El Negrito Poeta, versos iconográficos

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El Negrito Poeta, versos iconográficos Paola Rebeca Ambrosio Lázaro* “Ningún mexicano debe ignorar que en los primeros treinta años del siglo XVIII, existía en México un negro dotado por la naturaleza con el don de improvisar”,1 uno que cobró rostro a partir de la publicación de un calendario de 1856, dirigido y recopilado por el editor Simón Blanquel. Éste, el grabador y el dibujante, crearon una iconografía compañera de los versos populares durante más de diez años. El reconocimiento brindado por el editor a un personaje anónimo es asignado por la genialidad de las estrofas improvisadas, por su permanencia en la voz popular, pero sobre todo por las conversaciones irreverentes y singulares que mantuvo este poeta con el resto de la sociedad novohispana. Simón Blanquel mantuvo básicamente su empresa gracias a los calendarios que año con año expendió en su librería ubicada en la calle del Teatro Principal número trece, aunque también llegó a publicar libros religiosos, novelas y cuentos. Quizá el primer motivo que lo llevó a editar éste y todos los calendarios fue la ganancia,2 sin embargo en ese afán, igualmente, encontramos el gusto e interés por recobrar la memoria del pueblo mexicano; sólo así entenderemos las líneas que inauguran la serie del Negrito Poeta: “Todos los pueblos tienen un verdadero placer en recordar el nombre de aquellos genios que han brillado para gloria de su país.”3 Así, la negritud es una gloria más dentro de lo mexicano, donde la improvisación marca al ser nacional. La tarea del editor no sólo fue reunir los versos o comentar el contexto, sino buscar el rostro más verosímil, acorde a las rimas y ocurrencias, a las circunstancias en las que el Negrito quedaba envuelto. De esta manera lo presenta desde una tradición artística anunciada en los cuadros de castas y

Simón Blanquel (ed.), Calendario del Negrito Poeta para 1856, 1ª parte. Biblioteca Francisco de Burgoa . 2 No debemos olvidar que ese género sostuvo la empresa de muchos editores, sobre todo durante todo el siglo XIX. 3 Simón Blanquel (ed.), op., cit. 1


apoyada en las estampas costumbristas de tipos que circularon durante el siglo XIX. Vestido con un calzón rasgado y camisa de manta, ocupa un espacio cualquiera, un espacio definido sólo por su mosaico que remarca los pies descalzos del poeta; dos atributos necesarios de su andar lo acompañan, el sombrero y el gabán. Sin embargo, hay algo en él que resalta: el frac, acaso porque está fuera de sitio. ¿Cómo es posible esta combinación de manta y traje? ¿Será, tal vez, para señalar el carácter de orador, o será una especie de un uniforme del súbdito? (fig. 1) Regularmente en las pinturas de castas encontramos a los personajes en actividades y prácticas que les son familiares, y con el vestuario “adecuado” según la situación social y el oficio. Respecto a los negros y su clasificación, sólo la ropa del tente en el aire, camujo o torna atrás fueron representados rasgados, sucios, connotando la pobreza de su Fig. 2 Detalle del Calendario del Negrito Poeta para 1856

condición de súbditos o de servidumbre. En esta litografía no hablamos propiamente de castas; sin embargo, forma parte de la

iconografía que se formó en torno a la negritud desde la Colonia. Es interesante plantear la relación de nuestra imagen con las creadas durante el virreinato, como sabemos: En su nivel más elemental, la pintura de castas plasma la legendaria obsesión de españoles y criollos por la genealogía racial. Al principio del periodo colonial, la elite española poseía una idea clara del lugar que habrían de ocupar los distintos grupos de la colonia. Los españoles se situaron a sí mismos en la cúspide de la pirámide social… Los negros pertenecían al nivel más bajo de la jerarquía … El sistema de castas se inventó para clasificar a la gente en función de su supuesto porcentaje de sangre blanca, india o negra,


una estrategia de resistencia de la nobleza ante cualquier intento de usurpación de sus privilegios y de su fuente de riqueza.”4

