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Planeta (in)sostenible

LUIS ZAMBRANO

ÍNDICE Agradecimientos ................................................................................. 13 Introducción ....................................................................................... 15 I Los caminos de la vida… ......................................................... 19 II Nada está escrito en piedra ........................................................ 35 III La naturaleza contra sí misma 45 IV Y tú que te creías el rey de todo el mundo… ........................ 57 V Metrópolis ................................................................................... 67 VI Los transgénicos llegaron ya… ................................................. 77 VII ¿Mañana va a llover? ................................................................. 93 VIII ¿Qué significa la sostenibilidad? .............................................. 107 IX Resiliencia.................................................................................... 121 X Revisitando a Malthus ................................................................ 129 XI Huella ecológica ......................................................................... 141 XII Amazon y las algas ..................................................................... 155 XIII Felicidad, hoy te vuelvo a cantar… ......................................... 167 XIV Alimento, energía y agua ......................................................... 177 XIV El ser humano como parte de la naturaleza ........................... 191 Bibliografía ......................................................................................... 197

INTRODUCCIÓN

La civilización occidental se ha establecido a partir de grandes logros generados por la ciencia y la tecnología. Con ellas, el ser humano ha logrado aumentar la producción agrícola, incluso en sitios poco fértiles; ha logrado generar energía eléctrica para utilizar bulbos y aparatos que le facilitan la vida, y calefacción para sobrevivir en sitios remotos de extremo frío. La ciencia también ha ayudado a mejorar su salud, controlando las enfermedades que antes eran fatales, por lo que ahora ha aumentado la expectativa de vida prácticamente en todas partes. Con ayuda de la ciencia y la tecnología, basado en avances en ingeniería, ha podido construir edificios, hacer drenajes y abastecerse de agua para poder vivir en ciudades densamente pobladas. La reciente tecnología ha permitido que gran parte de los pobladores de este planeta tengan acceso a la información generada en todo el globo terráqueo en el instante en el que se genera. Lo anterior ha hecho que el ser humano haya alcanzado números poblacionales impensables hace unas décadas, con vidas más cómodas, enfrentando problemas de alimentación y salud, y con una gran capacidad de comunicación a nivel global.

La mayoría de estos logros han ocurrido a partir de una visión lineal de la naturaleza. Esta visión se basa en la disección de los elementos de la naturaleza para entenderlos en partes y luego ensamblarlos de nuevo en todo el sistema. Una visión que ayuda a comprender la relación entre los factores importantes de la naturaleza, para poder actuar en consecuencia.

Si una persona consume mucha azúcar, tendrá altas probabilidades de tener diabetes. Si se quiere construir un edificio de cincuenta pisos, las columnas tendrán que ser más grandes que las de un edificio de cinco pisos. Entendiendo estas relaciones se puede predecir cuánta

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azúcar consumida puede generar problemas o cuál es el tamaño que debe tener una columna si se construye un rascacielos. Esa es la visión lineal de la interpretación de la naturaleza que nos ha llevado a pisar la Luna, construir grandes ciudades y transportar frutas a zonas donde no puede crecer un cítrico.

Sin embargo, todos estos avances, junto con el aumento poblacional de los humanos y las relaciones sociales que surgen a partir de estas interacciones, también han generado problemas. Hasta hace unas décadas, estos problemas estaban focalizados en una sola población y en una sola región. Pero con la globalización de la información, la cantidad de energía y el transporte de los productos que usamos en la actualidad, los problemas que eran locales ahora nos afectan a todos. La devastación de la biodiversidad, el cambio climático, la acidificación de los océanos, están generando amenazas nunca vistas para una gran parte de la humanidad. La devastación de la selva tropical en el Amazonas puede repercutir en nuestra vida cotidiana, aun cuando vivamos en un país templado de otro continente.

Hemos logrado prever estas catástrofes, pero las soluciones que estamos generando no son suficientes para reducir el riesgo de la humanidad. De hecho, las próximas dos décadas serán críticas para la civilización occidental. En los últimos años hemos previsto esta serie de problemas que se aproximan, y hemos comenzado a buscar soluciones. Pero aún cuando hemos esbozado algunas, la inefectividad de las soluciones se debe justo a esta visión lineal con la que comenzamos la civilización occidental. Las dinámicas a las que hemos llevado al planeta y el posible colapso de la civilización no se pueden resolver mediante la comprensión de las relaciones de cada una de las partes de manera lineal, modificando la que está dañada. Es necesario generar una nueva forma de comprender la dinámica de la naturaleza y una propuesta es a partir del pensamiento sistémico. Este pensamiento lleva poco tiempo dentro de la civilización occidental, pues comenzó a desarrollarse cuando las computadoras fueron capaces de evaluar simultáneamente muchas relaciones lineales con resultados que no podían ser predecibles. Este tipo de pensamiento fue mal interpretado en ocasiones, en particular por las cien-

