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VERSION CELESTE LA OBRA LUMINOSA DE VICENTE ROJO EN EL MONTE DE PIEDAD



VERSION CELESTE LA OBRA LUMINOSA DE VICENTE ROJO EN EL MONTE DE PIEDAD



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CONTENIDO

010 •

PRÓLOGO VERSIÓN CELESTE BÁRBARA JACOBS

014 •

INTRODUCCIÓN MONTE DE PIEDAD SE REINVENTA, UNA VEZ MÁS

018 •

HISTORIA DE UNA INVITACIÓN

024 •

VICENTE ROJO. ALGUNOS TRAZOS

030 •

SIETE DÉCADAS DE FORMAS GEOMÉTRICAS, PRIMER VITRAL

036 •

LOS ARTESANOS

052 •

PROGRAMAR UN VITRAL DEL SIGLO XXI

070 •

BREVE HISTORIA DE LOS VITRALES Y VERSIÓN CELESTE


010 • 011

PRÓLOGO

VERSIÓN CELESTE BÁRBARA JACOBS

Me encontraba al lado de Vicente Rojo en la primera reunión cuando Pedro Romero de Terreros, acompañado por los arquitectos Armando Chávez y Gustavo Avilés, propuso a Vicente la creación de un vitral para el techo del patio principal de la casa matriz del Nacional Monte de Piedad. Debo decir que en esos momentos me sentí invadida y rodeada de oscuridad. Rodeada de oscuridad, pues el taller del arquitecto iluminador, en donde tuvo lugar el encuentro, es particularmente oscuro, a pesar de que la maestría de este arquitecto es la iluminación. Invadida de oscuridad, pues la acumulación de historia detrás del nombre del promotor de la obra, y la acumulación de conceptos detrás del nombre Nacional Monte de Piedad, me tenían confundida, incluso diré que me tenían asustada. Es cierto que en medio de todo esto, al ver a Chávez sonreír, como si intuyera los orígenes de mi confusión, me tranquilizaba. Él había sido quien contactó a Vicente, y me pareció que era quien coordinaba tanto el encuentro como el proyecto que ahora los tres extendían sobre la mesa, por así decirlo, para atraer a Vicente a aceptarlo, para despertar en Vicente, supongo, el deseo y la determinación de aceptarlo. Y precisamente el rayo de luz que empezó a aclarar mi oscuridad fue la aceptación de Vicente de construir un vitral para el techo del patio principal de la casa matriz del Nacional Monte de Piedad. Vicente Rojo es una persona calmada que no reacciona de manera impulsiva ante nada, ya sea grave o amable lo que se presente. Y es una persona atenta, que no reacciona de manera distraída ante nada, pues antes de atender lo que sea que se le presente se da el tiempo que necesite para entenderlo. De modo que su aceptación de la propuesta de hacer un vitral fue convencida y, yo diría, placentera, nacida de su buena disposición a hacer algo que no había hecho antes y que consideró atractivo, quizás incluso desafiante. Por poco que yo sepa o conozca, para mí es un hecho que un vitral no es pintura, ni grabado, ni dibujo, ni escultura, que son las formas que Vicente


ha trabajado desde hace setenta años, desde que, al llegar de Barcelona a México en 1949, a los diecisiete años de edad, empezó a pintar. Un vitral tendrá algo de cada una de estas formas de expresión, pero es una forma de expresión diferente de las otras, es una forma en sí misma que, en todo caso, sería nueva entre las formas en las que Vicente había trabajado hasta el momento de aquella reunión en la que el promotor de la obra le propuso a Vicente hacer un vitral. Y esta buena disposición de Vicente a trabajar una forma de expresión que nunca antes había trabajado fue otro rayo de luz que se abrió paso en la oscuridad que me invadía a mí y que me rodeaba, a su lado, a lo largo del transcurso de aquel primer encuentro de trabajo en el que Vicente fue invitado a hacer un vitral, una invitación que se hizo con igual confianza de que habría de ser aceptada y atendida que la del principito cuando le pide al piloto perdido en el desierto que le dibuje una oveja, petición a la que el piloto, como no sabe dibujar, responde dibujando una caja y explicando al principito que la oveja está dentro de la caja, a lo que el principito, confiado o sabio, o confiado por sabio, le responde que eso era precisamente lo que él quería que le dibujara. Pero no quiero que mi analogía se interprete de forma equivocada, pues Vicente, por más que, como artista que es, pueda parecer un piloto perdido en el desierto, ciertamente sabe dibujar, pero el promotor de la obra y los dos arquitectos, como principitos de otro planeta que podrían parecer, confiaron sabiamente en que, aun cuando lo que Vicente dibujara no resultara ser precisamente un vitral, lo que fuera que dibujara habría de ser, precisamente, lo que ellos querían que él hubiera dibujado.

••• Estuve al lado de Vicente mientras él dibujaba el vitral que había empezado a imaginar desde el momento en que aceptó hacerlo para el techo del patio principal del Nacional Monte de Piedad. Me comentaba su idea y me explicaba los dibujos en los que fue dando forma a su idea. Lo acompañé dos o tres veces, a lo largo del tiempo que iba pasando, al taller del arquitecto iluminador, y ahí vi con él cómo ellos dos fueron transformando los bocetos del vitral, que Vicente imaginó y dibujó, en materiales y sistemas que lo hicieran posible, que llegaran a hacerlo real.



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