AC: la restitución de la libertad: una revista programática por Xavier Montanyà

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Cuando se debate sobre la ‘vivienda mínima’ a menudo se cae en el simplismo argumental y la amnesia histórica. Pero parece un buen momento para acudir a Josep Lluís Sert, que ya en los años treinta realizó propuestas urbanísticas que conjugaban tradición y modernidad, rigor y belleza, y una apuesta comprometida por la vivienda social. ¿Nos dice algo?

Sert, lecciones de urbanismo MARIA RUBERT

Sert. Mig segle d'arquitectura, 1928-1979 FUNDACIÓ JOAN MIRÓ BARCELONA

Hasta el 12 de junio www.bcn.fjmiro.es

a exposición dedicada a Josep Lluís Sert que Jaume Freixa y Josep M. Rovira han proyectado en la Fundació Joan Miró de Barcelona ofrece una oportunidad para conocer –a través de sus croquis, maquetas, escritos y fotografías– la evolución de su arquitectura, las constantes de su producción, su discurso urbano. Comprobamos cómo la vivienda social es el eje de su trabajo desde los años treinta en Barcelona hasta sus últimos conjuntos de vivienda en América; y cómo la experimentación está en el origen de sus proyectos de mayor compromiso urbano. Una exposición oportuna que se presenta en el museo construido por Sert, en un momento en que el debate sobre la vivienda mínima ocupa un lugar central. Para una vivienda, tan importante como su organización interna es la estructura urbana donde se inserta. Las condiciones de una casa en la ciudad dependen, en parte de las formas de la agrupación (bloques de pisos, casas en hilera, casas unifamiliares dispersas, manzanas renovadas, por citar modelos próximos), en parte de las condiciones y servicios que ofrece el contexto urbano. Una vivienda mínima es posible en la medida en que algunos usos se hagan pú-

L

Un hábitat mínimo requiere una ciudad con servicios máximos; esa es una de las lecciones de Sert

A la izquierda, detalle de una fachada de Peabody Terrace, complejo de apartamentos en la Universidad de Harvard. A la derecha, Sert fotografiado por Català-Roca

blicos o comunitarios: el comedor compartido o la lavandería son el contrapunto a la plaza y el parque. La sala de estar puede extenderse hacia la calle o hacia un patio, del mismo modo que su cocina o el comedor son el bar de la esquina o el banco mancomunado. Un hábitat mínimo requiere una ciudad que ofrezca servicios máximos. Esa es una de las lecciones que derivan de la arquitectura y el urbanismo de Sert. “Hacer una casa sin una visión urbanística es un error, hoy ya imposible”, sentencia en una entrevista publicada en Serra d'or en los años 70. Observamos que en sus proyectos los espacios comunes, a cada escala, son los

relevantes: el doble espacio en las viviendas de la calle Muntaner, los porches en las casitas del Garraf, la terrazacorredor del Grupo de viviendas obreras en Torres i Bages (Casa Bloc), el jardín anterior de las casas obreras de Sant Andreu, la vasta sala en su casa de Locust Valley, el escalado de patios en sus proyectos para Chimbote o Medellin, los tres patios de su casa de Cambridge, los vestíbulos y porches en los conjuntos americanos. Descubrimos que son a menudo esos espacios exteriores –patios, terrazas, balcones, verandas, corredores, vacíos– tan o más importantes que los espacios cerrados y protegidos de las inclemencias climáticas. Es ahí donde se produce la vida comunitaria, donde la vivienda mínima encuentra lugar para expandirse.

Tres aportaciones Tres proyectos de vivienda resumen, de algún modo, su aportación fundamental al urbanismo y a la arquitectura del siglo XX: la Casa Bloc como prototipo de manzana urbana en Barcelona, la propuesta de casa patio para ciudades latinoamericanas y sus edificios en manzanas escalonadas para conjuntos de alta densidad en Estados Unidos: 1. El compromiso de Sert con la transformación urbanística de Barcelona en el periodo republicano es el motor que impulsa sus primeras obras y proyectos con Josep Torres Clavé y el grupo del GATCPAC (Grupo de Arquitectos y Técnicos Catalanes para el Progreso de la Arquitectura Contemporánea). La Casa Bloc (1933), primer conjunto de vivienda social promovido por la Generalitat republicana, (200 viviendas duplex de 36+36 m2, con biblioteca, club, parvulario, locales sociales y talleres) se postulaba como el patrón para iniciar la transformación radical de zonas del Eixample no central. Es de hecho una alternativa a la manzana cerrada, con un bloque en forma de greca, donde los edificios se separan y crean espacios más apropiados para organizar jardines comunes y equipamientos, sin alterar el orden de las calles. Una experiencia que marca definitivamente su trabajo posterior. 2. El trabajo desarrollado en América Latina en los años 50 propone el tejido de casas patio como la solución al pro-


