Como llama que se eleva. Antología. Ediciones Exilio

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Como llama que se eleva -Antología de mujeres poetas del Caribe colombiano-

Como llama que se eleva

-Antología de mujeres poetas del Caribe colombiano-

Hernán Vargascarreño Antologador


Como llama que se eleva


Como llama que se eleva -AntologĂ­a de mujeres poetas del Caribe colombiano-


Como llama que se eleva -Antología de mujeres poetas del Caribe colombianoPublicación de la Fundación Literaria Exilio ISBN: 978-958-59592-3-1 © Hernán Vargascarreño -Antologador© Todos los derechos reservados pertenecen a cada una de las autoras, quienes han cedido sus poemas solo para la presente antología Ediciones Exilio fundacionexilio@gmail.com Primera edición: abril de 2017 Tiraje: 1.200 ejemplares Imagen de portada: óleo de Lord Frederic Leighton, Flaming June (Sol ardiente de Junio), detalle. Diseño portada: Luz Mery Avendaño Fotografía contraportada: Carlos Eduardo Peraza Impresión: Editorial Gente Nueva Tel: 320 21 88 - Bogotá, D.C. Impreso en Colombia/Printed in Colombia Ninguna parte de esta antología puede ser reproducida por medio alguno sin el previo permiso de la(s) autora(s). Impreso en Colombia / Printed in Colombia


Presentación

Haber vivido durante más de dos décadas en el Caribe colombiano y haber conocido gran parte de sus poetas, haber recorrido muchos pueblos, casi fantasmas algunos, y haber degustado desde la voz de las cantaoras y decimeros hasta las más elevadas formas de la poesía, me llevaron a pensar en una antología, la primera, que recogiera al menos una parte significativa del poema hecho cuerpo en el cuerpo y alma de una mujer. Recorrer el mapa poético del Caribe colombiano centrándose en la voz de la mujer, no solo es reconocer la diversidad de herencias que han amalgamado a esta parte sustancial del país, sino también sopesar el aliento de la palabra que se niega a callar y que levanta sus banderas para instaurar una fiesta donde todo goce promulgue las libertades que bien sabemos han nacido mejor desde la voz de una mujer. África, Oriente Medio, España y la Colombia indígena, son básicamente las sangres que al unirse en la costa Caribe colombiana siguen cantando en la voz de una sola mujer que se sabe portadora de la luz de la vida, del ritmo que se precisa para ondular sobre la tierra, de la música que llama desde el mar, la sabana, el río y la ciénaga, es decir, desde el palpitar de un pueblo que al igual que sus alegrías también sabe cantar sus tristezas. Olga Chams Eljach seguirá siendo para las poetas del Caribe colombiano la voz mayor que abrió el camino para que la mujer grabara su canto en el cuerpo de un poema, y como homenaje a quien conocemos más con el pseudónimo de Meira Delmar, elegimos por votación uno de sus versos para darle nombre a la presente antología: Como llama que se eleva, verso que no solo fulgura como una llama sino que también se eleva para que la poesía irradie sus destellos de 5


luz y de sombra, los necesarios para entender que la vida misma es un poema, de tragedia o de alegría, pero siempre un poema. Y aunque no estoy muy seguro -y les dejo esa pesquisa a los investigadores- Alba de olvido, publicado en 1942 por el padre de Meira, cuando ella contaba solo con 20 años, pareciera ser el primer libro de poesía publicado por una mujer en el Caribe colombiano, libro que fue seleccionado por un medio periodístico como uno de los mejores del siglo XX en Colombia. ¿Qué intereses se mueven alrededor de la poesía de las poetas antologadas aparte de su misma existencia que es el amor y la muerte? Las lecturas de los grandes poetas del mundo y de nuestros coterráneos, el dolor de país que nos desangra, la patria de la infancia presente en todo poeta y el patio Caribe como remembranza de esa infancia, el exilio del barrio, de la familia al otro lado del mar, los amores ocultos y los expuestos a la luz de la canícula, la esperanza de salir de la barbarie que nos malvive, la gastronomía y las fiestas del gran carnaval de Barranquilla -que se celebra incluso en muchas poblaciones pequeñas y alejadas de la gran capital de la costa Caribey la vocación natural de ser hija, madre, hermana y amiga con todas las formas del amor que hacen de la vida al menos algo respirable. Es bueno precisar que en la presente antología no incluimos poetas ya fallecidas y que además no todas aceptaron la propuesta de aparecer, pues al ser un proyecto de autogestión, todos tuvimos que aportar recursos para que el libro fuese una realidad. Un proyecto semejante debería haber sido liderado por alguna gran entidad regional o nacional, pero no podemos seguir esperando que desde esas instancias algún día se acuerden de la poesía, que por sí misma tiene la fuerza de convocar como el pan de cada mañana. En total son 26 las poetas que unieron sus voces para que esta primera antología de mujeres poetas del Caribe colombiano llegue a los lectores y sea una motivación para que otras voces más jóvenes sigan cosechando en el verso o en la prosa poética el sentir del ser Caribe. Y sin pretenderlo, creemos además que la antología puede llegar a convertirse en un documento que, aunque su esencia es la poesía, puede aceptar otras miradas desde lo social, lo antropológico, lo psíquico, lo familiar, en fin, no solo desde lo artístico. 6


Es curioso detenernos en una de esas miradas: hay algunas poetas que les ha tocado vivir y trabajar en regiones inhóspitas, que fueron testigos de desplazamientos e incluso de hostigamientos entre las fuerzas que han protagonizado la guerra en nuestro país, poetas cruzadas y signadas por el dolor y por el temor que implica estar en medio de un conflicto del que no hacen parte; y en su silencio, a veces en mitad de la noche, en esos mismos pueblos y veredas abandonados de la mirada de los buenos dioses, han escrito, lenta y concienzudamente, trozos de patria adolorida que bien son un retrato fiel no solo de su propia angustia sino de la de muchos colombianos. Y a diferencia de lo anterior, pocas poetas tuvieron la fortuna de estudiar en el exterior, y solo otras pocas están empezando a salir del país en los últimos años, ya sea por viajes de placer o a participar en encuentros internacionales de poesía. Y la única de las poetas antologadas que vive fuera del país, es Lauren Mendinueta, quien reside en Portugal, y a quien pude visitar en el 2015, ya que nos une una amistad desde antes de su partida; y quién más apropiada para llevarme por las callejuelas de Pessoa, señalarme el Tajo como se señala un mar y enseñarme el verdadero color de la saudade. Una sorpresa para mí fue leer por vez primera los poemas de Margarita Jacquin, gracias al puente que hizo la poeta Nazly Mulford. Jacquin es samaria y desde hace dos décadas vive en una vereda de la sabana de Bogotá, alejada del gran ruido, y ese estilo de vida casi asceta es lo que se refleja en sus poemas, verdaderas joyas de la sencillez, tan difícil de alcanzar en la poesía. Termino esta mínima presentación citando el siguiente poema: Antes de decir camino, habías hablado de todas las aguas. Llanto inútil esto de ser llovizna huesos pueblo. He perdido las palabras, ya no las sujeto en mis puños. No intentes habitar este añico del mundo porque aquí el fuego se extinguió. No me busques en la hendidura donde el embrión se despereza. No me detengo, ¿para qué hacerlo? Nada aquí es cierto. Me fui para no arrinconarme llena de temores. Yo con mi locura, yo con mis ganas dolorosas de mudar de piel. Teme a los pequeños dioses su pequeña medida de justicia.

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Solo sé que aquí vive la poesía en el exilio afortunado de mis sueños. Aún así, todas mis tretas son en vano. No levanta ni su vuelo ni su canto. Escribo para enjaular el susurro del viento. Las hojas duermen silenciosas. No temo a la muerte, la ceguera de los vivos es lo que me asusta. Hay solo un tiempo para ser, para hacer. Hacerse. Hágase en mí. Porque claro, usted asolea el ocio para que no se pudra en sus bolsillos. Si suben a la noche dejan caer un ramillete de estrellas. Y no es por desafecto ni descuido que se despoja el ángel de sus alas. No me detengo ni llego; todas las mañanas comienzo. Entre la ciega muchedumbre sigo imaginando un rastro de misterio. Desde entonces amé en verdad a esa otra verdadera que acabó de nacer en mí. Acaso si atesoro la palabra nadie descubra de qué estoy hecha. Conozco los caminos y también los atajos, la muchacha que he sido. Pero me deslizo y caigo en la única trampa que me liberta. Luego hay que vérselas con el acre sabor del abandono. En el centro me hago fuego, invierto los deseos… Ya no me veo. Como el mismo barco ebrio bailando entre olas.

El poema anterior aparece diseminado a lo largo de la antología, pues en realidad está armado con un verso de cada una de las veintiséis poetas solo con el propósito de abrir este umbral al que gratamente podemos ingresar con el permiso de la poesía. Queda en manos de los lectores una amplia muestra de esos mapas que uno quisiera recorrer a ciegas, como lo es el territorio de la Poesía, no sin antes expresar mi plena gratitud a todas las poetas que me han permitido esta felicidad por la cercanía con su palabra.

El antologador

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angĂŠliCa santamarĂ­a (Sincelejo, 1974)


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Es sucreña por sus raíces maternas y sus lazos filiales con distintos lugares de la región. Es abogada de la Universidad del Rosario de Bogotá y Psicóloga de la Universidad del Norte. La escritura de poemas apareció como una vocación temprana desde que tenía 10 años. Desde aquella época ha cultivado su pasión por la poesía y otros géneros literarios, así como por el dibujo y la pintura al óleo, aunque hasta hace poco mantuvo sus trabajos artísticos como un “goce de la intimidad”. Ha participado en talleres de literatura y artes plásticas. Admira la obra de poetas colombianos como Aurelio Arturo y Giovanni Quessep, así como la narrativa de Tolstoi y Flaubert, principalmente. Algunos de sus poemas fueron publicados por primera vez en la Revista Huellas de la Universidad del Norte (2008). En 2015 publicó su primer libro, Museo de los relojes, Editorial Letra a letra, en cuyo prólogo Joaquín Mattos anota: “Angélica Santamaría ha cultivado la poesía como una actividad casi secreta, como si se tratara de un jardín íntimo, privado, celosa y pudorosamente oculto, y cuya ruta de acceso solo ella conocía”. Actualmente vive en Barranquilla, casada y madre de tres hijos. Su tiempo lo distribuye entre la escritura, el arte y su trabajo como psicóloga clínica. Desde hace tres años colabora como columnista en la Revista Ola Caribe. Tiene inédito un libro de relatos. Correo: santamaria74@gmail.com 10


Reloj de arena Fuiste la rosa. Sucediste en primaveras ignoradas en este, tu suelo de trinitarias y noches balanceadas en el canto de los grillos. Sucediste, como las horas de junios antiguos, cuando el tiempo hablaba de lunas festivas y eras la rosa de todas las esencias a pesar de no haber sido yo la calma cuando abracé tu cuerpo aún tibio ya sin vida en mi regazo. A esa hora la hierba cantó sobre la tierra un fragmento de orfandad entre las cosas que viajaron contigo en busca del nido y la crisálida cuando la hierba creía en devenires de sombras. En las tablas han temblado lamentos sobre un rumor de fragancias difuntas. El polvo, solo el polvo, colorea enseres y alimenta desvelos en las pacientes noches de los grillos y este corazón del que me desprendo cada mañana espera el encuentro de sus mariposas con tu primavera imaginaria.

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Soñar en paz con la bisabuela Antes de decir “camino” habías hablado de todas las aguas. Apareciste con la risa escondida bajo el rostro de severo ritual que guardabas para los velorios. Te hiciste pequeña bajo un luminoso estropicio de chicharras. Carlota: hoy me preguntas por tus caminos a pesar de tus presentimientos. Tienes razón, ya no son nuestras las montañas que merodean tu patio. Tantas veces desde el pretil les cantabas con tus recuerdos, con el verdor de naranjales, cerezos y trinitarias alrededor de un árbol ronco en las brisas de verano. Bajo nidos y palmas bebíamos esencias de tus frutales, cuando los cuencos servidos en tu mesa nos parecían la respuesta a toda esperanza. Y nos diste una senda cubierta por piedras de arroyo dispuestas a defendernos de las espinas o del barro. Ya eras gris cuando nos conocimos; para entonces aún relatabas el todo de tu carne, y sonreías, como entregando al universo un conjuro propicio para toda levedad. Alcanzaste tus designios gota a gota, incluso cuando la voz se te hizo lenta para musitar maldiciones y plegarias. Eras mujer al fin de cuentas. Le habrías mordido la cabeza a una serpiente, y al rato, podías derramarte blanda y tenue en el lecho nupcial, Carlota. Cada día somos menos de algo, cada día vuelves a ser aparición mientras tu casa se hunde y vuelve a la tierra, a pesar de que allí bailamos juntas frente al balcón, a pleno mediodía, cuando tu sonrisa se repartía entre dientes de porcelana y acorazabas en los relojes las campanadas de la dicha y la aurora. Vuelves a preguntarme por tus caminos como si yo fuera capaz de inventarles el mapa que tuvieran en tus días de viento en un océano cautivo, Carlota. La luna del vientre lleno languidece entre los juncos y ya nadie sonríe entre su niebla. Algunas voces levantan humaredas contra los recintos aún perfumados por calillas y tierra de lluvia. Hoy 12

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son otros los augurios que reciben a los forasteros, si es que llegan a ver cómo cruje tu casa de tambo. Somos menos, somos pocos. Hoy nada alcanzamos de tu mesa. Ni el jazmín, ni la rosa, ni el bálsamo de azahares se levantan del vuelo a la nostalgia donde erigen su condena, con tal de quedar a salvo del olvido. Y tú cantas, Carlota, la canción de los días que el pasado devora, donde no existe el tiempo que a todos nos redime. Donde no existe el tiempo, como reina o doncella, tú cantas, Carlota.

Verbo Quién puede florecer en esta hora dar un paso atrás sin retroceder en el tiempo sólo ir a escuchar de nuevo la voz sólo mirar por última vez el rostro de la despedida luminoso día de pájaros robados a las páginas abiertas por el aire limpio y fresco de aquel amanecer.

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Un paseo de tarde Olía a Mayo a su café colado de las cinco junto al fogón que encendían sus manos ardientes de humildad. Pero no era ella. Ni su voz de matrona guarnecida en el tedio de aquellas tardes ni su andar eterno de animal golpeado habrían podido estropearle el corazón a los muros donde envejeció a pasos tibios y tejió la antigüedad de su tribulación. Era la música de ruedas tapizando adoquines sobre hormigas fuertes, extraviadas. Mayo las miraba con su valor entumecido su propia fuerza y valor entumecidos y jugaba con ellas a aprender el abecedario mientras él llegaba a instalar sus improperios en noches que hacía mucho tiempo habían dejado de ser extensas. Y no era ella. Pero era el olor de Mayo asomada en la ventana de aquellas tardes o el olor de Mayo sin socorrerse en estas calles porque prefirió deshacerse para siempre de sus epifanías antes que gastarse la sombra en geometrías de nadie.

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MetĂĄfora de los dĂ­as Como las olas en la noche adivinando el rastro de la sombra tenue que presume la luna y se elevan suaves sobre sus cimientos danzantes ignorados por la corriente. Como las olas al tocar el aire se ablandan en espuma dibujan el rastro blancuras inundan humedades nuevas alcanzan el tiempo reflejado en destellos que nadie se lleva. Como las olas elevan el agua en siluetas de mar entregan al viento la voz de los ocĂŠanos y revientan para abrazar la orilla sumergirla, recobrarla retornarla a su vaivĂŠn.

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La orilla Nacen las aguas. La orilla es mansa y serena el viento le trae una estela de olas la música es un dibujo de espumas en el horizonte. El tiempo camina desde las aguas la brisa es suspiro de su regreso. Vuelve y se va siempre en busca de su retorno repitiéndose en el ocaso y la aurora se hace péndulo de la luna bebe cenizas de salamandras sacia el hambre de los peces que alimentan a las aves con su propia sed de aguas dulces. Lo sabe todo posee todo nada se niega en su recorrido de ave resuelta a romper la transparencia de la ola el tiempo es agua entre bruma y espuma escribe el camino hasta encontrar el canto de la sal entre la piedra.

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Pregunta por la eterna sed Acaso, Tántalo, ¿sabes tú si la espesura que se pierde en la palabra mar transita un lecho de almíbar cuyo camino nadie siente o es preciso saber que entre nacer y morir una vida se esparce y lo incierto ahoga el olvido en la sed del regreso?

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Entre mares Hay niebla. En el azul agazapado de otra noche sin amarnos hemos sido eternos. No hubo un día no hubo un momento para mirar tanto silencio nadando entre las voces que nuestras siluetas abandonan. Hay lluvia y es la lluvia un retazo de esta sed una gota de augurios sellados en los labios cuando tu dedo en mi boca dibujó el deseo negándole a un sereno tormento la desbordada lucidez de las lágrimas. He aprendido a caminar encadenando mi llanto al cimiento de las nubes. Hay brisa danza entre chubascos la sombra de un almendro que callada contempla pétalos náufragos recogiendo en su contorno remotas despedidas. El color persiste en esas muertes húmedas olvidadas para siempre por el aroma de la flor. Hay mares y entre mares te recojo una vez más del olvido te contemplo invisible en un retorno sin ruta respiro lo que alcanzo de estas noches inmensas y me siento a recordarte en un futuro que te nombre.

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Piedras húmedas Trato de tocar las piedras húmedas de robarles unas cuantas gotas de llanto y a través de las lágrimas mirar tu rostro multiplicado para así besarte infinidad de veces sabiendo que de nuevo te he encontrado. Trato de tocar en mi recuerdo tus manos de herir tus labios con un amor sin nombre para que no me olvides y recuerdes que el alma tiembla de miedo de tibieza de tiempo de ternura del cansancio que no se alcanzó. Intento mentirle a las piedras húmedas intento negarles la sal que las descubre decirles: el viento devuelve la tarde el tiempo es un sueño el llanto no recorre este cariño solitario con el que me has dejado contemplando en la memoria tu forma y tu sombra atesoradas por mi llanto en estas piedras temblorosas.

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Son otras Las gotas de ágata sobre la piedra invadiendo el horizonte de olvido. Fue el tiempo la tinta en el hielo de una noche que fue abismo atravesando mi pecho. Se hizo el eco herida del viento, enmudeció la tarde sin el umbral de un recuerdo. Cae al mar la piel en retazos de un magenta lunar, azules de nubes humedecen los labios y danza en la arena un gemido de lluvia recogiendo en suspiros los colores del aire. Escucho a solas la caída del rocío recorro a solas la mañana y el crepúsculo. Es el tiempo una y otra vez certeza de sueños en días de mares que no alcanzan la orilla. El agua me desnuda con todas mis grietas, es el tiempo la certeza final de retornos incesantes. El eco existe. Regresa el viento.

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Conjuro del albur Lo sabes, tanto como yo. Sabemos decir suspiros, tejer alboradas, cosechar crepúsculos, desmenuzar la sonrisa y esconderla, encontrar la palabra médano en el fondo de las penínsulas y todas esas cosas que le sirven al azar las sabemos, las cantamos como si en realidad fuéramos ese sonido parecido al aleteo de una hoja en el agua o burbujas en un refugio para nuestros luceros. Eso somos, azar y conjuro escritura y recinto que a veces se encuentran en un zaguán del paraíso. Ocurre a veces, cuando escapamos por una ventana entre las nubes tras la dicha imperturbable de darle un nuevo color al mar y luego nos desgranamos en la lluvia y siempre regresamos a la orilla en busca del médano de la península en busca del azar que nos nombre como marea y espuma en el centro de una misma piedra.

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Metáforas del regreso Es un río que viene de otros mundos por geografías sin rutas de desesperación a decirme las palabras de olvido en el revés de una historia no redimida. Es la voz frente al espejo encendido en el azul del cual se desprendió tu nombre inmensidad resuelta para enseñarme a suplicar cuánto mide el infinito: Entonces fui un ser vegetal, dejé de ser luciérnaga y con los años quietos me hice al destino de un dios dromedario. Pero el cielo es mirada de los ausentes el río es un nido de barcos y despedidas ajeno a los frutos que crecen en altamar lejanía domesticada en el fragor de puertos adorados en la silvestre ensoñación que amansa la ribera enorme surco de sed siempre de vuelta hacia las aguas prometidas al nacimiento sereno de las aguas melodiosas.

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Las criaturas de Prometeo Tenerte, Tiempo en el fervor de estas heridas alcanzarte y poseerte sin dejar de esperarte. Tenerte en la esperanza y en el olvido de estas palabras que a mi lado pronuncias para designar a este ser que te nombra desde su soledad. Me tienes, Tiempo en tu fuego a cambio de mi piel cuando empezaste a poseerme a pesar del polvo para sembrar mi destino en el temblor del alba.

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Liturgia de la sal Una caracola en la orilla sembrada en la arena removida por olas y olas. Una caracola desnuda en su interior con la certeza única de su deriva. El mar que fue la vida es ahora eternidad. La arena ceniza de caracolas como cielo de moluscos como suelo de especies hoy respiran, mañana vuelan, un día se alejan confiadas en el refugio y el retorno la arena expande y contrae la silueta del litoral como una criatura mansa. La piedra feroz en su calma martillo apacible al final de las aguas marea y piedra, salmo irrepetible. Tal vez eso es la muerte: una caracola en su deriva nácar y sal convertidos en arena oleaje que amansa la piedra marea que la diluye y devuelve a la inmensidad. Salmo que se repite.

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La Sierra Trae una vertiente hecha a manos del rocío que baja de la neblina al musgo. El verde se levanta de los rellanos y laderas como un resplandor de vegetales cavernarios para servir un día al nido del quetzal. No hay principio ni fin entre un pino y un helecho entre el junco y la palma un tejido de pencas levanta su peso hacia el trópico de vírgenes vestidas de nacimiento y un barullo con aliento frío de ranas y luciérnagas esos seres húmedos plenos de penumbra. La Sierra recorre todos los suelos de flor y café por donde pasa la niebla antes de poseer la cumbre juega a las escondidas asusta a las hojas con colores repentinos: Ámbar en un pétalo racimos en garanza y alizarín fractales de cadmio en setas leales al árbol caído y un azul de ultramar llevado a la montaña a veces brilla en la semilla sin nombre.

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Ahí la Sierra Silueta, corto punzante a contraluz del amanecer madre nutriz de barro y raíces. Recibe la ofrenda simple y lejana de estos versos necesarios como la sed del colibrí.

Un día Cómo escribir esta historia en la que el tiempo camina descalzo a través de los muros, donde su paso recoge levedades y todo lo puede. Cómo vivir esta historia de días, de horas, de ruegos y vuelos que el aire marchita recoge y levanta entre esfinges de humo. Cómo alcanzar con las manos cerradas la luz detenida en este ser cavernario mullido de quebrantos, amores y apuros, cuyo rostro entumecido no se cansa de mirar. Cómo ser piel en el instante preciso cómo ser carne en el lienzo olvidado, cómo ser tiempo en un remoto e irrecusable calendario…

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AngélicA SAntAmAríA


anna FranCisCa rodas iglesias (Puerto Mosquito, Cesar, 1968)


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Miembro de la Corporación MECA, Escritores y Artistas de Medellín, ciudad donde reside. Colaboradora de la Revista Horizonte Literario Contemporáneo, revista rumana que se edita en varios idiomas. Libros de poesía publicados: Obsidianna (2010) y La soledad de las clepsidras (2014). Sus poemas han sido publicados en diversas antologías y memorias nacionales e internacionales, como: Piedraluna (Medellín, 2010); Como verdes guitarras de eucaliptos (Perú, 2011); Ontolírica del viento (Perú, 2012); Poetas en el Equinoccio Día Mundial de la Poesía (Pereira/Dosquebradas, 2011/2013/2014); Compilación de trece poetas colombianas Las mujeres que yo amo… (algunas) Antologada por José Guillermo Vargas (Editorial Maribelina, Lima, Perú, 2012); Poesía Colombiana del Siglo XX escrita por Mujeres, Tomo 2 (Apidama Ediciones, Bogotá, 2014); Antología Internacional de Mujeres Poetas Grito de Mujer (República Dominicana, 2014); Vértice de Encuentros: 86 Poetas en los Vientos del Lago Azul (Editorial Maribelina, Perú, 2014). Compiladora del libro: Genealogía de los susurros Poesía 82 voces (edición que reúne a poetas de diversos puntos de Colombia y de otros países, Medellín, 2014), entre otras. Obtuvo accésit de reconocimiento en el III Concurso Nacional de Poesía Inédita Meira Delmar, convocado en el 2008 en Colombia. Participó como poeta invitada en el 25° Festival Internacional de Poesía de Medellín (2015). Diversas ciudades y puntos de la geografía colombiana, al igual que otros tantos países han contado con su presencia como invitada a diversos encuentros y festivales en torno a la palabra poética. Poemas suyos han sido traducidos al italiano, inglés y al rumano. Correo: annfri1@hotmail.com 28


La palabra que me nombra Podría llamarme Juana, Salomé, Virginia, o simplemente, ser bandera, ejercicio de otros para sobrevivir al cúmulo de palabras sin destino. Una oración frente al árbol y pido perdón por mi árido vientre, por el silencio insepulto, por cada pájaro en las jaulas de un dogma ajeno. Llanto inútil esto de ser llovizna huesos pueblo trozo de tierra al que volverá mi vientre en búsqueda del origen: La palabra que me nombra Podría llamarme Juana, Salomé, Virginia, Antonia o, ser liturgia de vagabundos cuyo nombre devoran las fieras.

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Hacia ti la devastada herida donde la tierra se erige en ti la boca fecunda de naufragios donde otra memoria se levanta a través de ti los crepúsculos giran silenciosamente Lo digo: de fuego es mi lengua y a veces mis palabras el incendio donde mueres como las grandes aves Yo soy quien vendará de nuevo tus ojos para enseñarte... Yo, la que prolonga el rito de los ciegos, la que se olvida, la que se olvida y luego aguardas para dar de comer a los cuervos. Yo, la que arde en tu corazón mientras el mundo se precipita y con mi aliento protejo a una sola flor donde anida el misterio del mundo.

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Ante el espejo En relación al tiempo -un cuchillo, las manos del dolor una copa (de preferencia fuerte) algo que despierte el asfalto para quien dejó sus piernas en un campo de guerra y bifurque la pesadilla de una tierra extraña. Un animal al acecho fuma y repite para que otros desangren la ignorancia. En relación al hombre -la palabra, piedra sobre piedra destello galopante y esquivo de quien ignora que llegará el verano antes del antes y olvidará escribirse incapaz del sentido mientras no se pronuncie. En relación al fuego -una incendiaria, para deshabitar el refugio de quien olvida su cansancio; camuflaje de sí, como de pez expuesto tras el vidrio para aligerar la visión y silenciarse. En relación al mundo -las calles, la nada su máquina de tiempo que dibuja otro instante donde nadie nos necesita.

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Podrás decir No todos los pájaros están preparados para la tormenta huyen del campanario antes del amanecer, huyen, juegan a inscribir el misterio, y mueren sin una tumba, sin un nombre sin el epitafio de los mortales. Es posible la nada: los peces en el hueco de las manos los peces en los nidos el ocaso prendiéndose alrededor de las carencias el universo del instinto, tus ojos, tus ojos que interrogan el susurro para llenarme. Desaprendo los pasos, el ritmo donde absuelven los cristales gota a gota la ceguera de la lluvia para cuando todo falte, ir lejos … Lejos Podrás decir que me gustaba el silencio que no pude detener el vuelo de los peces ni la precisión de los relojes, cuando entiendas de renuncias… podrás decir: Siente el otoño, los pájaros, los peces, han huido 32


Todo está escrito en mí Yo reconozco los signos del desierto, el dolor de estar sola bajo otra lengua en una ciudad inexistente. Yo me reconozco como profecía escrita a fuerza en la sangre y amo las palabras que se conjugan (sin saberlo) Todo está escrito en mí: Mi naufragio, mi herida, el ramo de besos que he negado y la palabra -Nunca-. Hoy, tengo frío y guardo la voz como limosna de nadie a otra boca sedienta, y leo libros que no acaban nunca de escribirse en una ciudad triste donde no me hallo. Noviembre transcurre mientras, recobro el destino de mi idioma y el derecho a estar tristes para abrazarnos...

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Leo poemas porque rehúso la emboscada de una ciudad donde las flores se cultivan en cementerios Leo poemas que otros leerán mañana -como yopara huir con su armadura de ciegos ante la profecía Leo poemas 24 horas después leo: “aquí el veneno de ayer está sobre la mesa los ovarios baldíos el puñado de mariposas que sueltas” Leo mientras pasa la muerte con una flor y me sonríe

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Supe de ti a Enrique De Santiago

viajas en mi sangre, y es pronta y es nunca la siniestra estocada que erigen los peces contracorriente del instinto De ti, abrazo candente cual marca de hierro que nos identifica El peso de la sombra esquiva un negro paraguas no apto para el colmillo de la fiera Tu existencia es otra geometría con un puñado de cristales para romper la cordura Sentada, sobre esta roca donde el agua juega y se estalla contra la memoria, el espiral repite, se alimenta del nombre que no pronuncio Supe de ti con hilos de asombro vaciaste las cuencas de mis ojos y de repente, como estela de resistencia, mis palabras: -Sueño cuidar la última flor del desierto hasta que vuelvas. Supe de ti como rayo de luna que bebe al final de la copa con el mar impreciso del amanecer y su génesis hecho fuga Como saben del fuego y el himno iniciado ante las horas de la nada que fuimos…

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Escribiré en tu cuerpo para cuando abandones la guerra no quede duda del acto de misericordia que araña la muerte. Agonizaré en ti, sin miedo ante el resplandor /donde se anuncian las flores. Ahora tengo un vaso de melancolía una palabra injusta un beso que arde y extiende como cuerpo de agua ante su isla. Pero, yo te escribiré poemas después de la muerte entre tanto alimente el rito de la verdad a medias. Procura, eso sí, trazarte la boca con la fe y el opio de los desiertos…

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Pronóstico Duele, -¿dónde? Allí, y señala rincones prematuros. Todo hombre regresa a sus latitudes, ave de himnos al margen, espejismo, leva de burbujas tras escenarios que abrasan. Dime, dónde estaciono la distancia de tus manos, la ola, tornaviaje de otro libro sin brújulas. Alcatraz de mis mares, atestigua la luz del horizonte rompe el calendario no dejes que el faro sucumba a sus pies de salitre. A las seis parte un barco, y en él, un equipaje para cubrir los días. Si acaso una lágrima desborde la lluvia, suelta entonces los remos atiende esta urgencia, húndete en corales no importe la deriva …Inúndame de pájaros al inminente naufragio, Sin ruta, a la mar vencida.

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Y así como aprendimos a pronunciar palabras, nosotros, los hijos del tiempo aprendimos a revelarnos entre lenguas de fuego y sal ante el árbol herido A la caza nos resguarda un precipicio donde crece la flor Tierra fecunda nosotros para la flor ante la última línea Nosotros otra línea en las manos …en otras manos

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Muñeca Rota Como un sepulcro, cinco gotas de insomnio Él, trenza un tambor para la guerra Ella, agoniza ante el rito Nada sabemos en la tierra de nadie semilla de unos fruto de otros Las moscas, agónicas, dibujan el tedio El olor del chocolate guía la niebla, mientras, danza lo efímero Estoy libando la creencia del origen Hago presencia en el pueblo de mi infancia Busco un rincón que aligere exilios, un rincón donde la sangre de tu sangre recobre su nombre Mi continente, eran tus manos, hoy no me alcanzan

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Antídoto Atavío de luces encendido en umbrales ¡Acúdeme!, cuando la noche apague cuando rompa el desvelo bajo esta gota quemada en tu beso. No hay cielo sobre la esfera invertida si pisas el frenesí desde la coronada encina inmóvil y férrea tibia y callada al remolino ardiente en su centro. Longitud que nunca alcanzas a medir este aguacero desbordando océanos en mi nombre. Sin pausas, sin pausas que el tiempo me baila la sombra desde el oráculo inmisericorde de la muerte. ¿Qué corcel vadeó las cometas sumergidas de sueños? ¿Quién respiró mi aliento apostillado de sal y bruma desde la venda que pretendió el letargo a la existencia? ¿Qué espada cortó la noche? Dime… Fue poca la inmensidad, nos supo a poco y fuimos antídoto donde el áspid inoculó la sangre a los ríos. No te buscaba y me volcaste… El fruto ha madurado despacio. Muérdeme que anuncio un temporal resonando campanas al puerto de tu boca. 40


A propósito de quien no podía volar… Murphy repta sobre la punta de sus alas extraviado, con temor repta sobre un vuelo en fuga, bajo un cielo en fuga. Murphy, hijo de la noche infante abandonado, lames el piso de las palabras /que te nombran y te rondan. Alguien debiera cantarte con amor una canción de cuna, una canción que mitigue el dolor, el miedo de saberte solo, /tan solo y solo, pero ese alguien, como sombra persigue tu rastro de ángel caído. ¿Quién, Murphy, robó tu vuelo? ¿Quién te arrojó al infierno con alas quebradas /para que solo pudieses arrastrar tu miseria? Murphy, condenado a la tierra a la indiferencia de quienes olvidan que volverán a ser tierra. Enfermo de soledad sorbes el trago oscuro de tu corta vida. Vistes de noche Vuelve a la noche dulce pájaro condenado a las tinieblas.

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Estos poemas mudos se devoran entran al círculo del origen cruzan a tientas el sonido Aldabas de una memoria hacia el juego de la muerte cumplo la cita con el miedo. Me atraviesa el mundo y la nada. Aldabas de la memoria, abran la puerta o gritaré su nombre

Besaré las líneas de otra boca la voz donde custodia el tiempo su lenguaje arcano para revelar en silencio los secretos Besaré la gruta del destino sobre la piel donde el hierro prolonga la muerte Yo, te besaré en la hora última que cierra la tarde para guardar de tu lengua los bautizos sin nombre Traigo la boca cargada de signos …y dispuesta

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Solo tú Puede escudarse el verso al inasible manto, la mañana, al canto de agua traspasando barricadas de arena. Sentir el cardumen, cerrando círculos en punta de olas danzando al ocaso. Qué grande el amor cuando desborda redes en tu nombre, cuando hace vértice en la orilla de mi todo febril reflejo salvaguardando instantes. Qué grande es pronunciarte La piel renueva códigos cifrados y solo tú sabes, solo tú, que cruzas el umbral del cielo al arribo de mi noche. Qué importa ser estuario si esperaste por mí y yo siempre fui tuya en la bitácora del viaje. Pongo a salvo los fragmentos, no del fuego o del agua. A salvo para signarte mi vida, esta vida mía bordeando tus labios.

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Estoy en el mundo y no conozco más que el jardín donde prevalecen los silencios. ¿Acaso niego ser presa de una orfandad de patria y del vocablo que ya no significa? Soy otra, una quietud de viento… Mientras, Dios, en el recinto de una esquina, junto a la escalera me ofrece cigarros.

24 Hoy déjame levantar la pared hasta la cima del olvido Mañana libraré otra guerra Ya no será una voz ya no serán los muertos ni la ausencia abstracción apátrida de desierto sin reglas para caminar entre la sed de los recintos Hoy, déjame ir contra el viento a instalarme en la piel antigua de una ciudad con horas fugadas a susurrar canciones que rompan el miedo Hoy, déjame traspasar la angustia que cierra la noche con este grito que se niega a escribirse 44


annabell manjarrĂŠs Freyle (Santa Marta, 1985)


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Comunicadora Social y Periodista. Poeta y narradora. La Gobernación del Magdalena le concedió el primer lugar en poesía y el segundo en cuento en el Concurso de Poesía y Cuento Joven 2013. Es Premio Nacional de Cuento Bueno y Breve, de la revista El Túnel, de Montería, 2015, certamen que ganó con el texto El hombre en su jaula. Autora de tres poemarios inéditos: El Espejo Lunar Blanco, Óleo de una mujer acosada por el tiempo y Animales invertebrados. Poemas suyos han sido traducidos al inglés, al catalán, al francés y al italiano, y figuran en diversas antologías nacionales e internacionales. Tiene un libro inédito de cuentos. Trabaja en su primera novela. Correo: annabellmanjarres8@gmail.com 46


Una soledad anfibia Una mañana puede desprender las cáscaras de la que ayer suspiró y lamentarse bajo las sábanas. Se pone de pie una máquina de carne sin el fantasma orgulloso, renunciando al sueño unos minutos más bajo las sábanas, bajo el tapete, bajo una culpa desconocida. Al lado, en la mesa de noche, una tacita sin té ni tinto te abre los brazos y dice: “Sube la roca hasta lo más alto, pequeña Sísifo”. Sabes que a nadie servirá ver una roca en la cima pero los dioses obligan. Sobrescribir tu nombre encerrándolo en un círculo no devolverá a la que ayer suspiró. Tu nombre es tu vestido, tu apellido, tu chaqueta: Annabell Desnuda Manjarrés Freyle. Y, por supuesto, tus zapatos no son tu destino, pero pueden andarlo. Has visto adormecer el tiempo, oh sí que lo has visto: el cuerpo virar hacia un rincón, en el intento de reconstruir los discursos de la que ayer suspiró. Y quien hoy suspira suplica dormir todas las ganas de volver y adormecer el deseo infantil proyectado en sábanas acogedoras e ilusiones portátiles. Sería más fácil acostumbrar el deseo a lo próximo o aniquilarlo para que los días de agua o de tierra sean excelentes. Tender la cama, en todo caso, será como vestir el nombre de quien a solas recibe tu cuerpo.

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Una desempleada Caen de los árboles gotas de las lluvias de ayer. Sentada en una banca oigo la conversación ilustre de los pájaros. Busca oficio, dicen mis colegas serviles y encorbatados: No todo lo que tiene garras vuela, respondo. Las nubes de Santa Marta esconden el sol en Escorpio mientras la luna es una impostora: la tuerta y felina mirada de la noche. En mi espalda se arrugan unas saladas plumas de ángel: deberían saber del torpe crepitar de estos tiempos. Sigo esperando, sin suplicios, una ayuda mundanal. La nicotina prometió calmar la imaginación, los albores indigestos. He perdonado al cielo por esconder el coraje de noviembre, he levantado la mano a todo signo de autoridad. Para absorber la alegría del viento no basta con bostezar: es más honesto creer en las motivaciones del aire, en el periódico levitando en la Calle Veinte, en el danzar de los trupillos en una plaza testimonial. Doblemente eficaz para saltar las aguas negras, gano tiempo raspando los números de mi cédula como en una lotería. Esta ciudad en remojo niega el juego tramposo de mis afanes.

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Ciudad del tiempo perdido Compartiremos el desayuno con las moscas leeremos los titulares rojos y los amarillos juntaremos nuestros odios frente a un pick up devolveremos al mar lo que la vida nos trajo construiremos sobre pesados sueños excusas de fantasía nos levantaremos a ocupar lugares y claudicaremos ante las sátiras procrastinaremos hasta que la vejez nos agrie añadiremos sabor a lo que nos sabe a certidumbre responderemos No sin que nadie al otro lado nos pregunte apenas olvidaremos el solsticio por obviedades nos alzaremos para ponernos la camisa preguntaremos a Dios por qué el domingo y no el lunes escupiremos al suelo palabras redentoras amaneceremos sin saber para qué o hacia dónde haremos ruido sin decirle a nadie almorzaremos la carne blanda de una vaca anónima soñaremos con símbolos inútiles desconoceremos para siempre su significado volaremos sobre las ruinas de la tradición escucharemos canciones repetitivas bailaremos tales canciones hasta perder el gusto caminaremos distancias preconcebidas ayudaremos solo al que nos ayuda oleremos de las flores su fragancia sobre la mesa lamentaremos la sobriedad en fiestas decembrinas sacaremos de la nada nuevas promesas las sepultaremos en un libro al consumarlas a medias enmoheceremos la noche con sueño prematuro estrellaremos contra las rocas el futuro de hijos ajenos venceremos el tiempo remojándolo en cerveza “cooperaremos incondicionalmente con lo inevitable”.

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He perdido las palabras… He perdido las palabras. Ya no las sujeto en mis puños. Se me fueron en una mala impresión y con la salud de un cerebro sin verdes lagunas. Ahora no tengo cómo interpretar este encierro. ¿Cómo traducir la fluidez? ¿Con qué defenderé la alegría cuando abundan los poemas tristes? ¿Cómo nombrar la indignación? ¿Dónde están las palabras cuando la sorpresa me trae valles amplios, alegorías de libertad y tierra negra para sembrar mis terquedades? ¿Podré acaso enumerar mis obsesiones? ¿Dónde está la palabra en castellano que limite con los bordes de la palabra “imposible”? ¿Es la palabra “sueño” la llave, la puerta, la ventana? ¿Son las palabras la piel donde duermen los descubrimientos? ¿Por qué se han ido adonde no he podido ir a recogerlas? Esta parálisis es por no poder utilizarlas. Están allá, en alguna parte, conversadas, transgredidas, sepultadas en manuales técnicos, en libros novísimos o en algún entierro sufí. ¿Por qué no las retengo en la mente, en los ojos, en mi pelo que tanto me habla mientras duermo? Se me han ido las palabras en numerosos exilios, me abandonan y las lloro. Ruego por ellas, ruego golpeándome la cabeza. Me culpo como una víctima insegura de su tragedia: me culpo por haberlas olvidado.

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El canto del Minotauro Ser un espejo frente a otro espejo, la virtud de los seres infinitos. Y juzgarse infinito en el propio reflejo revela verdades obsesivas. Certezas que, involuntarias, abren puertas insostenibles de las que solo es posible encontrar respuestas en la generosidad de los sueños. Es mi deber esperar a Teseo para dormir las formas de mi angustia y encontrar, por intuición de un dios, la puerta de las epifanías correctas. ¡Cómo no entender que los anaqueles son las ventanas de Creta! Yo solo sé que es de noche porque me hago viejo y mis ojos apenas tientan de Ariadna su mítica belleza. Ariadna, Ariadna: tal vez nunca recuerdes que fui yo el que te liberó de los laberintos de una biblioteca de Buenos Aires.

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Estoy siendo nocturna en lugares soleados Estoy siendo nocturna en lugares soleados. Te lo dije: una vieja amiga me maldijo. Te amo, a pesar de su conjuro insensato, a pesar del hierro que ha traído su frío en esta noche viciosa. Cuando te di a leer mis poemas dijiste que los apreciabas pero, amor, ellos solo te estaban pidiendo ayuda. Odié a la doncella esperando a su salvador y también a la humilde opacada por mi adicción a la tristeza. Luego esas voces engreídas: No me salves, tengo un orgullo patán, no me salves como una bella durmiendo el sueño de su desventura. Y aquí pernoctas aun cuando rugí desde la puerta: ¡Ve a un patio adonde puedas cazar calandrias! O ¡Busca algo que vuele y sepa descomponer el cielo a su antojo! Aquí sigues: enamorado de la tundra del lince o del lince que enmarañó la noche y a las amigas de la noche, para volverlas su espejo. Estoy siendo nocturna en lugares soleados y tú eres espora húmeda viajando en la vena que enamorada tiembla.

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Ya no me leo el tarot El espejismo del medio día me demostró que el bailarín sofocado, solo era la humedad. Y en el sopor de la tarde pude ver el rostro de quienes se disfrazaron de Dios y me conjugaron. Les manifesté mi ignorancia como única verdad y me convertí en una creyente de pacotilla. Arruiné todas las predicciones quemando las cartas de tanto barajarlas al azar. Tomé un puñado de arena… lo arrojé al mar. Y la arena fue mi destino y el mar la nada. No tiene caso para una criatura de cristal ver más allá de la noche. No tiene caso. Las espadas que me despedazaron yacen en el suelo con mi sangre primigenia. Una mujer ajena es la sangre que me circula con su perfume metálico, con su oxígeno de manantial que no supo nombrar a las cosas.

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Ya no me leo el tarot, es cierto, porque se me hizo destino todo aquello que quise junto a la suma de palabras sueltas que proferí irresponsable. De lejos fueron llegando los espejos que me agotaron abordándome con el instante, y sin embargo, de la verdad del instante no tuve más que existencia.

Premonición Incluso antes de esta historia de copas y espadas anudada en mi garganta. En esos tiempos en el que parecíamos ejemplo del amor encarnado en la tierra. Yo, como Casandra, en quien jamás creíste, ya escribía poemas de desamor.

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Caballero de espadas Él tiene el corazón lacerado y helado de tanta lluvia. Alguien tuvo que abrir la puerta misteriosa y robar sus tesoros. “Ya no quiero volver a verla”, decía entre dientes, y mordiendo las palabras se le agotó la mirada gélida. En la tierra empezaron a verlo como el más común de los hombres. Tuvo que volver al mar para arrojar sus escudos quebrados. “Sólo soy un hombre”, repetía, y mientras murmuraba se sintió como el recuerdo ridículo de una mujer que lo amó. Para el mar qué insignificante resultaba su tragedia.

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Manjarrés Fundaste el óvulo de mi eterna feminidad y luego te fuiste dejándome el vacío de los abrazos y ese reflejo de tu rostro en el mío que aún no acepto. Tienen algo de ti todos los hombres que he amado, porque después del delirio solo queda el poema. Fuimos un solo cuerpo mi madre y yo cuando perseguías el aroma sexual de una adolescente sin ambiciones. Pero hoy, en el umbral de tu ancianidad, he venido a recordarte que soy tu única hija, a la que nunca reemplazarás en los brazos de ninguna otra.

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Selva y origen Estoy sola en mi selva de mujer, tratando de ahogar el símbolo en mi selva inconquistable. Poblada de bestias vírgenes y espíritus indomables. Poblada de olores a lluvia (barro en el aire) y olores a tigres acechando a mis hembras celosas. Dejo crecer mi pelo en silencio para encontrar la quietud del perdón y la brisa sobre el follaje muerto de las palabras. Y desde esta jungla de deseos desemboco mis ríos de sangre. Y grito para ahogar todos los símbolos y volver siempre a mí.

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Mi voz en un laberinto Mi voz se deshizo de la lengua. Fue herramienta de malas palabras en mi contra. Me condenó a una constelación de actos predecibles. Me mantuvo supeditada a otros cantos, pero yo no sé de cantos ni de palomas silenciosas. No sé de seres sobrevolándome en tardes de playa acompasada por arpegios, donde me importó un bledo arrojar el alma a la vida. Gesticulé en un papel un grito poderoso, para matar a aquellos, los ilustres de la voz, y compadecerme: Pobre de mi voz, pobre. La que se separó del habla y habló por hablar. La que aparentó ser una guardadora de silencios mientras llevaba la casa sucia de ruidos interiores. Pobre de ella, pobre. La que visitó soles y atardeció en las esquinas. 58

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Dislexia Demasiado drama en tan poco suelo. Una crisis existencial –supe después– es no poder llegar a un acuerdo con cada uno de tus rostros. Mi rostro aéreo, mi rostro canto, mi rostro cruel. Rostro tieso frente al monitor mientras en el teclado las manos sonríen. Se observa uno como un dios impotente bebiéndose las decisiones según el ritmo y los aplausos. Mejor dormir: claudicar con ánimo, en un sillón o algo así. Dormir es colaborarle a la eternidad. Es poner un trapo arcangélico sobre los espejos. Mejor despertar: nombrar los objetos aunque los rostros duelan, así la carne cristalina del ojo no sea tan pura en la incertidumbre. Mejor aún, una decisión cualquiera: una lectura imprecisa despierta algo animalesco, y ese algo, legañoso y estropeado, desorienta a las palomas. Qué torpeza: una acaba de alzar vuelo y no pude ir con ella.

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Poemas en el final de los tiempos Escribir poemas en el final de los tiempos, cuando las nubes ya no son nubes y los techos vuelan. Cuando el zumbido en el cielo de mi boca ya no es de las tormentas, cuando otros vengan a reemplazarnos y ya no haya tiempo. Entonces, hay que escribir poemas y cortarlos por la mitad. Pegarles la imagen de otro verso casi olvidado y aprender a convivir con el retazo de un poema de taller. Poemas trabajados desde un sentimiento añejo, vivencia pasada, voz inútil. Un eco que solo suena a eco. Poema cansado de decir ausencia, poema cansado de decir amor, poema cansado de decir soledad, sexo, otoño, vino, sentimiento, cielo azul y flores perfumadas. Poema cansado del perfume de las flores. Escribir poemas al final de la calle, con un punto aparte delante de mis pies. Bajar otra cuadra… perecer y descubrir que el perfume de hombre que seguí, mordiendo manzanas enteras, resultó ser sólo una ecuación.

