Directo Bogotá # 45

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Carlos L贸pez

Memoria fotogr谩fica I

Fotoensayo


Edición

45

Junio 2014

Directo Bogotá Revista escrita por los estudiantes de la carrera de Comunicación Social

Directora Maryluz Vallejo Asistente editorial Mariángela Urbina Reporteros en esta edición Ángel José Batista, Sara Galeano, Natalia Vivas, Jesús Mesa, Daniela Castellanos, Daniel Canal, Katherin Alfonso, María Mónica Monsalve, María Camila Monroy, Daniela Gómez, Matheo Gelves, Sebastián Serrano, Juan David Olmos, Mariángela Urbina, Christina Gómez, Érika Chávez, Carolina Morales, Camila Rosa Fotografía de portada Daniela Castellanos Fotografía de contraportada Christina Gómez Diseño y diagramación Angélica Ospina angelikaos@gmail.com Corrección de estilo Gustavo Patiño Díaz correctordeestilo@gmail.com Impresión Javegraf Decano Académico José Vicente Arizmendi C. Decano del Medio Universitario Ismael Rolón M. Directora de la Carrera de Comunicación Social Mónica Salazar Director del Departamento de Comunicación Mario Morales Informes y distribución Transversal 4ª No. 42-00, piso 6 Teléfono: 3 20 83 20, ext 4587 Escríbanos a: directobogota@gmail.com Consulte nuestro archivo digital en la página: www.directobogota.com (Edición impresa)

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Editorial Nota Ligera

Vida y opiniones del caballero bolardo Especial Oficios

El triciclo que se queda sin carril Especial Oficios

El rockstar de la cámara oscura Especial Oficios

La Mona de las ‘monas Especial oficios

La noche de los taxis Especial Oficios

Los más madrugadores de San Victorino Tendencias

Komunidad Tao en Vacatá Arte

Las curvas de Villabon Colectivo

Rumba Capital Tendencias

Los bicipachangueros de la noche Patrimonio

Cría cuervos y tendrás un tesoro Homenaje

El día que nevó en Aracataca Teatro

¿Qué estaría dispuesto a hacer por la patria? Libros

El coloso del hipódromo


02 Editorial

Gato por grafiti Ante la ambigüedad de la política pública sobre arte callejero, que por un lado abre los muros a los colectivos artísticos y por el otro manda a borrarlos, la ciudad quedó expuesta a intervenciones de todo tipo, más agresivas que estéticas; más contaminantes que gratas. Con variedad de miradas, un “colectivo” de la revista sienta su posición a manera de trinos, como eran los grafitis de antes. Unos cultivan el grafiti como expresión artística y de protesta pacífica, y otros, como acto de desobediencia civil. Todos llevamos un grafitero dentro, pero algunos lo llevan fuera y no lo pueden controlar; por eso declaran ciegamente el amor o el odio en las paredes. El Decreto 75 de 2013 promueve la práctica artística y responsable del grafiti, pero no falta el vándalo que se pasa de la raya estampando su megafirma con spray. Por decisión del Distrito, la calle 26 se convirtió en un museo abierto, pero también en una trinchera donde unos pintan, otros responden y la mayoría ensucia… En la Mesa Distrital del Grafiti, presidida por el Instituto Distrital de Artes (Idartes), se sientan los colectivos de grafiteros que aceptan pintar en muros autorizados. Los excluidos de la mesa, y los que prefieren la clandestinidad a la oficialidad, seguirán tomando riesgos y dejando huella. Las obras de todos son Marca Bogotá y se contemplan en tours para extranjeros, como el que dirige el australiano Christian Petersen. Para Petersen, aquí se encuentran los mejores grafitis del mundo porque retratan fielmente a la sociedad colombiana. Este arte callejero se clasifica en cuatro modalidades: político, artístico, hip hop y poético.


Reinan los rayones, los ‘ñeros’ insultos y garabatos, que invaden muros, postes y fachadas de casas y edificios.

Los colectivos de Acción Poética se citan en Facebook para hacer las pintadas, pero esas frases color rosa se quedan en el gesto romántico.

Las cruces de los muros exteriores del Cementerio Central, parte del patrimonio arquitectónico, quedaron sepultadas por los rayones de los vivos.

Los hip-hopers practican el free style y pintan al ritmo de sus improvisadas canciones.

¿Qué mérito tiene dejar a Simón Bolívar pintado de verde, al monumento de los Héroes cubierto de mamarrachos y a Américo Vespucio como un mapa? ¿Será porque de noche todos los gatos son Pardos que el alcalde encargado mandó a borrar los grafitis autorizados? La norma prohíbe pintar señales de tránsito, puentes peatonales, estaciones de TransMilenio y ciclorrutas: una provocación para los guerreros del aerosol. En un muro de la avenida Suba con calle 80 y en medio de coloridos personajes mitológicos, un burdo aviso de clases para alcanzar multiorgasmos se roba las miradas. ¿Cuánto gastan la administración distrital, los comerciantes y los ciudadanos en pintar las fachadas y el mobiliario público estropeado por los vándalos? Un galón de pintura antigrafiti cuesta cerca de $250.000 y no es que no puedan pintar en esa pared, sino que se facilita la limpieza. La Alcaldía de Chapinero inició las jornadas de limpieza de muros y paredes, con apoyo de los ciudadanos; en el “parque de los hippies” usaron 60 galones de pintura. Si la ciudad es un museo abierto, ¿por qué no crear una curaduría del grafiti para que los espontáneos se sometan a las reglas del juego?

No todo el que pinta en paredes o muros es un vándalo ni todos los que pintan son grafiteros o artistas callejeros. “No todo lo que está en los muros es grafiti, pero tampoco todo lo que está en los museos y galerías es arte” (Armando Silva) Si uno escribe “MILLOS”, algún hincha de otro equipo responderá con un tachón y una grosería. La concejal Liliana de Diago presentó el proyecto 291 de 2011 para regular los lugares donde se puede pintar y quiénes están autorizados para hacerlo. Y se aprobó el Acuerdo 482 de 2011 para proteger el espacio público y apoyar la cultura urbana de los grafitis, pero con tanta reglamentación y tecnicismo nadie entiende… Ya es tiempo de que los rolos dejemos “el raye” con los grafiteros y los dejemos expresarse; reprimir no es la solución. Diego Felipe Becerra, ‘el Gato’, se enfrentó a los agentes de la Policía con su arma de colores y cayó abatido por balas de plomo el 19 de agosto de 2011. En agosto se realizará el quinto festival Nytro de Cora, en homenaje a Andrés (Nytro o Firi), exponente del grafiti 3D, muerto en el 2009 en el barrio Bochica. Él creía que las paredes podían hablar y cantar rap, y en ellas mantuvo la esencia del wild style, con letras y formas superpuestas. Paz en sus muros.

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Colectivo: María Mónica Monsalve Juan David Olmos Natalia Vivas María José Medellín Daniela Puerta Jimena Sterling María Alejandra Arcila Daniela García María Camila Sarmiento María Camila Rosa Alejandra Benavides Jesús Mesa Laura Vargas Estefanía Malagón Álvaro Rincón y María Fernanda Betancourt

En la película alemana La ola, el metro, los puentes y las fachadas de los edificios se ven cubiertos con el grafiti de una ola, simbolizando el regreso del nazismo. Ojalá nuestra ola de rayones sea más un signo de anarquía que de fascismo, aunque no faltan esvásticas hasta en las iglesias. ¿Dónde quedaron esas frases inteligentes que arrancaban risas a los transeúntes? Que se sepa, tampoco circulan en las redes sociales.

03


04 Nota Ligera

Vida y opiniones

del caballero bolardo*

Ángel José Batista sanbatistan@hotmail.com Algunos decían que éramos un sobrecosto; otros, que éramos un estorbo al espacio público. Sí, tal vez no gocemos de la fama de los conos y su práctica movilidad o de la vistosidad de nuestras primas, las señales de tránsito. Pero desde hace más de década y media, mis hermanos y yo cumplimos la labor de proteger el andén de las folclóricas invasiones expansionistas del carro, la moto y el camión repartidor. Es cierto, nuestro comando especial se hizo tristemente célebre en Bogotá por la cantidad de críticas y burlas que recibimos apenas fuimos implantados. Nos hacían chistes relacionados con falos de poco agraciados políticos; decían que éramos la oda al concreto que les faltaba a las carreteras, que debíamos ser rebautizados como “los petardos”, entre otras ofensas. También fuimos recibidos por la incansablemente bella orquesta de la calle: los zumbidos de motos y autos al compás de la luz del semáforo, el tictac de los tacones marcando el ritmo en el pavimento, algún estudiante apurado que profiere gritos para que lo espere el bus. Todos aportando con su instrumento a la gran melodía que es una ciudad que nunca para. Sí. Algunos desalmados nos recibieron con tenaces martillazos que lograron torcer e incluso levantar algunos bolardos por los que respetuosamente pido al lector un instante de silencio. Otros al vernos, tal vez no queriendo echar más leña al fuego, nos dieron la bienvenida pintándonos con los colores representativos de su tienda, a juego con la fachada. Hace más de 15 años, cuando nos sembraron y éramos unos 15 mil, fuimos acogidos por


esencias matutinas tan inconfundibles como el olor a caldo de costilla, a huevos pericos o a chocolate caliente. Tal vez lo único que haya cambiado a lo largo de ese lapso es que hoy nuestra relación con el caminante de las calles bogotanas pasó del odio a la indiferencia. Antes columnas de opinión llenas de repudio hacia nuestra eterna e inmutable formación inundaban los periódicos capitalinos. No nos avergüenza decirlo: nos hemos camuflado tanto en la estética bogotana que más de un despistado parachoques se ha tropezado con uno de nuestros hermanos. Con medio metro de altura y el mismo color del pavimento somos los auténticos ninjas urbanos. ¡Hemos cumplido tan bien nuestra labor que nos hemos mimetizado en nuestro hábitat de tal manera que somos lo último que llama la atención en un paneo a la calle bogotana! En aquellos años dorados, en los que vivíamos entre flashes de cámaras y éramos la portada de los más famosos tabloides, se decía que habíamos sido traídos desde la Universidad de París, donde el letrado Enrique Peñalosa hizo sus estudios sobre una urbanística que nada tenía que ver con nuestra geografía de trópico. Sin embargo, ya pasaron esos días de ser el centro de la polémica.

Hoy, los humanos nos han encontrado nuevos usos: somos el orinal público del paseador de perros, un soporte cada dos metros para amarrarse los zapatos, la mesa para que al que siempre está de afán no se le riegue el café mientras espera el bus. Ahora nadie dice nada de nosotros. Salvo el año pasado, cuando el burgomaestre de turno propuso removernos, según él, para mejorar la estética vial. Ante esta idea hubo voces de protesta que preveían un nuevo ataque de los vehículos al espacio del peatón. Los que intentaron defendernos argüían que los conductores se iban a tomar otra vez el andén sin nuestra presencia siempre vigilante. Sin embargo, 150 compañeros fueron retirados de forma desalmada y silenciosa. Desde hace más de quince años mis hermanos y yo seguimos oyendo las mismas bicicletas pinchadas, los mismos insultos citadinos, las mismas cornetas y tal vez no acaparemos la misma polémica que en nuestro cuarto de hora de fama, pero es que los pilares de color gris y franja verde que conforman nuestro ejército cumplen mejor su labor así, desde el anonimato.

*Con el guiño debido a Tristam Shandy.

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15

años prestando servicio

150

compañeros retirados

7

tipos de bolardos

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06

Especial Oficios

El triciclo

que se queda sin carril Texto: Sara María Galeano Vallejo sari.galeano@gmail.com

Fotos: Cortesía de Sebastián Galeano ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••

Aunque el bicitaxismo surgió como solución a un problema de movilidad en Bogotá, resultado de la falta de cobertura de servicio de alimentadores en algunos sectores, es un oficio que desde su informalidad puede desaparecer bajo el marco del Servicio Integrado de Transporte Público (SITP), dejando a más de 5.000 conductores sin trabajo, como los dos líderes que toman la vocería en este reportaje.


Al lado de la Biblioteca Pública El Tintal Manuel Zapata Olivella, se ubica todos los días Alonso Vanegas Ocampo para trabajar. Se puede ver con un radioteléfono en la mano, con el que monitorea su ruta, las condiciones de movilidad y sus conductores. Él hace parte de los 5.000 bicitaxistas que hoy dan la pelea para que el Ministerio de Transporte legalice su servicio. Alonso llegó de Medellín hace unos seis años, con $70.000 en los bolsillos y en busca de un trabajo que le permitiera vivir dignamente. Así empezó vendiendo verduras en una carreta, pero se dio cuenta de que el dinero que ganaba solo le alcanzaba para pagar su alimentación y un arriendo económico. En ese momento se le presentó la posibilidad de arrendar un triciclo por $12.000 diarios y comenzó su trabajo como bicitaxista, oficio sagrado para él. Empezaba su jornada laboral a las 5:00 de la mañana y la terminaba a las 10:30 de la noche, ganando al día un promedio de $30.000. Cuenta que las primeras semanas sufrió muchísimo a causa del dolor físico provocado por las largas jornadas laborales. Afirma que para trabajar como bicitaxista se necesita mantener los tendones estirados y no encogidos, ya que unos tendones bien estirados dejarán de sentir dolor después de un tiempo. De todas formas, las mejorías en el diseño del triciclo han servido para aminorar el esfuerzo físico.

