Revista Prometeo # 108

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Revista

Prometeo

Número 108. Diciembre de 2017.

Poesía contra la edad sombría Poemas para los desaparecidos

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Director: Fernando Rendón Consejo Editorial: Gabriel Jaime Franco, Jairo Guzmán, Luis Eduardo Rendón, Juan Diego Tamayo, Javier Naranjo, Tallulah Flores, Felipe Posada, Jorge Torres, Beatriz Ortega, Ersi Sotipoulos, Gloria Chvatal, Fernando Rendón. Colaboradores: Argentina: Rodolfo Alonso. Australia: Les Wicks. Bahrein: Qassim Haddad. Bolivia: Homero Carvalho. Brasil: Thiago de Mello. Burkina Faso: Frédéric Pacéré Titinga. Canadá: Louise Warren. Chile: Oscar Saavedra. China Popular: Jidi Majia. Costa Rica: Noberto Salinas. Cuba: Alex Pausides. Ecuador: Maria Clara Sharupi. Egipto: Ahmed Al Shahawi. España: Blanca Andreu. Estados Unidos: Jack Hirshman. Filipinas: Alfred Yuson. Finlandia: Eira Stenberg. Francia: Francis Combes. Ghana: Ayo Ayoola-Amale. Grecia: Dinos Siotis. Guatemala: Marvin García. Honduras: Francesca Randazzo. India: Rati Saxena. Islandia: Birgitta Jonsdóttir. Italia: Lello Voce. Kenia: Christopher Okemwa. Kuwait: Mohammed Al-Nabhan. Líbano: Joumana Haddad. México: Juan Gregorio Regino. Nepal: Chirag Bangdel. Noruega: Hanne Aga. Nueva Zelanda: Michael Harlow. Países Bajos: Arjen Duinker. Palestina: Hanan Awwad. Panamá: José Carr. Paraguay: Susy Delgado. Perú: Hildebrando Pérez Grande. Portugal: Casimiro de Britto. Puerto Rico: Vilma Reyes. Rusia: Anzhelina Polonskaya. Siria: Lina Tibi. Suráfrica: Zolani Mkiva. Sudán: Taban Lo Liyong. Suecia: Bent Berg. Suiza: Alberto Nessi. Túnez: Tahar Bekri. Turquía: Ataol Behramoglu. Ucrania: Oksana Zabuzhko. Uruguay: Eduardo Espina. Uzbekistán: Aazam Obidov. Venezuela: Freddy Ñáñez, William Osuna. Vietnam: Nguyen Quang Thieu. Zimbabue: Chenjerai Hove. Selección de textos: Fernando Rendón, Jairo Guzmán, Luis Eduardo Rendón. Corporación de Arte y Poesía Prometeo. Diciembre de 2017. Carrera 81 # 44B 81. Barrio La América. Medellín, Colombia. Teléfono: +57 4 3664246. festivaldepoesiademedellin@gmail.com www. festivalpoesiamedellin.org www.youtube.com/revistaprometeo. Facebook: festivalpoesiamed Twitter: @poesiamedellin

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Valor: $10.000 Edición: 1.000 ejemplares. ISSN 0121-2966 Impreso en los talleres de Rocco Gráficas


Contenido Presentación, 9. DESAPARECIDOS. Dos poemas de Seamus Heaney. El hombre de Tollund. 11. El hombre de Grauballe. 13. Un poema de Juan Gelman a su hijo Marcelo. 15. Me despido. Marcelo Ariel Gelman. 16. Carta abierta de Juan Gelman a su nieto desaparecido. 16. Dos poemas de Juan Gelman a Rodolfo Walsh, escritor argentino desaparecido. 19. ¿A DÓNDE SE LOS LLEVARON? Balada en vieja lengua francesa. Francois Villon. 21. Fábula y rueda de los tres amigos. Federico García Lorca. 22. Paisaje del poeta asesinado. Rosamel del Valle. 25. Fuga sobre la muerte. Paul Celan. 26. MEMORIA DE AYOTZINAPA Ayotzinapa. David Huerta. 28. Cada uno, Ayotzinapa. María Baranda. 30. La búsqueda. Saúl Ibargoyen. 32. Justicia. Helena Ceballos. 34. Muerte, mira. Marco Antonio Velásquez, 35. Ayotzinapa somos. Mayra Silva. 36. Poesía para los desaparecidos en Guatemala. Carolina Escobar Sarti. 39. ABRAZO A LOS DESAPARECIDOS Vámonos, patria, a caminar. Otto René Castillo (Guatemala). 41. Acerca de la función del adjetivo. Luis de Lión (Guatemala). 44. Los ojos de los desaparecidos. Rosa Chávez (Guatemala). 45. Bultitos de tierra, malanga y hierba mora, Juana Isuara Candelario Felipe (Guatemala). 45. Pequeño niño. Matilde Col Choc (Guatemala). 46. Nota urgente para el cipote. Mauricio Vallejo (El Salvador). 48. Un round a tu recuerdo. Jaime Suárez Quemain (El Salvador). 49. Cuatro poemas de Roque Dalton (El Salvador). 51. Muchachos de “La Prensa”. Ernesto Cardenal (Nicaragua). 54. Dibujo a pulso. Roberto Sosa (Honduras). 56. A Federico García Lorca. Roberto Armijo. Honduras. 56. Los desaparecidos. Affonso Romanno de Sant´Anna (Brasil). 57. Día de los desaparecidos. Eduardo Galeano (Uruguay). 60. Desaparecidos. Mario Benedetti (Uruguay). 61. Desaparecidos. Vicente Zito Lema (Argentina). 62. Poemas de Chucho Peña (Colombia). 64. INFORME DE LA POESÍA SOBRE LOS ASESINATOS EN COLOMBIA Llanura de Tuluá. Fernando Charry Lara. 73. ¡Qué dicha vivir en este país tan bello! Nicolás Suescún. 74.

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Alguien quiso hablarnos. Gabriel Jaime Franco. 74. Dónde su voz dónde su cuerpo dónde. Jairo Guzmán. 75. Negación de la historia. Fernando Rendón. 76. Informe sobre la desaparición del hombre. Álvaro Marín. 77. Te metieron en una bolsa negra. Horacio Benavides. 78. Desaparecidos. Carlos Vásquez. 78. El Aro. Camila Charry. 79. Planicie. Felipe López. 79. Ese olor de árboles muertos. Andrés Álvarez Arboleda. 80. Dejen a las madres llorar a sus muertos. Camilo Restrepo Monsalve. 81. Cocuyo sin nombre. Daniel Acevedo. 82. Herencia. Luis Arturo Restrepo. 83. Útero caótico. Sore Snid Berrío. 83. Ruego. Hugo Mira González. 85. Si te dicen que caí. Edgar Trejos. 85. Tres cartas de familiares a ausentes. 87. Cartas de infancia a niños desaparecidos. 89. Prólogo del informe Nunca Más sobre los desaparecidos por la dictadura argentina. Ernesto Sábato. 100. Negación del olvido. Julio Cortázar. 106. POEMAS DE POETAS DESAPARECIDOS POR LA DICTADURA MILITAR ARGENTINA La paciencia. Santiago Maldonado. 110. Poemas de Francisco Paco Urondo. 111. Poemas de Roberto Santoro. 115. Poemas de Miguel Ángel Bustos. 117. Por lo que sabemos. José Eduardo Ramos. 118. Llamado de adentro. Luis Fabbri. 119. Metamorfosis. Lucina Álvarez de Barros. 120. Vientos propicios. Tilo Wenner. 120. Mientras me matan. Dardo Sebastián Dorronzoro. 121. Totalmente incomunicado. Enrique Courau. 122. No es tristeza, imposible de envolverte y seguir. Daniel Omar Favero. 124. POESÍA CHILENA DE LA RESISTENCIA CONTRA LA DICTADURA DE PINOCHET Anónimo II. Anónimo. 125. Tres Álamos. Anónimo 126. Identidades. Nelson Torres. 127. La ciudad 48. Gonzalo Millán. 127. Pasión de Chile. Hernán Montealegre. 128. Más allá de la tortura. Aristóteles España. 130. Hay soldados por todas partes hoy día. Magdalena Fuentes. 130. Interrogatorio. Eduardo Llanos. 131. Golpe décimo segundo. Alfonso Alcalde. 132. Bandos marciales. Efraín Barquero. 133.


Estado de sitio. Teresa Calderón. 134. Enviado Especial. Jorge Montealegre. 134. Tres poemas de Omar Lara. 136. TESTIMONIOS DE POETAS PARTICIPANTES EN LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL Fragmento del prólogo al libro El soldado desconocido. Salomón de la Selva (Nicaragua). 139. Camouflage. Salomón de la Selva (Nicaragua). 141. Suicidio en las trincheras. Siegfried Sassoon (Inglaterra). 141. Ataque. Siegfried Sassoon (Inglaterra). 142. La investidura. Siegfried Sassoon (Inglaterra). 142. Morir por la patria no es dulce ni honroso. Wilfred Owen (Inglaterra). 143. El Centinela. Wilfred Owen (Inglaterra). 144. Himno a la juventud condenada. Wilfred Owen (Inglaterra). 145. El soldado. Rupert Brooke (Inglaterra). 146. Campos de honor. Ernest Hemingway (Estados Unidos). 147. A los enmudecidos. Georg Trakl (Austria). 147. Si yo muero allá lejos en el frente de la guerra. Guillaume Apollinaire (Francia). 148. Poema a Lou. Guillaume Apollinaire (Francia). 149. Recordando la guerra. Robert Graves (Inglaterra). 150. En la duermevela. Giuseppe Ungaretti (Italia). 151. POESÍA EN LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA El crimen fue en Granada. Antonio Machado (España). 152. Oda a Federico García Lorca. Pablo Neruda (Chile). 153. Oda a los niños de Madrid muertos por la metralla. Vicente Aleixandre (España). 157. España, aparta de mí este cáliz. César Vallejo (Perú). 159. Vientos del pueblo me llevan. Miguel Hernández (España). 160. Auschwitz. León Felipe (España). 161. Port Bou. Stephen Spender (Inglaterra). 162. VISIONES DE POETAS SOBRE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL La paloma que desciende rompe el aire. T.S. Eliot (Inglaterra). 164. Tumbas. John Pudney (Inglaterra). 164. Muertos de guerra. Gavin Ewart (Inglaterra). 165. Ceremonia después de un bombardeo. Dylan Thomas (Gales). 165. La batalla. Louis Simpson (Estados Unidos). 168. Espérame. Kostantin Simonov (Unión Soviética). 168. De La pasión. V. Odiseas Elytis (Grecia). 169. El ángel del pobre. Giuseppe Ungaretti (Italia). 170. La ametralladora. Randall Jarrell (Estados Unidos). 171. Loa de la dialéctica. Bertolt Brecht (Alemania). 171. Un piloto irlandés prevé su muerte. William Yeats (Irlanda). 172. Alejamiento. Yannis Ritsos (Grecia). 173. De Hojas de Hipnos. Rene Char (Francia). 173. Ustedes talan. Jacques Prévert (Francia). 174.

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Canto de los últimos partisanos. Franco Forttini (Italia). 174. Epitafio por los partisanos de Valenza. Salvatore Quasimodo (Italia). 175. Nacidos en el 23, fusilados en el 42. Izet Zarajlic (Bosnia-Herzegovina). 176. Informe sobre la ciudad sitiada. Zbigniew Herbert (Polonia). 177. Pan y Rosas. Jaroslav Seifert (Checoeslovaquia). 180. Himno de los partisanos (1943). Joseph Kessel y Maurice Druon (Francia). 181. TODA LA POESÍA CONTRA LA MATANZA Filosofía del soldado. Du Fu (China). 182. Luchando al sur de la ciudad. Li Bai. (China). 183. El durmiente del valle. Jean Arthur Rimbaud (Francia). 184. Día. William Blake (Inglaterra). 184. ¡Allons! ¡A traves de luchas y guerras! Walt Whitman (Estados Unidos). 185. Heraclitismo. Federico Nietzsche (Alemania). 185. Hay una palabra. Emily Dickinson (Estados Unidos). 186. Una vez vino un hombre que dijo. Stephen Crane (Estados Unidos). 186. Knowlt Hoheimer. Edgar Lee Masters (Estados Unidos). 187. Guerras. Carl Sandburg (Estados Unidos). 187. Muerte profanada. Harry Martinson (Suecia). 188. Leyenda. Richard Murphy (Irlanda). 189. Fuerte crece la hierba. Lu Xun (China). 190. Letanía de las ganancias de guerra. Allen Ginsberg (Estados Unidos). 190. Hic Est Locus Patrae. Yves Bonnefoy (Francia). 192. Como una avalancha (haikús de la revolución). James Byron (Estados Unidos). 192. Medusa. Boadiba (Haití). 194. Hace tiempo. John Curl (Estados Unidos). 195. El grito de la mariposa. A. J. Dickinson (Estados Unidos). 196. Dientes de guerra. Agneta Falk (Suecia). 197. Al margen de la guerra. Faleeha Hassan (Irak). 198. Soñar. Saba Jasim (Irak). 199. Átenme. Mahmud Darwish (Palestina). 200. Mientras más me amo, Palestina. Lorene Zarou-Zouzounis (Palestina). 201. Sombra. Mahnaz Badihian (Irán). 202. La guerra. José Ángel Leyva (México) 202. Nuestros cementerios. Oumar Farouk Sesay (Sierra Leona). 203. Nostalgia. Ambrose Massa Quoi (Sierra Leona). 204. Kalashnikov al sol. Tatafway Mani Tumoe (Sierra Leona). 205. Nuevo comienzo. Frederick Bobor James (Sierra Leona). 207.


Presentación

Exterminio en masa, ejecuciones de pueblos, genocidios, asesinatos selectivos, limpieza étnica, desapariciones sistemáticas, disminución de la población mundial, parecieran no ser o no deberían ser palabras del lenguaje de la poesía. Tampoco pertenecen al reino de la poesía las bombas atómicas lanzadas por aviadores norteamericanos sobre la población civil de Hiroshima y Nagasaki, creando una onda radiactiva de calor de 300.000 grados centígrados que mató en pocos minutos a 250.000 personas. Y fueron 585.000 los muertos en la batalla de Passchendaele, desarrollada en un territorio de sólo ocho kilómetros, en el norte de Bélgica en 1917, durante la primera guerra mundial. La causa de esas macabras matanzas es que las potencias capitalistas desean redistribuirse el mundo. No en un juego de poker. Entre las dos grandes guerras del siglo XX las cifras siniestras de víctimas alcanzaron noventa millones de muertos. Durante siglos se reclutó a la fuerza a millones de indefensos humanos, los más jóvenes, luego entrenados, armados y arrojados al infierno de la guerra. La derrota fue siempre para los esclavos uniformados y la victoria para los nuevos dueños del mundo, que amasaron fortunas fabricando armas y resurgieron aún más ricos del país en ruinas. ¿Quién responderá por estas muertes? Ni las Naciones Unidas que se han lanzado en masa tantas veces para invadir a países con abundantes recursos naturales y una población joven para expoliar. Ni Dios, que no ha regresado. Poetas, filósofos, pensadores, pueblos llenos de amor, millones de hombres y mujeres de corazón puro han repudiado con horror esas prácticas carniceras. Los dueños del mundo no escuchan. Las religiones bendicen esos actos perversos. Empresarios saquean a la Tierra entera extrayendo de

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su interior metales, rocas, gas, petróleo, envenenando las fuentes de agua de los pueblos, para alimentar la sistemática maquinaria nauseabunda. Lo que antes era una promesa de una vida superior es hoy la muerte sin máscara, con el rostro desnudo vuelto hacia el mundo. Los pueblos comprenden que fuerzas oscuras agitan la historia para inmovilizarlos y silenciarlos, y se movilizan creadoramente, hablando con entereza. La poesía es el sueño y la decisión de una nueva vida en el mundo. El pensamiento alerta, surge una ciencia que estudia las causas y consecuencias de la acción depredadora que exprime la energía de las multitudes. Las escuelas de lucha de los asalariados se multiplican. “¡Tu tienes que saberlo todo!”, pregonaba Brecht. “¡Estudia, hombre en el asilo! ¡Estudia, hombre en la cárcel! ¡Estudia, mujer en la cocina! ¡Estudia, sexagenario!... Persigue el saber, muerto de frío!”, proseguía. Si, “repasa la cuenta, tu tienes que pagarla”. Y sobre todo: “Apunta con tu dedo a cada cosa y pregunta: ¿Y esto por qué?”. Los “dueños del mundo” han construido sutiles barreras para separarnos y excluirnos; levantado muros gigantescos para protegerse; fortalecido y multiplicado ejércitos para cercarnos; fabricado sofisticados armamentos y argumentos para contenernos; proliferado una monstruosa tecnología y legiones de medios de comunicación para confundirnos; acumulado inverosímiles riquezas para sobornarnos y permear nuestras defensas; inventado imperceptibles venenos para debilitarnos; alterado alimentos y drogas para sumirnos en la amnesia y la inconciencia y en la extrema disgregación. Casi todo lo pueden, casi todo lo saben. Pero no todo.

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El mundo volverá a su eje. El espíritu del origen no se ha perdido. El capital no pedirá perdón, no abandonará los monstruosos negocios, incluyendo sin falta el crimen rentable. No le bastará matar en masa, ni ordenar la eliminación de hombres y mujeres esclarecidos. Ha elegido el asesinato y las desapariciones. Entre noche y niebla desaparecer a miles, para torturar a sus familiares con la esperanza del regreso. En solidaridad con las víctimas preparamos esta edición de la Revista Prometeo, que contiene textos sobre los desaparecidos y las guerras.


Desaparecidos Dos poemas de Seamus Heaney

El hombre de Tollund I Algún día iré a Aarhus Para ver su cabeza marrón, Las suaves vainas de sus párpados, Su puntiagudo gorro de cuero. En las tierras llanas Donde lo exhumaron, Su última gacha de semillas invernales Cuajada en el estómago, Desnudo salvo por su Gorro, lazo y faja, Permaneceré largo rato. Novio de la diosa, Ella le anudó sus torques hasta ahogarlo Y le abrió su pantano, Esos líquidos oscuros que lo transformaron En un embalsamado cuerpo de santo, Tesoro de las vetas De los cortadores de turba. Ahora su manchado rostro Reposa en Aarhus.

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II Yo podría caer en la blasfemia, Consagrar la caldera pantanosa Como tierra sagrada y rezarle Para que haga germinar La diseminada y emboscada Carne de los peones, Embozados cadáveres Que yacen en los corrales, Piel y dientes delatores Salpicados en los durmientes De cuatro jóvenes hermanos, arrastrados Por millas a lo largo de los rieles. III Algo de su triste libertad Mientras lo llevaban en carreta Debería venir a mí, mientras conduzco, Repitiendo los nombres Tollund, Grauballe, Nebelgard, Mirando las manos que señalan De los campesinos, Sin conocer su lengua. Allá en Jutlandia En las viejas parroquias sacrificiales Me sentiré perdido, Triste y como en casa.

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(Hombre de Tollund)

El hombre de Grauballe Como si hubiera sido rociado con alquitrán, yace en una almohada de turba y parece llorar el negro río de sí mismo. El grano de las muñecas es como roble de ciénaga, la esfera del talón como un huevo de basalto. El empeine se ha encogido frío como el pie de un cisne o como la húmeda raíz de pantano. Las caderas son la cresta y la cavidad de un mejillón, su espinazo una anguila detenida en un brillo barroso. La cabeza se eleva, el mentón es una visera levantada sobre el conducto de la garganta cortada

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que se ha curtido y endurecido. La herida ya sana abierta hacia adentro, oscura como una baya. ¿Quién llamará “cadáver” a su vívido molde? ¿Quién llamará “cuerpo” a su opaco reposo? Y el pelo herrumbroso, una esterilla improbable como la de un feto. Vi por primera vez su torcido rostro en una fotografía, cabeza y hombro salidos de la turba, moreteado como un bebé con fórceps, pero ahora yace perfecto en mi memoria, reducido hasta el cuerno rojo de sus uñas, puesto en la balanza con la belleza y la atrocidad: con el Gálata Moribundo nítidamente inscrito en su armadura, con el peso real de cada víctima embozada, acuchillada y abandonada.

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Un poema de Juan Gelman a su hijo Marcelo

Al poeta Juan Gelman le cobró el sistema su activismo contra la dictadura militar argentina. El 24 de agosto de 1976, militares allanaron su casa. Juan no estaba. Se llevaron a su hijo Marcelo Ariel y a su nuera Claudia, embarazada. Nunca los volvería a ver. Marcelo Ariel era un poeta y un periodista independiente, como su padre. Fue asesinado de un tiro en el cuello. Su cuerpo fue ocultado dentro en un tambor de 200 litros de cemento y arena, cerca de la casa de sus padres.

Estas visitas que nos hacemos, vos desde la muerte, yo cerca de ahí, es la infancia que pone un dedo sobre el tiempo. ¿Por qué al doblar una esquina encuentro tu candor sorprendido? ¿El horror es una música extrema? ¿Las casas de humo donde vivía el fulgor que soñaste? ¿Tu soledad obediente a leyes de fierro? La memoria te trae a lo que nunca fuiste. La muerte no comercia. Tu saliva está fría y pesás menos que mi deseo.

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Me despido Me despido de este país. Me despido de mis amigos, de mis enemigos. Amigos. Sólo quiero recordarles que no dejen de ser mis amigos. Sólo quiero recordarles que no me olviden a la marcha del tiempo, a la marcha del tren en que me vaya que borran las huellas de la amistad lejana.

Marcelo Ariel Gelman (Argentina)

Carta abierta de Juan Gelman a su nieto desaparecido En 1995 Gelman escribió esta carta abierta a la nieta o nieto que la dictadura le había robado. El 31 de marzo de 2000, Juan Gelman reencontró por fin a su nieta. Tenía 23 años, se llamaba Macarena. Después de las pruebas de ADN que corroboraban el hecho, Juan confesó que había comprobado finalmente que ella era su nieta “porque a ambos les gustaban los gatos”.

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Dentro de seis meses cumplirás 19 años. Habrás nacido algún día de octubre de 1976 en un campo de concentración. Poco antes o poco después de tu nacimiento, el mismo mes y año, asesinaron a tu padre de un tiro en la nuca disparado a menos de medio metro de distancia. Él estaba inerme y lo asesinó un comando militar, tal vez el mismo que lo secuestró con tu madre el 24 de agosto en Buenos Aires y los llevó al campo de concentración Automotores Orletti que funcionaba


en pleno Floresta y los militares habían bautizado “el Jardín”. Tu padre se llamaba Marcelo. Tu madre, Claudia. Los dos tenían 20 años y vos, siete meses en el vientre materno cuando eso ocurrió. A ella la trasladaron -y a vos con ella- cuando estuvo a punto de parir. Debe haber dado a luz solita, bajo la mirada de algún médico cómplice de la dictadura militar. Te sacaron entonces de su lado y fuiste a parar -así era casi siempre- a manos de una pareja estéril de marido militar o policía, o juez, o periodista amigo de policía o militar. Había entonces una lista de espera siniestra para cada campo de concentración: los anotados esperaban quedarse con el hijo robado a las prisioneras que parían y, con alguna excepción, eran asesinadas inmediatamente después. Han pasado 12 años desde que los militares dejaron el gobierno y nada se sabe de tu madre. En cambio, en un tambor de grasa de 200 litros que los militares rellenaron con cemento y arena y arrojaron al Río San Fernando, se encontraron los restos de tu padre 13 años después. Está enterrado en La Tablada. Al menos hay con él esa certeza. Me resulta muy extraño hablarte de mis hijos como tus padres que no fueron. No sé si sos varón o mujer. Sé que naciste. Me lo aseguró el padre Fiorello Cavalli, de la Secretaría de Estado del Vaticano, en febrero de 1978. Desde entonces me pregunto cuál ha sido tu destino. Me asaltan ideas contrarias. Por un lado, siempre me repugna la posibilidad de que llamaras “papá” a un militar o policía ladrón de vos, o a un amigo de los asesinos de tus padres. Por otro lado, siempre quise que, cualquiera hubiese sido el hogar al fuiste a parar, te criaran y educaran bien y te quisieran mucho. Sin embargo, nunca dejé de pensar que, aun así, algún agujero o falla tenía que haber en el amor que te tuvieran, no tanto porque tus padres de hoy no son los biológicos -como se dice-, sino por el hecho de que alguna conciencia tendrán ellos de tu historia y de cómo se apoderaron de tu historia y la falsificaron. Imagino que te han mentido mucho. También pensé todos estos años en qué hacer si te encontraba: si arrancarte del hogar que tenías o hablar con tus padres adoptivos para establecer un acuerdo que me permitiera verte y acompañarte, siempre sobre la base de que supieras vos quién eras y de dónde venías. El dilema se reiteraba cada vez -y fueron varias- que asomaba la posibilidad de que las

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Abuelas de Plaza de Mayo te hubieran encontrado. Se reiteraba de manera diferente, según tu edad en cada momento. Me preocupaba que fueras demasiado chico o chica -por ser suficientemente chico o chica- para entender lo que había pasado. Para entender lo que había pasado. Para entender por qué no eran tus padres los que creías tus padres y a lo mejor querías como a padres. Me preocupaba que padecieras así una doble herida, una suerte de hachazo en el tejido de tu subjetividad en formación. Pero ahora sos grande. Podés enterarte de quién sos y decidir después qué hacer con lo que fuiste. Ahí están las Abuelas y su banco de datos sanguíneos que permiten determinar con precisión científica el origen de hijos de desaparecidos. Tu origen. Ahora tenés casi la edad de tus padres cuando los mataron y pronto serás mayor que ellos. Ellos se quedaron en los 20 años para siempre. Soñaban mucho con vos y con un mundo más habitable para vos. Me gustaría hablarte de ellos y que me hables de vos. Para reconocer en vos a mi hijo y para que reconozcas en mí lo que de tu padre tengo: los dos somos huérfanos de él. Para reparar de algún modo ese corte brutal o silencio que en la carne de la familia perpetró la dictadura militar. Para darte tu historia, no para apartarte de lo que no te quieras apartar. Ya sos grande, dije. Los sueños de Marcelo y Claudia no se han cumplido todavía. Menos vos, que naciste y estás quién sabe dónde ni con quién. Tal vez tengas los ojos verdegrises de mi hijo o los ojos color castaño de su mujer, que poseían un brillo especial y tierno y pícaro. Quién sabe cómo serás si sos varón. Quién sabe cómo serás si sos mujer. A lo mejor podés salir de ese misterio para entrar en otro: el del encuentro con un abuelo que te espera.

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Dos poemas de Juan Gelman a Rodolfo Walsh -escritor argentino desaparecido-

Nota VI . me pregunto qué sería de la belleza de Rodolfo ahora/ esa belleza en vuelo lento que le iba encendiendo ojos/ esta vez que nos derrotaron por soberbios y ciegosordos/ pero tal vez sí volaría/ o volaría triste triste corriendo el mundo con la mano para mostrar los compañeros que cayeron por la belleza . ..

Nota XII los sueños rotos por la realidad los compañeros rotos por la realidad/ los sueños de los compañeros rotos ¿están verdaderamente rotos/perdidos/nada/ se pudren bajo tierra?/¿su rota luz diseminada a pedacitos bajo tierra?/¿alguna vez los pedacitos se van a juntar? ¿va a haber la fiesta de los pedacitos que se reúnen? y los pedacitos de los compañeros/¿alguna vez se juntarán?

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¿caminan bajo tierra para juntarse un día como dice manuel?/¿y se juntarán un día? de esos amados pedacitos está hecha nuestra concreta soledad/ per/dimos la suavidad de paco/la tristeza de haroldo/la lucidez de rodolfo/ el coraje de tantos ahora son pedacitos desparramados bajo todo el país hojitas caídas del fervor/la esperanza/la fe/ pedacitos que fueron alegría/combate/ confianza en sueños/ sueños/ sueños/ sueños/ y los pedacitos rotos del sueño/se juntarán alguna vez? ¿se juntarán algún día/pedacitos? ¿están diciendo que los enganchemos al tejido del sueño general? ¿están diciendo que soñemos mejor?

20 (Obra de Beatriz González)


¿A dónde se los llevaron?

Balada en vieja lengua francesa Porque también el Santo Padre, con amito y alba cubierto, ceñido con estolas santas con las que coge por el cuello al diablo que maldad rezuma, muere igual que se muere un lego: una brisa suave lo arranca: seres son que se lleva el viento. Y también de Constantinopla el Señor de dorado yelmo, o de Francia el Rey generoso que sembró iglesias y conventos en honor a Dios, y que ha sido el más glorioso de los nuestros, si en su tiempo los adoraron seres son que se lleva el viento. Y asimismo el Delfín de Vienne y Grenoble, el prudente, el fiero, o de Dijon, Salins y Dole el Señor y su hijo heredero, o su gente misma, sus cortes, pese a todo lo que engulleron, sus escuderos, sus heraldos, seres son que se lleva el viento. Van los príncipes a la muerte como el clérigo y como el siervo, y así se enfaden o entristezcan seres son que se lleva el viento. 21 Francois Villon (Francia), nacido en 1431. Torturado, condenado a la horca y desaparecido a los 32 años en Francia en1463. Traducción de Rubén Abel Reches.


