Verbo(des)nudo no 5

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Año 2. Número 5 Santiago de Chile Agosto 2012 © Todos los derechos reservados. ISSN 0719-1626

Consejo Editorial: Mafalda Migliaro Anouna Fabio Luis Cerón Edición y dirección: Fidel Ginoris

©Editorial Verbodesnudo Email: revistaverbodesnudo@gmail.com


Palabras del Editor.

Verbo(des)nudo es una pequeña ventana a la cultura, abierta a la participación y el debate. Cuando comenzamos esta aventura no sabíamos, no dimensionábamos, pero no nos asustaba. Hoy la revista se asienta en sus colaboradores y poco a poco va tomando carácter, vida propia y sobre todo propia personalidad. Lo invitamos a ser parte de este proyecto cultural, serán bien recibidas todo tipo de opinión, toda idea que nos impulse a mejorar esta entrega que cada dos meses agrupa en unas cuantas páginas narrativa, poesía, opiniones y todo lo que suponga creación artística. Ya no es un sueño, Verbo(des)nudo) ahora es un compromiso.


Amelia Pelรกez


GinoGinoris

Soy el escriba, solo el escriba He mentido yo no sembré el árbol que se yergue desproporcionado en el claro a las afueras del pueblo, cuando llegué ya cubrían sus ramas el espacio que abarca mi mentira. Soy culpable olvidé la canción que despierta a las simientes en los surcos quedó solo la mancha del silencio. Puedo asegurarlo al despertar, ya estaban en mi cama las cartas del suicida. Mentí, el poeta dormita en el reino de la burla atado como está a los desplantes de la muerte, yo solo trascribo sus designios y le ayudo a salvarse.


GinoGinoris

Desertor o respuesta a la insistencia

Nunca escribí, por suerte: vamos a podar los verdes pastizales. Yo soñaba con lo que me era permitido aprehendía a mi espalda los olores del viento, por miedo a la palabra sueño me inventaba pesadillas colosales. No soy bueno, creo, para hincar mi rodilla en los paisajes bordados de colores. Suelo escribir pocas bondades, despertar en medio de una ola que arrastra con mi cuerpo el sudor de mundanos oficios, ver en la luz, la nube sosegada trasformando las siluetas en canciones, atisbar en los escombros de la noche la angustia perversa del cautivo. Nunca escribí, por suerte un nocturno azucarado de pasiones, para eso existen los poetas efusivos que se inventan la diana y el flechazo.


GinoGinoris

Nadie escucharía Podría reclamar tu llanto y poseerlo como trofeo de mi impertinencia. Podría cavar en tu memoria cual amante que siente placer en el fracaso, ayudarte a conseguir el verso que alguna vez faltó en tu poema. Podría publicar tu intimidad para ganar unas monedas, contarle a los amigos el secreto que escondes debajo de tus alas, podría conspirar con los poetas, ponerlos a resguardo de todas tus mentiras. Podría amarte, morir, vivir de tu silencio, pero soy una pared donde se cuelgan tiempos.


GinoGinoris

Vida La vida acontece, donde un árbol es el centro y final de la noche, un rostro asomado a los nombres que no le reconocen como espejo. La vida es un juego de naipes que se miente a sí mismo, la dúctil esencia de un quejido disparado a cualquier carne. La vida se detiene en las yemas de unos dedos, incapaces de luz.

Reflejos Mi destino agoniza perplejo al lado opuesto de la noche intermitentes líneas de neón azulando los rincones. El pan bajo el brazo tesoro de un sueño que no cuaja y tu silueta intacta acompañando la suerte de no morir a retazos.


GinoGinoris

Escribo como quien debe todos los silencios, con la memoria a flor de piel del que marcha en busca de otros vientos. Hablo en la parquedad de la ola su estruendoso ademán de salvadora. Vengo del cántaro desnudo a destejer los milagros, esos pobres números que nunca bastan. Traigo párpados de agua, preguntas que la noche no perdona. He aquí la lengua del que confiesa su pausa Voy hacia la espera muro contenedor de lucidez veo la mancha. Me rindo.


