Ediciones FUNDECEM / El rey de los pobres

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Wilfredo Machado

El rey de los pobres

República Bolivariana de Venezuela Agosto 2017

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El rey de los pobres © Wilfredo Machado © FUNDECEM Gobierno Socialista de Mérida Gobernador Alexis Ramírez Fundación para el Desarrollo Cultural del Estado Mérida FUNDECEM Presidente Pausides Reyes Unidad de Literatura y Diseño de FUNDECEM Editor: Gonzalo Fragui Diagramación y diseño: Juan Jorge Inglessis / Juamery Sánchez Fotografía: Wilfredo Machado HECHO EL DEPÓSITO DE LEY Depósito legal: ME2017000129 ISBN: 978-980-7614-54-2

República Bolivariana de Venezuela Agosto - 2017 • •


A Carmen Josefina Porteles Meléndez, quien iluminó los días de mi infancia. A mi maestro y amigo, José Córdoba Pacheco, a la memoria de Félix Sebastián Machado.

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Con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar.

José Martí Versos sencillos

Maldigo la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales que lavándose las manos se desentienden y evaden maldigo la poesía de quien no toma partido partido hasta mancharse. Gabriel Celaya

Pobrecito mi patrón piensa que el pobre soy yo.

Facundo Cabral

piensa x cree



Nota de autor

Extraña, por decir lo menos del lugar común, esta experiencia de pensar, escribir o ensayar en esta pequeña odisea de la pobreza, una forma expresiva más cercana a la experiencia poética, tan “diferente”de los textos narrativos que he escrito a lo largo de mi vida y frente a los cuales no dejo de tener aún cierto aire de perplejidad, duda, pudor, vergüenza (en el peor de los casos) y hasta olvido. Pero toda escritura conlleva un riesgo más allá de la honestidad; difícil montarse en ese dromedario ebrio que da tumbos y escupe en nuestra lengua y no caerse a veces. Por lo demás, todo acto poético pertenece al reino inefable del equívoco. Todo obra, en un sentido más humano –tarde o temprano- se nos impone como fisura, como lectura o escritura del mundo. La mayoría de estos textos surgieron en la ciudad de Ejido (Mérida), entre los meses de enero y abril del 2014; otros, en el 2016. Escritos, a primeras horas de la mañana, casi siempre con el angelus, tenían el ritmo secreto y pausado de un canto, tal vez de un mantra que restaña las heridas interiores que no se ven, pero que están allí, siempre al acecho. La literatura y la vida que se convierten en lo mismo cuando uno vive pegado al oficio nunca dejan de sorprenderme. Yo no los esperaba como nunca he esperado nada. Pero la poesía escoge a sus acólitos, también a sus detractores. • •


Tal vez no estuve lo suficientemente atento en aquella ocasión, pero ella me encontraba cada mañana con la mejor disposición que debe tener el más humilde de los discípulos para aprender lo que no se puede aprender, a pesar de la edad, la inteligencia o la tozudez. Tengo la ligera sospecha de que son poemas, pero la verdad, no me atrevería a asegurarlo. W.M.

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Nosotros los pobres Nacimos con el barro de las primera lluvias que inundaba al mundo con su lava viscosa los primeros eclipses se alineaban perfectos en el cielo secreto de las constelaciones. Nacimos del desastre los cataclismos que cubrían los bosques de flores carbonizadas surgiendo en la noche como estrellas de fuego los terremotos, el magma la banca y el Vesubio. Un rayo iluminó los días iniciales cuando todo era llamas cenizas en el aire, quemado irrespirable. Surgimos del polvo de la nada en la noche indecisa de los astros las tormentas de arena arrastraban un aire tóxico, mortal incandescente que brillaba en el aire de los lagos ardientes.

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Los peces calcinados hundían sus escamas en el sol sin reflejo de la tarde que iba a ninguna parte indolente, rojizo, inmaculado como un zorro incendiado en la llanura que salta hacia el mismo lugar donde se hunde la nada, sin demora sobre tumbas de hierbas y de flores. Sólo el silencio eterno de sombras en la arena se agolpaba sereno la primera criatura se arrastró desde el agua y emergió pez, lagarto animal ilusorio que creció y se hizo hombre respiró el aire tibio e inventó el alfabeto dibujando en el aire las guerras y la noche donde dormían estrellas trilobites de piedra y el universo era cruzado bajo el secreto mapa de dioses invisibles. No tuvimos un nombre ni una oscura caverna donde mirar los días las piedras, los planetas que florecían del polvo dormido en el desierto antiguo, gris, sagrado como un pan en la arena con hormigas. • 12 •