Fábula y rueda de los tres amigos Enrique, Emilio, Lorenzo. Estaban los tres helados: Enrique por el mundo de las camas; Emilio por el mundo de los ojos y las heridas de las manos, Lorenzo por el mundo de las universidades sin tejados. Lorenzo, Emilio, Enrique. Estaban los tres quemados: Lorenzo por el mundo de las hojas y las bolas de billar; Emilio por el mundo de la sangre y los alfileres blancos, Enrique por el mundo de los muertos y los periódicos abandonados. Lorenzo, Emilio, Enrique. Estaban los tres enterrados. Lorenzo en un seno de Flora; Emilio en la yerta ginebra que se olvida en el vaso, Enrique en la hormiga, en el mar y en los ojos vacíos de los pájaros. Lorenzo, Emilio, Enrique. 22

Fueron los tres en mis manos tres montañas chinas, tres sombras de caballo,


tres paisajes de nieve y una cabaña de azucenas por los palomares donde la luna se pone plana bajo el gallo. Uno y uno y uno. Estaban los tres momificados. Con las moscas del invierno, con los tinteros que orina el perro y desprecia el vilano, con la brisa que hiela el corazón de todas las madres, por los blancos derribos de Júpiter donde meriendan muerte los borrachos. Tres y dos y uno. Los vi perderse llorando y cantando por un huevo de gallina, por la noche que enseñaba su esqueleto de tabaco, por mi dolor lleno de rostros y punzantes esquirlas de luna, por mi alegría de ruedas dentadas y látigos, por mi pecho turbado por las palomas, por mi muerte desierta con un solo paseante equivocado. Yo había matado la quinta luna y bebían agua por las fuentes los abanicos y los aplausos. Tibia leche encerrada de las recién paridas agitaba las rosas con un largo dolor blanco. Enrique, Emilio, Lorenzo. Diana es dura, pero a veces tiene los pechos nublados. Puede la piedra blanca latir en la sangre del ciervo y el ciervo puede soñar por los ojos de un caballo. Cuando se hundieron las formas puras bajo el cri cri de las margaritas, comprendí que me habían asesinado.

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Recorrieron los cafés y los cementerios y las iglesias, abrieron los toneles y los armarios, destrozaron tres esqueletos para arrancar sus dientes de oro. Ya no me encontraron. ¿No me encontraron? No. No me encontraron. Pero se supo que la sexta luna huyó torrente arriba, y que el mar recordó ¡de pronto! los nombres de todos sus ahogados. Federico García Lorca (España), desaparecido por la dictadura franquista el 16 de agosto de 1936, que lo asesinó.

(García Lorca. Retrato de Gregorio Toledo)

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Paisaje del poeta asesinado A la memoria de Federico García Lorca

Con la última gota de respiración debajo de la lengua Detenido por círculos de soles y la memoria en cascada De regreso al aire que la domina y al calor que se rompe Definitivamente en rechazada obscuridad. Lámparas familiares y habitaciones con pasos vivos, Todavía no lejos de la estatua que cierra espacios, Contemplan cómo sube por escalas el tiempo En tranquilidad de rodilla doblada. Escritura de luz tranquila entre el humo Que abandona gargantas y emigra alrededor del agua, Paso a paso por la espalda de las flores muertas En obscuridad temblorosa de hierba no del todo dormida. Ahí están el viento y el césped en inesperada visita, sorprendidos De no oír respirar entre ademanes y miradas La sombra que sale de sí misma como una lengua sin calor Y tranquila pestaña y helado movimiento invisible. Sólo círculos de aire sin fuerza, olas obscuras y el paso De pies perseguidos cerca o lejos y silbido de barcas Por corrientes abiertas y en paseo Totalmente nocturno, fuera de la memoria, como un golpe De reloj en el mismo sonido muerto del corazón. Mientras una débil mano sale del cuerpo entre rayos Hay todavía una atrasada respiración que aparta Paredes, ramas, dientes y como el vapor de las hojas Sale rodeada de temblores que limpian el aire Para que pase la humedad del cuerpo detenido. Memoria y tiempo un poco lejos como en un punto De orillas de mar o colina sumergida en el agua, Perdidos en un arco de invierno nudoso y pequeños Como las islas que pasan de pronto por los ojos en fatiga terrestre. Qué lejanas lámparas en tanta sombra reunida, En tanto rumor de arena y olas de húmedos dientes, Sin respirar, sino encendiendo el oído Con los pies que se corren hacia otro rumor,

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Con la espalda vestida de océanos y cometas, Con el pecho atravesado de cuerdas desde donde descienden Ángeles negros y terrores. Memoria y tiempo al otro lado del viaje y sin espacio Para morir definitivamente de pie.

Rosamel del Valle (Chile)

Fuga sobre la muerte Negra leche del amanecer la bebemos de tarde la bebemos a mediodía y de mañana la bebemos de noche bebemos y bebemos excavamos una fosa en los aires allí no hay estrechez. Un hombre vive en casa juega con las serpientes escribe escribe al anochecer a Alemania tu cabello dorado Margarita lo escribe y sale de casa y fulguran las estrellas silba a sus perros silba a sus judíos hace excavar una fosa en la tierra nos ordena toquen dancen Negra leche del amanecer te bebemos de noche te bebemos de mañana y a mediodía te bebemos de tarde bebemos y bebemos Un hombre vive en casa juega con las serpientes escribe escribe al anochecer a Alemania tu cabello dorado Margarita. Tu cabello cinericio Sulamita excavamos una fosa en los aires allí no hay estrechez

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Grita claven más hondo en la Tierra ustedes unos y otros canten y toquen Echa mano del hierro en el cinto lo esgrime sus ojos son azules


Claven más hondo los azadones ustedes unos y otros sigan tocando a danzar. Negra leche del amanecer te bebemos de noche te bebemos de mañana y a mediodía te bebemos de tarde bebemos y bebemos un hombre vive en casa tu cabello dorado Margarita tu cabello cinericio Sulamita juega con las serpientes. Grita toquen más dulcemente a la muerte la muerte es un maestro de Alemania grita toquen más gravemente los violines luego subirán como el humo en el aire luego tendrán una fosa en las nubes allí no hay estrechez. Negra leche del amanecer te bebemos de noche te bebemos a mediodía la muerte es un maestro de Alemania. Te bebemos de tarde y de mañana bebemos y bebemos la muerte es un maestro de Alemania su ojo es azul atina a darte con bala de plomo atina certeramente. Un hombre vive en casa tu cabello dorado Margarita azuza sus perros contra nosotros nos regala una fosa en el aire juega con las serpientes y sueña la muerte es un maestro de Alemania tu cabello dorado Margarita tu cabello cinericio Sulamita. Paul Celan (Alemania) Traducción de Francisco Elvira Hernández

“Fue compuesto en 1946, y no precisamente sobre la base de su propia experiencia personal, sino después de que el poeta hubiera tenido conocimiento de la costumbre –inaudita y delirante– instaurada por los oficiales de las S.S. de hacer acompañar con música orquestal –ejecutada por los propios judíos confinados– a aquellos otros que cavaban con sus palas la tumba común.”Hincad los unos más hondo las palas los otros seguid tocando a danzar / (...) / que suene más dulce la muerte”.

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Memoria de Ayotzinapa Reconocidos poetas mexicanos realizaron un homenaje a los 32 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos por la policía y el ejército de México, en el sureste de Iguala en septiembre de 2014.

Ayotzinapa Mordemos la sombra Y en la sombra Aparecen los muertos Como luces y frutos Como vasos de sangre Como piedras de abismo Como ramas y frondas De dulces vísceras Los muertos tienen manos Empapadas de angustia Y gestos inclinados En el sudario del viento Los muertos llevan consigo Un dolor insaciable Esto es el país de las fosas Señoras y señores Este es el país de los aullidos Este es el país de los niños en llamas Este es el país de las mujeres martirizadas Este es el país que ayer apenas existía Y ahora no se sabe dónde quedó 28

Estamos perdidos entre bocanadas De azufre maldito Y fogatas arrasadoras


Estamos con los ojos abiertos Y los ojos los tenemos llenos De cristales punzantes Estamos tratando de dar Nuestras manos de vivos A los muertos y a los desaparecidos Pero se alejan y nos abandonan Con un gesto de infinita lejanía El pan se quema Los rostros se queman arrancados De la vida y no hay manos Ni hay rostros Ni hay país Solamente hay una vibración Tupida de lágrimas Un largo grito Donde nos hemos confundido Los vivos y los muertos Quien esto lea debe saber Que fue lanzado al mar de humo De las ciudades Como una señal del espíritu roto Quien esto lea debe saber también Que a pesar de todo Los muertos no se han ido Ni los han hecho desaparecer Que la magia de los muertos Está en el amanecer y en la cuchara En el pie y en los maizales En los dibujos y en el río Demos a esta magia La plata templada De la brisa Entreguemos a los muertos A nuestros muertos jóvenes El pan del cielo

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La espiga de las aguas El esplendor de toda tristeza La blancura de nuestra condena El olvido del mundo Y la memoria quebrantada De todos los vivos Ahora mejor callarse Hermanos Y abrir las manos y la mente Para poder recoger del suelo maldito Los corazones despedazados De todos los que son Y de todos Los que han sido David Huerta (México)

Cada uno: Ayotzinapa

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1. Abel: por tu cara de sol y gallo y tu noche de sueño frío. 2. Abelardo: por tus ojos de harina de tiempo y tu silencio. 3. Adán: por tu baile de asombro y tu risa de cobre fulminante. 4. Alexander: por tu palabra de búho y tu ilusión de techo abierto. 5. Antonio: por tus venas de agujeta de río y tu paso de jaguar de monte. 6. Benjamín: por tus días de canto y bruma como orejas de gato. 7. Bernardo: por tu sueño de leche tibia y tu vigila de tortuga. 8. Carlos Iván: por tu voz de corneta y tu seca dulzura de llano. 9. Carlos Lorenzo: por tus dedos extendidos como amplias nubes de tarde. 10. César Manuel: por tus largas piernas de pájaro de medianoche.


11. Christian Alfonso: por tu sonido de fruta precisa que se abre. 12. Christian Tomás: por tu grito quieto como los tamarindos agrios. 13. Cutberto: por tu brinco azul fosforescente entre las piedras del cerro. 14. Dorian: por tu voz de cazador de bosque que espanta a las culebras. 15. Emiliano Alen: por tu espalda de espejo y de águila imaginada. 16. Everardo: por tu risa de medialuna que parte la corteza del árbol. 17. Felipe: por tu suelta carcajada de caballo bajo las ramas del aire. 18. Giovanni: por tus rodillas de flores quietas en las noches desesperadas. 19. Israel: por tus uñas de tierra marina y tu estatura de amanecer. 20.Israel Jacinto: por tus tibios brazos curvos que procuran la brisa. 21. Jesús Jovany: por tus preguntas rápidas como semillas de pluma. 22. Jonás: por el sonido que guarda tu nombre despierto en la lluvia. 23. Jorge: por tu sombra de pan y agua y tu figura de hoja que baila. 24. Jorge Aníbal: por tu imaginación de elefante que nos levanta del polvo. 25. Jorge Antonio: por la historia de sal y de conejo que corre por tu cuerpo. 26. Jorge Luis: por tu escritura de sueño en los rayos últimos de la mañana. 27. José Ángel: por tus manos de remo en mesas de valles iluminados y de agua. 28. José Ángel: por tus ojos de pez de lumbre y tus letras en la raya del horizonte. 29. José Eduardo: por tu razón en el vértigo del topo y el ábaco del coyote. 30. José Luis: por tu respiración de tigre adivino, tigre que silba en la noche. 31. Jhosivani: por tu canto de estanque y relámpago en la boca de la barranca. 32. Julio César: por tu danza de caracol de pasto en la

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frontera del viento. 33. Leonel: por ese eco tuyo sólo tuyo con el brillo de las luciérnagas. 34. Luis Ángel: por tu palabra de aire que alumbra el llanto del huizache. 35. Luis Ángel: por tu presagio de pájaro definitivo en la orilla del alba. 36. Magdaleno Rubén: por tu fatiga de campo erguido y fresco en la hierba. 37. Marcial: por tu boca marina de brújula cierta para el náufrago y su marea. 38. Marco Antonio: por tu voz de carnero bajo la luna de piedra blanca. 39. Martín Getsemany: por tus cinco dedos en el húmedo muro de la infancia. 40. Mauricio: por ese reloj sin números que guardas en el corazón del tiempo. 41. Miguel Ángel: por tus alas existentes como llamas vivas en la montaña. 42. Miguel Ángel: por tus altas cejas de centella y entendimiento. 43. Saúl: por tu ojo de remolino en la noche única, invisible y perpetua. Y por todo el mar en el cielo y la tierra y su lento ruido de entraña partida que nos hacen a todos y a tantos vivos y siempre en cada uno, cada uno, de nosotros. María Baranda (México)

La búsqueda

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Siempre estamos buscando pedazos de cuerpo sí Buscando playas jardines casas En medio del humo apenas visible Y a través de gases que abren sus moléculas oscuras. Rebuscando destripando camas desmemoriadas Y platos y cubiertos que perdieron manchas


Y secas cicatrices de ruido o mero silencio. Rascando gerundiando la búsqueda Las urgencias sin plazos ni lugares ni salones Ni albas salas enfriándose Porque nadie a nadie nombra Ni nadie a nadie espera. Rejuntando sí pedazos de humánidos cuerpos Sin el vero impulso de antiguos mensajes Que soplaban los desnudos huesos Y las panzas despojadas Hacia el cotidiano evento de la resurrección. Rasqueteando reacomodando sí reubicaciones De trozos de tantos cuerpos tozudamente Derivados de lo humano carnal Y su indecisa presencia Entre el miedo sin origen y la ceniza irremediable. Rascando y más fuera de lo eterno Tal vez porque de cada pedazo Se aleja una sombra que perturba El hocico del lobo del hombre. Saúl Ibargoyen (Uruguay)

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Justicia La piel desgarrada, el corazón roto Sueños cortados por ambiciones ajenas Voces de esperanza calladas con armas largas Dueles, duele… llora (casi ) el país completo. ¿Dónde estás? me pregunto La cuestión parece no tener respuesta Hace medio siglo venimos preguntando lo mismo ¿Dónde estás? Dijiste que estarías en el aire Pero ahora huele a pólvora Dijiste que estarías en la tierra Pero la han mancillado Dijiste que estarías en el agua Pero la han convertido en ríos de sangre ¿Dónde estás? Seguiremos buscando tu rostro Entre todos los campesinos Entre todos los estudiantes Entre los corazones de fuego De las mujeres y los hombres que sostienen este país Entre todos los que no callan su voz Entre los que aún miran esperanzados el futuro Seguro que te encontraremos Porque estoy segura que algún día Nosotros, los Otros, venceremos Elena Ceballos Hernández (México)

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Muerte, mira Qué mal que no respiran. Que seca el viento sus salivas Sino es que más bien les quedó líquida el alma altiva. Muerte, mira Los cadáveres bocarriba. Esto fue más allá de la herida: Muriéronse los sueños y esperanzas de vida. Muerte, mira La sangre bien esparcida Entre espacios de destrozo y destruida Memoria estudiantil simbólica y octubrina. Muerte, mira La estrategia fallida Del Estado que no tiene medida, Y no diferencia estudiantes de malhecheria. Muerte, mira Cuánta más injusticia Falta para que llegue la alegría, Que dejó de pasar por México, ¿qué día? Muerte, mira Otra nueva cifra Que arroja esta porquería Que hay gracias a la estúpida e infame tiranía. Muerte, mira De las formas de la polimetría El nivel de grandeza y osadía Que lleva en el corazón la tranquilidad merecida. Muerte, mira De ti la mentira… ¡Porque no incierto sería Morirte, mas no con cruel deshollería!

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(Por lo menos el rostro Para despedirlos y besarlos No en los huesos de dolor y crimen. Por lo menos el rostro sin castigo, Las caras hermosas, les hubieras dejado.) Marco Antonio Velázquez (México)

Ayotzinapa somos Se ha hecho tarde alzo la mirada y te busco, verte llegar por la esquina quiero verte llegar por la esquina. Nada se mueve, ninguna sombra cambia, ninguna luz te ilumina, no vienes aún, no vienes, tu imagen no llega puerta, ventana o esquina. Y tomo aire, nada, te pienso, nada, te llamo, nada, te nombro, nadie.

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¿Qué dijiste antes de irte? ¿qué lenguaje había en tu rostro? ¿qué ropa traías, qué colores? ¿te fuiste sin verme? ¿te despediste? De las once, dan las tres, luego la madrugada, de la mañana, a la tarde, al otro día nada ha pasado una semana. Ya no escucho, ni duermo, sólo sé mirar la esquina


vacía de ti de tus pasos, vacía, de tu cuerpo, tu risa. No escucho tu risa, pero está aquí grabada libre como tú y yo, hace unos días. Ahora no, ahora me encarcelan la memoria la angustia las lágrimas y estos ojos en la esquina. No me moveré quiero esperarte te espero porque tienes que venir a casa tienes que llegar, llegar como llegas siempre. Y la pregunta mayor que grito y me grita que en mis entrañas se anuda, las manos me muerde, me rompe las uñas… ¿dónde estás? ¿dónde estás? ¿dónde estás? ¿dónde? Ahora la rabia, el coraje de tu ausencia porque no es la única, son más, son más, cuarenta y seis ausencias, cuarenta y seis historias, cuarenta y seis esperas. Nada nos callará, nadie nos callará,

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¡vivo te quiero de vuelta! ¡vivos los quiero de vuelta! ¡vivos los queremos de vuelta! ¡Vivos, vivos, vivos! No aceptaremos un muerto más, ni una injusticia más, ni un desaparecido más, Ahora soy tú en ningún sitio me encuentro, ahora eres todos los sitios y todos los sitios son tú, Ayotzinapa eres, soy, somos, Ayotzinapa todo, todos, tú, yo, nosotros. Mayra Silva (México)

38 (Grabado de Augusto Rendón)


Poesía para los desaparecidos en Guatemala Carolina Escobar Sarti (Guatemala)

Se levanta ese día como otro cualquiera, en medio de los ruidos de la casa que habita junto a los suyos. En la cocina hay café caliente, olor a frijoles y pan dulce. Come de prisa y apenas si tiene tiempo de sentarse y compartir un “buenos días” con la madre y los niños de la casa. Va por su mochila, corre a buscar las llaves que ha olvidado en la bolsa del pantalón de ayer, besa efímeramente las mejillas que le salen al paso y se va. Nadie le vuelve a ver nunca más. Puede llamarse Kimberly y tener 16 años, como la adolescente desaparecida el 1 de agosto de este año en el barrio San Antonio, zona 6 capitalina, por la cual se levantó recientemente la Alerta Alba Keneth. Puede llamarse Daniel Pedro, el maya q’anjoba’al defensor de la vida en Santa Eulalia, Huehuetenango, desaparecido y asesinado en el 2013. Puede llamarse Cristina Siekavizza, desaparecida desde el 2011 y supuestamente asesinada por su esposo, Roberto Barreda. O pueden ser los 45 mil desaparecidos durante la guerra que se vivió en Guatemala de 1960 a 1996, cuyos huesos han ido resurgiendo poco a poco de las entrañas de la tierra. Según cifras del Sistema de Alerta Alba Keneth, se han activado 2937 alertas Alba Keneth por niños, niñas y adolescentes desaparecidos durante el primer semestre del 2016, de las cuales solamente se han desactivado 1896. Eso quiere decir que hay un 35 por ciento de alertas no desactivadas; ello se traduce en mil 41 menores de edad que siguen desaparecidos. ¿En dónde están? ¿En redes de trata? ¿Siguen perdidas porque hay un Estado incapaz de proteger y garantizar los derechos de niños, niñas y adolescentes? Sucede que, muchas veces, las personas desaparecidas en Guatemala desaparecen dos veces. Una, cuando son borradas físicamente de su entorno, y otra, cuando las olvidamos. No

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hablo, por supuesto, de sus familias, que no son ni serán capaces de olvidar. Hablo de una sociedad que no puede vivir solo conectada al dolor y sobrevive mejor si no abre tanto los ojos, todo el tiempo. ¿Por eso Guatemala ha dejado de ser poesía? ¿O es que hemos sido poesía de lo oscuro (porque en el infierno también se encuentra belleza) y queremos ya ser poesía como metáfora de la vida? Hay muchos huesos enterrados, muchos fantasmas de aquellos que no volvieron, pero también muchas ganas de reconciliar la muerte y la ausencia con la vida. Esta semana sucedió el 12° Festival Internacional de Poesía de Quetzaltenango, que asume un tema indispensable en nuestro país: el de las personas desaparecidas. “No podíamos seguir sin hablar sobre los más de 45 mil desaparecidos que dejó el conflicto armado interno, la ausencia y el dolor es una constante en la sociedad guatemalteca, por eso vimos que la poesía puede ayudar a entender estos procesos desde una visión reconciliadora y sobre todo desde la esperanza”, dicen sus organizadores, entre quienes quiero destacar al poeta Marvin García, un caminante luminoso de la poesía que quiere ser y dejar para Guatemala. Este festival rescata el tema desde una visión humanitaria y reconciliadora, y su sentido más profundo, a decir de sus pensadores, “ha sido la comunión con el sagrado fuego y su fuerza, herencia que nos dejaron nuestro abuelos y abuelas y que es el centro de nuestro pensamiento y trabajo; por ello hablar de las desapariciones ha sido puesto en nuestro camino y lo aceptamos con mucha responsabilidad pero también con mucho amor”. Vamos entonces a aparecer a los desaparecidos desde la poesía, porque no hay otra forma de recuperar la vida. Vamos a hacer vestir de poesía los huesos cubiertos de tierra. Que las voces de los poetas de Japón, Palestina, España, Uruguay, Colombia, México, Centroamérica y el Caribe hagan de este encuentro un ritual de reconocimiento, abrazo y memoria. 40


Abrazo a los desaparecidos

Vámonos patria, a caminar 1 Para que los pasos no me lloren, para que las palabras no me sangren: canto. Para tu rostro fronterizo del alma que me ha nacido entre las manos: canto. Para decir que me has crecido clara en los huesos más amargos de la voz: canto. Para que nadie diga:¡tierra mía! con toda la decisión de la nostalgia: canto. Por lo que no debe morir, tu pueblo: canto. Me lanzo a caminar sobre mi voz para decirte: tú, interrogación de frutas y mariposas silvestres, no perderás el paso en los andamios de mi grito, porque hay un maya alfarero en tu corazón que bajo el mar, adentro de la estrella humeando en las raíces, palpitando mundo, enreda tu nombre en tus palabras. Canto tu nombre, alegre como un violín de surcos, porque viene al encuentro de mi dolor humano Me busca del abrazo del mar hasta el abrazo del viento para ordenarme que no tolere el crepúsculo en mi boca Me acompaña emocionado el sacrificio de ser hombre, para que nunca baje al lugar donde nació la traición del vil que ató tu corazón a la tiniebla, negándote.

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2 Vámonos patria a caminar, yo te acompaño. Yo bajaré los abismos que me digas. Yo beberé tus cálices amargos. Yo quedaré sin voz para que tú cantes. Yo he de morir para que tú no mueras. Para que emerja tu rostro flameando al horizonte de cada flor que nazca de mis huesos. Tiene que ser así, indiscutiblemente. Yo me cansé de llevar tus lágrimas conmigo. Ahora quiero caminar contigo, relampagueante. Acompañarte en tu jornada, porque soy un hombre del pueblo, nacido en octubre para la faz del mundo. Ay, patria, a los coroneles que orinan tus muros tenemos que arrancarlos de raíces, colgarlos en un árbol de rocío agudo, violento de cóleras del pueblo. Por ello pido que caminemos juntos. Siempre con los campesinos agrarios y los obreros sindicales, con el que tenga un corazón para quererte. Vámonos patria a caminar, yo te acompaño. 3 Pequeña patria mía, dulce tormenta, un litoral de amor elevan mis pupilas y la garganta se me llena de silvestre alegría cuando digo patria, obrero, golondrina. Es que tengo mil años de amanecer agonizando y acostarme cadáver sobre tu nombre intenso, flotante sobre todos los alientos libertarios, Guatemala, diciendo patria mía, pequeña campesina.

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Ay, Guatemala, cuando digo tu nombre retorno a la vida. Me levanto del llanto a buscar tu sonrisa. Subo las letras del alfabeto hasta la A que desemboca al viento llena de alegría


y vuelvo a contemplarte como eres, una raíz creciendo hacia la luz humana con toda la presión del pueblo en las espaldas. ¡Desgraciados los traidores, madre patria, desgraciados! ¡Ellos conocerán la muerte de la muerte hasta la muerte! ¿Por qué nacieron hijos tan viles de madre cariñosa? Así es la vida de los pueblos, amarga y dulce, pero su lucha lo resuelve todo humanamente. Por ello patria, van a nacerte madrugadas, cuando el hombre revise luminosamente su pasado. Por ellos patria, cuando digo tu nombre se rebela mi grito y el viento se escapa de ser viento. Los ríos se salen de su curso meditado y vienen en manifestación para abrazarte. Los mares conjugan en sus olas y horizontes tu nombre herido de palabras azules, limpio, para lavarte hasta el grito acantilado del pueblo, donde nadan los peces con aletas de auroras. La lucha del hombre te redime en la vida. Patria, pequeña, hombre y tierra y libertad cargando la esperanza por los caminos del alba. Eres la antigua madre del dolor y el sufrimiento. La que marcha con un niño de maíz entre los brazos. La que inventa huracanes de amor y cerezales y se da redonda sobre la faz del mundo para que todos amen un poco de su nombre: un pedazo brutal de sus montañas o la heroica mano de sus hijos guerrilleros. Pequeña patria, dulce tormento mío, canto ubicado en mi garganta desde los siglos del maíz rebelde: tengo mil años de llevar tu nombre como un pequeño corazón futuro cuyas alas comienzan a abrirse a la mañana. 43 Otto René Castillo (Guatemala), poeta desaparecido y quemado vivo por el ejército de su país.


Acerca de la función del adjetivo niños puedo decirles peces pájaros cogollos hierba frutas mariposas semillas pero es imposible verlos y no agregar un adjetivo perseguidos peces perseguidos niños prisioneros pájaros cogollos marchitos niños hierba pisoteada hierba aplastadas semillas mariposas heridas sin embargo sé que ese adjetivo cambiará mañana peces rebeldes peces niños libres pájaros cogollos firmes niños fresca hierba fresca triunfales mariposas triunfales semillas indomables 44 Luis de Lión (Guatemala), poeta desaparecido por la dictadura militar guatemalteca.


Los ojos de los desaparecidos Los ojos de los desaparecidos miran hacia adentro no se pueden cerrar amarrados en el tiempo flotan sus nombres al viento como bandera de nadie dicen adiós esperando el retorno. Rosa Chávez (Guatemala)

Bultitos de tierra, malanga y hierba mora Para Ana Gabriela y los cientos de bultitos que hoy descansan en montañas de la Estancia de la Virgen desde el diciembre de 1981.

En la montaña están, creciendo solitos… Alimentando el aire, las hormigas y los pájaros. Son bultitos de tierra y piedras, Bajo las hojas de malanga y hierba mora. Ahí se encuentran, por los senderos de la resistencia, Los niños que pusieron de cabeza esta historia, los otros, Los que murieron ahogados por las manos de sus padres Para que el soldado no escuchara sus quejidos y sus llantos Ahí descansan, los niños venaditos de las cumbres y barrancos… Las niñas que con nombres diminutos como sus ojos, Fueron castigadas con frió y calentura Son bultitos de tierra y piedras. No los cuenta ya la historia, ellos no tienen nombres Porque sus cuerpos chiquititos ni siquiera caben en los

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libros… Y crecen por montones cada año, Y reviven en la memoria de las madres Cuando un grano de maíz es cobijado en las cumbres y barrancos Por las manos que los vuelven a sembrar… en bultitos de tierra y hierba mora… Juana Izaura Candelario Felipe (Guatemala)

Pequeño niño

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Pequeño niño eres aún pequeño, mas tú despertaste mis ilusiones, que oculto entre lirios formaste un hogar para mí. Tengo para ti y por ti, estos versos teñidos de emoción pues pronto surgirás a la vida, como una gota de agua cristalina. En tu sangre llevas la vida de los tuyos y en tu mente una fuente de secretos escondidos como el Popol Vuh entre las manos… Eres la imagen del cielo, que palpita en cada generación, tu ideal de ensueño te guiará en cada abismo a cumplir una misión extensa. Serás uno más entre tantos, mas tienes la dicha de ser enviado en ti, pues, descansa todo. Será el despertar de tus pequeños hermanos pues serás como la tierra, cuando el Sol la inunda, que no se cansa de dar fuerte y fecunda retoños nuevos de dorados frutos. Te amamos tanto y daremos todo por ti, ese será nuestro compromiso, la simiente fecunda y escondida


y espaciar en los surcos de la vida, para que se alce de nuevo un feliz resurgimiento en nuestra historia. Por eso pequeño niño juntos lucharemos hasta la muerte, pues nunca los vientos apagarán la antorcha, que será eterna con el amor. Recuerda niño los pequeños detalles Matilde Col Choc, maestra (Guatemala)

47 (Fotografía: Francois Bucher)


Nota urgente para el cipote Qué chillidos de varón hijo y por la boca echás una atarraya bolsona de estrellas. ¡Todo te ensalivás! Quizá llorás por el ruido de los helicópteros que están va de pasar y pasar. No temas hijo, los animales andan hambrientos. Patricia te pone la chiche y te callás arrimado a tu mamá. ¡Qué chillidos! Bien despertás a los muertos del panteón de Tonaca cuando estás con hambre, Se te corre la Sihuanaba. Servía para espantar de la casa los espantos y para afirmar el porqué de la lucha del Pueblo. -Están naciendo varones –dice tu bisabuela-, es tiempo de guerra. Qué chillidos hijo, ahuyentan a los explotadores y tiranos, y vos hijo, ya no vas a tener que ser subversivo ni nada de eso, por eso hay miles metiéndole a la lucha. Bien, bien. Levantá el bracito o que te ayude a tu mama o a tus abuelas. En ese brazo hay un chorro de brujería, está bañado con cogollos de quina, con hojas de ruda y flor del Lempa, con práctica revolucionaria y objetivos socialistas. Este brazo es brujo, más que brujo, es el brazo izquierdo que sostendrá el llanto de tus hijos, hijo. Qué chillido hijo, hermoso llanto, como escuchar el llanto del nuevo sistema. Mauricio Vallejo, poeta salvadoreño detenido y desaparecido.

