Diálogo 47 Marzo y Abril de 1962: Momento clave de la memoriahistórica de la lucha revolucionaria

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No. 47 Extraordinario

Guatemala, 20 de octubre de 2012

Marzo y Abril de 1962:

Momento clave de la memoria hist贸rica de la lucha revolucionaria


A manera de

introducción

E

s un privilegio hacer la reseña de un libro que recoge la información, los análisis y los testimonios de tantos actores de las jornadas de marzo y abril de 1962, muchos ya fallecidos –la mayoría de ellos caídos en la lucha revolucionaria– y otros aún vivos, con experiencia revolucionaria o democrática, o ambas. El libro es un reflejo de lo que podría considerarse la mentalidad “progresista” –incluida la de los demócratas liberales, demócratas cristianos, socialdemócratas, socialistas, marxistas y otras corrientes de izquierda— mentalidad que, en los breves momentos en que ha podido pasar a la acción unitaria, ha llevado a nuestro pueblo a logros importantes, como las propias jornadas de marzo y abril, la oposición a Romeo Lucas García y los Acuerdos de Paz.

y Duradera, el 29 de diciembre de 1996, porque ese no fue punto de llegada sino que era el punto de inicio de una nueva fase, y también porque lo firmado, al no ser implementado adecuadamente, constituye una gran deuda moral y política aún vigente. De esta suerte, la memoria histórica de la lucha revolucionaria comprende los últimos 68 años y ha de tener todavía una larga historia futura. Con el título de este artículo afirmo que en esa larga lucha, por muchos motivos, las jornadas de marzo y abril de 1962 constituyeron un momento clave, particularmente porque al no lograrse los objetivos del movimiento produce dos vías paralelas de lucha revolucionaria: la vía política y la vía armada. El libro, editado conjuntamente por FLACSO-Guatemala y la Universidad de San Carlos de Guatemala, contiene mucha información que los historiadores deben ahora cotejar con la documentación existente, extraordinarios análisis hechos en su momento o ahora por figuras destacadas del país, así como testimonios valiosísimos de quienes vivieron estas gestas populares desde su condición particular; la mayoría gente joven. Lógicamente, este libro no contiene los aportes de quienes no tomaron partido en su momento, como la Iglesia católica y las iglesias protestantes, o los indígenas que en su mayoría quedaron al margen, y mucho menos de quienes se pusieron del lado de los sectores de poder. Sería bueno en el futuro recoger sus visiones de ese momento clave de la vida nacional, mucho de lo cual fue reflejado por la Cadena Blanca de medios de comunicación social, fiel al gobierno de Ydígoras, y gran parte de la prensa escrita, que o servía al gobierno o a la oposición reaccionaria. Igual esfuerzo habría que hacer con los documentos desclasificados del Gobierno de Estados Unidos. Recordemos que el período de marzo y abril de 1962 puede considerarse como el “estallido para reavivar la Primavera Democrática”, cuando Estados Unidos acababa de ser derrotado en el intento de invasión a Cuba.

Si bien es cierto que la historia de Guatemala recoge múltiples momentos de lucha y rebelión: desde el enfrentamiento desigual ante los conquistadores españoles, pasando por las rebeliones de los pueblos indígenas, las luchas independentistas y la reforma liberal, hasta las luchas contra las dictaduras ligadas al imperialismo estadounidense. La lucha revolucionaria, propiamente dicha, arrancó con la Revolución de Octubre de 1944. No concluyó con la firma del Acuerdo de Paz Firme 2 No. 47 38 Extraordinario Extraordinario /Abril 2012 /20 de octubre de 2012

El contexto histórico

La “Primavera Democrática”, los diez años de cambios profundos y trascendentales en el país entre 1944 y 1954, que solamente fueron interrumpidos por la intervención directa de Estados Unidos como resultado de la “Guerra Fría”, hizo posible que se desarrollara un Estado guatemalteco centrado en una visión verdaderamente humanista. Los logros de la Revolución de Octubre fueron extraordinarios y quedaron grabados en las mentes de quienes los hicieron posibles o los aprovecharon, desde las filas del Ejército o de las masas campesinas y de trabajadores, hasta las múltiples escuelas y no pocos sindicatos que se establecieron. El derrocamiento del gobierno de Jacobo Arbenz Guzmán, en junio/julio de 1954, intentó extirpar la Revolución, y los usurpadores cometieron abundantes acciones represivas para lograrlo, incluidos la muerte y el exilio de una gran cantidad de personas; pero debe recordarse, que menos de un mes después, el 2 de agosto, se sublevaron los cadetes de la Escuela Politécnica. Si bien algunos dirigentes del Partido Guatemalteco de los Trabajadores (PGT) y de las organizaciones gremiales y sindicales salieron al exilio, la mayor parte de dicho partido se sumergió en la clandestinidad y muchos revolucionarios se atrincheraron en otros ámbitos de la vida nacional. Por ello, cuando Ydígoras asumió la presidencia, luego de las intrigas palaciegas que llevaron al asesinato de Carlos Castillo Armas y de su elección como líder del Partido Reconciliación Nacional, intenta frenar el fermento revolucionario con dos acciones contradictorias: por un lado, el coqueteo para facilitar el retorno de Juan José Arévalo, y por otro, como dice Roberto Díaz Castillo (pág. 99), con la promulgación de “la Ley de Defensa de las Instituciones Democráticas, análoga a la chilena… llamada Ley Maldita”, que penalizaba hasta la posesión de libros de texto con contenido marxista. Como puede distinguirse de la lectura del libro, el fermento revolucionario estaba enraizado en el sistema de educación nacional y, con mayor razón, en el movimiento universitario, tanto de estudiantes como de profesionales jóvenes, algunos de ellos profesores universitarios. Aún estaba fresca la represión de Carlos Castillo Armas, que había costado sangre en las calles de la ciudad capital y, como muchos testimonios relatan, particularmente de ex integrantes del Frente