Augusto Monterroso (1921- 2003)

scritor Guatemalteco, uno de los autores latinoamericanos más reconocidos a nivel internacional. Su producción narrativa incide fundamentalmente en el análisis de la naturaleza humana desde una óptica irónica. De una brillante imaginación resuelta en sutilezas, sus escritos son difícilmente clasificables: textos breves en general, en la frontera del relato y la fábula, del ensayo y el aforismo, escritos con un gran sentido el humor y de la sorpresa. Entre otros, fue galardonado con el Premio Nacional de Literatura (Guatemala, 1997) el Premio Juan Rulfo (México, 2000) y el Premio Príncipe de Asturias del año 2000.

El dinosaurio Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.


Augusto Monterroso Historia fantástica Contar la historia del día en que el fin del mundo se suspendió por mal tiempo.

La honda de David Había una vez un niño llamado David N., cuya puntería y habilidad en el manejo de la resortera despertaba tanta envidia y admiración en sus amigos de la vecindad y de la escuela, que veían en él -y así lo comentaban entre ellos cuando sus padres no podían escucharlos- un nuevo David. Pasó el tiempo Cansado del tedioso tiro al blanco que practicaba disparando sus guijarros contra latas vacías o pedazos de botella, David descubrió que era mucho más divertido ejercer contra los pájaros la habilidad con que Dios lo había dotado, de modo que de ahí en adelante la emprendió con todos los que se ponían a su alcance, en especial contra Pardillos, Alondras, Ruiseñores y Jilgueros, cuyos cuerpecitos sangrantes caían suavemente sobre la hierba, con el corazón agitado aún por el susto y la violencia de la pedrada. David corría jubiloso hacia ellos y los enterraba cristianamente. Cuando los padres de David se enteraron de esta costumbre de su buen hijo se alarmaron mucho, le dijeron que qué era aquello, y afearon su conducta en términos tan ásperos y convincentes que, con lágrimas en los ojos, él reconoció su culpa, se arrepintió sincero y durante mucho tiempo se aplicó a disparar exclusivamente sobre los otros niños. Dedicado años después a la milicia, en la Segunda Guerra Mundial David fue ascendido a general y condecorado con las cruces más altas por matar él solo a treinta y seis hombres, y más tarde degradado y fusilado por dejar escapar con vida una Paloma mensajera del enemigo.


Augusto Monterroso La tela de Penélope o quién engaña a quién

Hace muchos años vivía en Grecia un hombre llamado Ulises (quien a pesar de ser bastante sabio era muy astuto), casado con Penélope, mujer bella y singularmente dotada cuyo único defecto era su desmedida afición a tejer, costumbre gracias a la cual pudo pasar sola largas temporadas. Dice la leyenda que en cada ocasión en que Ulises con su astucia observaba que a pesar de sus prohibiciones ella se disponía una vez más a iniciar uno de sus interminables tejidos, se le podía ver por las noches preparando a hurtadillas sus botas y una buena barca, hasta que sin decirle nada se iba a recorrer el mundo y a buscarse a sí mismo. De esta manera ella conseguía mantenerlo alejado mientras coqueteaba con sus pretendientes, haciéndoles creer que tejía mientras Ulises viajaba y no que Ulises viajaba mientras ella tejía, como pudo haber imaginado Homero, que, como se sabe, a veces dormía y no se daba cuenta de nada.

El paraíso imperfecto (Fábula) -Es cierto- dijo mecánicamente el hombre, sin quitar la vista de las llamas que ardían en la chimenea aquella noche de invierno-; en el Paraíso hay amigos, música, algunos libros; lo único malo de irse al Cielo es que allí el cielo no se ve.


Haiku El Haiku es una forma de poesía tradicional japonesa. Matsuo Basho (1644-1694), poeta famoso de Japón y reconocido maestro del Haiku, la definió de la siguiente manera: “Haiku es simplemente lo que está sucediendo en este lugar, en este momento” Lo breve, lo bello, lo profundo; el instante, la naturaleza, la contemplación, el humor, la imaginación, lo espontáneo y el asombro, entre otras disciplinas, son la base para un Haiku. Formalmente es un poema breve, compuesto de tres versos, de cinco, siete y cinco sílabas, sin rima y sin un título o encabezado. Excepcionalmente puede tener entre 16 y 23 sílabas, en cuyo caso se denomina hacho (haiku de metro roto). En general describe a la naturaleza, el cambio de las estaciones y la vida cotidiana de las personas. Su estilo es sencillo (no simplista), sutil, austero, y espiritual (debido a su relación con la filosofía oriental Zen). La sencillez del haiku no está desprovista de una estética y forma ordenada, es así como el poema está sujeto a estrictas normas y reglas. Como ejemplo, el número de sílabas de los tres versos forman el poema: 5-7-5; la intención de estos versos, están determinados por: Si el primero indica una situación, el segundo indica la acción o cambio y el tercero supone una sorpresa. Ejemplo:

