Nota sobre “Proceso de Transformación Organizacional de la Universidad de Antioquia”

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Nota sobre “Proceso de Transformación Organizacional de la Universidad de Antioquia”

Por Juan Guillermo Gómez García Secretario ASOPRUDEA Para ser leído en la Asamblea de Profesores del 21 de Noviembre de 2012 Saludos cordiales, Las directivas de la Universidad de Antioquia se empeñaron hace algunos años a sacar adelante un plan de reforma organizacional. Este plan estuvo motivado por diversas razones. La primera por el crecimiento de la universidad, la segunda por las crecientes trabas para el desenvolvimiento interno, la tercera por intenciones de orden gubernamental central y la cuarta –quizá la no menos importante- por intereses de la Gobernación de Antioquia. Todas estas razones desembocaron en el propósito de adelantar una transformación de la estructura administrativa que no se acompasaba con las dinámicas de una universidad que crecía vertiginosamente. Desde el 2007 o quizá poco antes, se echó a rodar un programa que fue mutando por diversos nombres –medios intimidatorios- que se llamaron SUGI, luego MECI y finalmente MOP. En realidad MOP es la sigla para el Mapa de Operativo de Procesos que comprende un más ambicioso deseo de las directivas: el Proceso de Transformación Organizacional de la Universidad de Antioquia. Este magno Proceso fue el resultado de un Equipo de Transformacional Organizacional que hoy por hoy, pese a que campea como logro consensual, es un fantasma que pocos profesores, muy pocos, conocen en su sentido y en sus detalles. No es fácil resumir este proceso que se contrajo a unas 25 páginas en sus “bases teóricas” y sus “contenidos sustantivos” que se pueden consultar en la página web de nuestra universidad. Sería incluso enojoso, porque implicaría poner en tela de juicio la capacidad interpretativa de nuestros colegas, tratar de dar una explicación de fondo del documento. Solo podemos testimoniar –en esta era de un subjetivismo a ultranza- que no lo comprendimos. No lo comprendimos en diversa medida. Está deficiente redactado. Está presentado de manera inadmisible. Es simplemente un abrebocas desarticulado de una promesa incumplida.


Hubiera querido combatir con un cuerpo cierto de ideas y nos encontramos con retazos de una fraseología tecnocrática que, cuando no da rabia, da casi risa. No tuve risa alguna al leerlo. Más bien me agarré del pelo, me estrujé las meninges para demandar de mis colegas –porque siempre pienso que tengo ante sí colegas distinguidos a quien controvertir-, una idea sana. Nada de nada. No había colegas ni discurso. Había simplemente flatulencias conceptuales. Hay que asombrarse al ser tratado de “socio de valor”. Hasta ayer creía que era profesor y que tenía colegas. Ahora resulta que somos “socio de valor” y nuestros estudiantes “usuarios”. “Señor usuario” pensé al leer, “¿qué opina usted de Frutos de mi tierra de Carrasquilla?”. Nuestra clase da “valor agregado”, cuando pensaba que proporcionaba un conocimiento crítico para confrontar la miseria de lo acontecido: ahora Carrasquilla es un debe en la contabilidad de Agustín Alzate. Dice ese documento que la universidad es la organización de “mujeres y hombres en calidad de socios estratégicos”. No sé qué opinarán ustedes. Ahora imperan estos términos: “Modelo de Operación”, “Modelo de Gestión” y “Modelo de Gobernabilidad” y otros más escandalosos. En ninguna parte este documento directivo habla de libertad de cátedra, de democracia, de representación democrática, de crítica investigativa, de fuerza del espíritu libre, de autonomía para el conflicto, de América Latina unida. La universidad para estas bases teóricas la fundó Taylor y Fayol, no Humboldt o Bello, Ancízar o Molina. Se está tentado a pensar que en estas la palabra democracia es más anticuada que la de virginidad. Asalta nuestra buena fe de profesor el Mapa Operativo de Procesos (MOP) de la página 19. Es un asalto al sentido común, un asalto a veinticinco años de dictar clases en literatura, historia, sociología. La imbricación de conceptos, traídos de la manga de esta soberbia tecnocracia que nos impone la “Gestión de Relaciones”, la “Gestión de Ciclo de vida académica” etc., por los tradicionales de profesor, estudiante y clase, resulta abusiva, pedante, un “repo” institucional. La inflación terminológica no resuelve, sino más bien oculta, la desnuda realidad de nuestra institución. El llamado al “Modelo de gobernabilidad” –que se resume en el documento a: aténgase a la legislación vigente y venidera- enmascara el déficit de décadas del Estado central con la Universidad de Antioquia, enmascara el hacinamiento en el Campus, enmascara la degradación del profesorado de cátedra –que es el mayoritario-, enmascara la situación de marginalización del estudiantado, y mil y mil conflictos que afloran a quien se desplaza o vive a diario por la universidad.


No sé si este señor José Guillermo Jaramillo, cabeza del invento de esta criptonita organizativa, ha dictado una clase en la Universidad de Antioquia. Una sola. No sé de dónde lo sacaron y cuánto le dieron para sus portentosas ideas. La realidad, no obstante, es más prosaica y quizá, quizá más vital. No deseo ser suspicaz al ver tras los jugosos contratos a José Luis Ramos Correa. Pero ¿qué pensara de ello nuestro actual Sergio Fajardo? Mi experiencia como profesor en esta universidad es otra, otra muy distinta y no estoy dispuesto a negociarla o barajarla con esta esquizoide fraseología. No sé si estos señores que hacen estos sensacionales experimentos organizativos, se han puesto delante de un grupo de estudiantes. Se han sentado durante tres o cuatro horas a descifrar un concepto, definir una trayectoria intelectual, explicar una época histórica, entrever el alcance de una metáfora. Esto durante semestres. Seguro, no. Dictar clase es dar una vida al conocimiento; al placer innegociable de ser profesor. No sé tampoco si un solo directivo del CSU y CA haya leído con atención el documento comentado. Si lo ha leído, ha faltado a la caritativa iniciativa de ponerle tildes, comas y corregir sus expresiones inapropiadas. Errar es humano, pero es inhumano y antiuniversitario dejar pasar tantas faltas. El profesorado debe leer el documento. Luego de leído discutirlo. Luego de leído y discutido, rechazarlo. O adoptarlo. O corregirlo. O enmendarlo, que me parecería, luego del intercambio despiadado de ideas, más adecuado. Pero, por lo pronto, pararlo. Pararlo. Alguien se atrevió hace unos días a llamarme Vargas Vila. No puedo adelantar si fue para halagarme o insultarme. Creo que fue para las dos. Sin ser más ni menos que Vargas Vila, simplemente opino y quiero que conmigo opinen mis colegas, los que creen que soy Vargas Vila revivido, quienes crean que estoy lejos de ser Vargas Vila o quienes crean que Vargas Vila nunca existió y Juan Guillermo Gómez es el mismo Juan Guillermo que conocí. Siempre es bueno opinar y opinar contra el “Proceso de Transformación Organizacional” de nuestra Alma Mater.


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