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Oración para superar a Eva I Mujer, has dejado de ser Eva. Ya no tienes por qué cargar con la culpa ni amanecer con ese dolor en un costado del mundo. Has dejado de ser diosa, porque todos los dioses son imaginarios y traen bajo sus mantos ilusiones suicidas. II Has dejado de ser Eva por primera vez sobre la Tierra y la Tierra… la Tierra está desnuda, pero tampoco es Eva: sacude sus faldas volcánicas y se sumerge. Se siente más de azul y branquias que de manos emplumadas. Y la Luna, la Luna tampoco es Eva. Nació redonda y magnética sin que por ello la juzguen. III Puedes insistir en llegar descalza sin buscarte en versiones varoniles y así evitar el malestar de comparar la fertilidad con la de un campo arrasado por un río déspota. ¿Acaso importa seguir ebria la trayectoria de una estrella? Como llama que se eleva

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IV Vas a la moda con ese sudor ejecutivo, musitando un padrenuestro desprendido de la madre; recibiendo heliconias para verlas marchitar en el florero, oxidadas, hediendo a cobre, como endometrios castigados por una lunación. V Cuando eras niña, jugabas a las escondidas con los ojos vendados de inocencia. Cuando adolescente, te enamoraste del sol en la mirada de los hombres. Cuando adulta, arrojaste la venda para reconocer a un hombre llevado de tu mano. Cuando anciana, y llena de pájaros por dentro, sobrevolaste los escombros agitando la sábana frágil del pasado. VI Costilla deletreable, otras fueran las victorias si Eva hubiese escrito el best seller de Dios.

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beatriz vanegas athĂ­as (Majagual, Sucre, 1970)


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Escritora y editora, Licenciada en Lingüística y literatura. Magíster en Semiótica. Directora de Ediciones Corazón de Mango. Premio Nacional de Poesía Universidad Externado de Colombia (1993). Premio Departamental de Poesía Fondo Mixto de Sucre, (2000); Premio Internacional de Poesía Pilar Paz Pasamar, de Jerez de la Frontera, España (2010); Premio Nacional de Poesía Casa de Poesía Silva (2012). Poemas, ensayos y crónicas suyas aparecen en portales digitales y antologías nacionales. Ha publicado: Galería de perdedores, poemas (2000), Los lugares comunes, poemas, (2006), Crónicas para apagar la oscuridad, crónicas y reportajes, Editorial UIS (2011), Con tres heridas yo, poemas, Editorial Caza de Poesía (2012), De la A a la Z Colombia, poemas infantiles, Editorial Everest, España (2012), Ahora mi patria es tu cuerpo (antología poética personal) Divulgación Cultural UIS. Realizó la antología de poesía colombiana Silencio en el jardín de la poesia Divulgación Cultural UIS. El canto de las moscas y la predicación sobre la violencia ocultada (Tesis de Maestría sobre la poeta María Mercedes Carranza publicada por la Universidad Industrial de Santander); Festejar la ausencia, antología poética Universidad Externado de Colombia (2015), Todos se amaban a escondidas, cuentos, Ediciones Corazón de Mango (2015) y Escribir para vivir, antología poética y de columnas (2016) Ediciones Unión de Escritores de Sucre. En la actualidad es columnista de El Meridiano de Sucre y de El Espectador. Correo: beatrimalacara@gmail.com 64


Del libro Galería de perdedores Editorial Lealon, 2000

Consejos del fracasado Asegúrate siempre de ser el mejor perdedor. Asegúrate y nadie demandará tu sabiduría ni reclamarán urgidos tu amparo. Asegúrate siempre de ser el mejor perdedor y evitarás convertirte en el ejemplo digno de imitar. Si fracasas eludirás los incómodos escrúpulos. Serás siempre falible ahorrándote la excomunión del aprendiz. Si fracasas no conocerás la máscara ni la servil lisonja. Cuestiona con escarnio, nunca fabriques ni siembres nada: ni un cariño, ni una sonrisa, ni un hijo, ni un árbol mucho menos un libro. Y no dejes de disfrutar descaradamente si una gallina se traga en dos bocados al gusano inerme. Sé pusilánime. Prostérnate ante este y también ante aquel. Erige gesto a gesto un monumento al ridículo. Apuesta siempre al gallo tuerto y cojo al boxeador más desnutrido al jíbaro de saco y corbata Como llama que se eleva

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al bacán que cambió su vida por un trago de aguardiente a la puta vientre de llanta al desesperado que huye en la moto dejando a sus espaldas un reguero de amargura al traficante de esperanzas que nunca dice lo que piensa al sepulturero feliz entre los infelices al mercader de calificaciones —él te garantiza la inutilidad humana— al ángel negro y aterido guardián de la noche en los pretiles al desgraciado que aplaza desde una sonrisa hasta una cópula con ternura. Sácale el cuerpo a la alegría. Que sea tu única ley la anarquía. Nada más honesto seguro y confortable que el fracaso.

El canto triste del carrao Cuentan los pescadores que el carrao inunda las noches de invierno con su canto triste porque escasean los caracoles -su comida preferiday desesperado por el hambre pone fin a su pena colgándose de una horqueta. El carrao, a orillas del Magdalena yo, a orillas de tu desdén. 66

Beatriz Vanegas athías


Del libro Los lugares comunes SYC Editorial, Bucaramanga, 2006

Todo lo que quiero es un balcón propio Un balcón propio con persianas de madera y cortinas fragantes para ver a las mujeres lindas pasear su tristeza maquillada y a las mujeres feas conformes con su andar y amargadas con su sal. Un balcón con persianas de madera para ver a los hombres cansados con el peso del amor inexpresado. Un balcón propio para ver la mecedora balancearse en la luna y las redes aferrarse al azulejo y al asesino pasear con los bolsillos plenos de dinero adolorido. Todo lo que quiero es un balcón propio para descorrer la lluvia y encarcelar al aire y acariciar la gota que se amañó en la hoja del almendro y soportar a distancia la lucha del hombre con el ancla; y sonreír con la dejadez del que solo espera la noche y el bocado. Y una tarde sin premura tomar tu dulce mano pequeña tocar como ciega tus ojos punzantes saborear tu sonrisa confiable y dibujarle a la noche los colores del escándalo. Como llama que se eleva

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Consuelo Por las huellas que no dejaste me aproximo al recuerdo que no fundamos. Solo la lluvia, cortina transparente e imprescindible al poema, te reivindica.

Rastro de Adela De entre sus piernas salieron dieciséis hijos. Jamás un médico indagó por sus embarazos. En mitad del monte, ayudada a veces por sus parientes, tuvo alumbramientos en los que para calmar el dolor de entrañas partió con su cabeza la yuca destinada para el sancocho. No hay centímetro de su piel sin arrugas. No hay instante de su vida sin sonrisa. No edad, enfermedad, ni olvido que la venza. No hay cercanía de la muerte que impida edificar a sus ochenta y ocho años el anhelo guardado. Sus hijos, nietos y bisnietos ya tienen el solar donde se levanta pared a pared, árbol tras árbol la ilusión de Adela. 68

Beatriz Vanegas athías


Del libro Con tres heridas yo Caza de poesía, Bogotá, 2012

La herida de la hiena 1 Padre, agradece a Dios esta renguera vergonzante. Padre contador, ofrece a Dios el mísero dinero sudado en días de ceniza. Padre, permanece sereno cuando María y Elizabeth mueren mientras el sol aún es una esperanza. Impasible, padre, encomienda a Dios los tres centímetros menos de mi pierna vergonzante.

6 Profunda, ancha, casi tibia, extensa como la esperanza, la zanja: un vientre de la tierra de simetría exacta para la comodidad de la muerte. Si había alguno vivo -pues la puntería también se hastíahabía que bajar y rematarlo, a pesar del cansancio.

8 Creo en ti porque no existes. Creo en la muerte como un bien y en la vida como daga del horror. Como llama que se eleva

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Creo en la intemperie. Creo en el desamparo como lecho benévolo. Creo que el rescate es una humillación y la ayuda una degradación. Creo en cada nuevo país que me acoge como cree una mujer gorda en cada nuevo vestido que le promete la talla ansiada. Creo en la ventana. Creo en el camafeo extinto. Creo en las estrellas: cuando no se pudo confiar solo ellas sostuvieron la dignidad. Creo en la historia como una jeringa que adormece. Creo en las uvas que sueñan volver al racimo. Creo en el ángel caído de mi plato de peltre. Creo que esto jamás ocurrió jamás ocurrió jamás ocurrió.

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Saga de los desterrados * 1 No intentes habitar este añico del mundo porque aquí el fuego se extinguió. Es este un lugar oscuro donde el fuego fundó su morada y crecieron ciudades con rostro de carbón. No intentes habitar este pedazo del mundo, el fuego fatuo se aposentó en la montaña y crecieron desiertos con oasis púrpura y ríos cárdenos de peces purulentos. No intentes asomarte, Prometeo, no hay coro para tu gesta. No intentes asomarte, el fuego fatuo puede ser tu perdición.

2 Ahora mi patria es tu cuerpo. Luce vano el trono del rey de las miserias ante el poder de mi dolor. La ley es ese cuervo que pugna por saciar su hambre. La ley es el lazo que amordaza mis lágrimas. País de cuervos ahítos y de lágrimas prohibidas. Ahora mi patria es tu cuerpo.

* (Poema ganador del Premio Internacional de Poesía Pilar Paz Pasamar, Jerez, España, 2010) Como llama que se eleva

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El gran amor en vilo 1 Salvar la última mirada, la del adiós, la mirada madurada por el llanto. Salvar esa mirada para asegurar los amaneceres por venir. Salvar la caricia, la que transcurre como agua cansada, la que sana dolores dulces, necesarios. Salvar la caricia que convida a la fiesta de la sonrisa. Rescatar un olor, uno solo, como quien encuentra la llave del cofre. Un olor como sutil efluvio. Salvar la primera frase: esa que se dijo con la alegría del verso por fin hallado. Salvar el abrazo: única prenda para festejar la ausencia.

2 Eran los días purísimos de la nostalgia. Había que consentir al recuerdo como al hijo que no llegó a nacer. Una sonrisa, una caricia, 72

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la memoria de una escalera o cualquier sabor que lo preserve del olvido. Proteger al recuerdo como quien cuida la última flor o el primer llanto. El recuerdo: única certeza de que esa luz sucedió y hoy solo es posible en el silencio. 3 Todos los sabores están en tu cuerpo. Todos los sueños habitan en tu cuerpo. Todos los milagros ocurren por tus manos. Todos los caminos se hacen breves si transito por tu cuerpo. 4 Como no puedo llevarte de la mano por los cuatro, cinco sitios que nos vieron una vez, trasiego abrazando la añoranza, esa parcela que sostiene mis días que sobreviven turbios sin el vino de tu piel. Como no puedo abrazarte te envío los rayos de mi sol, un sol que hace cabriolas en el alma y conjura tu lluvia, incesante melodía que me reemplaza sin pudor.

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Yo que no puedo caminar a tu lado fundo imperios de esperanza y recibo la noche alborozada, porque eres cierta, irremediablemente cierta. 5 El tiempo permanece inmóvil honda pisada que hiere mi corazón enmudecido. Me siento a la orilla de los días a ver pasar tus ojos y tus manos que de tan ciertos, semejan ilusiones. No hay manera de vivirte, no hay manera de saborear una sonrisa que hace feliz a todos. Gozan las flores y el mar, el prócer impasible que vela tus pasos, el viento y la casa de aire en la que amas porque así debe ser. Disfrutan las palabras obedientes y dóciles cuando las haces habitar el palpitar de la belleza. Gozan los rostros que de tanto verte te construyen cotidiana ¿Cómo es que se aburren de ti? No hay manera de vivirte, y el tiempo permanece seco, no se entera siquiera, amor, de la áspera pisada que hiere mi corazón enmudecido.

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6 Yo sé bien cuando me sueñas. Siento tus sobresaltos en la escena agónica donde el beso no pudo ser. Sé si tu sueño conmigo es territorio para el golpe seco o si en tu mundo han florecido los girasoles que comienzan a caer como ángeles maduros. Yo sé bien cuando me sueñas, pende mi vida del hilo de tu sueño. Y cuando cansada te ofreces al día, empiezo yo a soñarte, y tú sabes bien cuando te sueño.

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Crónica del dolor 1 Rebosante de salud me despedí del día pero llegó la noche con sus pasos furtivos y me trajo su dádiva puntual y certera: una caja de Pandora. 2 Bajó la tarde sin dueña y habita el dolor en mis ojos, estas tardes perdidas en llantos que no alivian, estas tardes de noviembre cuando el rostro no desea habitar el cuerpo y la mirada sueña ser un tatuaje impasible. 3 Con el paso de las tardes ¿Quién habla del placer? Yo quiero ser diciembre, y alejar este temblor misterioso que habita mis sienes. Yo quiero ser diciembre, y dormir tan solo una noche sin este barco anclado en mi mirada.

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4 Señor Dolor: no el de la ausencia no el del desamor no el de la crueldad. Señor Dolor de mis noches diurnas, si decides marcharte que la luna disponga una almohada serena. Si decides marcharte hazlo tibiamente y sin afán y que sea larga tu ausencia mientras me acostumbro al don desconocido de la paz. 5 Hay un río de fuego que atraviesa mi mejilla, hay un río de fuego que borra el mapa del recuerdo. Cuando exhausta siento cercana la orilla deseada no puede la sonrisa sonreír: El mar del insomnio inicia su reto lento y acompasado hasta convertir mi rostro en un puñado de ceniza enloquecida.

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Crónica del patio Se alza en el corazón del patio, un palo de mango de azúcar habitable como catedral del sabor. Se trata del mango que le ganó la guerra al calor sofocante de la infancia. Se trata del mismo árbol alegre que le sonrió a la creciente y nos enseñó la geometría de la luz. Vuela en el patio una brisa entrenada en corregir el rumbo de los pájaros, una brisa dueña del agua de las tres tinajas que guardan en su vientre tres tristes ranas para mayor dulzura de la sed. Vive en el patio un silencio de tres de la tarde que acompaña la melodía de un acordeón agonizante; persiste el lirio de hojas como espadas que dan risa, y están las noches en que la luna se troca en sol, y otras en que estalla y se desgaja como chubasco de estrellas encantada con su oficio de farola. Crecen en el patio unas piedras que poseen la nocturna virtud de convertirse en sapos, y hay un olor a limonero y una paloma tierrera que aprueba la tarde bulliciosa, y también están tus ojos inefables que siempre miran conmigo aunque habiten otros patios. 78

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Variaciones sobre la mesa* 1 Mesas hay que pacientes dejan caer sobre ellas la inocencia de la noche y el amanecer desbocado. Otras que como altares soportan codos místicos y se solazan sobre ellas los olores y sabores para algarabía de las entrañas. 2 Están las mesas tristes, anónimas, mesas que languidecen como sombras por los pasillos de la elegancia; siervas del polvo que embellece el recuerdo traído de la Arabia. 3 Las hay también poderosas: se abre y se cierra sobre ellas la firma que ordena el desalojo. 4 He visto mesas cínicas: destilan sangre, escamas, vísceras, huesos perforados; sobre ellas inmolan al galápago, y se acostumbran… 5 Las hay como camas: como fantasma entra y sale de ellas el amor, como fantasma se aposenta la soledad; todo es escurrir sobre estas mesas. Como llama que se eleva

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6 Mesas como sagrarios, son moradas para los fetiches: esos bálsamos que apaciguan la añoranza. Guardan también la carta que es la perdición para el infiel. 7 He visto mesas como cementerios habitadas por imágenes de ausentes ante las que gotea monótona la madre resignada. 8 He padecido la mesa frugal de la infancia. Mesa como tierra cuarteada mesa con arrugas nuevas donde reina extendida la ternura del bijao y se aprende a no olvidar la textura y el color de las manos del hermano. 9 Y está la que soporta el ataúd: solidaria como andén cuando cae la lluvia, ve caer el llanto y aguarda insomne a que sea de nuevo el silencio para recibir al siguiente.

* (Poema ganador en el Premio Nacional de Poesía Casa Silva, 2012)

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Beatriz Vanegas athías


betty brunal (MonterĂ­a, 1957)


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Estudió Sicología Industrial en el Centro de Investigación y planeamiento administrativo de Medellín. Su creación literaria ha sido divulgada en los suplementos de los periódicos El Heraldo, El Universal, El Meridiano de Córdoba y en las revistas literarias Mascaluna, de Medellín, Puesto de combate, de Bogotá, El Túnel y la revista Impulso, de Montería. Obtuvo en 1999 el primer premio en el Concurso departamental de poesía, convocado por la Universidad de Córdoba. Desde su fundación ha participado en el Festival Internacional de Mujeres Poetas en Cereté. Coordinó actividades literarias como presidenta de la Fundación Tertulia Bajo El Puente y actualmente coordina actividades educativas y artísticas como gestora cultural. Es miembra del grupo literario Fundación El Túnel de Montería. Tiene inéditos varios trabajos infantiles de cuento y poesía. Correo: bettybrunal@hotmail.com 82


Nostalgia de tu boca cerrada Rostro de fábula insinuando la luz. Paisaje escarlata que agoniza entre risas espejos y miserias. Hombre que te reconoces en la mueca de siempre fruto disecado alegría que no te alcanza. No consigo velar tus aciertos tus huellas son hijas del turbio alquitrán y confunden el color de mi noche. Tu intento viaja en el barco húmedo del niño de la esquina estación de miedo sin raíz sin lluvia y sin lumbre. Niebla que esculpe una carcajada rota.

Como llama que se eleva

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Des Concierto Torelli estila bocetos de certeza mientras alguien acecha las rendijas del ingenio. Bien podría repetirse la agonía de un viejo guerrero que oxida sus temores entre cintas de metal o quedar Aida inmersa en el álgido gesto de las multitudes. Pero “aquel lirio que abre en amarilla trompeta” aproxima dos almas al sutil desconcierto donde nubes proyectan su locura y prolija abolengo de los astros. Ay de los aciertos que duermen en la tiranía de una vasta quemadura tan infinita que da miedo mirarla.

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Betty Brunal


Anónimo Porque llegar a ser un don nadie es casi imposible, es lo más extraordinario del mundo Osho

Ese muchacho que recoge la basura que hurga calles y gestos nunca su alma aún no hay tiempo para el espanto. Don nadie con manos de ausencias gusto neutral y mirada vigilante inmune a las tristezas y con el crepúsculo a cuestas viene a perturbar el sueño de los muertos a resarcir el momento de la dicha. Preciso buscar su nombre en algún rincón de la rosa en la levedad de su risa en el capricho de dios broma cósmica diría Lao Tse en la libertad de la arena que fabrica caminos adversos. Acaso en las madrugadas que me adeudas.

Como llama que se eleva

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Samsara Soy su huésped hace mil años terriblemente solitario. Girando en torno al amor me he entregado a los suyos me he doblegado a la duda y aún me duele el amor como en aquellos días. Por eso preciso la palabra aunque en este nuevo verso seas tú quien cante y pida ser amado. Cómo duelen estos días y aun no soy la que soy cómo duele la poesía.

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Betty Brunal


Acto único Búhos expectantes formas de barro con el miedo del comediante que perdió la minuta del llanto. Reflectores que a veces golpean nuestras mejillas marcando el paso por donde caminan amantes y decimales. Instantes que congelan la sangre suspiros en lagunas enterrados que despiertan al canto de la rana. Ellos beben nuestro mismo vaso duermen con ojos suplicantes como el que pospone el último sueño para escapar al olor de la pesadilla de la aguja que rompe la sombra del límite que aprieta la garganta agonizante. ¿Resistiremos, amor mío, la noche en que el grito siembre sus raíces? ¿Serán sus ojos semillas muertas, espanto del reloj porque el tiempo descolgó su disfraz?

Como llama que se eleva

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Antes de que el grito me alcance No me busques en la hendidura donde el embrión se despereza, su norte es prisión gemido de la última espiga. Ni en el rumor que atraviesa lirios y musaendas hay recodos que atrapan el dolor en sus ramas y la noche se acostumbra. Tampoco en la danza amarilla de las constelaciones, lámparas vagan en el ojo de la ardilla. Buscadme en la furia del último arpegio en las entrañas de la cuerda desgajada que arrastra su mejor canción.

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Betty Brunal


Del cuyanacentrismo El dolor torció tu rostro laceró la piel que ya habitaba tu tristeza. Hoy tu voz es fuego que arroja bocanadas de hastío. Manos tristes queriendo romper la vergüenza del azar que llora inexorable entre el reloj y las trompetas. ¿Cómo atar la agonía para no llorar? Cesad trompeta que llevas en tu cuerpo el canto de la muerte. La noche tiende sus peldaños y con dardos en su espalda duerme aunque su sueño es el muro que separa su queja y mi silencio.

Como llama que se eleva

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Tántalo Un rostro silencioso escapa en la certeza de las horas. Lumbre de miedo que develó el rito donde amasamos los secretos de la alquimia. Tu cara ya casi de ausencia fue el estallido que oxidó el amanecer. Leónida solitaria te retuerces cautiva en el péndulo eterno de las sombras urdes ya vencida ya cansada el mismo discurso del adiós. ¿Qué sentido tiene un sueño que muere al clamor de los tambores? Una caricia sobrevive al momento blasfemo al deseo confinado. ¿Acaso alguien sabrá que fuiste mío aquella hora nimia de los niños? Mucho amé desde aquel ángulo de fe tus pies fuertes y sumisos mientras el monstruo persuadía la vieja danza del deseo. Dime amor, ahora que tu olor se repite en la buhardilla ¿a qué juega Tántalo?

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Betty Brunal


Cotidiana En mi corazón había un paisaje triste como una noche oscura sin estrellas ni dioses ni leña para el fuego. Yo quería un sol que llenara los rincones de la casa un murmullo de manteles y flores muchas flores en el jardín. Amor mío de auroras sosegadas amo tus manos sin angustias y llenas de ternura que me ciñen al mundo de las simples cosas: un libro un armario un poema silencioso. Yo guardé para ti la fe de la Ceiba la fragancia del tamarindo y este presente mío tan humano. Amor fraguado a mediodía: que tu luz me envuelva.

Como llama que se eleva

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Ante la luz de las ventanas Cuando nos acordemos de aquellos días en que la búsqueda del cuerpo era un pretexto para establecer las cercanías del alma. Cuando nos acordemos de aquellas noches en que brindamos con el más feliz de los alcoholes. Y cuando el temor fue ave en retirada y la lluvia refrescó la soledad Cuando todo eso quede en el recuerdo nueva música regresará a los cuerpos y se reiniciará la fiesta No importa que el amor muera ante la luz de las ventanas.

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Betty Brunal


El gran vals Los hombres sin memoria bailan enredando sus orejas entrelazan sílabas, cascabeles ensordecen su propia serpiente y en oscuro ritmo pierden el límite sublime. Despacio, espontáneos, mordaces en inexacto oficio confunden los zapatos del que tiene desgastados los talones. Con gesto monótono cabalgan tras el azar que viene de regreso. Comen flores de ayer vomitan el destino estéril y danzan preludio de un Mozart que añora su reencarnación en el sollozo del colibrí.

Como llama que se eleva

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Ese río se derrama lento A ese cuerpo que se estira manso como un perro domesticado sobre el herbaje y la memoria irrevocable de la tierra llegan cada tarde las mujeres de mi pueblo a lavar su desdén a exprimir hasta la usura la miseria mojigata que tiñe la piel y se asienta en forma de polvo sobre ese polvo que vamos siendo. Por el ojo del cíclope un remolino despierta y no encuentra a “nadie” solo a María. Un grito se exilia en los muros del puente esclavo. Aquella voluntad se pudre en la rancia garganta del silencio. Ese cuerpo se derrama lento como un cántaro roto pezón ardoroso para la sed de los hombres como si una mano despertara por siempre el agua dura del cristal.

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Betty Brunal


Celebrando la llegada de nadie “Ven a vaciar tus copas de sol en mi camino”. Ven antes de que la risa se gaste. Llega escondido en la prisa de una lanza o como erizo muéstrate a la luna golpea claveles y abanicos. Desata la furia amor mío tibio aliento para un latido conforme cumbia de espinas para un silencio que asfixia. Prometo ir más allá de la angustia tortura de almíbar fidelidad de la abeja demencia encallada en el coral de una promesa. Ven y cierra la ventana que la tarde agoniza entre la filosofía y el vivo temblor de las olas escribe tu poema “antes de que pasen los trenes sobre el puente de viejos ejes que el tiempo arruina” que yo caminaré descalza a media noche tras el bonche y la palabra.

Como llama que se eleva

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Dicen de Borges Dicen de un hombre que salía a repartir su corazón a los tigres: Que su locura ponía de rodillas al mundo instante supremo de la cordura. Dicen que su gloria es directamente proporcional a sus sombras. Busco al alquimista que se desvanece en el ademán sin fin de los elegidos y no es su sabia comunión el peligro es mi necia pretensión el fracaso. Me produce tedio y conflicto la exactitud de su palabra: Cuando vislumbro la gloria de lo insólito su piel disfruta lo cotidiano y cuando hallo el patrón fácil que penetra la piel entonces juega con el arma metafísica. Busco resultados nadie me los debe busco la luz para no malograr su eternidad superhombre que habituó sus dudas a la soledad reflexiva donde creaba monstruos y nombraba lo innombrable. Humanidad consumida en esferas superiores te apoyaste en brazos de Thiparet para ser simultáneo al amor y al dolor. Con una piedra amarilla machacabas la vida gota a gota Cabalista trasnochado en los andamios de la fantasía aún no te hallo. Visión limitada es mi sentencia ante un hombre que lo ve todo.

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Betty Brunal


Dicen de un viejo testarudo: que a los ochenta y cinco años saboreaba sin angustias un helado y yo con la mitad de los suyos apenas me como la uña del dedo gordo.

No habrá cuerpos El olvido marcó el ritmo de tu danza. Antes de que el acato llegara tu lengua enmudeció con el tañido de las rejas. Lluvia menuda es hoy aquel lenguaje de invierno tu cuerpo no gime taciturno no suplica no palpa el color ni la simetría de los sueños. Caderas analfabetas siguen presas en su aroma el recuerdo agiganta tus noches y el acero te involucra en su sombra no se inquieta el tamaño en tus oteros arañas moribundas consintieron la orden del proverbio. Si la entrepierna se marcha avergonzada porque el pan y el vino no acuden a tu mesa apresura el ala de tu camisa que siga la pausa que la teoría bostece en tus rodillas de verano.

Como llama que se eleva

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Incertidumbre ¿Qué pasará cuando esa luciérnaga desvelada en su error advierta un amanecer sin vocación? Será el asombro un grito de infancia tras la reja o su agonía un candelabro cuyo fulgor es recuerdo. Acaso vestirá la piel del girasol y no serán sus pétalos llovizna en la noche deshabitada. Entonces treparán por mi cintura asuetos de luz que de los ángeles quedan.

Karma Cómo duelen estos días que tienen la turbia influencia del pasado porque de ellos es mi añeja vocación de poeta. Yo vi cómo nacía el fuego entre las manos del miedo presintiendo la ferocidad de las aguas. Cómo el tiempo conjura sueños y burla rostros porque el destino convoca lento pero firme, ávido atraviesa los huesos del albedrío. 98

Betty Brunal


Carmen PeĂąa visbal (Barranquilla, 1957)


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Abogada y periodista. Experta en Comunicaciones Estratégicas. Candidata a magister en Comunicación Política, American Andragogy University; especialista en Alta Gerencia, Universidad Militar Nueva Granada; especialista en Derecho Penal y Ciencias Forenses, Universidad Católica; diplomada (becaria) en Altos Estudios en Gerencia Política y Gobernabilidad, The George Washington University-Universidad del Rosario-Banco de Desarrollo de América Latina (CAF); postgrado en Curso Integral de Defensa y Seguridad Nacional (Cidenal), Escuela Superior de Guerra. Ha sido editora regional de El Tiempo en la Costa Caribe, directora de Ciudad Paz, subsecretaria de Convivencia y Seguridad Ciudadana de Bogotá, secretaria de Gobierno (e) de Bogotá, jefa de Redacción de El Heraldo, subdirectora de La Libertad, asesora editorial de El Espacio, editora de Diario del Caribe, directora de Comunicaciones del Comando General de las Fuerzas Militares, asesora de Comunicaciones de The Rendon Group y jefa de Información y Prensa de la Gobernación del Atlántico, entre otros cargos. Autora de los libros de poesía Dite (1994), Las vestiduras de mi alma (1998), Mi voz no te alcanza (2008), Todo silencio es esencial (inédito). Incluida en las antologías Poesía colombiana del siglo XX escrita por mujeres, Tomo 2, Editorial Apidama; y en Siete poetas. Sueños de un país en paz y sin minas antipersonal. Coautora de textos de crónica y reportajes: Epitafio de los inocentes; Historias de éxito; Palabras en tres tonos; Testigos fieles. El horror de las víctimas de las minas antipersonal. Correo: asesoraprensa@gmail.com 100


Del libro Dite (1994)

Homo “El hombre es un lobo para el hombre�, dijo Hobbes, por eso trato siempre de envenenar las aguas que no consumo.

Vencidos Podemos darnos por vencidos. Nada importa rendirse en silencio, si los tambores de la venganza resuenan a lo lejos.

Como llama que se eleva

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Dite Allí, en las profundidades de “aquellas cavernas”, donde el mundo permanece amarrado de pies, manos y cerebro. Allí, donde los suspiros se entrelazan para huir disimulados en ráfagas de miedo. Allí, en la ciudad de Dite he dejado mi vida lacerada, mientras los amigos, felizmente agazapados, reían y lloraban hundiéndose todos en los corazones espinas del tronco moldeado por el dolor. Dite, aquí, una vez más entre tantos pesares de edades remotas, me inclino ante ti, eso sí, obligada por los criminales que Dante creó como conquista suprema contra la posesión de los demonios en el más bajo de los infiernos. 102

Carmen Peña Visbal


Del libro Las vestiduras de mi alma (1998)

Detente Detente. No vengan más tus labios a rasgar las vestiduras de mi alma. La quietud no conmueve las hojas del hastío ni enardece el sol unas pupilas. Tus ansias no son ya las mías y nuestros caminos no quiero que converjan. Detente. Cortemos de una vez el lazo infinito que nos une. Rasguémonos, sí, para dejar los suspiros tendidos de cansancio en cualquier esquina

Las tumbas De pie ante las tumbas de Sartre, el ser y la nada, olvido y rechazo; Simone duerme plácida la hora que acaba, en su tercer sexo; Wilde sueña que regresa más joven y hermoso... Nada nos dicen las tumbas, bajo las brumas inmensas de quienes reposan en silencio. París (Francia), 1999 Como llama que se eleva

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Del libro Mi voz no te alcanza (2008)

¿Quién? Otra historia escribo hoy. El cielo me acosa con sus azules. Las nubes se posan ante las sombras. ¿Quién vendrá a vigilarnos mientras nos burlamos de la vida? ¿Quién excusará nuestras faltas, o construirá nuestras mañanas extraviadas en el vaivén de las contingencias corporales? ¿Quién ungirá nuestras almas con pócimas que sanen heridas? ¿Quién cuidará del vuelo frágil de blancas palomas liberadas en un año sin luces, en una tarde lenta? ¿Quién extenderá sus alas al viento, mientras cierro los ojos y acallo al alba? ¿Quién zurcirá las fisuras dibujadas entre tu distancia y la mía? Otra historia se escribe hoy. Otras palabras fluyen, nuevos silencios.

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Carmen Peña Visbal


Vallenato para tu piel ‘Que viva el vallenato’, dices. La voz clama por el amor perdido y el acordeón deja una lágrima en noches de cerveza y ron. Te digo, claro, sin decirlo, que vallenato es tristeza del alma, que la guacharaca rasga suspiros y el acordeón lamentos tardíos. Mientras tu cuerpo danza-danza te sumes en sonidos y cantos, una tambora convoca extraña comprensión del no ser siendo. ¡Ay, hombe!, deja que las estrellas brillen sin respuesta cierta, y que el agua fluya aun cuando bailes a solas en el rincón de las nostalgias.

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Nadie danza La sonrisa congelada y la mirada en el infinito. Su cuerpo yace inmóvil y nadie danza. ¿Cómo hacerlo? Un rito silencioso invade la estancia. Una ira se acrecienta mientras cientos de gardenias ocultan su morada. Sombras y nubes, nubes y sombras... Su cuerpo yace inmóvil y nadie danza.

Esencial Estamos a la espera... El legado de Ciorán levita y trasciende: ‘Todo silencio es esencial’. Más allá de los deseos, al interior de las soledades, una fuerza nos impulsa a superar la realidad. Renunciar es imposible. Asumimos, en vigilia, una larga espera. 106

Carmen Peña Visbal


Insalvable No hay, ni habrá quien pueda salvarme. He caminado hasta el cansancio huyendo de recuerdos. Me persiguen, me despiertan, pareciera que las nubes delataran mi presencia. No me detengo... ¿Para qué hacerlo? Nada aquí es cierto. Sigo unos pasos, tal vez los mismos, tal vez... Bogotá, 2011

Comprensión Hoy, mientras te observo, descubro que no somos peores que el látigo que golpea a los penitentes, ni mejores que la sangre que se desliza por sus cuerpos. Bogotá, 2011

Como llama que se eleva

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Cansancio Después de todo, amor, el cansancio no llega solo. Hay momentos, extraña sensación, en que las palabras se tornan en lamentos y los deseos en iras. Es entonces, amor, cuando descubrimos el vacío, -cae la lluvia mientras pensamos en la vida-, y nos dejamos llevar, a duras penas, por el deseo de perdernos en una noche carente de pasiones, pródiga en silencios. Bogotá, 2011

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Carmen Peña Visbal


Signo de los tiempos Nombres, pronombres, artículos... Prefijos de lo cotidiano, sufijos de lo permitido. Verbos que regulan conductas y adjetivos que califican injusticias. Nombres, pronombres, artículos... Formas exactas fáciles de invertir. La letra, liberada en ocasiones, se rebela. Y suma, pero, también divide. La palabra está maldita. Es el signo de los tiempos. Bogotá, 2011

Como llama que se eleva

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Lo cierto La tarde no está bien. Eso es lo cierto. A la tarde le duele el odio proclamado a los cuatro vientos, el desangre de los hijos sin padres conocidos, el parto desgarrado de una mujer sin nombre y los huérfanos de la horrible noche que no cesa. Le arde la herida causada a los oídos que no podrán escuchar palabras de amor ni sinfonías eternas de una paz lejana. Ojos que no conocerán amaneceres ni la amplitud de un océano en el que navegan nuevas esperanzas. La tarde no está bien, porque la tarde eres tú y soy yo, en la inmensa melancolía que escondemos, cuando ahogamos el llanto y nos quedamos sin fuerzas para construir un futuro que no sea de horror.

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Carmen Peña Visbal


Todo silencio es esencial (inédito), 2011

Hora sublime Son las 6:30 de la mañana. Supongo que tomaste tu pastilla, bebiste lentamente el agua que reposaba en la mesa de noche, y que a esta hora bebes a sorbos tu gran taza de café. Supongo que tu mirada se pierde en la distancia, mientras nuestro mecedor permanece quieto en la estancia. Supongo, porque así lo hacías cada día, a esta hora, recordarás la letra de la canción que me cantabas cada mañana. Supongo que una sonrisa se dibujará en tus labios, y recordarás los sueños que construimos, las ilusiones que juntamos. Supongo que tus manos estarán tibias, aferradas a la taza de café, en tu hora sublime e incontaminada, y, tal vez, sólo tal vez, recuerdes mi nombre y ansíes mi regreso. Barranquilla, 2013 Como llama que se eleva

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Antes, amor... Déjame mirarte antes del ocaso, una leve brisa mece las hojas de los árboles y el silencio amenaza la estancia. Déjame mirarte al despertar. Un murmullo nos invade y un batir de alas alienta el día. Déjame mirarte sólo un instante y sumergirme en tus pupilas mientras nuevas sensaciones abordan las naves de mi alma. Déjame mirarte cuando me mires para descubrir el encanto de una sonrisa, que espontánea me sorprenda y alegre me cautive. Déjame mirarte antes del ocaso y antes de que el tiempo imponga lejanía. Bogotá, 2013

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Carmen Peña Visbal


Para amarte Para amarte necesito tiempo. Espacios conjugados y acuerdos tácitos. Tú me buscas, yo te espero… Yo te busco, tú me encuentras… Infinidad de palabras musitadas Un baile y mil abrazos. Para amarte necesito tiempo, caminar horas evocando tu memoria, mirar por enésima vez la foto que tanto nos gusta y suspirar en esas noches en las que la distancia nos atrape. Para amarte necesito tiempo que propicie nuestras alianzas. Recibir tus besos, cálidos y eternos, y sabernos en las horas prófugas que nos hallan en las miradas. Para amarte necesito tiempo que nos permita descubrirnos en una playa de arenas blancas… Aves fugaces de vuelo alto y olas bravías que se desvanezcan cerca, muy cerca, a nuestros pasos. Para amarte necesito tiempo, no para contar minutos o segundos… Sí, para disfrutar instantes que parezcan, simplemente, eternos. Bogotá, 2014

Como llama que se eleva

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Eterno Nada es cierto. Caricias que se olvidan, palabras que no musitamos. Un aroma a incienso y un olvido, que esta tarde, siento eterno. Bogotá, 2014

Te querré Te querré en el silencio de quien debe hacerlo. Te querré hasta agotar las horas tardías. Que ninguna sospecha nos aleje... Que ninguna lejanía se interponga... Bogotá, 2014

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Carmen Peña Visbal


No El roce de tu piel me dijo que el silencio no era casualidad. Esta noche prefiero imaginar las sombras que se dibujan en la ventana, suspirar pensando que los días idos no fueron mejores que este hoy de invierno. Bogotá, 2016

Del libro Sigilo (2014)

Lejos Esta noche, amigo, huye a bordo de tus sueños, galopa lejos de fatigas y reencuentra en la distancia la calma que precisas.

Si… Me sé tu nombre como si fuese mío, como si algo mío estuviese en ti. Como llama que se eleva

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Renuncio Sí. Renuncio a las discusiones estériles, a las sonrisas falaces, a los discursos hipócritas, a los abrazos indeseados. Sí. Renuncio a los amigos eventuales, a los bailes de acordeón, a las brisas ausentes de mar, a las palabras ahogadas, a las lágrimas reprimidas. Sí. Renuncio a transitar la vida pensando en ti, en ellos, en los otros… Sí. Renuncio a esos vagos recuerdos que no le dicen nada a un corazón deshecho, pero sí saturan de nostalgia la mirada que se pierde, las palabras acalladas… Simplemente, renuncio a las horas que no me dicen nada, a esta vida apenas vivida.

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Carmen Peña Visbal


dina luz Pardo olaya (San Marcos, Sucre, 1973)


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Periodista, dirigente gremial, gestora social y cultural. Ha publicado cuatro poemarios: Quebranto de Flor, Albricias, El leve trazo de mis huellas y su poética culinaria Concierto sobre el fuego. Parte de su obra literaria ha sido incluida en antologías dentro y fuera del país y en ediciones especiales en lenguaje Braille y traducida al italiano y al portugués. Ha participado en festivales internacionales de poesía en México, Perú, Ecuador, Argentina, España, Alemania, Francia y Colombia. Es miembro de la Asociación de Escritores de la Costa y expresidente del Parlamento Nacional de Escritores de Colombia. Ha sido publicada en las antologías Revista Taller Luna y Sol, Vuelo de Jazmines, en homenaje póstumo a Meira Delmar, Barranquilla (2009); antología Premio de Poesía Simón Bolívar, El Libertador, Edizioni Lo Spazio, Italia (2010 y 2014), El rostro secreto de Eros, Argentina (2011), Las voces de las mariposas, México (2012), Ellas escriben en el Caribe, (2012), El Rostro Secreto de Eros, Parnasus, Argentina (2013), Los Poetas van a la escuela, Barranquilla (2013), Cartagena de Indias, Territorio Literario, Pygmalion editores, Madrid, (2016); Grito de Mujer, (2016), Mujeres a toda costa, Cedesocial Barranquilla (2016), revista Víacuarenta, Memorias del Festival Internacional PoeMaRío (2014 y 2016), Puesto de Combate (2015), La Guardarraya, del periódico Día a Día News de los Ángeles, USA, (2016). Ganadora de una Beca de circulación internacional para creadores, investigadores y emprendedores del área de literatura, del Ministerio de Cultura de Colombia, a través del programa de estímulos 2011. Correo: dinaluzpardo@gmail.com 118


Del libro Concierto sobre el fuego -Poética culinaria-

La receta de hoy

La cocina esperó por mí para hacer de ti mi mejor receta. Adobé tu piel con dulce fragancia de naranja, le puse la sazón de mis manos y a los olivos le extraje su opulento aceite, para que el roce fuera fluido, suave, armonioso. Tras mezclar y entremezclar, quedaron residuos en mis uñas, se me empotró algo de ti, así que lamí uno a uno mis dedos, para que tu amor no sólo me entrara por tus besos, tus caricias y tu sexo. El vino, el vino lo caté de tu sonrisa que me dejó un halo de entrega total, de una cosecha que hoy ya no existe, que me embriagó y endulzó al brasearte en tus propios jugos. Todo estuvo dispuesto. Te cociné a la temperatura exacta de mi cuerpo, de mi vientre. Probé y supe que mi plato era perfecto, exquisito, para repetir.

Como llama que se eleva

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Antojos ¡Se me antoja mucho de ti! Se me antoja saltearte y saltearte hasta dorarte; luego glasearte y servirle a mi apetito voraz y encantado, mi antojo en remojo, madurado y sellado al calor. Se me antoja lloverte a cántaros, relampaguearte y estremecer hasta tu último vello confundido y remotamente apartado de mi vista. Se me antoja encontrarte al “dente”, en un coctel de camarones, en unos calamares al ajillo o tal vez en el dulce estallido de una ola reventándose entre mi boca y la tuya. ¡Antojos! Dicen que el verdadero antojo no se debe comer, igual, no me resistí, mi piel, mis labios, mi cérvix y mi corazón, se antojaron, degustaron y se saciaron. Se rompió el dicho, hoy hicimos historia.

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Dina Luz ParDo oLaya


Tus besos Yo sé del océano que se rebosa en tus besos. Sé de tu vigor al besar ascendente como ola en puntada colisionando con el dorso de un viento marino. Sé que tus besos saben al espumoso oleaje encrespado que rompe contra la roca. Sé que suenan como una tibia nota sacrosanta que recrea mis oídos y atiende nota seguida un falsete que logra el clímax de esta melodía. Sé que huelen a vientos de sal, los intuyo tiernos, calurosos, amorosos, intensos, vibrantes, ardientes, delirantes,… Besos presentidos y soñados: besos que forman ríos en mi piel y desembocan de madrugada en mis labios. Tus besos, ¡ah!, tus besos, crujientes cristales del mar perfumados con algas y corales; me los bebo a sorbos, ¡te lo juro, amor!, me los bebo a sorbos; con solo imaginarlos, se me hace agua la boca.

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Pan y Vino a lo eterno A Camila

Hoy me sabes a queso derretido sobre arroz con ajo, recién hecho y servido a tu gusto. Hoy me sabes a los espaguetis juguetones que se dejaban atrapar por tu boca. Hoy me sabes a la lluvia que se enredó en tus rizos y congeló un día más en mi memoria. Hoy me sabes a mantequilla desleída sobre yuca harinosa y blanquecina, que acentúa tus orígenes, tus raíces de niña sabanera nacida en La Arenosa. Hoy me sabes a ausencia, al dolor que me trago y me indigesta cada segundo de vida sin ti. ¡Hoy me sabes a azul celeste bordeado de oro finísimo! Mañana me sabrás a hoy, mañana me sabrás a eternidad. Así lo anhelo, alimentarme del mismo Pan y del mismo Vino, que te hizo inmortal.

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Dina Luz ParDo oLaya


Del libro La danza de las piedras, poemas inéditos o publicados en revistas impresas y virtuales

Raíces En la hora azul de una mañana con arreboles nacientes en las nubes, el Creador de un rayo de sol biche coquetea, abraza y apapacha. Y desde de la ventana con vista al río y al mar, una mujer Caribe va. Va por el día con un reloj sin tiempo, va por los ojos con la verdad por lo vivido va diciendo indígena soy con sus pómulos de certezas y el maíz tierno que brota de su aliento. Una mujer Caribe, con el borde de sus labios delineados por el cacao y sus trenzas que guardan el aroma del café de la sierra, va diciendo indígena soy. Una mujer Caribe con una sonrisa en vuelo y desparpajo al hablar, con mirada de alas agitadas y puños de tierra arrojados al mar, va por la vida. orgullosa de sus raíces.

Como llama que se eleva

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Reverberación A Soraya M.

Día que ocultas la claridad de tus horas, silencios inflados a punto de estallar. Ven, reivindica mis ojos de llanto dormido y de paso lava mi alma sin sal, sin agua, sin olas, sólo con Tu Nombre. Quita las marcas en mi mejilla porque no fueron caricias, no fue el amor lo que afloró ese día ni mis gritos silenciados fueron de éxtasis y entrega complaciente. Reivindícame de la mano de quien intentó hurtar mi esencia, mi honra, mi vida. De nada vale mirarme como luna sobre el mar; mis lágrimas aún después de este último suspiro reflejan que me convertí en silencio a punto de estallar.

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Dina Luz ParDo oLaya


Lloro por los que maúllan a la sombra de los que viven de la ciudad La ciudad río habita en la memoria y amenaza con detenerse, amarilla y púrpura se suspende a la sombra de robles y tibios soles al amanecer. La ciudad gata ronronea al sentirse amada y libertaria, la ciudad mulata emprende el vuelo y regresa a orillas de sus aguas, roja de bordillos oscuros y solitarios -inframundo inimaginadoaún así, la ciudad mar, ama y sabe aguardar entre cantos y bailes. La ciudad que habito, o debo decir, ¿la ciudad que me habita? Yo río, yo mar, yo roble, yo mulata, yo gata, yo roja, yo negra, yo bailo, yo canto, yo río, yo lloro. Lloro por los ausentes en los bordillos, por las risas que ya no están en la urbe de tardes amarillas, lloro por los que maúllan a la sombra de los que viven de la ciudad.

Como llama que se eleva

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La piel que mudo La piel que mudo musita entre libros donde guardo mi historia. Cada página con el olor a hojas en desvelo a plena luz de la noche en puntos donde ya no habitan los ojos ni la boca del tiempo, oscuros, húmedos, escondidizos. Esta piel que muda de mí duele como duelen las espinas que se entierran en la oscuridad. Duele como duele el tiempo que lo hurga todo y no acepta vacíos. Heme aquí, con la piel expuesta y el corazón hendido reencontrando mi historia en la historia de otros que habita en libros viejos y en la historia de otros reinventando la mía en un libro por escribir.

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Dina Luz ParDo oLaya


Canto a la tradición de tus besos Siguen tus besos recitando versos en la comisura derecha de mi boca, lames los vestigios de la noche en mí con el mismo goce de ayer, flirteas para que el tedio no nos gane y una tregua efímera nos invita a reencontrarnos en otro cielo: la cocina. Un recién preparado café con canela y una pizca de jengibre, te espera. Es costumbre preparar una cafetera a rebosar cuando el sol tímido se asoma, es historia nuestra reír por la primera taza de café derramada sobre el mesón tras un juego sugerente. Te diré como otras veces al anochecer mi manera de hacer poesía cuando lames -ahora, tus dedosal cocinarte unas patatas con anillos de cebollas caramelizadas y una punta anca madurada y marcada a la brasa. Saberte en el poema que reconstruyo entre especias y tus sudores con la casa envuelta en efluvios hirvientes, hace placentera la espera de una mesa para dos. Así te he seducido en mi pecho con el ritual de tus besos que tocan con la punta del día la noche encendida en mi boca. Declaro tus besos patrimonio de mi humanidad, los preservaré en mi fa sol-tenidos como canto a la tradición y al enamoramiento de todos los días. Como llama que se eleva

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Polvo ¡Qué somos sino el polvo con que nos maquillamos para mostrar el mejor rostro!, el que levanta polvareda a nuestro paso hacia lo incierto o hacia los sueños. El que sacudimos del cristal de la sala, el que nos cubrirá cuando el alma trascienda. Polvo que se ufana de grandeza, polvo con ínfulas elitistas, polvo pintado de blanco, de negro, polvo de apariencia natural que se esfuma con el viento. Polvo molido, solo polvo molido, sin picante, sin aroma a canela, sin sabor a guasca, esparcido y confundido entre los que hoy son polvo también, compartiendo el mismo lecho de tierra, bajo la misma lluvia fría y filosa. Solo un soplo y seremos menos que polvo, partículas volátiles e insignificantes, menos que náufragos en medio del océano, menos que el gusano que come nuestros restos. ¡Seremos nada que a la nada volverá!

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Dina Luz ParDo oLaya


Como agua que baila entre mis labios Esa lengua tuya que hurgĂł el cielo de mi boca, esa boca tuya que me puso a bailar los labios estos labios nuestros que se reclaman en besos cuando aĂşn se tienen. En este arrebato de besos empapados de sudores hasta lamernos las comisuras de la boca mordimos el borde y la profundidad de las ganas. Nuestros labios vivenciaron la danza del beso perfecto -sin tiempos ni manualesy se declararon bocas mojadas para danzar al borde del abismo, como agua que baila entre mis labios tras la llegada de otros flujos vertidos en las entraĂąas.

