugar a dudas, una preparación total, real y efectiva, que se conceptuaría como la “nación en armas”; la instrucción era pues integral, y se desarrollaban aspectos como seguridad, guerra, bienestar social, etc. Las armas tradicionales más antiguas del mundo andino fueron las porras (macana) del Ejército de Sechín, que tomaron distintas formas en cada cultura, como la porra con punta de los mochicas; las lanzas (chuqui) de los wancas, el arco (picta) y la flecha de los antis, los dardos (wuachina chuqui) generalizados entre los huaylas, las boleadoras (ayllu o liwi) de los collas, y la honda, arma común en los pueblos andinos. El Ejército Inca conoció y usó este género de armas tradicionales, pero su inventiva fue más lejos: creó otro tipo de armas efectivas para la lucha cuerpo a cuerpo que se daba en las batallas andinas. La gran arma que inventaron y que revolucionó la tecnología bélica de su tiempo, fue la inven­ción de la “kunkakuchuna” cortadora de cabeza, que era una especie de alabarda española. Garcilaso de la Vega dice que ésta se convirtió en la “divisa real de los Incas” o “hacha de armas”, que consistía de una “asta de más de una brazada

Fuente: Compendio de Historia Militar General del Perú, del Instituto de Estudios Históricos del Ejército del Perú

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de largo”, que tenía un hierro a modo de “cuchilla de una parte y de una punta de diámetro de la otra”. Según el jesuita Bernabé Cobo, “las hachas de armas tenían el hierro o cuchilla de cobre o pedernal, unas eran pequeñas, de una mano, y otras grandes, que usaban los capitanes y gente noble que tenían los hierros de oro y plata”. Debido a la evolución de las armas, las modalidades de lucha fueron muy variadas. En un primer momento los combates se realizaban a mediana distancia, empleándose por ello más frecuentemente las armas arrojadizas como la honda y la estólica. En la época Inca se aplicaron todos los procedimientos que podrían haber exigido los principios básicos de la guerra y sus formas fundamentales: ofensiva y defensiva, con sus variantes. Se buscaba al adversario para aniquilarlo por el choque, maniobrando para desorganizarlo, ganar terreno tomando posiciones u objetivos que decidan el triunfo; en otras ocasiones se presentaba como un sólido muro, contra el cual se desgastaba el ímpetu del ataque adversario; otras veces maniobraban en retirada, rechazando los ataques y destruyendo las fuerzas adversarias, a la vez que conservando las propias, para sorprender al enemigo con ataques combinados por reta­ guardia y los flancos. Los soldados no usaron un vestuario especial, como el que denominamos actualmente uniforme. Las crónicas registran que los guerreros se presentaban con la indumentaria correspon­diente a su parcialidad, portando sus propias armas. Los dibujos del cronista indígena Wamán Poma de Ayala, dan una idea aproximada de los diferentes tipos de indumentaria, por regiones o suyos, lo que no significa que todos los de la región usaran exactamente igual vestimenta y armamento. Así, un capitán del Chinchaysuyo aparece con un tocado en forma de “U” invertida, uncu corto y armado de lanza con anillos y borla, macana y huallcanca o rodela; un antisuyo es dibujado con tocado en forma de corona de plumas, vestimenta singular selvática, armado de arco y flechas; a un collasuyo, Poma lo representa con una gorra con

luna en creciente y pluma, uncu corto y armado de lanza con borla, liwi o boleadoras y huall­canca; finalmente, un capitán condesuyo figura con un tocado o pillu, uncu corto y armado de lanza con borla, macana y huallcanca. Todos los guerreros usaban ojotas de cuero de llama, la huara o especie de calzoncillos, el chumpi o cinta para fajarse y la yacolla o manto. Los honderos tenían una bolsa para llevar piedras y estaban vestidos con un jubón acolchado que los protegía de las flechas y tiraderas; además llevaban porra o champi y una rodela o huallcanca. En el equipo de campaña debe considerarse los toldos o especie de carpas a que los cronistas aluden, sin dar precisiones sobre sus dimensiones y formas. También los diversos instrumentos musicales y las insignias, entre las cuales las más significativas eran las unanchas, unos estandartes de colores que llevaban las diferentes agrupacio­nes. Por sobre todos estos figuraba el estandarte real o Cápac Unancha, que correspondía al Inca, o a su representante. Los Incas tuvieron un “plan nacional”, y de acuerdo a él emprendieron sus conquistas del espacio andino. Es decir, los Incas hicieron las guerras dentro del contexto geopolítico, para formar un estado hegemónico integrado con los estados regionales que conquistasen, esto como una forma de defensa de su universo ideológico y status político y económico. En esta concepción geopolítica, los Incas consideraron sus fronteras como la gran piel del estado que debe crecer de acuerdo a sus intereses. El gran mensaje que Pachacútec Inca Yupanqui dejó a sus hijos fue que el deber del Ejército era “mantener y acrecentar la piel del estado...”. Cuando los Incas trabajaban en el arduo proceso de integración étnica, ideológica, política y económica de los pueblos, en su afán integrador, el lejano imperio español le declaró la guerra, disponiendo por la Capitulación de Toledo, de 1529, la conquista de la “provincia del Pirú”, con su avanzada tecnología bélica, armas de fuego y caballería con la que había dominado parte de Europa.

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HISTORIA GENERAL DEL EJÉRCITO DEL PERÚ. TRES MIL AÑOS DE HISTORIA


Fuente: Compendio de Historia Militar General del Perú, del Instituto de Estudios Históricos del Ejército del Perú

Ejercito Inca representado por Wamán Poma de Ayala.

Fuente: Archivo fotográfico del IEHEP.


Manco Inca guerra contra los espaĂąoles. Fuente: Archivo fotogrĂĄfico del IEHEP.


Por aquellas casualidades de la historia, en ese mismo año, el príncipe Atahualpa se alzó contra su hermano Huáscar Inca para disputarle el gobierno del imperio. Esta escisión del Ejército fue gravemente trascendental; los Incas, sin percatarse del peligro extranjero, sin cautela, les abrieron las puertas del imperio. Por la imprudencia de Atahualpa llegaron pacíficamente a Cajamarca y después, por intereses políticos, a la misma ciudad del Cusco. Posteriormente, cuando el Inca reconoció el error de haberse aliado con ellos resultó tarde, y sin otra alternativa les declaró la guerra para echarlos del Tawantinsuyo. Este hecho prueba que en Cajamarca acabó solamente la rebelión de Atahualpa que permitió después restaurar el gobierno imperial. Es importante aclarar que la captura de Atahualpa, no significó el final del imperio - como errada­mente se afirma -, sino solamente el final inesperado de su rebelión. Después, el cautivo extorsionado tuvo que licenciar al ejército que tenía en Cajamarca y pagar un rescate en oro y plata a los españoles que le prometieron, por escritura pública, ponerlo en libertad. Entre tanto, Huáscar Inca fue asesinado, culpándose de ello al regio prisionero. Esta muerte del Inca fue de mucha conveniencia política para los invasores. Cuando Atahualpa reunió el rescate, los españoles, faltando a su palabra, lo condenaron a morir quemado vivo, pena que se conmutó por la del garrote. La conveniencia de esta muerte, al parecer, fue precipita­da por el bando huascarista, por estar más interesado en restaurar el gobierno imperial. Con este objetivo, la hueste española fue invitada a viajar al Cusco. Aunque las fuerzas atahualpistas intentaron contener su marcha, no pudieron lograrlo. En Vilcaconga, la vanguardia Inca española estuvo a punto de ser aniquilada, pero fue salvada por la proximidad del ejército del príncipe Manco Inca Yupanqui. Entre el 12 o 13 de noviembre, en el valle de Xaquisawa­n a, Manco Inca Yupanqui acordó aliarse con los españoles para que lo ayudasen a restaurar el gobierno imperial y derrotar el rezago ataowallpista de Quisquis. Esto lo hizo

no obstante la oposición de Vila Oma, sacerdote y capitán del Sol y de otros altos jefes del Ejército imperial. Días después de la entrada del Inca con sus aliados a la ciudad del Cusco, Manco Inca tomó oficialmente la borla imperial y fue reconocido como el nuevo soberano por los señores del Tawantinsuyo y por los propios españoles, que recibieron después una recompensa en oro y plata superior a la de Cajamarca. Cuando Manco Inca se sintió traicionado por los españoles inició la guerra contra ellos.

EL EJÉRCITO Y LA LUCHA TRICENTENARIA POR LA INDEPENDENCIA DEL PERÚ Y AMÉRICA La guerra por la independencia del Perú se inicia históricamente el 6 de mayo de 1536 y culmina tres siglos después, el 9 de diciembre de 1824, con la expulsión de los invasores y la restauración de la soberanía nacional. Este proceso es importante porque permite conocer que de la selva al mar, los antiguos peruanos combatieron heroica y tenazmente en defensa de su soberanía, pese a las bárbaras represiones, a la anarquía interna y a la inferioridad de las armas. Asimismo, nos hace ver, eso sí, que faltaron elementos esenciales para la consecución del triunfo: simultaneidad en los pronunciamientos; sincronización entre los líderes; unidad en la estrategia. Fue funesto a los patriotas que, a causa de rencillas y odios dinásticos, jamás lograse Manco Inca unir a todas las fuerzas nativas, los que juntos habrían sido imbatibles. En estas luchas, ocurrió la asimilación de lo europeo. Arcabuces capturados por los cusqueños dispararon contra españoles y aliados, un inmortal grupo de arcabuceros se batió hasta morir en Vilcabamba; el primer pelotón de caballería es vencedor en el encuentro de Oripa. A lo largo de esta lucha, el Ejército estuvo presente y fue el principal protagonista desde mayo de 1536 hasta diciembre de 1824.

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EL EJÉRCITO DE MANCO INCA. 1536 - 1544 Para el gran levantamiento de liberación encabezado por Manco Inca Yupanqui, se llegaron a reunir hasta 40,000 soldados. Estos procedían de todas las cuencas del Tahuantinsuyo inmediatas al Cusco. Para los efectos del combate todos o la mayoría de las tropas fueron de infantería, luego hubo elementos de caballería y artillería. Para el ataque, tipo asedio, se organizaban en grupos, en la cual se buscaba estrechar cada vez más el cerco para destruir al enemigo. A lo largo del período de lucha, fue pasando de las armas de madera, lanzas, picas, hondas, dardos, porras y demás armas originarias a las de tipo europeo. Se cuentan entre las armas defensivas que usaban para detener y/o obstaculizar la embestida de la caballería realista, los cactus o púas sembrados en los caminos obligados, las flechas incendiarias dado que las casas tenían techos de paja y las cortinas de humo, hechas ex profesamente para que el ataque pierda control y fuerza. Las operaciones de Manco Inca y sus seguidores hasta Thupa Amaro inca fueron eminentemente ofensivas, en base a tropas de infantería. Para disminuir efectos devastadores de la caballería construyen fosas con estacas e improvisados muros de piedra. Aprovechando que los Incas carecían de experiencia en las luchas nocturnas, los realistas explotaron esta deficiencia. La doctrina se occidentalizó: armas, caballos, y pólvora fueron elementos de tal cambio. Asimismo, de los ataques masivos iniciales al momento de la conquista, las tropas aborígenes pasan a ser empleadas en reducidas unidades de combate (tipo patrullas). No obstante los medios asimilados, nuestros soldados, no dejaron su costumbre antigua de lanzar alaridos y bravatas antes y durante el ataque. La juramentación de Manco Inca Yupanqui y sus capitanes en el pueblo de Calca, constituye un acto trascendental para la historia del Perú y de su ejército, porque significó el compromiso de

los Incas de luchar hasta la muerte, para echar del Tahuantinsuyo a los invasores y restaurar su antigua soberanía. Según un Anónimo de 1539, que recuerda este juramento como “cosa digna de hacer memoria” se señala lo siguiente: “Mandó traer delante de sí dos vasos muy grandes de oro, llenos de brebaje de maíz” y dijo: “Yo soy determinado de no dejar cristiano a vida en toda la tierra y para esto quiero primero poner cerco en el Cusco; quien de vosotros pensare servirme en esto ha de poner sobre tal caso la vida; beba por estos vasos y no con otras condiciones”. y con los capitanes y apucurucas emotivamente bebiendo de estos vasos se comprometieron a ofrendar sus vidas en defensa del imperio conforme a los planes de Manco Inca Yupanqui. Terminado este acto ceremonial, Vila Oma el sumo sacerdote del sol, tan respetado por los Incas como el Papa entre los cristianos, fue nombrado capitán general del ejército imperial y Páucar Huamán como su “maestre de campo”. El inca dispuso también que los capitanes que antes habían partido a cada uno de los cuatro suyos, se concentrasen rápidamente con sus respectivos ejércitos en el área del Cusco, ocurriendo sucesivos combates con los hispanos. En vista de la situación en el Cusco, Francisco Pizarro envió entre mayo y julio varias expediciones para auxiliar a sus hermanos, pero todas fueron destruidas por Quisu Yupanqui que operaba en la sierra central. En agosto de 1536, Quisu Yupanqui cumpliendo con las órdenes del inca partió del valle de Jauja con un efectivo aproximado de veinte mil hombres acompañados de Páucar Huamán, Illa Topa, Yanqui Yupanqui, Puyo Huillca, Hualpa Roca, Apu Siloalla, Allín Songo Inca y otros capitanes. La fuerza inca avanzó sobre Lima en tres direcciones: por el camino del norte, los tarmas, atavillos, huánucos y huaylas; por el sur, pasando por el adoratorio de Pachacámac, los angaraes, huancas, yauyos y chavircos. Quisu Yupanqui descendió de la sierra de Huarochirí, por el

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Inca Pachacútec, por Felipe Guamán Poma de Ayala en "Nueva crónica y buen gobierno". Fuente: Archivo fotográfico IEHEP.

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pueblo de Mama y todos fueron a acampar en las faldas del actual cerro San Cristóbal. En Lima, como en el Cusco, el ejército inca tuvo que enfrentarse a los pueblos contrarios al dominio imperial, que entonces prefirieron apoyar a los extranjeros, considerándolos equivocadamente como amigos, para su pretendida liberación. Ante los resultados desfavorables del asalto a la ciudad, Páucar Huamán e Illa Topa convencidos de la inutilidad de sus esfuerzos decidieron levantar el cerco y replegarse haciéndolo el primero por el valle del Chillón y el segundo por el camino de Huarochirí.

EL EJÉRCITO EN LA REBELIÓN DE THUPA AMARO De la información histórica disponible comprobamos que la composición del ejército de Thupa Amaro fue eminentemente multiétnica. Es decir, estuvo constituido por españoles, criollos, mestizos y mayoritariamente por gente andina procedente de las provincias de Canas y Canchis, donde estaban los curacazgos de Tinta, Tungasuca y Combapata, y también la provincia de Quispicanchis. José Gabriel Thupa Amaro dio a sus huestes una verdadera organización militar. Podemos reconocer en sus fuerzas la presencia de las tres armas clásicas: infantería, caballería y artillería, así como, la existencia de un alto mando militar en torno a la persona de Thupa Amaro, y de un virtual estado mayor o cuerpo de ayudantes. También se nombraron jerarquías militares, tales como coroneles y capitanes. Decisión importante fue el nombramiento de capitanías generales por regiones, constituyéndose de este modo, “comandantes en jefe” de la sublevación en diversas zonas geográficas; hubo también jefes en zonas menores. Thupa Amaro tuvo el comando del Ejército y Diego Cristóbal fue designado su lugarteniente. Los comandantes y capitanes eran mestizos y excepcionalmente un hombre tributario que luego era ascendido a curaca. Los criollos servían de

asesores. Por ejemplo, los criollos que oficiaban de escribanos, Antonio Figueroa y Francisco Cisne­ ros, se encargaban de la provisión y mantenimiento de las armas y artillería; Felipe Molina de redactar los manifiestos y las proclamas; Mariano Banda manejaba el dinero para el pago de las tropas; Esteban Baca distribuía las tareas del personal que fabricaba cañones; los otros criollos, que eran muy considerados, se ocupaban de trazar los planes estratégicos de la guerra. Entre los capitanes de Thupa Amaro, figuraban Diego Berdejo, Miguel Mesa, Ramón Delgado, Matías Laurente, Bernardo Pavia, los curacas Fernando Urbide, Marcos de la Torre, José Mamani y Lucas Collque (dirigentes de comunidades). L a s u n id ade s m ayor e s y me nor e s s e conformaban de manera similar a los regimientos y batallones y se subdividían en compañías de fusileros, galgueros y honderos. Se estableció la paga regular o “soldada” a los combatientes y a los mandos medios; la disciplina se exigió a todo nivel; se ordenó la realización de “revistas militares”; la confección de banderas con el escudo de armas Incaico; el uso de uniformes en las unidades; la existencia de una banda militar, con cajas y pitos; y hasta el uso de códigos a manera de santo y seña, siendo el más renombrado el “sangre y fuego”. La principal arma del ejército thupamarista fue la honda, cuyos proyectiles o piedras eran acarreados y recogidos por las mujeres de los combatientes que acompañaban esta hueste. Los fusiles fueron adquiridos por compra o a través de la requisa. En Tungasuca consiguió 75 mosquetes y en Sangarará 400 fusiles, esmeriles y sables. También fundieron cañones pedreros y culebrinas. Un criollo herrero de profesión fue el encargado de fundir las piezas de artillería y lo hizo bien, dentro de las precarias condiciones en las cuales trabajó. El mantenimiento de las armas, en especial de los cañones, era rudimentario porque la instrucción en el uso de estas armas era nula. En cuanto a la reparación de las escopetas, estaba a cargo del cura huancaíno José Maruri. Las modalidades de lucha durante el alzamiento de Thupa Amaro expresan una doctrina de guerra

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eminentemente mestiza, con elementos andinos y occidentales. Thupa Amaro adaptó tácticas y estrategias europeas con el objetivo de reforzar los reducidos medios con que contaba su ejército. Vamos a encontrar dentro de la composición de las unidades, compañías de fusileros junto a compañías de galgueros y honderos. Su conocimiento del ámbito geográfico le permitió aprovechar las ventajas que le ofrecían los Andes y revertir en su favor situaciones comprometidas. Y aunque inicialmente dio batallas formales y emprendió el cerco al Cusco, comprendió que en este aspecto tenía una desventaja en cuanto a la dotación del armamento y por ello prefirió los enfrentamientos sorpresivos, utilizando grandes masas campesinas, aprovechando así la gran cantidad de efectivos de que disponía. Evitó el enfrentamiento abierto, pero dio muchas batallas dentro de la formalidad europea. En esta revolución se recurrió al aporte voluntario de los pueblos y en caso contrario, se empleo la requisa. Sin embargo, fue desde un inicio irregular. Micaela Bastidas, esposa de Thupa Amaro, dirigía la administración de la retaguardia patriota, que acabó totalmente desabastecida ante la demanda de los diversos frentes de lucha. Esto originó una requisa general de granos, ovejas, vacas, cebo y chalona. Un testimonio de la época revela que se “vio días en que degollaron cuatro mil carneros y muchas vacas y que no bastaban para sostener a los insurgentes”. Iniciada la guerra contra los españoles desde el cuartel general de Tungasuca, se actualizaron trágicamente las viejas rivalidades locales entre los curacas. Al extremo que unos tomaron el partido de Thupa Amaro y otros, por contradicción, el partido de los enemigos. Se llegó a preferir el triunfo de éstos al de su rival, como ocurrió, entre otros, con los curacas de Chincheros, Azángaro y Sicuani. En esta guerra, la lucha fue enteramente desigual entre el Ejército realista y el Ejército de Thupa Amaro. Este último con jefes mestizos y curacas sin experiencia bélica y con una tropa temera­ria que entraba en batalla con el corazón

lleno de rencor acumulado, que muchas veces la condujo a excesos lamentables. El estudio de estas acciones es útil, porque muchas de ellas se libraron en el altiplano y en una topografía de contrastes. Fue en los actuales límites del Perú y Bolivia, donde los enfrentamientos fueron más sangrientos entre curacas realistas y curacas patriotas y de éstos contra los españoles.

CONSPIRACIONES Y ALZAMIENTOS NACIONALISTAS EN EL SIGLO XIX

CONSPIRACIÓN EN EL CUSCO. 1805

Esta es la primera conspiración de criollos provincianos con curacas que se proponían restaurar el imperio con un nuevo inca que los gobierne. Gabriel Aguilar, minero nacido en Huánuco; el abogado José Manuel Ubalde y Zevallos; en unión del curaca Cusiwaman “comisario de nobles” y de otros, organizaron un intento de restaurar el Imperio de los Incas. Con este propósito lograron conquistar al Teniente de Granadero del Regimiento “Paucartambo” Mariano Lechuga. Según el plan, los conspiradores apresarían al presidente de la Real Audiencia del Cusco, atacarían el cuartel para apoderarse de sus armas y se apoderarían a la vez de las Cajas Reales. Logrado este objetivo, partirían del Cusco dos ejércitos, uno al mando de Lechuga rumbo a las minas de Potosí, para alzar las provincias de esa región; y el propio Aguilar dirigiría el ejército a Huamanga. Faltando dos días para el alzamiento, Lechuga delató a los conspiradores y reveló sus planes. Aguilar, Ubalde y otros fueron apresados, y después de ser procesados, ambos fueron condenados a ser ahorcados en la plaza del Cusco el 3 de diciembre de 1805. ALZAMIENTO DE TACNA. 1811

Este alzamiento, organizado por Francisco Antonio de Zela, estalló el 20 de junio de 1811 con la toma de los cuarteles de infantería y caballería

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de la ciudad de Tacna; él mismo asumió la función de Jefe Político y Militar de la Plaza. Participaron en este movimiento criollos y curacas de la zona. Zela para coordinar sus futuras operaciones militares, envió un comisionado al Alto Perú para tratar con el general rioplatense José Castelli y colocar entre dos fuegos al ejército realista que peleaba en este frente. Envió asimismo emisarios a las ciudades de Arequipa, Moquegua, Arica y Tarapacá. El 23 de junio en la pampa de Caramolle pasó revista al nuevo ejército formado por criollos, mestizos, gente de los curacasgos patriota, y combatientes llegados de zonas aledañas. Lamentablemente todos estos aprestos bélicos quedaron en nada porque se supo después que el mismo día del levantamiento, los realistas al mando del general Goyoneche derrotaron a Castelli en la batalla de Guaqui, hecho que determinó la reacción realista en la ciudad, que terminó con el apresamiento de los patriotas. Francisco de Zela, fue apresado y enviado a Lima. Seguidamente fue condenado a muerte, pena que se le conmutó por 10 años de internamiento en la prisión de Panamá, donde murió en 1821. ALZAMIENTO DE HUÁNUCO. 1812

Estalló el 22 de febrero de 1812, bajo la dirección de criollos y mestizos, con la participación masiva de la gente de ocho pueblos de la zona capitaneados por Pedro José Zevallos, y de otros, dirigidos por José Rodríguez. El día 23, los alzados tomaron el puente de Hullaupampa; y el 2 de marzo, en la plaza mayor de la ciudad, proclamaron a Juan José Crespo y Castillo como general y jefe político de la revolución. La primera medida de Crespo y Castillo, fue organizar un ejército y nombrar como comandante del mismo a José Rodríguez, escogió para capitanes a criollos y mestizos, ordenó el reclutamiento general de niños de 12 años para arriba y dispuso que la gente de los pueblos acudieran a enrolarse al ejército patriota, “bajo pena de ser declarado traidores a la Patria”. El 3 de marzo los patriotas toman el pueblo de Ambo; los realistas al constatar la violencia

del ataque huyeron del pueblo. Con esta victoria la sublevación se hizo general en los pueblos de Panatahuas, Huamalíes y Conchucos. La reacción realista fue inmediata. El 13 de marzo atacaron el pueblo y los patriotas aunque lucharon valerosamente, fueron derrotados. Se inició entonces la persecución de los dirigentes del alzamiento y un tiempo después fue apresado Crespo y Castillo y sus principales colaborados. El líder patriota fue sentenciado a morir fusilado en la plaza mayor de Huánuco. Los demás comprometidos sufrieron penas diversas. SEGUNDO ALZAMIENTO EN TACNA. 1813

