Hace ya dos décadas, Marcelo Díaz formó parte del grupo Poetas Mateístas, que llegó a sacar una antología (Antología Puesta al sol, 1990), pero también se dedicaba a grafitear la ciudad o a cubrir paredones, tal como lo hicieron con la revista mural Cornucopia. En 1998 sacó su primer libro de poemas, "Berreta" (Libros de Tierra Firme). Allí, Díaz comienza a intervenir claramente sobre los relatos y los objetos de la "cultura popular". Hace poco él mismo me decía: "Lo berreta es lo mismo que los nuevos ricos veneran como objetos kitsch, pero comprado en un todo x 2 $". Entendido: lo berreta tiene que ver con la pobreza también, con los márgenes del mercado, con lo que ya no tiene aura. Lo berreta no es un objeto de culto, porque los poemas de Díaz parecieran decir que no es lo mismo posar de kitsch que de grasa. Una cosa (diría Díaz) es coleccionar pequeños fetiches almodovarianos y otra haber nacido rodeado de ellos. Porque lo berreta tiene que ver con una identidad y con una historia.