Esto es un ensayo
Publicado por Dharma Books + Publishing Colección: Once Varas
Esto es un ensayo Diego Fonseca Primera edición, 2022 isbn: 978-607-99590-5-0
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Diseño de portada: Raúl Aguayo Diseño editorial: Jorge Fernández
Impreso en México
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Diego Fonseca
Esto es un ensayo
Traducciones de Bestiary for the Fingers of My Right Hand, Silly Poem, Story Water, The Political Theory of Painting y Memoirs of Hadrian de Diego Fonseca
índice
el cero
dulces
M&M
“Las preguntas suelen ser más hermosas, más significativas que sus resoluciones, que en realidad nunca las resuelven, nunca son suficientes para satisfacernos, mientras que de una pregunta brota una fragancia maravillosa”.
robert walser , masquerade and other stories
“Me temo que si miras algo demasiado tiempo, pierde todo su significado”.
andy warhol
why so serious ?
Me dijeron una vez que el buen Robert Graves envidiaba la sol tura salaz de su amigo Spike Milligan. Graves, que tenía una formación más clásica y era un erudito serio, contrastaba con su amigo Milligan, siempre dispuesto a echarle una broma a quien se le cruzara. En esa suerte, Milligan no reconocía límites. Suyo es el Poema tonto, que no es más que un poema tonto sobre Hamlet que cualquiera de nosotros haría en Twitter:
Le dice Hamlet a Ofelia: dibujaré un retrato suyo aquí, ¿qué tipo de lápiz debiera usar: 2B or not 2B?
Milligan era afecto a las bromas pesadas. La anécdota más referida lo sitúa en la ceremonia donde recibiría el premio a la trayectoria durante los British Comedy Awards de 1994. El príncipe Carlos, su fan declarado, le envió un mensaje celebra torio. Cuando lo leyeron, Milligan respondió ante una audiencia masiva con un “pequeño bastardo arrastrado”. Poco después, le enviaría un fax al príncipe: “¿Supongo que un título de caballero está fuera de discusión?”
Lo que no muchos sabían es que el príncipe gustaba del senti do del humor desconcertante de Milligan —a veces abrasivo, a veces inocentón—, tal vez por la misma razón que Graves: hacía lo que deseaba más allá de cualquier convención. Ensayaba.
Ensayar implica romper ciertas convenciones: poner en la voz propia algo que no todos acepten, empujar algún límite, razonar con espíritu milliganiano: ejercer la libertad de pensar.
La palabra “ensayo” encierra en sí la vocación transfronteriza del acto: viene del francés essai que significa prueba o intento. Presupone un ejercicio a la vez disciplinado y abierto de conjetu ras. Cualquiera puede enunciar y todo es susceptible de produ cir significado; la trascendencia radica en la calidad percibible, emocional o racionalmente, del discurso.
Todo ensayo es una aproximación al mundo que parte de un ejer cicio egoísta y acaba en un producto social: un autor ha hecho un trabajo de introspección y emite sustancia o exabruptos, magnífica poiesis o ensoñaciones sin pies ni cabeza con las que pretende evocar o proyectar algo útil al resto de la humanidad. Se planta en el centro del tablado y, de alguna manera, profetiza. Todo ensayo es un soliloquio pero su condena hermenéutica lo vuelve una conversación accidental —o una disputa— que los lectores mantienen con su creador.
Por supuesto, como Milligan, toda la vida puede ser ensayada, toda frontera —moral y formal— puede ser traspasada y nada debiera ser considerado una verdad escrita en piedra. Montaigne, tal vez el ensayista más célebre de la modernidad, nunca tuvo certeza sobre el mundo y todas sus ideas fueron un intento por comprender un fenómeno de la existencia humana en un momento determinado. Lo saben quienes trabajan sobre la autonarración: un autor puede escribir y reescribir un solo tema
toda su vida tanto como un científico puede dedicar su entera disciplina a un único objeto de investigación o un filósofo jamás abrumarse por perseguir una respuesta solitaria a lo largo de sus días.
Todo ensayo tiene pretensión de trascendencia, así sea aquel que refiere a cuestiones singulares y sencillas. Como Milligan desacralizó el Hamlet con un poema, el ensayista debiera apro ximarse a su objeto de lectura sin atender a otro propósito que aportar una —y basta una— mirada o ángulo novedoso.
En estas páginas trabajo sobre elementos singulares: el desierto, dar las gracias, la voz infantil y la paternidad, el sudor, el tiempo, los errores humanos; codos, dedos; el llanto; el retiro o el esote rismo monetario. Christopher Hitchens lo definió para muchos: escribir es quien soy, más que lo que hago.
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Montaigne sabía que el ensayo enfrenta una sola salida: el fraca so. La experiencia humana es inenarrable, lo único que puedes hacer con ella es aceptar la condena y procurar relatarla, una y otra vez. Cada nuevo intento de perorar sobre nuestras vidas pro porciona un nuevo rulo en otro intento infinito por aproximarse al centro de todas las cuestiones.
Todo autor debiera asumir que el punto de vista no es sino eso: una partícula en un universo de semiosis infinita. Milligan sabía eso como pocos: nada amerita sacralidad. Ensayar también exige que el autor des-ensaye. Debiéramos animarnos a procurar el fallo abriendo la puerta al riesgo. Saltar al vacío como ataca
Milligan a la heterodoxia, tal como los ojos de Graves lo obser van, incapaces de dar ese mismo salto.
La consigna: estirar la práctica —el essai, la prueba, el inten to— más allá del primer y segundo rulo hermenéutico; conec tar conceptos —como si fueran sinapsis nuevas— más allá de la grilla usual en que los empleamos; romper la formalidad, como Milligan, para ver qué nueva puerta se abre con el agravio.
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Esto es un ensayo no podría tener otro título. De eso se trata la vida.