MANUAL URGENTE PARA RADIALISTAS APASIONADAS Y APASIONADOS

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Estaba en Buenos Aires, conversando con el equipo de prensa de La Tribu, una emisora comunitaria ubicada en el clasemediero barrio de Almagro. ¿Cómo vamos a competir con Radio Mitre, con Radio Belgrano, con las grandes cadenas satelitales? Sí, seguramente las primicias de la Casa Rosada o de los disturbios en Córdoba no las van a ganar ustedes, que apenas cuentan con un par de reporteros a pie. Pero, ¿quién sabe más sobre el barrio de Almagro que ustedes? ¿Quién puede contar con más confidentes e informantes en este pedazo de ciudad? Esa es la ventaja comparativa de una emisora local. Propongo un periodismo investigativo de la vida cotidiana. Usted, amigo lector, no llegará a ser un Woodward ni un Bernstein, confórmese. Usted —aunque ganas no le falten— no va a echar abajo al presidente de la República ni siquiera, seguramente, a un ministro corruptillo. Tampoco se trata de eso. O por lo menos, no es por ahí que debemos comenzar. ¿Por dónde empezar? Por la actitud del equipo de prensa. (Y del director o directora de la radio, que apoyen.) Necesitamos periodistas y reporteros inconformes, entradores, curiosos, que quieran meterse en líos. Que no tengan miedo a las amenazas (que vendrán) ni se dejen tentar por los sobornos (que también vendrán). Radialistas con alma de detectives. Comencemos por montar una unidad de investigación en el departamento de prensa. Esto supone archivos actualizados, un directorio confidencial con teléfonos, con direcciones, contactos en oficinas públicas, en comisarías, amistades en laboratorios, abogados dispuestos a colaborar, asesores económicos, obispos y curas solidarios, dirigentes populares, en fin, un mapa de quién es quién en la ciudad o en la zona que cubrimos. Más que dedicar un periodista a tiempo completo para esta tarea, puede encomendarse a uno u otro colega, según sea el caso. Una compañera tendrá mejor acceso a la información de una clínica donde venden niños. Un joven periodista podrá conversar más fácilmente con los noctámbulos de una discoteca donde venden alcohol a menores. Lo fundamental es hacer trabajo de equipo y capacitarnos para el nuevo desafío. Si organizamos bien esta unidad, tal vez no resulte tan difícil ni tan costosa como tememos. Vale la pena probar. La cola de la rata El punto de arranque para esta clase de investigaciones periodísticas será siempre un hecho oscuro. Este hecho se puede presentar de la manera más inesperada, a cualquier hora y en cualquier lugar, desde una misteriosa camioneta que carga y descarga todas las noches junto a una supuesta florería hasta una broma soez que hizo un profesor a propósito de una alumna suya. Aquí juega mucho el olfato periodístico. Esa primera pista —la cola de la rata— comienza por una denuncia (una llamada secreta, una carta sin remitente, un corresponsal que vio algo) o por una sospecha (¿con qué ingredientes se hará tal mortadela para poder venderse a tan bajo precio?, ¿cómo se está construyendo este edificio privado en un terreno público?, ¿por qué compré medio kilo de queso y en la balanza de mi casa apenas pesa 450 gramos?). Aquí entran los temas cotidianos del medio ambiente (urbanizadoras y quema de bosques, carros sin regulador de combustión, comercialización de residuos de basura, industrias contaminantes), de defensa del consumidor (precios alterados, productos pasados de fecha, leches bautizadas, medicinas de contrabando, inseguridad de los tanques de gas, intoxicación por bebidas adulteradas), la economía subterránea que se da en el barrio (domésticas mal pagadas y abusadas, empleados sin seguro, salarios de miseria, niños y niñas trabajadoras), la violencia contra la mujer (acoso sexual en oficinas y escuelas, golpes en la casa, prostitución infantil), la violación de derechos humanos, la malversación de fondos de la municipalidad, mafia de licitaciones, venta de


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