Dos años después del fallido alzamiento de Francisco de Zela, el 3 de octubre de 1813, estalló el alzamiento en la ciudad de Tacna dirigido por el marsellés Enrique Paillardelli Sagardia, el alcalde Pedro Calderón de la Barca y José Gómez, quienes según lo planeado tomaron los cuarteles y en la campiña de Tacna enarbolaron por primera vez la bandera de las tropas del general Belgrano como expresión de la unión contra el gobierno colonial de España. Participó en este alzamiento doña Juana Ara, descendiente de los curacas Ara de Tacna, quien proporcionó dinero y armas para el pequeño ejército que habían organizado. El intendente de Arequipa José Gabriel Moscoso salió a sofocarlos y derrotó a los patriotas en Camiara el 31 de octubre de ese año. Aunque los patriotas intentaron rehacer sus fuerzas, estas se dispersaron al saber que Belgrano había sido vencido en la batalla de Viluma y después en Ayohuma, por el general Joaquín de la Pezuela. CONSPIRACIONES LIMEÑAS

Las instituciones culturales inspiradas en la carta a los “españoles americanos”, de Vizcardo y Guzmán, se convirtieron en centros de agitación nacionalista y libertaria. Uno de los principales centros de inquietud libertaria, fue el famoso Convictorio de San Carlos que estaba bajo la dirección del sacerdote Toribio Rodríguez de Mendoza; el Colegio de Medicina, con los médicos

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Hipólito Unanue y Miguel Tafur, rector del Colegio de San Fernando; el oratorio de San Felipe Nieri con el Padre Méndez Lachica, redactor del “Mercurio Peruano”; el Colegio de Abogados con los doctores Manuel Pérez de Tudela, Ramírez de Arellano, Faustino Sánchez Carrión y otros más. A este afán libertario, se plegó también parte del clero, con el párroco de la Iglesia del Sagrario, Juan José Muñoz y el de la Iglesia de San Sebastián el porteño Cecilio Tagle, sin contar con los curas provincianos que se plegaron a la causa patriota. Las mujeres limeñas igualmente estimularon estas conspiraciones en las tertulias literarias de la marquesa de Torre Tagle y de doña María de Orbegoso condesa de Olmos, y en la casa de la condesa de Vista Alegre donde reunía a los literatos criollos como Pablo de Olavide, José Baquíjano y Carrillo, entre otros. Dentro de esta corriente libertaria, de hecho asumió el liderazgo político don José de la Riva Agüero y Sánchez Boquete, hombre vinculado con las logias inglesas y con los líderes de la revolución francesa y patriotas porteños. Fue Riva Agüero el que preparó el plan de desembarco del Ejército aliado, que se organizaba en Santiago de Chile, y fue él también quien organizó en Lima los clubes secretos y en 1818 escribió la “Manifestación histórica y política de la Revolución America­ na”, conocida también como las 28 causas que explicaban las razones por las que el Perú y América debían “emanciparse” de España. Otra de las conspiraciones fue la de Mateo Silva y Antonio María Pardo, en 1809, cuyo objetivo era proponer la creación de una “junta gubernativa”, a imitación de las surgidas en el Alto Perú y Quito para proclamar la indepen­dencia del Perú. Con este propósito Remigio Silva, Juan Sánchez Silva y algunos oficiales intentaron ganar para la causa patriota a los oficiales subalternos del Ejército español. Pero esta conspiración, más idealista que real, fracasó por una delación, y el 26 de setiembre los conspiradores fueron apresados. Mateo Silva fue condenado a 10 años de prisión en el castillo de Boca Chica y posteriormente trasladado al

Callao, donde murió en 1816. Los demás fueron condenados a 6 años de prisión en la isla Juan Fernández y otros en la prisión de Valdivia. Igualmente fracasaron las conspiraciones de Francisco de Paula Quirós en 1815 y la del teniente coronel José Gómez en 1818. EL EJÉRCITO NACIONAL DE LOS HERMANOS ANGULO Y PUMACAHUA. 1814 - 1815

El alzamiento en la ciudad del Cusco, fue organizado por criollos, mestizos y curacas. Estalló el 3 de agosto de 1814 como resultado de la agitación política y del injusto apresamiento del abogado Rafael Ramírez de Arellano, Vicente y José Angulo, Gabriel Béjar y Manuel Hurtado de Mendoza, acusados de conspiradores. El día anterior, un grupo de patriotas tomó por asalto el cuartel y puso en libertad a sus dirigentes. Este alzamiento nacionalista representó el último esfuerzo cusqueño por disputar a los criollos de Lima el liderazgo de la lucha por la libertad y la soberanía del Perú. Con su debelamiento se apagó el anhelo de restaurar la antigua hegemonía política y constituir un nuevo Imperio Inca, que fuera del océano Atlántico al océano Pacífico, con el nombre de imperio de “Mar a mar” o Imperio de “los dos soles”, para que en América existieran solamente dos estados: Brasil y el nuevo Imperio Inca. D i r i g ido p or lo s he r m a no s A n g u lo y el br igadier Mateo García Pumacahua, el alzamiento, por sus objetivos y caracte­r ísticas nacionalistas, constituyó el cuarto intento por reconquistar nuestra soberanía, al jurar solemne­mente la independencia en la ciudad del Cusco, cinco años antes que San Martín lo hiciera en Lima en julio de 1821. El 7 de agosto en el Ayuntamiento, el brigadier general Mateo García Pumacahua, públicamente dijo: “Juro por Dios y nuestro señor y los santos evangelios, defender la religión, la patria, los derechos de la nación y el privilegio individual”. Al día siguiente, el capitán general y gobernador político, don José Angulo, poniendo la mano

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HISTORIA GENERAL DEL EJÉRCITO DEL PERÚ. TRES MIL AÑOS DE HISTORIA


derecha sobre los santos evangelios, juró solemnemente: “Amar y defender la Patria”. José Angulo, designado capitán general y gobernador político general, organizó el nuevo Ejército del Perú con jefes criollos y mestizos experimentados en la guerra y con los rituales castrenses, el 8 de setiembre de 1814, adoptó como patrona de sus armas a la Virgen de las Mercedes. Tremolando la bandera blanca y azul del Ejército, igual a la indumentaria de la Patrona, tomó como enseña la mascapaycha Inca para recordar la continuidad de su historia. Luego nombró plenipotenciarios del nuevo gobierno ante las Provincias Unidas del Río de la Plata. El ejército patriota estaba organizado en tres divisio­nes. La primera con 500 fusileros y 8 piezas de Artillería; la segunda con 300 fusileros y 4 cañones, que en enero de 1815 aumentó a 800 fusileros, 18 cañones y 2 culebrinas; y la tercera con 500 fusileros y 37 piezas de Artillería. Cada una de estas divisiones contaba con el apoyo de miles de volunta­r ios, armados de hondas, palos y macanas. La revolución se apoderó de todo el parque existente en la ciudad del Cusco, pero este no fue suficiente. Al estallar el movimiento, los insurrectos contaban con 460 f usiles, 500 quintales de pólvora y regular cantidad de cartuchos. Del mismo modo, recogieron fusiles de los desertores del ejército realista que combatían en el Alto Perú, así como escopetas y armas en poder de particulares. El Estado Mayor se impuso la tarea de colectar fondos y armas. Se fabricó pólvora y se fundieron cañones “hechizos” y “viborones” con el metal que se extrajo de las iglesias cusqueñas. Estas armas dieron al ejército patriota un relativo poder artillero. Ta mbién emple a ron a r ma s del mu ndo andino. A lo largo de toda la campaña militar, junto al tronar de cañones y fusiles salieron a relucir hondas, macanas y lanzas. La doctrina en uso reunía las formalidades y ex igencias de las ordenanzas militares

españolas de la época, pero también se usó la doctrina militar del mundo andino. Los Angulo, el brigadier Mateo Pumacahua y los principales jefes de la revolución eran militares formados en el ejército virreinal y por tanto conocían los secretos de la estrategia y táctica europea. La instrucción de la tropa estuvo dirigida por oficiales patriotas que habían combatido en el Alto Perú y por los pasados del bando realista. Estaba orientada tanto a las tropas disciplinadas en el arte de la guerra como a los voluntarios que conformaban las tropas irregulares. La revolución del Cusco fue abastecida de alimentos, forraje y de todos los recursos necesarios para las operaciones bélicas, gracias al aporte de los pueblos y comunidades donde se circunscribió el movimiento. El Estado Mayor tuvo a su cargo las tareas de almacenamiento y embalaje de los víveres que llegaban al cuartel general de la revolución. Po s t e r i o r m e nt e , c u a n d o l a s d i v i s i o n e s marcharon a ejecutar sus campañas, el comando dispuso que los pueblos ubicados en las zonas de operaciones entregaran los abastecimientos de acuerdo a los recursos de su región. Así, Arequipa, Ayacucho y Puno entregaron carne fresca, maíz, legumbres, aguardiente con fines medicinales, chuño y otros. OPERACIONES BÉLICAS

La estrategia era simple. Comprendía cuatro fases. La primera, en la que debían producirse simultáneamente tres ataques. El del Cusco, otro en Lima encabezado por el Conde de la Vega del Ren, y otro en el propio ejército realista del Alto Perú a cargo del coronel Saturnino Castro. La segunda fase era el lanzamiento de tres expediciones simultáneas, dos de las cuales, la de Arequipa y La Paz, debían tomar dichas ciudades. Una tercera era atacar al ejército realista de Pezuela y vencerlo en el Alto Perú con ayuda de los bonaerenses. La cuarta y última era marchar sobre Lima para vencer directamente a Abascal en su bastión realista.

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Parte II

Batalla de Ayacucho 9 de diciembre de 1824.

Fuente: Archivo fotogrรกfico del IEHEP.


EL EJÉRCITO Y

LA CULMINACIÓN

DE LA LUCHA POR

DEL PERÚ Y AMÉRICA


Fuente: Compendio de Historia Militar General del Perú, del Instituto de Estudios Históricos del Ejército del Perú

Oficial y Fusilero de la Legión Peruana de la Guadia en 1821. Fuente: Archivo fotográfico del IEHEP.


S

e sabe que el Ejército organizó oficialmente el 18 de agosto de 1821, con la creación de la “Legión Peruana de la Guardia”. Para ello, no podemos dejar de mencionar que desde octubre de 1820 se comenzaron a formar las primeras unidades militares peruanas que sirvieron de base para esta organización. E s t a s u n id ade s f uer on, el E s c u ad r ón “Auxiliares de Ica” y los Batallones “Cazadores del Ejército” y “Veteranos de Jauja”, que se pudieron formar con la gran cantidad de voluntarios que se presentaron en el campamento patriota, muchos de los cuales habían combatido en el ejército de Pumacahua e integrado las numerosas guerrillas o partidas voluntarias, que desde 1818 cumplían labores de observación y espionaje en favor de la causa patriota. Luego se materializaría esta formación no sólo con los aportes de dinero y abastecimientos, sino principalmente con reclutas de los más diversos estratos sociales, quienes pidieron voluntariamente ser dados de alta en el Ejército Libertador. Con su entusiasmo animaron al general José de San Martín para organizar las primeras unidades peruanas. Prueba de ello fue que, por decreto del 21 de octubre de 1820, se creó la bandera peruana, para que dichas unidades tuvieran un símbolo patrio bajo el cual combatir. Estas unidades dieron origen al Ejército del Perú Republicano, el cual fue institucionalizado el 4 de marzo de 1823, cuando el Presidente José de la Riva Agüero con aprobación del Congreso, nombró al General Andrés de Santa Cruz, General en Jefe del Ejército del Perú.

ANTECEDENTES HISTÓRICOS Cuando en América comenzaron a surgir los primeros movimientos independentistas, desde Lima marcharon tropas realistas tanto a Santa Fe (1809) como al Alto Perú, que fue reanexado a la jurisdicción peruana en 1810, lográndose detener a los ejércitos revolucionarios platenses en las batallas de Guaqui (1811), Vilcapuquio Ayohuma (1813), y Viluma (1815). Estas fuerzas

virreinales estuvieron también en Chile (1814) y en Montevideo (1815). El gestor de estas acciones fue Fernando de Abascal, quien, habiendo asumido la conducción del virreinato peruano en 1806 e imponiendo una línea dura de gobierno, rápidamente transformó al Perú en una poderosa base contra insurgente. Su larga trayectoria militar y sus grandes dotes de gobernante le permitieron organizar un ejército con tropa veterana cuyos efectivos ascendían a 8,580 hombres. A estas fuerzas debemos añadir los cuerpos cív icos como el Batallón del Comercio de Lima, con 800 plazas. La tropa era en su mayoría mestiza y estaba bajo el comando de oficiales españoles, criollos y en menor número mestizos. En este Ejército Virreinal se formaron profesionalmente of iciales como: La Mar, Gamarra, Santa Cruz y Castilla, entre otros, quienes más tarde abrazaron la causa patriota y tuvieron una destacada actuación. El poderío de los españoles alcanzó su mayor fuerza entre 1814 - 1816. Pero no pudo impedir la proclamación de la independencia en Chile ni derrotar definitivamente al gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata. En julio de 1816, Abascal entregó el bastón de mando del Virreinato del Perú al Teniente General Joaquín de la Pezuela, quien organizó las fuerzas realistas en el Alto Perú. San Martín también recibió el apoyo del jefe supremo de Chile, Bernardo O’Higgins, pero el proporcionado para el abastecimiento por el Intendente peruano de Cuyo, general José Toribio de Luzuriaga, fue determinante para el éxito de la misión. Luzuriaga también había dado un gran apoyo logístico a la Expedición Libertadora de Chile. Poco antes de la partida de la expedición al Perú, renunció a su cargo y se embarcó en ella. El 20 de agosto de 1820, la expedición libertadora levó anclas y llegó a la Bahía de Pisco el 7 de setiembre. La goleta Montezuma realizó un reconocimiento y al informarse que no había novedades, el convoy entró y ancló en Paracas, a tres leguas de Pisco. Al amanecer del día 8 de

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setiembre se inició el desembarco. Los primeros en pisar tierra peruana fueron el general San Martín, el almirante Cochrane y el coronel De Las Heras. Luego del reconocimiento del terreno, hicieron lo propio los batallones de Infantería No 11, No 2 y No 7 con 50 granaderos y 2 piezas de Artillería de montaña. L os patr iotas no encontraron ning una oposición pese a que a una milla de distancia, unos 80 soldados de tropa “veteranos del Ejército Virreinal” observaban la maniobra. Por la noche, el coronel De Las Heras ingresó a Pisco. El jefe español de esa plaza, coronel José M. Químper se había retirado hacia Ica llevándose bajo amenaza a todos los pobladores pisqueños. Entre el 9 y el 13 de ese mes continuaron las operaciones de desembarco hasta concluir. El cuartel general se estableció en Pisco y la tropa se escalonó entre el valle de Chincha y las haciendas aledañas. Enterados los patriotas peruanos de este desembarco, de inmediato se pusieron en contacto con San Martín para dar inicio a las acciones libertarias. Debemos añadir también, a los miles de

voluntarios que se presentaron en el cuartel general patriota luego del desembarco y que fueron dados de alta en el Ejército Libertador, con los que el general José de San Martín organizó, entre octubre de 1820 y febrero de 1821, las primeras unidades del Ejército del Perú, Escuadrón “Auxiliares de lca” y batallones “Cazadores del Ejército” y “Veteranos de Jauja”. Estos voluntarios procedían de las haciendas de Ica y de la sierra central o eran patriotas liberados por los virreinales. Luego de la proclamación de la Independencia del Perú, San Martín creó el 18 de agosto de 1821 la “Legión Peruana de la Guardia”, lo cual ha sido considerado el origen del Ejército del Perú; en razón que esta unidad y las que se habían organizado anteriormente pasaron a constituir la División Peruana del Ejército Libertador. Posteriormente, cuando Riva Agüero asume la presidencia del Perú, se plantea como objetivo organizar el Ejército del Perú Republicano, como una institución separada del Ejército Libertador. Para ello dispone que las operaciones de la guerra pasen a ser responsabilidad de nuestro Ejército, y que el Ejército Libertador se convierta en una fuerza aliada y auxiliar integrada por las divisiones de Chile y Argentina. Unos años después y tras el retiro de San Martín, el general Simón Bolívar llegó al Callao el 1 de setiembre de 1823 invitado por el Congreso, quien de inmediato procedió a reorganizar las fuerzas militares patriotas y conformó lo que denominó Ejército Unido Libertador. El grueso de sus efectivos lo componían peruanos y gran colombianos. Los primeros, ubicados básicamente entre Trujillo y Cajamarca, llegaban a un total de 8,051 hombres. Ese sería el Ejército que realizó las campañas de Junín y Ayacucho.

EL EJÉRCITO LIBERTADOR

Fuente: Archivo fotográfico del IEHEP.

El Ejército Libertador estaba organizado dentro de las normas militares europeas, específicamente francesas y españolas, y fue bajo estas normas que el Perú organizó también las

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SALUDAMOS AL EJÉRCITO DEL PERÚ EN CONMEMORACIÓN DE SU CENTÉSIMO NONAGÉSIMO SÉTIMO ANIVERSARIO

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primeras unidades del Ejército. En los ejércitos patriotas lógicamente predominaban más las ordenanzas españolas. Según éstas, los Ejércitos se componían de las siguientes armas: Infantería, Caballería y Artillería, y comprendían también cuerpos de Ingeniería. Tanto la Infantería como la Caballería se dividían en unidades de línea y unidades ligeras. En campaña o en tiempo de guerra tenían un comando, divisiones, brigadas, regimientos, batallones, escuadrones y compañías. El comando estaba a cargo de un General en Jefe y un Estado Mayor. Las divisiones podían tener unidades pertenecientes a una sola arma o ser combinadas, estaban estructuradas para moverse y operar aisladamente; además, cada división tenía su sector de operaciones, su objetivo y su misión. Entre setiembre y diciembre de 1820, las unidades au x iliares argent ino - chilenas incrementaron sus efectivos, de tal suerte que en enero de 1821 ya sumaban 6,648 hombres, es decir, que aproximadamente 2,500 peruanos integraban estas unidades, según la Revista de Comisario del 15 de ese mismo mes. En 1822, las fuerzas argentino - chilenas por diversas razones disminuyeron sus efectivos. Para entonces ambas fuerzas sumaban 3,273 hombres; 1,815 argentinos y 1,458 chilenos. Dent ro de la composición del Ejército Libertador también debemos considerar a las montoneras y guerrillas peruanas que jugaron un papel muy importante desde el comienzo de la guerra de independencia hasta su final. Unidas a las tropas regulares cumplieron diversas tareas y fueron verdaderas vanguardias ligeras del Ejército. El Ejército Virreinal también las empleó y encontramos a estas manifestaciones andinas presentes junto a la organización militar europea. Es así como compañías de honderos, galgueros y rejoneros (utilizan rejones) conviven con fusileros, granaderos y cazadores del ejército regular o de línea. En el siglo XIX las milicias campesinas, a las que los realistas llamaban despectivamente “montoneras”, dieron origen

a las guerrillas y sus operaciones a menudo se combinaron o vincularon con las del ejército regular, convirtiéndose en verdaderas fuerzas auxiliares.

ORGANIZACIÓN MILITAR El Ejército Aliado Libertador era un Ejército en campaña o de operaciones, organizado para la guerra de independencia del Perú y por lo tanto tenía un General en Jefe que fue el General Don José de San Martín, quien luego fue reemplazado por los generales Juan Gregorio de Las Heras y Rudecindo Alvarado sucesivamente. Contaba también con un Estado Mayor y con el Ejército de los Andes y el Ejército de Chile. El ent usiasmo de los per uanos por su independencia, convenció a San Martín que era imprescindible organizar a la población militarmente y si bien consideró prioritario formar cuerpos regulares o de línea, también se abocó a la formación de montoneras y guerrillas, a las que otorgó importancia estratégica en el desenvolvimiento de sus planes militares, porque sus integrantes estaban totalmente convencidos de la necesidad de culminar con la independencia y por ello su lealtad estaba asegurada. Había una organización y estrategia minuciosa de las guerrillas. Cada batallón o escuadrón de par t idas llevaba ga lg ueros, honderos, observadores, exploradores, auxiliares y espías para colectar ganado, vigilar cada movimiento del enemigo y comunicarlo a las otras guerrillas. Sin embargo, encontramos guerrillas con muy pocos efectivos y otras que excedían los cien hombres; y si bien era posible la unificación o separación de guerrillas por razones tácticas, en la etapa sanmartiniana el número base fue cien.

SISTEMA OPERATIVO ARMAMENTO Las tropas del Ejército Libertador estaban provistas de fusiles de chispa de fabricación inglesa o española, dotados de balas de 18

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Coronel José Antonio Álvarez de Arenales. Fuente: Archivo fotográfico del IEHEP.

Coronel Guillermo Miller. Fuente: Archivo fotográfico del IEHEP.

libras. Su alcance máximo era de 250 metros. Su difícil y complicado mecanismo hacía que su empleo fuera dificultoso y que demandara un tiempo muy largo para cargar y disparar. Una bayoneta se encajaba en la boca del cañón del fusil. La caballería disponía de sables, lanzas y pistolas; estas últimas las empleaba en el combate aproximado. La artillería maniobraba piezas de 1, 2, 3 y 4 libras, cuyo alcance medio era de 600 metros. Por el excesivo peso de los proyectiles no pudo transportarse muchas piezas durante las campañas de la independencia. EL PERSONAL

El personal del Ejército Libertador estaba conformado por generales, oficiales y tropa de los ejércitos de las Provincias Unidas del Río de la Plata y Chile. Estos ejércitos mantenían algunos grados vigentes en el Ejército Virreinal. Pero se daba preferencia a los títulos honoríficos,

como Generalísimo, Protector y Libertador. En la jerarquía argentino - chilena existían el Capitán General, Mayor General y el Coronel Mayor; mientras que los colombianos tenían Mariscales, Generales de División y Brigada. En 1823, el grado de capitán general fue derogado, estableciéndose que el grado máximo en nuestro Ejército era el de gran mariscal. Igualmente desapareció el grado de teniente 2°, pasando a denominarse teniente. RECLUTAMIENTO

Al iniciarse el proceso de culminación de nuest ra independencia, no f ue necesa r io aplicar un reclutamiento intensivo, porque desde la llegada de la Expedición Libertadora muchos peruanos de toda condición social se presentaron como voluntarios. Con ellos se incrementó notablemente el efectivo de las unidades argentinas y chilenas que habían venido en cuadro, y se dio inicio a la organización

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de las primeras unidades del Ejército del Perú. D u r a nte l a s pr i me r a s c a mp a ñ a s a l a sierra central, a órdenes del coronel José A ntonio Á lvarez de A renales, se procedió con el reclutamiento para continuar con la organización de unidades peruanas. C ont inua ndo con una v ieja cost umbre colonial, y de acuerdo con estas normas, se dispuso que los indígenas fueran destinados a la Infantería, los negros a la caballería y los mestizos a la artillería. Los requisitos y el tiempo de duración del servicio fueron los mismos que se usaron en la etapa virreinal. VESTUARIO

En el Ejército Libertador se utilizó el siguiente uniforme: La casaca, que tenía mangas hasta las muñecas y faldillas hasta las rodillas. Algunas casacas tenían solapas, otras no. El color del cuello, vueltas, solapas y los botones dependían de los distintivos del cuerpo. La chaqueta, que llevaba solapas y mangas, pero sin faldones. L legaba un poco más abajo de la cintura donde se ajustaba. El capote, especie de capa no muy ancha y con mangas para el abrigo y resistir mejor el agua. Se hacía de bayetón y se entregaba a la Infantería. El morrión, armadura para proteger la cabeza. En la Infantería se confeccionaba de piel de oso, de fieltro, y suela charolada, dependiendo de las características de la unidad. Llevaba una chapa de metal donde se inscribía el nombre del cuerpo y su número en la línea. Los botines, cubrían las piernas y la parte superior del calzado. Se usaba tanto en la Infantería como en la Caballería. A l organizarse la Legión Peruana de la Guardia, su uniforme, según el coronel Guillermo Miller, jefe del batallón, “era azul, con cuello y vueltas encarnadas, barras y vivos blancos. Los granaderos tenían gorras de piel de oso, los cazadores gorros parecidos a los que llevan los riflemen, o negrillos ingleses, y los fusileros morriones a la francesa”.

El azul que se usaba por aquellos años era el llamado azul turquí, que no es el tono turquesa, que actualmente se ha dado al Batallón de la Legión Peruana, sino un azul oscuro. En el Archivo Histórico Militar hay una muestra de tela azul turquí que pese a los años transcurridos, aún mantiene su textura y color.