DISPENSARI ANTITUBERCULÓS (1938) El dispensario está escondido. Aunque uno se dirija expresamente allí, cuesta encontrarlo si no se conoce bastante bien la zona. Encajado en un entramado de calles estrechas tras la iglesia de Sant Pere Nolasc, su relación con la ciudad es voluntariamente conflictiva. Al subir desde la plaza Castilla por la acera de Torres i Amat, la primera visión del edificio es una valla tras la que hay una serie de espacios residuales y de servicio. Desde Valdonzella, el dispensario se oculta al final de un descampado tras

blema de la primera función urbana (como alternativa a la ciudad jardín extensiva del suburbio americano o al bloque o la torre en el parque que se desarrollaba en Estados Unidos). Sert formula ese principio en un artículo conciso, Can patios make cities? (1953), que parte de una observación: el elemento más interesante en la ciudad latina es el espacio del patio que establece el nexo entre el espacio cerrado particular y el espacio público. No es sólo la nostalgia del Mediterráneo o la fascinación por los patios y corredores de la arquitectura popular de Andalucia o Eivissa. Tampoco una reacción al patio insalubre del casco antiguo de Barcelona (fotografiado de manera sistemática por Margaret Michaelis). Sert insiste en el valor fundamental de los espacios delimitados, porque es allí donde se articula la vida colectiva. A cada escala le corresponde un vacío: del patio de vecinos (la versión moderna de la corrala) a la plaza de la ciudad (el centro cívico). El proyecto Una casa un arbre para vivienda obrera en Sant Andreu (Le Corbusier, 1932) es la referencia de esa investigación. Estas experimentaciones, que se elaboran de manera exahustiva en las propuestas de tapiz urbano para el plan de Chimbote, cristalizan en su proyecto de casa en Cambridge. Su pri-

una tapia tatuada de grafiti. El edificio parece negar la ciudad, protegerse de la densificada e insalubre ciudad vieja que denunciaban los arquitectos del GATPAC en la revista ‘AC’. Es sólo al entrar en ella cuando se comprende esta arquitectura, cuando se está en el patio, cuando se observan los rayos de sol que bañan ese pequeño jardín pensado para el alivio de los tuberculosos. Casi setenta años después de su construcción, el dispensario mantiene un uso sanitario. Resulta enormemente reconfortante comprobar que en la actualidad el edifi-

porches, corredores, aparcamientos, entradas y galerías, son los espacios con mayor interés y adquieren un papel ordenador básico en los edificios complejos. Los proyectos de edificios para vivienda social pública promovidos por la Urban Development Corporation East Hills (Ithaca, NY), Roosvelt Island (1974, NY) y Riverview (1973-74, Yonkers, NY) son la oportunidad para una propuesta urbanística arriesgada: la manzana escalonada de alta densidad: una nueva versión, distinta a la Casa Bloc, alternativa también a la manzana perimetral convencional. El conjunto en Nueva York, para 1.600 viviendas, se organiza como un encadenado de manzanas enlazadas, interrumpidas por tres calles que enlazan con el frente del río. Los amplios patios albergan los equipamientos locales, la escuela, un club social y un auditorio al aire libre. Un conjunto que impacta por su contundencia. En los años 80, las escuelas de arquitectura del Vallès y Barcelona de la UPC conceden el título Honoris Causa a Sert. Sorprenden dos cosas de su lección magistral: su preocupación por la erosión del paisaje de Catalunya y su insistencia en reclamar un urbanismo y una arquitectura que recupere el equilibrio. La energía de Sert es la de un arquitecto

