El mundo perdido de los dinosaurios

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JEAN-GUY MICHARD

Lejos de representar un fracaso de la evolución, el mundo de los dinosaurios constituye una etapa asombrosa de la vida sobre la Tierra. Ya sean bípedos o cuadrúpedos, carnívoros (Tyrannosaurus rex) o herbívoros (Diplodocus), con un peso de unos cuantos kilogramos (Compsognathus) o de varias decenas de toneladas (Brachiosaurus), estos reptiles terrestres, increíblemente diversificados, reinaron sobre el planeta durante unos 150 millones de años. Su desaparición sigue siendo en gran parte un misterio. ¿Fue larga e inexorable o bien brutal? ¿Se debió al choque formidable del asteroide gigantesco que dejó sus huellas en el enorme cráter de Yucatán, a un gran aumento de la actividad volcánica que sumió la Tierra en la oscuridad durante siglos, a la regresión de las aguas del final del Cretácico o a la combinación de estos factores? Tras un prodigioso viaje en el tiempo, Jean-Guy Michard invita al lector a una verdadera investigación paleontológica. Fotografías de excavaciones y de fósiles, grabados, dibujos naturalistas, reconstrucciones artísticas y científicas, más de 160 documentos para dilucidar el enigma de los dinosaurios, que fueron, antes que los hombres, los amos del planeta. ISBN 978-84-8076-929-7

Preservamos el medio ambiente El papel de las páginas de este libro está manufacturado con materia prima procedente de bosques responsables.

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DESCUBRIR LA CIENCIA Y LA TECNOLOGÍA

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Jean-Guy Michard es paleontólogo, especialista en dinosaurios. Laureado por la fundación Vocation en 1985, realizó varias expediciones a África antes de aceptar la responsabilidad científica de las excavaciones en Francia. En la actualidad, su tema principal de investigación, en el Instituto de Paleontología del Muséum national d’Histoire naturelle de París, es el estudio de la evolución y de la diversificación de los dinosaurios carnívoros, y ha descrito uno de los más pequeños de todos, Compsognathus. Por lo demás, dedica una parte de su tiempo a dar conferencias a jóvenes escolares.

Para ti, Clément, mi hijo: espero que tus ojos puedan maravillarse siempre.

Título original: Le monde perdu des dinosaures Equipo editorial de la edición en francés: Pierre Marchand, Elisabeth de Farcy, Anne Lemaire, Alain Gouessant, Isabelle de Latour, Fabienne Brifault-Dandé, Madeleine Gonçalves, Jeanne Hély, Guylaine Moi, Anne Soto. Traducción, documentación y adaptación: Manuel Pijoan Rotgé

ISBN: 978-84-8076-929-7 Depósito legal: B-6.390-2011 Impreso en Tallers Gràfics Soler, Esplugues de Llobregat (Barcelona) Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, sea por medios mecánicos o electrónicos, sin la debida autorización por escrito del editor. WWW.BLUME.NET

Especialista en vertebrados

Coordinación de la edición en lengua española: Cristina Rodríguez Fischer Primera edición en lengua española 2011 © 2011 Naturart, S. A. Editado por BLUME Av. Mare de Déu de Lorda, 20 08034 Barcelona Tel. 93 205 40 00 Fax 93 205 14 41 e-mail: info@blume.net © 1989 Gallimard, París (Francia)

Este libro se ha impreso sobre papel manufacturado con materia prima procedente de bosques sostenibles. En la producción de nuestros libros procuramos, con el máximo empeño, cumplir con los requisitos medioambientales que promueven la conservación y el uso sostenible de los bosques, en especial de los bosques primarios. Asimismo, en nuestra preocupación por el planeta, intentamos emplear al máximo materiales reciclados, y solicitamos a nuestros proveedores que usen materiales de manufactura cuya fabricación esté libre de cloro elemental (ECF) o de metales pesados, entre otros.


