Directo Bogotá #72

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EDITORIAL

LO QUE HACEMOS Julián Isaza Director Nacemos y morimos y, en el entretanto, hacemos cosas. Cosas que quizá en su mayoría terminan borradas por el óxido del tiempo, por la memoria vaporosa, por la imposibilidad del registro de lo pequeño, que casi siempre termina sepultado en las dunas de los años. Así, pasamos por la vida, reímos, lloramos, vamos a la escuela, tenemos amigos y enemigos, soportamos, amamos a nuestros padres, los odiamos, perdonamos, nos perdonan. Vivimos entre lo caótico, lo diminuto, lo armónico, lo enorme, lo mediano. Construimos una vida anónima y tomamos decisiones íntimas. Esas decisiones nos llevan, como la corriente de un río, de un lugar a otro y de ese al siguiente, muchas veces sin darnos cuenta siquiera. Así que crecemos como un acumulado de lo que hacemos, de lo que decidimos, de las circunstancias que nos tocaron en suerte y, aunque podemos tener la ilusión del control, lo cierto es que con frecuencia somos polvo en el viento. Aunque también es igualmente cierto que de vez en cuando nos aferramos, nos rebelamos. Y algunas de esas decisiones terminan por definirnos, porque se prolongan, porque marcan un camino. Entonces decidimos, por ejemplo, un oficio, y ese oficio se convierte en una manera de encarar la vida. Y elegimos, empujados por la voluntad o por las condiciones, dedicarnos al periodismo, o al derecho, o a la arquitectura, o a la alfarería, o al campo, o a la política, o al arte, o a la jardinería. Y allí solemos establecernos —como quien se establece en una parcela, y la siembra, y la riega, y la abona, y luego la cosecha—. Por eso ese oficio, si está motivado por la pasión, se convierte en nuestro refugio, pero también en una manera de participar del mundo. Somos, en buena medida, lo que hacemos. Y encontramos en lo que hacemos un sentido

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de la vida, una manera de entenderla. Por eso dedicamos esta edición a los oficios, a aquellos que se hacen con las manos, con el cuerpo, con la mente. Aquellos que encaran el ocaso o que son impulsados por la tradición e incluso por la obstinación. Aquellos que sus protagonistas ejercen con amor, y en los que encuentran la dignidad que proporciona el trabajo bien hecho, el trabajo honesto. Y si somos lo que hacemos, lo que elegimos hacer, también hay otras elecciones quizá más inmediatas que nos definen como sociedad y que, si bien son individuales, terminan sumándose para convertirse en colectivas, y en esta revista quisimos registrarlas e incluirlas. Esas son las decisiones que tienen que ver con todos, son las voluntades que se levantan en un momento específico y claman a una sola voz un cambio y condiciones más justas. Por estos días el país ha vivido uno de los momentos más intensos de su historia reciente, en el que miles de ciudadanos —muchísimos de ellos jóvenes— salieron a las calles y reclamaron. Fueron días llenos de momentos desoladores y de brutalidad, pero también de coraje y resistencia, que se expresaron en las marchas, en los plantones, en el arte que los acompañó. Al cierre de esta edición el paro continuaba con un saldo escalofriante: según la ONG Temblores, para el 28 de mayo, eran 1.133 las víctimas de violencia por parte de la Policía, 43 las personas muertas, 46 las que tuvieron lesiones oculares y 22 las víctimas de agresiones sexuales. Al cierre de esta edición la violencia seguía, pero también una parte del país continuaba con la firme decisión de resistir. Somos lo que hacemos, lo que decidimos hacer.


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