“Oh, viejo estanque! Una rana salta desde el borde; ruido de agua”

(Matsuo Basho)


Otros géneros y otros autores hacen hincapié, en la razón o emoción como centro de sus obras, para el autor y creador de haiku será la intuición su eje y su aspiración. El Haiku parte desde la raíz de la emoción pero al compartirla, al dejarla salir traspasa el ser y un mero sentimiento, se convierte en entendimiento,e iluminación. Aspira a abarcar la totalidad del momento y queda así excluido cualquier intento de reflexión, intelectualismo y recreación. Lo breve es una exigencia a su esencia y viceversa. Dice Aldous Huxley: “El lenguaje es un instrumento para extraer el misterio de la realidad”. - El haiku se sirve de la palabra para ir más allá de la palabra. - Utiliza el instante para alcanzar la eternidad; lo concreto para llegar al símbolo; la sensación para atraer lo espiritual. - El haiku insinúa comparaciones, aunque no las consuma, deja al lector la capacidad de interpretación. El autor de haiku, recibe el nombre de Haijin. Entre los más importantes de la historia poética de Japón, se encuentran: Matsuo Basho, Kobayashi Issa, Usuda Aro, Masaoka Shiki, Uejima Onitsura, Ritsurin Issekiro, Arakida Moritake, Yamasaki Sokan, entre otros. La poesía japonesa Haiku, llegó al occidente a través del budismo Zen, de este modo transmitían sus normas y poetas del siglo XX fueron influenciados particularmente por Eiji Yoshikawa. Occidente comienza entonces a crear haikus a través de Jack Kerouac, Ezra Pound (ambos norteamericanos); Seamus Heaney (irlandés), W.H. Auden (británico); Jorge Luis Borges (argentino), Mario Benedetti (uruguayo), Juan Antonio González Fuente, José María Prieto Zamora y Susana Benet (españoles) Debo decir que el misterio nos sorprende en pocas palabras. Toda la vida es presentada ante nosotros; en un segundo la mirada se pierde más allá de lo insondable. Nos ofrece un cambio y una progresión. Pienso que se logra unir la naturaleza que vemos con la naturaleza que somos, sin que haya nada más que estorbe ese inmenso tiempo de asombro. El Haiku, es el ahora de siempre.

Colinas secas: Las nubes no traen agua, Sino fantasmas. (Li Bo)


Se va la primavera: Quejas de pájaros, lágrimas En los ojos de los peces. Este camino, Nadie ya lo recorre, Salvo el crepúsculo. (Matsuo Basho)

Colinas secas: Las nubes no traen agua, Sino fantasmas. ( Li Bo)

Escribo, borro, reescribo, Borro otra vez, y entonces Florece una amapola. (de Hokushi)

El final del hombre, Un montón de huesos relucientes: Un florecer y un marchitarse.

(de Hamei)

Arranca el águila Del filo del peñasco El vendaval. (Riota)


Caracol: La mínima cinta métrica Con que mide el campo Dios. (Jorge Carrera Andrade)

Nosotros somos Volcanes reflejados Tras la ventana. (Bert)

Callan las cuerdas. La música sabía lo que yo siento. (Jorge L. Borges)

si en el crepúsculo el sol era memoria ya no me acuerdo las hojas secas son como el testamento de los castaños los hombres odian presumen sueñan pero las aves vuelan (Benedetti)