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cias basadas en la ecología hace unas décadas, pues algunos grupos pseudoreligiosos lo han adoptado para afianzar sus creencias sobre nuestra relación con la naturaleza. Religiones basadas en malas interpretaciones sobre la interacción del planeta con el ser humano oscurecieron la verdadera labor científica generada por visionarios en el pensamiento sistémico. Es así, como la falsa discusión entre el “holismo” —que se basa en el pensamiento sistémico—, y el “reduccionismo” —que se basa en la interpretación lineal de la naturaleza— evitó que esta nueva forma de hacer ciencia despegara rápidamente a finales del siglo pasado. Pero el pensamiento sistémico está comenzando a anclar sus bases en la ciencia, y una de sus bases —como nuevo paradigma— no es la explicación de las preguntas formuladas por el pensamiento lineal pero con otras tecnologías, sino la búsqueda de nuevas preguntas y nuevos enfoques que interpreten la realidad del planeta de manera diferente.

Las implicaciones en la búsqueda de nuevas formas científicas y tecnológicas de la interpretación de la naturaleza implican un cambio de paradigma no solo en la forma de generar conocimiento, sino también en la forma de actuar de siete mil millones de personas que habitamos este planeta. Como el querido lector puede predecir, un cambio de paradigma no es sencillo, comenzando porque ni siquiera se puede visualizar con antelación. Solemos escuchar que no hay límites en nuestra imaginación, pero para François Jacob, en su libro El juego de lo posible, la cultura marca los límites de lo que nuestra mente puede imaginar. Por ejemplo, los monstruos de ciencia ficción que aparecen en los dibujos y las películas no son criaturas que nunca hemos visto, son siempre un collage de diferentes partes de plantas y animales que de alguna forma han estado presentes en nuestras mentes a través de lo que observamos todos los días. Un nuevo paradigma genera un paisaje por el que tendríamos que transitar, pero que inicialmente no podemos siquiera observar. Por lo que no podemos imaginarnos las rutas prácticas de un cambio de paradigma con antelación. Es por esto por lo que este libro no es un recetario de las actividades cotidianas que debemos hacer para poner a nuestro planeta en las vías de la sostenibilidad.

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Sin embargo, este libro sí busca comenzar a construir este cambio de paradigma en nuestra relación con la naturaleza, usando lo que tenemos en la mesa ahora: el pensamiento sistémico. Las nuevas reglas para este cambio de paradigma comienzan por redefinir nuestra capacidad de controlar a la naturaleza que nos rodea; por comprender que existen fenómenos de la naturaleza que nunca podremos predecir con exactitud (como el clima); por analizar cuántos somos en este planeta y cuánta energía estamos requiriendo; por repensar qué es lo que nos hace felices como seres humanos; por evaluar si tenemos la autoridad moral de promover la extinción masiva de especies que no consideramos importantes; y, finalmente, por valorar cómo nuestro paso individual y como civilización están inminentemente afectando el futuro inmediato de nuestra descendencia y en el largo plazo de nuestro planeta. Debatiendo en torno a estos conceptos es como comenzaremos a vislumbrar soluciones un poco más reales sobre la crisis que enfrentamos en nuestra relación con la naturaleza. Una crisis que comienza por repensar que nuestra posición no está por encima de la naturaleza, sino que formamos parte de esta.

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LOS CAMINOS DE LA VIDA…

(Las vías de la sostenibilidad)

El doctor Charles Redman de la Escuela de Sostenibilidad de La Universidad Estatal de Arizona discute el término “sostenibilidad” desde hace varios años. Para ilustrar este concepto describe una carretera que, sin contar con alguna curva, se pierde en el punto focal. Pensando en esta imagen el doctor Redman menciona la definición del diccionario Webster. “Sostenibilidad: es la habilidad de continuar sin interrupción”. Esta puede ser una buena definición, sugiere, pues buscamos seguir un camino sin detenernos; pero luego se pregunta ¿y si el camino no nos dirige al lugar que deseamos?

Estamos preocupados por resolver los problemas que surgen en la carretera para poder seguir sin interrupción, pero no nos hemos planteado hacia dónde queremos ir. Es posible imaginar ejemplos sobre lo que consideramos prácticas sostenibles pero que en un plano más largo hacen más daño que beneficio. Prácticas que son espejismos sobre nuestro actuar para calmar el sentimiento de culpa por la destrucción del planeta. Muchas de estas prácticas consideradas como sostenibles siguen destruyendo el ambiente; en algunos casos generan más destrucción y en el mejor de los casos una destrucción menor. De cualquier forma estas prácticas que consideramos sostenibles pueden, en el largo plazo, llevarnos por un camino indeseable.

