Oswald Wirth - El Libro del Maestro

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Oswald Wirth – El Libro del Maestro de toda investigación personal, reclaman soluciones autorizadas, garantizadas por una iglesia respetable o por una escuela que goce de prestigio requerido. Lejos de evitar el trabajo de pensar, la iniciación incita a reflexionar. Plantear con lucidez los problemas le importa mucho más que resolverlos. Sin duda, interrogando los números conforme a los preceptos pitagóricos, llegamos a concebir la unidad de un principio universal activo e inteligente. Nos es permitido edificar sobre esta base la metafísica de nuestra elección; pero no tendremos el derecho de erigir nuestras vistas personales en doctrinas de Iniciación. En lo que concierne al Grande Arquitecto del Universo, es preciso darse cuenta bien que esta expresión no tiende ningún modo a imponer una creencia. Los constructores debían ser muy naturalmente conducidos a representarse el mundo como un inmenso taller de construcción. Concluyendo de lo pequeño a lo grande, no dudaron en persuadirse de que todo se construye; el conjunto del trabajo de la naturaleza no tiende sino a construir seres de más en más perfecto. Esta concepción considera todo organismo como una construcción y al hombre mismo, por consiguiente, como un edificio animado. El simbolismo masónico coloca más lejos aún la analogía, sugiriendo que el microcosmo, o mundo en pequeño, se construye él mismo, igual en todo como el macrocosmo o mundo en grande. Tendríamos, pues, en nosotros un arquitecto que obra en su esfera según la voluntad del Gran Constructor Universal. Los Hermetistas, cuyas alegorías se inspiran en la química, hacen residir la energía constructiva de todo individuo en lo que ellos llaman su Azufre, ardor interno expansivo, que determina el desarrollo del germen, el crecimiento y la completa expansión del ser. Este principio misterioso pasa de potencial a actual por el efecto de la fecundación. Esta produce una multiplicación rápida de la célula fecundada, cuya descendencia se diferencia más y más, adaptándose a las funciones complejas de la colectividad que se constituye. Cada uno de nosotros es una Humanidad en pequeño, descendiente de un óvulo originariamente macho y hembra. Es así mismo posible encontrar en la vida intra-uterina la fase correspondiente al estado edénico de la leyenda bíblica. Como quiera que sea, el organismo se edifica, no al azar, sino según ciertas reglas del arte que tienden a formar un individuo normal, robusto y bien adaptado al papel que debe desempeñar. Hay en eso reglas generales de arquitectura impuestas por la tradición de la especie. Todo se sucede como si el germen individual obedeciera a una sugestión constructiva, llamando a cada 81


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