EL CONSTRUCTOR | DIA DE LA CONSTRUCCION 2011

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/ DIA DE LA CONSTRUCCION 2011

De la cantidad a la calidad; la construcción como política de Estado E

n las últimas dos o tres décadas, la discusión académica se concentró en la búsqueda de herramientas que colaboraran en el aumento de los fondos destinados a la obra pública y la construcción en general y en el establishment se produjo un cambio aparentemente conceptual: que la obra pública no se debe anotar como gasto corriente; y por fin, hoy cualquier funcionario público habla de Política de Estado cuando los organismos oficiales dedican altos presupuestos a la actualización de la infraestructura básica del país. Pero, ¿qué es una política de Estado, en relación con la construcción? ¿Basta con altos presupuestos, hacer grandes obras e impulsar el desarrollo de las economías regionales?Desde el Plan Marshall hasta los primeros años de la administración Kirchner, la historia nacional e internacional más o menos reciente recuerda muchas experiencias de gobierno que muestran el rol protagónico que asume la construcción como herramienta reguladora de la actividad económica de los pueblos. En síntesis, la inversión pública oportuna ha servido para reactivar los mercados, contrarrestar o al menos atenuar los efectos de una crisis; es decir, sirvió como política anticíclica ¡Nada menos! Pero nada más. Desde luego, debe reconocerse la oportuna decisión gubernamental tomada en nuestro país hacia 2003/2004, pero también entenderse que aquella fue una medida contracíclica, otra vez oportunamente desempolvada en 2008, que lejos queda de una Política de Estado. Ciertamente, hoy el gobierno nacional puede presentarse en el exterior -como lo hace- y exhibir sus resultados, fundados en el impulso permanentemente hecho sobre la construcción, con una gran masa de dinero que no solamente empujó el crecimiento general de la economía sino que además en parte fue respuesta a las nuevas demandas de infraestructuras generadas por el explosivo crecimiento.

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Al mismo tiempo, la inversión privada estuvo presente. No obstante, una importante cantidad de gente no pudo mejorar su calidad de vida, hoy sigue con sus necesidades insatisfechas y hasta permanece ausente el crédito hipotecario accesible -como parte de la demanda de obras nuevas-, el déficit habitacional no se ha reducido y, en ese contexto, el Estado ha estado ausente. Siendo así, entonces pareciera ser que no solo se trata de aumentar el flujo de la inversión que resuelva la cantidad de ejecuciones faltantes: el desafío de la próxima década debiera considerar a las mayorías y acompañarlas con mejoras en la calidad de las realizaciones, entendiendo que el destinatario de las obras son las personas, los usuarios, los beneficiarios. Recién entonces, cuando se atienda al “bien común” y al logro de la mejor calidad de vida, la expresión “Política de Estado y construcción” será algo más que un cambio conceptual. Seguramente, entre tantos, allí estarán embarcadas la ciencia y la tecnología aplicadas, la planificación urbana, los ingenieros, los arquitectos y los productores de materiales y nuevos métodos constructivos, los amigables con el medio ambiente. Igualmente, por ello en esta edición se dedica un espacio para debatir sobre sustentabilidad, en un informe preparado por quien hasta hace poco fuera funcionario público; junto a la presentación de una propuesta para reactivar la construcción de las viviendas destinadas a la denominada clase media. También, el lector encontrará muchas páginas dedicadas a las provincias y el desarrollo de sus políticas en materia de viviendas sociales Además, destacados representantes de la actividad analizan la actualidad y opinan sobre las perspectivas del sector. 


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