Unido de Estudiantes de Guatemala Organizados (FUEGO), había una decisión firme de organizarse en los ámbitos estudiantiles de secundaria. Tampoco se puede olvidar el contexto internacional, en donde se había vivido el triunfo de la Revolución Cubana en 1959 y, pese a la acción conjunta de Ydígoras y el gobierno de Estados Unidos que había hecho posible que más de 5,000 combatientes anticastristas se entrenaran y prepararan en Guatemala para atacar a dicha Revolución, la heroica defensa de los cubanos en Playa Girón había dado al traste con la invasión organizada y propiciada por la potencia estadounidense en 1961. Esta experiencia de entreguismo a los intereses del imperio ya había tenido su costo interno, ya que el 13 de noviembre de 1960, oficiales jóvenes del ejército, contrarios a la pérdida de la soberanía y a la corrupción imperante, habían intentado una insurrección militar y, al ser traicionados, habían buscado la Sierra de las Minas como refugio y campo de operación. En el período entre diciembre de 1960 y el 1 de marzo de 1962 se produjo mucha organización social y política para recuperar la Primavera Democrática, viéndose como posible, entre otras cosas, la reelección de Arévalo. Al mismo tiempo se produjeron acercamientos entre los militares rebeldes y el PGT y otros sectores en la clandestinidad. Estaban dadas las causas remotas y fundamentales para un estallido social y solamente faltaba la chispa que encendiera la hoguera.

Los antecedentes inmediatos

Estos se reflejan en el aporte de Rodolfo Azmitia, cuando dice: “…el 3 de diciembre de 1961, se celebraron elecciones para diputados y municipalidades en toda la república, en las que el Gobierno maniobró para que sus candidatos obtuvieran la victoria (…) se produjeron en ese mismo mes de diciembre y subsiguientes (…) una serie de manifestaciones de protesta” (pág. 79). En su escrito “Guatemala contra Ydígoras” (pág. 50 a 68), Víctor Manuel Gutiérrez (dirigente histórico del PGT, asesinado en 1966) agrega varios antecedentes más que se dan en el plano político: 1) El policía judicial Ranulfo González que había matado fríamente al teniente Alejandro de León Aragón gozó de la impunidad quedando en libertad, pero el 24 de enero de 1962 salda su deuda cayendo abatido a tiros; 2) El gobierno decreta el Estado de sitio y comienza la persecución contra


do en la 14 calle y Avenida Elena cayeron nuevos heridos (…) encontró la muerte el estudiante Marco Antonio Gutiérrez, de la Facultad de Economía (…) Al día siguiente el edificio central de la Universidad (…) fue de nuevo cercado por centenares de policías fuertemente armados, que con disparo de ametralladoras y otras armas combaten a los estudiantes durante más de cuatro horas (…) La Asociación de Estudiantes Universitarios hace público el propio 14 un manifiesto en el cual llama al pueblo al derrocamiento del régimen de Ydígoras, mediante la huelga general.”

los elementos democráticos; 3) El 6 de febrero, el grupo de oficiales jóvenes rebeldes constituye el “Frente Guerrillero Alejandro de León-13 de noviembre” e inicia la acción armada en el Departamento de Izabal; 4) El 27 de febrero dicho Frente da a conocer su posición y objetivos. Teniendo en cuenta que “en un documento fechado en marzo de 1962, del Frente Guerrillero ‘20 de Octubre’(…) se expresa que ‘¡El único camino es el de la rebelión!’ (pág. 53) es claro que se han preparado condiciones para crear dos focos guerrilleros que llaman a la lucha. El 15 de febrero la Asociación de Estudiantes Universitarios (AEU), fija su posición ante la situación de zozobra e intranquilidad que vive la ciudadanía y el Frente Patriótico Revolucionario denuncia el 16 de febrero que el gobierno ydigorista está utilizando mentiras y provocaciones. El 26 de febrero la policía judicial secreta asalta la Federación Autónoma Sindical de Guatemala, FASGUA, y la asociación de estudiantes de Derecho se solidariza con ella. El 1 de marzo, Ydígoras presenta su informe al Congreso de la República, electo fraudulentamente en diciembre, y la AEU llama al pueblo a protestar contra el Gobierno por el fraude electoral. En los días siguientes se suman los hechos y las protestas: la Asociación de Estudiantes de Ingeniería declara persona non grata a Ydígoras, FASGUA pide al gobierno el levantamiento del Estado de sitio, el PGT expresa a la AEU su apoyo en las gestiones democráticas, los universitarios que laboran en el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social, IGSS, y la Municipalidad capitalina paralizan sus labores y realizan un mitin. Los empleados de los juzga-

dos se declaran en huelga el 13 de marzo.