Un oleaje infinito vino desde muy lejos a sumar en silencio la cifra misteriosa de la que fuimos hechos. ¿Qué número secreto vino a restar aliento a las palabras hundidas en el barro del naufragio del mundo? No teníamos lengua sino piedras cortantes, dientes afilados en la boca áspera, monocorde anclada para el grito o el lamento no saber de la nada acuñada en sus huesos eternos como lunas. Su dispuesta animalidad: su escama de pez su ojo de lagarto adormecido su piel bajo el impuro cielo eterna lámpara en la hora del desastre cuando nada importa y la tierra sucumbe en el vacío. No teníamos palabras sino presentimientos porque las bestias van al matadero sin saberlo. No poseíamos el fuego una brasa minúscula para calentarnos • 13 •


en las noches heladas pero la lava que ardía en el costado auguró una vida dolorosa. Crecimos en el desierto junto a alimañas enterradas esperando el canto de la lluvia las primeras gotas cayendo sobre las bocas secas, expectantes. Antes de Adán y de Eva estábamos aquí alimentando tierra, gusanos bebiendo leche de luna mares sombríos de arena. Antes de Cristo, Buda, o Godzilla la noche era una oscura caja de incertidumbres. Estábamos aquí cuando el hijo del hombre repartió el pan, los peces el milagro, las nueces el vino siempre alegre alcanzó para un trago el hambre del pobre es infinita y su sed, ni se diga las fauces de dios devorando galaxias, batallones de hormigas coronas luminosas hundidas en la playa respiración cortada la de un fuelle • 14 •


agujeros negros más negros que la noche melodía silenciosa acompasado ritmo el movimiento de los astros alineados, perfectos la mesa de billar que viaja por los cielos de la noche sin rumbo donde pongo el ojo pongo la bola la bala y la vela, si hiciera falta. ¿Cuándo fue que la vida fue la vida? ¿el árbol la flor? ¿la oruga mariposa? ¿el lobo cordero? ¿cuándo fue que el inocente asombro dejó de existir? porque toda vida, incluso, la del pobre se reduce a la perplejidad del instante segundo que pasa entre las hojas se asoma la eterna caída fulgor instantáneo de los cuerpos cayendo sin remedio hacia la noche más oscura que el miedo. Cansado de ser sombra aferra sus minúsculas patas sus dientes blancos y afilados la negra tela que estremece las horas largo el adiós que repiten los hombres desde su cautiverio desde la soledad que los constriñe • 15 •


ser quienes son a duras penas el ruido insoportable de sus manos que nunca aprendieron a callar aunque estuvieran muertas. Nosotros los pobres ratas temerosas de los gatos universales alimentando sueños con gasolina de la historia sonrientes, desgarbados, roñosos entre barrotes reforzados de hierro el canto surgiendo de prisión «Hello George Jakson» tu alma negra correteando detrás de una armónica y un banjo los campos de algodón cubiertos de balas y estrellas. Correr por la extensa pradera hacia nuevas edades sin edades cuando el tiempo era estiércol sobre el pan desollado de tus hombros donde acudíamos sin prisa animales desvalidos sin axilas plantar, claveles, crisantemos y nardos y enterrar estos sueños que nunca fueron nuestros. 2 Nosotros los pobres nos reproducimos como liebres sobre un campo de guerra. Decantamos el amor en filtros y probetas donde incuba la noche • 16 •


su oscuridad rabiosa debajo de los catres, entre sábanas sucias que deja la tormenta en las alcantarillas. Más arriba está el cielo donde moran los astros entre afiladas nubes que gimen con el viento lo que nunca seremos: el trazado de un cuerpo dibujado con tiza sobre el asfalto negro mientras frágiles pájaros cavan en la mañana sus féretros dichosos. El tráfico implacable de los días venideros: calendarios sin rumbo donde moran las horas los sagrados minutos los segundos que tejen un destello en el aire una explosión sombría cuando toda la vida se despierta en silencio y el olor de una cloaca inunda al mundo con su aroma de moscas y basura como un café barato comprado en el hastío de las horas muertas. • 17 •


Nosotros los pobres dormimos en barriles donde no llega el aire ni la luz, ni la lluvia como Diógenes el cínico tapamos el sol, la luna, las estrellas que parpadean ciegas sobre un mar de cenizas. El dedo en el gatillo que percute en la noche las razones del fuego. El fuego siempre el fuego que creció con nosotros y murió en nuestras manos como un perro cansado de morder nuestros huesos hasta las cenizas. Conquistamos ciudades donde mora el orgullo de los que aseguran que un viaje al infierno haría la diferencia. Para el pobre infierno o cielo nada significan las caras duras, los gestos hoscos de una misma moneda oscura brillante sin fulgor, la nada. Nosotros los pobres viajamos en tercera con gallinas y pavos • 18 •


que miran el paisaje con sus ojos de espanto con sus míseras plumas con sus dolidos cantos. ¿Cuántas mejillas deberán ser golpeadas por el pan y los peces que nos arrebataron? Somos lo que no somos un cero a la izquierda que corroe a sus pares aunque nos multipliquemos en el aire como un virus letal, indetenible. Como el reloj averiado de una bomba de tiempo que se demora en estallar. El barril de pólvora que aguarda en el azar irrepetible de los días la llama indetenible que libere el incendio. Por cierto: ¿alguno de ustedes tendrá fuego? 3 Nosotros los pobres dormimos con un ojo cerrado y otro abierto, que mira las estrellas la tinta indeleble de los pulpos nocturnos que navegan el cielo.

