La vida de un lápiz

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La vida de un lápiz

I.E.C.A. “Iniciación en cada alma”


Primera edición virtual: 2009 Segunda edición virtual: 2019 Diagramado por: Camilo Ahumedo Revisado por: María Elvira López © Copyright Julio de 2019


La vida de un lápiz Inés Elvira Carvajalino Arévalo



Dedicatoria “A quien tenga la capacidad... de esa entrega total�



Introducción Observar detalladamente la vida de un lápiz, me ha permitido comprender su absoluta entrega. Entrega que inicia, cuando es tajado por primera vez y debe soltar su cascarón, para llegar a su propia esencia: la mina, que es quien le permitirá cumplir la función, para la cuál fue creado. A lo largo de su vida, es tajado innumerables veces, siempre en busca de su propio corazón, que le permite dar lo mejor de sí. Por si solo es inútil, pero al ser un instrumento en manos de quien le use, lo entrega todo, al plasmar su esencia, en lo que este escribe o dibuja. Que diferente sería todo, si todos de vez en cuando nos permitiéramos ser instrumentos, en la mano sabia y amorosa del Creador. Con infinito amor, Inés Elvira Carvajalino Arévalo



La vida de un lápiz Quizás me has escuchado decir, que me encanta “ser el lápiz, que escribe lo que la mano dicta”, ¿verdad? Bueno, en muchas ocasiones he sido lápiz, pero sólo hasta aquella noche, comprendí la vida de un lápiz...



Los últimos días habían sido bastante intensos, tanto en horas de trabajo como en remoción de escombros. Sí, recordar el pasado para compartirlo con otras personas, había sido una dura tarea de remoción de escombros. Me sentía cansada, tremendamente agotada, tensa, revuelta, algo irritable y sensible; necesitada de soledad, de un tiempo para estar conmigo, para aclararme, para meditar... y parecía que todo se opusiera a ese deseo. Me sentía revuelta, como cuando estás indigesto y necesitas eliminar lo que te ha hecho daño, me dispuse a utilizar las herramientas que tenemos para eliminar las emociones recientes y sentí alivio, pero necesitaba descanso, tiempo conmigo, tiempo con Dios. Cuando finalmente pude gozar del silencio, de la paz, de la armonía de ese encuentro, y cerré los ojos para meditar, empecé a ver “La historia de un lápiz” en pantalla gigante: “Este era un buen lápiz: de buena madera, lindos colores y un buen borrador. Lo más importante de este lápiz... es que era un lápiz fácil de manejar, suave y delicado, de trazos firmes y de escritura clara... ¡ah! y tenía la mejor cualidad, que todo lápiz debía tener: su capacidad de entrega total.


La mano estaba ansiosa por escribir, tomó ese hermoso lápiz, también deseoso de poder realizarse como lápiz y tajó su punta... el lápiz sintió la afilada cuchilla rompiendo su cascarón, eliminando las capas de madera que le cubrían y que guardaban su corazón. Sabía que este proceso era duro y difícil, muchas veces doloroso, pero también sabía que era necesario, porque era la única forma de llegar a su esencia; de llegar a descubrir su propio potencial, que al ser desarrollado, le permitiría ser aquello para lo que había sido creado: un instrumento, un medio para que la mano escribiera. Ya listos, la mano llena de la inspiración que de su corazón brotaba y el lápiz, lleno de la emoción de sentirse útil, iniciaron la hermosa tarea de crear.


La mano no paraba, iba veloz, llevando al lápiz a su compás. Las letras fluían, las palabras se completaban, frases, oraciones, ideas y conceptos, se iban creando en la dulce armonía de esa unión. La mano parecía ser más fuerte y resistente que el lápiz, que al ir entregando todo de sí, para poder plasmar en el papel la historia que por sus venas corría, iba perdiendo su afilada punta, que una y otra vez tenía que ser pulida; desgastando su frágil cuerpo, que poco a poco se iba consumiendo.