Tomemos el caso de la campaña en contra del uso de los popotes en los restaurantes. Esta campaña comenzó a partir de un video que se hizo viral en redes sociales, donde una tortuga sangra mientras se le extrae un popote del orificio nasal. La conclusión: es malo utilizar popotes, por lo tanto, generemos una campaña para salvar a las tortugas y dejemos de utilizarlos. Muchos restaurantes se unieron a la campaña indicando que solo darían popotes a petición del cliente. Es cierto que los popotes pueden ser un problema muy serio en el mar,

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pero no lo son más que lo cientos de botellas, vasos, bolsas y cubiertos de plástico que los mismos restaurantes siguen utilizando sin discriminación. Dejar de utilizar popotes en realidad no afecta el consumo, pues el cambio de actitud es tan mínimo que es imperceptible, no es ni siquiera un cambio de actitud muy arraigado en las personas, pues únicamente es otra forma de tomar un líquido. Si se compara la diferencia en el esfuerzo de una persona al tomar agua con un popote, con respecto a levantar un vaso hasta la boca, posiblemente es nulo. Es en parte por eso que las personas pueden estar dispuestas a dejar de tomar agua con popotes, pues no repercute en la forma en la que toman sus alimentos y sus bebidas.

Por otro lado, dejar de utilizar bolsas, vasos, botellas y cubiertas de plástico, sí representa un cambio dramático en la logística tanto del restaurantero como del cliente. Por ello, la campaña para no utilizar popotes no nos perjudica en lo absoluto, pero nos hace sentir que ponemos un grano de arena para la ecología de los mares. Este granito de arena nos permite además olvidar que estamos tomando agua que se envasa en un recipiente de plástico y se vierte en un vaso de plástico, que llegarán igualmente a contaminar al mar, matando miles de animales como las medusas, las ballenas o las propias tortugas.

A partir de estas contradicciones surgió este libro; una reflexión para entender qué hemos venido haciendo como humanidad en nuestra relación con el planeta. Una reflexión sobre la manera en la que hemos generado esta civilización a partir de los pensamientos científicos y técnicos predominantes y cómo nuevas formas de pensamiento científico pueden ayudar a encontrar respuestas que las formas tradicionales no han logrado. Esta reflexión es sobre el futuro que nos depara si seguimos por el camino trazado por la civilización occidental. Este camino nos ha brindado muchos beneficios, pero también muchos perjuicios. Durante los últimos años, hemos acelerado el paso en la carretera que estamos recorriendo; pasamos de un andar pedestre a velocidades de un automóvil deportivo. Los fenómenos a los que estamos enfrentándonos, como el cambio climático, indican que el camino escogido tiene un final, lo que no sabemos es como será este o qué tan cercano está.

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Este libro busca evaluar los caminos y las rutas y velocidades alternativas, puesto que no nos hemos dado cuenta, pero podemos transitar por múltiples rutas. Al final nada nos obliga seguir por la ruta trazada a bordo de este auto deportivo que nosotros construimos. Para analizar los caminos, este texto reflexiona sobre un eje transversal que cuenta con tres eslabones. El primer eslabón se basa en la diferencia entre el pensamiento lineal y el pensamiento sistémico. El pensamiento lineal ha sido la base de la civilización occidental, mientras que el pensamiento sistémico es relativamente nuevo, pero quizá la única vía para enfrentar los retos que nos depara la naturaleza en las próximas décadas. El segundo eslabón trata sobre el peso que tienen estas dos visiones en nuestra vida cotidiana. El pensamiento lineal ha sido el más antiguo, prácticamente todas nuestras decisiones en la vida cotidiana se basan en este pensamiento, lo que ha generado falta de comprensión y confusión sobre las nuevas dinámicas globales, por ejemplo, el cambio climático. El pensamiento sistémico es el que ha tratado de impulsar conceptos como resiliencia y sostenibilidad, pero el pensamiento lineal ha promovido su mala interpretación y ha generado confusiones. El tercer eslabón aborda nuestra relación como humanidad con el funcionamiento del planeta, el ecosistema y la naturaleza. Hemos obtenido beneficios de la naturaleza desde que el ser humano apareció, pero la cantidad de beneficios por persona que tenemos ahora son mucho mayores a los que tuvimos en épocas anteriores. Esto está modificando el funcionamiento global. Los tres eslabones se van entrelazando en cada concepto que se discute dentro del libro para contar con una columna vertebral y así elucidar esta compleja relación que hemos elaborado por más de cinco mil años entre los humanos y el entorno en el que vivimos. A continuación, un resumen de cada uno de estos eslabones.

LOS ORÍGENES DEL PENSAMIENTO LINEAL Y DEL SISTÉMICO

El camino trazado por esta sociedad occidental está fundamentado en una visión de pensamiento lineal. Esto fue asentado desde los prime-

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ros trazos de la filosofía de la ciencia en la Europa medieval. Los primeros filósofos comenzaron a separar los asuntos de Dios de los asuntos que se debían explicar, pues eran parte de la naturaleza; basaron su razonamiento en que muchos de los fenómenos naturales son verdades irreductibles independientes de la voluntad de Dios. Según el científico Robert Sapolsky, de la Universidad de Stanford, el primero de los filósofos occidentales que separó los estudios teológicos de los estudios sobre la naturaleza fue Santo Tomás de Aquino (1224-1274). Para separar los dos tipos de estudios, utilizó como ejemplo la suma de los grados en los vértices de un triángulo. Existen cosas que incluso Dios no puede cambiar como que la suma de los ángulos de cualquier triángulo, sumen 180 grados. El triángulo puede ser isósceles, escaleno, equilátero, grande o pequeño, pero sus ángulos siempre sumarán 180 grados. Puesto que esta es una verdad que no la puede modificar ni Dios, es deseable y necesario estudiarla bajo otro concepto. Para Santo Tomás, hay hechos naturales que son inmutables a los designios de Dios y esos son los que los humanos podemos estudiar. La forma en la que generó este pensamiento a partir de separar los ángulos de un triángulo para entender el triángulo completo (los 180 grados) indica que desde Santo Tomás está la idea de buscar dividir un fenómeno en partes para comprenderlo.

