POBRE NEGRO

Page 91

—Pues bueno, vamos a tratarnos de usté, mientras venga la confianza, andando el tiempo. Lo mismo da, después de to. Palabra más, palabra menos, yo lo que venía era a convidate, por habé oído decí que pa esa fiesta tenías que sé tú el primer chicharrón de la cazuela de Barlovento. —Pues ha perdido usted su tiempo. —¿Qué estoy oyendo, muchachos? ¿Será que mis oídos me están engañando? —Que no tengo intenciones de asistir a esa fiesta y menos junto con us ted. —¿De veras, Pedro Miguel? ¡Pues no son mis oídos! ¡Quién lo creyera! Yo que no he hecho sino escuchá en toas partes que desde pequeñito tú decías que había que echase al monte con la guerra por delante contra... —Lo que yo dijera antes, y ahora no lo repita, es cosa mía exclusivamente. —¡Caramba! Cómo cambian los hombres. ¡Ave María purísima!... Y ahora que miento a la Virgen, ¿sabes quién me aconsejó que me corriera hasta acá a conversá contigo? Na menos que el padre Mediavilla, que es de los nuestros, como buen liberal que siempre ha sío. —¿El padre Mediavilla, a usted, personalmente? —¡Bueno! Ya me cogiste en el embuste. Personalmente no, pero por trascorrales, que es como estamos entendiéndonos todos. —De todos modos le repito que está usted perdiendo su tiempo y que yo necesito el mío para otras cosas, entre ellas para atenderle a personas que me merezcan estimación. —Comprendo a quiénes puedes referirte. A los mantuanos, naturalmente. Y viendo que ya Pedro Miguel estaba a punto del estallido: —¡No, chico! No te ofendan mis palabras de buena voluntad. No pongas esa cara, que no es pa tanto. Me he limitao a repetí lo que he oído por ahí. Que por cierto repliqué in continenti: "¡No! Eso no pué sé verdá. Lo que es Pedro Miguel no pué está de parte de los mantuanos, y de esos de allá, menos. Él tiene que acordase de ciertas cosas. Es decí, acordase, propiamente, no, porque él no las pudo presenciá pero..." —Hágame el favor de no continuar –atajó Pedro Miguel, no siéndole ya posible conservar el aplomo que se había propuesto. —Bueno, chico. Vuelvo a decite que no es pa tanto. Vine hasta acá porque creía que tú seguías siendo amigo de los camisa de mochila, pero ya cato de vé que ahora el viento sopla pal otro lao. ¡Qué se va hacé! Ca uno es dueño de sus actos, gracias al general José Gregorio, y a quien Dios se lo dió, San Pedro que se lo bendiga. ¡Pero mira cómo soy de distraído! Ya habíamos quedao en tratanos de usté y yo con el tú en la boca parriba y pabajo. ¡Mien qué cosa!... ¡Bueno, pues, don Pedro Miguel! Que le sea de provecho su cuarto de conversión, como decimos los melitares. ¡Claro! Usté no me responde ná porque no quiere repetime que eso es cosa suya. Y yo, como tengo por costumbre respetá la opinión política de mis amigos, me voy por donde vine, un poco como dice el dicho: con las cajas destemplás. ¡Qué se va a hacé!... ¡Adiós, muchachos! Que Dios me los saque con bien de esa rastrilladerita de cacao ajeno. Rastrillándolo los encontré y asina los dejo en buenas manos. Pero no echen en saco roto esto del jaboncito de tocino negro. Y deteniéndose y volviéndose: —¡Éste que se me olvidaba, don Pedro Miguel! De esta conversación que hemos tenío, de grata memoria por mi parte, no hay que hacé mención. ¿Verdad? ¡Digo pa sabé! Yo, por lo que me concierne, como si no me hubiera dicho usté ni jota y espero que la visiversa también será... No es por ná, propiamente; sino porque como yo pienso cogé el monte lo más pronto posible, que es como decí que ya tengo el pie en el estribo... ¡Bueno! Al buen entendedor, siendo contimás mudo... ¡Hasta la vista, don Pedro Miguel! Quizá yo no me aleje mucho de por aquí, después de todo. Montó en su mula y partió. Pedro Miguel lo siguió con la mirada hasta que desapareció por entre los cacaotales.


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.