Oswald Wirth - El Libro del Maestro

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Oswald Wirth – El Libro del Maestro En su furor, Ishtar obtiene del cielo la creación de un toro gigantesco cuyo aliento está envenenado. El monstruo desciende de las alturas para vengar a la diosa; después de luchas extenuantes es vencido y sus famosos cuernos de metal bordados de lápiz-lázuli son llevados como trofeo a Uruk. De lo alto de las murallas, Ishtar exasperada maldice entonces a los vencedores. Indignado el brutal compañero de Gilgamés replica lanzando a la diosa “el legítimo trozo” (“Le vrai morceau”) del Toro celeste, reliquia sobre la cual Ishtar llora con sus hieródulas17. Gilgamés se lava en seguida en el Eufrates con su amigo y después aparece “resplandeciente por sobre todos los hombres”. El fiel asociado de sus grandes hechos no ha respirado, sin embargo, impunemente las emanaciones mefíticas del toro vengador: una enfermedad de languidez lo invade y se duerme con un sueño que se parece de más en más a la muerte. Es así cómo la energía genésica se extingue insensiblemente. Gilgamés está inconsolable con la muerte de su amigo, porque teme para sí mismo una suerte análoga. En lo sucesivo las empresas gloriosas le son indiferentes; busca la soledad y se introduce en el desierto (de la meditación) a fin de acercarse a Utnapistim, su antepasado, cuyo nombre significa: “él ha encontrado la vida”. Para conquistar la inmortalidad, el rey de Uruk abandona su país y se dirige hacia el Occidente, soportando el hambre y la sed, expuesto a los ataques de los animales feroces. Tropieza finalmente con una cadena de montes infranqueables, en el flanco de los cuales se abre un pasaje tenebroso, guardado por una pareja de gigantes medio-humanos y medio-escorpiones. Estos monstruos petrifican de terror por su solo aspecto; pero, lejos de retroceder o de morir de miedo, Gilgamés avanza hacia ellos con firmeza. Este valor sobrehumano hace suponer al hombre-escorpión que un ser divinificado se dirige hacia él. Experta en la materia, la mujer-escorpión comprende entonces que el Iniciado participa de los dos tercios de la naturaleza divina y no es ya hombre sino en un tercio, lo que es una manera de reconocerlo como llegado a la integridad del Compañerismo y digno por consiguiente, de aspirar a la Maestría. Sin embargo, el escorpión macho detiene a Gilgamés y le pregunta a dónde va. Sabiendo que el viajero quiere acercarse a Utnapistim, a fin de obtener de él el secreto de la vida, los terribles guardianes declaran irrealizable este proyecto, porque ellos no pueden conceder el acceso a la garganta que conduce más allá de los montes Mashú. 17 Cortesanas sagradas, sacerdotisas respetadas de la gran diosa asiática. D. del T.

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