El Anarquismo en Cuba

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Fue fácil para las autoridades prohibir la conmemoración del Primero de Mayo en 1894, dada la debilidad de la SGT. Pedro Esteve relata que por esos años estuvo en La Habana tres meses, publicó el semanario de corta duración el Archivo Social, se entrevistó con Creci y volvió a Patterson, en Nueva Jersey, a trabajar en El Despertar. Esteve, que vio venir la guerra en Cuba, no sentía ninguna simpatía por el separatismo a pesar de su amistad con Creci; pensaba, como Roig San Martín, que la guerra no iba a beneficiar a nadie, mucho menos a los ácratas, y en el futuro se opondría a la participación de los anarquistas en el conflicto, tanto a favor del separatismo como del integrismo españolista y colonial, o sea, una actitud apolítica de neutralidad. En febrero de 1895 la guerra convocada por Martí estalla en Cuba y los anarquistas más comprometidos se convierten en combatientes por la libertad. Entre éstos se destaca Enrique Creci desde Tampa, donde había fundado El Esclavo en 1895, justificando la independencia de Cuba contra España y debatiendo el tema con Esteve en Patterson y Cristóbal Fuente en La Habana. Finalmente Creci regresa a Cuba en 1896 y perece macheteado en un hospital de campaña en Matanzas después de ser herido en combate contra tropas españolas. Messonier, por su parte, finalmente expulsado de Cuba en 1893 después de pronunciar un discurso en el teatro Payret a favor de la independencia, se dedica a combinar su vida en una lucha doble por el anarcoseparatismo y a debatir el tema de la independencia con el resto del mundo ácrata. Lamentablemente para todos, las promesas y cambios sociales propuestos por Martí desaparecen con la muerte del líder civil del PRC cuando cae prematuramente frente a las tropas españolas en 1895. En este proceso bélico, los ácratas de Cuba y los de la emigración tendieron a situarse más de acuerdo con sus principios que con su nacionalidad. Mientras que en Tampa y Cayo Hueso las simpatías a favor de la insurrección estaban junto con Creci, Messonier y Miranda, en La Habana se pronunciaban ora a favor de la independencia, ora en dirección a una neutralidad antibelicista. De esta manera, en la emigración los obreros anarquistas se unían al separatismo o colaboraban económicamente con la causa. En la Habana muchos ácratas opinaban que la calamidad de una guerra civil, a la cual se oponían por principios, no les facilitaría el camino hacia su destino. Las diferencias existentes entre ambos sectores durante la guerra en ningún momento fue un factor de divisiones, especialmente en Cuba, donde los anarquistas cooperaron con el separatismo tanto en las ciudades como en los campos. A la llegada de Valeriano Weyler, nuevo Capitán de la Isla y viejo conocido tanto en Cuba como en Barcelona por su carencia de escrúpulos y abundancia de crueldad, fue saludado con un atentado de dinamita en la misma Capitanía General del, que por desgracia salió ileso, acto en el que colaboraron tres ácratas y un separatista cubano que procedía de Cayo Hueso. En La Habana circularon octavillas entre las tropas españolas destacadas en Cuba y entre los Voluntarios para desertar de sus puestos y unirse a la insurrección. También se produjeron una serie de atentados dinamiteros «[...] en varios lugares de La Habana... como puentes o tuberías de gas [...]», según la versión de Casanovas, que le imputa tales actos a los anarquistas. La persecución no se hizo esperar, y Weyler «[...] reprimió duramente al movimiento obrero, [...] prohibió la lectura en los talleres, cerró la SGT y deportó a muchos anarquistas [...]» Aunque según este autor, «La contribución del movimiento obrero a la causa separatista fue enorme», no lo fue universal. Muchos ácratas opinaban que la calamidad de una guerra civil, a la cual se oponían por principios y consecuentes con sus ideales y acuerdos, no les facilitaría el camino hacia un destino de libertad social. Opinaban que una república en Cuba no cambiaría la situación social del país y ponían como ejemplo a las demás repúblicas del continente. Seguían de este modo resonando las palabras de Roig San Martín. Desde Alaska hasta la Patagonia se perseguía a los anarquistas con el mismo celo que lo hacía España. Como era de esperar, estas


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