Acción y

represión Extractos del artículo de Gutiérrez, en las páginas 55 y 56, dan cuenta de las acciones estudiantiles y populares y de la respuesta brutal de las fuerzas de seguridad, las cuales por su valor histórico cito textualmente: “La AEU ha decretado el paro general de labores para el 13 a mediodía. La policía y demás fuerzas represivas inician su brutal acción, desarrollándose choques en la Facultad de Derecho, Instituto de Varones, Escuela de Comercio, Instituto Normal de Señoritas Centro América (INCA), Escuela Normal de Varones, Instituto Normal de Señoritas (Belén) y el Instituto Mixto Rafael Aqueche (…) Cientos de estudiantes, incluidas muchas niñas de 14 y 16 años de edad, paralizaron el tránsito. El gobierno puso en acción a todas las fuerzas de represión, las cuales arrojaron cientos de bombas lacrimógenas y dispararon contra estudiantes y pueblo. El saldo de la lucha del mediodía fue de más de 30 heridos de bala”. “A las 18:30 horas del mismo día 13, los estudiantes se concentraron en el edificio principal de la Universidad, en la 2ª Avenida entre 12 y 13 calles. Las fuerzas represivas cercan a los estudiantes y los atacan con ametralladoras y bombas lacrimógenas. En medio de esta difícil situación, los estudiantes llamaron a la huelga general y demandaron la salida de Ydígoras del gobierno (…) En la misma tarde, en un choque ocurri-

“Respondiendo al llamamiento de los estudiantes, el Frente Unido del Magisterio Nacional (FUMN), declara la huelga; en igual sentido se pronuncia el Consejo Superior Universitario (…) Los obreros ferroviarios declaran también la huelga y, en apoyo a la lucha general, la FASGUA llama a la huelga a los trabajadores (…) El 15 de marzo, el gobierno da a conocer que el 13 anterior fueron muertos ocho guerrilleros del Frente “20 de Octubre” y que al día siguiente fueron muertos cuatro más (…) Pero el pueblo no desmaya. La ciudad capital fue escenario de nuevos choques entre estudiantes y pueblo contra la policía. En diferentes zonas, estudiantes y trabajadores se lanzaron a paralizar el tránsito de vehículos y con piedras y palos se enfrentaron a las fuerzas represivas. El saldo fue de 4 muertos y más de 50 heridos. Los estudiantes de postprimaria de Jalapa, Cobán y Antigua Guatemala se suman a la huelga general en apoyo de la AEU y de los estudiantes de Quezaltenango”. Ydígoras habla por la cadena de radiodifusión y anuncia la venida de 40 mil campesinos para apoyar al gobierno. En el Palacio Nacional, se celebra una reunión con asistencia de comerciantes, banqueros, industriales y agricultores y se dan los primeros pasos para realizar una enorme colecta que serviría para comprar a los jefes y oficiales del Ejército. La protesta continúa, ya que la Asociación de Locutores de Guatemala declaró su solidaridad con los estudiantes universitarios. Relata Víctor Hugo de León: “En lo que nos toca como comunicadores sociales, con pensamiento democrático, la historia registra también un movimiento que fue en realidad inusual, ya que la mayoría de medios están cooptados por familias dueñas de las cadenas”. Se formó “la Cadena de la Dignidad encabezada entonces por la conocida como la Cadena Azul, formada por emisoras cuyos dueños eran gente

joven y que se indignaron ante la actitud gubernamental” (pág. 98). El Colegio Médico acuerda un paro de actividades en apoyo de las disposiciones del Consejo Superior Universitario y en señal de protesta por el allanamiento de la Facultad de Medicina. El Consejo Superior Universitario protesta por la represión y violación de la autonomía universitaria. La Asociación de Estudiantes Universitarios, con fecha 16 de marzo, emite un manifiesto en el que plantea objetivos inmediatos y mediatos. Los empleados de los bancos declaran la huelga indefinida y el Consejo Municipal de la Capital protesta por la represión. Los estudiantes universitarios, encabezados por el Presidente de la AEU, declaran el 20 de marzo duelo por los caídos y manifiestan que entran en huelga indefinida, así como que la Ciudad Universitaria es “territorio libre de Guatemala”. El Colegio de Abogados decide al día siguiente, continuar el paro de labores y exigir el cese de la represión. La Asociación de Periodistas de Guatemala, APG, se dirige al gobierno el 23 de marzo, pidiendo que se permita el funcionamiento de las radiodifusoras. El 28 del mismo mes, la acción popular logra obstaculizar la apertura de unos 200 establecimientos comerciales. Por su parte, el 29 de marzo, el gobierno de Ydígoras da a conocer la captura de un grupo de diez rebeldes en San Mateo Ixtatán, Huehuetenango, entre quienes se encuentran elementos pertenecientes al movimiento de los militares del 13 de noviembre y varios civiles.

La fase final del enfrentamiento

A lo largo de esos días de marzo, más de dos semanas de enfrentamientos desproporcionados y persecución y represión constantes, el movimiento estudiantil no estuvo solo. La lucha se hizo verdaderamente popular, con miles de acciones a lo largo y ancho del país. Como ejemplo, extraemos del libro referencias a actos de sabotaje utilizando troncos de árboles en las carreteras, descarrilamiento de trenes, interrupción de las comunicaciones telegráficas, incendios de cañaverales, rompimiento de cercos y corrales en varias fincas, incendio de potreros, quema de puentes, acciones para detener el tránsito por horas mediante la utilización de clavos y muchas más, producto de la imaginación de un pueblo en rebelión.

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exigencias de destitución de funcionarios públicos y agregar exigencias para que se respetaran las organizaciones magisteriales y estudiantiles y no se tomaran represalias. El 7 de abril la AEU sustituyó su recaudación para la Huelga de Dolores por la recaudación de fondos para los damnificados. Recurro de nuevo a extractos del libro para relatar los hechos de mediados de abril: “Mientras los estudiantes se preparaban para el entierro de la huelga y ponían cartelones conteniendo sus consignas de lucha, las fuerzas represivas proceden de nuevo con la brutalidad que acostumbran frente al pueblo desarmado: el 12 de abril, ametrallan a los estudiantes de derecho y caen bajo las balas asesinas tres nuevas víctimas, los estudiantes Armando Funes, Jorge Gálvez G. y Noel Arturo López Toledo dentro del edificio de su Facultad (…) A las 7 de la noche del mismo día los estudiantes de la Escuela de Comercio declaran la huelga y (…) se dedican a parar el tránsito. Acosados por la policía militar, se enfrentan a ella con piedras. Las fuerzas represivas matan a otro estudiante, Felipe Gutiérrez” (pág. 62).