Como llama que se eleva

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Cobardía El dedo que jaló el gatillo huele a pólvora y a espanto. Vienes con las manos untadas de guerra, pretendes recorrer mi cuerpo y besarlo. Llegas cargando muertos en la conciencia, y desnudo buscas mi complacencia. Llegas y dejas de lado la armadura que te trajo de vuelta. No sonrío, no me alegro, siento pánico, podría ser tu próximo campo de batalla. Qué sé yo si una noche en guerra cargues el fusil y sin reparo descargues tus traumas dejándome en cama con las vísceras afuera y mi sonrisa mustia para el retrato en la pared de los difuntos.

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Dina Luz ParDo oLaya


Tiempo El tiempo pasa, pesa, pisa, posa el tiempo es sofisma y sofoca el tiempo da flojera y estresa besa y escupe, canta y llora abraza y suelta, cocina y lava trastos tiende la cama y la alborota el tiempo mata y sana -dicen por ahí-. Manecilla que gira hacia la espera con una cuerda rota que detiene el vuelo de aquello que llamamos tiempo. Artificio de lo que se vive, invento del que gasta y no invierte, recurso ahogado del que mira para atrás, agonía infinita del que no vive por pensar en lo que aún no llega. El tiempo pasa, pesa, pisa, posa, el tiempo besa y escupe, el tiempo entierra, y a veces, permite el olvido.

Como llama que se eleva

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Pazdemia “Sin camuflajes, botas ni armas de fuego, sin fronteras, nacionalidades ni Estados, sin políticas públicas, económicas, o sociales, he aquí mi cuerpo, reinventando en el amor otras formas de hacer la paz contigo”.

Umbral El cuerpo tendido sobre el diván, las rodillas separadas las manos entrecruzadas sobre su cabeza, los ojos cerrados la sugerente caricia de otras manos debajo de su vientre y el alma en vuelo.

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Dina Luz ParDo oLaya


Es el tiempo… … Digo que el fondo tiene una forma diferente y que la forma no tiene fondo, digo que eres tú aunque solo escriba tu nombre. No es descabellado presentirte en el delfín que sonríe y lanza besos, en el pulpo que me abraza con sus tentáculos, en serpentinas de peces plateados besándome los muslos, en las algas que me revelan tus misterios indescifrables o en un viento de puntillas que danza debajo de mis faldas formando olas inhóspitas. Una palmera mece sus ramas, los patos se espantan y emigran, el gorjeo sostenido de golondrinas forma ecos en el mar, ante un sol que se abre en pétalos de fuego y arroja fragancias de un día maduro. Es tiempo de zarpar, no esperes que suba la marea de tarde, porque la noche se avecina y cambian los tiempos y cambian los fuegos y cambia mi fuego.

Como llama que se eleva

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Corrida la tinta, borrar no es una opción Teclear con todos los dedos la saliva despavorida del silencio. Hoja involuta que deja escribir de golpe las palabras rotas sobre el vacío lleno de todos los tiempos. Y no hay más que una página, el blanco efímero e irreal donde converjo toda yo, después de corrida la tinta borrar no es una opción. Resulta que a menudo escribo en voz alta lo que leo en silencio y dibujo trazos amarillos en la tarde de mi soledad. Resulta que escribo en voz alta lo que pinto cuando escucho el silbato de una niña que me persigue hasta hacerme sonreír. Esta máquina de escribir con poco uso y el golpe de sus teclas en mi piel son borrasca indeleble de los años de lo que escrito está. Ahora sé hacer una pausa que parece punto final ahora sé lanzar todo a la canasta y empezar a escribir otra historia en esta página en blanco donde converjo toda yo. 134

Dina Luz ParDo oLaya


ela Cuavas (MonterĂ­a 1979)


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Poeta y ensayista, Licenciada en Español y Literatura de la Universidad de Córdoba. Candidata a Magister en la Universidad de Ciencias Pedagogías Enrique José Varona, de Cuba. Ha participado entre otros, en el Festival Internacional de Poesía PoeMaRio, de Barranquilla, y en el Festival Internacional de poesía de Cali. Sus poemas y ensayos han aparecido en periódicos como El Universal de Cartagena y El Meridiano Cultural de Montería, así como en revistas de circulación nacional como Puesto de combate y la revista Clave, de la ciudad de Cali entre otros. Hace parte de la Antología de poetas colombianos preparada por Federico Díazgranados para la Revista mexicana de literatura Círculo de Poesía. Su primer libro de poesía, Juntar los huesos (2011), fue publicado dentro de la colección Voces del fuego, Testigos del Bicentenario de la Editorial Pluma de Mompox, de la ciudad de Cartagena. La revista de poesía Exilio, de la ciudad de Bogotá, publicó en 2014 la antología Músicas lejanas, preparada por Hernán Vargascarreño. Algunos poemas suyos han sido traducidos al Alemán por KarinaTheurer para la Revista Alba de Berlín. Correo: elamarieta@gmail.com 136


Alfabeto Las palabras me asaltan y de tanto tocarlas enloquece el piano. Las palabras duermen en mí, pero al tomar el lápiz despiertan todas en confusión de pájaros. Platón y el nombre de los amantes, Van Gogh y su desordenado alfabeto, Artaud y su Torre de Babel. Las palabras juegan a las escondidas y yo quiero atraparlas como a moscas, derribarlas con mi arco de fuego sin molestar a Dios.

Después de mí está la luz ¿Qué hago yo detrás de los ojos? Rafael Cadenas

Después de mí está la luz a la que le sobra todo este cuerpo. Quisiera ser un agujero por donde se cuele la mañana con lluvia y pájaros muertos en el jardín. Un ojo sin más ambiciones que bañarse de luz, o teñir de amarillo los vacíos rincones que pudieron ser huesos. La innombrable belleza, esa que no está donde los hombres la buscan, solo el ojo la posee, a él le basta un rayo atravesando la ventana en medio de dos siglos, o desbordarse en una lágrima al ver el dibujo de un tal Botticelli. Un ojo nada más que circunde el universo.

Como llama que se eleva

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San Fernando Esta noche me gustaría recorrer la ciudad con los labios rotos por el silencio y algo en la cara parecido a la tristeza o a la resignación. Entrar al bar donde aprendiste a ganarte la vida. Verte rasgar la guitarra con esas manos de ángel rebelde y escuchar tu voz como arañada por el sueño; que no es la voz de un gran cantante, pero hay una canción que solo suena en la tuya. Tal vez te pediría algo de Willie Colón y yo sería la niña que duerme al sur y sueña contigo y tu risa no la daña. Pero a tu lado los besos son monedas y el amor una melodía enredada entre los árboles.

Arte poética Noche a noche me interno en esta casa de corredores oscuros donde es preciso aguzar el ojo para no caer. La lluvia, como música, se despeña sobre mí y de tanto cantar lloro como una niña extraviada en mitad del bosque. En la alta noche crujen los postigos de mi casa, es el espíritu del árbol que ha despertado reclamando toda su savia.

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Ela Cuavas


Poema para la madre Mi madre hilvana mi universo con su aguja de luz. Ella reconstruye de noche lo que de día me roba la tempestad. Cose mis alas deshechas por los vientos del sur, remienda mi coraje, mi libertad y teje cuidadosa su amor en los rincones de mi cuerpo. Madre es avezada en estos temas, son muchos años remendando soledades, cosiendo con su aguja de punta afilada y dulce eso sucio que le avergüenza de mí. Un rumor de seda escucho en la madrugada, es madre cosiendo mi vestido de bodas para cuando decida yo abandonar el abismo. Cuánta luz en la punta de una aguja, cuánto amor trenzado por dos manos. Todas las agujas proyectan una luz, y a veces podemos identificar de qué universo proviene.

Oscuro animal Un oscuro animal roe mi corazón, quiero revelarme, decirle que soy dueña de todo lo que me pesa, que he sobrevivido inventando amores y dibujando estrellas en el fango; pero él se metió sin permiso en el único lugar vivo que me queda. No sé si es el fin o el principio; quizá sea yo Eva y esté inaugurando El Paraíso y por falta de experiencia, este delirio. Quiero pedirle a Dios que me preste por un momento mi cuerpo, para saber si las hormigas del tiempo se están comiendo mi cabeza; mirar dentro, muy dentro, allí donde persiste el frío, para estar segura de que sigo siendo una mujer o solo sombra de mi sombra. Como llama que se eleva

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Impedida para escribir ni una sola palabra de amor Porque amar es hacer el nudo y apretarlo, y soltarlo si te da tiempo. Porque amar es poner a girar el reloj que perdió sus manecillas. Saciar la sed con una boca que no es la tuya. Alimentar a las arañas del insomnio con tu propia sangre. Porque me siento incapaz de escribir una sola palabra de amor cuando su fuego quema hasta mis manos. Hago este último e inútil esfuerzo ya que en tus ojos también veo ese color que tiene lo fugaz.

Jugar con fuego Es un oscuro juego como aquel que jugábamos a escondidas de mamá. Precisa la noche para llevarlas una a una por oscuros corredores, arrastrarlas o acariciarlas hasta que cedan. Jugar con fuego, jugar con palabras.

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Ela Cuavas


Con deseos de escribir Quiero escribir y mi mano no obedece; trazar los pasos que me conduzcan a un laberinto menos terrible, comer de ese fruto desgarrado con mi boca de fuego. Pero mi mano se acostumbró al retorcido destino y al sacrificio del árbol que habita el huerto prohibido. Ángel de sombra, esta noche robaré tus palabras para encender mi estrella a la hora que adivinas, porque tú no sabes del dolor de los tendones ni de la madrugada que se estaciona en los ojos. Quiero escribir, y entonces toco tu lengua y mis manos se queman. Con mis manos, ahora cenizas, empezaré el primer verso.

Lumbre del deseo No creo en muchas cosas menos en mis manos; pero con ellas dibujo el péndulo de tu hora. Carezco de verdades: solo la lumbre del deseo que enciende tus palabras. Solo lo que veo cuando cierras los ojos, el fragmentado amor que das. No soy devota de ningún dios, solo tu cuerpo es cierto.

Como llama que se eleva

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Otra muerte Esta nueva muerte mía es espejo que se destroza cuando toco tu rostro. Gotas de agua que rompen el misterio, ojos ciegos, cuerpo resquebrajado. Eterno Adán y pasajera Eva. Amor acumulado en los hoteles de la ciudad, pies que recorren las calles cifradas por tu extravío. Este mi delirio: tú en el parque, en la plaza, en mi noche. Quiero ser piedra, hoja seca; tocar la luna de sangre que te nombra, volver de otro siglo, mirarme en un retrato y descubrir que mi deseo de ti sigue intacto; que tú estás justo en el centro de todas las cosas; que el tiempo no es más que agua sucia, una espina clavada en mi pupila, o tu cuerpo lleno de polvo padeciendo mis desórdenes del corazón, mis quejas detrás de la ventana, mis gritos de victoria en el orgasmo. Yo con mi locura, yo con mis ganas dolorosas de mudar de piel; tú y tus diversas formas de tocar un cuerpo, tú y tu sucia concepción del amor, tú y Nietzsche hermanados en el pensamiento, diciendo que la mujer es el máximo error de Dios. Todo y nada en una sola noche, placer y locura concertados; largas caminatas dejando que el viento se lleve nuestras ganas de vivir; pendientes de lo más vil: la basura que se acumula en las esquinas, el rastro del mendigo en la acera, la sombra de lo que una vez fue el río o los perros que atraviesan la encrucijada, y tú pendiente de ellos como de un espejo. Tú y yo con los labios húmedos de deseo, Baco presidiendo esta ceremonia, este incendio de los cuerpos bajo los astros; los dos en una sola trampa. Los años cumplen su tarea corruptora, y a la vuelta de la esquina, nos descubrimos llenos de fatiga y con el sexo petrificado. Tú y yo desconocidos por los espejos del bulevar, ciegos de desdicha, ebrios de años, cansados de soledad. Tú y yo en el cementerio despidiendo a un amigo en común o presidiendo esta otra muerte. 142

Ela Cuavas


Una palabra Quiero una sola palabra que lo nombre todo, el dolor de la infancia, el miedo al amor, la rosa que se desborda de belleza, el canto de la luz en mi ventana. Quiero acertar con una sola palabra. Porque el poema no basta.

Silencio Ya no tengo afán por las palabras, no hay sistema ni filosofía que seduzcan a mi pluma, y la espina dorsal del sueño la destrozaron los fantasmas. Se acabaron los juegos nocturnos y la mano que a hurtadillas cerraba la puerta. Desmantelado está el lecho y sobre él duermen cenizas. No diré una sola palabra más en esta confusión de luciérnagas, acabada está la luz porque vale menos que mis manos. Quiero mío el silencio que antecede a lo terrible, mío el ruido de la lluvia que azota los tejados, y un desfile de muertos blancos penetrando por mi lengua.

Como llama que se eleva

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El hombre es un animal cansado de sus alas El hombre es un animal cansado de sus alas, de sus plumas de su alma. El hombre se duerme y de sus párpados brota el agua de los sueños. Qué sueña, ni él lo sabe, Quizá con el tiempo en que fue pájaro y habitaba los árboles.

En tu nombre guardabas la tristeza de las noches que antecedieron a la creación. Tu luz era muerte en la más ciega muerte. Apacentabas caballos a la orilla de un río de aguas turbias y animales muertos. Todo en ti fue noche y desazón, pájaros de odio bordeando el cielo. Amor que todo lo quema y destruye, cenizas.

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Ela Cuavas


De la tristeza algo nos queda. Por lo menos cicatrices que abonen el camino. Pies acostumbrados a espinas. Del dolor nos queda la frente agrietada en señal de golpes resistidos. Manos, que aferradas a cualquier cosa no se soltarán así no más.

Alejandra Pizarnik Ha amanecido nuevamente, pero el mundo ya no es lo que antes fue. Todo está agrietado y disperso como mi alma. Estoy sentada en una piedra, solo conservo mi boca y mis mordidas uñas, lo demás se perdió en el naufragio. Los peces lo comieron tímidamente. Leo sin ojos mis poemas, me las arreglo para que sea memoria mi boca. ¿De qué me servirá mi verbo en este mundo que me inaugura? Es como comprar un vestido roto. Siempre soñé este Apocalipsis conmigo sobreviviendo a sus sombras. Ahora debo crear un nuevo lenguaje para nombrarme. Intentaré un canto de ave, pero aquí no hay aves, tendré que inventarlas. Pero primero inventaré el bosque.

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Virginia Woolf Un tambor no deja de sonar en su pecho y la cabeza es una confusión de estrellas en el acantilado. Es de noche, no es de noche; pasa la mano por la hoja del cuchillo, pero piensa que… No de esta manera; además, algo no termina de escribirse aún. Decide caminar, camina sin rumbo. Es poco lo que puede controlar de ese cuerpo ahora despojo. Recoge flores en el camino, recoge piedras; llega al río. Le duelen los pies, tiene sueño, pesa su vestido.

Serguei Esenin La casa paterna como metida en uno de esos paisajes invernales de Bruegel y un sauce o un ladrido de perro anunciando la fuga. Este muchacho sabe cantar, pero su voz no se escucha; entonces decide brindar su concierto a las ratas. El amor, invisible lepra que lo aniquila, y el vino, siempre el vino para escapar de lo absurdo. Goza con el escándalo y la injuria; si no hiciese tanto frío se desnudaría en la taberna. Un día en que el mundo ya no le quedó más, decide salir de lo anodino ajustando el nudo.

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Ela Cuavas


Georg Trakl Soy puntual y perfeccionista en mi trabajo, es una forma de gobernar mis miedos; si pudiera vivir solo para el arte esta ciudad no sería una condena y mi alma dejaría de ser un girasol ensangrentado pudriéndose en mitad del bosque. Quiero la palabra que me condene o me salve. Oficiar cada noche como un monje invisible. Ordenar el mundo en un poema. Hacer de los gusanos sagrado alimento. Pero la vida es dura y mi voluntad no me pertenece ya, tengo un amor culpable de estirpe maldita, pero sagrado como el viento bajo los robles. Mi garganta está llena de sangre y solo busco la oscuridad de las tabernas; el vino amargo para apaciguar los sedientos caballos del alma.

Sylvia Plath Esta mañana he recorrido las librerías en busca de un libro tuyo; solo hallé el poema que escribiste la víspera de tu suicidio. Sylvia, que esconde su nombre y resuena en mi cabeza cada vez que las luces de la ciudad se apagan, cada vez que mi padre me recuerda que soy mujer y por tanto he de ser sumisa. Sylvia Plath, cuánto dolor albergabas en tu corazón para querer anular de una buena vez todos tus pensamientos. Yo me suicido cada noche en un poema por temor a cerrar la puerta.

Como llama que se eleva

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Dylan Thomas Yo caminaba por la noche gris del Norte y pensaba en Whitman y en los muchachos de piernas blancas que adornaban su cielo. Repasaba en la memoria mis poemas y los sentía tan ajenos, tan frívolos, tan sucios de nada; insensibles al tacto, ajenos a la flor, turbios como el ojo del pez. Yo caminaba por calles insomnes llenas de letreros y voces y no entendía nada. Mis ojos se ennegrecían y las letras mudaban de piel, solo guardaba tres de ellas en mi memoria. Yo solo quería tomar una cerveza.

El poeta Dolores en ninguna parte, vocablos rotos, mudos, viejos, indispensables; verbos picoteados por la noche, por la espesura del silencio. El poeta es la sombra lejana de un árbol que no dio frutos. La flor que brota del estiércol. Dios y el diablo jugándose el trono en una partida de azar. Piedras hartas de habitar el mismo sitio, la misma lluvia, la misma noche; el poeta es el despertar a un día remoto, una mirada hacia ninguna parte; es un fantasma sin sombra, una boca que emana verdades inesperadas.

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Ela Cuavas


Herencia I Muda la existencia del hombre porque las palabras aún no corrían por las raíces del árbol. El hombre vagaba por el bosque y recolectaba frutos, y entonces fue verbo su alimento. Él lo supo siempre; por eso este lápiz con el que dibujo los signos que me heredó el árbol. II Recuerdas la noche en que te fueron dadas las palabras. Tú dormías junto al río y despertaste sediento, y bebiste de la orilla, donde abundaban flores. Un pequeño grito de placer fue el primer indicio.

Te puedo llenar de rosas No somos los mismos; un hilo que debería unirnos ahora nos separa. La noche, muchacha luctuosa, empaña y desfigura mi universo. Tú, ángel venido a menos, malgastas horas que me pertenecen y quieres y no quieres que hablemos del pasado. Sigue empeñado en desafiar al destino. Sigue arando sobre un bosque donde crecen espinas, sabiendo que tu descanso está en mis rodillas, sabiendo que te puedo llenar de rosas el pecho. Como llama que se eleva

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Un poeta Poco importa que perdamos al poeta si salvamos la poesía. Henry Miller

Este es el mundo y bajo mis pies no funciona. Debo internarme en él sin miedos, A fuerza de golpes se transforma lo vil. Esta maleta es demasiado grande para mis sueños, han de caber todos en mi bolsillo, si no caben, desecharé algunos. Quiero vivir como en el poema, pero me falta coraje, entonces el papel se vuelve pretexto. ¿Cuántas noches malgastadas incendiando el lenguaje? Pero no fue aquella noche en la taberna cuando los ojos de tu amigo te revelaban el mundo, tu más bello poema. La poesía no está contenida en engañosos caracteres, la poesía es esta luz, ese labio, esta ebriedad. Hagámosla con el cuerpo. Un cuarto oscuro y alejado no será nunca el laboratorio del poeta. Debe ser Abisinia o cualquier otro lugar del mundo que le proporcione emoción. Una gira por Norteamérica deteniéndose en todas las esquinas solo para beber una cerveza, no es nada despreciable. Incluso irse a la guerra dejando de lado todo bienestar, puede ser una opción. 150

Ela Cuavas


Vida, eso es lo que se necesita, meter las uñas en la tierra para descubrir sus secretos. El poeta no tiene entrañas, nació del sueño y debe vivir en él.

Te sedujo el canto de un pájaro Tú me esperabas frente a la galería, con aquella blusa azul casi transparente y una fina sensualidad en tu labio inferior que no necesita lápiz, porque las mujeres como tú son más que carne. Yo, al otro lado, en la estación, viendo partir autobuses, con la tristeza de un judío que ve partir el tren en una película nazi, atravieso la calle; y el agua y sus colores se desvanecen lentamente en la acera; los cristales de la galería revelan las trampas de la luz. Eres la mujer con la que soñé una noche, sentada en mi mesa, bebiendo de mi vaso, bailando un jazz de John Lee Hooker, cabello azabache, ojos de pantera. ¿Dónde hubiéramos ido esa tarde de alucinados demonios en la que neones y automóviles nos ocultaban el cielo? Aquel día que no quisiste seguirme porque te sedujo el canto de un pájaro y yo tuve que devolverme ebrio a mi barrio de hojalata. Como llama que se eleva

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Lo que ya no podré decir Sobre mi labio pesaba un silencio tan duro como si caminara con los pies agrietados. Todo lo que quise decir, todo lo que planeé como un papel en el teatro, se diluyó como agua, y volví a ser la niña que a los siete años perdió su paraguas amarillo, porque no fue capaz de decir que ese era el suyo cuando la maestra lo preguntó. Pesa sobre mí un silencio de uñas mordidas y sangre en las comisuras de los labios; silencio de lluvia sobre la carretera que espera mi muerte. Pesado fardo que solo me permitió una mano en su hombro para que olvidara la rabia porque el autobús no salió a tiempo. El silencio de esos días ahora me pesa como un desfile de muertos blancos penetrando por mi boca; y yo solo quería decir: “Caminemos por el muelle y busquemos estrellas en el mar”, para olvidar que la próxima vez tendré que atravesar medio mundo para verte. Pero mi madre cambió de rostro a mis cinco años y nada dije; de ahí, quizá, esta incapacidad de nombrar lo que quiero, por no haber sido capaz de decir que yo quería a mi madre de antes y desde entonces nada más pude decir.

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Ela Cuavas


eliana dĂ­az muĂąoz (Barranquilla, 1987)


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Algunos de sus textos aparecen publicados en Víacuarenta, Casa de Asterión y la revista danesa Aurora Boreal. Ha participado en el Coloquio sobre la diversidad caribeña en Casa de Las Américas, La Habana-Cuba en 2013 y 2015; Congreso internacional de Literatura Hispánica en Córdoba, Argentina; la jornada de estudios Mujeres en tiempos oscuros en la Universidad de Toulouse, Francia; en el Festival de poesía Poemarío y el Encuentro internacional de mujeres poetas de Cereté. Se desempeña como docente de literatura en la Universidad del Atlántico. Correo: movilarcadia@yahoo.com.co 154


Trรกnsito de la tarde Si el sol traza una raya difusa en el suelo es la tarde que pasa Abandona la roja soledad de los almendros el seco rostro de la maleza y avanza sin prisa Va expiada por las nubes hacia otro destino y siembra su huella en los ojos de quienes pasamos sin prisa sin dolientes

Pronto se duerme la luz Pronto se duerme la luz en los vitrales pronto es nulo el verdor de las hojas la llama inicial es cosa del recuerdo un acto de depuraciรณn un canto memorioso de otras latitudes

Como llama que se eleva

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Presagio Allí donde ocurre tu noche donde te encuentra la negrura voraz de tu noche el tiempo lanzará su pedrada desmedida

Diagrama Supones que tumbada sobre la hierba (como quien recuerda al viejo Walt) tu cuerpo oscila entre su centro y la curvatura del infinito. No obstante, te sientes cansada de encerrar con una misma línea las palabras y las cosas

Diagrama II Circula en su entraña un dolor aparente Dolor de nombrar las cosas de hacerlas tronar de desencanto Las cosas atoradas en la suerte lineal de lo que sigue como aristas que se miden a oscuras en la balanza de la noche

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Eliana Díaz Muñoz


De fogatas y otras combustiones I Todo el día fuiste madera atravesada por cuchillos la línea voraz de la carcoma una gota que insiste sobre el lomo de la mesa Nunca hubo para ti la indulgencia de una forma menos corrosible Porque una vez desprendida la rama nada traiciona su vegetal destino. II Debe existir un fuego para las tierras arrasadas un pozo seco una negación Y sin duda existe Solo que llega pronto y permanece Entonces se suele creer que ha estado allí desde siempre

Incendios A mediodía la tierra se abre las ramas inclinadas escurren su verdor un chasquido vegetal sella el derrame y no es vana la entrega Esta reverberación convoca a los cuerpos los une en sus hedores los maltrata hasta la blancura de las paredes es insulto Pero las formas sudorosas, vegetales, persisten mientras la vida va fugándose en breves incendios Como llama que se eleva

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Brotes de inocencia Aliméntame con los brotes de la inocencia hoja tallo descubrimiento Tengo hambre y sosiego y pulcritud en mis uñas Aliméntame no le niegues al fruto el abandono de la cesta no le niegues el viaje hasta la mesa lisa, blanda, quebrada, ausente no le niegues el calor de una taza la solidez del plato Ser fruto y silencio

Desprendimientos Tenía ante mis ojos una lengua convulsa el cuerpo contraído de un perro que cruza la calle entre bocinas pausas, estación Para describirlos mejor vaciar de sentido las palabras dejar que crucen monógamas y devotas Ellas vocálicas y sencillas mejor no tener un puñado con qué tapar la boca Yo misma era una palabra demasiado sonora demasiado esquemática demasiado esquelética mejor no tener nada que aprisionar

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Eliana Díaz Muñoz


Tríptico de la hermana ausente I Cuando vinimos dijeron los cronistas que un enemigo salobre y encabritado vagaba en nuestras entrañas En los cuerpos soñolientos y duros difíciles de amar y quisimos domarlo y mirarle a los ojos empozados de oceánica incertidumbre y fabricarle raíces hasta que aprendiera a llevarlas consigo. Mas era imposible. Entonces preguntamos: cómo fue que desembarcamos en estos pies cómo en una maraña de tejidos Sin antes proferir la sentencia Sin antes visitar las redes en los sueños y sostener nuestro peso y nuestra muerte y tasarnos con el precio de lo dicho y nombrarnos con los oscuros nombres de la ausencia. Mas no llega la respuesta, querida. No viene. No la traemos empozada en los ojos. II A la hermana le fue creciendo una llaga en la acidez de las horas Un país de ciruelas en la soledad de los pechos Como llama que se eleva

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Ella quiso llamarlo desciframiento cosecha puñado de gemidos pero a mi voz ningún nombre volvía para lo que crece sin remedio

III “Yo tuve un hermano de esos que duelen siempre en la conciencia” Enriqueta Ochoa

No preguntes más, pues se ha ido a buscar su porción de infinito que se ha sentado a pescar una estrella en aguas livianas Tampoco llores el pequeño viaje emprendido con un mapa inocente porque nuestro viaje es seguro y lamentable porque vamos cargadas con la carga que ella ignora sin suerte y sin mapas heridas para siempre por el mentido gesto del amor.

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Eliana Díaz Muñoz


Leo a Marina Tviestaieva en un aeropuerto Leo a Marina Tviestaieva en un aeropuerto leo mientras espero Tengo veintiséis años Marina tendría al menos unos cuarenta cuando se quedó sin hijos sin marido, sin amigos sin nación pero no sin poesía La poesía era precisamente lo que no perdía La poesía es todo lo que pierdes: un botón, una moneda, un billete, la sonrisa leo y sus palabras me ahogan no caben en mi boca y tengo que morderlas Las palabras de Marina pesan saben a bosque y a centeno Recuerdan los besos torpes que mi lengua anticipa esquivo su amargor Marina duele mucho en esta hora constante de nieblas de pasos extraños en lenguas extrañas ¿Qué hay entre ella y esta que soy ahora mientras leo? En esta hora de vuelos desprendimientos desgarros Amo secretamente a Marina Soy cómplice de su palabra Soy tan vieja -de querer está cansada mi cabeza-

Como llama que se eleva

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Martha: Esto pudiera ser una carta que llega con retraso a una casa del centro de Toulouse o al hotel en París Ya no importa el buzón en donde se instale porque para mí estás instalada para siempre en la estación de autobuses Detrás dejas los secos inviernos ucranianos el centeno el hijo que estudiaba medicina (que temía a los muertos y a la guerra) y a los azules ojos del monstruo Adelante están las horas que le ganarás a la muerte mientras friegas los pisos o lavas la ropa. Nada de olvidar la sensata explosión de tus ojos donde no hubo extrañeza donde fui la amiga del otro lado que tendría una madre triste como lo eras tú con muy poco dinero para la cena. Seis grados, seis de la mañana, no muchas cosas para cargar Cincuenta y pocos años Un día de súbito también te escribiré un poema no sé qué dirá quizás que te conocí en enero a muchas horas de mi casa y que me persigue y alienta tu mirada que me salva de las guerras.

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Eliana Díaz Muñoz


Canción para Ana Estamos de frente y las niñas que éramos en silencio nos miran Yo busco en ti como en una caja solo alfileres y tu vestido Aquel vestido zanahoria naranja gaseoso Ese azuloso de bombones con paragüitas ese que ahora llevo y me hace atractiva: un milagro Ana si consideramos lo triste que debe ser mirar a una mujer como yo con esta vejez improvisada que me aflora en el rostro ¿Mis años, Ana? Son veintisiete soles ardiendo en la lengua del beso no son aguas pacíficas no son descanso. ¿Y mi nombre? Tú eres la mitad de mi nombre y todos mis otros ardiendo. ¿Y tú? ¿cuántos años tienes ahora? ¿a qué edad empezaste a desreír? Qué sola debió verse la muerte a tu lado Qué vieja con el viento ondeando en el primor de tus cincuenta. Yo busco en una llaga que entra en mi dedo hasta el fondo de mí para deletrear despedida Como llama que se eleva

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En una mañana de los noventas volvía del colegio y no te encontré No hubo mentiras. Ni la idea de un cielo. Tampoco forma de engatusar al llanto porque el grito vino solo Con los libros y los juegos Vino sin ruido y sin marasmo Era un visitante bonito de esos con aire de viajero perdido Y yo lo dejé pasar El grito hizo una casa de muñecas El grito armó sus grutas y bibliotecas El grito negó la entrada a los viejos terrores El grito me hizo la vieja chiquita con todas las respuestas. El grito me dio la lengua Y de ella me quiero deshacer en este poema porque los demás serán insuficientes. Estamos de frente y la niña que soy enmudece.

Séneca y las sentencias Teme a los pequeños dioses su pequeña medida de justicia: su piel recordada a la sombra de un violento resplandor a la piel irascible que habrás tocado con cierta alevosía Teme, pequeña, y deja que un manto de torpeza cubra tu falta con dulce premeditación 164

Eliana Díaz Muñoz


Paisaje con escombros Quién es el paisaje abarrotado de escombros de interjecciones de muselinas y macramés que no puede ir más allá de su carne del aquí ahora que empieza cuando digo paisaje abarrotado Pero mi lengua como un trozo abismado sobre ningún abismo se repliega y no renuncia a articular Quien puede ir lejos en su honda noche de simulaciones puede mentir un largo beso adeudado para siempre a la severa multitud y no callarse en la trampa de una página

Esbozo de una Esfinge Convencida pero Errática. Erudita pero Ciega. Abismal e Inconclusa Acaso existió un castigo menos dramático para los hombres

Como llama que se eleva

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Museo de historia natural Afuera ronda un viejo animal dorado hilado en enciclopédicas visiones y mi corazón mordido para siempre por una tormenta solar

Poemas con batallas Amo los poemas con batallas batallas navales donde la luna desgrana el pecho del enemigo y fieros cañones avanzan hasta las bocas pequeñitas donde los más fuertes escriben a sus mujeres no volveremos A veces el mar arrastra sus gritos al borde ciego de la página También allí fantasmas que cantan, combaten, se resignan y abandonan el blanco lugar de los estrépitos

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Eliana Díaz Muñoz


Libros Los atravesaba una luz enfermiza un borde dorado en la cubierta mohosa El delirio de verse solos en medio de los anaqueles vacíos Tenían muchas líneas abarrotadas en el filo de la lengua como piedras convulsas por el tropiezo En todo caso era algo lo que se desgajaba en sus páginas hormigas arañas agujas grafías todo en minúscula floración como el amor o las cotidianas promesas

El bello texto Hecho un kamikaze el poema era un escupitajo sangriento, tuberculoso de historia que estallaba en el blanco vacío de mi corazón

Jugar en el anticuario En su correcta ubicación, cada cosa sirve para prolongar las ausencias. Es el destino de un oficio que va desde vaciar la luz carcomida hasta esculpir la redondez del mundo. Como llama que se eleva

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Cartografía de la culpa Como una mano nocturna que muerde tus claridades se instala insulsa pendenciera te sondea y desaparece a orillas de tu noche pulula en los ojos de los peces y en la lengua yacen sus salobres recorridos

Poema reiterativo Si se enterraran los amores claro que habría aquí (en el poema) un cementerio apacible claro que vería pasar los amores camino al poema en sus vacíos cortejos tipográficos muertos bien muertos demasiado muertos de una muerte innatural leería sus lápidas y en ellas sus epitafios y en sus epitafios sus dolientes y detrás de sus dolientes los asesinos confundidos todos con el muerto y con la muerte porque quién se muere cuando muere un cuerpo amado y quién en el apacible gesto que sepultas bajo la aparente vida de la letra

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Eliana Díaz Muñoz


Lección de albañilería Robinson De la Hoz, maestro de obra, dice que si una pared se descascara y va mostrando pronto la grieta mejor descubrirla mejor rasparla mejor machacar hasta la última piedra del cimiento mejor arrancarle las honduras mejor desechar la tierra hasta la mano misma de un soplo borrarla… y volver a construir.

Plegaria Señor, dame de los suicidas la placidez del rostro satisfecho el arrojo con que saludan al vacío toda negativa a las citas que el amor les impuso en el descuido de la calle y por favor, no se te olvide aquel beso envenenado Concédeme parte en su cielo desgarrado y si te es posible confórmame con una muerte menos heroica sin notas explicativas a pie de página.

Como llama que se eleva

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Atesora tu sombra Atesora tu sombra tus despojos el sonido que con irremediable amargura vuelve pero es espuma, aire y tinta que nada mancha el pozo donde emergen monedas y desastres guarda tus ires y venires la huida que muy lejos o muy cerca preparan los pies guárdate de la espera y sus quebrantos porque infinito es el hilo del que penden tus circunstancias y filoso el tiempo que viene a amenazarlo

Tratado del tiempo y la caída Piensa en una mano de siglos que te cruce la espalda en un vientre que se abra con profundidad y eco Luego, pregunta por el tiempo que abraza la caída: una línea huérfana de puntos dónde sostenerse Te colman la boca palabras de ceniza

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Eliana Díaz Muñoz


hortensia naizara rodrĂ­guez (Cartagena, 1963)


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Profesora de la Universidad de Cartagena. Dirige el grupo de investigación Mujeres, Prácticas Culturales y Género. Tiene publicados tres libros de poesía: Celeste vicio de mis días (1994), La inmóvil canción del alba me detiene (2004), libro con el que obtuvo beca de creación artística del Ministerio de Cultura de Colombia en 1998, y la Antología Celeste vicio de mis días y otros poemas, publicada por la Universidad del Valle (2008). Editó la obra completa del poeta Luis Carlos López en el 2007, con el sello de la Universidad de Cartagena, con el proyecto Reino Errante, del programa de literatura de la Facultad de Ciencias Humanas. Es miembro del Consejo editorial del proyecto Biblioteca de Autores del Caribe colombiano. Realizó estudios doctorales en la Universidad de las Américas de Puebla, México, como becaria de excelencia académica, con la tesis titulada Apuestas literarias en el Caribe colombiano: Luis Carlos López, Oscar Delgado, Jorge Artel. Periodismo y poesía en contrapunteo con el provincianismo cultural 1900-1948. Su proyecto doctoral obtuvo beca de investigación cultural Héctor Rojas Herazo en el 2012 otorgada por el Observatorio del Caribe colombiano. Fue profesora invitada de la Universidad de Kentucky en el 2015 para promover el curso de identidades de los pueblos del Caribe colombiano, literatura caribeña e identidades en el Doctorado de Estudios Hispánicos. Sus investigaciones actuales giran en torno a los estudios de género y literatura del Caribe. Correo: naizara@hotmail.com 172


Esta noche se han marchado mis poemas Esta noche se han marchado mis poemas armaron un resorte de palabras Una valija de palabras Se han ido lejos de mí, de mi cuarto, de mi casa Y en aquel viejo campo unas palomas han comido de ellos Y los huracanes del Este se han tragado a las palomas Ahora las palabras están en otros lugares y revientan las paredes. A Herbert Protzkar Andrade

He vuelto a navegar sobre las mismas palabras Las palabras divorciadas del lenguaje son cosa muerta, no entregan secretos Henry Miller

He vuelto a navegar sobre las mismas palabras capturadas por la memoria en un vaho de tiempo La tarea del verso y la palabra -que por sí sola no es nadaY este camino que enfrento me acecha como mi mejor enfermedad Me consume día a día el terrible pronóstico del poema al que paso a paso cedo sin lograr mayores conclusiones Así la memoria, el verso y yo convivimos en un solo cuerpo. Como llama que se eleva

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Índice del poema El poema viene de pensar en el mar y caminar despacio Apreciar la diminuta posibilidad de vida entre las hormigas Contrariar los relojes y asumir el derecho al vacío El poema viene de reparar el detalle de una lentejuela y sembrar un árbol prodigarle caricias a un perro en una calle azul y acicalar el ombligo de un niño El poeta construye sueños con las manos Es un dios orfebre de buen genio.

Poema para convocar el misterio de las palabras Ocurre que aquí la palabra llega sin dar aviso es la vecina codiciosa de la noche entra por la descuidada puerta de mi casa y sucumbe al delgado sueño practica el sutil asedio de los amantes y manosea los sentidos como si fuera poco, oprime la garganta desgarrada, reveladora, e induce al tosco verso. Las palabras se instalan cómodamente en barcos, trenes, aviones viajan en sobres de cartas selladas Vienen de un cielo de estaño -duro, espesoCirculan en las paredes de los baños públicos Para ellas no existen semáforos ni departamentos de inmigración 174

Hortensia naizara rodríguez


más bien gozan de una exquisita libertad se deslizan con soltura, como si tal No resisten las gavetas oscuras y regresan a los submarinos, a la tienda de bombas, a los cuartos del amor.

Las palabras vienen del agua y se miran en el espejo del agua I Tenía los ojos bien abiertos como Sam Hamill Cuando veía las rosas caer por las ramas y el canto de las ranas inesperado cobraba sentido en este silencio milenario en este silencio de ruinas Descorría las ventanas y ahí comenzaba el delirio día a día El dolor no es ajeno a mi piel, a la luz Los niños vienen llorando muriendo a falta de aire y agua Los enemigos del poema están en todas partes No creo en los himnos ni en la madre patria ni en los mitos elaborados para destruir la libertad del pensamiento Al filo de la guerra solo se escucha la última bocanada de aire Las palabras vienen del agua y se miran en el espejo del agua no necesitan a los fantasmas que hurtan la risa de las gentes. He podido ver cómo los líderes de las grandes corporaciones globalizadas se educan para la guerra, dijo Sun Tzú y les enseñan a sembrar miedos colectivos a llevar para la venta carne humana por toneladas Si antes era el triunfo de la barbarie, hoy es de la civilización y del olvido. Como llama que se eleva

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II La poesía que siento y vivo es urgencia de un río interior vicio, pasión, enfermedad que no ahoga el ego de las manos que cobran vidas Entrego el poema para dar al alma lo suyo Una tentativa de luz para los invidentes La poesía que escribo no sirve para nada Sino para decir en voz alta no a los uniformes, no a las guerras, no a las religiones Es iluminación está en el hogar, en el rostro de mi bienamado padre a quien la vida le sonreía antes de la muerte de su esposa en el calor de los pechos de la madre embarazada y en el dolor de la mujer que espera al amado muerto, que no volverá jamás El delirio del día sobreviene, las palabras vienen del agua, regresan al agua

Gratitud bajo los árboles de mango Quiero saber si aún recuerdas mi voz debajo de los árboles de mango la tarde en que te vi por vez primera cuando amamantaba a mi hijo Te busqué en diferentes lugares cruzando las vallas de esta ciudad grande y de este pueblo pequeño en el que habitan mis deseos He perdido la noción del tiempo y solo las luces azules dibujan el entorno de tu lejano rostro Veo la luz que rompe las frágiles ventanas de mi habitación Suenan las campanas, se viene hacia mí la furia de los volcanes de esta tierra ocre, rojiza que habito ahora Su oculta voz desde adentro trae murmullos de fuego y lava Tal cual como el tiempo ha venido a mi favor 176

Hortensia naizara rodríguez


he perdido los recuerdos Tengo mala memoria y eso ayuda a cualquier ser humano a la armonía No tengo palabras para decirte que las estrellas desaparecieron de mi camino como los miedos que sentía mi madre ante la muerte y la levedad de mis manos en su rostro en ese nuevo viaje que ella no deseaba Aún guardo la ilusión de que escuches mis silencios y mis preguntas que nunca respondiste Solo te pediré agua tan pronto yo pueda verte.

La música que haces para mí es un escándalo sensual Esta puerta grande y amplia por donde yo entro es tu alma cargada de ansias y música Los pasos vienen del Caribe Oigo los timbales de tu orquesta los pasos de tu baile negro La música que haces para mí es un escándalo sensual y la puerta húmeda de salitre y agua toca leve el desprendimiento de mi sangre Allí frente al mar te encuentro Voy a tus sueños para que escuches mis palabras Llevo en mis manos la resina de los árboles de la sierra oriental de México que recojo todas las mañanas para untar en tus cabellos y humedecer con mi saliva Los árboles me aguardan y puedo respirar contigo en silencio cuando cierro los ojos.

Como llama que se eleva

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Una diminuta marca en el universo interior de mis aguas Desde ayer una diminuta marca un alfiler insertado en la tela de mi vientre me levanta desde muy temprano a saborear el olor de la mañana y la espesura de la Bahía de Cartagena Vino de la nada, del pensamiento y su pequeñez me hace sentir insólita desandando viejos caminos descomponiendo el orden del ajedrez Lentamente recorre el universo interior de mis aguas y se acoge al lugar más tibio mientras le espero Él es una espina pequeña, doblada que me mantiene en ascuas. A mi hijo Luis antes de su nacimiento

Se me antoja que la luz de mis manos llegue a ti A mi padre

Se me antoja que la luz de mis manos llegue a ti como el libro de sueños encendidos que sale de mi pulso Ya sabes que guardo silencio cuando escribo En mi habitación mueren los días mientras vivo en esta montaña rodeada de volcanes inmensos cargados de furia y cenizas Escucha el sonido del movimiento de mis manos hay calor en la yema de mis dedos la puedes sentir en tu corazón que ahora late con más fuerza Escucha la intensa lluvia que rompe los tejados de mi casa No sé adónde ir ahora que se han roto los circuitos eléctricos Afuera hace mucho frío y mi abrigo no alcanza a protegerme Perdida en esta oscuridad mis manos tiemblan Solo sé que aquí vive la poesía en el exilio afortunado de mis sueños 178

Hortensia naizara rodríguez


Río interior de mis deseos Delirio de la verdad de mi sangre Puedo escuchar mi voz interior los sueños encendidos en mi cuerpo los recuerdos de mis ancestros La vigilia se alimenta del agua de mi cuerpo del jardín que cae como en loca carrera por unir las distancias -como dice mi padreMe habita el silencio y las rojas noches en las que solo veo el desarreglo de mis sentidos.

Poesía Agua de un río recién nacido libre, desaforado ante la impecable y terrorífica belleza de la naturaleza Único canto cuyo paradigma es la aventura y el sueño La tarea de los poetas es vendarle los ojos a los videntes y darle una tentativa de luz a los ciegos.

El poeta es el que espera El que aguarda ofrece su meditación atrapa el silencio entre sus dedos explica el cielo porque el cielo en todas partes es diferente Hilvana versos en la soledad y en el invierno el ojo del verso lo acecha, lo condena y ya no puede dar marcha atrás Sin pausas reflexivas se inicia en lo mítico del misterio. A Alfonso Amarís. Como llama que se eleva

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Poema de mi hijo Un niño me sigue es mi cola es mi niño de tres años me pide una canción me siento inútil, yo no sé cantar sigue hablando dispara palabras dardos al corazón continúa construye imágenes y me siento aún más inútil. Por fin puedo manosear las palabras Alegría, el muñeco de trapo de una estación cubana nos convoca a una nueva canción ¡yo tiemblo sabes! y ahora viene el niño mi cola de tres años y dice en voz baja mamá no quiero ser noche ni estrella ni pájaro ¿Por qué dices esas cosas? Me muestra el cajón de cuentos y dice quiero ser la ventana para que la lluvia me moje y me moje para recibir las buenas noticias para esperarte para esperarte. A mi hijo Juan Sebastián

Una señora bien puesta se viene encima de mí En el autobús de Puebla al Distrito Federal Me grita: -este es mi puesto-. La ignoro Luego grita ¡Este es mi puesto! Entonces le sonrío y le hablo con algo de ironía inusual Sí, este es el puesto que aún no ha encontrado en el universo. 180

Hortensia naizara rodríguez


¿Dónde podría residir la belleza de un poema? ¿Dónde podría residir la belleza de un poema? No en el número exacto de sus versos podría ser en las azarosas imágenes de lo casual El camino del poema es libre, aleatorio en sus deseos y desborda en las manos del aire escúchalo el espíritu de su voz cuenta infinitas perlas de un collar que no tiene dueño Los dedos del poema se han arriesgado a un juego de dados ¿hay clave alguna para encontrarlo? No. Solo que habita en los deseos en la urdimbre del mundo de los deseos como quien arriesga una palabra tal cual como un canto como el sudor y la humedad de los amantes.

Tengo el corazón desordenado Tengo el corazón desordenado la cabeza desordenada la casa desordenada los hijos desordenados los muebles rotos por el desorden de los hijos los libros desordenados en la mesita de noche la noche tibia abruma a mis ojos la lluvia entra por el entrepiso y la escalera aquí el vacío tiene poder para nombrar al silencio Por mi calle unos muchachos han pasado tirando piedras por todos lados están sofocados mojados de sudor y rabia han hecho un hueco en mi ventana las flores rojas entran por allí. Como llama que se eleva

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Te hago responsable de los sueños no reparados Te hago responsable de los sueños no reparados y las vigilias anheladas frente al mar de la llama púrpura que me cubre a las seis cero cinco a.m. del color del horizonte cuando tú no estás del llamado que clama como urgencia de un río interior de las mediasnoches resquebrajadas frente al teclado de la hierbabuena y el toronjil sembrado al pie de mi ventana de la sonrisa que se dibuja en mi rostro cuando te veo de las rosas de octubre que tú has traído en un día de lluvia Te hago responsable de la poca tranquilidad que tengo del deseo mordido cuando escucho tu voz Estoy en un desierto y tú eres el agua que necesito para beber.

El insomnio del poeta Me llega una luz roja desde la puerta del baño y desahoga su rabia en la liviana tela de mi bata de dormir Esta noche la fiebre se alimenta de humedad y la inocencia ha roto mis ojos Un dolor de ciudad triste me visita y escapo para ver la puerta que se abre el milagro del alba habitada. Mi camino azul es un extraño túnel que acontece para embargar a la noche Podría ocurrir que un intruso haya atrapado al fin los alfileres que me levantan en las sombras.

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Hortensia naizara rodríguez


Señora noche Tejedora de luces al límite del tiempo Crece la ciudad a su amparo Esperan su aviso los niños Suele acurrucarse usted en el hombro del hombre que viaja en autobús ensayando el regreso a casa Si lo quisiera podría dar rienda suelta a la belleza que celosamente guarda Ahora se me antoja irremediable el silencio de su rostro y lírico su oficio de tragar el insomnio de todos los ausentes.