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Con un codo en la boca que clama por justicia de otro pobre que ronca y despierta entre sueños el lejano alarido que crece en el silencio de otro pobre que duerme: con las costillas rotas sin dientes en la boca con que escupir la noche su corona de flores sus miserables huesos que derraman olores en los patios baldíos donde no llega el agua la luz de la mañana ni cruces, ni misterios ni misas, ni paraguas junto al cuerpo vencido donde yace la muerte. También cuenta la suerte: «Aquí yace fulano quien quiera que éste sea de nombre indefinido de profesión dudosa sin sombra, sin camisa sin dientes, sin sonrisas muerto a golpes y palos en la paz del Señor. Aquí están sus heridas aunque nadie las vea aquí estuvo su vida • 20 •


aunque usted no lo crea: el plomo en los pulmones las marcas de tortura en los dedos quebrados que señalan la sombra de un graffiti en la esquina donde cava la noche sus negros ataúdes sobre la arena blanca como un lirio». Las torres más oblicuas donde no llega el alma ni el agua de las nubes que se derrama en calma siempre, siempre culpables de lo que no hemos hecho de lo que no hemos visto de lo que no tenemos. Sospechosos habituales en las crónicas rojas en los obituarios y las tumbas en las coronas de flores en las morgues heladas en las comisarías donde la tinta escribe sus anónimos nombres una mancha de sangre bajo el límpido fuego bajo un rastro de viento que no borra la lluvia ni los oscuros gatos que rondan por los techos. • 21 •


Nosotros los pobres tenemos la paciencia de las vacas que pacen mansamente en las carnicerías y penden de los garfios en las neveras frías. Pero nadie se equivoque somos impredecibles como las mareas que se levantan y ahogan todo a su paso. Nada puede detenernos ni siquiera el mercado que pavonea sus cuentas de infinitos dígitos. La guerra es un negocio en cualquier parte. El negocio más cruel. Sólo debemos incinerar los cuerpos que dejan las bombas a su paso como una mancha oscura sobre las ciudades destruidas donde se mecen cuervos carbonizados 4 Nosotros los pobres bailamos un fox trot una cumbia, una salsa en el misterio de las profundidades la danza irrepetible que nos brinda la muerte. El ritmo sincopado de una música extraña que nos llega de afuera como el canto lejano de un pájaro nocturno que se despide pausado, taciturno. • 22 •


Descubriendo en su vuelo la luz tornasolada de los que dieron todo y a cambio recibieron las monedas más falsas. la más profunda nada. Siempre al borde del caos que nació con el hombre como un perro desnudo al que no dieron nombre tejiendo en las alturas los hilos invisibles su mortaja de espanto. Los ciegos laberintos donde anidan gaviotas que vienen de otros mares a desovar sobre la arena tibia. Abajo está la playa donde baten las olas su espuma de cerveza el olor descompuesto de los peces brillando bajo el sol como una fragancia que alimenta la vida, la deseca. Nosotros los pobres somos la sombra oscura del camello saltando por el ojo de la aguja invisibles fantasmas que deambulan perfectos bajo la madrugada. Nadie para a mirarnos en las calles del hambre -los mataderos públicos • 23 •


donde incuban las moscas las sagradas larvas de la poesía su obstinado delirio, su dolor inmediato. El zumbido siniestro en los cráneos pelados secándose al sol el alfabeto de cuervos extendiendo sus alas en el horizonte en un feroz abrazo. 5 Nosotros los pobres venimos de la nada y hacia la nada vamos. Empujamos el carro de la historia por el camino de las tribulaciones pero no nos permiten sentarnos al volante sugerir un camino. Somos locos, orates bañados por el vino de una luna sangrienta que refleja en su órbita los mares de sombra océanos de piedra sin gravedad aparente las blancas osamentas de astronautas suicidas que flotan en la noche serena de los astros. Nosotros los pobres sabemos que la duda • 24 •


perseguirá a la vida por atajos sangrientos donde aguarda en silencio el reino de la noche, su carrusel de sombras. Que lo debemos todo antes de haber nacido envueltos en periódicos como un tierno repollo comprado a duras penas en el supermercado. El ombligo colgando de la distante luna donde la vida aprende las lecciones más duras. Que la distancia de un cuerpo a otro no es una línea recta sino la línea del corazón de mujeres dormidas que sueñan con alguien que viene desde el mar. Sirenas aferradas al viento como una herida abierta en mitad de la noche. Esa distancia podría medirse en la hoja afilada del cuchillo que destaza animales sin nombre lagartijas sin piernas en la gota de sangre más roja que un lápiz labial que un atardecer o que un incendio. • 25 •


Nadie viene en las noches a pedirnos el fuego que robamos entonces. Nadie viene a quemar su corazón junto al nuestro en una oscura hoguera. Nosotros los pobres aprendimos a amar en las cocinas entre lánguidos huesos y gallinas que duermen en las azoteas mirando las estrellas. Nosotros los pobres movemos nuestros huesos en el silencio de la madrugada en las horas serenas en que no pasa nada cuando la luz apenas ilumina al mundo. Sabemos que el futuro sólo existe en el calendario de los Hermanos Rojas en los mapas astrales en la rueda giratoria del Calendario Maya en las galletas de la suerte en las hagiografías donde los santos elevan dudosas plegarias en busca del paraíso. Pero el paraíso es un lugar oscuro, sucio y solitario, y todos los que creen haber llegado allí, • 26 •


saben que es un reloj inservible, sin agujas que late débilmente al final de la vida. Cuando todos se marchen a lugares lejanos el polvo de las tumbas se torna más humano. Nosotros los pobres tenemos la fortaleza despiadada de las piedras que se calcinan bajo el sol. Nuestra piel se ha endurecido como el cuero de los búfalos de agua que embisten al amanecer con el sol todavía rojo antes de la batalla. Pero no nos rendimos ni pedimos tregua ni damos cuartel ni nos conformamos con el trozo de pan de cada día, con el agua de la fuente que beben los ancianos y los burros o el aguardiente de las tabernas que brilla en la oscuridad como un tesoro inalcanzable. Nosotros los pobres aprendimos que nada nos pertenece. Que será mejor estar desnudos sin ropa, sin casa y sin abrigo • 27 •


cuando llegue la hora de separar el grano de la paja el árbol de la fruta el tallo de la rama el cielo de la nube al hombre del hombre y en la lejana tierra, hacia el centro del mundo pero un poco más cerca se escuchen las campanas que toquen a degüello con música de bares violines y resuellos y afuera despunte una mañana tan diferente a ésta, ¿más humana? Animales nocturnos que navegan el curso de millones de estrellas encendidas. Ya no seremos pasto de las aves ni rumor de agua sucia en las letrinas seremos viento indomable de la noche que arrastra a los hombres por la vida. Tierra seremos, serena tierra florecida.

