LAS AVENTURAS DE PINOCHO
LAS AVENTURAS DE PINOCHO
Carlo
Collodi© de la traducción: Celia Filipetto, 2016
© por las ilustraciones: MinaLima Ltd., 2019
Publicado originalmente en 2020 por Harper Design. Publicado en español por Folioscopio según acuerdo con Harper Design, un sello de HarperCollins Publishers.
© Folioscopio, S. L., 2023
c/ Rosselló, 186 5º-4ª 08008 Barcelona (España) www.folioscopio.com
Primera edición: marzo de 2023
ISBN: 978-84-123861-8-9
Depósito legal: B 19831-2022
Diseño del libro: MinaLima Design
Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o transmitida por ningún medio sin permiso del editor. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.
IMPRESO EN CHINA / PRINTED IN CHINA
ÍNDICE
CAPÍTULO 1
Cómo ocurrió que maese Cereza, carpintero, encontró un pedazo de madera que lloraba y reía como un niño.
11
CAPÍTULO 2
Maese Cereza le regala el pedazo de madera a su amigo Geppetto.
17
CAPÍTULO 3
Geppetto regresa a casa y fabrica el muñeco.
23
CAPÍTULO 4
La historia de Pinocho y el Grillo.
31
CAPÍTULO 5
Pinocho tiene hambre y busca un huevo.
37
CAPÍTULO 6
Pinocho se queda dormido con los pies en el brasero.
43
CAPÍTULO 7
Geppetto regresa a casa.
47
CAPÍTULO 8
Geppetto vuelve a hacerle los pies a Pinocho.
53
CAPÍTULO 9
Pinocho vende el abecedario. 59
CAPÍTULO 10
Los títeres reconocen a su hermano Pinocho.
65
CAPÍTULO 11
Tragafuego estornuda y perdona a Pinocho.
71
CAPÍTULO 12
Tragafuego le regala a Pinocho cinco monedas de oro.
77
CAPÍTULO 13
La hostería de la Gamba Roja.
85
CAPÍTULO 14
Pinocho no hace caso de los buenos consejos del Grillo parlante.
91
CAPÍTULO 15
Los asesinos persiguen a Pinocho.
97
CAPÍTULO 16
La hermosa Niña de los cabellos azules salva al muñeco.
103
CAPÍTULO 17
Pinocho come azúcar, pero no quiere purgarse.
109
CAPÍTULO 18
Pinocho se reencuentra con la Zorra y el Gato.
117
CAPÍTULO 19
A Pinocho le roban sus monedas.
125
CAPÍTULO 20
Liberado de la prisión, emprende el regreso a la casa del Hada.
133
CAPÍTULO 21
Pinocho es prendido por un campesino.
139
CAPÍTULO 22
Pinocho descubre a los ladrones.
145
CAPÍTULO 23
Pinocho llora la muerte de la hermosa Niña de los cabellos azules.
151
CAPÍTULO 24
Pinocho llega a la isla de las Abejas Industriosas.
159
CAPÍTULO 25
Pinocho promete al Hada ser bueno y estudiar.
169
CAPÍTULO 26
Pinocho va con sus compañeros de la escuela a la orilla del mar.
175
CAPÍTULO 27
Gran combate entre Pinocho y sus compañeros.
181
CAPÍTULO 28
Pinocho corre peligro de que lo frían en la sartén como un pescado.
191
CAPÍTULO 29
Pinocho regresa a casa del Hada.
199
CAPÍTULO 30
Pinocho viaja a escondidas con su amigo Fideo.
209
CAPÍTULO 31
Pinocho se marcha del «País de los Juguetes».
219
CAPÍTULO 32
A Pinocho le salen orejas de burro.
229
CAPÍTULO 33
Convertido en un burro de verdad, venden a Pinocho al director de una compañía de payasos.
237
CAPÍTULO 34
Lanzado al mar, Pinocho es comido por los peces y vuelve a ser un muñeco como antes.
249
CAPÍTULO 35
En el vientre del Tiburón Pinocho encuentra a...
259
CAPÍTULO 36
Por fin Pinocho deja de ser un muñeco y se convierte en niño.
269
CÓMO OCURRIÓ QUE MAESE
CEREZA, CARPINTERO, ENCONTRÓ UN PEDAZO DE MADERA
QUE LLORABA Y REÍA COMO UN NIÑO.
