La ciudad y la higiene pública.

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La ciudad y la higiene publia Madrid en la primera mitad deI 8iglo XIX Par Federico José Ponte Chamarra Historiado r

A imagen que de SI misma nos muestra una gran c iudad es siernpre com pleja y variepinta; en ella tienen cab ida inseparablemente la luz y la som bra , la asom broso y la mediocre, el lujo y la miseria. En cierta med ida podriamos de cir que la ciudad es distinta para cada uno de sus habitantes. En ella unos prosper an , otros pad ecen y otros tucha n jrremed iable rnente par sobrevivir . La ciudad no es, por tant e, iq ual para todos . y su desc ripciô n no puede ser par ello

L

uniforme .

Seguramente la vision mas pintoresca de la ciudad es la que relatan los viaieros que la visitan y en mayor medida los de otros paises y culturas. Estos viajeros escnbian posiblemente influidos por el ca rac ter arriesgado y aventurera que aun poseian los grandes viajes de principios dei sigla pasado , par la mentalidad romantlca que tenian muchas de elles y par las diferenc ias - a vece s

tan acusadas y lIamativas- entre las costumbres de sus pueblos y el nuestro. Para un viajero francés de princip ios dei siglo XIX, Madrid , ciudad pequena y de sértica , repleta de campanarios y conventos ciertarnente parecidos a los rninaretes turcos, tenia un aspecta de ciudad oriental. Sus calles limpias y aseadas eran frecuentadas. ad ernas de par los consa bidos ciudadanos. por una singuJar variedad de capuchinos y de manies de Ioda clase de barbas y colores (L'Echo du Soir, 31 de octubre de 1826) (1). El aspecta de la ciudad , segùn otro observador extranjero no menas irnpresionado, era excelente y los afortunados madrile rïos no precisaban de ningûn estuerzo para mantener incluso limpias sus calles, gracias a la bondad dei clima seco de la ciudad (P. G. Bussy, Campagne el souvenirs d 'Espagne, 1823).


Vista de la calle Manc ebos y dei bemo de la Moreria en Madrid. en una plumilla de La llustracion Espanola y Americana. 1877 (izovieroaj. Mesonero Romanos (abajo)

Esta ciuda d soleac a, limpia y seca -opinion de estos antiguos turistas- , tenta entre sus murallas algu nas de las call es ma s be llas de Europa (calle Alcalà , Toledo, Atocha, Mayor, etc.) y dispon ia, segùn la duquesa de Abrantes -exper· ta bebe dora de agua segùn ella misma se definia- , de luentes bondad osas y saludables (Mé·

moires secretes ou souvenirs historiques sous Napoléon ..., Paris, 1837). No era ésta, sin embargo, la vision de la ciudad que tenian algunos esc ritores que nacieron y vivieron en la capital, como Mesonero Romanos! para quien la esplendorosa corte de principios d ei siglo XIX: Presentaba toasvie el tnismo aire viitenesco que q ueda âesctito por un testiqo contempor éneo a mediados dei sig lo ante rior: su atumbrado , su limpieza , su salubrida d, su poucie urb ana, en

fin, eran poco mas que insignificantes: la seguri-

-sea rmsm«, com p rome tida absolutamente a cada

p aso, hacia p recisa

Antes de que la magnificencia de nuestro exce tente monarca Car los III hiciese limpiar las rnareas de inmundi cie, eran tan endémicas en Madr id las escroiutes 0 lamp arones y la raquitifis a encanijamiento, que los co sturone s de i cueuo se miraban coma las armas de la villa y eran conocidos en las provincies los meatitetïos par figurilias de co tor amarillo de ce ra, los d ientes cstiedos, co rc obados y contrs hec hos, de ruin fig ura co n su voz de tiple; ennegreciéndose los bo rde dos, las hebi llas de oro y p lata y los tocado res de

los mismos meta/es que han desaparecido con la limpieza (Archivo de la Villa de Madrid 1/14 6/22 ).