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Un round a tu recuerdo A Alex Suárez

Siempre me opuse a caminar con tu estatura en el ojal de la camisa —simple cuestión de orgullo. De allí proviene el hecho de entregarte tan tarde este poema, por lo que pasa a ser algo así como un telegrama rezagado. La verdad es que de momento se me vino a los ojos tu palabra, llena de la humildad que cubría el eco de tu nombre. Vino así, no sé cómo, sin llamar a la puerta, simplemente tomó mi dolor entre sus brazos y me llevó hasta la vieja casa, al canapé donde solías hacer la siesta y fumabas tu tristeza. Eran los días en que clinchabas tu presencia con el rostro de un niño que tenía doce años jugando entre otras manos, y contabas tus hazañas en el ring del mundial cuando el boxeo era boxeo y no una exhibición amanerada. Ahora, viejo, las cosas han cambiado. Ya quedó atrás el muchachito que contempló tu muerte; la vida me hace madurar a bofetadas. Pero no creás que doy con los dientes en el polvo; como vos

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pienso que es permitido doblarse pero no partirse. Y ahí voy, caminando, finteándole a la vida su amargura, cuidándome de los golpes a los bajos, tratando de terminar en pie este largo round. Aunque a veces, te confieso, he llegado a flaquear, a quedar groggy y querer tramitar un suicidio voluntario. Pero basta un vistazo a tu retrato y ya no hay vuelta de hoja: sé que dejaste tu punch sobre mi verso, y jab a jab iré elevando mi nombre hasta tu nombre. Viejo, tengo una deuda contigo… me querías ingeniero y te salí poeta, porque no es cosa de ir por allí soportando un disfraz que desentona. Con vos pasó lo mismo, te querían curita y saliste campeón de box ¡Y qué campeón, carajo! Perdoná que te quite “tu tiempo”, pero a veces, cuando estoy tan solteramente solo y me urge hablar con alguien, se me viene a los ojos tu palabra. Jaime Suárez Quemain, poeta salvadoreño, secuestrado y asesinado por fuerzas de seguridad.

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Cuatro poemas de Roque Dalton

Hora de la ceniza Finaliza septiembre. Es hora de decirte lo difícil que ha sido no morir. Por ejemplo, esta tarde tengo en las manos grises libros hermosos que no entiendo, no podría cantar aunque ha cesado ya la lluvia y me cae sin motivo el recuerdo del primer perro a quien amé cuando niño. Desde ayer que te fuiste hay humedad y frío hasta en la música. Cuando yo muera, sólo recordarán mi júbilo matutino y palpable, mi bandera sin derecho a cansarse, la concreta verdad que repartí desde el fuego, el puño que hice unánime con el clamor de piedra que exigió la esperanza. Hace frío sin ti. Cuando yo muera, cuando yo muera dirán con buenas intenciones que no supe llorar. Ahora llueve de nuevo. Nunca ha sido tan tarde a las siete menos cuarto como hoy. 51 Siento deseos de reír o de matarme.


Los muertos están cada día más indóciles Antes era fácil con ellos: les dábamos un cuello duro una flor loábamos sus nombres en una larga lista: que los recintos de la patria que las sombras notables que el mármol monstruoso. El cadáver firmaba en pos de la memoria: iba de nuevo a filas y marchaba al compás de nuestra vieja música. Pero qué va los muertos son otros desde entonces. Hoy se ponen irónicos preguntan. Me parece que caen en la cuenta de ser cada vez más la mayoría.

Alta hora de la noche Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre porque se detendrá la muerte y el reposo. Tu voz, que es la campana de los cinco sentidos, será el tenue faro buscado por mi niebla.

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Cuando sepas que he muerto di sílabas extrañas. Pronuncia flor, abeja, lágrima, pan, tormenta. No dejes que tus labios hallen mis once letras. Tengo sueño, he amado, he ganado el silencio.


No pronuncies mi nombre cuando sepas que he muerto desde la oscura tierra vendría por tu voz. No pronuncies mi nombre, no pronuncies mi nombre, Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre.

Yo sería un gran muerto Mis vicios entonces lucirían como joyas antiguas con esos deliciosos colores del veneno. Habría flores de todos los aromas en mi tumba e imitarían los adolescentes mis gestos de júbilo, mis ocultas palabras de congoja. Tal vez alguien diría que fui leal y fui bueno. Pero solamente tú recordarías mi manera de mirar a los ojos. Roque Dalton. El Salvador, 1933. Poeta, ensayista y antropólogo salvadoreño desaparecido en 1975.

53 (Fotografía: Familia de Roque Dalton)


Muchachos de “La Prensa”

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Muchachos que salían a diario fotografiados en “La Prensa” acostados con los ojos entrecerrados, los labios entreabiertos como si se estuvieran riendo, como si estuvieran gozando. Los jóvenes de la horrenda lista. O bien salían serios en sus fotitos de carnet, de pasaporte, tal vez profundamente serios. Muchachos que aumentaban a diario la lista del horror. Uno fue a dar una vuelta por el barrio y lo hallaron tirado en un predio montoso. O salió para el trabajo, de su casa del barrio San Judas, y no volvió más. El que salió a comprar una Coca Cola a la esquina. El que salió a ver a su novia y no volvió. O sacado de su casa y llevado en un jeep militar que se hundió en la noche. Y después encontrado en la morgue, o a un lado de la carretera en la Cuesta del Plomo, o en un basurero. Con los brazos quebrados, los ojos sacados, la lengua cortada, los genitales arrancados. O simplemente nunca aparecieron. Los llevados por la patrulla del “Macho Negro” o de “Cara’e León”. Los amontonados en la costa del lago detrás del Teatro Darío. Lo único que quedó a las mamás de sus físicos, la mirada brillante, la sonrisa, planas, en un papel. Cartulinas que las mamás mostraban como un tesoro en “La Prensa”. (La imagen grabada en las entrañas: en esa cartulinita chiquita). El del pelambre despeinado. El de los ojos de venado asustado. Este risueño, picaresco. La muchacha de mirada melancólica. Uno de perfil. O con la cabeza ladeada. Pensativo uno. Otro con la camisa abierta. Otro con bucles. O con el pelo en la cara. Con boina. Otro borroso sonriendo debajo de sus bigotes.


Con la corbata de graduación. La chavala sonriendo con el ceño fruncido. La chavala en la foto que mandaría a su novio. El muchacho en pose en la foto que le daría a su novia. De 20, de 22, de 18, de 17, de 15 años. Los jóvenes matados por ser jóvenes. Porque tener entre los 15 y los 25 años en Nicaragua era ilegal. Y pareció que Nicaragua iba a quedar sin jóvenes. Y después del triunfo hasta me sorprendí a veces, de pronto, ante un joven que en una concentración me saludaba (yo preguntándole en mi interior: “¿ Y vos cómo escapaste?”) Se les temió por jóvenes. Ustedes los agarrados por la guardia. Los “amados de los dioses”. Los griegos dijeron que los amados de los dioses mueren jóvenes. Será, pienso yo, para que siempre quedaran jóvenes. Los otros podrán envejecer mucho pero para ellos aquellos estarán siempre jóvenes y frescos, la frente tersa, el pelo negro. La romana de pelo rubio que murió quedó siempre rubia en el recuerdo. Pero ustedes, digo yo, no son los que no envejecieron. porque quedaron jóvenes (efímeramente) en el recuerdo de los que también morirán. Ustedes estarán jóvenes porque siempre habrá jóvenes en Nicaragua y los jóvenes de Nicaragua serán ya todos revolucionarios, por las muertes de ustedes que fueron tantos, los matados a diario. Ellos serán ustedes otra vez, en vidas siempre renovadas, nuevos, como nuevo es cada amanecer. Ernesto Cardenal (Nicaragua)

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Dibujo a pulso A como dé lugar pudren al hombre en vida, le dibujan a pulso las amplias palideces de los asesinados y lo encierran en el infinito. Por eso he decidido –dulcemente-mortalmenteconstruir con todas mis canciones un puente interminable hacia la dignidad, para que pasen, uno por uno, los hombres humillados de la Tierra. Roberto Sosa (Honduras)

A Federico García Lorca

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Murió de pie, de pie, definitivo. Sobre el muro vaciáronse sus venas. En sus huesos hundieron las avenas Sus raíces y el grano genitivo. De su garganta de andaluz olivo Insurgía la España sin cadenas. Se daba al pueblo abierto y sensitivo. Su simiente perenne se conserva En el verdor del musgo, de la yerba, El jazminero y el olivo viejo. Cegaron el temblor de sus retinas. Lloró el viento, el trigo, las encinas. Murió también de España con Vallejo. Roberto Armijo (Honduras)


Los desaparecidos De repente, en aquellos días, comenzaron a desaparecer personas, extrañamente. Se desaparecía. Se desaparecía mucho en esos días. Se iba a cosechar la flor ofrecida y se desvanecía. Se eclipsaba entre una dirección y otra o en el taxi en que iba. Culpado o no, se desaparecía al regresar de la oficina o de la orgía. Entre un trago de coñac y un acento de mano, el bebedor se sumía. Se evaporaba al padre al encuentro de la hija que no veía. Las madres que sostenían hijos y compras, gestantes con tricots o grupos de estudiantes desaparecían. Desaparecían amantes en pleno beso y médicos en plena cirugía. Mecánicos se diluían - apenas ligaban el tema del día. Se desaparecía. Se desaparecía mucho en esos días. Se desaparecía a ojos vistos y no era miopía. Se desaparecía hasta a primera vista. Bastaba que alguien viera a un desaparecido y el desaparecido desaparecía. Desaparecía el más conspicuo y el más oscuro se desvanecía. Hasta los diputados y presidentes se desvanecían. Sacerdotes, igualmente, levitando en el sentido en que los pecadores partían. Se desaparecía. Se desaparecía mucho en esos días. Los actores en el escenario

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entre un gesto y otro, y los de la audiencia mientras se reían. No, no era fácil ser poeta en esos días. Porque los poetas, sobre todo, desaparecían. Si fuera el tiempo de la Biblia, yo diría que los carros de fuego arrebataban a los más puros en mística euforia. No era así. Es ironía. Y los que estaban cerca, en pánico, fingían que no veían. Se abstraían. Continuaban su baraja sobre conversaciones y demencias con el ausente, como si estuviera allí sonriendo con sus ropas y dientes. En toda la familia a la mesa había una silla vacía, a la cual se dirigían. Se servía comida fría al extinguido pariente y esto alimentaba ficciones en las salas y mentes mientras que en el palacio, los remordimientos vivos bailaban en la sopa del presidente. Las flores mirando la escena, no comprendían. Indagaban a los pájaros, que enmudecían. Las ventanas de las casas, apenas podían creer lo que veían. Las piedras, sin embargo, grababan los nombres de los fantasmas porque sabían que cuando llegara la hora de ser piedras, hablarían.

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El desaparecido es como un río: si tiene nacimiento, tiene voz. Si tiene cuerpo, tiene o tendrá voz. No hay gusano que en su hambre roa totalmente un nombre. El nombre habita las vísceras de la bestia Como la víctima corroe al verdugo. Y surgían señales precisas de que los desaparecidos, cansados de desaparecer vivos de los muertos


florecerían con sus cuerpos la primavera de los huesos. Brotaban troncos de árboles, ríos, insectos y nubes en cuyo porte se veían vestigios de los que desaparecían. Los desaparecidos, en fin, maduran su muerte. Despejaba un día una tibia en la corteza fría de los días y en el subsuelo de la historia cubierta por duras botas, se hacía amarga arqueología. La naturaleza, como la historia, secreta memoria y vida tarde o temprano desova la verdad sobre la aurora. No hay hoyo hondo que sepulte la rasa cobardía. No hay tumba que oculte los frutos de la rebeldía. Caerá un día en desgracia la más torpe dictadura cuando los vivos salgan a la plaza y los muertos de la sepultura. Affonso Romano de SantA´nna (Brasil).

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Día de los desaparecidos Agosto 30 Desaparecidos: los muertos sin tumba, las tumbas sin nombre. Y también: los bosques nativos, las estrellas en la noche de las ciudades, el aroma de las flores, el sabor de las frutas, las cartas escritas a mano, los viejos cafés donde había tiempo para perder el tiempo, el fútbol de la calle, el derecho a caminar, el derecho a respirar, los empleos seguros, las jubilaciones seguras, las casas sin rejas, las puertas sin cerradura, el sentido comunitario y el sentido común. Los hijos de los días Eduardo Galeano (Uruguay)

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Desaparecidos Están en algún sitio / concertados desconcertados / sordos buscándose / buscándonos bloqueados por los signos y las dudas contemplando las verjas de las plazas los timbres de las puertas / las viejas azoteas ordenando sus sueños sus olvidos quizá convalecientes de su muerte privada nadie les ha explicado con certeza si ya se fueron o si no si son pancartas o temblores sobrevivientes o responsos ven pasar árboles y pájaros e ignoran a qué sombra pertenecen cuando empezaron a desaparecer hace tres cinco siete ceremonias a desaparecer como sin sangre como sin rostro y sin motivo vieron por la ventana de su ausencia lo que quedaba atrás / ese andamiaje de abrazos cielo y humo cuando empezaron a desaparecer como el oasis en los espejismos a desaparecer sin últimas palabras tenían en sus manos los trocitos de cosas que querían están en algún sitio / nube o tumba están en algún sitio / estoy seguro allá en el sur del alma es posible que hayan extraviado la brújula y hoy vaguen preguntando preguntando dónde carajo queda el buen amor porque vienen del odio 61 Mario Benedetti (Uruguay)


Desaparecidos

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Ese hombre esa mujer no tienen rostro No tienen nombre (no son más que la cresta de una mar de ventura y nueva que penetra en la frontera de piedra apenas espuma que con los vientos regios siempre vuelve) Un grito se alza en la noche brilla en la espesura del silencio decae fugaz Después la sorpresa que abate la resistencia sin milagro el tamaño de la herida por el suelo ropas / fotos / libros rotos una cartera vacía El coche avanza por la calle impune nadie lo detiene todos saben Ese hombre esa mujer atados traspiran mucho respiran mal la pesadumbre el miedo se ahogan tiemblan En ese mismo momento sucede en el mundo la belleza encuentros fortuitos / deseados / los instantes perpetuos de la vida Una niña en la puerta de su casa dice adiós la gota de lluvia choca contra sus labios hay un estallido de luciérnagas salvajes hay un desierto de esmeraldas fundidas Y de pronto la gran estrella polar la cruz del sur al oeste la vía láctea toneladas de arena incandescente el pequeño universo que un rayo de luz recorre en 300.000 años Todo el cielo es una sinfonía de promesas Pero ese hombre esa mujer no tienen rostro ni ojos ni oídos para las glorias Se abre una puerta A sus espaldas queda la ciudad del corazón dormido


Una ciudad vencida Los secretos del crimen del horror se repiten en voz muy baja Pero ellos ese hombre esa mujer ya desnudos los escuchan vienen del techo del piso de las paredes están a su lado crecen como flores negras malditas como hongos pestilentes crecen Los escuchan ¿son humanos? ¿Son humanos esos juramentos fieles de más dolor y esas risas que les responden? (¿qué perversa alegría qué perturbada detención de la historia ocurre tras esas risas?) Y ahora el frío y ahora la ebriedad de una mala sentencia cumplida lentamente día a día sobre sus carnes abiertas (¡Y qué del alma! ¡Qué de esa inocencia primera que fue quebrada!) Ese hombre esa mujer sin fuerzas sin aliento casi la venda que los cubre el piso que los recoge su orín su fecalidad la oscuridad tremenda ellos sueñan Ese hombre esa mujer cualquiera de nosotros ni vivos ni muertos ni cielo ni tierra ni siquiera oasis apenas la precariedad del recuerdo Una gaviota levanta vuelo en alba brumosa El aire se agita pero vuelve a ser eterno Ese hombre esa mujer esperan. Vicente Zito Lema (Argentina)

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Poemas de Chucho Peña (Colombia)

El poeta colombiano Jesús María Peña Marín (Chucho Peña) nació el 22 de febrero de 1962 en Medellín y, a la edad de 24 años, en Bucaramanga, fue desaparecido y con sevicia muerto por “desconocidos” el 30 de abril de 1986. Es memorable su participación en el Día Internacional del Teatro en Medellín en 1982. Estos son algunos de sus poemas.

Desaparecidos Se cansarán un día y van a intentar desaparecer la patria entera. Van siendo tantos ya nuestros hombres y mujeres que simplemente no aparecen que van siendo suficientes para fundar una patria de los exiliados en la muerte; Un Estado aparte con decreto en el subsuelo de este territorio de las amnistías y las treguas traicionadas; El verdadero rostro de la patria que ofrecen al pueblo los verdugos. Sería una patria de cadáveres sin lengua sin dirección, sin sexo, mutilados. 64

Es que los asesinos no van a darnos tregua a esa patria nuestra; todos los días más cadáveres


no puede ser tan nuestra patria; no es la patria para nosotros añorada por los fundadores de la patria. Son tantos día a día los que simplemente no aparecen que un día no cabrán en el subsuelo y brotarán y cubrirán todo este territorio Y en un macabro recorrido exhibirán el verdadero rostro de la patria que ofrecen los sicarios. Sobre esta patria del subsuelo de cadáver sin lengua, el hijo de un padre desaparecido aprende a construir la patria verdadera nacida de la memoria de su padre después de los combates.

65 (Grabado de Augusto Rendón)


Esta generación está en peligro Esta generación está en peligro se siente en el aire y se sabe que quieren liquidarla. Esta generación tiene enemigos peligrosos es una flor de estambres fuertes y dispuestos le toca enfrentar nuevos Herodes más fieros más crueles más macabros. Esta generación es un punto seguro en nuestra historia. Esta generación está en peligro he visto merodear nubes de chacales que trabajan sin descanso para tenderle la celada.

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Esta generación tiene enemigos peligrosos se lee en las heridas de los últimos sicariados se escucha es un rumor intenso que llega de la región aún sin nombre de los desaparecidos. Esta generación tiene enemigos peligrosos los que ya no tienen salida han decidido liquidarla ella es una flor a punto un estigma dispuesto la posibilidad de un fruto limpio.


Aún no logran sembrarme de silencio Quiero escribir versos. Quiero construir finas filas de palabras que como hojas de afeitar donde rozan dejan huella y al cabo del tiempo puedan decir: Aquí pasaron los versos de un hombre que aunque triste quiso escribir versos con la dureza y el poder del delgado acero que hiere la aspereza. He recorrido de nuevo mis no sé cuántos versos y estoy triste como siempre más que nunca de saber que siempre podría mi vida depender de un verso que nunca encontraré y que busco en cada esquina; en cualquier parte que me vean obsesionado estoy ordenando sustantivos, verbos, adjetivos hasta hacerlos versos poesía para gritar en las plazas y los parques. No me importa que no encuentre nunca el verso que busco con afán el verso que todo lo derrumbe rasgue las vestiduras y nos muestre a todos lo que somos de verdad; el verso total que todo lo diga y lo repita si es del caso el bloque irreductible de palabras necesarias marchando en fila india haciendo de la búsqueda del verso total e irreductible la esperanza la meta final de un oficio que no existe

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y que alguien tiene que asumir sufriendo aún lo necesario todo lo que dice viviendo todo lo que exige. No quiero morir sin escribir mi verso, no quiero que mañana al recordarme digan: No dijo suficiente no dijo lo que quiso le dieron miedo los mensajeros de la muerte y de igual forma murió. Yo moriré de plomo y poesía de igual forma que puedo morirme de otra cosa; la muerte es lo único seguro que acarrea la vida y me da miedo pero igual voy a morirme un día con o sin miedo de plomo y poesía o de otra cosa. Podrían por ejemplo matarme. Por ejemplo podría morirme pero soy uno solo demasiado intrascendente no pasaría nada; moriría de ganas de vivir soy uno solo y ya han matado muchos soy uno solo y no podrán matarnos a todos ni siquiera casi todos; están muy muertos muy impregnados de odio y sinrazones. No podrán quitarnos mucho nunca solo algunas vidas que no podrán ser suficientes.

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Yo seguiré buscando mi verso a mí aún no logran sembrarme de silencio. Yo seguiré hablando a las plazas y los parques gritando en mi canto lo que pienso y lo que creo. Un hombre puede morir en cualquier parte; vivir implica morir de alguna forma y los hombres seguirán siendo los hombres


y creyendo en el poder de la palabra en la vida y en la muerte en la gente, nuestra gente inmensa mole de silencio que comienza a ser rumor a erigirse en esperanza la única esperanza nuestra esperanza construida de silencio que poco a poco va tornándose en un inmenso grito interminable como un pueblo un grito cósmico el verso que el día en que yo muera estaré buscando con afán el verso irreductible inevitable como el hombre y su porvenir libre inevitable.

El precio de la vida nuestro canto A Jairo

El viento viaja en la encrucijada del espacio guardando la seguridad del azar como posibilidad de vida. Las cuchillas al despedazar nuestra garganta son afiladas en la piedra filosofal al tiempo que el Papa pontifica sobre el alma en lo alto de la torre. Carcajadas diabólicas han penetrado como fieras a podar el canto y sembrar el silencio con sus balas. Cuando al fin la vida haya ganado la batalla

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herrumbrosa la muerte será borrada de la senda. Cuando el amor en coros se presente trenzando a la mano del espíritu guerrero la vida será una madrugada a la hora señalada. En el túnel, a la salida del grito las palabras apuntan al silencio pronunciando un desafío. La vida no estará nunca indefensa mientras nuestros coros hieran el silencio hasta desangrarlo en cantos de victoria.

Riesgo Yo no quería decir nada en esta vida y llegó la palabra. Luego aprendí que hacer el intento de ser era jugarse la vida.

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Mi boca llena de gritos urgentes aprisionó mis viejas historias yo no quería cantar yo no quería decir yo sólo quería hacer. Yo he jugado siempre una guerra de frases prohibidas vino una paz sepulcral una lluvia de balas y se hizo el silencio y los hombres se hicieron miserables por un absurdo miedo a la muerte.


Llegará el tiempo de morir la muerte y correr el riesgo de ser.

Desesperanza de una muerte inútil Cuando la muerte aún corroa mi talón de Aquiles y mi cuerpo pase a posesionarse del territorio de nadie y mi sangre penetre por los poros de la Tierra y mi alma al igual que el cuerpo y que la sangre también penetre por los poros de la Tierra... Cuando la muerte sea una verdad de a puño y todo siga igual y sólo haya bronca y fiera espera y llego a morir así de muerte suave y tranquila sin mi sangre ardiendo de violencia tratando de expulsar el odio... Si inútil mi sangre sigue corriendo por mis venas y no mancha los caminos por donde no han de pasar nuestros guerreros... Si inútiles mis pasos no dejan huella en el bullicio... Si el canto y el grito siguen prohibidos... Si el latido del metal no se escucha en las entrañas del camino al horizonte... Si definitivamente muero así de muerte con la suave tranquilidad de quien no existe... Entonces amor no me llores no me llores amor no me llores. Ya no vale la pena.

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72 (Instalaciรณn: Doris Salcedo)


Informe de la poesía sobre los asesinatos en Colombia Llanura de Tuluá Al borde del camino, los dos cuerpos uno junto al otro, desde lejos parecen amarse. Un hombre y una muchacha, delgadas formas cálidas tendidas en la hierba devorándose. Estrechamente enlazando sus cinturas aquellos brazos jóvenes, se piensa: soñarán entregadas sus dos bocas, sus silencios, sus manos, sus miradas. Mas no hay beso, sino el viento, sino el aire seco del verano sin movimiento. Uno junto del otro están caídos, muertos, al borde del camino, los dos cuerpos. Debieron ser esbeltas sus dos sombras de languidez adorándose en la tarde. Y debieron ser terribles sus dos rostros frente a las amenazas y los relámpagos. Son cuerpos que son piedra, que son nada, son cuerpos de mentira, mutilados, de su suerte ignorantes, de su muerte, y ahora, ya de cerca contemplados, ocasión de voraces negras aves. Fernando Charry Lara

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¡Qué dicha vivir en este país tan bello! ¡Qué dicha vivir en este país tan bello donde la gente ama tanto los toros y la sangre en la arena! ¡Qué bella la sangre, tan roja! ¡Qué bueno vivir aquí donde los policías juegan a la ruleta rusa no apuntando el revólver hacia su propia cabeza sino hacia la cabeza de los adolescentes, donde los asesinos ríen al matar y acumulan cadáveres que tiñen los ríos de púrpura y nos cubren con un velo bermejo! ¡Qué hermoso país es éste con tantos matices del rojo, aunque la sangre con el tiempo se vuelva negra, y aunque nuestras fiestas delirantes de alegría las presida y clausure el esqueleto del capuchón y la guadaña! Nicolás Suescún

Alguien quiso hablarnos

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Alguien quiso hablarnos, decir cosas, poseer una voz, y ya no está. No es que se haya ido: es sólo que ya no está:


fueron por él una noche y ya no está. Quizá quiera hablarnos todavía, quizás aún tenga deseos. Ya no está. Pero algo se escucha todavía.

Gabriel Jaime Franco

Dónde su voz dónde su cuerpo dónde Dónde su voz dónde su cuerpo dónde Qué rostros deformados de odio le paralizaron de terror Y se lo llevaron Abolido su rostro confiscada su risa y su visión cercada por la sombra Dónde su voz dónde su cuerpo dónde Dónde la danza la alegría el sueño que lo guiaba Querrán comprar el olvido Con migajas del botín usurpado en las masacres Querrán borrar con la fuerza bruta del dinero La memoria del desaparecido Las pesadillas que no dejan dormir a sus verdugos Tienen su fuente en el horror que le infundieron Es irreparable el dolor infligido Dónde su voz dónde su cuerpo dónde Su voz resuena y se amplifica en este canto En este reclamo en esta invocación Su voz aquí ahora en la hora álgida en la hora tremebunda

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Su voz aquí en este instante de su sueño en movimiento Su voz ahora entre nosotros nos dice: “Aquí están mis palabras la huella de mis actos y mis sueños vivos en tus sueños en tus actos en tus pasos que avanzan hacia una nueva primavera” Jairo Guzmán (Obra: Beatriz González)

Negación de la historia - La historia negará a los poetas que mienten, me dijo en una encrucijada un hombre sin rostro, en un sueño. Me indicó el camino de la desolación, rumbo a Dite, ciudad del infierno, y me dirigí de nuevo a las calles del espanto. Sobre el suelo de arcilla no vi la huella impresa del cadáver del mundo: estaba la cabeza viva del desaparecido, del inocente muerto, empotrada en la arena, clamando al cielo de la conciencia por su justicia. 76

Y vi la mano enterrada a medias de quien ya no labraría la madera o los campos, un escalofrío me hizo comprender por qué el hielo del dolor se había abatido sobre el cuerpo mutilado, -multiplicado en mil pedazos por el espejo del mundo- que ya


no pertenecía a la ciudad que amaba, que el presente no era ya parte del futuro que habíamos soñado. Entre la dura grava y el pantano yacía ahora el asesinado cuerpo del porvenir. De nuevo el hombre sin rostro me habló: - Toma nota y emprende el sueño si te atreves, porque la vida que conocemos nos está diciendo a todos que si no enfrentamos a la muerte ya no tendremos mañana. Fernando Rendón

Informe sobre la desaparición del hombre Un día la sombrilla cósmica guarda nuestros pasos y bajo su sombra vuelven los vecinos a conversar. Entonces escuchamos la gaita, y la luz del sol regresa para besar en la alegría del fandango la frente de la calavera. Y otros días la vida rebrilla entre los dientes blancos de los perros de caza. Se levantan los muros y la especie humana se abre paso por las anchas avenidas, con la oscuridad en su frente y la muerte en el pecho. Para no dar paso se cierran sobre sí mismos, alineados, en escuadrones por las avenidas, alineados en escuadrones sobre las plazas en escuadrones sobre los campos de muerte. Si alguien pregunta por la vida, el odio se levanta contra su boca, y los escuadrones caen sobre su presa. Y esa vianda de moscas era quien llevaba una cesta de frutas para su casa y no llegó a su destino y ya nadie le volvió a ver jamás. El hombre desapareció entre los hombres, fue llevado lejos de su parentela, fue arrojado desde el gran puente. Álvaro Marín

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Te metieron en una bolsa negra y te llevaron al monte yo por entre los matorrales los seguí Los hombres decían chistes cavaban y reían Cuando las cosas empezaron a calmar fuimos al monte y te trajimos a la casa para que no te sintieras solo, hermano Ahora estás en el solar A tu lado sembramos un ciruelo, el que da las frutas que tanto te gustan y todos los días lo regamos con agua y con lágrimas. Horacio Benavides

Desaparecidos

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las tumbas, iguales en tamaño las piedras, alineadas, lisas, oscuras, qué tienen para decir las flores, igualdad, multitud, permanecer sin aliento, las tumbas, amontonados, o desaparecidos también, quedan pasos y soledad de personas y por días, hombres y mujeres vuelven a ellas, y se dejan sentir y hablan su mejor sonido a los muertos, qué pequeñas y olvidadizas y frágiles, las mínimas montañas de piedra, que quede alguien, que alguno siga confiado por su senda, si nadie sabe lo que viene al morir, pequeña memoria, señal, un mínimo vuelo, tenaz resistencia a perderse, estar solo no es estar muerto, estarse quieto no es desaparecer, habrán de hallarlo, los vivos buscan aún a sus muertos, éstos tropezarán por los mismos caminos, entre tanto las tumbas esperan. Carlos Vásquez


El Aro Rodaban por la montaña eran un solo río que atrás dejaba la carne flagelada de sus padres. Como un río eran una sola herida que vagaría por las ciudades hasta la época de la ceniza. Un río que florecía como un largo puñal eran. Traían en las manos amados afilados huesos armas o amuletos tallados con el brillo de los dientes por si la sombra los volvía a encontrar ahora huérfanos, curtidos. Camila Charry

Planicie La planicie ha creado el silencio de las herraduras y el cuerpo se evapora en vísceras de barro. No podrás caminar palpado lo inaprehensible de la sangre. No podrás caminar ni decir tu nombre cuando las moscas se han ido. Las cornisas arden con la levedad de una parcela

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en los dedos. Un nuevo cielo y las llamas bautizan las paredes. El cincel pernocta en el techo. La piel ha partido con el humo. Las ruinas despojan el enigma de nuestra casa.

