EL NARRATORIO ANTOLOGÍA LITERARIA DIGITAL NRO 78 AGOSTO 2022

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3 EL NARRATORIO

4 EL NARRATORIO ANTOLOGÍA LITERARIA DIGITAL AÑO 7 NRO 78 — Agosto 2022 2591ISSN —3123 Edición y Diseño de tapa: Renate Mörder Imágenes: Pixabay Freepik PXHERE PEXELS Copyright: EL COPYRIGHT DE LOS CUENTOS PUBLICADOS PERTENECE A SUS AUTORES, QUIENES RESPONDEN ACERCA DE LA AUTORÍA Y ORIGINALIDAD DE LOS MISMOS. Bajo Licencia Creative Commons Atribución NoComercial SinDerivar 4.0 Internacional Director y Propietario: Federico A.Marongiu Propiedad Intelectual: N° de Registro 5.348.677 En la Web: www.issuu.com/elnarratorioWWW.ELNARRATORIO.COM.AR E—mail: elnarratoriodigital@gmail.coelnarratorioblog@gmail.comm

5 ÍNDICE ANGELITO LILIANA MACHICOTE 7 LA FRIALDAD ADÁN ECHEVERRÍA 11 EL TEDIO DE LOS AEROPUERTOS PABLO CAZAUX 23 GRATIA PLENA CAROLINE CRUZ 27 LA ÚLTIMA CAMA LUNAPALOMA 37 NO TE ENAMORES DE UN MANIQUÍ VERÓNICA MIRANDA 42 MOLESTIAS CARLOS ENRIQUE SALDÍVAR ROSAS 48 PUESTA DEL SOL PATRICIA LINN 52 BANG! BANG! GUSTAVO VIGNERA 57 TRES LUNAS Y UN SOL ELIANA SOZA MARTÍNEZ 65 LA SIMPLICIDAD DEL CLAVO MANUEL SERRANO 69 SUEÑO CON A FEDERICO ROMAIRONE 72 MI ÚLTIMO ACTO DE ODIO ARTHUR CHÁVEZ 75 BRISA DE PRIMAVERA CARLOS M. FEDERICI 83 INVOCACIONES MAURICIO LEÓN GUZMÁN 90 LA CITA HÉCTOR MORENO GONZÁLEZ 93

6 SOLAMENTE SOY HIPOCONDRÍACO MARCELO MEDONE 96 DÍAS SIN GRAVEDAD REBECA CORNEJO LOBO 101 ALGO MÁS QUE UN TREN A NORMANDÍA HERNÁN SÁNCHEZ BARROS 104 GEMELOS JOSÉ A. GARCÍA 111 MARINERO Y PESCADOR ROLANDO JOSÉ DI LORENZO 116 MAXIMILIANO Y CARLOTA SERGIO ÁVILA R. 120 ARGUMENTAR EN TIEMPOS DE PANDEMIA JOSÉ LUIS VELARDE 125 EL INQUILINO FRANCOIS VILLANUEVA PARAVICINO 130 MAMÁ MURIÓ HOY CLARA GONOROWSKY 134 LA HISTORIA DE MALEK Y EL EFRIT J. R. SPINOZA 137 EL CUADERNO NURIA DE ESPINOSA 142

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8 lueve. Es una garúa lenta, pausada, interminable. Angelito está recostado en los ladrillos colorados de la panadería “La reina”. A esa hora, todas las mañanas sale el dueño a darle algunas facturas que sobraron de ayer. El cielo es como una bóveda de piedra. Los cabellos mojados de Angelito caen formando hebras en su frente. Espera con una sonrisa indefinida. Alguien puede creer que es una mueca burlona. Sus ojos claros están llenos de luz. Las alpargatas gastadas, mojadas. Pasa una mujer que vive en la otra cuadra con los ruleros puestos. nadie la ha visto sin ellos. Tal vez ni siquiera tiene pelo debajo de ese pañuelo colorido. Desentona con el día. Él la saluda atentamente. Ella apenas le contesta. Entra y sale de “La reina” sin mirarlo. Él sigue mordiendo un pedazo de pan húmedo que perdió un viejo que estaba más preocupado por abrir el paraguas que por la bolsa que llevaba. Murmura unas palabras. Busca en los bolsillos. Saca unas piedras pequeñas y comienza a tirarlas al charco que se formó en la esquina. Sonríe. Sigue esperando al panadero.Una madre apurada cruza la calle con sus dos niños que regresan del jardín. Él les extiende una mano que los chicos chocan como un saludo. La madre los tironea. Angelito parece un fantasma vestido con un grueso sobretodo negro, ajustado con un piolín a la vista. Ve a los niños alejarse. La mujer se da vuelta y lo desprecia con la mirada. Camina unos pasos como si quisiera ver las piedras que tiró al cordón. Se detiene de golpe. Parece que hubiera recordado algo. Gira. Camina pensativo hasta la puerta de la cuadra. Alguien abre la puerta y le da un paquete. Se saca un sombrero imaginario y agradece. Sigue su camino.Ya está sobre las barreras altas de las vías. Cuidado con el tren, grita alguien. Está apurado pero mira a ambos lados antes de cruzar. Levanta un pedazo de carbón, lo guarda en el L

9 bolsillo. Junta también una manzana que corre por la vereda de la verdulería. Se detiene frente a la estación.

Observa los pocos autos que pasan. Come parado algo que saca del paquete. Lo comparte con la lluvia y el viento. La barba gris chorrea. Se le acerca un perro. El mismo que le hace compañía en las noches frías. Tucho. Él le habla. El perro lo mira. Se comunican en ese idioma secreto reservado solo para los amos y sus mascotas. Algún invierno lo llevaron al hospital o al hogar de ancianos. Nunca falta un vecino bienintencionado que cree que eso beneficia al viejo. Lo llevan unos días, lo bañan, le dan ropa limpia y lo alimentan. Aprovechan para cortarle el pelo y la barba. Angelito no se queja. Otros internos le hablan y no responde. Sonríe. Sin mostrar los dientes. Sin siquiera abrir la boca. Solo sonríe. Hace lo que le dicen aunque una cama con sábanas y frazadas le molesten. Más de una mañana lo encuentran durmiendo en un rincón. Todos saben que en cuanto no lo vean, se va a marchar. Tucho siempre lo espera en la puerta del hospital. Y cuando hay poco movimiento, el perro duerme en la guardia. No hay viento y el agua cae pareja. Todavía no hace tanto frío. Tucho duerme hecho un bollo. Frena un auto frente a él y le alcanza por la ventanilla un recipiente de plástico. El conductor le habla. Angelito no responde. Pone el improvisado plato en el piso y lo comparte con el perro.Llueve cada vez más fuerte. Sigue en el mismo lugar. Dos hombres pasan y ofrecen acompañarlo a la recova de la estación. Se niega. Sonríe. Te llevamos al hospital, Angelito. Ahí por lo menos vas a estar seco. Menea la cabeza. Le dice algo al perro. Mira hacia el cielo que es cada vez más oscuro. Es la hora de la siesta y en el pueblo ya nadie sale a la calle. Está todo quieto. Vuelve a sonreir.

Dormita en el frío banco de madera. Cae un granizo pequeño. Se asoma. Levanta la cara. Recibe los pequeños golpes de las piedras. Disfruta del olor de la tierra mojada. Escucha una sirena. Mira con atención. La ambulancia pasa por la plaza. La observa girar. Se acerca hacia él. Los ojos claros de Angelito se oscurecen como el cielo. Se detienen. Bajan dos enfermeros. Uno se dirige a abrir la puerta trasera. El otro se está acercando. Angelito lo mira. Lo mide. Agarra la bolsa que tiene en el piso. Se da vuelta. El tren ya pasó. La estación estará cerrada hasta que llegue el próximo. Mañana. O pasado. Nadie sabe. Comienza a caminar. El enfermero lo llama tranquilamente.

La ambulancia también se va. Desde un zaguán entreabierto, el viejo espía. Los ve irse. Saca unos trapos de la bolsa. Los pone en el piso y mira a Tucho. El perro entiende la orden y se acuesta. Angelito se sienta a su lado. Mira el cielo. Está aclarando. LILIANA MACHICOTE Argentina Instagram: @liliana.machicote

Apura el paso. Busca llegar a la esquina. Un camión viene por la otra calle. El empedrado mojado dificulta una maniobra. Se escucha un bocinazo. El enfermero corre. El conductor frena. Baja desesperado.Ambos miran debajo de las ruedas. Discuten. Angelito no está. Tucho tampoco. Recorren a lo largo del camión. No lo encuentran. Se quedan un rato mirando los alrededores. La calle está vacía. Los enfermeros están empapados. El camionero rompe el silencio de la siesta al tocar la bocina para despedirse.

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12 odo apuntaba a una historia como cuento de hadas que todo lo cubría con su magia. Ella debió preverlo y entregar solo sexo sin compromiso como el que se alquila o se oferta en internet; pero tuvo que seguir los instintos y desobedecer flagrante las ideas del cerebro. Echarse un polvo y no volver a verse, era la consigna para la que se había preparado, cuando terminó de bañarse aquella tarde. Se miró hermosa en el espejo y se supo plena. Al medio día había intercambiado teléfonos después del tercer café, acompañados de un ¿Cuándo nos vemos?, y un Pasaré a tu casa esta noche; que preludia una relación de pertenencias y desesperaciones por verse más seguido. La cacería termina cuando las mujeres deciden ser presas para cazadores experimentados, y aquel hombre lo era. Había un inconveniente para aquella lujuria que se dibujó en sus ojos, pero decidió ocultarlo y devolver el ¡Hola! que leyó en los labios del hombre de barba desordenada, que le miraba sin discreción desde la fila, en ese café donde fue a relajarse mientras robaba minutos de su almuerzo, antes de volver a la oficina. Qué podía significar aquel secretito de cuatro años de edad que cuando salía se quedaba en casa mirando televisión, jugando con su sobrina, antes de dormir bajo el cuidado de su niñera: “Mami vendrá más tarde”. Qué escollo podría ser su hijo para aquella noche de decisiones tomadas bajo la regadera (Hoy quiero disfrutar un hombre que no sea todo látex), para dejarse abordar por ese tipo entallado en mezclilla. Su hijo no sería inconveniente para la travesura.

Haber tenido un hijo no se le notaba en ese cuerpo, todo pasión, rebosándole la ropa; deseaba presentarse desnuda en los espejos de algún techo, para la rapiña mirada de un hombre que supiera aquilatar su entrega. Quería ser ensalivada, tener unas manos rudas y ásperas que le apretaran la carne. Para qué tanta lindura en los centímetros de piel, si no era tocada y T

Para qué decir que tenía un hijo, que solo quería coger, se trataba de una noche y de un hombre que no fuera todo látex, para reemplazar aquel dildo que le mantenía tranquila la furia semanal del sexo, porque todo era dedicarse a su pequeño. ¿Acaso este hombre no quiere lo mismo? Todo lo que se deja avanzar comienza a desbordarse. Se gustaron desde el inicio y quisieron repetirse en los ojos del otro, cuantas veces fuera necesario: Qué harás este fin de semana. Nada. Puedo verte. Está bien. Y al día siguiente. Claro. Y si desayunamos y te llevo luego al trabajo. Perfecto. Y la

Ella no pudo prever un futuro de nubarrones oscuros ni paredes herméticas de frío metal que la derrotarían, y aventó su propio ¡Hola!, cargado de coquetería, por encima del café humeante que le acababan de servir, y caminó hacia su mesa, esos pocos pasos que cayeron como copos de nieve en la calentura, derritiéndose, y dejando en cada gota una invitación para ser alcanzada. Aceptó la invitación (y el reto), consiguió a su sobrina como niñera, y se dio un jabonoso baño anticipando sus deseos (si se presenta la oportunidad, la tomaré). Él acudió a la mesa donde ambos pudieron descubrir y extender sus cartas de vida con alguna historia inicial, que tal vez no fuera verdad. No hablar de pasadas relaciones era el argumento tótem, y aunque se pudieron contar sucesos personales ninguno de los dos tenía por qué ser ni la mitad de honesto.

13 disfrutada en la hombría de algún malnacido de pene colgante. ¡Hola!, había dicho él mientras esperaban el café, dispuestos cada quien a leer su propio libro en alguna mesa (el montaje del libro siempre daba resultado), en cualquier rincón que les brindara silencio y un poco de paz, al menos para ella que debía volver a la oficina, antes de pasar a la guardería por su pequeño. Pero en vez de leer comenzaron la escritura de una historia en las hojas blancas que se habían ofrecido con sus ganas, dispuestas a ser pintarrajeadas.

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trampa se había cerrado sobre su pie, con aquella sonrisa que no podía quitarse ahora del rostro. Se sabía feliz pero habría que contarle que tenía un hijo: “Pero ¿cuál es el problema?”, dijo él abrazándola. Cuando un hombre se decide a vivir con una mujer que tiene hijos, las mujeres suspiran y los hombres dicen: ¡Qué ganas, cabrón, qué ganas!, Si se trata de echarse la cuerda al cuello, cualquiera te la acerca. Y el hombre de esta historia estaba ahí, dispuesto y caballero, apuesto y gentil. La mujer dobló las pestañas, reventó toda en suspiros y haciendo a un lado su enorme fortaleza de madre capaz de salir adelante sola, se precipitó en un: ¡Va, viviremos contigo! A la tercera semana de intenciones se derramó la mala nota dentro de aquel apartamento de dos recámaras, en el piso más alto de un edificio moderno, que el hombre había dispuesto para que ella se mudara con su hijo. Pasó de ser una historia de cuentos de hadas, a ser una nunca imaginada pesadilla. De vivir en aquel cuarto que le prestaba la familia, para habitar con su hombre un piso entero en un edificio en la mejor parte de la ciudad. Creerse dueña de un espacio propio, como él se lo hacía sentir, y subir por los elevadores sin ser vistos, en esa privacidad que les brindaba estar en el último piso, ¿quién sube sin ser invitado? Pero el niño rompió con el esquema del romance entre la madre y el novio amante dueño. Cuando el pequeño comenzaba a lloriquear de hambre, de miedo, de tristeza o por el capricho de no quedarse solo en su cuarto la madre solía correr a calmarlo: “Déjalo llorar, si corres a verlo lo seguirá haciendo. Ya se acostumbrará”. Pero ella se vestía con aquella bata transparente y se bajaba de la cama "Que tal si le pasa algo"; y aquellos berridos que el niño lanzaba pidiendo por su Mamá, apagaban las voces de ratoncitos melosos que se iban devorando poco a poco entre las sábanas, en la recámara nupcial de seda color vino y puerta cerrada; aquel llanto iba creciendo desde los pulmoncitos y

Y cuántas erecciones perdidas tras una mujer que se desprende de su erotismo, se viste de mamá con su batita blanca, transparente, y corre a arropar al niño que se despertaba toda la noche. Recogerlo del suelo en el pasillo donde se estaba acostadito, como un cachorro que dejan fuera de la casa. Levantarlo y en el abrazo decirle Acá estoy, no pasa nada, tienes que dormir en tu cuarto como niño grande, Qué haces tirado en el pasillo si tienes tu camita abrigadora, Sé valiente, no te va a pasar nada, estoy en mi cuarto, y tú en el tuyo, Tan solo duérmete y déjanos dormir a nosotros también.

Era necesario poner un alto, y el hombre fue a meterse bajo la regadera, para luego tomar su parte de la cama y dormirse masticando algún pequeño drama.

Las noches pasan con esa lentitud que tienen los pensamientos que se enciman unos sobre otros y aletean por la casa buscando una salida: es el insomnio que provoca el silencio en la pareja. Qué puede decir ella ahora, qué disculpa puede ofrecer a un hombre que se cierra y le da la espalda. Con cada minuto que los relojes caminan, la mujer se mira asustada por no poder compaginar aquello de dar las buenas noches tanto al niño como al hombre del que se siente vulgarmente enamorada. Con el paso de las noches y la repetición de la actitud del niño ella fue expulsada de la recámara: “Quédate con tu hijo, no vengas a meterte a mi cuarto, si no puedes educarlo para que esté solo, a cada rato te

clausuraba los aullidos del orgasmo que terminaban por ahogarse en la garganta, en la punta de la lengua, en el bien lubricado y ya violeta glande que se quedaba 'a casi', porque ella detenía el movimiento de caderas y abría los ojos alerta, como un venado que ha sido alumbrado por los faros de un carro a media carretera, para escuchar atenta e intentar descubrir la razón que asustaba a su crío: “Tengo que ir a verlo, es mi hijo” .

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16 levantarás y jamás podremos disfrutar el uno del otro; y ninguno de los tres lograremos dormir. Vete con él y déjame en paz” .

¿Arruiné el momento? No pensarás culpar al bebo, ¿verdad? , y el hombre cerró laLapuerta.mujer se metió a la cama con su bebo, lo apretó a su pecho, y mientras disfrutaba su respiración calmada, podía sentir bajo la tela de la bata sus rozados pezones aun ensalivados por su hombre, ese hombre escondido en su guarida, odiándola. Se acariciaba los pies, el uno con ayuda del otro, tratando de darse consuelo para entender el cambio en su pareja, cómo era posible que no entendiera que el niño tiene miedo de estar solo. El insomnio daba vueltas a la casa, y no fue sino en la luz creciente del amanecer colándose por las ventanas que ella saltó hacia la recámara para reparar el daño con el sexo matutino que sabía que su hombre disfrutaba. Pero él se había vestido, castigándola, y gritaba que algo hiciera para el desayuno. Ella tendría que ser paciente para ser de nuevo acariciada al caer la noche, para ser de nuevo penetrada por aquel toro que le hacía doblarse de rodillas. Comeré en el trabajo , y salió dando un portazo, dejando el desayuno y la angustia servidos en la mesa.

El día pasó amargo apenas, porque los juegos constantes del niño la entretenían y le hacían olvidar de a poco el mal humor de su pareja. Podía entretenerse en cuánta cosa pudiera realizar para la casa: arreglar las cortinas, barrer, acomodar los libros de su novio, recuperar un pequeño espacio para los juguetes de su hijo, lavar la ropa, cocinar siempre los platos

Sabías de mi hijo. Lo dormiré y volveré contigo.

Has arruinado el momento, duérmelo y mañana buscaremos alguna solución.

17 que sabe que él disfruta, y estar lista y bañadita para cuando él pudiera regresar. El hombre volvió del trabajo con una caja de metal de apenas un metro y treinta centímetros por cada lado, con una sola abertura, cerrada con una puerta. Del lado contrario de la puerta había un mecanismo para abrir pequeños orificios que dejaran pasar el aire. A ella le pareció una caja fuerte extraña, hasta que él le contó para qué la había mandado construir. Hasta que tuvo que mirarla como la jaula que era. No quiso preguntar, ni intentar algún reclamo, veía al hombre entusiasmado contándole y le parecía irreal. Ella pudo decir que era una estúpida idea, que cómo se atrevía a sugerirlo, que se podía meter la caja en el culo o por donde mejor le cupiera pero que ella cogía a su hijo, y sus pocas cosas, y ahora mismo se largaba, aunque no tuviera a donde ir, aunque tuviera que doblar la cola y pedir apoyo a la familia, regresar al cuartito, volver a conseguir empleo y pedirle otra vez a su sobrina que cuidara del pequeño mientras le conseguía guardería. Escuchaba las palabras de su hombre mientras la ira de animal rabioso nacía desde el vientre llegando hasta su boca como un veneno que le impulsaba a pensar: Tú fuiste quien me buscó en aquel café, yo ni siquiera había notado tu presencia y ¿ahora me traes una caja de metal para meter a mi hijo cuando te moleste? Estás enfermo. Pero en vez de hacerlo, la mujer bajó la cabeza como un ganso envejecido, agarrándose del amor que le hacía cosquillas en la nuca. Después de cenar juntos, y de ver un poco de televisión, el hombre puso el cuerpo dormido del niño dentro de la caja, para poder gozar de su mujer sin interrupciones. Hacer el amor o devorarle la ética, el orgullo, el alma toda. La primera noche apenas era un sordo llanto el que se escuchaba desde la caja, y cuando la mujer quería atreverse a ver si el niño estaba bien, su hombre le llegaba al fondo y ella cerraba los ojos, los oídos, cerraba el corazón y solo eran golpes mudos atorados en las

Pero no había razones que pudieran admitirse. El niño pasaría las noches adentro de la caja. Los días se volvieron un desequilibrio que giraba frente a sus ojos, en el espejo de su cama, en las noches de su angustia porque aquel hombre se mostraba tan dueño de sí, enamorado, tierno. Ahora eran solo ellos dos, como debieron serlo siempre. Y ella se mostraba radiante o eso sospechaban los vecinos, las pocas veces que los llegaron a mirar salir al cine, o caminar de vuelta de alguna cena romántica, sin sospechar que la tenía prisionera mientras la presumía por las calles satisfecho. Cuando él se iba a trabajar, ella gritaba su desesperación para escapar; corría hacia la caja para abrirla de inmediato. Hasta que una mañana él decidió no dejar la llave, el niño tenía que permanecer encerrado todo el día, todos los días por el resto de su vida. Ella quiso pedir ayuda pero el departamento estaba cerrado, su teléfono móvil sin crédito, y al abrir la laptop pudo constatar que habían cambiado la clave del wifi. El sueño se había clausurado.

frías paredes metálicas del cubo. Sonidos que crecían dentro de la cabeza de la mujer, que ya no alcanzaba los ojos blancos del orgasmo, pero sí a herirse la lengua desesperada por ignorar a su hijo; porque a pesar de todo, la mujer gozaba, y mantenía la tenue esperanza de darle gusto a su hombre, pensando que luego del coito podía sacar a su hijo de aquella prisión, pegárselo al pecho y llevarlo a la cama para devorarlo a besos: Todo va a estar bien, pequeño, todo va a estar bien. Su hombre sonreía, y ella se daba cuenta que había llegado la mañana.

Las noches se fueron repitiendo, el hombre llegaba y después de cenar metía al dormido niño a la caja. Así ocurrió las dos primeras semanas. Luego exigió a la mujer No esperes que llegue para meterlo a la caja, no soporto verlo. Tiene miedo, ¿podemos dejarlo fuera esta noche?, se portará mejor te lo aseguro.

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Ante la sociedad este era un hombre terriblemente loco por el amor de su mujer, todos los que los conocían podrían confirmarlo, terriblemente loco y apasionado. Eran envidiados como pareja. Pero ella sabía que se había ido a vivir con un demente del que tendría que escapar, pero ya no hubo tiempo. No podía encontrar alivio en el llanto, mientras no encontrara la manera de abrir la maldita caja y sacar a su pequeño. Aquello de vivir en el piso más alto del edificio tenía sus desventajas, Nadie tiene porque subir sin haber sido invitado, y la puerta de casa se mantenía cerrada para sus gritos. Era inútil, los ruegos de ¡Es mi hijo, sácalo! terminaban en sangre y moretones, seguidos de violentos besos, penetraciones a la fuerza, y aquella alegría del que posee un cuerpo con violencia. Los días irían pasando y ella perdería la cordura dentro de esta relación en la que era rehén y en la cual había condenado a su pequeño. Las uñas se le quebraban arañando la caja. Mamá, mamá, escuchaba todo el día, y se escondía de aquel hombre cuando regresaba; pensaba en matarlo pero aquel regresaba a gozar su cuerpo, aunque ella no estuviera dispuesta. Cállate mujer, demasiado hago dándoles de tragar a los dos. Te pedí que lo educaras y no quisiste, es mi turno de enseñarte lo que es domesticar. La mujer no tenía palabras de consuelo para su hijo prisionero; aquello de Solo será cosa de unos días, velo como un juego, se irá acostumbrando a ti, eran un rutilante infierno. El niño iba decreciendo en el abandono, y la desgracia. Saquémosle un rato, te lo suplico, y él accedió de mala gana, Solo mientras veo el fútbol, y le lanzó las llaves. Las cogió hecha en un mar de mocos y corrió a sacar a su hijo sucio de orines y caca, con el rostro descompuesto, las carnes pálidas, la mirada perdida de ojos amarillos que se cerraban y apretaban, y el continuo sollozar de dolor en las articulaciones por estar doblado siempre en ese pútrido agujero: “Lavarás la maldita caja, y en la noche espero que ese chamaco esté limpio

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No lo quiero volver a meter. Lo que tú quieras no es algo que tenga que discutir, te he dicho lo que harás. No esperes que termine el partido y me levante para hacer lo que te he ordenado. Habría que escapar, pero cómo, el a dónde no era importante. Aquellos ojos y aquel cuerpo cada día menos a la luz, en el desarreglo de la mente, con el alma empobrecida marcaban los poco más de quince días de un infante que sobrevivía dentro de una caja de metal, de un niño que había sido destruido dentro de la oscuridad. Al caer la noche y terminar el espectáculo del soccer, él había golpeado a la mujer para luego encerrarla en el baño, tomar al niño y lanzarlo dentro de la caja. Desnúdate mujer que ahora vuelvo, había dicho, mientras le arrebataba al niño débil que apenas podía mantenerse despierto. Cerró la puerta de la caja gritando: Maldito escuincle ya te hiciste caca otra vez. La madre no pudo más y se armó de valor. Le dice a su hijo que a partir de ahora todo irá mejor. El hombre regresa con un ramo de flores para su mujer y la encuentra en el baño, desnuda y desangrándose en la pileta. La mira desde el quicio de la puerta: Hija de puta, dice entre dientes, cierra la regadera dejando que la sangre se acumule al borde de la alcantarilla.

