MANUAL URGENTE PARA RADIALISTAS APASIONADAS Y APASIONADOS

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La agenda, desgraciadamente, es muy amplia: los derechos de la Declaración Universal, tanto individuales como sociales; los derechos laborales y los derechos del consumidor; los derechos de las mujeres frente a maridos machistas y otros especímenes que andan sueltos por las calles; los derechos de niños y niñas, que incluyen todos los otros derechos, más el de jugar; los derechos de ancianos y jubilados; los derechos de las nacionalidades indígenas y las poblaciones negras; el derecho a la preferencia sexual; el derecho inaplazable de la Naturaleza, herida de muerte por ambiciones cortoplacistas. Todo lo que empeora la calidad de vida de ciudadanas y ciudadanos entra aquí, incluido el derecho a la comunicación (¡y a instalar radios comunitarias!). Me contaron que en el zoológico del Bronx, en New York, hay una jaula con barrotes y un gran espejo al fondo. En el rótulo se lee: El animal más peligroso que puebla la tierra. Mejorar nuestra imagen, la de esta extraña especie llamada homo sapiens que destruye a sus semejantes y arruina la única casa que tiene para vivir, es el primer deber de todos. Proteger la DIVERSIDAD CULTURAL Asistimos a un proceso acelerado de globalización. La economía de las grandes corporaciones no respeta la política de los pequeños estados. Al mismo tiempo, nunca como ahora afloraron tantos afanes separatistas. Europa y Asia se dividen y subdividen. Los editores de mapas están en quiebra. En realidad, no le incomoda al sistema neoliberal este rebrote de nacionalismos. A serbios y a croatas se les puede vender la misma cocacola. A ucranianos y a rusos se les puede hacer masticar la misma hamburguesa. Y en las calurosas calles de Asunción, guaraníes y castellanos se enfundan las mismas adidas que sancochan los pies, porque así manda la moda de los países fríos. No preocupan las fronteras nacionales porque el mercado es transnacional. El problema consiste en las fronteras culturales, los gustos distintos, que ponen en peligro las ventas. ¿Cómo aumentar la producción de bluyines si las cholitas insisten en vestirse con polleras? ¿Cómo resolver la sobreproducción de la Columbia y la Warner Bross si los europeos se obstinan en ver su propio cine? El mercado se ha constituido en dios. Y tiene un único mandamiento: hacer dinero por sobre todas las cosas. Para cumplirlo, las empresas trasnacionales necesitan igualar las preferencias de consumo de los ciudadanos. De la misma manera que con la naturaleza, intentan arrasar la biodiversidad cultural de nuestros pueblos. Homogenizar los gustos a través de la presión publicitaria, de eso se trata. Homogenizar para vender más y para tener más control político. Aunque parezca trabalenguas, homogenizar para hegemonizar. ¿No le ha pasado a usted que empieza a ver una película y le parece repetida, que ya la ha visto antes? Las escenas son demasiado semejantes: la frenética carrera de automóviles, la víctima en la ducha, el policía y el psicópata peleando a muerte en la cornisa de un rascacielos… Hasta los títulos son intercambiables: atracción fatal, seducción mortal, obsesión total. Formas parecidas, contenidos idénticos. En la industria cultural, se exaltan los valores del poder violento, del placer individual, de la silueta perfecta, del dinero fácil. Es el pragmatismo que torturaba a los personajes de Dostoyevski: no triunfa quien tiene la razón; tiene la razón quien triunfa.


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