CAMPAÑAS DEL EJÉRCITO LIBERTADOR Al momento del desembarco de las fuerzas patriotas en Paracas, los efectiv os del Ejército Virreinal al mando del virrey Joaquín de la Pezuela ascendían a 23,000 hombres, en donde Lima y el Callao tenían en sus cuarteles 7 mil efectivos.

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Desembarco del General José de San Martín en Pisco. Fuente: Archivo fotográfico del IEHEP.

PRIMERA EXPEDICIÓN A LA SIERRA CENTRAL (1820)

Así, el 4 de octubre ordenó al general Álvarez de Arenales iniciar la 1ra expedición a la sierra central. Tenía como misión: Insurreccionar a los peruanos simpatizantes con la causa libertaria y propagandizar estas ideas en la sierra central. Atacar a la división realista del coronel Químper, que estaba replegada en Ica. Pene t r a r a l a sier r a y ap o der a r s e de Huancavelica y Huamanga. Interponerse entre el Ejército Realista de Lima y del Alto Perú. Establecer en el valle de Jauja el cuartel general de la División Álvarez de Arenales, para

controlar esa región y cubrir todos los caminos a Lima. Establecer en la sierra central, por sus condiciones óptimas para el abastecimiento, una zona de repliegue para el Ejército Libertador, en caso de que sus operaciones por el norte de Lima fracasaran. El 5 de octubre, la División Álvarez de Arenales sale del cuartel general de Pisco rumbo a Ica. Las fuerzas virreinales se retiraron y los patriotas ocuparon la ciudad, donde permanecieron 15 días y luego de proclamar su independencia se dirigieron a la sierra central. En Ica quedó una pequeña guarnición a órdenes del teniente coronel Francisco Bermúdez, con la misión de formar una División Peruana, la misma que

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Proclamación de la Independencia. Fuente: Archivo fotográfico del IEHEP.

constituyó el inicio del Ejército del Perú. Arenales llegó a Huamanga el 1 de noviembre y en esa ciudad organizó guerrillas y también formó la compañía de milicianos “Movimiento Cívico de Huamanga”, a la cual dotó de armas. Mientras tanto, San Mar t ín, en Pisco, dispuso que una parte de las tropas efectuaran movimientos simulados para dar la impresión que se iniciaba la marcha por Cañete. Al mismo tiempo, ordenó que el grueso del Ejército y la Escuadra se trasladaran al norte de Lima. El 29 de octubre se presentó en el Callao, rumbo al norte, la Escuadra. Una parte de ella, a órdenes de Lord Cochrane quedó en el puerto y en audaz acción se apoderó de dos lanchas cañoneras y de la fragata de guerra española Esmeralda, dotada de 40 cañones. Después de este éxito, el cuartel general fue trasladado a Huaura. Cuando el Virrey supo que la Expedición Álvarez de Arenales estaba en Tarma, envió un destacamento a órdenes del brigadier O’Relly con la misión de impedir el avance patriota y ocupar Cerro de Pasco. Arenales decidió enfrentarlos y se dirigió a Pasco.

Los realistas se encontraban parapetados en los linderos de la población. Contaban con 1,300 hombres y dos piezas de Artillería. Arenales, informado de la posición del enemigo, resolvió atacarlos. Para ello ubicó a sus tropas en las alturas que dominaban el pueblo, formando tres columnas y llevando su artillería al brazo. La batalla de Cerro de Pasco se realizó el 6 de diciembre y se decidió a favor de los patriotas. Los virreinales tuvieron 58 muertos. 19 heridos y 343 hombres entre oficiales y tropa fueron hechos prisioneros, entre ellos el coronel Andrés de Santa Cruz y el entonces teniente Ramón Castilla, quienes posteriormente manifestaron sus deseos de servir a la causa patriota. Las fuerzas de Arenales tuvieron un oficial, 12 heridos y 4 soldados muertos; tomaron 22 piezas de Artillería, 360 fusiles, numerosos pertrechos y quedaron dueños de Cerro de Pasco, facilitándose así la comunicación con su cuartel general. El triunfo de Cerro de Pasco es el primero del Ejército Libertador en territorio peruano y causó gran entusiasmo entre los seguidores de la causa patriota. San Martín decretó medallas

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para los vencedores con la inscripción “Yo soy de los vencedores de Pasco”, y llamó a la División de Arenales: “División Libertadora de la Sierra”. Una junta de guerra reunida en Aznapuquio, el 29 de enero de 1821, depondría al Virrey y nombró en su lugar al general José de La Serna, que de inmediato fue reconocido por la oficialidad. El nuevo Virrey nombró al general Canterac como General en Jefe del Ejército Virreinal, y como Jefe de Estado Mayor al coronel Jerónimo Valdez. Asimismo decidió reconcentrar parte de sus fuerzas en la sierra central, aprovechando que Álvarez de Arenales se había retirado a Huaura, en enero de 1821. SEGUNDA EXPEDICIÓN A LA SIERRA CENTRAL (1821)

El comando patriota organizó, entonces, una nueva expedición a esa región para conservar su control, que tenía gran importancia estratégica. Poco antes de la salida de esta expedición se envió a las provincias intermedias de la costa una pequeña división de 500 hombres al mando del coronel Guillermo Miller, con la misión de distraer a las fuerzas virreinales e impedir su comunicación con el sur. El general Á lvarez de Arenales salió de Huaura el 21 de abril de 1821. Su división estaba conformada esta vez por 2,200 hombres de los cuerpos siguientes: Batallón Numancia, Batallón N° 7 de Los Andes, Batallón Cazadores del Ejército, Regimiento Granaderos a Caballo de Los Andes y 4 piezas de montaña servidas por un destacamento de Artillería. Jefe del Estado Mayor Divisionario fue nombrado el coronel Agustín Gamarra, quien se les unió en Oyón con una fuerza peruana de 500 hombres. Los patriotas permanecieron en esa localidad 15 días. Al recibir la noticia de la proximidad de los patriotas, los realistas emprendieron el regreso a Lima, dejando en Cerro de Pasco una pequeña div isión a órdenes de Carratalá. Durante su regreso los realistas fueron duramente castigados por las guerrillas patriotas de Quiroz, Elguera, Navajas y Vidal, quienes así vengaban

las crueldades cometidas por los virreinales en esa zona. Cuando llegaron a Lima, sus fuerzas estaban desmoralizadas y maltrechas. No olvidemos que habían quemado el pueblo de Concepción donde destacaron, por su heroísmo Las Toledo, madre e hijas quienes se opusieron al avance español cortando el puente de esa ciudad. Los patriotas salieron el 9 de mayo con destino a Cerro de Pasco para enfrentar a Carratalá, pero éste emprendió una rápida huida. Cuando Arenales organizaba un contundente ataque en su contra, llegó la noticia del armisticio pactado entre las fuerzas patriotas y virreinales en las conferencias de Punchauca. De esta forma Carratalá se salvó de ser destruido. Arenales, establecido en Jauja, se dedicó a continuar la instrucción de sus tropas y analizar el resultado de sus acciones, llegando a la conclusión que “el Ejército Libertador y todas las operaciones se debían trasladar a la sierra”. El virrey La Serna y su Estado Mayor eran de la misma opinión. RETIRADA DEL EJÉRCITO VIRREINAL DE LIMA Y PROCLAMACIÓN DE LA INDEPENDENCIA

Dentro del marco de las conferencias de Punchauca, celebradas entre mayo y julio de 1821, se reunieron parlamentarios patriotas y virreinales y luego se entrevistaron el general San Martín y el virrey La Serna. En esta entrevista contrastó la reserva del Virrey con la franqueza de San Martín, quien expuso su propósito de solicitar un príncipe español para establecer una monarquía independiente en el Perú, llegando incluso a ofrecerle a La Serna la regencia mientras llegaba dicho príncipe; el Virrey respondió que no tenía instrucciones para tal asunto. Las conferencias de Punchauca se prolongaron más de lo necesario, y el Virrey, aprovechando la tregua, decidió abandonar Lima, que estaba bloqueada por mar y continuaba cercada por las guerrillas que se movilizaban por Lurigancho, Lurín y Chilca. Además, una avanzada patriota a órdenes de San Martín se ubicó en Ancón.

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Entonces, la presencia realista en Lima se tornó precaria, los alimentos escaseaban y si bien sus efectivos ascendían a 6,000 hombres, de ellos 1,000 estaban enfermos y el plan del Virrey era dejarlos en los hospitales bajo la protección patriota; 2,000 quedarían en los castillos del Callao, donde estaba el parque y con los 3,000 restantes decidió dirigirse a la sierra. Al quedar libre la capital, se levantó el asedio y las guerrillas se dedicaron a hostigar la retirada realista. La noche del 9 de julio una división patriota, entre aplausos y vivas del vecindario, ocupó Lima. Al día siguiente, San Martín hizo su entrada y estableció su cuartel general en Mirones, dio por concluida la participación patriota en la conferencia de Punchauca y ordenó el regreso a Lima de las divisiones de Arenales y Miller. El 15 de ese mes convocó a un cabildo abierto donde el pueblo de Lima se pronunció por la independencia. El sábado 28 de julio proclamó la Independencia del Perú cumpliendo con el clamor de los peruanos que desde antes de su llegada se habían pronunciado por la causa de la Libertad. El 3 de agosto se organizó el gobierno del Perú Independiente. San Martín asumió las funciones de Protector del nuevo Estado.

EJÉRCITO DEL PERÚ REPUBLICANO E INDEPENDIENTE COMPOSICIÓN

Po c o a n t e s d e l d e s e m b a r c o l l e gó a l Per ú Francisco Vida l para rea lizar labor propagandística en favor de la independencia. Lo acompañaban Manuel Flores, Lorenzo Valderrama, Tomás Landa, José María Pagador, Nicolás González y el capitán Pablo Zorrilla, quien falleció al zozobrar la goleta “La Terrible”, donde viajaban. Estos peruanos cumplieron con éxito su labor, de tal manera que el Virrey puso precio a sus cabezas. Muchos de los ya nombrados desembarcaron en Paracas, el 8 de setiembre de 1820. A ellos

debemos añadir también los nombres del teniente Juan Velasco, N. Turgay, Juan Iladoy, Pedro José Cornejo, Agustín Lerzundi, al sargento mayor Juan Franco Silva y a Toribio de Luzuriaga, quien fue el primer peruano en alcanzar el alto grado de Gran Mariscal del Perú. También debemos mencionar a gran número de esclavos que llegaron como voluntarios al campamento de Pisco, solicitando ser dados de alta en los cuerpos patriotas. San Martín escogió a los más aptos y fogueados para integrar las unidades del Ejército Libertador que no habían completado sus efectivos. Con ellos llegó el Regimiento de Caballería de las milicias de Chincha, integrado por 7 oficiales y 700 morenos armados, que habían desertado del Ejército Virreinal y pasaron a integrar los Batallones N° 7 y 8 de los Andes y las unidades chilenas que estaban sólo en cuadro. Posteriormente se presentaron 3,000 esclavos, de los cuales se escogió 1,000 para ser incorporados a la Caballería. A los dueños de estos esclavos, el Libertador ordenó indemnizarlos para demostrar su respeto por la propiedad privada. Asimismo, se presentaron 700 indígenas de Chincha encabezados por su cacique y pidieron ser dados de alta en el ejército patriota. Entre ellos se escogió 50 para entrenarlos en la Infantería y al resto se les pidió regresar a sus campos a continuar con sus labores agrícolas, porque se consideró que con esa tarea también se prestaba servicios a la patria. Chincha era una buena despensa para el abastecimiento del Ejército Libertador. También debemos añadir el paso de las milicias realistas al lado patriota, como sucedió con el batallón Numancia el 3 de diciembre de 1820. A l calor de la Expedición Liber tadora, numerosos pueblos peruanos proclamaron su independencia. Así lo hizo Guayaquil el 9 de octubre de 1820; el 21 lca: a comienzos de noviembre. Huamanga: el 29 del mismo mes, Tarma; el 15 de diciembre, Huánuco; Lambayeque, el 27; y 29 del mismo mes, Trujillo; Piura el 4 de enero de 1821; el 6, Cajamarca; y

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el 7, Tumbes. Mientras tanto. Jaén y Maynas proclamaron su independencia el 4 de junio; y Chachapoyas el 6 de ese mes; la ciudad del Triunfo de Santa Cruz de los Motilones, Fuerte de Lamas y los pueblos de Tarapoto y Cumbaza lo hicieron en agosto; y Saposoa el 10 de setiembre.

ORGANIZACIÓN DE LAS PRIMERAS UNIDADES PERUANAS San Martín al ver el entusiasmo y apoyo total que recibía de los peruanos, que en gran número llegaban al cuartel general de Pisco pidiendo ser dados de alta en el Ejército Libertador, decidió organizar con ellos las primeras unidades peruanas. Como primera medida, el 21 de octubre firmó el decreto de creación de la Bandera del Perú, para que los peruanos, que comenzaban a organizarse militarmente, tuvieran un símbolo patrio que defender y bajo el cual combatir.

LA LEGIÓN PERUANA DE LA GUARDIA La “Legión Peruana de la Guardia” tuvo un batallón de Infantería al mando del coronel Guillermo Miller: dos escuadrones de Caballería, llamados Húsares, a órdenes del coronel Federico Brandsen; y también se le consignó una compañía de Artillería volante o ligera de cien plazas a órdenes del capitán José Álvarez de Arenales. La “Legión Peruana” y las unidades creadas desde 1820, constituyeron el Ejército del Perú, y con este nombre figuran en el dispositivo del Ejército Libertador, según la Revista de Comisario de setiembre de 1821.

ORGANIZACIÓN MILITAR Formación de otras unidades peruanas A fines de 1821 el Ejército Libertador se orga n i zaba en d iv isione s ag r upad a s por nacionalidades, y ya se incluía al Ejército del Perú con sus unidades organizadas desde 1820:

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E J É RC I T O A RGE N T I NO : B at a l lón Numancia, Batallón N° 7, Batallón N° 8, Batallón N° 11, Regimiento Granaderos a Caballo. EJÉRCITO CHILENO: Batallón N° 2, Batallón N° 4, Batallón N° 5, Batallón de Artillería. EJÉRCITO DEL PERÚ: Btn Cazadores del Ejército, mando de Tte Crl Ramón Herrera Btn Cazadores del Perú, Crl Agustín Gamarra Regimiento de Húsares de Escolta, Tte Crl Eugenio Necochea - 1 er Escuadrón, Sgto My Isidoro Villar - 2do Escuadrón, Sgto My Pedro Raulet Btn Legión Peruana, Crl Guillermo Miller Btn Trujillo, Crl Luis Urdaneta Btn Piura, Tte Crl Francisco Villa Btn Ica, Tte Crl Juan Pardo de Zela Escuadrón Cazadores a Caballo del Perú, Tte Crl Antonio Sánchez Escuadrón Granaderos a Caballo del Perú, Tte Crl Félix Aldao Escuadrón Lanceros del Perú, en formación. Organización del Ejército del Perú de acuerdo a la Constitución de 1823 A inicios de 1823, la composición de las tropas peruanas, tanto de veteranos como de nueva creación, era la siguiente: Infantería: Batallón Cazadores del Ejército, Regimiento Legión Peruana (de dos batallones), Batallón No 2 del Perú (Trujillo), Batallón N° 3 (Ica), Batallón No 4 (Piura). C aba l le r í a: Reg i m iento de Hú sa re s, Escuadrón Dragones de San Martín. Artillería: Compañía Volante del Perú. Ingeniería: Cuerpo de Ingenieros. En Trujillo se conformó con peruanos una División de Reserva, en el orden siguiente: Infantería: Batallón No 1 del Perú y Batallón Huánuco. Caballería: 4to Escuadrón de Húsares de la Legión Peruana y Escuadrón Cazadores a Caballo del Perú. La der rota de la pr imera ex pedición a Puertos Intermedios determinó que el Congreso

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nombrara al coronel José de la Riva Agüero como Presidente de la República. Asumió el mando el 1 de marzo de 1823 y de inmediato se dedicó con firmeza y notorio empeño a organizar un Ejército netamente nacional y que pudiera afrontar los rigores de una dura campaña contra los virreinales que estaban ganando posiciones ventajosas. Sus primeras medidas se encaminaron a nombrar el 4 de marzo de 1823 al general de división Santa Cruz, como General en Jefe del Ejército del Perú. Nosotros consideramos este hecho como la partida de nacimiento de nuestra institución, porque a partir de este nombramiento se constituyó un comando peruano separado del Ejército Libertador. Venciendo obstáculos, el Ejército del Perú estaba en mayo de 1823 listo para entrar en campaña. Tenía 5,095 hombres de tropa organizados así: Batallón Cazadores del Ejército, 1er Batallón del Regimiento de Infantería N° 1, 1er Batallón del Regimiento de Infantería Legión Peruana, Batallón N° 2, Batallón N° 3, Batallón

General Simón Bolívar. Fuente: Archivo fotográfico del IEHEP.

N° 4, Batallón N° 6, Regimiento Húsares de la Legión, Escuadrón de Lanceros del Perú y una Brigada de Artillería. El Ejército de Reser va totalizaba 3,000 hombres y se componía de: 2do Batallón del Regimiento de Infantería N° 1, 2do Batallón del Regimiento de Infantería Legión Peruana, Batallón N° 5, Escuadrón Dragones de San Martín. Mientras tanto, en abril, llegaron fuerzas auxiliares de la Gran Colombia, en virtud del tratado celebrado por Riva Agüero. Poco después, el 11 de mayo, arribó a Lima el general Antonio José de Sucre, enviado para preparar la venida del general Simón Bolívar al Perú. Ese mes el Ejército del Perú inició la segunda expedición a Puertos Intermedios. Aprovechando que en Lima quedó una reducida fuerza, las tropas de Canterac avanzaron sobre la capital. Frente a esto, el gobierno, el Ejército de Reserva y las fuerzas auxiliares extranjeras se retiraron al Callao. Los realistas ocuparon Lima y permanecieron en ella durante un mes. Luego

Representación de Húsares de Junín. Fuente: Archivo fotográfico del IEHEP.


de su salida, los patriotas regresaron a Lima. El Presidente decidió trasladarse a Trujillo junto con el Ejército de Reserva, entonces el Congreso aprovechó esta coyuntura para invitar a Bolívar a venir al Perú. Bolívar llegó al Perú el 1 de setiembre de 1823 y una de sus primeras medidas fue reorganizar el Ejército del Perú y disminuir el número de sus unidades y efectivos. Encomendó esa tarea al general José de La Mar, a quien nombró General en Jefe de nuestras fuerzas.

EL EJÉRCITO UNIDO LIBERTADOR COMPOSICIÓN

El Ejército Unido fue organizado por Bolívar sobre la base de las unidades que quedaban del Ejército Libertador, del Ejército del Perú Republicano y de las Fuerzas Auxiliares de la Gran Colombia. Antes de iniciar la Campaña de Junín, el Ejército Unido ascendía a 8,051 hombres. Según los reglamentos de la época, se llamaba Ejército Unido al formado con tropas de dos o más potencias, combinando de antemano un plan de campaña.

El Ejército del Perú luego de la reorganización, sería fusionado con las fuerzas gran colombianas. ORGANIZACIÓN MILITAR

En enero de 1824, el Ejército del Per ú estaba en pleno proceso de reorganización y se concentraba en la región comprendida entre Cajamarca y Huamachuco. Su efectivo ascendía a 3,000 hombres que se incrementó con reclutas de Trujillo, Huánuco y Jauja. Las nuevas disposiciones desecharon la organización de la Infantería en regimientos de dos batallones y de la Caballería en escuadrones sueltos. La Infantería quedó organizada en batallones de 4 ó 6 compañías. El número de hombres por compañía fluctuaba entre 90 y 100 soldados. De todos los batallones de Infantería que se organizaron entre 1820 y 1823 sólo quedaron en pie el Batallón Legión Peruana y el Batallón de Infantería N° 1 del Perú. Los Batallones No 2 y N° 3 se organizaron con el aporte de tropa fogueada, veterana y bien instruida. En agosto de 1824 el Ejército Unido tenía el dispositivo de batalla siguiente: Director de la Guerra, General Simón Bolívar. General en Jefe, General Antonio José de Sucre.

Batalla de Ayacucho 9 de diciembre de 1824. Fuente: Archivo fotográfico del IEHEP.

Fuente: Compendio de Historia Militar General del Perú, del Instituto de Estudios Históricos del Ejército del Perú

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Jefe de Estado Mayor, General Agustín Gamarra. División Peruana (Infantería), General José de La Mar Batallón Legión Peruana Batallón No 1 Batallón No 2 Batallón No 3 1ra División de Colombia, General Jacinto Lara. Batallón Vargas Batallón Vencedor Batallón Rifles 2da División de Colombia, General José María Córdoba. Batallón Bogotá Batallón Voltígeros Batallón Pichincha Batallón Caracas

CAMPAÑA DE JUNÍN A mediados de 1824, el Ejército Unido estaba listo para iniciar operaciones; tenía como General en Jefe al general Antonio José de Sucre y como Jefe de Estado Mayor al general Agustín Gamarra, reconocido como buen organizador y táctico. Bolívar por su parte, el 6 de agosto tomó el camino que sigue hacia el pueblo de Reyes, hoy Junín, con el propósito de cortar la retirada de Canterac y adelantó su Caballería. El encuentro de las caballerías se produjo en Chacamarca; los jinetes virreinales atacaron con gran ímpetu, sorprendiendo a los patriotas y produciendo una situación muy confusa, por lo que casi todos los escuadrones patriotas emprendieron la retirada. Entonces Bolívar se dirigió a Reyes y Miller inició el repliegue a San Pedro de Cajas, en tanto que los jinetes enemigos atacaban a los escuadrones patriotas que iniciaban el retroceso. C u a ndo l a v ic tor i a pa r e c í a f avor e c er def initivamente a la Caballer ía v irreinal, intervino providencialmente el 1er Escuadrón

del “Regimiento Húsares del Perú”, que debía retirarse para no verse comprometido en la derrota. Este escuadrón era conducido por el comandante argentino Isidoro Suárez, transmitió la orden el sargento mayor peruano Andrés Rázuri, quien apreciando que atacando por la retaguardia podía obtenerse una gran ventaja, sugirió a Suárez dicha acción. Así se hizo y la caballería realista, sorprendida, se desordenó y tuvo que retirarse por el camino que conduce a Tarma, transformándose así la derrota en victoria patriota, gracias a la decidida acción de los “Húsares del Perú”. Las acciones en el campo de Junín duraron 45 minutos y se empleó únicamente el sable y la lanza. Enterado de esta sorpresiva victoria, Bolívar cambió el nombre del “Regimiento Húsares del Perú”, por el de “Regimiento Húsares de Junín”, que aún conserva. Esta victoria fue decisiva para la causa patriota, porque restó fuerzas a su efectividad material y produjo total desmoralización entre los virreinales. Los soldados patriotas, por el contrario, fortalecieron su moral y redoblaron esfuerzos y los peruanos c ont r ibuyeron c on mayor ent u sia smo a l sostenimiento de las tropas libertarias.

CAMPAÑA DE AYACUCHO El 8 de diciembre, el Ejército Patriota se ubicó en la Pampa de la Quinua, mientras que el Ejército Virreinal ocupó las alturas del Condorcunca. Una partida de guerrilleros que llegaba al campamento patriota, de refuerzo, fue sorprendida por avanzadas virreinales, encontrando la muer te su jefe, el coronel Marcelino Carreño. El 9 de diciembre de 1824, ambos Ejércitos se enfrentaron en la célebre Batalla de Ayacucho. El Ejército Unido formaba en dos líneas: en la primera, a la izquierda, estaba ubicada la División Peruana al mando del general La Mar y una pieza de Artillería; al centro, la Caballería colombiana comandada por el general Miller; y a la derecha, la Primera División Colombiana

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a órdenes del general Córdova. La Reserva la formaban la Segunda División Colombiana y el Regimiento de Húsares de Junín. Luego de tres horas de combate, el virrey La Serna, que comandaba personalmente sus fuerzas, resultó herido, mientras que 1,400 de sus hombres murieron; las bajas patriotas sumaron 300 muertos. El Virrey fue hecho prisionero y el general Canterac asumió el mando de las fuerzas realistas. Desde este alto cargo, representó al Virrey en la firma de la “Capitulación de Ayacucho”, que puso fin a 300 años de dominación española del Perú y América. Enterado del triunfo, Bolívar dispuso que las unidades que participaron en la batalla llevaran junto a su nombre el título de “Glorioso” y declaró a los oficiales y soldados del “Ejército Unido Libertador” como “Beneméritos en grado eminente”.

