El Anarquismo en Cuba

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que sirve para explicar con más lucidez la actitud del MLCE en relación a Castro y sobre todo al mundo anarquista de la época. Iglesias menciona una frase de Progreso Alfarache Arrabal que bien puede pasar a la historia: «En el caso cubano, ese agudo instinto de la libertad, que es la esencia del anarquismo, ha fallado lamentablemente». Las notas de Iglesias que dicen «no ser polémicas sino aclaratorias» demuestran las razones del MLCE y por ellas nos damos cuenta de que la disputa ya había concluido. Había sido muy larga y hecho mucho daño.

Pero también se producían cambios en el mundo a los cuáles los anarquistas no podían ser ajenos. Una nueva mentalidad antiautoritaria que había emergido de la década anterior y se imponía en la de los setenta. Se empezó a observar al castrismo por parte de estos sectores refractarios como lo que realmente era, una dictadura delirante que no representaba a su pueblo y como consecuencia se inició un lento pero seguro repudio en dirección al gobierno de La Habana. Pero ya era muy tarde. Los anarquistas en Cuba habían sido víctimas del prejuicio y perjuicio del mundo libertario salvo algunas excepciones honorables, obligando al exilio a la mayor parte de sus componentes, otros a la cárcel o a una sombría soledad. Como se ha podido apreciar en este trabajo, los anarquistas en Cuba han sobrevivido a todo tipo de persecuciones dirigidas desde el Estado, instigadas por las clases económicas más poderosas, auspiciadas por el PCC y puestas en práctica por el castrismo. Los precursores de las ideas sociales que fueron por muchos años mayoritarias dentro del movimiento obrero, resistieron, al mismo tiempo que fueron víctimas del colonialismo español, la injerencia norteamericana, los magnates azucareros y tabacaleros, hacendados y colonos, industriales y comerciantes, los gobiernos de la Primera y Segunda República y finalmente al sistema de gobierno más despótico y totalitario que conociera Cuba. En su larga historia de más de un siglo los abanderados de las ideas, sus escritores, sus teóricos, sus oradores, sus responsables sindicales, sus propagandistas y hasta el último de sus militantes han cometido aciertos y errores, los cuales estamos en el deber de admitir y aceptar. Pero de una cosa estamos seguros y es el hecho de que los anarquistas cubanos han mantenido ese espíritu de lucha y desinterés por Cuba y su pueblo, que han sido los poseedores de una larga tradición de libertad y justicia, unidos por una decisión indestructible, confiados en que el siglo futuro será la aurora de un mundo mejor, más solidario y más libre.


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