Primera edición: marzo de 2022
© 2022, J. X. Avern Redacción: Marina Tena Tena © 2022, Anna Franquesa, de las ilustraciones © 2022, La Galera, SAU Editorial, de la edición en lengua castellana
Dirección editorial: Pema Maymó
La Galera es un sello de Grup Enciclopèdia Josep Pla, 95 08019 Barcelona www.lagaleraeditorial.com
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ISBN: 978-84-246-7155-6 Depósito legal: B-470-2022 Impreso en la UE
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Marta se levantó tan pronto como el timbre del recreo resonó por el edificio. El profesor de Lengua puso los ojos en blanco, acostumbrado a sus prisas. Su compañera de pupitre la miró con las cejas arqueadas:
—¿No me esperas?
—¡Hoy no puedo! —se excusó, colgándose la mochila del hombro—. ¡Luego nos vemos!
Ni siquiera aguardó a escuchar la respuesta. Marta salió corriendo por la puerta del aula, justo por delante del profesor.
—¡Estas no son maneras! —protestó—. Mañana mismo quiero que me entregues los ejercicios de la página…
Pero Marta ya había desaparecido por la escalera. El profesor resopló, impotente. Puede que Marta pareciera una chica corriente:
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morena, bajita, de complexión fuerte y con el pelo largo y negro. Vestía ropa deportiva y tenía un parche con la bandera de Colombia cosido a la mochila, orgullosa de sus raíces. Era muy popular en su curso.
Pero cuando llegaba el fin de semana, dejaba de ser una adolescente más. Entonces se convertía en la líder de los Mystery Gamers, un equipo de videojuegos imbatible a nivel mundial. Ese sábado empezaba una temporada nueva en su videojuego favorito y más les valía estar a la altura como siempre.
Por eso se dio prisa en buscar a los demás. Tenían media hora de recreo y ella necesitaba hablar con tres personas muy distintas antes de que terminara.
Su primera parada fue la biblioteca. Allí estaba Fede, siempre listo para dejar un libro y coger otro en préstamo. El chico tenía la mochila llena de pins de animes y el pelo castaño siempre despeinado. Se encontraba tan absorto en el nuevo libro que había sacado, El misterio del caserón fantasma, que ni siquiera se dio cuenta de la llegada de Marta hasta que se puso a su altura y le dio un golpecito en el hombro.
—¡Marta! —exclamó, sorprendido por verla. Cuando el libro se le cayó de las manos, su ami-
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ga lo agarró al vuelo y se lo devolvió como si nada. Tenía unos reflejos de karateka.
—¿No te alegras de verme?
—Claro. ¡Ya sé lo que vas a decirme! —se adelantó Fede, emocionado con la noticia—. Mañana empieza la temporada.
—Y tienes que ser puntual —añadió ella, levantando una ceja.
—¡Lo intento! Es solo que el reloj confabula contra mí.
—Descansa esta noche. ¡Tenemos que mantener el listón de la temporada anterior!
Se despidió rápido para ir a por la siguiente en su equipo: la última chica del instituto con la que nadie creería que tenía amistad.
Claudia estaba almorzando junto a sus dos amigas al lado de las pistas. Aunque no hubiera examen, las chicas solían sacar los libros para repasar lo último que habían estudiado o empezar los deberes tan pronto cómo se los mandaban. Se podía distinguir a Claudia desde lejos por sus grandes gafas redondas y su pelo naranja.
De pronto, vio que Marta llegaba a paso ligero e iba directa hacia ella. Sus dos amigas se pusieron en tensión; las populares a veces podían ser un poco crueles con las más estudiosas. Pero Claudia sabía que Marta era un trozo de pan.
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—Ahora vuelvo —dijo a sus amigas antes de ponerse en pie e ir al encuentro de Marta.
Por la cara de emoción de las dos, quedaba claro que estaban al tanto de la noticia.
—¡Partida mañana! —dijo Marta a modo de saludo.
—¡Lo sé! Tengo la cuenta atrás en la agenda. ¿Qué harán en la nueva temporada? ¡Hay todo tipo de rumores!
—Sea lo que sea, estaremos listos.
—Mañana a la hora de siempre, ¿verdad? —se aseguró Claudia.
—¡Eso es! ¡Nos vemos!
A Marta solo le quedaba llegar al último integrante del equipo: Lucas. Tuvo que correr hasta la otra punta del instituto para encontrarlo.
En ese momento, el chico vociferaba en la pista de fútbol para celebrar un gol. Lucas era el más atlético y, si le preguntaran a él, el más guapo del equipo. De alguna forma, sabía caer bien a la gente. Pero a Lucas se le cambió la cara tan pronto como vio a Marta.
Sabía que a la líder de los Mystery Gamers no se la podía impresionar con un simple gol.
—¡Seguid sin mí! —dijo a sus amigos.
—¿Qué? No es justo. ¡Si te vas estamos en desventaja! —protestó uno de ellos.
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Pero Lucas no prestó demasiada atención. Corrió hasta llegar a Marta con una sonrisa enorme. —¿Vamos a quedar este finde?
—¡Claro! —exclamó ella—. ¿No te has enterado que hay una temporada nueva?
—¡Ya! —Lucas sonrió de oreja a oreja. Aquel grupo le gustaba todavía más que su equipo de fútbol—. ¡No esperaba que volviese tan pronto!
—Pues contamos contigo. —Marta ya se estaba yendo, sonriente—. Como siempre, a las seis. —¡No se me olvidará! —prometió el chico, que se pasó la mano por los rizos rubios.
El timbre sonó, anunciando el fin del recreo. A Marta no le importó habérselo perdido. ¡Había dado el aviso y, al día siguiente, los Mystery Gamers estarían preparados para una nueva aventura!
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