HUELLASUR 9 2018

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REVISTA DE ARTE Y CULTURA PATAGÓNICA

Distribución Gratuita

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NÚMERO 9 - REGIÓN DE AYSÉN - 2018


Editorial En pleno verano austral emerge nuestra novena entrega. La Huella se extiende al Sur y al Norte. Comienza con la reflexión profunda del payador del Viento, Jorge Contreras, quien sigue en el camino, desafiando desde la oralidad a la injusticia, convocando todas las fuerzas del poblamiento para construir una vida digna desde Aysén. Jorge está por este tiempo promocionando su último trabajo, titulado “En el Camino”, proyecto autogestionado, grabado en los estudios ChilotaRecords, del también músico aysenino, hoy residente en Ancud, Alonso Nuñez. La Huella avanza luego hacia el mar, el maritorio, el espacio donde isleños ayseninos, resisten las tempestades de la modernidad y a través de la mirada de cuatro artistas que forman en Grupo Geopoética de Patagonia, nos entregan una vez más, su historia e identidad de lluvia y lejanía. Decimos una vez más, porque en el continente solemos olvidar que Aysén es archipiélago abierto, tanto como pampa o valle cordillerano. Y en esas pampas, las ocupadas en la gesta pobladora de principios del siglo XX, Balmaceda se hace espacio en la Huella para traernos

relatos en la voz y memoria de mujeres pobladoras, que hoy recogen los recuerdos del habitar sobre el viento y mantienen firme su ser, generando la Biblioteca Humana, junto a profesionales del Servicio País Cultura, programa de larga data en el país sostenido por la Fundación Superación de la Pobreza, y que en Aysén ha dejado marcas indelebles para el desarrollo y buen vivir de diversas comunidades. El viento, que a veces borra la huella, en este caso la sostiene y nos lleva así a la literatura, para publicar dos textos de altura: la presentación que hiciera en octubre de 2017, la Dra. Roxana Pey al libro Trasandina de Ivonne Coñuecar. Presentación en sí misma poética, conversación profunda de una lectora con el texto y su autora. Y la reseña cariñosa que la destacada periodista Vivian Lavin, escribió sobre el libro infantil “El acordeón rojo de don Melchor”, publicado el 2017 y que este 2018 estará en todos los jardines infantiles de la red JUNJI, para que niños y niñas de nuestro país, conozcan y conversen sobre identidad, música y sueños a través de la mirada de este Aysén dispuesto a conversar con Chile y el mundo.

CO - PRODUCEN

Esta publicación se distribuye gratuitamente en la ciudad de Coyhaique y toda la Región de Aysén. Contacto: revistahuellasur@gmail.com

DIRECTOR: Miguel Muñoz Pérez EDITOR: Mauricio Osorio Pefaur DIRECTOR DE ARTE: David Mansilla Gallardo OFICINA: 21 de Mayo Nº1197, Coyhaique

“Ven, vive Coyhaique”. Rutas en la Patagonia Chilena que jamás olvidarás Reservas en: WhatsApp: +56 9 7140 7004 // +56 9 9713 9333 Mail: info@coyhaiquecitytour.cl Facebook: Coyhaique CityTour - Twitter: @coycitytour www.coyhaiquecitytour.cl

EQUIPO: Ivonne Coñuecar Araya, David Mansilla Gallardo, Alejandra Muñoz Sandoval, Miguel Muñoz Pérez, Sandra Muñoz Neira, Mauricio Osorio Pefaur, Juan Carlos Zúñiga Andrades, Ingrid Santamaría COLABORAN EN ESTA EDICIÓN: Jorge Contreras, Ignacia Gutiérrez, Francisco Castillo, Roxana Pey, Vivian Lavín, Iván Triviño, Grupo de Geopoética de la Patagonia, Fundación Superación de la Pobreza. IMAGEN DE PORTADA: Fauna marina en Puerto Cisnes Cristina Pustela. Grabado al aguafuerte y aguatinta 60 x 50 cm (c/u). Tiraje: 1000 Huellas.


MÚSICA TRADICIONAL MUSICOTERAPIA

JORGE CONTRERAS El canto del pueblo del viento Por: Ingrid Santamaría

El viento tiene melodía, ritmo, pulso. ¿Quién no se ha detenido a escucharlo y luego esbozar un pensamiento, un sentimiento? Así nace la inspiración del cantautor y payador Jorge Contreras Muñoz, quien desde su natal Puerto Ibáñez, ha sabido recoger las historias, propias y ajenas, para transformarlas en canciones que son escuchadas por oídos locales y extranjeros. Sin duda una herencia de aquellos que también fueron pioneros en la música de la región de Aysén.