No obstante, la represión lograba tener su efecto de desarticulación. Varios dirigentes del movimiento habían muerto, docenas de activistas estaban heridos y cientos si no miles de personas se encontraban detenidas, mientras que muchas otras tenían que recurrir a ampararse en la clandestinidad. Recuerdo que en una asamblea de estudiantes de ingeniería a la que asistí, el Presidente de la AEU llegó disfrazado de doctor. Justamente en telegrama enviado por dicho Presidente de la AEU a Ydígoras, el 6 de abril, decía: “transcribo a Usted algunos nombres de la lista de las personas muertas por la brutal represión de su gobierno en contra de la ciudadanía justamente indignada por fraude electoral. Dichos nombres son: Marco Antonio Gutiérrez, Mario Palacios, Blanca Rosa Cano Mendoza, Manuel Mejía,

Emilio Aguilar Paiz, Mario Rómulo Castro, Laureano Román Culajay, Manuel Figueroa Sneider (menor de edad), Víctor Manuel Torres, Bernardo Benítez, José Bravo, Eva Yolanda de León, Juan Nemesio Román, José Luis Corado. Omito transmitirle lista de personas heridas y detenidas, pues no cabrían este telegrama” (pág. 61). El 9 de abril la AEU acordó enterrar simbólicamente la Huelga de Dolores, mantener el paro de labores y aprobar el “Plan Secreto”. El 4 de abril, el Frente Unido del Magisterio Nacional (FUMN), los presidentes de los claustros de maestros de los establecimientos de segunda enseñanza de la capital y el FUEGO habían decidido reanudar las labores docentes bajo ciertas condiciones, incluida la liberación de todos los detenidos, mantener sus

El 13 de abril, el Consejo Superior Universitario tomó el acuerdo de pedir nuevamente a Ydígoras renunciar al cargo de Presidente de la República. Este acuerdo es respaldado por el Concejo Municipal de la ciudad capital, por la AEU, los colegios profesionales, los partidos políticos y los sindicatos obreros. Las decisiones de la AEU, aprobadas el 14 de abril, incluyen la formación del Comité Cívico Nacional. La AEU convoca a todas las fuerzas vivas del país a declararse en huelga inmediata de actividades, hasta que Ydígoras abandone la Presidencia. Numerosas adhesiones se produjeron en los tres días siguientes: los trabajadores de la Municipalidad Capitalina; el Sindicato de Pilotos Automovilistas y Similares; la APG; petición por la prensa el 16 de abril de un numeroso grupo de profesionales para que Ydígoras renuncie; igual petición de la Asociación de Locutores de Guatemala y la Asociación de Radiodifusoras de Guatemala; manifestación de familiares de los muertos y heridos, el 17; la Asociación General de Comerciantes Guatemaltecos, acordó ese día ir a la huelga.

Con la llegada de la Semana Santa se produce una pausa, que algunos analistas han considerado que fue clave para que Ydígoras rearticulara su poder, al desactivarse la movilización popular en las calles por respeto a la celebración católica. El lunes 23 de abril, concluida la Semana Santa, se reinicia la lucha popular para derrocar a Ydígoras. El Frente Cívico Nacional suscribe ese día una declaración con una serie de demandas, la más importante el retiro de Ydígoras de la Presidencia y la remoción de su gabinete, y con un llamamiento a la huelga general de brazos caídos. El gobierno responde con brutalidad y fuerza, prorrogando por cuarto mes consecutivo el Estado de sitio. El 24 de abril la policía, con lujo de fuerza, disuelve la manifestación convocada por el Frente de Mujeres Guatemaltecas y el 25, con la incorporación de un aparato que expele gases lacrimógenos, disuelve una manifestación convocada por la AEU, en la cual hay más de 100 detenidos. La Iglesia católica tomó partido en este momento: “… después de haber mantenido un largo silencio, el Arzobispo de Guatemala, Mariano Rosell y Arellano (…) emite un comunicado condenando el movimiento de petición de renuncia a Ydígoras” (pág. 65), lo que se corresponde con la militarización del gobierno –se forma un gabinete con militares, con excepción del Ministro de Relaciones Internacionales– y la participación directa de la Embajada de Estados Unidos, como “mediadora” entre la oposición reaccionaria –camarilla del Partido Revolucionario, Partido Demócrata Cristiano de Guatemala y Movimiento de Liberación Nacional— e Ydígoras. El 1 de mayo se produjo el último intento por volver a ganarse las calles. “… Día Internacional de la Clase Obrera, los trabajadores y los estudiantes, a pesar del Estado de sitio, se esfuerzan por realizar la tradicional manifestación de los trabajadores (…) La policía arremete contra los primeros núcleos que tratan de organizar la manifestación (…) se registran nuevos muertos y heridos; los primeros en Escuintla y los segundos tanto en dicha ciudad como en la capital” (pág. 66). Al sucederse como respuesta popular nuevos actos de sabotaje, el gobierno declara el Estado

PROFESORES E INVESTIGADORES EMÉRITOS FLACSO-GUATEMALA Dr. Gabriel Aguilera - Lic. Edgar Balsells Conde - Dr. Santiago Bastos - Dr. Víctor Gálvez Borrell Dr. Alfredo Guerra Borges - Lic. Mario Aníbal González - Dr. Jorge Solares 4

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de guerra y el movimiento se suspende. En lo que llama “Epílogo”, Factor Méndez relata: “Para fines de abril de 1962, la fuerza y el entusiasmo de la lucha popular fueron declinando. Se agudizó la represión, se regó la sangre de cientos de jóvenes. Los dirigentes estudiantiles –mujeres y hombres– fuimos expulsados de los establecimientos educativos, los institutos públicos fueron militarizados, se disolvieron las Asociaciones y cerraron las radios estudiantiles. La lucha popular se radicalizó y se abrió la brecha para la resistencia armada” (pág. 126).