20 y de nuevo a donde pertenece” .

Toma el cuerpo de la mujer en brazos y encuentra con la vista el arma: un cepillo de dientes roto por el mango. Piensa que ya no necesita alimentar al niño de la caja. Solo pasaron tres noches de ignorar la caja y limpiar bien para evitar olores. Los nueve pisos por debajo del departamento, eran suficiente barrera para los curiosos. Tres días. A la cuarta noche una nueva hembra a quien poderse dedicar. Otra mujer en su cama que se miraba rindiéndose a esa droga que algunos llaman amor. La noche fue todo terremoto. Y al amanecer, la nueva mujer caminó de la

acostumbrados

Ahora lo conocerás. El amor, o al menos, el cadáver del amor. Acá lo mantengo, para jamás olvidarme de que he amado. ¿Quieres ver? Dejó que se acercara, abrió la caja y cuando ella se agachó para mirar adentro, la empujó hacia el fondo. Ella cayó sobre el cadáver de la anterior mujer, la madre que había sido tan feliz en aquella fila del café. Y mientras el hombre cierra la puerta, la nueva mujer pega de gritos y patalea al verse encerrada, hasta que siente los dedos de una manita que le toca las piernas.

21 habitación a la cocina por un vaso de leche. El hombre aún desparrama su desnudez entre las sábanas. La mujer lo mira de cuerpo entero y en su soberbia sabe que pudo hacerlo feliz, que puede hacerlo feliz si las cosas se repiten, porque ella es responsable de aquella flacidez y aquella calma que muestra el cuerpo del aniquilado mancebo. Un pequeño ruido apagado llama su atención en la otra recámara. La caja metálica es el único objeto al centro de la misma. Se acerca y pega el oído a su frialdad, trata de escuchar. Quizá se trate de la caja fuerte, “Así que es rico”; sabiéndose una extraña que decidió irse al apartamento de un hombre que recién conocía, supo que algún secreto debería contener. Adentro se esconde el amor. Ella sonrío al verse descubierta husmeando, y dio unos pequeños saltitos juguetona para apartarse de la caja: No quise ser chismosa; sentí curiosidad. No te preocupes. Voy por las llaves para que mires dentro. No tienes por qué. ¿No quieres conocer el rostro del amor? , había dicho mientras metía la llave en la cerradura. Ella caminó unos pasos para situarse a espaldas de él.

22 ADÁN ECHEVERRÍA México

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E

24 lla le pidió que le buscara una red de Wifi habilitada. Se lo dijo de mal modo, como una orden. Él jugueteó con el celular fingiendo que buscada una red pero no lo hacía. Estaban en el aeropuerto de San Pablo esperando la conexión con Buenos Aires. Venían de una playa de Brasil donde todo había salido mal: prácticamente no se hablaron, ni hicieron el amor, ni caminaron juntos por la orilla del mar. Fueron una especie de vacaciones por separado y él no sabía por qué. No estaba enojado ni molesto con ella, simplemente no quería estar a su lado y escuchar su voz. Pensó, entonces, en su secretaria con todas sus fuerzas. Se masturbó en la ducha pensando en ella y en la forma lasciva con que ella lo miraba todo el tiempo. Ella insistió con que no podía conectarse a ninguna red y volvió a pedirle ayuda. Él le dijo que estaba buscando, cuando de pronto sintió que algo celeste lo miraba. Levantó la cabeza de golpe y la bajó. Eran los ojos de un hombre rubio de unos treinta años, bronceado y con tatuajes en los brazos que estaba sentado frente a él. Abrazaba a una mujer y lo miraba con fijeza. Le sonrió y le guiñó un ojo. Él tenía cuarenta y dos y se notaba que era mayor que el rubio. La calva incipiente en la coronilla, la piel que comenzaba a arrugarse en los pliegues. Se levantó presuroso y fue a comprar un agua mineral. Caminó bastante por los pasillos del aeropuerto hasta encontrar un negocio donde vendían, además de agua y gaseosas, panes y facturas. Sacó la primera botella que encontró en la heladera y fue hasta la caja a pagar. Metió la mano en el bolsillo y se estremeció. Una voz grave le dijo en el oído: Te espero en el baño. Él giró y vio al rubio de espaldas saliendo del negocio. Tenía los músculos bien trabajados y la melena larga y enrulada. Parecía un surfista. Abrió la botella de agua y tomó

25 varios tragos hasta que la gente que quería pagar su compra lo empujó y lo hizo reaccionar. ¿Qué estaba pasando? ¿Qué era eso de que lo esperaba en el baño? O bien lo había confundido con un gay o le vio cara de drogadicto y quería venderle una mierda de esas. Pero él no era ninguna de las dos cosas. Sin embargo, tomó un par de tragos de agua más porque tenía la garganta seca y se dirigió al baño en busca del rubio para aclarar las cosas. Lo encontró apenas entró. El rubio estaba apoyado en una de las mamparas que parecían de mármol y separaban los mingitorios. Se pasaba las manos por el jean desteñido. Mirá le dijo él acercándose , me parece que te estás confundiendo conmigo. ¿Vos creés? le preguntó el rubio mirándolo a los ojos. Sí. A lo mejor pensaste que soy… El golpe no fue tan duro como sorpresivo. El puño del rubio dio de lleno en la boca de él y los labios se le llenaron de sangre. Cayó al piso pero se levantó muy rápido. El rubio lo agarró de la remera y lo arrojó con violencia sobre el separador del mingitorio. La cabeza de él golpeó con fuerza y se abrió un tajo. Tenía toda la cara llena de sangre. El rubio lo levantó tirando del brazo derecho y lo empujó hasta la pared del fondo. Él no hacía nada, no tenía reacción frente a la violencia, era un pulóver viejo arrojado de un lado al otro. El rubio puso las dos manos en las orejas de él, se acercó con lentitud, como si lo estuviera seduciendo, y lo besó en la boca. Le introdujo la lengua hasta lo más profundo y se manchó con la sangre que él tenía en la cara. Él también lo besó. Al principio no. Al principio se había quedado quieto y sorprendido. Después sí. Cuando sintió el sabor de la lengua del rubio, lo besó. Quiso abrazarlo y fue entonces cuando el rubio se separó, lo agarró fuerte de la remera y lo metió dentro de un gabinete con inodoro y puerta.

Él volvió a su estado primitivo de pasividad. Unos segundos después, el rubio lo penetró. Él quiso gritar de dolor pero se aguantó. Con bruscos movimientos, el rubio jadeó sobre la nuca de él pasándole la lengua por el cuello. De pronto, todo terminó. El rubio gimió y su respiración se fue normalizando. Se subió los pantalones, abrió la puerta y salió. Él escuchó cuando el rubio abrió la canilla seguramente para lavarse la cara manchada de sangre. Él se quedó allí, parado y tratando de entender qué había pasado en esos últimos cinco minutos. Lloró. Quería que el rubio estuviese ahí para consolarlo. Sentía vergüenza. Se subió el pantalón sin limpiarse la sangre ni el semen que le chorreaban por la pierna. Caminó con mucho dolor, arrastrando los pies hasta la puerta de salida. Un adolescente pasó a su lado, lo miró y buscó un mingitorio donde no hubiese sangre.Él abrió la puerta y caminó unos metros. No muy lejos de ahí, el rubio abrazaba a su mujer y ambos caminaban por el pasillo hacia la puerta de embarque. El rubio arrastraba las dos valijas con rueditas. PABLO CAZAUX Argentina Página WEB: http://www.pablocazaux.com

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Él quedó de espaldas, mirando la pared y con las piernas ligeramente separadas. El rubio lo abrazó desde atrás, bajó las manos, le desabrochó los pantalones y se los bajó de un tirón.

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28 ariana envió el mensaje a su novio Ricardo en la mañana de aquel viernes: “necesitamos hablar, ok?”. No sabía cómo decirle que su menstruación llevaba días de retraso y que había una gran posibilidad de que un embarazo no deseado estuviera gestándose. El examen, de esos de farmacia, confirmaba la sospecha: positivo. Era el tercero que hacía. Las dos rayas aparecieron segundos después de que la orina inundó el papel y la esperanza de que aquello no pasara de un susto se disipó mientras las líneas rosadas eran más y más evidentes. ¿Cómo contar a alguien que conoces hace seis meses que va a ser padre? Ensayó algunas veces frente al espejo, pero en cada idea que se le ocurría, una serie de reacciones exageradas invadía su mente. ¿Y si se va? ¿O se molesta? ¿Si no quiere… o peor aún, si sí quiere? Paralizada por todas aquellas hipótesis, decidió detener el flujo de pensamientos y mostrarle el examen positivo. Pensaría en qué o cómo hablar una vez que estuvieran cara a cara.

M

Ricardo recibió el mensaje y se puso a imaginar qué podría haber ocurrido. Sabía que nada bueno podría venir después de un “necesitamos hablar, ¿ok?”. Muy formal. Nada parecido al estilo de Mari. Hizo un recuento de sus últimos encuentros, pero no llegó a ninguna pista que justificara un mensaje tan serio por la mañana. Contestó un simple “ok” y sugirió que se juntaran en su casa a las 18 hs. Prefiero que nos juntáramos en el PP” fue su respuesta. El bar donde tuvieron su primera cita. Ricardo encontró el tono del mensaje contradictorio al escenario donde a ella le gustaría tener dicha conversación, pero Mariana era algo paradojal para él. A veces,

Llegaron. Pidieron comida y dos cervezas. Conversaron amenidades; hablaron sobre la semana que tuvo cada uno, del trabajo y de la terapia. Sin embargo, un silencio repentino exigía que la pareja ocupara aquel momento para exponer el asunto pendiente. “Ricardo, no hay manera fácil de decírtelo…” ella empezó. Él estaba concentrado, su corazón latía un poco más rápido y un sorbo de cerveza fue la salida para no sucumbir a la ansiedad. “Estoy con atraso menstrual... y bueno… a mí nunca se me atrasa…” Él le miraba en puro estado de perplejidad. Sacudió su cabeza rápidamente en un intento de ordenar sus ideas. “¿Cómo?” era lo que le gustaría haber preguntado, pero parecía tener la presión baja para lograr hablar cualquier cosa. Además, el cómo era obvio: un polvo matinal una mañana cualquiera, aprovechando el hecho de que él ya se había despertado excitado. Un sexo tan sin propósito que ella ni siquiera estuvo cerca de acabar. Míseros cinco minutos de penetración frenética; un mete y saca demasiado rápido como para garantizarle un orgasmo, pero lo suficientemente largo como para reproducir una persona… en potencia.

Ricardo parecía haber sido chupado por un vacuo. Ahora notaba detalles en ella que antes no parecían estar allí. No era un asunto de ver, sino de observar. Los ojos algo rasgados. El hoyuelo que llevaba solamente en el lado derecho de la mejilla… ¡Se sorprendió cuando vio sus pecas! Pecas que antes se escondían en su rostro, en la misma cara de semanas antes. ¡Meses, para ser exacto! ¿Tres o cuatro meses? No lo sabía decir. Pero solo notó sus pecas debajo de los ojos aquella noche.

29 contradictoria. Otras veces, errante… “¿Está todo bien, Mari?” empezó a escribir, pero desistió. También prefería encarar lo que sea que ella tenía que decirle en vivo.

¿Tal vez mi hijo igual tenga pecas? Era exactamente lo que pensaba cuando ella chasqueó sus dedos en su cara. “¿Alo? ¿Hay alguien ahí? ¡Por Dios, hombre! Dime algo…

30

Me miras con una cara muy rara…” “Disculpa…” contestó automáticamente mientras llevaba sus manos a la cabeza y se tiraba el cabello para atrás lentamente. No tenía idea del porqué pedía disculpas, pero no podría pensar en algo mejor. Mariana entonces tomó la iniciativa. Decidió contarle sobre los exámenes hechos. Hablar de una. Sacó la cajita de su cartera, miró a los ojos de Ricardo y tan pronto empezó a decirle, algo repentino y violento le interrumpió… Al mirar hacia abajo, ella pudo ver una mujer en el suelo de cabeza en sus pies. Apuntaba hacia el cielo sonriendo y balbuceó algo que ninguno de los dos pudo entender. Una imagen tan sorprendente que saltaron un poco de sus sillas. Su estado parecía urgente o grave, pero de ninguna manera obvio. ¿Andaba drogada? ¿Borracha? ¿Mal? Ricardo le ayudó a levantarse. La mujer pestañeó los ojos una, dos… tres veces. Y como si hubiera vuelto a la realidad, le dio gracias a las manos que le pusieron en pie. Fue en dirección a su mesa donde le dieron agua y todo parecía normal nuevamente. “Ha hecho mucho calor por estos días…” Le comentó Ricardo mientras le entregaba la cartera que también se había caído al suelo. Trataba de sonreír. Era lo más empático que podía ser. Reparó en el pequeño bebé que dormía en el cochecito al lado de la mesa. Se parecen. Pensó que, con suerte, su bebé saldría parecido a Mariana. Se sentó en la mesa con energía renovada. “Dime... tú me ibas a contar algo…” pasó las manos por sus hombros y

31 luego apretó las suyas… “Pero antes, Mari, antes de cualquier cosa, ¡te quiero decir que la decisión es tuya! Si realmente estás embarazada, te apoyaré en todo que decidas. Estoy completamente emocionado, es cierto. ¡Es una tremenda novedad! Cuando me enviaste el mensaje por la mañana, pensé que ibas a terminar todo conmigo… o algo así, ¡pero… esto… caramba! Esto es mucho más de lo que podía imaginar. ¿Y sabes? Yo creo que estoy feliz. ¡Pienso que nunca sería padre si no se diera de esta forma, así... ¡Necesitamosinesperada!confirmar esto pronto! ¡Y TÚ TIENES QUE DEJAR DE TOMAR CERVEZA, MARIANA!”

la cajita con el test positivo y observó sus ojos llenarse de alegría. Lo que segundos antes era una imagen distante, ahora parecía haberse tornado real. El bebé en la mesa de al lado empezó a llorar y el sonido agudo que salía de su garganta hizo que ambos sonrieran honestamente. Aquel pequeño ser les transportó a un futuro inexistente aún, pero que, en cuestión de meses, sería su nueva vida. Se besaron. La mujer que, minutos antes estaba caída en el suelo, se levantó y acercó al coche del bebe. Otro beso. Emocionados se abrazaron y compartieron palabras en el oído. Tengo miedo... dijo ella primero. Yo también…

Mariana sonreía. Por primera vez desde que todas sus sospechas habían comenzado, ella podría imaginar una autoimagen como madre. Maternidad era algo completamente pavoroso para ella, pero con Ricardo tal vez las cosas podrían funcionar.Leentregó

Mari, si sé... él ahuecó su rostro con ambas manos y besó sus labios rápidamente lo que quieras hacer, lo haremos juntos. Tú sabes que siempre quise ser padre, no esperaba que fuera así tan rápido, pero… no sé… Tenemos trabajo, tenemos dinero, nosotros nos llevamos bien, nos respetamos… No es el peor de los escenarios. Velo por el lado positivo, podríamos tener diecisiete años y estar aún en el colegio. Ts, antes de los treinta y cinco también es embarazo en la adolescencia, Ricardo… su comentario lo hizo reír sinceramente. A él le encantaba su sentido del humor. Además, todo en ella le causaba atracción y pensó que, finalmente, y a pesar de todas las adversidades, aquello podría funcionar.

32 No sé si damos el ancho Creo que nadie lo da… Él intentó confortarle. No... te lo digo en serio! Tengo miedo, Rick. No sé si estoy preparada para cambiar mi vida así… de la nada. Justo ahora que estaba por empezar un magíster. su voz tenía una angustia genuina mi cuerpo va a cambiar completamente…

DAREMOS EL ANCHO él reafirmó con un tono de voz certero.Un beso lleno de ternura y afecto finalizó aquel momento especial que sería perfecto si la vida fuera un final de novela. Sin embargo, la vida real es una trama dramática sin fin y la

Pero tenemos que hacer un examen, ¿no? Iré a un laboratorio mañana temprano. Mariana, basta de cerveza por hoy, ¿no? dijo mientras apartaba su vaso. Fue un sorbo para ganar coraje no más. Estaba muy nerviosa...¡Lo sé, pero daremos el ancho! Daremos el ancho… repitió distraída.

La mujer que minutos antes había sufrido un accidente parecido ahora estaba en pie, parada, incrédula y llevaba los brazos y llevaba los brazos cruzados como si aún en ellos sostuviera al pequeño. No fueron necesarios más que tres segundos para concluir el obvio y triste evento que había ocurrido: el bebé cayó desde los brazos de la madre, que estaba de pie, de cara… en… el… suelo. Todas las voces cesaron y en el bar solo se podía escuchar la música ambiente y al pobre bebé llorando, implorando cualquier ayuda. Un hombre, que parecía ser el papá, lo levantó del suelo y se volvió a la mujer con una mirada decepcionada y enojada.

33 escena que siguió destruyó la imagen utópica e irrealista que los dos construyeron sobre la parentalidad y, de nuevo, algo abrupto interrumpió a la pareja. Ahora, un ruido fuerte seguido de un grito pavoroso de desesperación se propagó por todo el bar. Los ojos corrieron en una barredura de territorio en busca de la fuente de llanto tan primitivo y desordenado. Lo que encontraron impactó a todos de tantas maneras que, por un breve segundo, la gente se entre miró para confirmar que estaban decodificando la realidad de forma parecida: un bebé caído con la cara en el suelo.

Fue el primero en juzgarle y como si así diera permiso a los demás, se rompieron todas las barreras sociales y un bochinche se intensificó. Un verdadero azotamiento en plaza pública. En parte, muchos allí se sentían en frenesí y no había una sola alma en el lugar que no estuviera comentando con cierta indignación lo que sus ojos habían recién atestiguado. Los juicios venían de todas las formas posibles; miradas, frases, susurros. Pero el sentimiento de culpa fue compartido por todos. El único que no podía sentirse culpable era el bebé que aún no tenía la edad suficiente para comprender la perversidad

Del espíritu, si es que realmente existe. Solo paraba cuando se ahogaba un poco por su propio llanto, sin aire por algunos segundos y luego seguía gritando con más y más fuerza. Ininterrumpidamente. La mujer intentaba alcanzarle, sin éxito. El hombre, avergonzado, intentaba evitar que la esposa llegara a su hijo y sostenía el pequeño cuerpo con violencia.¿Por

34 de dicho sentimiento. Su llanto venía de un lugar no corpóreo.

qué tomaste tanto? preguntó enojado, aunque él igual estaba borracho. No lo sé, yo… no… Lo siento… Lo siento mucho…. repetía la misma frase mientras secaba sus lágrimas. ¿Tú… para qué tomar tanto? Dámelo. Déjeme sostenerle. suplicaba la mujer con pena, culpa, miedo, enojo… realmente incapaz de tomar a su hijo; como si algo muy sensible la hubiera quebrado profundamente.¿Paraque

le dejes caer de nuevo? La pregunta la alcanzó como un tiro en la cabeza. Madre y recién nacido ahora parecían compartir la misma necesidad de cobijo. O, al menos, eso percibía Mariana, completamente absorbida. Obviamente, el clima de familia feliz fue quebrantado por un solo golpe que les pegó fatal. Exactamente en la mesa de al lado, había un claro ejemplo de una pareja que no estaba “dando el ancho”. Mariana y Ricardo se quedaron en silencio escuchando al bebé y a la mujer por muchos minutos. Una inundación de miedos sumergió con brutalidad sus planes que se transformaron en un tifón de ansiedad que dañaría todo lo que encontrara en su camino.

35 Si pudieran reconstruir los pasos que dieron y que resultaron en aquel encuentro, nunca podrían haber previsto tamaña casualidad de sucesión eventos. Era una obvia señal de Dios y ni siquiera eran religiosos.

“¿Oye, vamos?” preguntó él y ella concordó con un gesto rápido de cabeza. “Tú pides la cuenta, yo voy a mear…”

Sabía que, en relación al aún conjunto de células que cargaba... que cargaba en su útero sería siempre más juzgada, reprendida o condenada por ser “la madre”. Pudo sentir empatía por aquella otra pobre que lloraba avergonzada en el salón. Ricardo, a su vez, estaba en estado de choque. Asustado. Quería puro hablar con Mari porque la verdad es que él no se sentía nada preparado para ser padre y, sinceramente, ellos ni se conocían bien. ¿Hace como… dos… o tres meses? Él no quería ser padre así, sin planear nada. Ya tenía considerada la vasectomía en el pasado y Marianatodo. entró en el baño y se miró en el espejo por algunos segundos. Podía imaginar su guata creciendo. ¿Y si fueran gemelos? Al tiro imaginó dos bebés cayendo al mismo tiempo. Se acordó que tenía dos tías abuelas que eran gemelas y, si no le faltaba memoria, estaba segura de que la genética saltaba generaciones y hacía sus travesuras. ¿Tía Marta y Tía Cleide? Creo que se llamaba Cleide… , susurró mientras buscaba confort en su

Mientras subía las escaleras, Mari se sentía culpable por darle un sorbo a su cerveza, por no haber impedido el accidente o aquel embarazo. “¿Por qué carajos tuve sexo sin condón en período fértil?”