Por eso lo ofenden comentarios como el que escuchó de una ministra en una de las reuniones de conciliación, en la que proponía emplear a algunos conductores pagándoles un salario mínimo. Alonso afirma que el bicitaxista que menos gana tiene ingresos mensuales de $1.200.000 y que puede llegar a ganar en temporada alta (diciembre, por ejemplo) hasta $180.000 al día. Indignado, dice que es imposible para una familia de cinco integrantes sostenerse con un salario mínimo, cuando el trabajo del transporte debería ser bien pagado, con dos y hasta tres salarios mínimos, para reconocer al conductor las largas jornadas de trabajo.

Falta de reglamentación El transporte de bicitaxis no ha sido reglamentado por el Distrito Capital. Por ende, entre 2002 y 2009, la Policía hizo operativos contra el gremio, imponiéndoles multas que aplicaban el artículo 131 de la Ley 769 de 2002, el cual señala sanciones para vehículos automotores, pero los bicitaxis no entran en esta categoría. El Distrito sostiene que el principal problema es que el vehículo no esté homologado por el Ministerio de Transporte, ya que el triciclo no cuenta con elementos que garanticen la seguridad requerida para el conductor y sus usuarios.

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$1.200.000

en promedio

gana un bicitaxista

al mes En temporada alta, hasta

$180.000 al día

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Alonso Vanegas, dueño de cuatro bicitaxis.

Cuenta que los primeros bicitaxis de El Tintal fueron traídos de la costa en una tractomula hace aproximadamente 13 años. “Matones”, llama él a esos viejos triciclos costeños porque funcionaban a través de un piñón que el conductor no podía dejar de impulsar y que por su dureza requería mayor esfuerzo físico. Pasado el tiempo, sin malgastar el dinero y siendo ordenado con sus ahorros, logró comprarse un triciclo que le costó $1.000.000 y que le dio hoy la posibilidad de ser dueño de cuatro bicitaxis que arrienda a conductores. A pesar de los múltiples percances que ha tenido con la Policía y de las multas que le han puesto, este trabajo le ha permitido darle estudio y un computador a su hija, así como mandarle dinero a un hijo, que está prestando servicio militar.

07


Protesta de bicitaxistas frente al Capitolio el 14 de noviembre de 2013. ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••

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En 2 años,

$180.000 multas a bicitaxis 08

Fue solo hasta 2010 cuando el Congreso de la República prohibió el servicio público de pasajeros en vehículo no automotor o de tracción animal, mediante el artículo 21 de la Ley 1383. Sin embargo, gracias a la asociación de coches turísticos de Cartagena ―que impuso una tutela para que su trabajo fuera reconocido legalmente―, la Corte Constitucional, en sentencia C-981 de 2010, logró detener esa disposición. Sin embargo, entre 2010 y octubre de 2012 han sido sancionados 1.832 bicitaxis con multas de $71.400, que sumados a los pagos de grúa por un valor de $86.900 y de patios por $102.000, dan un promedio de $256.000 por sanción, además de los días que el bicitaxista no puede trabajar. Gracias a las movilizaciones y constantes pronunciamientos de las asociaciones de bicitaxistas, y después de una tutela y una sentencia en respuesta, en este momento se está esperando la reglamentación nacional,

que incluye el segundo estudio del Icontec para determinar el diseño del triciclo, el cual debe incluir características de seguridad. Dicho estudio puede demorar de tres a seis meses.

La posición del Distrito En respuesta a la acción de tutela presentada por la Federación Nacional de Bicitaxis de Colombia (Fenalbic), la Secretaría de Movilidad dijo que ningún derecho fundamental al trabajo había sido vulnerado. Pero es sabido que no hay interés en promover el bicitaxismo, porque de llegar a masificarse como medio de transporte informal captaría rentas que debería captar un transporte formal y reglamentado, como lo es el SITP. Adicionalmente, el bicitaxismo no cuenta con un soporte jurídico ni con un respaldo de seguridad para sus usuarios. No obstante, la concejal Angélica Lozano y el candidato presidencial Enrique Peñalosa apoyan la formalización del bicitaxismo, como


se comprueba en declaraciones que dieron al periódico El Tiempo: “Esta es una realidad

evidente; mejor regularla que tenerla en la ilegalidad”, dijo Lozano el 13 de noviembre de 2012, mientras que el hoy candidato presidencial declaró el 2 de diciembre de 2012:

“La Policía matonea a esta gente, que trabaja honestamente. Se está perdiendo una gran oportunidad para fortalecer el transporte público. En Bogotá, los tricimóviles alimentan a TransMilenio en zonas donde no hay cobertura de otros medios”.

Es hora de constituir una empresa Saúl Rodríguez es el presidente de Fenalbic y hace doce años compró su primer triciclo en $400.000. Cuenta que en ese entonces los conductores de bicitaxi tenían que “dar pedal” hasta los Álamos, donde todas las noches parqueaban los triciclos, para después devolverse en bus hasta sus casas. Después de un tiempo comenzó la prohibición de los bicitaxis. Saúl cuenta que en un mes llegó a gastar $500.000 sacando de los patios triciclos que habían sido decomisados por la Policía. Las restricciones, los operativos y las continuas multas que tenían que pagar los conductores, los llevaron a organizar la primera movilización, hace seis años, un domingo, porque los bicitaxistas no querían perder un día laboral. La movilización fue un fracaso, ya que, como el mismo Saúl reflexiona: “¿A quién le iban a protestar un día festivo?”. Además, los conductores no se movilizaron con los triciclos por miedo a que se los decomisaran. Las siguientes movilizaciones fueron realizadas en días hábiles, la última de las cuales se celebró el 14 de noviembre de 2013, dirigida al Ministerio de Transporte. Al preguntarle a Saúl sobre los efectos que el SITP tendrá sobre el bicitaxismo, responde: “El SITP nos va a afec-

tar, pero todo negocio tiene que adecuarse a los cambios y un empresario no debe oponerse a los procesos de modernización. No todas las rutas de bicitaxis van a seguir, porque cuando la gente se acostumbre a subirse al bus del SITP van a preferir el dinero plástico. La idea es que el bicitaxismo siga siendo rentable, porque así como el Estado lo planea nos van a acabar, hay que tener un arma diferente,

no con la lucha de masas, con un arma mejor todavía: demostrando que somos útiles”. ¿Y qué se puede hacer frente al Estado? Constituir una empresa de bicitaxis con una gran infraestructura, con un portafolio diversificado, que utilice los triciclos no solo para servicio de transporte público, sino también para prestar servicio de carga y de publicidad, entre otros, dice él. De esta manera, cuando el SITP les quite a los bicitaxistas el 60% de su productividad, estarán más tranquilos, pues con esta empresa mantendrán las utilidades e incluso podrán aumentarlas. El siguiente paso será dialogar con las otras federaciones de bicitaxistas para convencerlos de que se unan a la empresa. Si no quieren unirse, simplemente no se licitará por ellos. Saúl es radical en este punto, ya que ha visto que en otros movimientos, como el de los campesinos, los líderes de las federaciones utilizan los intereses comunes para hacer política propia, y él no está dispuesto ser el idiota útil de alguien. Solo hace falta que se legalice el triciclo y para esto los bicitaxistas esperan el apoyo del senador Jorge Enrique Robledo, quien podría hablar con el Ministerio de Transporte en nombre del gremio para acelerar el proceso de legalización.

Bicitaxi sin futuro Más allá de la problemática legal, las innumerables multas, sanciones y decomisos de sus triciclos, el bicitaxi parece no tener futuro al lado

Bicitaxista en la protesta de noviembre de 2013. ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••

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8.000 familias viven del bicitaxismo en Bogotá ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••

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El bicitaxi, cuya tarifa es de

$800 a $1.000 no podrá competir con los buses ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••

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del SITP. Los buses que funcionan por zonas y que prestan el servicio complementario del SITP tendrán como función alimentar con usuarios las estaciones y portales de Transmilenio, con un agravante: estos alimentadores cobrarán por el transbordo de Transmilenio al bus complementario una tarifa de $300, en parte subsidiada por el Distrito Capital. Mientras que a un bicitaxi, que cobra de $800 a $1.000, se le hará imposible competir con estos buses alimentadores, teniendo en cuenta que tienen la posibilidad de llevar más de 20 personas, mientras el bicitaxi solo puede transportar dos. Si el Distrito Capital no concilia con el gremio la posibilidad de que sean incluidos dentro del SITP como un apoyo de alimentación a las estaciones y troncales de Transmilenio, esta actividad económica, que ha sido el medio de subsistencia de más de 8.000 familias en Bogotá, dejará de existir como transporte público en la medida en que entren a funcionar las nuevas rutas con los buses del SITP. Así, el Distrito tendrá que aumentar los operativos, decomisando de 40 a 50 bicitaxis por

semana, para garantizar lo pactado con los nuevos operadores.

“Si un conductor antes podría transportar 100 pasajeros por día, ahora está moviendo por ahí unos 60. Anteriormente en esta ruta sobraban pasajeros, la gente se ganaba su buena plata. Esperar seis meses a que se implemente el SITP nos arruina”, afirma Alonso. Por más que el Distrito Capital acepte incluir al gremio del bicitaxismo en el SITP, la disminución de las rutas que antes manejaban los conductores de bicitaxis será evidente. “No

hay forma de competir contra un gigante, por eso el futuro del bicitaxista es completamente incierto, porque por más bien que le vaya al gremio en las conciliaciones, el resultado para ellos siempre será malo”, afirma Sebastián Galeano, asesor jurídico de Fenalbic. El bicitaxismo perderá la fuerza que ha obtenido con años de pedaleo, de tendones adoloridos y de resistencia contra un Distrito que prefiere privilegiar a grandes grupos económicos del transporte.


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Especial Oficios

El rockstar de

la cámara oscura Texto y fotos: Natalia Vivas naty_vivas92@hotmail.com

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Cuesta trabajo creer que hoy, cuando las nuevas tecnologías invaden el mercado y abundan cámaras con las mejores especificaciones, subsista la fotografía tradicional, esa que se hace con un cajón de madera… ‘foto agüitas’, que llaman. “Bienvenidos, se realizan fotos con esta cámara que tiene 120 años y se las entrego en 5 minutos”, es el pregón que se escucha en la plaza Santander, en el centro de la ciudad, donde todavía hay vestigios de lo que fue esa época dorada de la fotografía. Un joven de cabello largo, gafas oscuras, con pura pinta de rockstar, Juan Manuel Sosa, trabaja hace más de diez años con una cámara oscura que heredó de su abuelo.

Primeros disparos Juan Manuel inició el camino de la fotografía a los ocho años, cuando las vacaciones del colegio se hacían eternas y el mejor plan era acompañar a su abuelo, Julio Sosa, en su trabajo como fotógrafo de cámara oscura, también conocida como cámara de cajón. Juntos pasaban sus días en el parque de Lourdes, en la carrera 13 con calle 63. Fue allí donde Juan Manuel tuvo su primer acercamiento a la fotografía; observando y analizando la técnica.


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Las fotos en blanco y negro cuestan

$6.000 y en sepia,

$7.000 ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••

“Mi abuelo era muy celoso con la cámara, no le gustaba que nadie se la tocara, pero un día me dejó solo con ella y yo me puse a cacharrearle porque en verdad quería aprender. Pero cuando él llegó me regañó y se puso muy bravo porque le había dañado todo; yo ese día quedé muy achantado y en un largo tiempo no volví a tocar sus cosas”, recuerda Juan Manuel. El tiempo pasó y él no dejaba de acompañar a su abuelo; así no tocara la cámara, se conformaba tan solo mirándolo y ayudándolo con la indumentaria que se ponían los niños para las fotos, porque en esos tiempos se utilizaban sombreros de mariachi, caballitos, pistolas y cananas. Así, un día su abuelo reconoció que su interés era sincero y le enseñó todo lo que sabía. Pero su abuelo sufrió una trombosis y, si bien la enfermedad no le impidió seguir ejerciendo su oficio, su relación con la cámara no volvió a ser la misma. Por lo tanto, Juan Manuel se convirtió en el asistente oficial y así logró empaparse más del arte de la fotografía. Sin embargo, las cosas no iban muy bien porque su abuelo presentaba cada vez mayor dificultad

para manejar la cámara y, por tal razón, Juan Manuel le propuso que se quedara descansando en la casa mientras él se encargaba de recoger el dinero del día. Fue así como a sus 17 años empezó a aventurarse en las calles de Bogotá. “Era muy difícil porque había un viejito

que se hacía a mi lado y se llevaba todo; la gente prefería que la foto se la tomara él y no yo, que era muy joven”, comenta Juan Manuel.

