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Walter Gropius La vida del fundador de la Bauhaus FIONA MACCARTHY

TRADUCCIÓN DE MIGUEL MARQUÉS, EVA DUNCAN E IRENE DE LA TORRE


Título: Walter Gropius. La vida del fundador de la Bauhaus © Fiona MacCarthy, 2019 Edición original: Walter Gropius. Visionary Founder of the Bauhaus, Faber & Faber Limited, 2019 De esta edición: © Turner Publicaciones SL, 2019 Diego de León, 30 28006 Madrid www.turnerlibros.com Primera edición: junio de 2019 De la traducción: © Miguel Marqués, Eva Duncan Álvarez e Irene de la Torre Perelló, 2019

Diseño de la colección: Enric Satué Ilustración de cubierta: Diseño TURNER Imagen de cubierta: Walter Gropius, hacia 1919, por Louis Held. Kulturstiftung Sachsen-Anhalt - Kunstmuseum Moritzburg Halle (Saale) © Kulturstiftung Sachsen-Anhalt

Reservados todos los derechos en lengua castellana. No está permitida la reproducción total ni parcial de esta obra, ni su tratamiento o transmisión por ningún medio o método sin la autorización por escrito de la editorial. ISBN: 978-84-17141-88-2 DL: M-16999-2019 Impreso en España La editorial agradece todos los comentarios y observaciones: turner@turnerlibros.com


Para Richard Calvocoressi


i BERLÍN (1883 -1907)

E

n los últimos años de su vida, Walter Gropius recordaba un episodio de su infancia que le pareció significativo: “Cuando era pequeño, me preguntaron por mi color favorito. Durante años, mi familia se estuvo burlando de mí por contestar, después de pensármelo un momento: ‘Bunt ist meine Lieblingsfarbe’, que significa ‘mi color favorito es el multicolor’”.1 Lo que a él le fascinaba realmente eran los colores del arcoíris. Las tempranas ansias de variedad de Gropius acabaron siendo sólidas y duraderas: su gusto por estilos de edificios completamente distintos, desde el griego clásico hasta el japonés del siglo xx; su amor por la música, que incluía tanto a Schöenberg como a los Beatles; las mezclas insólitas y a veces provocativas de artistas creativos que formaban su círculo de amistades. Tal y como diría él mismo en el discurso que dio en Chicago por su setenta cumpleaños: “El profundo deseo de incluir todos y cada uno de los componentes vitales esenciales, en lugar de excluirlos en beneficio de un enfoque demasiado cerrado y dogmático, es algo que me ha acompañado siempre”. Gropius nació el 18 de mayo de 1883 en Berlín, capital imperial de rápida expansión, donde la variedad había pasado a ser una forma de vida. Lo bautizaron con el nombre de Adolf Georg Walter Gropius en la iglesia neogótica de Friedrichswerder, diseñada por el arquitecto Karl Friedrich Schinkel. Durante la infancia entró en contacto con una auténtica revuelta de estilos arquitectónicos: gótico y románico, barroco y neoclásico. El desafío de la ciudad, tal y como lo llegó a concebir, era intrigante y exigente. ¿Cuál era la ciudad ideal? Y ¿cuáles eran las responsabilidades de un arquitecto con respecto a la formación de una ciudad? Tras la victoria de la guerra franco-prusiana y la unificación de Alemania en 1871, Berlín se perfilaba como una capital 23


