El Boulevard

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WWW.ELBOULEVARD.COM.UY AÑO I

Nº 1

MONTEVIDEO

MARZO 2012

REVISTA CULTURAL GRATUITA

cultura que se imprime

La dieta de moda Hábitos de consumo del nuevo uruguayo Crónica desde el Congo Entrevista con Mariana Percovich Panorama de series televisivas 2012

Proyecto seleccionado por Fondo Concursable para la Cultura – MEC


El Boulevard

Casi editorial Escribir editoriales trae problemas. El consenso trae problemas. Nosotros ya tenemos demasiados problemas pero tenemos que escribir una editorial. En El Boulevard discutimos mucho. – ¿Por qué no perduran las revistas culturales en Uruguay? –Porque hay pocos lectores que las quieran pagar. –Para mí no es por falta de plata, sino de interés. Pensemos que hay un público al que le basta con lo que sale en un diario y otro que no encuentra lo que quiere leer. –Pero también hay gente a la que no le interesa leer sobre cultura. – ¡Pará! Yo no creo que existan personas que no les interese leer sobre cultura, capaz no les importa saber sobre cierto tipo de cultura. - Eso es discutible…. – Esperen, no nos dispersemos de entrada. Volvamos a lo que nos atañe. ¿Se puede pensar una revista cultural sin el apoyo estatal? –No. –Quizás es necesario al principio, pero sería ideal que después la revista se pueda autofinanciar. – El suplemento Cultural de El País no sobreviviría sin los otros productos que lo acompañan. Pimba! y Freeway dejaron de salir. Las revistas culturales de acá todavía no saben depender de los lectores. – ¿El Boulevard es una revista cultural? –Sí, según el MEC... –Habría que pensar qué significa “depender”. Financiarse de determinada forma no significa necesariamente depender. – ¡Eso sí es discutible! Quien te financia, de alguna manera te hace depender. –Por eso sería ideal depender de los lectores. –Claro, pero ¿hay lectores que pagarían por una revista cultural de calidad? –Sí. – Y para tener buena calidad necesitás plata, mucha plata. Ahí viene el rol de los sponsors. –Me parece que la idea que hay que erradicar es que los sponsors apoyan a las publicaciones culturales sólo para hacerles un favor. Si existiese una publicación bien hecha y bien gestionada, los anunciantes deberían interesarse en ella. – ¿Y qué sería una revista bien hecha? –Bien hecha no sé... Pero sí sé cuál quiero hacer. Que no tenga que condicionar los contenidos buscando ser vendible (mirá donde llegó la Tv buscando ser vendible). Que no esté tan prendida de los temas o personalidades que tienen repercusión segura. Que agarre de la agenda sólo lo que le parece interesante. Que no se limite a reproducir comunicados de prensa, carteleras, gacetillas o artículos de Wikipedia. Que aporte algo a la reflexión sobre la cultura desde el lado periodístico. – Pero hoy existen contenidos como los que decís en radio y televisión que casi no tienen público. ¿De todas maneras insistís que ese es el camino? – ¡Paren un poco! Que tenga buenos contenidos no significa necesariamente que sea un embole; los contenidos tienen que tener un ritmo que mantenga al lector enganchado y que no sean noticias escritas siempre con las mismas palabras y pendientes de las estructuras que rinden. Sería ideal no entrar en un lenguaje demasiado académico, lleno de citas y referencias, que no está mal en sí mismo pero no llega mucho más allá que a un grupo reducido de lectores especializados. –Sí, también tiene que seducir a nivel visual: las fotos y el diseño tienen que meter onda. No tiene que perder de vista que es una revista: lo ideal es que no esté cerca de la austeridad de un diario ni del despliegue de fuegos artificiales que buscan muchas revistas que descuidan los contenidos en pos del diseño. –¿Y eso se puede hacer? –No sé, pero va por ahí.

STAFF Dirección legal: Juan Manuel Chaves / Dirección de contenidos: Denisse Ferré / Consejo editorial: Juan Manuel Chaves, Federico de los Santos, Denisse Ferré, Sergio Pintado / Edición de fotografía: Manuel Larrosa / Fotografía: Matías Fabricio / Diseño y diagramación: Stephanie Amaro / Ilustraciones: Gervasio Troche / Corrección: Mariana Palomeque / Columnistas: Javier Zubillaga, Daniel Machín , Diego Recoba / Colaboran en este número: Ignacio Fregossi, Leonardo Rodríguez, Diego Paseyro, Nicolás Tramontana, Sofía Sienra, Cecilia Russo, Julio Suárez / Logística: Agustina García / Diseño gráfico: Aldo Ferré, Santiago Pittamiglio, Mauro Cammá. Las opiniones vertidas en los artículos son exclusiva responsabilidad de los autores. Los contenidos de El Boulevard pueden ser reproducidos con libertad citando el nombre del medio y del autor. www.elboulevard.com.uy / info@elboulevard.com.uy Impreso en Microcosmos S.A., Guatemala 122. Tel: 2927002. Depósito Legal Nº 210099. ISSN: 1688-910X Proyecto seleccionado por Fondo Concursable para la Cultura – MEC


Cultura que se imprime

Consumos culturales del nuevo uruguayo

Relegados y de los otros El crecimiento económico dejó al descubierto a un nuevo consumidor uruguayo. La cultura no fue ajena a este fenómeno.

Parece que un fotógrafo pasó por encima de Uruguay, sacó una foto y al mejor estilo Rodrigo de Triana dijo: “¡Oh! Un nuevo uruguayo”. Ahí empezó todo, y en 2011 se hizo el revelado. Una empresa de TV cable aprovechó este concepto y apuntó hacia allí su nuevo spot publicitario: “Vos, nuevo uruguayo, que cambiaste el ‘acá estoy, tirando’ por el ‘bien, bien’, que escuchás tango electrónico y que ahora sos coqueto. Que ya no ves el 0 km como una utopía, que dominás las redes sociales y que te diste el lujo de tirar una TV que funcionaba para poner un LSD en la cocina”. El objetivo del spot es uno solo, vender más televisión para abonados, pero de forma colateral contagió una discusión que hace tiempo no sucedía: reflexionar sobre nosotros mismos. Así, un día el uruguayo fue a terapia, se recostó y le contó a su terapeuta lo que le estaba pasando y al parecer descubrió que ya no estaba tan mal, que las cosas que antes le preocupaban ya no están y que tiene otros objetivos en la vida. La propuesta tuvo eco en sociólogos, filósofos, políticos y periodistas que empezaron a pensar el tema y aprovecharon el momento para esbozar intrincadas teorías con variables poco comprobables. El resultado fue inmediato: el concepto se trasladó a la calle, la gente hablaba del nuevo uruguayo. En la cola del supermercado escuché a un vecino decirle a otro: “¡Vos sí que estás salvado, nuevo uruguayo!”, cuando el otro se iba con el carrito hasta el tope con una sonrisa socarrona. Como todo concepto impuesto desde los medios de comunicación fue solamente un boom. Las murgas fueron las últimas, que a falta de grandes conflictos políticos o sociales que criticar aprovecharon este tópico. “Nuevo uruguayo que te compraste un laptop / que tenés una netbook y que tenés pen drive / Nuevo uruguayo que te compraste un Lifan / que toma Salus Pera y corre la 10k / Compraste un IPhone y ahorraste 15 pesos / usando la tarjeta del banco Itaú / Nuevo uruguayo, no vas más a Azabache / ahora los levantes lo haces desde Badoo”, dice el repertorio de Queso Magro 2012 y algo parecido sostiene el de Momolandia. La pregunta es si realmente existe este nuevo uruguayo, si tiene una correspondencia en la realidad o es una mera construcción oportunista. El periodista y escritor Esteban Valenti sostiene que “una de las formas más perversas de polemizar es hacer una gran y deforme caricatura y entrarle duro a golpes, al final el ‘nuevo uruguayo’ no tiene quien lo defienda”. En este caso nadie se autoproclama dentro de esta categoría que todavía –más allá del filósofo Sandino Núñez– no ha sido condenada. Construcción del personaje Lejos de querer demostrar o refutar la existencia de un nuevo uruguayo es inte-

resante saber si los hábitos de consumo cultural cambiaron en esta última década, sobre todo pensando en la coyuntura económica marcada por un crecimiento sostenido de los ingresos. En 2011 el informe “Retrato cultural. Montevideo entre cumbias, tambores y óperas”, de Rosario Radakovich, ensaya una mirada y sin quererlo tal vez, señala las particularidades de este personaje. Empecemos por delimitar la cancha: el nuevo rico detectado por el informe está constituido por aquellos empresarios o profesionales que vieron incrementados sus ingresos de forma considerable en estos últimos años, producto de la bonanza económica que afecta al país. Su condición es muy diferente a la considerada clase alta de Montevideo y del interior constituida por patrones rurales, gerentes, dirigentes políticos, directivos y profesionales de alto nivel. La diferencia en referencia al consumo cultural de ambos sectores se enmarca entre quienes no necesitan ostentar y quienes para aferrarse a su nueva condición de ricos sienten la necesidad de un consumo de lujo. En cierta medida, la clase alta uruguaya mantiene determinada invisibilidad social a los ojos de otras clases. El informe se basa en una serie de entrevistas en las que se ejemplifican diferencias en los gustos y estilos de vida entre nuevos y tradicionales ricos. En referencia a esta distinción se describen ciertos comportamientos: tal es el caso de los destinos elegidos para viajar. Para los nuevos ricos viajar a Miami es socialmente bien valorado, mientras que los ricos asentados eligen el destino clásico de la clase alta: Europa. En lo que a vestimenta se refiere un testimonio del informe señala que “al nuevo rico lo identificás de toque, es la que se llena de oro, tiene la cartera Louis Vuitton falsa, lo primero que hace es comprarse un Rolex, que es lo que lo identifica, y se pone una ropa que no se pone la mujer ‘clásica’ de Carrasco y Pocitos”. En cuanto al consumo de teatro, se señala que el nuevo rico prefiere la comedia musical porteña y gasta para acceder a esta oferta cultural mientras que el teatro nacional no le despierta curiosidad. Si hablamos de televisión, tiene comportamientos asociados a lo menos refinado y más popular. El nuevo rico está asociado a la ostentación y el esnobismo y es consciente de que el consumo cultural lo ubica socialmente. El aumento de sus recursos económicos le permite tener una casa y un auto de similares características al del rico tradicional; la única diferencia está marcada por sus gustos y sus consumos. Por eso se genera un forzoso acercamiento de uno hacia otro, y el rechazo correspondiente. Al momento de elegir literatura, el nuevo rico consume lo que prefiere la mayoría, compra el best seller, sabe que no va

foto: matías fabricio

a errarle: bajar a la playa con un libro de este estilo no le va a ocasionar papelones ni ridículos, y sabe que no pierde el tiempo porque el rótulo le garantiza una lectura agradable. En cuanto a sus gustos cinematográficos, se puede encontrar al rico clásico como vanguardista a partir del interés por el cine de autor y los festivales, que son lugares de encuentro. El nuevo rico prefiere lo comercial, aquello que sabe es lo popularmente reconocido como bueno. En el consumo de artes plásticas se puede dar una de las diferencias más marcadas: es común ver en las muestras o exposiciones de arte a nuevos ricos buscando arte de prestigio. Entre sus gustos se destaca el arte figurativo, ya que precisa de competencias pictóricas menores que el arte abstracto para descifrar su significado. El mar, campo o la vida urbana se imponen ante el arte abstracto o los vanguardistas contemporáneos. La lista de características continúa. Este personaje uruguayo cruza barreras que antes eran imposibles de alcanzar, mezcla gustos. Se abre un abanico. De prosperar cada vez van a ser menos los selectos espacios para la cultura de elite. Juan Manuel Chaves

La última foto todos juntos En el año 2002 se realizó el “1er. Informe sobre Imaginarios y Consumo Cultural en Uruguay”, a partir de cuyos datos los uruguayos pudimos comprobar que el folklore era el género musical preferido, que el gusto por la lectura de poesía era significativo, que creíamos que Uruguay tenía futuro, que éramos quejosos, que Maracaná había quedado en el pasado y la garra charrúa seguía siendo válida, etc. También descubrimos que nos autopercibíamos solidarios y no racistas (vaya peculiaridad), nos mostrábamos dispuestos a abrir nuestras puertas para la llegada de extranjeros. El segundo informe, realizado en 2009, mostró que en la línea conceptual los uruguayos seguimos pensando igual sobre nosotros mismos, pero que en los hábitos de consumo cultural se detectan los principales cambios. La asistencia a espectáculos de teatro de 2002 a 2009 aumentó a nivel nacional, la danza y el acceso Internet (fenómeno potenciado por el Plan Ceibal) tuvieron el ascenso más significativo. Con respecto a lo que disminuyó, la lectura es el hábito más notorio.