Remembranzas Por esa misma época, cuando recién estaba empezando a salir sin su abuelo, los realizadores del videoclip de El álbum —esa canción de Aterciopelados que dice “El álbum de mi cabeza solo con fotos tuyas se llena…”—, fueron adonde él trabajaba para proponerle que su abuelo apareciera en el videoclip como fotógrafo de cámara oscura, pues lo habían visto trabajar por la zona y les parecía el personaje indicado. Juan Manuel, muy emocionado por la propuesta, les dijo que lo acompañaran a su casa a buscar a su abuelo, pero cuando llegaron su abuelita lo recibió con la mala noticia de que justo ese día su abuelo se había caído por las escaleras, por lo que estaba muy adolorido y hasta ahí llegó la emoción. De tal manera, el fotógrafo que apareció en el videoclip resultó siendo el de al lado, el de la competencia. Pero si de anécdotas se trata, Juan Manuel también recuerda la historia del día en el que su abuelo fotografió a Gaitán. Se encontraba tomando la tradicional sopa de cuchuco, y por la calle pasó Jorge Eliécer Gaitán, quien le pidió una fotografía y se despidió con una frase que quedó grabada en la memoria de su abuelo: “Coma cuchuco, que mañana comeremos manjares”. Julio Sosa Zamora murió pocos años después de que Juan Manuel empezara a salir solo con la cámara. Pero ese ser tan querido que le enseñó a calcular el tiempo de exposición o la apertura del diafragma le dejó la mejor de las herencias: el amor por el arte y su cámara para que continuara haciendo historia y perpetuando momentos felices. Por eso cuando le pregunto a Juan Manuel cuál es el fotógrafo que más admira, me habla de Man Ray y Leo Matiz, pero quien encabeza la lista es, claramente, su abuelo.

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Luego de la muerte de Julio, Juan Manuel se fue a trabajar con su cámara a lugares como el parque Nacional, la Catedral de Sal de Zipaquirá y el restaurante Andrés Carne de Res, pero el negocio no se movía muy bien. Por esos tiempos también se dedicó a asistir a fotógrafos profesionales ayudándolos con la iluminación y estuvo con un grupo de fotógrafos en Santa Marta y la isla Gorgona fotografiando paisajes con su cámara oscura, pues un antropólogo francés lo contrató y recuerda con gratificación que posteriormente las fotos se expusieron en Francia. Pero a sus 22 años, Juan Manuel resolvió guardar la cámara por un tiempo, aproximadamente unos 10 años, y se dedicó a trabajar en producción de cine. Participó en películas como La sociedad del

semáforo, Roa, Saluda al diablo de mi parte y La sangre y la lluvia. Como ese oficio no lo llenaba del todo, decidió regresar a lo que en realidad lo apasiona: la fotografía antigua.

La pasión está en la calle Ahora, a sus 30 años, trabaja los sábados y domingos de 10:00 de la mañana a 4:00 de la tarde en la plaza Santander, un lugar donde se siente cómodo y no falta la clientela. Además, de lunes a viernes asiste a fotógrafos profesionales, pero su verdadera pasión está en la calle, donde todo es más plural y encantador. Con su cámara ha fotografiado a personajes como Don Chinche, Catalina Sandino y Claudio Cataño, entre otros. En promedio en un día van 15 personas, entre las que predominan parejas que lucen muy enamoradas; familias muy unidas y niños que son difíciles de mantener quietos para que la foto no salga movida. Juan Manuel recoge aproximadamente $170.000 el fin de semana; pero, eso sí, cuando llueve por ahí no pasa un alma. Las fotos pueden ser en sepia o en blanco y negro y cuestan $7.000 y $6.000, respectivamente. Él se instala con su cámara al frente de la iglesia de San Francisco, donde es común que se formen pequeños tumultos. “¡Ay, fotos

como las que tenían los abuelitos, yo quiero una!” o “Es que así es que son chéveres las fotos, en físico… Tantas fotos que uno tiene, pero todas están archivadas en el computador”, comentan los potenciales clientes del retrato con disparo.

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La Mona de

14 las ‘monas’ Especial Oficios

Texto y fotos: Jesús Mesa jesusmesa92@gmail.com

Cada cuatro años la avenida 19 con carrera 7ª se convierte en el epicentro de la fiebre mundialista. Desde hace más de 40 años esta calle es conocida como el lugar donde los bogotanos intercambian las ‘monas’ y buscan las que, según ellos, son las más difíciles de encontrar para llenar el álbum del mundial de Panini.

Mireya Niño, en su puesto de la avenida 19.

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Escondida detrás de una pila de más de 7.000 calcomanías y rodeada de libros, periódicos y cartillas se encuentra Mireya Niño, una mujer que le ha dedicado 32 de sus 52 años a la venta e intercambio de ‘monas’. Su puesto, ubicado al frente del Spring Step de la calle 19, donde trabaja a diario desde que empezó en el oficio, se destaca por su tamaño respecto a los cuatro puestos que le hacen competencia en la misma calle y que, según ella, están ahí solo por temporada.


Y es que hace 30 años la avenida 19 con carrera 7ª era el único sitio donde se podían encontrar monas sueltas. Pero con el tiempo el negocio se fue expandiendo y ahora hay zonas de intercambio y venta de ‘monas’ por toda la ciudad, entre los que destacan el barrio Pablo VI, la calle 72 con carrera 11, el Carulla de la 127, el estadio El Campín y Maloka. Nadie ha querido perderse el negocio y hasta los tradicionales vendedores ambulantes le han hecho el gastico.

Desde ese entonces no ha parado de vender ‘monas’ de mundiales. Cada año se iban acumulando ‘caramelos’ y hoy, luego de 32 años y 12 mundiales en su haber, ha recogido más de 10.000 calcomanías, que se suman a las de Jet y cualquier otra colección que aparezca. Porque la Mona no solo vende ‘monas’ de fútbol. En una misma venta puede vender las láminas de Falcao y de Harry Styles, el vocalista de One Direction, grupo que también tiene un álbum de Panini.

Mireya es conocida también como ‘Zar de las monas’ porque fue la primera persona que se dedicó a la compraventa de ‘monas’ o calcomanías en ese sector. De hecho, ella insiste en que fue la primera en la ciudad que empezó con este negocio; sin embargo, el apodo no le hace mucha gracia: “‘Zar de las

Con el pasar de los años el precio de las 'monas' se incrementa dependiendo de la antigüedad del álbum. En el puesto de Mireya conseguir una lámina del álbum del 82 o del 86 no es imposible, pero cada una puede costar entre $10.000 y $20.000 “Un álbum sin llenar no sirve para nada”, dice la Mona, y tiene razón, porque hoy un álbum del 82, del 86 o del 90 lleno y en buen estado puede valer más de medio millón de pesos. Estos álbumes suelen comprarlos personas que no habían nacido o que estaban muy pequeñas cuando se publicaron.

monas’ suena a algo mafioso, como ilegal; por eso prefiero que no me digan así, porque yo no estoy haciendo nada raro. Prefiero que me digan ‘Mona’”.

Del chocolate al balón Para la Mona no todo siempre fue fútbol. Aunque Panini empezó a editar el álbum desde 1970, fue solo a partir de 1982 cuando esta afición se popularizó en el país. Antes había otro álbum que les quitaba el sueño —y la plata de las onces— a niños y adolescentes: el de las chocolatinas Jet. “Yo empecé vendiendo

caramelos de Jet, pero cambiaron el álbum y la gente lo dejó de coleccionar. Ahora hacen uno cada año y así es imposible conseguir todos los caramelitos”, dice Mireya. Todavía

Para comprar uno de estos álbumes primero deben contactar a Mireya, encargarle el álbum y pagárselo en efectivo. Su última venta fue un álbum del Mundial de Estados Unidos por el que recibió $700.000.

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Las 'monas' de colección

pueden costar entre

$10.000 y $20.000 •••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••

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Los álbumes llenos de viejos mundiales pueden costar más de

$500.000 ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••

atiende a varios clientes, en su mayoría entre los 30 y 40 años, que buscan como locos esas láminas que les hacen falta para llenar el ya legendario álbum. Pero a partir del Mundial de España 82 todo cambió: la empresa Carvajal adquirió los derechos de distribución de Panini y adoptó diversas estrategias para que los colombianos compraran las láminas. El negocio del álbum del mundial se disparó y fue en ese momento cuando a Mireya se le ocurrió la idea de vender las monas por unidad. Fue un éxito rotundo. Las personas que querían llenar sus álbumes y les hacían falta pocas ‘monas’ tenían como visita obligada su puesto en la calle 19.

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Este año se espera vender más de

1 millón de álbumes en Colombia ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••

Entre 1990 y 1998 la venta de ‘monas’ tuvo su pico más alto, gracias a que en ese periodo Colombia clasificó a los tres mundiales que se disputaron. Aún así, el hecho de que Colombia se hubiera ausentado de los mundiales de Corea y Japón, Alemania y Sudáfrica no significó que la venta disminuyera. “En Colom-

bia no estábamos acostumbrados a ir a los mundiales, pero nos habíamos acostumbrado a llenar el álbum”, dice un cliente mientras compra unas ‘monas’ que le hacían falta del álbum del Mundial de 2002.

El año del mundial Según Continental S. A., la distribuidora oficial de Panini en Colombia, se imprimieron alrededor de 600.000 álbumes en el primer lote y se espera que al terminar el Mundial se hayan vendido alrededor de 1.000.000 de álbumes y que 500.000 personas lo llenen. Para Mireya el Mundial comienza ocho meses antes de la venta de monas, cuando la distribuidora se contacta con cada uno de los vendedores para comercializar los sobres y los álbumes. “No es que nosotros tengamos

que pedir permiso para vender las ‘monas’, son ellos los que nos piden el favor de hacerlo

porque nos tienen identificados”, explica. Una vez la distribuidora se contacta con los vendedores, deben esperar hasta marzo para poder hacer el pedido, que se paga en efectivo. En su primer pedido, Mireya encargó 20 cajas que según ella “no dieron un brinco”. Cada caja contiene cien sobres con cinco láminas cada uno, lo que significa que en menos de 72 horas había vendido 10.000 láminas. Así como vende las cajas selladas y los sobres al precio sugerido, también ofrece las ‘monas’ por unidad para las personas que no confían mucho en el azar. Las de jugadores valen $300; los equipos, $500; los escudos, de $1,000 en adelante, y los hologramas, de $5,000 a $10,000 según la necesidad que tenga el cliente. Y aunque la distribuidora y Panini lo nieguen, Mireya asegura que en cada Mundial hay ‘monas difíciles’, y esas tienen un precio especial.

La visita del Chicho Para el Mundial de Alemania, en 2006, Mireya recibió la visita de un comprador particular. Desde un principio se le hizo familiar, pero no pudo identificarlo. El sujeto le pasó la lista de las 'monas' que le hacían falta para llenar el álbum de ese año, en el que Colombia brilló por su ausencia. “Estaba buscando las

'monas' cuando noté que había mucha gente alrededor del puesto mirándolo a él”, cuenta la Mona, que ve poco fútbol y por eso no sabía que se trataba de Mauricio ‘el Chicho’ Serna, uno de los jugadores que pertenecieron a la era dorada del fútbol colombiano, quien compartió vestuario con ‘el Pibe’ Valderrama y Faustino Asprilla y participó con la Selección Colombia en los mundiales de Estados Unidos 94 y Francia 98. En julio de este año se conocerá al campeón del mundo y la fiebre mundialista desaparecerá por otros cuatro años. Será difícil encontrar personas que pregunten por ‘monas’ repetidas e intercambiándolas en la calle. Todos esos vendedores que aparecieron de la nada con cajas de láminas y alcancías de copas desaparecerán del paisaje bogotano por un buen tiempo. Bueno, no todos, porque haya o no mundial, si le hizo falta alguna ‘mona’ ya sabe que con Mireya la puede encontrar. Como dice ella: “Si no la tengo yo, no existe”.

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La noche

17 de los taxis Especial Oficios

Texto: Daniel Canal Franco dan_canal2@hotmail.com Ilustraciones: Cristina Gaviria

La inseguridad en los taxis que circulan en Bogotá es de doble faz: la del conductor y la de los pasajeros. Ambos sienten fundados temores, como lo demuestran los testimonios de esta crónica.

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En La Guajira los niños wayúu paran los carros con pitas, templándolas de lado a lado en mitad de la carretera. Arman retenes improvisados aflojando la cuerda solo cuando tienen el carro encima. Ellos lo hacen con la esperanza de recibir un par de monedas, para volver a la enramada y sobrellevar la pobreza. En Bogotá hacen algo parecido, no con cuerda, sino con alambre de púas. Paran a los taxistas en medio de la noche y les roban el producido, el carro, cualquier cosa que valga —económicamente— la pena. En Bogotá no son niños, sino atracadores. Pero el peligro puede ir de lado y lado, la víctima bien puede ser el conductor o el pasajero. Esta historia empieza un viernes a las ocho de la noche, cuando estoy llamando un taxi desde mi casa, y todas las empresas me dejan con una melodía pegachenta para no decir que no hay carros disponibles. Lo mismo pasa con las aplicaciones para teléfonos inteligentes: se quedan pensando y cargando y al final no confirman el servicio. Y aunque lo pienso, el primer error es salir a la calle.