36 cartera. ¿O era Cleia? Era algo así… Casi no se dio cuenta del exacto momento en que el embarazo se disipó entre sus dedos. Ni gemelos, ni hijo único. La sangre indicaba que su menstruación llegaba tarde, pero era bienvenida. Nunca había escuchado sobre un falso positivo en la vida real, pero, aparentemente, este tipo de cosas pasaban. Sonrió aliviada. Sacó el examen de farmacia y lo depositó en la basura del baño. Salió de ahí convencida de buscar atención médica inmediata y hacerse una ligadura de trompas. CRUZ Brasil Blog: https://afrobolada.blog/

CAROLINE

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38 omo buena nieta morí en la misma cama que mi Fueabuela.una buena elección. El colchón era blando y tibio. Las sábanas de hilo tenían bordadas sus iniciales.La comodidad era importante considerando que pasé los últimos meses de mi vida postrada en ella y con el cuerpo lleno de escaras.Esta inmovilidad fue mi propia decisión. La tomé una tarde en que se me agotó la paciencia. Llegué cansada del trabajo y lo único que quería era sentarme tranquila a ver una novela turca. Pero al abrir la puerta, el Negro, gato de mis sobrinas e igual de flojo que ellas, salió disparado. ¡Pero tía! ¿Cómo se le ocurre dejar salir al Negro? ¡Pucha que la embarró! ¿No sabe que los gatos se crían indoor? dijeron a coro. Iba a comenzar a darles excusas cuando las vi echadas en el sofá. Tan cómodas las lindas y con la casa tan sucia, que la cara me ardió de rabia. Me metí a la cama y no me moví más. Había cuidado lo suficiente de ellas y ya estaban grandecitas como para devolverme el favor. Tía ¿Qué le pasa? ¡Déjese de leseras pues! ¡Tiene que ir a trabajar! me gritaron al otro día desde la cocina. Yo nada. Calladita más bonita. A la tarde me encontraron en la misma posición. Me levantaron como pudieron y me llevaron a urgencias. Después de una larga revisión el doctor les dijo que mi inmovilidad tenía que ser un problema mental porque físicamente estaba tiqui taca. Peregrinaron conmigo en varias consultas de psiquiatras. Yo ponía el cuerpo rígido para que no pudieran trasladarme. Al final desistieron y se pusieron de acuerdo: una debía darme la comida en la boca y la otra lavarme el cuerpo.

C

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La que cocinaba me traía una sopa de sémola y me la chorreaba en la ropa. La que me bañaba ni siquiera tenía el cariño suficiente de entibiar el agua. La comida era bastante insípida, pero como nunca he sido buena para comer no me importó mucho. Después se aburrieron de cocinar. Me empezaron a alimentar con flanes y helados a pesar de que sabían que tenía diabetes. El azúcar me subió, pero pucha que lo disfruté. Ahora me pregunto si lo hicieron a propósito. Y del baño nada, apenas una esponjita por los lugares imprescindibles. Me buscaban conversa: Tía, dese ánimo. Tía, coopere un poquito más que sea pues. Solo les hacía gestos. Había gastado muchas palabras tratando de explicarles lo que debían hacer y estaba cansada que meDespuésdesobedecieran.mevino una especie de maldad y comencé a orinarme en la cama a cada rato. Disfrutaba viendo sus caras cuando me cambiaban la ropa o daban vuelta el colchón. ¿Se meó otra vez, tía? ¡Por la cresta! ¿No puede avisar? Me resistí lo más que pude a usar paños hasta que me los pusieron obligada. He de admitir que les terminé encontrando el gusto. Ellas me mudaban y me limpiaban el culo. Podría haberles hecho la vida más fácil aceptando que otra persona me cuidara, pero la verdad no quise. Me gustaba que se preocuparan por mí. Seguro pensaron que vivir conmigo era buena idea y en su momento debió serlo. Claro, la tía solterona que las regaloneó, les dio todo lo que pidieron y aun así eran malcriadas e irrespetuosas. No sé bien de que morí, quizás fue mucha azúcar, cansancio acumulado o solo aburrimiento. La tele trasmitía

Cuando me encontraron muerta fueron corriendo a buscar a la vecina Amanda. Siempre habíamos sido amigas hasta que dejamos de soportarnos y en un acuerdo tácito nuestra relación quedó en el saludo mañanero a través de la ventana.Me miró con una cara tan triste que casi me conmovió.

40 pura propaganda política y ninguna atinaba a cambiarme el canal.

Tal vez se sintió culpable de no haberme acompañado en todo ese tiempo. Me alegré de verla así. Mínimo debió venir a saber por qué no me Amandalevantaba.mepusoun pañuelo en la cabeza. Creo que se estaba vengando de algo, porque me sentí como un conejo. Me cerró los ojos que, como no me los cerraron de inmediato, se pusieron porfiados y se abrían solos. No me imagino lo ridícula que me veía porque nunca he visto un muerto; ni siquiera cuando falleció mi abuela. Me las arreglé para llegar cuando su urna estaba cerrada. Me producía asco ver un cuerpo deteriorado. Vinieron a vestirme, abrieron el closet y eligieron mi ropa. ¡Esa chaqueta negra de marca! quise gritar, pero eligieron lo primero que pillaron sin conciencia alguna de moda. Me tomaron entre las dos y al pasar la blusa por uno de mis brazos me golpearon contra el velador. No sé por qué todavía era capaz de sentir algunas cosas. ¿Habrán corroborado que estaba muerta? Sé que vino un doctor, pero desconfío de esos matasanos.Despuésme maquillaron. Crucé los dedos para que haya sido con mi maquillaje hipoalergénico, porque de lo contrario se me inflamaría la cara y me vería como sapo. Llegaron unos hombres. Me agarraron como si fuera un cerdo y me sacaron de la cama. Intenté aferrarme a ella, pero

41 mi cuerpo no respondió. Esta vez no estaba fingiendo y sentí miedo. Me pusieron en algo duro y sin ningún estilo. Creo que me compraron el ataúd más barato que encontraron: de pino, sin colchón blando ni sábanas de hilo. ¡Les debería dar vergüenza! ¿Están ahorrando para después repartirse mi plata? Ahora estoy aquí preguntándome si esto es la muerte, porque sería bastante aburrido quedarse pensando por toda la eternidad.Me siento cada vez más cansada y ya no importa que esta última cama sea fría y estrecha. Solo importa un último y único recuerdo que me acompaña: los dos besos que sentí en mi frente antes que sellaran el ataúd y que debo reconocer: me parecieron sinceros. LUNAPALOMA Chile Instagram:@lunapalomapinturas@lunapaloma.m

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43 a próxima semana me caso, Miriam ha sido mi novia desde que entramos a la Facultad, de hecho, mi primera y única novia, siempre me dediqué a mis estudios, concentrado, nada me distraía, excepto los cómics japoneses llamados: manga. Si alguna vez tuve una chica en mis sueños, era una de las protagonistas de aquellas revistas. Miriam me sacó de mi soltería, lo cual agradezco. Hemos trabajado, ahorrado y nos esforzamos primero por tener una casa, un auto, y una cuenta en el banco para cuando decidiéramos casarnos, unirnos por el civil y la iglesia, nuestros familiares y amigos están contentos por nosotros, todos, pero ¿yo? Los padres de Miriam insistieron en que ellos querían comprar el vestido de novia, acepté pero insistí en acompañarlos.¡Nopuedes

ver a la novia! me dijo la mamá muy preocupada.Son supersticiones protesté, pero al final ellos ganaron.No me quedó más remedio que servir únicamente de chofer, quedamos de vernos en un punto cuando terminaran el recorrido, yo llevé mi cámara fotográfica y me puse a deambular por la zona. Tomé camino por las calles más transitadas, siempre me gusta llevar ese porte de turista que devora imágenes a través de su lente. Los edificios antiguos son mis predilectos, pero también los rostros de la gente distraída, casual, de esa gente que no sabe que los estás fotografiando. Fingí tomar un punto de la calle para lanzar mi disparo a una chica con rasgos orientales, como las de los cómics, la tomé y en el momento justo ella miró mi lente, quedó atrapado su rostro y su asombro al descubrirme. Bajé la cámara de mi mirada y quise sonreírle, agradecer con un saludo, pero en ese

―¡Ramón! ―Me gritó molesta, al parecer llevaba minutos llamándome y no le hice caso.

―¿Qué miras tanto? y señaló al maniquí desnudo. Esa tarde, toda vez que dejé a Miriam y a sus padres en

44 breve instante ella desapareció, se esfumó. Mi recorrido continúo y en un momento de cansancio me senté a tomar una soda en un lugar con mesas a la calle. Mientras bebía observé las fotos que había tomado, busqué especialmente la de la chica oriental. Sí, ahí estaba, aunque… para mi sorpresa, descubrí que estaba en todas mis tomas, una y otra vez, sí, ya mirando a través de los cristales del metro bus, o asomada desde una ventana del edificio de la tienda Versalles, era ella la vendedora de flores en el crucero y que casi atropellan cuando disparé. ¡Qué curioso! Pero quién era ella, ¿por qué estaba en mis fotos? Asustado, comencé a sudar y limpié mi sudor con una servilleta, mientras discretamente observé a mi alrededor. En ese momento sonó mi celular, era Miriam, ya habían terminado de comprar el vestido de novia, pregunté la dirección y observé que era la misma calle en donde yo me encontraba. Estoy aquí, le dije y cruce la calle, buscando la tienda.Varios aparadores adornaban la entrada, el primero era la boutique de novias, después un aparador de artículos para caballero y el más pequeño, una tienda de sombreros. Con mi cámara en mano tomé fotos sin buscar la estética, únicamente quería perpetuar esas imágenes a través de mis ojos. Algo raro me sucedió, un frenesí se apoderó de mi instinto y busqué los rostros de los maniquís, no salía de mi asombro, todos, absolutamente todos los rostros eran idénticos a la chica oriental. Miriam me encontró embelesado con un maniquí de tamaño natural que por suerte no estaba vestido, mostraba su desnudez andrógina y el rostro con una expresión de inconmensurable paz.

He jugado con mi maniquí, la del rostro oriental, al paso de los días nos hemos hecho amigos; bueno, a decir verdad, novios. Tiene las piernas largas, delgadas y tibias, un regazo duro y liso, sus manos no se agitan, no se mueven, pero eso sí, su cara es perfecta. No tiene que maquillarse ni usar filtros para lucir bella en las fotos que le he tomado por mil, me brinda su sexo que solo se abre cuando estamos en la ducha, se lo hago, se deja penetrar y me deja saciar todas mis fantasías en ella. La tomo sí, la tomo de mil maneras. Nunca la he vestido, la dejo al alcance de mis instintos y de mi cámara, ella no dice Miriamnada.nodeja de llamar, me aturde con sus preguntas y sus padres, mis padres también han venido a hablar conmigo, sé que son ellos, pero no reconozco sus rostros, parecen de cera, como si se estuvieran derritiendo. Escucho sus súplicas, ya les dije que sí, que la próxima semana me caso, pero que por el momento quiero que me dejenIIsolo. El maniquí se mueve cuando Ramón está dormido, deambula por la habitación, se mete en los sueños, se alimenta de su respiración, se roba su energía, su voluntad. En este

45 casa, fingí cansancio y les dije que iría a la mía a descansar, pero no, regresé a la tienda e insistí en comprar el maniquí que había robado mi atención. La gerente del local notó mi nerviosismo y dijo que los maniquíes no estaban a la venta, casi llama a la policía pero tuve que insistir un poco más, le ofrecí “una comisión” y entonces aceptó, me llevé el maniquí a mi casa, por un momento pasó en mi mente la película de Luis Buñuel, la de El ángel exterminador. No, ¡Qué va! yo no estoy loco, me dije, solo quiero, solo quiero… jugar un poco.

46 mundo nada es casualidad, todo deviene de una causa, los objetos se mueven si les damos un motor, un impulso, una polea para que se balanceen, así el maniquí obedece a la mente del hombre que lo creó, nada de lo que hay dentro de esa casa se mueve por sí solo, no hay pupeteros maniobrando hilos o demonios poseyendo a los objetos.

La noche anterior a la boda, ante el silencio y ausencia de Ramón. Miriam, enojada y desesperada decide entrar a la casa de su novio; lo primero que ve es al maniquí y en un ataque de ira incontrolable, busca en las herramientas hasta encontrar un hacha con la que lo despedaza pensando que es el objeto de los deseos de su novio. Fúrica y cansada se tumba en el suelo a llorar, así la encuentra Ramón y asombrado corre a recoger los pedazos del maniquí roto, mientras grita desesperado. Su rostro cambia cuando encuentra el arma “homicida”, la toma y se voltea sigiloso a buscar a Miriam, le debe tanto, pero a la vez lo ciega el enojo, ¿cómo fue capaz de atentar contra su maniquí? ¿Acaso no le bastaba con ser “la humana”? La mano izquierda sostiene la cabellera de Miriam, ella trata de defenderse, pero la pierna de Ramón en su pecho la apresa, y aunque patalea y rasguña a su consorte, este logra cortar su cuello hasta que la siente morir. Llora y con la adrenalina en lo máximo, levanta los pedazos rotos de su amado maniquí, los coloca al lado de Miriam, toma su cámara fotográfica y retrata la escena del crimen en cientos de tomas horribles. III Hoy me caso, Miriam había sido mi novia desde que entramos a la Facultad, y seguro hubiera sido la esposa ideal, pero uno nunca sabe a quién podemos conocer de un día a

Miriam no hubiera actuado como lo hizo. Pero no hay mal que por bien no venga, y sí, Miriam está muerta, pero no mi maniquí, la restauré y la he vestido para este gran día.

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47 otro, sucedió que conocí a un maniquí el día en que fuimos a escoger su vestido de novia, un maniquí desnudo, silente, sin ápice de fórmulas o maquillajes, todo hubiera sido distinto si

Entraremos juntos a la iglesia y ella vestirá la piel que he quitado a Miriam esta madrugada.IV El maniquí se levanta de su letargo, la piel que viste es pesada y se arrastra mientras comienza a caminar lentamente, los ojos de la muerte le señalan el sitio en el que se encuentra Ramón, camina por las escaleras, va impulsada por la mecánica de lo sobrenatural, a eso que no se le encuentra respuesta, pero que permite a los muertos regresar a tomar venganza. Sube lentamente, encuentra la puerta abierta de la habitación, empuja un poco para cerrarla. Con el ruido Ramón voltea y entonces la ve, se encuentran cara a cara, él sonríe al contemplarla, pero entonces un rayo de luz y vuelta a la realidad lo saca de su fantasía. Ramón se echa para atrás cuando ve al maniquí tal y como es: pedazos de madera unidos con silicón, alambre, clavos y sobre su cuerpo, la piel de una persona, y poco a poco lo sabe, su mente se abre y vuelven los recuerdos, ¡Es Miriam! ¡Esa piel es de Miriam! El maniquí se abalanza hacia él, se mueve frenéticamente buscando sus labios, mientras con las dos manos aprieta su cuello.

VERÓNICA MIRANDA México

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49 A L. B. R. A. (…)el exotismo en el humano ruedo como una planta de la misma semilla que florece en dos extremos diferentes de la Tierra, un diente de león que al soplarlo se dispersa hacia direcciones inesperadas, una rama que se extiende bajo las escaleras y que debe ser cortada porque en ella la realidad se derrama. Katherine Medina Rondón («Diáspora»).

ras acabar esa mañana con el trabajo que realizaba para una empresa privada, en su muro de Facebook, el 26 de octubre, a las 16:58, Beatriz puso (con letras blancas y fondo verde): «EN VACACIONES. NO MOLESTAR SINO HASTA ENERO»

Decidió dedicarle tiempo a su familia y a salir con sus mejores amigas y con algún «amigo» que le interesaba románticamente. No obstante, esa noche, luego de escribir un cuento de ciencia ficción, no pudo encontrar a sus padres ni hermanos. Salió a la tienda a comprar, mas no pudo hallar a nadie transitando. Llamó a sus amistades y los celulares no le daban respuesta. Ni siquiera sus dos perritas se hallaban en el patio. No había una sola persona conectada a internet ni publicaciones nuevas de alguien. Beatriz pensó que tal vez le habían cerrado la cuenta, no obstante, sí podía entrar a su Facebook, a otras redes sociales, y estaba habilitada para publicar. Se aterrorizó, se había cumplido lo que solicitó: nadie la molestaría hasta dentro de dos meses y poco más. No soportaba la idea de estar sola. Ni siquiera había insectos por ahí. Optó por borrar su post; una vez que lo hizo, nada pasó, porque lo hecho no se podía eliminar de la historia de la vida. Intentó calmarse, no toleraba la tétrica idea de hallarse sola T

Y los intrusos se retiraron con rapidez, casi como si desaparecieran. Todo parecía lucir con normalidad, aunque su familia aún se encontraba asustada, sin ubicar una explicación

50 tanto tiempo. Se le ocurrió una solución, colocó otra publicación en Facebook: «DE NUEVO CON USTEDES, PUEDEN MOLESTARME»

MOLESTAR PERSONAS QUE ME QUIERAN»

Las cosas volvieron a la normalidad, como si lo ocurrido se hubiera tratado de una lúgubre alucinación. El movimiento de individuos que rodeaban su vida retornó. Su madre le dijo si no quería comer turrón. Beatriz, llorando de alegría, le respondió desde su habitación que gracias, enseguida iría a probarlo, te amo. Sus mascotas ladraron. Se puso de pie y notó una serie de sucesos que no le agradaron. Ella no era muy bonita, mas no carecía de encanto y no le fastidiaba mostrar sus fotos. A su inbox de Facebook le llegaron mensajes morbosos e incluso videos con contenido sexual de acosadores, a los cuales no conocía. Su celular sonó y ella no quiso contestar porque el número que llamaba era desconocido. Su padre tocó a la puerta de su recámara, le dijo que en el umbral de la casa (ella no escuchó el timbre) había unos tipos que la buscaban, su progenitor les dijo que se fueran, pero ellos amenazaron con echar abajo la entrada. Su madre gritó cuando comenzaron a patear la puerta de madera, lo primordial era poner a los hermanos menores a salvo. Todos, excepto Beatriz corrieron al segundo piso de la vivienda. Su papá estaba llamando a la policía. Los invasores ingresaron diciendo que venían por ella, para joderla. Antes de que penetraran en su alcoba, la chica alcanzó a poner una tercera publicación en Facebook:«SOLO

CARLOS ENRIQUE SALDÍVAR ROSAS Perú Blogs: https://el muqui.blogspot.com/ http://babelicus.blogspot.com/ Facebook:Instagram:https://www.facebook.com/carlosenrique.saldivarrosas/https://www.instagram.com/carlos_enrique_saldivar/

51 para lo qué había ocurrido. Beatriz se dijo que en adelante tendría que ser cuidadosa con lo que publicara en cualquiera de sus redes sociales. Tenía la certeza de que podría mandar correos electrónicos y escribir sus cuentos y poemas tranquilamente, sin temor a que la realidad se distorsionara de nuevo. ¿Volvería a suceder? Al parecer, sí. Quizá ya era momento de cerrar sus cuentas para siempre, su vida social se resentiría, su promoción como literata joven, de veintitrés años se reduciría, sin embargo, más importante era su seguridad y la de aquellos a los que amaba. Sonó el celular, el número era conocido, respondió sin miedo. Era Luis, el chico que le gustaba, otro escritor joven, de veintiocho años, que se especializaba en terror. «Sentía que debía llamarte», dijo él, «¿estás bien?» «Ahora sí, mencionó ella, por ahora lo estoy. ¿Podemos reunirnos? Quisiera…» Pensó en contarle el fabuloso hecho, pero decidió que se lo guardaría, al menos durante un tiempo. Pronto la charla se hizo amena y ella dejó de lado el mal trago. No pudo hablar mucho porque sus padres le pasaron la voz para ver si estaba bien y, al confirmarlo, indicarle que cuidase de sus hermanitos mientras ambos iban a buscar al vecino, el cual arreglaba puertas. Hubo comentarios en su post, la reconfortaron.

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53 legó al club a las siete y media de la tarde. Era verano y había hecho calor todo el día, pero a esa hora una brisa fresca que venía del mar hacía la tarde más placentera. Fue hasta la cantina y pidió lo usual, una picadita salada con queso, fiambres, papas chips, maníes y una copa de vino blanco. Pidió que se la sirvan en la mesa, en la terraza. El club, típico club de balneario, originalmente un club de pesca, estaba construido sobre un acantilado que daba a la playa. La terraza del club era un lugar perfecto para tomarse un trago o para cenar. Tenía una vista al mar hacia el oeste. En el horizonte se veía agua, y a la derecha, al noroeste, la curvatura de la entrada del mar formando una playa, la desembocadura de un arroyo, más allá más arena y árboles. Cristina se sentó como era usual en la mesa más cercana al borde de la terraza. Desde allí veía las canchas al lado derecho, donde jugaban sus hijos, Felipe y Miguel, que la saludaron con el brazo. Al rato se acercaron a darle un beso y pidieron una Coca Cola, estaban agotados de corretear. También se acercó una pareja de amigos, Juana y Luis, venían con su picada en la mano y la saludaron. ¿Venís a ver tu telenovela diaria? comentó Juana. ¿Cómo telenovela? preguntó Luis. Es que viene regularmente a la misma hora a ver la puesta del sol, como si no se pudiera perder un capítulo. ¿Sí? preguntó Luis. Sí. Es un espectáculo hermoso y además gratis comentó

MiguelTenésCristina.razón.queestaba atento a la conversación, agregó: Más que una telenovela, parece que mamá viniera a ver el informe meteorológico, siempre después de ver la puesta nos dice cómo será el día siguiente. Y le emboca. L

54 No le emboco aclaró Cristina , no es un informe que doy al azar, es una deducción a partir del aspecto del sol y las nubes y los Mirácolores.túcomentó

Luis , sos como la gente de campo que hace sus propios pronósticos. Después nos decís si podemos ir a la playa mañana, hay tantas nubes que temo que no será un buen día. Ché ¿Y Raúl? preguntó Juana. Está en Montevideo, viene el sábado. Bueno, dale mis saludos dijo Luis mientras caminaba con Juana hacia otra mesa. Felipe y Miguel terminaron su Coca y se fueron a las canchas otra vez. El sol estaba muy rojo y, aunque el cielo estaba nublado, el sol estaba a la vista. Las nubes se colorearon de rosa y celeste primero y después el rosa pasó a naranja poniéndose cada vez más oscuro. El agua también se coloreaba, estaba tomando el color rojo del sol. Parece sangre, pensó Cristina, y el sol parece fuego, un fuego que me quema. Desde el momento en que el sol tocó el horizonte cambió su forma abombándose primero, achatándose como una moneda después y finalmente desapareció.Juana y Luis miraron a Cristina y con un gesto en el rostro y las manos abiertas preguntaron; Calor,¿Y? mañana hará calor dijo , mucho calor. Al otro día se repitió la escena en la terraza del club. El día había estado caluroso tal como Cristina había anunciado, pero ahora, en el atardecer, había muchas nubes, el cielo se veía tormentoso, y el mar tenía un oleaje abundante. Aun así, estaba lindo, ni muy caluroso ni fresco. Cristina disfrutó su vino y otra vez compró refrescos para los niños. Mamá, hoy no habrá puesta de sol. ¿Cómo sabremos

Eso fue lo que pasó, no se vio la puesta de sol. Cristina quedó un poco triste, casi mimetizándose con las nubes grises y el mar revuelto, pensó que al día siguiente el cielo y ella llorarían a la par. Necesitaba una puesta tranquila, con pocas nubes apenas rosadas o naranjas, o sin nubes, algo que tuviera el cielo despejado como una página en blanco que la dejara reflexionar e imaginar un futuro en paz, sin dolores ni culpa. Por ahora todo la llevaba hacia atrás, al desencuentro con su padre, un malestar entre ambos que tenía meses de evolución y que unos días antes que él muriera, provocó que discutieran No podía olvidar ese día. Lo peor era que seguía enojada y con deseos de rebatir sus dichos a la vez que sentía mucha culpa por no haberse controlado, o al menos disculpado. Buscaba un equilibrio, el mar lo lograba, aún revuelto, pero no ese día. Tal como vaticinó, al otro día llovió hasta bien pasado el mediodía. Por la tarde Raúl, recién llegado de la ciudad le sugirió a Cristina salir a caminar. Eso hicieron, caminaron por el parque de pinos entre la rambla y la costa. Casi a la hora de la puesta seguían caminando entre dunas y pinos. Cristina comenzó a ponerse ansiosa, quería llegar hasta el club como siempre, antes de las veinte horas, como si mantener la rutina fuera parte de un rito sanador. Raúl trataba de disuadirla. Igual no vamos a ver nada. Miremos desde acá, tenemos una buena vista al horizonte. Se detuvieron. Las aguas se veían muy revueltas y las nubes se veían en todas las gamas del gris, entre claro y muy oscuro e incluso casi negro en algunas partes.

agresivamente.