La energía de Sert es la de un arquitecto visionario, cómplice y motor de las transformaciones sociales, que ya aspiraba en los años treinta a construir una metrópolis moderna al servicio de las clases populares mera casa en EE.UU., en Long Island, era un gran espacio único, con anejos (dormitorios, servicios, y demás): una gran plaza donde recibir y acomodar amigos y reuniones. En Cambridge los espacios, de dimensiones reducidas, se cierran sobre sí mismos y sobre las vistas a los amplios patios interiores (el central de 7,3 x 7,3 m es la estancia mayor de la casa). Es la simplicidad y fluidez de vistas lo que ensancha las dimensiones de esta espléndida casa modesta, concebida como prototipo urbano. 3. En los proyectos posteriores (en Nueva York y Boston), Sert introduce la calle y la acera en sus edificios. Pasos,

visionario, cómplice y motor de las transformaciones sociales, comprometido con una ciudad, Barcelona, que aspiraba en los años treinta a construir una metrópolis moderna al servicio de las clases populares. “La nostra professió requereix certes qualitats espirituals i conviccions, que són els elements movilitzadors de les aptituds materials. Són les conviccions, junt amb l'esperit creatiu, les que transfromen un projecte correcte però mort en un projecte viu”. La lección de Sert es una reflexión sobre el compromiso urbano de la arquitectura y de la primera función urbana: la vivienda. |

Maria Rubert es arquitecta, profesora de Urbanismo en la ETSAB (Escola Tècnica Superior d'Arquitectura de Barcelona) de la UPC

cio está ocupado por un centro de asistencia primaria. No se ha convertido ni en un museo de la arquitectura moderna catalana, ni en una fundación, ni en un icono tematizado, ni en un objeto reproducible en distintos formatos. No se venden postales en la entrada, ni se agolpan los turistas en la puerta. La enfermedad, el olor a medicamento y el silencio propio de una instalación sanitaria, protegen este espacio. Aquella voluntad originaria de negarse al contexto, tal vez con el tiempo le ha servido para defenderse de la tematización.

Una revista programática

‘AC’: la restitución de la libertad XAVIER MONTANYÀ

En la generación de la República hubo muchos hombres y mujeres progresistas que creyeron en un hombre nuevo, capaz de transformar el mundo, de construirlo a una escala más humana, de hacer tabla rasa con el pasado y convertir las utopías en realidades. Ellos demostraron que era posible abrir nuevos horizontes sociales, políticos y culturales. Se priorizaron los aspectos sanitarios, educativos, estéticos, urbanísticos, culturales, en consonancia con los movimientos más avanzados que existían en el resto del mundo. Toda aquella energía se acabó en 1939 y lo que quedó, oculto en el interior o perdido en los laberintos del exilio, se fue diluyendo. Uno de los testimonios clave del espíritu de aquel tiempo es la revista AC. Documentos de Actividad Contemporánea, plataforma de divulgación de las ideas del Grupo de Arquitectos y Técnicos Españoles para el Progreso de la Arquitectura Contemporánea (GATEPAC). Este colectivo, fundado en 1930, unía a jóvenes arquitectos de Barcelona, Madrid y San Sebastián, fervientes discípulos de Le Corbusier. AC tenía redacción en las tres ciudades, pero la editaban en Barcelona Josep Lluís Sert y Josep Torres Clavé. Se publicaron 25 números, entre 1930 y 1937. Desde el primer ejemplar hasta los dos últimos, en plena Guerra Civil, una de las líneas argumentales fundamentales era la preocupación por la problemática social. “Nuestra época se caracteriza por un gran movimiento universal de renovación. Nuevas estructuras sociales aparecen. Las sociedades modernas tienden a ser regidas por las necesidades colectivas iguales para todos los paises cultos”, afirman en el primer número. Ellos entienden la arqui-

tectura como motor y reflejo de la transformación social que está en marcha. Y abordan los problemas fundamentales del momento, haciendo una crítica demoledora al academicismo y a las escuelas de arquitectura. La línea de AC es muy clara. Frente al rechazo total de lo peor del pasado, las monas de pascua clasicistas, reivindican las soluciones de la arquitectura popular mediterránea y el racionalismo, informan de los proyectos urbanísticos y cinematógraficos de la URSS, publican reflexiones de Le Corbusier, se interesan por las escuelas y los hospitales, por la renovación de los cascos antiguos de Madrid y Barcelona, por las posibilidades de descanso y de vida sana de los trabajadores, y reflexionan sobre la jar-