Conversación con el abuelo Nunca me olvido de ti, te lo advierto -por si alguna vez lo has creídoTe llevo en mi alma y pensamiento Alguna vez podré romper la pirámide de la distancia y destrozar el viento que nos separa Este andar mío en la dirección equivocada me dice algo es posible que no lo entiendas pero perfectamente sé que conoces el simbólico lenguaje del amor -y este no nos pierde de vista a los dosDespués de todo, el silencio creó la costumbre de llevar secretamente tu imagen conmigo y no sé por qué te imagino con tus pantuflas en mano buscando una jarra de agua azucarada y una aspirina, y hurgando palabras sueltas en mis cartas… Como llama que se eleva

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Hay un hombre gozoso y moribundo en mi silencio Hay un hombre gozoso y moribundo en mi silencio un niño dibujando la música de mis labios ¿Quién sabe por qué? No tengo respuestas Solo sé que tiene el privilegio de desviarme del paraíso

Este hombre me conmueve Este hombre me conmueve camina iluminado por una exquisita luz, de un lado a otro en su balcón del placer Vive y muere en su calle desde su hamaca suramericana en un barrio de beatería, marihuana y milagros. Lo veo precipitándose a su misterioso dolor. Me desvela, me excita Ese extraño hombre que no pestañea que no se lamenta de su felicidad, de mi compasión... No conoce otro mundo que el de su placer Extranjero, transeúnte de su propia vida La sombra de sus ojos me dice que extraña el esplendor de la calle que no amó. los niños y la mujer que no amó. El temblor de sus labios rotos diluye el tiempo que los demás no perciben.

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Armonía Arquitectura perfecta del cuerpo selva devoradora de soledad huracán redimiendo los presagios del alma atmósfera del ser y del no ser semilla de canto río interior mar abierto brazos extendidos perfume del barro húmedo perfume de la lluvia recién caída. A Carlos Jacquin

••• Y era una luna roja Recuerdo esos ojos pequeños, apacibles los vi la otra noche en sueños Daba la impresión de un río grabado con rosas Un día cualquiera irrumpió ...Y era una luna roja -piel y sangre y desde aquella ventana podía fantasear con las estrellas en la fría madrugada de septiembre Escribí entonces un verso pálido y lo condené a la oscuridad Al fin y al cabo la madrugada no finalizaba era mía, dulce, única Hacía apenas unas horas su cuerpo se había desprendido de mí Estaba allí, cálido, hambriento entre mis senos Volví a mirar esos ojos Recuerdo, los había visto la otra noche en sueños. A mi hijo Luis

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Carta al alba Que partir es la noche y la presencia simplemente el alba Emily Dickinson

Quién podría dudar que eres la cómplice perfecta de los amantes que despiertas al ruiseñor de la mañana En el humilde oficio de la poesía te invento pero no puedo eres un rayo de luz potente como la gracia de Dios Guardas celosamente tus infinitos ojos de rocío y en tus ojos me veo navegando en el tranvía altísimo de la pasión Hay en tu presencia una magia que me transforma y en un soplo de tus labios querida alba está tendida misteriosamente tu palabra Tu dulce canción que me acompaña tu música que me defiende Llegas a mí viva y tomas con arrojo mis sentidos te haces vestir de musgos y silencios y tu piel claroscuro leve me hace revivir en tu abrazo en el que los astros tuyos juegan con mis palabras

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Como pan, como sacrificio El cuerpo yace ausente de sí mismo en la mañana y su corazón espera por el espíritu del alba Me ofrezco para entretener las ausencias como pan, como sacrificio Ya no hay miedo la vida puede abrir su mapa sin límites

El poder que más deseo El único poder que yo deseo es el de caminar firme sobre la arena caliente perderme frente a la belleza del azul obscuro del horizonte y dialogar con las olas que vienen y van y acarician mis pies El poder que yo anhelo es el de ver los ojos brillantes de mis hijos a la hora primera del alba y recibir sus bendiciones para luego ir a mis clases El poder con el que sueño es el de convocar al amor cada vez que fuere necesario para presagiar las alegrías de mi alma desaforada El poder más tierno y deseado es el de la libertad de reírme de mis fracasos El de exorcizar las escaleras que me persiguen en los sueños en las que no puedo ascender ni descender como lo hacen el resto de los mortales, porque siempre me rompo los huesos.

Como llama que se eleva

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Soledad de las ventanas El hombre que persigue este poema no lo encontrará ni aún en la soledad de las ventanas Para hallarlo ha de venir sin vestiduras aquí donde el vino se mezcla con los ojos la mañana y el deseo Después poco a poco podría detener el corazón podría leerlo sin espantos.

Voy hacia dentro de mí Voy hacia dentro de mí y confieso que este lugar no lo conozco No es mío y aún así me habita un mapa incierto de emociones Una invisible fuerza me asedia El movimiento de las flores me despierta Mis delgadas manos tocan los sueños que aún no he vivido La luz me acontece Encuentro nombres de antiguas muertes Cruzo un pequeño espacio insomne Contemplo sombras y antiguas palabras Al llegar al lugar del que no se sabe por qué se desea, se vive o se muere Un hombre viejo y cansado toca el violín manosea mis palabras que vuelan como pájaros Otra magia pervive para nombrar el exilio.

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Hortensia naizara rodríguez


irina henríquez (San Juan Nepomuceno, Bolívar, 1988)


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Poeta, productora de cine y Licenciada en Humanidades de la Universidad de Córdoba, Montería. Dirige en la Universidad de Montería el Taller Literario Manuel Zapata Olivella, adscrito a Relata. Libro de poesía publicado: A Riesgo de Caer, Ediciones Corazón de Mango(2012). Sus poemas han sido publicados en antologías y revistas de Colombia, Ecuador, Argentina, Brasil, España, y traducidos al portugués e inglés.Es coordinadora del Encuentro Internacional de Mujeres Poetas de Cereté. Productora de los cortometrajes Tierra Escarlata, Premio Macondo (2013), dirigido por Jesús Reyes; Genaro, Mejor Montaje-Bogoshorts 2016, dirigido por Jesús Reyes y Andrés Porras y Hombre Macho, largo documental en desarrollo dirigido por Jesús Reyes. Correo: cineciego@gmail.com 190


Vértigo de la tarde I ¿Y esa esfera de fuego, cómo es que nos reduce a su eterno llegar y esconderse? Esta condición de observadores de un Todo sin poder ascender a su fuego milenario, concibe en mí la virtud del ave del río, del deseo de todos los vuelos de mi carne. II Me extingo. Me vuelvo a encender. Es el conjuro del viento en las alargadas ramas de la tarde. Un murciélago adorna la nostalgia del trópico poco después de haber doblado las campanas. Pero no es suficiente. No me pierdo en la música, en las voces, en los ríos de palabras. No me olvido de la noche…que ya llega. III Ahora cierro los ojos, dispongo mi cuerpo y me torno en fruto de la espera.

Como llama que se eleva

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La negación de la locura Cae sin tregua la lluvia. Una lluvia áspera de invierno del Trópico. Burbujas en apariencia inútiles se mojan en la intemperie. Dentro de una estoy yo, seca de agua empapada de miedo. Alrededor de esta burbuja, los sueños del pasado reanudan la noticia de mi lucidez temprana: ratas del bosque puercoespines de agua aves monstruosas regresan a roer la piedra del destino que he escogido para esta vida. Entonces de regreso a mis visiones me doy cuenta de que este bosque por el cual he transitado tiene orejas y ojos que lanzan miradas de hambre sobre mí, y a través de la burbuja un sapo me es arrojado al pecho desnudo para que el grito condensado de todas las noches anteriores me despierte seca de lluvia ahogada en un poema.

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IrIna Henríquez


“En extrañas cosas moro”* I Desde esta portentosa vela las sombras buscan otras sombras como prolongación de los espíritus. Las sombras los cuerpos los espíritus teñidos en el muro de la noche en esa viscosa sensación de encierro entre el universo abierto que es la noche. Pero ningún espíritu de alas grises se atreverá a tocar el halo que la vela ha puesto en mi cabeza. II Pero en el recinto de mis sueños las sombras que transitan le dan paso a duendes deformes y estridentes y ya nada es más sórdido que sus voces al otro lado de la ventana. Esa sensación vertiginosa me quema las entrañas y comienzo a pender de sus miradas invisibles. Pero no los escuches, despierta y salta de la casa. Verás que el mundo se ha vuelto verde y verás a los árboles correr a través de la ventanilla de barrotes también viscosos. III He vuelto a soñarlo y de nuevo despierto conmigo porque el amor no es más que mi sola imagen en el espejo. Sé que aún en la vigilia los espíritus de alas grises regresan. Si no me vuelvo contra ellos ya no seré digna de ocultarme ni de mí misma. Con los hilos del humo tejo esta soga mientras aguardo.

* Alejandra Pizarnik Como llama que se eleva

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Confines de la noche Escucha el rumor de la tarde que se aproxima con todo su vértigo hacia tu sombra. El silencioso andar de las hormigas a tus pies. El gorjeo de las aves que se encuentran justo donde el árbol deja de serlo. Confina tu tristeza en el temblor de esta habitación, luego, da la espalda y sé la que observa y nombra al mundo. Pisa con tu mirada las hojas caídas al pie del mango, marcha hacia las rocas juntadas por el tiempo y descalza, húndete en el dolor de sentirlas bajo tus pies. Ten presente que la luz del poniente es vaga y que la brisa no recuerda los cuerpos que ha rozado. Que la noche es tu hora de volver al temblor de las paredes, de abrir la página y desanudar la tela con que te cubrirás hasta que el gallo vuelva a ahuyentar los demonios nocturnos con su canto.

Pájaro Se posa en la rama y la rama ignora si es viento o pata de pájaro su roce. Vuela y el viento ignora si es rama o ala herida su vuelo. Cae y no hay rama o viento que detengan su doloroso encuentro con la tierra.

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IrIna Henríquez


Para beber no Agua, agua por todas partes, y no hay una sola gota para beber. Samuel Taylor Coleridge

Para beber no. Solo para ahogarnos brinda su cauce el río. Para ver morir la tarde inundada de pájaros heridos /que se llevan las aguas. Pero he de morirme de sed, no de arrojada a las aguas. Pero he de morirme ahogada, no de reseca la garganta. Partiré para inclinarme ante otros ríos, los de palabras, los de silencios. Partiré al filo de la tarde con el corazón en mano porque en mi espalda ya no caben más miradas opresoras, porque mis ojos vuelan lejos de este cuerpo en busca de las olas verdes de los días y de las olas negras de otros ojos. Para beber no. Solo para ahogarnos en su cauce el río se desborda. Aguardaré a que sobrepase mis fronteras. Me invada. Me consuma.

Como llama que se eleva

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La preponderancia de lo pequeño I Eso que escucho no es un pájaro que canta en esta tarde. Sino el recuerdo de otro que cantó aquella mañana en que desperté tan escindida como un árbol que el rayo mutiló. Y aún aquel canto fue el recuerdo de otro que creí escuchar una tarde como esta bajo un árbol que le sirvió de sombra a una tumba olvidada. El tiempo es ese pájaro encerrado que no cesa de cantar. II El pájaro hiende veloz el aire denso de este día. Y conduce mi visión por pasajes en donde es lícito callar para que el viento y las copas ebrias de los árboles hablen. ¿De qué hablarán? No sabría descifrarlo. Musitan suavemente una canción antigua camuflada de rama en rama como los pequeños animales. Al llegar a la más alta un lejano trueno enmudece la canción y precipita al vacío su silenciosa muerte justo antes de que el pájaro hienda de nuevo la ebria densidad del mundo. 196

IrIna Henríquez


Una terrible claridad Han desnudado un dios entre mis aguas, entre mis venas han degollado un dios y han puesto en mis rodillas el filo de una terrible claridad. Héctor Rojas Herazo

Ahora soy quien convoca a las formas a que me muestren los orígenes del azul misterioso de cielo y mar. Anduvo mi antepasado por desiertos de arena y nieve colmado de incertidumbre por la lumbre vegetal que le pudrió las sienes. Hasta la muerte misma interrogó luz y sombra abrumado por el polvo de las alas en su espalda. Ahora la misma lumbre vegetal ciega mis párpados, ahora soy quien convoca a las formas a que me muestren los orígenes.

Como llama que se eleva

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La inocencia de los mundanos Es preciso dejarnos caer como estrellas fugadas y no dar cuenta de cada línea del poema que nos salva. Sentirnos mundanos y pequeños al llegar la nocturna marcha estelar, y que el mundo nos mire como a un puñado de mundos torpes, infelices e insomnes. La noche cuelga su soga a disposición de los suicidas transidos a la inocencia. El sol despunta a un nuevo día y un inocente menos molestará con sus preguntas.

El ave de los sueños En el techo de mi casa anida el ave que perturba los sueños. Cada noche su canto interviene mi paz y de manera sombría dibuja la aguja que perfora mi cabeza. He conjurado su alevosía con palabras ancestrales. He puesto el incienso que ahuyentaría cualquier canto cada noche. Aun así, todas mis tretas son en vano. No levanta ni su vuelo ni su canto ni desdibuja el hilo de sangre en mi cabeza. 198

IrIna Henríquez


La restricción El oráculo dijo: “Ejerce con dignidad la restricción del corazón. Hágase silencio donde hubo palabras y un cielo indescifrable donde señales de humo. Corta ese hilo azul que une cada vértebra de su cuerpo al tuyo. Solo cuando sea posible quitar las vallas del lago sin que se desborde se levantará la restricción” Desde entonces intento ejercerla sin amargura. Yo celebraré en tu nombre la música de cada uno de mis días.

Pequeños animales muertos he encontrado en mi casa al despertar esta mañana. Ofrendas de gatos accidentes nocturnos vuelos desafortunados dejan pequeños cuerpos muertos en el piso. Un olor penetrante a orina invade la sala Y en el jardín mis plantas tienen el color pálido de una semana sin agua en la raíz. ¿Qué torbellino del tiempo pasó por aquí mientras dormía?

Como llama que se eleva

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Luna en junio Nos caerá la luna encima. Lo sé por la línea cóncava que nace en el cielo. Ahora se alinea vertical a dos estrellas ahora presiento su caída en el río en esa serpiente cobriza tan antigua como junio cuando el cielo remueve la sal que alimenta nuestro fuego. Ahora todos los astros se miran en el espejo del río: he sido hipnotizada por el doble de la luna y por la visión de mi amante que se marcha en la serpiente cobriza de mis sueños.

Noche sin luna La noche ha vuelto a caerme encima. Esta vez con lluvia y silvestre agonía de grillos y luciérnagas que hurgan mi silencio. Más allá de esta ventana es la noche quien me observa y hace de mí una sustancia temblorosa doblegada por su misterio.

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IrIna Henríquez


No hay quien venga en mi auxilio en esta noche cuando el deseo de respirar se me ha quebrado. Solo una sombra pasa por mi casa pero no tocan a la puerta no introducen una llave no aparece un familiar Entre la idea de partir o quedarme gime mi última noche en este mundo. Pero pido una señal para atisbar si es acierto o error si rendirme o batallar. Sin embargo ni campana ni llamada Así que sin más augurio siento ahora el desmayo sobrevenirme un hilo de sangre brotar de mi nariz el corazón de piedra y a lo lejos el sonido de este miserable pueblo extinguirse.

Solo un destino poseo A Lucía Estrada

Solo un destino poseo. (Y la sospecha de que resbala de mis manos sin poderlo reclamar) Solo una contracción espiritual ante un espejo que nada dice. (Y la certidumbre de que la araña existe a pesar de su belleza inútil) Unas manos precursoras, unos ojos temerosos de la noche y unas cuantas vidas aplazadas tan solo poseo. Como llama que se eleva

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A riesgo de caer Yo estoy vigilante para hablar de lo que veo a través de la ventana Orietta Lozano

Se han agolpado todas las aves en el verde manto de la tierra que atisbo por la ventana. He confundido a peces voladores y golondrinas, y desde que las aguas visten el color del pasto me es imposible diferenciar tierra y lago si sobre ambos, piedras y nenúfares, arden como la flor del día. Comprobarán mis pies que la tierra es tierra y que el agua es agua, porque de ambas ascienden árboles inmensos sin procurarme sombra. O seré ave a riesgo de caer. O seré mujer a riesgo de volar de flotar de caminar sobre las aguas o morir ahogada. Entonces arderá en mí lo vegetal y desestabilizará el color de la materia. Porque preciso locamente palpar la savia de los bosques y los campos olvidar la ventana y hundirme para siempre bajo el verde manto de estas aguas.

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IrIna Henríquez


No me ha sido dado comprender el vuelo con que atraviesa el tiempo al cielo de mis días. Mucho menos cuando vertiginoso, tuerce caminos para girar hacia el estupor. Aun así, insisto en avanzar entre piedras: ya cautelosa, ya temeraria, pedazo de criatura repetida desde antiguo en sí misma que cree ir a parte alguna. No. Aún el tiempo no se decide a revelarme el porqué del vuelo. Solo su ojo de cuervo logro atisbar desde mi cerradura.

Tardío y turbio En la última hora de la luz del día cada segundo cuenta para el pájaro. Su loco aleteo busca -con premurael cálido lugar de su memoria vegetal. Y desciende, solo o acompañado hasta el país de plumas que fundó en el día. Y desciende a la luz de la primera estrella y el último sol. Desciende y aguarda -como nosotroslas primeras gotas de este tardío y turbio abril.

Como llama que se eleva

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Hallazgo Es obsesiva mi forma de esperar a que algo ocurra. A que salte sobre mí la fiera que se esconde tras la maleza de los acontecimientos del día. Pero no espero por más de unos segundos: yo deseo que me hallen mientras busco o mientras celebro un hallazgo equivocado. Y la mejor forma de encontrar es estando inmóvil mientras todo rota o tañen las campanas: el mundo es entonces todas las cosas que antes o después se camuflan bajo la apariencia de lo cotidiano. Yo deseo la marea de imágenes que quedan tras cada movimiento en las más finas mallas del aire. Deseo poseer aquello que miras sin saber, todas las cosas que en el nombre del azar han sido consignadas en la nada del abandono. Porque no te diste cuenta, porque el gavilán es dueño de su queja pero desconoce que a mí ha llegado, porque está en el mundo y es mi hallazgo.

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IrIna Henríquez


Treinta de marzo Esta fecha no dice nada No hay en estos números un oculto significado Que hable del devenir de los días No son estos días el puente hacia otros más obstinados Solo son en sí mismos el asiento en el agua clara del ahora Sin oráculos ni brújulas La corriente que no cesa de bajar entre las piedras Ese pájaro sin tiempo que no deja de aletear en mi memoria.

Como llama que se eleva

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Ahora ocurre del día la mitad de su planetaria vida. Hora meridiana para dejar reposar el dolor en lo alto de un árbol. Ocurre la hora vital del día cuando la noche está más lejos de mis ojos y de este cuerpo que no me pertenece. ¿A quién, entonces? Todos los dioses lloran en el trasfondo de mi jardín, lágrimas caen sobre las hojas, el tallo se estremece y bajo su sombra, sobre la tierra, la flor caída. No la pises. Es mi cuerpo.

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IrIna Henríquez


ivethe roCío noriega herazo (Purísima, Córdoba, 1977)


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Licenciada en Artes Plásticas en la Universidad del Magdalena. Magister en Literatura Hispanoamericana y del Caribe en la Universidad del Atlántico. En 1998 obtiene la beca de creación del Ministerio de Cultura y el Fondo Mixto distrital de cultura de Santa Marta con el proyecto “Bitácora del Aire”. Realiza un diplomado en Gestión Cultural y recibe la Beca de Creación con el proyecto “Plaza, Encuentro de universos”, Ministerio de Cultura y Fondo Mixto departamental de Cultura del Magdalena. En el 2000 obtiene el primer puesto en el Salón Regional de Artistas, luego viaja a realizar estudios en Cerámica Artística y Gerencia Cultural en la Habana, Cuba. En el 2001 participa en el 38 Salón Nacional de Artistas. A partir del 2002 se radica en España donde participa en varias exposiciones colectivas y recitales poéticos; en el 2012 obtiene el segundo lugar en el concurso de Poesía y Cuento Joven del Magdalena. Su obra poética se ha publicado en los periódicos El Heraldo, El Universal, Hoy Diario del Magdalena, el Informador y en las revistas literarias Voces Nuevas, Trenzando y Vía 40; y en las antologías En esta ciudad del mar, Poetas Bajo Palabra, de la Fundación Casa de Hierro, Barranquilla 2009, Ellas escriben en el Caribe, 2012, Marejada –Mujeres poetas del Magdalena- 2014, en la revista Empireuma de Alicante-España, en la revista virtual Casa de Asterión, y algunos de sus artículos de investigación literaria en la revista Visitas al Patio, de la Universidad de Cartagena. Así mismo ha participado como ponenteinvestigadora en varios congresos nacionales e internacionales de literatura. En el año 2014 publicó el libro de creación literaria y plástica Palabras, mariposas y pinceles, una nueva mirada a Macondo, resultado de los talleres con niños de Aracataca, Magdalena; en el 2015 publicó su primer poemario Del mar, canto Náufrago, Collage editores. Se ha desempeñado como directora del taller de creación literaria de la CasaMuseo Gabriel García Márquez y del taller literario Libertad Bajo Palabra, de la cárcel Modelo de Barranquilla Inpec-Mincultura. Actualmente se dedica a la docencia en artes plásticas, a la gestión y asesoría cultural. Correo: libélula_zen@yahoo.es 208


Recién mojado A Lina Marcela

Reescribo sobre el asfalto el agudo miedo de nacer, nacer idiota, nacer gris, nacer enclaustrada en un pequeño huevo giratorio, nacer sin entender que se me destinan las lunas de otro yo. El asfalto es gris y se hunde. Lina, tiende la ropa, los sueños, el café, luego mi corazón envuelto en mentiras palpita despacito, despacito sólo para cuando ella lo necesite. Nacer, sin secretos, sin huellas ni fragmentos solo con la certeza de pertenecer a un universo de estrellas eternas.

En la danza de la luna Las luciérnagas se detienen, no comprendo las ausencias, el rojo de mi espíritu se diluye… ondas suaves, río terciopelo… Solo el susurro de los espíritus calma el dolor asciendo, renazco desde las aguas, desde el fuego. Como llama que se eleva

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Soy nube-vacío, simplemente, pájaro poseído de cielo.

Solo soy raíz antigua engendrada por el tiempo. Sombras circulares tatúan la memoria del universo. Después de las montañas solo queda el sueño de los pájaros y el reflejo de la lluvia en el alma del cerezo.

En el exilio del ala Suena invisible el subversivo grito de la imagen. Triste es recordar el deseo extraviado, tus ansias ancladas a mis aguas, la memoria de la piel derramada en el tiempo, en el vacío cálido de mi cuerpo al despertar pierdo la voz de aquella noche, música en espiral, almíbar primigenio de los dioses. ¿Qué es el amor? Ese olor dulce de la tierra recién mojada por la lluvia, el aire de tu perfil alumbrado por la sombra del almendro en el patio. Sola la niebla de tu nombre me responde. 210

Ivethe Rocío NoRIega heRazo


Rihad Siento el olor metálico subiendo veloz, sangre, pólvora y el humo de la noche traspasando la ventana. En la cuna yace su cuerpo inocente, silencioso. Rihad, espíritu del desierto, en el sudor negro de la batalla se esconde tu alma luminosa, tus ojos son escombros de sí mismos no entienden la barbarie ni las raíces de odio rompiéndote. El esposo amado duerme en el vientre de la tierra. Tus hermanos, degollados en una tarde de invierno, tus manos tratando de atrapar la vida… Rihad ya no preparas el té, el humo del oráculo no pudo vaticinar la bestialidad, la guerra, putrefacta con su propia indecencia. Las lágrimas tras el velo son la fuerza, el coraje. Rihad, manos de loto, son mis palabras las tuyas, las hilvano en la soledad de la penumbra como cuentas de una religión antigua; en el temblor inmutable de tus cabellos el fulgor de la vida se resiste al olvido. Como llama que se eleva

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Evas ¿De qué manera la ausencia fragua sus cuerpos? Calabazos de un cosmos primigenio líquido fuego que se cristaliza en los poros. En sus cabellos, raíces trenzadas de agua se esconde el enemigo. Guardianas de lo Absoluto, pueblan la tierra, es su silencio mineral, vaho de noche que conquista a los hombres. Son hijas de los huesos, herederas del universo, lloran a sus hijos sembrados en la tierra atrás la infancia y el baile de cometas. Señoras de la manzana, poéticas pecadoras del alabastro, el mar agoniza en su vientre. Cobijo coral, cobijo pluma, dulces espíritus, es el deseo su alimento, la incertidumbre su morada en el día a día, en el café de las mañanas, en la lucha de las bocas, lengua, saliva, miel. Evas Encuentro, barro, vida. ¿La traición dónde está? 212

Ivethe Rocío NoRIega heRazo


Al leer este libro que no he escrito aparecen pequeñas ensoñaciones sombras… que flotan en el cosmos dibujadas por la luz de una lámpara, llaga primera de mi infancia. Domestico mis huesos, la sonrisa fácil, la piel, vestido largo fecunda el deseo las miradas crecen, crecen… pero las niñas bien no sienten, no corren, no trepan en los altos brazos de los árboles, no abren las piernas… Las niñas bien zombies sonrientes, cabellos lisos, brillantes, perfectos para la foto, para él, para la red, para ellos para todos.

Me sueño ayer de nido Abrazando a luciérnagas sordas paja mis ojos paja mis vellos paja mi espalda, que astuta ama al árbol y crece en él su sangre-savia recorre los rincones cómplices de mi infancia, habita el vacío de ser casa, vientre en luz de mi fantasma. Como llama que se eleva

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Abre la flor Lento. Suave estremecimiento de pétalo. En la cima de la montaña etérea, fluyen cosquillas de oro en la comisura de mis labios… Grietas ocultas, refugio sagrado del viento. La piel tibia, se diluye.

Antropófaga Ya conoces el ritual. Desde este calor de tierra, de vientre, te envío en el crepúsculo soñoliento, mis besos envueltos en dulce de leche y estas ganas de verte creciendo como un árbol solitario entre mis huesos. Amor, estoy en cama, luego de lloverme en ti, en la antesala del sueño, exenta de guerras y pirámides, de antesalas dolorosas. Tengo la garantía (si es que existe), de lo improbable de la evocación del cuerpo, de la mirada, de la sospecha. Entonces lo fraguado se abre devorándonos. 214

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Vendedoras de Frutas Reinas de una altísima comarca. Héctor Rojas Herazo

En el instante en que cerraban los ojos, sus cuerpos se iban transformando en pequeños gritos de agua. Ascendían brillando en el baile de la espuma hacia el gran mar. Huellas de corral en la memoria del fogón, en el aire remoto, desvanecido de su silueta en el horizonte naranja del crepúsculo. ¿Qué hay detrás de la muralla? sus trenzas, retoños de luz, fugitivas plumas que develan el camino de la libertad. En el palenque, la fuerza es la voz quebrada de la noche el clamor galopando volcánico desde el vientre. La muerte no se llora, se canta. ¿Cómo descifrar la sabiduría sostenida en sus cabezas? Nosotros, analfabetas de las aguas, osamos comprender el brillo de la espuma cuando duerme en la arena el eco sinuoso del tambor Como llama que se eleva

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que retumba al otro lado del mundo y es la ola, es el boga, es la pantera, es África estremecida en nuestra sangre en el ónix de sus ojos, que nos mira y nos reta con su verdad anclada a la piel.

En el silencio de las amapolas (Friné, Débora Arango) Espejo de piel se curte en la habitación. El espectro de la lujuria duerme en el tacón desgastado. Ella, la que no tiene nombre, la del imperio callado de los cuerpos, recibe el vaho penitente de los hombres. El hambre, laberinto de cenizas se sienta de espaldas en la última banca. ¿Cómo saciar el deseo del mundo? Ella, la invisible, sepulta sus lágrimas. Su voz, lejana se esconde de los buitres.

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Ivethe Rocío NoRIega heRazo


Oficios inéditos Madre: cazadora de libélulas. Aquella que devela encantamientos de caballitos de mar y dragones de papel, que trenza silencios en reinos de nube y cristal, rodeada por el advenimiento, por el temblor amado de sus voces, de sus nombres… Hermana: música tejida de estrellas, resistencia en el aire dormido de unas manos extraviadas. Hija: Fruto azul de tantas vidas, promesa de un río ascendido. Florezco- augurio. Poeta: cristal camino al silencio. Fuego frío de la tierra, heredera de la palabra. En el soplo de los dioses, gemido desconsolado de la caña, hallo mi retrato sin espejismos, sin la complacencia del maquillaje-máscara; descubro la sed del signo, vibro en el filo del silencio convocando el rictus del labio que acecha el sonido, el rumor oscilante del poema Como llama que se eleva

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creciendo en la quietud, en la neblina suspendida como una indulgencia errante.

De la escriba (nostalgias) Escribo para escapar al indomable vestigio del tiempo. Recuerdo la mañana y el café acampando en el rostro de mis padres, su angustia sobreviviendo al teléfono ¿Cómo estas?... El océano anclado a esta isla y yo a ella. Escribo para enjaular el susurro del viento. Las hojas duermen silenciosas. El viento, el viento... ya pasó.

Llegas por segundos Tu voz se desliza. Imagino tus ojos, tus manos. Me alimentas. Un extraño halo ronronea en mi pecho, no sé si reír o llorar.

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Ivethe Rocío NoRIega heRazo


En este silencio siento tu presencia en la memoria de tus palabras, en el vacío de mi ombligo, en la última nostalgia prendida del botón. Penélope en Ítaca desteje el tiempo y yo aquí en mi casa bordo fragmentos de mí misma. La distancia en hilos de plata se detiene a la puerta.

Viaje en el umbral de la memoria Lo único verdaderamente mío son estos huesos, estas vísceras de leña y sal, mariposas alquiladas que habitan mis escamas. ¿Dónde está la virgen que fui? Aquella que soñó la grafía de la tarde, que siendo océano fue ola. ¿Dónde está la niña que seré? Sigilosa ausente de mí misma, insegura y fantasmal, esa…. que piensa la montaña y es la cima. Como llama que se eleva

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Anita Espíritu de luz, tinto con casabe en el regazo de la mañana, eres ese cielo fucsia de la alborada, los gráciles andares de un porro en la rueda del fandango, al grito ardiente de candela viva y clarinete arropada en la penumbra de una corraleja. Sólo te recuerdo hecha de sonrisas, desde el día que me pariste empapada en el suero de tu canto.

Perdidas en el tiempo A Ángel Loochkartt

Viajeras inexorables buscan la verdad, la sutil consciencia de las estrellas. En las espirales de la vida se fecundan hojas, como las lunas de cada calendario, mariposas distraídas en el naranja de la tarde. Bajo la voz del cielo se quiebra el rumor de sus aguas. Ellas, madres del universo, cobijan en su vientre iluminado la sinfonía de los cuerpos, el secreto inmóvil, más allá de la existencia de las horas perdidas en el paraíso, 220

Ivethe Rocío NoRIega heRazo


en el nacimiento del fuego, en la brizna mordiendo el amanecer. ¿Dónde quedó el llanto por las ausencias? ¿Dónde los rostros invadidos por la niebla? En la dulce voz de las caracolas se esconde el misterio de su tiempo. Allí habita, contenida en el fulgor de la sombra, su palabra revelada para sentir, para vibrar el pálpito de un recuerdo. Ellas enternecidas por nuestro espanto, por nuestro dolor que sabe a tierra, a mares dormidos, a nombres mutilados en la costumbre del silencio, nos protegen bajo su pregón de trueno, con sus manos ajadas de sabia constancia de espigas milenarias del camino en escombros, de la gloria banal, de la intemperie donde se apaga la lluvia. Resucitadas en el desamparo de la línea en el ojo certero que recorre la pincelada, poética, estremecida. En el alumbramiento de la forma, se enciende el contorno huidizo bajo las cenizas ultrajadas de su linaje. Su ángel alza la mañana temblorosa, invicto de tiempos, aferrado a las líneas, al vacío libertario del alba. Ángel que corona el olvido de tibio asombro, de candor sublevado en la víspera del mundo, para ellas, las perdidas en el tiempo, Como llama que se eleva

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renaces en el umbral renovado de viento salobre, de azul rebeldía, de repetida añoranza caribe verde, rojo carnaval, escándalo desnudo de mentiras. Persistes en el abrazo tendido, en el rostro, en la boca que vence al lienzo y entonces, ellas, nosotras, nos develamos para siempre eternas. Solo tus alas llenan el silencio, irrenunciable y en tu florecimiento, las nombras.

En-marejada Llego al portal, las acacias rojas del patio se abren. Espíritus del Caribe fluyen en el olor de la lluvia, en la llama -viento que se apaga, en el simulacro cotidiano que como una ofrenda late en el desvanecimiento de la lámpara. Las islas en su orfandad olvidan el asombro de la intemperie. En el mar de olivos coronados solo puedo -callaresperar en el silencio, la fuga, el abandono de las aguas. 222

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Las hojas se desprenden del tiempo, danzan en el caos inusual de la vida. Los pies se incrustan en el vientre de la tierra. Recuerdo mi esencia, hija de las estrellas transeúnte cósmica sacerdotisa extraviada en la noche de los hombres.

¿Y ahora qué? Si la noche no se detiene, lujuriosa si en la azotea las golondrinas tejen su último palacio. Por mis venas las acacias se evaporan indecisas de mis ojos. Aquí estoy soñándome despierta silenciosa oceánica.

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Ágora Silencio calcinado, memorias desposeídas. La felicidad es anticipar la brisa respirando transparente en el rostro de mi hijo, sentir el eco del mar, suspendido en la verdad contenida de la roca, vislumbrar el tesoro, su cristalino resplandor. Escribo rápido antes de que se esfume el ángel. Ella, la poesía, es la promesa que me otorgo a mí misma, el único sortilegio permitido. El café y su inexplicable pureza me aturden. Confronto a mis demonios matutinos en los pasos desgarrados de la manzana profanada. La palabra es la grieta que me cobija, el sonido del universo que expando. La felicidad sigue ahí. -No me lo perdono-

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Ivethe Rocío NoRIega heRazo


Kenia martínez GóMez (Cereté, Córdoba, 1981)


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Licenciada en español y literatura de la Universidad de Córdoba. Inició su vida literaria en el Encuentro Nacional e Internacional de Mujeres Poetas que se realiza en Cereté y en el cual ha participado en varias ocasiones, lo que le ha permitido su enriquecimiento literario. Sus poemas han sido publicados en el Magazín cultural del periódico El Meridiano, de Córdoba, en varias antologías del Encuentro de mujeres poetas de Cereté y en la Antología de mujeres poetas afro-colombianas, Ministerio de Cultura (2010). Libro publicado: La Última Canción del Fauno, Editorial Zenú, 2013. Tiene un libro inédito titulado El Evangelio del Miedo, libro en el que manifiesta la cara oculta de la guerra en Colombia. Actualmente se desempeña como docente en el departamento de Antioquia. Correo: sauleth@yahoo.com 226


Miedos I El miedo se puede oler. Tú te acercas a las ventanas a las puertas y se cuela, te recorre todo el cuerpo y como un olor se te mete por la piel. El miedo nos enseña a ver en la oscuridad, a acechar como los gatos, a respirar en silencio. Esta noche ha llegado el miedo, se siente cómo husmea entre la ropa. Todos esperamos a que algo lo quiebre, que rompa su costilla derecha un golpe o un suceso trágico, pero solo las voces de los geckos rompen el silencio. Estas líneas son las únicas palabras que lo desafían. Todos duermen en la oscuridad, todos duermen con los ojos bien abiertos o pegados a las hendijas. Los mayores vigilan el sueño de los niños, aprendieron a levitar para que el miedo no los escuche. Todo ha quedado aplazado, postergado para cuando regrese la vida. Ahora es la muerte la que recorre las calles y con el miedo metido en todas partes. ¿Quién osara abrir la puerta? ¿Quién irá al rescate de los señalados? III El miedo viene zumbando, apagando los restos de vida que le ardían dentro del pecho. No pensó en su madre, ni en el hijo que no tuvo. La naturaleza le parecía extraña a la vista. Pensó en la vida que ya jamás tendría… Una ráfaga le interrumpió el silencio. IV Todos tienen miedo, es tanto su temor que algunos no saben a qué le temen. Con el caer de la tarde llega la zozobra. Las puertas se cierran temprano y la vida se susurra, bien bajito, para que el miedo no la sienta… Volvieron a dejar que las puertas se cerraran después de la hora señalada, pero bajó el miedo de la montaña, venía armado hasta los dientes, y todos apretaron los labios para que no los delataran las palabras que no tenían por qué pronunciar, pero que el miedo metido en las tripas las hacía salir solo con su presencia. Los niños sentían el terror en el rostro de los grandes, iban entrándose, recogiendo los Como llama que se eleva

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juguetes, desmontando sus armas de mentira, que nada tenían que ver con las de verdad. Esa noche la calma apaciguó las noticias; nadie contaría el capítulo de la novela en la mañana. Pocos asistieron a la escuela y las miradas perdidas en la distancia anunciaban un nuevo temor, un frío vaticinio que traería el miedo a la muerte. V El miedo se confunde con la música de las cantinas; las historias de las rancheras toman vida. Una mirada, una frase mal dicha puede ser la causa. Un tiro no vale nada. Las mujeres susurran en los rincones, como parcas los próximos trágicos sucesos que arremeten los días. Cada hombre saca la cabeza con temor por las mañanas. Nadie sabe de dónde viene el miedo. Todos rezan y espantan a la muerte con oraciones, pero él, el miedo, tiene pies y manos y otro santo más poderoso. Aquí en la tierra no hay esperanza, quizás todos los muertos de estos días encuentren la justicia en el cielo, aunque ellos también sean condenados. VI Nos fuimos camuflando, caminando despacio, con los ojos bien abiertos. Aprendimos a escuchar los signos a lo lejos. En la mañana, entre tropiezos casuales y citas inesperadas, sabíamos el nivel del miedo que se mide por el volumen de las palabras. Desde los buenos días hasta despácheme un pan, traen su carga de miedo. Si salíamos temprano a la calle y no había nadie, debíamos entrarnos prontico ya que él debía estar cerca. Las instrucciones para vivir son simples: Hable bajito, no visite a nadie, no diga más de lo necesario, y de vez en cuando, olvide nombres y lugares y tendrás larga vida. VII A mí me asusta el miedo. No tiene edad, se conoce en la mirada de todos los hombres. De vez en cuando se mete entre las cosas y ellas solitas se van desintegrando. A la una en punto deja su estela lánguida, tenebrosa, que recorre las calles y espanta el café de la tarde. Yo lo he visto salir en pijama destrozando el pudor de las mujeres. También 228

Kenia Martínez López


dejar la cena servida expuesta a los gatos de la casa. El miedo hace tiempo instaló su tienda en estos patios. No se puede aprender a vivir entre él. Todos sabemos su origen, sus antecedentes nos culpan. Estamos involucrados; por eso nadie ha querido matarlo. VIII También el miedo se come, empieza con las uñas; acaricias suavemente con pequeños mordiscos los dedos. Evoca la sangre, acelera el ritmo cardiaco. El miedo pierde la mirada. En la distancia espanta a los pájaros. El miedo se cuelga detrás de las puertas. Adorna las paredes con rostros melancólicos que parece que miraran allá a lo lejos, desde el fondo de los retratos. El miedo cambia el semblante, arruga el cejo, revuelca la ropa, llama nostalgia. De vez en cuando en la casa, sentada en la cama, ella recuerda al miedo y llora por todos los caídos. Esta tarde no esperará la cena. Su cara en rictus de soledad, no dirá nada, se irá a dormir temprano. Rezará más oraciones de las acostumbradas, y cuando todos duerman, ella llorará en silencio, morderá la almohada con las manos bien apretadas, llenas de miedo. IX El olvido no supera al miedo. Su cara no muestra lo contrario. Volvió a la casa de donde se lo llevaron. Tendió la cama, pintó las paredes, plantó flores nuevas. Todo es inútil, los otros con sus miradas de pesar evocan la nostalgia. Entonces aparece el miedo, bien tardecito, a eso de las cinco, trae su canto y un gran batir de alas. X El miedo se ha cambiado el vestido, se ha maquillado el rostro seduciendo a los incautos, a los solitarios que encuentra en los caminos. Con sus manos desprende los pétalos de la luna y arroja a la mar los sueños más profundos. El miedo se ha puesto su bata blanca, disfrazado de novia seduce a la vida. Todos vamos al encuentro con la muerte.

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Poemas dispersos I Nadie fuera de mí puede salvarme. Solo yo voy al rescate con mi capa de mago y mis zapatos de cristal. Nunca antes quise darme la mano. Me prodigaba un desprecio, un profundo miedo a mi condición. Todos los que me amaron lanzaron su cordel para sujetarme pero ninguno quise estrechar. La que me habita me dará mi redención. II Si el amor era otra cosa, ¿por qué deambulé tanto tiempo buscándolo en los tugurios del corazón? Todo es tan simple después de la tormenta. Solo queda lo que ha de seguir, la esperanza de la nueva vida. La sencillez de las cosas tiene nombres y olores, sabores que se parecen a lo que llamaba amor, pero no es el amor realmente lo que te pierde, es el miedo a la soledad, a la falsedad de los rostros, al qué dirán de ti los otros. ¡Yo, que no ha sabido ni qué decir de mí! Todo se lo come el tiempo y solo la alegría de saberte libre te reconforta. Sobreviviente de mí ando ahora saboreando el amor por el mundo. III Qué he hecho de mi vida. Como narciso, por amor al reflejo, me lanzo al pozo. Me lanzo al vacío de mi insoportable destino. Me moldeé y la figura que quedó no me gustó. Tantos años acumulando desolaciones, falsa imagen de mí misma. Cada mañana destruyo la mentira pero es tan fuerte el pasado 230

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que me susurra frases fatídicas al oído. Cómo deshacerme de mí sin destruirme. Cómo salvarme, yo, que siempre he sido náufrago. IV No me preguntes qué hago aquí; pregúntame por la familia la cena de ayer o la ropa de moda. De lo otro apenas sospecha o te daré indicios. Estoy de paso, soy un expectante. V Ahora que la vida tomó su liviandad, que la lluvia huele a distancia y mi cabeza empieza a tornarse blanca. Ahora que el tiempo no es solo la hora que se asoma en el reloj, miro en la distancia y veo el camino largo. Las angustias de ayer son pasajes, simples recortes en un libro de vanidades. Todo va mostrando su forma original, ya no hay tanto por qué sufrir. La vida solo son los días y lo que anuncia la prensa. VI Como un perro, como un perro abandonado por su amo como un niño que espera que le vuelvan a crecer las manos como un Dios solitario crucificado en una iglesia como un dolor que no conoce el llanto. Todo me pesa. Como llama que se eleva

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VII Han mojado mis ojos y tatuado sus palabras a fuego lento sobre el color de mi piel. Suspiran cerca de mi oído. Yo no les temo, sé que con ellos se irá la vida. Asaltantes de caminos que alguna vez tuvieron casa y madre y fueron a la escuela. Pero ahora, desechos sus corazones, esclavos de las circunstancias, merodean por mi puerta. Guardianes ajenos del destino, pobres marionetas que desaparecen con el alba dejando sucio el rocío de la mañana, húmedo de muerte. VIII De aquellos días en que no tuve nada observé el cielo por los orificios de mi techo. De aquellos días en que mi casa era un bote hundido en el río y mi madre un mago antiguo que con sus manos maquillaba el hambre. De aquellas horas en que perdí un hermano, guardo ese rencor, esas ganas de cambiarlo todo. No tengo más de lo necesario y eso es mucho para mí. De ese tiempo me ha quedado una sensación de vacío en las vísceras, de huérfana del mundo. IX Magdalena tiene un nombre largo como sus dolores; entre conversaciones de café relata herencias de sus antepasados. 232

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Tantos años amasando futuros, ningún premio en este mundo te serviría como recompensa. Ha sido el primer gran amor de mi vida pese a que nos separaron las ideas. Tantos ojos recorrieron tu cuerpo buscando el origen de tu fuerza habitada en el centro de tu corazón. Magdalena es mi madre, me regaló la libertad el deseo de ir más allá de lo posible. Sus palabras, fuerte viento, me salvan en las noches más oscuras. X He dejado a la soledad todas mis ambiciones; camino a casa olvido todos los fantasmas que me rondan. Cada noche arreglo mi vestido y decoro mi alma como un actor trágico que sabe lo que representa en cada escena. No recuerdo el tiempo en que las cosas tenían sentido ni el día en que aprendí a jugarle sucio al amor. Si estas calles no me reconocen, las otras, las de antes, ya me olvidaron. ¿Qué pieza soy en el ajedrez? XI Esta es mi insoportable levedad, la propia, la de bolsillo, la que me deja libre de comer de asearme las uñas o de ir por la calle con el cabello largo. Es la mía, la que me deja libre de toda culpa Como llama que se eleva

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de todo peligro. Donde mi cuerpo independiente de preceptos no le teme a nada. Soy yo con lo justo en la cartera con los pantalones repetidos. Sin ver sin oír con todos los sentidos dispuestos. Sin mis máscaras. Como una hoja elevada por el viento XII Mutilados, con sus cuadernos sin letras, vienen los niños a la escuela. Yo repito la misma lección mientras miro de reojo por la ventana. Callará mi boca lo debido, seguiré vacía en este espacio repitiendo la oración de todos. Dando la espalda con la cara pintada y el corazón cabalgando sobre un potro salvaje. XIII No temo a la muerte, la muerte se ha puesto ya muchas veces mis zapatos, ha tocado muchas veces mi puerta. Esta vida estéril es la que me espanta, esta vida en la que no soy más que la sombra que ensucia la pared. Las rosas se han marchitado y no quiero escarbar más la tierra, está llena de difuntos y me espantan los huesos que se confunden con los arbustos secos del verano. Quiero exprimirme, agotarme, utilizarme para hacer de esta vida algo húmedo, algo que le devuelva el color a las plantas. No ser más este paisaje opaco, sucio de tristeza, que se confunde con la muerte.