Aunque la Edad Media es conocida como una época oscurantista, existen autores que afirman que esto no fue así. Lo que en realidad sucedía es que el pensamiento científico estaba sentando sus bases. Previo a esto, las comunidades en las cuales se basaría la civilización occidental estaban más preocupadas en sobrevivir que en generar pensamiento científico. Los primeros sectores de la sociedad que podían tomarse tiempo para pensar, pues tenían la vida resuelta, eran, por un lado, los reyes, quienes estaban ocupados en la política y las guerras, y por otro lado, los religiosos, quienes tenían mucho tiempo para pensar y generar ideas. Es por esto que los primeros filósofos y científicos de la naciente sociedad occidental fueron religiosos que vivían y educaban en monasterios. Se podría acusar a la Iglesia de generar y monopolizar el conocimiento, pues sin imprenta, los pocos libros estaban en los monasterios, pero para algunos autores como

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James Hannan, esto no es diferente de lo que sucede ahora con la monopolización de la información por parte de universidades, que basan sus incentivos en la generación de publicaciones que solo los universitarios leen; o los grandes corporativos, como las farmacéuticas, que proveen de recursos a las universidades siempre y cuando les proporcionen toda la información para hacer negocio.

Desde esta visión sobre los primeros teóricos en la época medieval que comenzaban a generar las reglas para separar el conocimiento que ahora conocemos como científico, del religioso, es como se puede revalorar los esfuerzos de Santo Tomás, quien busca separar los elementos del triángulo para poder entenderlo. Esta disección fue la piedra angular de la línea de pensamiento que sugiere que todo fenómeno natural, por muy complejo que sea, se puede partir en pequeñas unidades para poder comprenderlo, compararlo y repetirlo. Por lo que la naturaleza es un conjunto de variables que se pueden separar para ser comprendidas y entender el todo. Como una máquina. Descartes afianzará con una visión mecanicista de la naturaleza, la cual se puede comprender al estudiar cada una de sus partes para luego entender su relación con otras partes dentro de lo complejo que puede ser entender la naturaleza (véase el capítulo de “¿Qué significa la sostenibilidad?”).

La base de esta lógica es que la naturaleza es predecible. Para poder estudiar un sistema que cuenta con muchas partes e interacciones es necesario separarlo en múltiples pedazos. Una vez hecho esto, se pueden comprender las relaciones entre cada una de sus partes de manera que se puedan representar en ecuaciones matemáticas. Si este comportamiento entre dos o tres variables de la naturaleza se puede representar en una ecuación, quiere decir que la respuesta de este pedazo del sistema se podría predecir (excepto en aquellas ecuaciones, como las que describen las dinámicas del caos, que arrojan resultados poco predecibles como veremos más adelante). Así, una visión que busca la disección de la naturaleza a partir de ecuaciones que pueden ayudar a comprender y predecir el comportamiento de cada sección la llamo “pensamiento lineal” o “visión lineal”. Esta lógica busca ir separando parte por parte la maraña de la red de interacciones que representan

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un sistema completo. Espero no confundir al lector, pues este término de visión lineal es similar al de las “ecuaciones lineales” que se son aquellas que se definen como de primer grado. Esto no es trivial porque encontrar cómo funcionan las interacciones entre dos pedazos de la naturaleza puede ser muy complicado. En algunas ocasiones esta relación es directamente proporcional, lo que quiere decir, que entre más alto el valor un elemento de la naturaleza, es más alto el valor de otro elemento. Por ejemplo, entre más árboles hay en un parque, hay más hojas en el piso, o entre más automóviles en una ciudad, hay más contaminación en el aire. En otras ocasiones esta relación puede ser exponencial, como lo que sucede con las tasas de interés en los préstamos bancarios o la tasa de nacimiento de los seres humanos en una comunidad. En otros casos puede contar con un límite como la saturación en la reacción de dos elementos químicos. Esta visión se puede aplicar desde la ingeniería hasta las pruebas de evolución por selección natural. De hecho, las reglas básicas para hacer propiamente la actividad científica se basan en ese concepto. La forma de evaluar que un científico hizo bien su experimento es la “repetibilidad”, lo que significa que cualquier otra persona lo puede hacer. Si esto es así, entonces los resultados que se deben de obtener son predecibles.