—¡Un rey! —dirán enseguida cado. Había una vez un pedazo de
mis pequeños lectores.
No, queridos, os habéis equivomadera.
No era una madera de lujo, sino un simple pedazo de leña, de esos que en invierno se echan a las estufas y las chimeneas para hacer
No era una madera de lujo, sino un simple pedazo de leña, de fuego y calentar las habitaciones.
No sé qué pasó, el caso es que un buen día ese pedazo de madera fue a parar al taller de un viejo carpintero cuyo
Cereza, a causa de la punta de su nariz, siempre morada y re-
No sé qué pasó, el caso es que un buen día ese pedazo de madera fue a parar al taller de un viejo carpintero cuyo nombre era maese Antonio, aunque todos lo llamaban maese Cereza, a causa de la punta de su nariz, siempre morada y reluciente, como una cereza madura.
Nada más ver aquel pedazo de madera, maese Cereza se
Nada más ver aquel pedazo de madera, maese Cereza se puso muy contento, y, restregándose las manos de gusto, murmuró a media voz:
—Este leño ha llegado a tiempo; quiero usarlo para hacer la pata de una mesita.
Dicho y hecho. Cogió la azuela afi lada para empezar a quitarle la corteza y desbastarlo; y cuando se disponía a darle el primer golpe, se quedó con el brazo en el aire al oír una vocecita muy fi na, muy fi na que, suplicante, dijo:
¡Imaginaos la sorpresa del bueno de maese Cereza!
Con ojos extraviados miró por toda la estancia en busca de dónde podría haber salido aquella vocecita, y no vio a nadie. Miró debajo del banco, y nadie; miró dentro de un armario que siempre estaba cerrado, y nadie; miró en el canasto de
me pegues tan fuerte!
CAPÍTULO UNO
las virutas y el serrín, y nadie; abrió la puerta del taller para echar un vistazo a la calle, y nadie. ¿Y bien?
—Ya entiendo —dijo riéndose y rascándose la peluca—, se ve que esa vocecita me la he imaginado yo. Sigamos tra-
bajando.
Empuñó de nuevo la azuela y descargó un golpe solemnísimo en el pedazo de madera. ¡Ay! ¡Me has hecho daño!
mo en el pedazo de madera. cecita de siempre. tados la
Esta vez maese Cereza se quedó de piedra, los ojos desorbitados por el miedo, la boca abierta y la lengua colgando hasta la barbilla, como el mascarón de una fuente.
En cuanto recobró la palabra, empezó a decir temblando y
En cuanto recobró la palabra, empezó a decir temblando y balbuceando del susto:
—¿De dónde habrá salido la vocecita que ha dicho «ay»?
—¿De dónde habrá salido la vocecita que ha dicho «ay»?
Y eso que aquí no hay ni un alma. ¿No será que este pedazo de madera ha aprendido a llorar y a quejarse como un niño? No me lo puedo creer. Este pedazo de madera es para quemarlo en la chimenea, como todos los demás, si lo echo al fuego, con él se puede cocer una olla de alubias. ¿Y bien? ¿No se habrá escondido alguien dentro? Si se ha escondido alguien, peor para
Y eso que aquí no hay ni un alma. ¿No será que este pedazo de madera me lo puedo creer. Este pedazo de madera es para quemarlo en los él condido él. ¡Ahora lo arreglo yo!
Y así diciendo, aferró con ambas manos el pobre pedazo de madera y se puso a golpearlo sin piedad contra las paredes del
madera taller.
Después prestó atención para comprobar si se quejaba alguna vocecita. Esperó dos minutos, y nada; cinco minutos, y nada; diez minutos, y nada.
—Ya entiendo —dijo, esforzándose por reír y tirándose de la peluca—, se ve que esa vocecita que ha dicho «ay» me la he imaginado yo. Sigamos trabajando. Y como le había entrado mucho miedo, se puso a canturrear para infundirse valor.
Entretanto, dejó a un lado la azuela, agarró el cepillo para cepillar y pulir el pedazo de madera; pero mientras lo pulía de arriba abajo, oyó la vocecita de siempre que riendo le decía:
¡Me haces cosquillas en la barriga!
Esta vez el pobre maese Cereza cayó como fulminado. Cuando reabrió los ojos, se vio sentado en el suelo.
Su cara parecía transfigurada y el susto era tan grande que la punta de la nariz, casi siempre morada, se le había puesto azul.