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Del libro La última canción del fauno

I Entre la alambrada, presa del yugo de los hombres camina la vida. Máquina de muerte. Manos sucias de sangre. Mitología de dioses antiguos. Presagios del caído que una madre anunció en el café de la mañana. II La muerte está sentada en la puerta desde esta mañana. Ha vigilado mi día. Estuvo presente en el sacrificio de las palabras. Comió en mi plato las sobras de la noche. Los niños corrieron entre ella pisoteando su vieja túnica. Sigue esperando. De puro paciente descansó toda la tarde. La muerte está aquí conmigo, no sé qué espera. le han crecido las uñas y el pelo, ha devorado mis ojos. Desmembrado de mí sigo esperando su hambre final. III Esa es la canción que me cantabas. Yo reía a carcajadas mientras los otros hombres te observaban con ojos de envidia. Como llama que se eleva

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Ahora pasas por mi lado. La letra de esa canción duerme en un papel. La música no evoca risas. La tarde con sus pájaros vaticinan tristezas. Cuando cayó la noche te fuiste con los otros hombres, olvidaste. Tu nuevo disfraz te hizo ciego. Soy la simple profesora de escuela que no encontró otra cosa útil que hacer con las manos. Se negó a la guerra, se quedó sin máscaras. Encontró en las palabras su única arma. IV Sabiendo que me voy a la guerra me subo en este tren. Tengo las manos vacías y un par de deudas en los bolsillos. Más allá de la frontera se deshojarán las margaritas. Los peces huirán del agua, la mañana mostrará otra pesadilla. La noche no descansa. Mi cuerpo aún libre de uniforme dibuja tu imagen en el cielo. El vuelo de las palomas contrae el corazón. Libertad, pájaro con la jaula abierta que a fuerza de estar preso perdió para siempre el vuelo. V Da miedo, da espanto. Repetir y repetir lo de siempre. La hora de la comida, el tinto de la media tarde, las letras que se desgastan en el tablero. 236

Kenia Martínez López


Nada más útil hacer con las sillas que sentarse. Mi lápiz ya no recuerda tu nombre y la tristeza se despierta con el miedo de los buitres acechando en el árbol. Todo pasa como siempre. El saludo de las huestes de la muerte que se lavan la sangre en la alberca donde los niños toman agua. Hace tiempo que estamos así de fríos. Más muertos que los muertos de la bomba de ayer. Era Juan, era Pedro. Ya sus nombres se confunden con los nombres de la lista de la escuela. Qué sola está la tarde qué vacíos hemos quedado. Costumbre de la muerte, rutina de la vida, ceguera de las manos. VI He rezado mil oraciones, he buscado refugio detrás de las paredes ocultando mi rostro del espejo que me acusa de cobarde. En esta tierra de nadie soy mártir. Heridas que heredé de antepasados. Maldiciones antiguas asolan mis días. No concibo el llanto. Este crujir de metrallas quema mis vísceras. Los hombres y mujeres bajan en bandadas. Palomas solitarias que ven con espanto arder el nido. No temo a la muerte, la ceguera de los vivos es lo que me asusta. Como llama que se eleva

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Ver cómo siglo tras siglo crucificamos al mismo cristo. VII La sangre cubre los potreros. Dientes esparcidos. Comercio de cabezas. Guirnaldas del infierno decoran árboles. Navidad del más allá. Oscuro goteo que se confunde con el rocío de la mañana. Ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta-tá. Ocho mil balas esparcidas. Semillas de nuevos tiempos. Los niños las cuelgan como amuletos en su pecho. Sigo enseñando las vocales, sílabas que perdieron el acento. Voces que susurran en la noche: acuéstate temprano, ya suenan las botas. Siente el viento cómo huele a muerte. VIII Entre los cerros el otro mundo hace lo suyo. Corre el río trayendo cadáveres de ayer. Las mujeres lavan la ropa que de nuevo se teñirá de sangre. Los gritos del monte se confunden con el atroz ruido del silencio. Soy espectador. Pobre hombre que solo cultiva flores y organiza libros. Todas las noches traen la misma certeza. Nunca me cambio el vestido. Los zapatos me conducen por los mismos caminos. No hay sepulturas. Los buitres hacen la limpieza. 238

Kenia Martínez López


Soy un testigo sin ojos con las manos crucificadas en los bolsillos. Mi boca solo escupe este sabor amargo que palpa el día. Yo le llamo muerte, pero es otra vida. La única puerta que se abrió cuando Dios descansó el último día. IX Ahora que saboreo la soledad, que la abrazo con ternura y la saco a pasear sin temor al qué dirán. Ahora que es mi amiga, que cenamos juntas y bebemos el vino de la nostalgia. Cuando todo es calma y no faltan manos a esta carne. Ahora, cuando cae la tarde, aparecen tus ojos de niño a perturbar mis cuatro décadas, mi tranquila resignación de poeta. Qué mal signo del tiempo es este oscuro presagio que no trae agua. Oscuridad de tus ojos negros donde echo por la borda toda mi sapiencia y me dejo arrastrar como hoja en medio de la tormenta. X El uno o el otro. Muerte o vida. Todo está oscuro de este lado, revueltos como en revuelta multitud. Sin utopías, sin esperanza andamos los hombres de hoy. Luchan todos, nadie gana la partida. Como llama que se eleva

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XI De los muertos de ayer solo queda un suspiro lento. El olor de las flores trae animales de carroña. Una mano a medio podrir es masticada por un perro. La gente decora los caminos con sus mudanzas ligeras. Del otro lado el monte se sacude. Un ojo está presto en la mira. XII Qué hago ahora subiendo y bajando ascensores, repitiendo cotidianidades, mirando largo cómo la tarde devora el día. Qué especie de letargo es este donde la luna solo inspira el aullido de los perros. El sueño tampoco me salva. Es hora que vuelva al pasado, es hora de ir tras lo mío. De espantar los cuervos a pedradas y sembrar nostalgias como un capullo nuevo. XIII De la oscuridad he de resurgir como un amanecer nuevo, como el llanto que cesa y se convierte en risa. Mis zapatos rotos son signo del caminante, del hombre que salió a buscar el amor y encontró a la madre. En mis manos la tierra confió sus legados. Ahora soy un mundo para alguien. Más que la sombra inerte que habitaba la cama, más que el potro que descubrió que detrás de la alambrada existía el universo, ahora puedo escribir sobre otras líneas con una tinta menos amarga, 240

Kenia Martínez López


menos esquiva, menos exigente. El mundo es una página abierta. Y la noche con sus tormentas me acerca más pronto a la luz. XIV Una mujer puede ser cualquier cosa. Una cena bien servida a las cinco de la tarde. Unos zapatos olvidados. La leche que se derramó en la estufa porque nadie llegó a tiempo. ¡Tantas cosas puede ser una mujer! El hombre que perdió la cabeza y se tiró al fondo del lago. Un farsante que duerme sin su miembro. La serpiente que mató al caballo. Un hijo olvidado en un cesto de basura. Una gota de sangre detrás de la puerta. Una mujer casi siempre puede ser cualquier cosa. Pero no casi siempre cualquier cosa puede ser una mujer. XV No soy el perdón jamás seré el perdón. Todos se arrodillan ante ti, Cristo, pero cuántos, tan solo dime cuántos están verdaderamente contigo. La boca que me sonríe por la mañana me acusa por la tarde. De los llamados no he visto ningún escogido. Como llama que se eleva

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Para qué me das las palabras si me niegas los pensamientos. Estoy desnuda al sol. ¡Como un niño huérfano! ¡Como la muerte sin la guerra! Desnuda y presa. No, yo no soy el perdón. No lo busco, no lo doy, no lo quiero. XVI Todos dentro de una carroza negra. Todos solos, multitudinariamente solos. Sin manos para protestar. Con la sopa servida en todos los restaurantes del mundo. Ojos cerrados por millones. Sin nadie protestando. Con la lección a medio aprender. Por fin serán las ratas las dueñas de la casa, mientras el gato distraído hace la infinita siesta . XVII El rostro del mundo ahora es una máscara, una calamidad larga y silenciosa. Un niño defraudado, solitario, que perdió la cuerda de su trompo.

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Kenia Martínez López


lauren mendinueta (Barranquilla, 1977)


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Ha publicado ocho libros entre poesía, ensayo y biografía. Recibió en Colombia cuatro premios nacionales de poesía y el Premio Nacional de Ensayo y Crítica de Arte del Ministerio de Cultura (2011). Además ganó en España los premios internacionales: Martín García Ramos por la Vocación Suspendida y el Premio César Simón por Del Tiempo, un Paso. En el 2013 ganó el premio de poesía Barranquilla Capital Americana de la Cultura con el libro Una Visita al Museo de Historia Natural. En portugués es autora de los libros: Vistas sobre o Tejo (2011) y Uma Visita ao Museu de História Natural (2014). En Portugal organizó y prologó varias antologías, entre ellas: Un País que Sueña. Cien años de poesía colombiana (2012) y Los Versos del Navegante. Antología poética de Álvaro Mutis (2013). Ha sido incluida en más de una veintena de antologías europeas y americanas. Sus poemas han sido traducidos al inglés, francés, portugués, italiano y alemán. Vive en Lisboa. 244


Así pasan los años Pasan los años, y aunque la vida me acusa de inmovilidad, también yo he viajado. Como una partícula de polvo he revoloteado por la casa y me he prendido a los libros. Como un insecto he reposado a la orilla de las acequias, o simplemente he sido una mujer que de tarde en tarde ha mirado hacia el mar buscando barcos olvidados por la neblina y que vuelven a la memoria, sin esperanza distinta de la muerte.

Bogotá, después de una visita a Helena Iriarte No hay relación entre las cosas y aquello que las encarna. La realidad acaso es un vacío y el reflejo en los espejos la evidencia de su precariedad. Los nombres van por el mundo retratando la angustia de no ser lo que nombran. La gente corre afanada hacia el vagón del metro o el autobús porque la vida depende de un concepto. Tampoco la puntualidad corresponde a su palabra, pues no se puede llegar con retraso al destino. ¿Es posible que convivan alma y cuerpo? ¿no serán un binomio inseparable, una sola cosa que no sabemos nombrar aún? En estos temas, como en tantos otros, me atropella la retórica, y vuelvo a preguntarme si será posible nada más vivir. Como llama que se eleva

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Muerte civil de la poeta El amor, dijo la poeta, es toda la vida para mí. Y así abandonó la escritura, renunciando a lo suyo como lo haría una camarera. Creyó que hacía falta ser otra para que la amaran. Por la noche tomaba un somnífero para dormir bien como cuando la poesía era toda su vida. Por el día se ocultaba para que nadie la viera escribiendo sobre otra mujer (especialmente para no verse a sí misma traicionando su renuncia). Aunque le avergonzaba ella seguía en su oscura tarea porque al escribir sobre la vida de la otra podía intercambiar las exigencias cotidianas por las del amor. Después se divorció y con el divorcio fue su muerte civil y la lenta resurrección de su alma.

Deseo de nada Todavía es temprano. Mil noches han caído sobre la tierra, y otras mil cayeron antes, pero aún no es tarde. El viento arropa con tanta fuerza la casa que se diría una madre enloquecida de amor. Pero el viento no puede amar. Tengo miedo. El mar no está lejos de aquí, y yo soy esa misma arena sobre la que caen furiosas, incontenibles y enajenadas las olas. Más allá, en el centro mismo de la tormenta, mi ojo busca las razones de tanta rabia. Tengo ganas de azotar a la noche hasta verla sangrar. Deseo hasta el infinito poseer algo que jamás se entregue. 246

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Mayéutica El mundo sugiere. No espero la visita de la musa, voy por ella, la traigo de la mano. Los que me conocen dicen que la mía es una vida triste. Pretender pasar las horas con una desconocida discutiendo, discutiendo. No pueden imaginar cuánto prefiero su hiriente compañía, el argumento casi siempre contrario, la sarcástica sonrisa triunfadora al dominio común de todos ellos. Mis simpáticos amigos dicen también que mi figura da pena cuando a cualquier hora y de cualquier manera salgo a buscar la escurridiza musa, y vuelvo sola y se me oye inventar monólogos que imitan sin gracia al diálogo. Pero después de cada fracaso pienso: Mañana volveré a buscarla, si tengo suerte ella traerá su arpa y entre discurso y discurso, tocará para mí una música espléndida.

Reloj sin manecillas Tengo el boleto para un viaje que promete el Jardín como destino, la costumbre de rondar sobre cenizas para no olvidar el fuego y la voz de mi madre que me arropó con rumor de palmas en la tarde. Tengo también el compromiso de estar viva, de preservar lo intocable para que el mundo siga siendo aquello que no soy. Pero vivir en redondo como aguja de reloj termina por cansar. Cuánta ironía: tener que envejecer para al fin recobrar la infancia, tener que morir para que ya nadie pueda robármela. Como llama que se eleva

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Del tiempo, un paso Hace años, tantos que da hasta miedo recordar, en un lugar que quedó tan lejos de mi geografía actual y que antes fue el aquí, ahora ¿hasta siempre? Allá donde duermen los sueños inconclusos y el aullido del lobo malo, donde bellas caperucitas se levantan las faldas de satín y ogros desvelados leen poemas a sus amores medievales; en esa tierra imposible hoy, real y conocida antaño, donde voces que fueron familiares suenan inauditas para el hoy. Tan duras como la piedra tan verdes como las enredaderas /hablaron esas voces, voces que se agitaban en un pozo vaciado de tiempo y sin palabras. Y en igual medida los dones y las promesas de los dones me fueron concedidos por entonces en el tiempo sin tiempo de la infancia cumplida. Después fue la vida y su despilfarro. Heme aquí, sin dádivas para mostrar, sin gracias para compartir. ¿Quién alejó de mí aquellos dones que me pertenecían? ¿Por qué se fueron contra mi voluntad hasta el nunca-jamás? ¿O fui yo misma la que huyó a espaldas de un sátiro mentiroso, y las promesas traicionadas se exiliaron en una esquina recóndita? Me pregunto si no seré una fugitiva de mis propios dones, si este deseo de nada no será el principio de otro nacimiento.

Olvido de mí Octubre ha llegado dominado por las lluvias, y los demás meses lo han seguido hasta aquí. De repente este amontonado tiempo lo ha llenado todo, el verde de la casa, las sillas, la manta que cubre el piso cuando en el verano me recuesto a leer. En mí no es posible el abandono del tiempo, la gracia que supone el olvido me hubiese salvado de esta invasión. 248

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Ahora debo caminar con cuidado para no maltratarme con tantos recuerdos. ¿Me engañaré o será verdad lo que voy a decir? Renuncio a esta visita, no le temo a la soledad.

Los gritos adultos Para Silvia Favaretto

Acontece que a veces es necesario recurrir al grito, el alma se angustia y viene el cuerpo en su auxilio. El cuerpo vaciado de palabras, lleno de miedo, ahíto de lamentaciones terminará por gritar. Rara vez el grito de un cuerpo es oído por otro cuerpo (por eso aprendemos a gritar hacia dentro, atesoramos nuestra desesperación, renunciamos a gritar como niños perdidos, crecemos). Los hospitales están repletos de gritos mudos y los llamamos cáncer o artritis o depresión uno y mil nombres asustadores y a veces definitivos. Un cuerpo que grita sólo desea ser escuchado por otro cuerpo. Cada uno con su necesidad del otro porque el yo no basta. No tiene por qué bastar. Pretendo gritar, gritar hasta perder la voz. Volver a ser pequeña, ir hacia atrás, hasta los tiempos en los que solo podía expresarme con llanto y a nadie asombraban mis bramidos absurdos. Ambiciono incluso ir más allá en el tiempo hasta regresar a la edad definitiva y segura de la nada. Como llama que se eleva

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El jardín como destino En los umbrales del jardín te espera la más hermosa nada. No encontrarás al gran ángel negro de alas encendidas ni saldrá a recibirte el viejo barbón que custodia la casa. Ahí has de encontrarte con el gran desconocido que fuiste, con aquel obscuro murmullo que aterrorizó tu niñez, el mismo canto de sordos que cargaste la vida entera. No encontrarás girasoles que se inclinen a occidente, ni azaleas encarnadas que escapen al alba. Atrás habrán quedado los árboles del Paraíso con sus ramas desfloradas erguidas al cielo con orgullosa inocencia y conocerás la vergüenza de haberte avergonzado /un día de tu desnudez. Si alguna vez llegas a los confines del jardín, ahí donde todo lo ha quemado el cielo, donde la materia cumple su único destino, sabrás que tu vida ha sido como un poema atravesado de tormentos pero insensible a sus propias palabras. Y te preguntarás cómo has podido no entender que tu anhelo de vivir eternamente, tu miedo animal a la soledad, no tenía el poder de construir otros mundos. El jardín es uno solo y a él vas y vuelves sin percatarte. Y como el alma no siente, solo sabe, te sorprenderás al saber que la nada posee tu propio rostro.

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Una visita al museo de ciencias naturales Un esqueleto. Un dinosaurio. Un fósil. Una piedra también me interesa. Largos corredores, lámparas de luz fosforescente y fría. Un meteorito. Un cuarzo gigante. Otro fósil. Una sala detrás de otra. Poca novedad. Y sin esperarlo mi propio rostro me sorprende. ¿Ya tengo edad para encontrarme en una vitrina? Fosilizada, pero no sola. Gentes que me fueron familiares, amores que no volverán, todo grabado en piedra. Como de otro planeta, todo. Todo tan doméstico y lejano, tan de otros ámbitos y, sin embargo, como si perteneciera al museo. El amor junto a mí, como un dinosauro, fosilizado. El amor como un animal extinto: familiar y extraño a un tiempo. El reflejo de mi rostro en la vitrina iluminada, su gesto sorprendido, y en mí, los deseables estragos del tiempo.

Como llama que se eleva

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Los circos de pueblo Para Armando Romero

Un payaso gordo y mutilado, otros a los que no les faltaba nada, salvo la gracia, varios enanos, un gigante, el hombre bala, un mago torpe y una joven funámbula. Yo me acercaba a los once años cuando aquel circo de maravillosa tristeza llegó a mi pueblo. La niña que caminaba sobre la cuerda no debía tener más de diez. Sí, era mujer aquella niña del circo, su pecho era plano como el de un buitre desnutrido, pero en su mirada afloraba una ave exuberante. Era menudita aquella cría de buitre y casi parecía natural verla caminar sobre la cuerda floja. Era un circo pobre, para los hijos de los pobres, y con descaro feliz los payasos pregonaban: “¡Esta noche a las siete no se pueden perder el mayor espectáculo del planeta!” “¡El circo más famoso del mundo, los invita a una única función!” Así lo anunciaron noche tras noche, y los niños noche tras noche creímos que era cierto. En esto consistía el milagro: en los payasos que mentían y amaban su mentira descaradamente. Y en aquella avecilla salvaje disfrazada de bailarina, la pequeña funámbula que caminó en nuestro pueblo sin llegar a pisar tierra, y sobre todo en las boletas mágicas de pague uno y entren dos y en esas funciones únicas repetidas noche tras noche. Ha pasado un cuarto de siglo desde aquella visita del circo y sin embargo pocas cosas han cambiado, la niñez sigue siendo un sueño enamorado de sus mentiras 252

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y la vida con sus personajes de inexplicable extrañeza continúa pareciéndose al milagro triste de los circos de pueblo.

Hay solo un tiempo ¿Hoy que vives entre cosas cotidianas te olvidas de aquella época ilustre cuando a tus pies tuviste la poesía? me pregunta desde un poema Raúl Gómez Jattin. Asustada yo no me detengo a contestar. Dice el evangelio que allí donde está el tesoro reposa el corazón. ¿Será por eso que quien soy no concuerda con lo que Soy? Decidirme por lo que no me agrada. Pensar en el futuro como si creyera en él. Temeridad. Hay solo un tiempo para ser, para hacer. Hacerse. Hágame. Hágase en mí. Ya no me hago. No puedo hacerme. Me dejo hacer por lo cotidiano. Me harta el final del día y no hay esperanza que me ilusione más allá del lunes. Me siento como una enamorada que persigue a su compañera infiel, la poesía, de antro en antro, buscando la ocasión de darle una bofetada para regresar con ella a casa y lamerle los pies. Aunque sé que la verdad es otra porque en realidad nunca salgo a buscarla soy la infiel, la amante egoísta y ególatra que se deja manosear en los bares. Tengo que reconocerlo aunque me avergüence: en mí se ha perdido lo más valioso del recuerdo y no sé si tendré fuerzas para salir a encontrarlo. Como llama que se eleva

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Lo que en verdad me pesa Lo que en verdad me pesa nada pesa en la balanza: tiene el amarillo de los canarios, la ligereza de un aroma y el filo de un hacha. La vida prometía recompensas y cumplió su promesa con penas. Contra mi voluntad me doblegué bajo su yugo, sostuve su peso sobre los hombros, crecí. Vivía, sí, pero sofocada y furiosa, impotente y sola. ¿Cómo logré librarme de su peso infernal? Una corriente de aire me había sometido amarrándome al pasado. No podía levantar la cabeza, había olvidado ese gesto de animal erguido. Pesaba demasiado la cabeza sobre los hombros. Nada sabía del futuro pero resistí. Pensaba que moriría bajo su peso, pero resistí. Adentro era la borrasca, el hacha, la cabeza mil veces cercenada, la tumba que cavé con las uñas. Afuera una brisa delicada, una bandada de pájaros emigrando hacia el sur, el aire tibio del Caribe envolvente como un útero. Mis días eran de blanco hielo, mis noches amarillo tormento. Pero resistí. 254

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Sobre los hombros un pájaro ensangrentado. Mi espalda se curvaba bajo el peso de mis delitos, y el verdugo cumplía solícito su tarea macabra. Con mis propias manos aprendí a apartar el cabello, a entregar el cuello con gesto delicado. Mis manos besaron las manos del verdugo, acariciaron su rostro, palparon su sexo con amor. Un día y una noche, uno tras otra: mis delitos, mi verdugo, mi hacha. ¿Cómo pude resistirlo? Pájaros decapitados. ¿Cómo logré librarme de su peso infernal? Hachas inocentes. Para recuperar la cabeza fue preciso morir mil veces. Abrazar mil veces a la muerte. Despacio, como una hija inocente y cruel la poesía brotó de mi herida y me envolvió en su río de sangre. Mis días y mis noches ni blanco hielo ni amarillo tormento. La poesía remplazó con su hacha al verdugo, en su altar purificó mis delitos, sin vacilar echó sobre mis hombros todo su peso y en un milagro de contradicciones aligeró mi carga. Bajo su presencia imperiosa he vuelto a mirar de frente. Ahora lo sé: estoy viva porque resistí. Escribo poesía para acostumbrarme a vivir. Como llama que se eleva

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Para mi abuelo Antonio, veintitrés años después (2011) Esta es la razón por la que procuro con el lenguaje la belleza. Tú no moriste, a ti te mataron. Para recibir un tiro en la Aorta viniste a la Tierra. Abuelo, tú que en vida fuiste fuerte y autoritario llegado el momento supiste cumplir tu destino de víctima. Los periódicos apenas te mencionaron. Para ellos no eras importante, tu muerte carecía de originalidad. Un hombre que recibe un disparo destinado a otro. Uno más en aquella avalancha de muertos inútiles. Tu funeral fue concurrido pero nadie pronunció un discurso. Al cementerio íbamos a visitarte con frecuencia, mi abuela siempre atenta a tus necesidades de muerto reciente, jardinero, oraciones y suspiros para su amado difunto. Sobre tu cuerpo crecía hierba verde y recortada como la mejor alfombra, decía el criado. No faltaban rosas frescas en los jarrones. Junto a ti crecía un almendro. Los adultos aprovechaban su sombra mientras tus nietos correteábamos entre sepulturas ajenas. Recuerdo que lo que más me sobrecogía en el cementerio era el abandono de la mayoría de las tumbas y en secreto juzgaba que eran muertos a los que nadie amaba. Con los años se espaciaron las visitas, ocupaciones, nacimientos y nuevas muertes te fueron dejando atrás. Recuerdo que las últimas veces tu túmulo había cambiado. Una hierba desaliñada y amarillenta crecía sobre ti y en lugar de rosas frescas un par de claveles de plástico adornaban tus jarrones. Nadie pagaba jardinero. Como la mayoría de los muertos estabas a tu suerte. Empecé a entender la naturaleza del amor cuando comprendí que finalmente te habíamos dejado solo, solo en tu túmulo de lápida de mármol tallada a mano, solo en tu desaliñado jardín, solo bajo el incendiario sol del Caribe, solo como solo los muertos amados pueden terminar. Hoy que tengo deseos de volver a visitarte 256

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reconozco con pesar que la mala memoria se tragó tu tumba. Te sepulté en mi propio corazón. ¿Cómo saber si hice bien o mal? Esa es la razón por la que procuro con el lenguaje la belleza. Creo.

La libertad después La vieja noche en las montañas junto al mar y nosotros en el andén todavía somos jóvenes. Con gesto poco entusiasta te veo mirar las vías del tren. La palidez de tu cara me recuerda las páginas de un libro que alguna vez me acompañó en un viaje y que ahora está en los entresijos de ya no sé qué estantería. Cada uno lleva su pasaje en la mano y tú volteas a mirarme porque esperas que te confirme lo que sabes: el tren que esperamos llegará. Inútil cielo, inútiles estrellas de todos los cielos, bienamada luna que brillas sobre los trenes en lontananza, aquí estoy yo. Conozco esas montañas junto al mar donde anidan la serpiente y el armadillo una forma siempre cambiante de mi vida roída por los grandes problemas. La infancia ya pasó, la juventud se está marchando, impasibles los trenes silban en la distancia. Pronto llegará el que esperamos y seremos libres, me dices desatando la tristeza. Tú, la estación desolada, el tren que no termina de llegar, todo empieza a recordarme un pasado en otra parte, la forma siempre cambiante de mi vida roída por los grandes problemas. Somos una afirmación de vida Como llama que se eleva

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dos cuerpos que mueren orgullosos de estar vivos, cada uno con un pasaje para después de los días para antes de los días sin retorno. Inútil cielo, inútiles estrellas de todos los cielos, bienamada luna que brillas sobre los trenes en lontananza, aquí estoy yo. Escucho cómo se acerca a lo lejos el tren, la promesa metálica, y me estremezco porque en sus vagones podemos ir donde elegimos ir. Deja que te mire por última vez en esta noche olvidada del mundo en la que dejamos padre, madre, casa y jardín. He decidido abandonarlo todo sin mirar atrás y sin lágrimas. No sé por qué siento que sólo yo saltaré en el momento justo. Sigues aquí junto a mí y todavía somos jóvenes cada uno con su pasado alto e inaccesible como torre de reloj de aldea. ¿Saltarás de esa torre a tiempo o dejarás la libertad para después?

No habrá sido por miedo a la tempestad Imagina un montaña por el día. Una elevación de tierra enorme cubierta de hierba verde. ¿Puedes verla? La hierba ondula, resplandece, silba. Liebres y conejos asoman las orejas aquí y allá y si miras con detenimiento algunas flores tiemblan. ¿Qué ves si te pido que imagines una montaña a plena luz? Ahora imagina la misma montaña por la noche. La tierra se eleva escabrosa y en la cima hay rocas, 258

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grandes rocas que amenazan con caer, o que al menos simulan que podrían caer. El cielo está oscuro, sin luna, relámpagos y truenos iluminan aquí y allá. ¿Qué ves si te pido que imagines una montaña en el principio de la tormenta? Soy yo la que desde la cima de esa montaña te mira. Es domingo, la montaña a plena luz, en fiesta. Estás a unos pocos metros de mí si quisieras podrías mirarme a los ojos. Pero si estando en la cima nos alcanza la borrasca, desde esta cumbre atormentada por la lluvia yo no te miraré. Si tú no me miras no será por miedo a la tempestad: con ese aire entre patético y aterrado me pareceré demasiado a la mujer que no quiero ser.

Querido Oscar, he aquí el verdadero enamorado Es el verano. El ruiseñor gimotea en la tarde y su vuelo milagroso atraviesa la luz como una espina. Sí, es verano y pronto no habrá canto, ni tiempo, ni recuerdo, ni gemido. A lo lejos las acacias bailarán con lentitud la música que el río les ofrece, y la tarde terminará por tragarse la luz. Abajo, junto a la ventana de mi cocina, el ruiseñor, él único que conoce mi nombre desde siempre, ese pájaro centenario e imposible que endulzó las noches de mi niñez, ofrecerá su corazón para que yo pueda ver la rosa. Ingenuo pájaro que escuchó los delirios de mi fiebre en balde clavará su corazón en el rosal. Sí, amo esta hora pasajera y el rosal ensangrentado, pero florecido. Como llama que se eleva

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Sí, amo esta estación del tiempo que no pasa, y el ruiseñor sacrificado en vano. Inocente ruiseñor junto a la ventana de mi cocina. ¿Para qué sirve el amor?, le pregunto. Mañana habrá una rosa, me dice, en el jarrón vacío de hoy.

Contigo yo conocí Contigo yo conocí un teatro que parecía hecho para nosotros. En él, dijiste, representarían alguna vez la historia de nuestro amor. Era tan grande ese lugar que hasta el final no supe por dónde se salía, o cómo era que habíamos entrado. Una chica morena acomodaba, recogía los boletos y los agujereaba con un artilugio metálico. Parecía tan triste esa muchacha, nunca nos miró a la cara, nunca vino a sentarse a nuestro lado, su rostro me recordaba las campanas de San Roque y también las de San Nicolás. Así de triste se veía esa chica, ella que se llamaba Esperanza. Era hermoso ese teatro que tú me enseñaste, con todas aquellas sillas vacías y el escenario sólo para los dos. De allí yo no quería salir jamás. Pero como todo lo bueno llega alguna vez a su fin, un día tuvimos que irnos para cumplir el destino. La acomodadora parecía contenta por nuestra partida. Movía los labios como intentando sonreír, o quizás musitando alguna frase. Imposible saber lo que significaban sus muecas, a esa chica le gustaban los misterios. Desde entonces estamos de vuelta en el mundo. Ya no hay Esperanza, ni sillas vacías, ni gran escenario, hay mucho tráfico, estaciones de metro que estallan, un trabajo con horarios, y a pesar de todo aún te amo. 260

Lauren Mendinueta


lya sierra (Barranquilla, 1953)


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Licenciada en Ciencias Sociales y Económicas de la Universidad del Atlántico. Ganadora de la Beca de Creación del Ministerio de Cultura y el Fondo Mixto del Atlántico, modalidad ensayo con el trabajo Meira Delmar y otras voces femeninas del Caribe colombiano. Segundo lugar en el Concurso de poesía universitaria de la Universidad Externado de Colombia. Incluida en la Antología de Poesía del Bicentenario. Libros publicados: Baladas para nombrar este tiempo de Sombras (poesía). Esa gordita sí baila (novela). Sus poemas han sido publicados en varias revistas del país y en revistas de Suecia, México, Argentina, Bolivia y Venezuela. Correo: lisgar2@hotmail.com 262


Silvia Castro habla de su Joaquín silvia castro habla de su joaquín como una colegiala de antaño hablaría de su amor inicial la picardía le patina por el cuerpo de cañabrava en reposo en sus ojos se atropellan los días de otro siglo en el que se quedó su hombre enredado en un laberinto de tiempos vuelve al día en que lo vio vestido con la elegancia propia de los veinte y sucumbió a su estampa de carpintero serio que hacía los mejores muebles de toda la comarca fue en el primer baile de ella que ahora danza en sus pupilas de bisabuela inconforme dibuja el vestido hecho por las manos de la tía solterona la que anduvo recogiendo sobrinos por los pueblos olvidados los frutos que fueron dando los ímpetus de manuel el que fue músico de banda silvia cuenta del abrazo en que la encerró joaquín para protegerla del trueno Como llama que se eleva

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que paralizó a la orquesta que molía sus cadencias en el rincón del agua fresca con memoria juiciosa revive la salida por las calles donde la lluvia trazaba charcos de impaciencia y el cochero esperaba para llevarla a la curiosidad de la tía por saber las impresiones de la primera salida habla de su noviazgo que siempre fueron visitas controladas por toda la parentela de gómez de risa corta a la caza de un descuido para que hablaran las manos que por supuesto no lo hicieron cuenta de los consejos de tía sobre cómo enfrentar las malas mañas que todos los hombres adquieren sentenciaba solemne con la certeza que daban las experiencias ajenas el vientre de silvia se ensanchó por quince veces seguidas y ya el amor fue otra cosa pero aún cuando habla de las mujeres sonsacadoras que asediaban a su joaquín de las borracheras 264

Lya Sierra


que restaban el pan y de las iras que menguaban su paciencia de señora de su señor los ojos de silvia castro son los de una quinceañera aunque lleva veinte años sin su bello parejo de vida

Onírico esta mañana de octubre bien despierto salvador dalí se pasea por veinte de julio luce una desfachatez de piyama y de sus infaltables bigotes que son un desafío al caos de las aceras esta arrogante criatura que con una pirueta galante me ha cedido el paso ¿de qué sueño habrá salido? aclaro que de ninguno de los míos.

Al olmo de Guizors también el árbol sabe de misterios y de cábalas por algo sus hojas son los oídos del tiempo. Como llama que se eleva

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Un brindis triste por la medialuna dejad las lámparas no hay amanecer entre los muertos omar khayyam

ese rojo que enluta las arenas no es el de las rosas ni el del sol que nos entrega al esperado abrazo con la noche es el rojo que alimenta al águila insaciable que parte mezquitas y plegarias el odio se bebe todo el cielo de bagdad la ciudad dada por dios el mismo cielo al que scheherazada conjuró para alargar sus días con un vuelo de alfombras con aquel árbol que canta con las buenas trampas de aladino con genios seducidos por la picardía de las amantes con caderas que son lunas opulentas los dátiles reciben todas las apuestas de la muerte sangra la memoria del profeta gime el cubo sin que el grito del muecín lo anuncie bagdad ya no es la ciudad dada por dios sino la devorada por legiones de llamas codiciosas. 266

Lya Sierra


Ocurre que me pierdo ocurre que me pierdo cuando intento acercarme a mí conocer mis desatinos mis pobrísimos aciertos ocurre que a veces muchas veces la brújula secreta se enloquece y mi norte es una enloquecida referencia puede ser un claroscuro donde la luna instala su miedo (con leñador y todo) suele ser por contraste la noción de un inminente optimismo que al no encontrar mis cardinales cómodamente instalados se confunde con los ángeles feroces que el filósofo de atenas no advirtió cuando ingenuamente quiso que viajáramos adentro de nosotros.

Adivina adivinador sin ser peter pan yo vivo en el país del nunca jamás no voy a decir por qué al igual que francisco urondo yo también creo “que la vida es lo mejor que conozco”.

Como llama que se eleva

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De vez en cuando de vez en cuando provoca darle un pellizco a la luna para arrancar un respingo al leñador sentado sobre todos los milenios de vez en cuando conviene alterar el compás de los insoportables relojes que nos acortan el tiempo del amor y con ello el de la vida de vez en cuando es muy bueno tirar de las barbas del día para que no se repita mañana con los mismos desafueros de vez en cuando es muy útil revolver nuestra memoria separar con cuidado los claroscuros vividos inventariar luces y sombras ocasos y amaneceres osadías e inhibiciones y tirar por el olvido los necesarios fracasos que hemos acumulado por las edades de la vida.

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Lya Sierra


Del presente que no es efímero en este país mi país yo vivo de conjuros y me invento una casa de todos los encuentros con ventanas abiertas a otro suelo en este país tu país tú eres mago y a falta de palomas que otros desprestigian en una algarabía sosa de campanas tienes lluvias de colores y ese árbol tierno que además de cantar siempre ofrece sueños que entran por mi piel desde todas las distancias en este país su país él saca imprecaciones de la rabia es su recurso preferido cuando mira lánguidas canastas donde el pan es menos que los circos en este país nuestro país nosotros oscilamos como péndulo oxidado de la verdad a la mentira y muchas veces no sabemos si nuestra orilla es verdadera o una amenaza de arena movediza en este país vuestro país la segunda persona del plural no se conjuga como no se conjugan muchas cosas Como llama que se eleva

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en este país el de ellos pocos muy pocos hacen el país mi país tu país el de él el de nosotros el de los muchos.

Cuando a veces la primera encrucijada a veces la primera encrucijada nos asalta suele venir detrás de la figura de aladino o de aquel árbol parlanchín separado de ariadna por otros meridianos pero confundidos en una misma visita de noviembre que nos trajo el primer luto de familia por el controvertido amigo del azúcar o tío sin segundas intenciones pero en primera línea del afecto la inicial encrucijada con una primavera ajena por supuesto y por añadidura rota con un mayo bien extraño girando en las noticias y tantas preguntas merodeando en los descansos muchos nudos al acecho del asombro el perfil de la puta más santa de los tiempos las primeras barbas que barrieron el desahucio limpiaron las infamias de la nieve y le inventaron canciones al futuro también la obligada confidencia 4 p.m. de todos los bullicios suele asaltarnos pero claro sin la suerte de aladino.

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Lya Sierra


Amantes del siglo pasado es de noche: a esta hora despiertan las canciones de los amantes, y también mi alma es la canción de un amante friedrich nietzsche

con este afán de tiempo que todos tienen pronto tú y yo seremos amantes del siglo pasado y eso tiene sus ventajas a pesar de que los astros seguirán presagiando (es su vieja costumbre) que con tu tierra y con mi aire somos un torbellino en seco tú seguirás siendo mi incansable seductor que por instantes olvida su talante cartesiano y se desboca como un corcel conducido por dionisio (diría aquel inocente que oyó hablar a zaratustra) yo seguiré viviendo con la medida exacta del menos común de los sentidos con mis frecuentes equívocos para la vida práctica con mi difícil adaptación a otras circunstancias y otras gentes y seguiré soñando que vivo en otros días Como llama que se eleva

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quizá muy peligrosos pero seguramente más humanos viviremos amándonos con todas nuestras claves esas que nos inventamos y los demás nunca tendrán con su inútil afán de tiempo en fin para eso ya casi somos amantes del siglo pasado.

Oda para nombrar a Palestina jenin como mapiripán parece el nombre de una pista abierta al retozo de todas las ardillas pero qué va jenin como mapiripán es una sola boca suplicante y toda ella roja que bebe en la arena el aliento postrero de sus hombres el lamento final de sus mujeres no alcanzó la sangre de sabra y de chatilla para saciar al minotauro posmoderno que no fue engendrado por un toro en el vientre de una reina soñadora sino por el águila implacable que fecundó a la estrella de david. 272

Lya Sierra


Huamán por los caminos del Alto Valle del Sol (1525) huamán sabe de ciertos hermanos que copularon con sus hermanas aunque los viejos del ayllu dicen que fueron dos que después de salir del alto titicaca hundieron su vara en el valle donde nació la ciudad que los guerreros volvieron el ombligo del nuevo cielo y poblaron con llamas que pueden oler la luz de la cercana centauro huamán cuenta en las cuerdas los soles que lo separan de las piedras de su cuzco ha señalado caminos entre todos los caminos para los chasquis de pies veloces y por ellos ha sabido que la sombra de la guerra confunde a huáscar y atahualpa pero no han podido decirle -ellos tampoco lo sabenque pronto las muchas lenguas infectadas de codicia ocuparán los cuatro suyos pisarán el fuego que las mujeres del sol siempre tienen encendido y dejarán su infierno aquí en el alto ombligo del mundo.

Como llama que se eleva

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Todos los amantes niegan a Platón porque sienten que su entrega es real y el reflejo de sus cuerpos solo sombras en un cuarto inundado por la luna o por el sol todos los amantes niegan a platón.

Balada para los ociosos de las cuatro esquinas que miran a Colón usted que se traga la ciudad por un zapato seguramente sabe cuántos hombres colgaron su último gesto de cordura en la seriedad de las estatuas mira el orgullo de piernas manos cuellos estrenando una primavera de sorpresa oye y repite las decisiones de aquella ex-señorita que nunca aprenderá la situación exacta de turquía envidia al hombre que no necesita esforzarse demasiado asiste a la comedia de todos los habitantes del progreso porque claro usted asolea el ocio para que no se pudra en sus bolsillos.

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Lya Sierra


Fotoroust el niño pálido con sus delicados rasgos enmarcados por rizos negros saborea la galleta con delectación esa galleta años después será una de las claves para iniciar la búsqueda del tiempo perdido.

Invitación para Whitney Houston si le agarras la cola a la fama y giras con ella en el carrusel de las frivolidades y subastas a ningún postor tus ratos esenciales y disuelves el vacío de toda existencia en los paraísos artificiales desandados por baudelaire y por tantos desesperados y te dejas encerrar por los espejos donde los números fáusticamente consumen tu escasa ración de sosiego y ferias tus ojos de niña sola a los aplausos planetarios entonces aquí está el agua con toda su quietud invitadora será volver a la esencia al origen que nunca te armó trampas ven… Como llama que se eleva

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De aquellas sombras de aquellos días de guitarra de él de aquellos días de canciones de ella que alborotaban suavecito la inconformidad de aquellas noches de trova cubana con alguna película por casualidad cubana ¿qué queda? únicamente dos sombras que vagan por los parques donde los enamorados se besan con el guiño alcahuetero de la brisa que apenas toca las dos cabezas de esos bohemios que se la fumaron toda es decir la vida ahora cuando él saluda con un aforismo preferido de cioran ella asiente con una risa idiota luego se alejan engatusando la tarde con las baratijas que les permita seguir fumándose lo que aún tienen de vida.

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Lya Sierra


Este Manuel que se yergue este manuel que se yergue con una estatura de más de siete vientos desbocados no es el manso olivo de postales diluidas en un paisaje de trasnocho este manuel que se yergue como árbol innombrable mas allá de toda sangre tampoco es el último guerrero de la vida este manuel que se yergue desde el inacabable paréntesis de lenguas sumergidas en silencio siempre supo que soles burlones apuntaban a sus días supo de los paquidermos que tiñen de complicidad las oficinas donde juegan a la guerra y no precisamente con los soldaditos de plomo de los cuentos este manuel que se yergue aquí en este baile alucinante de calibres señala desde todas las bocas desahuciadas acusa desde todas las sonrisas trituradas pues lo suyo fue la vida el horizonte de las barbas limpias este manuel que se yergue. Como llama que se eleva

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Para volver a Scheherazada tendría que correr a perseguir lámparas para arrancar deseos al humo de los siglos esperar botellas armar las rodillas de la ira y entonces regalar un eclipse al homosapiens tendría que dejar las uñas llegar al idioma de los peces y ver al sultán del agua en su silla de algas volvería a las moscas imprudentes en su tumba de miel al oficio de atravesar las piernas del gigante de rodas para tener la primera noción de la astuta scheherazada.

Petra petra ciudad de los beduinos ruinas de antes del imperio de las cruces la medialuna besando las arenas desde cientos de siglos sin profetas que entregaran la memoria la sed de los leones nunca tuvo morada entre las grietas los alfanjes ya se sabe sobreviven sin el agua dice el beduino dadme un caballo y venceré la hostilidad de los desiertos. 278

Lya Sierra


margarita esCobar de andreis (Santa Marta, 1949)


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Socióloga que ejerció como directora de la Corporación Promujer. Sus poemas y artículos han sido publicados en varias revistas literarias del país. Libros publicados: Una grieta en el espejo (1995) y Tan solo un decir (2006). Correo: escomar70@hotmail.com 280


De Tan solo un decir (2006)

Sin salida No quisiste dejarme entrar en tus abismos. Los cubriste con racimos cargados de palabras. Yo en cambio te alojé en lo hondo donde reside blanca la callada incertidumbre donde nace el sol y se doran las heridas. ¿Sabías acaso que entrar en el silencio puede no tener salida?

Regreso ¿Y si nos devolviéramos bordeando las estribaciones de la música? ¿Y si desandáramos el umbroso zaguán que nos puso en este día? ¿Y si a nuestro cuerpo lo arrastrara una barca hacia el olvido? ¿Despertaríamos acaso en otro sueño en otra brisa dibujándole orillas al umbral llenándolo de borrones y de enmendaduras?

Como llama que se eleva

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Al cuerpo Mientras lo dicen con estupor o lo nombran con indigencia las palabras todo ocurre en esa suntuosa nada con la que alguien nos vistió para dejarnos en esta fiesta. Ocurren nombres, abrazos y desconciertos. Suceden abismos que solo se atreve a mencionar la música. Acontecen ecos cuando se borran los espejos con la brisa nada nos pasa fuera del frágil recinto con el que nos encerraron para soñar con amores eternos y paraísos. Poemas sin publicar

A la deriva Asómate a mi extrañeza y encontrarás un barco ciego navegando con un dudoso itinerario. Una nave alucinada que intenta borrar de todos los espejos las cicatrices que se tuercen en las olas. Un buque en convulsión, temblando. Asómate y verás que el barco se enrumba hacia el final hacia esa inmensa grieta donde tenemos una deuda con el mar. 282

Margarita Escobar dE andrEis


El cuerpo A veces el cuerpo es un ala que se debate con los guardianes de la intemperie. Se despliega persiguiendo la música con movimientos de danza. A veces es una espada que si lo roza otro cuerpo se desangra. A veces es trino de un pájaro cansado o la palabra de un niño que busca equilibrio en el hilo de una voz.

Rescate Los recuerdos se zambullen en un mar lejano para que no se seque el baúl de la memoria. Las islas que evoco parecen barcas ancladas en su quietud, no conocen su itinerario. Los alcatraces planean tragándose el horizonte. Del agua sube el humo salobre de las lágrimas que no hemos llorado todavía. En el oleaje del cuerpo cada uno tiene su mar. Como llama que se eleva

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Hacia la niñez perdida Emprende camino hacia la niñez perdida Escarba entre los desechos y recupera los granos de oro que obnubilan tu memoria. Ponle cara a los fantasmas que bailan en los alrededores de tu cama. Prende la luz de los rincones Vuelve a escribir las frases que se deshicieron con la brisa Abre el corazón de las respuestas. Bajo la piel de tu cara hay una máscara Encuéntrala

Soledad desnuda La misteriosa sombra me acompaña al borde del camino. Como no tiene voz hablo en secreto con su transparencia. Intercambiamos sueños con la ausencia que nos ronda desde que entramos en el mundo. Voy con la soledad desnuda, indescifrable, sin música sin palabras. La antorcha que sosiega el miedo y enciende la penumbra dice con su voz de fuego: Rescata la música del cuerpo antes de que se acabe el instante. 284

Margarita Escobar dE andrEis


Volver al poema Cuando suena la música entro a lugares oscuros El pecho se estremece y llora Bordeo las horas que atraviesan el tiempo y la soledad se serena. Vuelvo al poema a desandar cada palabra a perseguir la máscara que huye. Abro la puerta de la herida que no han curado los días y regreso a la nostalgia de un paisaje que no he visto todavía.

Un regalo del mundo Asomada a la columna de nubes observo el espacio de la música Se vuelve clara la noche y deletrea el milagro del sonido. La oscuridad llega desde lo profundo mientras el estruendo de un relámpago bordea la penumbra. Las palabras, barro de alfarero, son un regalo del mundo para dialogar con lo que existe para dar forma y nombre a lo invisible.

Como llama que se eleva

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Necesito una voz Necesito una voz que dialogue con mi silencio Las palabras enmudecen no alcanzan a desenredar el nudo del poema. La penumbra blanca circula con el aire a fuego lento, en las manos se vuelve espíritu sensible. Hay una franja en los días donde la palabra es duda camino tortuoso soledad invulnerable. Necesito una voz que hable con la incertidumbre para que la esperanza brille entre los escombros.

Atada a una sombra El espejo de arena me busca y me atormenta. Me mira y no entiende por qué estoy en la copa de los árboles donde florecen los pájaros. No conoce los latidos del cuerpo ni la suave lluvia que humedece el corazón de mis oscuridades. Me llama pero no puedo seguirlo porque estoy atada a una sombra. 286

Margarita Escobar dE andrEis


Atardecer Los colores del mar vuelan hacia el horizonte para hacer una fiesta en las nubes. Chorros de sudor que el sol derrama se convierten en un manto rojo que arropa la intemperie. El atardecer no es tuyo, solo la noche te pertenece. Sales de la oscuridad y regresas pronto a ella. Sigue tu camino Deja la huella blanca en la arena Vuelve a donde nadie te espera, allĂ­ donde el tiempo se deshace en brumas.

Ciudad de la palabra Hablar de nuevo, remover los racimos de piedra que aprisionan la garganta, deshacer los nudos de agua con los que se atraganta tu voz. Caminar por senderos que te alejen del vacĂ­o sobre calles inciertas entre huellas perdidas. Que tus pasos te lleven a la indescifrable ciudad donde la palabra escurridiza se aloja. Como llama que se eleva

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Huéspedes del tiempo Los huéspedes del tiempo caminan en el silencio hacia lo oscuro. Por peldaños de arena los guían árboles blancos hacia territorios desconocidos. Si suben a la noche dejan caer un ramillete de estrellas.

Silencio dormido Hay un poema perdido en el laberinto de la noche. La caricia de una palabra dejó la nada en los versos. Una ráfaga de aire lo lleva hacia el olvido y nunca regresa al cristal empañado de la memoria. Tal vez un rayo, hijo de una tempestad callada, lo transformó en tinieblas, o una luna de fuego apenas dejó un silencio dormido.

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Margarita Escobar dE andrEis


A la orilla de un poema Mientras todo duerme las palabras insomnes salen del sueño. Un pájaro recién nacido se vuela de la jaula y el agua sedienta se derrama en el aljibe. Despertar cuando el ángel de la lluvia que cuida mi sueño recueste la cabeza en la orilla de un poema.

Fugaz Aunque el corazón te tiemble y la respiración agitada te robe el aire, aunque te duelan tus raíces más profundas, abre tus manos a la música. Recíbela como si fuera el secreto de una larga ausencia. Déjala que entre con su luminosa estrella al río de piedras blancas que golpea la ventana. A veces el coro de pájaros y sus fugaces momentos se desvanecen antes de que regrese la voz.

Como llama que se eleva

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Preguntas al viento ¿Qué hacer cuando el dolor te duele y la sed evapora el agua de la quebrada? ¿Qué hacer cuando la mirada se esconde en el socavón de las entrañas? ¿Qué hacer cuando las palabras amanecen regadas en un campo sembrado de abrojos?

Días de guerra En las calles rotas los niños cantan y juegan; no saben que retozan sobre las arduas pasarelas de la muerte. Nosotros deambulamos en los arrecifes recogiendo esquirlas entre los alaridos del mar. El sosiego que aguardamos se pierde en una isla de sueños, ilumina la oscuridad herida, la montaña de palabras deshechas y un lago rebosante de flores marchitas.

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Margarita Escobar dE andrEis


Voces ausentes ¿A dónde han ido aquellas voces que callaron para siempre? A veces regresan mudas, a tientas, del fondo de la nada. Solo la sombra de un adiós puede escucharlas.

Contrariar al tiempo Anda despacio, contrariando al tiempo y su trasegar ligero. Sumérgete en las profundidades del agua, nada en su tejido azul, en su disfraz de espuma. Camina lento hasta llegar al paisaje donde las palabras se regodean. Demórate mientras recoges piedras en el vacío. Reúne semillas para que los árboles hagan sombra al coro de niños abandonados. Dilata las horas quietas que acumulan el descanso. Busca el sosiego, instálate en el reposo, retrasa el momento de la partida. Si no obedeces al afán que te proponen las horas tal vez te encuentres con las alas de un poema.

Como llama que se eleva

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Un grito en la madrugada ¿Qué hacer con ese grito de la madrugada? Escríbelo en el pliegue de las sábanas. Anótalo en el suave declive de la almohada y vuelve a soñar como si nada hubiera pasado.

Dolor de música Está oscura la tarde. Abro la ventana para que se vaya el silencio y regrese de su misterioso lecho la música. Música que suena en el azul del aire. La que trae en una canción todo el pasado y gotea como hilo de agua en la lluvia. Música con palabras o sin ellas. Música ligera que estremece el cuerpo. Música ardua que nos confunde con sus oscuridades. Música que nunca he podido saber por qué duele.

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Margarita Escobar dE andrEis


Camino de regreso Atareadas esperan las calles. El sol reciente y esquivo ilumina la ciudad con la luz tenue de la luna que se oculta. Voy por un camino de regreso sin haberme ido todavía.