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Como me explica Andrés, el taxista que finalmente me recoge, parar un taxi pirata es muy fácil, sobre todo porque la gente no sabe distinguirlos. Los “zapaticos”, los taxis pequeños de baúl recortado, son los que más piratean. Como también venden los modelos para uso particular, “solo con pintarlos de amarillo y

salir a ‘trabajar’ quedan listos”. Y ya sabemos que las historias de paseos millonarios y atracos por parar un taxi en la calle ocurren a diario. A Sergio Spath le pasó un martes a las diez de la noche. Se devolvía a su casa en un taxi que paró en la calle 82 con carrera 12. El taxista, muy amable, conversó con él todo el camino sobre un documental de virus en National Geografic. El taxista le decía

“es grave perder una parte del cuerpo, pero peor perder la vida”; podía ser un comentario al aire o una advertencia, pero Sergio no se dio cuenta de ello hasta después del robo. A un par de cuadras de su casa el taxista se orilló, sacó un revólver y le apuntó directamente diciendo que era un robo. Al instante, dos hombres se subieron al carro, uno por cada puerta, obligaron a Sergio a mirar dentro de un sombrero y empezó el paseo millonario. Lo irónico era que minutos antes el taxista le explicaba que “después de las once toca pa-

sarse los semáforos en rojo porque la ciudad es muy insegura”. Le robaron el celular, la billetera, el reloj, y Sergio no podía ver nada. Después dieron vueltas durante casi dos horas en lo que le pareció una eternidad mientras le hacían preguntas sobre su familia: ¿quién era su papá?, ¿qué hacía su mamá?… Sergio se inventó una historia en la que él estudiaba de noche y trabajaba de día, su papá estaba gravemente enfermo y vivían de la pensión de su mamá. Todo con respuestas vagas intentando esquivar lo que pensaba podía terminar en secuestro. Finalmente lo dejaron en la calle 69 con carrera 11 a la una de la mañana, tres horas después de subir al taxi. Incluso, durante el recorrido pasaron un retén de Policía. Sergio pensó que ahí terminaba todo, pero siguieron de largo. Mientras tanto el conductor preguntaba por teléfono si “hay otro hueco porque a este tipo hay que enterrarlo bien”. A Sergio lo dejaron ir con

$10.000 que le dieron como subsidio para llegar a su casa y nada más. Él es corpulento y le pesa la mano, pero ante tres tipos y un revólver no había nada que pudiera hacer. *** Andrés, el conductor del taxi en el que yo voy, no se sorprende con historias de robos, ni a taxistas ni pasajeros, porque es una conversación permanente dentro del gremio. “Solo en

el fin de semana anterior [22 y 23 de febrero] robaron a catorce compañeros y asesinaron a tres, y el alcalde lo tapa para que no salga en las noticias”, dice Andrés. Aunque exagere, puesto que no está la información disponible para contrastar, lo que revela el comentario es la invisibilidad que tienen. Para reconocer un taxi pirata hay tres cosas que se deben ver y que funcionan como garantía. La primera es que la placa sea de Bogotá, si es de otro municipio, es pirata, porque esos taxis no tienen permiso para trabajar en la ciudad. La segunda es que la placa esté pintada en las puertas traseras, aunque parece una tontería, los piratas fallan en este detalle, pero en la madrugada la gente no se percata de eso. Estas dos se pueden revisar desde antes de subirse al taxi. Y la tercera es que en los vidrios laterales de atrás debe haber una calcomanía con la placa, el número del cupo y un teléfono de contacto para cualquier queja. Revisando estos tres detalles se puede ir más seguro. El problema, como dice Andrés, no es solo la inseguridad, sino el irrespeto que va de parte y parte. Él, aunque pierda carreras, no recoge borrachos porque ya le ha tocado llevarlos inconscientes al CAI, para que ahí traten de contactar a la familia y los recojan; porque le vomitan el carro, porque se envalentonan y no le quieren pagar, porque no tienen plata y suben a la casa por ella pero nunca bajan. Para él, los buenos clientes se terminan a las once porque después se emborrachan. Pero el irrespeto también va para el otro lado. María Alejandra Pombo estaba regresando a su casa un viernes en la madrugada, y el taxista le parecía muy correcto y decente. Al pasar por la carrera 15 con 106, motivado por la cantidad de prostitutas que a esa hora se concentran en esa calle, el conductor se transformó y empezó a


hablarle de sexo. El taxista era un señor y María Alejandra tenía 22 años. El hombre le decía muy experto en el tema que “cuando las niñas perdían la virginidad después ya no pueden parar”, justificando a las prostitutas o insinuándosele a María Alejandra. Ella se asustó. En las cuadras que quedaban hasta su casa el taxista siguió instigándola, por lo que ella dejó de responderle. Al llegar a su edificio, se disponía a pagarle mientras él la miraba por el retrovisor y no le respondía. Le volvió a preguntar cuánto era y el taxista en vez de responder reclinó su silla, dejó de verla por el retrovisor para verla de frente y le preguntó: “¿No quiere un poquito?”. El hombre se estaba masturbando mientras la veía sin ningún pudor, sin ningún reparo, con el pantalón desabrochado y la cremallera abajo. María Alejandra no supo bien qué hacer por la impresión; muy decente y confundida le respondió: “No, gracias”, se bajó del taxi y corrió hasta la portería de su edificio. Desde adentro, embargada por la humillación y la rabia vio como el taxista se fue. El hombre solo perdió los $15.000 que María Alejandra normalmente paga, pero se llevó otra cosa.

El robo wayúu Andrés dice que las localidades más peligrosas son Rafael Uribe Uribe, Kennedy y Suba. Como en La Guajira, hacen retenes con alambres de púas y piedras en el suelo para que los taxis bajen la velocidad, y cuando lo hacen, salen de ninguna parte los atracadores, se suben al capó y rodean el carro, lo inmovilizan y lo roban. Como en el robo de Sergio, así el conductor sea corpulento y le pese la mano, no es mucho lo que puede hacer él solo contra una banda completa. Al igual que los pasajeros deben ser escépticos y cuidadosos al tomar un taxi, los conductores también; por eso Andrés no recoge personas en la calle, prefiere trabajar en el norte; ni de riesgo va a las tres localidades más peligrosas y siempre lleva el radio prendido para pedir ayuda ante cualquier eventualidad, “no hay que

dar papaya”. Como forma de protegerse hay una fuerte solidaridad entre los “compañeros”, porque si entre ellos no se cuidan, no los cuida nadie. Estas redes que construyen entre ellos a través

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de los radios son la única garantía que tienen cuando salen a trabajar en una labor peligrosa. Como el paramilitarismo, algunas de estas redes dejan de ser de autodefensa, y salen a ‘combatir’ la criminalidad con su propia ley, como lo comprobó Juan Gabriel Silva. Él se estaba devolviendo a su casa en la madrugada y hablaba con el conductor del taxi de la inseguridad en Bogotá y en particular del barrio La Cabrera. El conductor le preguntó si lo podía dejar a una cuadra, pero Juan le pidió que lo dejara en la puerta porque en el barrio ya tenían detectados varios atracadores que salían a esa hora y no se quería exponer. El conductor era un hombre calvo y musculoso que se presentó como Pitbull mientras dejaba a Juan en su portería. Él le propuso la solución a su problema: “Vea, háblese con sus vecinos y

organícense y yo le puedo arreglar esa situación con unos amigos si nos dan un incentivo”,

después le dio el número del celular para que lo llamara cuando lo hubieran decidido él y sus vecinos. Palabras más palabras menos, lo que Pitbull le propuso a Juan fue hacer una ‘limpieza social’ en el barrio, que por un incentivo, él y su manada acabarían con los ‘elementos indeseables’ del barrio para hacerlo más seguro. A Juan le pareció que Pitbull era un fascista, y se asustó. Se bajó en su portería, pagó la carrera y no dejó de pensar en todo lo que debía haber hecho el skin head que lo dejó en su casa. Antes de bajarme del taxi, Andrés me dijo que era una lástima que los medios solo sacaran la cara oscura de su trabajo. Porque se ha construido un imaginario en el que los taxis son sinónimo de peligro, y solo figuran en los titulares cuando hay un paseo millonario o un accidente. Pero ellos también son víctimas que no tienen visibilidad en la sociedad; a ellos también los atracan.


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Especial Oficios

Los más madrugadores de

San Victorino Mientras avanza el proyecto de renovación urbana de San Victorino con un megacentro comercial que cambiará la cara del sector

Texto: Daniela Castellanos

—como ocurrió hace 15 años en la administración de Enrique

gdanis@me.com

Peñalosa—, reconocemos la labor de los pioneros del Madrugón: el

Fotos: Daniela Castellanos y Christina Gómez

tolimense Luis Obdulio Tovar, quien en 1955 comenzó a trabajar como

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pregonero en la carrera 10ª, y su sobrina Nubia Aguirre, que en 1990 encabezó la protesta contra el desalojo de las Galerías Nariño.


En el sexto piso de un edificio de la carrera 10ª con avenida Jiménez, todavía atiende sus negocios Luis Obdulio Tovar Benítez, de 84 años, 1,75 metros de estatura, barriga prominente, bigote gris y rostro sereno. Él ha sido testigo de las transformaciones de San Victorino y relata los orígenes y crecimiento de sus negocios como si escribiera un libro de contabilidad, con cifras precisas.

Tovar, cuando era activista. ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••

El Madrugón, mercado mayorista de confecciones más grande de Colombia.

Hijo de campesinos boyacenses que emigraron al Valle del Cauca, nació en una vereda de Versalles y pasó su primera infancia en Toro, otro municipio vallecaucano, de donde lo sacó la violencia conservadora a los 18 años. Llegó a Bogotá en noviembre de 1948, y trabajó como ayudante de mecánica en un taller de la avenida 6ª, pero se fue para el Tolima y se radicó en La Aurora, un pueblo supuestamente tranquilo donde consiguió trabajo en una bodega de abarrotes. Al cabo de dos meses, cuando había demostrado que podía vivir del pregoneo y del comercio mayorista, la guerrilla entró al pueblo y a él le tocó salir. Comenzó a recorrer los pueblos tolimenses vendiendo pañuelos. Viajaba en la Flota Magdalena de Cajamarca a Armenia para comprar mercancía al por mayor; allí visitaba sin falta el almacén Volga, de los Urrea, fabricantes de ropa interior que años más tarde serían los dueños de Leonisa. “Los dos años

de trabajo en el almacén El Gran Baratillo de Cajamarca fueron sagrados para mí porque aprendí a comprar de contado, a conseguir la mejor mercancía a los mejores precios y conocí a quien más tarde sería uno de mis

primeros proveedores en Bogotá. A los dos años comencé a trabajar por mi cuenta y después de un tiempo me vine para la capital, el 13 de agosto de 1955”, recuerda. Comenzó trabajando en las calles como vendedor ambulante, cuando San Victorino no era zona comercial ni existían las Galerías Nariño. El comercio de la época estaba de la carrera 10ª hacia los cerros, entre las calles 11 y 12. En esas calles vendía telas y sedas irregulares, imperfectas y de segunda categoría que compraba en Coltejer. Pregonaba todo el día, hacía promociones y obsequiaba los almanaques y las agendas de la textilera antioqueña. Cuando otros vendedores vieron que las ventas eran tan buenas, se movieron al sector e inundaron los andenes de mercancía. Entonces comenzaron a tener problemas con la Policía, que les hacía recoger la mercancía; en ocasiones tuvieron que sobornarlos para trabajar unas horas, pero “siempre fue la misma lucha del gato y el ratón”. Una mañana, cansado del acoso de las autoridades, Luis Obdulio encabezó un pequeño mitin. Reunió más de 20 vendedores, se fue a la Secretaría de Gobierno y allí protestó porque no los dejaban trabajar. Un funcionario de la entidad lo recibió y le dijo: —Lo que usted está haciendo se llama comunismo. Ofuscado, Luis Obdulio le contestó: —Mire, señor, aquí no nos venga a arriar la

bandera del anticomunismo porque el hambre no tienen color político. Necesitamos que nos dejen trabajar porque el artículo 17 de la Constitución Nacional nos lo autoriza. Entonces se convirtió en líder del Sindicato Mercancías Varias de Bogotá. Pero tiempo después, cuando se familiarizó con la doctrina del sindicato, se dio cuenta de que estaba en el lugar equivocado porque allí se defendían ideas trasnochadas y él necesitaba ideas modernas. Por eso renunció y se afilió, junto con otros compañeros, a la Sociedad de Pequeños Comerciantes de Bogotá (Apeco). Allí comenzó como secretario general y al poco tiempo ocupó la Vicepresidencia donde estuvo 12 años. En 1961, Luis Obdulio y el presidente de Apeco, Antonio Zárate Pinzón, escucharon las declaraciones del nuevo alcalde de Bogotá, Jorge Gaitán Cortés, quien tildó a los vendedores