Frente a lo peor del pasado, reivindican la arquitectura popular mediterránea y el racionalismo dinería, la decoración, la luz, el arte moderno, la fotografía y la ingeniería. Pero, sobre todo, sienten una honda preocupación por el urbanismo: “La arquitectura contemporánea y el urbanismo proceden directamente del estado social contemporáneo... Aportemos nuestra adhesión como arquitectos a este postulado fundamental, que es para nosotros extremadamente delicado: el respeto de la libertad; mejor dicho: la restitución de la libertad perdida. El arquitecto y el urbanista pueden contribuir a la solución de esta inquietud de nuestra época”. Esta preocupación se hace eviden- >


Una arquitectura sostenible

La inspiración ibicenca María del Mar Arnús es historiadora del arte, crítica de arte y comisaria de exposiciones. Recientemente ha publicado ‘Comillas, preludio de la modernidad’ (Ed. Triangle)

PAVELLÓ DE LA REPÚBLICA (1937) El Pavelló de la República y el barrio de La Clota se miran como dos fantasmas a ambos lados de un espejo. El pabellón es, por supuesto, un edificio candorosamente desubicado. Todo parece estar al revés: el patio, pensado como un espacio de paso para ser atravesado por los visitantes de la exposición, no es accesible; la falta de ventanas de la planta primera, que en el contexto original se explica fácilmente por la preeminencia de la visión de los materiales expuestos en el interior sobre la visión de los pabellones vecinos, resulta desconcertante cuando en el Vall d'Hebrón se disfruta de una fantástica panorámica de Barcelona; incluso el ‘Guernica’ acaba resituándose como un póster, miniaturizado, sobre el mostrador de préstamos de la biblioteca ante la nula presencia de la reproducción mural del patio.

Sin embargo, precisamente por esa inversión constante de la lógica, el pabellón adquiere su mayor fuerza poética. No es ya la fuerza de la denuncia sino la de su desaparición resistente. El barrio de La Clota es un paraíso que se extingue. Se trata de uno de los últimos lugares de huerto que perviven en Barcelona. En pocos metros se pasa de un paisaje de vías rápidas y polígonos de bloques de viviendas a un barrio con senderos prácticamente sin urbanizar que rodean casas con patios, huertos y limoneros. Es de una belleza irreal. Tal vez por eso esté condenado a desaparecer. Que La Clota se encuentre al lado de una obra de Sert es una coincidencia perfecta porque concentra lo mejor del Mediterráneo; que se trate del Pavelló de la República revela que la coincidencia se produce al otro lado de la realidad o del presente.

> te en los dos últimos números de la revista, publicados en plena guerra, que son un contundente posicionamiento político a favor de las ideas revolucionarias. En el número 23-24, del tercer y cuarto trimestre de 1936, hablan del importantísimo papel de los arquitectos en la enorme transformación social que se está produciendo, y afirman: “Abogamos por una intervención decidida del Sindicato de Arquitectos de Catalunya en todos los problemas del momento actual. En el control de casas constructoras y en la futura orientacion de dicho control. En la municipalización de la vivienda y la colectivización del ramo de construcción. En los planes de obras a realizar. En la orientación de la enseñanza.” Y el último, el 25, publicado en catalán, castellano y francés, lleva por lema: “La revolución no puede haber sido inútil, de ella ha de salir el nuevo orden”. El ambiente forma al individuo, aseguran, y denuncian el estado insalubre, inhumano, de superpoblación, del Barrio Chino de Barcelona, aportando un plan de acción inmediata para solucionarlo. Es como un grito desesperado a favor del ser humano, que culmina, en la contraportada, con el sello de Joan Miró: Aidez l'Espagne.