“El pueblo del viento” me dice Jorge, cuando me cuenta que así le llaman a Puerto Ibáñez, lugar que lo vio nacer y en donde él vio nacer su pasión por la música. La música siempre estuvo presente en su vida. La radio ha sido fundamental por años y en lugares aislados, no podía faltar el ruido carrasposo de algún transmisor tocando las melodías de quienes hacían música en la región, en aquellos años en los que todo era aún más aislado. Jorge reconoce que mucho de ello influyó en su interés musical. El programa radial “El Correo del Ganadero”, fue un espacio muy importante para la difusión de la música regional, que se interesó en transmitir identidad, “es sin duda un trabajo que viene de hace muchos años atrás; un proceso investigativo de Miguel Peña, de voces escuchadas en los programas radiales, en base a eso se abre un espacio para que aparezca el cantautor, con sus ritmos tradicionales, su ritmo propio”, reflexiona Jorge, mientras afuera se levanta un viento muy parecido al que Jorge sintió y observó desde niño. Así, el pequeño Jorge tomó una guitarra y comenzó a ser parte de una generación de cantautores regionales, que hoy en día tienen reconocimiento internacional y que comparten en sus letras e interpretaciones ese legado de identidad, no solo en la melodía, sino en lo que dicen, en lo que cantan, el discurso que se sostiene; “ocho años tenía cuando comencé a tocar de manera autodidacta”, recuerda, mientras asiente con la cabeza y hace un tarareo con sus dedos en la mesa. Esta conversación se hila entre viaje y viaje, pues Jorge hoy por hoy “está en el camino”

como gusta decir, ya que viaja regularmente para participar de actividades costumbristas, aquí y al otro lado del alambre, en Argentina. Quiero conocer al cantor y su pensamiento sobre el oficio que ha decidido honrar. “Más allá de la musicalización lo importante es la letra, el mensaje que se quiera dar”, me dice, y su conocimiento en música es extenso, tiene la habilidad de explicarlo a quienes sabemos muy poco del tema; su pasión por ello se expresa cuando emocionado explica sobre las décimas, el pulso, la nota, el ritmo, la milonga y la poesía. Es así como se me viene a la mente una canción de su autoría, la escuché en una de sus presentaciones en Coyhaique. “Efectivamente esa canción dice todo lo que pasó ese día”, me dice, asombrado del comentario sobre lo mucho que esa canción me gustó. “El silencio”, una canción que narra el silencio en medio del silencio. “A pocos días que mi padre falleciera estaba en el campo. Una tarde, tomaba mate y fui a encender la radio. Septiembre oscurece temprano, la radio no quería funcionar. El hecho de estar en silencio hace pensar”. Así me cuenta Jorge cómo escribió esa canción, con esa frase tan certera: “…de que el silencio dolía si hay una pena constante”. Pero el cantautor también es payador. Un término nuevo para mí y que amablemente Jorge me lo explica, para entender la diferencia entre uno y otro. “el payador es el arte del ‘repentismo’, de la improvisación”, me dice con emoción, “no hay escritos, el público plantea una idea, una frase, nacen los temas es espontáneo y siempre es en conversación con otro payador. Porque la paya es conversación”, y comienza a explicarme toda la teoría y estructura para crear una paya. Me emociona la idea, pero no me atrevo a improvisar.

Después de la entrevista le pido una improvisación, ya sin grabadoras y sin ser el entrevistado y la entrevistadora. Sonríe de inmediato, le doy la frase: “los gatos de los vecinos”, cumple la regla de ocho sílabas. Vuelve a sonreír y hace una pausa, seguimos conversando de mi mala pronunciación de las palabras terminadas con “s”, (por eso la frase), comienza a improvisar. Termina la décima y todos aplaudimos, miro la grabadora: no hay grabación, no hay evidencia, cumplimos otra de las reglas, la improvisación es en el momento, es espontánea, repetirla aquí sería inventar, lo que sí puedo asegurar es que existió; existió una décima para esta extranjera, del cantautor y payador del pueblo del viento.

Jorge Contreras Fotografía: Iván Triviño

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ARTES INTEGRADAS

LA FAENA

GEOPOÉTICA DE LA PESCA ARTESANAL DE AYSÉN El Grupo de Geopoética de la Patagonia, desarrolló durante 2017 el proyecto LA FAENA: ARTE Y VIDA DE LA PESCA ARTESANAL EN EL LITORAL DE AYSÉN, gracias al financiamiento del Fondart Regional. El objetivo del proyecto fue valorar la historia, identidad cultural e importancia del oficio de la pesca artesanal, con las características propias que tiene en la región de Aysén. Los cinco integrantes del Grupo de Geopoética recorrieron las localidades de Puerto Aysén, Puerto Chacabuco, Islas Huichas, Puerto Cisnes y Puerto Gaviota, conversando y conociendo la vida cotidiana y las reflexiones de pescadores artesanales de dichos espacios. Con este corpus experiencial cada uno de ellos produjo obras artísticas y literarias: Cristina Pustela realizó grabados, Tania Morgado, fotografías, Pablo Lema, óleos sobre tela, Johanna Contreras compiló narraciones orales y Cristián Arregui escribió poemas. Presentamos aquí una pequeña muestra de este trabajo artístico-etnográfico, que ya ha sido presentado en las mismas localidades desde donde surgió su inspiración:

Extracto narración oral: Johanna Contreras ¿CÓMO VE USTED A LAS FUTURAS GENERACIONES CON RESPECTO A LA PESCA ARTESANAL? «No, en el futuro de la pesca, vamos a seguir nosotros hasta que podamos durar, como pescadores, hablando, aunque nosotros no salgamos a pescar, pero en nosotros va a existir la palabra ‘pescador’. Eso no se va a morir, en nosotros, mientras yo viva. ¿Me entiende? O ‘buzo-mariscador’, mientras yo no muera, esa palabra va a estar en mí. ‘Soy buzo-mariscador’, ‘soy pescador artesanal’ tantos años, y eso es una dicha que uno tiene. Pero mis hijos ya no lo pueden vivir, no. No están interesados en el tema nuestro, porque ellos nos han visto sufrir. Yo estuve tirando piedras ¡hasta dónde! en Aysén, en Coyhaique. Imagínese. Aquí mismo. Ellos han visto cuánto uno se ha sacado la cresta. Entonces ellos dicen: no, en la pesca pa’ qué». Luis Coloane Pescador y dirigente sindical Caleta Andrade, Islas Huichas. Entrevista de marzo de 2016.

Puerto Gaviota. Cristina Pustela. Grabado al aguafuerte y aguatinta, 60 x 50 cm (c/u). HuellaSur 4

Pescado oreado en Estero Copa. Pablo Lema. Óleo sobre tela, 1 x 1.2 m


GUILLERMO PINCOL FUE LOBERO

EL MAR ES VOZ

Guillermo Pincol fue lobero. Nació en Cailín, se quedó en Aguirre. Navegó hasta Edén, a pie pelado con su ropa hecha de agua y frío. Muchas veces vio cómo se extingue la vida azul de un lobo nuevo. Guillermo Pincol fue lobero se internó entre manadas, palo en mano. Pelear o huir, fue la consigna si los machos grandes atacaban. Vivió este oficio de rigor oscuro ante esa luz más cruel, que es la del hambre. Soñó que Dios era un lobo inmenso que se da en abrigo a toda gente. Guillermo Pincol fue lobero. Se aburrió un día de los mares. No va al buceo ni a la pesca, buscó otro oficio en tierra firme. Pero a veces hace con sus manos pequeñas lanchas de madera.

El mar es apenas espejismo en el trajín atento de los días. El mar es voz incomprensible que nos susurra un destino en el oído porque en sus olas se entrelazan despiadadas la vida con la muerte, en un abrazo. Me abraza y abrasan estas aguas, a veces son de fuego sus crueldades. Es que amamos vivir, mas no logramos descifrarnos el rostro, en el fondo tan oscuro y profundo de su espejo.

Poemas de Cristian Arregui

Lancha y paisaje II en Puerto Aguirre. Tania Morgado. Fotografía digital. 100 x 66 cm

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R3LATOS LOCAL3S BALMACEDA

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Esta es la historia de la niña y los Teros… abía una vez, una niña muy traviesa, pequeña, flaquita, de melena negra y lisa, casi siempre estaba chascona y sus pecas medias escondidas de tanto jugar por ahí con la tierra en el campo. Un día, como solía hacer, salió de su casa, caminó al mallín, un paisaje pantanoso y húmedo cercano a su casa, donde habían muchos árboles y flores. Era su lugar favorito para jugar. Caminó y caminó, saltando y corriendo distraída con los árboles, flores y pájaros que se encontraba, hasta que llegó. De pronto, algo en el suelo llamó su atención, era un pequeño nido de Teros. Se agachó con mucho cuidado y observó todo a su alrededor, no había ni un alma cerca, sólo el viento soplaba suave, así que rápidamente tomó los cuatro pequeños huevos que reposaban en el suelo y los guardó delicadamente en su bolsillo para seguir jugando. Avanzó la tarde y el sol empezó a bajar, así que decidió que era hora de volver a su casa. En el camino, tropezó y cayó en un charco lleno de agua y barro, quedó tan sucia que apuró el paso para llegar pronto y poder contarle a su mamá el gran tesoro que tenía en el bolsillo. Cuando por fin llegó, su mamá la esperaba para cenar, pero primero debía bañarse y cambiarse la ropa que estaba llena de barro. Pasaron un par de horas, hasta que por fin pudo acostarse a descansar y pensar en su gran aventura en el mallín, se estiró en su camita y sintiendo sus sábanas suaves y con olor a limpio, plácidamente se durmió. Al otro día en la mañana despertó alegre y ansiosa por saber qué había pasado con los huevitos que encontró mientras jugaba el día anterior, así que rápidamente se levantó de la cama y de un salto fue a ver a su mamá que estaba en la cocina preparando el mate.

