Un Mar de Historias Fernando Botero

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Un mar de historias

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www.editorialmediterrania.com

Un mar de historias Texto

Sònia Moll Ilustraciones

Renata Srpcanska

Fernando Botero

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A

Sara siempre le han gustado las

Y ahora ya no está enojada, ahora está muy

viene a buscarla al colegio y se van

Nuria le toma la mano y le dice:

meriendas de los viernes. Tía Nuria

juntas a tomar una taza de chocolate ca-

liente y un bizcocho azucarado. Les encan-

ta ir mojándolo dentro de la taza como si fuese un churro. Pero hoy Sara hace rato

que remueve el chocolate y no parece que

tenga intenciones de tocar el bizcocho.

Ya de camino, cuando venían del colegio, ha estado muy callada. Cuando su tía le

pregunta qué le pasa, a Sara le cuesta un

poco –siempre cuesta un poco al principio–, pero finalmente lo explica, con voz bastante enojada:

—A final de curso haremos una exposición

de pinturas. La profesora nos dijo que tenemos que escoger un compañero o compañera de clase y hacerle un retrato con acuarelas o lápices de colores, lo que queramos... y el

—Ven, iremos a un lugar que te gustará.

Salen de la cafetería. Hoy hace sol. Ya es abril. La primavera ha hecho crecer las flores

de los balcones y esparce una luz preciosa y cálida sobre las calles y las plazas de la ciudad. La tía lleva a Sara a la biblioteca que

hay al final de la Rambla. Elige unos libros

bastante grandes y entran en una sala de estudio donde está permitido hablar.

—¿Conoces el retrato La Mona Lisa, de Leonardo da Vinci? —le pregunta la tía.

—¿Es aquella mujer que está tan quieta y que parece que quiera sonreír pero no sonríe?

—Exactamente. Leonardo la vio de esta ma-

nera. Pero mira, en cambio, cómo la pintó un pintor de este siglo, Fernando Botero.

lunes tenemos que decirle a quién quere-

Tía Nuria abre un libro por una página

—¡Es una idea genial! —exclama la tía. Pero

La Mona Lisa a los 12 años, y en él se ve una

mos pintar.

Sara dice que no con la cabeza, molesta.

—¡No, no es una idea genial, porque a mí no me escogerá nadie!

—¿Y por qué no iba a escogerte nadie?

Sara mira a su tía como si fuese muy evidente y ella no entendiese nada:

—¡¡¡Pues porque estoy gorda y no soy bonita!!!

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triste y le caen lágrimas por las mejillas. Tía

a todo color. Es un retrato que se titula

niña que se parece mucho a Sara: cara redonda, ojos pequeños y cafés, cabello largo

y oscuro, un poco ondulado. Lleva un velo negro sobre la cabeza y un vestido de color

verde oscuro, de una época lejana. Del Renacimiento, dice la tía. La niña del cuadro

mira medio de lado, con una especie de sonrisa a punto de abrirse en la boca pequeña.

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—Botero representó mucho la paternidad —le

corpulenta y robusta está sentada delante

para arreglar ropa con la intención de aprove-

cuadro, con herramientas de jardinería en las

pequeño, Pedro, de su segunda mujer, mu-

tela azul cielo por debajo de la aguja.

hacen remiendos en los rotos de los pantalo-

colores, regaderas y mangueras. O el cuadro

explica la tía—. Él mismo tuvo cuatro hijos, y el rió en un accidente de coche en España cuando solo tenía cuatro años. Pero también pinta grupos de gente, no solo familias. Mira este.

Ahora tía Nuria le enseña una escena que a

Sara le resulta conocida: cuatro mujeres que cosen. En el centro de la imagen, una mujer

de una máquina de coser y hace pasar una

—¡Parecemos nosotras! —exclama Sara—. ¡Mamá, tú, Gladys y yo!

Gladys es la madre de Liliana. Es una amiga de

mamá y de la tía, y algunas tardes quedan para merendar y charlar y aprovechan para

intercambiarse ropa, recetas, libros, y también

charla: cosen botones, arreglan cremalleras, nes. La madre de Sara tiene una máquina de coser muy buena y muy grande, como la del

cuadro, y siempre dice que le hubiese gustado ser modista y coser vestidos de novia.

Tía Nuria le enseña más cuadros de grupos de gente: El club de jardinería, de 1997, por

ejemplo, en el que se ve a cinco mujeres en

un jardín, ocupando casi todo el espacio del

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manos y rodeadas de macetas con flores de

Las hermanas, del 2005, un retrato también de cinco mujeres, de distintas edades, en el

salón de una casa, todas redondas, sólidas y

voluminosas, con vestidos de diferentes colo-

res y moños y delantales de un rojo intenso.

¡Están rodeadas de gatos! Sara cuenta cinco, dispersos por todo el cuadro. Hay uno que juega a cazar moscas sentado sobre un mueble de madera, detrás de la escena familiar.

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