Los dos estaban felices, viendo realizada su obra. La mano agradecida, acariciaba suavemente a aquel lápiz, que ahora agonizante, pero feliz, lo había entregado todo. Eran las últimas letras, que de aquel lápiz brotarían; su corazón se hacía más lento, sus fuerzas flaqueaban, pero a pesar de todo, continuaba firme; deseoso de ser, deseoso de hacer lo que podía, de dar hasta la última gota de sí, en esa aventura maravillosa del compartir.


Fue poco antes de morir el lápiz, que la mano bondadosa, agradeciendo la total entrega de su compañero de aventura, tomó las hojas que habían sido escritas por los dos y empezó a leerlas en voz alta... y entonces, sucedió algo mágico, las frases, palabras y letras, se unieron al viento y empezaron a volar, remontándose a todos los rincones de la Tierra; compartiendo con el mundo sus riquezas, reconfortando los corazones afligidos, haciendo sonreír a los que estaban tristes, consolando a los desesperados, llenando de esperanza y amor, a cada corazón que iban tocando. El lápiz viendo esto, sintió dentro de sí, la satisfacción del deber cumplido; y su corazón se llenó de gozo. Su vida no había sido en vano, su entrega había contribuido al bienestar de muchos, por lo tanto: había valido la pena.


La mano agradecida, acompañaba a su fiel amigo en el camino; no sería el final, tan sólo un alto en el camino, para culminar una etapa. Un nuevo lápiz esperaba ansioso sobre la mesa, con su corazón nuevo, dispuesto a la aventura; con su corazón rebosante de energía, de amor, de ansias por la entrega, que estaría reflejando en su alma, lo que quedaría plasmado, por siempre en el papel.



No sé tú, pero yo vi mi historia reflejada en este sencillo cuento. Una vez más, comprendí que mi vida va de la mano de Dios, que somos compañeros de aventura, que no vamos cada uno por su lado, sino que estamos juntos en esta Aventura de Vivir.


Comprendí una vez más, que todo tiene un propósito y una razón de ser. Que a veces necesitamos una punta nueva, porque nos hemos metido tanto dentro de la rutina, de los problemas, de nosotros mismos, que ya no somos útiles; ya no estamos dando lo que corresponde, y entonces la vida a través de experiencias, circunstancias, personas y situaciones, se encarga de sacarnos nuevamente la punta, de sacudirnos, para que exploremos y desarrollemos el potencial que hay dentro de cada uno de nosotros. Comprendí, que sólo poniéndonos en las manos de Dios y permitiéndole actuar en nosotros, es que hacemos posible, que Él se realice como Dios, como Padre, como Amor, como Vida, como Experiencia, como lo que es. Pero también comprendí que sin Él, no somos nada; así como el lápiz sin la mano, no sirve para nada. Así es que somos la oportunidad de la manifestación de Dios, así como Él es la oportunidad, de nuestra manifestación de Ser.


La mano para escribir, necesita tanto de un lápiz, como el lápiz para realiza su función, necesita de la mano. Dios necesita de nosotros, así como nosotros necesitamos de Dios. Sólo que al parecer, nosotros necesitamos de Él, muchísimo más de lo que Él necesita de nosotros. Recuerda, que la naturaleza de Dios es Creadora, eso quiere decir, que Él está en constante creación, así como las manos. Sólo que las manos pueden crear de muchas maneras y no sólo a través de la escritura. Además, hoy en día, hay muchos instrumentos que le permiten a la mano escribir: plumas, lapiceros, lápices, máquinas de escribir, computadoras, etc.; incluso la mano, puede escribir con su propio dedo, sin necesidad de ningún instrumento; mientras que un lápiz o cualquier instrumento, necesita obligatoriamente de una mano o de un autor para escribir, para ser. ¿Ves la pequeña diferencia?



Sin embargo, a pesar de que nosotros estamos más necesitados de Dios, de lo que Él pueda estar de nosotros, siempre está a nuestro lado, nos ama, valora y aprecia infinitamente; desea contribuir a nuestro desarrollo y a nuestra realización, está dispuesto y deseoso a ayudarnos, a guiarnos y a amarnos. Sólo necesita que se lo permitamos. ¡Que hermosa historia! Que bella forma de explicarnos lo que somos, lo que nos pasa, la razón de nuestra existencia. Ahora comprendo más, que la vida es la oportunidad más grande de compartir y sobre todo de compartirnos, de dar lo mejor de nosotros mismos y si es necesario, de darlo todo.