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Entrevista con mariana percovich, nueva directora de la EMAD

Cambio de escenario

Si te la cruzás en la calle lo primero que ves es su pelo. Rojo. De verdad rojo. Para encontrarla se puede ir hasta la calle Mercedes, a media cuadra del bar La Tortuguita. Ahí cuando se abre la puerta uno puede confundirse. La Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático Margarita Xirgu(EMAD) puede parecer una sucursal de la caja de jubilaciones y no es una ilusión óptica. Ese edificio tiene un uso compartido entre la EMAD y los jubilados de la Confederación General de las Clases Pasivas que ocupan el cuarto piso. El hall es compartido. Ahora vacaciones. No hay alumnos y se está preparando la prueba de ingreso a la que muchos le tienen tanto miedo. fui a México por ejemplo. Cuando me fui a Francia tenía hecho tanto mayor horario que pude irme. Es la parte ética difícil pero también considero que estos cargos deben ser por un tiempo y después uno tiene que pasar a otra función.

foto: matías fabricio

¿Corresponde hacer algo al respecto de la incompatibilidad para los teatreros entre los cargos públicos y los fondos? Creo que se puede flexibilizar. Hay países en los que se ha logrado una fórmula más compatible. Nosotros creo que nos pasarnos de rosca.

foto: matías fabricio

Mariana Percovich (Montevideo, 1963) es la nueva directora de la EMAD desde hace muy poquitos días, los mismos que hace que presentó la renuncia a su puesto como Coordinadora de Artes Escénicas del Ministerio de Educación y Cultura (MEC). Es directora, dramaturga, gestora cultural y docente, y ya desempeñó el cargo como directora de la escuela entre 2004 y 2007 antes de la gestión de Alberto Coco Rivero entre 2008 y 2011. Además integra la compañía teatral Complot junto a Gabriel Calderón, Ramiro Perdomo y Martín Inthamoussú. ¿Qué cambios notás entre las dos gestiones del Frente Amplio en la Dirección de Cultura del MEC? La diferencia entre la primera Dirección de Cultura y la actual es que en este período hubo una locura en el crecimiento de la cantidad de gente, trabajo, presupuesto y posibilidades de formación de equipos completos; se profesionalizó la gestión. Ahora hay una gestión cultural importante dentro del Estado y tuve la suerte de ser parte de ese crecimiento, desde cuando estaba [Luis] Mardones con Gabriel Calderón hasta cuando asumió Hugo Achugar. ¿Cuáles te parece que fueron las políticas culturales más significativas desarrolladas por el Ministerio en este período? La inclusión social, ciudadanía cultural

como transversal a todas las áreas de la cultura, el hecho de que las políticas no signifiquen solamente dar dinero a alguien que lo pide o brindar declaraciones de interés sino generar proyectos y acciones, trabajar con el ciudadano, con el consumo cultural. Para mí hay un abismo desde el inicio hasta ahora que te lo permite el apoyo político, respaldo, equipo y presupuesto, que nunca alcanza ni es suficiente y tiene que seguir creciendo, pero ahora hay algo concreto. ¿Te generó algún inconveniente desarrollar tu actividad pública en el MEC en paralelo con la privada en Complot? El inconveniente era que no podía presentarme a ningún fondo y mis actores tampoco. No podía pedir apoyo para una gira, tuve que hacer mi trabajo más independiente que los independientes, poniendo plata nosotros, los actores sin ganar un mango, fue muy difícil desde ese nivel. Ahora en seis meses, por ejemplo, me voy a poder presentar al Fondo Concursable y me pienso presentar. Tengo derecho como artista de presentarme y eso va a ser muy importante para mí, vivir esa realidad. Y después está el tema de las posibles suspicacias. Yo tenía una carrera internacional antes del MEC, y todo lo que hice lo hice tomándome licencia reglamentaria y sin pedirle un peso al Estado, pero siempre hay un tonto que dirá “porque ésta curra con el Estado” y no fue así. Siempre me pedí licencia sin goce de sueldo, cuando me

¿Cuáles considerás que fueron los puntos fuertes de tu gestión? La creación del Instituto Nacional de Artes Escénicas (INAE), que considero un hijo compartido con Hugo Achugar. Es una idea suya que llevé adelante con un equipo y con el Ministerio de Transporte y Obras Públicas. Eso va a ser fundamental porque se creó una sede con iluminación, audio, video y materiales para trabajar. El apoyo que se le dio a la dramaturgia fue fundamental; el valorizar el tema del dramaturgo no sólo como un escritor sino como un artista con determinadas características, que necesita formación me parece que fue importante. También lo fue mejorar el trabajo con el sector para dialogar con ellos sobre las políticas, sobre lo que debíamos hacer y lo que no. Con las gremiales creo que también se trabajó bien, se intentó trabajar en el territorio, Iberescena, el Festival Internacional con la incorporación de Iván Solarich. Es muy rápido para que pueda hacer una evaluación, pero esos son los puntos que siento que estuvieron bien laburados y la formación de un equipo, claro. Y a nivel de lo que quedó por hacer, ¿por dónde pensás que se tiene que continuar? Trabajar mucho más en el territorio, buscar la forma de apoyar a las salas del interior para que puedan continuar permanentemente en acción, capacitar en gestión a la gente de las salas públicas y privadas del interior, hacer campañas de formación de públicos, trabajar con los niños. Hay muchísimo por hacer. Lo que pasa es que si no te dan más dinero es difícil, te tienen que dar más presupuesto. ¿Cuáles son tus propuestas para esta nueva dirección de la EMAD? El proyecto que llevé a la EMAD en mi gestión anterior tenía que ver con cosas que han crecido y evolucionado con la dirección de Rivero en el medio. Mi proyecto actual tiene cincuenta páginas, me conecté bastante con mi propuesta anterior, de hecho Rivero se presentó con ese mismo diciendo “voy a continuar la gestión de Percovich”. El tema es el cambio del plan de estudio, porque la es-

cuela viene arrastrando una formación disciplinar de veinticinco millones de materias distintas en casillitas una atrás de la otra. Creo que tenemos que ir hacia un cambio en el plan de estudio, creo que toda la escuela está de acuerdo con eso, ahora lo que queda es trabajar y para eso se creará una comisión que lo lleve adelante. ¿Hacia dónde iría ese cambio? Hacia una formación más contemporánea, más integral, de módulos, de talleres interdisciplinarios, una formación acreditable que tenga cruces con la universidad uruguaya y las de la región, más integral donde se pueda pensar en el tipo que quiera estudiar Introducción al teatro en un curso extracurricular, en carreras cortas, carreras nuevas, de crecimiento de la escuela, que podamos tener cinco primeros, si cambia el plan de estudio podría tener más estudiantes y si se amplía el local también. Trabajar con una mirada más contemporánea y más inclusiva. El trabajo internacional es algo que Rivero empezó y hay que seguirlo, las redes con otras escuelas, proyectos de intercambio y pasantías. ¿Qué no hiciste en tu gestión anterior y pensás hacer ahora? Que la carrera de actores avance en cuanto a rediseño como pudo progresar la de diseñadores. Ahora mis pilas están todas puestas en la de actores justamente porque siento que tenemos que mejorar más, todos los estudiantes están de acuerdo y los docentes también, entonces es bárbaro porque no tenés que trabajar con una resistencia, todos los órdenes están de acuerdo en que hay que cambiar el plan de estudios, así que hacia allá vamos. ¿Hay reelección en la dirección de la EMAD? Sí, puede haber reelección. A lo largo de la gestión hay distintas evaluaciones y luego el claustro evalúa y decide si quiere que el director sea reelecto y lo propone al Departamento de Cultura o se inician los procedimientos para un nuevo llamado. ¿En tu gestión anterior se te propuso la reelección? No, cuando terminé mi gestión anterior sentí que se había demorado mucho en la decisión y propuse no ser reelecta, entonces el claustro también votó que no y al mes me fui al MEC. ¿En el Programa Laboratorio del INAE ya se sabe quién queda ocupando el cargo que dejaste? No, van a hacer un concurso. Por ahora está el director de Cultura y el director del FIDAE como asesor interino, frente a dudas se lo consulta a él. Denisse Ferré


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ficción

Lo de siempre por Julio Suárez “La vida está llena de hermosuras así” (“Posibilidades de la abstracción”, Julio Cortázar)

ILUSTRACIÓN: GERVASIO TROCHE

A

Walter (que de aquí en más abreviaremos W) luego de cenar le dan ganas de fumar. Sacó el encendedor del bolsillo y cuando iba a encender el Marlboro, en vez de la llama esperable salió un torrente de agua. La presión con la que emergió fue tal que se le escapó de la mano, y al recuperarlo la casa estaba bajo agua. El único que parecía contento era Fiyi, el limpiafondo que ahora pasaba entre un portarretrato y el televisor. Fiyi siempre había soñado con el océano y estaba dispuesto a cualquier cosa. Cruzó rápidamente el living y se introdujo en el baño. Para su suerte, la tapa del inodoro estaba levantada y no dudó en comenzar la asquerosa travesía. Claro que la travesía puede resultar asquerosa para el lector, pero Fiyi no distingue esas cosas. Lo primero que le preocupó a W fue que en breve llegaría Marta y tendría que dar explicaciones. No aguantaba más a esa mujer. Antes de pensar cualquier excusa se dio cuenta de la magnitud de su descubrimiento. “Esto sería muy útil para los bomberos del mundo”, se dijo entre risas. No entendía bien cómo toda esa cantidad de agua se encontraba en el encendedor, sí sabía que la inmensa mayoría de la materia es vacío, que si por ejemplo pensamos en un átomo futbolístico, el núcleo sería una pelota en el centro de la cancha y los electrones circundando por las tribunas, gritando un gol o comiendo un pancho, el resto es vacío. Iba a ser millonario, por fin mandaría mudar a Marta. Salió de inmediato a lo de Juan para mostrarle su hallazgo. Eran las diecinueve