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Casetas de las antiguas Galerías Nariño, donde nació El Madrugón hace más de 50 años.

ambulantes de “ladrones de la calle”, y anunció que tenía el propósito de eliminarlos para recuperar los andenes. Entonces, Antonio y Luis Obdulio pidieron una audiencia con él. Mientras enseña su primer carné de vendedor ambulante, reproduce las palabras que le dijo al alcalde: “Doctor, quiero informarle que

las mercancías que nosotros vendemos no son robadas. ¡Pagamos hasta el último peso de lo que pregonamos! Es bueno que usted sepa que en la Secretaría de Gobierno existe un fólder donde están registrados nuestros nombres, y para su información, tenemos este carnet, expedido por el SIC [Servicio de Inteligencia Colombiana]”. Entonces, Gaitán Cortés se comprometió a buscar un lugar para reubicarlos, donde pudieran trabajar tranquilos. Fue Luis Obdulio quien le propuso acomodar a los vendedores de la 8ª y la 9ª en la plazoleta de San Victorino, que entonces era un muladar utilizado como parqueadero. Meses después, en 1962, comenzó la construcción de las casetas en la plaza Antonio Nariño, donde se lograron acomodar entre 700 y 800 vendedores. Limpiaron el terreno, levantaron paredes de cemento y armaron unos puestos pequeños, sin pisos y sin nada donde acomodaron los “catres” [estanterías]. “Pero, fíjese, esas galerías cambiaron el

sector: las calles quedaron limpias, despejadas de vendedores ambulantes”. Ese año Luis Obdulio ya no vendía mercancías en el piso; había comprado una camioneta en la cual colgaba telas y prendas de vestir. Por ello pidió licencia para poder cuadrar su carro en una esquina de las galerías, donde quedaba el almacén Tía. Para dar fe de ello, busca un documento en su libro de registro, que cuida

José Obdulio Tovar enseñando su álbum.

como una caja fuerte. Entre más de 50 carnés, certificados, fotos y cartas, saca su primera licencia de conducción, la tarjeta de propiedad de su primera camioneta y un certificado del Distrito Especial de Bogotá que, entre otras cosas, dice: “Licencia para vendedores ambulan-

tes de mercancía. Puesto no: 166. Ubicación única: Calle 11 K-9ª Primer puesto esquina noroccidental. Mayo 17 de 1963”. Después de trabajar siete años en esa esquina, arrendó un local en la calle 10ª por $2.500 mensuales, donde abrió su primer almacén de telas y confecciones, el 11 de noviembre de 1968. Consiguió un trabajador para la camioneta y con los dos negocios surtía a los comerciantes que llegaban de pueblos a comprar todo tipo de confecciones, que él conseguía a muy buen precio en Armenia y Pereira, plazas que conoció en sus correrías de juventud. A ese primer almacén lo llamó Volga, como el de los Urrea de Armenia. Tanta acogida tuvo el almacén, que al año siguiente Luis Obdulio compró el local de al lado por $120.000. Pero un mes antes de inaugurarlo, a causa de un fuerte aguacero, se filtró el agua a raudales por el techo. Como se venía la temporada de Navidad, tuvo que conseguir una cuadrilla de obreros para que, trabajando día y noche, pusieran un techo nuevo y repararan todos los daños. La década de los setenta fue dorada para Luis Obdulio, quien atribuye su éxito a comprar la mercancía de contado y ser cumplido con los pagos. Obtenía todos los descuentos y se llevaba por delante a la competencia por sus bajos precios. “¡Llegué a ocupar el primer lugar en

San Victorino en venta de textiles y confecciones durante varios años!”, afirma con orgullo.

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En 1962

se comenzaron a levantar las casetas de la plaza Antonio Nariño, entre

700 y 800 ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••

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Compraba la docena de

pañuelos en $8

y la vendía en

$108 ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••

Volga, primer almacén fundado por Luis Obdulio Tovar, en 1968.

En un principio, confeccionaba enaguas junto con su primera esposa ―una ecuatoriana que le dio seis hijos y de la que enviudó― en el fondo de la bodega, donde tenía las máquinas de coser y los rollos de tela. Dice que hacer una docena de enaguas le salía en $38 y la vendía en $65. También compraba pañuelos pequeños al por mayor en una fábrica de Cali; la docena le salía en $8 y la vendía en $108. Cuando la fábrica se quedaba sin tela, Luis Obdulio se la compraba a Coltejer y a Fabricato y la enviaba a Cali. Pero aunque él hubiera alcanzado la cúspide nunca olvidó sus orígenes ni ignoró los problemas de sus compañeros. Con ayuda de la Empresa Distrital de Servicios de Bogotá consiguió erradicar los depósitos de basura de las esquinas de San Victorino y fue líder cívico cuando comenzaron los problemas de seguridad con El Cartucho (en esa época le decían Siete Muertos). “En 1978 empecé a trabajar

por la seguridad del sector y vimos la necesidad de crear un sistema de seguridad privada pagado por los comerciantes. Fue cuando nació la Corporación de Comerciantes Mayoristas Asociados (Comas). Yo pagué el primer celador privado y luché por sacar la organización adelante. Hoy en día cuenta con 65 hombres de seguridad uniformados en las bodegas comerciales de San Victorino”, dice mientras

enseña una placa que le dieron cuando sacó la personería jurídica de Comas, en 1983. Pero con la llegada del gobierno de Belisario Betancur, que impuso el IVA, comenzaron los problemas para los comerciantes del sector, que nunca habían pagado impuestos ni declarado renta. Entonces los negocios dejaron de ser tan rentables y el almacén Volga se fue en picada; también influyó la llegada del Madrugón y de las grandes cadenas, como el Éxito y Carrefour, que ofrecían distintos sistemas de pago. Por otra parte, a mediados de los noventa el sector se volvió intransitable debido a la invasión de vendedores informales, en su mayoría ecuatorianos, en torno a las Galerías Nariño. La administración distrital decidió moverlos a iglesia de La Capuchina para que continuaran con su mercado semanal los miércoles en la mañana. “Yo recuerdo que estaba en la oficina

del almacén Volga, en 1998, cuando vi llegar a mi sobrina Nubia Aguirre encabezando un grupo de vendedores. Ella confeccionaba ropa y la vendía al por mayor, como los ecuatorianos, ahí afuera de las galerías. ―Tío, ¡es que nos sacaran de La Capuchina y

venimos a que usted nos arriende el parqueadero para instalarnos! ―Mija, ese parqueadero ya está arrendado a Oswaldo Corso, ¡no puedo hacer nada! “Y yo no sabía que en ese momento le estaba

entregando a Oswaldo Corso lo que lo haría millonario”, admite. Corso aceptó arrendarles el día miércoles para que unos 100 vendedores continuaran haciendo el mercado. Y fueron llegando más comerciantes, a quienes les tumbaron las casetas de Galerías Nariño, y terminaron ocupando las bodegas aledañas y comprando locales en el Centro Comercial Gran San. Comenzaron a hacer El Madrugón los miércoles y los sábados y se disparó el comercio en esas calles. “Con ellos el negocio se puso difícil, porque

nosotros teníamos que comprar y vender con IVA y ellos no, ¡entonces nuestra mercancía salía más cara! En diciembre hacían mercado de 1:00 a.m. hasta las 11:00 a.m. ¡Fue algo increíble! Llenaron las bodegas de catres y

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mercancía. Eso se fue creciendo hasta convertirse en el monstruo que es hoy en día”, afirma Tovar. Mientras tanto, cerraron negocios como el Volga, que no pudo competir con los almacenes de cadena. Cuando lo liquidó todavía tenía 45 empleados, de 70 que llegó a contratar. Entregó el local el 30 de julio de 2003. Hoy reconoce que su error fue no haber desocupado el local y arrendarlo para El Madrugón, como lo hicieron los nuevos dueños del Volga. Pero no deja de vivir agradecido por todo lo que le dio San Victorino, de donde solo saldrá en el cajón.

“Me iré del Madrugón el día que el Señor me lleve” A las 9:00 de la mañana de un miércoles de diciembre de 1990, agarrada de los brazos por dos agentes de la Policía, Nubia Estela Aguirre Tovar, de 27 años, se resistía a desocupar un andén pacíficamente. Los comerciantes de las casetas le gritaban con desprecio: “¡Fuera! ¡fuera! ¡Pa’l calabozo!”. Se aguantó las ganas de llorar y al girar su cabeza vio a sus espaldas a un grupo de ecuatorianos sentados en el piso con sus cobijas, ruanas y guantes extendidos en unos plásticos negros. Nubia apretó los puños y, adolorida por la humillación, le dijo al policía que la halaba: “Pero ¿por qué los

ecuatorianos sí pueden trabajar y nosotros no? ¡Ellos también invaden los andenes y estorban! Suélteme y déjeme trabajar!”. Esa noche, cuando la dejaron libre, más de 30 vendedores la esperaban afuera. Todos eran como una familia: siempre se ayudaban. Durante el disturbio no la dejaron sola. Ella era la líder, la mujer fuerte que ponía la cara cuando había dificultades y quien organizó ese día la manifestación porque no podían vender sus mercancías. Estaban cansados después de pasar tres meses encerrados en una bodega, a tres cuadras de la plazoleta de Nariño. Hasta allí no llegaban los clientes y sí tenían que pagar un arriendo de $2.000 al día. Desde las 5:00 de la mañana levantaron pancartas, pararon el tráfico y formaron una manifestación que se hizo escuchar en los pasillos de la Alcaldía Local. Nubia quería justicia. A ella la ofuscaba que a los ecuatorianos y a los campesinos de Cucunubá (Cundinamarca) que vendían productos de lana no los molestara

la Policía cuando cada miércoles en la mañana invadían el espacio público (eso ocurría porque solo confeccionaban productos de lana, llevaban más de 40 años en el sector y no eran una amenaza para los vendedores de las casetas). “¿Qué hacemos los colombianos aquí encerrados? Y ¿por qué los ecuatorianos están en la plazoleta vendiendo?”, preguntó Nubia con voz recia a quienes la esperaban frente a la Comisaría. “¡Tenemos que hacer algo, es hora

de crear nuestro sindicato!”. “La lucha fue muy difícil”, dice Nubia ―23 años después― sentada en un taburete frente a una mesa de billar en el segundo piso de la bodega El Gran Progreso a las 6:00 de la mañana. Aquí queda el billar Don Vito, que rinde homenaje a Vito Corleone, jefe de la mafia italiana en la película El Padrino, cuyos fotogramas decoran todo el lugar.

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El bar-billar Don Vito, con el Padrino entronizado.

***** Nubia nació el 12 de febrero de 1958, en el barrio San Blas, al sur de Bogotá. Sus padres vallunos emigraron a El Líbano (Tolima) cuando Nubia tenía ocho meses. Allí pasó su niñez, de la cual no quiere acordarse, pues en esa época de la Violencia desapareció su papá. Su mamá, María Emelia Tovar, enterró ese capítulo y ni Nubia ni sus otras cuatro hermanas supieron qué pasó con él. A los 11 años volvió a Bogotá porque su tío, Luis Obdulio Tovar, convenció a su madre de trabajar en uno de sus negocios. María Emelia llegó en 1969 con sus cinco hijas y varias cajas

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de ropa y se instalaron en el segundo piso de una casona en el barrio La Candelaria, a dos cuadras de la casa presidencial. Mientras su madre trabajaba en el taller de confección de su tío, Nubia y sus hermanas hacían arepas de maíz de lunes a viernes y las vendían en las casas de los vecinos. Se levantaban a moler el maíz a las 2:00 de la madrugada y asaban hasta 500 arepas. Luego su madre comenzó a confeccionar jeans y camisas en el taller de su tío, ubicado en el almacén Volga. María Emelia les enseñó a coser desde muy pequeñas, y de ese oficio de confección y venta al por mayor vivirían siempre. Aunque no pudo hacer el bachillerato en la escuela de San Cristóbal, donde cursó hasta quinto de primaria, era la única entre sus hermanas capaz de manejar, sin ayuda de su madre, una máquina plana y una fileteadora. A sus once años, se pasaba horas enteras en el taller cosiendo para ella y para el negocio. “Mi