Felipe López

Ese olor de árboles muertos

Ese olor de árboles muertos vino con la medianoche: eras tú y el anuncio de tu estancia en este lado del río. Eras tú y la noticia de la guerra, navegando un camposanto turbio y sin flores. Otros cuerpos llegaron a la enramada y todos se quedaron sin nombre. Decíamos, hombre de treinta y cuatro años –cuatro balas en el abdomen– saluda el sol con las manos. 80

Decíamos, una mano, sola la mano aguarda un dueño en esa piedra.


Rigor mortis: río Magdalena. Ese olor de árboles muertos vino con la medianoche: eras tú y la caída de tu infancia pidiéndonos flores. Pero aquí tampoco hay flores. Andrés Álvarez Arboleda

Dejen a las madres llorar a sus muertos Señores de la guerra magnates del dolor si quieren róbense las flores para que no adornemos las tumbas o graben con impuestos el sol para que los bebés no puedan bañarse con sus rayos pero por favor dejen a las madres llorar a sus muertos Cuando nuestros ojos estén secos y nuestros cuerpos sean hueso forrado con piel maullaremos para que sus oídos se conviertan en cajas de música y sus corazones revienten de júbilo pero por favor dejen a las madres llorar a sus muertos Desnudas nuestras almas orarán a las fábricas en sus chorros de humo se perderán los rayos de todas las tormentas aunque la lluvia no caiga y el ácido de su bilis nos queme el rostro y nos convirtamos en esqueletos deformados por el llanto

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por favor dejen a las madres llorar a sus muertos El dolor será la única pertenencia que no puedan quitarnos locos y borrachos danzaremos en sus bailes satánicos pero por favor dejen a las madres llorar a sus muertos Camilo Restrepo Monsalve

Cocuyo sin nombre A los innombrables, a los desaparecidos, a los fantasmas del ayer.

Un cocuyo entra por la grieta, visita la cama, las alpargatas y el armario. Las paredes de bahareque temen contar la historia. Una ruana desmembrada, al fondo, ya no viste con cuerpos y añora algo de calor. El cocuyo, intermitente, vuela por toda la alcoba. Su luz revela los vestigios de un abrazo, su oscuridad la sombra de un fusil. Tiembla. El cocuyo sale por la ventana y tu nombre, ausente, cada día pierde una vocal. Eran tan solo las cinco menos cuarto, cuando se detuvieron las manecillas, se escucharon dos ladridos metálicos y se desvaneció tu voz. Daniel Acevedo

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Herencia Grítales a los niños que junten la ceniza y la siembren. Giorgos Seferis

Nos fue devuelta la tierra que antes era de nuestros padres. Nos fue devuelta pedazo a pedazo. Toda sobre la frente que carga con el aullido de la muerte. Madre yace, suponemos, bajo la hierba que se seca entre el sol y la ira. Padre, según nos han dicho, padece aún la repartición de sus miembros y en las noches sin luna implora por encontrarse. Nos fue devuelta la tierra que antes era de nuestros padres. Intentaremos remover cada raíz que se ata al pasado. Después de recoger la nueva siembra, dejaremos los surcos abiertos. Nuestros pasos en los suyos, se encontrarán codiciando la sangre. Luis Arturo Restrepo

Útero caótico Intento la voz más sutil para no maltratar el espíritu aún menos los oídos de cera blanca Lo que hay en la garganta y quema es lo que nunca se ha dicho lo que no explota porque solo hay lugar para la angustia El mundo no permite el grito de los desesperados.

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El infierno es esta huella que espera todos los silencios para hacer su cuna Por el horizonte del abismo, el mástil de la horca lista En la maraña urbana, los estridentes pitos, las aceras de agua el éxtasis de la sombra herida En la lengua los gusanos que quieren devorar el todo Y quizá nadie haya escuchado los estragos de la sangre en un útero caótico Voz prolongada Voz de la quimera Voz del mundo subterráneo Eminente susurro de serpientes de cal Voz que no llega porque es vieja y deforme su imagen Voz deslizante, fantasma, escurridiza La palabra dirigida que apenas se desplaza por el cuerpo frío pero no tanto como para ser la muerte. Y quizá nadie haya escuchado los estragos de la sangre en un útero caótico Deambulo en una escena no resuelta mientras el sol ondea en una lengua-loza-tibia El miedo es la evocación sin futuro Los pedazos son esquirlas de sangre en el nudo del cabello El vientre reclama a los desaparecidos La palabra golpea el paladar La garganta se hace ceniza Las cuerdas vocales emiten un bramido agudo

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Y cuando por fin se ha dicho toda la verdad resulta que nadie ha estado para escucharla. Sore Snid Berrio


Ruego No salgas, los perros están sueltos. No salgas a la calle, no regresarás completo. Quédate en casa y conversemos en secreto. * No me esperes, la noche ha sido azarosa la borrasca fuerte. Mariposas negras revolotean sobre mi cabeza. No me esperes madre, no encuentro mis piernas. Hugo Mira González

Si te dicen que caí (… Son tan pocos mis recuerdos los días gratos tan pocos, todo tan poco para mi reducido sueño…) Pero el recuerdo de los días más bellos de mi vida danza ahora cerca de mi corazón como una gitana árabe junto al fuego -Un princesa gitana junto al fuego de la nochecuando sé la muerte respirando tras la puerta.

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Yo no supe burlar la asfixia de las cuerdas ominosas atadas a mi cuello -alguien puede acusarme de cobarde bajo el sol mas nada nuevo diría-; he bebido a fondo la angustia de este tiempo absurdo y apremiante, aniquilador y fatuo. cercano al abismo, hundido en él hasta los huesos, he jugado las mejores cartas y perdido siempre…, perdido siempre como fui. Si te dicen que caí no pronuncies mi nombre en los pasillos ninguna huella mía vivió más allá del paso dado. si te dicen que caí olvidarás mi lengua inútil, el fervor de mis manos una gitana, perdida en la memoria ya; vaticinó mi negro destino: avanzar, gritar entre la niebla, vislumbrar la trinchera lejana, para retroceder luego aterrorizado, herido. Edgar Trejos

(Obra: Fernando Botero)

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Tres cartas de familiares a ausentes Tuya es la muerte amor como es mío el dolor de no tenerte, como es mía la angustiosa tristeza de nunca más tener en mis manos las tuyas. Como la pasmosa agonía de sentir el aire y que tú no lo respires, de andar por las calles y que tu sombra no sea más que eso: una sombra que me sigue de cuando en cuando para recordarme que por ti cambié mi vida, que sin ti todo se deshizo, que tuve que cansarme de llorar, de embriagarme, de cantarle a mi soledad y recoger los pedazos minúsculos en que mi vida quedó, recoger las cenizas y de ellas hacer una nueva vida, en que tus poemas quemados en un arranque infructuoso de olvido se quedaron en mi memoria como un testamento silencioso de que un día me amaste, una nueva vida en la que me empeñé en olvidarte y las viejas canciones me hicieron entender que te quedarías en mí, que el luto de no tenerte se atenuaría, pero el amor que te profesé nunca había contemplado marcharse. Sofía, a su compañero guerrillero de las FARC, en Colombia, lanzado desde un helicóptero por las fuerzas militares. ***

Fueron años plagados de lagunas y borrones, en los que nadie tuvo la decencia, o la falta de ésta, de decirme la verdad. Por mucho tiempo actué como un experimento de Pavlov, esperando escuchar ese silbido característico que me hacía correr a la puerta cada vez que escuchaba algo similar, hasta que me di por vencida. Pero las noticias de ti siempre llegaban cuando me estaba acostumbrando a tu ausencia. Finalmente me di cuenta de que siempre me sería imposible entender el orden de tus prioridades cuando me aseguraste, sin ningún signo de duda, que volverías a hacer exactamente

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lo mismo si se presentara la oportunidad. Pero no estoy en lugar de pedirte que niegues tu naturaleza o cambies tus ambiciones. Laura Carta a su padre, defensor de presos políticos, quien estuvo detenido, acusado de falsos delitos, cuando ella era una niña.

*** Querida hermanita: Espero que te encuentres bien. He estado muy preocupada, desde que te fuiste no he tenido noticias tuyas. Entiendo que no es fácil comunicarnos, pero me gustaría saber cómo estás, cómo te tratan. Solo después de tu partida, comencé a comprender la magnitud de tu decisión; pero la respeto porque sé que lo que te movió a tomarla es el amor por este país y la convicción de que es el único camino para contribuir al cambio que se necesita. Pero es muy duro, porque pasan los días y pienso que quién sabe cuántas dificultades estás pasando, careciendo de cosas básicas, teniendo aquí una casa y una familia que te extraña. Me cuesta trabajo, con esta angustia que siento, no poder comentarlo con alguien, para desahogarme. ¡Cuídate! Escríbeme pronto, te quiero mucho. Ingrid Carta escrita a su hermana, quien se hizo miembro de un grupo insurgente.

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Cartas de infancia a niños desaparecidos

Querido Juan Manuel Velásquez Arenas, niño desaparecido el 23 de diciembre del 2013, Siempre te recordaré porque eras mi mejor amigo, eres la esperanza mía, eres un sol. Tu sonrisa me motivaba y cuando pienso en ti pienso en todos los momentos que pasamos juntos. El día que desapareciste fue un momento triste, eras el que me apoyaba y veía mis buenos y malos momentos. Tú eras tan aventurero que me ayudabas en las buenas y en las malas, pero cuando peleábamos me sentía también herida, pero nunca pude decirte perdón. Por esto te estoy haciendo esta carta de esperanza por tu aparición, por tu encuentro. Pero donde estés espero que la estés pasando bien. Stefhany Arcila García, 10 años ***

Querido Juan Manuel Velásquez Arenas, desaparecido el 22 de diciembre del 2002, Eres un niño especial, amable y cariñoso. Tu familia te quería. Aunque eres pequeño en el corazón de tus amigos serás grande. Espero que estés bien donde estés y te extrañamos. Vuelve. David Sisquiarco Hoyos, 10 años ***

Querida Angie Caterine Herrera Rojas, niña desaparecida Siempre te recordaré porque tu sonrisa es como las estrellas que brillan cada noche, porque tu piel es como las nubes azules de cada atardecer, porque tu pelo es rizado de color negro como las cartas, y tus labios porque son como las fresas dulces, sabrosas y hermosas. Maria José Morales Tabares, 10 años

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Querida Yennyfer Andrea Fonseca, niña desaparecida el 22 de octubre del 2013, Siempre te recordaré porque fuiste una persona honesta, sincera y leal. Por ese motivo no te voy a olvidar. Tengo esperanza de que volveré a verte algún día en cualquier momento. Eres muy especial, te quiero mucho. No te olvidaré, espero que estés bien dondequiera que estés. Stefany Chávez Villa, 10 años ***

Querida Yennyfer Andrea Fonseca, desaparecida el 13 de mayo del 2014, Siempre te recordaré porque te llevo en mi corazón. No te voy a olvidar nunca en mi vida. Nunca voy a olvidar los momentos felices que hemos pasado. Nunca te sacaré de mi mente y de mi corazón, tengo la esperanza que algún día te volveré a ver y nunca voy a perder la esperanza. Te quiero mucho, nunca te olvidaré. Muchas gracias por recibir mi carta, te queremos. Juliana Andrea Amaya Higuita, 10 años ***

Querida Lizeth, niña desaparecida el 14 de agosto del 2006, “Las personas sólo mueren cuando las olvidan” Te recordaré porque eras una niña especial en mi corazón. Te extraño demasiado, muchas gracias por la amistad que me diste tanto tiempo. Te extraño. Danna Sofía Hincapié Jaramillo, 10 años

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Querido Luis Miguel Rodríguez, niño desaparecido el 11 de diciembre de 2016,


Desde que te fuiste nada ha sido igual. Eras un gran amigo, gran futbolista y muchas cosas más. Me haces falta, a Noreña, a Mahecha y a mí. Yo anhelo que regreses muy pronto y quiero que me enseñes muchas cosas. No quiero esperar más. Ya han pasado 5 meses desde que te desapareciste. Te quiero mucho, regresa pronto. Siempre te recordaré porque te quiero amigo. María José Monsalve Arboleda, 10 años ***

Querido Andrés, niño desaparecido el 28 de julio del año 2006, Andrés es y fue un gran compañero de mi infancia. Con él compartí grandes momentos de mi vida, desapareció el 28 de julio del año 2006. Espero que él siempre quede en nuestras mentes. Que en paz descanse. Mateo Montaña Restrepo, 10 años ***

Querido Oscar López Ramírez, desaparecido el 18 de noviembre, Siempre te recordaré porque pasamos muchos momentos juntos y todavía estás en mi corazón y en el de tu familia y todos los conocidos. Algún día quiero que vuelvas para no tener más rencor. Y el que te hizo algo o el que te hizo ir ojalá que lo cojan. Juan Manuel Gallo López, 10 años ***

Querida Yennyfer Andrea Fonseca, niña desaparecida el 10 de mayo del 2010, Yennyfer era una niña muy apasionada, tenía una familia muy especial. Yennifer un día estaba con la familia en un

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paseo por el parque. De pronto Yennifer se había perdido. La familia estaba preocupada, llamaron a la policía, la mamá y el papá lloraban preocupados. Yennifer estaba triste. Yennifer desapareció. Te deseo lo mejor para que vuelvas a estar con tu familia. Maria Alejandra Oliveros Pineda, 10 años ***

Querida Yennifer Andrea Fonseca, niña desaparecida el 4 de abril del 2004. Siempre te recordaré porque fuiste una increíble amiga, siempre estabas cuando más te necesitaba pero menos te merecía, no sé cómo desapareciste ni sé cómo regresarás, sólo que mientras no estés te extrañaré, ya nada será igual sin ti, llevo esperando 12 años y 5 meses, pero tranquila te esperaré lo que tenga que esperar. Te quiere tu amiga Isabela. Isabela Noreña Gómez, 9 años ***

Querido Carlos Fernando Barriga Niño, niño desaparecido el 11 de marzo del 2013. Siempre te recordaré porque tu familia te extraña y te quiere mucho en sus corazones, aunque no estés con ellos. Siempre te extrañarán y te recordarán mucho. Aunque no te conocí eres y serás mi mejor amigo por siempre y para siempre. Espero que regreses, que vuelvas a aparecer para pasar tiempo con tu familia, con tus amigos y hasta con tu mascota si tenías. Marlon Geovanny Arciniegas Salcedo, 10 años ***

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Querida Manuela, niña desaparecida el 9 de mayo del 2008 Siempre te recordaré porque yo siempre confié en ti y tú en mí, me ayudabas en las buenas y en las malas, tú eras mi amiga de la infancia, no había nadie igual a ti, tú eres especial


y espero que vuelvas conmigo y nos volvamos a divertir como antes. Te quiero, con amor: Maria Camila Palacio Restrepo, 10 años ***

Querida Manuela, niña desaparecida el 14 de mayo del 2015, día de la madre Siempre te recordaremos porque nunca fuiste invisible, eres muy especial para mí y para toda tu familia. Nunca pero nunca te olvidaré, te extraño. Posdata: desde ese día te estoy buscando y nunca pierdo la esperanza ni la perderé. Valentina Usuga Carvajal, 10 años ***

Querida Manuela, desaparecida el 03 de diciembre, Siempre te recordaré porque nunca me faltó tu compañía y cada vez que me divertía eras tú la que me hacía reír, peleábamos y nos reconciliábamos porque nuestra amistad nunca se acababa. Te quiero. Manu nunca te olvidaré. Maria Isabel Carmona Montoya, 9 años ***

Querido Óscar López Ramírez, desaparecido en octubre del 2010, Siempre te recordaré porque algunas personas dicen que la gente muere al ser olvidada, por eso yo no te he olvidado, por lo tanto sigues aquí con nosotros. Siempre te recordaré por los tiempos de infancia. De tu mejor amigo aunque no te volví a ver desde el 2010 en octubre. Esto no es un adiós, es un hasta luego. Miguel Ángel Montoya Zapata, 11 años

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Querido Juan Manuel Velásquez Arenas, desaparecido el 23 de diciembre del 2007, Siempre te recordaremos, siempre te esperaremos, siempre te buscaremos porque nunca vamos a perder la esperanza de que vuelvas. Espero que donde estés, estés bien. Quédate tranquilo no perderemos la esperanza y si estás muerto quédate tranquilo también. Te quiero mucho. Juan Manuel Henao Sosa, 10 años ***

A Carlos Fernando Barriga Niño, Querido Carlos tus ojos son el fuego, tu nariz es una cascada, tu boca son animales dormidos y lamento que hayas desaparecido. En el corazón de tu familia te extrañarán, igual la naturaleza que todos comenzamos en una rosa. Marlon Geovanny Arciniegas Salcedo, 10 años ***

A Angie Caterine Herrera Rojas, Angie extraño tus ojos grandes que cada vez que me miraban había un brillo que me hipnotizaba, esa sonrisa que me enamoraba, ese pelo que con el viento me empujaba. Todavía tengo esperanza de volver a verte. Angie Caterine vive en paz en donde quiera que estés. Valentina Úsuga Carvajal, 10 años ***

A Steven Gama Garay, Tus ojos son como una flor, tu sonrisa como un arcoíris, tu voz como la de un pajarito y con tus brazos puedes volar. 94

Mateo Yepes Chica, 10 años ***


A Esteban Barreto Tautiva, Eres el mar en el cielo, eres un confidente, el amor, todas tus emociones eso eres, eres el corazón que palpita en todos. Juan José Benítez Lopera, 9 años ***

A Elkin Alejandro Fonseca, Es un niño de luz, cuando sonríe se ilumina toda la noche, sus ojos son las perlas más lindas del mundo. Jose David Hincapié Molina, 11 años ***

A Luis Miguel Rodríguez, El color del mar es el color de tus ojos, el sol es el color de tu cabello. Vuelve pronto. Gracias. Luis Miguel Mahecha, 12 años ***

A Yénnyfer Andrea Fonseca, desaparecida el 4 septiembre de 1997 Tus ojos son como un cielo, tu boca es como una montaña. Juliana Andrea Amaya Higuita, 10 años ***

A María Elizabeth Salazar Gómez, Su pelo es como el mar húmedo y hermoso, sus pestañas son como una escalera, su nariz es como un tobogán de felicidad,

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sus labios son como jazmín, su rostro es de ángel. Heidy Lorena Rivas Buenaños, 12 años ***

A Lizeth, Tu familia te extraña Tus ojos son como el cielo. Tu boca como el fuego. Todo tu cuerpo como el mar. Y solo te digo: “Con todo esto eres especial” Danna Sofía Hincapié Jaramillo, 10 años ***

A Carlos Fernando Barriga Niño, Tiene los ojos como una laguna, sus labios como una rosa y su cabello donde se duermen las mariposas. Juan Manuel Gallo López, 10 años ***

A Yénnyfer Andrea Fonseca, La vida de Yennyfer Andrea fue un largo viaje hacia la luna que llega hacia tus ojos que son dos soles que sus rayos son sus pestañas y llega a su alma que es el fin. Rebeca Molina Pabón, 10 años ***

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A Yénnyfer Andrea Fonseca, Eres como una cascada que cae suavemente al vacío. Esa cascada es como una gota de agua para un gigante.


Ese gigante es como un juguete para una niña. Y esa niña eres tú que juega con su juguete hasta el fin de los tiempos. Isabela Noreña Gómez, 9 años ***

A Manuela, Ella es más hermosa que una mariposa, sus ojos son como dos lunas brillantes que al verlas te llenas de alegría, sus labios son tan rojos como miles de rubíes, ella es todo un ángel. Espero que regreses. Maria Camila Palacio Restrepo, 10 años ***

A Manuela, Era una virtud que llegaba a los corazones de cada uno de nosotros. Era una estrella que brillaba cada noche. Cada día ponía la felicidad y un día puso su fin en una nube de lluvia. Sara Janie Mosquera Hidalgo, 11 años ***

A Ana María, Tu cabello es como los rayos del sol, tus ojos son como la luna resplandeciente, tu sonrisa es lo más parecido al mar y sus olas, los colores de tu ropa parecen la mariposa más hermosa y colorida de todo. Y por eso eres tan especial. Ana Sofía Castañeda Restrepo, 10 años

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Prólogo del informe Nunca Más, sobre los desaparecidos por la dictadura argentina El destacado escritor argentino Ernesto Sábato jugó un papel central en su país, como prologuista al informe de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), luego conocido como NUNCA MÁS, que incluimos en esta edición.

Ernesto Sábato

Durante la década del 70 la Argentina fue convulsionada por un terror que provenía tanto desde la extrema derecha como de la extrema izquierda, fenómeno que ha ocurrido en muchos otros países. Así aconteció en Italia, que durante largos años debió sufrir la despiadada acción de las formaciones fascistas, de las Brigadas Rojas y de grupos similares. Pero esa nación no abandonó en ningún momento los principios del derecho para combatirlo, y lo hizo con absoluta eficacia, mediante los tribunales ordinarios, ofreciendo a los acusados todas las garantías de la defensa en juicio; y en ocasión del secuestro de Aldo Moro, cuando un miembro de los servicios de seguridad le propuso al General Della Chiesa torturar a un detenido que parecía saber mucho, le respondió con palabras memorables: «Italia puede permitirse perder a Aldo Moro. No, en cambio, implantar la tortura». No fue de esta manera en nuestro país: a los delitos de los terroristas, las Fuerzas Armadas respondieron con un terrorismo infinitamente peor que el combatido, porque desde el 24 de marzo de 1976 contaron con el poderío y la impunidad del Estado absoluto, secuestrando, torturando y asesinando a miles de seres humanos.

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Nuestra Comisión no fue instituida para juzgar, pues para eso están los jueces constitucionales, sino para indagar la suerte de los desaparecidos en el curso de estos años aciagos de la vida nacional. Pero, después de haber recibido varios miles de declaraciones y testimonios, de haber verificado o determinado la existencia de cientos de lugares clandestinos


de detención y de acumular más de cincuenta mil páginas documentales, tenemos la certidumbre de que la dictadura militar produjo la más grande tragedia de nuestra historia, y la más salvaje. Y, si bien debemos esperar de la justicia la palabra definitiva, no podemos callar ante lo que hemos oído, leído y registrado; todo lo cual va mucho más allá de lo que pueda considerarse como delictivo para alcanzar la tenebrosa categoría de los crímenes de lesa humanidad. Con la técnica de la desaparición y sus consecuencias, todos los principios éticos que las grandes religiones y las más elevadas filosofías erigieron a lo largo de milenios de sufrimientos y calamidades fueron pisoteados y bárbaramente desconocidos. Son muchísimos los pronunciamientos sobre los sagrados derechos de la persona a través de la historia y, en nuestro tiempo, desde los que consagró la Revolución Francesa hasta los estipulados en las Cartas Universales de Derechos Humanos y en las grandes encíclicas de este siglo. Todas las naciones civilizadas, incluyendo la nuestra propia, estatuyeron en sus constituciones garantías que jamás pueden suspenderse, ni aun en los más catastróficos estados de emergencia: el derecho a la vida, el derecho a la integridad personal, el derecho a proceso; el derecho a no sufrir condiciones inhumanas de detención, negación de la justicia o ejecución sumaria. De la enorme documentación recogida por nosotros se infiere que los derechos humanos fueron violados en forma orgánica y estatal por la represión de las Fuerzas Armadas. Y no violados de manera esporádica sino sistemática, de manera siempre la misma, con similares secuestros e idénticos tormentos en toda la extensión del territorio. ¿Cómo no atribuirlo a una metodología del terror planificada por los altos mandos? ¿Cómo podrían haber sido cometidos por perversos que actuaban por su sola cuenta bajo un régimen rigurosamente militar, con todos los poderes y medios de información que esto supone? ¿Cómo puede hablarse de «excesos individuales»? De nuestra información surge que esta tecnología del infierno fue llevada a cabo por sádicos pero regimentados ejecutores. Si nuestras inferencias no bastaran, ahí están las palabras de despedida pronunciadas en la Junta Interamericana de Defensa por el jefe de la delegación argentina, General Santiago Omar Riveros, el 24 de enero de 1980: «Hicimos la guerra con la doctrina en la mano, con las órdenes escritas de los

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Comandos Superiores». Así, cuando ante el clamor universal por los horrores perpetrados, miembros de la Junta Militar deploraban los «excesos de la represión, inevitables en una guerra sucia», revelaban una hipócrita tentativa de descargar sobre subalternos independientes los espantos planificados. Los operativos de secuestro manifestaban la precisa organización, a veces en los lugares de trabajo de los señalados, otras en plena calle y a la luz del día, mediante procedimientos ostensibles de las fuerzas de seguridad que ordenaban «zona libre» a las comisarías correspondientes. Cuando la víctima era buscada de noche en su propia casa, comandos armados rodeaban la manzanas y entraban por la fuerza, aterrorizaban a padres y niños, a menudo amordazándolos y obligándolos a presenciar los hechos, se apoderaban de la persona buscada, la golpeaban brutalmente, la encapuchaban y finalmente la arrastraban a los autos o camiones, mientras el resto de comando casi siempre destruía o robaba lo que era transportable. De ahí se partía hacia el antro en cuya puerta podía haber inscriptas las mismas palabras que Dante leyó en los portales del infierno: «Abandonad toda esperanza, los que entrais». De este modo, en nombre de la seguridad nacional, miles y miles de seres humanos, generalmente jóvenes y hasta adolescentes, pasaron a integrar una categoría tétrica y fantasmal: la de los Desaparecidos. Palabra - ¡triste privilegio argentino! - que hoy se escribe en castellano en toda la prensa del mundo.

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Arrebatados por la fuerza, dejaron de tener presencia civil. ¿Quiénes exactamente los habían secuestrado? ¿Por qué? ¿Dónde estaban? No se tenía respuesta precisa a estos interrogantes: las autoridades no habían oído hablar de ellos, las cárceles no los tenían en sus celdas, la justicia los desconocía y los habeas corpus sólo tenían por contestación el silencio. En torno de ellos crecía un ominoso silencio. Nunca un secuestrador arrestado, jamás un lugar de detención clandestino individualizado, nunca la noticia de una sanción a los culpables de los delitos. Así transcurrían días, semanas, meses, años de incertidumbres y dolor de padres, madres e hijos, todos pendientes de rumores, debatiéndose entre desesperadas expectativas, de gestiones innumerables e


inútiles, de ruegos a influyentes, a oficiales de alguna fuerza armada que alguien les recomendaba, a obispos y capellanes, a comisarios. La respuesta era siempre negativa. En cuanto a la sociedad, iba arraigándose la idea de la desprotección, el oscuro temor de que cualquiera, por inocente que fuese, pudiese caer en aquella infinita caza de brujas, apoderándose de unos el miedo sobrecogedor y de otros una tendencia consciente o inconsciente a justificar el horror: «Por algo será», se murmuraba en voz baja, como queriendo así propiciar a los terribles e inescrutables dioses, mirando como apestados a los hijos o padres del desaparecido. Sentimientos sin embargo vacilantes, porque se sabía de tantos que habían sido tragados por aquel abismo sin fondo sin ser culpable de nada; porque la lucha contra los «subversivos», con la tendencia que tiene toda caza de brujas o de endemoniados, se había convertido en una represión demencialmente generalizada, porque el epiteto de subversivo tenía un alcance tan vasto como imprevisible. En el delirio semántico, encabezado por calificaciones como «marxismo-leninismo», «apátridas» , «materialistas y ateos» , «enemigos de los valores occidentales y cristianos» , todo era posible: desde gente que propiciaba una revolución social hasta adolescentes sensibles que iban a villas-miseria para ayudar a sus moradores. Todos caían en la redada: dirigentes sindicales que luchaban por una simple mejora de salarios, muchachos que habían sido miembros de un centro estudiantil, periodistas que no eran adictos a la dictadura, psicólogos y sociólogos por pertenecer a profesiones sospechosas, jóvenes pacifistas, monjas y sacerdotes que habían llevado las enseñanzas de Cristo a barriadas miserables. Y amigos de cualquiera de ellos, y amigos de esos amigos, gente que había sido denunciada por venganza personal y por secuestrados bajo tortura. Todos, en su mayoría inocentes de terrorismo o siquiera de pertenecer a los cuadros combatientes de la guerrilla, porque éstos presentaban batalla y morían en el enfrentamiento o se suicidaban antes de entregarse, y pocos llegaban vivos a manos de los represores. Desde el momento del secuestro, la víctima perdía todos los derechos; privada de toda comunicación con el mundo exterior, confinada en lugares desconocidos, sometida a suplicios infernales, ignorante de su destino mediato o

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inmediato, susceptible de ser arrojada al río o al mar, con bloques de cemento en sus pies, o reducida a cenizas; seres que sin embargo no eran cosas, sino que conservaban atributos de la criatura humana: la sensibilidad para el tormento, la memoria de su madre o de su hijo o de su mujer, la infinita verguenza por la violación en público; seres no sólo poseídos por esa infinita angustia y ese supremo pavor, sino, y quizás por eso mismo, guardando en algún rincón de su alma alguna descabellada esperanza. De estos desamparados, muchos de ellos apenas adolescentes, de estos abandonados por el mundo hemos podido constatar cerca de nueve mil. Pero tenemos todas las razones para suponer una cifra más alta, porque muchas familias vacilaron en denunciar los secuestros por temor a represalias. Y aun vacilan, por temor a un resurgimiento de estas fuerzas del mal. Con tristeza, con dolor hemos cumplido la misión que nos encomendó en su momento el Presidente Constitucional de la República. Esa labor fue muy ardua, porque debimos recomponer un tenebroso rompecabezas, después de muchos años de producidos los hechos, cuando se han borrado liberadamente todos los rastros, se ha quemado toda documentación y hasta se han demolido edificios. Hemos tenido que basarnos, pues, en las denuncias de los familiares, en las declaraciones de aquellos que pudieron salir del infierno y aun en los testimonios de represores que por oscuras motivaciones se acercaron a nosotros para decir lo que sabían.

