TurismoInterior

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© de los poemas: Onofre Rojano © Maquetación y diseño: Martín Lucía (mediomartin@yahoo.es) © de la ilustración de la portada: Raquel Eidem Blázquez y Martín Lucía ISBN: 978-84-941027-9-0

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Poesía En Tránsito Colección de poesía Turismo interior Volumen 9



Turismo interior Onofre Rojano

Ediciones En Huida



A mis hermanas Meiko, テ]gela y Lola

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En el umbral de las ciegas palabras donde la negritud comienza a ser el mundo de las voces perdidas, junto a la aldaba de un perpetuo silencio se originan los salmos. JosĂŠ RamĂłn Ripoll

Si alguna vez me regalase con el don de su presencia volcĂĄnica, harĂ­a desaparecer el aire para que no nos molestara con su marchito aliento. Pedro S. Sanz



Turismo interior Circuito de última hora por los alrededores de uno mismo, siempre mirando al mar del lado más azul, a uno y otro extremo de la playa impecable, insólita y perdida en la distancia de ti (entre el horizonte y el cielo despejado de nubes o de sueños como palmeras tropicales). Salir del cotidiano mar gris con que te cercan los días inagotables. Solo dar un paseo, visitando los abismos de enfrente –los demás que por hoy te rodean–, el volcán interior donde se expulsa el magma de la duda como signo de espera o de impaciencia, el oasis o el desierto de tus ojos cansados –cerrados tal un aeropuerto–

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Onofre Rojano

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por la niebla de siglos; la meseta desconocida e inmensa de la cima más alta de la mente, o quizás el arcano lugar donde se encuentran las estatuas descomunales y tiernas de tu particular Isla de Pascua, como este verano escondido entre la sangre que aún desconocía la memoria. Último circuito semanal por ahora para distraer esta temporada de la vida, el tiempo que discurre con quietud en esta inseparable apetencia de vivir.

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Catedral sumergida Aquí están mis huesos en pie como columnas de piedra antigua, mis deseos de íntegro marfil, apenas incólumes mis besos, mi catedral de bóvedas ausentes, gárgolas o vértigos de agujas clavadas en los ojos de cataratas plenos. Visitadme, admirad los pasillos de mármol y sus tesoros, vedme desde tan cerca de mí tal como soy, donde suena mi espina dorsal cual campana de bronce, late un fuerte corazón con válvula de acero que resiste la ausencia de la vida. Se trata de turismo interior a bajo precio, hasta lo más adentro –mi núcleo existencial–

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Onofre Rojano

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como un pozo profundo que permite el acceso con cuerdas de nylon y luces de artificio donde la oscuridad es m谩s espesa que la nieve de marzo. Visitadme, porque esta catedral gris se sumerge hasta el v贸mito con el peso de la lluvia.

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Mareas Donde vayan tus huellas irán también mis pasos, mis pies y mi palabra que recorren tu ausencia. Cuando rompan tus herméticas puertas con efímeras flores, estarán disponibles mis dos brazos como fuertes bisagras de tus labios insondables, siempre desnudas mariposas de mi insomnio. ¿Por qué jugar aquí –tierra imposible– donde nace el misterio? Ven pronto tú solo, si ayer fuiste furtivo de otros fuegos. Ven hasta esta presencia el mismo día del presunto juicio por un asesinato

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Onofre Rojano

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de negras golondrinas que mueren en la tarde sin saber todavía el por qué de la sombra. Ven donde el destino no llega nunca a fraguar sobre ti conforme al hielo. Hasta mí solamente viene el mar con sus mareas de olores a salinas y algas, enterradas y profundas entre redes de esparto, extensibles a los dedos de ángeles marinos. Solo las mareas del mar son semejantes al hombre… Y continúo perdido en tus recientes huellas.

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Maleficio Sobre las lenguas de fuego de esta noche intocable, mis veloces deseos de salamandra.

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Código de barras Posiblemente, los códigos de barras actuales, tuvieran su origen gráficamente, en los trajes de mil rayas de los gángsters entre los años veinte de la invicta ciudad de Chicago, (bien lo saben sus amedrentados sastres); o los grotescos pijamas de papel a rayas verticales, para el inquieto juego de los niños o los clowns de las farsas circenses o aquellos otros cuentos siniestros o malvados, para dormir de pie, más aprisa que la lluvia inocente del invierno que llega tras las sombras. Siempre los barrotes, las negras líneas fuertes, nos entristecen el alma cual cautivas gaviotas lejos de los mares turquesas, que ellas, consideran su medio incuestionable y dominan ampliamente con sus alas grisáceas. 25


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