inmobiliaria autóctona o multinacional. Lejos del exhibicionismo formal y de la grandilocuencia faraónica que tanto excita a los políticos, desde François Mitterrand a Joan Clos, pasando por Álvarez del Manzano y Pasqual Maragall. Lejos de lo superfluo, de lo inútil, de lo decorativo y de la gratuita combinación de materiales que ellos tanto criticaban y que, aunque no sea tendencia dominante, ha perdurado hasta nuestros días. Cuando hoy el gobierno socialista plantea la construcción de pisos de 30 metros cuadrados para jóvenes, es interesante recordar, como ha hecho J.M. Huertas Claveria en este periódico, que una de las preocupaciones de AC era la aberración de las casas baratas. En el número 6, exponen lo que ellos entienden por vivienda mínima, un derecho de todo individuo, que deberá tener aire, luz, sol, higiene, aislamiento exterior... “No bastará que una vivienda sea confortable materialmente, tenemos también derecho a un confort espiritual”. Y en el número 11, en portada, se incluye la siguiente reflexión: “Un concepto mezquino y miserable de la vida ha presidido la construcción de las viviendas obreras en nuestro país, dando por resultado un mínimo inaceptable. La vivienda mínima puede tener pocos metros cuadrados de superficie, pero en ella no pueden excluirse el aire puro, el sol y un amplio horizonte. Elementos que necesita todo hombre, de los que la sociedad no tiene derecho a privarle”. |

La vivienda como derecho En definitiva, la filosofia de AC se sitúa lejos del divismo y del cursi glamour que rodea a muchas de las grandes figuras actuales de la arquitectura. Lejos de la aceptación sumisa de la especulación

MARÍA DEL MAR ARNÚS

Eivissa, “el paisaje más intacto que he encontrado jamás”. Esta frase de Walter Benjamin ilustra de forma elocuente el entorno con el que se encontraron Sert y sus compañeros del GATCPAC en sus largas incursiones por la isla, a principios de los años 30: un paisaje anclado en el tiempo y un modo de habitar integrado al lugar, a la tierra. Eivissa que durante tanto tiempo había permanecido al margen casi de la civilización se encontraba embalsamada en su pasado. En aquella isla tan remota, arcaica, confluían unos conceptos que ellos, Sert y sus amigos, consideraban indispensables para normalizar el canon: “una construcción geométrica simple, una arquitectura sin estilo y sin arquitecto, una dignidad ejemplar, un reposo para los ojos y para el espíritu”, escribía Sert en el número 18 de AC. Todos sus elementos tienen la medida justa, la medida humana. Luz y optimismo, llena de sentido común y basada en un concepto claro del problema. Producciones en serie. Si repasamos toda la trayectoria sertiana veremos que estas premisas le acompañarán siempre a la hora de proyectar. Sea en Europa, América o Asia. Vaya donde vaya, su arquitectura es un ejemplo en cuanto a la especial utilización de la luz, la composición por repetición de formas simples y la claridad ideológica de sus construcciones. Es una arquitectura viva, palpitante y joven como creía que tenía que ser, desde

FUNDACIÓ MIRÓ (1975) Con el tiempo, nos hemos dado cuenta de que en los años 60 y 70 se construyeron museos de arte de un lirismo inusual. Dedicados en su mayoría a los protagonistas de las vanguardias de la primera mitad del siglo XX cuando ya disfrutaban de los últimos años de vida, en ellos se res-

una creación constante. Y sobre todo guarda ese sentido de la sobriedad y humildad, aquellos valores que había descubierto en Eivissa y coincidían con la misma idea de Benjamin cuando reflexiona sobre la interacción del ser humano con el medio natural y con la arquitectura. Habían descubierto una dimensión del tiempo y del espacio que no habían experimentado en sus lugares de origen, ya devastados por la inclemencia de la civilización postindustrial. La idea central de los ensayos ibicencos de Benjamin se apoya en el axioma de raíz estoica de que la pobreza preserva, y mueve al entendimiento y a la imagi-

