tendencia de la poesia actual hondurena

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36 Una característica fundamental del tercer bloque de poemas de “Península del viento” es el sobrio erotismo, satinado de elegantes imágenes, bellas y cadenciales. Tal erotismo no es, ni por alusión, vulgar; al contrario, es límpido, diría que puro y hasta cierto punto necesario: “Esperaban / mis senos / el descenso de la rosa. / Buscaban / mis manos / el agitado vuelo de tu sombra. / Rosa. / Sombra. / Ancestrales dioses invocados. / Cueva marina: / la inmensidad azul de mis entrañas. / Rasgando suavidad de musgos, / penetraste, / en ilímite fuerza de centauro. / Cúpula: tú. Yo, / bajo el inmenso cielo”. La persona amada es la única capaz de detener el tiempo, aun en medio de la maldición y el descalabro de su país: “El instante detiene su latido / cuando tus ojos / se tornan espejos de los míos”. Pero todo es un deseo incumplido: “sólo fluye el deseo: hambre que sólo se alimenta de sí misma”. La razón última por la que la autora opta por afrontar su desgarrada existencia es amor: “Tiempo de rocío, el amor”. Amor a un tú, a una prole y a un país. Para ir cerrando debo decir que “Península del viento” es un poemario de una gran economía de palabras, lo cual hace más ágil su comprensión y lectura. Sin embargo, es inabarcable su amplitud humanista. Como telón de fondo el poemario se inclina por una valoración de la dignidad del género humano. Asimismo, eleva el estandarte en pro de la vida y los derechos humanos inalienables. La esperanza, oculta en el verde oscuro del contexto de la obra, palpita en la mente de la autora. “Península del viento” atestigua que la autora no es sólo una ínclita estudiosa y ensayista, sino un gran potencial poético y una sabia conocedora de la poesía. Domina el castellano con fluidez y pureza sin caer en el paroxismo literario.


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