El Chamuco 192

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Las redes sociales se imponen

federico Arreola

Cartón: Hernández

D

urante el primer puente vacacional de 2010 se dio a conocer, en breves y no muy destacadas notas periodísticas, que algunos jóvenes futbolistas aficionados de Ciudad Juárez, Chihuahua, habían sido masacrados mientras celebraban una victoria deportiva. Sólo unos cuantos minutos esa noticia ocupó espacios más o menos relevantes en los sitios de internet de algunos diarios mexicanos, no de todos, por cierto. Rápidamente fue marginada por el caso Cabañas. Salvador Cabañas, en efecto. El futbolista del América, que había sido baleado varios días antes, se había robado por completo la atención mediática. Así que, con toda naturalidad, los diarios digitales mexicanos se olvidaron de los futbolistas aficionados y de clase baja de Ciudad Juárez para concentrarse en la recuperación del ídolo paraguayo que gana, por su talento en la cancha, al menos un millón de dólares al año, por jugar en el equipo propiedad de Televisa, la televisora controlada por Emilio Azcárraga Jean. El asesinato de 16 jóvenes, tristemente, iba a quedar en el olvido. Entre el interés de los medios dispuestos siempre a no publicar lo que molesta al gobierno (cuyo representante, Felipe Calderón, en ese momento presumía en Japón el éxito de su estrategia de seguridad) y lo rentable que todavía era el caso Cabañas, por un momento pareció que la masacre de Ciudad Juárez iba a pasar simplemente a las estadísticas de muertes violentas del sexenio sin lograr un mayor impacto. Pero, para la mayor pena de los grandes medios mexicanos, los usuarios de Twitter empezaron a preguntarse por qué un solo Cabañas valía más para la opinión pública que 16 jóvenes de clase baja de Ciudad Juárez. La gente en Twitter preguntó eso tanto y con tanta insistencia que obligó a los medios a volver al tema. Y, ahora sí, los diarios digita-

les advirtieron que 16 jóvenes asesinados a balazos ya era demasiado, inclusive para Ciudad Juárez. A 20 horas de esa tragedia, Felipe Calderón, de turista político en Japón, no había reaccionado, ni siquiera porque el mismo día de la masacre en Juárez hubo otra, similar, en Torreón. Cuando la gente se dio cuenta, se indignó. Y, de nuevo, volvió a la carga en Twitter, pero ahora para cuestionar al titular del ejecutivo, sobre todo porque, casi inmediatamente después de la agresión a Cabañas, no sólo lamentó el hecho y se comprometió a hacer justicia, sino hasta habló con el presidente de Paraguay para darle garantías de que no habría impunidad. Presionado por la fuerza de la tragedia, Calderón tuvo que comentarla, de mala gana, en Japón. Para no darle demasiada importancia, criminalizó a los jóvenes asesinados: habían fallecido en “un enfrentamiento entre pandillas”. Ha sido, tal vez, el peor error que ha cometido. Porque, claramente, la gente, incluso la que seguía creyendo en él, le perdió la fe a Felipe Calderón. Se manifestó en las redes sociales con una furia pocas veces vista. Lo cierto es que no funcionó, en esta ocasión, la estrategia mediática del gobierno Federal que suele ser eficaz a la hora de ocultar los problemas de un país, desgraciadamente, cada día más cerca de la guerra civil. ¿Es este un juicio exagerado? Miles de asesinados dicen que no. Se trata de la situación a la que Calderón llevó a México por su necesidad de legitimarse encabezando una guerra que no podía ganar. El hecho es que las redes sociales, por fortuna, quedan muy lejos de Los Pinos y de sus operadores de medios. Como dijo un usuario de Twitter al hacer un balance de lo que pasó: “aquí no hay chayote que valga”.

Calderón criminalizó a los jóvenes asesinados y ese ha sido su peor error. Porque incluso quienes seguían creyendo en él, perdieron la fe y se manifestó en las redes sociales con una furia pocas veces vista.

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