Liahona Marzo 2013

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EN EL CAMINO “Por tanto, haced las cosas que os he dicho que he visto que hará vuestro Señor y Redentor; porque… entonces os halláis en este estrecho y angosto camino que conduce a la vida eterna; sí, habéis entrado por la puerta; habéis obrado de acuerdo con los mandamientos del Padre y del Hijo; y habéis recibido el Espíritu Santo, que da testimonio del Padre y del Hijo, para que se cumpla la promesa hecha por él, que lo recibiríais si entrabais en la senda” (2 Nefi 31:17–18).

Lo mismo se aplica a los man­ damientos, como por ejemplo, la Palabra de Sabiduría. Nuestro Padre Celestial y Su Iglesia no nos quitan el albedrío al pedirnos que nos absten­ gamos de tomar alcohol. Podemos elegir si guardaremos ese manda­ miento o no; pero cuando tomamos la decisión, también escogemos las consecuencias que la acompañan. Si optamos por quebrantar esos mandamientos, entonces nos arries­ gamos a perder todas las bendiciones asociadas a ellos. La decisión que debemos tomar no es en cuanto a si se nos permite tomar alcohol o hacer una cosa u otra; es en cuanto a si queremos las bendiciones del reino de los cielos y si queremos hacer lo que el Señor pide porque lo amamos y estamos convertidos a Él. Seguridad en el camino

Jessica P. y Nory A., dos mujeres jóvenes que viven en Santa Cruz, saben esto por experiencia personal. Las dos son conversas a la Iglesia y han visto la diferencia que causa el guardar los mandamientos. No hay 56 L i a h o n a

muchos miembros en las Islas Galá­ pagos (sólo hay 125 miembros en la rama de las aproximadamente 25.000 personas de la isla). Puede ser difícil mantenerse en el camino estrecho y angosto (véase 1 Nefi 8:20; 2 Nefi 4:33; 31:17–19; Alma 7:19) cuando hay tentaciones como el alcohol y las drogas a todo su alrededor. Nory ha visto los desafíos en su propia familia. Un año después de que su familia fue bautizada, se se­ llaron en el Templo de Guayaquil, Ecuador. Sin embargo, poco después, varios miembros de la familia se apar­ taron del camino. Por un tiempo, ella y su madre eran las únicas que iban a la Iglesia. ¿Cómo se mantuvo firme? “La noche de hogar”, dice ella. “Por un tiempo, sólo mi mamá y yo la teníamos. Un poco después, mi her­ mano mayor y mi papá empezaron a participar; y cada vez que estudiamos el Evangelio, mi papá dice: ‘Esto se aplica a mí’. Ahora está cada vez más fuerte, y mi hermano también”. Jessica ha afrontado una batalla diferente. “El ser el único miembro de la Iglesia en mi familia es difícil”,

explica. A algunos integrantes de su familia no les gusta el hecho de que ella vaya a la Iglesia; de hecho, causa discusiones. “A veces uno desearía que sus pa­ dres, su familia, fueran miembros de la Iglesia”, dice, “para poder compartir cosas con ellos; eso es difícil. “Cuando se tienen problemas, no se puede buscar consuelo en la calle o en el alcohol, porque no ayudarán en nada; en lugar de ello, voy a la Iglesia, donde tengo buenos amigos. “Ellos me ayudan mucho. Si me siento desanimada, siempre está Nory u otras mujeres jóvenes. Cuando voy a la Iglesia, me siento viva; me siento aliviada de todos los problemas en mi vida”. Escoger el camino correcto

Jessica y Nory han encontrado gozo al vivir el Evangelio; o más bien, han encontrado gozo a causa de que viven el Evangelio. Los mandamientos, como los cami­ nos alrededor de “Los Gemelos”, no nos limitan; nos proporcionan la guía necesaria para que nos perfeccione­ mos mediante la expiación del Salva­ dor (véase D. y C. 82:8–9). Cuando escogemos guardar los mandamien­ tos, escogemos mostrar amor y devo­ ción a Dios; escogemos ser dignos de la compañía del Espíritu Santo; esco­ gemos ser dignos de recibir inspira­ ción, de poder servir, de entrar en el templo y de honrar el sacerdocio. Lo que es más importante, esco­ gemos esforzarnos por lograr la vida eterna en el reino celestial con nues­ tro Padre Celestial. Ése es el camino hacia la paz y la felicidad. ◼


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