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En el curso de nuestras indagaciones fuimos insultados y amenazados por los que cometieron los crímenes, quienes lejos de arrepentirse, vuelven a repetir las consabidas razones de «la guerra sucia», de la salvación de la patria y de sus valores occidentales y cristianos, valores que precisamente fueron arrastrados por ellos entre los muros sangrientos de los antros de represión. Y nos acusan de no propiciar la reconciliación nacional, de activar los odios y resentimientos, de impedir el olvido. Pero no es así: no estamos movidos por el resentimiento ni por el espíritu de venganza; sólo pedimos la verdad y la justicia, tal como por otra parte las han pedido las iglesias de distintas confesiones, entendiendo que no podrá


haber reconciliación sino después del arrepentimiento de los culpables y de una justicia que se fundamente en la verdad. Porque, si no, debería echarse por tierra la trascendente misión que el poder judicial tiene en toda comunidad civilizada. Verdad y justicia, por otra parte, que permitirán vivir con honor a los hombres de las fuerzas armadas que son inocentes y que, de no procederse así, correrían el riesgo de ser ensuciados por una incriminación global e injusta. Verdad y justicia que permitirán a esas fuerzas considerarse como auténticas herederas de aquellos ejércitos que, con tanta heroicidad como pobreza, llevaron la libertad a medio continente. Se nos ha acusado, en fin, de denunciar sólo una parte de los hechos sangrientos que sufrió nuestra nación en los últimos tiempos, silenciando los que cometió el terrorismo que precedió a marzo de 1976, y hasta, de alguna manera, hacer de ellos una tortuosa exaltación. Por el contrario, nuestra Comisión ha repudiado siempre aquel terror, y lo repetimos una vez más en estas mismas páginas. Nuestra misión no era la de investigar sus crímenes sino estrictamente la suerte corrida por los desaparecidos, cualesquiera que fueran, proviniesen de uno o de otro lado de la violencia. Los familiares de las víctimas del terrorismo anterior no lo hicieron, seguramente, porque ese terror produjo muertes, no desaparecidos. Por lo demás el pueblo argentino ha podido escuchar y ver cantidad de programas televisivos, y leer infinidad de artículos en diarios y revistas, además de un libro entero publicado por el gobierno militar, que enumeraron, describieron y condenaron minuciosamente los hechos de aquel terrorismo. Las grandes calamidades son siempre aleccionadoras, y sin duda el más terrible drama que en toda su historia sufrió la Nación durante el periodo que duró la dictadura militar iniciada en marzo de 1976 servirá para hacernos comprender que únicamente la democracia es capaz de preservar a un pueblo de semejante horror, que sólo ella puede mantener y salvar los sagrados y esenciales derechos de la criatura humana. Únicamente así podremos estar seguros de que NUNCA MÁS en nuestra patria se repetirán hechos que nos han hecho trágicamente famosos en el mundo civilizado.

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Negación del olvido Julio Cortázar

Pienso que todos los aquí reunidos coincidirán conmigo en que cada vez que a través de testimonios personales o de documentos tomamos contacto con la cuestión de los desaparecidos en la Argentina o en otros países sudamericanos, el sentimiento que se manifiesta casi de inmediato es el de lo diabólico. Desde luego, vivimos en una época en la que referirse al diablo parece cada vez más ingenuo o más tonto; y sin embargo es imposible enfrentar el hecho de las desapariciones sin que algo en nosotros sienta la presencia de un elemento infrahumano, de una fuerza que parece venir de las profundidades, de esos abismos donde inevitablemente la imaginación termina por situar a todos aquellos que han desaparecido. Si las cosas parecen relativamente explicables en la superficie -los propósitos, los métodos y las consecuencias de las desapariciones-, queda sin embargo un trasfondo irreductible a toda razón, a toda justificación humana; y es entonces que el sentimiento de lo diabólico se abre paso como si por un momento hubiéramos vuelto a las vivencias medievales del bien y del mal, como si a pesar de todas nuestras defensas intelectuales lo demoníaco estuviera una vez más ahí diciéndonos: “¿Ves? Existo: Ahí tienes la prueba”.

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Pero lo diabólico, por desgracia, es en este caso humano, demasiado humano; quienes han orquestado una técnica para aplicarla mucho más allá de casos aislados y convertirla en una práctica de cuya multiplicación sistemática han dado idea las cifras publicadas a raíz de la reciente encuesta de la OEA, saben perfectamente que ese procedimiento tiene para ellos una doble ventaja: la de eliminar a un adversario real o potencial (sin hablar de los que no lo son pero que caen en la trampa por juegos del azar, de la brutalidad o del sadismo), y a la vez injertar, mediante la más monstruosa de las cirugías, la doble presencia del miedo y de la esperanza en aquellos a quienes les toca vivir la desaparición de seres queridos. Por un lado se suprime a un antagonista virtual o real; por


el otro se crean las condiciones para que los parientes o amigos de las víctimas se vean obligados en muchos casos a guardar silencio como única posibilidad de salvaguardar la vida de aquellos que su corazón se niega a admitir como muertos. Si basándose en una estimación que parece estar muy por debajo de la realidad, se habla de ocho o diez mil desaparecidos en la Argentina, es fácil imaginar el número de quienes conservan todavía la esperanza de volver a verlos con vida. La extorsión moral que ello significa para estos últimos, extorsión muchas veces acompañada de la estafa lisa y llana que consiste en prometer averiguaciones positivas a cambio de dinero, es la prolongación abominable de ese estado de cosas donde nada tiene definición, donde promesas y medias palabras multiplican al infinito un panorama cotidiano lleno de siluetas crepusculares que nadie tiene la fuerza de sepultar definitivamente. Muchos de nosotros poseemos testimonios insoportables de este estado de cosas, que puede llegar incluso al nivel de los mensajes indirectos, de las llamadas telefónicas en las que se cree reconocer una voz querida que sólo pronuncia unas pocas frases para asegurar que todavía está de este lado, mientras quienes escuchan tienen que callar las preguntas más elementales por temor de que se vuelvan inmediatamente en contra del supuesto prisionero. Un diálogo real o fraguado entre el infierno y la tierra es el único alimento de esa esperanza que no quiere admitir lo que tantas evidencias negativas le están dando desde hace meses, desde hace años. Y si toda muerte humana entraña una ausencia irrevocable, ¿qué decir de esta ausencia que se sigue dando como presencia abstracta, como la obstinada negación de la ausencia final? Ese círculo faltaba en el infierno dantesco, y los supuestos gobernantes de mi país, entre otros, se han encargado de la siniestra tarea de crearlo y de poblarlo. De esa población fantasmal, a la vez tan próxima y tan lejana, se trata en esta reunión. Por encima y por debajo de las consideraciones jurídicas, los análisis y las búsquedas normativas en el terreno del derecho interno e internacional, es de ese pueblo de las sombras que estamos hablando. En esta hora de estudio y de reflexión, destinada a crear instrumentos más eficaces en defensa de las libertades y los derechos pisoteados por las dictaduras, la presencia invisible de miles y miles de desaparecidos antecede y rebasa y continúa todo el trabajo intelectual que podamos cumplir en estas jornadas.

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Aquí, en esta sala donde ellos no están, donde se los evoca como una razón de trabajo, aquí hay que sentirlos presentes y próximos, sentados entre nosotros, mirándonos, hablándonos. El hecho mismo de que entre los participantes y el público haya tantos parientes y amigos de desaparecidos vuelve todavía más perceptible esa innumerable muchedumbre congregada en un silencioso testimonio, en una implacable acusación. Pero también están las voces vivas de los sobrevivientes y de los testigos, y todos los que hayan leído informes como el de la Comisión de Derechos Humanos de la OEA guardan en su memoria, impresos con letras de fuego, los casos presentados como típicos, las muestras aisladas de un exterminio que ni siquiera se atreve a decir su nombre y que abarca a miles y miles de casos no tan bien documentados pero igualmente monstruosos. Así, mirando tan sólo hechos aislados, ¿quién podría olvidar la desaparición de la pequeña Clara Anahí Mariani, entre la de tantos otros niños y adolescentes que vivían fuera de la historia y de la política, sin la menor responsabilidad frente a los que ahora pretenden razones de orden y de soberanía nacional para justificar sus crímenes? ¿Quién olvida el destino de Silvia Corazza de Sánchez, la joven obrera cuya niña nació en la cárcel, y a la que llevaron meses después para que entregara la criatura a su abuela antes de hacerla desaparecer definitivamente? ¿Quién olvida el alucinante testimonio sobre el campo militar “La Perla” escrito por una sobreviviente, Graciela Susana Geuna, y publicado por la Comisión Argentina de Derechos Humanos? Cito nombres al azar del recuerdo, imágenes aisladas de unas pocas lápidas en un interminable cementerio de sepultados en vida. Pero cada nombre vale por cien, por mil casos parecidos, que sólo se diferencian por los grados de la crueldad, del sadismo, de esa monstruosa voluntad de exterminación que ya nada tiene que ver con la lucha abierta y sí en cambio con el aprovechamiento de la fuerza bruta, del anonimato y de las peores tendencias humanas convertidas en el placer de la tortura y de la vejación a seres indefensos. Si de algo siento vergüenza frente a este fratricidio que se cumple en el más profundo secreto para poder negarlo después cínicamente, es que sus responsables y ejecutores son argentinos o uruguayos o chilenos, son los mismos que antes y después de cumplir su sucio trabajo salen a la superficie y se sientan en los mismos cafés, en los mismos cines donde se reúnen aquellos que hoy o mañana pueden ser sus víctimas. Lo digo sin ánimo de


paradoja: más felices son aquellos pueblos que pudieron o pueden luchar contra el terror de una ocupación extranjera. Más felices, sí, porque al menos sus verdugos vienen de otro lado, hablan otro idioma, responden a otras maneras de ser. Cuando la desaparición y la tortura son manipuladas por quienes hablan como nosotros, tienen nuestros mismos nombres y nuestras mismas escuelas, comparten costumbres y gestos, provienen del mismo suelo y de la misma historia, el abismo que se abre en nuestra conciencia y en nuestro corazón es infinitamente más hondo que cualquier palabra que pretendiera describirlo. Pero precisamente por eso, porque en este momento tocamos fondo como jamás lo tocó nuestra historia, llena sin embargo de etapas sombrías, precisamente por eso hay que asumir de frente y sin tapujos esa realidad que muchos pretenden dar ya por terminada. Hay que mantener en un obstinado presente, con toda su sangre y su ignominia, algo que ya se está queriendo hacer entrar en el cómodo país del olvido; hay que seguir considerando como vivos a los que acaso ya no lo están pero que tenemos la obligación de reclamar, uno por uno, hasta que la respuesta muestre finalmente la verdad que hoy se pretende escamotear. Por eso este coloquio y todo lo que podamos hacer en el plano nacional e internacional, tiene un sentido que va mucho más allá de su finalidad inmediata; el ejemplo admirable de las Madres de Plaza de Mayo está ahí como algo que se llama dignidad, se llama libertad, y sobre todo se llama futuro. París, Enero de 1981

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Poemas de poetas desaparecidos por la dictadura militar argentina

La paciencia Cuando el amor se convierte en una cárcel, los carceleros están en todas partes, los sentimientos están confundidos, la esquizofrenia genera desquicio; en el oficio, en el ocio y en el negocio. Los vicios se inyectan en el odio que nos dio Dios en este mundo perverso de lo micro a lo macro hasta el universo; el odio que tengo lo expulso de mi cerebro, cuando el amor solo te engaña, cuando te daña y te enreda en su telaraña. El mañana no se sabe si va a salir el sol, va a estar nublado o con chaparrón, tornados, vientos huracanados; hasta se puede morir, calcinado por amor… En este mal de amor, no sé qué camino optar; si odiar también me encarcela, como quien cela. Y si no pregúntale a Marcela, que se olvidó en un cajón de roble de madera… ¡Quién era! En esta era cualquiera, mera coincidencia, la paciencia. 110 Santiago Maldonado, recientemente desaparecido.


Poemas de Francisco Paco Urondo

El ocaso de los dioses No hay nadie en la calle, en los ruidos húmedos, en el vuelo de las hojas y mis pasos quieren reiniciar las maderas de la adolescencia. Pero todo está abandonado, no hay nada que pueda favorecernos; ningún aire de inconsciencia, ningún reino de libertad. Sólo hábitos tolerantes haciendo crujir nuestra memoria. “Ha estado bien”, decimos. Dueños del incendio, de la bondad del crepúsculo, de nuestro hacer, de nuestra música, del único amor incoherente; soberanos de esa calle donde los tactos y la impresión hicieron su universo. Las sombras acarician aún sus veredas, tu mismo nombre y tu gesto son una forma nocturna que en esa constelación crece y sabe enrostrar nuestra culpa. Y todo termina con una esperanza, con una dilación –”ha estado bien”–, o en un bostezo, o en otro lugar donde es menester el coraje.

La verdad es la única realidad Del otro lado de la reja está la realidad, de este lado de la reja también está la realidad; la única irreal es la reja; la libertad es real aunque no se sabe bien si pertenece al mundo de los vivos, al mundo de los muertos, al mundo de las fantasías o al mundo de la vigilia, al de la

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explotación o de la producción. Los sueños, sueños son; los recuerdos, aquel cuerpo, ese vaso de vino, el amor y las flaquezas del amor, por supuesto, forman parte de la realidad; un disparo en la noche, en la frente de estos hermanos, de estos hijos, aquellos gritos irreales de dolor real de los torturados en el angelus eterno y siniestro en una brigada de policía cualquiera son parte de la memoria, no suponen necesariamente el presente, pero pertenecen a la realidad. La única aparente es la reja cuadriculando el cielo, el canto perdido de un preso, ladrón o combatiente, la voz fusilada, resucitada al tercer día en un vuelo inmenso cubriendo la Patagonia porque las masacres, las redenciones, pertenecen a la realidad, como la esperanza rescatada de la pólvora, de la inocencia estival: son la realidad, como el coraje y la convalecencia del miedo, ese aire que se resiste a volver después del peligro como los designios de todo un pueblo que marcha hacia la victoria o hacia la muerte, que tropieza, que aprende a defenderse, a rescatar lo suyo, su realidad. Aunque parezca a veces una mentira, la única mentira no es siquiera la traición, es simplemente una reja que no pertenece a la realidad. (Cárcel de Villa Devoto, abril de 1973)

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Una vez más En primer lugar, no se desespere y en caso de zafarrancho no siga las reglas que el huracán querrá imponerle. Refúgiese en la casa y asegure los postigos una vez que todos los suyos estén a salvo. Comparta el mate y la charla con los compañeros, los besos furtivos y las noches clandestinas, con quien le asegure ternura. No deje que la estupidez se imponga. Defiéndase. A la estética, ética. Esté siempre atento. No les bastará empobrecerlo y lo querrán someter con su propia tristeza. Ríase estentóreamente. Mófese: la derecha está mal cogida. Será imprescindible cenar juntos cada día hasta que la tormenta pase. Son cosas simples, sencillas, pero no por ello, menos eficaces. Diga hacia el costado buen día, por favor y gracias. Y la concha de tu madre cuando lo soliciten desde arriba. Tírele con lo que tenga, pero nunca solo. Ellos saben cómo emboscarlo en la desprevenida soledad de una tarde. Recuerde que los artistas serán siempre nuestros. Y el olvido será feroz con la comparsa de impostores que los acompaña. Todo va a estar bien si me hace caso. Sobreviviremos nuevamente, estamos curtidos. Cuidemos a los pibes que querrán podarlos. Solo es menester bien pertrecharse y no escatimarnos amabilidades. Deberemos dejar a mano los poemas indispensables, el vino tinto y la guitarra. Sonreírles a nuestros viejos como vacuna contra la angustia diaria. Ser piadosos con los amigos. No confundir a los ingenuos con los traidores. Y aún con estos, tener el perdón fácil para cuando vuelvan con las ilusiones forreadas.

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Aquí nadie sobra. Y eso sí, ser perseverantes y tenaces, escribir religiosamente todos los días, todas las tardes, todas las noches. Aún sostenidos en terquedades si la fe se desmorona. En eso, no habrá tregua para nadie. La poesía les duele a estos hijos de puta.

Francisco Urondo. Poeta, escritor y periodista, detenido y desaparecido en 1976. Fue asesinado en Mendoza.

(Obra: Diego Arango)

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Poemas de Roberto Santoro Escucha, hombre Ven con tu carne de pan Perdura tu incendio hacia la vida Porque te van a acusar con llagas y se van a reír Y se van a reír Y te van a robar la sangre Y ahora esto No escuches sino al que trae el corazón abierto La verdad en los labios La justicia Quiero que seas un poeta

Canto a la esperanza Andaba yo desnudo de mí perdido en la lluvia del olvido, de barco navegando por las plazas, dormido el pecho, su gorrión descalzo y tuve que llevarte a la palabra, ponerte en posición de vuelo, a veces de bufanda rueda azul andaba te seguía mi muerte con su forma de guitarra y tuve que ponerla en la memoria como se pone un hijo con esa rabia dulce

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mitad de mí agua del aire andaba así de loco en el olvido de furia que quiere reventar por el costado y un día de tanto nombrarla la encontré, se la llevé a mi madre, la puse en el saludo, la compartí como un pan con mis amigos, la arrastré hasta el remolino del amor allí donde los ríos tienen un mismo nombre, para que entendiera de una vez por todas que era nuestra, para que nunca se olvidara de este país enorme, de esta ciudad, su ternura abandonada en los portales, le dije algunos versos, le puse el corazón como una hoguera, me la bebí de cabo a rabo, le enrosqué la cola en mi solapa, me di el gusto de agarrarla de la mano y hoy la traigo aquí, pero si un día se llega a volar porque fallamos si se escapa esta rabia que llamamos esperanza, si un día se va, yo crucifico al amor y después de enterrar a mis hermanos, me voy con el tranvía de la muerte a clausurar mi corazón en una plaza.

Roberto Jorge Santoro Detenido-desaparecido en 1977. Poeta, escritor, editor, docente y periodista. Director de la revista Barrilete.

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Poemas de Miguel Ángel Bustos 61 ¿Recuerdas al suicida? ¿Aquel que se ayudó a irse con ternura a la muerte? Cómo miran sus ojos a nadie, cómo huelen sus flores a luz descompuesta. Cómo se pudre su voz en un nuevo idioma de espejos. Qué poco va a quedar del amor que tenía como no sea un algo de semen en los caños del cuerpo. Una única cruz marca su paso por la espantosa vigilia: sus huesos rompiéndose en el tiempo.

62 ¿Quién me quita la vida como una camisa sudada y sangrienta? Maldecidme, clavadme a la cruz, a la cruz del amor que brota en mis ingles como una maleza del Infierno. Aquí mis fieras, quiero poseer un tigre, dar luz al dios visionario.

Vientre profeta sin tiempo Yo no soy de ningún siglo. Vivo ausente del tiempo. Soy mi siglo como soy mi sexo y mi delirio. Soy el siglo liberado de toda fecha y penumbra. Pero cuando muera, el profeta que hay en mí se alzará como un niño sin moral y sin patria. Un niño loco con lengua de alaridos. Entonces amanecerá en el millón de Galaxias.

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Madres del futuro; cuidado; cuando muera puedo volver. Entonces, ay, vientre que me aguardas, dulcísima catedral de tinieblas.

No olvidamos nada No olvidamos el llanto Ni el vacío de los muertos en la tierra. América circula con todo sufrimiento Pero canta. No con voz de fuerza. Canta el día de luz que llega Por el río del trigo, Al ardor de sus hombres Erguidos y en marcha. No olvidamos nada. Pero el canto es la fiebre más alta. Huye de nuestras frentes, Señala nuestra sangre. Alto. Altísimo. Como nuestro amor.

Miguel Ángel Bustos. Poeta secuestrado y desaparecido por la dictadura cívico-militar el 30 de mayo de 1976.

Por lo que sabemos

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Soñar que en este momento podré arrojarme a la calle a pecho abierto con la espalda más abierta aún salirme de todo el fango, de toda la basura bienamada y asquerosa. Soñar que un día vendrá a dormir en mi cama,


a rociar mi sombra con su mirada absoluta y tremenda. Pensar que mi hijo será un buen tipo, que el domingo a la hora del mediodía saltaré al miércoles sencillo y anciano. Soñar que de pronto te vea cerquita de lo que a veces me da por pensar, gritar que nunca me iré de nunca, que podré asistir a la inauguración de una calle, al ajusticiamiento último, para abrir bien grandes mis pequeños ojos y aprender a seguir viviendo. José Eduardo Ramos. Poeta y periodista desaparecido en 1977.

Llamado de adentro, grito de charco, un montón de dolores ancestrales que te estallan más allá de la garganta. Llamado de solo, grito de espanto, un montón de antiguos rencores que te provocan más acá de la injusticia. Llamado de buscar, grito de querer, un montón de manos que dibujan direcciones que te llevan más adentro de los todos. Llamado de señal, grito de poder, un montón de pechos que se juntan que te aprietan más o menos al centro del clamor. Llamado de lucha, grito de guerra, un montón de fusiles que se encrespan que te llevan de golpe a la revuelta. 119 Luis Fabbri. Desaparecido en 1977.


Metamorfosis La madera se enloqueció de fórmica. Desapareció la grieta El olor El codo consabido La palabra en el hueco de la mano El ojo nostalgioso mirando un punto fijo. Un pringoso carnaval fosforescente Me robó Aquel cielo poblado de maníes Algún gesto color de madrugada Y este perfil de humo Que tiene miedo Que le fusilen el futuro. Lucina Alvarez de Barros. Poeta, colaboró con varias revistas. Desaparecida en 1976.

Vientos propicios

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La experiencia presenta su lado de aventura. Lanzarse en las entrañas de la vida. Gozar de todas las primicias. Tocar, acariciar las partes dulces de las cosas, perderse en las avenidas entre las multitudes. Llenar el tiempo en conversaciones con desconocidos. Hacer juramentos incumplibles. ¡Oh el pañuelo blanco en alto! Ella, la de rostro fugitivo, se calza las sandalias. Las flores de agua cantan entre las barcazas. Latitudes y paralelos áureos. Mitomanías erráticas. Vorágine de pasiones presentidas.


A veces la vida es una erupción mágica, cuando todo confluye en un latido del corazón. Llenarse los pulmones del aire enrarecido en las alturas, con oxígeno de las playas. Días y noches de todos los países. Auroras inéditas. Árboles, frutos nuevos. Abrazos y besos repetidos. Encontrarse con el amigo de la infancia en una ciudad de nombre difícil. Atravesar el vidrio y perderse con la recién conocida en un laberinto amoroso. El viaje siempre tiene un lado indescriptible. La ausencia es irresistible. Pájaro en un cielo de paisajes cambiables.

Tilo Wenner. Desaparecido por la dictadura militar en 1976. Era escritor, poeta, traductor y periodista.

Mientras me matan Comenzaron a matarme de a uno hace muchos siglos, después de a setenta, después de a quinientos, hay que ver cómo me matan ahora de a miles en cada esquina, en cada feriado, cómo fabrican sueldos y galones con los huesos que me quedan, cómo fabrican calabozos para poner algún rincón de mis pantalones, y cómo se turnan entre gordo y gordo para ver de qué ojo muero primero,

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pero resulta que cada vez soy más uno de los otros, uno de los que nacen y renacen y vuelven a nacer entre los fuegos, que cada vez tengo más luz, más pájaros, más flores en la puntería, que cada vez me soporto más elegantemente entre los fierros y los veranos, y hay veces que me pregunto —me digo para mí— si ellos no harían mejor en cambiar de uñas y de cuentas, de andar de peldaño en peldaño hacia abajo de las luces, o en comprarse una sangre nueva, una sangre más limpia para usar en feriados y domingos. Dardo Sebastián Dorronzoro, poeta y herrero desaparecido en 1976.

Totalmente incomunicado

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Totalmente incomunicado la frase procesal se retuerce y avanza como un gusano helado por mis huesos. Tiemblo. Es el silencio. La oscuridad. El frío. Las manos contra la pared las piernas bien abiertas quiénes son sus compañeros dice una voz y los golpes suenan en mi espalda como las tormentas calientes del verano de Tucumán. La sangre en los labios las calles inundadas los barquitos de papel el jadeo entrecortado (las risas de los torturadores me bañan en un aceite grueso y asfixiante) Totalmente incomunicado se repiten unos a otros los soldados


que me guardan sus ojos negros a veces inocentes se clavan en mí con curiosidad me apuntan con sus armas si me muevo pero les hablo y se acercan a mí y comprueban que somos idénticos pero se hace otra vez la noche y vienen a buscarme. ¿Tienes frío? Preguntan y me desnudan a tirones. El frío. Tiemblo. El frío atroz y amarillo de sentirme impotente en un presente constante y opresivo. Este momento. Este golpe. Este sacudón la pregunta lanzada como un ácido sobre la piel ellos y yo el aullido y el cuerpo retorcido de dolor y asco Totalmente incomunicado ¿de quién? ¿de vos? ¿de mis hermanos oprimidos? Ilusos pequeños hombrecitos juegan a que no saben nada de su muerte como si mis muertos no vinieran a darme aliento entre golpe y golpe como si no escucharan los pasos decididos de mis compañeros cuando el estallido blanco de mi cerebro electrificado y me alzan entre dos y me dejan Totalmente incomunicado ¿de quién? ¿de Dios? ¿de la victoria inevitable? Pobres hombrecitos temblorosos. Hemos decidido anunciarles que la obscena liturgia que practican es estéril y también suicida pues el tiempo vendrá como la lluvia con el estallido verde de los límites finales. 123 Enrique Courau. Poeta. Secuestrado y desaparecido en 1976.


No es tristeza, imposible de envolverte y seguir Paso a paso, tus horas, cuerpo a cuerpo, saberte… y tampoco es distancia; es más allá con vos, llevarte a mis silencios a contemplar lo eterno. Me iré por cualquier parte, con el convencimiento de encontrar un hermano, un barrio, un paredón donde gritar ¡no es cierto!... no sé quién va a esperarme… Me iré por cualquier parte y será igual que el mundo. Ya sé que en las veredas que nos atestiguaron falta mi brazo, es cierto; pero no exactamente; no sólo te sostuvo como un tronco de sangre, te dio la fortaleza del amor más sencillo. Ahora estoy presente, nunca te olvides esto; ahora es todo el tiempo para mí, para siempre, no es tristeza y tampoco es distancia sin alas, es un beso sereno de la muerte y la vida. Daniel Omar Favero. Poeta desaparecido por la dictadura militar.

124 (Cuerpo Habla. Medellín)


Poesía chilena de la resistencia contra la dictadura de Pinochet

Anónimo II No puedo dejar de hablarte, padre Los diarios mienten, Todos mienten, Desde el boletín oficial, El periodista, El impresor, La tinta, Los avisos económicos, El canillita A mí me fusilaron En la noche y a pleno campo …no me arranque. (El willy iba esposado y Engrillado, No llevaba vendas) Es imposible imaginar algo bueno Con vendas, Todas las voces son asesinas Todos los pasos traidores Todas las manos cínicas Nos bajaron como de un tren de animales Besando por última vez la tierra que Tanto nos gusta Y padre, había ese olor a campo tan nuestro, Fue la alegría, la esperanza Pero los hombres actuaron como lo hicieron siempre

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Sus primos, abuelos Y aquí me tienen convertido en un cadáver, Sin cargos, sin sumarios, solo porque Me había arrancado. Entiérrame, padre, y no olvides de poner Mi fecha de muerte, no olvidar, no olvidar que ese olor a campo Permanece Anónimo

Tres Álamos Busco a mi hijo, señor, salió una mañana, y nunca volvió. Tiene veinte años, señor, es joven y hermoso, y nunca volvió. Anduve y anduve, señor, tras una noticia, siquiera una voz, un nombre tan sólo, el suyo: Manuel. Por qué no contesta, señor, no mire tan duro, no escupa mi cara, no cierre la puerta! Perdone si vuelvo, mañana otra vez, señor.