La causa es buena y vale la pena. Se trata de dejar una huella en el corazón de los que nos rodean; en los hechos, en las obras, en el amor que expresamos. Es aprender a través de lo que la mano escribe, aprender de la misma vida, de lo que nos pasa minuto a minuto, de las historias que vamos forjando. Es contribuir a que ese fruto de nuestra entrega, ese dolor, ese sufrimiento, ese desgaste, esa agonía, no sea en vano; sino que contribuya a enriquecer a otros, a calmar la soledad, el ansía, el sufrimiento, la tristeza, el miedo, la congoja, el dolor, la angustia y la vida de muchos. El propósito es loable, desarrollar nuestro potencial a través del desafío, del reto, de la prueba, de la aventura. Y en ese desarrollo, no sólo realizarnos, sino contribuir también, al desarrollo de aquellos que son testigos de nuestra obra, de nuestra vida; las personas que nos rodean, que nos aman y que están con nosotros.


El medio, la forma en que se realiza todo esto es genial, sucede sin darnos cuenta, de la forma más sencilla y natural del mundo... hasta que empezamos a oponer resistencia, a querer escribir solos, a querer vivir solos y a nuestra manera, por nuestros propios medios, sin necesitar de la ayuda de Dios. La cuestión es, que esa no es la forma en la que se conduciría un lápiz, los lápices... dejan simplemente que la mano escriba a través de ellos. Espero que ésta pequeña historia te haya permitido darte cuenta de muchas cosas: la más importante de todas, que Dios te ama y está contigo siempre, en las buenas y en las malas; como el amigo fiel que es. Qué las cosas que te pasan, no son buenas ni malas, simplemente, son parte de la vida, parte de la historia que se está escribiendo, parte de la oportunidad que voluntariamente has elegido.


Que la dificultad que sientes, el dolor que experimentas, la tristeza que te embarga, los golpes que te da la vida... la rabia que te domina, al no comprender las cosas, la impotencia que te sobrecoge, el cansancio que te agobia y la vida que se va extinguiendo, son parte del proceso y han sido necesarias para tu desarrollo; ya que sin todo esto tu realización no sería posible. Que al final, nada habrá sido en vano; porque todo habrá contribuido a la realización del personaje que eres, a la comprensión de cada situación, de cada experiencia, de cada prueba que te permitirá aprender.

Recuerda, que así como cada letra que el lápiz escribe, es el medio necesario para que se produzca una historia, cada situación que has vivido, ha sido el medio, para que tu alma experimente las oportunidades, que finalmente enriquecerán tu espíritu.


Que tu vida y aún tu muerte, con todo lo que encierran en el medio, no será en vano; porque habrás contribuido con tu valentía, con tu amor, con tu desprendimiento y con tu entrega, a que muchos de los que están contigo, crezcan en el camino de la vida, a través de tu ejemplo. Todo esto me reconforta. Ahora siento que han valido la pena las horas, los días, los meses y los años de lucha, de esfuerzo, de confrontación, de resistencia, de dolor y sufrimiento, de catástrofes y remoción de escombros; porque de esa forma, he logrado comprender la vida, lo que nos pasa a los seres humanos, las cosas que nos afligen y la forma de salir adelante.


Ahora confirmo, que a pesar de haber gastado casi media vida en todo esto, y de que aún me falta mucho por vivir, me he fortalecido; contribuyendo a que otros se fortalezcan y le encuentren sentido a su existir.

Así es que hoy...

Soy un lápiz nuevo dispuesto a escribir lo que la mano dicte.



“Se dice que toda realidad alguna vez fue un sueño, lo importante es que tus sueños sean posibles, para que logres hacerlos realidad”


La vida de un lápiz

I.E.C.A. “Iniciación en cada alma”


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