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mamá solo me pagaba cursos de confección, a ella nunca le interesó que yo fuera bachiller o profesional. Entonces, crecí aprendiendo a trabajar. Mamá fue muy estricta, pero eso me formó como comerciante”, dice. A los 15 años conoció a Fidelino Prada, un joven de Cogua (Cundinamarca), que trabajaba en el Volga. En los pasillos del almacén quedó enamorado de esa mujer menuda y de tez morena, y en menos de un año, apenas él cumplió los 18 años, se casaron en la Iglesia

del Voto Nacional, el 4 de diciembre de 1973. Con Fidelino tuvo sus tres hijas, de las cuales dos son comerciantes de ropa en El Madrugón y otra es profesora de primaria en el colegio Santa María, en el norte de Bogotá. Con Fidelino montaron una línea de ropa especializada en pantalonetas y sudaderas en los años ochenta. Él trabajaba con una camioneta vendiendo mercancía en los pueblos aledaños y los fines de semana le ayudaba a Nubia en el local que arrendaron en el centro. Se separaron después de 13 años de casados y ella quedó a cargo de dos niñas y una bebé de ocho meses porque él no volvió a responder por sus obligaciones. En esos años, su madre tenía un taller grande, de más de 42 empleadas, y confeccionaba exclusivamente para el almacén Volga. Nubia se unió a la cadena familiar y consiguió un trabajo extra produciendo mercancía en el taller, que luego vendía en las calles de las Galerías Nariño. Después de la protesta, recuerda que los trasladaron a la iglesia de La Capuchina, donde les cedieron un espacio para vender los miércoles de 5:00 a 9:00 a.m. Ella creó un sindicato para que los carnetizaran como vendedores establecidos. Cuando llegaban a su sitio de trabajo las autoridades los llamaban a lista, y al vendedor que no estuviera en la lista lo sacaban a la fuerza. “La lucha

para que nos dejaran laborar en La Capuchina duró dos años. Allí teníamos que dividir el espacio; nos tocaba menos de un metro de ancho


para exhibir las prendas. Había noches en que teníamos que dormir en las calles de la iglesia para cuidar el sitio de trabajo. Eran tantos los vendedores, que al que no madrugara le quitaban el puesto”. Cuando Antanas Mockus llegó a la Alcaldía, en 1995, con sus políticas de reubicación y recuperación del espacio público, los vendedores de confecciones tuvieron que volver a las bodegas de la calle 12 y buscar un lugar para arrendar. Ellos odiaban ese callejón, pues estaba alejado de las Galerías Nariño y pasaba muy poca gente. Además, los deprimía cambiar un espacio al aire libre por unas bodegas viejas, sin ventanas. Pero no tuvieron otra opción. Se acomodaron en el parqueadero del tío Luis Obdulio, que les subarrendaron. Llegaron allí el 17 de diciembre de 1996. Cuando se estaban reubicando, Nubia se encontró de nuevo con los ecuatorianos, a quienes no toleraba, pero al final terminaron compartiendo el sitio de trabajo. Y hasta entabló amistad con el líder de la colonia, Germán Santillana, quien hoy trabaja a pocos pasos de la bodega que ella administra. En ese reacomodo no hubo privilegios. Nubia recuerda que entre los vendedores de Cucunubá, los ecuatorianos y los de la confección eran unas 400 personas, y como no todos cabían en la bodega, muchos optaron por ubicarse en la terraza del centro comercial Gran San, una edificación nueva. Entonces el Gran San cogió fuerza porque los confeccionistas arrendaron allá los miércoles del Madrugón. Pero Nubia aclara que El Madrugón no nació en el Gran San, como muchos afirman, sino que nació en las Galerías Nariño hace más de 50 años con los ecuatorianos y los campesinos de Cucunubá. Luego llegaron los confeccionistas que le dieron vida a las bodegas y dispararon el comercio vendiendo al por mayor. El último sábado de noviembre de 1999, Nubia armó el primer parrandón oficial de El Madrugón en el parqueadero del teatro El Ponce, que hoy es un edificio de locales comerciales. Desde las 5:00 de la mañana, Nubia se encargó de organizar y decorar con globos los puestos de trabajo. Contrató a unos muchachos para que antes de la jornada entregaran volantes de

promoción en San Victorino. Preparó la música (salsa, vallenato y merengue) que sonaría en los parlantes y el bazar de comida donde se venderían desayunos y postres, y con lo recolectado en las ventas se ayudarían para pagar el arriendo de la jornada. El negocio tenía que dar resultado: era la inauguración de El Madrugón los días sábados. A las 8:00 de la mañana el parqueadero estaba lleno. Nubia corría de un lugar a otro repartiendo los cartones del bingo que se realizaría a las 2:00 de la tarde. También estaba pendiente de la lechona que se iba a repartir después de mediodía. Cientos de personas llegaron ese sábado; los comerciantes de los pueblos aledaños ya no tenían que quejarse si les hacía falta mercancía porque ahora contaban con otro día para comprar ropa al por mayor. “Es casi increíble

que ese festival nos haya funcionado, porque había muchos problemas con las bodegas y con los vendedores. No fue nada fácil conseguir un lugar y muy pocos tenían para pagar otro día de arriendo de los catres. La mayoría llegaba a las bodegas con hambre y con lo del pasaje del día, no tenían ni para tomarse un perico. Yo, recién separada, viví esa situación y por eso aprendí a ser más solidaria”.

El jeep del Paisa, típico en el sector. ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••

* 1999, En

Nubia armó el primer Madrugón del sábado

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Renovación en veremos Aunque se supone que el proyecto de revitalización urbana de San Victorino comenzaba este año, cumplido el proceso licitatorio, la incertidumbre frente al POT de Gustavo Petro lo ha frenado.

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El Madrugón se realiza los

miércoles y sábados ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••

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Nubia coge con su mano derecha una camándula que le cuelga del pecho, se da la bendición y agradece a Dios porque en su caso se cumplió el popular proverbio de “al que madruga…” El sector cogió tanta fuerza, que en esos años todas las bodegas y parqueaderos viejos de la zona se convirtieron en despensas de mercancías y puestos de venta. Nacieron las bodegas La Muñeca, San Martín y Luz Mago, la primera que administró Nubia. Luego, en 2001, pasó a administrar la bodega Nariño, y en el 2006, El Gran Progreso. Nubia Aguirre no descansa, se levanta a la 1:30 a.m. en los días de El Madrugón y a las 5:00 el resto de la semana. Al terminar la jornada, a las 3:00 de la tarde, como administradora y como vendedora de pantalonetas deportivas en su local, se va a comprar suministros o a cortar telas. Llega a su casa al caer la tarde, cocina y hace las tareas con Mariana, su nieta de nueve años, para acostarse a las 11:00 de la noche. A sus 55 años, le enseña a Mariana a coser con las dos máquinas que tiene en su casa; confía en que estudie y también trabaje en el pequeño almacén de su abuela, ubicado en el pasaje comercial El Ponce, en la calle 10ª con carrera 11, para continuar con la tradición familiar. Gracias a El Madrugón pudo sostener a sus hijas y hasta pagarle la carrera universitaria a la mayor. El Madrugón también les permitió salir adelante a sus hermanas: una hace pijamas; otra, ropa para niñas, y la tercera, camisas.

“Todas tenemos una línea diferente de confección, pero yo fui la única líder y administradora. Por eso digo que me iré de El Madrugón el día que el Señor me lleve”.

Según la Alcaldía Distrital y la Empresa de Renovación Urbana, el proyecto sería el centro internacional de comercio mayorista de Colombia más avanzado de América Latina, donde se congregarían más de 9.000 empresarios industriales, fabricantes y comerciantes que se abrirían al mercado internacional. Sin embargo, los comerciantes del sector perdieron su interés en el proyecto porque cambió radicalmente con la nueva administración. Incluso, la Contraloría de Bogotá, en enero de 2013, le informó al burgomaestre que la inclusión del proyecto de Vivienda de Interés Prioritario cambiaba las expectativas previstas, y no había estudios técnicos que lo soportaran, además del detrimento patrimonial que se ocasionaría para el Distrito. Según Oswaldo Corso Pérez, un comerciante reconocido de El Madrugón, “al

parecer solo se van a construir unos locales en los primeros pisos y los pisos restantes se destinarán a vivienda de interés prioritario”. La mayoría de los comerciantes del sector, no solo los de El Madrugón, están en desacuerdo con la reorientación del proyecto; además, dicen que el precio del metro cuadrado de los locales será equivalente al de los mejores sectores comerciales del norte de la ciudad, lo que desestimulará la compra por parte de los empresarios tradicionales.


Komunidad Tao

29 en Vakatá Tendencias

Vegetarianismo, meditación, reencarnación, mutación genética, artes marciales e incluso kastesacro, su propio idioma, son algunas de las Texto: Katherin Alfonso kaachiste@hotmail.com Fotos e infografía: Diego Rueda ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••

características que convierten a la Komunidad Tao Internacional en un tabú para la sociedad colombiana. En Vakatá (como le dicen los taoístas a Bogotá), hay medio millar de practicantes y unas cinco “fuentes” o centros de reunión, como el que presenta la cronista en el barrio Gaitán.


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En Bogotá hay unos

500 taoístas El templo alberga

3.500 personas

en ceremonias especiales

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Lilia Moreno, venerable maestra Tubelek.

Entre talleres de mecánica, tiendas y lavaderos de carros, el barrio Gaitán alberga aproximadamente un 15% de la comunidad tao que habita en Bogotá. No porque vivan en su sector residencial, sino porque una de sus sedes en la ciudad se encuentra ubicada en este lugar. El lugar se llama Savid y diariamente acoge practicantes y simpatizantes de la doctrina que van a sus instalaciones para almorzar, comprar productos naturales, orar, asistir a conferencias, practicar artes marciales o solo reunirse. Algunos curiosos también ingresan para conocerla, comprar algún producto o solo comer. Esta “fuente”, como le dice la comunidad tao a sus lugares de reunión en los centros urbanos, sobresale por ser una de las pocas abiertas al público en la capital. —Buen día, maestra —saluda un hombre de avanzada edad, con cabello cano y largo recogido en una cola, a una joven de 15 años que se encuentra de pie detrás de panes integrales rellenos de breva y guayaba, arepas de quinua, leche de soya, miel de caña y jalea de guayaba ubicados en un mostrador.

— ¿Sustento? —pregunta ella. A lo que el hombre le responde: —Sí, maestra, licencia para un sustento. En la doctrina tao, el almuerzo es conocido con el nombre de “sustento”. Poniéndose un guante de plástico ella le recibe $6.500 en sencillo. —Gratíiísimas —dice el hombre, mientras se dirige a la cocina a pedir su almuerzo llevando en la mano dos recipientes de plástico. Hay cinco mesas redondas donde se sientan las personas que van llegando a almorzar hacia la una de la tarde. Varios repiten, “Buen día”, juntando las manos en posición de oración y haciendo una breve inclinación para saludar a sus compañeros de doctrina. Hay 12 personas en el lugar. El señor que compró el sustento, se sienta junto a un grupo de tres hombres, también de cabello largo recogido y largas barbas, a esperar la comida. Cinco minutos después aparece una mujer con traje de cocinera con recipientes de plástico. En uno, la sopa de verduras: en otro, ensalada fría, patacones, pasta con verduras y gluten. Los tao son vegetarianos. Antes de empezar a comer y mirando la gran imagen que tiene en frente, colgada en la pared, de un hombre con larga barba y ojos verdes llamado Kelium Zeus Induzeus —como dice en letras grandes la parte inferior de la imagen—, el comensal levanta sus manos como si estuviera pidiendo algo y pronuncia palabras sin sonido, orando en silencio. Bendice la comida y saca de su maleta sus propios cubiertos. Antes de empezar a comer, se toma un vaso de leche de avena que le han traído con la comida. La discusión en la mesa de los hombres barbados se escucha en todo el lugar. No hay música y todos parecen poner especial atención a las personas que ingresan y no son de la doctrina. Uno de los hombres, que se distingue por no tener cabello largo, habla con mucha propiedad: “El gran Samael Aun Weor encarnó para ser el hijo del gran Kelium”, mientras dos mujeres ancianas de cabello largo, sin maquillaje y ropa de color pastel, sin ningún tipo de estampado o decorado, se unen a la mesa. Otros hombres cuentan las anécdotas

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personales que vivieron en el templo tao con estos personajes considerados sus líderes. Los tao creen que los máximos mesías de dios en la Tierra para esta época son Kelium Zeus y su hijo, Samael. Estos dos colombianos fundaron el tao hace 40 años, en un templo llamado Sakroakuarius, ubicado en la vía DuitamaCharalá. Llevan ocho años desaparecidos. La comunidad espera su regreso y hablan de ellos como si fueran leyendas vivas, que aunque no aparecen físicamente, recorren las fuentes y el templo gracias a la voz de sus seguidores. Hacia las 2:30 de la tarde, un parlante en la planta baja de la fuente anuncia: “Bien

llegados, la hora de la conferencia ha llegado”. Inmediatamente, los que no conocen o no han notado que el conferencista llegó, suben en calma al segundo piso del lugar, donde 30 sillas plásticas y un tablero con canciones anotadas en su idioma, kastesacro, los espera.