Los trabajos de Sert guardan el sentido de la sobriedad y la humildad, valores que descubrió en Eivissa nación, a transformar la carencia en virtud y la limitación en posibilidad. Y ello confluye con los parámetros sertianos a la hora de proyectar y construir. Su fuerza de persuasión viene de la renuncia, su poder, de la ascesis, su energía vital, de la pobreza. A mi modo de ver aquí es donde reside la mente que concibe, el ojo que descubre, la mano que dibuja… Recordemos sus construcciones de Eivissa, agarrapadas a la tierra, como decía él, o las paredes de uralita del Pave-

pira una atmósfera crepuscular. Son lugares en los que el arte y la naturaleza se entremezclan. Los espacios expositivos no son demasiado grandes, no pueden albergar colecciones exageradas y son refractarios a la monumentalidad. Por el contrario, las obras encuentran su sitio de forma natural en salas que parecen


CASA BLOC (1936). Cuando se trata de construir la casa obrera, el arquitecto moderno actúa de forma exacta y con el trazo seguro. Pocas veces la modernidad ha estado tan impregnada del espíritu positivista del siglo XIX como en los proyectos de vivienda social. Las campañas de los higienistas, la coincidencia de fisiólogos e ingenieros en su voluntad de racionalizar las rutinas diarias, la profunda confianza en la capacidad benefactora de la técnica y la organización sistemática y aséptica de la realidad confluyen en el diseño milimétrico de unos espacios domésticos que tratan de construir una alternativa social a los sucios y conflictivos barrios obreros del siglo de la industrialización. El reverso de esa apuesta avanzada por unas viviendas sociales bien soleadas y ventiladas es la prolongación de la fábrica y de su lógica maquinal en la casa. La objetividad de la técnica se traslada también a la representación de la arquitectura. Lo descubrimos en los novedosos fotomontajes y collages del Dispensario, en el grafismo de los paneles expositivos en los que se muestra la Casa Bloc como un proyecto enunciado. Y sin embargo, por debajo de esa abstracción científica, aparece la poesía de la manualidad y de las inexactitudes. Si de las composiciones de Mondrian hoy nos seducen precisamente las líneas aparentemente exactas que vistas en detalle no llegan a tocarse, la actualidad de la arquitectura moderna está en su carácter tentativo y manual.

lló de la República, los estoicos asientos de sus casas, las diversas extensiones de los patios, y más que nada la insistencia en hacer una arquitectura de bajo coste. Sert empezó a ir a Eivissa de la mano de Germán Rodríguez Arias en los años 30, casi al mismo tiempo que Benjamin y el grupo de intelectuales de Sant Antoni. Todos ellos se quedaron prendados con aquel mundo de sobriedad y parquedad, rigurosamente humilde, antiburgués, escueto. Purismo, aislamiento, vivir en la exigencia de autenticidad material, en una palabra, primitivismo. El pimitivismo que sedujo a Gauguin, a Picasso y a tantos otros artistas de la vanguardia europea iba a golpear fuertemente a los jóvenes arquitectos del GATCPAC, y ellos lo supieron traducir a su entorno cultural, arengados y avalados por el gran Le Corbusier, de una forma radical, valiéndose de unos materiales industriales, prefabricados, y de bajo coste: todo un manifiesto ideológico de cambiar las condiciones de vida, a través de la construcción de escuelas, hospitales, vivienda obrera, ocio, y el Plan Macià; y mediante la creación de una revista, AC, y un espacio de exposición. El énfasis en la dimensión sociocultural de la arquitectura y el urbanismo, el descrédito del academicismo como estilo oficial, la utilización del arte popular y de la ingeniería como modelos para la arquitectura, la atención a la escolaridad, a la vivienda mínima, al aire libre, a los jardines, a los rascacielos, al interiorismo, al diseño, las artes aplicadas, a los elementos estandard de la construcción, etc. Todos estos temas fueron tratados, incluso algunos con anticipación en relación con los movimientos europeos contemporáneos, y marcan un punto de inflexión en el Movimiento Moderno al aportar una sensibilidad mediterránea y local. Ellos lucharon por una calidad de vida sostenible y un mundo más justo con una dedicación total y con entusiasmo, refrendado por el gobierno de la República. |

fluir sorteando la vegetación y adaptándose la topografía de unos entornos privilegiados. Dos proyectos de Sert, la Fundació Miró de Barcelona y la Fundación Maeght de Saint-Paul-de-Vence, pertenecen a esta familia de museos. Mientras se pasea por estos lugares uno repregunta sobre su fragilidad.