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–¡Elizabeth! –dijo su mamá– ¿qué es lo que traías en tu bolsillo ayer por la tarde? La pequeña niña, entre sorprendida y temerosa, le cuenta lo que había encontrado en el suelo pantanoso del mallín. La mamá, se acerca a una panera tapada con un pañito blanco y le muestra los cuatro huevos que estaban un poco quebrados, seguramente por la caída al charco. Elizabeth no le tomó mucha importancia a la panera y decidió salir otra vez a jugar en el campo. Ya fuera de su casa y cuando apenas había dado unos pasos, en el camino aparecieron volando muy, muy cerca, una pareja de Teros. Se acercaban a Elizabeth en picada y sobrevolaban su cabeza gritando: –¡Te veo! ¡Te veo!... ¡Te veo! ¡Te veo! La niña asustada corrió de vuelta hasta la puerta, sin perder de vista a la pareja de pájaros. Los Teros se elevaron y en círculo sobrevolaron por encima de la casa, hasta que ella decidió volver a salir. ¡Otra vez!, apenas había dado unos pasos cuando los pájaros se acercaron con más fuerza: –¡Te veo! ¡Te veo!... ¡Te veo! ¡Te veo! –volvieron a gritar. Elizabeth a punto de llorar, preguntó: –¡¿Qué pasa?! Y los Teros respondieron: –¡Niña! Tú tienes algo que no te pertenece… –y la miraban con sus ojos redonditos y enojados. La pequeña niña se paró en seco y pensó: –¡Los huevos!

Entró corriendo a su casa, directo a la cocina donde estaba la panera, la tomó y volvió a salir para mostrar a la pareja de Teros que los cuatro huevos estaban sanos y salvos. Entonces, ella los mira y les dice: –Disculpen por favor, yo vi los huevitos que estaban solos y abandonados en el suelo y quise llevármelos para cuidarlos, no quería hacer ningún mal. A lo que los Teros contestaron: –Está bien, te creemos, pero debes devolver nuestros huevos al lugar donde los encontraste, sólo nosotros sabemos bien como cuidarlos, además, los Teros somos una especie de pájaros que ponemos los huevos en el suelo y no en nidos sobre las ramas de los árboles. Es por eso que somos tan territoriales, nunca más debes tomar huevos que no sean tuyos. La niña entendió muy bien lo que los pajaritos estaban tratando de explicarle y prometió nunca más tomar algo que no fuera suyo. “La historia de la niña y los Teros”, es una narración construida de manera oral por Elizabeth Bórquez (42). Recuperada en el marco del Proyecto Biblioteca Humana: Historias de Balmaceda, que buscó valorar a través de la recopilación y reconstrucción colectiva, historias y mitos arraigados en el imaginario social de las y los balmacedinos. Para contribuir a la visibilización del patrimonio cultural local, así como de la memoria oral que existe en el pueblo. Edición para HuellaSur N° 9, por María Ignacia Gutiérrez, profesional Servicio País Cultura 2017.


R3LATOS LOCAL3S Celestino Chodil Chodil Hace algunos años vivió por estos lares un viejito llamado Celestino Chodil Chodil. Venía de la Isla de Chiloé, pasó por Aysén y estuvo un tiempo donde el “finao” Chindo Vera, luego de esto llegó a Balmaceda. Cuando llegó el pueblo estaba lleno de cenizas por un volcán que había hecho erupción hace poco, pero a pesar de aquello el pueblo le gustó, porque se encontró con gente cálida, amable, con un cuerpo de Bomberos y una escuelita, la número 6 de Balmaceda, muy lindos, un hogar de ancianos donde participaban muchas personas, entre otras cosas. Recuerdo que un buen día nos invitaron a comer un asado a la Base Aérea, al otro lado del pueblo y esa fue la primera vez que don Celestino participó de convivencias, y no dejó nunca de hacerlo. Fue activo integrante del Taller de Ancianos, iba a comer todos los días ahí con el “finao” Pablo Santana, don Ramón Bravo, ‘el Sombrero’, ‘el Tero’ y varios más. La gente de acá lo quería mucho, siempre lo buscaban para hacer cordero al palo, asados y alguna que otra cena bailable. Tenía una relación muy cercana con los niños de la localidad, porque cada vez que le pagaban un trabajito que hacía, compraba dulces y chocolates que nos regalaba a todos. Nosotros andábamos contentos todo el día atrás de Chodilito, preguntándole cosas y escuchando sus historias. Un día nos contó una que hasta el día de hoy todos recordamos: –Oiga abuelito ¿cómo sabe

usted ver la hora cuando está en el campo?