EL EJÉRCITO EN LA VIDA REPUBLICANA, SIGLO XIX Los conservadores buscaban el apoyo de militares “autoritarios” para organizar gobiernos fuertes y poner orden, mientras que los liberales buscaban personajes más acordes con sus principios de defensa de las libertades ciudadanas, para tratar de disminuir el “protagonismo político” de los militares, aunque con ello debilitaran al Ejército y lo pusieran en desventaja frente a las amenazas externas. Estas diferentes posturas se reflejaron en las constituciones que ambos grupos redactaron. Los cambios ocurridos entre 1842 y 1866 en la estructura del Estado modificaron sustancialmente al país. El mariscal Ramón Castilla se mostró particularmente interesado en preservar a la nación de los peligros externos. Por ello, comprendiendo el real significado de la Defensa Nacional, convirtió al Perú en una potencia económica y militar dentro del contexto sudamericano. La compra de armamento y naves para el Ejército y la Marina de Guerra permitieron al Perú enfrentar con éxito las agresiones externas. Por ejemplo en 1872 Manuel Pardo, representante del Partido Civilista, ganó las elecciones y fue

proclamado Presidente de la República. Pero en estos años la crisis se agudizó. Factores tanto de índole interna como internacional influyeron en ello, y los empréstitos que realizaron los diversos gobiernos durante este periodo fueron indiscriminados. Sin embargo, la difícil situación económica no fue lo más característico en este periodo, sino la actitud de Pardo frente al Ejército. Su planteamiento político estaba encaminado a minimizar la participación de los militares en la vida política del país. Pardo no comprendió que un gobernante debe anteponer los intereses nacionales a los partidarios, debilitó a la institución, para evitar un golpe militar en momentos en que Chile estaba comprando armamento y naves en Europa a fin de alcanzar su ansiada hegemonía en el Pacífico Sur. Así, esta situación se convierte en la principal crítica al gobierno de Pardo. En estos años el Ejército alcanzó un efectivo que apenas llegaba los 2,225 hombres, y las unidades quedaron reducidas a tres de Infantería, dos de Caballería y dos de Artillería. Y si bien hubo compra de armamento, éste resultó inapropiado. Mariano Ignacio Prado sucedió a Pardo y siguió el mismo patrón liberal de su antecesor, pero respecto al Ejército intentó recuperar en algo la antigua composición y fuerza, para lo cual elevó el efectivo y activó nuevas unidades, pero no fue suficiente porque la guerra le impidió continuar con esta recuperación.

EVOLUCIÓN HISTÓRICA E INSTITUCIONAL DEL EJÉRCITO EN EL SIGLO XIX Finalizada la guerra de independencia, la institución comenzó el Periodo Inicial de su evolución histórica, que va de 1825 a 1841. En estos años el Ejército aprueba sus primeros reglamentos orgánicos (1825 y 1827) y define su misión constitucional. Asimismo, debemos resaltar que el 30 de enero de 1830 se inauguró la primera Escuela Militar, que funcionó en un ambiente del Convento de San Pedro (calle de los Estudios). Ese

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año se aprobó, también, el primer “Reglamento de Uniformes del Ejército”, que en sus normas generales estuvo vigente todo el siglo XIX; y en 1939 el primer “Reglamento de Contabilidad Militar”, que tuvo larga vigencia en el Ejército. En este periodo la historia del Ejército se funde con la de la naciente república. Los acontecimientos históricos influirán decisivamente en su evolución institucional, fortalecerán sus características generales y las bases de su organización, convirtiéndolo, además, en un elemento integrador de la nacionalidad. El Ejército emprendió las campañas por la reintegración territorial en 1828 y 1829, y en los momentos de peligro salvó la soberanía e independencia de la patria. En los años de 1842 y 1866, el Ejército inició un periodo de consolidación institucional, alcanzó mayor estabilidad y estuvo adecuadamente implementado. Como resultado de ello, el Perú se convirtió, por ese entonces, en la primera potencia militar de Sudamérica. Así pudimos preservar nuestra soberanía nacional frente a las amenazas ecuatorianas y españolas, además de otros peligros que desde siempre han amenazado al Perú por su posición estratégica dentro del ámbito sudamericano. En 1866 enfrentamos en otra guerra a España, que ambicionaba recuperar sus antiguas colonias americanas. Usando como pretexto el incidente de Talambo, esta nación se apoderó de las islas guaneras de Chincha. En un inicio el gobierno presidido por el general Juan Antonio Pezet quiso solucionar el incidente por la vía pacífica, pero de antemano envió a Europa una comisión, presidida nuevamente por el coronel Bolognesi, encargada de comprar armamento para el Ejército y otra para adquirir la fragata Independencia, las corbetas Unión y América y el Monitor Huáscar, que llegaron al Callao después del combate del Dos de Mayo de 1866. Este glorioso triunfo peruano consolidó la independencia de América y demostró la capacidad combativa de nuestro Ejército y la entrega de nuestro pueblo a la causa de la Defensa Nacional. Luego de la guerra con España, el Ejército, entre los años de 1867 a 1879, entró en un periodo

de desactivación, principalmente en efectivos, renovación y reabastecimiento logístico. Factores políticos fueron determinantes para ello.

CAMPAÑAS BÉLICAS Las campañas que acontecieron en este periodo fueron: A Bolivia, 1828. Gran Colombia 1829. Durante la confederación Perú-Bolivia, 1839. Con Bolivia nuevamente en 1841. Ecuador 1858.1860. El combate del Callao (02MAY1866). Sobre este acontecimiento, a las 11.45 de la mañana del Dos de Mayo, la escuadra española inició el bombardeo del puerto y baterías del Callao. Nuestros artilleros respondieron enérgicamente y con notable eficacia. Antes de las 5.00 de la tarde la flota española estaba seriamente averiada y se retiró a la isla San Lorenzo. Durante la acción murieron 54 combatientes y el coronel José Gálvez, Secretario de Guerra y Marina, quien dirigía las acciones desde el Torreón de La Merced en la fortaleza del Real Felipe. Esta victoria peruana puso fin a las pretensiones españolas de recuperar sus antiguas colonias y selló definitivamente la independencia americana.

LA GUERRA CON CHILE (1879-1883) Inmediatamente después que Chile nos declaró la guerra se dispuso el bloqueo del puerto de Iquique. El Ejército del Sur, que tenía como General en Jefe al general Juan Buendía, incluía cuerpos de línea, gendarmería de Puno y Arequipa, guardias nacionales y milicias voluntarias. Estaban distribuidos entre Mollendo, Tacna, Arica, Tarapacá e Iquique.

DESEMBARCO EN PISAGUA En Pisagua había un pequeño destacamento al mando del coronel Isaac Recavarren, formado por 200 guardias nacionales, 50 artilleros y dos cañones ubicados al norte y al sur de la bahía.

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Recibió como refuerzo el batallón peruano Independencia con 397 hombres y el boliviano Victoria con 498 hombres. En total 1,145 efectivos para defender la plaza. El ejército chileno se concentraba en Atacama con 10,000 hombres y 30 cañones. El 2 de noviembre de 1879 se inició el desembarco en territorio peruano, el que fue frustrado varias veces pese a la desventaja numérica de los aliados. Luego de ocho horas de desigual combate, los chilenos vencieron la resistencia de los defensores iniciando de inmediato el desembarco. Entonces la resistencia se trasladó a las calles, donde el combate fue igualmente intenso, pero la superioridad numérica de los chilenos les permitió tomar la ciudad, que fue incendiada luego de 7 horas de lucha.

BATALLA DE SAN FRANCISCO El día 19 llegaron a las faldas del cerro San Francisco (Dolores), donde los chilenos ocuparon sus posiciones con 6,000 hombres, pero además tenían en Jazpampa 3,000 hombres y 5,500 más

entre Hospicio y Pisagua. Los aliados decidieron esperar al General Daza para iniciar el ataque, pero recibieron la noticia de su retirada; entonces el comando pospuso el ataque para el día siguiente y preparó un nuevo plan. A las 3 p.m., un disparo imprevisto desencadenó la batalla. Los jefes peruanos lograron reordenar sus fuerzas y desalojaron a la Artillería chilena desde las alturas, apoderándose de algunas piezas. En esta acción murió el teniente coronel cusqueño Ladislao Espinar, quien estaba al frente del batallón Zepita. Sin embargo, estos esfuerzos no impidieron una apurada retirada. En esta operación las fuerzas aliadas perdieron el rumbo debido a la difícil camanchaca, por lo que recién el 22 de noviembre llegaron a Tarapacá. Las bajas aliadas ascendían a 300 y las chilenas a 250. Aparte del valiente Comandante Espinar, murieron en esta acción los capitanes José Alfaro y Manuel Prieto y los subtenientes Mariano Araujo Palma y Bernardo Godoy. Consecuencia de esta fallida operación fue la pérdida de gran cantidad de piezas de Artillería.

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Batalla de Tarapacá 27 de noviembre de 1879. Fuente: Archivo fotográfico del IEHEP. INSTITUTO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DEL EJÉRCITO DEL PERÚ

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BATALLA DE TARAPACÁ Los chilenos establecieron su cuartel general en Dolores y formularon un plan ofensivo contra las fuerzas aliadas de Tarapacá, que consistía en rodearlas y atacarlas desde los cerros que circundaban aquella población. Al amanecer del 27 de noviembre, un total de 3.900 chilenos iniciaron el desplazamiento para ocupar sus posiciones. Pero sus movimientos fueron descubiertos por arrieros que dieron la voz de alarma. De inmediato las tropas peruanas ganaron las alturas y se dispusieron al combate. Lo hicieron con tal energía que rápidamente cercaron las entradas a la quebrada. Por el oeste la división de Cáceres, hizo retroceder a la división chilena que operaba en este sector. Por la quebrada de Huarisaña, la división de Bolognesi también rechazó las incursiones del enemigo. A las 3 p.m. llegaron a Pachica las divisiones primera y de vanguardia y con su refuerzo el triunfo peruano fue contundente. Después de nueve horas de combate, los chilenos huyeron desordenadamente. Las bajas peruanas fueron de 236 muertos y 337 heridos, en tanto las chilenas alcanzaban a 758 entre muertos y heridos y 56 prisioneros. Los peruanos tomaron 8 cañones y otro material de artillería, pero por falta de transporte no pudieron ser conducidos a Arica y tuvieron que enterrarlos.

BATALLA DE LOS ÁNGELES En Moquegua se encontraba la primera división del Segundo Ejército del Sur, con 1,300 hombres al mando del coronel Andrés Gamarra. Se componía de los batallones Grau, Granaderos del Cusco, Canas, Canchis y la Columna Gendarmes de Moquegua. Para enfrentar estas fuerzas el comando chileno envió un destacamento con 5,000 hombres. Las fuerzas peruanas ocuparon el cerro Los Ángeles en las alturas de Moquegua, posición considerada inexpugnable. El 22 de marzo las fuerzas enemigas atacaron el cerro por todos los frentes, sorprendiendo a los peruanos, que se replegaron a Ilabaya.

BATALLA DE TACNA Las tropas del ejército aliado (Perú y Bolivia) sumaban 10,950 hombres. Las tropas aliadas ocuparon la meseta de Intiorco, al norte de Tacna, en una posición que se extendía por 2,000 metros. Esta línea defensiva fue denominada “Alto de la Alianza”. Los chilenos, que sumaban 13.500 hombres y contaban con 40 cañones, se encontraban en Sama, y el 22 de mayo realizaron un reconocimiento de las posiciones peruanas. El 25 de ese mes ocuparon Quebrada, a 10 kilómetros de la posición peruana. El ataque lo iniciaron los aliados en la madrugada del 26 de mayo. Durante primeros momentos su ofensiva logró desarticular al enemigo, pero finalmente la superioridad de su Artillería y refuerzos les permitió imponerse tras cruenta batalla. Pese a ello, en ningún momento decayó el ánimo de los soldados. A las 2:30 p.m. los chilenos ocuparon Tacna. Luego de esta batalla, la alianza entre Perú y Bolivia quedó disuelta. Las fuerzas que lograron salvarse de Tacna se dirigieron a Arequipa a través de Puno.

BATALLA DE ARICA El 4 de junio los chilenos establecieron su cuartel general en Chacalluta, con 6,000 hombres, 28 cañones, 2 ametralladoras e iniciaron el asedio. Rodearon el puerto por el norte y este, mientras por el mar su escuadra completaba el sitio. Bolognesi aislado no tenía información completa sobre lo sucedido en Tacna, pero confiaba en el envío de refuerzos. Telegrafió tanto a Montero como a Leyva, mas no recibió respuesta. El 5 de junio se presentó en el campo peruano el sargento mayor Juan de La Cruz Salvo, para pedir al coronel Bolognesi la rendición de la plaza. La respuesta de Bolognesi fue categórica: “Tengo deberes sagrados que cumplir y pelearé hasta quemar el último cartucho”. A continuación reunió una Junta de Guerra con los jefes de unidades y baterías a quienes informó de la propuesta enemiga. Asistieron Inclán, Ugarte, Arias Aragüez, Varela, More, La Torre, Zavala, Sáenz Peña, Francisco

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El héroe de la gesta de Arica, Coronel Francisco Bolognesi. Fuente: Archivo fotográfico del IEHEP.

Cornejo, Medardo Cornejo, Bustamante, Ayllón, O’Donovan y Sánchez Lagomarcino. Su respuesta fue la misma y confirmaron con su aceptación la firme determinación de Bolognesi. Ese mismo día Bolognesi envió un telegrama a Leiva donde le decía: “Apure Leiva, todavía es posible hacer mayor estrago al enemigo victorioso. Arica no se rinde, resistirá hasta el último sacrificio”. Aún confiaba en el envío de refuerzos y estaba consciente de su actitud. Al día siguiente se bombardeó Arica y se insistió en la rendición, esta vez a través del ingeniero peruano Teodoro Elmore, quien había caído prisionero. La respuesta fue la misma. La madrugada del 7 de junio, 7000 chilenos atacaron la plaza de Arica. La resistencia fue heroica y la lucha no respetó jerarquías. Se combatió cuerpo a cuerpo. Las bajas peruanas ascendieron a 1,300. Según los partes enemigos, los peruanos perdimos a nuestros mejores jefes. “El que no cayó prisionero, rindió la vida”. Murieron en el fuerte “Ciudadela” el jefe de la batería, sargento mayor Fermín Nacarino; los tres jefes del “Granaderos de Tacna”: el coronel Justo Arias Aragüez y los sargentos mayores Felipe Antonio Zela y Tomás

Chocano; el primer y segundo jefe del “Cazadores de Tacna”: teniente coronel Francisco Cornejo y sargento Mayor Genaro Vizcarra. Merece especial mención el cabo Alfredo Maldonado, quien, casi un niño, en valiente acción hizo volar el polvorín del fuerte. En la batería Este sucumbieron los tenientes Abel Zela y Federico Basadre. En Cerro Gordo murieron el jefe de la Séptima División, coronel José Joaquín Inclán y el Jefe del Estado Mayor de esa División, teniente coronel Ricardo O’Donovan. En el morro ofrendaron sus vidas junto al jefe de la plaza, coronel Francisco Bolognesi Cervantes, los coroneles Alfonso Ugarte y Mariano Bustamante; el capitán de navío Guillermo More; los tenientes coroneles Ramón Zavala y Benigno Cornejo, primer y segundo jefe del “Tarapacá”; Francisco Chocano, segundo jefe del “Artesanos de Tacna”, junto a él sucumbió también el tercer jefe de ese cuerpo, el sargento mayor Armando Blondel. Debemos recordar también a los capitanes Cleto Martínez y Adolfo King. Cabe recordar aquí lo que dijo Jorge Basadre sobre el comportamiento de los heroicos defensores de Arica: “Bolognesi y los suyos probaron que ni

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los ejércitos, ni los pueblos, ni los hombres deben fijarse exclusivamente en la utilidad inmediata o en las consecuencias visibles de sus grandes decisiones. El que muere, si muere donde debe, vence y sirve”. Y Bolognesi murió donde debía, cumpliendo con su deber.

BATALLA DE SAN JUAN A las 9 de la mañana del 13 de enero de 1881 se inició la batalla de San Juan. Se combatió intensamente en los diferentes frentes, pero sobre todo en el Morro Solar, donde se distinguió por su valor el coronel Miguel Iglesias. El combate fue intenso y muy desigual, los soldados peruanos apenas sumaban 5,000 y hacían frente a 15,600 hombres. En Chorrillos se combatió “casa a casa, ventana a ventana, azotea a azotea”. La superioridad numérica y logística de los chilenos se impuso frente al valor de los defensores. Nuestras bajas ascendieron a 6,000, gran parte de nuestra Artillería se perdió y hubo 280 prisioneros, lo que da idea de la forma esforzada y heroica con que los peruanos combatieron y también que hubo un repase despiadado.

BATALLA DE MIRAFLORES La responsabilidad de la segunda línea fue encomendada al Ejército de Reserva. Esta línea se extendía por 12 kilómetros y a lo largo de ella se habían construido 10 reductos, entre los cuales se ubicaron las unidades de línea del Ejército. Los reductos se ubicaron desde el sur de Miraf lores hasta el río Surco en la hacienda de Monterrico Grande, y la defensa de ellos se encomendó a los cuerpos de reserva. Aunque los reductos a cargo de la Reserva se encontraban dentro de los sectores de responsabilidad de los comandantes de los cuerpos de Ejército, éstos dependían de su propio comando, lo que dificultó la conducción de la batalla. Los chilenos plantearon un armisticio luego de la batalla de San Juan, con la intención de darse tiempo para recibir refuerzos, Piérola

aceptó el armisticio y se iniciaron las tratativas, estableciéndose que el cese al fuego duraría hasta la medianoche del día 15. Sin embargo, este acuerdo no fue respetado por los chilenos y a las 2:30 p.m. se desencadenó la batalla, que concluyó a las 6.00 de la tarde. Las tropas peruanas se replegaron a Lima, dejando en el campo de batalla numerosos muertos y heridos, que totalizaban las tres cuartas partes de nuestro efectivo, lo que evidencia el valor con que se enfrentaron los peruanos en ese combate. Muchos dispersos que abandonaban el campo de batalla y se dirigían a Lima pedían a sus jefes continuar la lucha para impedir la entrada del adversario a la capital. Este rasgo de patriotismo, dice Cáceres, lo convenció “que a pesar de las desgracias sufridas, no se había quebrantado del todo el espíritu de las tropas y que aún era posible formar un nuevo Ejército y operar con él en la región del centro de la República”.

LA RESISTENCIA DE LA BREÑA Luego de la batalla de Miraflores, el Ejército quedó prácticamente disuelto. Sólo en Arequipa el 2do. Ejército del Sur se mantenía en pie de fuerza. Piérola estableció la sede de su gobierno en Trapiche, donde licenció al batallón Pichincha que le servía de escolta. La capital fue ocupada por las tropas chilenas con 10 batallones de Infantería y 5 baterías de Artillería, y se estableció en Magdalena un gobierno provisional nombrándose presidente al doctor Francisco García Calderón. La intención de los chilenos era establecer un gobierno con el cual negociar un tratado que garantizara la cesión territorial de Tarapacá, pero García Calderón se negó a este requerimiento, por lo que finalmente fue apresado y deportado a Chile. La ocupación duró más de dos años, a lo largo de los cuales la población civil, sin distingo de sexo, raza y condición social, puso de manifiesto, de diversas formas, su oposición a la presencia chilena. Mientras tanto, en abril de 1881 el coronel Andrés A. Cáceres viajó a Jauja e inició la resistencia a la invasión chilena. En esta ciudad fue nombrado Jefe Político y Militar del Centro y organizó el Primer

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Andrés Avelino Cáceres y su paso legendario por Llanganuco. Oleo de Etna Velarde. Fuente: Archivo fotográfico del IEHEP.

Ejército del Centro, que en agosto de ese año tenía la composición siguiente: Primera División: Batallones Lima No 8 y Zepita Segunda División: Batallones Junín No 3 y Tarma No 7 Tercera División: Batallones lca No 4 y Huancayo No 5 Cuarta División: Batallones Canta No 1 y Canta No 2. División de Vanguardia: Batallones Alianza o N 9 y Huacho No 10. Combates de Pucará, Marcavalle y Concepción: Con la intención de atacar a los chilenos por el valle del Mantaro, Cáceres ordenó a las guerrillas que operaban en la región unirse al Ejército regular para atacar por tres frentes. Uno, a órdenes del coronel Juan Gastó, debía avanzar por la margen derecha del río Mantaro y caer sobre las tropas chilenas en Concepción; otro, destacamento al mando del coronel Máximo Tafur, debía marchar por la margen izquierda de ese río y ocupar La Oroya, cuyo puente debía cortarse; y por último, el grueso atacaría directamente por Marcavalle y Pucará. El día 9 de julio las fuerzas de la resistencia atacaron Marcavalle, donde los chilenos fueron derrotados. A continuación atacaron y vencieron en Pucará a los chilenos causándoles 300 bajas, entre

tanto los peruanos, con sólo un muerto y tres heridos, se apoderaron de 200 fusiles. Ese mismo día las guerrillas atacaron Concepción, donde se encontraban los invasores, y tras un tenaz combate ocuparon el poblado. Los 100 chilenos que conformaban la guarnición de esa ciudad resultaron muertos. Combate de San Pablo: En Chota se había organizado el Ejército del Norte a órdenes del general Miguel Iglesias para enfrentar a la expedición chilena que operaba por esa región cometiendo desmanes. El 28 de junio, pobladores de Cajamarca atacaron al destacamento chileno con piedras y garrotes y los pusieron en fuga. Para evitar las represalias, Iglesias envió un destacamento a órdenes del coronel Lorenzo Iglesias, quien atacó el 13 de julio a los chilenos en San Pablo, lugar donde se habían refugiado. Intervinieron en esta acción los batallones: Trujillo N2 1, Callao N9 2, Trujillo N2 11, Vengadores de Cajamarca y las Columnas Naval y de Honor, además de las guerrillas de Chota, Bambamarca, San Miguel y Llapa. Estos cuerpos alcanzaron un meritorio triunfo, destacando por su valor el coronel Lorenzo Iglesias. Batalla de Huamachuco: Después de los triunfos de Marcavalle, Pucará, Concepción y San Pablo, Miguel Iglesias en el famoso “Grito de Montán”

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(31-08-1882), pidió la paz a los chilenos aceptando la cesión territorial que éstos reclamaban, pero exigiendo la retirada de las tropas de ocupación, para iniciar de inmediato la reconstrucción del país. Este hecho mereció el repudio de la mayoría de peruanos, entre ellos Cáceres, quien pensaba que aún podía derrotarse a los chilenos. En Cajamarca, Iglesias se proclamó “presidente regenerador” y reunió un Congreso que le otorgó facultades para negociar la paz con Chile. Esta actitud fue calificada de traición, pero Iglesias continuó con sus planes y se trasladó a Lima, donde estableció la sede de su gobierno con apoyo de los chilenos. En el centro, Cáceres continuaba atacando y desgastando a las fuerzas chilenas, ello determinó que saliera una expedición en su contra. El Ejército del Centro se componía en julio de 1883 de las siguientes unidades: Primera División: Batallones Tarapacá No 1 y Zepita No 2. Segunda División: Batallones Marcavalle No 6 y Concepción No 7. Tercera División: Batallones Junín No 3 y Jauja No 9. Cuarta División: Batallones Apata No 8 y San Gerónimo No 10. Caballería: escuadrones Cazadores del Perú y Tarma Artillería: 8 piezas. A estas unidades debemos añadir el Ejército del Norte que se formó en Huaylas a órdenes del coronel Isaac Recavarren, que estaba conformado por 900 hombres distribuidos en: Primera División: Batallones Pucará No 4 y Pisagua No 5. Segunda División: Batallones Tarma No 11 y Huallaga No 12. Caballería: Escuadrón Húsares Artillería: 4 piezas. Reunidos estos dos ejércitos formaron el Ejército de la Resistencia con 1,800 soldados regulares, pero carecía de apoyo guerrillero. Estas tropas, a causa de la intensa actividad de los meses anteriores, estaban desgastadas, carentes de armamento e instrucción. Sin embargo, decidieron enfrentar

a las tropas chilenas que se encontraban en Huamachuco. El plan chileno era encajonar a Cáceres por todos los frentes. Desde Huaraz marchaban tropas en su contra; por la costa otras fuerzas chilenas se preparaban en Casma. Cáceres carecía de espacio para eludir a los invasores. Por el este la Cordillera de los Andes se erguía como obstáculo insalvable. Fue entonces que decidió aplicar la “clásica maniobra de líneas interiores” para ello decidió cruzar la Cordillera Blanca, lo cual hizo por el paso de Llanganuco, ruta sumamente difícil que después de muchos esfuerzos logró vencer para encaminarse al Norte. Una junta de guerra decidió dar batalla. Llegaron a Huamachuco el 9 de julio de 1883. El día 10 los chilenos fueron atacados por sorpresa. En un comienzo el triunfo pareció inclinarse por el lado peruano, pero la falta de armas y municiones determinó que los enemigos reaccionaran y contraatacaran con todas sus fuerzas. De esta forma, lo que parecía un triunfo se transformó en la primera derrota del Ejército de la Resistencia. Nuestras bajas fueron numerosas. Con la desarticulación del Ejército del Centro, el gobierno de Iglesias se fortaleció. Además, en Arequipa el Segundo Ejército del Sur no daba muestras de querer oponerse a los planes pacifistas. Esto contribuyó para que el 20 de octubre de 1883 se firmara el Tratado de Ancón, por el cual se cedió a perpetuidad la provincia de Tarapacá y por 10 años las de Tacna y Arica. Este tratado fue ratificado por el Congreso reunido en Chorrillos en marzo de 1884. Cáceres no reconoció el Tratado de Ancón y continuó su lucha -porque consideró que fue una paz implorada de rodillas-. Los chilenos utilizaron la actitud del héroe de la Breña como pretexto para permanecer en nuestro territorio. Ante esta situación, éste decidió reconocer el tratado como un hecho consumado, pero a condición de que las tropas invasoras desocuparan el país. Esta acción se ejecutó en agosto de 1884. Después de algunos conflictos entre Cáceres e Iglesias, se convocó a elecciones generales, resultando electo Presidente Constitucional, para el periodo 1886-1890 el General Andrés Avelino Cáceres.