La higiene pûblica ~ eg ûn este informe municipal, las medidas indisp ensables para la rneiora de la higiene publi-

a cada ciu dadano salir de no-

cbe bien armada y dispuesto a sufrir un combate

en ca da esquina; sus mercados, desprovistos de bastimentos y solo ab iertos , en virtud de las tesas y privifeg ios, a las clases mas eteveaes: sus comuniceciones con las provincias poco menas que inec c esibies: sus estsbtecimientos de ins· ttuccion y de bene lic encia en el estado mas deplorable; sus. celtes y paseos, yermos y cubiertos de yerb a 0 de suciedad por la desidia de la autoridad y el abandono de la pootecior; y los cadàveres de ésta seputtad os en medio de eila, en las boveaes o a las puertas de las ig lesias, 0 exnuma dos de tiempo en tiempo en g randes

mondas para ser conducidos en las carreteras al estercotero c omùn (2) . Pero, si. bien es importante la imagen de la ciudad , 10 es mas a ùn la de sus moradores, ya que muches de los p roblemas qu e aqu ejaban a Madr id en esta épo ca eran pr oduc id os mas bien por los mates hàb itos y malsanas costumbres de sus ciudadanos que por les propias carencias e inconvenientes de la ciudad . Estos ma les habites y las d eficien clas en la salud pùbli ca hab ian enrarecid o tante el aire de Madrid que en un in· forme de i Ayuntam iento sobre la higiene , dei ano 1804, se presenta una estampa d e los hab itantes d e Madrid en los anos anteriores a las reformas d e Carlos III ciertamente paté tic a, aun que hoy al leerlo no podemos evitar el esboza r una cie rta sonns a: HISTORIA 16/101

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ca que deberian de tomarse en Madrid eran, entre otras, las descritas a continuaciôn: 1. Limp ieza dei canal dei Manzanares, lIeno de fang o y suciedad inmunda hasta paner sus aguas corrientes y cristalinas. Este trabajo deberian realizarlo pres idiarios y presos de leves delitas a quienes de bi a alimentarse con gazpachas de ajoli a zumo de ajo con aceite y buen tinta de La Mancha, agua rdiente a ran. II. L1evar a hondonadas fuera de la pob laci6n y a distanc ia suficiente, libres de influjo de los aires, las piràmides de estiércol que afean tanto cerca de la Puerta de Embajadores, Santa Bàrbara y Puerta de los Pozos. III. Traslad ar a las alueras de la poblac i6n las fàbricas estableci das en su rec into, d e co las, peines, cuerdas de guitarra, velas de sebo, c urtidurias d ei Hastro. de las hue rtas dei Carmen y de i Salvado r, coma de la huerta dei Baya; las herreria s, las zaurda s de lo s ce rd os y sus 10daza les abundantes en las Panade rias, en don de los crfan envueltos en tada crase de inmundicia . Deb e condu cirse tam bién a los barries bajas alejados dei centro los herradores que traba lan en las ca lles angostas (coma la calle de los Peligros, herrando mulas y cabanes frente al gab inete de Historia Natural), con con sid erable riesgo y fetid ez para los c iudadanos. Deberia, asirnisrno, prahibirse la realizacî6n de sang rias, la quema d e carros y el esquileo de animales en las calles, pa tios y c uadras de las casas debido al pestilent e olor que producen en la ci udad .