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Los pobres en la misa del domingo Nosotros los pobres vamos a la misa del domingo con nuestras mejores galas a escuchar el sermón de la montaña y a purgar por las faltas cometidas. En silencio llegamos como ovejas que perdieron el rumbo hace un millón de años. Ocupamos los últimos lugares donde no llegan hostias, ni homilías ni el perdón de los pecados que alimenta en los pobres una fatua esperanza. ¿Cómo creer en un dios que abandona a su suerte a los más débiles? Nosotros los pobres escuchamos el llanto de las almas que van al infierno, el zumbido de alas carbonizadas sobre un lago de aceite. No es buena idea exhibir nuestras miserias a los ojos de la providencia porque dios pareciera no inclinarse por el olor ácido de nuestras mujeres, que pelan cebollas y ajos al amanecer • 29 •


con los primeros gallos cuando preparan viandas en ollas y calderos de secretos olores y destazan puercos en lúgubres cocinas entre llantos y rezos de viejas comadronas que curan el mal de ojo. Nosotros los pobres imploramos a los santos inocentes en improvisados altares cuando la fe se derrumba en un segundo sobre los templos prodigiosos y los monaguillos se embriagan con el oscuro vino que fermenta en los cálices. Nos prosternamos frente a santos de yeso que miran con asombro el mundo desde sus órbitas vacías. Procuramos consuelo en nuestros muertos que silban en la noche las razones del hambre, el desamparo en La Corte Malandra en Machera, en Luisito, en Ismael que tenía un halcón tatuado sobre el pecho y una motocicleta cuando lo acribillaron en el laberinto de escaleras del barrio como al minotauro. Y que disparaba • 30 •


con un escapulario entre los dedos, para afinar la puntería. El tiro certero en mitad de los ojos que contemplan serenos la caída de todo lo que pudo haber sido si no fuera un paria, un don nadie un pobre más que pobre un pobre muerto de hambre que corrió con la suerte de un corazón bien grande que disparó en la noche el humeante cañón de una beretta cruzado por la sombra de un pájaro en el aire. A nosotros los pobres nos ofrecen un dudoso paraíso, en tecnicolor, 3ª. dimensión, con butacas reclinables y barrotes de hierros para que no escapemos. Un perro guardián que nos vigile y comparta sus pulgas con las nuestras. ¿Si dios nos ama tanto por qué tanta miseria? Nosotros los pobres aguardamos en la noche junto a la luz de las velas que tiembla con la brisa de un mar inalcanzable a que llegue el nuevo día que venga a rescatarnos • 31 •


de la lápida fría. Un ángel sonrosado nos dé el tiro de gracia sobre las tumbas negras y las palomas grises vuelen al descampado bajo la vista atónita de dios crucificado.

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Día de muertos Nosotros los pobres vamos al cementerio a visitar viejas tumbas familiares en el aniversario de los muertos. Salimos bien temprano en la mañana con cepillos, pinturas, palanganas. Viajamos en camiones en carros, en vagones que van de madrugada saltando entre montañas elevadas llenas de flores blancas entre el humo y aceite donde otros pobres cantan. Vamos todos alegres también la muerte baila: los niños, las abuelas, los primos de la cuadra la tía solterona que nunca fue a la escuela y que frota en silencio su rosario de perlas el perro viejo y flaco sentado entre las piernas y hasta la jaula del loro guindada de una percha. Vamos todos cantando como para una fiesta en las lápidas frías tendemos una mesa • 33 •


entre el pollo y la salsa y las caraotas negras que saltan de los platos como pulgas viajeras. Comemos con los muertos pastel de berenjena y chuletas asadas con miel y yerbabuena. Hablamos con los muertos con palabras serenas y por si no entendieran con mensajes y señas ¿Que dónde está Ruperto? ¿A dónde fue Azucena? que si salió preñada durmiendo en tumba ajena. Hablamos con parientes que hace tiempo no vemos que hace tiempo se fueron con sus penas al viento con sus claveles negros con sus sombreros viejos. Al final de la tarde recogemos la mesa brindamos con los muertos con vino y con cerveza. Después se quedan solos con su aburrida ausencia con sus pañuelos blancos con sus corbatas negras saludando a lo lejos al tren que nunca llega • 34 •


saltando entre montañas ahí va la luna negra despeinando las cañas con su manto de estrellas con su lámpara blanca con su sonrisa plena y cuando todo acaba sopla el viento en las hierbas y su voz va cantando la muerte es una fiesta.