–Mire hijo, yo no sé ver la hora,

no sé leer ni escribir ni nada de eso, pero lo poco y nada que sé, se los voy a enseñar: a mí el Sol me dice la hora, primero tiene que enterrar un palito en el piso, hacer un circulo alrededor de él con las horas del día y luego tiene que fijarse en la sombra del palito, dependiendo de adonde apunte le va a indicar la hora, si son las seis, siete, ocho y así, hasta que haya sol Chodil era de oficio varillero, aquellos que se encargaban de hacer las cercas que marcan los límites de los terrenos en el campo. Un día, compartiendo entre vecinos y niños del sector nos dice: “Ya, los veré en unos días más”, emprendiendo rumbo pues tenía que hacer un trabajo en el campo, por allá por el puente ‘El Ministro’ a unos tres kilómetros de Balmaceda. Entre tanto ajetreo, cansado, Chodil se puso a descansar a la sombra de un arbolito para seguir después su camino. Pero se quedó dormido y con la vuelta del sol, la sombra que lo cobijaba se corrió, dejando

a don Celestino expuesto al sol… y así de un solazo, murió.

Helda Miranda

La gente lo trajo al pueblo para darle sepultura, todos acá comentaban “se murió chodilito, se murió chodilito”, con gran pesar. Su partida sin duda nos marcó. Así que ahí quedó en el cementerio de la localidad, con una plaquita que le dejo la “finaita” Mireya, donde siempre la gente del pueblo lo pasa a ver, aunque no lo hayan conocido, porque alguna vez escucharon su historia… la historia de don Celestino Chodil, el abuelito que el Sol se llevó. Helda Miranda Sindicato de Trabajadoras y Jefas de Hogar de Balmaceda Relato expuesto por Helda Miranda en la presentación del Proyecto Biblioteca Humana: Historias de Balmaceda realizada el día 4 de Noviembre del 2017 en el Museo “Los Pioneros” de Balmaceda

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R3LATOS LOCAL3S

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El Jinete de la Pampa

uenta la historia, que durante la noche, en la localidad de Balmaceda se ha visto por las pampas un jinete, en un caballo negro azabache, con un sombrero grande y una manta de castilla. Una de esas noches una mujer lo ve por la ventana y piensa: “¿Quién será que anda a estas horas por la pampa? ¿Será alguien de la localidad o algún visitante?”, se pregunta la mujer, mientras con angustia trata de retomar su sueño. Al otro día, al levantarse, pregunta a su marido si también había visto aquella figura durante la madrugada, pero recibe una negativa por respuesta. Se queda con la duda. En otra ocasión, se encontraba un grupo de amigos compartiendo durante la noche en un puesto a varios kilómetros del poblado hasta que de pronto se quedan sin provisiones. Ante tal situación uno de ellos pregunta: –¿Quién puede ir al pueblo a buscar algo para seguir compartiendo en esta velada? La respuesta general del grupo fue: –No, yo no voy, “no pienso ir, ¿acaso no has escuchado hablar del jinete de la pampa? ¿Ese que anda en un caballo azabache, con un sombrero grande y una manta de castilla? Sin embargo siempre en los grupos hay uno que es más ‘corajudo’ quien con voz imponente replica: –Yo voy a ir, porque no le tengo miedo a esos cuentos y si aparece algo, lo voy a enfrentar si tengo que hacerlo. Así el valiente toma su caballo y comienza a cabalgar por la pampa pensando: “¿Me encontraré al jinete o solo serán historias añejas de la localidad?” Acompañado solo por la luna llena, el “corajudo” seguía con el solo objetivo de llegar al pueblo para poder volver con el encargo donde sus compañeros lo esperaban… en eso divisa a lo lejos venir un caballo, con un jinete de sombrero grande, una manta y espuelas relucientes. Ante tal escena el valiente lugareño piensa: “debe ser el jinete, pero no le voy a temer, lo voy a enfrentar”. Así sin cambiar rumbo, se acerca hasta donde está el enigmático personaje, quien con potente voz lo saluda: –¿Cómo está amigo? ¿Qué anda haciendo por estos lares a esta hora de la noche?. Sin dudar, para no mostrarse vacilante, el otro responde: –Voy a comprar, debo llegar a Balmaceda y nada me va a detener porque mis compañeros me esperan” Pero fue tanta la impresión que el valiente jinete, de manera instintiva, pesca su rebenque y sale cabalgando en dirección al lugar donde HuellaSur 8