IV. Hasta que se verifique el ca nal de i Jarama y las alcanta rillas, debe de c uid arse la limp ieza de los pozos inmundos, las secre tas y las alcan tar illas , proh ibiendo co n grandes penas el deponer en las c anes y zagu anes de las casas. Asimi srno deb e multarse a los condu ctores de los ca rras de limp ieza q ue lIenan sus cubas de suerte que se vierte la inmundicia par las ca lles, o bien cuando 10 realiza n rnaliciosamente . V. Verifi quese a costa d e la cont ribucion dei vecindario una limpieza gen era ! de todo s los basure ras, zaguan es, buhardill as, patios interiores, bodegas, ac eras y calles , asi coma reparand o los mead eros de los portales, c uyos conductos est àn ob struido s en muchas ca sas y en toda s las caballerizas. Debe d e p rohibirse rigurosa mente el que muc hes indigentes que viven en las buhardillas viertan sus deposic iones en los tejad os , obstruye ndo los canalones y cau sando goteras en las casas . VI. Hàg ase resp onsables a los vec mos de tod o animal muert o que se halle en las inmedi ac lones de sus casas , obligâ ndoles a extraerlos inmediatame nte para que no se ernponzonen los indige ntes que comen carnes mortecinas y no causen con sus efJ uvios notables d anes. VII. La policla urban a debe vig ilar que los 10gr eros que hacen acopio de surtidos de patatas, uvas, melane s y otros comestibles, cuiden de su extracci6 n cuando se les pud ren, como de los co nfiteros , bo tilleros y bodego neros que vierten en las cat les los de sperdicios de sus respectivos ofici os. VIII. Oeben vigilarse los pozos d e agua du l-


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Pobres dei ssêo de San Bernardino de Madrid (izquierda). Inauguraci6n deI ferrocarril Madrid-Alicante, 1858 (derecha)

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las dilicultades que encierra el datar a una gran ciudad de los servicios suficientes que perm î-

tan una mejara de la calidad de vida, en un tiempo hist6rico en el que las adm înistraciones mu-

nicipales estaban tadavia poco desarralladas ce y limpiarlos mas a menudo , evîtando asf la

produccion de tantas insect as y la fetidez que se praduce en ellas debida a la incuria de los vec inos. IX. Oeben vigilarse espec ialmente los mer-

cadas de pescada cuya fetidez es una de las mas perniciosas para la salud, y suele en verano anunciarse a mucha distancia a los olfatos mas finos.

X. Los carbaneros, cerra jeras, pellejeros y otros oficios deber fan instalarse en los arraba-

les de la ciudad evitanda asi los problemas que hacen padecer a los transeuntes los continuos

acarreas de carbon realizadas par bueyes y novillos . XI. Oeben cuidarse las calle juelas sin salida y los muchas recadas que tiene la ciudad y que no han sido limpiados en sig los, y son unos aut énticos albergues eternos para la inmundicia. No es de extranar que tadas estas habitos y malas usas hicieran que el aire de Madrid tuera, sequn palabras de Mesonero Romanos, memica . De la lectura de los esc ritares de aquella época y de mùltiples bandas municipales al respec ta, se lIega a la conclusion de que los prab lemas de higîene que padecfa Madrid tenian fundamentalmente una doble causa. Par un lado,

para solventar los problemas derivados dei excesivo y a veces incontrolado crec îmiento de una gran uree . y en el que los ade lantas técnicos eran caros y diffciles de ap licar. Y por otro,

la desidia de los habitantes de Madrid y la continua inobservancia por parte de éstos, de los bandos municipales en mate ria de higiene. Por ello es corriente encontrar con frecuencia en es -

tas bandas, junta a la prohibicion de alguna pr àctica. la frase : Advirtiéndose demasiado descuido en la puntual observancia de la resue lta sobre este particular.. No parecen , pues , desencaminadas las reformas que pretendfa el informe antes citado de 1804 ; Mesanera Romanos, hacienda referenc ia en su Manual HisI6rico-Topogràfico, de 1854, a la situacion dei Madr id de los anos treinta, prac -

ticarnente retrata el misma Madrid que queda reflejado en el informe. Hauser, basandose en este autar cancluye que en 1834 la limpieza de la Corte se encontraba en el mismo estado de abandono que en el sig la anterior y que veinte anos después hab la mejorado la limpieza super-

ficial de las calles, pero seguia tenienda la capital una insuficiencia notable de alcantarillas y par tante una deficiente salubr idad en el subsuelo (Madrid desde el punta de vista médico sociat, Madrid, 1902, pàg . 210). AI margen de las consideraciones que hacia HISTORIA 16/103