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Los pobres van al cine Nosotros los pobres vamos al cine por las noches para escapar del tedio de la horas que mueve el silencio a la deriva cuando el tiempo es tranquilo y las lluvias se han ido con su bombo de truenos y platillos a otros pueblos lejanos, sin demora. Llegamos bien temprano, con las sillas de plástico y los bancos, los niños tomados de la mano, algunas mantas por si hiciera frío. Compramos los boletos a una amable señora que nos mira desde su caja plástica incongruente como una pintura iconoclasta de León Egipto. Entramos a la sala oscura donde otros pobres duermen se abandonan al sueño de otra vida tan diferente a ésta tan irreal, tan humana, tan llena de infortunios y miserias junto al agua del río y de la tierra. Nosotros los pobres somos actores de reparto de una vieja película perdida Einsestein, Tarkovski • 36 •


deambulan por la vida malos pasos perdidos de la historia. Sombras de tinta sin suficientes diálogos para quejarnos del alto costo de la vida del hambre, del frío del estado del tiempo que sumerge su aguja en un témpano helado de lo solo que podría ser el mundo sin el cine. Ahora que está en la oscuridad sentado frente a la noche sabe que su vida cambiará por un momento cuando vea surgir otra vida: la suya, la de tantos una historia que los mantenga vivos aferrados al mundo. Hoy vi a Rita Hayworth sentada en una esquina danzando en la calle sin fortuna moviendo la melena en primer plano, como siempre también estaba Marlon quien subió hasta la cielos y está sentado a la diestra de Humprey padre aunque sabe que su papel es otro el lado más oscuro del sueño americano que borra por las noches los valles, las montañas la tierra siempre fértil y amarilla • 37 •


que recibe la luz de la mañana. A veces una lágrima se filtra sin razón aparente brilla en la oscuridad por un segundo llenando de vagos presagios el aire azulado por los cigarrillos. Hasta que encienden de nuevo la luz y uno se queda allí al final de la función como el “muchacho de la película” leyendo los créditos en la pantalla junto a las colillas y los preservativos cuando se acaba el sueño momentáneo y una nueva función comenzará de nuevo esta vez sin nosotros hundidos en la noche y sus secretos que pasan de mano en mano con un aire oscuro y un silencio que demora en quejarse de la vida y sus fútiles presagios mientras vamos fumando por las calles del barrio más alegres que nunca. El filo de navaja de la luna separa el agua dormida de las calles. Los días, las semanas el tiempo irreversible que no vuelve hasta que la muerte nos separe o la próxima función la próxima vida como un poema latiendo en los huesos corazón de ciego en las tinieblas.

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Los pobres miran al cielo Nosotros los pobres pasamos horas mirando los aviones que cubren el cielo de una densa humareda que se esparce en el aire. Allá lejos, el mar es un desierto cruzado por olas de indescriptible espuma que rompen en la costa. A veces se detienen en el aire como una fotografía borrosa de otro tiempo y se desploma herido: como un oscuro rayo sobre las azoteas llenas de antenas y alambres donde cuelgan ropas descoloridas y una gran explosión sacude el mundo de lo cotidiano donde no pasa nada más allá de lo justo. El ruido del ventilador colgado del techo es una mosca verde zumbando en los oídos en esta tarde aciaga, calurosa cuando el mar, liso como una esfera donde vuelan gaviotas se hunda silencioso sin burbujas sin rastros que describan que un avión cayó aquí • 39 •


como un rayo divino guiado por la mano de dios que olvidó por un segundo que la esencia del vuelo ser más liviano que el aire y que las almas sumergidas en el abismo de las profundidades no ayudarán a aligerar el peso de todo lo que cae y se hunde sin remedio esta tarde callada, sin sorpresas para esquivar la muerte las noticias, las radios, la humareda que nos saluda desde la ventanilla de un avión en llamas como un pájaro vencido en el calor de esta tarde, sin remedio en la que me asomo a la terraza de un hotel frente al mar para verlo de cerca el humo ceniciento el sol, o un avión que inunda de sombras esta tarde tan sólo unos segundos antes de la tragedia.

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Los pobres en el metro Los pobres parecen perdidos en el metro miran a todas partes y a ninguna consultan sus relojes made in China como a punto de perder una cita con el destino que no llega que no aparece nunca. Quisieran preguntar qué hace todo esa gente allá abajo torturándose pero todo es tan rápido y violento y a veces asustan los ruidos las voces extrañas, impersonales que vienen de parlantes demoradas taciturnas cuando los trenes silban y arrojan chispas en la oscuridad de los túneles. Nosotros los pobres nos movemos de un lugar a otro como si fuéramos a ninguna parte. Fantasmas que vagan en suspenso como si el tiempo no contara más allá del espacio de todos los que esperan detrás de la raya amarilla impacientes, sin miedo una segunda oportunidad de saltar a los rieles. • 41 •


Café de pobre Esta mañana gris y silenciosa con ruidos que vienen de muy lejos casi del más allá un pobre se levanta y prepara un café con restos de una lata que anida en la cocina. El agua hierve como la sangre a veces. La olla desportillada adquirió con los años la oscuridad y la ruina de los ríos profundos donde nadie se baña. Tanta quietud del agua aterra. Aterra la pequeña cuchara de hierro sumergida como un buzo que lucha con burbujas en un mar de silencio el agua se evapora y el tiempo es desconcierto. Ese primer aroma: estiércol, negro polvo nocturno lo reconcilia con la vida. Sabe que no hay mañana ni futuro, ni herida mientras sorbe el café acodado en la cama. Sabe que no hay ciudad que se consuma en llamas. • 42 •


Que toda vida es ruina solitaria. La mujer se marchó los hijos se esfumaron detrás de una guitarra. Queda la sombra cortada por el sol y un día que se mece en la distancia. Sólo queda el café el amargo café de la mañana.