Pero en las últimas décadas múltiples investigaciones han sugerido que esto no siempre es así. De las primeras veces que comprobaron que el comportamiento de las partes de la naturaleza no siempre es predecible, fue en los años cincuenta del siglo pasado cuando el matemático Edward Norton Lorenz (1917- 2008) intentó predecir el clima, y se dio cuenta de que, con una ecuación relativamente sencilla, generaba resultados completamente dispares en el largo plazo si cambiaba un valor inicial en una diezmilésima parte. Este fenómeno se desarrolló para producir lo que ahora conocemos como la teoría del caos. Además de la ya concebida explicación de “una mariposa en China puede hacer que el clima de Nueva York se modifique”. En términos sencillos el caos significa que no todo es predecible. Que existen fenómenos que aunque se intenten repetir exactamente tendrán resultados completamente diferentes.

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Las implicaciones de esto son un duro golpe a la mente humana: no todo lo podemos predecir, y por lo tanto, no todo lo podemos controlar. Dentro de estas implicaciones se encuentran dos fundamentales para la ciencia y para la vida cotidiana de las sociedades occidentales. Si no todo se puede predecir, entonces es necesario comenzar a buscar formas alternativas a la generación de ciencia que se basan exclusivamente en este tipo de preguntas. La segunda implicación es que al no poder controlar todo, los seres humanos no podemos estar por encima de la naturaleza, pues estamos a merced de los fenómenos que se generan dentro de la misma y que no podemos controlar.

Durante la década de los setenta algunos investigadores trataron de parametrizar la comprensión de un fenómeno desde un punto de vista sistémico. Para comprender un fenómeno no necesariamente se tiene que disectar cada una de sus partes, sino evaluar sus interacciones. Este pensamiento busca una evaluación que abarca todo el fenómeno natural sin tenerlo que separar en todas sus partes. Por lo tanto, tiene que formular un diferente tipo preguntas. Estas interacciones varían cuando están aisladas a cuando están dentro del sistema. Esto es lo que las hace impredecibles. Por ejemplo, se puede hacer un promedio de la velocidad de crecimiento de un árbol, que esta es una forma de hacer ciencia de manera lineal; pero este crecimiento va a cambiar si se encuentra dentro de un bosque cerrado o en una zona tropical o templada. Por lo que, si bien se puede contar con el promedio, si se quiere conocer la interacción de un árbol, o grupo de árboles, en un bosque, es necesario cambiar la forma en la que se hace la pregunta, que iría más allá a la de saber el promedio en el cual crece. Incluso, la relación de una interacción depende del comportamiento e interacciones de elementos que están en el sistema, aunque no estén en contacto directo con el elemento a evaluar. Las interacciones, incluso, son dependientes del momento en el que se encuentran otras interacciones.

La discusión entre los resultados que pueden ofrecer tanto el pensamiento lineal como el pensamiento sistémico se está volviendo fundamental para comprender cuáles han sido nuestras actitudes frente a la naturaleza como sociedad occidental. Ambos tipos de pensamiento son muy útiles para resolver diferentes tipos de problemas; el error es

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buscar solucionar los problemas con una línea de pensamiento equivocada. Es como querer desatornillar una tuerca con un martillo, o querer clavar un clavo con una llave de tuercas.

NUEVAS VISIONES, DIFERENTES PARADIGMAS

Entender las bases de un pensamiento diferente al que normalmente utilizamos es un salto cuántico. Parecería sencillo modificar la estructura de un pensamiento científico, puesto que lo hemos hecho durante mucho tiempo en la sociedad occidental, pero no lo es. Esto se debe a que un verdadero cambio de pensamiento implica remover las bases fundacionales del mismo y que damos por hecho, y eso es muy complicado incluso en las mentes más racionales. Es aquí cuando el concepto de “paradigma” acuñado por Thomas Kuhn es muy útil; sin embargo, es un término que ha sido muy utilizado de manera errónea por lo que es necesario explorarlo. Comúnmente se asocia el término paradigma cuando existe un cambio dramático en algún quehacer (científico o cotidiano). En ese momento se dice: “hubo un cambio de paradigma”, lo que indica que antes se hacían las cosas de una forma y ahora se hacen de otra. Pero en la mayoría de las ocasiones en realidad es solo eso, un cambio en la forma de hacer las cosas, sin que esto implique un cambio en el paradigma. Por ejemplo, mucha gente considera que los cambios de automóviles de gasolina a automóviles eléctricos (y manejados por autómatas) es un cambio paradigmático en la movilidad urbana. En realidad, solo se están buscando diferentes soluciones a un problema, con las mismas herramientas. Un cambio de paradigma sería pensar las diferentes formas y necesidades de transporte que permitan modificar no solo los tipos de soluciones, sino la propia dinámica de la ciudad. Un cambio de paradigma en la movilidad urbana sería buscar la forma en la que los automóviles (motorizados de cualquier forma) fueran innecesarios. Los cambios propuestos en un nuevo paradigma deben de modificar el enfoque del problema, así como las actitudes y visiones de la vida cotidiana en una ciudad. Una imagen que puede ayudar a comprender cómo fun-