cuarenta, aún no había llegado del trabajo y lo esperó en la puerta del edificio. Su impaciencia le impidió distinguir el estado climático. Como no andaba mucha gente en la calle calculó unos doce grados. Al ver pasar una muchacha de pollera dijo: “Quince, a lo sumo dieciséis”. El barrio de Juan era extremadamente tranquilo, quizás por la falta de iluminación en las calles. Dudó si era por el barrio en sí o el momento del día, andaba por ahí solo de noche. Tendría que preguntarle. En aquel momento hubiera sido muy útil un celular, salió con tanta prisa que no se dio cuenta. Los minutos le iban restando impaciencia y a cambio le devolvían sensibilidad al frío. Un gato saltó del techo de una casa al suelo, lentamente lamió su vientre y trepó a un árbol. W se preguntó por qué los pájaros no trasnochaban como los gatos, ¿por qué no les gusta la oscuridad, el reflejo de la luna, maldición, por qué? Sí, le simpatizaban los gatos. Juan llegó a las veinte cero cinco y vio a W recostado contra el muro que separaba el edificio de un campo baldío. Le sorprendió mucho su presencia pero no se lo dijo. –¿Cómo andás, Master? –preguntó Juan mientras sacaba las llaves del bolsillo. –¿Bien y Borges? –Lujo. ¿Subís, no? –Sí, tengo que mostrarte algo. El ascensor estaba descompuesto y subieron las escaleras de pésima gana. A W le corrió una lágrima por la mejilla: Juan vivía en el piso cuarenta y siete. Una vez adentro, sin preguntar Juan sirvió dos whiskies. Recién luego de los primeros dos tragos se sacó el saco y los zapatos. Abrió el armario y colgó la corbata de una percha. Al darse vuelta sintió el leve ruido que hizo al caer al suelo. –¡Mierda, mierda! Nuevamente abrió el armario y puso la corbata de mejor manera. W estudiaba los movimientos desde el sillón, vaso en mano. –El centro de masa de la corbata está bastante más debajo de su centro geométrico. ¿Para qué estudias física, viejo? Ambos rieron al unísono. –¿Qué querías mostrarme? W sacó el encendedor del bolsillo. –Sabés que acá no se puede fumar –se adelantó Juan. –I know, I know. Cuando W prendió el encendedor brotó una llama armónica y perfecta. La vida está llena de cosas así.


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fotorreportaje

por Leonardo Rodríguez

Devotos del mar Iemanjá

Mujeres de todas las edades entran y salen del agua sin parar. Dejan sus ofrendas, empujan las embarcaciones y regresan con sus atuendos mojados. El fuego se pierde en el agua. Al fondo, alguien canta. Rostros sonrientes, trajes claros y flores bajan de la rambla de Montevideo a la playa Ramírez. El ritual se repite sin conocer fronteras. La noche empieza a caer y las velas iluminan la arena. Más arriba gente con reposera mira con atención, no se arriman, solo miran. La Mae se acerca a la playa, arroja flores y comienza a hundirse, parece Alfonsina pero de vestido blanco. Empiezan a sonar los pandeiros, atabaques y agogós. Algunas personas se arrodillan y rezan. Alhajas, zapatos de Novus, botellas de champagne, whisky, perfumes franceses y flores. Todo junto viaja hacia el mar; deseos de los creyentes, consuelo de los que miran.


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El boom literario de la historia reciente

El tiempo no para Al igual que juzgar la calidad de un programa de televisión según su rating parece un tanto riesgoso hablar sobre la valía de un libro por la cantidad de ejemplares vendidos. No obstante, y presuponiendo que no todo el mundo compra libros para nivelar esa pata más corta de la mesa, las ventas pueden dar una idea de “lo que quieren leer los uruguayos”. Así es que, repasando datos, uno se encuentra con que Milicos y Tupas, de Leonardo Haberkorn, fue el libro más vendido de 2011 en la categoría “No ficción”, según los registros de la Cámara Uruguaya del Libro (CUL). Cantidad de ventas que le valió al periodista la distinción con el Libro de Oro entregado por la CUL. Otro dato interesante es que, luego de ser lanzado en el mes de diciembre, Ana la guerrillera, escrito por Nelson Caula y Alberto Silva, se mantuvo durante los dos primeros meses de 2012 entre los cinco libros más vendidos, según el ranking elaborado por la cadena de librerías Grupo Libros. Parece llamativo entonces el gusto de los lectores uruguayos por los libros basados en la historia reciente, especialmente sobre hechos y personajes de la última dictadura. La interna del Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros (MLN-T), el proceso interno que llevó a los militares a hacerse del poder, o la vida de personajes emblemáticos de esa época, como Raúl Sendic, Líber Seregni, Wilson Ferreira Aldunate o Zelmar Michelini fueron algunos de los temas preferidos de historiadores y periodistas uruguayos que supieron canalizar el interés de los lectores por un período cargado de hechos. El transcurso de la historia y los dos gobiernos del Frente Amplio colaboraron con este boom, poniendo en el tapete a figuras como José Mujica, Eleuterio Fernández Huidobro o Lucía Topolansky. El primero de ellos fue retratado casi hasta el hartazgo, desde Mujica de Miguel Ángel Campodónico en 1999 hasta el polémico Pepe Coloquios de Alfredo García en 2010, pasando por otros retratos del hoy mandatario a cargo de Samuel Blixen, Sergio Israel, María Esther Giglio y María Noel Domínguez, entre otros. Los otros dos personajes tuvieron en 2011 sus libros,

opinión

La cultura en lentes de 1D

con Ana la guerrillera y Fernández Huidobro. De las armas a las urnas, de Gerardo Tagliaferro. Pero la historia reciente trasciende al relato sobre sus personajes, y así surgieron en los últimos meses libros como El escuadrón de la muerte de José Luis Baumgartner, una investigación-ensayo sobre los grupos paramilitares que lucharon contra la subversión durante la dictadura. El enigma Trabal, otro de Israel, salió en 2011 para intentar develar las condiciones del asesinato del director de Inteligencia militar durante el combate al MLN-T. También el año pasado, completando quizás un prolífico año para la revisión histórica, se edita Camaradas y compañeros, de Gerardo Leibner, recogiendo la historia del Partido Comunista del Uruguay. La historia reciente parece entonces una gran oportunidad para que escritores y periodistas rememoren o incluyan elementos nuevos sobre un período histórico cargadísimo de hechos y de personajes, y que sigue trayendo consecuencias al presente. También, por qué no, un muy interesante nicho de mercado para las editoriales, con productos buenos y de los otros. Sergio Pintado

Lo de Antel y Los Olimareños dispara unas cuantas señales de alerta y es necesario hablar de ellas antes que el tratamiento básico y elemental que han hecho del tema Pedro Bordaberry y Fitzgerald Cantero tape para siempre esos ruidos raros. En primer lugar, empecemos por la visión hipócrita y simplona relativa al gasto del Estado en manifestaciones culturales. A esta altura, luego de años de una administración (primero Mardones, luego Achugar) que ha hecho hincapié en el apoyo fundamental de las empresas estatales e incluso privadas a los proyectos culturales (en muchos países la inversión públicoprivada en el ámbito de la cultura ha dado muy buenos resultados) y de iniciativas como el Fondo de Incentivo Cultural, resulta no solo anacrónico y conservador condenar el apoyo de las empresas estatales a la cultura sino también tonto y errado. Sin embargo, y también aprovechando el advenimiento del carnaval y la saturación del espacio por parte de entes estatales, como la propia Antel o la Intendencia de Montevideo con la imagen de la murga Agarrate Catalina, hay ciertas cuestiones que siguen haciendo un ruido molesto. En un comunicado de Antel publicado por el diario Ultimas Noticias se justifica el gasto en el recital de Los Olimareños “en base al elevado retorno de imagen y marca que supone para la empresa, tratándose de un ícono de la cultura nacional, admirado por todos los uruguayos”. Nótese que no he hablado del gasto, si es excesivo o no, y de hecho no lo haré. Lo que rechina es el final de este fragmento. Un Estado tiene la obligación de apoyar manifestaciones artísticas y, quizás, fundamentalmente de sus creadores nacionales (y no basado en chauvinismos baratos sino en la simple razón de que son quienes de hecho pagan los impuestos). Lo que no puede es usar ese financiamiento para apoyar determinadas propuestas en detrimento de otras sin explicitar al menos el criterio usado para discriminarlas entre sí. De lo contrario, se corre el enorme riesgo de flechar el gusto a fuerza de saturación. Si a todos los actos, festivales internacionales, conmemoraciones y fiestas importantes van los mismos artistas, la gente termina convencida de que eso es lo valioso, que eso es lo mejor que tenemos en el momento y se terminan de convencer todos, como hacia el final del comunicado, que eso es “admirado por todos los uruguayos”. También se ha dicho que forman parte del imaginario colectivo y que son una parte de nuestra historia, lo cual es cierto, pero pensar que todos vivimos esa historia del mismo modo, que todos tenemos la misma relación con nuestro pasado, es igual de peligroso y refuerza otro gran problema de nuestra sociedad: la defensa de un único relato, una memoria histórica única y homogénea. A nadie se le ocurriría contratar al Combo Camagüey y decir que el gasto se justifica porque son una parte de nuestra historia, de nuestros años duros, cuando seguramente “Tinguilikitin” sonaba en los hogares de la época a la par de la canción protesta. El Estado debe apoyar y fomentar las expresiones culturales de un país sin hacer diferencias evidentes. Puede hacerlo, en base a un proyecto estético claro, sin decisiones caprichosas, blanqueando los criterios y las motivaciones que llevaron a apoyar determinadas propuestas en detrimento de otras. Si es necesario, abramos un debate sobre estética, cultura, vale todo y elitismo, pero nunca dejemos en silencio los rumbos de los fondos estatales. Inevitablemente, por más buena voluntad que haya, esa película termina en amiguismo, estética única, arte oficial, abuso de poder. Diego Recoba


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SIETE DÍAS EN EL CONGO

Detrás del uniforme cascos azules en la selva de kimua. foto: sergio pintado

¿Cómo un país de tres millones de habitantes tiene más de mil efectivos militares en otro de más de setenta millones? ¿Cómo puede ser que un niño en medio de la selva del Congo hable español y asegure ser “hincha de Peñarol”? Consecuencias de más de diez años de militares uruguayos en Misión de Paz en el Congo. Cómo viven, qué hacen y cómo son recibidos en un país tan y no tan distinto. “A los congoleses les cuesta entender que no soy una mujer”. Según me dijeron, es la mejor frase para comenzar una crónica sobre la realidad de un país tan distante y tan cercano a Uruguay: el Congo. El pelo es justamente un símbolo de estatus para los congoleses, especialmente en las mujeres. De hecho son pocas las que tienen el pelo largo sin necesidad de usar peluca, pero las que lo logran pueden estar tranquilas de que no faltarán hombres interesados en ellas, y hasta ofrezcan un par de cabras o una vaca para comprarlas. En los hombres locales el pelo largo directamente no existe. Además, la mayoría de los hombres extranjeros que llegan al país son militares que participan en la misión de paz de Naciones Unidas; cientos y cientos de hombres con el pelo prolijamente corto. Así fue que me encontré enfrentando la mirada inquisidora de un niño de la villa congolesa de Kimua, apenas un puñado de chozas en el medio de la selva. Después de varios segundos de mirarme extrañado, el niño de no más de diez años optó por preguntarle a uno

de los militares uruguayos que me acompañaban si “era hombre o mujer”. Otros niños directamente no preguntaban y sin más asumían que era mujer, con las correspondientes consecuencias: “¿Cómo estas mi amor?”, me dijo uno de ellos en español. Las frases en nuestro idioma son frecuentes entre los niños de Kimua y en cada una de ellas uno puede imaginarse el momento en que un soldado uruguayo se las enseñó. Así es que uno puede encontrarse niños congoleses que afirman sin titubear ser “hinchas de Peñarol”, sentimiento que algunos de ellos llevan al extremo cuando cantan “Peñarol es kitoko (“bonito” en swahili, el dialecto local), Nacional es gallina”. Es que el contacto cultural entre uruguayos y congoleses es inevitable. Bastante lejos de la situación “ideal” propuesta por la reglamentación de la Organización de las Naciones Unidas –en la que se prohíbe toda relación entre efectivos de las misiones de paz y la población local para evitar “situaciones abusivas”– los uruguayos di-