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Un hombre muerto Un día cualquier día un hombre va a la cama y se queda dormido en su tibia mortaja y ya no se levanta y ya no siente nada ni siquiera las lágrimas de la mujer amada que ruedan por la almohada como una lluvia triste desde la madrugada. Afuera cantan gallos en las sombras lejanas. No sabe que está muerto ¡por dios! No sabe nada que la muerte llegó como un halcón de caza como una despedida como una sombra alada y voló por los aires abriendo las ventanas y giró como un trompo y se posó en la almohada donde el hombre dormido ya no soñaba nada.

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Balón de pobre Nació sin partida de nacimiento, como una costra sin herida de ese juego feroz que llamamos la vida. Aquel balón era como el mundo achatado en los Polos, redondeado en el Ecuador, sin patrocinantes que cosieran sus nombres en las costuras descoloridas, mugrientas, donde nada rebota, ni el aire, ni la vida. En el aliento oxidado de la cancha junto al cementerio de ladrillos la muerte paseaba por las tardes, donde crecimos todos pateando bajo el sol y las torcazas un balón arrugado y sucio, que pastaba en la grama bajo la lluvia como un búfalo de agua inmenso, reservado, solitario. A la espera De una última patada.

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La miel de los pobres La miel de los pobres es amarga, áspera como el grito de un pájaro en mitad de la noche luego del disparo que le roba la vida. Concentra viscosa Su dureza de piedra -líquida, transparente, cobriza desde el fin de los tiempos. Las abejas no extraen de sus flores silvestres el secreto alimento que nace allá en los cerros de los barrios más pobres donde no llega el viento ni las olas más firmes que lo devoran todo. La letanía del polen en las alcantarillas cuando el agua derrama su desnudez marchita. Es oscura la miel de los pobres su sabor envenena. Animal insaciable que transita en silencio por la invisible noche. Oscura como el sueño como el deseo como la lluvia. • 46 •


No hay dulzura en el mundo que sostenga su tallo de flores venenosas. Sólo el áspero hierro sobre la dulce herida que los marca en silencio.

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Ausencia Los pobres tomaron el poder pero el poder no estaba. El poder se había marchado con su música a otra parte.

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Heredad “Bienaventurados los pobres, porque ellos heredarán la tierra”. Sólo que cuando los pobres hereden la tierra ya no habrá tierra la herencia impostergable de un cascote sin vida donde fantasmas se arrastren perdidos en la noche. El paraíso será un desierto y el viento arderá en los ojos ciegos que ya no verán nada más allá del sueño y sus revelaciones de lo que pudo ser la vida su caudal infinito sus bosques silenciosos sin el hombre sin su lápida a cuestas.

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La llama Los pobres encienden una llama que el viento les apaga en un instante. Hay un sol que muere agonizante sobre los nudos secos de una rama. La sombra que se mueve en la ventana gira su rostro oscuro, avasallante el tiempo que avanza deslumbrante cuando el canto oscurece la mañana. No saben si es día o anochece, los amantes despiertan, se estremecen saben que todo sueño es pasajero. Afuera brotan hongos de las nueces el rayo seco estalla siempre, a veces el pájaro duerme al ventisquero.

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No esperas nada No esperas nada pero esperas: que alguien pase su mano bañada de sangre por tu pelo de animal constelado y sin estrellas que habita las cavernas de la incongruencia. Que nadie diga nunca que no acariciaste la idea de lanzar tus dados a la noche en una ceremonia sin sosiego como si en ello se te fuera la vida pero la diosa fortuna no sonríe a los pobres dentadura de luto que cavan en la arena su cascabel de sombras. Siempre pudo ser peor: martillarse un dedo en las alturas sangrar por un costado el diablo se corta las orejas para no oír el trino ajeno o un zumbido lejano de abejas sobre el cadáver siempre allí, indeciso que lanza sus monedas sin reparos: cara o cruz, da lo mismo si acaba el infortunio entre los dientes. Tu hocico de mono simultáneo que juega a ser hombre sin palabras. • 51 •


El silencio: animal de compañía bares solitarios donde todo era triste hasta las moscas volaban de un lado a otro compungidas llorando a sus hermanas las arañas colgando sus angulares patas del hilo invisible de la noche. Acariciaste cuchillos de cocina entre cantos y plumas de gallinas que cortaban la leche de las cabras rumiando sus ojos en la niebla en un salto mortal que nunca acaba; como si toda sangre fuera tuya y todo hueso astillas de la luna. Por donde quiera se nos va la vida, por cualquier agujero entra la muerte jugando el albur de toda suerte. No esperas nada, pero esperas Tu estrella decadente sobre el cielo donde orinan los perros callejeros. Que nadie diga nunca que no acariciaste la idea de acabar de una vez con tu infortunio que no pensaste en volarte la cabeza de un disparo acariciando en secreto el plomo tibio de las horas el humo solitario pero te daba vergüenza despertar a los vecinos y al bebé de la pareja de enfrente que te sonreía desde la ventana • 52 •


cada mañana cuando tomabas el ascensor para hundirte en la niebla de los días Que mirabas la forma de las nubes su blancura de huesos aferrada al océano del cielo buscando desde niño [“Goyana” te enseñó a encontrar animales ocultos en las nubes, en los platos de peltre y aquel altar frente a los cardonales donde todo reposo era un tiempo secreto de lo que se ha marchado ¿acaso eres el mismo?] una señal, un rastro entre la multitud de nubes asombradas que te seguían a todas partes como si ellas también buscaran tu rostro en la tierra sus lámparas humeantes hasta la madrugada buscando las palabras más lejanas que el viento. Una frase siquiera que hiciera algún milagro; suprimir el silencio, por ejemplo para que el canto surja innombrable, secreto más allá de la noche.