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ciona el cambio de paradigma es la siguiente. Pensemos en dos personas que están sentadas arriba de una colina y que están viendo con diferentes cámaras fotográficas un valle, pero que se pueden comunicar. La primera tiene una lente gran angular y por lo tanto es capaz de ver gran parte del valle en una sola mirada; mientras que la segunda cuenta con una telefoto que le permite ver los detalles de las hojas en los árboles que están dentro del valle. Las preguntas que se pueden hacer varían muchísimo aunque estén viendo el mismo fenómeno. Puesto que ninguno de los dos puede ver lo que está viendo el otro, ninguno comprende porque la otra persona está haciendo los comentarios sobre el mismo fenómeno de manera tan diferente. Ninguno está errado; uno habla del paisaje y el otro habla de los animales que se posan sobre las ramas del árbol, pero están viendo dos realidades del mismo fenómeno. Por ello, no se pueden convencer mutuamente pues los argumentos están basados en fundamentos que no tienen sentido uno para el otro. Por lo tanto, como dice Kuhn, los paradigmas son inconmensurables. En otras palabras, no se pueden comparar. Esto no quiere decir que la aproximación de cada uno de los paradigmas sea igualmente válida. Sobre todo, para resolver problemas o explicar fenómenos.

Quizá la mejor forma de vislumbrar lo que significa un cambio de paradigma en ciencia puede ser la propia teoría de la evolución por selección natural que propuso Charles Darwin. Su teoría representó un verdadero cambio de paradigma sobre la forma en la que los científicos veían la biodiversidad en el planeta y sobre cómo preguntarse las razones por las que la diversidad de plantas y animales es diferente en cada región. Cuando Darwin estaba creando su teoría, la piedra fundamental sobre la que se explicaba la diversidad y las especies estaba erigida sobre la tendencia a la perfección generada por el mismo Dios. La descripción taxonómica de los organismos, de hecho, se basa en esta idea. Se cuenta con un organismo perfecto que es al que se le llama el “holotipo” que tiene todas las características importantes de una especie; todos los organismos parecidos a este organismo son copias imperfectas del organismo perfecto, pero tienen las características suficientemente similares para pertenecer a esa especie. Así, de

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un organismo perfecto, el holotipo, se pueden clasificar todos los organismos imperfectos que están alrededor de él. De esta manera, cada grupo de organismos tiene un centro en su morfología en el cual está la mayoría de ellos y los define como especie; todos los que se salgan de ese centro son organismos defectuosos. Esto está establecido de acuerdo con en la estadística básica fundamentada en lo que ahora conocemos como la “campana de Gauss”. Lo que sugiere esta campana, es que la mayoría de los organismos están en el centro de uno de los atributos, por ejemplo, el tamaño. El organismo perfecto tiene un tamaño promedio que comparte con la mayoría de los organismos, mientras que pocos organismos son o muy grandes o muy pequeños. Estos se consideran aberraciones, pero si están dentro del área de la campana son parte de la misma especie. Pero si un organismo es tan grande que se sale de la campana, entonces se puede considerar que es un organismo de otra especie. De hecho, esa es una parte central en la mayoría de las pruebas estadísticas. Todo lo que está en el centro está cerca de la perfección y describe muy bien al fenómeno, mientras que lo que está en la cola de la campana es una aberración, pero se puede incluir dentro del otro grupo.

Previamente varios naturalistas habían propuesto la evolución de los organismos como explicación de la diversidad en la naturaleza. Aun cuando no habían sido rechazadas, las teorías estaban dentro del paradigma arriba propuesto; en la naturaleza, para distinguir a una especie de la otra, es necesario buscar el centro de la campana de Gauss de cada una de ellas. Pero la teoría de la selección natural de Darwin rompe con ese esquema. Para esta teoría los organismos que están en los extremos (los que son muy bajos o los que son muy altos) son los que generan la variedad y por lo tanto los que ayudan a que exista tanta diversidad. En otras palabras, la perfección de la naturaleza no está definida en el centro, sino que la misma perfección no existe, pues es dinámica y se apoya en los extremos. Esto fue para los naturalistas lo más difícil de asimilar para aceptar la teoría de la selección natural. Sin embargo, al comprobar que la ciencia funciona a partir de este tipo de discusiones, los naturalistas lo fueron aceptando conforme se iban acumulando evidencias.

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Pero la reacción inicial fue la que trasminó a la sociedad, en particular la religiosa. Si bien no es pensamiento científico, se podría equiparar una suerte de paradigma del creacionismo pues para este pensamiento religioso es imposible que la obra de Dios no tenga representantes perfectos (como el humano), puesto que de ahí se basa, incluso, la justificación de la existencia del cielo. El hecho de que la teoría de Darwin generara tanta discusión en la academia y posteriormente en la sociedad se basa en que propuso un verdadero cambio de paradigma. Las bases en las que descansa la teoría de la Selección Natural con respecto a los razonamientos previos a estos son tan diferentes que no se tocan. Esto es, están en un nuevo paradigma.