cen no poder “dejar de ser uruguayos” y no es extraño encontrarlos charlando o ayudando a algún congolés. Un claro ejemplo de esto puede verse en la villa de Kimua, uno de los pequeños poblados ubicados en medio de la selva congolesa, cerca de la frontera con Ruanda. Allí está apostada una de las bases uruguayas más nuevas –se estableció a comienzos de 2011– con la misión de asegurar el trabajo del programa de Desarme, Desmovilización y Reintegración de las Naciones Unidas, cuyo objetivo es proporcionar “una nueva vida” a los miembros de grupos armados que deciden dejar las armas. Además, la reglamentación obliga a que en los baños de la base uruguaya puedan leerse carteles que indican los locales nocturnos de la ciudad de Goma prohibidos para funcionarios de las Naciones Unidas. Una decena de pubs, hoteles o restaurantes donde la prostitución es moneda corriente y los funcionarios de Naciones Unidas son los clientes más esperados. Precisamente, la posibilidad de que surjan casos de abu-

so sexual constituyó una de las principales preocupaciones del coronel Gustavo Sosa, jefe del batallón uruguayo durante gran parte de 2011. Con esa intención, Uruguay alquiló una casa en el balneario de Entebbe, en Uganda, donde los militares pueden pasar sus vacaciones. Allí el contacto con los locales no está prohibido, ni existen lugares “vedados” por las Naciones Unidas. Los militares uruguayos permanecen por períodos de nueve meses en cada misión. Dentro de ese lapso, a cada efectivo le corresponden veinte días de licencia, durante los cuales puede viajar a Entebbe, hacer turismo dentro del Congo o viajar a cualquier otro lugar del mundo. Si decide volver a Uruguay, en cambio, los veinte días se transforman en treinta. Si bien la posibilidad de retornar por un mes al país es muy tentadora –especialmente para los primerizos en misiones de paz-, no es difícil encontrar militares que aprovechan su posición en medio del África para conocer países a los que les sería más difícil llegar desde Uruguay, como Egipto, India o Kenya.


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Además de su licencia, la tarde de los sábados y los domingos están destinadas a la “administración personal” de los efectivos, término utilizado por los militares para referirse a sus horas libres. En Goma, por ejemplo, suelen juntarse en grupos para visitar alguno de los lujosos hoteles ubicados en la costa del lago Kivu. En lugares como esos, uno perfectamente puede olvidarse que está en el Congo, mientras se zambulle en una de sus paradisíacas piscinas o toma un refrigerio mirando a un lago que no tiene nada que envidiar a un mar. Otros paseos como parques, reservas de animales o ferias de artesanías completan el tiempo libre de los soldados que optan por aprovechar las horas fuera de la base. Otros en cambio, no se despegan de sus computadoras para no perder ocasión de contactarse con sus familiares. ¿Por qué hay uruguayos en el Congo? Las primeras tropas uruguayas llegaron al Congo a mediados del 2001, luego de que Uruguay aceptara colaborar con la Misión de Paz de Naciones Unidas que había comenzado en 1999. Actualmente, Uruguay es el país que aporta más tropas a la misión en relación a su cantidad de habitantes y el tercero en el mundo en números absolutos. De hecho, el Ejército tiene en el Congo a 980 efectivos, prácticamente el 10% del total de sus miembros. La función ejercida por los uruguayos en la misión hace que las posiciones a ocupar dentro

del país varíen, pero en la actualidad la actividad uruguaya se centra en las ciudades Kimua, Goma, Kinsangani, Kindu, Mbuji Mayi y la capital del país, Kinshasa. De su inicio, la MONUSCO (nombre con el que se denomina a la misión en el Congo) está abocada a combatir a los grupos armados que operan dentro del territorio congolés, muchos de ellos con mejor armamento y recursos que el propio ejército oficial. Entre ellos, la principal “fuerza negativa” está constituida por las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda (FDLR), grupo armado conformado por ruandeses exiliados tras el genocidio que perpetraron en su país durante la década del noventa. Si hay países propicios para determinadas actividades, el Congo lo es para ser guerrillero. Eso explica que en la actualidad puedan encontrarse, aparte del FDLR, cuatro o cinco grupos armados más operando en distintos puntos del país. La exuberante geografía del Congo, con sus selvas, montañas, ríos, grandes ciudades y todo ello mezclado, más la gran cantidad de minerales esparcidos por el territorio, permiten que un grupo armado pueda sentirse seguro y autofinanciarse. Así lo hacen todas las guerrillas y así fue como el FDLR logró apropiarse de varias minas de diamante y coltan (mineral utilizado en la fabricación de teléfonos móviles y tecnología espacial, con un alto valor en el mercado), lo que le permitió financiar sus operaciones. Como el objetivo original del FDLR fue regresar a Ruanda –desde

donde habían escapado para evitar ser condenados como culpables del genocidio– sus fuerzas se desplegaron en toda la frontera Este del Congo, precisamente donde se ubican los soldados uruguayos. Es que desde el comienzo de su participación en la misión, el batallón uruguayo funcionó como “ejército de reserva” de Naciones Unidas. En otras palabras, las fuerzas militares uruguayas deben estar listas para entrar en acción en cualquier momento en cualquier parte del país. Un régimen que provoca que siempre haya habido uruguayos en los momentos más críticos del Congo, cuando los grupos armados intensificaban su acción. Entre los uruguayos, esa característica es tomada casi como un orgullo, ya que “los uruguayos han cumplido misiones que otros países no se animaron a hacer”. Ahora bien, los uruguayos no son el contingente más numeroso en el Congo y tampoco son los que tienen las mejores armas o vehículos, por lo que parece extraño que Naciones Unidas confíe en ellos para marcar presencia en situaciones conflictivas. La respuesta es tan simple que nadie dentro de la base uruguaya duda en responderla: el secreto del éxito de los uruguayos en el Congo es que son uruguayos. Es que la relación de los locales con las tropas de Naciones Unidas es muy variable y depende en gran medida del país del que provengan los efectivos. Franceses, indios o paquistaníes, contingentes más numerosos y mejor equipados que el uruguayo, son

mal vistos por los congoleses y su relación se enmarca estrictamente dentro de las disposiciones de la ONU. Recibir donaciones de ropa y comida, charlar o incluso jugar un partido de fútbol son actividades que los congoleses reservan para los uruguayos. ¿La razón? No hace falta indagar demasiado dentro del batallón uruguayo para tomar conciencia del origen de la mayoría de los militares en Uruguay. Mientras realizábamos una patrulla por las villas alrededor de Kimua, conociendo pequeños poblados en medio de la selva que fueron incendiados por el FDLR, me detuve a observar una de las pequeñas chozas que conformaban la villa de Kimua III. “¿De qué material está hecha?”, pregunté a uno de los soldados que me acompañaba. “Las paredes son de barro y el techo de paja. Mis padres, allá en Rivera, vivían en una casa igual”, respondió. Ponerse a pensar en que un soldado del ejército uruguayo vive su infancia en condiciones tan similares a las de un congolés en medio de la selva es un buen comienzo para intentar entender por qué los locales no quieren que Uruguay se vaya del Congo. Sergio Pintado *Sergio Pintado viajó a la República Democrática del Congo para cubrir el recambio de tropas uruguayas para Montevideo Portal.

niños congoleses en el límite del campamento militar uruguayo. foto: sergio pintado


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Entrevista con Diego Masi

El reflejo en blanco y negro Para aquellos que se mantienen alejados del circuito de las artes visuales, el nombre de Diego Masi (1965) puede sonar desconocido. Pero si acto seguido le incorporamos el epíteto: “el que le puso lunares al monumento El Entrevero” o “el que hizo los dibujos en blanco y negro de las tapas de cuadernolas Papiros”, la memoria se empieza a refrescar. Masi vive en el Parque Rodó, en una casa reconstruida. De tres pisos, amplia y luminosa. Arte por doquier; cuadros (suyos y de otros), esculturas, muebles intervenidos, minuciosos detalles en la construcción y la sensación que los que allí viven tienen claro lo que significa el buen gusto. En la primera habitación de la casa Ana Campanella, artista y esposa de Masi, ensaya una nueva escultura. Esa mañana, Pina, la artista en potencia que todavía improvisa con plasticina, está en la guardería. Diego se sienta y se recuesta en la silla; hace unos días disfrutaba del Cabo Polonio, hoy ya en Montevideo empieza a pensar en los proyectos para 2012. Tus pinturas denotan un trabajo minucioso, impoluto, perfeccionista. ¿En tu vida también sos así? Me gustaría que ese orden que hay en los cuadros esté en mi vida, pero realmente no lo logro. En realidad necesito una vida así, un orden de las situaciones para poder tener una claridad de hacia dónde voy. Yo no puedo crear desde el caos, hay artistas que tienen que estar en una situación caótica emocionalmente o físicamente para poder llegar a una obra. Yo de hecho si me tomo dos copas de vino no puedo pintar nada. Viendo tus cuadros uno puede llegar a preguntarse si ves en blanco y negro. Arranqué pintando con muchos colores y luego los fui quitando. Cuando logré el blanco y negro descubrí que me interesaba mucho más; me distraía menos con los colores y me concentraba más en la composición, en la estructura. Tengo las mismas sensaciones con el cine y la fotografía. ¿Cómo llegás a utilizar la técnica del aerógrafo? En realidad trabajo más a pincel que a aerógrafo; después de haber hecho varios días de trabajo a pincel el aerógrafo termina dándole el volumen de la geometría. Igual, siempre digo que la técnica es un camino para llegar a algo pero no es o no tendría que ser lo más importante, si bien es lo que se ve. En 1993 egresaste de la Escuela Nacional de Bellas Artes a la que volvés en 2010. ¿Cuál es tu relación con la Academia? Poca, en realidad. Después de que egresé me puse a trabajar como artista indepen-

diente. En 2010 inicié un curso de posgrado con Daniel Argente y eso me abrió otras líneas que ya había incursionado hacía tiempo. Fue súper interesante, se utilizan los nuevos medios: sonido, imagen, interfases, trabajos con sensores que se activan con la presencia humana. Es algo que pone a la Facultad de Artes en un lugar donde están hoy las escuelas de arte en el mundo. ¿Creés que la gente le teme a las artes visuales? Sin dudas. Es el miedo a no entender. Cada vez que hablás con personas que no están vinculadas a las artes visuales, hay como un temor y dicen “yo de eso no entiendo nada así que ni lo voy a ver”. De hecho el arte contemporáneo es cada vez más difícil de leer, incluso para las personas del medio plástico. ¿Y por qué se da ese alejamiento? Sucede porque no hay ningún tipo de educación visual en el sistema educativo. Lo más parecido que hay son talleres de dibujo o plástica. A los niños ya desde chiquitos les enseñan plástica, luego en primaria, en secundaria o incluso en facultad no hay la más mínima línea en educación visual, en desarrollar el ojo para poder ver cosas, aunque no sean de arte, aunque sean de diseño o de comprensión visual. ¿Cómo percibís las tensiones entre lo intelectual y lo popular en el arte? Estamos en una situación en donde se privilegia mucho más las artes populares. Terminan predominando las artes de una digestión más fácil. Me gustaría que no pasara esto porque hay incluso centros de arte que abrieron hace poco que están mostrando un arte mucho más contemporáneo y claramente el público no va. ¿Notás que hay un nuevo consumidor en artes plásticas? Diez años atrás, sin ir más lejos, se consumía obras muy complacientes, obras que tenían un sentido agradable, de ver en la obra lo que no molestara, que fuera muy bien con la decoración. Eso no está ni bien ni mal, pero ahora cambió ese concepto y se está apostando al arte mucho más contemporáneo, más arriesgado. Pero tampoco es un cambio dramático. Hoy sos uno de los artistas que vive de su trabajo. ¿Cómo articulás la dicotomía de arte y mercado? En 2002 casi por casualidad llegué a una