Otra vez tenemos lluvias mañana ¿Verdad? preguntó Raúl.

55 cómo estará mañana? Si no se ve la puesta porque la tapan las nubes, significa que va a llover.

¿Estás bien amor? le preguntó Raúl. Cuando ella levantó la cabeza, Raúl vio que lloraba, y la abrazó. ¿Qué pasa? Es que no olvido como le cerré la puerta de un portazo. Sonó fuerte, todavía lo escucho. Nunca voy a saber qué pensó él, si entendió mi reacción. Exageré, pero también él…

Ya olvidarás. O no, pero ese recuerdo se diluirá entre los miles, millones de otros recuerdos que te aparecerán a cada instante. Mira las gotas que empiezan a caer, cuántas serán, y todas caerán en el mar, y ninguna es más importante. El recuerdo de tu padre se compondrá de todos los relámpagos, rayos, de todos los truenos, y también de ese número incontable de gotas que forman el mar. Mañana lloverá, sí, otra vez, pero no hay tormenta que dure mil años.

Sí, mañana y hoy, me parece que en un rato se larga una tormenta. Mirá para el sur, hay relámpagos. En eso, mientras miraban los relámpagos vieron la caída de un rayo muy bien delimitado en el horizonte sobre el mar.

PATRICIA LINN Uruguay

Cristina se estremeció y esperó el trueno que no venía. El trueno tardó, pero llegó. Demoró casi un minuto, lo que los sorprendió, además fue muy fuerte, estrepitoso, como resplandeciente había sido el rayo. Cristina se tapó los oídos y escondió su cabeza entre su pecho y sus manos.

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N

58 o lo puedo creer! me dijo Mabel, la señora que nos alquila el depósito de Sigalletitas.ellano lo podía creer, para mí era un absurdo absoluto estar en ese momento firmándole el telegrama al cartero. Ya me había advertido Fito, mi hermano, y yo, como buen cabezón, ni pelota que le di. Cuidate del Chueco, cuidate del Chueco, es un negro hijo de puta me repetía todos los días mientras tomábamos unos mates y repasábamos las finanzas. Yo al Chueco lo quería como a un hijo, por eso siempre hice oídos sordos a las recomendaciones del Fito. Le había salido de garante del departamento que había alquilado, le prestaba plata ante cualquier necesidad o capricho se le pasara por la cabeza, le salí de padrino del pibe y le banqué hasta la fiesta del bautismo, siempre estuve para ayudarlo... ¡Siempre! Juro que me interesaba por él, lo aconsejaba, hasta lo había mandado a terminar el colegio secundario. Recuerdo que cuando se presentó a pedirme laburo hace ocho años, ni registro de conducir tenía. A decir verdad, el Chueco no tenía dónde caerse muerto y para mí, últimamente se estaba convirtiendo en una persona de bien y yo estaba orgulloso de ser parte de su transformación. ¡Qué iluso fui! Se estaba dando por despedido y nos reclamaba tanta guita que no alcanzaban todas las galletitas que habíamos vendido en nuestras vidas para poder indemnizarlo. Nos llevaba a la quiebra sin alternativa, era el fin de nuestro negocio. Él no tenía justificativo alguno para portarse tan mal con nosotros. La distribuidora que nos había legado mi viejo, andaba para atrás, ya los almacenes compraban directo a las marcas y a nosotros solo nos quedaban algunos kiosquitos de mala muerte que por respeto a nuestro difunto padre aún nos compraban. Nos tenían lástima se podría decir, o tal vez con

Mientras mi vieja estaba en la cocina, yo guardaba lo más prolijo posible su pilcha en unas bolsas de residuos que había llevado. Ya había llenado cuatro bolsas, cuando al abrir un jonca encontré lo que jamás me hubiese imaginado. Había un chumbo, de chico le tengo pavor a las armas, mi viejo me había inculcado ese respeto, por eso nunca esperé encontrarme con una Smith & Wesson .38 igual a la que tenían los soldados del Vietcong en la película “El cazador de Ciervos”. Los ponjas jugaban a la ruleta rusa con los personajes interpretados por

59 nosotros podrían manejar sus pagos como se le cantaba. Cuando partió el viejo quedamos cuatro gatos locos, yo que me ocupaba de la venta, Fito miraba los números, Josefina, una “todoterreno” que hacía lo que le pedíamos, hasta algunas cosas que no debería contar y el Chueco que manejaba el mionca y hacía los repartos.

Mi hermano me había dicho de poner una cámara en el depósito, de esas que hay en los bancos para poder controlar que no nos choreen. El viejo era un negado de todas esas cosas, pero a Fito las ventas que yo le pasaba no le cerraban con sus cuentas y se estaba preocupando. Hacía ya mucho muchos meses que el “debe” era mucho más grandes que el “haber”. Y como para mí, esas cosas contables eran chino básico nunca le había dado pelota hasta que un día la Josefina me dice que habían llamado de un chino de Pontevedra reclamando que en la caja de Manón que le habíamos entregado hacía dos semanas estaban todas las galletitas rotas. Me quedé mudo dado que yo… yo nunca había ido a vender galletitas a Pontevedra y en mi puta vida había sentido nombrar a ese chino. Mi viejo se murió de golpe, como un pajarito, quizás él había advertido lo que estaba pasando con el Chueco y el disgusto hizo que Dios se lo llevara casi sin despedirse. A la semana de su deceso, mi vieja me pidió que vaya a ayudarla para embalar su ropa y así poder donarla a los pobres.

60 Christopher Walken y Robert De Niro mientras los cagaban a cachetazos. Mi viejo no era un tipo violento, por eso no entendí por qué se la habría comprado. Quizás sabía que nos estaban afanando y quería estar preparado para defenderse. El revólver estaba descargado, pero en el fondo del cajón, donde lo había encontrado, había una caja de balas. Estaba casi vacía, la abrí y me encontré con dos balas. Le iba a preguntar a la vieja que hacía eso ahí, pero preferí guardar todo en un pulóver y llevármela escondida a mi casa.

Durante esos días, el Fito no dejaba de reclamarme: ¡Ojo con el Chueco! ¡Ojo con el Chueco! Este tipo nos está cagando.Ytenía razón. Con el telegrama en la mano, creí desmayarme, me senté sobre una lata de Chocolinas y me puse a llorar como un chico. Yo siempre le decía a Fito y también al Chueco: La confianza es como la virginidad… se pierde una sola vez. No había perdido la confianza, tampoco la virginidad, había perdido la esperanza, que es mucho peor. Me sentía defraudado, violado, ultrajado, tenía ganas de matarlo, hacerlo añicos, hacerlo desaparecer del planeta. ¡Cuántas veces lo había defendido! ¡Cuántas veces había dado la cara por él! Y él ahora nos quería destruir y sacarnos lo poco que teníamos. ¿Qué haces ahí sentado? ¿Aún no vino el Chueco? ¡Se hace tarde y hay que preparar los pedidos! me gritó mi hermano mientras yo estrujaba el telegrama que había releído mil veces.Mabel lo miró con compasión y tratando de calmar los ánimos leNodijo:sepuede confiar en nadie.

Fito me arrebató el papel de las manos y al instante recitó una secuencia interminable de puteadas que prefiero no

61 repetir. Él estaba rabioso con el Chueco, pero estaba mucho más enojado conmigo. Pensé que me iba a cagar a palos.

Yo lo voy a arreglar… ¡te lo prometo! le dije con vergüenza.Esamañana

Al mediodía decidí ir a mi casa a almorzar. Mi esposa se sorprendió de verme, solo piqué un cacho de queso y salame y fui directo al armario donde había escondido el arma y las balas y las puse en una mochila. Fui a la pieza de Leandrito, estaba haciendo los deberes, me pidió que le explicara una cosa de contabilidad, le di un beso y le sugerí que lo llamase al tío Fito que la tenía mucho más clara. Sabía que quizás después de esa tarde no lo volvería a ver, al menos de la forma en la que nos veíamos a diario. Tenía el convencimiento de que era mi deber vengarme del traidor. Por un momento pensé que quizás era mejor contratar a alguien que hiciera el trabajo sucio, un sicario. Pero estaba seguro de que involucrar a alguien más a la larga o a la corta iba a terminar afectando a mi familia y a la de Fito. Me fui derecho al bajo Flores, donde estaba el depto donde vivía el Chueco. Las balas ya las había puesto en el tambor, sabía que tenía solo dos chances y no podía fallar. Dudé si quizás era mejor tirarle dos tiros en cada una de sus chuecas piernas y dejarlo inválido de por vida, pero si bien, ese sería un castigo más duro que la propia muerte, no iba evitar el daño que estaba queriendo hacerle a nuestra empresa. Los dos tiros

yo hice el reparto de las cajas de galletitas. No quería quedarme quieto un minuto. No podía soportar cuando los clientes me preguntaban qué había pasado con el Chueco, a lo que les respondía que estaba engripado y tenía para unos días. Muchos me hacían comentarios halagadores del Chueco y hasta algunos me felicitaban por tener un empleado tan aplicado. El veneno corría por mis venas tras cada palabra que hacía referencia a ese gusano.

El Chueco aceleró el paso mientras repetía como un loro: Tengo problemas, tengo problemas… Al llegar a la puerta del departamento apoya las bolsas en el piso y busca la llave. ¿Qué problemas tenés, hijo de tu madre? ¿Y pensás que nosotros no tenemos problemas? ¿Qué estamos nadando en guita? ¡Turro de mierda! Nervioso no emboca la llave hasta que se mete y me quiere dejar afuera. Furioso, saco el revólver y le apunto a la cara. El Chueco, se inmoviliza, temblaba como una hoja. Vi que había algunos chicos jugando en la calle y traté de que no me vieran elVamosarma. para arriba le ordené. ¡Tengo problemas! ¡Tengo problemas! repetía mientas subía sigiloso los escalones.

Por un instante pensé que iba a revolearme una botella por la cabeza.Yaenel departamento, seguía empuñando el arma y apuntándolo de cerca. Estaba todo hecho un quilombo, había mugre de meses por todos lados. Me concentré en mi objetivo, mi venganza. Sabía que no había chance de fallarle. El Chueco

62 debían ser certeros y a la cabeza, en medio de los ojos mejor, como el disparo que le hace Robert De Niro al ponja en medio del griterío en la película de los vietnamitas. Estacioné el mionca en la esquina y esperé. Quería estudiar su movimiento, quería saber si estaba afuera o si estaba adentro del departamento. De pronto veo que sale del almacén de enfrente lo más campante. Cruza la calle con dos bolsas de feria llenas de birras, una en cada mano. Me pongo el revólver debajo de la campera. Me bajo y lo encaro con toda la valentía que nunca había tenido¿Quédiciéndole:haces,hijo de puta? ¿Así que nos querés hacer mierda, con todo lo que hicimos con vos? ¿No tenés vergüenza?

63 saca las botellas de las bolsas y las va acomodando en la heladera y con lágrimas en los ojos me dice: Tengo al pibe internado, hay que hacerle un trasplante de médula.Me

Traéte las bebidas y pasá a buscar la torta y los sanguches por la confitería, ¡ya están pagos! ¡Están llegando los invitados! Lo miré serio y lo incriminé diciéndole: ¿Pero, cómo? ¿No tenías al pibe internado vos? Y una falsa sonrisa se le escapó de la comisura de los labios y supe que mentía. Levantó las manos y yo arrebatado volví a empuñar el chumbo. Le apunte ahí… en medio de los ojos, y no dudé un segundo. ¡Bang! Y cayó como una bolsa de papas al piso. El charco de sangre oscura empezó a cubrir toda la cocina. Nunca había matado a nadie en mi vida, ni siquiera a una cucaracha. No sentía culpa, era mi deber. Tomé el chumbo como si fuera

¿Y no podías habernos contado lo que te estaba pasando? ¡Nos conocés hace mucho! le pregunté, aunque sabía que el Chueco era un pibe muy reservado. Sonó un celular. De los nervios pensé que era el mío, pero no, era el del Chueco. Pude reconocer la voz de su mujer que le reclamaba:¡Che,Negro!

estás jodiendo le contesté y bajé el arma como si un ser del más allá me lo estuviese ordenando.

Te juro, mi jermu se fue hace un año con Carlitos y hace unos meses me vino con esta novedad y no sé qué hacer, discúlpame, pero estoy desesperado, ¡se me vino el mundo abajo! me explicaba arrepentido lo que le estaba sucediendo. Me desplomé en una silla de la cocina, dejé el chumbo sobre la mesa. Estaba confundido, estaba preparado para ser su verdugo y ahora solo quería abrazarlo, y buscarle alguna forma de solucionarle el problema.

64 Christopher Walker en la escena final, lo posé muy fuerte sobre mi sien y sin el mínimo arrepentimiento, no tuve tiempo a decir una plegaria. ¡Bang! y eso fue todo… GUSTAVO VIGNERA Argentina Facebook: https://www.facebook.com/gustavovignera/Twitter:@vignera Instagram: https://www.instagram.com/gustavo_vignera_autor

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La sal quemaba su piel, igual que el sol parecía irritarla. Usó parte del manto para atárselo en su cabeza a modo de turbante, y empezó a caminar. Encontró charcos por una llovizna reciente, aunque el agua no servía para tomarla porque ya estaba salada. Su estómago resentía la falta de comida, pero la sed era la que resquebrajaba sus labios y convertía su lengua en un insoportable cartón seco. En el horizonte, solo veía el mar de sal unirse con el cielo azul irónico, parecía imposible hallar el final. No se iba a dar por vencido, a pesar del cansancio y la debilidad de su cuerpo continuó. Sus ojos recobraron vida al divisar un cactus a lo lejos. Al acercarse se dio cuenta de que se trataba de una isla de tierra, como un oasis en medio de la inmaculada superficie salina. Tuvo la esperanza de encontrar algún animalillo, que le sirviera de alimento o aunque sea insectos. Cuando el sol cayó, fue reemplazado por tres lunas rojas que pintaban de carmín el paisaje, como si alguien hubiera ensangrentado desde el cielo a mar blanquecino. Lo que tranquilizó su espíritu era que no lo dejaban a Decidióoscuras.descansar en aquella zona, a la espera de conseguir algo para alimentarse. Sin estar seguro cuánto tiempo pasó, escuchó el croar de una rana y supuso que cerca encontraría agua. Se guió por el sonido y su sospecha era cierta, pudo saciar su sed, a pesar de que la pequeña laguna estaba un poco lodosa. Tardó mucho más en cazar al anfibio, tras varios intentos por fin lo logró. Quiso encender fuego, no lo L

66 a dureza y la rugosidad debajo su cuerpo y el viento helado golpeando su humanidad lo despertaron. No pudo abrir los ojos de inmediato debido al blanco que le rodeaba y reflejaba de forma dolorosa los rayos del sol. No entendía cómo había llegado ahí, sintió que no tenía tiempo de cavilar en esa pregunta; sobrevivir al mar de sal, debería ser su prioridad.

67 consiguió y tuvo que comer la carne cruda y babosa del animal. Estuvo por desistir debido a las arcadas que sintió al principio, pero su hambre era mayor, así que al final comió, hasta roer los pequeños

último bocado fuese un somnífero quedó dormido de inmediato donde se encontraba. El crudo frío se colaba por el manto que llevaba, a pesar de este clima inclemente pudo soñar. Se veía en un lugar parecido, pero tenía en sus manos una máscara mágica que le ayudaba a encontrar otro oasis en medio de la sal. La forma de la careta era la de un ser extraño, sin orejas, con un cráneo liso, color agrisado y unos ojos rojos transparentes. Cuando se la puso fue como mirar el espacio en su esplendor. Al día siguiente, despertó a la salida del sol, contempló por unos segundos el paisaje de ese mar de sal que a pesar de su situación le traía tanta paz. No vio ninguna rana cercana u otro animal que cazar, así que empezó a caminar. Después de un par de kilómetros encontró unas piedras incandescentes sin fuego alrededor, pensó que hubieran sido útiles para cocinar la carne babosa y no pasar frío. Encontró unas pozas de agua hirviendo, no podía recogerla y hacerla enfriar, así que pasó de largo. No dejaba de pensar en la máscara con la que había soñado. Caminaba y el peso del sol era mayor por la sed, hambre e incertidumbre. Se sentó por unos momentos para observar alrededor y descansar su debilitado cuerpo. Hacia el norte divisó algo resplandeciente a unos metros. La curiosidad pudo más que su agotamiento. Al acercarse vio que era un objeto brillante en forma de un huevo, pero con dos grandes botones, uno rojo y otro azul. Lo admiró por largo tiempo, parecía que vibraba, como si tuviera vida. Al final se decidió por presionar el rojo, cuando lo pulsó, su ronroneo aumentó, se abrió igual a una flor para transformarse en la

Comohuesos.siel

68 máscara que había soñado. Al ponérselo vio que el sol se pintaba de rojo fuego, en un eclipse con las tres lunas. Luego se sintió liviano y empezó a flotar. La unión del astro con los satélites lo estaba abduciendo. ELIANA SOZA MARTÍNEZ Bolivia Instagram: @letrasenrojo

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A

70 ntes era más sencillo: clavo o tornillo. Ahora lo han complicado tanto que solo el clavo es clavo y, un clavo saca otro clavo. No, no era eso. Me refiero a que los tornillos se han diversificado: los hay de cabeza plana, de cabeza redondeada y de cabeza poligonal. Los hay con raya al medio, como el pelo (cada vez menos), con cruz, como la de las órdenes templarias. Y así como el clavo es cien por cien masculino, el tornillo es bisexual. Me explico: para clavar un clavo (valga la redundancia) solo hace falta un martillo y una superficie en la que se pueda clavar (otra redundancia). Arreas un martillazo y ya está. Puro machismo: golpe en la cabeza y penetración. Fin. Solo hay un problema cuando la superficie a penetrar se puede astillar, entonces, amigo mío, le machacas la hombría. Así no rompe, solo penetra. He señalado anteriormente que el tornillo es bisexual, de cabeza gorda que necesita de ciertos instrumentos para que su hombría sea reconocida. Si lo pones en madera es preciso un destornillador (u otro instrumento de los que ya hablaremos), pero si lo pones en la pared o sobre algo más duro, el muy señorito precisa de taladro y taco, si no, no agarra. Ah, y si es azulejo, primero hay que marcarlo con un punzón (primo hermano del clavo).

Ahora vamos con el tema de las cabezas de los tornillos: aparte de las señaladas tenemos: de allen, triangulares, de cabeza hexagonal, de mariposa y un larguísimo etcétera. Algunos de ellos necesitan otras herramientas. Además, si intentas hacer entrar un tornillo a martillazos, se subleva la rosca y no entra. Y luego los hay con taco y lo más in son los de expansión, todos de metal con taco de metal y todo. Lo dicho. Lo mejor los clavos y sino ¿por qué clavaron a Cristo en la cruz y lo hicieron con tornillos? Y ¿por qué tenemos el trabalenguas de «Pablito clavó un clavito…» ¿te lo imaginas con: «Pablito atornilló un tornillo…», no es lo mismo, no

71 funciona. MANUEL SERRANO España

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Otra vez me encuentro frente a Alegría compartiendo su mesa, ella toma un sorbo de vino y el misterio no me cierra, hay algo más para contar. En ese viaje relámpago también escuché su voz, era como la música de una película espacial compuesta para acompañar la transición de imágenes. Música y paisajes para descifrar su historia, de su origen y las estrellas. Mientras

73 ueño con Alegría, la chica del barrio con la que salí la otra noche. Sueño que voy caminando por Valle llegando a la esquina de Terry, la veo sentada en una mesita bajo el toldo del barcito nuevo y cheto de Caballito. Está ahí con el mismo look de esa foto, en una avenida de Brasil, que tanto me gustó en el feed de sus redes sociales; camisa a rayas de muchos colores, short rosa, gafas oscuras y los rulos al viento. Hago contacto visual mientras ella toma una copa grande de vino tinto, me sostiene la mirada y empiezo a viajar. Me hundo en su expresión y todo se narra como si fuera un poema de esos que nunca voy a entender.Primero

S

todo es marrón como el iris de sus ojos y al instante todo es fuego, pero un fuego amable porque no me siento en el infierno. Después veo montañas verdes desbordadas de bosques, y al atravesarlas volando se despliega un cielo pintado celeste y un lago azul por debajo. Me sumerjo en las profundidades de ese espejo de agua y me encuentro con la oscuridad absoluta, que tras un destello de luces se llena de estrellas. Estoy en el principio de la nada y el todo, estoy en el origen del universo. Viajo entre los astros a gran velocidad, pasando entre ellos como si solo fueran chispas inofensivas hasta que me encuentro con la Luna, una luna llena y brillante como nunca lo imaginé. Estoy flotando como si estuviera paralizado por la luz que refleja el Sol, mis ojos no parpadean y se encandilan hasta dejarme ciego. Todo es blanco y luz por unos segundo y de nuevo marrón como los ojos de ella.

74 ella extiende su copa y me ofrece un trago, yo sigo ahí atrapado entre la incertidumbre del sueño y su mirada, sin poder despertar. FEDERICO ROMAIRONE Argentina Instagram:Twitter:fede.romaironevivoenbares

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76 lgunas noches saben a muerte, otras hieden a ella; sin embargo, el sabor/hedor del cáncer deja un estigma imborrable en la vida de quienes rodean a quien lo sufre. Esto lo sabía Alberto la media mañana en que decidió que su vida tenía que cambiar por completo para, por fin, levantarse como el gran juez que siempre soñó ser, o quizás solo como un vil castigador; no había mucha diferencia. Redactó a máquina la carta durante dos horas arrugando algunos papeles en el proceso. Una vez terminada, la colocó dentro de un sobre junto al documento que había leído durante su desayuno, abrió el cajón pequeño de su ropero y lo guardó ahí, hasta el día en que Fernando, su mejor amigo, tuvo que verse obligado a leerla. Hasta ese veinte de febrero, día en que enterraron a su padre, Alberto había sido el mejor ejemplo de misántropo empedernido y apático social que podía existir en el mundo. Nada despertaba interés en aquel joven de diecinueve años al que muchos aborrecían y otros tantos apetecían aniquilar, excepto el amargarles la vida a los demás. Ni siquiera la enfermedad terminal de su padre había ablandado su corazón. Sin embargo, algo sucedió aquel día. Se apareció en el cementerio faltando pocos minutos para el descenso del ataúd y se paró al costado de su madre. Llevaba puesto pantalón y camisa negra, esta última adornada por un corbatín michi. Algunos murmuraron, otros trataron de ocultar el gesto de sorpresa. Escuchó las últimas palabras de su hermano mayor y luego el sonido de las trompetas mientras el féretro bajaba Mientraslentamente.veíalaescena como en cámara lenta, su cerebro lo llevó a divagar por algunas cavilaciones con y sin sentido. Cuando la primera palada fue lanzada sobre la madera, una sutil lágrima se resbaló por su mejilla izquierda. Se santiguó, le dio un beso en la mejilla a su mamá y salió de A

77 prisa. Todo aquello causó revuelo por el resto de la tarde en la familia, vecinos y amigos. “¿Alberto había llorado?”. “¿Se había despedido de su madre con un beso?”

.