Una leyenda olvidada en los tiempos Por Mafalda Migliaro

Tomé

el camino más transitado, aunque era mediodía, estaba desierto. El

invierno marcaba sus últimos pasos, hacía frío y estaba húmedo. Yo subía y ella, una mujer de cierta edad, con su iculla de bordes azules cubriendo sus hombros, bajaba. La saludé con respeto y nos sonreímos; ella, al pasar murmuró que era peligroso subir sola al Ñielol. Sonriendo, seguí mi camino, contra todo, subiendo. Luego, en un descanso de la senda me detuve y sin pensarlo, comencé a bajar tomando el sendero de regreso. Me sorprendió ver a la misma mujer sentada en un recodo del camino. ”Te esperaba”, dijo, “sabía que razonarías, no puedes partir siempre, no en este cerro“. No la comprendí ni le respondí; y sin hablar, comenzamos a bajar lentamente. Ella recogía ramas de plantas que luego me pasaba para que la ayudara. De pronto, entre esas ramas, engarzada en un tallo algo leñoso, vi un hermoso ejemplar de la flor que nos representa. Ella, con su cara surcada de arrugas, me regaló una sonrisa amplia, y a la vez que continuaba buscando, comenzó a narrarme, en su particular forma de hablar, que cuando la tierra de Arauco era habitada por Pehuenches y Mapuches, vivía una hermosa princesa mapuche, llamada Hues, y un vigoroso príncipe pehuenche, cuyo nombre era Copih. Desafortunadamente esas dos tribus estaban enemistadas a muerte. Sin embargo a pesar de esa realidad, Copih y Hues se amaban y para verse sólo podían encontrarse en lugares secretos de la selva. Un día los padres de ambos se enteraron y se enfurecieron… Copiñiel, el jefe de los pehuenches y padre de Copih, y Nahuel, jefe mapuche y padre de Hues, se fueron cada uno por su lado hasta la laguna donde ambos enamorados se encontraban. El padre de Hues, cuando vio a su hija abrazada con el pehuenche, arrojó su lanza contra Copih y le atravesó el corazón. Tras esto, el príncipe pehuenche se hundió en las aguas de la laguna. El jefe Copiñiel no se quedó atrás e hizo lo mismo con la princesa, la que también desapareció en las aguas de la laguna. Ambas tribus lloraron por mucho tiempo a sus príncipes perdidos. Al pasar un largo año, los pehuenches y mapuches se reunieron en la laguna para recordarlos. Llegaron de noche y durmieron en la orilla. Al amanecer, vieron en el centro de la laguna un suceso inexplicable. Desde el fondo de las aguas surgían dos lanzas entrecruzadas.


Una enredadera las enlazaba, y de ella colgaban dos grandes flores de forma alargada: una roja como la sangre y la otra blanca como la nieve. Así, al ser testigos de esta aparición, las tribus comprendieron que era un llamado a la reconciliaron. Decidieron llamar a la flor copihue, que es la unión de los nombres Copih y Hues.

Al terminar su narración, la mujer de cara surcada por los tiempos y el viento, me miró de frente y apuntándome con su dedo índice, dijo despacio “no puedes partir siempre, tienes que aprender a llegar y quedarte; acuérdate de esta leyenda, ellos se amaron y a pesar de la muerte, se quedaron….” luego, volviendo sobre sus pasos, cerro arriba, se perdió entre los árboles. El recuerdo de esta mujer de nuestra etnia mapuche y sus palabras, vuelven recurrentes a mí. Me gustaría vocear a los vientos, gritar que he llegado, quizás para quedarme. Sé que ella me escuchará y su rostro surcado de sufrimiento y sabiduría, sonreirá.

http://migli2007.wordpress.com/


Poeta invitado

Leonel Licea Álvarez

Leonel Licea. Camagüey, Cuba, 1971. Sabemos que desde pequeño la lectura ha sido una de sus pasiones y gracias a ella, comenzó a escribir desde muy joven. Sus primeros escritos – no atreviéndose a llamarlos poemas - tomaron forma gracias Benito Estrada, poeta y narrador cubano que, con su labor en el taller literario de la Universidad de Camagüey, logró convencerlo a participar en el concurso provincial de la UNEAC (Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba) 1994, con el poemario “Egomanías” que recibió el premio especial del jurado para poetas menores de 30 años. Desde entonces, la poesía – aunque continúa pronunciando esta palabra con pudor – ocupa su tiempo y le ayuda a desangrar cada vez que necesita desbordarse. Recientemente algunos poemas de Leonel Licea, han sido publicados en el libro solidario “Arando Versos”, junto a otros 22 poetas iberoamericanos. Varios de aquellos poemas están en esta edición de la Revista Verbo (des) nudo. Poemas de este autor han sido traducidos al portugués y al rumano así como publicados en diferentes Blogs y páginas web. Leonel Licea Álvarez reside en Varese, Italia desde donde escribe en su Blog:

http://egomanias.wordpress.com/


Leonel Licea Álvarez Elegía a una mujer de mundo Allí estás, paseando tu mal sueño, lavándote las culpas con sudor. Y te crece la rabia desde el vientre con el regusto rancio a piel que te contagia cada noche. Y lloras mientras duermen los niños, porque abundan las horas preñadas como infierno que tienta y marca pasos sobre la acera rota. Y tratas de escapar pactando con las culpas y ruedas por el mundo como el tiempo, como el amor callado que añora su silencio. Después de todo vuelves cada noche. Y aunque te quieras menos te pones los tacones y tu cuerpo se aleja detrás de las miradas mientras sigues tus pasos desnudos en las sombras.


Leonel Licea Álvarez

Quizá, porque… Quizá, porque sé donde quedan el orden y el olvido, y donde nace la rabia y la mentira. Quizá, porque no sé decir adiós, caer mientras vuelan cometas detrás de las gaviotas o te vuelves mirando a tus angustias. Quizá, porque me puede el viento y hago la cruz cuando corto con sal el maleficio y el tornado reposa debajo de mis llagas. Porque una nube cae y reza un tiempo nuestro y rompe la rutina, el hielo y la locura insana que imponía hablar con el mutismo. Quizá, porque hace frío y ya no esperas, porque no quiero más que una palabra - una palabra escrita con voz y desconcierto -. Porque no caigo siempre de pie sobre tu mundo donde una hoja es lama que corta la impaciencia. Porque me nace un puerto en cada mano debajo de tu lluvia… preparo la maleta y emprendo tu naufragio.


Leonel Licea Ă lvarez

Viento de primavera

A veces, creo ser un hombre muerto. Hombre de tez oscura, detenido, con los cabellos negros, a la moda, -traje de marca a lĂ­neas verticales -. Un hombre con el tiempo equivocado. A veces, me confundo en el gentĂ­o, recorro los refugios de una ciudad hambrienta. Me pierdo en los rincones donde la hiedra esconde la nostalgia putrefacta de siglos bajo lluvias. Mi guerra es un paĂ­s cansado, a veces, sin fuerzas para excavar su tumba o sepultar el grito en sus costillas de alardes y sobornos, con la tristeza misma de un exilio en un lugar ignoto o en la propia conciencia.


Leonel Licea Álvarez

A veces, cuando intento superar mis límites el miedo me acribilla, me inventa los motivos para escapar de mí, el exacto pretexto que oculta coincidencias entre un cuerpo que olvida el alma y otro cuerpo que muere de estatuas en las venas. A veces, corro y salto entre el azul y el negro del clamor perdido en los disparos con el aroma atómico de un desierto sin máscaras infieles de holocaustos. Allí, me siento el hombre con los cabellos sueltos y desnudo que anochece despacio, que corre la ciudad… La ciudad, hoy, respira infiernos. Hoy, el viento pasea catatónico.


Honrar honra. Vincenzo Cardarelli Poeta y escritor italiano. Nació en Corneto, Tarquinia, Italia, el 1° de Marzo de 1887 – Murió en Roma el 18 de Junio de1959. Su educación fue irregular, sin embargo adquirió una sólida cultura en forma autodidacta. A los 17 años se trasladó a Roma, donde trabajó como corrector de pruebas en el cotidiano L’Avanti, convirtiéndose luego en un excelente redactor, lo que le permitió trabajar en los periódicos Il Marzocco, La Voce, Il Resto del Carlino, hasta fundar en la post guerra, su periódico propio La Ronda. La prosa de Cardarelli se caracteriza por la entonación lírica que adopta en las evocaciones y escritos sobre viajes. Su poesía se caracteriza por un volver a los modelos clásicos y la tradición. Una poesía desnuda, que sale de lo más profundo de la tierra y de los sentimientos del hombre. Los temas que trata Vincenzo Cardarelli en sus versos son el paso del tiempo, las estaciones, el dolor de la memoria perdida de las cosas, la juventud y la vejez, la tristeza y el desasosiego de la existencia, el amor y la pasión. Cardarelli no sólo escribe desde el sentimiento sino también, y sobre todo, desde el resentimiento. Su propia vida es el eje sobre el que construye los arquetipos. Es un vagabundo moralista. En esencia es una poesía neoclásica, figurativa pero no social ni neorrealista. Cuatro poemas de Cardarelli traducidos por Mafalda Migliaro.