El olvido donde nací ¿A dónde puedo ir con esta estrella sin luz con estas palabras rotas y las alas cortadas? ¿A dónde iré con este claroscuro que oficia ceremonias silenciosas y solo ilumina la ruta con la luz de una luciérnaga? Tal vez a desandar el camino a escuchar el rastro de voces a resucitar imágenes ciegas a restaurar palabras borrosas que se desbarataron con la brisa. A cambiar el rumbo a la memoria para que trace una vía lenta donde los sueños vuelen asombrados hacia el olvido donde nací hacia el suelo donde mi cuerpo recuerda.

Como llama que se eleva

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Partir Borrar los recuerdos cuando duele el pasado Apagar las melodías cuando la música hiere Entrar en el olvido Partir hacia el silencio.

Dos guerras Hay una guerra ajena que no duerme donde se deshace la risa y la música se apaga. Y hay una guerra tuya que ama y aborrece al espejo, la que debes derrotar todos los días. Una guerra que compartes sin saber quién es ni qué quiere el enemigo.

Palabras calladas Las palabras calladas entran en el amanecer, nos despierta su silencio. Nos alumbra la pequeña luz que sobra de la luna derretida. 294

Margarita Escobar dE andrEis


Las palabras no saben qué decir cuando ven correr la libertad arrastrando sus cadenas.

En el umbral de la memoria La carcajada rota El ala detenida a las puertas del canto La fatiga deambulando al otro lado de la lluvia mientras las gotas de tiempo humedecen el cansancio de las sombras. La música, el dibujo íntimo de la palabra se esconde tras las luces. En el roce cotidiano de los cuerpos hay un cerrojo. Los recuerdos amordazados sueltan las cadenas de la memoria.

Sin historia Hoy no tengo ninguna historia que contar salvo el reflejo del mar que duerme en la memoria, salvo esa niña tan mía y tan ajena que juega en lo más hondo de mi piel. Porque el silencio cruje en el suave declive de la almohada, porque se fue y sigue aquí el perfume de la infancia. Como llama que se eleva

295


Exilio A donde vayas tu exilio irá contigo. El aire que forma tatuajes en el agua llegará como un íntimo recuerdo, como la muerte que nos visita cada día, como una brisa suave en el atardecer.

La guardiana del silencio Siempre estoy en otra parte persiguiendo palabras para hacerle un cerco de puñales a la herida. Entre tanto, la voz mira hacia adentro y calla. Es la guardiana del silencio.

El amanecer ¿Cómo decir del amanecer si ya es de noche? El que trae la luz no puede verla. Busca la gruta que lo salve de la intemperie lo proteja de la luz y lo arrulle en la penumbra. En la aurora al salir del sueño hay una ventana que mira hacia la sombra. 296

Margarita Escobar dE andrEis


margarita galindo steFFens (Barranquilla, 1946)


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Periodista egresada de la Universidad Javeriana de Bogotá; ha ejercido como reportera y columnista de los periódicos Diario del Caribe, El Heraldo y El Tiempo. En 1980 se vinculó a la Universidad del Atlántico en la Facultad de Bellas Artes y posteriormente fue directora del Museo de Antropología de esa misma universidad. Fue Coordinadora general de la Escuela de Arte del Distrito. En la actualidad dirige en el Centro Cultural de Comfamiliar del Atlántico el taller literario Ojo de Agua. Es Directora Ejecutiva de la Fundación Página Suelta, para el desarrollo del talento artístico y la motivación al conocimiento en los sectores menos favorecidos del departamento, y forma parte del Consejo Editorial de la publicación literaria que lleva el nombre de esa fundación. En el año 2008 la Consejería para la Equidad de la Mujer de la Presidencia de la República le concedió el Premio Nacional de Poesía Meira Delmar, modalidad Libros Publicados 2006-2007, por su poemario Detrás de la Lluvia, con edición del Fondo Editorial Universidad EAFIT. Correo: magalindo0509@gmail.com 298


Del libro Detrás de la lluvia (2006)

Tu voz Ahora no es la palabra, es una alondra en el preludio diáfano del canto. En el sol que es memoria de tus labios, donde arde el mediodía. Son tus ojos dorados, canela y musgo, en sueño convertidos al paso de la abeja. Es tu voz que regresa de un silencio profundo hasta el brocal de mi oído, pozo de amor, remanso de agua limpia, espejo de tu ausencia.

Como llama que se eleva

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Bajo la lluvia Tu voz… Aroma, pétalo nuevo. Un ángel de oro viene despacio, manos de plata, labios de bruma. Tu voz, la casa, jazmín y puerto. Con hilos claros teje coronas y las mujeres, en las ventanas, sueltan las trenzas, lavan el cuerpo bajo la lluvia. Tambores suenan, trota la sangre, un potro de alba bate sus crines sobre la luna. Otra vez pasa el niño con alas, van sus sandalias llenas de espuma. Tu voz de sueño, de humo, de viento, corola abierta, mordisco y fruta. 300

Margarita galindo SteffenS


Trae hojas de luna Tu árbol se llena de caracoles como la noche. El viento juega soplando historias por las ranuras. Mi árbol de plata riega sus raíces, agua de menta. Tu árbol que tiembla como los hombres, trae hojas de luna. En el silencio hay sábanas nuevas: hilos de aroma cosen los bordes de su blancura.

Como llama que se eleva

301


En tu caña de lluvia Descansaré a tu sombra árbol mío, raíz del alba. Me embriagará tu savia. Seré una gota nueva en tu caña de lluvia, desbordaré los dédalos del agua. Hecho con sol, el iris en tus hojas es un camino abierto que fulgura. Desandando por él iré disuelta, y volveré a la fuente del cauce elemental que me ha dejado alondras en el alma.

302

Margarita galindo SteffenS


Y bien pudiera amarte Hablemos, muerte mía, desconocida mía, oigamos caer la lluvia. A su lado tranquilo pasa el viento. Humedece mis manos su rauda cabellera finísima de gotas y la brisa le deja sus cánticos azules al silencio.. Hablemos, te he encontrado en la frente pequeña del rocío y bien pudiera amarte. Quiero esperar la noche hablando de la vida contigo, muerte mía, mientras la lluvia cae.

Como llama que se eleva

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Para entender el agua Desnúdate en la lluvia, cambia tu cuerpo en flauta para hablar con los pájaros del aire. Lava tu árbol, sus hojas han tejido una historia con las voces del viento. Podrás oírlas, se vuelven luciérnagas cantoras cuando pasa la luz. Desnúdate de formas para entender el agua, la experiencia encantada de la gota, llevas huellas de luna, adorno de tus muslos, anillo de tus dedos. Desnúdate y florece, hay un camino ansioso esperando tu vuelo.

304

Margarita galindo SteffenS


La luna sobre la casa Lucernas altas. De noche se oye el canto de las ranas, visajes hace la sombra manchando la pared blanca. Hay un farol encendido, a veces un charco de agua, sobre la calle papeles y pedazos de nostalgia. ยกSe ve la luna tan grande bailando sobre la casa! Nos mira con ojos hondos, prendidos en la distancia. Sus pies parecen un vuelo sobre las tejas que le hablan. Unas le cuentan sus cosas, otras tan sรณlo las callan pero le preguntan dรณnde despertรณ la madrugada.

Como llama que se eleva

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La luna que luce anillos de mágica filigrana, por los alares del techo viene enredando la falda.

Con fondo de mar 1 Rada de Caño Dulce, ancha mano de arena extendida en la luz; sobre tu palma se alzan luminares, y se adelgaza el aire para que fluya el sol eternamente. Tus lavadoras de algas, insomnes, urdidas con hilos de humo blanco, cantan sobre las piedras, recogen en la espuma los lirios de la sal. Brujas de agua, medusas, altas magas del líquido universo que guardan su conjuro en caracoles, en vientres abrigados de nácar. 306

Margarita galindo SteffenS


Rada de Caño Dulce, hay torres empinadas en tu fondo, peces espada armados Caballeros, peces trompeta, rayas de la luna, caballitos de mar. Con ellos los fantasmas, las huellas, las cabelleras sueltas, las pisadas y todas las palabras que un día fueron. 2 Miro por la ventana de tu casa de agua. Desde arriba, donde andan las quillas de los barcos y amanece con sol. El óxido del muelle ha florecido oscuro; muestra su fibra derrotada, somete su impotencia al embate de la ola, al rudo tratamiento de la sal. Sin embargo, alcatraces, Sin embargo, gaviotas. Las libélulas rojas en la orilla, Como llama que se eleva

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apaciguan las horas del olvido, y en el aire se quedan detenidos, el trasmallo, las manos, las piedras de la vida, el ocaso que sueña, la nave que se va. 3 Debo decir la lluvia cuando la miro caer indefinible, sobre la piel del mar y la respuesta es circular, intensa, nimbada como un astro. Debo decir el mar cuando lo veo ansioso y ondulante, porque la esencia líquida lo invade al entrar en los sueños de su sangre. En la playa se esconden los cangrejos, las garzas van buscando otro destino en los acantilados. Es ya de tarde y llueve mansamente… Por todos los caminos anda el agua. 308

Margarita galindo SteffenS


Del libro Tocado por el ángel (1998)

Signos de partida A mi padre

Este viento, la ojera en sombra que cobija vinos y vagas rosas, la palabra tiempo, la escala memoriosa del río que respiramos y bebemos, son algo que nos lleva al infinito. Al cántico secreto donde la voz no es voz y la distancia perdió el principio. A lo mejor azules, amarillos, guerreros rojos de un final de cuento, abriremos cantando el libro de la muerte. Este viento es uno de los signos de partida.

Como llama que se eleva

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Breve Estamos en el sueĂąo, permanecen la errĂĄtica paloma que golpea la muralla de vidrio y el eco numeroso del espejo que copia el vuelo en las paredes rotas. Alguien cita la voz que vibra en los primeros juegos, la misma sed de sol, los pasos del amor y el camino. Es nuestra sombra el viento repetido, la brisa fresca, el huracĂĄn tremendo, los pedazos del tiempo que se acorta. Somos el impreciso espacio que bordea la tregua de la muerte.

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Margarita galindo SteffenS


Ángeles Del Alba El alba circular que se retira y en la arquitectura de su aliento lleva sombra de flor, ni siquiera percibe el horizonte que a sus espaldas deja. Y no es por desafecto ni descuido que se despoja el ángel de sus alas.

Del Día Al borde del aire desatado, transportador de alas y silencios. Al borde de lo oscuro, allá en el mismo sitio de las contradicciones, está apenas la sombra. La detenida florescencia que ahoga la luz, la distancia más ágil de la palabra al sueño, el balbuceo del día.

Como llama que se eleva

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De la Muerte Inventando gradas de cal y arena llegó tu mano hasta el eclipse. La libélula sembró cruces de fuego. Con el saco en los hombros, repartiendo milagros, me enseñaste las raíces de la estrella y en tu barca se quedó mi vida, invisible recogedor de naufragios.

De la Voz A Meira Delmar

Enhebrando ciudades, cantando islas de geométricas olas, derramando el aceite de las lámparas, tatuándole al silencio mariposas, tu palabra, ave o ecuación de trigo, tiene la simetría del paraíso.

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Margarita galindo SteffenS


Del libro Vendedor de mariposas (1962)

Vida Si nos situamos tristes en medio de la tierra, veremos en las hojas un resumen de vida y sabremos amar cada grano de arena, cada ser que palpita. Sin buscar hallaremos en los ruidos del agua, en la flor, en la espiga, también en el vacío que es huella de la siega, cierta melancolía… Una sonrisa dulce nos ahogará los ojos pues todas las colmenas habrán sido vertidas. Líquida savia de árbol nos llenará las venas y tendremos arena y tendremos espiga. Pero siempre, en el centro, elevará su cuerpo de imprecisa nostalgia cierta melancolía.

Como llama que se eleva

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Puñal de luz Allá, en la parte más alta de la mayor de sus ramas, tiene mi acacia un puñado de luciérnagas de plata. Cuando se apagan se viste de luto rama por rama pero se encienden y entonces, como a una niña encantada, le van creciendo luceros en el pecho y la garganta. Es como un beso del río que con la luna en su espalda, se bebiese gota a gota, una a una, las luces blancas. Empalidecen los cielos al mirarle cara a cara, trémulos todos los vientos le forjan duendes con alas para que le den suspiros a su boca sin palabras. Hoy sentí que mis pupilas estaban encadenadas, supe de arpegios que vuelan, de raíces enterradas en una arena distinta que no conoce pisadas. Traigo un puñal de luciérnagas hiriendo el centro de mi alma.

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Margarita galindo SteffenS


margarita jaCquin gutiĂŠrrez (Santa Marta, 1953)


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Ha publicado un solo libro titulado Poemas (1995), impreso en Bogotá en Atípicos Editores. Desde hace dos décadas vive retirada en una vereda de la sabana de Bogotá y es autora de veinte cuadernos de poesía, que escribe de su puño y letra, y comparte entre sus amigos más cercanos. 316


De su libro Poemas (1995)

I El amor no ha de ser atadura sino hilo de agua que fluye y refluye

II Hay calma El tiempo y el espacio son míos La calidez del silencio Íntima plenitud de vivir sin testigos

III El silencio no consuela el vacío de las ausencias La fuerza de la vida se vuelve lágrima

IV Patria es verde mar calles neblina de la sierra La abuela sus cabellos largos sus manos valientes Como llama que se eleva

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Mi madre haciéndome rica regalándome un verso Tres niños lejanos tomados de la mano para iniciar un baile Patria un perfume de la infancia

V La muerte es pasadizo Ceremonia Ritual que nos consagra libres del enigma del ser y el universo

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Margarita Jacquin gutiérrez


De su cuaderno Un camino (1999)

Un camino En el transcurrir alcanzo la plenitud que celebro En ello pierdo lo que soy Amargos dones la conciencia y el tiempo Incesante la obligación de rehacerme hasta desembocar en la consumación Quiero convertir la obligación en el privilegio de transitar lo impracticable

Afluentes La eternidad es fuente En nuestra brevedad la eternidad es río El tiempo es afluente de la eternidad El tiempo es eternidad humanizada nosotros que somos carne y tiempo también somos afluentes de la eternidad Ante la brevedad la eternidad es nada

Huella de la Madre No he salido nunca del secreto centro de tu corazón tal vez no he salido nunca de un sueño o me niego a estar en el presente Un deseo incesante me conduce siempre al centro de tu huella en mí Como llama que se eleva

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De su cuaderno Variaciones de la Luz (2001)

Trama Tolero la existencia si me embriago aspirando a volverme llama y vuelo Si no voy por el camino del rebaño si únicamente lo inaccesible me sostiene Entrelazo estos hilos en la urdimbre de la impermanencia y la nada No sé lo que religa mi vida a lo inasible Resurjo en la llama de mi contradicción

Cauce Querer grabar un rastro de lo que se desgaja de nosotros cada día horada en mi sombra un cauce para las palabras Escudriñarlas le restaura la luz a mi horizonte Plasma claridades en la noche

Bienaventuranzas Bienaventurados los que quieren hacer brotar lirios en el desierto desplegarle las alas a la roca resucitar el canto que ahogaron las tinieblas Bienaventurados los que viven de aquello que desean

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Margarita Jacquin gutiérrez


De su cuaderno Dibujos en la Arena (2003)

La Ola El agua vacila en la arena la reclama el mar La espuma inmĂłvil acepta la orilla ÂżEs morir penetrar en la vida del aire?

Casa en el Silencio Serenidad es el tejado Soledad los muros lucidez las ventanas ausencia de soberbia los cimientos La puerta es cada aurora

Llama De las entraĂąas de lo sin nombre de un hilo de sombra nace hambre de luz que reverdece en la llama del instante

Como llama que se eleva

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De su cuaderno Viático (2006)

Plegaria Tierra que has tejido mis entrañas revela tu presencia en mi sed de luz Enséñame a amarte en la travesía

Vía El peso que te dejan las palabras sin mesura vuélvelo vía fecunda del reposo en el silencio

Travesía Se apagan las palabras se van desdibujando las sonrisas en el curso del sol Teje perennidad lo que prodiga el amor

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Margarita Jacquin gutiérrez


De su cuaderno Crisálida (2007)

Crisálida Vivir luminosamente es aceptar brotes y podas Lo mutilado recorre los meandros que habita la crisálida

Agonía Toda la noche lucharon el abismo y el hilo de luz que reverdece No hubo victoria resuenan acordes y disonancias Hay danza de alas y cadenas

Soliloquio No temas tu propia voz Atrévete a vivir en lo secreto de tu centro ¿Quieres que nazca Dios del soliloquio?

Como llama que se eleva

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De su cuaderno Fronda de la Soledad (2008)

Iniciación En la fronda de la soledad puedo iniciarme en mil trabajos Elijo curarme la ceguera Abandonar muchas maneras de la sed Pulir los muros de la sombra hasta que surjan las alas de la aurora

Silencio La luna vela el sueño del ocaso Guirnaldas de soledad rodean el blanco abrazo del silencio

Funámbula Tejo suelto y vuelvo a tejer alas que susurren equilibrio cuando la aguja en la brújula no pueda detenerse

Hendidura Camino de la valentía también es aceptar ser huésped de la hendidura que empieza en las inconcebibles claridades de la quietud 324

Margarita Jacquin gutiérrez


De su cuaderno Segundo Cuaderno de Bitácora (2009)

Fugacidad Sonaron todas las campanas del poniente dorada fue la fiesta de la tarde Un instante duró la transfiguración del monte

Poética Contemplo y escudriño manojos de palabras para elegir la ofrenda del rito itinerante que inicio al aceptar el desafío de la aurora

Aventura La soledad amuralla mi aventura Entre dos orillas dibujo rastros que fecundan mi desierto

Ascensión Ninguna herida del alma cierra para siempre Con hilo de las suturas es posible tejer universos enlazar audacias y temores insospechados Emprendo mi última conquista voy a escalar una montaña de cristal Como llama que se eleva

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De su cuaderno Umbral (2010)

La Desconocida La gran desconocida vela siempre Todo lo atraviesa guĂ­a el oleaje del tiempo Palpita en la entraĂąa de un pozo igual que en la sonrisa del espejo

Umbral Honduras de soledad destejen velos Encienden los confines de la quietud me consagran oficiante de un ritual

Ascesis Volver un templo el camino que inauguran las auroras es seguir jugando con la arena junto al mar

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Margarita Jacquin gutiĂŠrrez


De su cuaderno Peldaños (2011)

Ficciones La epifanía del silencio acrisola ficciones que instauran profundos horizontes hospitalarias soledades

Umbral Quien acude a la llamada por la que toda pregunta se extravía está obligado a cruzar el puente del que se alejan las orillas

Vigilia Velar en la hendidura del presente hasta los cimientos del relámpago le puede conceder al náufrago un reino al peregrino soltar el bastón y las sandalias

Albergue Claridades nacidas de la sima del silencio prodigan desnudez para anidar la soledad A toda brizna le preguntan por la fuente Como llama que se eleva

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De su cuaderno Orillas (2012)

Los Adioses Lejana orilla del mar regazo primordial de mi alegría enséñame otra vez a despedirme en el juego con la ola

Las Estrellas Madre tu voz desde el comienzo convirtió las estrellas en llamada y puerta En hilo de la trama que dibujo sin saber

Escribo Escribo para aventurarme a regresar cada mañana al laberinto. Para iluminar la cadencia de la sangre, mantenerme de pie con gracia, hasta que vida y muerte no me convoquen más. Para tener una mano que me lleve, horadar el silencio y vivir conmigo en soledad ardiente. A Evangelina

A la manera de un jaiku En la media noche despierta un filo de luz Mengua la luna 328

Margarita Jacquin gutiérrez


De su cuaderno Manto y Espada (2013)

No Saber De Dios no podemos saber Soñarlo es arriesgarse a enmudecer y oír

Instante El ocaso recibe la tarde Pasamos como las nubes Brizna pájaro enlazan eternidad y ahora

Errancia Todas las mañanas escucho el tañido sin retorno comienzo lo que se va en la barca que viaja con el sol No me detengo ni llego Todas las mañanas comienzo

Juego Mientras la tierra juega a la ronda con el sol me cuento un cuento para que sea mi brújula Como llama que se eleva

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De su cuaderno Otro Umbral (2014)

Huésped III En los entresijos del tiempo sin tiempo me acuna el agua de la vida Vuelvo a nacer de lustrales claridades

I Luna de cobre viajando hacia el mar Luciérnagas canto de grillos ahondan el silencio

A la manera de un jaiku Con luz de luna me acompaña mi sombra Testigo el viento Después de la lluvia flota la luna en el camino Viento y espigas me recuerdan que la tierra siempre danza

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Margarita Jacquin gutiérrez


De su cuaderno Lazarillo (2015)

Llevamos huellas que tendremos que pasar muchas veces por filtros de olvido y aurora hasta volverlas eco de la perseverante cadencia del corazón

VI La estrella preludio del amanecer grabó un rastro en el fondo de mí Una rendija se abrió Atesoro el don de aquella madrugada

VIII De naufragar en el vértigo del miedo que mana de la ceguera me rescatan liturgias celebradas en el alcázar del agua y el pan El relampagueo de un pájaro en la ventana

XXV Velemos en la orilla de nosotros mismos para volver a sentir entrelazadas nuestras manos con las raíces del árbol y la hierba Para ser iniciados en el manantial de la esperanza

Como llama que se eleva

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De su cuaderno Liturgia (2016)

V Algunos vocablos viven un largo sueĂąo Los despierta la paciente voz que los ha esperado para labrar con ellos surcos de sentido

IX Un resplandor se ha convertido en mi lazarillo Para seguirlo lucho contra el sortilegio de las cadenas emboscadas en los pasos de mi sombra

Saber El ciego ignora el recorrido de la lluvia en el cristal El ciego sabe de la lluvia por su cara ofrecida al cielo

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Margarita Jacquin gutiĂŠrrez


marĂ­a merCedes gonzĂĄlez (Valledupar, 1961)


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Trabajadora Social por formación y vocación; actualmente se desempeña como educadora. Madre de dos hijos y radicada en Valledupar. Ganadora del segundo lugar en el Premio de Poesía del Departamento del Cesar, (1994), en el marco del Festival Literario Café Vargas Vila. Hizo parte de la agrupación cultural Asociación Casa de la Cultura Francisco Bolaños, de Barranquilla, con un grupo de escritores y artistas audio-visuales de la Costa Caribe. Con este colectivo participó como investigadora y colibretista del documental audiovisual El Torito Nunca Pierde, realizado para el Programa Cultural Aluna Caribe, en 1990. Este proyecto, auspiciado por Colcultura y Telecaribe, se centró en la vida y obra de la Danza del Torito, la más antigua del Carnaval de Barranquilla. Investigadora en la publicación del libro biográfico Peñaloza en Tono Mayor, de la Fundación Nueva Música, Barranquilla, 2004. Ha sido publicada en las antologías Poética de autores Cesarenses, Ediciones Instituto Departamental de Cultura y Turismo (1994); Tejido de viento (2010); Literatura contemporánea del Departamento del Cesar (2010); Genealogía de susurros (2014) y en las revistas Cofa de Mesana y Puesto de Combate. Correo: iyatisi4@gmail.com 334


Antípoda de un tiempo de espera ¿Acaso he de huir? ¿Tomar la lancha que avanza como el sueño sobre las negras aguas? No es tiempo de huir, sino de leer los signos. Humberto Díaz-Casanueva

El poema: voz estéril, viento helado, barca de papel a la deriva, tránsito a las fronteras del vacío. Lo sublime: aire fugaz, claraboya incierta, desliz sofocado por el vino. Lo cotidiano: tiempo fundido en el lugar deshabitado, agujero negro engullendo los sentidos. La piedad: el más perverso acto de blasfemia cuando el alma se hunde.

Canción de Irina, la muñeca rota Quiero un cuerpo. Un cuerpo ondulante, extendido al sol de los venados. Un aleteo de mariposas en el lugar innombrable. Un resplandor de luna llena sobre el vientre sudoroso. Un vaivén de piernas enredadas. Un trepidar de deseos prohibidos. Una marca húmeda en el pasto. Una canto visceral al final del camino. Quiero un cuerpo luminoso al acecho de las sombras.

Como llama que se eleva

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El origen I Era el mar, sin soles ni lunas que develaran su misterio. Era la noche, con todas sus cadencias de silencio y ausencia. Eran…. él y ella, dos sombras desnudas de sí mismas, sin su árbol prohibido, ni una serpiente insidiosa para subvertir los símbolos de la esperanza. II Confiscado en los despojos de un paraíso perdido, un aleteo reclama su rama de olivo, su nido, su cielo, para anunciar el último vestigio de Dios en los restos de aluvión. La lluvia sin tregua se ha llevado todo: la entrega, la espera, la memoria. Él y ella…. un destello inaudible en las fisuras de los sueños. Detrás del horizonte, solo la oscuridad es visible.

Noctámbula En la levedad de la vigilia, soy una brizna ondeando en la noche; pájaro vencido adivinando los soles de oriente. Numerosas puertas sellaron su umbral a la sombra que busca su alma.

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María Mercedes González


Esquelas para no dimitir I Parece que el tiempo, apenas comenzando, se nos agotó entre los fetiches de papel y caucho del pasado, de ese pasado que se me ha dado en desandar como un doloroso ritual de exorcismo para llegarte clara. Quizás los palimpsestos de las mil y una noches no contienen el código apropiado para desterrar a mis fantasmas y liberarme entre tus dedos. Quizás el cansancio y tu silencio secan mis labios. Las llanuras me invaden nuevamente. Dime ¿Cuál es el lenguaje para deshacerme de mis ropas viejas y desnudarme ilesa ante ti? Dime, ¿Cómo me mantengo suspendida entre tus manos a salvo si has desarmado mis preguntas? Los recuerdos de azúcar de mis niños se escaparon de la caja de pandora; se han quedado confinados con tu ardor en un lamentable cubículo de ladrillos. ¿Cuándo llegarás? ¿Me encontrarás? La madeja de Penélope se ha perdido. ¿Cómo podrá escapársele la espuma de agua al ojo de remolino?

Esquelas para no dimitir II No sé cuál es la sustancia que sirve para pegar las risas y los sueños y las ganas de vivir, pero aún así recogeré uno a uno tus pedazos y partiré. Cuando el sosiego llegue a mi espíritu te habré reconstruido Como llama que se eleva

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y te guardaré entre las páginas de un libro para no dañarte de nuevo. Voy a recoger los pedazos de tus ojos genuinos, de tus primeras palabras, de mis manos entre las tuyas, de la ilusión del primer encuentro, y seguiré tomando la distancia que sugieres. ¿Qué pasó? ¿Por qué la ansiedad lo corrompe todo? Me despistas cuando la oscuridad te inunda. No hay tiempo ya mientras pienso qué hacer. No hay hogar aquí que me sostenga. Treinta cápsulas de barbitúrico me acechan como un animal ponzoñoso. Seguiré. Debo seguir ¿Cómo retomar el camino? No sé. Seguiré.

Esquelas para no dimitir III Aquella vez, después que arrancaron el ángel de la laguna de mi abrazo, corrí desnuda entre una urdimbre de mujeres espectrales que me miraban ausentes: Mujeres de boliche, de luces de neón y de rockola. Prestidigitadoras ambulantes de relojes y carteras. Mujeres de azadón y de plaza de mercado. Mujeres de la triste estirpe de la estridente calle. Mujeres de eternas heridas abiertas. Mujeres todas, igualmente desalojadas de las risas de sus hijos, del amado soñado. Mujeres apresadas en un largo cubículo con catres apestando sudor y sueños malogrados. 338

María Mercedes González


Yo era un espectro más corriendo hacia el agua para bañar mi cuerpo sucio. El agua cayó sobre mí, invadió el recinto y no pudo desprender la costra que cubría mi piel. El agua no pudo lavar mi tristeza. Un boletín anunciaba una crónica policial: Nunca entendí qué relación podía tener un acto de ternura con una estrategia de guerra, o con el negro mercado de los sentimientos. Mucho menos entendí por qué el ángel cerró sus alas para siempre desprendido de mi seno: se supone que los ángeles no mueren: Vuelan.

Poeta abisal Al poeta Luis Mizar Maestre In memoriam

Poeta de largos silencios y mirada eterna: en los esguinces de la vida habrías podido levantar trincheras de neón en campos de tiniebla, puentes de espuma para la felicidad ajena, moradas subterráneas para el amor furtivo… Pero elegiste por propio designio darle la pelea al espectro de los vientos, cabalgar un rocinante desbocado, sin escudero, sin garrocha, sin una dama incierta. Poeta de largos silencios y mirada eterna: una lumbre en tu mano izquierda se levanta para encontrar las aristas de tu alma que germina en los rincones de la noche. Como llama que se eleva

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Un sello de cristal en la cicatriz del tiempo estampa la palabra inconclusa en las fisuras de los sueños. Un cúmulo de azares se disuelve en los pliegues de la vida. ¿Bastaría saldar viejas cuentas al imperio de la muerte para amurallar la tristeza? En las orillas de la memoria Ariel y Calibán sucumben en la levedad del insomnio. Ripios de banderas ondean el horizonte desierto. En el lugar de tus ancestros, los campos amarillos de cañahuate volverán a aparecer cada verano atestiguando tu diatriba a la palabra estéril. Un concierto de chicharras en celo ahogará el eco del monte. En los anaqueles de cualquier lugar tu voz alquimia seguirá como un demonio preso acicateando la conciencia de quienes cambiaron la dirección de un grito urgente por un plato de lentejas, por una factura saldada por el falso confort del hogar seguro. Tú, venerable hereje de caminos abismales, dolorosamente incorrupto, ofrendarás en el limbo tu risa distante al crepuscular retorno de los desterrados.

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María Mercedes González


Anamorfosis bajo la lluvia Llueve, adentro, afuera, en la sombra del abrazo. Las manos perdieron la noción de la locura. En la garganta se quebró la magia al filo de un fonema –me abandona tu canción-. En la jaula, el mirlo erige su vuelo estéril contra el último esfuerzo de la estrella desertora. Un diente helado atraviesa la cuerda del trapecio. Llueve adentro; afuera, en la herida del poema.

Pompas de jabón para Yarima I Una isla sin lugar ni tiempo, un espejo transparente; infinita tarde penetrada por las sombras sorbiendo grito a grito las heridas de la ausencia.

Como llama que se eleva

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II En un primer acto, el silencio prodiga. En un segundo acto, el antiguo engendro de la palabra. Después, solo yo lo supe: un poema vivo revelando su osadía. III Se ha ido el espíritu de la ternura. Se ha ido antes de ser. Se va, se aleja, se reserva el eco de sus huellas. En su lugar, la fría semántica de carne desollada de sangre detenida. IV El mito se congela en la laguna. Un símbolo me abandona en el vacío. Sabía de cualquier cosa, estruendosa, abismal. Cualquier cosa es un rastro, una historia, un simple acto humano huérfano de manos tiritando, golpeteando al aire una sonrisa. Sabía de un montoncito de piel 342

María Mercedes González


dejado a merced de la ventura. Sabía del riesgo. Supe del miedo. Sé del castigo. V He perdido el vuelo incipiente de mis viejas mariposas. Una explosión de graznidos me anda aguzando el tímpano de los sueños, y una gota de cristal se derrite entre mis dedos.

Ficciones del vagabundo En el diario juego del ignorar lo que puede olerse en el aire, bastaría fabricar mordazas blancas al murmullo del silencio, cruzar al otro lado de los rostros que encarcelan el misterio del asombro.

Como llama que se eleva

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En el filo de las palabras Se incumple el cuerpo en el deseo desierto del alma andando. Insel Marti

Sueño las voces de la ausencia: Silencio hueco en los flancos del vacío. Conjetura de manos crispadas. Mordazas transparentes. Veo que sueño agujeros en el rostro de látex. Lo sueño a usted… navegando ileso en el filo de las palabras, y haciendo de la promesa un nudo en la garganta. Sueño que lo creo hurgando en la cisura del círculo, untando de vinagre la llaga del costado. ¿Por qué los ángeles malditos debieron bajar a la sima del vituperio para asirse eternamente a un sueño elemental? Habría bastado tal vez un címbalo de cristal en la mano del psicópata y una cisterna caliente bajo sus pies para aprisionar el amor entre sábanas de púa. ¡Cuánta voz retumbó en las cloacas de una ciudad imaginaria! Poderosa voz en los rincones del laberinto, en las grietas del tiempo perdido. La noche se deshizo de nosotros y la pregunta de un niño se congeló entre manos suspendidas: manos que no tocaron nunca el corazón del misterio. Si sueño vano fue su vuelo, ¿adónde estarán gravitando 344

María Mercedes González


los despojos del pájaro nocturno? ¿Cuál será la próxima entrada del túnel de colores?

Itinerario del olvido Entre laberintos de papel a contrapuntos de reloj bastaría un abismo en el trayecto del círculo para encontrarte. Tanta cordura Tanta mesura El itinerario del olvido va aplazándose a trazos de péndulo. Ya no hay ofrendas para la flor de agua. Una promesa, un efímero espasmo. El alma se ha eclipsado en el espejo. Ya no somos más uno con la noche. La incongruencia de los símbolos ha surcado de espectros blancos los horizontes esperados. El aforista de cachivaches incursiona en la algarabía del mercado y puede que le quede una ecuación fonética y puede que llegue al corazón del estrépito y puede que no encuentre la respuesta.

Como llama que se eleva

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Caos Si te detuvieras un poco en la soledad del hombre tú ganarías Oscar Flores

Aquí o allá, las miradas quebradas se irisan de futuro ausente; el grito neurálgico del silencio crepita su metamorfosis; los amantes celestes carecen de las plumas de su vuelo, la vida se amanceba con la muerte. Aquí o allá, la lógica rebosa de otoño, la razón del deseo se encoge, los titanes del sagrado orden declaran la oquedad de la palabra; los niños prestan la locura para acribillar sus símbolos maternos; la incompetencia humana esgrime sus horrores. Aquí o allá, el caos se destila por los poros, por los sentidos y el pensamiento, por la rutina del péndulo. Pero…. aún así, entre la ciega muchedumbre sigo imaginando un rastro de misterio para cubrir de verde el naufragio universal.

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María Mercedes González


Imágenes Están aquí… Estamos… Entre cuatro pantallas abiertas al trasnocho. Un instante más al estrépito. Un cantil al olvido. Están aquí… Estamos… En realidad estoy donde no es posible un resquicio de presencia. Sucesiones de ausencias agrietaron la memoria, el presente ignora sus canteras. El futuro es una mancha en el lugar del tragaluz. Están aquí… Estamos… En realidad estoy sobrehabitando la magnitud del desierto.

La pared Se abre el telón, se devela el secreto blando de la pared. Una máscara al desnudo cristaliza el silencio en la rutina. Reposan los rastros de Eolo en un anticuario de voces subterráneas gestos, formas, sonidos congelados desterrando los sueños del vidente. Se doblegan mis insomnios sobre nueve ojos triplicados por seis. Esculco la caja mágica: emerge un agotado surtidor Como llama que se eleva

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de sombras de ultramundo, mientras, victorioso, el ciego inquisidor de la locura conecta su ombligo a mis delirios.

Irredención ¡Qué pena, Salvador de almas de barro! Mientras tus divinos átomos se transmutan en pan y vino, tus corderos hurgan la herida milenaria, buscan la fascinación negada por tu cruz. ¡Que disímiles son la sangre y el vino! ¡Que incompatibles la carne y el pan! ¿No te das cuenta, preceptor de causas perdidas, que a la unidad irredenta del rebaño se ha superpuesto un rumor sonámbulo de voces en desbandada?

Retrospectiva Pudiste ignorarlo, blasfemarlo, negarlo, sepultarlo en la zona palpitante del olvido, pero no supiste anular su reclamo a una porción de tu sonrisa, al peso tibio de tu mano sobre la espalda, aunque solo tuvo por voz un zarpazo milimétrico hurgando el hilo suelto de la telaraña desde la noche abierta al silencio. 348

María Mercedes González


Espuma de agua Más allá de la inasible cercanía, en lo palpable del péndulo instaurador de distancias entre la fiebre y la piel, yo, el más réprobo de los acertijos, busco los jeroglíficos de la noche por los agujeros del techo, mientras habito, por azar o por destino, un planeta suspendido en un frasco de aerosol. En algún recoveco urbano Marcelina, la maga de los andenes, saca tres pestañas de los pliegues de sus párpados, dos dedos se entrelazan, un hilo de sudor moja los zapatos. ¡Silencio! La diosa del deseo inicia su danza. Me bastaría por derecho una puerta en el espejo; llegar al punto donde oriente y occidente se conjugan y desde allí, desde el mismo núcleo del misterio, presenciar entre cópula y cópula el poema de la rana y la serpiente. Me bastaría en mi calzada un lecho, una piedra, una gruta húmeda, un santuario del amor perdido, penetrar en la herida del hereje de los páramos, en la venas del hombre aquel que tuvo miedo de nacer, miedo de su propia madre; volver al principio, al primero de todos los códigos, al primero de todos los vestigios, antes de todo, antes de nada; sembrarle al pavimento una burbuja de sangre impura, con un rizo de cabello. Marcelina, la maga de los andenes, ha extraviado su chistera.

Como llama que se eleva

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A mí me habría bastado encontrar entre sombras de algodón, la nomenclatura de unas manos y un astrolabio fosforescente para ver el lugar donde imagino una sonrisa.

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María Mercedes González


marĂ­a teresa esCobar de andreis (Santa Marta, 1954)


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Hizo parte activa de los grupos de lectura que se crearon en la extinta Biblioteca de Poesía Oscar Delgado cuando se integró al grupo Exilio. Poemas suyos fueron traducidos y publicados en inglés en la revista Talus & Scree (USA). En 1998 publicó la plaquette Fragmentos de un siglo que acaba y otro al que me resisto a entrar. En el 2014 fue incluida en el libro Marejada -Antología de mujeres poetas del Magdalena- publicado por la Gobernación del Magdalena. Correo: escobardeandreismariat@hotmail.com 352


Convida la palabra A un trago, a otro, a otro... Emborráchate con ella, hay tantas botellas de poesía, tantas lenguas sedientas de su peligroso placer. Inhala la saciedad del vértigo, cambia tus quejas por gemidos, dale al amor trozos de hambre. Satura la pasión de carne, trastorna sin escrúpulo el alma, devora la vida convencido de no indigestar el animal que te invade por dentro. Sálvate, sálvate, sálvate de todos esos dioses que te quieren proteger de la felicidad.

Como llama que se eleva

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Duermo y despierto Con la misma luna y el mismo sol, fecunda, grávida de sueños y desvelos en los que siempre me arrojo frágil y fuerte como una mariposa acuchillada por el viento, desemboco como un barco cargado de extravío que boga entre expectantes banderas de fuego.

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María Teresa escobar de andreis


Los sentidos Mis manos: A disposición de acariciar siempre la poesía Mi boca: susurrante bebe el llanto de los ángeles desengañados y fugados del cielo Mi lengua: Lame con ansia la conversación con los que partieron primero que yo Mis labios: Gestan besos, palabras que fui en los abismos del amor Mis ojos: Socavan el último rincón de la mirada de aquel paisaje que ya no existe Mi nariz: Exhala el placer que aún queda dentro de mí Mis oídos: Atentos procurando no oír los lamentos de tantos mares intoxicados Mi cuerpo: Gotea indeciso, seco y lentísimo sobre sus ruinas hasta dejar vacías las venas que deslizan el silencio entre la vida y la muerte

Como llama que se eleva

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Anatema Así llaman con fúnebre acento desde el púlpito de las iglesias a quienes no tienen a su dios en su corazón. Desde su mundo embrutecido desde su tenebrosa y superficial creencia desde la oscura cárcel donde viven aprisionados desde su fe implacable, mi corazón es un templo sostenido por los pilares del cuerpo con espíritu profundamente religioso materia sin remordimientos en el que habita un dios sereno. Templo de alma sana y fuerte, muy fuerte, que no se deja confundir con el inagotable cantar de los cantares ni asfixiar con el penetrante aroma del incienso. Un aposento puro que se agita, excita y vive desde el que consumo amor del amor, único oasis del que a raudales bebo su sangre como el mejor vino de dios.

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María Teresa escobar de andreis


Paisaje del alivio Cuelgo en la pared marcos vacĂ­os para que ninguna sombra agobiante me siga en el camino del paisaje en el que me abandono y me libero. Alivio la carga del viaje terrenal para llegar a otras cumbres, ave inmĂłvil, para alcanzar las ramas del desierto donde florezco y sobre el que llueven multiplicados poemas.

Como llama que se eleva

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No puedo detenerme Las palabras se descuelgan de mi mente formando poemas que arden en el pensamiento. No sé quién los escribe ni a quién los dirige. Ni siquiera sé quién traza estas voces incompletas ya que ninguna termina pero se sostienen en el papel a la espera que alguno las robe y parezcan suyas. No sé, nunca lo he sabido, si alguna vez servirán para algo o para alguien que copie la figura del amor desde mis ruinas de palabras, únicas ruinas que no son pobreza.

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María Teresa escobar de andreis


Mi cuerpo Este cuerpo que me ha sostenido y me sostendrá durante toda mi vida, me necesita y reclama que lo ame como a un niño recién nacido, que lo provea de gozos inacabados, de agitaciones, de dulces amarguras, de infiernos de silenciosas algarabías y fértiles congojas ... Y lo más importante: Que lo despeñe sin parpadear en un mar de crepúsculos sobre el que yo misma desemboque desnuda y sin cauce.

Como llama que se eleva

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La otra Ven, acércate bien a mí porque voy a decirte que te vayas ahora que me sobrevienen palabras de golpe, palabras nacientes que respiran asfixiadas desde el mismo momento en el que despierto, desde que mis pies, mis piernas y mi cuerpo se levantan a buscarme.

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María Teresa escobar de andreis


Grita Que sea la voz del cuerpo la que hable de tu carne sin contener ni una sola fibra. Pon sobre la piel sonidos desnudos, dilucida cada parte de ti, no te niegues nada, nada, nada. Entrégate sílabas, verbos, sustantivos, adjetivos... Álzate ante la poesía y de pie frente a una hoja regala vocablos a la sombra que siempre te persiguió. Ríete de ella, la que camina tus pasos y te lleva donde siempre has temido ir.

Como llama que se eleva

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Animal Todos los poros de la mente sedientos de uñas. Muerde con la garganta la voz que anuncia turbulencias. Cincela con tus manos de fiera el animal que llevas dentro. Muestra el fantasma que puebla tu imaginación. Deja que emerjan triunfantes todas las aberraciones sacrílegas que armonizan las formas del arte. Vístete solo con ropas que desnuden el alma y dejen ver la lumbre que espejea bajo la piel de los creadores.

Estoy aquí Estoy aquí a esta hora de la vida guardando en el cuerpo las entrañas de mi alma. Estoy aquí muy lejos ya de los gritos que me hirieron, consolada de mí, único lugar donde solo escucho la bestia que lame suave todos los extremos de mis voces internas. 362

María Teresa escobar de andreis


Piel de ojos Acaricia el borde de cada palabra cuando toca lo que siente soportando la lejanía del cuerpo despojada de carne anegando sequías -ojo seco que llamanbrillando sobre la pupila muda que abraza sudores cuando la tinta roza su mirada y la enciende, fogón oculto, en el secreto rincón de su sonido donde desnuda se envuelve en poemas.

Escribiré un poema Escribiré un poema encima de tu cuerpo, un verso que ninguno pueda borrar. Será tu segunda piel alfabetizando tus sentidos y aprenderás a leer por dentro frente al espejo de la conciencia revoloteando, ardiendo, gestándote a ti mismo ante el estupor de la palabra.

Como llama que se eleva

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Ya yo morí una vez Nada más valioso que una muerte anterior y una lenta convalecencia para quien creyó morir un día: 14 de marzo de 1994. Cuando las alas de la muerte nos han rozado lo que parecía importante ya no lo es. Se empieza a ver. La vida se muestra al desnudo. El vestido que nos cubría se cuartea dejando ver esa otra que escondía nuestro rostro, esa que el evangelio no quiere que seamos, la misma que la religión intenta eliminar. Desde entonces amé en verdad a este ser primario, resucitado, a esa otra verdadera que acabó de nacer en mí.

Rito de agua Azotada por un mar embravecido cavilosa me arrodillo sobre la arena a retener entero mis pecados bajo el sol que muere al atardecer… Respiro todo el paisaje poseída: soy pez hundido en el aire, altar desprendido del cielo, pegadizas estrellas de rocío, bestia exaltada atrapada en el trasmallo de una libertad intransfigurada. 364

María Teresa escobar de andreis


La letra entra con sangre No hay vocal, consonante, oración, frase que no se adhiera a la memoria cuando, con toda su fuerza, con un abanico de reglas, Minena Correa ventilaba sobre mis manos para meterme completo el idioma a la imaginación, rúbrica eterna que figura al pie de mis poemas devorándose crudos, metáforas revolcadas en recuerdos que se arrojan al papel agradeciendo su virtud para que yo hoy escriba todo lo que sueño sin permitirme omisiones. A la memoria de Minena Correa, quien me enseñó a leer y escribir.

Balbuceo Y todo entre la lengua huye. Mi boca vacía no necesita a nadie para seguir nombrándote, mar. Solo palabras flotando en el agua del poema, flotando dentro de mí.

Como llama que se eleva

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Laberintos Tranquila y segura cruzo laberintos de la vida, emprendo despacio la carrera del tiempo confiada en caminos desiguales, siempre guiada por la nomenclatura del alma, siempre buscando las conversaciones íntimas que hostigan el cuerpo. Renunciando a todo lo impuesto voy libre sobre las páginas sin prólogo, sin epílogo ni epígrafes al libro ilegible sin publicar a la obra inacabada al poema sin doctrinas.

Tempestad Otra vez lluevo dentro del cuerpo Un océano plagado de truenos y relámpagos hace mía la tormenta y tuyo el diluvio Mordemos las gotas derramadas del cielo Calmamos la sed bebiendo el horizonte.

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María Teresa escobar de andreis


Los amantes Despiertan vÊrtigos muerden instantes abrazan gritos acarician voces feroces besan temblores babean, sangran asidos a sus inocentes pecados sobre hojas, sobre lechos, sobre arena‌ Cuando resuenan las retorcidas campanas de la realidad, los amantes renacen con el día ante el espejo donde se refleja perplejo el tiempo en que se amaron.

Como llama que se eleva

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Diálogo Voces mudas gritan en silencio: En qué estrofa del poema Tú Dónde Yo en el lienzo En qué poema mío te escribes En qué cuadro tuyo me pinto Tomados de la mano hablan los cuerpos Se acarician ausentes Tocan sílabas Muerden tonalidades Bailan abrazados Se penetran Se tornan eternos en sombras Erguidos escritos y dibujados, ya laxos y callados, tallan el silencio del poema

Sentires Siento el ansia de unos ojos sobre la enmudecida piel Muerdo satisfecha y ciega la luz del vocablo Lamo una y otra vez cada párrafo de sombra Siembro caricias cuerpo a cuerpo Repaso el acto clandestino, puntual Bebo con sed todas las imágenes que hacen posible al poema 368

María Teresa escobar de andreis


monique FaCuseh (Santa Marta, 1964)


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Poeta descendiente de abuelos palestinos. Adelantó estudios de piano y de Filosofía y Letras y es Tecnóloga de Empresas Turísticas. Se ha desempeñado como profesora de inglés y de música. Obtuvo la primera mención en el VIII Encuentro de Mujeres Poetas del Museo Rayo, Roldanillo, en 1992 y Mención especial en el Premio Latinoamericano de poesía revista Koeyu , Caracas, 1994. Fue cofundadora de la Fundación Poetas al Exilio, de la ciudad de Santa Marta, y coordinadora de la revista de poesía Exilio. Libros publicados: Interno (1992), Ciudad al fondo (1995), Entre tonos (1998), Lianas (2009) y Palabras que marcan (2016), editados por el sello Ediciones Exilio. Correo: facuseh@hotmail.com De Ciudad al fondo (1995) 370


Ciudad al fondo El viento se extendía como un bosque de grosellas. A lo lejos, el banco de nubes semejaba la ciudad. Sus finas torres como alfiles me aproximaban secretamente a sus orillas. Atrás queda el vaho que escasamente se sujeta del recuerdo. Soy otra. Me convierto entonces, en el pensamiento diario, ese compuesto de bulla y carcajada o de silencio; un silencio abreviado, justo y vengativo. Me convierto en los sueños sin memoria o en aquellos peregrinos que se plantan al costado como un pedazo perdido. Llego. Del otro lado soy habitante desprendido. Mi cobija es otro sol y es otro canto. La ciudad al fondo tiene la forma del amor.