Fue muy desconcertante para todos, incluso para la misma señora Marta. Marta Agüero y su esposo habían intentado criar con disciplina y mucho amor a sus cuatro hijos, y ello hubiera resultado exitoso de no ser por el último de todos. Alberto ya mordía furiosamente los pezones de su mamá cuando esta quería amamantarlo y lloraba desconsoladamente por alguna razón que todos desconocían. Cuando ya tenía un año, mordía a sus hermanos y rompía sus juguetes siempre sellando sus acciones con risas como si aquellas travesuras fueran su regocijo. Las acciones rebeldes debieron de haber llegado a su fin la tarde en que su padre cogió su cinturón de cuero y con severas palabras le dio dos azotes en las nalgas. Sin embargo, Alberto no lloró. En silencio caminó hacia su habitación y no salió el resto de la mañana. Almorzó sin decir palabra alguna y, nuevamente, regresó a su habitación. A las tres de la tarde, hora en que su padre acostumbraba a dormir la siesta, se escuchó el ruido de un jarrón roto. El padre salió gritando de la sala, con sus manos a la altura de su cabeza y gran cantidad de sangre fluyendo de ella. Alberto iba subiendo cada peldaño de las escaleras con una sonrisa placentera en el rostro. Así transcurrió su adolescencia y parte de su juventud. Ni los más reconocidos psicólogos lograron encontrar el origen de tal comportamiento, muchos de ellos no quisieron volver a recibirlo en susAlguienconsultorios.dijoun día que era hijo de Satanás. Pero aquel veinte de febrero, Alberto se sentó siendo uno frente a esa máquina y se levantó siendo otro. Al día siguiente del entierro de su padre, entró temprano en la habitación de su madre, recogió las cortinas y le acercó a ella una fuente con el

“¿Qué había pasado con Alberto?”, a las dos semanas todo el mundo se repetía una y otra vez esa pregunta; familia, vecinos, compañeros de la universidad.

78 desayuno preparado. “Todo estará bien, mamá”, le dijo besando su frente. Sorpresa, confusión y alegría se mezclaron en el corazón de la mujer a quien había hecho llorar muchas veces y que ahora, por primera vez en su vida, las lágrimas no eran fruto del dolor. “Yo te cuidaré, nunca te dejaré”, dijo antes de cerrar la puerta para dirigirse a su habitación.

Como un animal que duerme de a poco hasta quedarse profundamente entregado al sueño, los escepticismos y las interrogantes dejaron de ser comidilla de la gente hasta olvidar el asunto; ya casi nadie recordaba al Alberto hijo de Satanás. Dos años después, Alberto se había convertido en el mejor hijo, hermano, amigo, compañero, novio, incluso había creado una asociación para el cuidado de animales sin hogar. Realmente Alberto era una persona nueva, nadie podía negarlo, el chico que odiaba y era odiado por todo el mundo se había ganado el

Absolutamente nadie, salvo su madre, se sentía seguro con aquel cambio. “¿Qué está tramando?”, fue la interrogante más discutida durante días. Lo vieron comer con Fernando, y temieron por él. “Siempre me insultaba y se burlaba de mí, pero ese día fue diferente. Pensé que había enloquecido o que estaba preparando algo perverso, y no fue así. Volvió cada tarde a sentarse enfrente de mí y a conversar con esa sonrisa que poco a poco me fue convenciendo de que ese Alberto al que siempre había temido ya no existía”, contó Fernando alguna vez. Seis meses después de haber cerrado el sobre con las dos hojas de papel, Alberto presentó a Natalia a su familia el día de su cumpleaños. Fueron la versión perfecta del amor romántico, ese que inundaba cualquier lugar en el que se encontrasen y despertaba envidias sutiles en los demás.

79 aprecio y cariño de su comunidad entera. “Pero la felicidad no dura para siempre”, repetiría diariamente su madre con muchas lágrimas en los ojos antes de morir de tristeza un mes y medio después del primer desmayo de Alberto. “Su hijo tiene cáncer, señora”, lanzó el médico a quemarropa, “muchos órganos están comprometidos, no le queda mucho tiempo… dos meses, quizás tres”. “Los Miramelindos estamos condenados a sufrir”, susurró cada noche mientras lloraba sobre sus sábanas.

Nuevas interrogantes invadieron la mente de todos aquellos que habían visto la transformación de Alberto, “¿fue esa la razón de su cambio?”, “¿ya sabía él que estaba enfermo?”, “jamás se lo comentó a nadie”. Fernando colgó la llamada luego de recibir la noticia y cargado de lágrimas llegó raudo a la azotea de su casa. Imaginó la silueta de Alberto sentado en el muro donde muchas noches se habían quedado conversando por horas. “No llores… aunque… sí, hazlo, es de machos llorar… solo los verdaderos hombres no temen demostrar sus sentimientos”, le había dicho una vez. Fernando dejó que su corazón estallara. Las mordidas, y todo el dolor que Alberto le había ocasionado a su madre por muchos años no se compararon en nada al que sintió en el momento que las palabras prorrumpieron de la boca del médico. Su cuerpo se convirtió en una frágil hoja de papel, se sintió llevada por el viento de la noche que entró por una ventana abierta y el aire se volvió denso en sus pulmones. “Pero la felicidad no dura para siempre”, dijo por primera vez al día siguiente cuando Natalia y Fernando llegaron al hospital. “No me dejes, amor”, repitió cinco veces entre lágrimas la mujer más afortunada del universo mientras tomaba la mano de su novio. “Nunca”, respondió él la quinta vez mientras abría los ojos como despertando de un profundo letargo. “No llores,

Todos se habían preparado para recibir la fatal noticia, en vano por supuesto. La muerte de Alberto hirió a todos como una daga envenenada. Dos años y poco más habían bastado para germinar dentro de los corazones un sentimiento de amor,

80 estaré bien, todo estará bien… No te peinaste”, añadió con una leve sonrisa. El recuerdo de la primera conversación inundó la mente de Natalia, fueron las mismas palabras que aquella tarde en el parque le había dicho un chico completamente desconocido al cual tomó como un bribón, pero del cual terminó profundamente enamorada y con quien había vivido los momentos más felices de su vida. “No te peinaste” … Marta dejó de comer para entregarse al llanto desconsolado encerrada en su habitación. Una mañana en que una lluvia torrencial cubrió toda la ciudad, una semana antes de la muerte de su hijo, dejó de respirar. Ya internado definitivamente en el hospital, Alberto nunca se enteró. “Fernando…”, dijo la última noche que se mantuvo consciente, mientras Natalia sujetaba su mano derecha “…me siento muy débil. En la tarde soñé que mi papá vino a verme, tenía una mirada apacible, no me odiaba, creo que volverá para llevarme con él…”. Fernando no pudo responder nada. “Necesito pedirte que hagas algo muy importante… En el cajón pequeño de mi ropero hay un sobre, dentro de él, dos hojas de papel; una de ellas es una carta. No la leas hasta el día de mi funeral, y quiero que sea delante de todos… La otra hoja puedes verla cuando desees. Dame tu palabra”. Fernando asintió tratando de contener todo el dolor posible dentro de sí. “Hoy tampoco te peinaste”, le sonrió a Natalia, “nunca me olvides”. Ya en su habitación, ella no dejó de llorar toda la noche y todas las noches hasta el día del funeral. Alberto no volvió a despertar y falleció tres días después. Los perros del refugio ladraron y aullaron toda la noche, al día siguiente amanecieron muertos.

La mañana del funeral, Fernando se dirigió a la habitación de su mejor amigo, abrió el pequeño cajón del ropero y cogió el sobre amarillo. Sacó la carta y, fiel a su promesa, la guardó en su bolsillo doblándola en dos sin leerla. Su mano volvió rápidamente al sobre para extraer la segunda hoja, era el resultado de unos exámenes médicos con fecha veinte de febrero, poco más de dos años atrás, y una sentencia en letras mayúsculas: POSITIVO. “Lo sabía, él lo sabía”, susurró Fernando, y por algunas horas creyó tener razón sobre la actitud de su amigo, “no quiso morir odiado y olvidado”. Más tarde se dio cuenta de que su razonamiento, si bien cierto, tenía un enfoque equivocado. Y no solo él, todos en aquel jardín de descanso perpetuo se quedaron sin respiración y con el corazón en la garganta cuando la carta fue leída.

Ante un multitudinario y entristecido público, vestido de negro en su mayoría, el mejor amigo de Alberto sacó el papel doblado de su bolsillo y empezó a leer: “Jueves, veinte de febrero… Reciban estas palabras como las últimas mías y con gran sinceridad de mi corazón: Voy a morir, tengo cáncer. Lo merezco…”, Fernando sintió un quiebre en su voz, respiró profundo y continuó, “…No lo esperaba tan pronto y aún no he terminado de juzgar a este mundo. Los he castigado poco en comparación de lo que merecen, pero creo que puedo dar un poco más, sí…” Fernando se detuvo, leyó aquella parte en voz baja una vez más, miró a la multitud y continuó, “Mi Creador, mi Señor me lleva pronto, he trabajado bien, he producido mucho fruto, ¿alguien lo habría hecho mejor que yo?, soy el mejor. Cada lágrima que logré que otros derramen, cada herida, cada golpe de dolor, cada gota de sangre…”, Fernando leía estupefacto cada línea, “… ¿ven que

81 cariño, agradecimiento y paz hacia este chico, que decidió redimirse de sus pecados y reivindicar toda una vida de atrocidades. Los llantos y lamentos no pudieron evitarse.

82 soy el mejor? Y pronto iré a recibir mi recompensa. Sin embargo, no soy un conformista, he trabajado mucho y lo seguiré haciendo. Tengo un plan de despedida: mi último acto de odio será amarlos…”. Fernando pidió un vaso con agua. Se escuchó una voz de protesta pidiendo que no continuase la lectura, pero él hizo caso omiso, dejó a un lado el vaso y prosiguió. “…Sí, mi último acto de odio será llenarlos de amor, que a estas alturas de mi trabajo entiendo como la mejor arma de destrucción. Los partirá en dos, los volverá escépticos, insensibles, sí… el amor los arruinará. Si yo muriese ahora con todo el odio que ustedes me guardan, mi muerte pasaría desapercibida y quizás para algunos como un trofeo. Pero ¿qué si me aman?, sufrirán ¿verdad?, sufrirán mucho más de lo que ya lo hicieron hasta ahora, llorarán, morirán…”. Fernando leyó temblando las últimas líneas de la breve carta. “… Mi último acto de odio, será amarlos y que me amen, porque solo así, incluso en mi muerte, podré castigarlos… Adiós”. ARTHUR CHÁVEZ Perú Facebook: https://www.facebook.com/irvingarthur.chavezponce.5/

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84 abían transcurrido ocho décadas desde que Tiburcio Fagúndez emitiera su primer vagido en este valle de lágrimas, pero él no lo creía. ¿Ochenta años? ¡Un vejete! No le cabía en la cabeza. La idea que él tenía de los vejetes provenía de las películas: voces cascadas y encías despobladas, a lo Walter Brennan o Gabby Hayes, o actitudes patriarcales y luengas barbas, como Donald Crisp o Finlay Currie (1)... ¡Pero él no se sentía así! ¿Cómo podía aceptar sus... ochenta? ¡Si ni siquiera había asumido los cincuenta, tres decenios atrás! ¡Inadmisible!Poreso caminaba con andar garboso y firme (aunque, eso sí, procurando pisar bien, porque las veredas no eran del todo confiables, sobre todo en horas de la noche) y cuidaba su atuendo, que era estrictamente formal, pero no “de viejo”. Y su imaginación, siempre despierta como en los años de su adolescencia, seguía soñando con el encuentro providencial de la Mujer Ideal. Era un gran admirador de la belleza femenina, destacando el “femenina”. Él sabía que aún quedaban en este mundo mujeres mujeres, y algún día, o alguna noche, se cruzaría con una. Claro que el destino se estaba demorando un poco, pero estaba convencido de que tarde o temprano vería recompensada su constancia. Mientras recorría la avenida, sus ojos se mantenían siempre alertas. ¡Ay, perdón, señor!... Lo inesperado. Ella había tropezado frente a él; prácticamente le cayó encima. Se apresuró a ayudarla a incorporarse. Bastó el contacto de aquella mano exquisita en la suya, y lo asaltó una revolución dentro de sí, agitándose íntimas fibras por largo tiempo aletargadas. Sus sienes palpitaron, y sus pensamientos saltaron a lo lírico. “Es una obra primorosa del Supremo

¡Suerte que usted me sostuvo! ¡Ay, qué desgracia! ella miró hacia abajo . ¡Se me rompió un taco! Era cierto. Uno de los finos tacones aguja (precisamente los que exaltaban el fetichismo secreto de don Tiburcio) se había despegado.Nosepreocupe se apresuró a decir . Yo la ayudo. Veremos si encontramos quién se lo arregle. Aunque a esta hora... No importa dijo ella, con hechicera expresión . Vivo cerca. Si me acompaña... Él llevó la mano al ala del sombrero, elegantemente ladeado a lo Dick Powell (3), característico de su personalidad. No llegó al extremo de quitárselo, claro, porque de haberlo hecho quedaría al descubierto la infamante zona yerma de su cráneo. Reinaldo Arenas, a sus órdenes, señorita. ¡Será un placer y un honor escoltarla! No había dudado más que una fracción de segundo en presentarse bajo el seudónimo con que firmaba sus novelas. Era impensable arruinar la gloria de aquel encuentro con un plebeyo “Tiburcio Fagúndez”. Y tal vez ella conociera sus

85 Escultor”, se dijo, con recóndito alborozo. “Esa suavidad..., esa tibieza..., la finura de sus formas..., desde la deliciosa cordillera diminuta de sus nudillitos a la perfección del dibujo de las uñas, impecables en hechura y color...”. Se las compuso para hablar con bastante naturalidad: ¿Se encuentra bien, señorita? ¿No se lastimó? Alzó ella su rostro. ¡Albricias! A los ojos de Fagúndez, se conjugaban en esas delicadas facciones todos los encantos que otrora le deslumbraran desde la pantalla del cine..., una adorable combinación: algo de Linda Darnell, un poco de Gene Tierney..., una pizca de la sin par Elizabeth Taylor (2). ¡Una diosa caída a laNoTierra!fuenada...

86 escritos..., quién sabe. Los espléndidos ojos azul cobalto relucieron, y una sonrisa de hada separó los rosados labios. ¡Reinaldo Arenas! ¡Quién iba a decir que me encontraría en persona con mi autor preferido! Porque es usted, ¿verdad? ¡Su novela “Crimen de pasión” me erizó el pelo! ¡Es increíble cómo supo penetrar en la siquis de una mujer locamente enamorada que llega a matar! Le estaban acariciando el ego. Tiburcio se esponjó. Pero elaboró una expresión modesta, al decir: Una novelita de quiosco, nada más... Un “divertimento” mío. Tengo otros trabajos de más envergadura (enseguida se arrepintió de la palabra, por sus connotaciones chabacanas, pero ya estaba dicha), pero espero encontrar un editor que los aprecie como es debido. Entre tanto, me entretengo con mis tramas de terror y misterio. ¡Pero pongo todo mi afán en su escritura; no las menosprecio, como hacen algunos críticos fatuos!Ella se había tomado de su brazo, lo que lo hizo estremecer, aunque procuró disimularlo. Siguieron caminando. El hombre aprovechó para deslizar una mirada admirativa por aquel cuerpo grácil, ceñido por un vestido rojo ajustado que revelaba sus curvas y meandros, dejando al descubierto un generoso escote y unas piernas bien torneadas emergiendo de la faldaAtubo.Fagúndez le ocurría algo peculiar: se sentía repentinamente aislado de los ruidos, de las luces de la calle y de los transeúntes, como si ellos dos deambularan por una especie de túnel de su exclusividad. Pensó que era el momento de entrar un poco más en confianza. No estamos parejos dijo, con una sonrisa. Los preciosos ojos de la mujer se dilataron. ¿Parejos?... No le entiendo, perdone.

La risa de ella le sonó a Fagúndez a cascabeleo. Pero la cortó de golpe.Mesiento algo dolida dijo . Pensé que yo tampoco sería una desconocida para usted. Ahora fue Tiburcio el sorprendido. Se detuvo y fijó en ella los ojos. ¿Es que... ya nos habíamos visto antes?... Sacudió la cabeza . ¡No, no! ¡Imposible! ¡No me iba a olvidar nunca de un rostro como el suyo! ¡Jamás en la vida! La joven volvió a reír con suavidad, instándolo a seguir andando.No quise decir eso. Es que trabajo en televisión. Telenovelas... Me imaginé que tal vez me habría visto. Soy Carmen Del Solar...; en estos días aparezco en “Mi perdida virtud”. Ya estamos por el vigésimo episodio, y los productores dicen que tiene un “rating” muy alto, por eso me pareció que... ¡Ah, vamos, vamos! ¡Estrella de telenovelas! Claro, con esas gracias que Dios le ha dado... Debí haberlo supuesto, perdone. Es que, ¿sabe?, hace mucho que deserté de la televisión. Estoy muy ocupado con mis lecturas y el trabajo de mi nuevo libro. No tengo tiempo para eso. Ella esbozó un mohín de desencanto. ¡Me ha creado un complejo, hombre malo! Me había creído más popular... Pero lo entiendo, lo entiendo. Usted es un intelectual; debe estar en lo suyo. Lo comprendo.

Sus curvadas pestañas aletearon, y el hombre carraspeó, algo confuso.Ycréame que lo admiro más por eso... Pero, vamos, cuénteme algo de lo suyo, de cómo se inspira, de dónde le llegan las ideas... Sonrió pícaramente, con resplandor de inmaculada dentadura . ¿Tendrá quizás alguna Musa?

Usted sabe el nombre de su autor preferido, pero yo ignoro el de mi lectora más dilecta. Me lleva ventaja, ¿ve?

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88 Él se atrevió a palmear la hermosa mano que descansaba en su brazo. Creo que acabo de encontrar una repuso, sonriendo.

Le complacía íntimamente que ella no recurriese al tuteo indiscriminado que predomina entre la gente de estos días. Esto, a su parecer, le daba un cariz más romántico al encuen tro. Adicto confeso a la formalidad, no aprobaba las libertades excesivas.Pues dedíquele a ella ese libro que está escribiendo.

Sería lo justo, ¿no? Pero..., ya llegamos. Aquí vivo. Estaban ante la puerta de un edificio de departamentos, frente al cual había pasado nuestro hombre más de una vez. “¡Si lo hubiese sabido!...”, pensó, pero no dijo nada. Bueno, ¡muchísimas gracias por su amabilidad! Y además..., ya tengo algo para contarles a mis compañeros del estudio. ¡Conocí a un famoso autor! Le extendió la mano. Él, súbitamente acometido por una extraña cortedad, no se la estrechó, aunque se moría de ganas de sentirla dentro de la suya. Hizo una inclinación de cabeza, tocando una vez más el ala del “Borsalino”. Y yo conocí a la mujer más despampanante de esta ciudad. Sonrió . ¡Volvemos a estar desparejos! Ella se le acercó y lo tomó por los brazos, a la altura de los codos.Emparejémonos, entonces. ¿No querría pasar a tomar un café? ¡De alguna manera tengo que agradecerle su ayuda! Y además, podemos seguir charlando, porque me interesa mucho lo de su trabajo, sus conceptos, sus metas... Dígame una cosa: ¿nunca pensó en escribir libretos? Porque se me ocurre que tal vez... Unos inoportunos ladridos la interrumpieron. Era un perro callejero persiguiendo airado a una motocicleta.

(2) Linda Darnell (1923 1965), Gene Tierney (1920 1991) y Elizabeth Taylor (1932 2011), famosas beldades de la pantalla en los años 50 y 60.

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En ese instante, un soplo de brisa tocó la nuca de Tiburcio Fagúndez. Sintió que se le ponía carne de gallina. La primavera había venido más fresca de lo previsto, al parecer. Retrocedió unos pasos. Un velo de gravedad nubló sus facciones.¿Sabe una cosa, señorita Carmen? ¡Había olvidado que tengo un compromiso importante con mi editor! Va a tener que disculparme... Y a usted, por su parte, seguramente la estarán esperando. Se tocó por última vez el ala . ¡Buenas noches! ¡Fue un verdadero placer conocerla, créame! Y se marchó, intentando dar firmeza a su paso. Bueno... murmuró, emprendiendo el regreso a su casa , creo que cabe la posibilidad de que llegue a aceptar mis cincuenta, después de todo... CARLOS M. FEDERICI Uruguay Wikipedia: Carlos M. Federici Ilustración: Earle Bergey (modificada).

(3) Dick Powell (1904 1963), primero cantante y bailarín en musicales, se decantó posteriormente a películas “noir” y a la dirección y producción de las mismas.

Es que me acordé de un chiste... “¿Qué haría el perro si por casualidad llegase a alcanzar a la moto?” ¡Ja, ja, ja! Y se tapó la boca con sus finos dedos.

Parece existir una animadversión instintiva entre los canes y esos engendros mecánicos, plaga de las calles... comentó Fagúndez, por decir algo. Ella soltó de pronto una carcajada musical. El escritor la miró, confundido.¿Quéeslo que le causa tanta gracia, Carmen?

(1) Walter Brennan (1894 1974), Gabby Hayes (1885 1969), norteamericanos; Donald Crisp (1882 1974) y Finlay Currie (1878 1978), británicos, actores de carácter en películas de Hollywood.

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91 iento una fuerte presión en el pecho que me dificulta respirar. Tengo una pena inmensa que no controlo. Escucho una y otra vez la voz que me dice: “Mami, Mami”. Lloro y lloro todo el tiempo y me lamento: ¡¿Por qué?, Dios mío, ¿por qué?! La vida ya no tiene sentido. Camino de un lado al otro de la sala sin parar. Me detengo. Vuelvo a caminar. Voy hacia el estante donde están los licores. Preparo “La muerte voladora”, un brebaje negruzco y pegajoso en base a varias plantas de la Amazonia ecuatoriana, que pueblos indios de esa zona colocan en las puntas de las flechas para la cacería de animales. Lo mezclo con aguardiente de caña, alzo el vaso con la mano derecha temblorosa y bebo de un solo sorbo todo el contenido. Siento el sabor picante de la pócima y un ardor en la tráquea mientras el líquido se dirige a mi estómago. No tengo dolor corporal, me duele el alma. El veneno surte efecto de inmediato. Muero en unos pocos segundos. Mi cadáver reposa en el sofá como si estuviese dormida.Luego

de varias horas, ingresa mi esposo Saúl y me llama: “Mara”. Se acerca al ver que no respondo. Me toma de los hombros y sacude mi cuerpo, mientras repite varias veces mi nombre: “¡Mara!, ¡Mara!, ¡Mara!”. Acerca su oído a mi corazón y no escucha nada. Toma mi pulso y tampoco siente latido alguno. Grita otra vez mi nombre, ahora con un gran alarido: “¡Maraaa!”. Se desata en llanto. Busca nervioso alguna pista que explique mi deceso. Corre ofuscado de aquí para allá. Revisa cada lugar y no encuentra nada. Halla mi cartera, la abre y saca la fotografía de Noemí, nuestra pequeña hija. Observa con atención las imágenes de la niña sonriendo en su quinto cumpleaños. Escucha la voz que le dice: “Papi, Papi”. Mira el vaso vacío. Agitado y sin dejar de llorar, vuelve a buscar en la cartera y descubre la receta del brebaje letal. Se dirige a la mesa de bar y encuentra todos los ingredientes que usé.

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Machaca las plantas amazónicas, prepara la poción de “La muerte voladora” y la bebe mezclada con aguardiente, al igual que hice yo, sin dudar, de una sola vez. Se sienta junto a mí, me toma de la mano y muere sin dolor. Ahora, su cuerpo y el mío yacen inertes. Por fin, después de dos años de la muerte de Noemí, hemos acudido a sus incesantes llamados. El espectro de ella aparece y se encuentra con los nuestros. Nos dice: “Mami, Papi” y, envueltos en un abrazo eterno, los tres nos disipamos para siempre. MAURICIO LEÓN GUZMÁN Ecuador Instagram: @mauricioleon758

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94 espués de ducharse temprano por la mañana, Manuel planchó su camisa, su pantalón de vestir y descolgó su saco y su corbata de seda del ropero. Encendió la radio para escuchar algo de música, pero solo se oía la estática en todas las estaciones. Decidió poner en su fonógrafo el disco con la canción del momento de un trío llamado Los Panchos …Me voy pa’l pueblo, hoy es mi día… Terminó de ponerse sus zapatos de charol, …voy a alegrar toda el alma mía… se emparejó bien el bigote con unas tijerillas… que es lindo el campo, muy bien, ya lo sé. Se untó suficiente brillantina en su cabello para al final ponerse un poco de fragancia… pero pa’l pueblo voy echando un pie.