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europea próspera y potente, una ciudad a la altura de Londres, París o Viena. Su población pasó de 826.000 en 1871 a 1,9 millones en 1900. El entusiasmo de la expansión vino acompañado de las inevitables dificultades sociales. Berlín, tal y como la observó Gropius en sus fases de transición de imperial a moderna, fue el primer lugar en el que se sintió arraigado, la ciudad que le enseñó por primera vez que un arquitecto tenía obligaciones sociales. Incluso en los años que pasó en el exilio lejos de Alemania, Berlín seguía siendo la ciudad que regresaba a la imaginación arquitectónica de Gropius. La arquitectura estuvo presente en su historia familiar. La familia prusiana de su padre pertenecía a una alta burguesía firmemente respetable. El tatarabuelo de Gropius había sido pastor protestante en Helmstedt, un pueblo de la Baja Sajonia. Sus descendientes fueron en su mayoría miembros del clero, profesores, pequeños terratenientes y soldados. Sin embargo, la familia de Gropius también mostró atracción por los negocios. A principios del siglo xix su bisabuelo Johann Carl Christian Gropius se convirtió en socio de una fábrica de tejidos de seda. La familia empezó a entrar en contacto con las complejas habilidades de la elaboración de este material y adquirió un conocimiento exhaustivo de los mismos, cimentando los antecedentes tempranos de la práctica de taller que formaba la base de la filosofía de la Bauhaus de Gropius. Wilhelm Ernst, el hermano de Johann, era el propietario de una fábrica de máscaras teatrales y, con una ambición mayor, adquirió un teatro donde ponía en escena paisaje y estatuario en movimiento con una animación e iluminación mágicas. Este tipo de espectáculos se consideraba un distintivo popular de la ciudad. El escritor Walter Benjamin, que pasó su infancia en Berlín, describe los asombrosos encantos de los llamados dioramas. Se oía el sonido de una campanilla antes de la rotación de cada imagen en movimiento, que se exponía frente al público expectante: “Y cada vez que sonaba se embebían de un ambiente de melancólica despedida los montes hasta sus pies, las ciudades con sus ventanas relucientes, los indígenas pintorescos de tierras lejanas, las estaciones de ferrocarril con sus humaredas amarillas, los viñedos hasta en la hoja más pequeña de sus vides”.2 24


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Los dos hijos emprendedores de Wilhelm Ernst, inspirados por el famoso diorama parisino de Bouton y Daguerre, perfeccionaron estas técnicas para crear su propio y espectacular diorama de Gropius en Berlín. Este estaba formado por tres grandes cuadros escénicos, cada uno de ellos con unas dimensiones que superaban los dieciocho metros de ancho y los doce metros de alto, rotando de forma coordinada con el acompañamiento de música coral de cuatro partes. El diorama de Gropius siguió existiendo hasta 1850 y, de nuevo, se observa esa fascinación familiar por el mundo del espectáculo, de forma paralela al posterior interés que Walter Gropius mostraría por la representación teatral, como por ejemplo su colaboración con Erwin Piscator en torno al concepto del “teatro total” o los experimentos teatrales de Oskar Schlemmer en los años de la Bauhaus. Una figura clave en el desarrollo del diorama de Gropius fue el arquitecto Karl Friedrich Schinkel. Schinkel fue el protegido tanto de Johann Carl Christian como de Wilhelm Ernst Gropius, para el que trabajó y quien le incentivó en la fase inicial de su carrera. De hecho, el joven Schinkel estuvo viviendo una temporada en una casa de la familia Gropius de la Breite Strasse, cerca de la fábrica de tejidos de seda. Allí compartía una modesta habitación en el piso superior, donde el arquitecto en ciernes usó ingeniosamente biombos pintados para separar las habitaciones. Schinkel fue quien facilitó los bocetos para el diorama de Gropius, elaborados en París en 1826. En los años posteriores, después de haberse convertido en el reconocido arquitecto de grandes y numerosos edificios cívicos –el Neue Wache, el teatro Schauspielhaus, el Altes Museum, la iglesia Friedrichswerder (donde se bautizó a Gropius), la Berliner Bauakademie…– dejó una influencia directa sobre la dinastía arquitectónica de Gropius. Schinkel fue, sin lugar a dudas, la gran referencia de Martin Gropius, el exitoso tío abuelo de Walter. Martin estudió en la Bauakademie y fundó una de las mayores empresas arquitectónicas de Berlín: la Fa. Gropius & Schmieden. Además, se vio influenciado por el estilo clásico de Schinkel en el diseño de imponentes edificios urbanos bien proporcionados, como el Gewandhaus de Leipzig y el museo de estilo renacentista berlinés Kunstgewerbe, construido originalmente 25