estaban sus compañeros, pero en el mismo momento en que su caballo comenzaba a galopar, piensa: “No, yo no me voy a devolver, no tengo porque temerle a nada” así que regresa. Al hacerlo el jinete se atraviesa en su camino diciendo: –¿No me da la mano antes de irse compañero? –sacando su mano debajo de la manta de castilla y quedando expuesta una mano grande y peluda, al darse cuenta de esto el valiente lugareño agarra nuevamente su rebenque y sale a galope de vuelta donde sus compañeros, con la rapidez de quien huye despavorido. También cuenta la historia que un puestero, después de haber realizado sus actividades diarias, muy cansado cierra la puerta de su morada y se acuesta. Al rato y a punto de conciliar el sueño escucha que alguien se acerca a su puesto (ruido de galope), abren la puerta y se siente el hornillero de la cocina. El puestero se pregunta: “¿Quién será? ¿Quién andará por acá tan lejos? ¿Quién podrá venir a verme a estas horas?” y se queda ahí, en su cama, pasmado de miedo, tembloroso y escuchando. Cuando de pronto escucha nuevamente que alguien cierra el hornillero de la cocina, se monta a caballo y sale (ruido de galope). Raudo el puestero se levanta para descubrir quién podría haber sido el nocturno visitante y montándose en su caballo lo sigue hacia la Tranquera buscando su rastro, pero no ve nada más que una silueta oscura sobre un caballo a lo lejos. Al otro día se levanta y se dirige hacia la estancia donde preocupado pregunta: –¿Alguien de ustedes me visitó anoche? a lo que sus compañeros responden: –No, nadie estuvo por allá compañero. Entonces, el puestero, mirando hacia la pampa replica: –Sí, no me puedo equivocar, era el Jinete de la Pampa.

Verónica Carrillo Sindicato de Trabajadoras y Jefas de Hogar de Balmaceda

Relato expuesto por Verónica Carrillo en la presentación del Proyecto Biblioteca Humana: Historias de Balmaceda realizada el día 4 de Noviembre del 2017 en el Museo “Los Pioneros” de Balmaceda


LITERATURA

Publicación de la presentación que Roxana Pey hiciera al libro Trasandina de Ivonne Coñuecar

Presentación Roxana Pey, 12 de octubre 2017

(5) “entonces madre, le dije, acá es donde todo acaba”,

Con anterioridad, Ivonne Coñuecar ha publicado Patriagonia, la trilogía Catabática, Adiabática, Anabática Un Viaje de Retorno a la Patagonia. Con la carga de Nostalgia por la niñez. Un viaje en que regresa traída por esos Vientos, de baja altura y helados. Para llegar escudada, llegar si, pero helada al fin del mundo, al fin, porque esto se acaba.

Pero en realidad es donde todo comienza… o donde continúa peregrina, y desarraiga, ahí donde nos despedimos, con esas “palabras que no se pueden decir en las fronteras” (8)

Adiabático es viento, y adiabático es también un sistema Cerrado. Pero Ivonne no está cerrada. Escribe. Pronto publicará la Novela Coyhaiqueer. Coñuecar se abre, intercambia calor, transita, trasandina y trasciende. En su trashumancia, escribe. No ya como viento helado, sino con soplo de entereza, con el rigor de la persistente búsqueda, con la valentía de permanecer en vilo, en el vano, en el filudo vórtice. Cortarse, caer a un lado o al otro, son riesgos que asume a conciencia.

Pero ya lo dijo de entrada, no traiciona! No olvida Dice Que cuando nació, cuando llegó a este lugar: (9) “Los torturados aún gritaban, había olor a carne quemada en las calles, cuerpos luchando en el fondo marino” Fuego, agua y tierra estaban. Faltaba el aire para respirar … Y la gente des-apa-re-cía “Para armar la historia” busca acá y allá, trasandina, cordillerana. Por un tiempo, Encuentra solo la palabra dictadura

Se eleva entonces en la búsqueda de una palabra, de una lengua compleja que diga y oculte su secreto. Una lengua bífida, diríamos.

Se rebela (14)“... Quieren que me internacionalice/Quieren que me acostumbre/Quieren que siempre sonría Esto es un viaje teñido de exilio ...”

Porque hay certezas horrendas, me quedo del lado de las mentiras (confiesa en el poema 33)

Parece que dijera, como Novalis, Al calor del pensamiento (Gonzalo Díaz), “Busco por doquier lo incondicionado y encuentro siempre, solo cosas”

Traspasa al otro lado, y vuelve de este lado. Oscila, Cis-Trans, Cis-Trans Con Trasandina nos traspasa.

“Busco por doquier lo incondicionado y encuentro siempre, solo cosas” , ilusa! No sigas, pero sigue.

Renuncia a renunciar.