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CONTENIDO Presentación Viaje a la era de los dinosaurios. 12 Capítulo 1 ELOGIO DE LA DIVERSIDAD Tras su aparición a finales del Triásico, los dinosaurios reinaron unos 160 millones de años en todos los continentes y evolucionaron sin tregua. Las cerca de 800 especies conocidas son de una diversidad increíble: pequeñas o gigantescas, herbívoras o carnívoras, bípedas o cuadrúpedas, solitarias o gregarias. 22 Capítulo 2 EN BUSCA DE UNA IDENTIDAD Los fósiles de dinosaurios, que se conocían desde la Antigüedad, se interpretaron como formaciones naturales hasta el siglo XVII. En 1941, Richard Owen dio el nombre de «Dinosauria» a estos curiosos reptiles del Mesozoico que forman un grupo zoológico muy bien diferenciado. 46 Capítulo 3 HISTORIA NATURAL DE UN DINOSAURIO ORDINARIO A partir de los huesos y las huellas que se han conservado hasta nuestros días, los paleontólogos han podido clasificar y reconstruir los diferentes dinosaurios: su esqueleto, su modo de locomoción, de alimentación, de reproducción... y su comportamiento social. 70 Capítulo 4 LA CIENCIA PUESTA EN DUDA La determinación de nuevas especies y el modo de termorregulación de los dinosaurios son todavía objeto de debate en la comunidad científica. Tras el descubrimiento en China de una serie de dinosaurios cada vez más aviares, la hipótesis de que las aves no sólo descienden de los dinosaurios, sino que de hecho son dinosaurios terópodos, tiene cada vez menos detractores. 84 Capítulo 5 SER DINOSAURIO EN UN MUNDO EN PLENA MUTACIÓN La misteriosa desaparición de los dinosaurios no aviares es todavía objeto de debate: ¿se debió a la colisión de un gigantesco asteriode, a una gran regresión marina, a una actividad volcánica intensa o a la suma de todas estas causas? 97 Testimonios y documentos


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Con sus dientes

Pero representarlos a todos como unos temibles carnívoros sería un error. Los taxones carnívoros constituyen un pequeño número, que se limita a los terópodos. Aparte de algunos géneros de régimen alimentario mixto, la mayoría eran herbívoros (el término vegetariano, o más técnicamente fitófago, sería más apropiado). En primer lugar, es la observación de las mandíbulas lo que nos informa sobre el modo de alimentación. A diferencia de los mamíferos, los dinosaurios poseían una dentadura homodonta, es decir, que la forma de sus dientes no varía, o varía muy poco, según el lugar que ocupa en el arco dental. Los dinosaurios carnívoros tenían por lo general mandíbulas robustas, armadas con dientes simples y cortantes, en forma de hoja de puñal. La mayoría de las veces, al menos una de las dos aristas del diente está finamente denticulada, lo que permite cortar con más eficacia los trozos de carne, los cuales se tragaban enteros, ya que los dinosaurios carnívoros no poseían dientes masticadores.

en forma de puñal, algunos de los cuales sobrepasan los 15 cm de largo, no podemos negar que la sonrisa de Tyrannosaurus rex, dinosaurio estrella del bestiario prehistórico, es bastante mediática. Pero tanto si proceden de un carnívoro como de un herbívoro, los dientes de dinosaurio tienen siempre algo de fascinante para el gran público al igual que para los especialistas. Estos tres pequeños dientes de terópodos recolectados en el Sahara son de hecho tan fascinantes como este diente mucho más grande de Megalosaurus descubierto en el Jura, o que este fragmento de batería dental de un hadrosaurio exhumado en un yacimiento canadiense.


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Los herbívoros desarrollaron una extraordinaria gama de dentaduras Es cierto que el consumo de alimentos vegetales plantea al animal un cierto número de problemas, debido a la presencia de componentes coriáceos, abrasivos e indigestos. Los dinosaurios de mayor tamaño, los saurópodos, poseían únicamente unos pocos dientes simples, en forma de clavo o de cuchara según las familias, dispuestos todos ellos en la parte anterior de las mandíbulas, a la manera de un peine. Esta dentadura les permitía sin embargo arrancar hojas y yemas en cantidades suficientes para nutrir su cuerpo de varias decenas de toneladas. En el extremo opuesto, los hadrosaurios, o dinosaurios de pico de pato, estaban desprovistos de dientes en la parte anterior de las mandíbulas, pero poseían unas imponentes baterías dentales yugales. Este verdadero rallador era capaz de moler los vegetales más duros, como por ejemplo las agujas de pino. Los ceratopsios, por su parte, poseían un pico sólido, apto para arrancar los vegetales duros, y unos dientes robustos que funcionaban como unas podadoras, mientras que los anquilosaurios tenían que conformarse con plantas tiernas debido a la escasa eficacia de su dentadura. Otros indicios permiten conocer mejor el modo de alimentación Los dinosaurios que no podían masticar sus alimentos utilizaban piedras gástricas que funcionaban como muelas de molino en una parte especializada de su estómago, al igual que en la molleja de las aves actuales. En fechas recientes, un equipo multidisciplinar de científicos consiguió demostrar, gracias a las proporciones isotópicas de ciertos elementos extraídos del colágeno fosilizado de un hadrosaurio, que su régimen alimentario se componía de plantas terrestres y no de vegetales acuáticos, como se había supuesto durante mucho tiempo.

La mejor prueba del régimen alimentario de un dinosaurio es saber lo que tiene en el vientre. A este respecto, el segundo ejemplar conocido en el mundo de Compsognathus, descubierto en 1971 en las calizas litográficas del sudeste de Francia, es un fósil bastante extraordinario, al igual que el espécimen

de Baviera. Hacen falta condiciones de fosilización excepcionales para que se conserve el contenido estomacal. Esto es lo que sucedió con este pequeño dinosaurio carnívoro, y ello nos permite conocer el menú de su última comida. Aunque al principio se interpretaron como el esqueleto de un feto, los montones de pequeños huesos situados en el interior de la cavidad gástrica se identifican hoy en día como los restos de reptiles de pequeño tamaño parecidos a nuestras actuales lagartijas.