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como museo de arte real y conocido en nuestros días como el Martin Gropius Bau. Todavía más importante: Walther Gropius, padre de Gropius, despertó sus ambiciones de convertirse en arquitecto, también inspirado por Schinkel. Sin embargo, según Gropius, su padre tenía muy poca seguridad en sí mismo; era demasiado tímido e introvertido para una profesión que requería un enfoque algo extravagante. Tras dedicarse realmente al diseño de edificios por poco tiempo, decidió retirarse al servicio público. Cuando nació Walter, su padre trabajaba como funcionario de edificios oficiales. Sin embargo, su propia carrera frustrada no fue nunca un impedimento para apoyar los inicios arquitectónicos de su hijo. Tal y como lo describiría un viejo amigo, Walther Gropius padre era “la única persona verdaderamente amable” que había conocido.3 Walther Gropius había dado por hecho que su hijo seguiría la tradición familiar, convirtiéndose en un arquitecto del estilo urbano formal de Schinkel. En cierto modo, no le habría decepcionado, ya que Gropius también había sido un fiel admirador tanto de Schinkel como de su propio mentor, David Gilly. A pesar de que Schinkel fuera estilísticamente prolífico, pasando del neoclásico al romántico medieval, sus edificios guardaban una consistencia estructural predominante, un dominio del espacio que Gropius admiraba. Incluso Adolf Loos, modernista y antiornamentalista transigente de los primeros años del siglo xx, puso a Schinkel como ejemplo de pureza arquitectónica para las nuevas generaciones. Además, para Mies van der Rohe, contemporáneo de Gropius, Schinkel “tenía maravillosas construcciones, excelentes proporciones y un buen detalle”.4 La obra arquitectónica posterior de Gropius habría podido desconcertar en cierta manera a su padre, pero la admiración que compartían por la maestría arquitectónica de Schinkel era algo inquebrantable. Aunque al parecer el padre de Gropius era un inútil afable, no puede decirse lo mismo de su madre. Manon Scharnweber Gropius, descendiente de emigrantes protestantes franceses afincados en Prusia en el siglo xvii, fue una mujer formidable, dominante y con ambiciones para su familia. El joven Gropius tuvo tres hermanos: Elise, que nació 26


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Walter con sus padres, su hermana Manon y su hermano menor Georg, hacia 1892

en 1879 y murió al inicio de su adolescencia; una segunda hermana, Manon, dos años mayor que Walter, a quien este guardaba un cariño especial; y un hermano menor, Georg, conocido en la familia por el apodo de Orda. La vida familiar era tranquila, reservada y culta. Walter Gropius “tenía la Kultur incrustada en los huesos”, según lo describió Peter Gay.5 Berlín rebosaba de teatros y tertulias, la música abundaba –con salidas familiares a la ópera…, salas de conciertos y funciones de ballet–. Su madre animó a Manon, la hermana de Walter, a que participara con sus hermanos en tríos musicales y en música de cámara. Orda resultó ser un violinista con un talento precoz. Walter tocaba el chelo, pero no podía compararse con la destreza de su hermano. 27