La

evolución del movimiento

estudiantil : de la organización de

asociaciones a la lucha abierta Es indudable que los actores principales en las jornadas de marzo y abril, por su número y su entrega, fueron los estudiantes, tanto los universitarios como los de secundaria. En este apartado recogeré testimonios de quienes vivieron la lucha para comprender mejor sus características y las aspiraciones de este sector ciudadano. La beligerancia de las asociaciones de estudiantes de la USAC se remonta hasta los propios orígenes de la AEU y las luchas contra las dictaduras del siglo XX. No obstante, a principios de la década de 1960, aparte de la expresión colectiva del estudiantado en las asociaciones,

hay también corrientes organizadas de estudiantes ideologizados, particularmente la JPT y el Frente Estudiantil Social Cristiano (FESC). Ambas coinciden en oponerse a las políticas de Ydígoras, lo que hace posible el acercamiento en la universidad entre dos corrientes, el PGT y la Democracia Cristiana, que a nivel nacional diferían significativamente. Gabriel Aguilera nos dice: “Yo me involucré en las jornadas de marzoabril de 1962 debido a mi militancia en el Frente Estudiantil Social Cristiano (FESC), vinculado a la Democracia Cristiana (…) en la directiva del FESC se nos ocurrió acudir a la directiva de la AEU y compartirles la idea de articular un movimiento de protesta en contra del fraude (…) Ignoro cuánto influyó esa visita en la decisión de la AEU de iniciar las protestas” (pág. 71). Y resulta muy ilustrativo lo que Vinicio Cerezo, quien con posterioridad fuese dirigente del FESC, dirigente de la DC y presidente de la República, relatara de su vinculación durante las Jornadas: “Por ello cuando se plantean las protestas en contra del fraude electoral y se convoca a una manifestación en la Facultad de Derecho para exigir nuevas elecciones en el Congreso de la República (…) la respuesta estudiantil fue masiva y sin distingos ideológicos, ni de movimientos políticos…” (pág. 87). Efectivamente, yo mismo me puedo identificar con los estudiantes no ideologizados o politizados que nos sumamos al movimiento. Como estudiante del tercer año de Ingeniería ni siquiera me importaba el fraude electoral, porque no tenía ninguna confianza en cualquiera de los partidos políticos en contienda. Lo que rechazaba de Ydígoras era su entrega de la soberanía

nacional, su corrupción y sus métodos represivos. No dudé en sumarme a los contingentes de ingeniería que a pedradas nos enfrentamos a las fuerzas gubernamentales en El Trébol o en el Paraninfo o en ser parte de los grupos que volanteaban o promovían el movimiento con los estudiantes en lugares tales como la Escuela de Agricultura en Bárcenas. El fenómeno de las asociaciones estudiantiles de secundaria es muy parecido, en función de la masa estudiantil, aunque era distinto con muchos dirigentes, que tenían contactos o vínculos con la JPT. Como afirma Anne Arévalo: “Yo, fundadora del FUEGO y delegada estudiantil del INCA, en el 62 ya tenía una relación por la vía de la militancia en la JPT de la USAC” (pág. 75). Con mayor énfasis lo dice Elías Barahona: “Marzo y Abril de 1962 fue una gesta impulsada desde la Juventud Patriótica del Trabajo (JPT) y respaldada por otras capas de la población” (pág. 83). No debe olvidarse el papel desempeñado por las y los profesores, que mantuvieron vivos los ideales de la Revolución de Octubre, durante el período contrarrevolucionario de 1954 a 1962. Ricardo Cajas dice al respecto, en su condición de estudiante del INVO en Quetzaltenango: “La existencia de un sector de mentores consecuentes en dicho establecimiento educativo marcó la vida de muchos estudiantes” (pág. 86). Aún hoy, después de 36 años de guerra interna, resulta asombroso el valor desplegado por jovencitas y jovencitos de secundaria frente al aparato represivo del Estado. Relatemos algunas anécdotas, para comprender su pérdida súbita de la inocencia,