Es muy posible que el paradigma que explica la naturaleza separando sus componentes haya sido útil para llegar hasta donde estamos. La tecnología nos ha ayudado a reducir los efectos locales negativos de la destrucción de la naturaleza. Sin embargo, estamos llegando a un punto donde los efectos negativos repercuten de manera global. El cambio climático es el ejemplo más claro de ello. Para este tipo de nuevos problemas, es imposible seguir pensando de manera lineal, pues hacerlo nos está generando más problemas a escala global. Necesitamos comenzar a cambiar nuestro paradigma a una visión de pensamiento sistémico. Para comprender cuáles son los cambios tan dramáticos que deben de circunscribirse en un paradigma, en la siguiente sección se ejemplifican algunas de las acciones que hemos hecho bajo el paradigma de pensamiento lineal y cómo cambiarían bajo el pensamiento sistémico.

NUESTRA RELACIÓN CON LA NATURALEZA

El hecho de que la visión del pensamiento lineal haya predominado durante muchos siglos en la historia humana, ha generado encuentros y desencuentros con la naturaleza. La sociedad occidental ha basado su existencia en el poder de la tecnología, la cual nos ha facilitado el trabajo duro, ha permitido que crezcamos como población más allá

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de los límites iniciales, y fundamentalmente nos da la sensación de que somos semidioses. Cada nuevo descubrimiento, nuevo aparato, nueva maquinaria, alimenta nuestro ego como especie y quizá nos vuelve adictos a seguir buscando nuevas fronteras. Creemos que la mente humana no tiene límites y eso se traduce en que podremos resolver cualquier problema físico o incluso metafísico inventando algún aparato. Las películas y novelas de ciencia ficción así nos lo sugieren: desde invasiones de extraterrestres, hasta viajes en el tiempo, los seres humanos podemos resolver los problemas con algún ingenioso aparato creado a partir de la visión del pensamiento lineal. Pero la ciencia ficción muchas veces está alejada de la realidad. Existen ejemplos en los que los protagonistas salen huyendo con la cola entre las patas pues no pudieron resolver algo que está por encima de ellos. Un ejemplo muy famoso es la película de Jurassic Park (Steven Spielberg, 1993), basada en la novela del mismo nombre, de Michael Crichton, donde la tecnología de visión lineal es capaz de hacer dinosaurios a partir de información genética contenida en la sangre de los mosquitos que vivieron en el Jurásico y que se preservaron en resina. Esta tecnología genética se vuelve contra los seres humanos pues los dinosaurios son capaces de reproducirse y escapar al primer descuido para devorarlos. Y los humanos, incluso con toda la ciencia a su alcance, no tienen otra salida que huir del lugar o morir por su propia creación.

Para comprender nuestra relación con la naturaleza a partir del pensamiento sistémico, lo primero que habría que hacer es establecer algunas de las bases en las cuales está basado este paradigma. En primer lugar, podremos tener mucha tecnología, pero no todo es predecible, y por consiguiente, no todo es controlable. En segundo lugar, existen fenómenos que no se pueden cambiar aunque tengamos toda la tecnología del mundo. Por ejemplo, la tasa de crecimiento del humano (como la de todos los organismos) es exponencial y nuestra huella ecológica va aumentando. En tercer lugar, el mundo es finito; hasta la fecha hemos logrado salvar las necesidades de energía y material de esta tasa de crecimiento importando de otros ecosistemas o incluso continentes, pero si bien el mundo es grande, llegará un momento en el que ya no dará la energía o material necesarios para so-

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brevivir. En cuarto lugar, la respuesta de las variables en los sistemas depende de la relación de todo el sistema. En otras palabras: el Todo es más que la suma de las Partes. Por lo tanto, los límites del mundo pueden ser mucho más cortos (o largos) de los que consideraríamos si solo tomamos la parte que nos interesa. A la complejidad que tenemos que afrontar en nuestra relación con la naturaleza, le tenemos que añadir los propios círculos de complejidad que los humanos hemos generado a partir de nuestra relación con nosotros mismos. Estas relaciones se van modificando con respecto a nuestra relación con la naturaleza. Es la desigualdad de la población la que promueve diferencias en la forma de la relación con la naturaleza. Incluso la desigualdad puede verse aumentada por las prácticas llamadas de sostenibilidad dentro de una sociedad urbana. La gente sin recursos no se puede dar el lujo de comprar productos orgánicos o contar con “techos verdes”, mientras que la gente con recursos puede realizar todas estas actividades apreciadas por la comunidad internacional. El ejemplo más sencillo está en los autos híbridos que se inventaron para reducir la emisión de contaminantes a la atmósfera por automóviles. El desarrollo de la tecnología para estos autos fue costosa como lo es el precio de los mismos. Así solo personas y sociedades de altos ingresos pueden acceder a comprar estos automóviles. La parte de la sociedad sin suficientes ingresos se vuelve culpable de generar contaminación atmosférica, mientras que la de altos ingresos se considera ecológicamente responsable. Puesto que el número de personas en las sociedades de bajos ingresos es mucho mayor que la de altos ingresos, la contaminación sigue siendo muy elevada y en realidad la generación de estos automóviles es un escalón más en el fenómeno de desigualdad y no una solución sostenible a la contaminación del aire ni a la movilidad.