Gabbiani

Gaviotas

Non so dove i gabbiani abbiano il nido, ove trovino pace. Io son come loro, in perpetuo volo. La vita la sfioro com’essi l’acqua ad acciuffare il cibo. E come forse anch’essi amo la quiete, la gran quiete marina, ma il destino è vivere balenando in burrasca

No sé donde las gaviotas tengan el nido, o donde encuentren paz. Soy como ellas, en perpetuo vuelo. Rozo la vida como ellas el agua para atrapar el alimento. Y quizás también como ellas amo la quietud, la gran quietud marina, mas el destino es vivir centelleando en la borrasca

Aprile Giorno Piovoso

Abril Día Lluvioso

Quante parole stanche mi vengono alla mente in questo giorno piovoso d’aprile che l’aria è como nube che si spappola o fior che si disfiora. Dentro un velo di pioggia tutto è vestito a nuovo. La umida e cara terra mi punge e mi discioglie. Se gli occhi tuoi son paludosi e neri come l’inferno il mio dolore è fresco come un ruscello

Cuantas palabras cansadas me vienen a la memoria en este día lluvioso de abril en que el aire es como nube que se deshace o flor que se desflora Dentro un velo de lluvia todo está vestido de nuevo. La húmeda y querida tierra me hiere y me diluye Si tus ojos son pantanosos y negros como el infierno mi dolor es fresco como un arroyo.

Sera di Ligura

Atardecer de Liguria

Lenta e rosata sale su dal mare. di cuori amanti e di cose lontane. en los jardines, s’accedon le finestre ad una ad una Sepolto nella bruma il mare odora. Le chiese sulla riva paion navi

Lenta y rosada surge del mar. La será di Ligura, perdizione La tarde de Liguria, perdición de corazones amantes y de cosas lejanas. Indugiano le coppie nei giardini, Demora a las parejas

Ritratto

Retrato

Esiste una bocca scolpita, un volto d’angiolo chiaro e embiguo, dai denti di perla dal passo spedito. aereo, dubbio, lampante, come un indicibile evento di luce

Existe una boca esculpida, un rostro de ángel claro y ambiguo una opulenta criatura pallida dientes de perla de paso ligero. Esiste il suo sorrizo, Está su sonrisa ligera, incierta, brillante como un indescriptible evento de luz.

se encienden las ventanas una a una come tanti teatri. como los teatros. Oculto en la bruma se huele el mar. Las iglesias en la rivera parecen naves che stanno per salpare. que están por partir.

una rica criatura pálida


Pintores Latinoamericanos

Amelia Peláez

Mujeres, bodegones con flores y frutas, paisajes, naturalezas muertas: toda esta variada gama de temas brotó del pincel de una de las más grandes pintoras cubanas del siglo XX: Amelia Peláez. El estilo único y personal de Amelia Peláez no solo está presente en su labor pictórica, sino también en sus trabajos en cerámica, que inició en 1950 y a los que se dedicó intensamente hasta 1962. Estudio en San Alejandro bajo la tutela de Leopoldo Romañach. Vivió en París desde donde se trajo la influencia modernista a su regreso a la isla en 1935. Las obras de Amelia exhiben solidez de estructura y fuerza; agresividad a veces y placidez otras, mas nunca complacencia. Amelia asume con sentido crítico las influencias que se mueven a su alrededor. Dentro de la variedad de propuestas y artistas que la rodean, indaga en todas las variantes que puedan nutrir su arte. Sus experimentaciones cubistas se encuentran entre las más interesantes experiencias innovadoras llevadas a cabo por los artistas de la vanguardia cubana en cualquier época. Murió en La Habana en 1968.


Amelia Pelรกez



Amelia Peláez

“Las dos hermanas en el balcón”


Verbo(des)nudo

A単o 2 No. 5


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