EN EL CAMINO “Por tanto, haced las cosas que os he dicho que he visto que hará vuestro Señor y Redentor; porque… entonces os halláis en este estrecho y angosto camino que conduce a la vida eterna; sí, habéis entrado por la puerta; habéis obrado de acuerdo con los mandamientos del Padre y del Hijo; y habéis recibido el Espíritu Santo, que da testimonio del Padre y del Hijo, para que se cumpla la promesa hecha por él, que lo recibiríais si entrabais en la senda” (2 Nefi 31:17–18).
Lo mismo se aplica a los man damientos, como por ejemplo, la Palabra de Sabiduría. Nuestro Padre Celestial y Su Iglesia no nos quitan el albedrío al pedirnos que nos absten gamos de tomar alcohol. Podemos elegir si guardaremos ese manda miento o no; pero cuando tomamos la decisión, también escogemos las consecuencias que la acompañan. Si optamos por quebrantar esos mandamientos, entonces nos arries gamos a perder todas las bendiciones asociadas a ellos. La decisión que debemos tomar no es en cuanto a si se nos permite tomar alcohol o hacer una cosa u otra; es en cuanto a si queremos las bendiciones del reino de los cielos y si queremos hacer lo que el Señor pide porque lo amamos y estamos convertidos a Él. Seguridad en el camino
Jessica P. y Nory A., dos mujeres jóvenes que viven en Santa Cruz, saben esto por experiencia personal. Las dos son conversas a la Iglesia y han visto la diferencia que causa el guardar los mandamientos. No hay 56 L i a h o n a
muchos miembros en las Islas Galá pagos (sólo hay 125 miembros en la rama de las aproximadamente 25.000 personas de la isla). Puede ser difícil mantenerse en el camino estrecho y angosto (véase 1 Nefi 8:20; 2 Nefi 4:33; 31:17–19; Alma 7:19) cuando hay tentaciones como el alcohol y las drogas a todo su alrededor. Nory ha visto los desafíos en su propia familia. Un año después de que su familia fue bautizada, se se llaron en el Templo de Guayaquil, Ecuador. Sin embargo, poco después, varios miembros de la familia se apar taron del camino. Por un tiempo, ella y su madre eran las únicas que iban a la Iglesia. ¿Cómo se mantuvo firme? “La noche de hogar”, dice ella. “Por un tiempo, sólo mi mamá y yo la teníamos. Un poco después, mi her mano mayor y mi papá empezaron a participar; y cada vez que estudiamos el Evangelio, mi papá dice: ‘Esto se aplica a mí’. Ahora está cada vez más fuerte, y mi hermano también”. Jessica ha afrontado una batalla diferente. “El ser el único miembro de la Iglesia en mi familia es difícil”,
explica. A algunos integrantes de su familia no les gusta el hecho de que ella vaya a la Iglesia; de hecho, causa discusiones. “A veces uno desearía que sus pa dres, su familia, fueran miembros de la Iglesia”, dice, “para poder compartir cosas con ellos; eso es difícil. “Cuando se tienen problemas, no se puede buscar consuelo en la calle o en el alcohol, porque no ayudarán en nada; en lugar de ello, voy a la Iglesia, donde tengo buenos amigos. “Ellos me ayudan mucho. Si me siento desanimada, siempre está Nory u otras mujeres jóvenes. Cuando voy a la Iglesia, me siento viva; me siento aliviada de todos los problemas en mi vida”. Escoger el camino correcto
Jessica y Nory han encontrado gozo al vivir el Evangelio; o más bien, han encontrado gozo a causa de que viven el Evangelio. Los mandamientos, como los cami nos alrededor de “Los Gemelos”, no nos limitan; nos proporcionan la guía necesaria para que nos perfeccione mos mediante la expiación del Salva dor (véase D. y C. 82:8–9). Cuando escogemos guardar los mandamien tos, escogemos mostrar amor y devo ción a Dios; escogemos ser dignos de la compañía del Espíritu Santo; esco gemos ser dignos de recibir inspira ción, de poder servir, de entrar en el templo y de honrar el sacerdocio. Lo que es más importante, esco gemos esforzarnos por lograr la vida eterna en el reino celestial con nues tro Padre Celestial. Ése es el camino hacia la paz y la felicidad. ◼