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HISTORIA GENERAL DEL EJÉRCITO DEL PERÚ. TRES MIL AÑOS DE HISTORIA


Fuente: Compendio de Historia Militar General del Perú, del Instituto de Estudios Históricos del Ejército del Perú


Parte III

El EjĂŠrcito Peruano presente en la Defensa Nacional.

Fuente: Archivo fotogrĂĄfico del IEHEP.


EL EJÉRCITO

EN LA VIDA

REPUBLICANAENEL


Cadetes de caballería de la Escuela Militar de Chorrillos, en la revista Mundial de 1929. Fuente: Archivo fotográfico del IEHEP.

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E

l Ejército del Perú inicia el siglo XX con renovados y optimistas cambios que iniciarían una futura profesionalización del Ejército moderno. Una vigorosa transformación comienza no sólo en la institución sino también en el conjunto de la sociedad peruana. En ese siglo, apreciamos en el desarrollo del Ejército dos momentos bien diferenciados, el primero de actualización institucional de 1896 a 1944, y el segundo de modernización institucional de 1945 hasta el presente. La actualización comprende los esfuer­z os realizados, en forma conjunta, por los oficiales peruanos y los asesores militares franceses que, a lo largo de las cuatro primeras décadas de este siglo, permitieron forjar un Ejército donde los valores de la profesión militar: honor, lealtad, disciplina, honestidad y profesionalismo, adquieren la dimensión que sus creadores de la gesta libertaria le fijaron. Las dos guerras mundiales permitieron una rápida evolución de las armas y los medios bélicos. Estos aspectos marcaron, de una u otra manera, el desarrollo del Ejército en el siglo XX. La modernización, se inicia al concluir la Segunda Guerra Mundial, el Ejército del Perú contó con la importante asesoría militar de los Estados Unidos de Norteamérica, que se hizo extensiva a la renovación de nuestro material bélico, y que concluyó en 1969. Nuestro Ejército, nutrido de una doctrina militar propia, es el resultado de una civilización que tiene miles de años dominando este espacio geográfico y que, a través del tiempo, se ha consolidado para convertirse hoy en una institución que garantiza la integridad territorial y colabora con el resto de la sociedad peruana en tareas del desarrollo nacional, posibilitando así que nuestro país se modernice y se encauce por la senda del progreso y bienestar.

UN GRAN PASO PARA EL EJÉRCITO PROFESIONAL Firmado el 19 de marzo de 1895 el armisticio entre el gobierno del general Cáceres, cuya fuerza militar se encontra­ba intacta, y los insurgentes Fuente: Compendio de Historia Militar General del Perú, del Instituto de Estudios Históricos del Ejército del Perú

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acaudillados por Nicolás de Piérola, la Junta de Gobierno Transitoria presidida por Manuel Candamo reorganiza el Ejército. Al asumir Piérola el 8 de setiembre de 1895 el mando constitucional, profundiza esa reorganización seleccionando su personal en todos los niveles, reinstalando sus servicios, reconstituyendo y aprovisionando sus dependencias y parques. Los cambios operados no sólo en el Ejército sino en todo el aparato estatal, marcharon acordes con el significativo incremento de nuestras exportaciones agrícolas y mineras y un incipiente desarrollo industrial, permitiendo una etapa de bienestar nacional, que en términos políticos se denominó la “República Aristocrática”, en los primeros decenios del siglo. Este desarrollo económico trajo consigo la presencia de nuevos grupos sociales y, por tanto, la aparición de nuevos partidos políticos con novedosas tendencias ideológicas y con lo que ocurría también en el escenario mundial. El Ejército no quedó al margen de este pr o c e s o h ac i a l a mo de r n id ad y de c id ió actualizarse a tono con el nuevo desarro­llo técnico y científico. El arte militar es, sin duda, el principal exponente de ese avance tecnológ ic o, y nue st ro Ejército t uvo que adquirir, cada vez más, un carácter profesio­nal acorde con su altísima responsabilidad frente a la sociedad y el Estado. La primera tarea en esta profesionaliza­c ión es la académica. En este aspecto el gobierno de Nicolás de Piérola contrató en 1896 a la Misión Militar Francesa con fines de instrucción. Desde entonces, sucesivas misiones hasta 1943, realizaron nuevos procesos de instrucción y doctrina, llegando en algunos períodos a ejercer el comando del Ejército. Entre sus principales logros tenemos: la creación de la Escuela Militar de Chorrillos, de la Escuela Superior de Guerra; la organiza­ción del Estado Mayor General del Ejército, como el ente que realiza los trabajos de preparación para la guerra; y la definición del Comando del Ejército, representado en ese momento en la figura del Inspector General del Ejército.

CARACTERÍSTICAS DEL EJÉRCITO EN EL SIGLO XX Es un Ejército que inició un proceso de actualización profesional desde 1896 acorde con las exigencias que planteaba el nuevo siglo, caracterizado por un profundo cambio no sólo en la estructura de las unidades y el comando, sino, además, en la instrucción y doctrina. Este proceso dio solidez a la formación de los oficiales y permitió reorganizar el Ejército y distribuir las unidades a lo largo y ancho del país, logrando así el Estado consolidar el dominio territorial y garantizar la defensa de nuestras cinco fronteras, porque es en este siglo que concluye el proceso demarcatorio de los límites del Perú. Es un Ejército que pasa de un centralismo a expandirse a lo largo y ancho del territorio nacional, pues el Ejército, que en el siglo XIX estuvo concentrado mayormente en Lima, inició en estos años un proceso de regionalización, primero con fines de reclutamiento y luego con fines operativos. En esta reforma militar cumplió un papel trascendental la Misión Militar Francesa, que llegó al país en 1896 y permaneció hasta 1943. A la doctrina peruana, formada y enriquecida con la experiencia bélica ganada en etapas anteriores, se sumó la doctrina francesa. Se crean nuevas Divisiones como División Ligera (1936 - 1940), División de Ejército (1942) y organismos encargados de centralizar la Defensa Nacional (1929, 1933, 1934 y 1939), motorización y mecanización de las unidades (1938), y funda­ mentalmente por establecer claramente quién comanda el Ejército. En el orden académico se creó la Escuela Militar de Aplicación (1896) - que desde 1900 se conoce como Escuela Militar - la Escuela Superior de Guerra (1904) y las Escuelas de Aplicación (193436). Posteriormente se materializó la constitución del Centro de Instrucción Militar del Perú (12 de marzo de 1942), integrado por la Escuela Militar de Chorrillos, las Escuelas de Armas (Infantería, Artillería, Caballería, Ingeniería), de Transporte, y de Educación Física y Esgrima.

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Misión militar francesa en el Perú. Fuente: Archivo fotográfico del IEHEP.

Aparecen también los Servicios de Intendencia (1904), Sanidad (1904), Geográfico y Topográfico hoy IGN - (1904), Arsenal de Guerra - hoy Material de Guerra - (1904), Veterinaria (1905), Ingeniería (1916), Comunicaciones (1929), Religioso (1939) y de Transporte (1940). Se crea el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas (1° de febrero de 1957), que asume las funciones de Comandante General de las Fuerzas Armadas en caso de conflicto armado; asimismo se aprobaron las leyes orgánicas del Ejército Nº 11432 del 14 de julio de 1950; Nº 13195 del 2 de abril de 1959; el Decreto Ley Nº 23066 Ley Orgánica del Sector Guerra del 21 de mayo de 1980; el Decreto Legislativo Nº 130 Ley Orgánica del Ministerio de Guerra del 12 de junio de 1981; el 31 de marzo de 1987, la Ley Nº 24654 creó el Ministerio de Defensa que reunió los antiguos ministerios de Guerra, Marina y Aeronáutica en uno solo; y el 27 de setiembre se expidió el Decreto Legislativo Nº 434, Ley Orgánica del Ministerio de Defensa. En esta misma fecha se publicó el Decreto Legislativo Nº 437: Ley Orgánica del Ejército Peruano. El Ejército empieza a desarrollar nuevos roles dentro de la sociedad, incrementa sus

actividades de desarrollo nacional a través de la construcción de carreteras, seguridad ciudadana, tareas de salud, educación, prevención y socorro en casos de desastres, entre otras. Además incentiva el desarrollo de las industrias ligadas al abastecimiento militar, se renueva la fábrica de municiones, se instala una de zapatos y curtiembre y otra de vestuario. Se incrementa la formación de profesionales militares mejor instruidos y con una alta preparación, pues se crea el Centro de Instrucción Militar del Perú que comenzó a funcionar en Chorrillos a partir de 1950 y el 31 de octubre de ese año se creó el Centro de Altos Estudios Militares, organismo que trasciende las esferas puramente castrenses. En 1973 se organizó la Escuela Superior Técnica del Ejército, que desde 1980 se llamó Instituto Científico Tecnológico del Ejército. En 1974 se fundó la Escuela Técnica del Ejército para la formación profesional del personal auxiliar. Presencia de la mujer peruana en la última década de siglo XX quien en forma voluntaria era considerada en este período dentro de la ley del Servicio Militar, orgánicamente se incorpora a filas en 1993 mediante el Servicio Activo no Acuartelado

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Femenino. En 1997 se asimilaron como oficiales un grupo de mujeres profesionales y ese mismo año ingresó el primer contingente de damas, como cadetes a la Escuela Militar de Chorrillos. Se transforma un Ejército moderno. Se crearon dos nuevas Armas: Transmi­s iones en 1959 e Inteligencia en 1991. En 1957 se fundó la Escuela de Paracaidismo del Ejército, en 1960 la Escuela de Comandos, en 1965 el Destacamento de Fuerzas Especiales, y en 1973 la Aviación del Ejército. Es un Ejército que se llenó de gloria en las acciones de la Cordillera del Cóndor, cuando en enero de 1981 el Ecuador intentó penetrar en la región del Cenepa. Al repetirse, en enero de 1995, la infiltración ecuatoriana en las cabeceras del río Cenepa, se volvió a desalojar al invasor. Es un Ejército que tuvo que enfrentar una guerra subversiva iniciada en mayo de 1980. Pues a partir de diciembre de 1982, las Fuerzas Armadas asumen la conducción de la lucha contrasubversiva. Sacrificio, heroicidad y abnegación del Ejército son características que siempre acompañarán al soldado peruano.

MISIÓN MILITAR FRANCESA Llegó al Perú en 1896 y desarrolló un papel importante y fundamental en la transformación del Ejército. Lo mejor de la tradición militar francesa se hizo presente en nuestra patria, enriqueciendo nuestros valores nacionales El 16 de setiembre de 1896 se suscribió en París el contrato que permitió la venida de la primera Misión Militar; desde 1896 hasta 1943 se sucedieron diversas misiones, con sólo 2 interrupciones: de 1914 a 1919, a raíz de la Primera Guerra Mundial, y de 1924 hasta 1932. El 7 de noviembre de ese año arribaron al Callao los miembros de la primera Misión Militar Francesa compuesta por: el capitán de Artillería y oficial de Estado Mayor Pablo Clément, jefe de la Misión, asimilado en nuestro Ejército con el grado de coronel; los capitanes Armando Pottin Conde de Vauvineux (Artillería), Eduardo Dogny (Caballería)

y Ernesto Perrot (Infantería), asimilados con el grado de tenientes coroneles. Su primera activ idad estuvo dirigida a constituir con oficiales y tropa peruanos un conjunto de instructores para desarrollar nuevos métodos y procedimientos de guerra. Su centro de operaciones fue la antigua Escuela de los Cabitos en Chorrillos, donde los cuerpos recibieron la doctrina e instrucción en los nuevos métodos y procedimientos técnicos y tácticos. Pero esta fa se de inst r ucción hubiera sido incompleta si no se hubiesen efectuado modificaciones en la organización del Ejército. A esto apuntó el informe de 1897 del coronel Clément sobre las necesidades orgánicas de la fuerza militar, materia­lizándose en las comisiones conjuntas con destacados oficiales peruanos que elaboraron los proyectos de ley aprobados por el gobierno sobre las materias siguientes: Servicio Militar, Organización del Ejército, Situación Militar, Gastos milita­res, Código de Justicia Militar. Se publicaron, además, los nuevos reglamentos de táctica para las armas. Su misión de instrucción y doctrina se amplió posteriormente a la de comando. En 1900 los tenientes coroneles Perrot y Vauv ineux regresaron a Francia, y fueron reemplazados por los tenientes coroneles Luis Bailly - Maitre y Félix D’André. En 1902 se celebra otro contrato para constituir la segunda Misión Militar, presidida por el coronel Eduardo Dogny e integrada por los coroneles René Chaumeton, Félix D’André, Estanislao Naulin, primer Director y fundador de la Escuela Superior de Guerra, y los mayores Pedro Barathon, Pablo Berthon y Jorge Fievet. En 1905 el coronel Clément regresa al Perú y asume la jefatura de la tercera Misión Militar Francesa. El Congreso peruano le otorgó el rango de general de brigada. Los corone­les Dogny y D’André conformaron también esta misión, que terminó su contrato en julio de 1908. La cuarta Misión llegó en 1911, bajo la dirección del general Juan Calmet; la quinta Misión inició sus actividades en 1913 y tuvo una corta permanencia en nuestra patria, la presidía el general Marcelo

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Soldados peruanos durante el conflicto de 1941. Fuente: Archivo fotográfico del IEHEP.

Desvoyes, primer Inspector General del Ejército. El inicio de la Primera Guerra Mundial en agosto de 1914, ubicó a Francia en el protagonismo principal de la contienda bélica. Por esta razón, y según lo estipulaban los contratos, el gobierno francés llamó a filas a los oficiales franceses residentes en el Perú. Culminada la acción bélica y victoriosa Francia, se suscribió en París, el 18 de mayo de 1919, un nuevo contrato para la sexta Misión Militar que estaba jefaturada por el general Buenaventura Vassal, e integrada, también, por un grupo de aviadores militares, al mando del coronel Julio Du Beaudiez. Esta arma pasó exitosamente su prueba de fuego durante la Primera Guerra Mundial. En 1922, una nueva y más completa Misión se hace presen­te. La encabeza el general Francisco T. Pellegrin y en ella figuraba el coronel Jorge Thomas, excelente topógrafo que contribuyó al levantamiento de nuestra carta nacional y a la reorganización del Servicio Geográfico del Ejército. Esta Misión concluyó sus funciones en diciembre de 1924. Además, por un contrato especial, el general Pablo Clément se encargó de la Dirección de la Escuela Militar de Chorrillos y en noviembre de 1922, de la jefatura de Estado Mayor General hasta su fallecimiento en noviembre de 1925.

Para la instrucción, en 1927 se contrató a oficiales alemanes de diversas armas y servicios. Se nombró Inspector General del Ejército al general alemán nacionalizado peruano Wilhelm Faupel. Después de un lapso de 8 años, se contrató en 1932 al general George Paris para reorganizar la Escuela Superior de Guerra. Al año siguiente, al mayor de Ingeniería Pierre Demoreuille, nombrado un año después Director Técnico de la Escuela de Transmisiones. En 1936 llegó la última Misión compuesta por: el coronel Raymundo Laurent, quien reemplazó al general Paris en la dirección de la Escuela Superior de Guerra; el coronel Augusto Pillegand, fundador y primer director de la Escuela de Infantería; y por el teniente coronel Joseph Weller, organiza­dor de la Escuela de Aplicación de Artillería. En abril de 1938 fue contratado el mayor Etienne Camina­de, fundador y primer director de la Escuela de Aplicación de Ingeniería. El 31 de diciembre concluyó el contrato de los miembros de la Misión Militar Francesa. Sin embargo, el 1 de febrero de 1941, se contrató oficiales franceses como asesores y consultores técnicos del Ministerio de Guerra. El general Laurent fue el último oficial francés en dejar nuestra patria, en 1943.

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En resumen, los logros obtenidos por nuestro Ejército merced a la inf luencia ejercida por la Misión Militar Francesa no hubieran sido completos sin el concurso de los oficiales peruanos que la acompañaron en ese aprendizaje común. Guardamos un eterno reconocimiento a esa Misión francesa que introdujo el método cartesiano de análisis, permitió formar una verdadera doctrina de análisis, y definió una apreciación científica de la situación. Podemos señalar como las más importantes acciones de Instrucción y Doctrina realizadas por la Misión Militar Francesa, la obra concretizada en la Escuela Militar de Chorrillos y la Escuela Superior de Guerra.

MISIÓN MILITAR NORTEAMERICANA L o s pr i mer o s e s p e c i a l i s t a s m i l it a r e s norteamericanos que llegaron para asesorar a nuestro Ejército, fueron el coronel USA Thomas Johnson, contratado en abril de 1941; y el capitán USA Russell Mc Nellis, quien llegó al año siguiente. Ambos eran de la especialidad de veterinaria. La creciente influencia militar de los Estados Unidos como consecuencia de su participación victoriosa en la Segunda Guerra Mundial, determinó que se firmara en 1944 el Acuerdo Bilate­ral de Ayuda Mutua entre ese país y el Perú. Uno de esos acuerdos fue la venida de una Misión Militar Americana, la que arribó en diciembre de ese año. La presencia de esta Misión Militar a lo largo de 25 años significó la modernización del material de guerra y un cambio sustancial en la doctrina del Ejército en el ámbito técnico y material. Numerosos cuadros viajaron a los Estados Unidos y a la Escuela de las Américas en Panamá para recibir instrucción. Con ellos se iniciaron los cambios, tanto en la Escuela Superior de Guerra, Escuela de Armas, como en los servicios. Estos cambios se materializaron en la doctrina, instrucción y técnica de Estado Mayor; en la conformación de los sistemas de planeamiento y programación de personal, de instrucción y de

logística; en la organización y entrenamiento de las unidades; en el empleo de nuevas armas y equipos. Todo este trabajo se plasmó en los nuevos reglamentos, manuales y textos especiali­zados. La primera Misión Militar Americana estuvo integrada por: el coronel USA Thomas Johnson; teniente coronel USA Russell Mc Nellis (veterinario); mayor USA Dwinght E Aultman (tan­q ues); capitán USA Gilbert Kinmonth (motorización); capitán USA Laurence l. Hardin (transmisiones); cada uno acompañado de un sargento o cabo de las mencionadas especialidades. En los años siguientes se agregaron asesores militares de Caballería (1945), Infantería, Artillería, Administración Militar, Sanidad e Intendencia (fines de 1945); Ingeniería (1947), de otros servicios y así sucesivamente, según los requerimientos de nuestro Ejército. En 1969 concluyó la asesoría norteamericana. El Ejército del Per ú guarda un prof undo agradecimiento a quienes contribu­yeron a su modernización técnica.

CAMPAÑAS MILITARES REALIZADAS CONFLICTO CON COLOMBIA

COMBATE DEL CAQUETÁ. 1911 Durante el siglo XIX el Perú, gracias al trabajo esforza­d o de caucheros loretanos, alcanzó presencia y dominio sobre las cuencas de los ríos Putumayo y bajo Caquetá. A inicios del siglo XX, eran numerosos los centros de acopio de jebe y otros productos selváticos: La Chorrera, Indiana, Retiro, Entre Ríos, Matanzas, Morelia, Chuquipundo, Tacna, Tarapacá, Leticia, Arica, Indostán, Puerto Junín, Unión, Encanto, entre otros, eran avanzadas de activo comercio en esa región. En 1910 Colombia estableció una aduana en la ribera derecha del río Caquetá, a la que llamaron “Puerto Córdoba” y reforzaron con un destacamento militar. El presi­dente Leguía, a fines de enero de 1911, ordenó al teniente coronel

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Fuente: Compendio de Historia Militar General del Perú, del Instituto de Estudios Históricos del Ejército del Perú


Óscar Benavides, jefe del Batallón de Infantería Nº 9, estacionado en Chiclayo, se encargue de la recuperación del territorio invadido. El Batallón Nº 9 tenía la siguiente composición: 4 compañías y una sección de ametralladoras, en total 21 jefes y oficiales y 280 individuos de tropa. El itinerario de la marcha, iniciada el 25 de febrero de 1911, fue el siguiente: Chiclayo - Eten (ferrocarril); Eten - Pacasmayo (vapor); Pacasmayo - Chilete (ferrocarril); Chilete - Cajamarca (a pie, 89 Kms. en dos días); Cajamarca - Celendín - Balsas (a pie, 101 Kms. en 5 días); Balsas - Chachapoyas (a pie, 115 Kms. en 8 días); Chachapoyas Molinopampa - Rioja (a pie, 112 Kms. en 7 días); Rioja - Moyobamba - Balzapuerto (a pie, 118 Kms. en 7 días); Balzapuerto - Yurimaguas (canoa, 175 Kms. en 3 días); Yurima­guas - Iquitos (lancha, 1,100 Kms. en 32 horas). Arribaron a esta ciudad el 13 de marzo tras una penosa y sacrificada travesía de 2,031 Kms. En el camino incrementaron su personal. Partieron rumbo al Caquetá el 24 de junio. En el camino burlaron al refuerzo colombiano del general Neyra. El 10 de julio llegaron a La Pedrera. La fuerza enemiga se componía de 160 soldados regulares y 101 gendarmes, además de un contin­gente de más de un centenar de huitotos y uruhuaris. Previo ultimátum para ahorrar vidas, el comandante Benavides ordenó el ataque a las 16.20. Los fuegos cesaron a las 18.30. El día 12 de julio se inició el desembarco venciendo no sólo al fuego enemigo sino los remolinos y rápidos del río; la guarnición colombiana huyó abandonando material y equipo. Se capturaron algunos prisioneros y se izó la bandera nacional. En la acción fallecieron el teniente César A. Pinglo y el subteniente Alberto Bergerie y 11 soldados. El beriberi y otras enfermedades de la zona originaron más bajas que las ocurridas en combate. Pese al éxito militar, el gobierno de Leguía aprobó un convenio y decidió abandonar la posición del Caquetá y replegar nuestras fuerzas al río Putumayo. Benavides no aceptó esta orden por considerar tal acuerdo lesivo a nuestros intereses

y por desconocer la victoria de “La Pedrera”. Sin embargo, por decisión política el 20 de octubre las fuerzas peruanas abandonaron La Pedrera y una guarnición colombiana ocupó dicha posición. Después, en 1922, absurdamente se entregó la margen izquierda del río Putumayo, concediendo con ello a Colombia acceso directo al Amazonas a través del Trapecio de Leticia. CONFLICTO DE 1932 - 1933 El 24 de marzo de 1922, Perú y Colombia firmaron un tratado de límites con carácter reservado y que significó una nueva mutilación territorial. Se argumentó que en compen­sación por el Trapecio de Leticia, Perú recibiría el Triángulo del Cuhimbe, pero este territorio no fue entregado al Perú, lo cual invalidaba el tratado. Este tratado no fue consultado a la población loretana, lo cual provocó protestas que contaron con el apoyo del país en su conjunto. Ello demoró la ratificación del tratado hasta 1927, con el voto en contra de los representantes loretanos. Los trabajos demarcatorios quedaron concluidos en noviembre de 1929, y el 31 de julio de 1930, el prefecto de Iquitos entregó oficialmente Leticia. La violenta y abusiva colonización impuesta por Colombia a los pobladores peruanos de Leticia, hizo que nuestros compatriotas iniciaran una acción de fuerza para recuperar ese territorio. El 1 de setiembre de 1932, cuarentiocho ciudadanos provenientes de las localidades de Chimbote, Caballococha y Ramón Castilla, dirigidos por el Ingeniero Óscar Ordóñez y el alférez Juan F. La Rosa, quien renunció días antes a la Comandancia de la Guarnición de Chimbote, para no comprometer al gobierno, depusieron a la guarnición policial colombiana de Leticia. Conocidos estos hechos en Iquitos, recibieron el apoyo total de la población y de jefes y oficiales de las Fuerzas Armadas de esa ciudad. A 6 horas de producida la captura de Leticia, el nuevo comandante de la guarnición de Chimbote, alférez Roberto Díaz, bajo su responsabilidad personal, apoyó esta acción con una sección de artillería. El gobierno de Sánchez Cerro, sorprendido por

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Tanque LTP durante el desfile militar. Fuente: Archivo fotográfico del IEHEP.

esta acción, adoptó las medidas necesarias para mantener incólume el honor nacional y ordenó a través de un radiograma: “no agravar la situación diplomática creada, permanecer en una actitud puramente defensiva, listos para repeler todo ataque que lógicamente se espera de Colombia... ante posible solidaridad de Ecuador, rechazar a fondo los ataques ecuatorianos”. El dispositivo de fuerzas en el teatro de operaciones era el siguiente: En Colombia, la defensa territorial estaba a cargo de la III División Militar con un efectivo de 1,291 hombres. La Marina con 7 cañoneras y 3 lanchas de transporte. La Aviación, compuesta de 100 aviones piloteados por numerosos aviadores alemanes y oficiales chilenos como asesores e instructores. Las guarniciones de frontera eran en el Caquetá: la Tagua y la Pedrera; en el Putumayo: Puerto Asís, Caucaya, Puerto Ospina y Tarapacá; en el río Caraparaná: el Encanto; y en el Amazonas: Leticia. A fines de noviembre de 1932, cuenta con un efectivo de 3,780 hombres.