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el informe so bre los problemas que ocasio naban a la salud pùb lica algun as pràctlcas po co saludables de los hab itant es d e la vill a, la cau sa qu iz à mas imp ortant e de la que de rivaban much as d e estas com po rtamientos era el insufici ente abastec imiento de ag uas a la ciu da d y la inexistenc ia de un bu en siste ma d e dis tribu elon de la misma. Crea que es fécil imag inar las consec uencias sanitarias de una gran urbe de rn às de 170.000 hab itantes en estas cond lciones (3).

El problema dei agua La falta de este sistema de dist ribuc i ôn de aguas en la ciudad ten ia su repercusién inmediata en las vivend as en las q ue se sufrlan todo s los inconvenientes derivados de esta carencia. La hi· gi ene persan al (4) y cole ctiva d eblan acomodarse, por tanto, a esta situacion, Ouiz a la consecuenc ia mas notable d e todo esta era el mal oïo r de las casas , dei qu e decia Mesonero Romanos

mi oueu: lIeg6 casi a neut ratizarse con las conlinuas exhalaciones de los pozos, albanales, comunes y vertederos de la tal casa (Esce nas Matrilense s, pég. 59). Si estas inconvenientes eran pad ec idos par pe rsonas de clase med ia (5), es t àcil imag inar las con diciones de vida de los ba rrios mad rileii os mas d esfavorec id os. Hacienda refere ncia a las cond iciones de vida de los barrios pobres de Mad rid en la seg unda mitad dei sigl0 XIX, Hamser decia: La gran mayoria de las calles de la p arte inferiot de los distritos dei Hospilal, de la lnelus a y de la Lalina, se encuentra desproviste de alcanlarillado; ig ualmente, una g ran parte de las casas de estas betrios, sobre todo aquellas lIamadas de vecin dad, carecen de agua, teniendo que ir a buscarla a la fuente p r6xima. Coma estas casa s se hallan ocupadas p ar la clase jomalera y menes/erosa, se comprenderé tecilmente el eslado dep lorable de su vecindario a quien falta la mas indispensable a la vida qu e es luz, aire y ag ua. (Ob. cil. pég. 314.) Esta circonstanci a es perfectamente aplicable a la primera mitad dei sig la. No podemos olvidar que Madrid era un punt a importan te de inmig racién donde venlan a pa rar gentes de muchas provinc ias en busca de una mejor oportunidad para viv lr y terminaban en mu-

chas ocasiones con escasos 0 nulos recursos so-

breviviendo en algùn cua rtucho de la capital. Estas ge ntes - asi coma muchas otras de la Corte-, inqui linos de hab itac ionas insal ubles y poco higiénicas, optaba n as! par deshacersede sus desperdicios e inmund icia par las ventanas y balcanes de sus casas con el acostumb rado g rito de iagua va!, confiando que , a la pu esta de sol, barriera el Ayuntamiento sus po rqu erlas. Hacienda Antonio Flores reterencla prec isamente a este tema de cia en una de sus obras: Eslaba el vig ilante (refiriéndose al serena) con el mayo r desasosiego, sin atreverse a descan sar 1041H1Sr ORlA 16

en ningùn punta; con especialidad debajo de los balcones. Porqu e era el casa de abrirse con estrépito una ven/ana y salir una voz d iciendo iagua va 1 y caer el sueto un golpe de agua , que la os-