Entendiendo las imágenes de poder, de orden y la jerarquía planteada por éstas, “desconcierta” que un personaje del nivel “más bajo” de la sociedad porte frac y además nos señale la boca con el dedo, hay en ese gesto una tradición corrompida: el índice constituía una actitud de la divinidad, de la realeza o sabiduría. Tan sólo recordemos el emblema planteado por Andrea Alciato: “Tomando la figura de aquel sabio, que a callar muestra con el dedo al labio”,5 recuerda a Harpócrates el dios griego sin lengua, asociado con el Horus egipcio, hijo de Isis y Osiris, quien: No debe ser considerado como un dios imperfecto y niño, ni como uno que tiene relación con los granos encerrados en vainas, sino como guía y corrector del razonamiento inmaduro, imperfecto e inarticulado sobre los dioses entre los hombres.6

El emblema muestra a un caballero rodeado por los libros que le proporcionan la sabiduría, el conocimiento suficiente para corregir y guiar, distinguiéndose del necio que no sabe callar. Durante el siglo XVI hubo una fiebre por clasificar y corresponder símbolos con actitudes y valores que ayudaron a trazar las composiciones en las artes plásticas. Harpócrates es aludido por Alciato indirectamente, tan sólo por el gesto, pero en el caso de Imagines deorum (1521), de Vicenzo

Fig. 3 Del silencio, Alciato, Emblematum

liber

Cartari nos queda más clara la relación de virtud, deidad y silencio.7

Ilona Katzew, La pintura de castas. Representaciones raciales en el México del siglo XVIII, México, CNCA, Turner, 2004. Disponible en la Biblioteca del IAGO. 5 Andrea Alciato, Los emblemas, Lyon, Guillaume Rouille Librarie, 1549. 6 Plutarco, "Sobre Isis y Osiris", Obras morales y de costumbres, Madrid, Akal, 1987. 7 Vicenzo Cartari, Imagines Deorum, Qui Ab Antiquis Colebantur, Lyon, 1581. 4


Entonces, qué sucede cuando el Negrito Poeta muestra la actitud de un sabio, de Harpócrates, pero con una intención invertida, pues se trata de un dios “oscuro” con lengua, en cuya “naturaleza está improvisar”. Y es que en este gesto recae la sabiduría de la voz popular como una ironía de las figuras de poder. El Negrito es sabio, y eso es demostrado con el dedo al labio, mas no callado, según podemos constatar en su rostro y con las aventuras registradas. Estando el virrey Juan de Acuña y Casafuerte de paseo en su nuevo carruaje, el Negrito lanzó un cuarteto: Esa estufa, Juan, advierte, que sobre ejes de oro gira, es el carro de la muerte,

que te conduce a la pira.8 La primera experiencia narrada se basa en los roles de autoridad virreinal, cuando el excelentísimo señor Juan de Acuña y Bejarano, marqués de Casafuerte, quiso que aquél compareciera en la corte, situación con la que ambos adquirirían y reforzarían las funciones correspondientes de “bufón y rey”. Los papeles de autoridad parecen remarcarse cuando el poeta declara sus versos ante el virrey, sin embargo es el Negrito quien sin consideración le demuestra la opulencia y riqueza desmedida al marqués. Un reclamo a la máxima autoridad

Fig. 4 Vicenzo Cartari, Imagines Deorum

novohispana, incluso versificado, provocaría “la muerte en la hoguera”, sobre todo cuando los ibéricos trataban de controlar el desorden social.

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Simón Blanquel (ed.), op., cit.


Sin embargo el primer magistrado de México quedó complacido y quiso una prueba más, entonces el Negro entonó: ¿Sabes que para la muerte no hay humana resistencia? no hay valor, no hay

excelencia, no hay, ni ha habido Casafuerte.9 Satisfecho y herido, dice la nota del señor Blanquel, quedó el virrey, tanto que se comentó que donó aquella carroza a la iglesia y laureó al poeta, según apunta la pluma: Casafuerte premió la sublime habilidad del negro con una buena gratificación; éste se despidió de su Excelencia… un singular benefactor, que sin disputa lo fue su excelencia del menesteroso cuyas ocurrencias estimó en su verdadero valor sin desconocer el mérito que encontró en un oscuro poeta…10