El Perú, estaba guarnecido por la V División, constituida por los siguientes elementos: comando y cuartel general con sede en Iquitos; el Reg imiento de Infanter ía mi x to Nº 17 compuesto de 2 batallones con 187 soldados cada uno. Una batería de Artillería con 71 hombres y una sección de Zapadores con 53 soldados. Los servicios de: Intendencia, Armamento y Arsenales, Sanidad, Reclutamiento, Justicia Militar y Transmisiones, este último servicio creado durante el conflicto. El efectivo del día estaba distribuido de la siguiente forma: en Iquitos, 330 efectivos; en Puerto Inca (río Pachitea), 25. En el lado ecuato­ riano: Puerto Alayza, 15 efectivos; Corrientes, 15; Barranca, 14; Nashiño, 7; Curaray, 22; Pantoja, 14. En el lado colombia­no: Güeppí, 14 efectivos; Puerto Arturo, 14; y en Chimbote, 28 soldados. El total de la V División sumaba 641 personas. El armamento: 680 fusiles, 2 ametralladoras, 3 cañones Krupp 1905, 5 cañones Krupp 1904; 500,000 cartuchos de fusil y 1,200 granadas de artillería.

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La fuerza fluvial se componía de 2 cañoneras: A mér ica y Napo; 3 transpor tes armados: Cahuapanas, Iquitos y Portillo; y 4 lanchas auxiliares; con un total de 137 tripulantes. La fuerza aérea la constituían 9 hidroavio­nes con un efectivo de 59 hombres. La situación militar recién se presentó favorable al Perú, sobre todo cuando tardíamente nuestro gobierno decidió el envío de parte de la Escuadra Naval al Atlántico, creando desconcierto; entonces Colombia presionó ante los organismos internacionales para obligar al Perú a firmar el cese de hostilidades. En estas circunstancias, el 30 de abril el presidente Sánchez Cerro fue asesinado y su sucesor el Mariscal Óscar R. Benavides, optó por una salida diplomática del conflicto. La presión internacional en contra del Perú, especialmente por parte de Estados Unidos era muy fuerte en ese sentido. El 25 de mayo se acuerda el alto al fuego, el 23 de junio de 1933 el Prefecto de Iquitos hace entrega del Trapecio de Leticia a las autori­dades colombianas. La paz se firmó el 24 de mayo de 1934.

CONFLICTO CON ECUADOR VICTORIA DE ZARUMILLA DE 1941

En 1941 Ecuador ocupó sorpresivamente la isla de Matapa­lo, la llamada “Isla Noblecilla” y otros puntos de territorio peruano, como La Bomba y la Meseta del Caucho. La intención de ese país era impedir que la Comisión Mixta Delimitadora fijara la línea de frontera. La intransigencia de Ecuador nos colocó en una situación que debía resolverse únicamente por medios bélicos. El arbitraje sutilmente sugerido en los primeros meses de 1941 por los países mediadores: Estados Unidos, Brasil y Argentina, fue rechazado por el conjunto de la sociedad peruana; grandes movilizaciones se ago­lparon en los cuarteles defendiendo la peruanidad de Tumbes, Jaén, Bagua, A lto Amazonas, Loreto y Maynas. El gobierno del doctor Manuel Prado, en previsión, ordenó la creación de una gran unidad

para recuperar las zonas invadidas y en caso de un presunto contraataque ecuatoriano, dar tiempo a la movilización del país. El 11 de enero de 1941 se creó el Agrupamiento Norte, comandado por el general de brigada Eloy Ureta y el Estado Mayor jefaturado por el teniente coronel Miguel Monteza. Este agrupamiento se formó con la I División Ligera (DL) comandada por el coronel Luis Vinatea y la VIII División Ligera (inexistente), a cargo del coronel César Salazar. La I DL cubría el sector de Zarumilla y estaba conforma­da por los Batallones de Infantería Nº 1, Nº 5, Nº 19; el Grupo de Artillería Nº 1; Batallón de Zapadores Nº 1; Tren y Servicios. Jefe del Estado Mayor era el teniente coronel Manuel Odría. La VIII DL cubría el sector Chira - Macará. Estaba compues­ta de los batallones de Infantería Nº 3 y Nº 20; la Compañía de Acompañamiento Nº 8 (del Batallón Nº 19); Grupo de Artillería Nº 8. Jefe de Estado Mayor era el teniente coronel Jerónimo Santiváñez. El Agrupamiento Norte tenía como elementos orgánicos y de refuerzo: la Compañía de Transmisiones Nº 1; 12 carros de combate; Grupo de Artillería Nº 6; regimientos de Caballería Nº 5 y Nº 7; Batallón de Infantería Nº 31; Compañía Auto del Tren; Sección Antiaérea Nº 1. Con el Batallón de Infantería Nº 33 y una Compañía de la Guardia Republicana se formó el Destacamento del Chinchipe. Su aviación se componía del XXI Escuadrón de Caza, el XI Escuadrón de Bombardeo, la 105 Escuadra de Transportes, donde descolló la figura del teniente José Abelardo Quiñones. Además contaba con 4 lanchas patrulleras y 3 fleteras. Sus efectivos eran 400 oficiales y 9 mil individuos de tropa. El Teatro de Operaciones Norte cubría un frente de 500 kilómetros, desde Capones hasta el río Chinchipe. De igual manera el gobierno reforzó en la selva a la V División encargada del Teatro de Operaciones Nor-Oriente que abarcaba las cuencas de los ríos Cenepa al Putumayo. La comandaba el general de brigada Antonio Silva, y como Jefe de Estado Mayor el coronel Manuel Morla. Cubría los siguientes sectores: Norte: Cuenca de los ríos Putumayo, Napo y Curaray, a cargo del

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Soldados peruanos durante el conflicto de 1941. Fuente: Archivo fotográfico del IEHEP.

Batallón de Infantería N° 27; Centro: Cuenca de los ríos Tigres y Corrientes, a cargo del Batallón de Infantería N° 29; y el sector Oeste: Cuenca de los ríos Pastaza, Morona y Santiago a cargo del Batallón de Infantería N° 25. Esta división contaba con 5 cañoneras y 5 aviones. Su efectivo: 60 oficiales y 1800 hombres de tropa. El enemigo contaba con 5,100 hombres en el frente próximo a Zarumilla y 3,000 soldados en el sector de Loja. Y en el frente del Oriente disponía de 1800 efectivos, sin aviación ni unidades de marina. El 7 de marzo de 1941 se dio la Instrucción Personal y Secreta Nº 1 para ambos teatros de operaciones, que entre otros aspectos indicaba lo siguiente: . “Recuperación de la frontera de facto peruana expulsando a los puestos ecuatorianos” de Rancho Chico, Caravana, La Bomba, Casitas, Cochas del Caucho, Afiladero y Palo Negro. . “Mantener en el resto de la frontera la línea de posesión actual”. . “Impedir el avance ecuatoriano entre la quebrada de San Francisco y el río Santiago, manteniendo la línea quebrada de San Francisco, confluencia de los ríos Yaspasa y San Miguel”. Sorpresivamente, el 5 de julio de 1941, Ecuador atacó los puestos peruanos de La Palma, Aguas

Verdes, Lechugal y Quebrada Seca, siendo rechazados por los puestos policiales y los Batallones de Infantería No 1 y Nº 5. La Aviación del Perú actuó los días 5, 6 y 7 de julio. El 22 de julio Ecuador reinició los ataques desencadenan­do el 23 la Batalla de Zarumilla. La I DL cubría un frente de 30 Km entre Aguas Verdes y El Huásimo. El balance positivo logrado en los combates de ese día, obligó al enemigo a concentrar fuerzas en la región de Loja. Por esta razón, el comando del Agrupamiento Norte decidió pasar a la ofensiva y penetrar territorio enemigo. El ataque fue fijado para el día 24. El arrollador avance permitió tomar Arenillas, Santa Rosa, Machala, capital de la provincia de El Oro, y Puerto Bolívar, donde se utilizaron, por primera vez, fuerzas aerotransportadas en esta parte del continente. Se logró el control de la provincia ecuatoriana de El Oro. La tarde del día 31 de julio Perú dispuso el cese al fuego en este teatro de operaciones. En la Amazonia las operaciones se iniciaron el 10 de julio con el ataque ecuatoriano a las guarniciones peruanas de Bartra en el río Tigre y Soplín en el Pastaza. La misión recibida fue mantener la inviolabilidad de la línea de posesión, ejerciendo la vigilancia de sus respectivas zonas de acción y manteniendo enlace con las guarniciones

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vecinas. Todas las acciones emprendidas fueron exitosas. Con el fin de adelantar nuestra línea de cobertura, conseguir puntos más favorables para futuras operaciones y además negarle al enemigo la facilidad en las comunicaciones, el comando ordenó a algunas guarniciones ocupar posiciones enemigas posteriores a nuestra línea de frontera. Estas acciones concluyeron victo­r iosamente a mediados de noviembre de 1941, cuando el río Napo quedó íntegramente bajo el control del Perú. El número de bajas en el frente Zarumilla fue de 91 muertos. El Ejército perdió 78 efectivos, entre ellos 4 oficiales: capitán Alfredo Novoa Cava, teniente Juan Hoyle Palacios, subteniente Eduardo Astete Mendoza y alférez Luis Reynafarge Hurtado; 72 heridos, de ellos, 6 oficiales. Más de la mitad de las bajas se produjeron en las acciones de Porotillo y Panupali, posteriores a la Batalla de Zarumilla. En el TONO, hubo 13 muertos: 10 soldados, 1 civil y 2 oficiales del Ejército: subtenientes Luis García y César López. Esta gloriosa acción militar, permitió la recuperación de las áreas invadidas por el Ecuador, restableciendo la plena soberanía en nuestra línea de frontera de derecho y de hecho; obligando al país norteño a adoptar mayor sensatez en la mesa de negociaciones y evitar subestimar al Perú. Después de esto se firmó en la ciudad de Río de Janeiro, el 29 de enero de 1942, el Protocolo de Paz, Amistad y Límites, que puso fin al centena­r io problema con el vecino país del norte. Entonces las tropas peruanas se retiraron de territorio ecuatoriano. En sesión del 26 de febrero de 1942, el Congreso peruano ratificó el Protocolo. El Congreso del Ecuador también lo aprobó en la misma fecha y dos días después su poder Ejecutivo lo ratificó. El Acta de Canje de los instrumentos de ratificación del Protocolo tuvo lugar en la ciudad de Petrópolis, Brasil, el 31 de marzo de 1942. Finalmente, para solucionar las divergencias, y tomando en cuenta los pareceres Técnico - Jurídicos expuestos por los expertos de los países garantes, en el marco del Protocolo de Río de Janeiro y el Fallo Arbitral de Braz Días de Aguiar, se arribó en Brasilia, al Acuerdo Global y

Definitivo del 26 de octubre de 1998. En esta fecha los Presidentes del Perú y Ecuador firmaron el Acta Presidencial de Brasilia, por la cual se selló la paz definitiva entre los dos pueblos hermanos.

EL EJÉRCITO EN LA DEFENSA DEL FRENTE INTERNO LAS GUERRILLAS DE 1965

Las guerrillas de 1965 se desarrollaron bajo el liderazgo de Luis de la Puente Uceda, un abogado trujillano aprista que se había separado del partido de Haya de la Torre. En efecto, el Apra de origen marxista y con un planteamiento revolucionario, en los años cuarenta había abjurado de sus tesis primigenias, alineándose con Prado y luego con Odría, dos de sus más feroces adversarios. Como consecuencia de esto, en 1959 un numeroso grupo de apristas descontentos se separó de dicho partido y fundó el Apra Rebelde. Más tarde, al ver el triunfo de la revolución cubana, se radicalizaron y fundaron el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), que enarbolaba la bandera de la reforma agraria y proclamaba la necesidad de la lucha armada. Al MIR se unió el Ejército de Liberación Nacional (ELN), conformado por disidentes del Partido Comunista, que como los apristas seguidores De la Puente no estaban de acuerdo con la línea de su partido. El líder del ELN era Héctor Béjar. Ambos grupos no llegaron a actuar como una unidad y más bien, sus acciones se ejecutaron sin coordinación. LAS PRIMERAS ACCIONES

Entre 1960 y 1965 diversos grupos comunistas, no ligados necesariamente al MIR o al ELN, ejecutaron numerosas acciones subversivas que convulsionaron algunas zonas del territorio, principalmente en los departamentos de La Libertad, Lima, Pasco, Ayacucho y Arequipa. Estas acciones incluían: las “expropiaciones” a los bancos, la explosión de bombas caseras en diversos puntos de las ciudades de Lima y Trujillo, agitación y propaganda, incidiendo en la realización de huelgas.

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Fuente: Archivo fotográfico del IEHEP.

Frente a esta situación, las Fuerzas Armadas intensifica­ron sus actividades de inteligencia y desarrollaron una intensa labor de ayuda a la comunidad, tratando de mejorar las condiciones que eran un caldo de cultivo de la subversión. LA INTERVENCIÓN DE LAS FUERZAS ARMADAS

Mediante el decreto supremo del 2 julio de 1965 el gobierno dispuso que el Ejército se encargara de combatir el movimiento subversivo; para ello puso bajo su comando los elementos de la Marina de Guerra, la Fuerza Aérea y las Fuerzas Auxiliares - así se denominaba en ese entonces a la Policía Nacional - que fueran necesarios para la ejecución de las operaciones contrasubversivas. Por su parte, el Congreso de la República, otorgó su amplio respaldo a las Fuerzas Armadas y aprobó la ley 15590 del 20 de agosto, por la que se declaraba reos incursos en la pena de muerte a los comunistas conjurados en actos delictuosos, y la ley 15591 que asignaba a las Fuerzas Armadas los fondos necesarios para la defensa de la soberanía nacional.

LA LUCHA CONTRASUBVERSIVA ENTRE 1981 Y 1987 UNA LUCHA CON TRES PARTICIPANTES

La lucha contrasubversiva que libran las Fuerzas Armadas desde 1981 es un tanto insólita, pues en ella hay tres participantes. De un lado Sendero Luminoso (Partido Comunista del Perú es su designación oficial); del otro, el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), y frente a ambos, las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional. En 1964 el Partido Comunista del Perú sufrió una gran escisión, cuando los grupos de la línea moscovita y los de tendencia maoísta se separaron. De entre los primeros se organizó el Partido Comunista Unidad, y entre los segundos se formó Bandera Roja. El Comité Regional de Ayacucho del PCP se alineó con Bandera Roja, grupo al cual pertenecía Abimael Guzmán. En 1970 Guzmán se separó de Bandera Roja seguido de una facción a la que también llamó Partido Comunista del Perú y trató de lanzarse a la lucha armada, lo que no hizo porque el Comité Central de su partido se lo impidió, aduciendo

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que los militares destruirían el movimiento con facilidad. El nombre de Sendero Luminoso con que se empezó a conocer a la facción de Guzmán, se debió a que la base de su partido era el Frente Estudiantil Revolucionario (FER) de la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga, cuyo lema era: “Por el sendero luminoso de Mariátegui”. EL ORIGEN DEL MOVIMIENTO REVOLUCIONARIO TÚPAC AMARU (MRTA)

El Movimiento Revolucionario Túpac Amaru se originó en 1981, de la unión del Partido Socialista Revolucionario marxista - leninista (PSR-ml), liderado por Luis Varesse Scotto, y de elementos provenientes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria El Militante (MIR-em), de Hugo Avellaneda, Elio Portocarrero y Víctor Polay Campos. Ya vimos que el MIR se desprendió del Apra y que se lanzó a la aventura guerrillera en 1965. El MIR se fraccionó en pequeños partidos, uno de los cuales era el de Avellaneda. Cuando se produjo la alianza entre Varesse y Avellaneda, dieron a su movimiento el nombre de “Convergencia”, que posteriormente, en 1982, fue cambiado por el de Movimiento Revolucionario Túpac Amaru, en cuya dirección estaban: Varesse, Avellaneda, Portocarrero, Polay y Néstor Cerpa Cartollini, dirigente sindical que se les unió.

se registraron oficialmente 219 atentados; en 1981, 715. Hasta ese año, casi todos los departamentos estaban convulsionados por Sendero, sólo se exceptuaban Tumbes, San Martín y Madre de Dios. Principal blanco de estos atentados fueron los puestos policiales, especialmente en el campo ayacuchano, donde intentaban establecer su primera zona liberada. El 12 de octubre de 1981 el gobierno se vio obligado a declarar en emergencia las provincias de Huamanga, La Mar, Cangallo, Víctor Fajardo y Huanta en Ayacucho. En 1982 se registraron 891 atentados (24.92% más que en el año anterior), con acciones de extrema violencia contra la Policía Nacional. Comenzaron a ejecutar masivamente a comuni­ dades campesinas que no aceptaban plegarse a las fuerzas subversivas. Su acción se orientaba también contra las autoridades, buscando que abandonaran sus cargos, y contra las torres de alta tensión (TAT), intentando desarticular el sistema eléctrico del país. Como consecuencia de esto, la última semana de 1982 el gobierno dispuso la intervención de las Fuerzas Armadas en la lucha contrasubversiva.

LA INTERVENCIÓN DE LAS FUERZAS ARMADAS RECUPERACIÓN DEL CONTROL TERRITORIAL

LUCHA CONTRA SENDERO

La guerra popular se inició el 17 de mayo de 1980, cuando Sendero incursionó en el pueblo ayacuchano de Chuschi y quemó las ánforas electorales, durante los comicios que se realiza­ ban para elegir al Presidente de la República y a los repre­sentantes al Congreso. En los meses siguientes la acción terrorista se hizo sentir en gran parte del territorio nacional. Apuntaba a conseguir determinados objetivos políti­cos y económicos fundamentalmente. Conforme pasaban los meses, los actos senderistas se incrementaron notablemente y con grandes muestras de crueldad que apuntaban a someter a la sociedad peruana por el terror. En 1980

La intervención de las Fuerzas Armadas en la lucha contrasubversiva se produjo cuando empezaba la segunda fase de la guerra popular de Sendero. El Ejército encargó a la 2a. División de Infantería (DI) la ejecución de las operaciones, para lo cual esta gran unidad de combate (GUC) fue trasladada a Ayacucho, desde su sede en Huancayo. Su antigua zona de responsabilidad le fue encargada a la 31a. DI, cuyo cuartel general fue ubicado en esta ciudad. La misión que el gobierno asignó al Ejército era un tanto equívoca, por lo menos de cara a la opinión pública, pues se dijo que la 2a. DI cumpliría mera función de apoyo logístico a la PNP, que al parecer seguiría cumpliendo la misión principal. Para los efectos prácticos, sin embargo, el general de brigada

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Izamiento del Pabellón Nacional del Perú en el PV 22, durante el conflicto con Ecuador, 1981. Fuente: Archivo fotográfico del IEHEP.

Clemente Noel Moral, Comandante General de dicha GUC, asumió el mando pleno de la zona de emergencia y subordi­nó bajo su mando a los elementos policiales existentes en su jurisdicción. La estrategia operativa que se puso en práctica desde los primeros días de enero de 1983 consistía en la ocupación militar del territorio en las provincias puestas en situación de emergencia, para ejercer el control táctico de las pobla­ciones, las vías de comunicaciones y puntos críticos en general. La 2a. DI estableció para ese objeto, alrededor de 60 bases contrasubversivas, incluso las controladas por la Infantería de Marina en la provincia de Huanta. Estas bases protegían las principales comunidades campesinas, especialmen­te las que habían sido controladas por Sendero. Las operaciones militares destinadas a destruir la organización senderista y ejercer el control territorial de la zona de emergencia, mediante un intenso patrullaje, con el apoyo de helicópteros del Ejército y la Fuerza Aérea, fueron combinadas con actividades de apoyo a la comunidad que incluían la

provisión de víveres y medicinas, en coordinación con los organismos estatales pertinentes, por lo que las Fuerzas del Orden (FFO) ganaron la simpatía y el apoyo de la población, en las ciudades y en el campo. El apoyo del campesinado a las FFO se hizo cada vez más tangible debido al franco rechazo a las hordas subversivas, que fue generalizándose desde que el 21 de enero la comunidad de San José de Secce les hizo frente matando a 7 senderistas, con machetes y cuchillos, y poniendo en fuga a los sobrevivien­tes. El presidente Belaúnde elogió públicamente esa actitud de autodefensa, y los medios de prensa, ante esta nueva reacción de la población campesina, enviaron a esa localidad a sus reporteros. Reunidos varios de ellos en Ayacucho, ante la negativa del comando político - militar para autorizar su viaje a San José de Secce, ocho decidieron viajar por su cuenta. Los ocho fueron asesinados por la comunidad de Uchuraccay el 26 de enero de 1983, cuando los confundieron con senderistas. Emulando la valiente actitud de los pobladores de San José de Secce, el rechazo a Sendero fue

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haciéndose más firme en todo el campo de la sierra centro - sur. El 14 de febrero una asamblea general de más de 3 mil campesinos de la comunidad de Colcabamba, provincia de Tayacaja, rechazó los abusos que cometían los Sinchis (cuerpo especializado de la PNP) y al mismo tiempo decidió oponerse radicalmente a Sendero. El 16 del mismo mes, en Sacsamarca, a 8 kilómetros de Ayacucho, la comunidad se enfrentó a una columna senderista, matando a 3 y capturando a 7 subversivos. Sendero logró liberar a sus combatientes capturados y, en represalia, mató a cuatro comuneros. El 20 atacó Huancasancos con 80 hombres, pero encontró resistencia y murieron ocho de los suyos. En represa­lia por este creciente rechazo, atacó el 13 de abril Lucana­m arca y Huancasancos (provincia de Víctor Fajardo) con 100 hombres en cada operación, y luego de sendos “juicios popula­res” asesinó a 45 comuneros de Lucanamarca y a 30 de Huanca­sancos, dando inicio a una nueva política de castigo a las comunid En cuanto a la lucha armada propiamente dicha, Sendero atacó 84 veces a instalaciones de las FFO (policiales); ejecutó 6 emboscadas y se produjeron 61 enfrentamientos armados, en los que murieron 85 miembros de las FFO y 2,161 subversivos, mientras que se capturó a 1,699 extremistas. Hay que decir que, como era común en esa época, la mayor parte de estos detenidos fueron puestos en libertad por falta de pruebas, según versión del Poder Judicial, aunque la verdad era que los jueces estaban intimidados por Sendero. La retirada de Sendero del campo ayacuchano en 1983 se hizo fundamentalmente en dirección a la provincia de La Convención, en el Cusco, donde desde hacía algunos años había realizado trabajo político; en la región colindante con el departamento de Ayacucho, en la orilla oriental del río Apurímac, Sendero estableció zonas de descanso para sus combatientes, escuelas populares y bases logísticas. Ese mismo año empezó su desplazamiento militar hacia el departamento de La Libertad, donde actuó en los distritos de Curgos y Sarín, en la provincia de Huamachuco, entre agosto y diciembre.