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Walter y su madre siempre tuvieron una relación particularmente estrecha, les unía un cariño que, más adelante, supuso todo un desafío para sus esposas. La reacción de Alma fue combativa, mientras que Ise se inclinaba más por la conciliación. La familia vivía en el número 23 de la Genthiner Strasse del distrito de Schöneberg, en la parte occidental de la ciudad. Se trataba de una agradable zona residencial de buena reputación cerca del inmenso parque público de Tiergarten. El edificio del apartamento de Gropius estaba en una zona arbolada de importantes viviendas, en una calle dominada por la elevada aguja de la iglesia Apostel, construida en 1870 con ladrillo rojo brillante. Walter Benjamin, diez años mayor que Walter Gropius, se crio en una casa burguesa judía en la misma parte de la ciudad, con unas comodidades similares. El recuerdo de Benjamin de su infancia en Berlín nos ofrece una descripción de la zona prácticamente de ensueño, con una arquitectura ceremonial Gründerzeit de mediados y finales del siglo xix formada por casas acomodadas y sustanciales, con sus patios interiores y galerías. “Todo en el patio era una señal o un indicio para mí”, escribiría Benjamin.6 Cerca había paradas de carruajes ante las que un joven y fascinado Benjamin observaba a los conductores colgar sus capas mientras echaban agua a los caballos. También recuerda conciliar el sueño al compás del ferrocarril metropolitano y de las alfombras al sacudirse. Walter Benjamin escribió este recuerdo a principios de los años treinta, antes de verse –al igual que Gropius– obligado a abandonar Berlín, por lo que emana la sensación de un exilio inminente. Se piensa que Benjamin acabó suicidándose en la frontera franco-española en 1940. La narración de su infancia respira una cierta magia. Las estatuas del Tiergarten, “las cariátides, los atlantes, los angelotes y las pomonas” desconciertan al niño que “hacía treinta años pasaba a hurtadillas con su mochila”.7 Le fascinaban las vistas y los sonidos del zoológico cercano, con sus ñus y cebras, elefantes y monos, todo acompañado por la melodía distante del quiosco del Tiergarten. En sus expediciones a la ciudad para hacer algunas compras, adquiere otra visión de la vida berlinesa, el submundo de la pobreza, mientras observa con fascinado 28


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horror a los mendigos y a las fulanas con los labios pintarrajeados. Tal y como lo describe Benjamin en su libro: “Me he esforzado por conseguir las imágenes en las que la experiencia de la gran ciudad se precipita en un niño de clase media”.8 La educación de Walter Gropius, expuesta a unos encantos y terrores urbanos similares, guardaba bastante relación con esta descripción. A la edad de seis años enviaron a Gropius a un colegio privado de educación primaria en Berlín y, tres años más tarde, empezó su enseñanza clásica convencional en el Humanistische Gymnasium, que formaba parte del sistema educativo público de la misma ciudad. Desde 1893 estudió en tres de estas escuelas secundarias, y se graduó finalmente del Stegliz Gymnasium cuando rondaba los veinte años. Obtuvo tan buenos resultados en sus exámenes finales, donde se incluía una impresionante traducción de la Oda de Safo, que su orgulloso padre quiso celebrarlo con una cena por todo lo alto en el restaurante Kempinski, donde brindaron por su éxito con champán. Por aquella época, Gropius era más bien introvertido, tímido y solitario; apenas había desarrollado sus intereses visuales. Hasta la fecha había pocos indicios del Gropius como influyente arquitecto. Sin embargo, más adelante declaró que su obsesión por las estructuras de los edificios ya se había disparado en su época escolar, gracias a la narración de Julio César de la construcción del puente a través del Rin, que Gropius descubrió en La guerra de las Galias. Lo trazó siguiendo la descripción que haría César y construyó un modelo a escala. Poco después, a comienzos del año 1903, se matriculó en la Escuela Técnica Superior de Múnich para estudiar un curso intensivo de estudios arquitectónicos: historia, diseño, construcción de edificios. Fue la primera vez que salió de su hogar. La casa donde vivía Gropius en Múnich estaba a escasos minutos de la pinacoteca Alte y de la biblioteca municipal Bayerische, cerca de la universidad, de las tiendas de libros de segunda mano y de los patios antiguos que se escondían detrás de las fachadas. El joven Gropius dedicó sus horas libres a los museos, donde estudiaba las colecciones de antiguos maestros alemanes, holandeses e italianos que albergaba la ciudad de Múnich, y donde descubriría la obra de los impresionistas franceses. 29



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