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Aventuras, meditaciones y reflexiones de un «monje» del s. xxi

Un camino hacia la luz

© Editorial Siglantana S. L., 2023

© Lucio Saggioro, 2023

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Ilustración de la cubierta: Michael Stiven González

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ISBN: -

Depósito legal: -

Impreso en papel ecológico certificado por FSC®.

ÍNDICE Introducción 7 1 El cambio 13 2 . El antes: el sentido de la vida . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19 San Francisco de Asís . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 22 La vida itinerante . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27 La vida contemplativa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 34 3 . El después: la belleza de escuchar . . . . . . . . . . . . . . . . . 47 Escuchando la vida . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 50 Buscar hacia dentro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 58 El círculo del 99 . Agradecer y disfrutar . . . . . . . . . . . . . 65 La vida de ermitaño . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71 Los estudios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75

4 . El mensaje de Jesús Cristo: cuestiones abiertas

Jesús: su vida y su espiritualidad

Cómo leer la Biblia

La esencia del mensaje de Jesús Cristo

5 . El ahora: ser «monje»

Pinceladas sobre el monaquismo cristiano

Ser Uno

Una mirada contemplativa: saber habitar en el momento presente, no huir, ninguna prisa

Todos podemos ser «monje»

Prácticas de meditación

6 . Los cambios: oportunidades de vida

Construir puentes

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. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 120
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123 Cinco
126
minutos de silencio al día
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 127
atencional-contemplativa
. . . . . . . . . . . . . . . 139 Epílogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 143
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EL CAMBIO

Hay circunstancias vitales que suponen un cambio, donde te das cuenta que «no eres el mismo». La vida es un continuo cambio, es lo contrario al ser estático, y sucede que a veces eres más consciente de esta dinámica. Hay momentos donde honestamente puedes decir con firmeza que hay un antes y un después.

Es la noche del tres de agosto del 2011. Hace ya varios meses que me encuentro muy mal física y psicológicamente. Tengo un parásito intestinal que desde diez meses atrás no me deja en paz, he perdido casi veinte kilos y sobre todo la energía de levantarme cada mañana. 2

Había llegado al País Vasco, en octubre de 2010, lleno de ilusión. Con la esperanza de poder vivir lo que albergaba en el corazón y así compartirlo con los demás, un mensaje de paz interior y de un mundo mejor, el mensaje de la re-evolución del amor.

2 Las partes en cursiva sin una referencia específica son reflexiones personales que apuntaba en la época que estoy narrando.

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¿Y qué sucede? Que me encuentro desolado como nunca me había sentido. Había vivido situaciones muy particulares y duras, pero jamás hasta ese extremo. Lo que más me asustaba en esa etapa era que a menudo me preguntaba si merecía la pena seguir viviendo en esas condiciones; perdí la esperanza.

Había interpelado muchas veces a Jesús Cristo en mis oraciones, en la santa misa, un signo, una luz, la curación y… su respuesta era el silencio, siempre silencio y solo silencio.

Me molestaba muchísimo cuando veía personas felices, oír niños llorar, oír hablar de Dios como si fuera un poema aprendido en el cole. Sentía que se iba acumulando en mi interior rabia y sufrimiento porque no comprendía esa disonancia. Después de muchos esfuerzos pensé que por fin había encontrado mi sitio y mi paz interior. Pero no era así, toda mi vida se desmoronaba ante mis ojos.

No hablaba con nadie de mi dolor físico y existencial o, cuando tímidamente lo intentaba, sentía la más absoluta incomprensión. ¡Vaya situación de mierda! Yo que durante muchos años había ayudado a un montón de personas, ahora me encontraba solo, con mis problemas físicos y psicológicos y ante la diatriba de acabar o no con mi vida.

En este difícil contexto pensé que era el momento de hacer algo nuevo para mí: ¡rendirme! ¡Rendirme, por fin rendirme! Rendirme ante la evidencia de la realidad. Parar de luchar conmigo mismo o con la idea que tenía de mí mismo. Parar de luchar con Dios o con la imagen que tenía de Dios. Parar de luchar con todo el mundo. ¡Soltar el control!

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Escribí dos cartas para tranquilizar a las personas más cercanas donde explicaba la decisión de tomarme un mes para mí, para arreglar algunos asuntos personales. Tomé mi mochila, la misma que me había acompañado por el mundo en la experiencia de vida itinerante y me puse en camino.