1992 - 1993: LA DERROTA DE SENDERO Al iniciarse 1992, SL vivía una situación sumamente difícil: a su fracaso en el Ene y en toda la sierra, acosado como estaba por las rondas campesinas, se agregaba su decidida inclinación por las acciones violentas contra los humildes líderes populares, lo que le daba la imagen de un organismo meramente terrorista y, en consecuencia, cada vez más repudia­do por el pueblo. En esta situación de declive, Sendero cometió su más grande error: asesinó a María Elena Moyano, valiente lideresa de Villa El Salvador que se había constituido en un verdadero muro de contención para su propósito de infiltrar las organi­zaciones populares; como consecuencia de este acto, las Naciones Unidas declararon a Sendero “grupo genocida” y ello lo desenmascaró en el mundo desarrollado, privándolo del apoyo de los grupos extremistas de los países ricos. El 16 de julio de ese año se produjo el irracional atentado, con coche-bomba, de la calle Tarata, en el distrito de Miraflores de Lima, lo que le valió el repudio generalizado en todo el país y en el extranjero, y lo puso definitivamente en el despeñadero del fracaso. Este desprestigio, sumado a los efectos de la Ley de Arrepentimiento, con su secuela de informaciones proporcionadas por los arrepentidos, desmoralizó en alguna medida a la organización terrorista, lo que facilitó la labor de inteligencia. La situación descrita se tradujo, entonces, en la sensacional captura de Abimael Guzmán Reynoso, el evasivo líder de Sendero Luminoso, el 12 de setiembre de 1992. La situación de Sendero a partir de la captura de Guzmán fue incierta. El líder senderista y el resto de la cúpula encarcelada solicitaron al Gobierno, mediante una carta, el fin de la acción subversiva. Esto ha llevado a que un grupo de senderistas, liderados por Óscar Ramírez Durand apodado “Feliciano”, no acepte esta determinación de la cúpula y se mantenga en rebeldía, tratando de preservar la vigencia de Sendero y recomponer sus cuadros militares. Otro grupo disciplinadamente aceptó la decisión de su líder.

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El Ejército y la población derrotaron al terrorismo, 1992. Fuente: Archivo fotográfico del IEHEP.

L a fac ción de “Felic iano” a mena zad a permanentemente por las FFO, que la persiguen donde se presenta y han desarti­culado cada una de las sucesivas reorganizaciones que ha hecho del aparato administrativo y político de su movimiento, no ha logrado convulsionar el país, pues lo cierto es que a partir de 1993 el Perú vive en calma y con la sensación de que el problema subversivo prácticamente ha concluido, aun cuando es evidente que los cada vez más débiles rezagos tratan de revivir su vigencia. En julio de 1999, “Feliciano” fue capturado por una patrulla del Ejército, cerca de Huancayo.

LUCHA CONTRA EL MOVIMIENTO REVOLUCIONARIO TÚPAC AMARU (MRTA) Hay una marcada diferencia entre ambos en lo que atañe al culto a la personalidad, pues mientras Abimael Guzmán es considerado por sus seguidores como la “cuarta espada” del movimiento comunista internacional, y el “pensamiento Gonzalo” fue entronizado por el comité central de su partido, en el MRTA no hay

nada parecido a eso. Su líder más visible, Víctor Polay Campos, hoy condenado a cadena perpetua como Abimael Guzmán, no parece tener la calidad de “indiscutido e indiscu­tible” de que gozaba éste. Por último, y sin agotar el tema de las diferencias entre ambas organizaciones subversivas, mientras SL se ha agenciado fondos mediante asaltos a bancos, primero, y de su “arreglo” con las firmas de narcotraficantes, posteriormente, el MRTA ha preferido el método de los secuestros a personajes prominentes del mundo de los negocios, a los que obligaba a pagar cuantiosos rescates, aunque no desprecia ni los asaltos a bancos ni el cupo a los narcotraficantes en sus zonas de influencia. Pues bien, las principales acciones ejecutadas por el MRTA fueron: - En enero de 1984 realizó su primera acción: el ataque al puesto policial de Villa El Salvador. - El 24 de julio de 1985 asaltó el Museo Histórico de Huaura y robó la espada de San Martín y la primera bandera creada por el Libertador. - El 9 de diciembre de 1986 se realizó una conferencia entre el MRTA y el MIR, en la que acuerdan unificarse.

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- El 7 de octubre de 1987 ejecutó su primera acción de envergadura, cuando una columna incursiona violentamente en Tabalosos (departamento de San Martín); simultáneamen­te, otra columna ataca Concepción (departamento de Junín). Un destacamento del Ejército derrota y pone en fuga a los subversivos que actuaban en San Martín. - El 28 de abr il de 1989 se produce un enfrentamiento entre una columna del MRTA y el Ejército en la región de Los Molinos, en Jauja, como consecuencia del cual mueren 63 subversivos. - Al parecer, en represalia por su derrota en Los Molinos, el 9 de enero de 1990 un comando emerretista asesinó en Lima al ex Ministro de Defensa, General de Ejército Enrique López Albújar Trint. - A fines de 1989 el MRTA secuestra al empresario Manuel Delgado Parker, quien también era asesor personal del presidente Alan García Pérez; esta circunstancia ha dado pábulo para que en algunos medios de la prensa se especule respecto a que uno de los acuerdos a que se llegó para el rescate de ese prominente personaje habría considerado la liberación de Polay Campos, también amigo personal del presidente García. El 9 de julio de 1990 Polay Campos y 46 subversivos escaparon del penal Castro Castro por un túnel. El presidente Fujimori había ofrecido en su campaña electoral terminar con el MRTA en 1993. A partir de 1991, parte importante de las tropas acantonadas en Huánuco y San Martín se abocaron a combatir a las hordas emerretistas en su zona de influencia al norte de la provincia de Tocache, en San Martín, y lograron cumplir la promesa presidencial, pues a partir de 1993 el MRTA prácticamente había desaparecido no sólo del Alto Huallaga sino del resto del territorio.

OPERACIÓN CHAVÍN DE HUÁNTAR Un grupo marginal de lo que quedaba del

MRTA, hizo un espectacular ingreso en la escena nacional, cuando el 17 de diciembre de 1996 tomó por asalto la residencia del embajador del Japón, señor Morihisa Aoki, mientras celebraba con más de 600 invitados el onomástico del Emperador japonés. LA TOMA DE LA RESIDENCIA DEL EMBAJADOR JAPONÉS

El Servicio de Inteligencia Nacional, el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas y la Segunda Región Militar habían advertido al comando policial de ciertos desplazamientos efectuados por destacamentos subversivos de Huánuco, Junín y Cerro de Pasco hacia Lima con el objetivo de realizar una acción espectacular, informaciones que se comprobaron cuando las FFO, intervinieron un domicilio en La Molina, donde se capturó a una veintena de altos mandos del MRTA, entre ellos algunos extranjeros. En ese domicilio se encontraron las evidencias de que esta alicaída organización preparaba la toma de una importante repartición del Estado (el Congreso de la Repúbli­ ca) o de alguna embajada. El objetivo de los subversivos era realizar una captura selectiva de rehenes para canjearlos por los emerretistas presos en los diferentes penales de nuestra Patria. Pese a este conocimiento de inteligencia sobre el enemigo, en determinados niveles policiales no se extremaron las medidas de seguridad en las embajadas más significativas como posibles blancos del ataque emerretista. Por eso de una manera un tanto sencilla, pero audaz, un grupo subversivo al mando de Néstor Cerpa con 14 miembros, 3 de los cuales eran mujeres, pasadas las 8 de la noche del mencionado día, utilizando una furgoneta blanca con las características de una ambulancia particular, llegaron a una casa desocupada a la espalda de la residencia del embajador japonés, ingresaron, volaron las paredes colindantes y penetraron sin dificultad a los jardines de la residencia, paralizando a los sorprendidos invitados. Dueños de la residencia, los emerretistas decidieron liberar a las mujeres y ancianos

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para hacer manejable la situación. Entre esas personas dejadas en libertad sé encon­traban la madre y la hermana del Presidente Fujimori; los terroristas desconocían la identidad de ellas cuando abandonaron la residencia. Varios ilustres invitados que habían pensado llegar más tarde a la residencia o se retiraron temprano de ella, se salvaron de caer prisioneros: el presidente Fujimori, de viaje por el interior del país; y el presidente del Consejo de Ministros, Alberto Pandolfi, entre otros. Los altos mandos de las Fuerzas Armadas tenían una recepción en la Embajada de Chile y allí les llegó la noticia de la toma de la residencia japonesa. En c a mbio queda ron secuest rados los embajadores de Alemania, Austria, Bolivia, Brasil, Canadá, Cuba, Egipto, Grecia, Guatemala, Hondu r a s, Ma la si a , Pa n a m á , Repúbl ic a Dominicana, Venezuela y por supuesto el embajador anfitrión Morihisa Aoki. Con ellos estuvieron también el canciller Francisco Tudela, el Ministro de Agricultura, altos oficiales del Ejército y de la Marina de Guerra en retiro, así como oficiales en actividad de la Policía Nacional, numerosos viceministros, altos funcionarios del gobierno, miembros del Congreso, del Poder Judicial y otras

destacadas figuras. También figuraba entre ellos el hermano menor del Presidente. En los sucesivos días, los terroristas empezaron a liberar a grupos de rehenes, pues algunos presentaban cuadros clínicos muy preocupantes. De esta manera, en el transcurso de 126 días retuvieron finalmente a 72 secuestrados. La vida de estas personas en este prolongado encierro se tornó muy dolorosa y llena de vicisitudes. Entre las personas e instituciones que ayudaron a soportar lo dramático de esta situación, estuvo el Arzobispo de Ayacucho, Monseñor Juan Luis Cipriani, quien ingresó por primera vez a la residencia ocupada, el 25 de diciembre. Dialogó con rehenes y captores, y en sus permanen­tes visitas, brindó ayuda espiritual; los contactos personales que mantuvo con los cabecillas, permitieron mantener una esperanza de salida pacífica, sin derramamiento de sangre y sin que el Estado claudique de sus principios. En esta tarea lo acompañaron los miembros de la Cruz Roja, y especialmente el jefe de la Delegación de la Cruz Roja Internacional, el suizo Michel Minning, quien, acompañado de las 21 personas de esta organización, logró realizar un trabajo encomiable en el campo logístico para Operación militar de rescate "Chavín de Huantar" 22 de abril de 1997. Fuente: Archivo fotográfico del IEHEP.

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permitir una adecuada subsistencia de tal cantidad de personas. DECISIÓN POLÍTICA

Uno de estos planes de contingencia fue la “Operación Chavín de Huántar ”, cuyo objetivo político era solucionar el problema, de manera que el principio de autoridad, el orden jurídico, la dignidad y seguridad nacionales no sufrieran menoscabo. Especí­f icamente se otorgaba prioridad al rescate con vida de los rehenes, sin hacer concesión contraria a las leyes de la República; es decir, no existiría c anje con ter ror istas presos bajo ning ún concepto, la solución tenía que ser acorde con las aspiraciones del Estado y también con la salud y vida de los rehenes. Establecido el principio político, había que determinar las soluciones al problema. Se previó dos alternativas: la solución pacífica conducida por el propio mandatario, y la solución militar, cuya estrategia requería la aprobación del mismo Presidente; en ambos caminos actuaba la Inteligencia como elemento clave para brindar la información precisa. SALIDA PACÍFICA

Se basó en conversaciones directas y formales con intervención de una Comisión de Garantes, integrada por el embajador del Canadá, Anthony Vincent; monseñor Juan Luis Cipriani como representante del Vaticano, y el delegado en el Perú del Comité Internacional de la Cruz Roja, Michel Minning; en calidad de observador participaría el representante del gobierno de Japón, Terusuke Terada. SOLUCIÓN MILITAR

Pa ra ta l ac t iv idad, el Presidente de la República delegó su ejecución en el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, que realizaron la concepción, planeamiento y ejecución de los planes alternos de intervención militar, con el objetivo principal de que todos los rehenes salieran ilesos.

ESTR ATEGIA OPER ACIONAL

El Comando Operativo del Frente Interno inició a partir del día siguiente de la toma, el planeamiento y preparación de las acciones que el 22 de abril de 1997 fueron puestas en ejecu­ción. A los pocos días, por diversos canales se obtuvo los planos originales de la residencia asaltada. De inmediato se procedió a construir una réplica de la residencia del embaja­dor japonés, en un terreno cercano a la División de Fuerzas Especiales, en donde se ensayó la cantidad de explosivos a emplearse en el momento de la irrupción, así como también la ubicación de los ambientes a donde debían llegar los túneles que brindarían el acceso al interior de la residencia, es decir al área donde acostumbraban a jugar fulbito en forma rutinaria los terroris­tas. En este aspecto, la inteligencia operacional jugó un rol fundamental en brindar la máxima información del enemigo. EL RESCATE DE LA RESIDENCIA

El día 16 de abril en la tarde, se decidió por orden del Jefe del Estado, llevar a cabo la Operación Rescate, cuando la inteligencia señalara con precisión el día “D” y la hora “H” bajo las condiciones dispuestas por el Presidente. Al día siguiente, desde la mañana los comandos que actuarían desde la red de túneles construidos a partir de las casas aledañas a la residen­c ia, debían ingresar por infiltración a los mismos y quedar en situación de espera, aguardando la orden de ataque; debemos señalar que 60 curtidos y experimentados mineros de los Andes, trabajando en tres turnos, habían construido los túneles a un metro de la superficie; en uno de ellos se instaló un puesto de comando subterráneo. El 22 de abril, pasadas las 3 de la tarde, el Presidente de la República dio la orden de iniciar la operación de rescate, luego de recibir la información respecto a que la mayoría de líderes terroristas se encontraban jugando su habitual partido de “fulbito”. Dentro de la residencia, los rehenes miembros de las

Fuente: Compendio de Historia Militar General del Perú, del Instituto de Estudios Históricos del Ejército del Perú

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Heroicos compatriotas que defienden a la nación. Fuente: Archivo fotográfico del IEHEP.

Fuerzas Armadas y Policía Nacional, alertados por las comuni­c aciones de inteligencia, dieron instrucción a los cautivos para que - al oír la primera explosión - hicieran cuerpo a tierra y conservaran la calma hasta recibir la orden de evacuar, manteniéndose todos en el segundo piso de la residencia. A las 3:23 se escuchó la primera explosión. Los comandos dispararon sobre otros seis que pugnaban por ganar el segundo piso. El tiroteo fue intenso, produciéndose luego 6 explosiones más; los comandos aparecie­r on por varios lugares, en los techos, jardines y escaleras exteriores. Un terrorista disparó sobre el teniente coronel Juan Valer Sandoval, cuando protegía con su cuerpo al canciller Francisco Tudela, a quien hirieron en el tobillo. El teniente Raúl Jiménez Chávez también murió en acción como consecuencia de la explosión de una mina que los terroristas habían colocado en la puerta de

ingreso norte al segundo piso de la residencia. Apenas cumplidos 15 minutos del inicio del ataque, murieron todos los emerretistas; entre los comandos hubo varios heridos. Algunos rehenes salieron por una escalera exterior hacia el jardín lateral; otros lo hicieron por unas escalas puestas por los comandos hacia el jardín de la parte norte. Los heridos f ueron llevados a los hospitales Militar y Policial. El magistrado Carlos Giusti Acuña falleció en la sala de operaciones, de un paro cardíaco, a raíz de una esquirla que le afectó la vena femoral. Dominada la residencia, la alegría de los comandos fue indescriptible; uno de ellos retiró de la azotea la bandera del grupo subversivo, mientras resonaban los gritos de ¡VICTORIA! en todos los ambientes. La “Operación Chavín de Huántar” se sitúa entre las más gloriosas jornadas del Ejército del Perú.

Fuente: Compendio de Historia Militar General del Perú, del Instituto de Estudios Históricos del Ejército del Perú

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SEGUNDA PARTE: EL EJÉRCITO EN LA DEFENSA DEL FRENTE EXTERNO:

LOS CONFLICTOS CON EL ECUADOR EL PRIMER CONFLICTO DE LA CORDILLER A DEL CÓNDOR: 1981

En el Perú pensamos que la tranquilidad de la frontera durante dicho lapso se debió a que el acuerdo militar estaba funcionando, pero no fue así. Esa tranquilidad era la que Ecuador necesitaba para infiltrar sus tropas en nuestro territorio y establecer 6 puestos de vigilancia en la vertien­te oriental de la Cordillera del Cóndor, 4 en el sector del río Comaina y 2 en el del Cenepa. Gobernaba el país norteño el presidente Jaime Roldós Aguilera. Sin duda, el señor Roldós era un personaje muy especial, dueño de una audacia poco común, pues en la Cordi­ llera del Cóndor infiltró sus tropas y se permitió mandar a construir 3 puestos de vigilancia en nuestro territorio, con todo el despliegue logístico que ello suponía. En el principal de ellos, el que más adelante sería conocido como “Falso Paquisha”, había previsto una ceremonia inaugural a todo dar con viandas y licores finos, la misma que debía realizarse con gran despliegue publicitario, el 29 de enero de 1981, aniver­sario de la firma del Protocolo. Es probable que en esa fecha Roldós pretendiera denunciar dicho Protocolo o por lo menos dejar constancia ante el mundo que el territorio invadido era suyo, pues hasta tenía guarniciones bien asentadas en él. Desde luego, esa pretensión no era realista. El 11 de enero, el jefe del PV “Comaina”, SO3 Homero Bocanegra Castag­nola, informó que al norte de su puesto de vigilancia (PV) se venían produciendo continuos vuelos de helicópteros ecuator ia­n os. En la sede del Bata llón de Infantería de Selva Nº 25, responsable de la cobertura de ese sector, en la guarnición teniente

Pinglo, se estaba relevando el comando de esa unidad entre el teniente coronel Carlos Flores Quiroz (entrante) y el teniente coronel Julio Brun Delgado (saliente). El 22, aprovechando la presencia de helicópteros en “Teniente Pinglo”, el comandante Flores efectuó un reconocimiento del sector Comaina y descubrió que los puestos de vigilancia (PPVV) Nº 3 y Nº 4, que años antes habían sido abandonados, y otros puestos nuevos estaban ocupados por tropa ecuatoriana que había izado su bandera en ellos.

Fuente: Compendio de Historia Militar General del Perú, del Instituto de Estudios Históricos del Ejército del Perú

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Contra el narcotráfico y la subversión, el Soldado Peruano presente. Fuente: Archivo fotográfico del IEHEP.

Cuando se acercó el helicóptero, piloteado por el mayor Rubén Polanco Pacheco y el capitán José Graham Ayllón, la tropa ecuatoriana del nuevo PV donde había un helicóptero posado en tierra, disparó una ráfaga de ametralladora, una de las cuales impactó en la pala del helicóptero, por lo que el aparato peruano se retiró, ya que estaba desarmado pues “cumplía misión de abastecimiento”. Flores dio cuenta de esto al comando de la Quinta Región Militar (QRM), con sede en Iquitos.

E l C oma nda nte G enera l de esa reg ión militar, general de división Eduardo Salhuana Mackee, el mismo 22 dio cuenta al Comando del Ejército y tomó disposiciones para expulsar a la tropa ecuatoriana. Era Presidente de la República el arquitec­to Fernando Belaúnde Terry, y su gobierno autorizó la expulsión de los infiltrados. El 23, el general Salhuana envió a Comaina tropa de refuerzo del BIS 29 acantonado en Iquitos, y dispuso que los coroneles Salomón Delgado Málaga y Raúl

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Basadre Sáenz, del Estado Mayor Regional efectuaran un reconocimiento detallado con miras al planeamiento de las operaciones. RECUPER ACIÓN DEL PV 22 O FALSO PAQUISHA

El plan contemplaba: un asalto helitranspor tado sobre el objetivo bajo la protección de una sombrilla aérea a cargo de 2 Mirages; antes del asalto debía ejecutarse el ablandamiento de la posición con 2 helicópteros MI-8 del Ejército, luego de lo cual la tropa sería transportada en olas de dos MI-8, uno del Ejército y otro de la FAP, mientras un Bell Twin cumpliría misión de controlador aéreo. La fuerza terrestre tenía la siguiente organización para el combate (OPC): - Comando: C o r o n e l R a ú l B a s a d r e Sánez - Patrulla 1: Capitán Marco Yáñez Rubio, jefe, SO2 Tomás Manco Gutiérrez y 14 individuos de tropa del servicio militar (TSM) - Patrulla 2: Capitán Luis Chávez Agusti, jefe, y 12 TSM - Patrulla 3: Ten iente Jo s é Per a lt a S a l a s Guevara, jefe, y 12 TSM - Patrulla 4: Teniente Héctor Herrera Caro, jefe, y 14 TSM - Patrulla 5: Te n i e n t e W i l s o n G o n z á l e z Ramírez, jefe, y 13 TSM - Patrulla 6: Capitán David Perales Bracamonte, jefe, y 14 TSM La operación se inició a las 13:45 horas, cuando los helicópteros que debían ejecutar el ablandamiento partieron hacia el objetivo; luego las patrullas 1 y 2 se lanzaron al asalto; en una segunda ola fue lanzada la patrulla 3, la que llegó al objetivo a las 13:26 horas; a las 13:35 horas se malogró el tiempo, lo que demoró la entrada en acción de las patrullas 4 y 5, que cayeron sobre el objetivo a las 14:30 horas. Uno de los helicópteros que transportaba esta segunda ola, el Nº 561, al llegar a Comaina sufrió un accidente y se precipitó a tierra, causando la muerte del cabo Gustavo García Montilla, quien

se encontraba en el helipuerto; por esta razón, la patrulla 6 llegó al objetivo a las 14:30 horas. Al aproximarse la primera ola, los helicópteros recibie­ron fuego desde los flancos, posiblemente mientras los ecuatorianos se retiraban del PV, pues cuando las patrullas 1 y 2 desembarcaron no encontraron a nadie que defendiera la posición. El objetivo quedó consolidado a las 17:00 horas; la patrulla izó el pabellón nacional a las 13:25 horas; esa bandera sería llevada a Lima por el presidente Belaúnde al día siguiente. C omo c on s e c ue nc i a d e l a op e r ac ión , re su lta ron her idos el SO2 Tomá s Ma nco Gutiérrez, los sargentos 2º Juan Luis Cachique Chumbe, Américo Guevara Guerra y el cabo Jonan Chistama Bartra. En el objetivo, los peruanos encontraron los cadáveres de dos soldados ecuatorianos, los que fueron enterrados con honores militares. En su huida, los soldados ecuatorianos aba ndona r on g r a n c a nt id ad de a r m a s y municiones, incluso 12 cohetes antitanques M72A2, que afortunadamente no usaron contra los helicópteros, posiblemente porque no conocían su manejo; igualmente, se encontró gran cantidad de materiales de construcción y viandas y licores que estaban reservando para la ceremonia de inaugu­ración por el presidente Roldós. RECUPER ACIÓN DEL PV 3