La anémona la solitaria la del amor confuso la que vuela en la curva de sus sueños la que se esconde la que fluye Ella, la de rótulo indefinido la de otoño desvariado la que nace y huye la de dormido instinto la de flor perversa la bella la loca la cuerda yo…

Como llama que se eleva

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El extranjero Despierta. Aún conserva el rostro ajado, de la noche que le vio diluirse entre humo y luces. Su mirada, desnuda impaciente cada recodo del lugar. Está solo. Kilómetros de distancia despejan el miedo que a menudo logra perturbarlo. Se abre paso a la mañana cegando sus ojos ante el sol verdugo. Ladea su rostro una y otra vez gimiendo acosos e imposibles. Patea su destino. Ahora vaga con un dejo de abandono, con el justo fin de hallarse un cupo en la memoria.

La noche… Esa inasible forma de decirnos que pronto estaremos cerca de esa otra luna -doncella o pedestalpróximos al embate final del canto callejón o portezuela que es la muerte, esa huella que nos inventa un país en el ocaso. Qué tarde para decir que he sobrevivido a las enormes llagas de luz que encantaron mi alma. Ah, si la noche me hablara de su largo encuentro con la muerte…

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Monique Facuseh


De Entre Tonos (1998)

Adagio Ahora que llueve y el cielo es oscuro una sonata de agua ronda De algún lugar la memoria vuelve como una herida que no cesa En esta hora de humedad el sol se inclina Leves caen las centellas graves sus acordes de luz La vida ora en el pentagrama como un lamento que no redime La ausencia llueve la tarde ¿Quién sabrá del resplandor del ángel?

Lento Serena Miro mis pensamientos que salpican Las horas se harán tormenta en el corazón cargado Noche que no eres mía mañana me pertenece y dormiré sobre ti como quien reposa Como llama que se eleva

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Crescendo

I Recuerdo el rostro de la abuela su sombra meditándome Cuánta sequía en sus ojos trigo entonces II Un aliento de luz apenas si cruza el cuarto La memoria se abalanza como un recuerdo enceguecido como el hervor de la muerte III La tarde reposa sobre un sol callado El mar expande mi visión de lo efímero y me transporta a un mundo olvidado Mi padre alarga sus brazos Un sollozo resuena en los pasillos de mi cuerpo IV Cuánto hará entonces… El tiempo se avecina en mí se agolpa como una marea que quiebra

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Monique Facuseh


V Conmigo llegan y se van todas las sombras Aquello que atraviesa la luna es solo la mancha entre mis ojos Me duelo como una estrella con sus puntas rotas VI Las horas se conjugan con la noche y una tranquilidad que espantan Me tiendo en la lejanía como un río olvidado El lugar de las ansias se desborda Mis pasos se agitan con dolor

Enérgico Estamos en la medida en que sentimos El corazón deshecho es equipaje inútil Ajeno es el tiempo Al fin y al cabo lo que nos es dado tampoco es nuestro Como llama que se eleva

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De Lianas (2009)

VI Sobre la arena, sobre el sol de las doce, a un paso del mar estoy ligera. Recuerdo que llovía y la noche se perpetuaba. En la casa grande conmemorábamos la falta de luz contando historias alrededor del miedo. Éramos jóvenes entonces. Ligeros de ropa nos tirábamos a la baldosa que mantenía aún el frescor de la mañana. Los moscos zumbaban en el oído y casi sin poder abrir los ojos le palmoteábamos en el aire invisible del silencio. De tarde, después del sudor me recostaba toda en la grama china ensanchando los ojos en un azul que ya no era. La casa ya no guarda historias. La grama no es la misma que antaño fuera. Quedan intactas las baldosas frías y tristes y los zumbidos o las voces incesantes de lo que algún día fue de lo que nunca más será.

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Monique Facuseh


VI Estos aires de un nuevo enero tibios y melancólicos. Cuando la voz declina y las preguntas se pierden lejos a no sé dónde. Cuando han quedado tantos brazos alargando el viento. Cuánto nos queda en el pecho si el mañana es sombra. Este aire incierto que sobrecoge cuando la vida teje en la piel su infalible trazo y en la boca persiste ese duro sabor como el amargo intenso de la naranja.

XVII Algo falta en el aire. Algo en su andar transparente me revuelve toda. Como lo inevitable el ayer se me revela. Como una brizna que dulce y delicada toca los pliegues del alma. De nada sirve anhelar lo que nunca estuvo. Lo que fue apenas es asombro vana melancolía. Algo falta en las venas de mis pasos. ¿Qué será de mí si me doblego? Algo falta en el aire que se alarga y esa sombra que me lleva y que me rompe acaso el amor quizá como ola que ondula en las mágicas garras del olvido. Como llama que se eleva

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XVIII Llueve y la infancia se repite en los chorros que caen de los techos. Pienso en ti y en lo oscuro de la tarde. Veo mi vida y el tiempo que avanza como loco. En tu risa está la canción del viento. Tu risa insustituible que se ofrece como pan divino. Estos días de extremos duros denso el abecedario de la ausencia. Porque un poco del vivir está en tus ojos. Porque a ratos de nada sirven las respuestas y en la liana de los años nos hacemos tan pequeños otra vez.

XIX El silencio del pueblo es mi casa. Camino el asfalto sus casas pequeñas como un vago sin destino. Ardo en calor a esta hora de la mañana en que el río se atraviesa. Los perros se apostan en las esquinas solitarios. El pecho me oprime como si llevara el peso del mundo encima. La luna de estos días ha hecho estragos en mí. Luna de agua en el mes de julio. 378

Monique Facuseh


Quisiera sostenerme en el tiempo igual que las cometas pero siento que muero un poco como una tarde desolada y triste después de la lluvia.

XXVI Nunca estés tan seguro tan convencido. Acuérdate que todo nos es ajeno. Alguien fue el principio y el fin del mismo cuento de nunca acabar. Quién podría asombrarse… Más de uno en silencio nos agradece la estancia. ¡Fíjate cómo es la vida! yo que siempre he estado en la mira y no ha sido a mí a la que apuntan.

XXXIII Todavía me recuerdo. Viví en el jardín de Amherst y paladeé las delicias de Alejandría. También recuerdo mi muerte no hace mucho. El tiempo en que nadie nunca divisó las comisuras de mis labios. El mismo de ahora. ¿Por quién pregunto en el país de Alicia? Aún no sé qué hago aquí ni qué peldaño del alba me sostiene. Como llama que se eleva

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XXXVI El segundo. El momento. Eso es el todo en la vida. La caducidad de la rosa. La desvanecencia de tu rostro. Eso dicen cuando te hablan de amor y uno se encuentra tan solo.

XL Hay una soledad que el más grande amor no suple. El agua en racimo inaugura abril y a nadie le importa. Cómo me falta todo el ayer que fui. Esta soledad que no me horma, este vientre cuarteado, el espejismo que soy. Que el desierto de mi vientre me traduzca. Que mi edad primaria no me condene. Que tiempo me dé el tiempo. Que ojos tenga tan libres como una patria para ver mi desnudez, mi cardinal dolor. Porque hay una soledad que el más grande amor jamás sabrá.

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Monique Facuseh


De Palabras que marcan (2016)

IV Debo cuidarme echarme un vistazo decirme unas cuantas cosas. La noche está al alcance menos de mí. Estoy enferma moribunda con el miedo de siempre conmigo el miedo mayor. Me abandonaron las palabras. ¿Cómo es que se arrodilla un poeta? Necesito escribirme recordarme la tinta que soy. ¡Ojalá que estalle!

V En un día aciago no basta una actitud serena. De unos años para acá no hay día que haga la diferencia rutina que valga o lidia que me resista. Tengo que aprender a convivir un poco sin mí. Construir la soledad. Poblar su fantasmal abismo. Como llama que se eleva

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VI No pretendas contemplar tu vida desde la ventana sin armarte primero adentro. ¡Y cuidado parpadeas! No pretendas que no sabes de tus tantos años entre rejas el paisaje repetido de ti con la vista de siempre. ¡Y no le mientas a tus manos! Faltan piezas descifrar acertijos claves secretas la llave maestra ¡Algo que te sacuda dentro!

VII Debo ordenar el closet. Si muero ahora no habrá servido el sigilo de tantos años de horas interminables al abrir y cerrar su puerta. Debo extender mi brazo a lo oculto que nadie sospeche de mí. Ordenar el closet arrancarme de adentro. Ni vestigio alguno que me delate.

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Monique Facuseh


XI A solas ya después de repasar las aceras de haber bebido lo mismo de hacerme la dura en una mesa de cuatro. A solas como lobo inconforme vociferando al cielo. Cada día me pongo a prueba sin saber si voy a soportarme. Cada día entiendo menos las razones que me estallan.

XIV La verdad es ruda. Merecer es un castigo. Ojalá dulce sea my ending story. Un instante de placer bastaría… ¡Maldecir algunos nombres! La verdad es ruda. ¿Quién habló de tesoros al final?

Como llama que se eleva

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XV El final que esperas puede estar en la bocanada del humo que te absorbas en la mano que aprieta el aire o en la pisada en falso que te apures. El final que anhelas puede estar en el vino tinto de tu boca en el cuarto de hora del deseo o en el ojo que avista la cerradura. El final que te procuras puede que empuñe el tintero del alma agite el acorde de tus fibras o paladee el intento de un poema. El final que te provocas es el inicio de lo que tanto ansías y nunca será tuyo.

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Monique Facuseh


XVII

I Entre la multitud no eres el transeúnte de los mil y uno más que proliferan como moscas. II Hay una pausa inquietante entre el canto del pájaro y el arribo del amanecer. Apura el paso. III Acaso si atesoro la palabra nadie descubra de qué estoy hecha.

Como llama que se eleva

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XXII I A solas me detengo a pensar si morir es contemplar de lejos los sollozos de Dios. II A la hora de la verdad morir es descansar un poco del horror humano. III A todos nos llega un dĂ­a en el que hablamos seriamente con la muerte.

XXIV Rara vez se ve lo que de adentro crece. Hay quienes evaden la realidad de mil maneras. La vida es tu propia creaciĂłn. Como milagro divino asĂ­ ocurren las palabras. Domestica tu libertad. Deja huellas como si te sembraras. 386

Monique Facuseh


nazly mulFord romanos (Plato, Magdalena, 1957)


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Directora de la revista Mujeres a toda Costa, de la Fundación Cedesocial de Barranquilla, de la cual es fundadora y donde se desempeña como Directora Técnica. Mención honorífica en el IV Certamen Internacional Nuevas Voces para la Paz 2016; es una de las ganadoras del Concurso Nacional de Poesía Capital de la Casa de Poesía Silva, 2005. Reconocimiento en el programa Noches de Poesía, del Museo de Antropología de la Universidad del Atlántico, 2014; Becaria del Ministerio de Multiculturalismo y Ciudadanía de Canadá en los cursos Iniciación y Lógica del Guión 1990 /1992. Libros publicados: Destino de Versos (2006) y Epístola del Amor y sus variantes (2014). Sus poemas han sido incluidos en diversas antologías y revistas. Correo: nazly_mulford@yahoo.es 388


De Destino de versos (2006)

Frente al espejo Más allá de cualquier zona prohibida hay un espejo para nuestra triste transparencia. Alejandra Pizarnick

Te descubres frente al espejo, te lidias a ti misma en monólogo febril, lames tus cicatrices; y desde lejos surge la voz honda de la infancia. ¿Cómo descifrar la incertidumbre del ahora, si la noche no duerme tus miedos, el amor no te funde, y los límites desconocidos te aprisionan? ¿Cómo detener ese diluvio, tu legión de seres sin domesticar, tu esperanza? Frente al espejo, sumida en el dolor de la espera; una mujer se quebranta.

Como llama que se eleva

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Idris Llegó de tan lejos que el desierto aún entibiaba sus ojos. Sobre sus labios, el lento vaivén de la yema de sus dedos, acariciaba su historia de niño que no quiso ser guerrero. Su soledad era tan seca, que me hizo su oasis y fue mi vértigo.

Porque somos así A Leyla

Porque somos así de barro tibio… de júbilos ciertos e inciertos, porque somos una estirpe que no niega, como se moldea y cuece esta tierra, para que el cántaro permanezca.

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Nazly Mulford roMaNos


Nada me incita a inventarte porque a veces el sueño se agota y olvido la elemental fórmula: Cerrar los ojos con fe ciega de infancia.

Noctívaga Ancha vida… Tuve nostalgia de su cuerpo, de recoger su suspiro debajo de la sábana; de palpar con el cielo de mi tacto la boca que ríe, y escudriñar sus gestos de impaciente que sueña otras vidas.

Como llama que se eleva

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Alfa Centauri Qué goce no pender de tu extremo cielo ni de tu extremo infierno.

Todas las noches Todas las noches que trastabillé canciones con “saudade de vôcé”, se las conté al silencio. Créeme, ruborizado por nuestro inventario de historias, exhumó franjas de instantes que sólo él y el tiempo, recobran atardecidos.

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Nazly Mulford roMaNos


Mi nostalgia de ti es exacta Vuelve a menudo y tómame, sensación amada, vuelve y tómame, cuando despierta del cuerpo la memoria y un ansia antigua por la sangre pasa. Cavafis

Mi nostalgia de ti es exacta. No sólo porque a veces recorre la huella indeleble de tu risa; sino porque acude puntual a la memoria tu verbo apresurado, el diseño legítimo de tus dudas el filo ardiente de tu filosofía. Pero cuando más intuyo su medida, es cuando la piel se me vuelve cantarina y se despiertan los besos, un murmullo detenido en el tiempo, un gesto alucinado en las noches, entonces mi propia voz me inunda. Mi nostalgia de ti, es exacta.

Milenario Milenario es uno solo el grito de las mujeres sin voz. Como llama que se eleva

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Ser y no ser El camino del no ser lleva a contemplar la maravillosa esencia del ser Lao-Tse

Estrafalaria es la tarea de hurgarme toda sin dejar escombros en el resquicio de las sombras. Sumida en la oscuridad, descubro la claridad que me contiene.

Aquella muchacha ÂżCuĂĄndo pondrĂĄ los pies sobre la tierra aquella muchacha osada como Ate descrita por Homero?

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Nazly Mulford roMaNos


Verónica, qué manera la tuya A Yaneth Sin la mujer salvaje, nos morimos nosotras Clarissa Pinkola

Verónica, hoy recorrí todos tus caminos, y me fui contigo en bicicleta a cantar en el Neusa. Te vi teniéndote a ti misma, en la gran casa de tu cuerpo. De repente te brotaron alas, un corazón de niña desafía a una mujer que se pertenece. Qué manera la tuya de explorar el mundo sin jamás huir de ti, qué sabios espacios los de tus entrañas parir mujeres de luna y hombres de sol, vagar por los montes, inventar sopas, juntarte con los perros, y cerrar los ojos de los muertos. Verónica, qué manera la tuya invadir tu ausencia como una plaza agolpada de sueños que no duermen, de palabras que resbalan por los techos, de dormir todo tu dolor en el azul impreciso de la noche.

Como llama que se eleva

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De Epístola del amor y sus variantes (2014)

A pesar de ser tierra A pesar de ser tierra no habías amasado el barro ablandado por la lluvia. Nunca antes las luciérnagas a tropel habían golpeado nuestros pechos y los muros justo antes de sucumbir en la boca oscura de la misma noche. No sabíamos aún los acertijos del tiempo ni comprendido el lenguaje del milagro cotidiano que en realidad sólo se siente en el momento mismo que acontece.

Edith Antes de mirar hacia atrás, Edith, la mujer de Lot, quiso contemplar su salvación: Sodoma. 396

Nazly Mulford roMaNos


En el desierto de la Alta Guajira En el desierto de la Alta Guajira se quedaron tus ojos. En ellos quise navegar y fue en vano. He ido algunas veces a buscarlos creyéndolos anclados; No hay señal de tu pupila, ni velero alguno amarrado en la arena tibia de las dunas de Taroa. Sólo el viento canta la eterna canción de todas la huidas. Navegué por las orillas del Cabo, en el tiempo preciso de las cometas, tu nombre como la sed se deshizo en mis labios, y quise llegar a cualquier puerto. En el trémulo ocaso de mis pervigilios, supe de nuevo las tormentas no duran para siempre.

De vuelta a la Soledad De vuelta a la soledad reconozco la sombra que me aguarda. Intuyo que me necesita. No sé si ella o yo, quiere mirarse Como llama que se eleva

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en el oscuro espejo de la noche y nutrir uno a uno, el olvido de todos los amores; o si por lo contrario al igual que yo, ella respira un aroma envolvente que trae la levedad de la tarde y nos sumerge en goces vividos. Nunca te dije cuåntas lunas pasaron antes de que tu sombra abandonara el lado izquierdo de mi cama. Tibia y acomodada sobre el cobertor morado ella sostuvo tu ausencia y se fue distinto a ti‌ que no supiste irte. De vuelta a la soledad, no queda otro camino que recorrer tu propia mismidad, palparla con tu rostro lavado; no habrå testigos para las felices coincidencias descubiertas, ni tampoco para el estupor de cada lunes. De vuelta a la soledad, reconozco la sombra que me aguarda.

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Nazly Mulford roMaNos


Anduvimos en el camino Anduvimos en el camino funesto de la muerte, en el largo atajo de las despedidas, en cuyos bordes la ausencia y su eco se visten para siempre. Sólo el amor alivia bálsamo ungido, sólo el amor calma la inexplicable cicatriz de la noche.

Hay momentos perfectos Qué importan los aullidos de las nimiedades Alejandra Pizarnik

Hay momentos perfectos en la vida simple. La noche casi azul, música de viento, la voz de Aly Roby cantando en francés, “amour, bonheur et toi” y yo ebria de ti, yo, la que te amaba.

Como llama que se eleva

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Tenía aire de Latina Tenía aire de latina. Pestañeaba como la reina del país llamado fantasía. Tenía ojos hundidos, boca de fruta y sobre todo, tenía miedo del ruido, de la prisa de los otros. 750 voltios de tristeza en el metro de Montréal.

Quería su voz Quería su voz cantando a cántaros como aguacero de diciembre. Y su tristeza sin morada como pueblo al mediodía. Y su zurear de paloma, su voz transparente al filo de la tarde.

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Nazly Mulford roMaNos


Poemas sin publicar

Inventariumpax De tanto camino de dolor nos queda por inventariar la herida que se espanta a sí misma; espejo lacerado, cadáver semilla, tanta sinrazón en todas partes. De todo lo que queda, de lo andado, de lo vivido, del trasegar día y noche de todos los tiempos; surge de la nada del revés y del límite un susurro devuelto de fuente primigenia luz del alba… envolvente. No es esquiva la alegría, si la paz desde los huesos hasta el corazón nos colma.

El Ojo de Agua En el ojo de agua se asoma azul y profundo el gran océano. Como llama que se eleva

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Se me antoja Se me antoja que nos bebamos el mar y la sal nos cueza la piel de memoria traslúcida. Estará limpia la casa para cuando llegues, me entregues tus sueños. Se me antoja quererte.

El último Latido A Ruthis Pero existen gatos que no son gatos. Que los hay los hay. Dario Jaramillo

Mi mano sostuvo el último latido, del corazón de la bestia. Aún siento sus pasos de algodón y garra, como si viniera a recorrer su tibio territorio de pájaros, sus nidos de salamandras, su cama mullida de huellas. Mi mano sostuvo el último latido de su corazón; y su acecho de caza se quedó en el mío. 402

Nazly Mulford roMaNos


Virginia Soy la espuma que avanza y cubre de blanco el borde superior de las rocas, soy también una muchacha, aquí, en esta habitación. Virginia Woolf, Las Olas

La muchacha que he sido estuvo contigo presintiendo el tibio sigilo de la palabra en la hoja de papel. Luego te he visto con tu mirada triste tal como apareces en tu tradicional fotografía: con tu cigarro lleno de cenizas a punto de caer mientras tu pensamiento veloz recorre la vieja casa de Hyde Park. Aún se respira el olor fresco del césped en los jardines de Londres, las máquinas de Hogart Press sin callarse y tú en vigilia delirante, antes de correr hacia el río con los bolsillos de tu vestido llenos de piedras y tu eterna melancolía de niña creadora. He atesorado mi habitación propia, Virginia donde las voces insensatas no llegan. Conozco los caminos y también los atajos. La muchacha que he sido, sigue sumida en tu sueño libertario. Como llama que se eleva

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Si digo la casa A mis hermanos Jose, Jairo, Adalberto y Mundi

Si digo la casa quiero decir la nuestra, la de azotea de atardeceres rojos, en cielo de jolgorio. La de baldosas verdes de figuras redondas, donde quedó por siempre el mágico andar de la abuela. Si digo la casa quiero decir la de la esquina, en la calle de los turcos donde tantas veces nos soñamos otros en juegos y odiseas. Si digo la casa quiero decir la nuestra, con su radiola Philips y su sala dispuesta al gozo de danzantes. La de mesa grande, con pródigas viandas y aromas despiertos. La de árbol escalera y fervor de río en los patios. Algarabía tibia de la memoria guardada en el corazón. Si digo la casa quiero decir la nuestra. 404

Nazly Mulford roMaNos


nora Carbonell muĂąoz Barranquilla (1953)

FotografĂ­a por David Britton


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Licenciada en Filología e Idiomas (Universidad del Atlántico). Especialista en Pedagogía de la Lengua Escrita (Universidad Santo Tomás). Estudió como becaria de la AECI en Taller Internacional de Formación de Docentes en Madrid, España. Durante 5 años dirigió el programa Viva la Literatura en Comfamiliar del Atlántico y el Taller Libre de Creación Literaria. Autora de los poemarios Voz de ausencia, Horas del asedio, Trece poemas y medio, Del color de la errancia y El tiempo es redondo y atormenta. También ha publicado 13 libros de literatura infantil y juvenil. Sus textos han sido incluidos en antologías nacionales e internacionales como: Desde el Umbral II (UPTC, Tunja), Silencio en el Jardín de la Poesía (UIS, Bucaramanga), Cuentan, relatos de escritoras colombianas contemporáneas (Sílaba Editores, Medellín) y la Antología del XIX Encuentro de Poesía en Zamora, México; además en portales digitales como la revista colombiana Casa de Asterión y la chilena Mal de ojo. Participante en Festivales Internacionales de Poesía en Colombia, México y Cuba. Primer premio en el 1º Concurso de Cuentos Infantiles (Comfamiliar del Atlántico), mención de honor en 7º Concurso de Cuentos Infantiles (Comfamiliar del Atlántico), mención de honor en el 3° Concurso de poesía Xicoalt (Salzburgo, Austria). Primer premio en el 1° Concurso Regional de Cuento Caribe (Convocado por el Grupo Literario El Túnel de Montería) y Primer premio en el Concurso Poesía de los Objetos de la Casa de Poesía Silva (Bogotá, 2012). Premio Mujer Sobresaliente del Atlántico, Área de Literatura (Asociación Día Internacional de la Mujer, 1999). Correo: nokar12@gmail.com 406


Tiempo redondo Con cada nuevo resplandor el día establece su círculo de fugas; con sigilo se desliza entre fatigas y diminutas historias que defiende. Inaccesibles, los árboles nos miran desde su grave silencio. Un pájaro mira a otro y es la sombra de sí mismo. Ese otro misterio del tiempo que transcurre sin detenerse a mirarnos, inasible, nos desborda y se regresa.

Escenas Tanta gente sola Juan Bonilla

Cada instante nos llega con su propio milagro. Sobre la arena que las calcina, las huellas de las garzas son un mensaje cifrado. Niños en contraluz juegan al fin del mundo en el centro del resplandor. Convertido en árbol, el abuelo me habla bajo la luz rojiza que cae de la noche. “Tanta gente sola”, todos, todas, vamos leyendo el texto finito, la historia sin patria de cada quien, llenando con verbos y negaciones la memoria de los amados. El universo y el tiempo, hechiceros, son hijos del Absoluto. Como llama que se eleva

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Onírica En el libro memorioso de cada quien interpretamos los sueños, creemos los espejismos. Como en una habitación alucinante desfilan textos de duda y realidad. Ejemplo de lectura superficial: un hombre de blanco sostiene a una niña en sus brazos; tiene sus mismos ojos y el lunar de la familia. A su lado, una mujer sonríe. Su hombre acudió a la cita y levanta a la hija que aún no tiene su apellido. Lectura profunda: la niña balbucea frases ininteligibles de hondos presentimientos, un fuelle de angustia apalea su pecho y rompe el dique del llanto. El tiempo, como una araña implacable, tejió de prisa y tormentas aquella escena en el parque. Como una loca naufrago en sus interpretaciones.

Canción Desolada ceremonia de la noche canto en el silencio del viento leve que pasa. 408

Nora CarboNell Muñoz


El duende Mi tío era muy rubio se cambiaba el nombre y lustraba los zapatos para seducir a las mulatas que le encantaban. De su época de boxeador le quedó la nariz chata, y hablaba de la segunda guerra mundial como si la hubiera vivido. Mi tío acunaba la ingenuidad de un niño y yo lo amaba con amor de madre. El amanecer que murió prestó un canto de lechuza para anunciarme que se iba, mas yo no quise escucharlo. Mi negativa lo mantiene vivo y ahora es un duende que se trepa en el muro frágil de la memoria.

El remo en la pared del bar El remo en la pared de un bar extraña al agua, la sinuosa humedad que lamía sus hendiduras, el chasquido abierto bajo su golpe, la curvatura del río sobre el cauce de arena. Una bella mujer atraviesa entre las mesas y la levedad de su sombra toca el remo. En su abandono, el exiliado despierta a humanas fantasías. Primer premio Poesía de los objetos, Concurso Nacional de Casa de Poesía Silva, 2012

Como llama que se eleva

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El hombre de la foto Se llamaba Luis, tenía cejas espesas y unos ojos gitanos. Lo conocí en el álbum de mi madre cuando su historia había palidecido entre páginas inconclusas. Con una guitarra, caoba clásico, tocaba canciones en la esquina del barrio, mientras ella lo deseaba en silencio tras la celosía. Luis no pudo ser mi padre, la intemperie lo mató de frío, pero su fotografía desde el álbum sostiene mi mirada y sonríe con indescifrable sentimiento.

El amante En la novela de Marguerite Duras (…) todos los personajes son inocentes Rafael Conte

La niña blanca y su amante chino buscan el placer dentro del miedo agazapado en su desnudez. Un bello ojo arrugado espía por el ojo de la cerradura, mientras el índice dibuja imágenes en la transparencia del verano. 410

Nora CarboNell Muñoz


A una mujer que ha tocado el miedo El miedo es una suicida que toma su veneno frente a la debilidad de su testigo, con fondo de Simone y sus amores contrariados. Castigo planeado minuciosamente es el miedo, con el sigilo de un reptil sube por la columna vertebral y muerde sin aviso. El miedo se parece a la ira, soga que se anuda a tu garganta y te fija las manos a los costados del cuerpo. Suenan los pasos del perseguidor detrás de tu espalda; no voltees, puede ser la muerte que ha llegado aunque la detestes, porque a ti te gusta la vida con sus contradicciones, sus miradas torvas, sus delicias. Vence al miedo. Disimula. Atemoriza al verdugo, sepulta el temblor y sacude el llanto. Saca el valor de tu cartera como un arma de defensa. No te detengas, al final del pasadizo del miedo hay una puerta. Cuando cruces su umbral encontrarás a alguien que te espera; estarás a salvo entre sus brazos, serás tú misma que emerges de las sombras del peligro. Eres tú misma, no hay nadie más.

Salmo único Señor, soy libre y me apremias con furor; con lúgubre ausencia de respuestas tus manos vuelan en pos de las preguntas. Ardoroso es el clima de mi corazón al que no inmutan los animales de la ira. Dios de egolatría, amargo simulador de hazañas: no es tu cuerpo, son los nuestros. Como llama que se eleva

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El percusionista Las copas, burbujas ceremoniales, responden a la exquisita táctica del percusionista que hace saltar la música del cristal. La brisa tiene olor a uva y los caminantes beben el agridulce vino de las despedidas. El percusionista sonríe sin advertir la trascendencia de su magia, el aura que anuncia el advenimiento de la patria lejana.

Movimiento de la noche Mi vigilia despierta los misterios de la casa. Un jaguar en delirio se aposenta en el techo rayado por las sombras, y el movimiento de la noche desvanece las ocultas razones del ensueño. Una casa está hecha de espacios y fragmentos que la habitan. No hay silencios en el candente cielo que brama y entra por la madrugada. 412

Nora CarboNell Muñoz


La búsqueda Hojas de naranja caen ante mis ojos cuando me extravío como Dante en el bosque de su siniestra comedia. Busqué en el asombro de una niña frente a la muerte de un pájaro: su inocencia se marchó cuando los gatos esparcieron las plumas en el patio soleado. Busqué en el desamparo de una anciana cuando invocaba a sus hijos: ya, inmateriales en el país ineludible, no tenían bocas para besar su frente. Los caminos perdidos hay que buscarlos en la arena de los relojes.

Tango breve Del bandoneón fluían las quejas de un tango malevo en la Placita Cortázar del barrio Palermo Viejo. Pájara transeúnte entré al olvido como al preludio de una tormenta. Una pena sin lágrimas vino a vivir en mí.

Como llama que se eleva

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Barranquilla a las seis Ilusión de Caribe blanco azul de Colombia tendida en el umbral Amira De La Rosa

En la calle San Blas sobre los altos andenes y bajo ramas de almendros escapan diminutas estrellas de las manos del latonero, y una canción deambula lujuriosa por los bares de la treinta y siete. Suena el ángelus en el campanario de San José y el cielo junta simple los círculos que me asedian. En esta hora de leyenda hay otro río que atraviesa la ciudad con su vaho gris y cálido, una gota de sílaba marina que advierten todos mis sentidos, una mano que lleva la mía por espejismos de la infancia. Es inevitable. En Barranquilla a la seis convergen la distancia que me atrae con su bohemio sol de invierno, la obstinación de la memoria y los sueños que parten hacia el último presagio.

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Nora CarboNell Muñoz


Nerudiana En jóvenes lecturas me rondaba tu aliento de cíclope que todo lo percibía con el ojo del instinto. Tus poemas me trajeron el árbol de las palabras, dédalo de espejos, donde vagué sin encontrar el sosiego a mi extrañeza. La inutilidad de los caminos me llevó al mapa de las decisiones y cuando sonámbula pisé tus huellas en “los huesos de la tierra”, vi tu alma que atravesaba cumbres de la nieve andina. En Isla Negra conocí el umbral de tus desapariciones y escuché la convocatoria de tu voz al juntar mi oído a las paredes de tu casa. Entendí la resistencia de tu verbo frente a la mesa que llegó del mar y con la mirada ciega de la mujer de proa lloré tus amores de paso . Ahora, exaltado Pablo, amada por tus indicios, he regresado al centro de mis obsesiones con el Pacífico todo en el diminuto prodigio de una caracola.

Como llama que se eleva

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Lisboa Cierro los ojos y regreso a Lisboa. Inmóviles, los navegantes vigilan el infinito. En el horizonte, los mástiles cruzan la niebla antigua del puerto y el ferry sesga el agua dócil de invierno. Bajo la lluvia, Margot se busca en el mapa humedecido (ella buscaba un recuerdo que se negaba a abandonar). Aquel desconocido, manos fuertes, pulsera de plata, nos lleva hasta el fado, señor musical de la nostalgia. En el bar, los marineros hablan en babélico rumor y la seducción persigue las hambrientas soledades. Madrugada en Lisboa. Cómo escucho nuestras pisadas sobre las piedras de la plaza y la voz de Amalia Rodríguez tan vívida, como el filo de luz que roza mis ojos y me hace despertar.

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Nora CarboNell Muñoz


Extravío Sucede que me pierdo en una antigua ciudad a la intemperie que alguien nos ha soñado y en la mitad de ella intento sobrevivir, aferrándome a razones tangibles como unos ojos o una rosa, pero me deslizo y caigo en la única trampa que me liberta.

El juego De improviso, el estruendo de la nada hace tangibles los árboles de niebla. La tierra y el agua se confunden en la mirada del contemplador: no hay regreso ni señales de partida en este juego de ardor y soledad.

Como llama que se eleva

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He mirado atrás Pensar en París entre el calor pastoso del verano y la voz de mi madre a través del teléfono. Escuchar el eco de mis tacones y traer a la memoria una aldea en mi absurda adolescencia. Mirar el mismo atardecer, la misma lluvia, la misma urdimbre de monotonía. Bailar una melodía imaginaria entre miradas cándidas, con la saliva acumulada y tanto llanto: la sal en el rostro me hace igual a la mujer de Lot. He mirado atrás. No tengo escapatoria.

La ventana La ventana es el ojo de la luna que acecha los ruidos de la casa. Por ella, la luna mira a una muchacha bajo el reflejo de su luz en el cristal. Hay un poblado silencio en el verdor de la noche.

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Nora CarboNell Muñoz


Los extraños En este restaurante poblado de voces y pisadas, un desconocido atisba mi aire de viajante, y a través de su húmeda ilusión por la sopa del día percibe que somos extranjeros entre cotidianidades como su soledad al acecho y mi clandestino amor de ausencia a cuestas.

En Granada, la luna En Granada, la luna enciende temprano los naranjales de la Alhambra. Invisible, Federico deambula por las callejuelas de la morería, y en las cuevas del Sacromonte los gitanos taconean sobre el tablao de la noche. Nosotros, invadidos por la embriaguez de los viajeros, también vagamos insomnes y delirantes por las orillas del Darro, ilesos caminamos entre el fuego de las luciérnagas.

Como llama que se eleva

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La celada

(O la seducción) Para cazar al cazador. Va y viene. No hay jaque en juego limpio ni delación que no haya sido presentida. Se trata de caer sin eludir ninguno de los hilos invisibles de la trampa.

El viaje de Cristina Primero, Cristina se alejó de sí misma. Con voz inaudible, entre la distracción y la alarma, murmuraba canciones que arrullaban las zonas vacías de su memoria. Para aviarse, tejía un manto invisible como una Penélope asaltada por oscuros pretendientes que se fueron antes que ella a una isla más lejana. Yo la llamaba con palabras de dulzura que quizá no le dije cuando aún era mi madre. Cuando se convirtió en mi hija, yo temía que se perdiera en el bosque espeso de su olvido. Después se alejó de todos menos de mi nombre; quizá porque fui su única osadía, la que en vez de nietos le regaló la incertidumbre para conmover su ingenua santidad. 420

Nora CarboNell Muñoz


Umbral del agua Junto al agua: luna-cristal-reflejo surge el espejismo, el absoluto encuentra su principio, un gesto despeja la penumbra. Presencias de antiguo desencanto se develan en el umbral sagrado. Junto al agua: brisa-círculo-destello emerge sensual el movimiento.

Paisaje del Sinú Otra vez febrero y su brisa de río que abre el desesperado cancel de mi memoria. Fluir del tiempo en la sabana: la ensoñación -ese instante inmortal y brevesiega la quietud del campo. Una abuela pasea el tiempo sobre la mansedumbre de una bestia frente al horizonte que transcurre taciturno. Bajo la línea indeleble de la tarde, miro y siento. No hay púrpuras ni blancos en este sol interno que me calcina toda. Como llama que se eleva

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Hablando de estaciones En la estación pendular de las indecisiones recuerdo al sabio de una película asiática: “Entre dos caminos, escoge siempre el más intrincado”, pero yo elijo el más fácil; como el árbol, sereno y misterioso, que deja a los pájaros anidar en sus ramas y luego marcharse por las rutas del cielo. Como el reloj que avanza sin llegar a ninguna parte, mientras el tiempo despliega su abanico de ases. Confieso que me gusta lo difícil: los amores inútiles, los viajes sin brújula, la estación de los asombros, las distancias infranqueables; esa mirada tuya, asaltada por la incertidumbre. Pero elijo lo más fácil, esta calma sembrada de preguntas, la paz de la contemplación, el derrumbe elevado sobre construcciones cotidianas. Quizá porque la estación de los cobardes es la más difícil de sobrevivir.

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Nora CarboNell Muñoz


PatriCia iriarte díaz granados (Sincé, Sucre, 1962)

Fotografía por Carlos Londoño


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Comunicadora Social de la Universidad Jorge Tadeo Lozano de Bogotá y Magister en Estudios del Caribe de la Universidad Nacional de Colombia. Sus intereses la han llevado a incursionar en el periodismo, la investigación, la museografía y la gestión cultural. En estos campos se destaca su trabajo por más de una década con el Observatorio del Caribe Colombiano, su participación en la fase de diseño conceptual y guiones del Museo del Caribe, la investigación y museología de la exposición Caribe Espléndido del Museo Nacional y el guión de la Casa Museo Gabriel García Márquez de Aracataca, junto a Alberto Abello Vives y Ariel Castillo Mier. Como académica dirige la cátedra de Poética latinoamericana y caribeña en el Programa de Danza de la Universidad del Atlántico, labor que comparte con la dirección de la Fundación IriArtes, el trabajo editorial y la participación en espacios de investigación y creación. Sus publicaciones en poesía incluyen: Mal de amores (1992), Territorio de delirio (1998), Libro de viaje (2008) y Los cuartos de la casa, de próxima aparición. En periodismo se destacan Manual para cubrir la guerra y la paz (1999) y Totó, nuestra diva descalza (2004 y 2011), mientras que en investigación figura Los usos del audiovisual en el Caribe colombiano (2011). Sus poemas y trabajos periodísticos figuran en varias antologías nacionales y en revistas literarias como Puesto de Combate, Arquitrave, Atlántica (España), Aguaita, Semana y Latitud, entre otras. Publicaciones virtuales y portales literarios como www.anceo.com, www.badosa.com, www. casadeasterion.com, www.otroparamo.com, www.elcautivo.org, Efory Atocha y Osservatorioletterario tienen publicados sus cuentos y poemas. Correo: orianauta@gmail.com 424


De Mal de amores (1992)

Poción de amor Agua Sal Besos Almíbar Otros besos Cerrar los ojos Abrir el cuarto de los vinos Hundir los dedos en el cajón de las especias Aspirar Tragarse el aroma Apretar la mora entre los dientes Encontrar la hierba precisa entre tanta espesura.

Travesía En esta orilla se agolpan todas mis preguntas. En la otra aguardan las respuestas. Mientras tanto, discurre lento el río de tu silencio.

Como llama que se eleva

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Tú, invierno Hoy el sol ocupa todo el cielo pero tan cierto como eso son los truenos que estallan aquí adentro. Las gotas caen sobre mí como plomadas mientras otros celebran la fuerza inusitada del verano. Afuera las calles relucen como nunca pero aquí adentro yo esquivo lodazales. Nadie sabe cuánto pesa sobre mi ropa este diluvio.

Tiempo de mar Miro el reloj: han pasado treinta años. No espero más, renuncio a sentir el ardor en medio de mi pecho. Cansada, pongo sobre mí el mar como una manta.

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Patricia iriarte Díaz GranaDos


Poética Una piedra en la luna del espejo rompe esta noche mi sueño ligero. Estoy aquí, con un flanco abierto y derrotada porque mis armas nunca fueron a la fragua del herrero. Doy la batalla con lanzas de cristal. Una piedra en la luna del espejo rompe esta noche mi sueño ligero.

El país del asombro La veo dormir y no me asiste la prisa del futuro. Guardaría su sueño el tiempo necesario para mirar cómo crecen sus cabellos o distinguir cada latido que asome por su sienes. La veo dormir y me pregunto si merezco cosechar tanta ternura. La veo dormir y solo le prometo un viaje por el país del asombro. Verá el vuelo de mantarraya sobre un cielo sumergido y la danza ingrávida de la medusa frente a un edificio de corales. Verá que hay praderas surcadas por criaturas invisibles y un jardín donde crecen los colores. Sabrá que no existe en la tierra otro paraje con más trinos para despertarse ni más ríos para mirar atardeceres ni más árboles para colgar hamacas ni montañas más bellas para aprender de geografía ni mejores contadores de cuentos que los hombres que habitan en sus selvas. La veo dormir, y le ruego defender sus sueños de los míos. Como llama que se eleva

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De Territorio de delirio (1998)

Denso y ácido Es sábado y la mañana ha logrado cuajar un sol de mayo Un paisaje me espera más allá del embalse para limpiar mis ojos Un paisaje, pienso, como hoja fresca de menta para el aire denso y ácido que la ciudad ha metido en mis pulmones Conduzco sola por la ancha vía De pronto el fluido metálico y ruidoso se hace lento se atasca se detiene La mañana se ahoga en un cordón policial el sol se estrella en una sábana blanca que alcanza a duras penas a cubrir un cuerpo Los brazos en cruz la espalda enfriando el pavimento el auto manchado la cicatriz en mis ojos la cicatriz en mi memoria la cicatriz que nunca cierra. 428

Patricia iriarte Díaz GranaDos


Territorio de delirio Madera y cristal que te guarda que te contiene que te anuncia Que me revela dulces caminos que me salva Tu cuerpo curso de agua sobre la piel del mundo Hoja en blanco para mis labios Libro abierto regiรณn alada territorio de delirio vestido azul para mi sed Tu cuerpo, mi secreto.

Como llama que se eleva

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Romance de ciudad y lluvia Ahora es la una y veinte de la tarde y llueve con ganas, como casi nunca llueve en Bogotá. Me gustaría estar contigo, aquí o enfrente de cualquier ventana, mirando esta persiana de agua que se descuelga sobre la ciudad. Me gustaría mirarla abrazada a ti, para conjurar esta nostalgia y el frío que viene con las tardes lluviosas. Llueve con ganas, y mientras la ciudad se deja querer por el agua, yo me muero de ganas de quererte y de cubrirte de besos húmedos. De miles y miles de besos que caigan sobre ti, como aguacero.

Volcánica Sé cómo sucede La tierra que llevas dentro se te agita El sol aumenta el calor de tus miradas La luna, más discreta, hace crecer tus aguas Luego advierto los tambores en tu pecho el cálido sudor en el centro de tus palmas y después un instante después lenguas de fuego lava candente es todo lo que eres es todo lo que tienes es todo lo que quiero y pongo mis manos en el fuego. 430

Patricia iriarte Díaz GranaDos


Eclipse El amor destruye lo que inventa Vicente Quirarte

Un poco más y todo esto habrá acabado como un sueño o una tragedia. Un paso más y el mundo se esfumará bajo mis pies como un mantel que se sacude. Estoy cercana a la renuncia y tú al abandono. El tedio escapa silenciosamente como un gas y lo hará estallar todo en mil pedazos hiriendo para siempre nuestros ojos. Es de noche y estamos aquí esperando que una flecha encendida cruce el cielo.

Como llama que se eleva

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Nube a tierra Miro mi tierra allá abajo y al verla tan verde tan hermosa (tan pacífica, diría cualquiera) me pregunto cómo hace para albergar tanta tortura Miro mi tierra allá abajo y celebro que tu corazón palpite en algún lugar de su ancho cuerpo (sé que una villa, un riachuelo una concha de la playa o un helecho del camino te protegen) Miro mi tierra allá abajo y le pregunto ¿quién habrá de apaciguarte?

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Patricia iriarte Díaz GranaDos


De Libro de viaje (2008)

Del viajar El viaje comienza en el insomnio de la víspera, cuando la mente repasa los motivos de la errancia. Sus aperos. Sus peligros. Luego hay que vérselas con el acre sabor del abandono, percibido en el gesto de entregar ese reducto del mundo que habíamos hecho nuestro. Pero aún nos aguarda comprobar lo que tiene el recuerdo de despojo: el alma plasmada en las imágenes nos dice que nada nos perteneció jamás. Y cuando al fin sobreviene la partida, ahí vamos, viajantes solitarios: un atado de objetos -casi siempre inútiles- y en los huesos, la fatiga.

El náufrago Apacentar mis sueños a la sombra de tu acacia en flor, pastorear la bestia del deseo hasta tu manso abrevadero, amor Imaginar la ruta que elegirán tus manos para hallarme, escudriñar el horizonte con la tristeza de un marino en busca de tus ojos: esos faros que me lanzan su luz como una soga al náufrago. Como llama que se eleva

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De lunares y de lunas Llegué preguntando dónde estaba la casa de los ángeles heridos y me invitaste a entrar. Quizá reconociste en mí a uno de ellos o tenías tú también un ala rota. Abordé tu cuerpo y descubrí la geometría celeste que dibujan tus lunares. Encontré en tus ojos, escondido, un árbol de castañas, y reconocí en tu corazón el mayor de los tambores de la tribu. Yo vengo a ti para tocar en él y desatar la lluvia. Para tentar en el mapa de tus manos a los demonios de la risa. Aquí estoy, criatura de lunares y de lunas tú que conoces el lenguaje de los bosques ayúdame a leer en este rastro de hojas secas.

Ceremonia Tú no lo sabes Nadie lo sabe Pero cada día al despertar beso la llama de tu ausencia. 434

Patricia iriarte Díaz GranaDos


Hablaremos de amor en medio de la guerra Desde el centro de tu ciudad sitiada me contarás que oíste de nuevo unos disparos. Como aquella noche. Como tantas. Que mañana quizá no venga el vendedor de frutas porque hay orden de cierre en el mercado. Aplazaré entonces la visita del sábado y hablaremos de amor en medio de la guerra. Planearemos una emboscada a la esperanza cuando pase corriendo por aquí y la esconderemos de sus enemigos el tiempo que sea necesario. Porque los asesinos se persignan antes de la masacre, como pescadores que parten hacia el mar.

Balada del destierro Dejé mi tierra para burlar el miedo pero el miedo se pega a mis zapatos. Como la sangre a la memoria. Tierra y terror resultan ahora palabras hermanas. Sangre que el sol ha secado. Ira que amarga los amaneceres. Rabia que enturbia los ojos de mi hijo. No fue rojo el amanecer sino la noche entera. A gritos dijeron: marcha o muerte. Hoy en silencio marcha y muere. Otro lugar comienza a llegar bajo mis pasos. Otro aire, sucio, y otra tierra, gris. Sin flores ni animales que alimenten la vida. La vida, que se compra y se pierde en las esquinas. De repente, el sueño de ciudad se convierte en pesadilla... Porque nada soy en la tierra de otros. Solo una intrusa bajo un sucio vestido.

Como llama que se eleva

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Golfo del Darién Con rumbo norte la selva estará siempre a mi derecha La mar, junto a mi corazón. A ella la he visto, apacible, lamer la arena y besar el arrecife. La he visto teñirse el pelo con el color del río y ponerse el traje negro para sortear la noche. He visto el bosque nocturno cerrarse sobre mí y rodearme con sus cantos de todo origen. Me he sentido una hoja más, un soplo entre sus manos. He temblado ante su grandeza y sus criaturas. Me he asombrado con su esplendor diurno. He transitado ese mapa bajo un aguacero, temiendo a la roca lisa, al lodo, a la serpiente. Pero he visto más: he visto la triste huella del hombre sobre la playa. Su rastro de desperdicios, su voracidad, su indiferencia. He oído, al atardecer, el ronquido de la motosierra, y sentido escalofrío al imaginar su tarea. He escuchado el testimonio de su gente sobre lo que había, y lo que era. Y yo, que no puedo comparar, lloro con ellos.

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Patricia iriarte Díaz GranaDos


Fotogramas Pasan mujeres frente a mi ventana; mujeres que decido mirar un momento más, como una condición para continuar el día. Mujeres que pasan por la acera de enfrente enseñándole al mundo su andar de mujeres. Algunos hombres entran en el cuadro que forma mi ventana, pero la gracia, hay que decirlo, quizás no sea una virtud masculina. Ellas saben llevar sus livianos vestidos, sus bolsos de mano, su caminar ausente o atento o distraído. Llevan su vida, la muestran, la ofrecen al mundo en su paso sereno, en la curva de su espalda, en el gesto de su frente, en la distancia que pueden alcanzar con su mirada. Observo esas mujeres, a veces; alguna que pasa, que roza mis ojos, que me atrapa. La sigo entre las palmas y el follaje de los robles hasta el tejado de una casa que me la arrebata. Luego se pierde en la siguiente cuadra. Entonces imagino su voz, le invento una historia... la abandono, me abandona. Regreso a mis quehaceres hasta que en la próxima mañana o en la tarde de la espera, otra mujer pasa frente a mi ventana.

Como llama que se eleva

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Nota desde la ciudad Homenaje a El Transeúnte, de Rogelio Echavarría

A las cinco y treinta, en su lisa piel de vidrio, la ciudad refleja el incendio de la tarde. Tejas y ladrillos reflejan el sol en sus destellos, y los cerros elevan su dorado responso. Abajo, la muchedumbre permanece indiferente. La mirada, atenta a los movimientos del extraño, no se eleva más allá de las luces del semáforo. Media hora más tarde laten con ahínco las arterias de la urbe. La sangre fluye, penosa y agitada, a lo largo del asfalto, dentro de los autos, bajo las pisadas de la turba que abandona su trabajo, que asume el turno siguiente del rebusque, que sale a inventarse el pan del otro día. Es la hora en que la ciudad engulle y se atasca de sí misma, incapaz ya de escupir su sangre, sus buses, su concreto, sus contribuyentes, su miseria, su delirio de metrópoli suramericana.

Mansedumbre Un cordel podría atravesarme ahora como a una barra de mantequilla. Tan poca resistencia ofrezco al mundo a cambio de tan poco.