que más adelante llevó a algunas y algunos a engrosar las filas del movimiento revolucionario: “me tocó vivirlo cuando estudiaba en el Instituto Mixto Rafael Aqueche, fui miembro de la Asociación de Estudiantes de ese establecimiento (…) Salíamos a protestar a las calles del centro de la ciudad (…) Logramos paralizar tanto al comercio como al tránsito (…) La zona 5 de la ciudad de Guatemala fue declarada por los vecinos y estudiantes que allí vivían como ‘territorio libre’ (…) Salíamos a volantear, a colocar mantas de protesta (…) lo hacíamos en las noches, cada grupo en su barrio (…) En esas luchas urbanas un 15 de marzo del 62, fuimos detenidos más de 100 estudiantes, hubo heridos y muertos…” (pág. 92, Ricardo Cordón). “En 1957, con el asesinato del caudillo Carlos Castillo Armas los estudiantes de secundaria habíamos empezado por reordenar ‘la casa’ organizando asociaciones en cada instituto y constituyendo los ‘autogobiernos estudiantiles’ (…) Entonces no teníamos formación política-ideológica, pero sí éramos suficientemente capaces de identificar los hechos contra la soberanía nacional, la justicia social y la inteligencia de los mejores hijos de la patria” (pág. 75, Anne Arévalo). “Para las estudiantes capitalinas de la Escuela Nacional de Ciencias Comerciales (…) lo que hacían los estudiantes del Central nos competía (…) Los agentes represivos no se atrevieron a disparar contra un grupo de jovencitas adolescentes y se regresaron por donde habían llegado. Esa fue la primera experiencia de defensa de la vida, desafiando un régimen represivo” (pág. 96, María Chúa). Desde luego, la organización y el fortalecimiento de las asociaciones estudiantiles de secundaria no fue espontánea. Fue el resultado de un esfuerzo concreto, que se generalizó en todo el país y que llevó a la creación del FUEGO. El testimonio de Raúl Díaz dice: “No fue casual (…) pero el nombre de FUEGO (…) sintetizaba lo que todos los jóvenes estudiantes de aquella época llevábamos dentro y que (…) todos los guatemaltecos bien nacidos sentían arder en su interior ante el estado de cosas existente (…) A nivel de Secundaria (…) se había alcanzado un tan alto nivel de organización que, creo, no se volvió a tener después…” Destaca no solamente la “participación activa y consciente de parte de los jóvenes estudiantes, sino de los procesos verdaderamente democráticos, amplios y abiertos, por medio de los cuales elegían sus representantes (…) Durante las Heroicas Jornadas de

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vamente cerrada esta vía universitaria y política y, ya en el extranjero, formé parte de la Representación Unitaria de la Oposición Guatemalteca (RUOG) a partir de 1982.

Algunas

interpreta-

ciones polí-

ticas de las jornadas de marzo y abril

Marzo y Abril me correspondió a mí [Díaz] el más alto honor que había alcanzado en mi vida, ser el presidente del FUEGO” (pág. 100 y 101).

La radicalización del movimiento estudiantil durante y después de las

Jornadas

En algunos testimonios se puede identificar que muchas y muchos estudiantes, así como trabajadores y campesinos, estaban dispuestos a trascender la rebelión social, aún en el curso de los acontecimientos de marzo y abril de 1962. Anne Arévalo nos dice: “En los dos meses intensos de revuelta con expresión en varios departamentos, ya algunos jóvenes del FUEGO y de otras organizaciones populares, bajo el mando de Paz Tejada, había conformado un grupo guerrillero (…) que fue desmembrado el 12 de abril de 1962 en Concuá (…) con la muerte de unos y la prisión de otros de sus integrantes” (pág. 76). Roberto Díaz Castillo afirma, por su parte que “un grupo de estudiantes de derecho nos reunimos para considerar la posibilidad de actuar en contra del Congreso de la República (…) Acordamos llevar a cabo un asalto a su recinto” (pág. 99). Por circunstancias fortuitas el asalto no se realizó; pero era claro que en los primeros días de marzo de 1962 ya algunos estudiantes consideraban la necesidad de las acciones armadas. Desde luego, esta radicalización se profundizó ante la imposibilidad de 6

cambiar la situación por la vía de la rebelión social. Lo apreciamos en el aporte de César Montes, ex comandante de las Fuerzas Armadas Rebeldes, FAR: “A finales del año 1962 los estudiantes del 12 de abril se habían vinculado con los miembros de la Juventud Patriótica del Trabajo y del PGT, luego ambos se plantearon la necesidad de reunirse con los ex militares (…) De las luchas de Marzo y Abril salió un numeroso grupo de combatientes generosos, modestos, valientes, sensibles y abnegados. Todos dieron lo mejor de sí, en el nivel que les tocó participar o en el que los colocó la historia” (pág. 134). No fueron muchos los que en ese momento tomaron el camino de la clandestinidad o la montaña. Muchos dirigentes y activistas de las Jornadas pensamos, quizás ingenuamente, que las vías de participación social y política, abonada con el sacrificio y el heroísmo de marzo y abril, más temprano que tarde producirían el quiebre del sistema impuesto. Recuerdo la conversación en mayo de 1962 con Julio César Macías (más tarde César Montes), quien me manifestaba su disposición a subir a la montaña, a lo que repliqué que yo “no creía que las condiciones para la lucha armada estuviesen dadas” y que optaría por mi participación universitaria y política. Efectivamente, me gradué de ingeniero civil, me convertí en profesor de la Facultad de Ingeniería, fui electo Decano de la misma en 1976 y fui designado por el Consejo Superior Universitario para ser Rector en funciones ante el obligado exilio del Rector Saúl Osorio Paz en 1980. Y, luego, también debí salir al exilio. Dieciocho años después de mi conversación con César, quedó definiti-