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Es simple la vida Es simple la vida del pobre en ella no hay misterio que vaticine el odio o el arrepentimiento. Además no hay tiempo para eso. Su vida es invisible como el aire. Colgado de un autobús transita entre el smog y la lluvia que lava las ventanas de grandes rascacielos donde a veces se pierde en un laberinto de escritorios y celdas. Comer a duras penas con un hambre callada, taciturna el arroz con frijoles que lo sostiene intacto hasta el siguiente día. Las luces de una ciudad secreta lo mantienen despierto hasta la madrugada. Sobre un lecho de sombras lentas nubes de lluvia transitan por sus ojos mientas lava los baños de una blancura atroz, indescriptible, donde el jabón y el cloro se mezclan con el sueño.

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Avisos clasificados IMPORTANTE EMPRESA PRIVADA ESTA A LA BÚSQUEDA DE OFICIALES DE MANTENIMIENTO QUE TENGAN EL SIGUIENTE PERFIL: Negro o indio, servil, pata en el suelo sumiso, sin estudios, dócil como un perro muerto de hambre, aseado (aunque no tanto) ignorante, pelo malo, sin conciencia de clases lame culos, pobre, miserable, muy trabajador y servicial, conformista, bruto, tarado mental inconsciente, sin sueños ni metas en la vida que no le importe ser explotado por los siglos de los siglos…o hasta que reviente. LA EMPRESA OFRECE UN ATRACTIVO PAQUETE DE HUMILLACIONES VEJÁMENES, TORTURAS, SALARIOS DE HAMBRE, DESPIDOS E INJUSTICIAS.

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Los pobres en el mar Los pobres en la playa son una herida abierta bajo el tórrido sol que enarbola las nubes. Caminan flacos, rojos perdidos en la arena con sus llagas y viejas banderas ondeando al viento. Llegaron tarde a la playa pública. Quema los pies la arena blanca cubierta de cangrejos y latas de cerveza donde eructan los pulpos su tinta de espuma borracha. Un aire salobre respiran crustáceos moribundos. Nadan mal los pobres bajo el agua asomados a los acantilados ven peces sosteniendo la turbulencia de la espuma cuando penetra los pulmones como un bloque de sal intempestivo. Los pobres mueven los brazos con la fortaleza de quienes se saben perdidos en el dominio del agua. No hay puerto para ellos navegan sólo en islas de basura donde corren ciervos plastificados perros de terciopelo. Un hondo temblor los desconcierta cuando están allá abajo sumergidos en la consistencia calcárea • 56 •


de líquenes petrificados que cruzan silenciosos el murmullo del agua hacia sombras lejanas. Conocen el mar por antiguas postales que envían los que partieron y no volvieron más. Los que quedaron sepultados en Merino, en Gallipoli, derribados por olas solitarias sombras de gaviotas sobre el agua los pobres avanzan en la luz inesperada: carne invisible que no se come. A veces recogen estrellas de mar y la guardan bajo las almohadas como un presente de los cielos.

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La foto de los pobres Son feos los pobres se asustan de sí mismos por las noches cuando se asoman a los espejos de las tiendas de moda donde los maniquíes los miran asombrados desde sus ojos blancos. A veces faltan dientes en la bocas calladas que parecieran sonreír frente a la cámara: su imagen más antigua que el silencio del mundo. Son tímidos los pobres. Posan serios, circunspectos, anónimos. Se retratan con sus hijos muertos vestidos de angelitos. Hay un aire tranquilo en su rostros serenos. La cámara los apunta ellos alzan las manos en un acto reflejo.

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Los pobres no escriben poesía Los pobres no escriben poesía en la lista del mercado ni en las facturas del gas -tan caro en estos días ni en las bolsas de pan que atesoran el tierno olor de la infancia -cuando íbamos a la escuela o nos fugábamos de clases para tirarle piedra a los zamuros que dormían a la orilla de la quebradaLos pobres no escriben poesía en las paredes de las casas que el viento podría arrancar de un momento a otro ni en los techos de zinc que hierven al mediodía ni en los bares nocturnos donde el polvo se arrastra entre las mesas. Al final de la noche cuando llega cansado de su turno en la empacadora los niños se han dormido mirando las estrellas. Se baña con el agua fría del tanque. Sabe que allí al encender la lámpara que parpadea como un búho en la oscuridad del abismo más profundo lo aguarda su mujer su tibieza escondida • 59 •


frágil como el humo de los días. Sabe que allí donde respira el sueño y la vigilia habita la poesía que no escribe.