foto: matías fabricio

galería de Puerto Rico y en una muestra vendí 15 obras en una noche, algo insólito en mi vida. Hasta ese año no me preocupaba en absoluto por el mercado, porque como no existía en Uruguay era un problema menos con el cual lidiar. En Uruguay el mercado era ridículo, salvo para pintores muertos o extremadamente decorativos. Después no había nada, las galerías no daban ningún lugar para artistas más experimentales o contemporáneos. Entonces yo trabajaba en de todo, tenía un lavadero de ropa, ilustraba para El Observador, diseñaba sellos y me dedicaba a pintar. Lo que sucedió en Puerto Rico fue clave para darme cuenta que en realidad no hay absolutamente nada malo en comercializar la obra; todo lo contrario. ¿Cómo se le pone el precio a una obra? El precio lo da la galería en base al tipo de obra, a ciertos caracteres y a la crítica. Hay especialistas de arte que evalúan las obras: la producción anual, la continuidad, la trayectoria del artista, los premios y las exposiciones individuales que tenga el artista inciden en el precio. No tendría sentido si el propio artista le pusiera el precio, porque hay algunos que dicen “mi obra vale diez mil dólares” pero no sé si realmente los vale. ¿Cuál fue el precio máximo al que se vendió una obra tuya? Opera Gallery fue la que puso los precios más altos y la obra más cara creo que se vendió en 35 mil dólares. ¿Pintar para comer no te dificulta un poco el momento de inspiración?

“conforma”, pintura acrílica sobre lienzo .102 cm. x 204 cm. x 3 cm. año: 2010

Hay un lado que te da cierta inquietud y no es fácil. Yo preferiría vivir de otra cosa y no depender tanto de la pintura para poder pagar todas las cuentas. ¿Debería haber más espacios públicos con arte uruguayo? Eso es urgente, un llamado a esculturas públicas de gran porte. Cuando llegás a una ciudad y no hay arte en su espacio público eso te está diciendo algo, es clarísimo. Vos vas a San Pablo y es infernal, en cualquier lugar ves obras que salen como plantas. Es maravilloso. ¿Cómo te llevás con los concursos de artes plásticas? Tuve una época en la que me presenté mucho a concursos y de hecho gané varios premios, y cuando ganás te llevás bárbaro. Después muchos de los espacios que había misteriosamente cerraron como Almanaques Inca, Automóvil Club del Uruguay, ute, brou. Luego se retomó el Salón Municipal y el Salón Nacional de Artes Plásticas y surgieron todas esas polémicas cuando un grupo de artistas que se presentaron demostraron las fallas y baches que generan los salones. ¿Por eso estás alejado de ese circuito? Hoy en día prefiero no presentarme a un salón. No quita que mañana me presente. Es un medio muy chico, todo el mundo conoce a todo el mundo. Hay veces que docentes de arte son jurados en salones y después aparecen alumnos entre los premios, cosas que no estarían muy bien. Sofía Sienra / Juan Manuel Chaves


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Odisea de los espacios

Poco, poco, poco… va quedando poco humor en Carnaval

“Las personas tienen derecho a acceder y participar del espacio público como ámbito de deliberación, intercambio cultural, cohesión social y promoción de la igualdad en la diversidad” Art. 23, Constitución de la República de Ecuador

murga alicia en el velódromo. foto: cecilia russo

Sin pretender caer en un lugar común, me dispongo a esbozar unos conceptos para reflexionar un poco sobre el nivel de nuestro carnaval, sin fanatismos ni camisetismos de ningún tipo. Lo de “lugar común” lo digo porque es un clásico de todos los años decir que este fue un carnaval flojo, o que carnavales eran los de antes. Sin embargo, entiendo que tal afirmación, que surge desde lo profundo del pedregullo de los comentarios carnavaleros, hoy más que nunca tiene una vigencia renovada. Murgas, parodistas y, aunque suene imperdonable, humoristas, atraviesan la misma crisis. Pareciera que todo es un cliché. Que las murgas cuando critican e intentan hacer reír recurren a ellos, a chistes prefabricados, y del mismo modo las denuncias de esos clichés también recurren a clichés. ¡¡Clichés, clichés, clichés!! “Aquélla está para ganar”, “a ésta otra no le da”, “está buena pero en el concurso no pica”, “no está buena pero cubre rubros”, “canta chiquito pero afinado”, “la murga tiene que criticar”, “aquella murga hace su espectáculo pensando en actuar en el exterior”, “aquella otra repite la misma fórmula y siempre gana, así cualquiera”, “ésta de acá es horrible, pero canta con el corazón”, “ésa de allá es políticamente correcta”. Esta batería de juicios podría seguir largamente. Cada vez que son utilizados pareciera que realmente dan cuenta con autenticidad de lo que sucede arriba del escenario, cuando en realidad demuestran un congelamiento creativo, porque tanto arriba como abajo de las tablas, las murgas cantan lo que se supone que deben cantar y el público dice lo que se supone que debe decir. ¿Cómo escapar de este círculo? ¿Cómo dejar de reírnos siempre de lo mismo? ¿Cómo recuperar la sorpresa? Tal vez yo tenga una gran incapacidad de disfrutar de un espectáculo, pero en general, hablando con otros espectadores de carnaval, extraigo el mismo diagnóstico. “Es un embole”. ¿Hay excepciones? Sí, claro, benditas sean. No pretendo decir que no haya

grandes letristas en carnaval, grandes actores, etc., etc., pero sí que en este momento hay un achanchamiento (si se me permite la expresión) creativo. Una saturación de los recursos y un público cómplice. Un ejemplo de esta complicidad es el fanatismo exacerbado, surrealista, irracional, de algunos hinchas que arengan a algunos conjuntos cual falange futbolística. ¿Cuál es el vínculo entre lo que reclama un auditorio y lo que luego los artistas ofrecen? ¿De qué se supone que deben hablar los conjuntos de carnaval teniendo en cuenta que es la mayor fiesta popular de nuestro bendito país? No tengo idea (en general cuando hago una pregunta desconozco su respuesta). Tal vez lo que falte sea criticar a las críticas, repensar a qué le llamamos criticar, discutir qué nos debe ofrecer el carnaval, qué reclamarle y qué no, y todo esto sin apelar a un conjunto de juicios prefabricados. El carnaval como negocio hace varios años que viene cerrando sus números y cada vez es más redituable. Es una linda zafra que se hacen varios, desde los dueños de los conjuntos hasta los vendedores de panchos, y con un poco de bombo y una linda moña lo hacen pasar como una fiesta orgiástica a la cual todos debemos acudir. Sin embargo, mientras crece el negocio por un lado, por otro se empalidece el producto en su esencia. La sensación de que todos los conjuntos cantan lo mismo, con músicas similares y con chistes robados empieza a ser unánime, y es un indicio de que para ser la fiesta más larga del mundo, nuestro carnaval debe repensarse. O lo hacemos más corto o le buscamos la vuelta para transformarlo en un producto más apetecible. En cualquier caso, hace tiempo que pide a gritos un sacudón creativo, alguna cabeza que le dé la vuelta y que desnude su aletargamiento. Diego Paseyro P.D: Los espectáculos más disfrutables de este carnaval son: Los Choby’s y La Milonga Nacional.

En tiempos en que la gestión y legislación de los espacios virtuales, como Internet, está en pleno debate, vale la pena analizar cómo estamos en términos de políticas públicas con respecto a los otros espacios, los tangibles: los espacios públicos. Se suele distinguir al espacio público como aquel lugar donde cualquiera tiene derecho a circular en oposición a los espacios privados. Las ciudades modernas y el propio concepto de ciudadano se construyen a su alrededor. Antes de que las responsabilidades políticas empezaran a ser tan representativas, era en la plaza donde los habitantes ejercían su ciudadanía. A partir de revoluciones liberales de fines del siglo XVIII y principios del XIX, los espacios públicos como característica ciudadana dejan de tener tanta relevancia y comienza el esplendor del concepto de propiedad privada. Nuestra Constitución, surgida en aquellas épocas y reformada varias veces, no menciona ni define “espacios públicos”. De todas maneras, a pesar de esta ausencia, los órganos ejecutivos del Estado asumen de hecho la gestión de la vía pública. El resultado es desparejo, dependiendo la mayoría de las veces de la gestión de turno o de la relación idiosincrásica de la población con estos espacios. En este sentido es en el interior de país y principalmente en pequeñas localidades donde se vislumbra más el espíritu colectivo de calles, parques y plazas. Por lo general, son las intendencias quienes se encargan de su mantenimiento. En la mayoría de los gobiernos departamentales existe una oficina o área de Espacios Públicos. Sin embargo, el tema sigue estando ausente en el inconsciente colectivo; no concebimos estos espacios como un derecho ni como una responsabilidad y se nota en cada papel que preferimos abandonar en la vía pública y no en una papelera. A pesar de esta anomia, en rasgos generales Uruguay goza de una buena salud con respecto a espacios ciudadanos. Un ejemplo de esto son las playas montevideanas que, a pesar de encontrarse principalmente en los barrios más pudientes de la capital, son disfrutadas por vecinos de toda la capital.

Otros buenos ejemplos de recuperación de espacios se dan en las ciudades de Trinidad (Flores) y Young (Río Negro), en las que se aprovechó la franja que queda entre la Ruta 3 y la alambrada en ambas localidades. Los residentes recuperaron un espacio estatal de poca utilidad y lo convirtieron en parques con ciclovías. Hoy parece normal pasar por la zona y ver ciudadanos realizando distintas actividades deportivas y de esparcimiento. En este sentido, se reutilizó terreno sin uso para darle un fin comunitario. En Montevideo la novel plaza Líber Seregni se convirtió en un emblema de lo que significa gestionar un espacio comunitario en el siglo que transitamos: a partir de un terreno deshabitado se concibió otro multiuso acorde a las necesidades y exigencias actuales. Pero, ¿qué pasa en países donde a priori no existe una relación igualitaria entre los habitantes y las políticas públicas? En Ecuador la última reforma constitucional del año 2008, entre otros avances en materia de derechos ciudadanos, incorporó el concepto de “espacio público”. En casi una decena de artículos se describen las competencias, derechos y obligaciones del Estado y los habitantes del país con respecto a estos lugares comunitarios. Entre otras menciones, el artículo 31 aclara: “Las personas tienen derecho al disfrute pleno de la ciudad y de sus espacios públicos, bajo los principios de sustentabilidad, justicia social, respeto a las diferentes culturas urbanas y equilibrio entre lo urbano y lo rural. El ejercicio del derecho a la ciudad se basa en la gestión democrática de ésta, en la función social y ambiental de la propiedad y de la ciudad, y en el ejercicio pleno de la ciudadanía”. Al igual que los medios masivos de comunicación o Internet, los espacios públicos siguen funcionando sin una legislación acorde que los regule. Quizá sea por esta razón que lo menos fomentado en todos ellos es su característica principal: ser espacios colectivos.