En esta relación entra en juego la ética, que últimamente ha sido muy olvidada en el afán de crecimiento económico y social. La ética es prescindible y despreciada en la competencia económica. Esto se puede ver en términos de conservación de especies. La industria turística es particularmente pragmática en este concepto. Aun cuando mucha de esta industria se basa en la belleza que ofrece la naturaleza

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para atraer personas, si esta naturaleza tiene que ser sacrificada para desarrollar infraestructura con la que se puede atraer más personas, no se duda en tomar acciones al respecto. En estas acciones las especies no tienen un papel preponderante. Una especie, por muy carismática que sea, está condenada a desaparecer si se encuentra en el camino del crecimiento económico, aunque esta especie sea parte del motor del crecimiento del turismo. Desde esta visión en algunos casos se generaría un recinto especial en algún zoológico, acuario o parque nacional, para conservarla, y de paso conseguir más recursos económicos al cobrar por las visitas. Esta dislocación entre la sociedad que busca el crecimiento económico y los biólogos que por razones éticas buscan la conservación generó dos líneas de pensamiento en el manejo de la naturaleza.

La primera línea de pensamiento se basó en biólogos que buscaron hacer entender que la naturaleza era importante desde un ángulo ético, espiritual y conectivo. A estos individuos se les consideró radicales poco científicos, puesto que desde una visión occidental que se basa en relaciones lineales, este pensamiento no tenía fundamento basado en el método científico tradicional. La segunda línea de pensamiento se basó en el crecimiento de la biología como ciencia y generó investigadores más pragmáticos que sentaron las bases para la negociación donde se podía conservar a la vez que generar un crecimiento económico. Estos últimos fueron los que comenzaron a tener posiciones de poder tanto con los tomadores de decisión como con las empresas que inicialmente no les importaba la destrucción del ecosistema con tal de maximizar las ganancias.

De este segundo grupo surgió una veta para hacer dinero a partir de la naturaleza, ya sea promoviendo sus alcances, haciendo consultoría o trabajando como negociadores. El resultado no necesariamente fue la mejora en la conservación de la naturaleza. Si bien existe un manejo del ecosistema (antes inexistente) por parte de la industria y los gobiernos, esta filosofía se volvió más que nada una nueva fuente de recursos, pero con resultados magros en la conservación. Esta línea de pensamiento disparó el greenwashing (en español es pintarlo de verde) que permitió promover a las empresas que más afectan a la

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naturaleza como las salvadoras del ecosistema. Incluso las empresas modificaron sus logos, como British Petroleoum, en la búsqueda de mostrarse más verdes, pero no han cambiado las actitudes que las han hecho grandes: minimizar los costos y maximizar los beneficios. La protección de la naturaleza promueve lo contrario: maximizar costos y reducir beneficios. Sin embargo, con el greenwashing las empresas y los gobiernos vieron la forma de aumentar los beneficios (elevaron el costo a un número mayor de clientes que las prefieren por ser “ecológicos”) sin aumentar en demasía los costos ya que la inversión de las acciones ecológicas es marginal, y por lo general son inútiles para la conservación.

De esta manera, la interacción de los tres eslabones puede ayudar a comprender cuál ha sido nuestra relación con la naturaleza, cómo es que hemos llegado hasta aquí y cuáles pueden ser nuestros escenarios futuros. Considerando la velocidad en la que estamos desarrollando y tomando energía de la naturaleza, la pregunta obligada es si no debería de haberse colapsado la civilización. Desde una visión lineal ya deberíamos haber colapsado; sin embargo, desde una visión sistémica, es posible que existan interacciones que estén ayudando al sistema a mantenerse. En otras palabras, el sistema es todavía muy resiliente a los embates del hombre.

La visión sistémica abre nuevos elementos de comprensión de nuestra relación con la naturaleza. Desde una perspectiva lineal esta relación es deprimente porque, por un lado, la relación entre las partes genera propiedades intrínsecas del sistema que no se pueden evaluar a partir del estudio de cada una de ellas, y por otro lado, las interacciones no se pueden predecir porque pueden tener comportamientos no predecibles como los caóticos. Pero desde la visión sistémica se generan posibilidades diversas que se pueden basar en que no existe una dicotomía entre la conservación y el desarrollo humano, puesto que las múltiples interacciones pueden generar un resultado donde

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todos salgan beneficiados. Una vez que entendamos la diferencia, y nos demos cuenta de que la dinámica de este sistema complejo nos puede llevar a sitios insospechados (algunos indeseables), quizá podamos saber a dónde vamos.

Otra pregunta obligada es si después del diagnóstico nos dará tiempo de corregir el rumbo. Es imposible saberlo; incluso es muy difícil saber si el rumbo que estamos tomando nos llevará a una catástrofe o no. Por ello este libro intentará contestar en parte estas preguntas. Con estas premisas podemos comenzar a analizar el camino que hemos trazado hasta aquí como humanidad. Reflexionemos sobre cómo, hacia dónde y a qué velocidad queremos caminar.

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