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Los invisibles Los pobres están allí en la calle, en el metro en los café, en los bares en las plazas públicas donde vuelan palomas asustadas entre el humo y el tráfico de una ciudad despierta como fiera de circo. Pero nadie los ve. Recorren las calles de arriba abajo y de abajo a arriba igual a una plaga silenciosa. Se sientan en las aceras a ver pasar el tiempo que corre entre los árboles a conversar de la vida a tomar un michito que les caliente el estómago a hablar mal del gobierno. Se rascan la entrepierna luego huelen la extraña flor que crece en ellos como una podredumbre en el verano. Se recuestan a edificios de hormigón blancas tumbas donde mora el hastío cuando el sol los calienta por las tardes. Hacen colas en los supermercados en busca de trabajo que nadie les ofrece: • 61 •


¨venga mañana”, dicen “La cosa está peluda” como si ellos no supieran. Ven pasar ambulancias que aúllan en la autopista el filo de navajas con su carga invisible de cadáveres negros que la noche reclama sin demora. Seres invisibles que nadie ve que nada temen y que a nadie interesan. Se funden en el paisaje urbano entre el humo de los camiones que recogen la basura. Saben que un pobre sólo es visible cuando sangra cuando estampa la mancha roja de su sangre sobre el asfalto negro como un crucifijo que los perros lamen al amanecer y que se vuelve invisible como ellos como todos, como la vida.

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Manifiesto del pobre El carnicero nos roba en el peso el frutero nos vende frutas podridas el verdulero nos roba con el cambio con las cebollas, con el ajo el panadero nos roba con el pan el pan nuestro de cada día que fermenta en la mesa de los pobres. El taxista nos roba en la carrera el comerciante nos roba en el abasto el patrón nos roba el salario, el mísero salario que no alcanza para nada. El banquero nos roba los ahorros y se exilia en Miami y ahora vive con el pato Donald en Coral Gables y se declara perseguido político. El constructor roba en los materiales El temblor inesperado de ladrillos que se derrumban sobre las cabezas vacías. Los médicos roban en las consultas a mano desalmada y en las operaciones a mano armada. El juramento de Hipócrates es el chiste del año. Los ingenieros roban en los planos en las cabillas, en el cemento que endurece el corazón de los hombres. Los sacerdotes roban la limosna la inocencia de los niños en los coros infantiles. Todo milagro tiene un demonio dormido en su interior sólo basta despertarlo. • 63 •


Los profesores roban en la escuela cuando no enseñan nada porque no tienen nada que enseñar los políticos saquean el erario público las autopistas imaginarias que engordan las cuentas de unos cuantos los policías roban a sangre fría: la bala el tiro de gracia y hasta la muerte se lleva por el bajante los sueños de lo que pudo haber sido. Vivimos en una sociedad de ladrones donde cada segundo nace un tonto y el que lo encuentre se lo queda. Yo los robo a todos cuando vienen al cerro en campaña electoral entre la basura y los escombros a prometernos un mundo de fantasía y a besar a las viejitas y a los niños que son inocentes y no entienden. Y, sin embargo, a pesar de esto ni piensen que estamos a mano porque nos deben todo: la carne de cañón los fusilamientos al amanecer la tortura a medianoche los cigarrillos ardiendo sobre la piel. Perdemos hasta cuando ganamos y cuando ganamos no hay quien pague. Por eso hoy, luego de un largo tiempo sin más excusas, ni odios, ni discursos hemos venido a reclamar la desastrosa herencia que nos dejan por tierra. ¡Así que ¡no se hagan ilusiones! ¡No se vistan, que la foto es tamaño carnet! Pueden estar seguros, esto apenas comienza. • 64 •


El rey de los pobres Todo rey tiene un reino y un castillo de naipes donde guarecerse en el invierno cuando cae la noche y el viento sopla entre los huesos una espada sangrienta que cortó tantos cuellos como flores segadas marchitas en el polvo de los campos de otoño donde pacen las almas de aquellos que se fueron por oscuros caminos contando las estrellas de la noche infinita. No fue grande, ni cruel Su sombra semejaba el infortunio de los que padecen en silencio sin saberlo. Su reino tiene el tamaño de un grano de maíz o de una oruga y puede ser recorrido de un solo paso en cualquier dirección paso en falso, por supuesto. Un sol negro ilumina el reino donde batallan cuervos y centauros súbditos suben el agua por largas escaleras de cemento • 65 •


que ascienden al cielo donde suenan disparos por la noche. Todo rey tiene un perro que le lame los sueños un búho conversa con la luna mientras escarba con su cetro en la basura. «Mi reino no es de este mundo» grita a los cuatro vientos. Le tocó el más difícil de todos el más oscuro. Posar su desnuda existencia hasta agotarla reinar sobre la nada.

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ÍNDICE Pág. Nosotros los pobres 9 (2) 13 (3) 16 (4) 18 (5) 20 Los pobres en la misa del domigo 29 Día de muertos 33 Los pobres van al cine 36 Los pobres miran el cielo 39 Los pobres en el metro 41 Café de pobre 42 Un hombre muerto 44 Balón de pobre 45 La miel de los pobres 46 Ausencia 48 Heredad 49 La llama 50 No es para nada 51 Es simple la vida 54 Avisos clasificados 55 Los pobres en el mar 56 La foto de los pobres 58 Los pobres no escriben poesía 59 Los invisibles 61 Manifiesto del pobre 63 El rey de los pobres 66


Este libro

Nosotros los pobres

se imprimió en la Unidad de Literatura y Diseño de FUNDECEM en agosot de 2017. En su elaboración se utilizó papel bond, gramaje 20, y la fuente Book Antigua en 11 y 14 puntos.




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