curidad de la noche no permitie ver si era tutbte, pero el ruido indicaba que no era muy delg ada... y coma ta que de noche se hace, de d ia aparece en media de las ca lles y aun en las orilla s y neste en las p aredes, y en otras p artes, si neote sida noche de viento apa rec ia vertido la que la autoridad hab ia mandado verter. (Ayer, hoy y manana , Madr id , 1857, pég . 19.) Pero com a estas aguas sucias y la basura que las acompa naba no podian permanece r en las caltes, el primer cuad ro que alumbraba el sol era el de dos mulas q ue, arrastrando un enorme tablén , iban recogiendo toda la inmun dicia y llevandola a los vertederos que no eran sine unos barrancos a zanjas abierta s a los ext rernos de la pobla cion , El Ayuntamiento publicé varias bandas prohibiendo esta mala cost umbre de deshacerse de los desperdicios e inmundicias par los balco nes y ventanas, amenazando con enormes multas. pero las medidas no tuvieron, durante mucha tiernpo, ningùn éxito. Comovernas, no todas las cr iticas sobre los vi-

cios y costumbres de un pueblo muestran siernpre el rnisrno caracter gra ve y eircunspecto, y en ellas tienen cab ida tamb ién la rnordaz, la satinco y hasta la poesia, coma nos la muestra este poe ma, El Madrid de Ahora, publieado en Et Estudianle en 1839: No mejo r podré p inta rte el estado de la villa; de aldea hay casas en ella y aun co sas de oeneut« Verdad es que no hay de eso que lIamamos policia; p ero sabra par las calles

en su lugar la inmundicia. . Cada p aso es un peligro

dice la expresi6n antigua. mas no mejar que

a

Madrid

a alguna casa se aplica. Porque al andar par la calle, es conlingencia p rop incua de rec ib ir cosme IIueve de balcones y buhardillas. Ya una macela le empap a, ya unos p anales le p ring an, ya una escoba le empolva, ya un bo tijo te bauliza. La hora lIeg a qu e de bie ra ser quietud mas ttenquite, y emp iezan los chirriones su ca rrera eslab lec ida . Maq uinas de Saba lin!, diab6lica artilleria, contre el oueto aseslada y el aida asesina (6).


Diversas escenas dei Parque dei Relira de Madrid (plumilla de La

üustracton Espaôota y Americana.1871)

El hec ha, pues, de que las viviendas no tuvieran ag ua cor riente hacla dep ender a las fa milias de i se rvicio de los aguadores que tran sp ortaba n el agua desde las fuentes pùblicas a las habi taciones par un estipe ndia (7). Este servici o estaba muy generalizado en Madrid y

estuvo sujeto a una reg lame ntac i6n . La falta de un sistema d e distribu cio n de agua suponl a que las tuentes pùb lic as fue ran de vita! imp ortancia para el ab astecirnient o los habitantes de la villa qu e no ten lan la to rtuna de disp oner de pazas de agua potable

de

en los patios de sus casas; pero esta carencia de agua obligaba también a q ue dichas fuentes sirvieran ad emàs p ara muy d iversos usas como pei narse y afeitarse, lavar

coches y calesines e incluse como pila de suministro en caso de incendio.

Los aguadores A pesar de los co ntinuos bandas municiToda Madrid a tal hora es pura ... no se qué diga y el aire espeso se masca Bun mas bien que se respira. En etmostere corrupta la cap ital sumergida marca el bar6metro enunc ios que no hay nariz que no alijan.

A Ialta dei a/umbrado la gra ta Iragancia guia al pobre que un poco tarde a su casa se retira.