El asalto al PV3 debía realizarse ese mismo día, pero faltaba combustible y municiones, que se repusieron al atardecer, por lo que la operación fue diferida para el día siguiente. A las 17:30 horas, un helicóptero piloteado por el mayor Roberto Arias Córdova, efectuó un vuelo de reconocimien­to sobre el PV3, llevando a a lg unos of icia les del Estado Mayor del destacamento. Este aparato recibió fuego desde las partes altas que dominaba dicho PV. Con la información obtenida sobre el terreno durante este vuelo, se planeó la operación. Se ejecutaría el mismo plan que en el anterior objetivo, con una variante impuesta por el terreno: la ruta

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de aproximación era muy estrecha, por lo que los helicópteros debían acercarse uno a uno; mientras cada uno de ellos desembarcaba a la tropa, los otros sobrevolarían prestando apoyo; se iba a solicitar sombrilla aérea. A las 17:45 horas se lanzó la operación sobre dicho objetivo; la fuerza terrestre tenía la siguiente OPC: - Comando : Teniente Coronel Nelson González Feria - Patrulla 1: C a p i t á n G r e g o r i o C a r b a j a l Buendía, jefe, y 9 TSM - Patrulla 2: Mayor Ernesto Bernales Ascarza, jefe, Teniente Miguel Gómez Sánchez y 10 TSM - Patrulla 3: Sub Teniente Hugo Robles del Castillo, jefe, y 10 TSM - Patrulla 4: Teniente Leonel Cabrera Pino, jefe, y 12 TSM - Patrulla 5: SO1 OC Walter Rengifo Terán, jefe, y 13 TSM Inicialmente se ejecutó el bombardeo de ablandamiento a cargo de 3 MI-8, mientras un Bell Twin cumplía misión de controlador aéreo; luego 2 Bell Twin transportaron a la primera patrulla, que desembarcó sobre el helipuerto, al S del objetivo, a las 08:15 horas; a las 18:20 horas llegó la segunda patrulla, y a las 18:30 horas, la tercera. Con estas tres patrullas se inició el ataque al objetivo; mientras progresaban recibieron disparos desde la elevación al E del PV, los que cesaron cuando los peruanos hicieron f uego con lanzacohetes R PG -7B. Los ecuatorianos tampoco defendieron esta posición. A las 18:40 horas desembarcó la última patrulla y el objetivo quedó consolidado a las 18:50 horas. RECUPER ACIÓN DEL PV 4 NUEVO

El 1 de febrero a las 07:00 horas se inició el planea­m iento para la conquista del PV4 nuevo; se seguiría el mismo plan que en las anteriores operaciones, pero sin apoyo aéreo ofensivo de la FAP. A las 14:05 horas se obtuvo sombrilla aérea

a cargo de 2 Mirages, y, bajo esta protección, se ejecutó el ablandamiento de la posición enemiga con los helicópteros. Como no se disponía de fotografías aéreas del objetivo, los jefes de patrulla que intervendrían en la acción aprovecharon del ablandamiento para reconocer sus respectivos objetivos. El ablandamiento terminó a las 14:45 horas y se reabaste­ció los aparatos con combustible y cohetes. A las 15:00 horas se malogró el tiempo y el área se cubrió con nubosidad, por lo que se suspendió la sombrilla y toda la operación. En vista de esto, se reajustó el plan: se ejecutarían dos misiones de bombardeo con los helicópteros y luego se procedería a asaltar la posición con dos Bell Twin y el apoyo de 3 MI-8; otro Bell Twin cumpliría misión de controlador aéreo. La fuerza terrestre estaba organizada así: - Comando: Teniente C oronel Ju lio Br un Delgado - Patrulla 1: Capitán Carlos Marrou Villegas, jefe, y 11 TSM - Patrulla 2: Teniente Miguel Espinoza Noriega, jefe, SO2 OC Celestino Vásquez Puelles y 10 TSM - Patrulla 3: Teniente Oswaldo Pacheco Castro, jefe, Sub Teniente Max Espinoza Sánchez y 10 TSM - Patrulla 4: Teniente Seg undo Sa lir rosa s Sánchez, jefe, SO3 ENF Julio Cabrejos Yenque y 11 TSM - Patrulla 5: Mayor Alfonso Mendo Alcalde, jefe, SO3 Mús. José García García y 12 TSM - Patrulla 6: Alférez Miguel Moncada Tuesta, jefe, SO3 OC Roberto Bocanegra Castagnola y 10 TSM. A l a s 17 :3 8 hor a s s e l a n z ó e l a s a lt o helitransportado; las patrullas desembarcaron a media pendiente delante de la posición, actividad en la que resultó herido el cabo Víctor Tuanama Canayo, quien fue evacuado a Comaina inmediatamente. Las patrullas 1 y 4 asaltaron la posición con el apoyo de las otras patrullas; mediante el fuego y esporádicos disparos de los ecuatorianos que se

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retiraban a Intermedio, elevación a 1,500 metros y al NO del objetivo, donde habían construido un helipuerto. El objetivo quedó consolidado a las 18:10 horas. En la operación inter vinieron 28 de los licenciados del BIS 25 que se habían quedado a trabajar en la empresa Instala­ciones Selva S.A. (INSELSA) que operaba en el río Santiago, y a los que había reclutado el teniente coronel Brun. Al día siguiente se montó un ataque terrestre a Intermedio, a donde habían llegado tropas ecuatorianas en helicóptero a las 08:30 horas, pero no se pudo ejecutar esa acción porque llegó la orden de alto el fuego, proclamado unilateralmente por nuestro gobierno. Recuperado el PV4 nuevo, el gobier no per uano consideró superado el problema fronterizo, pero no era así, pues quedaban tres puestos instalados por los ecuatorianos y todavía no descubiertos, uno en el sector Cenepa y 2 en el río Comaina. Se les descubrió durante los vuelos en helicóptero que realizaban los agregados militares de los países garantes para verificar el alto el fuego en todo el sector de la Cordillera del Cóndor. Los oficiales peruanos que acompañaban a esos oficiales extranjeros informaron sobre estos puestos: - Jiménez Banda (JB) 2, ubicado al SO del PV Jiménez Banda y a una distancia aproximada de 15 kilómetros del mismo, que no había alcanzado un buen desarrollo, pero que sin duda era el más importante de todos los instalados por los ecuatorianos en vista de su cercanía al río Cenepa, que podía llevarlos hasta el Marañón. - PV-4A, cerca al PV-4 Nuevo, al NO del mismo. - PV-4 antiguo, el que había sido abandonado por el BIS 25 algunos años antes; se encontraba en la misma dirección que el anterior, pero más pegado a la frontera. Cuando el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas dio la orden para reanudar estas operaciones, el genera l Sa lhuana decidió conducir personalmente la acción, con tropas de refresco del BIS 49, que fueron trasladados

de sde su se de en P ijuaya l, a or i l la s del Amazonas, hasta Iquitos. El hecho de que estas operaciones rompieran el alto el fuego decretado unilateralmente por el gobierno peruano no vulneraba la palabra o el compromiso asumidos, ya que el alto el f uego se dio claramente condicionado a que Ecuador abandonara los territorios que había invadido y se abstuviera de ejecutar actos hostiles. Las tropas del BIS 49, al mando de su coman­d ante, el teniente coronel César Solari Pacheco, fueron organizadas en Iquitos, con un total de 9 oficiales y 120 clases y soldados, y trasladadas a Chávez Valdivia en helicóp­teros MI-6 de la FAP.

EL SEGUNDO CONFLICTO DE LA CORDILLERA DEL CÓNDOR: 1995 NUEVA INFILTR ACIÓN EN LA CABECER A DEL RÍO CENEPA

Desde que el presidente Alberto Fujimori Fujimori asumió el mando de la Nación en 1990, se empeñó en solucionar el problema con el Ecuador, lo que lo llevó a visitar ese país oficialmente dos veces y a realizar una visita privada a las islas Galápagos, acompañado por su homólogo ecuatoriano. Era la primera vez, en más de cien años, que un presidente peruano visitaba el Ecuador. En estas visitas, el Presidente ofreció diversas alterna­tivas de solución; propuso al país norteño atractivas posibilidades para que se concreten las facilidades de navegación en nuestros ríos amazónicos, según lo establece el Protocolo de Río de Janeiro, y planteó proyectos de ejecución bilateral en los espacios fronterizos, que tendieran a una amistosa integración de ambos países. En la realidad, desde 1991, diez años después del Primer Conf licto, el Ecuador puso en práctica su nueva estrategia. Esta consistía en reducir sus pretensiones hacia un territorio que denominaban como propio, comprendido entre los ríos Cenepa y Santiago. Hacia esa

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zona, en 1991, inicio su infiltración. Al ser esta descubierta, dio motivo como hemos visto al Pacto de Caballeros. Este, no se concreto por la intransigencia ecuatoriana de prio En 1994, el Ecuador había pues iniciado un nuevo proceso de infiltraciones, ahora orientada hacia el río Cenepa, ocupando Cueva de los Tayos. En vista de esta situación, el Comando de la Quinta División de Servicios, ordena se refuercen los puestos de vigilancia y se intensifique el reconocimiento de la cabecera del río Cenepa a fin de apreciar la magnitud de la infiltración. El 3 de enero de 1995, una patrulla ecuatoriana, esta vez de 45 hombres, se instala en Falso Cueva de los Tayos. Por su parte, el jefe del BIS 25 dispone que una patrulla compuesta de 31 hombres reconozca la cabecera del río Cenepa. Se confirma entonces la presencia de tropas y la existencia de fortificaciones en dicho punto geográfico.

siguiente, a las 05:30 horas, las tropas del BIS 25, atacan la posición donde se encontraban las tropas ecuatorianas y tras 3 horas y 30 minutos de lucha, logran desalojarlos. Este exitoso ataque se logra mediante una maniobra de desbordamiento por el Flanco Este de Cota 950 (Falso Cueva de los Tayos) efectuado por la Compañía “C” (-) del BIS 25 habiéndolo fijado previamente por el Flanco Nor Oeste con la primera sección de la Compañía “A” del RCB 113. Habiendo dichas f uerzas per uanas continuado, luego del ataque exitoso, hacia Falso Base Sur (Cota 1180), los ecuatorianos intentaron nuevamente ocupar Falso Cueva de los Tayos. Esto ocasionó un nuevo enfrentamiento entre dichas tropas y las de la Unidad de Comandos “Papillón” al mando del mayor Juan Bazalar, conformada por tres patrullas, quienes luego de ponerlas en fuga consolidan temporalmente dicha posición. DESALOJO DE FALSO BASE SUR

LAS OPER ACIONES

El 26 de enero, los ecuatorianos iniciaron las operacio­nes, cuando atacaron la patrulla “Roosevelt” en la quebrada Fashín, primero mediante helicópteros y luego con una fuerza terrestre. Los peruanos se defendieron durante cinco días, a pesar de que el mismo 26 había fallecido su comandante, el teniente Guzmán. Sin municiones, la patrulla “Roosevelt ” se replegó hacia PV-1 abriendo trocha para evitar las rutas conocidas ya que sus integrantes no tenían recursos para combatir. Después de 18 días de penosa marcha llegaron al PV-1 únicamente 13; había fallecido el teniente Guzmán, el SO Enf Segundo Minchán, el cabo Antonio Sarmiento y los soldados Eduardo Ejizán y José Álvarez, siendo capturados por los ecuatorianos dos soldados. DESALOJO DE FALSO CUEVA DE LOS TAYOS

El 26 de enero se inician las operaciones para recuperar Cueva de los Tayos. A l día

A las 12:30 horas del 30 de enero, la Unidad de Comandos “Papillón”, per teneciente al BC 19 y el escuadrón “A” (-) del RCB 113, avanzan hacia Falso Base Sur, recibiendo en el trayecto refuerzos provenientes de la Unidad de Comandos “Pirata” al mando del mayor César Astudillo. El 31, las fuerzas peruanas, se establecen en Cota 1406 donde reponen fuerzas y se preparan para el ataque a Falso Base Sur (Cota 1180). Desde esa posición inician la marcha de aproximación hacia el objetivo previsto, el día 2 a las 06:10. A las 07:00 del día 3, la Unidad de Comandos “Pirata”, desborda por el Flanco Este de Cota 1180 (Falso Base Sur) seguida por un pelotón del RCB 113. El ataque frontal lo realiza la Unidad de Comandos “Papillón” conjuntamente con el escuadrón “A” (-) del RCB 113. A las 11:00 horas cuando la situación era favorable a las tropas peruanas, las fuerzas ecuatorianas reciben un refuerzo importante proveniente de Coangos siendo neutralizada por la Unidad de Comandos “Pirata”.

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D ic ho en f r ent a m iento du r a 17 hor a s. Las f uerzas ecuator ianas se retiran desordenadamente. En dicha acción exitosa pierden la vida el capitán Marco Jara, y los sargentos segundos William Arias y César Arteaga. OPER ACIÓN TIWINZA

L a s t ropa s ecuator ia na s ocupa n Fa lso Tiw inza (Cota 1061). A f in de destr uirlas y/o capturarlas, se dispuso el ataque de la Compañía Especial de Comandos 115 al mando del mayor José Pareja, quien debía actuar en coordinación con el Batallón Contrasubversivo 314 que se encontraba en Cota 1274 (Helipuerto “Tormenta”). El día 3 de febrero a las 11:00 horas, la CEC 115 partió con dirección a Falso Tiwinza llegando el 5. Ese día toma contacto con fuerzas enemigas, iniciado el enfrentamiento, la CEC 115, logra hacer replegar a las tropas ecuatorianas, pero debido a la falta de abastecimientos y cantidad de bajas (1 muerto y 11 heridos), se repliega a PV 1. Esto, fue aprovechado por fuerzas ecuatorianas para reocupar Falso Tiwinza. El día 12, el Coronel Roberto Chiabra, Jefe de Operaciones Tácticas, ordena iniciar el planeamiento para realizar un nuevo ataque. En el intervalo, una fuerza de Comandos combinada al mando del Teniente Coronel Luis Alatrista, se enfrentaron con una patrulla ecuatoriana de aproximadamente 80 hombres procedentes de Coangos. Nuestras fuerzas las atacaron entonces sorpresivamente ocasionando numerosas bajas. Ese mismo día, el gobierno peruano decreto unilateralmente el alto al f uego v iéndose Ecuador forzado a adoptar igual medida, aunque en la práctica no respeto su compromiso. El día 17 se firmó en Brasilia la Declaración de Paz de Itamaraty, la cual buscaba el acatamiento definitivo al alto el fuego establecido el día 13. Como los ecuatorianos no acataron dicho Acuerdo, las fuerzas peruanas, en las primeras horas del día 22, emplazadas en la mitad de pendiente que por el Norte dominan a Cota 1061

(Falso Tiwinza), iniciaron su ataque. La Compañía del BCS 28, que disponía de RPG, abrió los fuegos sobre la posición enemiga, lo que permitió, a las demás subunidades integrantes de dicha fuerza como el BCS 314 y a la CEC 115 lanzarse al ataque conjuntamente. Casi simultáneamente, la Unidad de Comandos “Pachacútec” del BC 19 ataca por la dirección Cota 1298 – Cota 1134 a retaguardia de Cota 1061. Había durado solo 45 minutos el ataque, pero por lo enérgico del mismo bastó para que las tropas peruanas tomaran el objetivo. Los ecuatorianos continuaron disparando con su artillería desde su territorio, dando la impresión de que continuaban combatiendo en suelo peruano; las minas antipersonales seguían produciendo bajas entre nuestras tropas y, de otro lado, la propaganda ecuatoriana insistía en que aún tenían en su poder ese espacio fronterizo, de manera que el triunfo peruano no era apreciado claramente por la opinión pública del país y el extranjero. Se dio incluso, el insólito caso de que algunos periodistas peruanos proclamaron la derrota de nuestras armas. En medio de este confuso panorama, el 28 de febrero se firmó la Declaración de Montevideo, que puso fin a las operaciones. LAS NEGOCIACIONES DIPLOMÁTICAS

Entre el 17 de febrero de 1995, en que se firmó la Declaración de Paz de Itamaraty, cuando las tropas de ambos países aún combatían, hasta el Acuerdo Global y Definitivo, firmado en Brasilia el 26 de octubre de 1998, se produjeron intensas negociaciones en las que cumplieron un papel muy activo y trascendente los países garantes. Hemos visto que la Declaración de Paz de Itamaraty, que instaba a la separación inmediata y simultánea de las tropas enfrentadas y la desmov ilización gradua l de unidades, no produjo efectos prácticos con miras a la cesación de las operaciones, fundamentalmente porque Ecuador se negó a silenciar sus armas. Esto se logró el 28 de febrero, con la Declaración de Montevideo.

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HISTORIA GENERAL DEL EJÉRCITO DEL PERÚ. TRES MIL AÑOS DE HISTORIA


Cuando finalizaron las operaciones se formó la Misión de Obser vadores Militares para Ecuador y Perú (MOMEP), el 10 de marzo de 1995. Este organismo, que inicialmente estuvo integrado por personal militar de los países garantes, fue incrementado con delegaciones militares del Perú y Ecuador, y cumplió un papel sustantivo en cuanto a la distensión y la pacificación de la zona en conf licto. Cesó sus actividades el 31 de mayo de 1999, como consecuencia del Acuerdo Global y Definitivo de Brasilia y cuando se logró cerrar las fronteras con la colocación de los hitos pertinentes. Las intensas negociaciones diplomáticas se cumplieron en dos fases: la primera, a cargo de las cancillerías, fue apoyada muy eficientemente por las repúblicas garantes, e inf luida por la opinión pública de ambos países, que daba muestra de pesimismo y desconfianza, a tal punto que las negociaciones llegaron prácticamente a un punto muerto. La segunda fase, que alcanzó un rotundo éxito, fue la llamada “diplomacia presidencial”, que se basó en una negociación personal entre los presidentes de ambos países, Alberto Fujimori Fujimori y Jamil Mahuad, y que también contó con el decidido apoyo de los presidentes de los países garantes. Los principales hitos de la primera fase fueron: - La Reunión de Brasilia, del 6 de mayo de 1995, cuando se produjo el intercambio de los llamados “impases subsistentes”. - La Reunión de Santiago, del 29 de octubre de 1996, que sirvió para ratificar los acuerdos alcanzados dentro del marco del Protocolo de Río de Janeiro. - L a Decla ración de Bra si l ia, del 26 de noviembre de 1997, en la que se sentaron las bases del acuerdo definitivo, pues dio paso a negociaciones puntuales respecto a: - E st ud io de u n Trat ado de C omercio y Navegación, - Estudio de un Acuerdo Amplio de Integración Fronteriza,

- Fijación en el terreno de la frontera común, y - Establecimiento de una Comisión Binacional s obr e me d id a s de c on f i a n z a mut u a y seguridad. De inmediato se formaron las comisiones de trabajo pertinentes, las que se reunieron, cumpliendo estr ictamente el cronograma establecido, cada una de ellas en cada ciudad capital de los países garantes. La Comisión para la fijación en el terreno de la frontera terrestre común llegó a trabarse por las tradicionales posiciones contrapuestas de ambos países al respecto, por lo que los garantes fueron convocados para que dieran su opinión. Pareceres Técnico - Jurídico de los países garantes, del 8 de mayo de 1998. Con respecto al problema suscitado en la fijación de la frontera terrestre, los garantes emitieron opinión, indicando que dicha fijación debía sujetarse estrictamente a lo establecido en el Protocolo de Río y en el Fallo Arbitral de Días de Aguiar. L a seg unda fa se de la s negociaciones, entablada de manera personal entre los presidentes del Perú y Ecuador, supuso un intenso intercambio de pareceres, signado en ambos lados por la firme voluntad de concluir definitivamente el problema fronterizo. No fue, ciertamente, fácil ese intento, y llegó a trabarse debido que no fue “posible encontrar una fórmula mutuamente aceptable para culminar la fijación en el terreno” de la frontera común. En vista de ello, ambos presidentes solicitaron, mediante carta del 8 de octubre al presidente del Brasil, Fernando Henrique Cardoso, que los países garantes propusieran una solución. Los presidentes de Argentina, Brasil, Chile y los Estados Unidos de América, en carta del 10 de octubre, aceptaron el pedido, pero con dos condiciones: que su propuesta tuviera carácter vinculante - es decir, obligatorio - y que el procedimiento de solución fuera aceptado por los Congresos del Perú y Ecuador, antes de ser presentada la propuesta. Agregaron que una vez que tuvieran la fórmula de solución, la someterían a su Santidad el Papa para que le diera su bendición.

Fuente: Compendio de Historia Militar General del Perú, del Instituto de Estudios Históricos del Ejército del Perú

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Parte IV

Fuente: Archivo fotogrรกfico del IEHEP.


EL EJERCITO EN

LA ACTUALIDAD


E

l EJÉRCITO DEL PERÚ que nace a la Historia Nacional, como elemento decisivo para obtener la tan ansiada Independencia del Perú y de América a inicios del siglo XIX, se desarrolla como bastión de la defensa de la soberanía de las fronteras y consolidación de la naciente República del Perú a mediados y fines del siglo XIX, recibe en el proceso, hechos profundos y reales que producen su transformación y que lo profesionalizan como por ejemplo, la llegada de la Misión Militar Francesa y la fundación de la Escuela Militar de Chorrillos, a fines del siglo XIX. Posteriormente se produce un fenómeno de crecimiento institucional con la formación de cuadros de of iciales en las diferentes Escuelas de Aplicación de Armas y Servicios, el perfeccionamiento de dichos oficiales en la Escuela Superior de Guerra y su capacitación desde mediados del siglo XX con la creación del Centro de Altos Estudios Militares, posteriormente Centro de Altos Estudios Nacionales. Todo este crecimiento institucional acompaña al devenir de los acontecimientos de la Historia Nacional que tiene en el EJÉRCITO DEL PERÚ,

siempre al protagonista principal de sus hechos decisivos y no como un simple observador de lo que acontece, llegando a la culminación del siglo XX con la satisfacción de haber contribuido siempre en el desarrollo y defensa nacional del país en forma decisiva. Con la llegada del siglo XIX, se produce en el

Fuente: Compendio de Historia Militar General del Perú, del Instituto de Estudios Históricos del Ejército del Perú

Fuente: Archivo fotográfico del IEHEP.

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Fuente: Archivo fotográfico del IEHEP.

EJÉRCITO DEL PERÚ, una involución importante, producto de la aparición de la ciencia y tecnología, que aplicada a sus métodos y reglamentaciones, permite mejorar la eficiencia y eficacia de todos sus procesos y que ha permitido también a sus integrantes tener conciencia de la importancia de su historia, tradiciones y costumbres, que

conforman elementos importantes y decisivos de lo que denominamos actualmente cultura militar y que constituyen los pilares en donde descansa esta importante institución fundamental para el país. Con la probable desaparición de los conflictos internacionales, el EJÉRCITO DEL PERÚ ha pasado a asumir la realización de otros roles y responsabilidades que lo hacen indispensable en la ejecución de tareas y acciones para asegurar la presencia del Estado, que hace frente a las amenazas latentes que se presentan como resultado de las coyunturas actuales y que necesitan de una respuesta rápida y decisiva. Ante estos nuevos retos, el Ejército del Perú viene enfrentándolos con éxito, siempre con la predisposición inherente de socorrer a los peruanos cuando se ven amenazados o afectados por los desastres naturales y cambios climatológicos, así como permanecer atento para defender a su población cuando la soberanía de ésta se vea amenazada. De esta manera nos acercamos a celebrar nuestro Bicentenario Institucional y Nacional, siempre listos para socorrer y defender el Perú. INSTITUTO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DEL EJÉRCITO DEL PERÚ

Fuente: Compendio de Historia Militar General del Perú, del Instituto de Estudios Históricos del Ejército del Perú

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El Instituto de Estudios Históricos del Ejército del Perú expresa su agradecimiento a las siguientes empresas e instituciones que han hecho posible la realización de este importante trabajo editorial:



BIBLIOGRAFÍA Fuente: Compendio de Historia Militar General del Perú del IEHEP.




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