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De Los cuartos de la casa (inédito)

Árbol, pájaro, nido Para Amalia y Eduardo

Esta mañana el ajetreo de los pájaros me resulta insultante. Son casi las once y divago, me distraigo y me debato entre hacerme el desayuno o estrenar los libros relucientes. Qué hago aquí, me pregunto, como si tuviera una respuesta. Como si tuviera que tener una respuesta. Son casi las once y los pájaros parecen recién levantados. Vuelan por todas partes, diseminando semillas y anunciando algo de lo que no nos percatamos; discutiendo, silbando, resolviendo cosas del almuerzo, supongo. ¿No era pues, al amanecer cuando encendían sus gargantas para después volverse invisibles entre el rumor de la ciudad, hasta la hora del ocaso? ¿Qué hago yo aquí, ociosa, inútil y humana entre tantas aves laboriosas que no cesan de poblar esta mañana? Por todas partes se escuchan; por el manglar, por la playa, por la avenida; alargando el día con su sola presencia, con el solo sonido de su palabra: pájaro, que es toda música y libertad, libertad y desorden en las horas. Pájaro, árbol y nido se confabulan en un himno elemental, en una imagen esencial de la naturaleza que persiste en su quehacer, en su milenaria colaboración para producir más árboles, más pájaros. Para arrullar la semilla que vuela y luego se sumerge en la tierra oscura y tiembla y se deshace en hojas que guardarán al nido y así pueda producirse, entonces, una mañana como esta en la que no me queda más remedio que escribir este poema.

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Vuelo 7536 Las seis de la tarde en el cielo. Cuarenta personas tienen en su ventana la imagen sobrecogedora del atardecer a 30 mil pies de altura: las franjas de luz al horizonte, el lecho de algodones que pasa bajo la nave ocultando por momentos el manto de la tierra; la ceremonia cromática que crea en el firmamento el encuentro del sol y de la noche; las señales rosa y naranja con que se despide el día. La tarde deshaciéndose en inéditos azules. ¿Cuántos pasajeros bajarán a tierra convertidos, tocados por la luz y la belleza?

Aéreo Después, cuando el viaje ha quedado atrás, el sitio aparece en la memoria como un corredor lleno de caras a quienes tu cara tampoco dice nada. Un aeropuerto es una estación en medio de la nada, un espacio de tiempo ocupado, casi siempre, por un afán, por una ansiedad, por una pregunta. Después, cuando el viaje ha quedado atrás, el puerto, aéreo se disuelve en su propia nebulosa.

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Patricia iriarte Díaz GranaDos


tallulah Flores Prieto (Barranquilla, 1957)


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Ha dedicado gran parte de su vida a la docencia como tallerista y profesora de Español y Literatura en los colegios hebreos de Barranquilla y Medellín, y catedrática del programa de Comunicación Social de la Universidad del Norte. Fue columnista de Diario del Caribe y colaboradora de la revista Olas. En la actualidad, es miembro del Consejo Editorial de la revista Víacuarenta de la Biblioteca Piloto del Caribe. Sus poemas han sido antologados en colecciones nacionales e internacionales, y traducidos al inglés, francés y rumano. Ha publicado los libros de poesía: Poesía para armar, Cinematográfica, Voces del tiempo y Nombrar las voces. Es considerada una de las voces femeninas más importantes de su región y del país, y ha recibido reconocimientos de la Asociación de Periodistas del Atlántico, la Universidad Simón Bolívar y la Asociación de Empresarias de Barranquilla. Ganó el Premio de Arte y Poesía del Festival Internacional de Poesía de Curtea de Arges, Rumania. Desde hace nueve años codirige con el poeta Miguel Iriarte el Festival Internacional de Poesía en el Caribe, PoeMaRío. Actualmente prepara su libro Poemas ocultos. Correo: tallulahflores@hotmail.com 442


De Poesía para armar (1988)

Composición en blanco Antes de cerrar los ojos, imagino haciéndolo definitivamente. Los colores –ya uno – conforman los objetos. ¿Son cosas o es el tiempo que ocupó en la imagen la palabra por decirse? Antes del fin me vuelvo, me desdigo. La mirada pretende poseer instantes. Sin saberlo, atraviesa lugares ya traducidos por otros ojos. La mirada salta y regresa ajena.

Como llama que se eleva

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De la tierra Y me agobian los días como estos: pasos mudos rostros con rumbos. Las miradas: sombras tardías de una sombra. La tierra ya habla a solas y la palabra se esconde tras los colores del pueblo. Y seguimos callando. Nos aleja el reposo. Todo desciende. ¿Es la ventana o la página? El secreto no avanza.

Andorra la vella* La ciudad ocupa al río que cruza la avenida frenético ante la presencia de los hombres que lo observan desde el puente. Hay un vago olor a río en cada piedra transparente en cada calle en cada casa que de pronto se levanta y se repliega fluye y se repasa cuando el río condesciende y edifica la ciudad. * Andorra la vieja, capital del principado de Andorra.

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Tallulah Flores PrieTo


De Voces del tiempo (1993)

Nervios de invierno Homenaje a George Bacovia

El cuerpo de la noche se recoge. Lentas, bajo sombras, las tabernas gritan. Caigo. Y una sola palabra sobre el aire que es de pronto un círculo de aves mancha mi memoria. Bacovia, poeta: te leí con prisa, sin sol, incontrolable. Me enseñaste hace tiempo una tristeza de carcajadas lúgubres y una humedad que sólo hallaba en tus siempre escasos árboles que me advirtieron el peligro. Pensándolo bien desde este trópico de rones, de mitos y de restos de basura, me extravié en Rumania durante aquel invierno ajeno. ¿Cómo adivinar que más tarde habría de confundirme contigo en el espejo? Siglos de sol, una línea de luz en medio de la arena. Barranquilla enterrada en una esquina de risas y de baile. Nada olvidado, todo decisivo. Así tus cuervos y tus buitres de cristal Como llama que se eleva

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posados por siempre en cada hoja, en cada texto, en cada soledad mía una y mil veces corregida. George Bacovia: a mí me gustaría repetirte en este cielo, en esta página que traza cada fase final del optimismo, la historia de un poeta o el estallido de una orquesta que resiente cada noche mis sentidos. Carrera enloquecida o una leve manía por la vida.

Epitafio ¿Qué clase de dios eres que no tienes medida, ni duermes ni abres los ojos y trazas los pasos y borras la huella del hombre en la tierra? Traficante de sueños adversos, ¿quién eres? Lectura maldita en el oído que trepas sin tregua haciendo posible el aullido de todos los ciegos, los locos, los santos, los héroes ardiendo en mitad de una hoguera. Ritos tristes: ¡qué engaño! El aplauso espera en un jardín terrestre ahora, quietud furiosa en el tambor que gira el hombre –vino- en tu palabra roja. Dios, antiguo espejo chino. Permítenos vengarnos, de momento. 446

Tallulah Flores PrieTo


Y no construyas, por favor, pilares tan perfectos sobre estas tumbas pestilentes y vacías.

Puerto Colombia I Se diría que no es más que el mediodía, lo sofocante del sol o los patios que ingenuos se levantan de tumbas sin mármol y sin verde. Todo allí se traga el polvo de los muertos. Incluso el mar visitado los domingos cualquier día se desgarra en un volcán de luz que grita hacia las doce compitiendo con la risa miserable de los niños. Ellos saben del combate con las olas, se desmoronan en el agua, acomodan sus huesos entre trapos y chillan incansables hasta dejarse poseer por los fantasmas de su pueblo. La historia ya no cuenta para nadie. Las horas se juntan con las horas en lo que resta de este puerto y la música estalla incesante y se adormece en los ojos de los peces, en los vidrios de la arena. Más allá las redes se devuelven. Se diría que perciben lo implacable del reposo, el misterio más profundo de las aguas, las trincheras en la arena.

Como llama que se eleva

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II Así, la mirada obedece a un sol soberbio, a un rojo indeciso que se humilla y se pierde sin colinas que oculten un poco su agonía. Las aves encierran el paisaje, dialogan en secreto, giran libres y se apoyan locas en el aire con un grito que resuena todavía en cada pie descalzo, en cada remo, en cada red que se aproxima. Se cubre de luna el mar en ese instante. Los peces se rinden en el agua, los pájaros se duermen y los faroles incendian las ciudades inventadas cada noche bajo el muelle. Un doble Olimpo, por ejemplo. Hoy, un acto inescrutable de columnas infinitas hacia arriba-hacia abajo un dibujo sin alma, sin olor, sin dioses, sin desastres. Finalmente, el espacio. Todo. Y yo, al borde de la noche o en esta orilla del Caribe.

Nocturno Cuando se imponen las sombras y se distrae el miedo bajo la indómita hierba, se cierra una ventana para cada palabra que se pierde de vista descansando solemne entre piedras. 448

Tallulah Flores PrieTo


Enmudeció la noche. ¿Qué haré si estoy viva?

Si se nombra el río No poseo absolutamente nada que pueda igualarse a estos hombres hermosos que asaltan ingenuos la lengua oxidada del agua con sus cuerpos. Los pescadores son ríos pequeños en el río. Geometrías tatuadas por la mugre de este siglo que pasa y permanece en cada puerto, en cada orilla coloreada por el agua: un verde, un ocre, un rojo en la certeza que sólo suelen dar las cosas vivas y todo tan intacto. Intacto el negro río y el marino intacto entre mis piernas dementes y obstinadas algas que respiran cansadas cuando el sol se lanza en sombra haciendo otro ejercicio del paisaje inclinado por buques de océanos distantes. No quiero que este río se ahogue entre sus aguas. No quiero que pierda la memoria y se detenga en lodo. No quiero que ceda a la pobreza y que todo se reduzca a la antigua afición de un espectáculo: a la imagen de algún cine recordado.

Como llama que se eleva

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El revés de la caída Que nunca está de más el simulacro que supera el miedo en la mañana. Que un solo acto puede rescatar toda la obra cada día. Que no importa la memoria si se pierde si se sabe conjurar todo el horror que habita en ella y se rescatan los rasgos memorables por sucios que estos sean. Que la vida es solo eso: lo infausto de la máscara, fragmentos aprendidos a destiempo, la caída que no enseña entre palabras que se agotan entre recuerdos diluidos y entre sueños este río eternamente desviado y desertando o una nube que entra lentamente y nos recorre y se deja transitar cuando traspasa la ventana que nos llama y nos prepara para el día.

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Tallulah Flores PrieTo


De Cinematográfica (1996)

Si es muda la muerte Sucede que de pronto no esperamos el sueño ni somos impacientes y ya nada nos deja. Sucede tan solemne, de un modo irrevocable cada buena palabra lanzada hacia el abismo urgida por el tiempo, hecha rueda y sustento delante de los ojos la luna como escudo si no invita a soñar, el poeta es memoria cuando despierta solo, camina y se distrae, y se vuelve sospecha si no sabe qué piensan vagabundas las almas con sus formas corrientes ensayando las manos, severo en los pretextos. Así vuelve la vista hacia el centro otra esfera, un cielo de palabras diciéndose en el frío y explicando su muerte. Sucede que de pronto si añadimos las citas, perseguimos sollozos, duplicamos ejemplos. Sucede que quizás el horror se hace inocuo. Si es preciso el fracaso, las palabras se abren y él regresa a la tierra, a su cuarto, al diván, al enigma, al tarot que presagia asomados al borde los amigos posibles, intimando en la hondura y cayendo hacia adentro. No miraste la espada, poeta. Fue tan claro el discurso, la gloria, tu rezo. Repetiste la escena comprendiendo la trama, Como llama que se eleva

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sin pensar en finales proseguiste la marcha, desertaste acostado, intrincado en las curvas viste el último sol y aquel valle inmortal derribando la puerta, lo imposible fue tuyo habituado a vivir de palabras, entre libros, papeles fortuitos y viajes disueltos, compuestos de gritos ahogados el río y el sueño. Sucede que la voz es pereza. No hay ultraje ni engaño de afuera. Nadie sabe del muerto. Los labios se cierran. Nada existe. Tan sólo sucede.

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Tallulah Flores PrieTo


De Nombrar las voces (En proceso de edición)

Tiriel Para Carlos, mi hermano, quien yace aún bajo ese árbol.

Ahora tus nervios son puro vegetal, hermano mío. como convino Da Vinci, sabio aprendiz, supiste tenderte sobre tu propio cuerpo para que yo te tocara entre los árboles y el sol, sobre el lugar más bajo, aquel desde donde el sol no puede ver. Te recibí recio y duro, acoplado a la hierba, hermano mío, para escuchar por tus ojos tu fuerza y tu flaqueza, y las mías también hasta que confirmamos juntos que serías un árbol erguido de luz. Si tú me reconoces, hermano mío, serás mi mensajero, el de los hombres sin ojos que aprovechan la noche segados por los bordes como si fueran Tiriel: el hombre de la espada que reinventó los mitos, llorando el dulce sueño, llorando el dulce sueño, llorando el dulce sueño para saber morir. Estoy bajo tu árbol, hermano, hermano mío, sin pronunciar las sentencias que creí saber de las guerras de tanto contemplar la afrenta y la prudencia, las horas que nos miden el énfasis del gesto, Como llama que se eleva

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la angustia de los hombres que es la misma de Dios. El júbilo que engendra toda clase de injurias, los ángeles que arrojan señales del imperio con sus curiosas manos como si fueran ciertas. Si tú me reconoces, me buscarás a tientas, que estoy bajo tu árbol para saber morir.

Aurelio Arturo El noble Aurelio no lamentaba nada de este lado del río donde el agua demasiado silenciosa no dejaba escuchar el aliento de los pinos. Pero más arriba, más allá de los sueños, deseaba el poeta una ciudad callada de gritos y susurros parecida a la noche de corazones cansados en calma o en tiempo de tormenta. Sueños de viajes desmedidos los de Aurelio, de árboles, de agua, de estrellas y de nubes cuando lo natural era su voz vertida toda en la tierra de nadie. Su país se perdió y ya no canta. Donde crecían las hojas más finas y más largas la hierba está demasiado inclinada y un lamento se escucha cuando el viento la acecha él calla con los robles. Ni una gota para beber, ni el tic tac profundo del viejo bosque del norte, ni el viento curvo del sur ni la canción que murmuraban sus estrellas…. Nada queda, pero su voz de fragancias y de noche, entre viejos fantasmas, es un país que sueña. 454

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Octavio Paz Mas cada vez que esta tierra se abre y la noche nos pesa y el día amanece dudoso y errante titubea la memoria confusamente entonces hacia esta página que finge con vehemencia y escribe entrelíneas lo oído apenas a deshora. Décadas de muerte veladas por el miedo y el deseo en la primera ronda un poblado que desciende sin los dones del río y sin los dones del mar para el espíritu perdiéndose en un nombre de país que nos hizo hábiles en el ocio y la tristeza en la suerte y la calma. Petrificado pensamiento seguimos en la primera ronda que es la última de todos sin clamor ni desesperanza alguna. Nada somos si tus palabras fueron cascada de silencios no podemos copiarte aquí son reales los fantasmas y las ideas nos caen sobre cada palabra hay un cuerpo de aire que nos mata sin saber del alma que dura entre las peñas y las penas de tus días. Ya nada nos confunde. Es verdad la noche nos palpa y nos palpa el día pero el día y la noche dialogan el poema con los muertos y más allá de su orilla solo estamos nosotros Como llama que se eleva

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porque no hay palabras que recuerden la primera vez ni la última de la fatalidad de las palabras que mataron el asombro ante la muerte. No hay hoja disponible no hay piedra sobre la cual esculpir una frase inmortal un territorio de insomnio es este país sin imágenes sin palabras sin silencios sin nada.

Héctor Rojas Herazo Que no se diga nada de tu ausencia, porque ahora tu mirada se posa sobre el mar y tu perpetuo irte por tanto asombro y miedo te acomodó justo en la bóveda de Dios quizás antes de tiempo un tanto sabio un tanto presumido para poder pelear con él ahora que estás muerto y no sabes dónde estás. Que no se diga que no lo tienes todo, porque nombraste el terreno pantanoso que heredamos de ti en este Caribe pobre y concluido que de tanta memoria desafiaste afirmando tu propia eternidad en una idea de patio, en un proyecto de luz a eso de las cinco cuando la certidumbre de lo simple mereció tu aprecio y tu dolor por saberte tan triste y sabernos tan tristes en este lado del mundo. Pero que no se diga que tampoco fue el mar cuando el mar dirigió tu embarcación a remo y el silencio fue más que ruido de tambores y de noche, la voz de tus parientes y tus dulces caballos reconstruyendo tu historia en la oscuridad del tiempo. 456

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Tus parientes, que pusieron tus ojos en los ojos de ellos, recogieron con cuidado los bordes de tu cuerpo, y sin la frase acabada de las tumbas te regalaron el sueño de tu azul salado para que por fin vivieras una vida por fuera de la muerte.

Silvia Plath Para recobrar el sentido, el grueso de una hoja Para ocuparte de la luz, lo absoluto del ojo Para acallar los rumores, está la brisa que crece Mientras tú casi intacta ante tu propia sombra Permaneces tendida Donde te yergues sola Para ser solo voz en la hierba.

Alejandra Pizarnik Ya nunca podrás abrazar lo que vendrá después del final. Otro amante mintiéndote con el anillo en su mano derecha. La noche y la noche intercambiando palabras de honor. Lo que tú necesitas te lo dará el viento: un poco de vértigo. Tu polvo amenazando el rigor como una providencia para mucho tiempo. Tu falsa inocencia, Alejandra. Como llama que se eleva

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Desaire

De Poemas ocultos

¿Cuál de las noches? ¿Cuál noche para explorar ese que soy cuando me acecha /el rostro de mi mejor enemigo? ¿Cuál rostro para saber quién soy si lo que veo es su delirio? Y entonces cierto desdén Este desdén con que lo alcanzo le disparo Justo En el centro Me hago fuego Invierto los deseos Lentamente Suplanto a mi enemigo Para salvar mi honor Ya no me veo.

N.N. Pero es necesario el llanto, es necesario el llanto para ordenar el tejido de la trama del gran lamento sin voz. Un llanto más enorme que el insondable llanto de los desposeídos, que el llanto terrible y moderado de las mujeres violentadas, que el inocuo llanto de los arrepentidos y los necios, que el llanto miedoso de los niños, de los atolondrados y los sabios, que el llanto cansado del amor. Por el pasado infructuoso que nos tocó, por el futuro infructuoso más viejo que el ayer, tanto ardor tanto ardor atravesando invisibles nosotros el más antiguo miedo. 458

Tallulah Flores PrieTo


ubaldina dĂ­az (Sabanalarga, AtlĂĄntico, 1954)


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Ha publicado en diferentes revistas y magazines del país y en algunos blogs del exterior. Parte de su obra ha aparecido en las Antologías Diosas en Bronce, California (USA, 1999), Mujeres Poetas del Caribe (2012), El Paraíso Recobrado, Ediciones Zona, Poesía colombiana del siglo XX escrita por Mujeres, Tomo 2, Apidama Ediciones, Bogotá (2014) y Puentes de Agua, Santa Marta (2016). Participó en el equipo de trabajo que filmó el primer documental del Carnaval de Barranquilla, El Torito nunca pierde, un video-arte sobre los miembros de la centenaria Danza del Congo El Torito, en el marco de los convenios entre el Canal Telecaribe y el Ministerio de Cultura Aluna-Caribe en 1.990. Correo: uba.diaz@gmail.com 460


Armando encuentros Luzco apacible, paciente y como una gota de rocío plena y sencilla Estreno espacios en el campo de la vida Madrugo para oír el murmullo de las nebulosas los sonidos impares de la placenta cósmica Amarillo percibo el espacio donde fluyen las luces del día allí cargadas de notas y perfumes Busco la línea movediza de los caminos sinuosos del deseo y empiezo desvelando los secretos del espejo, y la densa calma del reflejo me lleva al mundo de Alicia transportada entre esencias de canela y sándalo ¿Cómo así que el mundo se disuelva entre aspiraciones olfativas? Cada vez el aliento es más pesado y los golpes en el pecho resuenan cual tambor alegre pero aún no veo dibujada la fronda ni el perfil del espejismo del oasis ni la nave absurda y silenciosa que me indique me confirme que estoy del otro lado del espejo.

De regreso Disuelvo las blancas rocas en un cauce helado, retumbante Amanso la corriente y vengo de vuelta al mundo citadino con la música en el alma.

Como llama que se eleva

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Qué bonito sería Encontrarte en un parque leyendo ensimismada los últimos debates sobre género o verte hacendosa preparando tetero a tu nieto. Escucharte al menos a través de una línea telefónica concertando cosas, fraguando los encuentros o tal vez amando a hurtadillas, volver a tantas cosas ya por ti vividas. Amiga de los eternos afanes, faro de luna en las noches aciagas, espíritu andariego, irredento, qué bonito sería explotar la puerta del tiempo.

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Ubaldina díaz


Aquiles Cuando el espléndido regresa del fragor de la batalla con los ardores del coraje brotando como chispas estelares, tiendo sobre la hierba húmeda mis mejores mantas, enciendo con sándalo y canela los pebeteros de mi furia sostenida. Soy la diosa del retorno. Su cuerpo exige ser ungido con aceites. Mis manos son ojos, boca y oídos. Escucho rumores de un cuerpo que habla con el lecho de hierbas. Aspiro los humores escondidos al tacto de sudores y savia delirante. Y luego sucede: el roce de las manos untadas anima al molusco guardado en mi boca, lánguida larva posesiva entre los pliegues de la piel y los recuerdos. Cuando el espléndido regresa del fragor de la batalla la noche con sus arrullos apacienta los suspiros, espacios de luna entretejidos en la bruma de los cuerpos. Su nombre es Aquiles, parido de diosa y mortal. Al conjuro de su voz que apremia mi deseo despierta el furor dormido que guardo desde siempre en mis entrañas.

Como llama que se eleva

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Sentires He mirado en la zaga de la calle colillas, desechables, envolturas, la sucia acera pálida y fría, el acre olor de orines de otros días, el amarillo limón de los rincones, el aliento agrio de las sombras, luces de insomnio nublan la esperanza. Fardos, suelas raídas, abrigos de otros años, la miseria es más miseria entre el frío aunque no haya moscas ni hormiguitas caminando por la piel erizada. El frío es el dominio de la Parca insomne. He mirado los cerros vigilantes, guardias, las casitas desparramadas por sus faldas, el moreno color de la niebla ácida, la prisa sin fin de los transeúntes, el negro espejo de la calzada que nada dice, de la sangre los cuchillos la embestida en las noches de lluvia cantarina.

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Qué puedo desear Qué puedo desear si no hay espacios para el deseo si la marca del tiempo si el escarnio del agua si el brillante Esculapio me presta el gallo para pasear por las tardes y anegarme de razones de improperios y bastiones. Qué puedo esperar si la espesa selva no permite el encuentro de los labios, los latidos, las membranas. Qué puedo ansiar fuera de esta calma insomne, de las tardes apacibles, los eternos desengaños, el ratón que huye cuando entro a la cocina, el megáfono de la yuca y la papaya a la hora del crepúsculo, el sonsonete de mi vecina peleando a los sobrinos, el amago de una meta desdibujada en el tiempo, susurro de la noche indolente, mentira de la risa, fantasma de mí misma merodeando en las esquinas.

Como llama que se eleva

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Violeta Que nazcan niñas en los hospitales es cuestión casi ordinaria Que nazcan en veredas y caseríos a lo largo de mi tierra, un reto al siglo XXI Una violeta en el pecho que echa raíces de caucho, eso ocurre cada vez que el Halley se aproxima. Aquí la tengo enraizada en el tuétano de los huesos entre paredes del corazón del hígado y del cerebro Una violeta alta y segura plena de dones rica en talentos La musa de mis sueños enquistados El sol de mediodía que alumbra Un estío intenso como su canto

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Y entonces Y entonces, se fue al destierro agarrada de la mano de un recuerdo mascullando en las auroras maldiciendo en las burdas trampas de aquellas pestilentes mañanas Ubicó el espacio más soleado suplicó por un trozo de cincel dibujó el arpa clara de sus manos y de cuando en cuando rasgó una cuerda para acompañar el quejido de una gata en celo. Cuando ya su espacio reinó era un vulgar rincón del pensamiento. Descansa, toma de nuevo el aire alivia el amargo de la garganta respira profundo, respira y marca el compás de los diluvios Ya vendrá otra resaca: Un turbión de ensueños inquietantes antes que la parca fría devore los huesos los sueños los amores.

Como llama que se eleva

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Ars erótica Lo digo: nada es la incierta oquedad de los ansiosos cuerpos sin la mirada. Como Midas, lo que toco convierto en pulpa acezante y temblorosa. Torno húmedas las gargantas. Hago de la sangre un río tumultuoso a cuyo paso brotan los espíritus del aire. Hago un puente entre los jugos de la tierra y los néctares del Olimpo. Soy la semilla alimentada por lluvias y minerales. Puedo vivir un éxtasis en la contemplación de la hojarasca y el aroma de ramas recién cortadas o de una camada de gatos amorosos lamiendo ciegos sus cuerpos sin distingo. La danza paciente de las abejas halla eco en las urgencias del momento. Mi cuerpo escucha, palpa, ve y huele con creciente arrobo el horizonte extenso donde la naturaleza recrea su profunda vocación de amor.

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Nunca supe primera persona en singular Solo puedo conjugarme en plural No sé hablar del amor de parejas Desde la orilla del sentimiento vivo en penumbra desde siempre Mirando a hurtadillas Recogiendo dolores en clave cósmica Coleccionando presentimientos que dejan por ahí tirados que olvidan siempre olvidan Pero yo nunca puedo Así vivo

Desde Turbo a Sarajevo Desde Turbo a Sarajevo pasando por Mururoa algo tienen en común el monte y la ola: la convicción suicida de quien abre la llave del gas que lo envuelve y se lo lleva.

Como llama que se eleva

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Es evidente Lo correcto es atenuar el paso cortar el cabello como duelo blandir las armas cosméticas salir espada en mano a minar resistencias y azares Se espera un fugaz relampagueo de una música romántica y el paseo sempiterno de las tardes la visita al salón cada ocho días el glamour la pedicure el hombrecure la excelsa salsa en noches de llena luna Se espera un guiño coquetón en el saludo de siempre acompañando el sinuoso movimiento la espléndida felina al acecho merodeando en torno a su trampa. Se espera la presencia insistente en conciertos, desfiles, glamoures el restaurante de moda las deudas de moda y la lencería de moda. Se espera el avance enfilando artillerías reconocidas pero los tiempos admiten cañones versátiles estamos en vanguardia ante un cielo azul repleto de cometas de colores esgrimiendo un arsenal de sueños desbordados sin otro polo a tierra que la voz que nos despierta cada día.

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Ubaldina díaz


Que no se quedara en el 2007 Hicimos toda la fuerza interna el artilugio más exótico de la imaginación macabra abrimos compuertas, escupimos golpeando furiosos los flancos del barco que aún caliente se lo llevaba Montamos carnaval ceremonia increpamos porqués y cómos que la aurora y los amigos padecieron desde entonces La plena incertidumbre del mañana ganó la partida y no se pudo deshacer el lazo férreo que anudó la agorera mano callosa a tu garganta enlazando el último suspiro como enlazar un novillo castigando el febril gesto de la ira una huida de fluidos que cual rosa moribunda se posó en el pecho rugiente de la noche aquella inmensa noche decembrina Y luego hicimos de la memoria un diván para apacentar los bizarros dolores de la ausencia.

Como llama que se eleva

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Inventario Dispongo de una esfera temporal que me acompaña siempre Al amparo de miradas indiscretas crece y se hace adulta Prefirió la edad contemplativa de los años verdes a la plaga feroz de las langostas que amenaza la calma de los treinta Para el amor de los círculos concéntricos dispongo de una esfera de cristal tallado.

Claros del bosque A María Zambrano

Si toco a María diciendo del silencio la suprema voz, no importan los espacios, el sesgo profundo de la aurora ensombrecida. Si toco del silencio las aristas del dolor cierro el compás y ante mí ascienden los claros del bosque la quieta voz palabra oculta.

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Ubaldina díaz


Recordando a Rimbaud Como el mismo barco ebrio bailando entre olas como corcho rodeada de una babel de centauros atardezco en la distancia con la sola visión del silencio que en la grupa de los días se apodera de la sangre. He venido poco a poco completando entre vaivén y vaivén el arreglo de cruces y deseos para la fecha imprevista.

Para el escribidor Él se fue como un quijote de estos tiempos cargando molinos de libros conchas marinas estatuas de madera y rezagos de una mar en sus bolsillos. Vibra un silencio cual piedra presa al fondo de la quebrada. Sus barbas serán testigo discreto del solemne y solaz insomnio alimentando las dudas en las noches en que te preguntes corazón en mano si fuimos cansancio hierba marchita o apenas un leve punto negro en tu retina. Como llama que se eleva

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Siempre Arriamos las banderas destrozadas los cuerpos las armas el rictus del último golpe. Claudicamos dejamos correr la espera a medias tintas recorremos los espacios, traviesos duendes, del mundo que habita tras la cortina de humo del día a día. Cruzamos una calle polvorienta, estrecha conjunción de asfalto y playa, corrimos tras la última estrella de la noche. Y la risa desgajada tuvo su sino trágico: Era el mundo y sus fauces afiladas, era un dolor estremecido el roce de una piel cálida y triste. Saboreamos los labios de aserrín imaginando el sin igual momento de su roce cálido furioso atropellado. Volutas de humo cobarde por la ventana de los años dorados.

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Ubaldina díaz


Borgiana Al ciego universal

Más tarde el sentimiento entró en crescendo por las abierta dianas cantos helados sin pasado fueron vertiendo arreboles de cristal La luna solo un accidente estrellas a granel en tus zapatos Lágrimas las naves del recuerdo marimbas los ecos de los cantos gregorianos Avanzas a pasos de cometa mientras se mueve entre las sombras un arrabal de formas Estiras ambos brazos se pierde la distancia el yo en el tú se desdibuja y un señuelo sumergido al impreciso brote de siluetas te ha traído la entraña enternecida la carne abierta burbujeante cayendo al borde de un tango sublimado por magia y sangre de poeta Te vi meditar sujeto a las reglas del discurso deambulando entre calles playas y esquinas de tiempo cazando mariposas en cada vuelta de mirada buscar recursos postreros escudriñando el pasado y encontrarte en el camino con que Ariadna sabía mucho de hilos y minotauros y que los relojes de arena son incautos sin tu verso Supe de tu espera estremecida entonces del hombre en el espejo y los tigres clandestinos … aún sigo al galo ciego por su amor de Prometeo y alivia saber que su carga ya no vencerá la espalda pues otro ya le acompaña en la guarda del secreto sobre el alba y la costumbre la alquimia y el holocausto. Como llama que se eleva

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8 de marzo Qué me importan los fusiles, escúchame; Escúchame ¿qué impórtanme, si la bala circula ya en el rango de mi firma? ¿Qué te importan a ti las balas si el fusil está humeando ya en tu olor? Hoy mismo pesaremos en los brazos de un ciego nuestra estrella y, una vez que me cantes, lloraremos. César Vallejo

Heme aquí danzando al impulso siniestro de las horas entre grafías y caminos de montañas rescatando ensueños en vigilia pies dormidos, manos en suspenso y un cepo aprisionando luces tercas Aquí estoy alerta a aquel indicio las cuerdas como nervios de guitarra y un anhelo hecho nudo mudo entre las vísceras Vuelvo de una roma calcinada recogiendo aromas y desechos de nostalgias las sienes rotas el corazón dormido debajo de un vestido de añoranzas Vuelvo al afán de ser sintiendo la caricia del aire enrarecido Vuelvo del sendero a medias sin calzado musitando la canción del ser que se hace siendo

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Ubaldina díaz




Contenido

Presentación

5

angéliCa santamaría

Leo poemas

34

Supe de ti

35

Escribiré en tu cuerpo

36

Reloj de arena

11

Pronóstico

37

Soñar en paz con la bisabuela

12

Verbo

13

Y así

38

Un paseo de tarde

14

Muñeca Rota

39

Metáfora de los días

15

Antídoto

40

La orilla

16

A propósito de quien no podía volar…

41

Pregunta por la eterna sed

17

Estos poemas mudos

42

Entre mares

18

Besaré

42

Piedras húmedas

19

Solo tú

43

Son otras

20

Estoy en el mundo

44

Conjuro del albur

21

24

44

Metáforas del regreso

22

Las criaturas de Prometeo

23

Liturgia de la sal

24

Una soledad anfibia

47

La Sierra

25

Una desempleada

48

Un día

26

Ciudad del tiempo perdido

49

He perdido las palabras…

50

El canto del Minotauro

51

anna FranCisCa rodas iglesias

annabell manjarrés Freyle

La palabra que me nombra

29

Hacia ti

30

Estoy siendo nocturna en lugares soleados

52

Ante el espejo

31

Ya no me leo el tarot

53

Podrás decir

32

Premonición

54

33

Caballero de espadas

55

Todo está escrito en mí

479


Manjarrés

56

Dicen de Borges

96

Selva y origen

57

No habrá cuerpos

97

Mi voz en un laberinto

58

Incertidumbre

98

Dislexia

59

Karma

98

Poemas en el final de los tiempos 60 Oración para superar a Eva

Carmen Peña visbal

61 Homo

beatriz vanegas athías

101

Vencidos

101

Consejos del fracasado

65

Dite

102

El canto triste del carrao

66

Detente

103

Todo lo que quiero es un balcón propio

Las tumbas

103

67

¿Quién?

104

Consuelo

68

Vallenato para tu piel

105

Rastro de Adela

68

Nadie danza

106

La herida de la hiena

69

Esencial

106

Saga de los desterrados

71

Insalvable

107

El gran amor en vilo

72

Comprensión

107

Crónica del dolor

76

Cansancio

108

Crónica del patio

78

Signo de los tiempos

109

Variaciones sobre la mesa

79

Lo cierto

110

Hora sublime

111

Antes, amor...

112

betty brunal Nostalgia de tu boca cerrada

83

Para amarte

113

Des Concierto

84

Eterno

114

Anónimo

85

Te querré

114

Samsara

86

No

115

Acto único

87

Lejos

115

Antes de que el grito me alcance

88

Si…

115

Del cuyanacentrismo

89

Renuncio

116

Tántalo

90

Cotidiana

91

Ante la luz de las ventanas

92

La receta de hoy

119

El gran vals

93

Antojos

120

Ese río se derrama lento

94

Tus besos

121

Celebrando la llegada de nadie

95

Pan y Vino a lo eterno

122

480

dina luz Pardo olaya


Raíces

123

En tu nombre guardabas

144

Reverberación

124

De la tristeza algo nos queda

145

Alejandra Pizarnik

145

Virginia Woolf

146

Serguei Esenin

146

Georg Trakl

147

Sylvia Plath

147

Dylan Thomas

148

El poeta

148

Herencia

149

Lloro por los que maúllan a la sombra de los que viven de la ciudad

125

La piel que mudo

126

Canto a la tradición de tus besos 127 Polvo

128

Como agua que baila entre mis labios

129

Cobardía

130

Te puedo llenar de rosas

149

Tiempo

131

Un poeta

150

Pazdemia

132

Te sedujo el canto de un pájaro

151

Umbral

132

Lo que ya no podré decir

152

Es el tiempo…

133

Corrida la tinta, borrar no es una opción

134

ela Cuavas

eliana díaz muñoz Tránsito de la tarde

155

Pronto se duerme la luz

155

Presagio

156

Alfabeto

137

Diagrama

156

Después de mí está la luz

137

Diagrama II

156

San Fernando

138

De fogatas y otras combustiones

157

Arte poética

138

Incendios

157

Poema para la madre

139

Brotes de inocencia

158

Oscuro animal

139

Desprendimientos

158

Impedida para escribir

140

Tríptico de la hermana ausente

159

ni una sola palabra de amor

140

Leo a Marina Tviestaieva

Jugar con fuego

140

en un aeropuerto

161

Con deseos de escribir

141

Martha:

162

Lumbre del deseo

141

Canción para Ana

163

Otra muerte

142

Séneca y las sentencias

164

Una palabra

143

Paisaje con escombros

165

143

Esbozo de una Esfinge

165

Museo de historia natural

166

Poemas con batallas

166

Silencio El hombre es un animal cansado de sus alas

144

481


Libros

167

El insomnio del poeta

182

El bello texto

167

Señora noche

183

Jugar en el anticuario

167

Conversación con el abuelo

183

Cartografía de la culpa

168

Poema reiterativo

168

Hay un hombre gozoso y moribundo en mi silencio

184

Lección de albañilería

169

Este hombre me conmueve

184

Plegaria

169

Carta al alba

186

Atesora tu sombra

170

Como pan, como sacrificio

187

Tratado del tiempo y la caída

170

El poder que más deseo

187

Soledad de las ventanas

188

Voy hacia dentro de mí

188

hortensia naizara rodríguez Esta noche se han marchado mis poemas

173

He vuelto a navegar sobre las mismas palabras

173

Índice del poema

174

Poema para convocar el misterio de las palabras

174

Las palabras vienen del agua y se miran en el espejo del agua

irina henríquez Vértigo de la tarde

191

La negación de la locura

192

“En extrañas cosas moro”

193

Confines de la noche

194

Pájaro

194

175

Para beber no

195

Gratitud bajo los árboles de mango

176

Una terrible claridad

197

La música que haces para mí es un escándalo sensual

177

La inocencia de los mundanos

198

Una diminuta marca en el universo interior de mis aguas

El ave de los sueños

198

178

Pequeños animales muertos

199

Se me antoja que la luz de mis manos llegue a ti

Luna en junio

200

178

Noche sin luna

200

Poesía

179

El poeta es el que espera

179

No hay quien venga en mi auxilio en esta noche

201

Poema de mi hijo

180

A riesgo de caer

202

Una señora bien puesta se viene encima de mí

180

¿Dónde podría residir la belleza de un poema? Tengo el corazón desordenado 482

La preponderancia de lo pequeño 196

No me ha sido dado comprender 203 Tardío y turbio

203

Hallazgo

204

181

Treinta de marzo

205

181

Ahora ocurre del día

206


ivethe roCío noriega herazo Recién mojado

209

En la danza de la luna

209

Solo soy

210

En el exilio del ala

210

Rihad

211

Evas

212

Al leer este libro que no he escrito 213 Me sueño ayer de nido

213

Abre la flor

214

Antropófaga

214

Vendedoras de Frutas

215

En el silencio de las amapolas

216

Oficios inéditos

217

De la escriba (nostalgias)

218

Llegas por segundos

218

Viaje en el umbral de la memoria 219 Anita

220

Perdidas en el tiempo

220

En-marejada

222

Las hojas

223

¿Y ahora qué?

223

Ágora

224 Kenia martínez GóMez

Miedos

227

I III IV V VI VII VIII IX

227 227 227 228 228 228 229 229

X

229

Poemas dispersos

230

I II III IV V VI VII VIII IX X XI XII XIII

230 230 230 231 231 231 232 232 232 233 233 234 234

I II III IV V VI VII VIII IX X XI XII XIII XIV XV XVI XVII

235 235 235 236 236 237 238 238 239 239 240 240 240 241 241 242 242 lauren mendinueta

Así pasan los años

245

Bogotá, después de una visita a Helena Iriarte

245

483


Muerte civil de la poeta

246

Huamán por los caminos

273

Deseo de nada

246

del Alto Valle del Sol (1525)

273

Mayéutica

247

Reloj sin manecillas

247

Todos los amantes niegan a Platón

274

Del tiempo, un paso

248

Balada para los ociosos

274

Olvido de mí

248

Los gritos adultos

249

de las cuatro esquinas que miran a Colón

274

El jardín como destino

250

Fotoroust

275

Una visita al museo de ciencias naturales

251

Los circos de pueblo

252

Hay solo un tiempo

253

Lo que en verdad me pesa

254

Para mi abuelo Antonio, veintitrés años después (2011)

256

La libertad después

257

No habrá sido por miedo a la tempestad

258

Querido Oscar, he aquí el verdadero enamorado

259

Contigo yo conocí

260

lya sierra Silvia Castro habla de su Joaquín 263 Onírico

265

Al olmo de Guizors

265

Un brindis triste por la medialuna

266

Ocurre que me pierdo

267

Adivina adivinador

267

De vez en cuando

268

Del presente que no es efímero

269

Cuando a veces la primera encrucijada

270

Amantes del siglo pasado

271

Oda para nombrar a Palestina

272

484

Invitación para Whitney Houston 275 De aquellas sombras

276

Este Manuel que se yergue

277

Para volver a Scheherazada

278

Petra

278

margarita esCobar de andreis Sin salida Al cuerpo A la deriva El cuerpo Rescate Hacia la niñez perdida Soledad desnuda Volver al poema Un regalo del mundo Necesito una voz Atada a una sombra Atardecer Ciudad de la palabra Huéspedes del tiempo Silencio dormido A la orilla de un poema Fugaz Preguntas al viento Días de guerra Voces ausentes Contrariar al tiempo

281 282 282 283 283 284 284 285 285 286 286 287 287 288 288 289 289 290 290 291 291


Un grito en la madrugada Dolor de música Camino de regreso El olvido donde nací Partir Dos guerras Palabras calladas En el umbral de la memoria Sin historia Exilio La guardiana del silencio El amanecer

292 292 293 293 294 294 294 295 295 296 296 296

I

317

II

317

III

317

IV

317

V

318

Un camino

319

Huella de la Madre Trama Cauce Bienaventuranzas La Ola Casa en el Silencio Llama Plegaria Vía Travesía Crisálida Agonía Soliloquio Iniciación Silencio Funámbula Hendidura Fugacidad Poética Aventura Ascensión La Desconocida Umbral Ascesis Ficciones Umbral Vigilia Albergue Los Adioses Las Estrellas Escribo A la manera de un jaiku No Saber Instante Errancia

Afluentes

319

Juego

margarita galindo steFFens Tu voz Bajo la lluvia Trae hojas de luna En tu caña de lluvia Y bien pudiera amarte Para entender el agua La luna sobre la casa Con fondo de mar Signos de partida Breve Ángeles Vida Puñal de luz

299 300 301 302 303 304 305 306 309 310 311 313 314

margarita jaCquin gutiérrez

319 320 320 320 321 321 321 322 322 322 323 323 323 324 324 324 324 325 325 325 325 326 326 326 327 327 327 327 328 328 328 328 329 329 329 329

485


Huésped

330

Paisaje del alivio

357

I

330

No puedo detenerme

358

A la manera de un jaiku

330

Mi cuerpo

359

VI

331

La otra

360

VIII

331

Grita

361

XXV

331

Animal

362

V

332

Estoy aquí

362

IX

332

Piel de ojos

362

Saber

332

Escribiré un poema

363

Ya yo morí una vez

364

Rito de agua

364

maría merCedes gonzález Antípoda de un tiempo de espera 335

La letra entra con sangre

365

El origen

336

Laberintos

366

Noctámbula

336

Tempestad

366

Esquelas para no dimitir I

337

Los amantes

367

Esquelas para no dimitir II

337

Diálogo

368

Esquelas para no dimitir III

338

Sentires

368

Poeta abisal

339

Anamorfosis bajo la lluvia

341

monique FaCuseh

Pompas de jabón para Yarima

341

Ciudad al fondo

371

Ficciones del vagabundo

343

La anémona

371

En el filo de las palabras

344

El extranjero

372

Itinerario del olvido

345

La noche…

372

Caos

346

Adagio

373

Imágenes

347

Lento

373

La pared

347

Crescendo

374

Irredención

348

Enérgico

375

Retrospectiva

348

VI

376

Espuma de agua

349

VI

377

XVII

377

XVIII

378

maría teresa esCobar de andreis Convida la palabra

353

XIX

378

Duermo y despierto

354

XXVI

379

Los sentidos

355

XXXIII

379

Anatema

356

XXXVI

380

486


XL

380

Se me antoja

402

IV

381

El último Latido

402

V

381

Virginia

403

VI

382

Si digo la casa

404

VII

382

XI

383

XIV

383

XV

384

XVII

385

XXII

386

XXIV

386 nazly mulFord romanos

Frente al espejo

389

Porque somos así

390

Nada me incita

391

Noctívaga

391

Alfa Centauri

392

Todas las noches

392

Mi nostalgia de ti es exacta

393

Milenario

393

Ser y no ser

394

Aquella muchacha

394

Verónica, qué manera la tuya

395

A pesar de ser tierra

396

Edith

396

En el desierto de la Alta Guajira

397

De vuelta a la Soledad

397

Anduvimos en el camino

399

Hay momentos perfectos

399

Tenía aire de Latina

400

Quería su voz

nora Carbonell muñoz Tiempo redondo

407

Escenas

407

Onírica

408

Canción

408

El duende

409

El remo en la pared del bar

409

El hombre de la foto

410

El amante

410

A una mujer que ha tocado el miedo

411

Salmo único

411

El percusionista

412

Movimiento de la noche

412

La búsqueda

413

Tango breve

413

Barranquilla a las seis

414

Nerudiana

415

Lisboa

416

Extravío

417

El juego

417

He mirado atrás

418

La ventana

418

Los extraños

419

En Granada, la luna

419

La celada

420

El viaje de Cristina

420

400

Umbral del agua

421

Inventariumpax

401

Paisaje del Sinú

421

El Ojo de Agua

401

Hablando de estaciones

422

487


PatriCia iriarte díaz granados Poción de amor

425

Travesía

425

Tú, invierno

426

Tiempo de mar

426

Poética

427

El país del asombro

427

Denso y ácido

428

Territorio de delirio

429

Romance de ciudad y lluvia

430

Volcánica

430

Eclipse

431

Nube a tierra

432

Del viajar

433

El náufrago

433

De lunares y de lunas

434

Ceremonia

Nocturno

448

Si se nombra el río

449

El revés de la caída

450

Si es muda la muerte

451

Tiriel

453

Aurelio Arturo

454

Octavio Paz

455

Héctor Rojas Herazo

456

Silvia Plath

457

Alejandra Pizarnik

457

Desaire

458

N.N.

458 ubaldina díaz

Armando encuentros

461

De regreso

461

434

Qué bonito sería

462

Hablaremos de amor en medio de la guerra

Aquiles

463

435

Sentires

464

Balada del destierro

435

Qué puedo desear

465

Golfo del Darién

436

Violeta

466

Fotogramas

437

Y entonces

467

Nota desde la ciudad

438

Ars erótica

468

Mansedumbre

438

Árbol, pájaro, nido

439

Nunca supe primera persona en singular

469

Vuelo 7536

440

Desde Turbo a Sarajevo

469

Aéreo

440

Es evidente

470

Que no se quedara en el 2007

471

Inventario

472

443

Claros del bosque

472

De la tierra

444

Recordando a Rimbaud

473

Andorra la vella

444

Para el escribidor

473

Nervios de invierno

445

Siempre

474

Epitafio

446

Borgiana

475

Puerto Colombia

447

8 de marzo

476

tallulah Flores Prieto Composición en blanco

488



Este libro se terminó de imprimir en el mes de marzo de 2017, en los talleres de Gente Nueva Editorial, en el barrio Teusaquillo, de Bogotá, como homenaje a la poeta Olga Chams Eljach, quien partió al reino de la Poesía en el mes de marzo de 2009. Ella sabe que la seguimos extrañando.


ISBN 978-958-59592-3-1

9 789585 959231

-Antología de mujeres poetas del Caribe colombiano-

Como llama que se eleva

Angélica Santamaría Anna Francisca Rodas Annabell Manjarrés Beatriz Vanegas Athías Betty Brunal Carmen Peña Visbal Dina Luz Pardo Ela Cuavas Eliana Díaz Hortensia Naizara Rodríguez Irina Henríquez Ivethe Noriega Herazo Kenia Martínez Lauren Mendinueta Lya Sierra Margarita Escobar De Andreis Margarita Galindo Steffens Margarita Jacquin María Mercedes González María Teresa Escobar Monique Facuseh Nazly Mulford Nora Carbonell Patricia Iriarte Tallulah Flores Ubaldina Díaz Angélica Santamaría Anna Francisca Rodas Annabell Manjarrés Beatriz Vanegas Athías Betty Brunal Carmen Peña Visbal Dina Luz Pardo Ela Cuavas Eliana Díaz Hortensia Naizara Rodríguez Irina Henríquez Ivethe Noriega Herazo Kenia Martínez Lauren Mendinueta Lya Olga Chams Eljach Sierra Margarita(1922-2009) Escobar De Andreis Margarita Galindo Steffens Margarita Jacquin María Mercedes González María Teresa Escobar Monique Facuseh Nazly Mulford Nora Carbonell Patricia Iriarte Tallulah Flores Ubaldina Díaz Angélica Santamaría Anna Francisca Rodas Annabell Manjarrés Beatriz Vanegas Athías Betty Brunal Carmen Peña Visbal Dina Luz Pardo Ela Cuavas Eliana Díaz


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