pales prohib iendo esta utilizacion tan ind isc riminada de las fue ntes pùblicas q ue enturbiaba el agu a y la de jaba inservible p ara dar de beb er a las caballerlas y ot ros usa s, estas habites resul-

taron dificiles de erradicar. Las fami lias que haclan usa peri6d lcamente de i servicio de los aguadores, almacenaban el agua en tinajas de ba rra , bien para disponer de una pe que na reserva, bien para ahorrarse algunas pesetas ya que los aguadores cobraban conforme al numero de viajes; al no sorneter estas personas, segun Hauser, a una limpieza mas cuidadosa las tinajas y c acharras donde almac enaban el HISTORIA 161105


agua potable, no era de extrana r q ue estas ag uas contuvieran, generalmente, una teune vetiede de animaliculos acuàlicos (Ob . cil. p . 266): De 10 dicho hasta aq ul respecta a los prablemas de salubridad de rivad os de la talta de una red de d istribucion de aguas, podemos con clui r qu e en este aspecta el proble ma de Mad rid tenta una dob le vertiente: por un iaco, dota r a la ci udad de un sistema de alcantarillad o y desagües que eliminara las aguas residua tes de la pob laelon: en este cas o, el prob lema era complejo, ya que la canalizaci ôn suoterranea que existla en la capital no ten ta por objeto, seg ün pa labras de Philip Hauser, reeoger las inmund icias de las casas ni obed ecfa tampoco a un plan preconcebido; esta canalizacion. segün este autor, tenta por objeto: Recoger las aguas pluviales y las inmundlcias dlseminadas par las esnes, p ues no es p oslble pensa r que hubiera sida de stinada al alejamient a de las mate rias lecales de las casas. En p rimer lugar, Madrid carecla de aguas hasta para los usas dotn ésticos y, en segundo luga r, los pozos 1 negros de las casas no fenian comuniceclon con la alcan tarilla de fa calle, y su fimpieza se electuaba de cuando en cuendo. a expenses d ei mu ntcip io, par los carros de Saba tini. Es sab ido que no p uede haber limpieze en las casas, en las etsrjeas y en Jas afcantariflas sin corrientes de ag ua (Ob. cu. pp . 212-213 ). El otro prablema co nsistia en lograr traer hacia Mad rid aguas Iimpias suficientes desde los rios de la provincia , y dotar a la capital de un sisterna urbano de d istribueion de i agua potab le. Ambos proble mas fueron solvent àndose, en la medid a de 10 pos ible, una vez pasadas las prim eras dé cadas dei sigla XIX, aunq ue no estuvieron exe ntas de d ificultades . - Hasta qu e tueran construidos co ndu ctos para unir los pozos de las casas a las de las alca ntarilias, éstos de bl an ser ümpiados regularmente par el Ayuntamiento; en este caso, el suelo de sed imentos detrlticos en el que de scansa la Corte ocasionaba no poc os problemas a los madr ilerios. En un informe de i Ayuntamiento en el que se mostraban los resu ltados de la inspeccion de los pozos alcan tariuados ent re 1824 y 1831 (A. V. M. 4/29614), se serialaban las conti nuas filtraciones q ue se producian en los pOZOS cuando el terreno era arenoso, y las ag uas fecales se extend ian a

gran distancia a través de las tierras porosas, con taminand o los ramale s de ag ua potab le de la ciud ad . Este hech o se ve nta ob servando en los cont inuos minados q ue se realizaban en d istintas zonas de Madr id y po r las conti nuas reclarnaciones de los vecinos, que se quejaban de los perjuicios que les oc asionaban los pozo s de las casas med ianeras. Este hecho hab la tacilitado el desagüe de muchos pozos en los p rimeros anos de su cons truccio n, pero hab lan empapado y contaminado el terre no. Este tipo de terreno sedimentario habla perjud icado tamb ién a los pocos canales de distribucion de ag ua potab le y a sus ramaies, quedàndose algun os obstruidos por 1061HISTORIA 16

la g ran cantidad de materias calizas qu e Ilevaban. En oc asiones. el exceso de materiales d isueltos en las aguas no las hac ia aconsejables para su cons umo . Las soluciones a esta s prob lemas se irian materializando, afortunada mente, en la segunda parte de i siq lo, con la extension y mejora de la red de alc antarillado y co n la creaci6n de i Canal de Isabel l!.