Hay un doble juego en la publicación de este calendario. Por una parte las ocurrencias del Negro rebasan los roles de poder, topando con el orgullo de la jerarquía, sin embargo se conforma en la negritud la irreverencia, la malicia, la jocosidad y desfachatez del mexicano.11 Desde la portada del calendario podemos percibir un bosquejo de ironía al retratar al poeta con el gesto de silencio, cuando conocemos que un versificador del pueblo lo que menos procura es estar callado. Sin embargo se engalana el mérito del sabio popular que pone a reyes, sacerdotes y delincuentes en su lugar, pues es allí donde se identificarían los ciudadanos con la otredad de la negritud. La intención en la pose del versificador no es fortuita o equivocada, Blanquel —al igual que cualquier otro editor— incluyó referencias de la literatura conocida como culta en sus publicaciones de corte popular. Así encontramos Ibidem Simón Blanquel (ed.), op., cit. 11 Un estereotipo que posiblemente originó comics como Memín Pinguín. 9

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comentarios en el calendario sobre Petrarca y deidades grecolatinas, sobre todo cuando se trataba de comparar las agudezas del Negrito con las de poetas reconocidos. Por ende no es imposible que el editor conociera toda esa emblemática cargada de significados y que con toda la intención haya querido disponer así el rostro de su orador. Por los versos que acompaña la litografía no nos queda duda del ingenio. El mensaje literario conduce y dirige la mirada del retrato en su conjunto hacia el detalle del rostro: ¿Tú eres el negrito poeta? Contestó: Aunque sin ningún estudio, que a no ser por esta geta,

fuera otro padre Zamudio.12 Pero además nos informa de su privación académica. Por la historia conocemos las funciones de sus congéneres que durante el virreinato, sirvieron en las elegantes casas de los españoles y demás gente que los esclavizó y que quizá los privó de todos sus derechos. Sin embargo es preciso preguntar si el ingenio y astucia de nuestro personaje vienen de una tradición cultural, de la prácticas grupales que lo ayudaron y le heredaron un sinfín de conocimientos y habilidades suficientes para construir espontáneamente rimas consonantes que formaron cuartetas. Y hablaríamos de una herencia cultural que al incluir al Negrito conformaría, igualmente, lo nacional. Por otra parte, casi siempre se le asocia con los jesuitas; por ejemplo, la estrofa que acompaña a la estampa nos habla de Zamudio, un sacerdote jesuita, según nos deja ver Simón Blanquel. Si tomamos como referente las acciones educadoras de estos

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Idem.

Fig. 5 Simón Blanquel ed. Calendario del negrito poeta para 1856, BFB


padres, puedo plantear la hipótesis, aún por comprobar, de que la instrucción del Negrito Poeta ha sido garantizada por algún religioso de la compañía de Jesús. Prácticamente se desconoce el origen y vida del poeta, sin embargo durante el siglo XVIII, hubo personajes con su misma singularidad que trascendieron en el tiempo: “Hubo clérigos y artistas mulatos durante la Colonia, principalmente el siglo XVIII, que gozaron de privilegios y renombre, e incluso hubo quienes destacaron en las luchas de independencia, como Bolívar, Morelos o Guerrero.”13 Posiblemente fue pupilo de uno de esos clérigos mulatos, teniendo acceso a la educación y al arte de la versificación. Otra estampa, incluida en el calendario de 1856, despliega a un hombre opulento en actitud de mando, sentado frente a una mesa dispuesta con varios objetos. El Negrito toma dos cucharas mientras mira con ceño de acierto. Sabemos que se trata del poeta, pero la identificación de su misma vestimenta no parece corresponder con la situación dibujada. Por la estrofa entendemos que no está robando aquellas cucharas, sino con permiso del amo las agarra. Se esperaría que lo que los versos aclaran no perteneciera sólo a la litografía, porque si bien el Negro puede mezclarse con toda clase de individuo e improvisar cualquier picardía, no es violento o delincuente. La imagen y el texto buscaron limpiar el estereotipo que marcaba el costumbrismo. Pensemos en la acuarela de Linati que asoció la negritud con la violencia y el machismo, o los cuadros de castas con las mismas referencias: Mientras que la mayoría de las descripciones de castas con mayor porcentaje de sangre blanca muestran pacíficas, e incluso felices, escenas Jaime Cuadriello, “Un entre siglo de culturas, mixturas y hechuras: 1650 – 1750” en Enrique Krauze (ed.) El mestizaje mexicano, México, Fundación Bancomer, 2010. Disponible en la Biblioteca del IAGO.