Las fuentes En Vakatá, como denominan a la ciudad de Bogotá, los taoístas no ascienden a más de 500, según cifras estimadas por ellos mismos. No saben a ciencia cierta el número de practicantes de la obra. Ni siquiera el DANE tiene un censo sobre el número de adeptos de esta filosofía que debido a su nombre y postulados pareciera venir del Lejano Oriente, de las milenarias creencias de Lao Tsé. Pero aunque el yin-yang, símbolo del equilibrio entre el bien y el mal, sea la insignia gráfica del tao, esta denominada secta por algunos, religión por otros y doctrina por sus seguidores, nació en Colombia. Postulados como la mutación genética, el vegetarianismo, la gimnasia y el uso de medicina natural fueron creados por su fundador. Lo único que mantiene el tao de la filosofía oriental es la creencia en el equilibrio que propone el yin-yang. Bogotá es la que más fuentes tiene: 16 en sus mejores épocas. En el último año cerraron las de La Candelaria, Bosa y Chapinero. “Muchas

de las fuentes han cerrado debido a que sus dirigentes han tenido que retirarse al templo”, afirma un taoísta. El templo es el lugar donde acuden simpatizantes de todo el mundo, alberga hasta 3.500 personas en época de celebraciones. El tao colombiano ha trascendido las

fronteras gracias a las misiones a las que son enviados sus monjes.

Taoístas en rituales de gimnasia y runas.

El barrio Gaitán contaba con la fuente principal, Savid, pero tuvo que cerrar debido a inconvenientes económicos. “Esta obra es

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autofinanciada y muchas veces el dinero no alcanza”, afirma la maestra Genudaki, “aljava” (tesorera) de esta fuente. Estos lugares son sostenidos por sus seguidores por medio de la compra de productos y del diezmo. Solo quedan cinco fuentes activas, ubicadas en los barrios Dindalito, Carvajal, Restrepo, Villa Elisa y Puente Aranda. “Los días de conferencia

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“Ingresar al tao implica renacer, alejarse de todo lo profano”, afirma Tubelek, conocida entre sus familiares y amigos como Lilia Moreno. “Al entrar, a cada ser se le devela el verdadero simbre (nombre) otorgado por el cosmos. El mío es Veneravle maestra Tubelek”, explica. Aunque ya lleva tres años en la doctrina, su familia aún la llama por el nombre de siempre. Sin embargo, los niños que nacen en el tao adquieren estos nombres desde su nacimiento.

Juan David Galindo, 'Harlekin', estudiante de filosofía practicante del tao. ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••

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A las

3:30 a.m. comienza la rutina del tao

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o programación asisten de 100 a 200 personas”, afirma la maestra Tubelek. Sumada a la participación en las conferencias, donde se imparte doctrina, en algunos eventos, clases de música, yoga o artes marciales, a los taoístas se los puede encontrar en algunos parques públicos haciendo la llamada, sakrógesis (gimnasia) y runas, ejercicios para alabar a dios y al cuerpo. “Generalmente llama la atención ver a un anciano de 90 años haciendo abdominales descolgado de un árbol o a gente mayor parándose de manos con la facilidad de un niño”, afirma Andrea Cristancho, un mujer que acompaña a los taoístas en los ejercicios desarrollados en el Jardín Botánico. Aunque ella no es de la doctrina, no le impiden participar. Cualquiera se puede unir sin pagar nada. En total son cinco parques los que dan la bienvenida los domingos en la mañana a los hombres y las mujeres de cabello largo que hacen extrañas poses, artes marciales y gritan “¡Kelium, Zeus, Iduzeuz!...” Para ellos es muy importante el ejercicio corporal en lugares sagrados, como la naturaleza.

Lejos de todo lo profano Aunque el ideal de cualquier monje tao o practicante del tao es vivir en el campo, en el templo vegetal Sakroakuarius, no en las periferias —como denominan las ciudades— muchos seguidores, debido a su actividad económica, dinámicas familiares o condiciones de salud, deben aprender a vivir en las mecas del consumo.

“No es algo que todo el mundo entienda. A muchos nos tildan de locos, que somos una secta, pero no es así. El tao es equilibrio. Pero no es para todos los seres. Para ingresar hay que estar preparado espiritualmente y tener mucha voluntad”, afirma Lilia. “Cualquier omisión de los deberes de la obra terminaría en un proceso”, dice Harlekin, también conocido como Juan David Galindo, de 22 años, que conoció la doctrina desde niño. Los procesos son la forma de expiar los pecados de los taoístas por cualquiera de sus omisiones; son castigos cobrados en vida, generalmente, ejercicios forzosos o largos ayunos. Por este motivo, aplican a diario sus creencias. “El tao está basado en tres principios: la ali-

mentación sana y saludable; la sakrógesis y la castidad, porque el ser humano produce tres energías: la energía psíquica, la energía magnética y la energía sexual, tres energías que debemos saber canalizar y manejar a través de la castidad, la alimentación y el ejercicio”, explica el maestro Viruilek. En su rutina, que comienza todos los días a las 3:30 de la mañana, se aplican todos los pilares del tao, sin excepción. “Se va a rea [baño], se hace el sakrofoneson [alabanza], donde se cantan lines [canciones] y se leen li-

bros sagrados, se muta la energía, se realiza la sakrogésis [ejercicio], se baña y se hace el resivisierto del día, que son oraciones y runas con mantra. Al final se hace la parada de magdus [manos]”. Sobre las siete de la mañana, cuando han terminado las actividades, reciben el intipan, (desayuno), que consta de frutas y alimentos dulces, ya que los taoístas no mezclan el dulce con la sal y son ovolactovegetarianos (no consumen carnes, pero sí huevos y productos lácteos).


Aunque parezca un sacrificio o un conflicto constante con sus familias o con las personas que no son de esta filosofía, tanto Lilia Moreno, una exenfermera de 60 años, pensionada, y Juan David Galindo, estudiante de filosofía, están convencidos de seguir las enseñanzas del tao como único camino. “Por ejemplo, los del

tao mutamos la energía genética, no derramamos la energía sexual, el semen”, dice Juan David. El ejercicio físico es la única forma para controlar esa energía.

La mística taoísta Muchas son las historias que le atribuyen a los líderes taoístas, Kelium Zeuz y su hijo Samael: curaciones extraordinarias, milagros y medicinas poderosas. Esto los distancia de algunas confesiones religiosas que los consideran herejes o timadores por aparentemente utilizar medicinas naturales con las que aseguran curar desde enfermedades estomacales hasta sida o cáncer. Incluso tienen una industria de miel llamada Induapis, con la que producen, según ellos, una miel que cura todo. La botella de miel salínica, como la denominan, es producto de abejas criadas con cantos y en estado natural. El costo de una botella de 250 mililitros es de un millón de pesos.

“En el Hospital Militar, donde yo trabajaba, si una persona llegaba cortada o con alguna lesión, debía someterse a un tratamiento quirúrgico, pero al maestro Kelium le basta con intervenir esotéricamente para que se produzca la sanación inmediata. Él hace milagros cuando sus monjes se accidentan”, dice Lilia Moreno. “Vi resucitar muertos, vi cómo a una niña a la que reventó un carro, le empezó a salir sangre por los oídos y por la nariz. Él le puso los dedos en la garganta y empezó a decir unas palabras que yo nunca supe qué eran, pero lo cierto es que paró a la niña. Además, a mí me quitó el cáncer de estómago cuando solo me quedaba un mes de vida”, testimonia el maestro Hervidei.

“Aproximadamente hace quince años le llevé a uno de mis hijos que tenía una fiebre muy alta. Estaba lloviendo y yo me negaba a sacarlo, y él me dijo: ‘Tráigalo, que nada le va a pasar’.

Cuando lo vio llegar dijo: ‘Por fin llegó mi gordito’ y solo le sopló en la cara, en la frente y desde ahí, siguió jugando y nunca más volvió a sentir la fiebre y el dolor de cabeza”, declara la maestra Intiaulajah. Verdad o mentira, muchos seguidores afirman haber visto a estos líderes taoístas levitar, leer la mente, tener clarividencia y hasta contactarse con extraterrestres. Tal vez aquellos milagros, reales para sus seguidores, pero extraños para los escépticos, son los que tienen hoy en día a estos hombres desaparecidos.

Persecución a sus líderes Debido a la persecución que ha sufrido la comunidad por parte del gobierno y otras confesiones religiosas desde el año 2004, los practicantes del tao son extremadamente reservados con sus prácticas y su conocimiento. No cualquier persona puede conocer sus rituales o ingresar al templo vegetal. Recientemente, fuerzas paramilitares ingresaron de manera abrupta a los terrenos del templo en Santander y dejaron una bomba en el bosque que rodea el lugar. Desde el allanamiento realizado el 25 de noviembre de 2004 al templo vegetal, hogar del

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Una botella

de miel de

200 mililitros

cuesta $1.000.000 ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••

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34

maestro y su familia, por el Ejército y el Cuerpo Técnico de Investigación (CTI), en el gobierno de Álvaro Uribe, debido a acusaciones de secuestro y enriquecimiento ilícito, Kelium y su familia desaparecieron. No se sabe si huyeron para salvar sus vidas o si fueron desaparecidos en el allanamiento. Los taoístas aún denuncian el hecho en el que fueron asesinados varios monjes, destruidos los campos de abejas y contaminada el área con veneno. Según ellos, sin razón aparente, solo por perseguir su obra. Por ahora, la obra es dirigida por algunos encomendados que tienen más experiencia en la doctrina. La meta para el 2015 es construir la gran fuente taoísta de Bogotá, que contará con restaurante, tienda, hotel, sala de conferencias, de artes marciales y emisora. “Cada persona

del tao está dando un bono que puede ser de $600.000 o $1.000.000”, afirma una de las encargadas de la recolección del dinero para la compra y construcción de la casa donde funcionará la mayor fuente taoísta de Colombia. Los practicantes del tao seguirán esperando. Con paciencia, porque el tiempo y el espacio tienen otro significado en su doctrina. Por eso no se preguntan por el paradero de sus líderes espirituales, que como dicen las conjeturas, podrían estar exiliados en otro país, secuestrados por el gobierno, escondidos en la selva e incluso muertos. La última vez que se comunicaron fue hace cuatro años. Todos los días mantienen viva la obra de ellos en cada uno de sus ejercicios, formas de comer y de vestir, combatiendo sus vicios mundanos, sus propios karmas y su anterior fe.

Arriba: El líder desaparecido, Kelium Zeus Induzeus.


Las curvas de

35 Villabon Arte

Texto y fotos: Daniela Gómez danielagomez12@gmail.com ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••

Carlos Villabon es tolimense, pero en Bogotá tomaron forma sus curvas, coloridas, originales y únicas, como se evidencia en su obra, menos conocida en Colombia que en el exterior.


*

Cuadros de $4'000.000 a $8'000.000

millones ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••

Desde sus primeros experimentos artísticos, que poco a poco se fueron convirtiendo en lienzos, Carlos Villabon pasó por diferentes técnicas para encontrar finalmente lo que lo caracterizaría como un artista con estilo propio. Empezó en 1991 explorando con la pintura y los óleos: “Yo crecí con el óleo porque un día

llegué a la casa de una tía y había un primito en clases de óleo y me llamó la atención”. A

Viajar a la capital implicó explorar nuevas posibilidades como artista. Por esto, a los 16 años, llegó por primera vez a la Galería Arte Andino, en Bogotá: “Mi excusa para llegar allí

fue: ‘Señor, necesito enmarcar este cuadro’… y luego, ‘Señor, ¿por qué no me deja ponerme en la vitrina?... Pero me dijo que no y a mí ese 'no' me disparó en la cabeza y me dio un dolorcito interno”. Así que siguió con su carrera de

partir de ahí tuvo un profesor que le enseñó a manejar el óleo y a diluirlo con trementina, aceite de linaza y demás mezclas. Así hizo su primera pintura, El campo, a los ocho años.

ingeniería, aunque nunca se sintió satisfecho con esa profesión. Tampoco abandonó el arte.

Su familia siempre lo apoyó en esta búsqueda. Vivían en El Espinal, Tolima, un pueblo tan pequeño que debían viajar hasta Ibagué para conseguir los materiales para sus cuadros. Sin embargo, para sus padres, el arte como formación profesional no era una opción, y cuando Carlos terminó el bachillerato decidieron que estudiara ingeniería de sistemas y telecomunicaciones en la Universidad Sergio Arboleda, de Bogotá.

En la esquina de la carrera 24 con calle 61C, justo al frente del Club de Tenis de Bogotá, está ubicada la Galería y Marquetería Arte Andino, que fundó Joaquín Arciniegas hace 23 años. Conoció a Carlos Villabon porque le hacía marquetería, y hace un par de años quedó fascinado con su nueva propuesta, por lo que le abrió las puertas de su galería.

Las curvas en Arte Andino

“Es un estilo diferente. Está manejando colores que llaman la atención; es una línea moderna que yo no había visto en el mercado y que le gusta a la gente”, dice Arciniegas. Quienes están adquiriendo la obra de Villabon son en su mayoría adultos jóvenes. “Gente

profesional y con cierto nivel de cultura y educación”, dice el galerista. Claro, la estética de las obras de este artista atrae un público joven, pero para pagar de cuatro a ocho millones de pesos por un Villabon original, hay que contar con recursos económicos. Según Arciniegas, “Villabon tiene mucho futuro porque estilo exclusivo. Ha estado investigando y planea hacer nuevas propuestas dentro del curvismo; está pensando en cómo hacer instalaciones y seguir innovando. Además, es consagrado. Eso es lo que hace a un artista”. Carlos Villabon se convenció de que del arte sí se podía vivir cuando al salir de la universidad se fue a vivir un año en Melbourne para estudiar inglés. Trabajaba limpiando casas, pero decidió tocar puertas en una galería cercana a la escuela donde estudiaba, y finalmente aceptaron algunas de sus obras. Así empezó a recibir dinero para mantenerse y viajar. Al volver a Bogotá ejerció la ingeniería durante un buen tiempo y tuvo tres empleos diferentes.