Daniel Machín


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Panorama de las series televisivas para 2012

Se avivó la caja En una entrevista concedida hace poco más de un año a la publicación Entertainment Weekly, el prestigioso guionista de comics y escritor británico Alan Moore (Watchmen, V de Vendetta y un larguísimo etcétera) se refería a la serie The Wire como una de las mejores de la historia de la televisión y la destacaba por tratarse de un programa que se toma su tiempo para contar una historia, adquiriendo así la forma narrativa propia de la novela. Quedará para discutir si es correcto o no legitimar la valía de una serie de televisión apelando a la comparación con un medio tan distinto como el literario. Mientras los grandes estudios de cine dejan ver de manera cada vez más obvia los síntomas de un crónico vaciamiento de ideas; (ya sea refritando películas y franquicias del pasado o hurgando en ese aljibe inagotable de historias que es el mundo de la historieta), series como la mencionada The Wire, Los Soprano, Lost, y hasta comedias geniales como Seinfeld o The Office elevaron el listón a lo más alto y acostumbraron al espectador a un nuevo tipo de ficción televisiva. En el rubro de la comedia se da un fenómeno particular. Desde que finalizaron series emblemáticas como Seinfeld o Friends, al formato de las sitcoms le ha costado renovarse. De hecho, varias de las más destacadas de los últimos años, como Arrested Development, The Office y 30 Rock, no pueden etiquetarse como sitcoms en estado puro. Luego de una turbulenta y mediática salida de Two and a Half Men (que no goza de la misma salud con Ashton Kutcher como su reemplazo), Charlie Sheen prepara su vuelta a la televisión en junio a través de Anger Management, encarnando el papel que Jack Nicholson interpretara en la película del mismo nombre, allá por 2003. Otra de las comedias salidas de la fábrica del productor Chuck Lorre, The Big Bang Theory, sigue a paso firme. La inteligente movida argumental de otorgarles más participación a los personajes femeninos renovó el interés del público en Sheldon y su banda de nerds. Su posición de líder en el rango demográfico de los 18 a 49 años (los televidentes más codiciados por las cadenas de televisión) le garantizó la renovación al menos hasta la temporada 2013-2014. Con una séptima temporada en plena marcha, How I Met Your Mother fue renovada para una octava y, quizás, temporada final. La situación contractual de varios de los miembros del elenco, fundamentalmente de Jason Segel, pone en duda su extensión. Saliendo del formato de las sitcoms tradicionales y con un estilo cuasi documental, están las excelentes The Office y Parks and Recreation. La primera sufrió ciertos traspiés en las mediciones luego del alejamiento de su protagonista, Steve Carrell, aunque uno supone que se ha ganado el crédito suficiente como para seguir adelante. Por su lado, Parks and Recreation ha logrado

ILUSTRACIÓN: GERVASIO TROCHE

consolidarse en su horario, con un elenco que está entre lo mejor que puede encontrarse en la comedia televisiva y que tiene a la ex-Saturday Night Live, Amy Poehler, como su bandera insignia. Extraída de las entrañas del universo Saturday Night Live, 30 Rock, la serie protagonizada por Tina Fey y Alec Baldwin, comenzó su sexta temporada hace poco más de dos meses, y por el momento se desconoce qué pasará con su continuidad. La renovación de series como la hilarante Modern Family y Glee paga 1,20 pesos. No sucede lo mismo con la brillante serie de adultos estudiantes Community, su cuarta temporada comenzaría el 15 de marzo. La ficción de género, salvo contadas excepciones, ha sido injustamente ninguneada por los premios y gran parte de la crítica televisiva. Un claro ejemplo es el de Battlestar Galactica que, enmarcada dentro del género de la ciencia ficción, proponía una trama por demás compleja, con personajes puestos continuamente a prueba en situaciones límite, desnudando lo más crudo de la naturaleza humana. ¿Los premios? Bien, gracias.

El creador de Lost, J.J. Abrams, es uno de los principales impulsores de este tipo de ficciones. Al parecer, la que corre con menos suerte es Fringe, que en su cuarta temporada está registrando bajos índices de audiencia, lo que indicaría que la larga agonía de la serie llegaría a su fin. Person of Interest, con Michael Emerson a la cabeza (el gran Ben Linus de Lost) está firme en su horario, al tiempo que Alcatraz sigue intentando ocupar el enorme vacío dejado por Lost, con suerte dispar. La que no para de dar sorpresas es The Walking Dead. Con una segunda temporada que inició de manera accidentada a raíz de la desvinculación de su creador, el reconocido director de cine Frank Darabont (The Shawshank Redemption, The Green Mile), la historia de un grupo de sobrevivientes en un mundo plagado de zombis sigue rompiendo récords de audiencia para una cadena modesta como AMC, que ya encargó una tercera temporada de 16 episodios. Quien escribe espera con ansias el estreno de la segunda temporada de Game of Thrones, en el mes de abril. Esta adap-

tación de hbo de la saga literaria A Song of Ice and Fire del escritor George R.R. Martin es un claro ejemplo de un tipo de ficción adulta (aquella a la que se refería Moore) que nada tiene que envidiarle a las producciones de la gran pantalla y que perfectamente puede ubicarse en la mejor tradición de otros programas de la cadena, como Los Soprano o The Wire. Los dramas realistas también ocupan un lugar predominante en las preferencias del público. A fines de marzo se estrenará la quinta temporada de la multipremiada Mad Men. Favorita en cuanta gala de premiación existe, para ser justos, méritos no le faltan. Si bien la trama gira en torno a la vida de un grupo de creativos publicitarios en los Estados Unidos de la década del 60, es indudable que el gran éxito de la serie se sustenta en el carisma de su personaje principal, el Don Draper interpretado por Jon Hamm, uno de esos actores que parecen salidos de un Hollywood de épocas pasadas. Si de personajes carismáticos se trata, el año 2012 será la despedida del cínico más importante de la televisión. Apenas unas semanas atrás, FOX anunció que en la presente temporada de House, la octava, seríamos testigos del final de la serie. No es una cancelación, sino el cierre de un ciclo en el momento preciso, sobre todo si tenemos en cuenta que de un tiempo a esta parte la serie se ha vuelto un tanto formulaica y repetitiva en sus premisas. Otra de las que se especula podría ingresar en su recta final es Dexter. Luego de cuatro temporadas de un gran nivel, en las últimas dos han comenzado a notarse ciertos vicios que la tornan predecible. La séptima temporada, cuyo estreno está previsto para el mes de setiembre, podría ser el adiós definitivo de Dexter Morgan, ese forense asesino en serie que logra que la simpatía que sentimos hacia él sea directamente proporcional a la incomodidad que nos produce la empatía con cada una de sus decisiones. Lo que acaban de leer es apenas un minúsculo recorrido por lo que se viene en los próximos meses en el nutrido mundo de la ficción televisiva. Que el fin del mundo nos encuentre mirando series. La caja ya no es tan boba.

Ignacio Fregossi


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música

Entre Sansueña y Santa María La cifra infinita, de Walter Bordoni. Bizarro Records, 2011. El título es borgiano, y no se trata de buscar trazos del ciego en todos lados: La cifra infinita, sexto álbum de Walter Bordoni (Montevideo, 1962), es un disco que, sin perder potencial lírico, se acerca a la literatura (a cierta literatura) por varios lados. Bordoni adopta el recurso de la intertextualidad en la gran mayoría de sus textos: el lente a través del cual mirar el mundo son las bandas queridas, los libros releídos y las películas que dejaron huella. Se trata de versos llenos de referencias, de links. Una inclinación a lo narrativo atraviesa toda su carrera musical. Sus letras unen la exploración del yo con una mirada atenta a homenajear a sus maestros musicales y a captar historias. Justamente del poder de la ficción habla el primer tema “Los cuenteros”. Las historias antes de ir a la cama, los relatos de fogón, las anécdotas de bar, las Mil y una noches, son algunos de los elementos que Bordoni atraviesa en esta oda a los narradores, orales o literarios. Sigue “Antes del fin” (bautizada en honor a un libro de Ernesto Sábato), una suerte de declaración

generacional de principios sobre una base Sgt. Pepper que funciona como inventario de amigos, familia y “discos, talismanes, espejismos / que me ayudan a seguir siendo yo”, con cita de Borges incluida. “Balada del siete de Marzo” -día en que murió Eduardo Darnauchans, en 2007- es un sentido homenaje al trovador montevideano a través de lugares en común (Dylan, Poe, Vallejo, el bar Los Girasoles: sí, a Bordoni le gusta enumerar) y de la sensación de la presencia de un ser querido fallecido: “sé que vas a entrar por esa puerta ahora / silbando “A hard rain’s gonna fall”, canta Bordoni. Hay espacio también para el desamor doloroso y el erotismo (“Jirones” y “Lunar por lunar” respectivamente; ambas con música de Jorge Galemire), la despedida (“Viaje a donde no estás”) y la pareja como refugio (“Túnel de salida”, con otra referencia clara a Borges). “A la hora de las lentas”, con música de Gastón Dino Ciarlo, es una balada que retrata las épocas de fiestas liceales desde la óptica de un precursor del loser, “otro cumpleaños que miraba de

reojo / sin saber bailar”, como canta Jaime Roos en su (injustamente olvidada) “Quince abriles”. Con título onettiano y música de Tabaré Rivero, “Para una tumba sin nombre” conjuga de forma más o menos solapada el dolor ante los detenidos desaparecidos de la última dictadura; al ser una canción más tirando a catártica, desentona con la fina construcción habitual en los versos de Bordoni. “Chau”, una balada oscura con base de piano y desazón onettiano, cierra el disco con una cierta reivindicación del dolor. Con la producción artística de Alejandro Ferradás, La cifra infinita es el disco de Bordoni que suena mejor y que más atención le presta a los arreglos: más que un conjunto de músicos virtuosos ávidos de destacar por separado, la banda suena como una cortina compacta que acompaña las composiciones, a veces con un perfil demasiado bajo. La obra personalísima de Bordoni (que inicia en 1991 con su primer disco) encuentra en estas diez canciones editadas por un sello de lo más mainstream un punto

de inflexión que coloca su voz y su mirada junto a los grandes orfebres del estilo dentro de la canción urbana, como Fernando Cabrera, Leo Maslíah y Jaime Roos. Se trata de una buena noticia para aquellos que creen que la música no necesariamente tiene que acotarse a sí misma; es un disco para escuchar, pero también para leer. Federico de los Santos

letras

Escala cromática Colores peligrosos, de Pablo Dobrinin. Reina Negra, Buenos Aires, 2011. 260 páginas. Incomprendidos. Ovejas negras (¿eléctricas?). Marginales. Literatura de entretenimiento, escapismo. La hermana menor de la “literatura bien”. Esas ideas rondan la percepción (y autopercepción) de la ciencia ficción y la fantasía actual en las letras hispanas, donde no hay ni hubo profetas como Bradbury ni mesías como Phillip K. Dick, William Gibson o J.G. Ballard. A lo sumo, los esfuerzos de Borges y Bioy Casares aportaron una coartada pasajera (“Si a Jorge Luis y su esbirro les gusta, por algo será”), pero lo cierto es que la producción de esos géneros en estas latitudes cedió al peso absoluto del realismo mágico del boom y el cuento fantástico que cultivaron