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Para la interpretación de las Jornadas y su significado para la lucha revolucionaria del país, recurro a dos extraordinarios dirigentes, uno, Manuel Colom Argueta, de la social democracia organizada en partido político, y otro, Bernardo Lemus, de la USAC, ambos asesinados por el gobierno de Romeo Lucas García. Bernardo Lemus escribió tiempo después de los sucesos su interpretación y memoria de los mismos. Para comenzar afirma; “En la historia de Guatemala Las Jornadas de Marzo y Abril de 1962, constituyen una gesta importante de la lucha del pueblo, si no la más importante, dada la participación masiva, la profundidad política y el hondo contenido democrático y revolucionario de sus objetivos (…) La lucha tiene dos etapas (marzo y abril) y dos niveles bien definidos: lucha popular y lucha de instituciones” (pág. 29). Define las características principales de las jornadas de marzo: 1) Los estudiantes encabezan conscientemente un movimiento estrictamente político; 2) El FUEGO, es decir, el frente creado por los estudiantes de Secundaria, se suma a la lucha; 3) La lucha principia a tornarse violenta al iniciarse la acción de masas; 4) La participación de los partidos políticos es insignificante; 5) Solamente los estudiantes plantean programas. En esta fase se observa la fuerza que el movimiento había adquirido al afirmarse: “El movimiento preocupaba a todos los sectores conservadores: al gobierno que se tambaleaba, a la oligarquía que, sin simpatizar con Ydígoras, no apoyaba al movimiento (…) El ejército, donde también el descontento contra el gobierno era

manifiesto, no se atrevía a actuar, aun cuando ya altos oficiales había buscado contacto directo con los estudiantes para planificar la forma y determinar el día en que Ydígoras abandonaría el poder…” Curiosamente, no se hace mención del papel de la Embajada de Estados Unidos, aunque se percibe los efectos de la misma cuando se lee “en esta etapa de la lucha, la presión de los sectores conservadores principia a sentirse, la prensa escrita, la radio nacional y otros medios de comunicación son utilizados al máximo para desprestigiar el movimiento estudiantil, acusarlo de estar dirigido por Fidel Castro y Moscú…” (pág. 36). Reconociendo que la lucha había perdido fuerza y había empezado a ceder a finales de marzo, se mencionan como características principales de las luchas de abril las siguientes: 1) La AEU ya no mantiene la dirección general del movimiento, ya que a partir de la masacre estudiantil del 12 de abril el Consejo Superior Universitario (CSU) encabeza la lucha; 2) La lucha de masas cede terreno a la lucha de instituciones, particularmente por el papel desempeñado por el CSU; 3) Solamente parte de la prensa escrita defendía a Ydígoras y una sola institución importante le dio apoyo, la Iglesia católica; pero este hecho contrapesó la iniciativa del CSU, centrada en la remoción de Ydígoras. Del resumen y conclusiones del documento de Lemus resalto su conclusión 7: “La lucha demostró que ya no era posible en nuestro país derrocar a un gobierno si a la vez no se cuenta con instrumentos armados que respalden la acción de las masas”. Aunque no vivió para verlo, los Acuerdos de Paz solamente pudieron darse, muchos años después, por los instrumentos armados que constituyeron y construyeron la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG). Manuel Colom Argueta, por su parte, se refiere a la Revolución democrática de Octubre iniciada en 1944 como el hecho dominante de nuestra historia contemporánea, que generó las condiciones para que en Guatemala existiera resistencia a las políticas reaccionarias impuestas a partir de 1954. Dice: “‘Las Jornadas de marzo y abril’, no son sino efectos de los hechos históricos acá señalados, a manera de antecedentes explicativos del complejo proceso al cual venimos refiriéndonos” (pág. 43). Añade Colom en su interpretación: “¿qué es marzo y abril en el proceso histórico que vivimos? Considero que deberíamos pensar que fueron


gestas populares (…) en las que el nivel de organización logró una resistencia contra un sistema antidemocrático y represivo. Pero marzo y abril no es un hecho aislado, forma parte de un proceso histórico social que no ha terminado aún, frente a un sistema de dominación de una minoría económica oligárquica”. Concluye el líder democrático más preclaro de los años 70: “deberíamos decir que marzo y abril fue una resistencia popular como respuesta a determinada fase de anarquía y represión de la época del gobierno de Miguel Ydígoras Fuentes (…) El estudiantado jugó un papel importante, podríamos decir casi decisivo. Fue el movimiento instigador, creativo; catalizador incluso de diversas corrientes, aun cuando no se tenía la madurez política para entender y evitar errores fatales, como haber sido demasiado abiertos y haber aceptado participar con fuerzas que, más tarde, iban a pasar a reprimir al mismo estudiantado y a desarticular a las mismas organizaciones populares” (pág. 49). Coincido con Colom en que el carácter abierto de las jornadas de marzo y abril de 1962 tuvo consecuencias terribles; pero no puedo imaginar un movimiento menos abierto que pudiese ser lo suficientemente democrático y amplio que el momento ameritaba. La apertura fue una fortaleza; pero no dejó de ser un riesgo hacia el futuro. Las labores de “inteligencia militar” e “inteligencia policial” fueron facilitadas por la entrega a la lucha, en forma abierta y comprometida, de muchísimos líderes y militantes estudiantiles y populares. Se pudo hacer el mapeo, sin duda con la asesoría de la CIA, de las personas e instituciones que podrían eventualmente constituir un desafío para el sistema. Las listas que se hicieron de personas detenidas, fotografiadas u observadas en dos meses de enfrentamiento se han mantenido vigentes en los archivos militares y policíacos hasta la fecha (estoy convencido de que no desaparecieron con la firma de los Acuerdos de Paz; están bien custodiadas). Fueron utilizadas en los años siguientes para elaborar las listas de “objetivos militares” de los escuadrones de la muerte. Fueron base importante para profundizar la información, con base en el secuestro y la tortura, sobre las organizaciones revolucionarias. Lamentablemente, esos riesgos reales solamente pueden ser superados, parcialmente, con labores de contrainteligencia y, definitivamente, sólo con el triunfo revolucionario.