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Algunos especialistas,

corrían para huir de los carnívoros. Comer y no ser comido. La mejor adaptación a la carrera la presentaban los animales bípedos relativamente ligeros, cuya talla no sobrepasaba los dos o tres metros de longitud; tanto si se trataba de pequeños terópodos ligeros, como muchos celurosaurios (carnívoros), o de ornitópodos gráciles, como los hipsilofodóntidos (herbívoros), la morfología de los miembros posteriores era muy similar. Una cadera sólida, unas patas alargadas y dotadas de una potente musculatura, unos pies estilizados, una andadura digitígrada como en los mamíferos actuales más rápidos, y una cola larga que podía tornarse rígida gracias a un retículo de tendones osificados y que servía de este modo como contrapeso de la parte anterior del cuerpo. La combinación de estos caracteres les permitía realizar grandes zancadas flexibles y rápidas. Los herbívoros cuadrúpedos hicieron gala de una sorprendente «imaginación evolutiva»... ¡para evitar ser devorados! Cada grupo desarrolló adaptaciones características. Las treinta toneladas de Apatosaurus o las diez de Diplodocus ya resultaban muy disuasorias para un terópodo aislado. Pero cuando la larga cola en forma de látigo de Diplodocus azotaba el aire, todo acercamiento al saurópodo debía de ser imposible.

a decir verdad más matemáticos que paleontólogos, han calculado que las puntas de velocidad de los dinosaurios bípedos especialmente veloces podían alcanzar los 50 km/h. Esta estimación parece plausible en el caso de los campeones de la carrera, como los ornitomímidos (dinosaurios-avestruz), familia a la cual pertenecen estos dos Struthiomimus. Sus proporciones son de hecho muy similares a las de las avestruces actuales, que pueden correr a más de 40 km/h.


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«IMAGINACIÓN EVOLUTIVA» PARA EVITAR SER DEVORADOS 63

En los ornitisquios la cola se transforma a veces en una verdadera maza. Éste es el caso de los estegosaurios, cuyo apéndice caudal lleva uno o dos pares de largas espinas óseas que en el animal vivo tenían un revestimiento córneo. El vientre del agresor no podía resistir a este ataque. Éste es también el caso de los anquilosáuridos, cuya cola que es a veces muy larga, como en Euoplocephalus, termina en una maza ósea formada por elementos de huesos compactos fusionados en una bola bi o trilobulada, capaz de romper la pata de cualquier terópodo. Los anquilosaurios tenían, además, el cuerpo recubierto de una verdadera coraza compuesta de nódulos óseos. Si estos carros de combate podían aplastarse contra el suelo, como hacen los actuales armadillos para hacer frente a una agresión, el más robusto de los dinosaurios

Las armas de los caballeros de la Edad Media nos parecen bien irrisorias en comparación con las que llevaba la cola de algunos dinosaurios. Pero los restos óseos de estos temibles sistemas de defensa, tanto si se trataba de la maza caudal de los anquilosáuridos (superior) como de las largas púas de los estegosaurios (izquierda), no son más que una parte de su panoplia guerrera, ya que a ello hay que añadir la formidable musculatura caudal que movía todo el conjunto.


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Lejos de representar un fracaso de la evolución, el mundo de los dinosaurios constituye una etapa asombrosa de la vida sobre la Tierra. Ya sean bípedos o cuadrúpedos, carnívoros (Tyrannosaurus rex) o herbívoros (Diplodocus), con un peso de unos cuantos kilogramos (Compsognathus) o de varias decenas de toneladas (Brachiosaurus), estos reptiles terrestres, increíblemente diversificados, reinaron sobre el planeta durante unos 150 millones de años. Su desaparición sigue siendo en gran parte un misterio. ¿Fue larga e inexorable o bien brutal? ¿Se debió al choque formidable del asteroide gigantesco que dejó sus huellas en el enorme cráter de Yucatán, a un gran aumento de la actividad volcánica que sumió la Tierra en la oscuridad durante siglos, a la regresión de las aguas del final del Cretácico o a la combinación de estos factores? Tras un prodigioso viaje en el tiempo, Jean-Guy Michard invita al lector a una verdadera investigación paleontológica. Fotografías de excavaciones y de fósiles, grabados, dibujos naturalistas, reconstrucciones artísticas y científicas, más de 160 documentos para dilucidar el enigma de los dinosaurios, que fueron, antes que los hombres, los amos del planeta. ISBN 978-84-8076-929-7

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