“Este libro lo escribí para ti”, dice. Hace gestos de amor atravesando todo su libro. Este libro lo escribió para mí. Lo recibo, lo leo y releo, me zambullo en su verso desgarrado. Lo leo con ustedes. Nos vamos al exilio. Cruzando el Tiempo y el espacio. Frontera, límite, borde, se pone al margen. Se va Allende los Andes (14) “Voy y vengo por las fronteras Entro y salgo” Mientras, Aquí seguimos en Tránsito a la democracia, en transición, rebotando en políticas transitorias. Sin ser este su primer libro, la poeta se presenta, se exhibe 1, 2, 3, sus poemas son numerados. No hay palabra que los nombre. La poeta también presenta sus materias, la carne, los cuerpos, altera la linealidad del tiempo, suspende los juicios. Tantea, duda, moldea, busca pronunciarse y declara: Mi patria es aún ajena (2) “Yo no traiciono, observo/...Yo no me escapo, peregrino” (4) Esta soy yo...“En el centro estoy yo, Carente” Permanece ajena, extraña. Sucumbe, se hunde y se salva, es la palabra la que salva.

Choca con muros, cruza los antes En su trasandinar, la nieve quema Llega a la altura donde los gritos no se oyen, todo es silencio, dice Y enmudece. En búsqueda de su lengua, enmudece. (Me encontré sin voz en un lugar deshabitado, dice Coñuecar. 16) Pienso en las otras que enmudecieron: Cuando la vorágine, el desvío forzado la llevó tan lejos, a Siberia, a la Pampa. Cuando ella vio la arena del desierto, la mirada le quedó perdida como en la nieve de la estepa. Daba igual quedarse con los ojos abiertos o cerrados. como si ya estuviera muerta, como si fuera un proyecto sin lugar ejecutado en una zona sin vida. Nosotras sabemos, Ivonne, yo, las otras: son la misma cosa la arena ardiente del desierto y la nieve de la estepa, las pisadas no se distinguen y el dolor quemante es el mismo, hay que mantener los pies descalzos en el aire, andar rápido, como volar podría decirse. Nieve y viento, viento y nieve. (Dado que el viento es viento, el viento es igual en todas partes, 34) Prisioneras como somos en esas sequedades del silencio, Transitar es llegar al mismo lugar, pienso, y digo: mi espíritu encendido me echa a raudales, por las mejillas secas, lágrimas suaves. (José Martí)

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Coñuecar reconoce la flecha que se le clava, indiferente (21) “... No puedo mirar atrás, la sal amenaza Ni pacífica ni atlántica No puedo volver atrás Si el desierto está cruzándome” Coñuecar peregrina, trasandina sobre esa flecha de tiempo, un tiempo que pendulea, o que gira en círculo. Paul Celan le pregunta entonces: ¿Son estos caminos solo caminos en círculo, rodeos de ti a ti? Peregrina y no se detiene. Brazada tras brazada/simulo que avanzo. Reconoce. Imagina que peregrina y que no se detiene. Imagina que no retrocede. Qué debemos hacer con nuestras imaginaciones? Amarlas, creerlas a tal punto de tener que destruir, falsificar … (Agamben) La materia de los poemas de Coñuecar es el tiempo, el cuerpo, el gesto. La muerte y el desarraigo. Es el lenguaje que no alcanza: la experiencia que desborda al lenguaje. Entonces la poeta transforma su lengua en tránsito y en dispositivo. Y aquí, como Agamben “…llamaré literalmente dispositivo a cualquier cosa que tenga de algún modo la capacidad de capturar, orientar, determinar, interceptar, modelar, controlar y asegurar los gestos, las conductas, las opiniones y los discursos de los seres vivientes…” Transitando, transitando, destinados a navegar por siempre. En el poema (20) Toma un corazón y queda con tanta sangre en las manos. Porque aprende, “un corazón no es bello como lo imaginamos” Sangra, se desgarra, “tiene unos ojos de miedo, ve a su asesino, lo ve”

Busca y recuerda La lengua, la palabra, un nombre. VII. “Y así dicen la Patagonia es bella, para mi es inolvidable” Porque es inolvidable, peregrina. Torna su corazón trasandino. Se extraña. Parafraseo aquí a Miguel Vicuña, en su libro Contingencias: “Vos, Vicuña/Coñuecar ¿Acaso no creés que la filosofía/la poesía pueda ser algo más específico?” Ante la acometida de un contendor que imagino trasandino porque lo siento semejante a mí, que soy igualmente trasandino, pero del lado occidental de la famosa cordillera, diría palabras como éstas: “Y vos, ¿qué sos, epicúreo o platónico?” ¿Qué sos Coñuecar, epicúrea o platónica? Te dejo la pregunta, pero más que esta pregunta, reitero la pregunta de Paul Celán: ¿Son estos caminos solo caminos en círculo, rodeos de ti a ti? Coñuecar responde en su último poema, retornando a sí misma, reencontrándose en su niñez. (39) “Y debajo estoy yo, Ivón, En ese abismo horizontal que es la Patagonia Aunque ya no pertenezca aquí o allá, era asunto de vida o muerte encontrar en el desarraigo una patria.” Es su última palabra, patria, dicha con esperanza y persistente vacilación, con la certeza de la duda. Ivón Coñuecar llega a su patria que es ella misma. GRACIAS Le pido a Ivón que ella misma nos lea su poema (12)