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Anónimo


Identidades Puedo no ser el que soy ni el que creen los demás. Pudiera ser alguno que bajó -semiflotandohecho pedazos por el río Mapocho. Tal vez, el que pasara el dato a la patrulla y se llevaron al vecino que ya no vio jamás. El hijo de padres desaparecidos criado -incluso- por sus propios asesinos. Bien pudiera estar parado sobre mi propio espanto. Nelson Torres

La ciudad 48

El río invierte el curso de su corriente. El agua de las cascadas sube. La gente empieza a caminar retrocediendo. Los caballos caminan hacia atrás. Los militares deshacen lo desfilado. Las balas salen de las carnes. Las balas entran en los cañones. Los oficiales enfundan sus pistolas. La corriente penetra por los enchufes. Los torturados dejan de agitarse. Los torturados cierran sus bocas. Los campos de concentración se vacían. Aparecen los desaparecidos.

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Los muertos salen de sus tumbas. Los aviones vuelan hacia atrás Los “rockets” suben hacia los aviones. Allende dispara. Las llamas se apagan. Se saca el casco. La Moneda se reconstituye íntegra. Su cráneo se recompone. Sale a un balcón. Allende retrocede hasta Tomás Moro. Los detenidos salen de espalda de los estadios. 11 de Septiembre. … Las fuerzas armadas respetan la constitución. Los militares vuelven a sus cuarteles. Renace Neruda. … Víctor Jara toca la guitarra. Canta. … Los obreros desfilan cantando ¡Venceremos! Gonzalo Millán

Pasión de Chile Voy a hablar de la patria durante la dictadura Con la voz más clara que pueda hablar

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Aviones grises bombardearon la moneda Seguro de que nadie los podría derribar Tanques imponentes dispararon contra los portones del palacio Seguros de que nadie los podía contener Era el golpe de estado más seguro del mundo Más seguros que nadie los cuatro generales


Miraban con anteojos de muy larga vista las maniobras de película Todos contra el presidente hasta que el presidente Se quitara la vida con sus propias manos La moneda ardió como la lámpara de los mineros de Lota Porque el palacio quedó convertido en carbón Voy hablar de la patria durante la dictadura Con la voz más clara que yo pueda hablar He aquí el teatro de la guerra En el frente sur hay miles de campesinos desarmados En el frente norte hay miles de mineros desarmados En el frente poniente no hay barcos enemigos En el frente oriente está el silencio de la cordillera Lo deja a uno solo con su propia conciencia Este es el frente más peligroso de todos Yo os desafío generales a que nombréis Las batallas gloriosas de la guerra del 73 Voy a hablar de la patria durante la dictadura con la voz más clara que yo pueda hablar Decreto Ley numero 1 el derecho de la fuerza está sobre la fuerza del derecho Déjese la Constitución bajo toque de queda Nómbrese una comisión de juristas para solucionar estas trivialidades Que se limpie con la letra y el espíritu de las leyes Y hubo juristas dispuestos a limpiarse con las leyes Se hicieron partidarios de la lucha armada en Chile Dijeron que era voluntad del general Era la voluntad general de que habla Rousseau El general conocía las siguientes leyes La ley de la selva la ley del más fuerte y la ley de la fuga Que la comisión de juristas reúna estas leyes dispersas en un solo todo armonioso Hernán Montealegre

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Más allá de la tortura Fuera del espacio y la materia, En una región altiva (sin matices ni colores) Llena de un humo horizontal Que atraviesa pantanos invisibles, Permanezco sentado Como un condenado a la cámara de gas. Descubro que el temor es un niño desesperado, Que la vida es una gran habitación O un muelle vacío en medio del océano. Hay disparos, ruidos de máquinas de escribir, Me aplican corriente eléctrica en el cuerpo Soy un extraño pasajero en viaje a lo desconocido, Arden mis uñas y los poros, los tranvías, En la sala contigua golpean a una mujer embarazada, Las flores del amor y la justicia crecerán más adelante Sobre las cenizas de todas las dictaduras de la tierra Aristóteles España

Hay soldados por todas partes hoy día

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Hay soldados por todas partes hoy día Y tú quizás dónde En qué mañana. He sabido, viajaste hoy He sabido, que las industrias Estàn intervenidas Que hay muertos He visto, desde el patio de nuestra casa helicópteros rondando he visto, desde la calle aviones sobre la moneda en llamas


(bombardeando como en las películas de guerra) He visto vecinos Sobre los techos de sus casas Mirando las negras hogueras De las fábricas Y he sentido balas y gritos desde lejos Que vienen en esta ola Y tú, aun no llegas No llamas Aún no llegas a casa, todavía Y he llorado, he llorado por el que Ha caído en la casa de gobierno Mientras hay vecinos que rien y se abrazan, y bajo la cuneta brindan, y tiran el sombrero al aire. Magdalena Fuentes

Interrogatorio Sobre el somier eléctrico La prisionera dio el último alarido Y su cuerpo desnudo se contrajo Como potranca desollada en un salar Se relajaron sus esfínteres Y se cerraron sus parpados Y le pareció sentir entre sus manos Aquella muñeca rubia de la infancia Recordó los rostros de unas amigas del liceo Los encuentros furtivos con su novio Después de las clases en la universidad Ahora oyó los gritos de él Esquirlas Que saltaban A su oído

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Desde la pieza contigua pero cada vez más lejana. Vino un nuevo golpe eléctrico Y el tropel de buenos recuerdos huyo en estampida. Despertó con los malos olores Y nebulosamente entrevió al verdugo Abrochándose el marrueco Y entregando su turno Al relevo siguiente Eduardo Llanos

Golpe décimo segundo El mar subió en un 450% El dolor en un 1.234% El terror también subió otro 897% Las lágrimas están por las nubes El odio aumentó en un 4500% Los ataúdes en un 367% Las palas para cavar las tumbas 698% La tierra para enterrar los muertos 995% La vida aumentó en un 2,345% Y la muerte un 5.678%

Alfonso Alcalde

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Bandos marciales

Bando 88 Comunicamos que pueden retornar a su patria todos los despojados por el gobierno de Allende: La Kennecott, la Anaconda, la ITT, la Petroquímica Dow los compatriotas a quienes robaron provincias enteras, la familia Edwards diezmada por el mundo, Viaux, Enrique Marshall, Pablo Rodríguez, la Empresa Zig-Zag, la Colonia Chilena de Colombia, los heroicos grupos de Patria y Libertad y los patriotas que eliminaron a Schneider. Bando 103 Hemos encontrado la fórmula para despolitizar las universidades: expulsando la mitad del alumnado, expulsando la mitad del profesorado y acortando los estudios a la mitad. Mens sana in corpore sano. Bando 371 Se comunica a todos los buenos chilenos, aquellos que se han quedado en el país, a entregar sus libros, los propios y ajenos. Los poseedores que traigan sus volúmenes con notas al margen o frasecitas marcadas, deberán explicar, ante nuestros calígrafos, por qué lo hicieron e identificarse políticamente. Se hará un censo de lectores en la población atendido por cabos y damas del Rotary Club. 133 Efrain Barquero


Estado de sitio Considerando la gravedad de los últimos acontecimientos, y el desorden interno que se vive en mi país por estos días. Considerando también los actos subversivos de mis sentimientos y la sucesiva insurrección de la voluntad solicito refuerzos al Estado Mayor de mi conciencia. Emite un bando que establece, de inmediato, la situación de emergencia, y a resguardar la ciudadanía me envía sus centurias con estrictas órdenes de dar la vida si fuera necesario. Mi corazón anárquico acepta un gobierno provisorio, mientras yo continúo en gestiones clandestinas con tus ojos con tu boca invasora de todos mis límites, en esta guerra que me declaras, en este amor abierto entre nosotros. Teresa Calderón

Enviado Especial

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Fuentes bien informadas habrían dicho que algunos personeros no identificados de organizaciones inexistentes estarían reunidos en un lugar desconocido presumiblemente cerca de Santiago para concertar una eventual acción de protesta contra la supuesta violación de los derechos humanos. Además insistirían en la aparición con vida de gente que habría desaparecido de manera involuntaria


cuya muerte presunta ya ha sido claramente sugerida al Comité sin personalidad jurídica que agrupa a las personas allegadas a esta hipotética situación. En esta reunión no autorizada por tanto sólo un encuentro social de elementos antisociales ha trascendido que junto a los dirigentes de los partidos disueltos estarían participando también algunos sujetos desconocidos probablemente jóvenes que desde el anonimato propalan rumores y chistes atentatorios contra la Seguridad de la parte más conocida de la Nación.

Jorge Montealegre

135 (Obra: Taller 4 Rojo)


Tres poemas de Omar Lara La tarde antes de su muerte La tarde antes de su muerte cantaron La joven guardia, La Internacional, La morena. Se despidieron así de nosotros. Desde las casetas de los incomunicados cantaron vibrantes y temblorosos esos versos que atesoro con fervor. Y no serán estas líneas las que hagan perdurar la memoria de Fernando Krauss, René Barrientos y tantos otros cuyos nombres desconozco. Pero queden aquí. No importa que esta página se disuelva en el viento. No será este papel el que encienda sus voces.

(Cárcel de Valdivia, 1973)

A veces escribo una carta A la memoria de Héctor Valenzuela, asesinado en octubre de 1973, junto a Hilda, su esposa y Claudia, de 6 años, hija de ambos.

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A veces te escribo una carta y se me ocurre preguntar a dónde debo dirigirla. (Te juro que no me convenzo de la irrealidad de tu memoria). Ayer una carta furiosa


de nuestro Juan Carlos García me sacó del ensimismamiento, “si bien nos mataron al flaco…”. Así que nos mataron al flaco. Nuestro flaco de pelo crespo. Nuestro flaco cara de niño. Nuestro alto flaco hasta las nubes. Al que le ganábamos al dudo sin ninguna consideración. Con el que cambiábamos la clase en las tardes diluvios de junio con limpias horas en el España riéndonos un poco de todo. Ahora ya nada de risas en ese paisito sombrío, lo sabes tú y lo sé yo. Y hay otros que ya no saben nada.

Aparecidos y desaparecidos De pronto comenzó la danza loca. Todo tipo de instrumentos se hizo a la batahola instrumentos cortantes y sangrantes todos bailan la danza demencial tan alto saltaban tan lejos llegaban tan hondo dormían que se perdían en la mar que se enredaban en los árboles que se quedaban para siempre como si nunca hubieran sido. Se agotaron todos en la danza unos de danzar unos de tocar pero los que tocaban eran hábiles y descansaban de repente

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como tenían traje único no se tenía muy claro quién era quién de todos quién. Y seguía la danza fantástica volaba el aire con nosotros yo pegué un salto formidable que me depositó en Bucarest. otros llegaron a Colombia otros volaron a Suecia otros llegaron a la luna y otros se fueron por la tierra derecho por la tierra adentro dieron un salto al revés. Pero se quedaron muy cerca sólo unos metros los separan de sus trabajos de sus calles de sus lecturas de sus celos de sus amantes de sus fiestas están más cerca que nosotros. La orquesta no para de tocar estrena partituras nuevas y todavía van llegando los bailarines ojerosos a Portugal o a Cajamarca a Toronto vía Panamá a los desiertos y los polos y los de abajo ay los de abajo los que saltaron al revés sienten los sones y se mueven se mueven se mueven se mueven tienen ganas de despertar.

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(No recuerdo la fecha de su escritura, pero ocurrió cuando empezaron a descubrirse ya abiertamente los primeros cuerpos de los detenidos desaparecidos).


Testimonios de poetas participantes en la primera guerra mundial

De “El soldado desconocido” El siguiente texto de Salomón de la Selva es parte del prólogo de su libro “El soldado desconocido” que él publicó en 1922. Es el testimonio de su experiencia como soldado en la primera guerra mundial, enlistado en el ejército británico.

Ya no es John, ni Tim ni Tommy ni Guy el héroe de la guerra. El uno ha vuelto a su pequeña aldea o gran ciudad donde, sin ganas de trabajar, o bien sin poder hallar trabajo, se pasa los días manchando de escupitajos las aceras, haciéndole daño a las muchachas, maldiciendo del país con palabrotas y, como es yanqui —imperialista instintivo que odia a los otros imperios: por eso llegó a odiar tanto a Alemania— augurando la futura pelea con Inglaterra o el Japón. Es un bum, un rough-neck, un tough, un liliom, un bueno para nada. Si tuviera civilización sería un bolchevique, y trabajaría por la Revolución Social. El otro está en un hospital. Se le trata —así aseguran de cuando en cuando los periódicos— peor que a un perro. Le han hecho muchas operaciones pero jamás se cura. A veces ocurre que una actrizuela cualquiera, en busca de reclame, se hace tomar una fotografía, que más tarde se publica, y en que aparece ella bailando en trapos menores delante del inválido. La cara que él ha puesto es la que le dio la guerra, la única que le queda de las muchas caras que ha tenido desde su nacimiento. Es la de un imbécil que sufre. Nada más horroroso que la estupidez y el dolor expresados a un tiempo. Al tercero lo trajeron en un cajón. Se murió over there, de un balazo, de un bayonetazo, de gas, de alguna enfermedad inmunda; o tal vez lo asesinó su propio jefe. En Washington

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se hacen averiguaciones que pararán en nada. La novia que dejó —¿qué otra cosa podía hacer la infeliz?— se casó con otro. Hay que dar hijos para las guerras futuras. Y el último se restregó los ojos al volver a su tierra, se dijo que todo había sido un sueño, y no se equivocaba; porque las experiencias que no se comprenden son alucinaciones. No ha cambiado. Trajo un aire muy militar, voz recia, paso fuerte, erguida la cerviz; pero en el fondo es el mismo Guy de antes. Sus creencias son las de siempre.Afirma que la Biblia es sagrada pero no la lee nunca, o que Ingersoll era un divino; y lee mucho al doctor Crane o a Hearst, o a Bernard Shaw, o a Tagore. Ha votado en contra de Wilson o a favor de Wilson, lo mismo que hubiera hecho, o que hizo, en 1912: por política de partidario y no por ideales pero no se da cuenta del carnero que es, porque la palabra ideal es muy de su vocabulario. Es un perfecto bourgeois, y tal vez hace bien. Estos son norteamericanos todos, pero no serán muy diferentes los veteranos de las otras naciones. En el fondo, las masas son las mismas en todas partes. Claramente se ve que ni John, ni Tim ni Tommy ni Guy pueden ser el héroe de la guerra. El héroe de la guerra —puesto que un héroe debía resultar, porque para eso se peleó, ya que toda lucha y aun todo esfuerzo de los hombres no es sino para hacer florecer un hombre superior—el héroe de la guerra es el Soldado Desconocido. Es barato y a todos satisface. No hay que darle pensión. No tiene nombre. Ni familia. Ni nada. Sólo patria. En Flandes o en Francia era un cadáver como todos, cuando he aquí que le desentierran. Lo han metido con todos sus gusanos en una caja de zinc, bien soldada para que no se escape mal olor ninguno. Esta caja la han puesto dentro de un sarcófago espléndido, de bronce. Y en una plaza célebre de París, o de Londres, o de Roma, o de Washington, le han erigido un catafalco soberbio que, después de un gran desfile militar en su honor, han cubierto de coronas, de banderas, de palabras. Los pueblos ya tienen cada uno su fetiche. 140

¡Pero ese fetiche era de carne y hueso, humano y muy humano!


Camouflage Parece que hace siglos no me miro al espejo, y en los ojos de los vivos por vergüenza no puedo, y no reflejan nada los ojos de los muertos. Debo haber cambiado de cara: debo tener hundida la frente; mis labios deben ser una sola línea recta; debo tener los ojos como dos alfileres. ¡El apego a la vida me debe haber mudado para que cuando me busque no me conozca la muerte! Salomón de la Selva (Nicaragua)

Suicidio en las trincheras Conocí a un soldado raso que sonreía a la vida con alegría hueca, dormía profundamente en la oscuridad solitaria y silbaba temprano con la alondra. En trincheras invernales, intimidado y triste, con bombas y piojos y ron ausente, se metió una bala en la sien. Nadie volvió a hablar de él. Vosotros, masas ceñudas de ojos incendiados que vitoreáis cuando desfilan los soldados, id a casa y rezad para no saber jamás el infierno al que la juventud y la risa van.

Siegfried Sassoon (Inglaterra) Traducción: Eva Jallud Jurado

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Ataque Surge al alba enorme y parda la colina en el salvaje sol púrpura de frente fruncida ardiendo a través de columnas de humo a la deriva envolviendo la amenazadora pendiente arrasada; y, uno a uno, los tanques se arrastran y vuelcan la alambrada. La descarga ruge y se eleva. Después, torpemente agachados con bombas y fusiles y palas y uniforme completo, los hombres empujan y escalan para unirse al encrespado fuego. Filas de rostros grises, murmurantes, máscaras de miedo, abandonan sus trincheras, pasando por la cima, mientras el tiempo pasa en blanco apresurado en sus muñecas y aguardan, con ojos furtivos y puños cerrados, luchando por flotar en el barro. ¡Oh Dios, haz que pare! Siegfried Sassoon (Inglaterra) Traducción: Eva Jallud Jurado

La investidura

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Con una lista de caídos en Su mano, Dios se sienta dando la bienvenida a los héroes que han muerto mientras ángeles sin pena se alinean a cada lado tranquilos en pie en los prados Elíseos. Entonces, tú llegas tímido al jardín a través de las puertas luciendo un vendaje empapado en sangre en la cabeza y Dios dice algo amable porque estás muerto y añoras tu casa, descontento con tu destino. Si yo estuviera allí, lanzaríamos calaveras como bolas de nieve a la muerte


o nos fugaríamos para cazar en el Bosque del Diablo con fantasmas de cachorros que antaño paseamos. Pero estás solo y la soledad anula nuestras bromas terrenas; y extrañamente sabio y bueno vagas desamparado por calles de oro. Siegfried Sassoon (Inglaterra) Traducción: Eva Jallud Jurado

Morir por la patria no es dulce ni honroso Doblados como viejos mendigos bajo bolsas, Chocando las rodillas y tosiendo como viejas, maldecimos a través del lodo Hasta darle la espalda a las condenadas bengalas Y empezar a arrastrarnos a un descanso remoto. Los hombres marchaban dormidos. Muchos ya sin botas Cojeaban calzados de sangre. Todos patéticos, ciegos todos, Ebrios de cansancio, sordos incluso a los silbidos De proyectiles decepcionados que caían más atrás. ¡Gas! ¡Gas! ¡De prisa, chicos! En un éxtasis de torpeza Nos calamos torpes cascos justo a tiempo; Pero alguno seguía pidiendo ayuda a gritos tropezando Indeciso como un hombre ardiendo en llamas o cal viva. Borroso tras los vidrios empañados y a través de aquella verde luz espesa, Como hundido en un mar verde, lo vi ahogarse. En todos mis sueños, ante mi vista indefensa, Se abalanza sobre mí, se atraganta, se ahoga, se apaga. Si en algún sueño asfixiante también pudieras seguir a pie La carreta donde lo arrojamos Y ver cómo retorcía los blancos ojos en la cara,

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Una cara colgante, como un diablo harto del pecado; Si pudieras oír, a cada tumbo, la sangre Vomitada por pulmones de espuma corrompidos, Obsceno como el cáncer, amargo como pus De viles llagas incurables en lenguas inocentes, Amigo mío, no contarías con tanto entusiasmo A los niños que arden ansiosos de gloria Esa vieja mentira: Dulce et decorum est Pro patria mori. Wilfred Owen (Inglaterra) Traducción: Nicolás González Varela

El centinela

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Hallamos un refugio de los boches. Nos dio mucho trabajo: los cañones lo rozaban de cerca, sin darle una de lleno. En cascadas de fango la lluvia, hora tras hora, llevaba la crecida hasta nuestra cintura y hacía impracticable la escalera. El aire que quedaba adentro era apestoso, amargo como el humo y el olor de los hombres que allí habían vivido dejando su destino o su cuerpo. Y allí nos refugiamos de las bombas hasta que al fin dio con nosotros una que apagó nuestro aliento y las velas. Después, tropezando en el fango y su diluvio, cayó por la escalera el cuerpo inerte del centinela, y luego el rifle, algunos restos de viejas bombas alemanas y más barro. Lo dábamos por muerto hasta que habló: “¡Señor, mis ojos! ¡Estoy ciego, ciego!”. Lo calmé y encendí el mechero ante sus ojos, dije que si veía algún atisbo de luz no estaba ciego; era cuestión de tiempo.


“Nada”, gemía. Y esos ojos como platos todavía me miran en mis sueños. Lo dejé allí, pedí unas parihuelas y seguí a trompicones a otro puesto y otra misión, bajo el aullido de aquel aire. Aquellos pobres que sangraban, vomitaban, o aquel otro que prefería haberse ahogado... Intento ya no recordarlos nunca. Pero por esta vez dejemos que el horror regrese: escuchando los golpes y sollozos y el rechinar salvaje de sus dientes cuando las explosiones golpeaban sobre el techo y el aire del refugio, al centinela lo oimos a través de aquel estruendo “¡Veo una luz!”. Pero la mía estaba ya apagada. Wilfred Owen (Inglaterra) Traducción: Gabriel Insausti

Himno a la juventud condenada ¿Doblarán las campanas por aquellos que mueren como ganado? Sólo la rabia monstruosa de los cañones el rápido tartamudeo de los fusiles pueden rezarles una breve plegaria. Para ellos, no más ceremonias, oraciones ni campanas ni voces de luto o salvas en coros, Sólo el agudo, rabioso gemido de coros de obuses y clarines llamándolos desde dolientes condados. ¿Qué candelabros pueden encenderse para ellos? No en sus manos de niños sino en sus ojos brillará la sagrada luz de los adioses.

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La pálida mirada de las muchachas serán sus mortajas; Sus ofrendas, la ternura de dolidos recuerdos y cada lento atardecer se inclinará ante sus memorias.

Wilfred Owen (Inglaterra) Versión de J.C.G.A.

El soldado Si debo morir, sólo el pensar esto de mí: Que allí en cualquier rincón de un campo extranjero Aquel es siempre Inglaterra. Allí estaré En esa rica tierra un polvo rico se oculta; Un polvo el cual Inglaterra soportó, formó, lo hizo consciente, Dio, una vez, sus flores de amor, sus caminos deambuló, Un cuerpo de Inglaterra, respirando aire inglés, Bañado por los ríos, bendecidos por los soles de la casa. Y pensar, este corazón, todo el mal a lo lejos liberado, Un impulso en la mente eterna, no menos Da en alguna parte de nuevo los pensamientos dados por Inglaterra; Sus imágenes y sonidos; felices sueños como su día; Y la risa, aprendida de amigos; y la dulzura, En los corazones en paz, bajo un cielo inglés. Rupert Brooke (Inglaterra) Versión: Juan Diego Amoroz

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Campos de honor Los soldados nunca mueren bien: Las cruces marcan los lugares; Donde ellos cayeron hay cruces de madera; Un palo sobre sus caras. Los soldados empujan y tosen y caen de cabeza Todo el mundo grita en rojo y negro Los soldados se sofocan en una trinchera y Se asfixian completamente durante el ataque.

Ernest Hemingway (Estados Unidos) Traducción: Raúl Racedo

A los enmudecidos Ah, la locura de la gran ciudad cuando al anochecer, junto a los negros muros, se levantan los árboles deformes y a través de la máscara de plata se asoma el genio del mal; la luz con látigos que atraen ahuyenta la pétrea noche. Oh, el inundado repique de las campanas del crepúsculo. Ramera que entre escalofríos alumbra una criatura muerta. La ira de Dios azota la frente de los poseídos, epidemia purpúrea, hambre que rompe verdes ojos, Ah, la odiosa carcajada del oro. Pero una humanidad más silenciosa sabrá en su oscura cueva forjando con metales duros el rostro redentor. 147 Georg Trakl (Austria) Traducción: Helmut Pfeiffer


Si yo muero allá lejos en el frente de la guerra... Si yo muero allá lejos en el frente de guerra Tú llorarás un día oh Lou mi gran amor y después mi recuerdo se apagará en la tierra Como un obús que estalla en el frente de guerra Bello obús semejante a la mimosa en flor Más tarde este recuerdo que en el aire ha estallado Cubrirá con mi sangre la tierra toda entera El valle el mar y el astro que pasa como al lado De Baratier los frutos de oro en primavera Presencia en cada cosa olvidada y viviente Yo encenderé el color de tus senos rosados Encenderé tus labios y tu cabello ardiente Tú no envejecerás y todo lo existente Cobrará nueva vida sobre el destino amado La fuga ineluctable de mi sangre en el mundo Dará un fulgor más vivo al sol agonizante Hará la flor más roja y hará el mar más profundo Un amor inaudito descenderá hasta el mundo Y tendrá más poder en tu cuerpo tu amante Si al morir allá lejos mi recuerdo se olvida Recuerda Lou en los éxtasis más puros de tu vida -En tus días de ardor y pasión amorosaQue mi sangre es la fuente de esta dicha futura Y siendo la más bella sé tú la más dichosa Oh mi amor oh mi única oh mi inmensa locura! Guillaume Apollinaire (Francia) Versión: Andrés Holguín

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Poema a Lou Llegó el invierno y ya he vuelto a ver los brotes En las higueras los cercados Amor nosotros vamos Hacia la paz esta primavera de guerra en la que estamos Estamos bien Aquí escucha el grito de los hombres Un marino japonés se rasca el ojo izquierdo con el pulgar del pie derecho Por el camino del exilio vienen los hijos de reyes Mi corazón gira alrededor de ti como un kolo donde bailan jóvenes soldados serbios junto a una virgen dormida El infante rubio da caza a sus ladillas bajo la lluvia Un belga que se ha internado en los Países Bajos lee un periódico en el que hablan de mí En el dique una reina observa espantada el campo de batalla El enfermero cierra los ojos ante la horrible herida El campanero ve caer el campanario como una pera madura El capitán ingles cuyo barco naufraga fuma su última pipa de opio Los hombres gritan Grito cara a la primavera de paz que va a venir Escucha el grito de los hombres Pero yo grito cara a ti mi Lou eres mi paz mi primavera Tu eres mi querida Lou la dicha que yo aguardo Por ella nuestra dicha me preparo para la muerte Por ella nuestra dicha sigo confiando en la vida Por ella nuestra dicha luchan los ejércitos Apuntamos utilizando un espejo sobre la infantería diezmada Los obuses pasan como estrellas fugaces Los prisioneros van en tropas dolientes Y mi corazón tan solo late por ti querida Mi amor mi Lou mi arte y mi artillería 149 Guillaume Apollinaire (Francia) Traducción: José Umaña


Recordando la guerra Heridas de entrada y salida relucen como plata, el rastro duele sólo cuando la lluvia evoca. El rengo olvida su pierna de madera, el manco su articulado brazo de madera. El ciego mira con sus oídos y sus manos tanto o mejor que una vez con ambos ojos. Su guerra fue librada hace veinte años Y asume ahora el paisaje natural del tiempo, como cuando el viajante matutino se vuelve y mira sus salvajes tropiezos nocutrnos, cincelados en la colina. ¿Qué es entonces la guerra? No mera discordia de banderas sino infección del cielo cotidiano que se curvaba aciago sobre la tierra pese a que la estación era el más aireado mayo. Hacía presión el cielo, y nosotros oprimidos, mostramos lengua jactanciosa, puño cerrado, valiente verga. Las enfermedades comunes no estaban de moda, de nuevo era joven la muerte: solo dueña de la vida saludable, del prematuro espasmo del destino. El miedo hizo buenos compañeros. Enfermos de delicia por el descubrimiento de la brevedad de la vida, nuestra juventud devino toda carne y renunció a la mente. Nunca hubo tal antigüedad de idilio, tal sabrosa miel fluyendo del corazón. Viejas importancias volvieron nadandovino, carne, leña ardiendo, cirujanos disponibles. Hasta hubo otra vez una función para Diosuna palabra de rabia cuando faltaban carne, vino, fuego, cuando dolían las heridas más allá de toda cirugía.

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Guerra era la vuelta de la tierra a la horrible tierra, guerra era el fracaso de sublimidades, extinción de todo feliz arte y fe, por las cuales el mundo había resistido aún, la cabeza en alto, profesando lógica o profesando amor, hasta que el insoportable momento golpeó el oculto grito, el deber de volverse locos.


Y recordamos las alegres costumbres de los cañones mordisqueando los muros de las fábricas y templos como un niño la corteza de un pastel, derribando arboledas como un niño dientes de león con una vara. Las ametralladoras suenan como juguetes desde una colina, caen en fila los valientes soldados de plomo: un cuadro para ser recordado en días maduros, cuando sabiamente consagramos al futuro visiones aún más fatuas de desesperación. Robert Graves (Inglaterra) Traducción: Claribel Alegría

En la duermevela Asisto a la noche violentada El aire está acribillado como un encaje por los escopetazos de los hombres acurrucados en las trincheras como los caracoles en su concha Me parece que una jadeante multitud de canteros golpea el adoquinado de piedra de lava de mis calles y yo lo escucho sin verlo en la duermevela. 151 Giuseppe Ungaretti (Italia) Traducción: Carlos Vitale


Poesía en la Guerra Civil Española

El crimen fue en Granada A Federico García Lorca

I El crimen Se le vio, caminando entre fusiles, por una calle larga, salir al campo frío, aún con estrellas de la madrugada. Mataron a Federico cuando la luz asomaba. El pelotón de verdugos no osó mirarle la cara. Todos cerraron los ojos; rezaron: ¡ni Dios te salva! Muerto cayó Federico —sangre en la frente y plomo en las entrañas— … Que fue en Granada el crimen sabed —¡pobre Granada!—, en su Granada. II El poeta y la muerte

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Se le vio caminar solo con Ella, sin miedo a su guadaña. —Ya el sol en torre y torre, los martillos en yunque— yunque y yunque de las fraguas. Hablaba Federico, requebrando a la muerte. Ella escuchaba. «Porque ayer en mi verso, compañera, sonaba el golpe de tus secas palmas, y diste el hielo a mi cantar, y el filo


a mi tragedia de tu hoz de plata, te cantaré la carne que no tienes, los ojos que te faltan, tus cabellos que el viento sacudía, los rojos labios donde te besaban… Hoy como ayer, gitana, muerte mía, qué bien contigo a solas, por estos aires de Granada, ¡mi Granada!» III Se le vio caminar… Labrad, amigos, de piedra y sueño en el Alhambra, un túmulo al poeta, sobre una fuente donde llore el agua, y eternamente diga: el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!

