Oswald Wirth - El Libro del Maestro

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Oswald Wirth – El Libro del Maestro Más, los fetichistas no deben ser despreciados. ¿No eran escogidos entre los viejos más experimentados, que habían dado pruebas de sabiduría, de prudencia y de sutileza en el seno de la asamblea de los hombres maduros?. Demasiado debilitados de cuerpo para participar en las expediciones guerreras, estos ancianos, cuya inteligencia permanecía vigorosa, supieron tomar un ascendiente a menudo muy extendido. Éste fue el caso de los Druidas y otros sacerdotes similares. Notemos a este respecto que “pretre” (sacerdote) viene de presbyter, cuya raíz es una palabra griega que significa anciano.

El Arte Sacerdotal y el Arte Real Lo que se asemeja se agrupa. La similitud de los caracteres, de los gustos, de los intereses, de las ocupaciones, de los derechos y de los deberes impele al agrupamiento. Los viejos reputados los más sabios; pero físicamente débiles, fueron, pues, inducidos a agruparse separadamente y a reunirse aparte de la asamblea de los hombres todavía vigorosos, en el seno de la cual predominaba el elemento guerrero. Poco numerosos, los viejos estaban obligados a tener sus conciliábulos en el silencio de la noche, retirados en alguna choza aislada. Como su prestigio y su influencia se basaban en su renombre de sabiduría, ellos tenían interés en instruirse recíprocamente, comunicándose el fruto de su experiencia y de sus meditaciones. Llegaron a ser así los depositarios de las tradiciones de la tribu. Entre ellos se encontraron relatores de cuentos, hábiles en encantar a su auditorio con relatos siempre llenos de altos hechos imaginarios atribuidos a los dioses y a los héroes. Hubo también rapsodias, cantores inspirados, hábiles en cautivar las imaginaciones; a veces, aún más, los adivinos anunciaban el porvenir e indicaban remedios para todos los males. La sutileza del talento de los viejos muscularmente debilitados, prevaleció sobre la fogosidad irreflexiva de los fuertes. Explotando las creencias que habían contribuido a esparcir, débiles hombres de pensamiento como eran, se hicieron temer y venerar de las multitudes. Ante ellos se inclinaron guerreros intrépidos, que llegaban hasta a darse voluntariamente la muerte obedeciendo la orden de los representantes de los dioses. Ese fue el triunfo del poder espiritual, que luego abusó demasiado de su absolutismo. Es preciso, sin embargo, reconocer en él un factor primordial del progreso humano. Fue el primero que domó la brutalidad instintiva, recurriendo a los únicos medios de que podía disponer. Supo hacer obrar a los 8


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