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Fig. 6 Claudio Linati, Costumes civiles, militaires et religieux du Mexique, 1828


domésticas, algunas de las pinturas que representan a gente de sangre predominantemente negra e india pueden ser, de vez en cuando, sorprendentemente violentas.14

No así en la litografía del calendario donde “sirviente y amo” son complacientes. En mutuo acuerdo, uno recitará los versos y el otro pagará con algún objeto. La astucia y la composición merecieron la recompensa y Blanquel no dejó de anotar la petición de aquel señor que encargó al poeta: “que a cada alhaja de las que veía, le fuese acomodando un verso y se la tomase a continuación.”15 El Negro con su buena voluntad sólo compuso una estrofa, sin aprovecharse y “con el fin de no pegarle un chasco pesado a su generoso invitador sació su codicia con la friolera dicha.”16 El primer calendario del Negrito Poeta intentaba quitarle peso a la iconografía que retrataba negativamente a este linaje, replanteaba otra cara, una más jocosa y más dignificante, porque ésta, como llegó a apuntar el editor, formaba parte de la sangre mexicana. Así también lo consideró Nicolás León, cuando se dio a la tarea de reeditar los versos de nuestro poeta en el año de 1912, como parte del folklore mexicano. El antropólogo llevó la ardua tarea de recopilar todos los calendarios alusivos al Negrito y compilói una edición que, aunque sin rostro, permite leer las “agudezas métricas”, donde además proporciona algunos datos del origen del poeta: José Vasconcelos, el Negrito Poeta, nació en Almolonga (Puebla) en la centuria XVIII, y quizá en sus principios, pues en el gobierno de Juan de Acuña… ya vivía… Dada su condición de raza y origen y las circunstancias sociales de su época, fácilmente se puede juzgar cuales hayan sido las ocupaciones de los primeros años de su vida. No hay dato alguno para conjeturar ni aún siquiera

Edward J. Sullivan, “Un fenómeno visual de América”, Artes de México, La pintura de Castas, núm. 8, 1990. Disponible en la Biblioteca del IAGO.

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Simón Blanquel (ed.), op., cit. Ibidem.


si llegó a aprender a leer, ni cómo pudo emanciparse de la esclavitud a que por su nacimiento estaba condenado.17

Más tarde, Artemio de Valle-Arizpe comenta algunas agudezas y refiere que: “Almolonga es una vieja hacienda no lejos de Jalapa, en el Estado de Veracruz, se fundó en tiempos de la Conquista con seiscientos esclavos negros procedentes de África.”18 Lo único cierto en la biografía del Negro es que perteneció a una raza condenada a la esclavitud, y por causas desconocidas se liberó en y por sus versos, formándose como un orador que le infundió carácter a México. Simón Blanquel popularizó lo popular, el destino de sus calendarios iba desde el patio trasero de la residencia de un buen caballero, hasta la recamara de una señora acomodada. De esta manera la negritud se hizo presente en la sociedad decimonónica, de esta manera ha llegado hasta nuestro tiempo, al conservarse algunos de los ejemplares en la Biblioteca Francisco de Burgoa. Agradecemos, pues, el interés por acoger la voz popular en tan distinguido lugar.

* Actualmente estudia la maestría en Historia del Arte en el IIE, UNAM y prepara su tesis titulada “El almacén de los niños, una propuesta ilustrada, entre razón y religión”

Nicolás León (comp.), El negrito poeta mexicano y sus populares versos, México, Imprenta del Museo Nacional, 1912.Disponible en la Biblioteca Andrés Henestrosa. 18 Artemio de Valle-Arizpe, Personajes y leyendas del México Virreinal, relatos sobre la vida en la Nueva España, México, Panorama, 1985. 17


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