TEXTOS Y FOTOGRAFÍAS: IVAN BERCEDO / JORGE MESTRE

Materiales y moral constructiva

Tradición y modernidad Julie Gaillard es arquitecta y doctora en Teoría e Historia de la Arquitectura de la UPC

JULIE GAILLARD

Josep Lluís Sert concibe una arquitectura derivada del racionalismo y basada en la formula binaria tradición-modernidad. Esta herencia se percibe a través de las tectónicas y texturas de los materiales. Su arquitectura remite a la lógica de los órdenes constructivos y más exactamente se relacionó con el racionalismo constructivo de E. Viollet-le-Duc a través del Modernismo catalán y de la obra Antoni Gaudí. Sert fue muy receptivo al entorno de los años 30 evolucionando a través de las experiencias con Le Corbusier y del realismo constructivo del GATCPAC. Asimismo, el arquitecto mostró un fuerte interés por la integración de elementos de la cultura local y regional en la arquitectura (Eivissa) marcando de este modo el inicio del vernáculo y de la medida humana. Sert aspira a una arquitectura simple y auténtica empleando elementos tradicionales, sometiéndolos a un diseño moderno. Varios de sus proyectos se identifican por la estructura abovedada tabicada (construida por diversas anchuras de ladrillos planos sin cimbra, yeso y mortero con cal). Empleada a partir de 1935 en las casas de Garraf, la forma en bóveda de ladrillo o de hormigón es recurrente en la obra madura de Sert. Esta opción de priorizar el empleo del hormigón como material de construcción básico se aprecia con fuerza en la

trayectoria profesional del arquitecto, para quien no existía conflicto entre modernidad y el Mediterráneo. En los años 50 y 60, Sert evoluciona a partir del racionalismo, de la ortodoxia moderna, para instaurar el concepto de carácter y la humanización de los materiales al margen del Estilo Internacional. Del itinerario constructivo de Sert destacan algunas invariantes arquitectónicas fundamentales como la utilización única de la luz natural, la composición mediante la repetición de formas simples y el carácter natural de los materiales. A Sert le gustaba trabajar los materiales sobre la base de la trilogía verdad, sinceridad y brutalidad. Esta moral constructiva le conduce a dejar los mate-

teria se caracteriza por su extrema densidad, su resistencia y su gravedad ante la mirada, el tacto o el pensamiento. Él sometía la piel de las paredes al ritmo de las planchas del encofrado creando la expresión textil y vibrante de un material acanalado, el efecto de un hormigón áspero y lírico. La superficie tiene relieve; tres tipos de superficies tejidas aparecen en la Fundación: la acanaladura de las paredes de hormigón, la tela fantasiosa y pedregosa, el aparato gráfico y cromático del ladrillo. Referiéndose al ornamento como “la adoración de las uniones”, Sert establecía un juego constante entre las superficies trabajadas con diferentes materiales y la articulación de juntas como una especie de condensado tectónico fruto más bien del orden constructivo que del orden decorativo. Los edificios de Sert proponen una arquitectura moderna, alimentada por la tradición y, en la cual, las tectónicas y las texturas de los materiales han sustituido al ornamento. Son tipologías arquitectónicas que corroboran la idea de un compromiso con el que Sert no ha cesado nunca de buscar la modernidad y formas originales sacadas de las enseñanzas fundamentales de la historia. La arquitec-

Sert propone una arquitectura moderna alimentada por la tradición, en la que la textura de los materiales sustituye al ornamento riales en estado bruto: sus texturas y sus propiedades ópticas son los únicos ornamentos de la pared. Cabe subrayar que Sert expresa claramente la idea de lo macizo. De las paredes de la Fundación Maeght (1957-1964) se desprendre por ejemplo una sensación de masa coherente, una increíble tactilidad de las texturas. Hormigón, travertino, ladrillo y piedra, la opacidad parece que domina la obra. En Sert, la ma-

tura sertiana antimonumental saca su potencia casi alquímica del espacio razonado y del material simple, estando los dos construidos sobre la medida humana y el orden de la luz natural. Marcada por el sello de la sinceridad y fundamentada en la racionalidad, la obra de Josep Lluís Sert muestra la esencia del hecho de construir siendo embajadora de la permanencia y de la perennidad. |


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