Esta vez me puse en camino simplemente con una intención: observar lo que pasaba dentro de mí y dejar que todo lo que se manifestaba se pudiera expresar. No quería tapar nada de lo que sintiera dentro de mí, que cada emoción, sentimiento, sensación fluyera libremente. Notaba que, durante demasiado tiempo, bajo una equivocada idea de respeto, me había silenciado, transformándome en una patética olla a presión. Era el momento de destapar la olla. La enfermedad fue el «bendito empujón» para hacer todo esto.

No he compartido con nadie lo que pasó ese mes de agosto de 2011, dónde fui y lo que hice. Es algo tan íntimo y personal que las palabras no alcanzan a abarcarlo completamente, pero lo acontecido durante ese mes selló en mi vida un antes y un después, un punto de inflexión.

Tras este intenso mes donde empecé a rendirme a la realidad de la existencia humana decidí, gracias a Dios (y no es una forma de decir), no quitarme la vida, continuar viviendo. Esto es, ver mi vida desde otra perspectiva y relacionarme con el mundo con más respeto y humildad tomando consciencia de que, únicamente apoyándome en mis fuerzas, no era capaz de manejar todo lo vivido en los últimos meses: la enfermedad, las secuelas emocionales y psicológicas, así como aspectos de mi mundo interior bloqueados o no suficientemente desarrollados. Pedí ayuda,

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para mí algo verdaderamente novedoso. Me di cuenta de que no era un supermán cristiano, era un hombre con sus fortalezas y sus debilidades y que necesitaba de los demás para disfrutar del regalo de la vida. ¡Qué liberación interior cuando pude hacerlo! ¡Qué paz interior se experimenta cuando se pide ayuda de forma libre, incondicional, sin pretender nada, con total confianza y corazón abierto! Algunas veces lo hacemos, pero no estamos totalmente dispuestos a dejarnos ayudar o no queremos cambiar o solucionar realmente un problema. También solemos buscar anestesiar un problema antes que intentar solucionarlo y mirarlo a la cara, buscamos culpables y entramos en el bucle de la víctima. Únicamente el ser consciente de nuestros bloqueos, aunque no podamos abordarlos ni pedir/recibir ayuda puede ser liberador. Lo que experimenté después de ese mes tan particular, fue que por primera vez tuve la necesidad de pedir ayuda con confianza y con un sincero deseo de cambiar, aceptando lo que había que hacer, queriendo actuar y no luchar, acabándose así la lucha improductiva y sin sentido, un desperdicio de energía vital inútil.

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No quiero nunca más actuar como un avestruz, aunque lo hago a menudo. No puedo seguir pensando que ocultando mi cabeza bajo la tierra los problemas se desvanecen. ¡Quiero mirar la realidad por lo que es, el avestruz también ha aprendido a correr y como corre! Quiero disfrutar de mis fortalezas y con lo que soy disfrutar de la vida.

También fue muy interesante poner luz a mi relación con Dios durante este mes. Esperaba un signo, una luz, una iluminación especial, un milagro. Lo que experimenté fue un Dios mudo, un Dios que seguía actuando como había actuado en toda la enfermedad y puede ser que durante toda mi vida, en silencio. Un Dios que no hablaba, o que no hablaba como yo pensaba que lo haría. Y por primera vez no me enfadé con el silencio de Dios, un Dios mudo no me molestaba. Poco a poco fui explorando otras formas de comunicar, veía que el dedicar mi vida al mensaje de Jesús Cristo era una auténtica chispa que daba calor a mi corazón. Podía sentir a Jesús Cristo y su mensaje como auténtico, simple, puro, verdadero y respetuoso. No quería manipular mi vida, tampoco mercadear con mi sufrimiento y mis problemas. Jesús Cristo con su mensaje estaba allí, donde tenía que estar, donde siempre había estado, a mi lado, ni más ni menos.

Dicen que la vida es un don y lo creo así. Y desde el momento que uno lo recibe elige lo que hacer con este regalo. Dios te habla del regalo, pero tú eliges cómo utilizar el regalo. Por eso si preguntas a Dios cómo utilizar el regalo, Dios es mudo.

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