Salió de su casa silbando la canción que acababa de escuchar. Saludó a sus vecinas agachando un poco la cabeza y levantándose su sombrero bombín como cortesía. Qué guapo anda hoy, Don Manuel. ¿Se puede saber a dónde va? le preguntó su vecina. Claro, doña Margarita. Voy a mi cita con el amor.

¡Uy! Pues mucha suerte con su conquista. Se le agradece, pase buenas tardes dijo Manuel con su sonrisa de oreja a oreja tomando un rojo clavel del jardín de su vecina para ponérselo en el ojal. Esa mañana parecía brillar más el sol y el tráfico de la gran ciudad no causaba tanto estrés, sobre todo con el ruido de las carcachas que salían por todos lados. Pasó con su voceador de costumbre para comprar su periódico de setenta y cinco centavos como todas las mañanas para enterarse de las noticias del mundo y el estado del tiempo. Cómpreme este ramito de flores, patroncito. le dijo una vendedora ambulante. ¿A cómo las da? A dos pesitos y si se lleva tres se las dejo a dos cincuenta.

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95 Manuel las miró de un rosa muy bonito así que decidió comprarle tres. Momentos después tomó el tranvía para luego llegar a la Avenida Hidalgo con rumbo a la Alameda. Le gustaba admirar el Palacio de Bellas Artes y pronto terminarían una torre a tan solo unos pasos de este. Sin duda alguna el futuro estaba llegando a pasos agigantados, pensó. Decidió caminar rumbo a la fuente donde se vería con su amada. Volteó a ver el reloj de la iglesia mayor, pero este no tenía manecillas. Tomó asiento en una banca donde comían las palomas granos de arroz que les lanzaba un anciano apoyado en su bastón. Puso sus rosas a un costado sobre la banca y abrió su periódico con las hojas totalmente en blanco. Hizo como que lo leía. Más tarde y con mucha paciencia vio que el sol se había puesto en todo lo alto; sin embargo, no sentía calor debajo del arbolito frondoso donde se encontraba. Nunca se impacientó al ver que nadie llegaba a su cita. Tan solo imaginaba que en una de las páginas del periódico en blanco se podían ver las fotos de la boda de Manuel y su amada en la sección de sociales. Sonreía como si eso le trajera bonitos recuerdos de un pasado lejano. Se puso de pie, vio sus rosas blancas y las dejó donde estaban. Puso su clavel, también blanco, sobre estas para que le hicieran compañía. Volteó hacia su izquierda y partió con rumbo a casa pensando que tal vez, solo tal vez otro día llegue alguien a su cita. Quizás en la primavera o cuando estén cayendo las hojas en el otoño. Una fecha de verdad, no como la de hoy pensó. Cualquiera que no sea el treinta de febrero. HÉCTOR MORENO GONZÁLEZ México Facebook: Barón Azul

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97 o siempre le decía a mi amada Lucrecia que fuera al médico a hacerse ver por la ósteo osporosis del esqueleto y por el glaucoma de los ojos pero ella siempre me decía Haroldo no llames a las enfermedades que estoy bien a pesar de estar vieja como vos nada más que los huesos me molestan un poco por la humedad porque últimamente hay más humedad en Buenos Aires por esto nuevo del cambio climático y el calentamiento global que parece que ahora vivimos en Londres y los ingleses sufren más calor en el verano cuando les toca que es al revés que nosotros que estamos en el hemisferio sur y estamos en invierno y el año pasado el oculista me dijo que no tengo presión ocular alta así que no inventes enfermedades Haroldo porque siempre las estás buscando donde no las hay y yo le respondía a Lucrecia que las enfermedades son como las brujas que existen aunque uno no las vea andar volando con sus escobas a la luz de la luna llena y que me hiciera caso y consultara de nuevo al oculista para que le revise otra vez la presión de los ojos porque su tía Elvira había tenido ese problema de vieja y tenía que estar todo el día poniéndose gotas en la vista y más vale prevenir que curar pero igual no me hacía caso la muy testaruda y al revés que ella la verdad es que yo siempre voy a ver a mis médicos porque tengo una larga lista de especialistas a los que consulto para sanarme de un montón de enfermedades que cada tanto me atacan como el asma que el neumólogo me dice que es de origen emocional y que más que ir a verlo a él necesito un buen psicólogo pero mis ataques de asma son reales aunque sí es cierto que tienen un desencadenante nervioso y necesito utilizar el aerosol de ventolín y cuando salgo a la calle sin el aparatito me pongo más nervioso y no puedo respirar y además del asma de los bronquios sufro de gota en las articulaciones por eso me cuido en la dieta y no como arenques anchoas y mejillones a pesar de

98 que me gustan mucho porque después no puedo caminar por el dolor en los tobillos y también me tengo cuidar del colesterol porque tengo tendencia a sufrir de presión a pesar de que desde que nos casamos felizmente le pedí a Lucrecia que me la controle todos los días y siempre estoy bien de presión pero eso es porque no como con sal aunque le pongo ajo a todo que eso está permitido y además ahuyenta a los vampiros y a la mala suerte aunque después tenga mal aliento y tampoco como chorizos ni pan casero con chicharrones que también me gustaban mucho cuando era joven porque parece que cuando uno tiene veinte años puede hacer cualquier cosa y llevarse el mundo por delante pero cuando uno se va poniendo viejo la vida te pasa factura como cantaba Edmundo Rivero en el tango pucherito de gallina que decía con veinte abriles me vine para el centro mi debut fue en Corrientes y Maipú del brazo de hombres jugados y con vento allí quise quemar mi juventud porque siempre me gustó el tango de Rivero y el de Gardel y el del polaco Goyeneche y sobre todo del varón del tango Julio Sosa aunque ahora me gusta también escucharla a la gata Varela que se nota que es del palo del polaco con esa voz rasposa y potente que tiene que te convence de cualquier cosa y ya me fui por las ramas pero decía que para cuidarme ahora tampoco como huevos fritos ni chocolate para que no me suban el colesterol malo y las grasas trans que no sé muy bien qué son y que deben de ser grasas que no son ni buenas ni malas algo así como las personas trans que no son ni hombres ni mujeres y que también pueden ser buenas o malas porque cada uno elige lo que quiere hacer con su vida privada como yo que decido cuidar mi salud y eso es lo que Lucrecia no entiende y también me cuido del sol por eso de los melanomas que son un tipo de cáncer en la piel producidos por los rayos ultravioletas que me tuve que aprender bien el nombre en internet porque yo antes pensaba que la melamina la melanina y los melanomas

99 eran la misma cosa o algo parecido así que ahora me compro ropa con tratamiento UV para evitar estos rayos dañinos y no salgo a la calle cuando el sol está alto sobre todo en verano y nunca voy a la playa cuando hay mucho sol y Lucrecia siempre se reía y me decía que los vecinos iban a pensar que soy Drácula o un vampiro moderno porque no me ven nunca en la calle de día y estoy más pálido que un muerto pero a mí me gusta más salir a la tardecita porque también el reflejo del sol en los ojos me provoca migraña que es una enfermedad hereditaria que también sufrían mi padre Omar y mi abuelo Amancio que en paz descansen y Lucrecia me decía Haroldo es cierto que tu padre y tu abuelo tenían ataques de migraña porque toda tu familia es hipocondríaca y eso es algo que se hereda por los cromosomas o se copia imitando lo que hacen los demás como hacen los bebés o los monos no sé muy bien cuál es el caso en tu familia pero tu pobre madre Bernardita que tenía una salud de hierro y era bastante mandona pero no era una mala suegra siempre me decía que te cuide mucho porque sos un calco de tu padre y yo le respondía a Lucrecia que en realidad había sido bautizada Lucrecia Romina aunque solamente quería que la llamaran Lucrecia que en su familia también había hipocondríacos como su hermana Susana Haydée que siempre me hizo acordar a Mercedes Sosa no porque cantara Alfonsina y el mar o porque fuera tucumana sino porque la querida Negra se llamaba Haydée Mercedes aunque esto no lo sabía casi nadie y de vuelta me perdí ah estaba contando que la hermana de Lucrecia vive encerrada en su casa por miedo a contagiarse cualquier microbio si sale a la calle y yo no tengo miedo de contagiarme los virus como ella porque siempre salgo con mi barbijo y esto lo hice toda mi vida incluso antes de la epidemia de gripe A y la pandemia de coronavirus porque hago como los japoneses que siempre se ponen barbijos para andar por la calle y por el subte y cuando

MARCELO MEDONE Argentina Facebook: Marcelo Medone Instagram: @marcelomedone

100 van de turistas a otros países aunque no sé si los que salen más de turistas son los chinos que son parecidos y siempre van todos juntos porque los japoneses además de ser muchos como los chinos son muy prolijos y muy obedientes en cuestiones de orden público y sanitario porque no es cuestión de descuidarse e inhalar todos los gérmenes que los demás tosen y estornudan en los lugares cerrados y Lucrecia siempre me decía date cuenta Haroldo que de algo uno tiene que morirse y en eso al final ella tuvo razón porque cuando la pobre Lucrecia estaba yendo al oftalmólogo para que le controlara la presión de los ojos como yo le había venido insistiendo le cayó encima un rayo en un día de tormenta en Buenos Aires por culpa del cambio climático y la mató a pesar de que yo siempre le decía que se cuidara y no pasara por debajo de las escaleras y no hiciera nada los martes trece y sobre todo que no saliera en días de lluvia porque se podía resbalar caminando por la vereda mojada o la podía fulminar un rayo y no es que yo sea supersticioso porque solamente soy hipocondríaco.

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hora del almuerzo no comentaron nada de lo sucedido, pero al día siguiente una médium apareció en la casa. Mamá creía que mis ejercicios de levitación eran producto

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102 ías antes de mi muerte, experimenté la sensación de levitar e incluso tuve sueños en los que ensayaba. En uno de ellos, me encontraba en una habitación vacía, y después de varios intentos logré tocar el techo, pero apenas dudaba descendía rápidamente hasta detenerme a poca distancia del suelo. En otro había alguien que me guiaba, me pedía que me concentrara y diera primero unos saltitos. Ensayamos en un jardín que daba a una alameda que parecía amurallada por uno de sus lados. Desde donde me encontraba no podía distinguir qué había detrás del muro. Noté que no era la única persona que ensayaba, había otros jóvenes e incluso niños que flotaban haciendo giros con el cuerpo. Después de varios intentos logré elevarme lo suficiente para acercarme a los cables de luz que circundaban la muralla y ver la ciudad que yacía en las faldas de esta montaña. Amanecía sobre esta ciudad absorbida por el aire, mis palabras se perdían en esta atmósfera inaudible. Una fuerza gravitacional que provenía del valle, me alejaba de la muralla. A medida que descendía pude divisar calles, jardines delanteros de casas de un solo piso, el gris inmutable del asfalto, ni un rastro de vida. Pero al despertar, esta sensación de ligereza no se detuvo.Una tarde, después de la escuela, quise mostrarle a mamá y a mi hermana que podía elevarme, así que atravesé la sala de un tranco, fueron casi tres metros sobre los que floté por unos segundos. En pleno salto mamá dio unos pasos atrás y pasé casi rozándola, mi hermana que bajaba por las escaleras, se dio una sentada cuando pasé frente a ella sonriendo.Enla

REBECA

Marlene.Supongo

Durante la cena hablé de mis planes cuando acabara la escuela, que tenía intenciones de estudiar ingeniería y después unirme a los cascos azules. Mamá sonrió, ladeando la cabeza de un lado a otro, pero no me creyó, como tampoco le creyó a que ahora soy un aerosol interestelar que por fin aprendió a levitar. CORNEJO LOBO Perú

103 de un exorcismo. La señora Marlene recorrió todos los ambientes, se santiguó y echó agua bendita en todas las paredes, puertas y ventanas. Escuché que hablaba con mamá a media voz, le sugirió que tomara las cosas con calma, que eran cosas de adolescentes; sin embargo, había notado la poca luminosidad de mi aura.

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105 uponiendo que nada de lo que nos ocurre está cifrado de antemano, sería pretencioso imaginar que ellos romperían esa lógica; más, tratándose de personas “normales”. Pero, ¿qué puede tener de “anormal” que una poeta de treinta y dos años, y un detective de cuarenta, viajen en un tren que se dirije al puerto del El Avre? Expresado de ese modo, ¿quién sabe? Quizás, como dato relevante, podríamos consignar que él viene de fracasar en su segundo matrimonio. Ella, de ninguno no quiso comprobar esa posibilidad… me refiero a la del fracaso . De todas maneras, las actividades de ambos sí tienen un punto en común: experimentar momentos de profunda soledad; lapsos de tiempo, o de inconsciencia, que…“¿Será cierto que si no somos conscientes del tiempo, este deja de pasar?” piensa él, y mirá su reloj que no funciona; un viejo Patek Phillipe Calatrava, obsequio de Leonora Gattazzi célebre estafadora siciliana , a cambio de olvidarse de su paradero. Él piensa en Leonora. Ella mira el ramaje de los árboles llenos de hojas y flores que se desperezan con la llegada del prin temps, menos su corazón atrapado en el nido de serpientes del pasado que… “Será cierto que si fuéramos capaces de olvidar el pasado, este dejaría de existir”, piensa, y mira de nuevo por la ventanilla cómo todo, absolutamente todo, se fuga hacia el pasado; hacia lo que ya no es “¿Entonces, para qué fue?”. Pero con solo cerciorarse de ese influjo no le alcanza; por más que la realidad exagere sus gestos presuntuosos sobre los datos enigmáticos de todo cuanto le rodea. También ella mira algo que no existe. Incluso, la hipnótica influencia que ejercen las estaciones abandonadas, como forma de atraer la madrugada hasta sus huesos, y que siempre confunde con su corazón. No hay nada allí; ni siquiera un reloj detenido, con la esfera craquelé, descascarándose; ni la herrumbre de la nostalgia concurriendo con su danza de mariposa pisoteada; ni el polvo vegetando sobre la humedad

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106 como un amante muerto; ni un pedazo de pan desnudo, envuelto en viento; nada. Allí a lo sumo pasan las noches los inmigrantes abrazando su insoportable desolación. Los mismos que fueron adquiriendo el oficio de polizones en un sistema que siempre les arrebató el derecho a ser felices. Aparte de eso, ella también ha notado en los ojos de los guardas algo indescifrable cuando el tren pasa frente a aquel abandono. “Allí bajaba yo y saludaba al jefe de estación: ¡Salut, Ricard!, y el viejo me sonreía…”, escuchó decir a un guarda, cierta vez. Él y Ricard habían combatido juntos en Argél, obedeciendo a un capitán absurdo, que afirmaba que solo se podía ser caballero con otro ser humano, jamás con los animales. Y toda la tropa fue amoldando su cerebro a esa incomprensible idea. Quizás por una enigmática ley de reciprocidad, “aquellos animales” terminaron robando y asesinando a Ricard, muchos años después.El tren atraviesa un pueblo de casas bajas. Se desplaza sobre un largo puente de hierro negro. Ella se despierta momentáneamente, extrae de la cartera su diario y escribe de manera obsesiva. Vuelve a poner el diario en la cartera y trata de leer un periódico que encuentra a su lado. No quería que aquello terminara así. Entonces siente que se desprende de algo más que de palabras, y lo deja marcharse, mirando la mudez de otra espalda gris, igual a esas con las que se suelen disfrazar los espejismos; por eso todo ese tren a Normandía es un largo espejismo que se va con ella, no existe otra razón. Ha notado que algunos pasajeros miran hacia afuera cuando en realidad están mirando hacia adentro, (de ellos mismos). Otros van leyendo el diario, escondiendo su propia realidad en esa otra realidad que construyen y destruyen las noticias. También está el muchacho que mira hacia todos los lados como un faro roto, el indisimulable polizón que aguarda al guarda, (¿negándolo de esa manera?). Él está como quien espera un monstruo, un

107 dragón, o al copropietario de su indefinida identidad. El olor salobre de la costa por fin llega, pero sus ojos no alcanzan aún a divisar el Ahoramar.eldetective se sienta frente a ella. Inmediatamente los dos tejen con sus miradas el futuro. Lo hacen obedeciendo un argumento que ninguno imaginó. Lo hacen, porque a veces los actos deciden por sí mismos, sin preocuparse por las consecuencias. El sorpresivo magnetismo los vulnera y prefieren desviar la vista al unísono por la ventanilla: una casa adorable los hipnotiza unos segundos. Los dos visualizan su vida allí: dos hijos, dice ella en su mente; tres responde él en la suya. De pronto, los cinco niños y niñas, se juntan y miran expectantes a sus padres. Ella cierra los ojos para esconderse en otra galaxia; se siente ridícula. Él le observa los párpados, los atraviesa y le ve los ojos. “Son de seda” dice en su murmullo de investigador de cosas invisibles. Ella lo alcanza a oír y piensa, “no, no cedas”. El periódico cae y un político opositor queda mirándolos desde el piso. En la foto, a la par del fulano, se alcanza a ver el rostro de Leonora Gattazzi. Él los levanta al periódico, al político y a la Gattazzi , y los quiere colocar de nuevo en el asiento. Al hacerlo, él roza con su mano el brazo distendido de ella. Pero ella se hace la desentendida. Él lo sabe… “la entiendo”, piensa. “No entiende” dice una voz; es el guarda del tren discutiendo con el inmigrante, que amenaza con arrojarse si no le permiten viajar gratis. Él se sorprende por la coincidencia y sonríe. “Ustedes son como pájaros negros que atraviesan el humo”, vocifera el guarda. Enseguida, él se incomoda: la pistola que porta en la cintura le recuerda que no tiene razones para sonreír. El guarda y el polizón intercambian palabras acaloradas. Uno, en un repugnante francés, el otro en un francés repugnante. Ella continúa con los ojos cerrados. Él aprovecha, se estira un poco y se acomoda. Ella parpadea y alcanza a verlo mejor. Ella se inquieta; no por sí misma, sino

108 por él. “Escuchen” les dice a sus hijos en la casa que tienen a la par de las vías y que los dos acaban de ver “su padre es policía”. Los niños, sorprendidos, se miran entre sí y luego exhiben una gran sonrisa . “¿En serio, mamá?”. “Sí; pero un policía secreto. Nadie debe saberlo. ¿Entendido?. Por supuesto”. responde entusiasmado el mayor . “¿Y tiene una pistola?” pregunta la menor . “S+i, y con ella persigue a los malos” le aclara ella , “solo a los malos. ¿Y quiénes son los verdaderos malos?” . Mamá tiene el periódico en la mano. “¡Estos!” les dice, señalando la foto del opositor junto a Leonora Gattazzi; quienes a esta altura no saben cómo salir de aquella foto, de ese diario, ni de este cuento. El tren comienza a disminuir la velocidad, (cosa imposible, como después se verá). El polizón, después de haber forcejeado un rato con el guardia, lo termina despidiendo fuera del tren antes de llegar a la estación, pero nadie lo advierte. El viejo alcanza a decir, mientras se desbarranca: “Ricard…Los animales…”. El muchacho siente el estupor de lo que acaba de hacer. Vuelve a observar a la gente, pero nadie reacciona. Ella abre los ojos. Él ya no está. ¿Existió alguna vez? Él, en la puerta del vagón, mira el piso gris del andén que comienza a sucederse más allá de la punta de sus zapatos. La velocidad uniforma el piso gris que transcurre de manera indiscriminada, “¿yéndose al pasado?”. También hay rostros sumergidos en esa irrealidad que los suaviza, antes de desaparecer. El inmigrante no quiso hacer lo que hizo, ¿hace cuánto que no hace lo que quiere? Cuando el detective llegue, sus tres hijos le preguntarán: ¿Y mamá? él les dirá , tenía que seguir hasta El Avre, vendrá mañana . Los tres niños se quedarán desilusionados; cargando el fardo de una tristeza que ha empezado a dejar de ser transparente. Ellos pensaban que sus padres llegarían juntos en aquel tren. El guarda y su esposa son abuelos. Ella siempre les trae regalos de París. Hoy tendrán que esperar. El papá los mira con los ojos cerrados,

109 ¿para siempre?. Los abre; aún no ha descendido. Se arrepiente. Gira para volver al asiento donde ella estaba, pero cuando lo hace se la encuentra de frente. “¿Va a bajar en esta estación?” le pregunta él, nerviosamente, mientras sigue obstruyendo la salida . “Si se corre de la puerta, tal vez pueda” le responde ella con una sonrisa que solo existe de la piel hacia fuera. El tren se detiene, (solemos decirlo así, alegremente, sin percatarnos que no es un ser vivo, que siempre hay alguien que le obliga a hacerlo). Él se hace a un lado para dejar pasar un tumulto de gente. Aun los que no bajaban allí, impulsados por el morbo y ávidos de escenas para llevarse en el móvil, presionan con desesperación para averiguar qué ha sucedido. “¡Gracias!” le dice ella, desciende y empieza a caminar por el andén. Él la mira irse. No sabe qué pensar. No sabe qué le va a decir a sus tres hijos. Ella se vuelve para mirarlo (¿por última vez?), y él lo nota. Camina presuroso eludiendo el alboroto de gente, policías, y bomberos. Ella vuelve a caminar como si supiera a dónde va, o como si en realidad dos hijos la esperaran. Un pájaro negro atraviesa el humo; un rostro indescifrable lo mira momentáneamente; y un perfume diferente pero conocido se cuela y nos retrotrae a un episodio de la infancia…. “Todos somos nubes de vapor” dice el maquinista, que ha dejado la locomotora para allegarse hasta el lugar donde se arremolinan los curiosos. Él la toma suavemente. Ella se deja; lo rodea con su brazo izquierdo por la cintura, y descubre el arma. “ Perdón” se disculpa él, y se cambia la pistola de lugar . “Prefiero que no se las muestres” dice ella, con una confianza que la sorprende . “No hay problema” le responde él . “Aparte, hoy iba a ser el último día que la usara, así que…” Ella lo mira con intensidad. Él le corresponde la mirada, después, el beso que ella inicia. Abrazados, ella le dice que ya no quiere ir al mar; que no quiere llegar al espigón y esperar, entre dos latidos, dejar atrás todo y

convertirse en su propio pasado. Él la abraza más fuerte, solloza. El tren está exánime, él arroja a las vías la Walther; la ve caer como una flor negra sobre un sepulcro. ¨Es difícil imaginar semejante comparación… Salvo que se sea policía”, piensa ella. “Yo ahora tampoco lo quiero hacer” proclama él con total seguridad, en una mezcla de tristeza y alegría que no sabe separar, y que termina convirtiéndose en una especie de resignación, que ella y los cinco niños aprueban con alegría. Todos se alejan caminando por el andén. Ella le habla de los hijos, él de la casa al lado de las vias. Se rien a carcajadas. La esposa del guarda solloza aprisionando un kepi; a la del polizón le aprisionan el cuello; y Leonora Gattazzi recibe las llaves de la habitación del político opositor. El traidor se va feliz con un Patek Phillipe Calatrava falso , y todo recomienza; todo, menos el viaje de un tren a Normandía.