NOTAS (1) Ver Eugenio Sarrabto La vida en Madr id duran te la ocu paci6 n francesa. 1808-1813, Il Congreso Hist6rico ote-naclona l de la Guerre de la tndependencta. Zaragoza, 1964, p. 171. (2) Mesonero Romanos, R. fi antiguo Madr id: p aseos hist6rico-anec d6ticos por las cenee y casas de esta villa, Madrid , 1861, p. LXVII. Este aspecta de los ntos lunerarios y el pro blema de la salud pûblica pued e verse detenicamente en mis articu la s. Los enterramientos en Espafia, Mad rid, Historia 16. n èrn . 113, pp. 86-92 , Y en La transformaciOn de los enterramientos en el siglo XIX; la creac i6n de los cementerios municipa les y su problemstice. Madrid . Anales dei Instituto de Estudios Madriletlos.

1985 . (3) Seg ûn P. Hause r. los 2.990.562 litros claros de que disponta Mad rid en tiempos de Femanoo VII scpco ran una media de 15 litras por hab itante , c anlidad considerada msuticiente (no es extrano. tenien do en cuenta que esta c antid ad engl obaba el usa pùbûco y privado de la meme). (4) Antonio Rar es en una de sus ob ras nos relata la visita a una c asa madr üena y otee a este respecta: Pieza en lavarse el cu erpo no hay ninguna, pero en todas el/as puede co tocerse una jo/aina para estregarse los ojos y mojarse las unas. La Sociedad de 1850. Madri d , Alianza , 1968, p. 59. Ante esta circunstancia , la hig iene person al era obl igada hace rta en las casas de bano s. de las cuales decra Mesonero Romanos : Todo esta muy bien. .. y sin duda que reve/a un ade/an10 en /a civi/izaci6n de nuestro pu eblo; pero (,qué es el/a tcaevia?, una docena de estable cimientos entre buenos y mece . y en todos ellos, com a unas cien to cincu enta p ilas para servicio de un pu eblo de doscientas mit aimas. Escenas...• p. 245 . (5) la imitaci6n de los modelas de vida franceses. sobr e Ioda panslenses, por parte de la asse med ia espa nota. hab la lIegado ioc fuso al lenguaje. Sin embargo. en materia de higiene pnvada hab la no tab les dilerencias con aqueüa. Pi y Montes. c onsc ientes de esta situaci6n ciert arnente oaraoopce. qu iso oejarta co n acert ado humer un espacio entre sus urees y ast escnbio en una oc asion. Subimos la esca /era y entramos en el cuart o de Penco .... me gui6 el cneoo, y al lIeg ar a una pete. sala a cuM a. me dijo: Esta es la camara de mi seno ra; yo. que 01ca mara y oti que todo apesraba camolos gatos de Argalia. y peor que antes las c alles de Mad rid , le pregunté: t Esta la seoora en el rerrete? iSeflo r. not, to ue esta en la fea/erta! Pi y Montes . Ouince dias en Madrid, Ba rc elone . 1830 . (6) l os veciros deb ran saca r la basura a la ca lle después de las onc e de la noc he y debian abandonarla en media de ésta; po sterlormente. estas inmundicias eran arrastrada s por un tab16n transversal, tirad e por unas mutas: A. V. M. 21177 / 158 . Existfan tam bi én unos basure ros para escombros de obras y otros desbechos. que eran limpiados una vez a la semana. A V. M. 21173/9 1. (7) Hauser, cnttcando la falla de c ela de alg unos de estas ag uadores, decfa de ellos qu e en los veranos de sequfa y de escasez de agua tenian rodavfa mas ganancia, pues vendian el agua a los que no eran sus clientes a raz6n de unas p esetas par cub a; y. para po der salis/acer a los pedidos de un mayor numero de pe rsonas, recog ian algunos el ag ua esrancada en los pilones. sa/urada de poIva y de otras susta ncias extranas. Madrid desde el pun ta... p. 266.

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