con maestría, cada uno a su modo, Cortázar y Levrero. Por eso no llama la atención que un autor medianamente prolífero y de larga trayectoria como Pablo Dobrinin publique recién ahora su primera recopilación de relatos en el Río de la Plata. Autor de una extensa obra –narrativa, pero también con una interesante ensayística– más valorada en el exterior y traducida a varias lenguas, Dobrinin reparte sus intereses entre la ciencia ficción, la fantasía onírica y el homenaje a creaciones de la literatura y otras artes. A veces inquietante, otras inocente, el resultado es un libro heterogéneo y de varias tonalidades, al estilo de El hombre ilustrado de Bradbury. Así, en los cuentos “La venganza de los niños” y “Los festejos del fin del mundo” Dobrinin hace un collage con varios personajes de la mitología y la cultura popular. En el primero de estos (que abre el libro), una horda de niños harapientos ajusta cuentas con un ícono de la infancia que los dejó históricamente de lado. En el segundo, una fauna de seres extravagantes decide pasar la noche del Apocalipsis en un bar, bajo la amenaza de –poderosa imagen, dicho sea de paso– tres relojes de fuego que acechan a la Tierra. Una joya perdida en el libro, porque es diferente a todos los demás cuentos, es “Blue”. Ambientado en un reino de ensueño que fusiona la arquitectura pseudomedieval de las ciudades irreales de H.P. Lovecraft y la mística budista, presenta a

una mujer–diosa en una comunidad donde la gordura es signo de belleza (un giro también medieval) y a un siervo que muere por volver a su lecho tras varias reencarnaciones. En contrapartida, los cuentos “Las lombrices” (una historia de tedio infantil), “Luces del Sur” (un incesto desagradable adornado con tintes sobrenaturales), “Los Árboles de Isaac Levitan” y “El Regreso de los Pájaros” se afilian a la rama fantástica más bien cortaciana. Este último es el mejor cuento del libro y, además, es el que más efecto tendría entre los lectores no muy afines al cuento fantástico: un uruguayo radicado en Argentina vuelve a Montevideo para resolver una herencia y reparte su tiempo entre escapar del burócrata encargado de la sucesión y visitar a un anciano pintor. La trama, aunque fina, es excusa para contar, cuestionar, indagar en el alma de la ciudad, si es que existe tal cosa. Dejando aparte el extraño “La película de Artaud” –que hace ruido dentro del concepto del libro por su prosa experimental– los dos cuentos restantes son los que más homenajean. “El Regreso del Capitán Rayo”, de prosa asimoviana, es una historia policial ambientada en un Montevideo posapocalíptico y pulp, que rinde tributo al género de superhéroes (de hecho, en la ciudad futura hay calles con los nombres de Bob Kane y Bill Finger, los creadores de Batman). El cuento que da nombre al libro –bastante extenso, de prosa austera

e ingeniosa ejecución– postula otro futuro montevideano donde las corrientes de las Bellas Artes ocupan el lugar que hoy ocupa la política: hay conservadores, fascistas y revolucionarios, y un gato que pinta cuadros (como los hay en nuestro mundo: chequear Youtube) que va tomando fuerza hasta volverse central en la historia. Con un énfasis puesto más sobre lo que se cuenta que en cómo se cuenta, Colores peligrosos es un gran libro para los huérfanos amantes de los géneros “raros” en la literatura de la región. Merece mención especial el sello Reina Negra que desde La Plata, Argentina, ha publicado en su primer año de vida cinco libros, y dos de ellos de autores uruguayos. Junto al otro vernáculo, Ramiro Sanchiz con sus ucronías Nadie recuerda a Mlejnas y La vista desde el puente, y libros recientes como Eldor, de Pedro Peña, Posmonauta de Natalia Mardero y El hombre olvidado/El corazón reversible de Tarik Carson, este debut de Dobrinin contribuye a ponerle cuerpo a un conjunto de autores de ciencia ficción local más afines a la corriente “blanda” que -salvo si se los compara con los grandes best sellers de la novela histórica vaga y el ocultismo para señoras- no tienen mucho de marginal, o tienen tanto como sus colegas. Quizá su mayor virtud sea no estar confinados a un círculo cerrado (como pasó a principios de los 90), lo que los vuelve más dispersos, más visibles, más virales. Federico de los Santos


El Boulevard

LA COLUMNA PUNTIAGUDA

El verano subterráneo

E

l verano no es sólo Navidad en familia, enero curtiendo birra con la carpa abierta y febrero amando murgas en el tablado. No es únicamente móviles en el Conrad, copamientos en José Ignacio y culos en la Brava. No se reduce a disfrutar licencias, preparar exámenes pendientes y jugar al teto a la vera de un fogón playero. No. Eso es mass media[1], estereotipo, mediocridad burguesa. La temporada estival esconde un mundo desconocido para todos nosotros, autómatas nacidos ayer que se chupan el dedo. El Boulevard dialogó con el licenciado Julián Alista[2], impulsor de una rama autóctona de las ciencias sociales: la Suciología. Esta joven disciplina pretende especializar la labor del sociólogo en el estudio de los lados ocultos de la sociedad, la cultura alternativa, la que no salva la prueba de ingreso al mainstream, la que todos ignoramos mientras comemos helados Crufi. “Lo que yo puedo ver es que las vaca-

ciones en el Este no son más que una pata de la mesa de sucesos estivales”, comenta Alista con inspiración poética. “Nadie habla de los ritos satánicos que se realizan semanalmente en el Club de Leones de Las Piedras o del festival de música erótica[3] que organizan cada 30 de diciembre los alumnos de primaria del Sagrada Familia. No se dedican informes televisivos a los torneos de manchado femenino del camping de Punta Espinillo ni a las fabulosas jornadas de lectura de poesía otomano-guaraní que se llevan a cabo, mediante un titánico esfuerzo vocal y auditivo, dentro del túnel de 8 de Octubre”. El mentor de la Suciología, de ojos leninistas y severidad marrón, ejemplifica con sabiduría y no se molesta en mencionar el triatlón (por acciones de la Universidad ORT) que organiza la Fundación Judeo-Cristiana por la Beatificación de David Ricardo. Tampoco considera necesario hablar de la corrida de toros clandestina que tiene lugar

alrededor de la fuente de la Plaza de los Bomberos[4]. “Las sociedades occidentales” continúa “son multidimensionales. En ellas, conviven la caca y el pichí, pero también el vómito[5], la sangre, el dulce de leche, la baba, el talco Pibe’s, el tequila, el sudor, el cannabis mal desmorrugado, la leche. No todo es blanco o negro, tupa o facho, quincena en La Paloma o clavadera en la oficina”. Alista habla con lucidez y firmeza, como si sus palabras estuvieran destinadas a una antología de expresiones ocurrentes. Al finalizar la charla, cuenta que una vez se tiró un pedo en el Aula Magna de la Facultad de Psicología y se ríe. Sabe que una f latulencia académica es un acontecimiento sublime. Y el verano se va. Sigue haciendo calor, pero los niños se ponen las túnicas y las moñas. Sigue cantando el Zurdo Bessio, pero los feriados pasaron. Sigue habiendo gente en las playas, pero el Torneo Clausura se pone lindo. Y en la

penumbra perviven los fantasmas de lo que pasó inadvertido. Y se acerca el otoño subterráneo. No te lo pierdas, como hiciste en la estación anterior. Subite al tren invisible. Javier Zubillaga[6]

[1] También llamados mayor cantidad de calcetine. [2] Nacido en el Sanatorio IMPASA. [3] Apadrinado por Juan Campodónico y Julio Frade. [4] Al cierre de esta nota, llegan noticias de que habrían sido detenidos dos hombres involucrados y un rumiante. [5] El entrevistado dijo “gómito”, pero el autor prefirió corregir el error. [6] Escritor de sonetos de diez versos y compositor de valses en 4/4.


Cultura que se imprime

Apuntes sobre autoficción en la literatura joven uruguaya

Escribir sobre el espejo En 1774 el alemán Wolfgang von Goethe publicó Las cuitas del joven Werther (o Las desventuras, según la traducción), que sería libro de cabecera de Napoleón y semilla del Romanticismo. La primera persona intimista (en pleno Siglo de las Luces) y cierto coqueteo con algunos personajes y hechos fácilmente reconocibles para los miembros del círculo burgués de aquel Frankfurt removieron las aguas literarias y sociales del ambiente. ¿Werther era Goethe? ¿Lo escribió como autobiografía o como ficción? Y, más importante: ¿cómo debía leerse? Para el francés Philippe Lejeune en El pacto autobiográfico, la autobiografía es un “relato retrospectivo en prosa que una persona real hace de su propia existencia, con el acento puesto sobre su vida individual, en particular sobre la historia de su personalidad”. “Persona real” es el término complicado. Al decir de Juan José Saer en La grande: “Toda palabra, por simple y directa que sea, ya es una ficción”. Para la idea más bien platónica de Saer, la historia, la biografía y esta revista son tan ficcionales como un cuento. Todo es ficción: nada es ficción. La diferencia está en el lugar de enunciación. La historia es ciencia y se valida en su epistemología. La biografía se apoya en un trabajo más cercano a lo periodístico. El método de la autobiografía, en cambio, está más cerca al novelístico. El autor es sujeto y enunciador a la vez. (Pero no por eso los hechos son más fidedignos: un freudiano diría que la autobiografía es un género falso, porque oculta lo más importante, lo que el autor no sabe de sí mismo). Fue en 1977 que otro francés, Sergei Doubrovsky, acuñó el término autofiction para calificar su novela Fils. El prólogo define el neologismo con cierta ironía:

los Aliados” cuenta la historia de un guarda de ómnibus aficionado a la escritura que es acechado por un tipo barbudo (“Alpuri, o algo así”) que quiere comprarle sus textos para editarlos en libro (el mismo libro que el lector sostiene en sus manos, en un giro muy “Continuidad de los parques”). El guarda, entonces, piensa un “mecanismo de seguridad”: si Alpuri decide matarlo y robarle los textos, ese cuento saldrá publicado

auto y más ficción), está Ignacio Alcuri. Su fascinación por la cultura pop de los años 80 y 90, su prosa humorística afilada y el juego entre el personaje y el autor (popular por su trabajo en radio y TV) se convirtieron en sus sellos característicos. La constante autoparodia apuesta a dibujar una caricatura que recibe trazos de otros proyectos mediáticos que supo integrar el autor. La relación entre los textos de Alcuri

¿Autobiografía? No, es un privilegio reservado para la gente importante del mundo, en el ocaso de sus vidas y con un estilo bonito. Ficción, de sucesos y de hechos estrictamente reales; si queremos, autoficción, de haber confiado el lenguaje de una aventura a la aventura del lenguaje, fuera de la sabiduría y de la sintaxis de la novela

ILUSTRACIÓN: GERVASIO TROCHE

tradicional o nueva. [...] O incluso, autofricción, pacientemente onanista, que ahora espera poder compartir su placer.