La voz de la

nostalgia y las nuevas luchas sociales y políticas Al leer muchos de los testimonios, se nota en muchos de ellos un sentimiento de nostalgia, el cual no debe ser menospreciado sino que debidamente evaluado. Es evidente que la lucha social y política se ha hecho mucho más difícil en estos días, por el bombardeo ideológico constante de quienes detentan los mecanismos de información y propaganda. La nostalgia, que es un sentimiento legítimo, limitado a los humanos, se refiere al marco social y ético dentro del cual se desarrolló nuestra lucha. Recojamos algunos ejemplos: Violeta Alfaro nos dice: “pero puedo decir que éramos felices imaginando el futuro y prefiero evocar a los jóvenes que fuimos en Marzo y Abril de 1962 en fragmentos del poema ‘Retorno a la sonrisa’ (…) por Otto René Castillo (…) Eso sí, estoy convencida que indignarse ante esta realidad, soñar con un mundo mejor, y actuar en consecuencia, siempre vale la pena, siempre es una razón de vida” (pág. 72 a 74). Elías Barahona agrega: “A casi 50 años de aquel suceso recordamos las arengas de los casi niños que abordaban los buses, molotov en mano, y explicaban a los pasajeros las causas de la lucha para luego pedir cortésmente que desalojaran los vehículos” (pág. 83). Raúl Díaz recuerda que el trabajo era agotador, con pocas horas dedicadas al sueño; pero rescata con mucho orgullo “Sí, y esto hay que reivindicarlo, la inmensa alegría con que planeábamos, realizábamos y concluíamos cada jornada” (pág. 101). Todos los signos apuntan a que Guatemala, en su condición actual de Estado casi fallido, se encuentra en el umbral de otra fase de intensas luchas sociales y políticas, que hacen

más pertinente que nunca el estudio de este libro sobre marzo y abril de 1962 y muchos otros documentos más producto de las luchas posteriores. Las condiciones de hoy son distintas en algunos aspectos sustanciales a las condiciones de hace 30 años: la organización estudiantil universitaria pasa por uno de sus peores momentos, aunque hay signos de esperanza con el proceso de reforma universitaria y los intentos de recuperación de la AEU; las autoridades universitarias se han convertido en instrumento de los sectores de poder y ya no hay entidades, ni en la USAC ni en los colegios profesionales, que tengan la autoridad moral para cuestionar a dichos sectores; el movimiento estudiantil de secundaria apenas ha empezado a demostrar su intransigencia frente a los abusos gubernamentales y todavía está lejos de plantear un movimiento como el del FUEGO; y es muy distinto haber abandonado las armas, como resultado de la firma de los Acuerdos de Paz, que contar con grupos armados incipientes como ocurría en 1962. No obstante, hay nuevos actores hoy, capaces y dispuestos a empujar los movimientos sociales. Como resultado de los Acuerdos de Paz y otras circunstancias históricas, los pueblos indígenas y las mujeres constituyen dos fuerzas extraordinarias que ya están en movimiento. Si a ello se le agrega la existencia de movimientos cristianos progresistas y organizaciones no gubernamentales aliadas con el movimiento popular, así como partidos políticos de izquierda, por poco fuertes que sean, podemos concluir que se cuenta con la energía suficiente para que, mediante la unidad y la solidaridad, se pueda llevar adelante un movimiento nacional transformador. Lo que sin duda está presente es el conjunto de condiciones objetivas que hacen que la lucha sea indispensable. El ejemplo reciente de la lucha en Totonicapán, enfrentada con violencia por el Estado, nos señala que debemos prepararnos para momen-

tos clave. Las demandas planteadas por los habitantes de esa región –no a las reformas constitucionales; no al alza en el costo de la energía eléctrica; y no a la reforma educativa arbitraria— constituyen apenas la punta del “iceberg” de las demandas sociales y políticas insatisfechas. Y vemos cómo el gobierno y los sectores de poder no tienen más respuesta que volver a dirigir los fusiles contra el pueblo. No obstante, afortunadamente, el mundo ha avanzado en los últimos 60 años hasta el punto en que estas acciones ya no son toleradas por la comunidad internacional. Las jornadas de marzo y abril de 1962 en Guatemala pudieron ser un ejemplo para otras situaciones en el mundo. Dice Rodolfo Azmitia: “Viendo en perspectiva las hermosas jornadas populares de marzo y abril del 62, podemos afirmar, con orgullo y sin temor a equivocarnos, que…posteriormente sirvieron de inspiración a movimientos populares de protesta que se alzaron en las Plazas de París en mayo y junio de 1968 y (… a la revuelta estudiantil que se levantó en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco en México, el 2 de octubre del mismo año de 1968” (pág. 82). Y Vinicio Cerezo dice algo semejante: “Al ver el movimiento de ‘Los Indignados’ a lo largo de Europa (…) recordé las Jornadas de Marzo y Abril de 1962, cuando un movimiento estudiantil (…) movilizó la conciencia de los políticos, del pueblo de Guatemala y demostró que se podía encontrar la democracia perdida con la caída del Presidente Arbenz en el 54, a través de la movilización organizada” (pág. 86). Ahora nos toca aprender de los movimientos más recientes, particularmente de la Primavera Árabe, de los movimientos de los “sin tierra” en Brasil, de los pueblos indígenas en toda América Latina y de la rebelión de los pingüinos, seguida de los movimientos estudiantiles y populares de Chile. Nuevas Jornadas nos esperan en Guatemala; pero los pasos indispensables de la unidad y la solidaridad son insoslayables. En las luchas victoriosas de América Latina, Guatemala no puede quedar rezagada; las jornadas de marzo y abril serán siempre un modelo de lo que podemos realizar cuando se bajan las banderas particulares de cada grupo y se enarbola el pabellón azul y blanco nacional. Raúl Molina Mejía Nueva York, 16 de octubre de 2012

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