Había una vez un perrito que había nacido en una granja. Se llamaba Antón. Vivía con sus papás y con sus cinco hermanos, pero también con una familia de patos, otra de conejos, gatos, cerdos, gansos, vacas… Incluso un burro y un caballo.
Los granjeros tenĂan mucho trabajo y andaban entre la huerta y el establo, siempre de arriba abajo.
Cuando nació era muy hermoso, con su cola negra y blanca, igualita que la de su papá. Pero también un poco perezoso. Por eso sus hermanos ocupaban mejor sitio para tomar la leche de su mamá y él se quedaba con un poquito de hambre.
Pero, como era tan amoroso, el due帽o de la granja le daba una raci贸n extra de leche de la vaca Matraca, porque era un granjero muy bondadoso.
Así crecía fuerte y sano hasta que un día encontró al conejo Perplejo, que jugaba con una pelota. Se acercó a él y… ¡le mordió en una pata solo porque él también la quería! ¡Pobre conejo! Tanto le dolía que se alejó de allí saltando, pitando y chiticallando.
Antón se sintió muy orgulloso, fuerte y poderoso. Desde entonces, tomó la mala costumbre de morder cuando estaba nervioso o cuando algo le molestaba. También cuando se asustaba, se sentía envidioso y ¡cuando se le antojaba!