Lejos del pacto de Lejeune, la autoficción es en su raíz un vacío legal donde deliberadamente no queda claro qué es vivencia y qué es ficción. Philippe Gasparini, otro francés (sí, es un tema que los ocupó bastante), aporta en Autofiction: Une Aventure Du Langage las características de prosa “oral”, innovación formal, fragmentación, “autocomentario” y la problematización de “la relación entre escritura y experiencia”: habría que agregar -en especial en la última década- el diálogo con la cultura (pop, literaria o masiva). La autoficción parece haber encontrado en las formas de comunicación posmo (blogs, redes sociales) y la “hiperindividualidad” de la que hablaba Lipovetsky un caldo de cultivo ideal. Y por casa cómo andamos Un autor no muy afín al mundillo literario uruguayo escribió un texto que parodia y a la vez define un mecanismo autoficcional de relevancia. En el libro Sobredosis pop de Ignacio Alcuri (Montevideo, 1980), un cuento llamado “Una oruga en el Parque de

y los lectores conocerán la verdad. Pero el libro es humorístico, y existe el peligro de que el texto sea leído en ese tenor. El cuento termina con un alegato desesperado: “¡Pero es cierto, tienen que creerme! [...] ¡Hagan algo!”. El protagonista-autor es un recurso viejo de la literatura que reaparece ahora como instrumento para construir autoficciones en un camino distinto al de la estética de lo confesional que cultivaron varios autores jóvenes en la primera mitad de la década pasada. Podemos ordenar así a las escrituras autoficcionales en diferentes grados entre dos polos: el auto y el ficción, el diario íntimo y el artificio literario, la catarsis y la sublimación. Más cerca del primer polo se encuentra Patricia Turnes (Montevideo, 1971) con sus novelas Pendejos y Amor y amistad entre ovejas negras. Lucy, la protagonista de ambos libros, es una treintañera algo inmadura que escribe anécdotas cotidianas con una prosa cínica. Muchas de las historias quedan en la vaguedad de lo anecdótico: se trata de contar más que de narrar. Hay mucho de la “autofricción” de la que hablaba Doubrovsky, y algo de narcisismo al delegar el efecto literario a la identificación primaria entre el lector y el personaje. En un grado más hacia el artificio (menos

y la cultura se da a través de íconos pop y citas literarias que convierten el hipotexto en ícono, como alguna parodia a Sherlock Holmes y cuentos de Cortázar, mecanismo similar al que adopta (sin humor de por medio) Turnes para incorporar en sus ficciones a Mario Levrero, a bandas under montevideanas y al tarot. En un grado similar a Alcuri está Jorge Alfonso (Montevideo, 1976) con su Porrovideo. Sus cuentos giran en torno a la marihuana y a Montevideo, aunque hay cuentos donde aparecen otras drogas (la cocaína, las flores alucinógenas, los ansiolíticos) y uno en especial que ocurre en un balneario. En algunos textos el elemento “drogón” es apenas un detalle de fondo, y parecería que tras ser escritos, Alfonso agregó alusiones de ese tipo para que encajasen en un libro conceptual. Las referencias culturales de Alfonso son guiños o parodias (hay títulos como “Crítica de la razón pelotuda”) y pasan por lo barrial (el candombe, Jaime Roos) la nostalgia pop (los videojuegos) y lo literario (Cortázar, Chéjov). El personaje de Alfonso narra con autoconciencia, como Bukowski, a quien parece homenajear con su prosa irónica y seca. Como en Alcuri, la prosa es un ins-

trumento afilado y preciso. El grado de ficcionalidad no depende de la veracidad de los hechos sino de la primacía de ciertas formas narrativas, de la estructura del relato, sobre la prosa diariointimista (hay que contraponer, por ejemplo, los finales “colgados” de los capítulos de Turnes con los remates redondos de Alfonso). Un paso más hacia el artificio está Ramiro Sanchiz (Montevideo, 1978). Todas sus narraciones se incluyen en un sistema que tiene por centro a su álter ego Federico Stahl. Sanchiz comparte varios rasgos con su personaje: la carrera en Humanidades, la labor de periodista cultural, las afinidades literarias y musicales y la escritura. Incluso un mecanismo metanarrativo sugiere que los cuentos (los de Algunos de los otros) que no están protagonizados por Stahl fueron escritos por él. Sanchiz organiza sus novelas en una complicada serie de líneas de tiempo paralelas; hay un esquema útil al final de La vista desde el puente. La identificación entre Stahl y Sanchiz retoma un concepto que Borges encontró con inquietud y fascinación, en el Quijote y en Las mil y una noches: si un mundo de ficción incluye otros en su interior, nada asegura que nuestro mundo no sea una ficción destinada a lectores que están en un plano superior. En Perséfone, por ejemplo, se esboza el argumento de un cuento que aparece escrito en Algunos de los otros. Sanchiz dialoga con cierta cultura, cierta literatura y cierta historia: la mayoría de sus novelas presentan, en diversos grados de figura/fondo, versiones paralelas, ucrónicas de Uruguay. El artículo de Matías Núñez en la Revista de la Biblioteca Nacional Nº 4-5 “Ejercicios de perspectiva del yo y discurso autoficcional en la literatura uruguaya a partir de Mario Levrero”, define una línea que incluye la búsqueda metatextual de Pablo Casacuberta, el intimismo de Inés Bortagaray y la escritura “terapéutica” de Sofi Richero, autores donde Núñez reconoce el yo “autocontemplativo y ensimismado” de la época más tardía de Levrero. Los aquí reseñados -elegidos en pos de lo heterogéneo más que de lo representativo- permiten pensar en una autoficción más rizomática que lineal, con influencias diversas tanto desde adentro de la literatura como desde afuera (quedaría pendiente examinar el fenómeno de Mauricio Milano con su novela Rompecorazones, un caso prácticamente “antiliterario”). Digamos: el río narcisístico en cuya orilla escriben (y se escriben) varios narradores jóvenes se alimenta también de otros afluentes. Federico de los Santos


El Boulevard

Luis alberto spinetta (1950 - 2012)

Para mí, Almendrado spinetta en recital en bahía blanca, argentina. foto: nicolás tramontana - http://nicolastramontana.blogspot.com/

Luis tenía la cara larga. Luis tenía la cara blanca y lisa y Bajo Belgrano tiene a River adentro suyo. Luis, sí, era como un chocolate artesanal y relleno, ponele. Que no te empalaga y, por lo tanto, es difícil parar de comer. De esos patagónicos. A los que les vas encontrando una veta distinta a cada pasar de lengua. Cuarenta discos son testigos de un puñadito de cuerdas vocales de huracán que sonríe y diez dedos. Luis siempre pareció más joven. No sé si por la onda que le metía a todo o por la ropa que se ponía. Su actitud, su tambalear preciso y de movimientos cortos al tocar la guitarra y mover sus rodillas. El Flaco falleció a los 62 años y ya pasó un mes. Sus discos en las bateas en estos 30 días subieron mucho sus precios y se venden como pan caliente. No sé cuál fue el primer tema que escuché. Pero sé que el primer disco que vi fue el de Almendra. Ese dibujo fucsia y blanco con un muñeco que llora con una cara difícil de entender. “Laura va” y “Ana no duerme” y siete canciones más. Pasó mucho tiempo entre que vi esa foto y fui a un toque de Spinetta. Alrededor de 10 años. 8 de mayo de 2009. Fue la última vez que visitó Uruguay y la primera vez que lo vi en vivo. Yo lo quería ver rockear. 23 de octubre de 2009. Buenos Aires estaba siendo cagada a palos por una tormenta eléctrica y yo estaba en el mejor refugio del mundo. Vélez Sarsfield ardía en llamas con el regreso de Charly a los escenarios el día de su cumpleaños. La tormenta desquició en el cielo y la lluvia volvía todo transparente.

Apareció el flaco con su viola roja y su remera en homenaje a los pibes de la tragedia de Santa Fe por la que se peleó con la Rolling Stone cuando se la photoshopearon. Y todos sabíamos qué acorde iba a sonar. “Rezo por vos” y ni el viento tuvo parámetros. Y el disco que nunca fue porque el Flaco no podía soportar la parte hipermediática y bardera de Charly, dejó un himno y la gente lo cantó con todo, y los coros de Hilda y la lluvia, y ese fue de esos momentos que las personas con poca memoria elegimos conservar en una cajita con un foco acaramelado. La misma escena se repitió en Spinetta & las Bandas Eternas, el toque que organizó para festejar sus cuarenta años en la música. Y “Bajan” en ese Vélez fue monumental. Cerati tocaba ese día en la Trastienda de Montevideo y viajó en seguida de terminar para tocar en el festejo del Flaco. Ese toque además de durar cinco horas y media fue importante por otra cosa. A todos nos pasó en algún momento que por mala suerte descubrimos una banda tarde. O estaban todos muertos, o se habían separado, la cosa era que nunca los ibas a poder ver en vivo. Sí, nunca. Eso me pasó con Pescado Rabioso y Almendra y ese día tuve más suerte que con Nirvana. Ese escenario fue un desfiladero del álbum completo de figuritas del rock argentino en sus diferentes variantes, y además, un curso intensivo de Spinetta para principiantes. Cuarenta años de Luis en la música concentrados en cinco horas y cincuenta temas. Cada vez que iba a presentar a un músico el Flaco se descostillaba en halagos, y no

Proyecto seleccionado por Fondo Concursable para la Cultura – MEC

estaba siendo adulón ni excesivo, por ahí desfilaron además de las “estrellitas” del rock nacional, una cantidad de músicos exquisitos, no tan conocidos por la masa, pero que integraron las distintas formaciones de las bandas de Spinetta haciendo que toda la música que de allí saliera fuera técnicamente impecable. Es claro que Almendra fue el puntapié inicial para que arranque el partido de la A que también jugaban cuadros como Manal, Los Gatos, Pappo’s Blues y Vox Dei, allá por el ‘67. La dosis justa de poesía y cotidianeidad en las letras que logró que muchas personas los eligieran frente a Palito Ortega y sus secuaces además de por su decisión de cantar en español, algo poco normal para las bandas de la época. El Flaco tenía 18 años cuando arrancó con Almendra. En sus ensayos se podía ver a Tanguito, el músico argentino encarnado por Fernán Mirás en la película Tango Feroz, y por eso se le adjudicó la fama de piqueto, aunque confesó nunca haberse metido un jeringazo. Pescado Rabioso fue la etapa punk de Spinetta. Fue la rebeldía complementaria de lo que había hecho antes, se terminó la sensiblería de Almendra con unos riffs divinos que invitaban a esas letras potentosas. Invisible fue un puente construido entre las dos bandas anteriores. Un equilibrista exitoso. Spinetta Jade y los Socios del Desierto pusieron la dosis de virtuosismo y delicadeza extrema. El tipo fue un apasionado. Era hincha de River, de chico cantaba tango, su primera guitarra se la prestó su vecino José, personaje emblemático de River Plate, compuso su zamba “Barro tal vez” a

los 15 años, siempre contaba que le gustaba el Club del Clan hasta que aparecieron los Beatles, una de sus influencias más fuertes, en una entrevista dijo que le hubiera gustado que fuera suya “Viernes 3 AM” de Charly, le gustaba componer con una Samick jazzera y leía a Rimbaud. La última vez que lo vi fue en el Bicentenario chileno en Santiago. Luis estaba en el escenario tocando y el público chileno tomó ese tiempo como un break para conversar, gritar, y no respetar. El sonido del Flaco no se imponía a nivel ruido frente a la cháchara. Yo pensé que era la única y que los 25 me habían puesto botona. Pero de un momento a otro fuimos varios los que empezamos a hacer “sssshhhh” cual persona indignada en el cine y parece que sirvió. Una perlita de ese día fue la canción con la que abrió su repertorio: “Milonga blues” de Hugo Fatorusso. “Ya volveremos a zapar en un terreno diferente” dijo el Flaco en el DVD Spinetta & Las bandas eternas refiriéndose a la muerte del gran músico uruguayo Beto Satragni fallecido el 19 de setiembre de 2011 y bajista de Spinetta Jade. Se deben estar gozando por ahí right now. En Montevideo amaga la lluvia hace días. El calor sin viento hace que me sienta un poco más en Buenos Aires. La Ciudad Vieja se empezó a sacudir con el viento y el chocolate almendrado me gustó tanto. Siempre me gustaron mucho las personas que inventan palabras, y el Flaco era especialista en verbos. “No panikeen” fue el de su último comunicado de prensa. Y yo trato. Denisse Ferré


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