HERNÁN SÁNCHEZ BARROS Argentina

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E

112 l mensaje era claro y contundente. Debía esperar afuera del salón de convenciones de aquel hotel sin mezclarme con la gente que entraba y salía del mismo hasta que alguien hiciera contacto conmigo. Claramente el mensaje no era para mí, de otra manera habría sabido de qué hablaba. De todas formas fui a ver qué era todo eso impulsado por la curiosidad, porque no encontré nada interesante para ver en los setenta y cuatro servicios de streaming, porque era fin de semana y porque el suicidio podía esperar una noche más. Los que entraban y salían del salón llevaban un sombrero de forma extraña: era marrón y con unas antenas raras que parecían cuernos, o cualquier cosa poco seria para ser usada por una persona adulta. Lo que reforzaba la idea de que el mensaje no era para mí, ya que nunca me expondría de esa manera ante el ridículo. Faltaba muy poco para que me decidiera a irme cuando alguien me tocó el hombro izquierdo y de inmediato me giré hacia la derecha.Québueno que pudiste venir dijo un hombre no muy alto, de pelo negro, espeso corto y un bigote falso pegado sobre su cara hablando en una mezcla de español aprendido a base de telenovelas centroamericanas con una fuerte tonada alemana.¿Nos conocemos? ¿La invitación era para mí? ¿Qué hace esa gente ahí? ¿Cuál es el sentido de la vida? ¿Por qué da vueltas la rueda? ¿Por qué el cielo es azul? ¿Por qué vuelan los pájaros? lo bombardeé con preguntas que recibió con una amplia sonrisa que usó para ignorarlas. Cuando las puertas estén por cerrarse dijo , corremos y nos colamos en el salón. ¿Para qué? Para fastidiarlos, como la última vez respondió.

113 Claro dije , como la última vez me gustaría saber de qué estaba hablando pero se concentró tanto en la puerta del salón de convenciones que nada de lo que hice logró distraerlo.Mesenté

en el suelo de baldosas sucias a esperar a que fuera el momento, o que sucediera cualquier otra cosa. Pero no fue hasta que no estuve a punto de quedarme dormido que no sentí un empujón seguido de un perentorio ¡Vamos! ¡Ya! que no me puse a correr.

dijo sonriendo ampliamente . Cada vez que nos encontramos olvido lo de tu memoria. Lo cual es un poco irónico porque tú olvidas casi todo, como si fuera un sueño y no la Bueno.realidad.Temoriste hace unos cien años. Eso es real. Yo no me morí. Fue mi hermano. ¿Qué hermano? Me miró con fastidio pero algo lo hizo recapacitar, tal vez el estado de mi memoria, el cual también yo desconocía. Mi hermano gemelo fue el que murió en 1923. Y como todos los hermanos gemelos del mundo saben, cuando uno de

La puerta con cierre automatizado casi me arranca un pie pero logramos escabullirnos en la oscuridad del fondo del salón y sentarnos en dos de los múltiples asientos vacíos de las últimasAfilas.decir verdad no eran muchas personas. El haber pasado horas viéndolos ir y venir me hizo pensar que serían muchos más, pero a lo sumo serían treinta personas con sus raros sombreros, nuevos algunos, un poco más viejos otros. Sobre una pantalla blanca se proyectaba un anuncio en el que se leía: “87° Reunión Anual de la Sociedad Samseana Unificada”. Eso me dio una pista y volví a mirar a mi acompañante.¿Franz?Bienvenido

¿Leíste¿Cómo?

El retrato de Dorian Grey? Sí, cuando tenía doce años, como todos. Cuando tú tenías doce años Oscar Wilde todavía no había nacido. Pero te encargaste de contarle tu historia cuando lo conociste un poco después. Y él hizo que creyéramos que se trataba de un cuadro lo que te hacía inmortal me miró a los ojos por un largo instante antes de continuar . Pero los dos sabemos la

Sí,¿Tuveverdad.unhermano?algunavez.Nunca

114 los dos muere, el otro se vuelve inmortal. Al menos por un tiempo.

me contaste qué le pasó, ni cuándo. Luego comenzaron tus problemas de memoria explicó y señaló mi cabeza . Nos encontramos el día en que mi propio hermano acababa de morir, pero todos creían que había sido yo. Y luego sucedió esto señaló hacia el frente del salón. Mirándolos allí dentro y con ese cartel de fondo, los sombreros adquirían otro sentido, otro motivo para ser. Pero eso no los volvía menos ridículos. ¿Quiénes son? Nadie importante. Unos aburridos que tomaron mi libro como si se tratara de un libro sagrado, la Torá, la Biblia, el Avesta, el Señor de los Anillos o alguno similar. Se juntan a interpretarlo, analizan palabra por palabra, como si fuera necesaria una exégesis semejante. Luego publican unos boletines con sus conclusiones en este punto de la explicación Franz movió la cabeza en un gesto de aceptación, o al menos no de completa negación . Los primeros eran interesantes y divertidos, con los años comenzaron a repetirse y aburrirme. Claro… Por eso quiero destruirlos concluyó apretando los

115 puños conClarofuerza.repetí para decir algo . ¿Pero cómo? Para esta convención estudié ventrilocuismo y proyección de la voz. Va a ser muy divertido. Voy a volverlos locos.

Lo miré a los ojos y supe que no mentía. Llevaba más años de los que creía recordar coqueteando con la idea del suicidio, pero, por alguna razón, ya no me parecía una opción tan interesante.Comencemos dijo sonándose los dedos de la mano . Esta novelita está muy mal escrita. Su voz sonó a la derecha del salón; todos los samseanos se giraron en esa dirección como si de un único cuerpo se tratara exclamaron:¡Blasfemo! antes de lanzarse sobre uno de los incautos allí Anatemasentados.para el infiel gritó el que dirigía la reunión. Sentado a mi lado, Kafka no dejaba de reír a carcajadas. El sudor, los nervios y el miedo hacían que me pregunte si aguantaría los siguientes veinte minutos.

JOSÉ A.GARCÍA Argentina Página WEB www.proyectoazucar.com.ar Ilustración: MISHA VYRTSEV

la mesa del centro hay una bomba casera. Así que consultó su reloj , tenemos veinticinco minutos y treinta y siete segundos para divertirnos con ellos.

Sí, muy Además,divertido.debajode

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117 n hombre pegado al pasado, así era Remigio, hasta su nombre era antiguo y fuera de uso, sus padres lo habían signado desde el inicio. Él, lo llevaba como una carga y que solo por el inmenso amor que había tenido por ellos, lo perdonaba. El tiempo, igual había pasado y él ya no era un chico, era un hombre grande, que estaba solo y soñaba con un pasado que había sido mejor. Pero sabía que solo era un juego, una tramoya que le hacía el tiempo; le proponía creer que todo lo vivido en la juventud había sido maravilloso, inigualable, indescriptible. De tanto jugar ese juego un día terminó por aceptarlo, por tomarlo por cierto y creer en aquellas lejanas aventuras, que solo habían sido esbozos de éxitos envidiables, o simplemente engaños, como los oasis del desierto. Perdía el tiempo que ya no tenía, recordando y confundiendo hechos y fantasías, o personas y fantasmas. En el momento de vivir, había dejado pasar muchas oportunidades, por mirar hacia adentro o hacia atrás y ya era tarde.

Una mañana salió temprano de su casa y camino hacia el centro; ya estaba cansado, las cuatro horas de sueño de la noche, lo dejaban peor que antes de acostarse. No dormía bien, o mejor dicho casi nada y cada día se sentía peor, estaba enfermo. En estas cavilaciones se encontró de pronto en la puerta del bar, donde desayunaba algunas veces en la semana; no dudó en entrar, anduvo un corto trecho hasta la mesa habitual y vio en ella sentada a una mujer. Extraño le pareció, ese lugar siempre estaba desocupado, pero sobre todo porque una mujer sola, no elegiría ese bar viejo y destartalado. Se detuvo frente a ella y quedó deslumbrado por su belleza, era una mujer mayor, tendría su edad, pero las facciones perfectas, aún permanecían detrás de sus dignas arrugas. Bien vestida, no como las chicas, sino como debía ser, propio de una mujer de su edad. U

Buenos días señora saludó amablemente, con su habitual sonrisa gardeliana. La mujer levantó la cabeza y los ojos profundamente oscuros lo atravesaron y también con un gesto de amabilidad, respondió a su saludo

No me puede molestar semejante elogio respondió la mujer manteniendo su sonrisa Pero, ¿por qué no toma asiento? esta es su mesa y la silla que tiene delante, es la que usa siempre. Remigio, asombrado y hasta sonrojado, corrió suavemente la silla y tomó asiento, quedaron entonces frente a frente y por unos instantes, mirada a mirada se conocieron, era algo extraño, un rayo helado lo atravesó de pies a cabeza. Esa mujer lo conocía, lo sentía muy adentro, pero estaba seguro, al mismo tiempo, que nunca la había visto. ¿Puede ser que nos conozcamos de algún otro lado? Dijo él abrumado Soy Remigio López, marinero y pescador Tendiéndole su dura mano. La mujer le tomó la mano al tiempo que le decía su nombre: Elisa. Por unos instantes mientras le sostuvo la mano, varias imágenes estallaron en su mente y el rostro de Elisa estaba en ellas. En momentos de un pasado muy lejano, tanto que no parecía el suyo. Brillaba en ellos su sonrisa, y sus ojos, ocupaban los espacios desconocidos. Cuando ella soltó su mano, Remigio volvió a la realidad, pero sabiendo que algo extraño pasaba. Entonces escuchó la voz de la mujer que Marinerodecía:y pescador, que bella forma de presentarse Remigio, me hubiese gustado ser marinero. Un marinero como usted, con mucho mar recorrido y cubierto de sencillez y honestidad. Aunque fueron solo sueños, yo tampoco pude ser otra cosa que lo que soy. Yo revivo mi pasado a diario y nunca usted apareció en

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Nunca la vi por aquí dijo emocionado Remigio y me quedé sorprendido por su belleza, disculpé mi osadía al decirlo, pero su imagen ha rescatado en mi toda la audacia olvidada.

Por Dios, no se angustie, yo vengo de un lugar muy distante y muy lejano, no puede recordarme ¿Acaso es Ud. de otra vida? Porque siempre sospeché que en algún momento he sido otro, que he tenido otro aspecto, otra fortuna y no este pobre tipo, olvidado del mundo Bajó la cabeza y buscó su mano con la suya, ella se la apretó suavemente.Remigio, siempre fuiste marinero y pescador, en este y en otros tiempos. El destino lo ha querido así y eso no es para cualquiera, has sido un elegido y lo has llevado con sacrificio y dignidad. Pero ha llegado el tiempo de volver, el tiempo del descanso, el del final. Por eso vine, a buscarte. ROLANDO JOSÉ DI LORENZO Argentina Facebook: https://www.facebook.com/rolandojose.dilorenzo

119 mis recuerdos, pero ahora sé que la conozco, estuvo allí hace mucho y me angustia decirle que no sé cuándo Los ojos del hombre brillaban de emoción y su labio inferior mostraba un imperceptible temblor.

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Para tener una idea de los encantos de la joven Carlota, como mayormente se le conoció, tenía “Boca pequeña y graciosa, labios frescos y encarnados, dentadura blanca y menuda, pecho levantado…”

121 aría Carlota Amalia Augusta Victoria Clementina Leopoldina de Sajonia Coburgo y Orleáns Borbón Dos Sicilias y de Habsburgo

Lorena, nació en el castillo de Laeken, cerca de Bruselas, Bélgica, el 7 de junio de 1840, hija del Rey Leopoldo I y de la Reina Luisa María de Orleáns.

La bella princesa de Bélgica a los diecisiete años se casó el 27 de julio de 1857 con el archiduque de Austria, Maximiliano de Habsburgo, y por ende, archiduquesa. Este nació en el palacio de Schönbrunn, en Viena, el 6 de julio de 1832.

Ese Maximiliano era todo un calculador; de la riqueza de ella y de la familia. De lo que sí estaba conciente era de su propia falta de inteligencia, además de ser un perfecto ególatra. Antes de casarse con Carlotita dijo el muy canalla: “Ella es bajita y yo soy alto, como debe ser. Ella es morena clara y yo soy rubio, un buen detalle también. Ella es muy inteligente, lo que no deja de ser un fastidio, pero sin duda saldré airoso”.

Contrariamente, al tiempo de casados la romántica morenaza recordaba: “¡Oh!, cuando llegaste a Bruselas, con tu uniforme blanco de almirante de la flota austriaca… en tus ojos aleteaban las violetas azules que crecen en las faldas de los Alpes de Tirol”. La pareja gobernó las provincias de Lombardía y Venecia, pero después aceptaron el trono de México; ofrecimiento que les hicieran un grupo de conservadores mexicanos opuestos al régimen del presidente Benito Juárez, M

Muchas noches Carlota se deslizó entre los taciturnos pasillos del palacio, pero fue en vano, pues el austriaco ya había metido cerrojo perpetuo a su aposento. ¡La puerta de él cerrada y la de ella con cerrojo abierto! El emperadorcillo solía dormir a pierna suelta, mientras en otra alcoba, la convulsa y apiñonada piel de la insomne dama recibió cientos de veces los rayos de la alborada. De la emperatriz Carlota se murmuraba en los corrillos de palacio que tenía matriz infantil. De Maximiliano se decía que era impotente; que padecía de sífilis adquirida en uno de sus viajes a Brasil; que no llevaba vida íntima con ella porque

122 según ellos para solucionar la inestabilidad política del país, confabulados con Napoleón III, quien se fijó en el moldeable Maximiliano para que fuera Emperador del Segundo Imperio Mexicano.El10 de abril de 1864, la elegante pareja fue coronada en la hoy Catedral Metropolitana de la ciudad de México. Al avanzar del brazo de su esposo rumbo al altar, el silencio del templo dejaba escuchar el erótico fru fru de sus íntimos azules tules.

Los emperadores ocuparon como residencia el majestuoso Castillo de Chapultepec. El pedante Maximiliano era indeciso en sus responsabilidades políticas; Carlotita era la que daba la cara, la que “llevaba la chiva al agua”. Aparte de ello, desde el inicio del matrimonio el emperador se mostró falto de responsabilidad alcobatoria. En el castillo dormían en camas separadas, cada cual en su propia recámara según la costumbre y, se estilaba en esa época que en las noches, sobre todo las de plenilunio, el esposo llamaba a la puerta de la esposa y viceversa. Pero ¡oh!, el desaprovechado vienés dejó de sonar la aldaba.

Tales negativas afectaron gravemente la salud de la emperatriz y empezó a dar muestras de desequilibrio mental, y temiendo que alguien la envenenara bebía del agua de las fuentes públicas. Se tranquilizaba y volvía su trastorno. También se afirmaba que el origen de su mal fue debido a que, ante la incapacidad de embarazarse acudió a una curandera mexicana que le dio a comer el hongo “teyhuinti”, causante de locura pasajera, y decidió permanecer una temporada en Europa bajo tratamiento médico. Mientras tanto en México, el 19 de junio de 1867, bajo el mando del presidente Juárez fue fusilado el emperador Maximiliano junto a sus generales Miguel Miramón y Tomás Mejía, allá en el Cerro de las Campanas, en Querétaro. Hasta los siete meses, 14 de enero de 1868, Carlota se enteró de lo acontecido a su esposo al ver que sus restos habían sido trasladados a Europa.

Este imperio empezaba a dar algunos frutos, pero en 1866 Francia retiró de México sus tropas debido a la inminente guerra con Prusia. Ante tan crítica situación, el tembloroso emperador le dijo a su esposa: “Meine Frau, Ware es klug, um den Thron zu verzichten”. A lo que la calzonuda Carlotita le replicó: “Nein, mein Mann, nicht aufgeben den Thron”, es decir, “No, esposo mío, no abandonaremos el trono”. Carlota se embarcó en la fragata austriaca “Novara” rumbo a Europa a solicitar apoyo pero se le negó, inclusive pidió ayuda al Papa Pío IX en Roma, mas este le respondió con vagas promesas.

123 desde que llegó a México se había vuelto loco por las mujeres mexicanas. También se escuchaba que el Max era gallo gallina desde que lo parieron en el palacio de Schönbrunn. El caso es que nunca procrearon ningún hijo.

Para ese momento, Tlecóatl, primogénito de la aún sensual ex emperatriz tenía ya un mes de nacido; el mismo nombre del apuesto aborigen azteca que laboraba de repartidor en la pastelería situada en la falda del cerro donde estaba enclavado el Castillo de Chapultepec, la residencia imperial. Se me olvidaba comentar, que a Maximiliano le encantaba realizar largos viajes, pero nunca llevaba a su esposa.

La otrora princesa de Bélgica se recuperó de su mal pero fue desheredada, mas eso de la aristocracia ya no le interesaba, únicamente le importaba cuidar de ese hijo “tez de obsidiana y ojos de esmeraldas”, como reiteradamente lo expresó en sus cartas, actualmente exhibidas en el “Musée de la Ville” en Bruselas, Bélgica.

SERGIO ÁVILA R. México

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126 as crisis que agobian a la humanidad entera se reunieron en un foro especial celebrado en las cavernas Veryovkina, a más de dos kilómetros de profundidad en las montañas del Cáucaso ubicadas en Georgia, para analizar el desempeño colectivo entre el 2020 y el 2021. Las primeras crisis en tomar la palabra expusieron un recuento favorable por las múltiples erosiones causadas en individuos, empresas tan poderosas como países y países tan débiles como individuos tras la eclosión de un virus de exagerada mutabilidad e inmortalidad aparente.

Privilegiaban a un transformista capaz de superar las diversas vacunas que pretendieron eliminarlo, aunque solo dejaran tras de sí victorias aparentes. En año y medio fue declarado endémico ante la impotencia de la industria farmacéutica para crear fórmulas que pudieran exterminarlo. Los organismos responsables de la salud pública se confirmaron incapaces de obtener antídotos que pudieran aplicarse en los menores de dieciocho años con la prontitud necesaria. Los gobernantes se vieron obligados a reanudar las actividades públicas en espera de la inmunidad de rebaño. La población hastiada de los meses de encierro y restricciones emprendió festejos que pronto incrementaron los contagios incluso entre los ya vacunados.

L

Las ponencias fueron leídas entre aplausos hasta que llegó el turno de Crisis Moral, una participante que solía exceder las atribuciones reglamentarias, pues en vez de provocar el desaliento de manera consistente solía otorgarse facultades para juzgar el desempeño de las diversas instancias inscritas en la Asociación de crisis polivalentes para el deterioro humano (Acripodehum). Su mera presencia fue recibida con abucheos, pues desde los tiempos del diluvio había manifestado su pesadumbre, por considerar que destruir a la mayor parte de los seres vivos constituía un castigo terrible y una lección

Crisis Moral alzó la mirada ante algunos abucheos. Por un momento pareció abandonar el podio. Su voz la contradijo al manifestar con firmeza. Cierto es que la endemia y el desaliento provocado por muchas de las crisis que hoy escuchan mis palabras son entidades poderosas. Tanto que podrían matarnos sin

127 innecesaria. A nadie agradaban las opiniones que contrariaban las disposiciones generales dictadas por el organismo colegiado y Crisis Moral solía hacerlo, pero sus peores enemigos siempre encontraron difícil expulsarla, incluso en los días de Sodoma y Gomorra o durante las guerras mundiales y otras campañas de exterminio, pues el tema dejado bajo su control nunca necesitó demasiados estímulos para provocar desaliento en cualquier ámbito o persona. Crisis Moral obtenía las mejores calificaciones y destacaba entre sus pares. Era repentina e impredecible. Sus congéneres temían que, entre todas, fuera la única, porque desataba crisis emocionales, financieras, sicológicas, laborales, educativas, epilépticas o de cualquier otra índole. Podía ser generalizada o focal como una aguja punzante en un punto específico de sus víctimas o sus compañeras de oficio. Sembrar dudas le resultaba natural y por donde iba solía crecer el dolor incluso a partir de reflexiones diminutas y apariencia inofensiva. En diversas ocasiones se había demeritado su mera existencia por considerar innecesario contar con una crisis tan dada a la compasión y a criticar el trabajo de sus colegas que la oían conLoshartazgo.seres

humanos parecían encaminarse al colapso procedente de la irracionalidad colectiva, el descontrol de los natalicios y los incontables abusos cometidos en contra de la naturaleza, sobre todo a partir de la Revolución Industrial surgida en los años finales del Siglo XVIII.

128 imaginarlo siquiera. Las participantes apenas rozaron el sentido de lo dicho por la ponente.Lasconmino a recordar que existimos para evitar que los hombres sueñen ser dioses. Nuestra misión consiste en mantenerlos dentro de los sueños alcanzables y la cordura de cualquier criatura mortal, aunque cierto es que las razones fundamentales terminaron extraviadas en un hálito de maldad generalizada.

las profundidades de la caverna resonó la voz siempre inestable de Crisis Nuclear: Podremos reanudar nuestras actividades en cualquier parte del universo donde quiera que haya seres inteligentes afirmó proteica en el mismo instante que un conflicto de credibilidad la invadía para dejarla sin argumentos. Crisis Cultural intervino para complementar lo dicho por su compañera:Yolodudo.

Por eso hoy convoco a todas ustedes para que revisen sus conceptos y reconsideren si desean morir junto con la especie humana. El recinto se adentró en las profundidades del abismo cuando las crisis reflexionaron sobre lo dicho y las sombras intercambiaron posiciones y murmullos hasta extender el silencio. Regocijarnos por un colapso generalizado involucra extinguirnos. Ninguna de nosotras podrá subsistir sin los humanos.Desde

No llegaremos a otros mundos con solo imaginarlo. Hasta hoy nuestro recorrido más largo fue compartido con astronautas hayan vuelto o no. Y de emprender el supuesto viaje interestelar que sugiere nuestra amiga

Crisis Espiritual fue la primera en notar cómo Crisis Depresiva asumía el control de sus congéneres. Una a una, padecieron los efectos que durante tantos años habían alimentado; se derrumbaron ante la incertidumbre, el dolor, la melancolía, el pánico y el rumor de una enfermedad desconocida para ellas. Cuentan algunas sobrevivientes que sufrieron los achaques causados por un virus transmitido por Crisis Moral durante una reunión celebrada en alguna caverna europea. Sorprendidas, aún intentan recuperarse, pero el resurgimiento luce imposible, conforme descubren entre ellas mutaciones que nunca imaginaron. Vicisitudes destinadas a recordarles que son tan perecederas como los padecimientos y anhelos divinos de los hombres extraviados en la inmensidad del universo.

JOSÉ LUIS VELARDE México

En aquellos seres el sacerdote encontró la inutilidad del ministerio de bondad que predicaba, pues al ser luz carecían de pecados en espera de redención. Eran puros por naturaleza y elección propia. Aquella historia ocurrió en Marte y nosotros no tenemos forma de viajar, aunque nos pese, sin los seres humanos. Nunca supimos de entidades semejantes a nosotros que no fueran narradas en novelas o ensayos de origen terrestre.

Página WEB: Literatura Virtual

129 radioactiva, las invito a reflexionar sobre las características de los destinatarios. ¿Si los seres humanos respiran oxígeno ya pensaron cómo podría manifestarse la vida en otros mundos?

Tomen distancia de la química del carbono, olviden las formas humanoides. Imaginen globos de fuego como los descubiertos por el padre Peregrine narrado por Ray Bradbury.

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131 artita, ese Mad es muy responsable. Para salir siempre antes de las siete, debería despertarse a las cinco de la mañana. Y él lo hace. No es como el Lidio, que duerme hasta las diez.

Bienvenido sea usted, señor Mad, y por favor recuerde que no aceptamos por ningún motivo fiestas de noche y, peor aún, de madrugada.Descuide,doña Martha, soy una persona que no le gusta tomar. Y, la verdad, prefiero ver películas y leer libros. Aquello era cierto. Practicaba el hábito de la lectura los fines de semana y, por las noches, cuando regresaba del trabajo, le gustaba ver series o películas de las plataformas de streaming. Sin embargo, la causa de aquella virtud se debía a una enfermedad mental que sufría y que, tan bien la tenía escondida, era azuzada por ciertas creencias esotéricas en religiones ocultas sobre demonios o diablos.