la imagen tiene siempre la última palabra, la palabra es un secreto, el secreto está en la imagen (Aún así, con todo perdido, con el pecho abierto, porfía: “aún me quedan los ojos”, poema 16) ¡Señor! ¡Señor! Es una lástima que no esté aquí conmigo. Usted podría entenderlo todo. Mire. El mar nos rodea. Estamos destinados a navegar por siempre… a vivir por siempre. No renuncia, porfía. Se mantiene helada y sobrevive (22) “¿Qué podría ofrecerle si a mi el deshielo es lo que me mata?” Y Habla desde su jaula (28) “Soy una jaula con una mujer adentro” Aguanta. Sabe que (20) “Finalmente, aunque lo neguemos, todo esto pasará, seremos sólo carnes que se pasean.” Pero antes del final, la poeta sabe que transita por el peligro, que su cuerpo está en riesgo, que (31) “Quedan los huesos en el campo de batalla” Transita con lucidez y vacilación (25) “…: sobreviviste/ y una leve sospecha dice fallaste” (37) V. “Estas loca… Eres fea, eres india, eres gorda, nadie te quiere, te vas a quedar sola.”

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Dos momentos del lanzamiento de Trasandina, 12 de octubre 2017, Biblioteca Regional de Coyhaique.


Comentario al libro El Acordeón Rojo de don Melchor

UN CARIÑOSO TIRÓN DE OREJAS Por Vivian Lavín

Mauricio nació en Santiago y Miguel en Coyhaique. Eso fue a comienzos de la década de 1970. No se conocieron entonces, por lo que nunca jugaron juntos ni a las bolitas ni a la pelota. Son amigos desde hace pocos años y ahora que son grandes les dio por contar historias. Pero no de cualquier tipo. Mauricio es antropólogo y estudioso de la artesanía textil; Miguel es profesor, actor y dramaturgo y ambos son parte del corazón de Ñire Negro, una editorial con nombre de árbol austral y de reciente data que quiere contar lo que no se ha dicho sobre Aysén, su gente y su historia. Esos relatos e historias que han ido quedando en la memoria colectiva de los ayseninos han tomado forma en libros de excelente factura, saldando una deuda histórica con compromiso y, sobre todo, cariño por su reciente oficio de editores. “Aysén es una tierra fascinante, la naturaleza inunda todo de belleza, hay huellas del pasado que aún son un misterio y otras que ya son historia y no por eso dejan de ser sorprendentes. La vida en Aysén tiene algo de magia en cada vuelta del camino y en cada habitante de este lugar vive un poco de esa magia, por eso las historias que nacen aquí atrapan a quien las lee o escucha y lo transportan a un lugar donde se respira la sabiduría de los árboles y se siente la frescura de

los ríos, donde los pies pisan tierra de verdad y los ojos se llenan de montañas, donde el fuego abriga y la nieve es bienvenida. Aysén es un lugar que tiene mucho que contar”, dicen Miguel Muñoz y Mauricio Osorio en las últimas páginas del libro El acordeón rojo de don Melchor. Una historia contada para niños pero que a punta de versos invita también a los grandes a pasear por la geografía humana y territorial de una zona que pareciera ser una eterna deuda. El acordeón rojo de don Melchor es un relato entrañablemente emotivo y sencillo que toma forma y color en las ilustraciones de Juan Carlos Zúñiga y que sumerge al lector en el afán de un viejo acordeonista que busca a un heredero para que su oficio no muera con su existencia. Así es como se pasea por Villa O’Higgins, Caleta Tortel, Puerto Río Tranquilo, Bahía Murta, Villa Cerro Castillo, Balmaceda, Villa Ortega, La Tapera hasta llegar a Lago Verde sin éxito. Don Melchor ha recorrido gran parte de Aysén y no encuentra a quién pueda dejarle su mayor pasión. Pero don Melchor ha buscado mal. Como buen señor antiguo cree que el asunto del acordeón es de hombres y se le ha olvidado pensar que “aquél primor” podía estar mucho más cerca, y que esa persona no tenía que ser un “él” sino que una

“ella”, como lo es su pequeña nieta Leonor. Una gran lección para una sociedad que necesita de la imaginación para ver a la mujer en otros espacios más allá de los tradicionales. Se agradece que la sutil reprimenda sea con cariño y venga desde Aysén.

(*) Vivian Lavín es periodista, escritora y conductora del programa Vuelan las Plumas de Radio Universidad de Chile. Ha sido reconocida por la Sociedad de Escritores de Chile, Cámara Chilena del Libro y, recientemente, por la Academia Chilena de la Lengua.

HuellaSur 11


“Este conjunto de historias rurales de la región de Aysén se observa como una vía poderosa para transmitir a las nuevas generaciones una cosmovisión sustentada en el respeto y la defensa de la tierra.” M. O.

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