Antonio Machado (España)

Oda a Federico García Lorca Si pudiera llorar de miedo en una casa sola, si pudiera sacarme los ojos y comérmelos, lo haría por tu voz de naranjo enlutado y por tu poesía que sale dando gritos. Porque por ti pintan de azul los hospitales y crecen las escuelas y los barrios marítimos, y se pueblan de plumas los ángeles heridos, y se cubren de escamas los pescados nupciales, y van volando al cielo los erizos: por ti las sastrerías con sus negras membranas se llenan de cucharas y de sangre y tragan cintas rotas, y se matan a besos, y se visten de blanco.

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Cuando vuelas vestido de durazno, cuando ríes con risa de arroz huracanado, cuando para cantar sacudes las arterias y los dientes, la garganta y los dedos, me moriría por lo dulce que eres, me moriría por los lagos rojos en donde en medio del otoño vives con un corcel caído y un dios ensangrentado, me moriría por los cementerios que como cenicientos ríos pasan con agua y tumbas, de noche, entre campanas ahogadas: ríos espesos como dormitorios de soldados enfermos, que de súbito crecen hacia la muerte en ríos con números de mármol y coronas podridas, y aceites funerales: me moriría por verte de noche mirar pasar las cruces anegadas, de pie llorando, porque ante el río de la muerte lloras abandonadamente, heridamente, lloras llorando, con los ojos llenos de lágrimas, de lágrimas, de lágrimas. Si pudiera de noche, perdidamente solo, acumular olvido y sombra y humo sobre ferrocarriles y vapores, con un embudo negro, mordiendo las cenizas, lo haría por el árbol en que creces, por los nidos de aguas doradas que reúnes, y por la enredadera que te cubre los huesos comunicándote el secreto de la noche.

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Ciudades con olor a cebolla mojada esperan que tú pases cantando roncamente, y silenciosos barcos de esperma te persiguen, y golondrinas verdes hacen nido en tu pelo, y además caracoles y semanas, mástiles enrollados y cerezas definitivamente circulan cuando asoman tu pálida cabeza de quince ojos y tu boca de sangre sumergida.


Si pudiera llenar de hollín las alcaldías y, sollozando, derribar relojes, sería para ver cuándo a tu casa llega el verano con los labios rotos, llegan muchas personas de traje agonizante, llegan regiones de triste esplendor, llegan arados muertos y amapolas, llegan enterradores y jinetes, llegan planetas y mapas con sangre, llegan buzos cubiertos de ceniza, llegan enmascarados arrastrando doncellas atravesadas por grandes cuchillos, llegan raíces, venas, hospitales, manantiales, hormigas, llega la noche con la cama en donde muere entre las arañas un húsar solitario, llega una rosa de odio y alfileres, llega una embarcación amarillenta, llega un día de viento con un niño, llego yo con Oliverio, Norah Vicente Aleixandre, Delia, Maruca, Malva Marina, María Luisa y Larco, la Rubia, Rafael Ugarte, Cotapos, Rafael Alberti, Carlos, Bebé, Manolo Altolaguirre, Molinari, Rosales, Concha Méndez, y otros que se me olvidan. Ven a que te corone, joven de la salud y de la mariposa, joven puro como un negro relámpago perpetuamente libre, y conversando entre nosotros, ahora, cuando no queda nadie entre las rocas, hablemos sencillamente como eres tú y soy yo: para qué sirven los versos si no es para el rocío? ¿Para qué sirven los versos si no es para esa noche en que un puñal amargo nos averigua, para ese día, para ese crepúsculo, para ese rincón roto donde el golpeado corazón del hombre se dispone a morir? Sobre todo de noche, de noche hay muchas estrellas,

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todas dentro de un río como una cinta junto a las ventanas de las casas llenas de pobres gentes. Alguien se les ha muerto, tal vez han perdido sus colocaciones en las oficinas, en los hospitales, en los ascensores, en las minas, sufren los seres tercamente heridos y hay propósito y llanto en todas partes: mientras las estrellas corren dentro de un río interminable hay mucho llanto en las ventanas, los umbrales están gastados por el llanto, las alcobas están mojadas por el llanto que llega en forma de ola a morder las alfombras. Federico, tú ves el mundo, las calles, el vinagre, las despedidas en las estaciones cuando el humo levanta sus ruedas decisivas hacia donde no hay nada sino algunas separaciones, piedras, vías férreas. Hay tantas gentes haciendo preguntas por todas partes. Hay el ciego sangriento, y el iracundo, y el desanimado, y el miserable, el árbol de las uñas, el bandolero con la envidia a cuestas. Así es la vida, Federico, aquí tienes las cosas que te puede ofrecer mi amistad de melancólico varón varonil. Ya sabes por ti mismo muchas cosas. Y otras irás sabiendo lentamente.

Pablo Neruda (Chile)

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Oda a los niños de Madrid muertos por la metralla Se ven pobres mujeres que corren en las calles como bultos o espanto entre la niebla. Las casas contraídas, las casas rotas, salpicadas de sangre: las habitaciones donde un grito quedó temblando, donde la nada estalló de repente, polvo lívido de paredes flotantes, asoman su fantasma pasado por la muerte. Son las oscuras casas donde murieron niños. Miradlas. Como gajos se abrieron en la noche bajo la luz terrible. Niños dormían, blancos en su oscuro. Niños nacidos con rumor a vida. Niños o blandos cuerpos ofrecidos que, callados los vientos, descansaban. Las mujeres corrieron. Por las ventanas salpicó la sangre. ¿Quién vio, quién vio un bracito salir roto en la noche con la luz de sangre o estrella apuñalada? ¿Quién vio la sangre niña en mil gotas gritando: ¡crimen, crimen!, alzada hasta los cielos como un puñito inmenso, clamoroso? Rostros pequeños, las mejillas, los pechos, El inocente vientre que respira: La metralla los busca, la metralla, la súbita serpiente, muerte estrellada para su martirio. Ríos de niños muertos van buscando un destino final, un mundo alto. Bajo la luz de la luna se vieron las hediondas aves de la muerte: aviones, motores, buitres oscuros cuyo plumaje encierra la destrucción de la carne que late, la horrible muerte a pedazos que palpitan y esta voz de las víctimas, rota por las gargantas, que irrumpe en la ciudad como un gemido.

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Todos la oímos. Los niños han gritado. Su voz está sonando. ¿No oís? Suena en lo oscuro. Suena en la luz. Suena en las calles. Todas las casas gritan. Pasáis, y de esa ventana rota sale un grito de muerte. Seguís. De ese hueco sin puerta sale una sangre y grita. Las ventanas, las puertas, las torres, los tejados gritan, gritan. Son niños que murieron. Por la ciudad gritando, un río pasa: un río clamoroso de dolor que no acaba. No lo miréis: sentidlo. Pequeños corazones, pechos difuntos, caritas destrozadas. No los miréis: oídlos. Por la ciudad un río de dolor grita y convoca. Sube y sube y nos llama. La ciudad anegada se alza por los tejados y alza un brazo terrible. Un solo brazo. Mutilación heroica de la ciudad o su pecho. Un puño clamoroso, rojo de sangre libre, que la ciudad esgrime, iracunda y dispara.

Vicente Aleixandre (España)

158 (Obra: Alejandro Obregón)


España, aparta de mi este cáliz Niños del mundo, si cae España, digo, es un decir, si cae del cielo abajo su antebrazo que asen, en cabestro, dos láminas terrestres; niños, ¡qué edad la de las sienes cóncavas! ¡qué temprano en el sol lo que os decía! ¡qué pronto en vuestro pecho el ruido anciano! ¡qué viejo vuestro en el cuaderno! ¡Niños del mundo, está la madre España con su vientre a cuestas; está nuestra madre con sus férulas, está madre y maestra, cruz y madera, porque os dio la altura, vértigo y división y suma, niños; está con ella, padres procesales! Si cae, digo, es un decir, si cae España, de la tierra para abajo, niños ¡cómo vais a cesar de crecer! ¡cómo va a castigar el año al mes! ¡cómo van a quedarse en diez los dientes, en palote el diptongo, la medalla en llanto! ¡Cómo va el corderillo a continuar atado por la pata al gran tintero! ¡Cómo vais a bajar las gradas del alfabeto hasta la letra en que nació la pena! Niños, hijos de los guerreros, entre tanto, bajad la voz que España está ahora mismo repartiendo la energía entre el reino animal, las florecillas, los cometas y los hombres. ¡Bajad la voz, que está en su rigor, que es grande, sin saber qué hacer, y está en su mano la calavera, aquella de la trenza; la calavera, aquella de la vida!

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¡Bajad la voz, os digo; bajad la voz, el canto de las sílabas, el llanto de la materia y el rumor menos de las pirámides, y aun el de las sienes que andan con dos piedras! ¡Bajad el aliento, y si el antebrazo baja, si las férulas suenan, si es la noche, si el cielo cabe en dos limbos terrestres, si hay ruido en el sonido de las puertas, si tardo, si no veis a nadie, si os asustan los lápices sin punta, si la madre España cae, digo, es un decir, salid, niños, del mundo; id a buscarla!... César Vallejo (Perú)

Vientos del pueblo me llevan

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Si me muero, que me muera con la cabeza muy alta. Muerto y veinte veces muerto, la boca contra la grama, tendré apretados los dientes y decidida la barba. Cantando espero a la muerte, que hay ruiseñores que cantan encima de los fusiles y en medio de las batallas.

Miguel Hernández (España)


Auschwitz

Esos poetas infernales, Dante, Blake, Rimbaud... Que hablen más bajo... ¡Que se callen! Hoy cualquier habitante de la tierra sabe mucho más del infierno que esos tres poetas juntos. Ya sé que Dante toca muy bien el violín. ¡Oh, el gran virtuoso! Pero que no pretenda ahora con sus tercetos maravillosos y sus endecasílabos perfectos asustar a ese niño judío que esta ahí, desgajado de sus padres... Y solo, ¡Solo! Aguardando su turno en los hornos crematorios de Auschwitz. Dante... tú bajaste a los infiernos con Virgilio de la mano (Virgilio, “gran cicerone”) y aquello vuestro de la Divina Comedia fue una aventura divertida de música y turismo. Esto es otra cosa... otra cosa... ¿Cómo te explicaré? ¡Si no tienes imaginación! Tú... no tienes imaginación, acuérdate que en tu “Infierno” no hay un niño siquiera... Y ese que ves ahí... Está solo ¡Solo! Sin cicerone... Esperando que se abran las puertas del infierno que tú ¡pobre florentino! No pudiste siquiera imaginar Esto es otra cosa... ¿cómo te diré? ¡Mira! Este lugar donde no se puede tocar el violín.

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Aquí se rompen las cuerdas de todos los violines del mundo. ¿Me habéis entendido, poetas infernales? Virgilio, Dante, Blake, Rimbaud... ¡Hablad más bajo! ¡Tocad más bajo!... ¡Chist!... ¡¡Callaos! Yo también soy un gran violinista... Y he tocado en el infierno muchas veces... Pero ahora aquí... Rompo mi violín... y me callo.

León Felipe (España)

Port Bou

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Como abraza un niño a su perrito apretando los brazos sin que lleguen las manos a juntarse y el tímido animal mira por medio hacia el aire animal libre de fuera así los brazos -roca y tierra- de este puerto abrazan a este mar sin encerrarlo y vibra en la rendija hacia el océano donde nadan delfines y vibran los vapores. Al claro sol de invierno me siento en la baranda de un puente; allí mis brazos circundantes están sobre un periódico y mi mente vacía está como la piedra que brilla mientras busco una imagen (la que está escrita encima) y las palabras (de antes) que describen los cerros chiquitos de Port Bou. Para un camión enfrente, con frenos que chirrían, y miro hacia las caras que miran hacia abajo, milicianos que observan mi diario (francés). “¿Qué escriben de esta lucha desde la otra frontera?” Les enseño el diario, mas no pueden leerlo;


quieren solo la charla y ofrecen cigarrillos. En sus rostros-bandera encuentra paz la guerra y las bocas hambrientas de viejas carabinas rozan los pantalones como cañas de almagre, frágiles y apoyadas. Envueltas por un paño -abuela en su mantilladescansa, tartamuda, una ametralladora. Gritan, también saludan cuando el camión arranca hacia el robusto monte, detrás del promontorio. Pasa un viejo, su boca temblorosa con tres dientes negros grita “pom-pom-pom”. Corren detrás los niños, más lento, las mujeres, cogiéndose las faldas pasan el horizonte. Port Bou está ya vacío para ensayar el tiro. Estoy solo en el puente, en el exacto centro sobre el río que gotea por la garganta como era la saliva de aquel viejo. El centro exacto, solo cual centro de diana. Y no se mueve nada sobre el fondo de casas de tramoya salvo algún chucho suelto. Empieza el fuego por encima del puerto, desde un monte hasta el otro. Blancas manchas de espuma que en el mar hace el plomo mientras el eco extiende un latigazo azotando el costado de los cercanos cerros. Mis brazos circundantes están sobre el periódico, mi mente es papel donde caen el polvo y las palabras; a mi mismo me digo que el tiro es solo prácticas. Pero soy el mayor de los cobardes y la ametralladora va cosiendo con aguja, de un lado a otro mis intestinos; el blanco humo espasmódico y solo de fusiles dibuja el miedo en blancas puntadas en mi cuerpo. Stephen Spender (Inglaterra) Traducción: Francisco Núñez Roldán

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Visiones de poetas sobre la segunda guerra mundial La paloma que desciende rompe el aire Con llamas de incandescente terror, En las cuales las lenguas declaran La única disculpa del pecado y el error. La única esperanza, a cambio de la desesperación Está en la elección de una hoguera entre hogueras Para redimirse del fuego por el fuego. Entonces, ¿quién inventa el tormento? El amor. Amor es el nombre extraño Detrás de las manos que agitan La intolerable camisa de llamas Que ningún poder humano puede alejar. Solo vivimos, solo suspiramos Consumidos por uno u otro fuego. T. S. Eliot (Inglaterra)

Tumbas Vivir y dejar vivir No importa como todo termine Estos perdidos, bajo el cielo, Yacen como amigos.

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Perdonan los odios No importa cuánto odiaran; Por la vida separados Y por la muerte unidos.

John Pudney (Inglaterra)


Muertos de guerra Con un brazo gris doblado sobre un rostro verde El polvo de los carros que pasan lo cubren, Yaciendo a la vera del camino en el lugar apropiado. Porque ha cruzado la última visión lejana Que nos oculta el valle de los muertos. Yace como equipo usado, dejado de lado, Del cual nuestro rápido avance no puede sacar ventaja: Rosas, carros triunfales, pero éste murió. Otrora monumentos guerreros, lamentable intento En cierta forma vaga, una lamentable excusa Para esos perdidos futuros que los muertos soñaron. Cubierta la tierra con su lamentable piedra. Pero en nuestros corazones llevamos una carga más pesada: Los cuerpos de los muertos que yacen a la vera del camino. Gavin Ewart (Inglaterra)

Ceremonia después de un bombardeo Los seres que soy los pesarosos penad entre calles quemadas por la muerte incansable por el niño nacido hace unas horas con la boca aplastada carbonizada sobre el pecho negruzco de la tumba el pezón de la madre y sus brazos cruzados por los fuegos. Comenzamos Cantando Cantad

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la oscuridad replegó su incendio hacia el comienzo cuando la lengua presa asintió enceguecida. Un astro se rompió en los siglos del niño los seres que ahora soy penamos y los milagros nada expían. Perdonad perdonadnos vuestra muerte que los seres que soy los creyentes tal vez la sostengamos en un diluvio inmenso hasta que brote sangre, y el polvo cante como un pájaro mientras se expanden las semillas y vuestra muerte crece por nuestro corazón. Llorando vuestra muerte llorad, niño tras el canto del gallo, junto a la calle con enanos de fuego cantamos al mar que huye en el cuerpo saqueado. La última luz hablada es el amor. Oh semilla de hijos en el lomo de la cáscara negra abandonada. II

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No sé si Adán o Eva o el toro sagrado en su atavío o las blancas corderas o la elegida virgen tendida en su nieve sobre el altar de Londres, murió antes que los otros en la ceniza de la breve calavera, oh novia y novio oh Adán y Eva unidos que en calma yacen bajo el pecho triste de la losa blanca como los huesos


del jardín del Edén. Yo sé que la leyenda de Adán y Eva nunca es para un segundo silencioso en mi oficio sobre los niños muertos sobre el único niño que fue a la vez el sacerdote y los sirvientes, la lengua, la palabra y los cantores en la ceniza de la breve calavera, que fue el anochecer de la serpiente y el fruto como un sol, el hombre y la mujer sin hacer todavía el comienzo que hacia la oscuridad se desmorona desnudo como los viveros del jardín del desierto. III Dentro de las torres y los órganos de las catedrales luminosas dentro de las bocas de las veletas desleídas ondulando en los círculos por donde pasan doce vientos en el muerto reloj quemador de la hora sobre la urna de los sabáticos sobre la zanja rodante del alba sobre la choza del sol y los andurriales del fuego y los dorados pavimentos tendidos en los requiems, dentro del pan en un sembrado de llamas dentro del vino abrasador como aguardiente. Las misas del mar Las misas del mar bajo Las misas del mar que engendra niños irrumpen como una fuente y entran a colmar para siempre gloria, gloria, gloria el reino final y destructor del trueno del génesis.

Dylan Thomas (Gales) Traducción de Elizabeth Ascona Cranwell.

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La batalla Casco y rifle, mochila y capote Marchando por el bosque. En algún lugar adelante Los cañones retumban. Como el círculo de una garganta La noche a cada costado se hace roja. Se detienen y cavan. Se hunden como topos En la viscosa tierra entre los árboles Y pronto los centinelas alertas en sus huecos Sienten la primera nieve. Sus pies comienzan a helarse. Al amanecer la primera granada cae con un estallido, Luego granadas y balas cruzan las heladas maderas. Esto duró muchos días, la nieve estaba negra, Los cadáveres hedían en sus huecos escarlatas. Lo que más claramente recuerdo de esta batalla: El cansancio de los ojos, cómo las manos parecían delgadas En torno a un cigarrillo y la brillante ascua Vacilaría con toda la vida que en ella hay. Louis Simpson (Estados Unidos)

Espérame

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Esperame que volveré. Solo que la espera será dura. Espera cuando te invada la pena, mientras ves la lluvia caer. Espera cuando los vientos barran la nieve. Espera en el calor sofocante. Cuando los demás hayan dejado de esperar olvidando su ayer. Espera incluso cuando no te lleguen cartas de lejos. Espera incluso cuando los demás se hayan cansado de esperar. Espera incluso cuando mi madre y hermanos crean que ya


no existo. Y cuando los amigos se sienten junto al fuego para brindar por mi muerte. Espera no apresures a brindar por mi memoria tú también. Espera porque volveré desafiando todas las muertes. Y deja que los que no esperan digan que tuve suerte. Nunca entenderán que en medio de la muerte tú con tu espera me salvaste. Solo tú y yo sabremos cómo sobrevivir, es porque esperaste y los otros no. Konstantin Simonov (Unión Soviética)

De “La pasión” V Mis cimientos en las montañas y las montañas las levantan los pueblos sobre los hombros y sobre ellos arde la memoria zarza que no se consume. Memoria de mi pueblo, te llaman Pindos y Atos. Se enturbia el tiempo y por los pies cuelgan los días vaciando con estrépito los huesos de los humillados. ¿Quiénes, cómo, cuándo escalaron el abismo? ¿Cuáles, de quiénes, de cuántos los ejércitos? El rostro del cielo se vuelve y los enemigos se han dispersado. Memoria de mi pueblo te llaman Pindos y Atos. Solamente tú por los talones reconoces al hombre solamente tú hablas por el filo de la piedra. ¡Tú afilas el semblante de los santos y tú arrastras hasta la orilla de las aguas eternas la lila de la resurrección!

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¡Me tocas la mente y se duele la criatura de la Primavera! ¡Me castigas la mano, se emblanquece en las tinieblas! Siempre siempre atraviesas el fuego para alcanzar el fulgor Siempre siempre el fulgor atraviesas para alcanzar la cima de las montañas gloria de nieve, Pero ¿qué las montañas? ¿Quién y qué en las montañas? Mis cimientos en las montañas y las montañas las levantan los pueblos sobre los hombros y sobre ellos arde la memoria zarza que no se consume. Odiseas Elytis (Grecia) Traducción: Cristián Carandell

El ángel del pobre Ahora que invade las ofuscadas mentes Una piedad más áspera que la sangre y la tierra, Ahora que nos mide en cada latido El silencio de tantas muertes injustas, Que se despierte ahora el ángel del pobre Superviviente nobleza del alma... Con el gesto inextingible de los siglos Descienda a la cabeza de su viejo pueblo, En medio de las sombras... 170 Giuseppe Ungaretti (Italia) Traducción de Carlos Vitale


La ametralladora La sangre destrozada, la llama que persigue, la máscara perforada y la granada florecida no son aplacadas -ni el rostro que ardió donde enfocaron los reflectores; en las manos soldadas está nuestra época y nuestro destino en la cara de hule. En el trípode del artillero, negro de aceite, escupe y abre la boca la pitonisa. Randall Jarrell (Estados Unidos) Traducción: René Zapata

Loa de la dialéctica Con paso seguro marcha hoy la injusticia. Los opresores se disponen para otros diez mil años. El poder asegura: lo que es, persistirá como es. Voz, ninguna llega, sino las de los dominadores Y en los mercados, dice bien alto la explotación: ahora Llegó por fin mi hora. Pero entre los oprimidos muchos dicen ahora: Lo que queremos, no ha de venir jamás. Quien aún siga vivo: ¡que no diga jamás! Lo seguro, no es seguro. Lo que es, no persistirá como es. Cuando los dominadores hayan hablado Hablarán los dominados. ¿Quién osa decir jamás? ¿De quién depende que persista la opresión? De nosotros. ¿De quién depende su quiebra? De nosotros, también.

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Quien haya sido derrotado, ¡que se levante! Quien esté perdido, ¡que luche! ¿Quién detendrá al consciente de su situación? Porque los vencidos de hoy son los vencedores de mañana Y del jamás, saldrá el todavía.

Bertolt Brecht (Alemania) Traducción: Antoni Domènech

Un piloto irlandés prevé su muerte Yo sé que mi muerte encontraré allá arriba en medio de las nubes; no odio a aquellos contra quienes lucho ni amo a aquellos que protejo: la patria mía es Kiltartan Cross y sus pobres son mis compatriotas, ningún fin concebible podría hacerles daño ni hacerlos más felices de lo que antes fueron. Ley alguna o deber me incitaron a la lucha ni los políticos ni los vivas de la multitud; fue un jubiloso impulso solitario lo que a este tumulto de nubes me trajo. Todo lo tuve en cuenta, lo pesé todo: los años por venir eran aliento perdido, y aliento perdido los años transcurridos con esta vida, esta muerte, comparados. 172 William Yeats (Irlanda) Traductor: Nicolás Suescún


Alejamiento Desapareció al fondo de la calle. La luna había salido ya. Un pájaro cantó entre los árboles. Una historia corriente, simple. Nadie había notado nada. Entre las dos farolas un gran charco de sangre. Yannis Ritsos (Grecia) Traducción: Román Bermejo

De “Hojas de Hipnos” ¡Horrible día! He asistido, a solo algunos centenares de metros a la ejecución de B. Sólo tenía que apretar el gatillo del fusil ametrallador y hubiera podido ser salvado. Estábamos en las alturas que dominan a Céreste, con armas como para limpiar los matorrales y por lo menos en número igual a los SS. Ellos ignoraban que estábamos allí. A los ojos que en todas partes imploraban alrededor de mí la señal de abrir fuego, respondí que no con la cabeza... El sol de junio deslizaba un frío polar en mis huesos. Cayó como si no distinguiera a sus verdugos, y tan liviano me pareció que el menor soplo de viento hubiera debido alzarlo de la tierra. No di la señal porque esa aldea debía ser conservada a cualquier precio. ¿Qué es una aldea? ¿Una aldea parecida a otra? ¿Lo supo él, quizás, en ese último instante? René Char (Francia) Traducción: Raúl Gustavo Aguirre

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Ustedes talan imbéciles ustedes talan todos los árboles jóvenes con el hacha vieja los sacan Ustedes talan imbéciles Y a los árboles viejos con sus viejas raíces sus viejos serruchos los conservan Y cuelgan un cartel Árboles del bien y del mal Árboles de la Victoria Árboles de la Libertad Y la selva desierta hiede a vieja madera reventada y los pájaros se van y ustedes se quedan cantando ustedes se quedan imbéciles cantando y desfilando Jacques Prévert (Francia) Traducción: Graciela Isnardi

Canto de los últimos partisanos En el parapeto del puente Las cabezas de los ahorcados En el agua de la fuente La saliva de los ahorcados.

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Sobre el pavimento del mercado Las uñas de los fusilados Sobre la hierba seca del prado Los dientes de los fusilados.


Morder el aire morder las piedras Nuestro cuerpo no es ya humano Morder el aire morder las piedras Nuestro corazón no es ya humano. Pero hemos leído en los ojos de los muertos En la tierra haremos la libertad Está apretada en los puños de los muertos La justicia que se hará.