M

Aquello le decía don Libio a su señora, al ver al inquilino con una camisa azul, un jean añil, unos zapatos de cuero marrones y lustrosos, y su respectivo casco blanco. A lo que doña Martha respondía: Sí, es cierto. Paga puntualmente la mensualidad del alquiler. Ojalá le asciendan en el trabajo, se lo merece. En una época en que los extranjeros estaban mal vistos por el incremento de la criminalidad y la crisis económica, la familia de la señora Martha no sabía a ciencia cierta quién era el ecuatoriano Mad, aquel inquilino que dijo que era ingeniero agrónomo de la Universidad de Quito, trabajaría en áreas verdes del gobierno regional y que tenía una enamorada que lo visitaría cada fin de mes. ¿Supongo que tendrá todos los papeles en regla, señor Mad? le preguntó doña Martha, la dueña de la casa, justo antes de entregarle las llaves. Sí, doña Martha, los tengo en regla.

A un mes de la partida de la pareja de Mad, que coincidió con el abandono de su tratamiento médico, la tragedia ocurriría en las primeras horas de un domingo. El sábado el

A la mañana siguiente la mujer de Mad salió a las cuatro de la mañana cargando su maletín y una bolsa de viaje, lanzando un terrible portazo que despertó a los dueños, pero no a su hijo dormilón Cuando don Libio fue a ver quién había sido, encontró al joven Mad arrodillado delante de la puerta, llorando, y al preguntarle si estaba bien, el inquilino respondió: Se ha ido, se ha ido para siempre… Y al soltar aquellas palabras lacrimógenas, como dándose cuenta del espectáculo que ofrecía, sintió vergüenza, se secó las lágrimas con rapidez, se puso de pie y, al ver al señor Libio absorto sin saber qué comentar, dijo: No se preocupe, don Libio, son asuntos sin importancia y no se le deben prestar mayor atención. Mil disculpas por la incomodidad.

132 Tales prácticas, como dominar la visión del Tercer Ojo y rendir tributo a Satán, los llevaba a cabo cuando la familia de doña Martha se iba de paseo, ya que aquellos viajes de asueto demoraban entre uno o un par de días al mes. Él los practicaba cantando himnos heréticos de brujería, descuartizando animales que compraba en los mercados, invocando a los espíritus del más allá, lacerándose la piel y otras sesiones maquiavélicas. Por su parte, la familia nunca se enteró por completo de aquel macabro asunto.

La pareja de Mad solo venía cada fin de mes durante el primer semestre; sin embargo, a partir del séptimo dejó de venir y después ya se la dejó de ver en la casa. La última noche que estuvo en el cuarto de Mad pareció escucharse un grito de susto y cuando Lidio fue a ver qué pasaba, dijo que estaba seguro de que la pareja discutía en voz baja, pero que no había podido oír las palabras que se decían.

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FRANCOIS VILLANUEVA PARAVICINO Perú

A las tres de la madrugada, la hora del diablo, Mad salió de su habitación con un machete y se dirigió de inmediato al piso donde vivía el hijo. Pudo forzar en total silencio la puerta de ingreso como un ladrón sigiloso, fue al dormitorio de Lidio, que estaba sin asegurar, ingresó y lo asfixió con la almohada hasta desmayarlo. Lo dejó inconsciente. Después, fue al primer piso donde los padres roncaban y, con destreza, forzó las puertas que lo separaban de sus objetivos. Al ingresar, de un certero machetazo cercenó la cabeza de don Libio; al reaccionar doña Martha, entredormida y borracha de sueño, con el rostro lleno de sangre, antes de gritar, fue la siguiente decapitada con un poderoso golpe. Llevó los tres cuerpos, uno a uno, a su habitación; y ahí procedió a oficiar su comunicación con el demonio, ofreciéndole el par de cadáveres y el corazón aún latiendo de un joven de dieciocho años; después, descuartizó a sus víctimas; y, al finalizar el ritual satánico, prendió fuego a toda la habitación, se cortó la yugular y murió desangrado achicharrándose con el fuego.

133 señor Libio se durmió a las once de la noche luego de ver la televisión, la señora Martha estuvo limpiando hasta poco más de la medianoche y después se acostó, y el hijo se quedó jugando videojuegos hasta la una y media de la madrugada para, a continuación, dormirse como un tronco.

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135 amá murió hoy, o quizás ayer, o quizás el día que ingresó al geriátrico o tantos quizás… Lo cierto es que hoy me vino la orfandad, entró a mi alma como una corriente de aire frío que entumeció mi mente, aceleró mi corazón, desprendió lágrimas de mis ojos. Me sumergí en los vericuetos de la memoria y logré encontrar algunas pistas… El teléfono sonaba sin pausa, estridente. Corrí a atenderlo con fastidio, sensación que me provoca que me llamen cuando estoy durmiendo, levanté el tubo y escuché la voz impersonal de la enfermera que me anunciaba que mi madre había entrado en coma. Colgué, me puse la primera prenda que encontré a mano, tomé la llave del auto y partí.

M

Cuando ingresé a la habitación la vi dormitando, más pálida que de costumbre. Me senté a su lado, engarcé mi mano entre sus dedos artríticos, duros y fríos y decidí darle la última alegría: me puse a cantarle canciones que ella siempre había tarareado: “Pero hay una melena”, “Mi madre querida”, “Welcome au cabaret” y así siguió la lista. Canté una, dos, tres horas, hasta que mis cuerdas vocales suplicaron silencio. Al día siguiente partí a dar clases y al regresar a casa, a ese rincón de Sierras Chicas, cuando el ómnibus pasó a la altura del geriátrico, me paré para bajar pero la razón me dictó: “prudencia, busca el auto y ve con él por si tienes que afrontar alguna emergencia”. Me senté, pero un desasosiego anudó mi pecho. Llegué a mi casa, entré y levanté el auricular del teléfono que sonaba. Una voz metálica me informó que mi madre había muerto.Salí de mi memoria, recorrí los años que habían pasado y me pregunté por qué hoy sentí su muerte tan cerca y la

136 respuesta quedó flotando en un torbellino de recuerdos, de sentires, de Mamácobijos.murióhoy. CLARA GONOROWSKY Argentina Blog: poesiadesdeelsentimiento.blogspot.com

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138 a arena del desierto de Sassán ocultaba muchas cosas: una víbora, esperando segar la vida del incauto; el cadáver de algún desdichado que no logró encontrar la salida; un tesoro oculto por ladrones o extraviado por mercaderes. De todos los tesoros que yacían bajo la arena, Malek, Visir del Sultán Al Yassir, fue a toparse con el más impresionante.

Aquella tarde viajaba con seis guardias de regreso a Sassán, después de haber concretado un trato con el rey de Maurya. El Visir no disfrutaba atravesar el desierto, el sol era implacable y ardía con mayor rigor desde el mediodía hasta la hora nona. En aquel momento, lo mejor era buscar un refugio, una sombra, para pasar el rato, no olvidando observar la posición del astro y retomar camino cuando la temperatura descendiera. Así lo hizo el grupo y cuando hubo que continuar, se encomendaron a Alah y partieron de nuevo. Fue uno de los guardias cuyos nombres no interesaban a Malek, salvo el de Nadir, comandante de la guardia y con quien tenía trato directo quien lo divisó. Era un oasis. Un depósito de agua a mitad del desierto, rodeado por un círculo de palmeras. A medida que se iban acercando se podía notar lo cristalino del agua, que yacía con tal pulcritud, como si fueran los primeros en descubrir aquel lugar (quizás lo eran). Malek pensó que sería buena ocasión para rellenar las botijas y refrescarse unos minutos antes de partir de nuevo. Se encontraba metiendo el recipiente al agua cuando esta comenzó a tornarse oscura y pegajosa cual brea. El Visir se asustó y dejó caer la botija. A su alrededor descubrió que sus guardias no se movían. El cielo se llenó de burbujas negras que flotaban. El agua se abrió, revelando unas escaleras justo a la mitad de aquel estanque.Probando que la curiosidad es una fuerza que afecta desde el más sencillo hasta el más acaudalado de los hombres, L

Humo negro salió de ella, lo rodeó, luego se escuchó un sonido, como al encenderse una llama, la cual creció formando una enorme ola de fuego que giraba alrededor; la cámara estaba cubierta de ellas, y tanto su ropa como su cabello estaban encendidos. Se observó la mano que llameaba, pero no sentía sufrimiento alguno. Malek se preguntaba por qué seguía con vida, cuando una voz retumbante cual el rugido del trueno clamó: “¡He de cumplir tus deseos! ¿Qué quieres? Habla.

Malek comenzó el descenso. Nadir y sus hombres habían dejado de moverse, congelados en el tiempo. Los escalones eran de roca y pese a su procedencia estaban secos, lo que le permitió al Visir apurar el paso. Al bajar el último escalón, tuvo frente a sí un largo pasillo iluminado por antorchas, una alfombra morada se extendía en el suelo, desde donde comenzaba la escalera hasta el final del pasillo. Caminó lento, poniendo cuidado en donde pisaba y mirando a su alrededor, alerta ante cualquier agresión. Al final del pasillo yacía un pedestal de oro sobre el que descansaba una especie de vasija color esmeralda. Tenía unos grabados, cuya escritura se asemejaba al de algunos papiros procedentes del este de la India. Malek observó con atención todos los detalles de aquel inquietante objeto, y tras una larga inspiración, abrió la tapa.

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Malek levantó la cabeza y descubrió a un enorme efrit, tan alto como una montaña. Tenía la piel color granate y enormes cuernos negros que semejaban una corona sobre la cabeza. Poderoso de hombros y robusto de pecho. Con dos enormes brazaletes dorados en ambas manos. Y descubrió que se encontraba otra vez afuera, junto a sus guardias quiénes permanecían¿Quiéninertes.eres, oh gran señor? Soy un efrit, servidor tuyo desde este momento, y hasta que hayas pedido novecientos noventa deseos.

140 ¿Qué puedes hacer por mí, oh gran señor? Lo que desees. Pide, y te lo daré. Tras pensarlo unos minutos, Malek pidió su primer deseo. Deseo que sea de noche. Mis poderes están limitados por ciertas reglas lo que sea, efrit; no será que me estás engañando, o quizá no eres tan poderoso como presumes.

Malek pudo ver la cara de molestia del efrit y por un momento pensó que le daría muerte, pues después de reclamarle, perdió la capacidad de moverse. Pero, contrario a sus temores, el efrit inspiró hondo, chocó los puños y Malek observó como el sol se movía hacia el occidente; cuando se hubo ocultado, el cielo se oscureció y la luna se hizo visible. Entonces recobró el movimiento. Por Alah que eres poderoso. En verdad te digo, que no volveré a dudar de tu capacidad. ¿Cuál es el siguiente deseo de mi amo? Deseo caminar sobre la luna. El efrit tomó un poco de arena y la sopló sobre el Visir, quien tuvo que cerrar los ojos. Cuando dejó de sentir los granos de sábulo sobre su cara, abrió los ojos de nuevo. Estaba oscuro y podía seguir observando las estrellas, tan lejanas como siempre, pero la ausencia de la luna y el suelo gris y árido, le hicieron pensar que quizá se cumpliera su deseo. El efrit había tomado una estatura humana, lo vio parado de espalda algunos pasos adelante. Lo llamó. Al ir hacia él, dio un brinco sin el mayor esfuerzo; era como si trajera resortes invisibles debajo de los pies. Cuando estuvieron reunidos, el efrit habló así: Mira tu planeta. ¿A qué se parece? Ahora mira el mar. ¿Qué es lo que observas? Y la Tierra parecía como una pasta de harina, y el mar

naturales.Dijiste

¿Qué es esto que me rodea? Evita que mueras. Los hombres no pueden estar aquí, porque no hay aire, solo la magia te hace respirar.

¿Quién te ha puesto bajo tal maldición? Un discípulo de Sulaymán, el gran nigromante. He de servir al primer humano que me encuentre y cumplir sus deseos. Cuando los gaste todos, el sello que me mantiene prisionero también se gastará, y deberé gastarlo amo con amo hasta serEntiendo,libre. y en verdad te digo que intentaré utilizar mis deseos lo más rápido posible. Por lo pronto deseo volver al oasis. El efrit concedió este deseo de buena gana. Nadir y los otros llenaron sus recipientes de agua, ignorantes de lo referente al efrit. Después reanudaron su camino de vuelta a Sassán. J.R.SPINOZA México Facebook: https://www.facebook.com/escritorspinoza/Instagram:@winchesterrudyTwitter:@r_spinoza

141 como un pilón de agua. Un aura azul recubría el cuerpo de Malek.

¿Contará como otro deseo? No. Tengo prohibido dejar que mueras. Si mueres sufriré un dolor que no podrías comprender y deberé buscar otro amo al cual concederle novecientos noventa deseos.

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Shana esta vez su tono de voz era de un auténtico sermón tómate estas pastillas, pero si no deseas avanzar yo no puedo perder mi tiempo contigo, es inútil que cada semana repitamos el mismo ciclo, tengo muchas pacientes. Le miré incrédula. Me levanté del sillón sin decir palabra y me marché para no volver bajo la mirada acusadora del doctor. Subí al autobús y regresé a casa que continuaba tan fría y vacía como la había dejado. Lloré hasta quedarme dormida sobre el sofá del salón. Al despertar, sentía que algo se había roto dentro de mí, sin embargo, otra persona luchaba por salir adelante. Fui al dormitorio, saqué toda su ropa y le prendí fuego en el patio de atrás. Por increíble que parezca, fue un A

“Adelante, adelante. Era la única jerga que retumbaba en mis oídos; avanzaba sin detenerme y atacaba la vida con todas mis fuerzas. Y, a veces, nada más llegar a la fase rem de mi sueño, sin haber explorado previamente el terreno, me veía obligada a entrar en combate; la voz cansada de mi mente luchaba inquieta y nerviosa gritando: ¡Contraataca, rápido! No hay enemigos, solo tus pensamientos que arremeten con fuerza. Te vas al garete” . El doctor dejó de anotar en su cuaderno. Suspiró. Lo cerró y me miró directamente a los ojos. Shana, tu problema no se resolverá mientras no aceptes tu duelo. Déjalo marchar y tu corazón descansará por fin. Agaché la cabeza. No quería dejarle ir, no, no podía hacerlo.

143 quel día comprendí lo equivocada que estaba cuando escuché al viento gritar sobre el mar, porque el viento no se puede comprar, al igual que las olas susurran, pero no se oyen. Todavía el recuerdo de lo que fui, pero no seré, evoca mis sueños que marcan el porqué de un tiempo pasado.

Tal vez el doctor no lo hizo mal pensé. Pedí el alta médica y volví a mi puesto de trabajo. Mis compañeras me miraban con lástima. Me molestó, pero no dije nada. Al fin y al cabo era normal que tuvieran esos pensamientos. Jhonn murió en un accidente cuando regresaba a casa. Alguien chocó contra él, pero huyó sin socorrerle.

144 respiro, me sentí aliviada; poder deshacerme de todas sus cosas con aquella facilidad, no solo me sorprendió, sino que me liberó del pozo oscuro en el que llevaba sumida más de seis meses.

.

Muchas veces en los últimos meses me he preguntado cómo alguien es capaz de cometer semejante error sin obtener respuesta.Shana,

Shana mi compañera Mily llevaba unos minutos reclamando mi atención tienes que centrarte, la cartera de clientes has de ponerla al día, yo tengo mucho trabajo y llevo meses ocupándome de tu cartera y la mía, necesito un respiro, por favor, céntrate. Perdona, por un momento me quedé absorta en mis pensamientos. Enseguida me pongo a trabajar. Siento mucho todo esto.Mily asintió con una leve sonrisa y continuó con su tarea. Realmente ella había hecho el trabajo de ambas con una gran eficacia. Anoté en mi agenda; “comprar un regalo para Mily”. Tras mi ausencia, la jornada se me atragantó un poco más de lo que esperaba, aún así logré ponerme al día. De regreso a casa pasé por el súper, compré una barra de pan, fruta, huevos y unas acelgas para cenar. Cuando llegué encontré un sobre en el buzón. No tenía remitente. Me resultó extraño. Lo mantuve entre mis manos durante unos minutos cavilando hasta qué por fin lo abrí. Para mí sorpresa con letras recortadas de algún periódico decía: “Lo siento, fue un accidente y no pude hacer nada por él, estaba muerto, le ruego ante Dios que me perdone”

Shana, un sobre de color marrón ha llegado para ti señaló Mily no sabía que hubieses dado estas señas para correo personal. Yo nunca lo haría, bastante correo basura llega a casa como para que también lo envíen al curro. Me miró intrigada, como esperando una respuesta que no hubo. Solo respondí con una elevación de hombros. Dejé el sobre para abrirlo en casa. No quería que nada alterase mi trabajo. El día resultó agotador, de continuas llamadas y correos a los que respondí.

Pero si cambias de opinión vamos al Chalton club. Hoy toca una banda nueva. Al salir del trabajo sentí cómo si el cielo cayera sobre mí, cómo si deambulase bajo el crepúsculo sin ningún sentido. Incluso llegué a creer qué era mi propia estupidez quien me

Al despertar me di una ducha de agua caliente, dejando que el chorro acariciase mis huesos reconfortando mi escuálido cuerpo. Hasta ese momento no me había dado cuenta de lo delgada que me había quedado. Tras tomar un café fui a trabajar con otra actitud, me sentía viva de nuevo. El ascensor se paró como siempre en la segunda planta.

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Gracias, pero necesito descansar y ponerme al día conmigo Comomisma.quieras.

Shana, después vamos a tomar unas copas, te apetece venir, creo que te irá bien propuso Mily.

Pero qué narices significaba. ¿Por qué ahora? Deduje que aquella persona supo de mí a través de los periódicos. Perdonar, ¿quién puede perdonar algo así? Tiré la carta a la basura. Estaba agotada, física y mentalmente. Me preparé la cena. Lo curioso fue descubrir que llevaba meses sin comer con aquel apetito. Entonces supe con certeza que otra Shana se abría camino para darme otra oportunidad. Había muerto mi yo anterior para renacer con fuerza. Me recosté sobre la almohada pensativa y me dormí sin pretenderlo.

146 torturaba. Mi vida dio un giro de ciento ochenta grados, no obstante, después de seis meses tenía que coger las riendas de mi destino. Regresé a casa, en la nevera estaba lo poco que había sobrado de la cena del día anterior, suficiente para el escaso apetito que tenía. Nada más entrar en mi hogar, noté algo distinto, como un agradable olor a flores frescas. Dejé el abrigo en el sillón y el bolso en la mesa centro. Y me dejé caer en el sofá. Alguien tocó a la puerta. “Mierda me dije quién narices viene a molestar” .

Era Sara, la vecina de enfrente, una anciana que había enviudado hacía unos años y de vez en cuando venía a pedir un par de huevos, o pan, cuando no podía salir por culpa de su artrosis.Buenas noches, ¿necesita algo? No, Shana, no. He visto un par de hombres salir de tu casa a media tarde y… ¿Cómo? corté ¿está segura que salían de mi apartamento?Soyanciana, pero no tonta. Llevaban sombreros que les cubrían el rostro, sin embargo, al girarse uno de ellos para mirar a ambos lados del pasillo vi el brillo de su pistola. Me llevé las manos a la boca. No comprendo. Qué podrían buscar en mi casa. No he notado nadaPuesextraño.ándate con cuidado. Esto me huele muy mal. He de irme a la cama, hoy la artrosis me está matando. Gracias, cuídese y ya sabe que si necesita algo no tiene más que Losavisarme.ancianos necesitamos poco, más bien algo de compañía.Pasaré a visitarla mañana y merendamos juntas, ¿que le parece?Una idea deliciosa. Haré té con canela y galletas.

Cuando cerré la puerta comprobé todas las estancias, aparentaban absoluta normalidad. Me pregunté para qué habrían entrado. Lo que prometía ser una noche tranquila se había convertido en una noche de total inquietud. Por un instante mi mente iba en dos direcciones; se preguntaba si el accidente de Jhonn había sido casual, o por el contrario lo habían matado sin conseguir lo que buscaban, porque estaba claro que vinieron a buscar algo que creyeron que estaría aquí. Recé para que lo hubiesen encontrado y que no volvieran nunca más, solo pensar me hacía sentir escalofríos. Me recosté sobre la cama. Por mi mente pasaban tantas cosas sin sentido, que comprendí qué en realidad no conocía a Jhonn. Sentí frío, me introduje dentro de la cama y pronto me dormí. Sobre las tres de la madrugada oí como rasguños, o rozaduras. Me puse tensa. Alguien estaba abriendo la cerradura de la puerta. Me levanté lentamente para no hacer el mínimo ruido, las manos me sudaban. Asomé la cabeza y vi un hombre con un revólver en la mano. Retrocedí con tan mala suerte que toque con el brazo el jarrón de la cómoda; el estruendo alertó al hombre. Corrí bajo la cama. Oí un chasquido, parecía el percutor del revólver; pero en realidad era el tambor y pude ver como introducía varias balas en la recámara. Supe que estaba perdida. Sin embargo, ignoró el jarrón, abrió el primer cajón de la cómoda. Sacaba su contenido y los tiraba al suelo. Empezaba a estar aterrorizada. Siguió con las pesquisas cajón, tras cajón. Cuando llegó al último lo sacó y le dio la vuelta.Aquíestá murmuró. Era un cuaderno de notas de color ocre, parecía antiguo. Lo guardó en la chaqueta y miró un instante el espejo. Entonces bajó la mirada hacia la cama. Me encogí asustada.

147 Buenas noches.Buenas noches, que descanse.

Me quedé pálida. En qué narices estaba metido. Por otro lado no teníamos perro. Y él no bebía. Todo esto debía ser un mensaje cifrado. Pero de quién. Decidí guardarla en el interior de un libro y olvidarme de todo. Nada podía hacer, nada quería saber, bastante había sufrido. Terminé de poner orden y regresé a la cama. Estaba helada. Por la mañana cogí el libro, lo metí en mi bolso, y marché a trabajar. Después compré unas pechugas de pollo y ensalada César para la cena. Tuve la extraña sensación de que alguien me vigilaba. Sin embargo, no vi ninguna señal, persona o movimiento extraño que confirmase mis sospechas. Ya en casa, esta vez decidí darme un relajante baño de espuma. Fue tan satisfactorio que disipó mis temores, e inquietudes. Cené con

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Justo en ese momento alguien dio tres golpes en la puerta, el hombre salió corriendo de la habitación y se marchó. Respiré aliviada. No sabía para que sería aquella libreta, pero no deseaba saberlo. Llamé a un cerrajero. Puso doble cerradura y una alarma para mi tranquilidad, aunque, estaba segura de que ya tenían lo que querían y no volverían a molestarme. Sin embargo, cuando guardaba de nuevo la ropa en la cómoda, noté algo; en el interior de una camisola de color rosa había oculta una hoja. En ella decía: “Puedes correr cuanto quieras, pero no podrás huir de ellos, ni esconderte. Te encontrarán. Tu única salvación es que entregues el cuaderno al varón. Debes ser valiente y no tener temor. A no ser que quieras la vía más fácil; un tiro o un bote de pastillas, pero dejaras el marrón a Shana y estará en peligro. No te comportes como una cucaracha. Sigue el camino indicado. Recuerda que esos hombres deben pagar por lo que hicieron. Así pues coge al perro y llévalo a pasear, luego olvida toda esta estupidez. Dejo el fregadero limpio. Ayer en la reunión hubo dos copas de más. Mucha suerte amigo mío. Si lees esta nota, sabrás que me han encontrado” .

149 vino tinto. Luego cogí el libro donde guardé la nota encontrada y lo devolví a la librería. Lo observé durante un largo rato desde el sofá. Al fin llegué a una única conclusión; nunca sabría quién lo había escrito, ni quienes eran aquellos hombres, no obstante, la libreta y la nota quedarían para siempre en mi recuerdo y nunca más volvería a indagar, ni a mencionar a nadie que existían. Mi vida empezaba de nuevo y tenía derecho a ser feliz. Jhonn no era un mal hombre, todo lo contrario, el tiempo que estuvimos juntos fui la mujer más feliz del mundo. Olvidar lo sucedido, continuar con mi vida era mi nuevo objetivo. NURIA DE ESPINOSA España Blog : https://escritoranuriadeespinosa.blogspot.com

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