Franco Forttini (Italia) Versión: Jorge Aulicino

Epitafio por los partisanos de Valenza Esta piedra recuerda a los partisanos de Valenza y a los que lucharon en su tierra, caídos en el combate, fusilados, asesinados por alemanes y gregarios de provisorias milicias italianas. Su número es grande. Aquí los contamos uno a uno tiernamente llamándolos con nombres jóvenes para siempre. No maldigas, eterno extranjero en tu patria, y tú, saluda, amigo de la libertad. Su sangre aún está fresca, silencioso su fruto. Los héroes se han vuelto hombres: suerte para la civilización. De tales hombres Italia nunca quede pobre. 175 Salvatore Quasimodo (Italia) Versión: Carlo Frabetti


Nacidos en el 23, fusilados en el 42 Esta noche, amor mío, nos amaremos por ellos. Eran 28. Eran cinco mil y 28. Eran más que el amor que haya cabido nunca en un poema. Ahora serían padres. Ahora ya no serán. Nosotros, que en las aceras de un siglo, hemos sufrido las soledades de todos los Robinsones del mundo. nosotros, que hemos sobrevivido a los tanques y no hemos matado a nadie, pequeña grande mía, esta noche nos amaremos por ellos. Y no me preguntes si se podía regresar mientras por última vez, rojo como el comunismo, ardía el horizonte de sus deseos. A través de sus años sin amor, alto y herido, pasó el porvenir del amor. No hubo secretos de hierba pisada. No hubo secretos de blusas que alguien desabatonara. No hubo secretos de lirios caídos de manos exhaustas. Hubo noches y alambradas, hubo un cielo mirado por última vez, hubo trenes que volvieron vacíos y desolados, hubo trenes y amapolas, y con ellas, con las tristes amapolas de un verso de soldados, con insólito sentido de imitación, se batieron sus sangres. Y mientras tanto en los Kalemegdan, en las Perspectivas Nevski, en los Boulevards du Sud y en los Quai de los Adioses, en los Campi dei Fiori y en los Puentes Mirabeau, maravillosas hasta cuando no se aman, esperaban las Anne, las Zoje, las Jeanettes, esperaban el regreso de los soldados. Si no volvían, darían a los muchachos sus blancas espaldas nunca abrazadas. 176

No volvieron. Por sus ojos fusilados pasaron nubes y tanques. Por sus ojos fusilados,


por sus Marsellesas no acabadas de cantar por sus ilusiones acribilladas. Ahora serían padres. Ahora ya no lo son. Ahora esperan su cita de amor en las tumbas. Pequeña grande mía, esta noche nos amaremos por ellos. Izet Zarajlic (Bosnia-Herzegovina) Traducción: Juan Vicente Piqueras

Informe sobre la ciudad sitiada Demasiado viejo para llevar las armas y luchar como los otros fui designado como un favor para el mediocre papel de cronista registro -sin saber para quién- los acontecimientos del asedio debo ser exacto más no sé cuándo comenzó la invasión hace 200 años en diciembre septiembre quizá ayer al amanecer todos padecen aquí del deterioro de la noción del tiempo nos quedó solo el lugar el apego al lugar aún poseemos las ruinas de los templos los espectros de jardines y casas si perdemos nuestras ruinas nada nos quedará escribo tal como sé en el ritmo de semanas inconclusas lunes: almacenes vacíos la rata ha devenido

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moneda corriente martes: alcalde asesinado por agentes desconocidos miércoles: conversaciones sobre el armisticio el enemigo confinó los legados ignoramos dónde se encuentran esto es el lugar de su suplicio jueves: tras una turbulenta asamblea se rechaza por mayoría de votos la propuesta de los comerciantes de especias de rendición incondicional viernes: comienza la peste sábado: se ha suicidado un desconocido inflexible defensor domingo: no hay agua rechazamos un ataque en la puerta este llamada Puerta de la Alianza lo sé todo esto es monótono a nadie puede conmover

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evito comentarios las emociones mantengo a raya escribo sobre hechos aparentemente solo ellos son valorados en los mercados foráneos pero con cierto orgullo deseo informar al mundo que gracias a la guerra hemos criado una nueva variedad de niños a nuestros niños no les gustan los cuentos juegan a matar despiertos y dormidos sueñan con la sopa el pan los huesos exactamente como los perros y los gatos al atardecer me gusta deambular por los confines de la Ciudad a lo largo de las fronteras de nuestra libertad incierta miro desde lo alto el hormigueo de los ejércitos sus luces escuchando el tronar de los tambores los alaridos bárbaros en verdad es inconcebible que la Ciudad todavía se defienda


el asedio continúa los enemigos deben ser reemplazados nada les une excepto el anhelo de nuestra destrucción godos tártaros suecos huestes del César regimientos de la Transfiguración del Señor quién los enumerará los colores de los estandartes cambian como el bosque en el horizonte desde el delicado amarillo de aves en primavera a través del verde del rojo hasta el negro invernal así al atardecer liberado de los hechos puedo pensar en asuntos antiguos lejanos por ejemplo en nuestros aliados de ultramar lo sé su compasión es sincera envían harinas sacos de ánimo grasa y buenos consejos ignoran incluso que nos traicionaron sus padres nuestros exaliados desde los tiempos del segundo apocalipsis sus hijos no tienen culpa merecen gratitud así que les estamos agradecidos no sufrieron un asedio largo como una eternidad a quienes alcanzó la desdicha están siempre solos los defensores del Dalai Lama kurdos montañeses afganos ahora cuando escribo estas palabras los partidarios del pacto conquistaron cierta ventaja sobre la fracción de los intransigentes habituales las oscilaciones de ánimo los destinos aún se sopesan los cementerios crecen disminuye el número de los defensores

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pero la defensa perdura y perdurará hasta el final y si cae la Ciudad y uno solo sobrevive él portará consigo la Ciudad por los caminos del exilio él será la Ciudad miramos en el rostro del hambre el rostro del fuego el rostro de la muerte y el peor de todos -el rostro de la traicióny solo nuestros sueños no fueron humillados Zbigniew Herbert (Polonia) Traducción: Bogdana y John Carpenter

Pan y rosas Entre dos rosas se tensa el mundo como la piel del asno. La vida, entre dos cosas: pan y rosas. Se escucha el mundo, redoblan los tambores. Para cosas pequeñas, guerra grande. Ganador y vencido vuelven a casa. Qué distancia, qué distancia hay hasta la casa. Dos vados, dos palabras maravillosas en la corneta de la historia; pan y rosas. Volver a tocar sobre el tambor volcado moviendo con violencia la corneta entre las manos. Sobre la piel de asno del tambor de guerra, para nuestro amor, el hambre y la muerte esperan. 180 Jaroslav Seifert (Checoeslovaquia) Traducción: Clara Janés


Himno de los partisanos (1943)

Amigo, ¿escuchas el vuelo de los cuervos sobre nuestras llanuras? Amigo, ¿escuchas estos gritos sordos de un país que encadenan? ¡Eh! partisanos, obreros y campesinos, es la alarma Esta tarde el enemigo conocerá el precio de la sangre y de las lágrimas. Suban de la mina, desciendan las colinas, camaradas, Saquen del pajar los fusiles, la metralla, las granadas, ¡Eh! los que disparan, a vuestras armas y a vuestros cuchillos, maten rápido. ¡Eh! saboteador, cuidado con tu carga de dinamita... Somos nosotros quienes rompemos los barrotes de las prisiones para nuestros hermanos. El odio nos persigue y el hambre que nos impulsa, la miseria. Existen países donde las personas en lo hondo de sus camas sueñan, Aquí, tú nos ves, nosotros marchamos y matamos... nos revientan... Aquí cada uno sabe lo que quiere, lo que hace, cuando pasa. Amigo, si tú caes, un amigo sale de la sombra en tu lugar. Mañana la sangre negra se secará con el gran sol sobre las rutas Canten, compañeros, en la noche la libertad nos escucha... y escribe sobre los cuadernos. Letra: Joseph Kessel y Maurice Druon Música: Anna Marly

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Toda la poesía contra la matanza

Filosofía del soldado Al tensar el arco ténsese muy fuerte. Al lanzar la flecha láncese encendida. Al disparar, dispárese al caballo. Al perseguir al enemigo, captúrese al comandante. Si de esta forma defendemos la frontera, las bajas que causaremos serán mínimas. Si solo deseamos detener la invasión ¿sería justo desencadenar la matanza? 182 Du Fu (China) Versión de Carlos Montemayor


Luchando al sur de la ciudad El año pasado luchamos en las puertas del Sangkan; este año, a lo largo de los lechos de los ríos en el Pamir, hemos lavado nuestras espadas en la espuma de los mares partos y apacentamos nuestros caballos entre las nieves de Tienshan. Después de una campaña de diez mil lis nuestros hombres están fatigados y envejecidos. Batallar, masacrar, para los hunos es igual que sembrar: huesos blancos son la única cosecha en estas arenas amarillas. Donde la Casa de Chin construyó la Gran Muralla contra los nómades, la Casa de Han conservó encendidos los fuegos del faro y éstos arden aún; parece que no hay fin para la lucha. En el yermo los hombres se cortaban en pedazos, caballos sin jinete relinchan furiosamente hacia los cielos, milanos y cuervos arrancan las entrañas humanas, vuelan con ellas y las cuelgan en las ramas de los árboles muertos. La sangre de los soldados mancha la hierba y las zarzas. ¿Para qué sirve un jefe sin sus tropas? La guerra es algo temible y el príncipe juicioso recurre a ella sólo si debe hacerlo.

Li Bai (China)

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El durmiente del valle Es un hoyo en el que canta entre el verdor un río, extendiendo a lo loco entre las hierbas harapos de plata; donde el sol, desde el monte altanero brilla; es un vallecillo que espumea de rayos. Un joven soldado, abierta la boca y sin la gorra, y bañando su nuca en los berros azules duerme; bajo las nubes, tumbado entre la hierba, blanco en su verde lecho donde llueve la luz. Los pies en los gladiolos, duerme. Sonriendo como lo haría un niño enfermo, se echa un sueño: su frío, oh tú, Naturaleza, cálidamente acunas. Estremecer no pueden su nariz los olores: duerme en el sol, la mano sobre el pecho tranquilo. En su costado tiene dos rojos agujeros. Jean Arthur Rimbaud (Francia)

Día El sol se levanta por el este envuelto en túnicas de sangre y oro. Espadas, lanzas e iras crecen envueltos en torno a su seno coronado de fuegos guerreros y de rabiosos deseos. 184 William Blake (Inglaterra) Traducción: Pablo Mañe


¡Allons! ¡A través de luchas y guerras! La meta que ha sido pronunciada no puede anularse. ¿Han sido exitosas las luchas del pasado? ¿Qué ha triunfado? ¿Tú? ¿Tu país? ¿La Naturaleza? Entiéndeme bien: es algo que está en la esencia de las cosas. De los frutos del éxito, sean cuales fueren, saldrá algo que hará necesaria una lucha aún mayor. Mi llamado es la a lucha. Fomento la rebelión activa. Quien me acompañe ha de ir bien armado. Quien me acompañe tendrá a menudo una dieta frugal, pobreza, airados enemigos, deserciones. Walt Whitman (Estados Unidos) Traducción: Pablo Mañe Garzón

Heraclitismo Toda felicidad en la tierra, amigos, el combate la otorga. Sí, para convertirse en amigos se precisa el humo de la pólvora. Los amigos son uno en tres casos: hermanos en la necesidad, iguales ante los enemigos y libres... ¡ante la hora final! 185 Federico Nietzsche (Alemania) Traducción: Laureano Pérez Latorre


Hay una palabra que lleva una espada puede atravesar a un hombre armado arroja sus barbadas sílabas y enmudece de nuevo pero donde cayó los que se salvan dirán en un patriótico día que algún hermano con charreteras entregó su alma. Donde quiera que corra el palpitante sol dondequiera que vague el día ahí está su silencioso ataque ¡ahí está su victoria! ¡Contempla al más empedernido tirador! ¡El más certero disparo! ¡El más sublime blanco del tiempo es un alma “olvidada”! Emily Dickinson (Estados Unidos) Traducción: Silvina Ocampo

Una vez vino un hombre que dijo: “Ordénenme en filas a todos los hombres del mundo”. Y al instante hubo un tremendo clamor entre las gentes para que no las ordenaran en filas. Hubo una estruendosa contienda en todo el mundo. Persistió durante décadas; y sangre derramaron los que no querían estar en filas y los que añoraban estar en filas. Con el tiempo murió el hombre, llorando. Y aquellos que siguieron el tumulto sangriento no sabían qué era la gran simplicidad. 186 Stephen Crane (Estados Unidos) Traducción: Nicolás Suescún


Knowlt Hoheimer Yo fui el primer fruto de la batalla de Missionary Ridge. Cuando sentí la bala entrar en mi corazón deseé haberme quedado en casa e ir a la cárcel por robar los puercos de Curl Trenary, en lugar de huir y alistarme en el ejército. Mil veces es preferible la cárcel del condado antes que yacer bajo esta figura de mármol con alas, y este pedestal de granito con las palabras Pro Patria. Al fin y al cabo, ¿qué significan? Edgar Lee Masters (Estados Unidos) Traducción: Susana Haug

Guerras En las antiguas guerras, redoble de cascos de caballos y pisadas de botas. En las nuevas guerras, rugidos de motores y rodar de llantas. En las guerras del porvenir, ruedas silenciosas y girar de vástagos nunca soñados, aún en las cabezas de los hombres. En las antiguas guerras, chicar de espadas y lanzazos en los rostros. En las nuevas guerras, cañones de largo alcance y muros derribados, cañones que escupen metal y hombres que caen por docenas.

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En las guerras del porvenir, nuevas muertes silenciosas, nuevos disparos silenciosos nunca soñados aún en las cabezas de los hombres. En las antiguas guerras, reyes peleando y millares de hombres siguiéndoles. En las nuevas guerras, reyes peleando y millones de hombres siguiéndoles. En las guerras del porvenir, los reyes arrojados a patadas bajo polvo, y millones de hombres siguiendo causas nunca soñadas aún en las cabezas de los hombres. Carl Sandburg (Estados Unidos) Traducción: Agustí Bartra

Muerte profanada Mediante el genocidio el poder ha matado también el sentimiento que habíamos aprendido a asociar con la muerte humana. La majestad de la muerte yace muerta. La muerte que se dio a millones de seres fue una muerte animal. Allí donde antes atracaba la barca de Caronte hay un transbordador de animales. 188 Harry Martinson (Suecia) Traducción: Francisco Uriz


Leyenda La historia que voy a contar me la contó un maestro que la leyó en un poema escrito en una lengua ya muerta. Doscientos cincuenta años ha el poeta recordaba a un soldado que había oído de veteranos de la guerra la historia que voy a contar. Profundos pantanos rojos dividían Aughrim, lomo de caballo con setos de guirnaldas y danza de verano, la defensa de Irlanda contra el avance de los colonizadores: veinte mil soldados de cada lado, entre ellos una ciénaga de fanatismo exaltado y orgullo de raza, con una calzada por la que dos de frente podían pasar. En campos contrarios antepasados nuestros hace diez matrimonios, atrapados en una pugna encarnizada de reyes ausentes que usaban la guerra como una mesa de naipes apostando para resolver asuntos de palabras, decidir si el pan es Dios o Dios una parábola, encendían fósforos, alimentaban caballos, pasaban sed, marchaban, hacían un alto y marchaban a la batalla. Richard Murphy (Irlanda) Traducción: Argentina Rodríguez

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Fuerte crece la hierba Fuerte crece la hierba en planicies opulentas de sangre; en el invierno helado de la tierra, la primavera comienza a revivir. Mientras tanto los héroes luchan y todos los consejeros fingen dolor, Ante la tumba de Sun Yat-Sen, Como cuervos que graznan en el crepúsculo. Lu Xun (China) Traducción: Guillermo Martínez González

Letanía de las ganancias de guerra Dedicado a Ezra Pound

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Estos son los hombres de las compañías que han sacado dinero de esta guerra milnovecientossesentayocho Anno domini cuatro mil ochenta Hebraico Estas son las corporaciones que se han beneficiado con el comercio de fósforo que abrasa la piel o de bombas fragmentadas en miles de punzantes agujas Y en esta lista los millones ganados por cada mancomunidad manufacturera y aquí están las ganancias numeradas catalogadas desde hace una década puestas en orden, aquí nombrados los Padres en el gobierno de estas industrias teléfonos


dirigiendo las finanzas, Nombres de directores, hacedores de destinos, y los nombres de los accionistas de estos Agregados. Predestinados. Y aquí están los nombres de sus embajadores en la capital, representantes ante la legislatura, aquellos que se sientan bebiendo en salones de hotel para persuadir, y aparte, por orden, aquellos que dejan caer Anfetaminas con los militares, chismorrean, discuten y persuaden sugiriendo políticas, nombrando lenguajes, proponiendo estrategias, esto hecho con dinero como embajadores ante el Pentágono consultores de los militares, pagados por su industria: y estos son los nombres de los periódicos propiedades de estos bancos Y estos son los nombres de las estaciones de radio propiedad de estos combinados; y estos son los números de miles de ciudadanos empleados por las citadas empresas; y el comienzo de esta relación es 1958 y el final 1968, que la estadística sea contenida en una mente ordenada, coherente y definida, y la primera forma de esta letanía comenzó el primer día de diciembre de 1967 y lleva más allá este poema sobre estos Estados. Allen Ginsberg (Estados Unidos) Versión: A. Resines

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Hic Est Locus Patrae Los árboles llenaban el lugar de tu sangre; el cielo se rasgaba, demasiado cercano para ti; otros ejércitos vinieron, oh Casandra, y nada pudo ya resistir a su abrazo. Aquel que regresaba se apoyó sonriendo en la copa de mármol que adornaba el umbral. Cae la luz en el sitio que llaman La Arboleda Era luz de palabra, fue noche de huracán.

Yves Bonnefoy (Francia) Traducción: Enrique Moreno Castillo

Como una avalancha (haikús de la revolución) Con el temblor Del salvaje hervir de la piedra, Bajo la corteza terrestre.

Las tormentas Temperamentales, se unen, furiosas Como el fuego loco del sol.

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Los profetas, hablaban. La escueta vid del Tiempo ha crecido. ¡Come su fruto de Verdad!


Las profecías ¡se harán Realidad! ¡Hermanos y hermanas! ¡El hechizo ha sido lanzado!

Como una avalancha Inesperada como un ladrón En la noche silenciosa

El colapso del Imperio malvado vendrá Como una avalancha

¡Cuidado! Hay peligro En estar del lado equivocado De la justicia de Dios

El espíritu humano, Como una avalancha que rueda, Una creciente bola de nieve

Destrozará, demolerá, Poderoso como una avalancha, El firmamento de

La máquina Abominable de guerra y codicia. El pueblo Como en una avalancha 193 James Byron (Estados Unidos) Traducción: León Blanco


Medusa Veíamos avisos en todas partes presagios que una ciudad entera descifraría marioneta en la punta del poste eléctrico bailando bailando como lo había hecho sobre los muros del alcázar durante aquel largo asedio vimos la palabra FIN arrancada por inundaciones a través de una ladera erosionada ¿el fin de qué? nos preguntábamos ¿el fin de qué? Alguno pensó en el régimen pero era el fin de las montañas mismas el fin de los árboles una entera región, regiones enteras sin agua el fin de las cascadas de riachuelos atrapados en camisas de fuerza de cemento succionados para los amigos del poder, que pagan, el fin de las pequeñas quebradas que mi madre había conocido que corrían por la parte trasera de los vecindarios de Puerto Príncipe la marioneta trepa hasta la punta del pilón eléctrico y se balancea baila

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baila como ella había bailado desnuda como las balas de cañón que bailaban con ella baila como ella había bailado cuando hizo que la línea enemiga cesara de disparar baila como había bailado sobre los muros del alcázar durante aquel asedio de hace tiempos cuando encantaba soldados franceses


estuvimos perplejos como ellos enmedusados la observamos dar tres pasos y luego girar de vacaciones más arriba que un infierno superficial. Boadiba (Haití) Traducción: León Blanco

Hace tiempo Hace tiempo, dicen los viejos, la tierra era un jardín compartido por todos: los árboles nos dejaban caer frutos para compartir, hojas dulces tallos y flores ofrecidas en sacrificio a todos nosotros a través del suelo viviente una y otra vez, arriba y abajo, ramas y rocas nos brindaban herramientas comunes, nos enseñábamos mutuamente a pescar y cocinar, cazar y coser, compartimos la abundancia cuando la tierra brillaba cálida, compartíamos nuestras piedras y el calor del cuerpo abrazados contra el hielo y la tormenta; así, juntos, nos ocupábamos juntos del jardín. Pero hoy conduzco mis viejas ruedas averiadas Arriba y abajo por las hileras del jardín y

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En todos lados, sobre el estrépito y zumbido De máquinas locas, puedo oír el llanto y el gemido de los desterrados, el mismo estruendo bajo cada cupón de comida y línea de desempleo, la misma ira contenida en tantos ojos por la Calle, y escuelas supuran como campos de concentración, sitios de trabajo hediondos de guerra, y en tantas mesas de cocina los mismos gritos que estallan por dientes apretados, y en todas partes cercas eléctricos y alambre de púas, guardias de seguridad, alarmas de ladrón, No entres, propiedad privada, los intrusos serán violados por el más fuerte y entero brazo de la ley… John Curl (Estados Unidos) Traducción: León Blanco

El grito de la mariposa

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El grito de la mariposa Fukushima, Fukushima Largamente temido, demorado en llegar, gimiendo, aullando Fukushima, Fukushima Alas de pesadilla aletean aletean Una por tierra Dos por mar Chernobyl La Isla de Tres Millas Fukushima Nuestra tierra, una isla planetaria infinitésimamente diminuta En un gran vasto océano cósmico, Más pequeña que una pizca, un punto, una mota de polvo En la Mirada de ojos que no ven Dioses sino a GodZilla Hiroshima Fukushima Rey Carbón Petróleo Energía nuclear Fracking


Envenenando la espinaca, la crema de leche El barro sagrado, el mar de sal vital Rompiendo los sueños del arcoíris de la humanidad Con Sudorfrío irradiando RedoblesdeTambor llamadosdeMuerte Despertando a punzadas los gritos de la mariposa perforada Fukushima, Fukushima, Fukushima A. J. Dickinson (Estados Unidos) Traducción: León Blanco

Dientes de guerra Dientes de guerra le robaron el último aliento a la mujer que acababa de parir la esperanza, la acorralaron, alguna pequeña bala sucia directo por su corazón anaranjado a rojo hasta llamas, corredores llenos de mentiras & tortura en su sueño, en su despertar estoy –con mis ojos bien abiertos pero las palabras no pasan y algún tonto siempre tocando la puerta de mis mejores intenciones es la guerra, no es la guerra, sí es la guerra, no, sí, -es todo-. Las palabras no son lo que solían ser: Demasiados oídos en mi boca, subtítulos en cada lengua, ira sin hogar. 197 Agneta Falk (Suecia) Traducción: León Blanco


Al margen de la guerra

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“Esas son estrellas”, dice el niño, mientras aviones deforman el rostro del cielo. “Solía reposar mi cabeza”, dice su hermana, “sobre sus brazos cálidos. No recuerdo cómo encontramos los huesos del asesinado que era papá, quien nos defendía sobre esta tierra-espejismo, preguntándole a una sombra: ¿Cómo empezó esto?». Las mujeres de ceniza lloran, “Estos son los presagios de aquellos perdidos en la oscuridad de las prisiones”. Uno de ellos pide ayuda, “No lo encontré. Salió sin casco, Y nada lo distingue sino su corazón. Él era como mi país Demasiado grande para cargar, Devolvieron muchos cadáveres pero no el suyo.” “Estas son las señas de una mañana desvanecida”, Dice la mujer que, aun tendiendo la cama, sueña que él podrá venir en una noche de deseo, enciende un fósforo, lo mantiene entre los dedos contiene la pena. “Estos son los recuerdos de los años pasados”, dice uno acabado de llegar. «¿A quién le fue vendida mi edad como madera para un fuego que ha rugido sin cesar por veintitrés años? Estos son espejos para mi vida hueca”.


Pájaros gritan mientras siguen Un escuadrón apache, “¿Dónde están las ventanas? ¿Dónde están las ventanas? ¡Queremos aire!” Faleeha Hassan (Irak) Traducción: León Blanco

Soñar Yacen allí, uno por uno en gigantes jarras de cerámica, cada dos jarrones se pegan con hollín Estiran sus altos y delgados cuerpos al sol libremente. El sol los visita, el susurro de los árboles los lava, la dulce canción de las abubillas resuena en sus oídos y el néctar de las flores gotea sobre ellos. El día que el laúd fue inventado, toda la creación sonrió El día que descubrieron la pólvora los pájaros se entristecieron mientras los rifles sonreían y dos canciones fueron cantadas con un solo alfabeto. Para cuando el gran creador advirtió todo esto, los esqueletos sueltos ya habían invadido las tumbas y las alimañas se multiplicaron Así creció la inquietud y quietas calaveras rieron y enseñaron sus dientes El rebelde duerme con su equipamiento mientras las tormentas

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maldicen y gimen. Muertos, vengan, vamos a buscar un poco de sueño lejos de las tumbas y cuando durmamos, que nuestras caras se tornen hacia el agua ondulando por ruedas de molino y que sea a esa hora, cuando los pájaros de la mañana cantan sus canciones. Saba Jasim (Irak) Traducción: León Blanco

Átenme prohíbanme los libros los cigarros obstruyan mi boca con arena la poesía es sangre el agua de los ojos se imprime con las uñas las órbitas las cuchillas las clamaré en la cárcel en el baño en la cantera bajo el látigo y la violencia de las cadenas un millón de pájaros sobre las ramas de mi corazón inventan el himno combatiente. 200

Mahmud Darwish (Palestina) Traducción: Daniel García Santos


Mientras más me amo, Palestina Mientras más me odian, A la árabe fea que piensan que soy Más me amo, yo, la palestina, Mientras más villana me hacen Para justificar su propaganda y enriquecerse Más me comparto, me muestro, me escribo, me leo, Mientras más me etiquetan, como terrorista, y ellos no Más cocino maklubeh y mujadarah, para compartir Mientras más me demonizan, me atan, me amordazan, me encarcelan, Más escucho a Marcel Khalife y a Baghdad Blues Mientras más violenta me dibujan, intransigente, obstinada, Más leo a Darwish, Kanafani, Tuqan, al-Jayyusi y Sayigh Mientras más dicen que estoy subordinada a los hombres, la sociedad y la ley Más demuestro mi independencia y disipo estereotipos Mientras más ellos y los suyos bombardean y bombardean y bombardean Más entretejo hechos en poemas para que el mundo los vea Mientras más morimos, morimos y morimos, y ellos mienten y mienten y mienten Mientras más violan, la ley internacional, sin castigo Más poesía escribirán los poetas, de historia revelada Mientras más tierras, casas y huertos se lleven o demuelan Más persevero para liberar al mundo del racismo y el odio Mientras niños maten, en Cisjordania, Gaza y Líbano Más próspero con menos y menos, aún tengo más Mientras más me odian y se nieguen a debatir conmigo Más convoco ángeles a restaurar la resistencia, la dignidad y la visión Mientras más les dicen a otros que me odien y no hablen de mí, Más amo me amo, palestina. Lorene Zarou-Zouzounis (Palestina) Traducción: León Blanco

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Sombra Una mujer reciclada pisa la calle oscura, entra en callejuelas vacías, tranquila y silenciosa Camina sobre sombras de árboles caídos sombras de gente aislada que dejó la zona de guerra, ventanas rotas y puertas destrozadas Ella camina sobre pares de zapatos perdidos La mujer reciclada camina sobre la piel de una noche fría, desnuda pensando que la noche es demasiado larga y las sombras se sienten demasiado frías Mahnaz Badihian (Irán) Traducción: León Blanco

La guerra

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Una canción para el caballo rojo que piafa de sed en los escombros Un réquiem para el soldado que apunta el cañón con pulso firme El enemigo huye con horror hacia la bala La melodía nuclear dibuja con hollín el suelo y las paredes con grasa de cuerpos que desintegra el resplandor y el estallido Sobre los vidrios rotos el calor pinta siluetas El avión los nervios las visiones el misil la mancha Los proyectiles viajan como ángeles de fuego sin mensaje Idiotas precisos en el arte de sembrar el caos


Un himno en lengua escrita hablada y en silencio por la piedra que se aferra a la mano hasta romper una cabeza Por la ira de David que va como Goliath por la victoria por los motivos del otro contra el otro

José Ángel Leyva (México)

Nuestros cementerios Parcialmente un cementerio En parte un basurero Parcialmente un sanatorio En parte un inodoro al aire libre Parcialmente una chatarrería En parte un prostíbulo Parcialmente una guarida de ladrones En parte un casino Parcialmente un altar de fetiches En parte una cantera Parcialmente un puesto de mercado En parte una valla publicitaria Totalmente un vertedero de basura Absolutamente una tierra disputada Y lo llamamos cementerio Donde enterramos a los seres queridos Y a los no tan queridos En eternos montones de basura Envueltos en un polvo a polvo Y en un ritual basura a basura Volvemos a casa para enterrar nuestras almas muertas En mortales tumbas profanadas Como las tumbas enterrando nuestros muertos 203 Oumar Farouk Sesay (Sierra Leona) Traducción: León Blanco


Nostalgia Los espíritus pasaban, y las plazas de nuestra aldea llegaban a un silencio absoluto. Callada ahora la música de los morteros de arroz de los días de cosecha Cuando trenzábamos el cabello de los fuegos de la tarde con hábiles danzas Tambores, canciones y ululaciones evocaban el latido de los deseos más profundos Risa era la vida, profusa y pura como la blanca arcilla de la esperanza en el bondo Chicas cuchicheando sobre los chicos de sus sueños bajo una luna nueva Sus faldas de hierba colmadas de susurros de dulce inocencia Como muchachos y muchachas desnudos semejantes a papas peladas Lanzados hacia el pulso de la lluvia de agosto sin avergonzarse

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Las mañanas se alzaban con flores de pájaros tejedores, coro en las palmeras Los mediodías se regocijaban con la lírica elocuencia de pájaros pimienta alabando su especia de vida o senderos de granja quemadas por panoplias de mariposas sembrando besos Sobre las caras llenas, fragantes, jadeantes de los pétalos, Y nosotros, descalzos, trepábamos las espaldas fuertes de los árboles del pan Bajando a tierra gajos de sus senos redondos y rebosantes, Bebíamos el sol desde las calabazas burbujeantes, con el balbuceo de dios al hombre, Silbábamos con ritmos de senos de doncellas que machacaban los frutos de palma cocidos


Mientras Pasaban espíritus envidiosos de las plazas de nuestra aldea asentada en una cadencia total Ambrose Massaquoi (Sierra Leona) Traducción: León Blanco

Kalashnikov al sol Es un Kalashnikov una oxidada pieza de muerte importada, yaciendo en la arena. Una enredadera avanza lentamente lentamente en el túnel negro de su cañón; una hormiga camina sobre el gatillo una lagartija se asolea sobre la culata. Piensa conmigo. Enredados nos movemos en pensamientos de púas laberintos sin fin de lemas de tristeza morimos en lo abstracto asimilados en estadísticas… y aún apretamos nuestros cinturones. Piensa conmigo;

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La descarga del Kalashnikov acuesta a otro soldado. Generales comen palabras de cofres de ayuda ¿para salvar a quién? algunos preguntan y pagan por preguntar. ¿Dónde está la dicha, limpia, clara dicha en esta Tierra cocinándose al sol? ¿dónde la tierra de mis sueños? ¿En esta Tierra donde la muerte se importa para alimentar a los hambrientos? Si los fusiles pudieran hacernos crecer seríamos gigantes pavoneándonos Pero la inflación se atora como una espina de pescado en nuestra garganta y de la tierra sigue brotando hambre. Necesitamos aún dosis de ayuda apretamos nuestros estómagos hambrientos para satisfacer a los profetas de la inflación. Déjanos llenar el vientre de nueces de cola y luego golpear los Kalashnikovs, inutilizados como armas volverlos azadones machetes y picas e ir a arar y cultivar el suelo, nuevamente. 206 Tatafway Mani Tumoe (Sierra Leona) Traducción: León Blanco


Nuevo comienzo Con alas adoloridas Las garcetas vuelven a trazar su camino Y se posan sobre el algodonero Sintiéndose maníaco depresivas No encuentran lugar para la dicha A menos que bailen sobre las frescas tumbas De sus seres queridos Varias décadas de vuelo Las traen de regreso al algodonero Sus plumas untadas de sangre Sofocadas por el hedor y el horror, miran a sus nidos Reducidos a jirones por la contienda Posadas ahora sobre el algodonero Las garcetas tienen que lavar la sangre de sus plumas Abrazar la paz y la reconciliación Y en grupo reconstruir sus nidos Con las hojas más verdes del algodonero Frederick Bobor James (Sierra Leona) Traducción: León Blanco

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