36


Pero al final renunció para meterse de lleno en lo que realmente lo hace feliz: el arte. Sin embargo, el camino no ha sido corto ni fácil.

“Mi vida cambió cuando renuncié a la ingeniería. Fue difícil porque pasaba de recibir un sueldo mensual a vivir del arte, pero cuando uno le mete mucha fuerza y cuando se goza las tareas es fabuloso […]. Tengo muchas ideas, me encantaría tener mil manos para hacerlo todo”.

Burbujas de color Pero para darse a conocer recorrió varios caminos. “Empecé pintando paisajes, luego

pasé a los bodegones que es la parte más limpia y lo que más me gusta pintar de realismo. Luego pasé al muralismo, que es una técnica donde la textura base está recargada de óleo. Yo pinto árboles porque crecí en el campo y me conecta con lo que viví cuando era pequeño. Después comencé a experimentar con la técnica que en un primer momento denominé curvismo”.

Carlos Villabon, de ingeniero a artista.

Se ha definido el curvismo como la “técnica que transforma un objeto, elemento o área en una composición de grandes y pequeñas superficies, divididas en líneas curvas abiertas y cerradas”. Pero el término ha generado controversia. Para algunas personas, su obra se enmarca en el Pop Art, y otros simplemente indican que una buena definición para su arte es “burbujas de color”, como cuenta que le han sugerido expertos en España. Frente a esto, Villabon simplemente explica de dónde surgió el término: “Curvismo porque la

línea que denotan las burbujas son curvas, nos olvidamos de la geometría”. La técnica tiene todo un origen en el cubismo. Un día comenzó a dibujar sobre una fotografía de una vaca: los cachos se convirtieron en dos conos, y la cabeza, en una especie de octágono. Empezó a aplicarle color y terminó haciendo varias piezas de este tipo. Pero luego decidió que no era ese el camino: “No, eso no me gusta, eso

es cubismo, eso es Pablo Picasso, entonces dije: “El curvismo no existe, pero tampoco puedo decirle al mundo ‘Soy Villabon, inventé el curvismo’… ahora sé que eso hay que demostrarlo con el tiempo. Por eso curadores, galeristas y coleccionistas me dicen: ‘No digas

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* 300 Más de

obras en 13 años ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••

que es curvismo, deja que los espectadores descubran qué es particular en tus obras’, y eso son las curvas, el contorno curvo”.

A pesar de no ser ―todavía― un artista muy

Por eso ahora, un poco cansado de la especulación que se ha generado alrededor del término, él prefiere limitarse a caracterizar: “Cuando me preguntan, prefiero decir que

y ha expuesto en Australia, Brasil, Estados

mi obra se caracteriza por tener líneas curvas de contorno oscuro”.

han sido muy importantes para exhibiciones

Más allá de la aceptación o no del término, lo importante es que abandonó el lugar común del arte, el realismo, y se embarcó en el arte figurativo. Dejó atrás los óleos que usaba en sus anteriores obras y pasó a usar acrílicos. Ha querido producir un sello propio y ciertamente lo ha logrado. “¿Qué buscaba yo como artista?

Trabaja con dos galerías en España y el año

Buscaba tener un sello, que las personas vean algo que no hayan visto. Eso es clave y es lo que me ha servido para darme a conocer sobre todo fuera del país”.

conocido por el público colombiano, ha realizado más de 300 obras en 13 años de carrera Unidos, Venezuela, España, Francia, México y Bélgica. En Colombia no le va mal, pero sostiene que para él España, Venezuela y Brasil y publicaciones. pasado lo catalogaron en un magazín de arte de Barcelona como el artista con mejor proyección para inversión 2013-2014. Para él fue una sorpresa porque dice que ni siquiera en las galerías de Colombia lo han aceptado tan bien. “Aquí el

circuito de las galerías es muy cerrado, más que en cualquier otro país”, dice Villabon. A propósito, no está representado por ninguna galería, aunque actualmente está trabajando con Arte Andino y Cero Galería en Bogotá y con Bohemia en Barranquilla. Así hasta lo prefiere para no comprometer su visión y por lo mismo trata de huirles a las obras por encargo. Le gusta pintar lo que quiere y ser fiel a sus ideas. A sus 30 años, el proyecto de Villabon es seguir dándoles vueltas a sus curvas, su sello indiscutible. Y tienen nuevos proyectos con instalaciones y esculturas. Está en el proceso de olvidarse de los formatos rectangulares y de la alusión al cuadro, “no quiero más formatos

cuadrados ni rectangulares, hay que salirse de lo común”, sostiene. De ahí sale entonces la idea de sacar de sus mismas obras las nuevas formas que tomarán sus lienzos: las burbujas, sus trazos básicos. En cuanto a exhibición de sus obras, estará en septiembre en Barranquillarte y en Barcelona en octubre, en el marco de la Feria Internacional de Arte de Barcelona [SWABI]. Pero no ha sido invitado a ArtBo, la principal feria de arte de la ciudad, porque no pertenece a ese circuito. Actualmente pueden encontrarse algunas de sus obras en su galería virtual (www.lavilladebon.com), donde están disponibles sus datos de contacto.

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39 Colectivo

Infografía y diseño: Juan David Sánchez P.

Los reporteros de Directo Bogotá recorrieron ocho sectores de rumba, en los cuales los ritmos musicales son tan variados como los ambientes y no faltan los personajes y las escenas curiosas, como las aquí registradas.


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Cervezas y besos gratis Texto y fotos: María Camila Monroy Simbaqueba mariamonroy@javeriana.edu.co Mariángela Urbina Castilla mariangelauc@gmail.com

Sector: ‘Cuadra Picha’ Localidad: San Cristóbal Dirección: Entre las calles 3ª Sur y 6ª Sur, sobre la carrera 71D, barrio Primero de Mayo Es sábado en la noche. Las luces de las atracciones del parque Mundo Aventura son el abrebocas de las que iluminan el sector. Los gritos de los niños, felices en el Sky Coaster y en el XTreme, se funden con el vallenato distorsionado por el alto volumen de los parlantes que suenan desde la ‘Zona Rosa del Sur’. La calle está colmada de bares, puestos de comida rápida y vendedores ambulantes de dulces y cigarrillos. Hay música por todos lados, pero aún no llegamos a la verdadera fuente del ruido: la calle 6ª Sur, que se extiende hasta la avenida Boyacá. La iluminación cambia. Mangueras de luces de neón pintan la cuadra de azul, morado y fucsia. Uno no sabe si es acogedor o tenebroso. Pero no alcanzamos a caminar un metro cuando aparece el primer ‘arrastrador’. ―No se preocupen. Hoy es pico y placa de

feas, así que solo va a haber niñas lindas como ustedes ―dice. Es el más sutil, porque la técnica favorita de los demás es halarnos del brazo y zarandearnos hasta meternos al lugar. Su misión es esa: pelearse entre ellos para convencer a los visitantes de la ‘Cuadra Picha’ de que su rumbeadero no tiene igual así eso implique pasarse de la raya.

―Entren aquí, vea. Las dos primeras cervezas son gratis para las dos. Ya después, si no les gusta, se van sin compromiso. Es que eso de aquí pa’rriba se pone feo y empiezan todos a molestarlas. Pero no le hacemos caso. No nos importa la investigación de Caracol Radio según la cual 600 riñas, 150 decomisos de armas blancas y 12 de fuego se presentaban cada fin de semana en 2010. Tampoco las recomendaciones de una fiscal bogotana que hizo 19 capturas en una noche por licor adulterado, justo ahí, en la ‘Cuadra Alegre’, para ser políticamente correctas. Más adelante, con las caras azules por la luces de neón, salen unos 10 hombres, nos rodean y empiezan a echarnos el cuento de todo lo que nos podemos tomar gratis. Estamos perdidas en una jungla de piropos y ofertas. ―Para ti, por ser tan linda, la primera media de guaro es gratis y te hago una rebaja en la botella. ―Entren aquí, no vayan más para allá, porque allá hay puros ñeros, metaleros y las manosean. ―No me la jale. Sin jalarla ―replica uno de los ‘arrastradores’ cuando ve que su compañero nos gana para su bar a la fuerza. Desde arriba, porque todos los bares quedan en un segundo piso, los clientes nos invitan a subir. Nos mandan besos, nos pican el ojo y nos llaman con el dedo. La oferta del sector es tentadora por su variedad: bares de solo metal, música tropical rap, vallenato seducen cada uno en su especialidad. Mr. Noise y el Club de la Pelea son bares que atraen a quienes no quieren crossover, que se hartaron de la música tropical y que desean derramar toda su energía al ritmo golpeado del metal y del rock. A veces los ‘pogos’ se suben de nivel y algunos salen de hospital. En los ambientes más tropicales, los hombres no tienen pudor para coquetear y las parejas bailan apasionadamente. Ahora, si no se quiere ir hacia el fondo de la cuadra, puede entrar a las discotecas ubicadas sobre la avenida, que están mucho mejor iluminadas. Eso sí, el trago es un poco más costoso, $2000 o $3000 más, pero continúan siendo de los rumbeaderos más baratos de Bogotá.

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Chicha, ‘cueros’ y cuenteros Texto y fotos: Sara Galeano Vallejo sari.galeano@gmail.com Daniela Gómez danielagomez12@gmail.com

Sector: La Candelaria (Chorro de Quevedo) Localidad: La Candelaria Dirección: Calle 13 con carrera 2ª Desde la cima de la plazoleta del Chorro de Quevedo se pueden observar las fachadas de los bares y las personas que caminan lentamente por estas calles empedradas, donde no se puede andar en tacones. Abundan los avisos con promociones de chicha: “A $1.000 la botella”. La gente de la zona se compone de oficinistas encorbatados con morral, hippies, rastas, hipsters y no puede faltar el extranjero con pinta tropical: de chanclas o tenis y pantaloneta. La mayoría de visitantes carga una bolsa de papel de panadería con una botella de trago camuflada. Y es que muchos frecuentan este barrio para tomar la tradicional bebida, por eso el letrero “Sí hay chicha” es el común denominador en las fachadas de casi todos los lugares del sector.

―Claro, parcero, espere un momento ―mientras sacan de un maletín una bolsa con cueros y le entregan uno al sujeto. Después de esta escena, decidimos entrar a un bar-restaurante, El Gato Gris, reconocido por su comida y ambiente. La arquitectura del lugar, como casi todo en La Candelaria, goza de un estilo colonial y rústico, adornado con objetos bohemios; criollos, como casitas campesinas; y étnicos, como máscaras de espíritus. Los precios de los platos fuertes oscilan entre los $15.000 y $35.000, así que terminamos ordenando unas cinco deliciosas empanadas por $8.000, mientras disfrutamos de una agradable música en vivo. El lugar es tan rústico y bohemio, que el agua con la que se baja el inodoro es reciclada, es decir, es agua de alcantarilla.

* A

$1.000 la botella de chicha •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••

Un mar de gente pasa y dificulta el paso por las estrechas calles, mientras en la plaza del Chorro se congregan los más jóvenes en una exótica combinación entre atuendos completamente negros y otros coloridos. Mientras arman ‘baretos’ que acompañan con dosis de chicha, se detienen a escuchar las historias de un cuentero que para dirigirse a su público se para sobre una torre de piedras, que tal vez él mismo armó para este fin. Vemos a una pareja caminando, cuando un hombre de unos 27 años se acerca a ellos con ademán de pedirles dinero. ―Por favor, amigos, por favor: ¿será que ustedes tienen un cuero que me regalen? Esperamos una respuesta negativa, pero ellos se voltean y le dicen:

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El cover promedio es de

$30.000

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La rumba hipster Texto y fotos: Jesús Mesa jesusmesa92@gmail.com

La cerveza cuesta

Sector: La Macarena, barrio San Martín

$15.000

Dirección: Entre carreras 5ª y 6ª y calles

La botella de whisky

$150.000 •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••

Localidad: Santa Fe 30 y 34 En pleno Centro Internacional se concentró lo que se conoce como la rumba hipster o, por decirlo de otro modo, la rumba alternativa, donde la música electrónica y el indie rock dominan los beats de la noche. Pero para empezar a entendernos, ¿qué es hipster?

Más que una subcultura urbana, lo hipster es una tendencia de moda que busca apartarse de lo que es tendencia o popular. Seguramente usted ha visto por ahí esos personajes con sus sacos que parecen viejos, sus sombreros de paja, sus bicicletas con canasta, sus bigotes perfectamente definidos y su capacidad de ser tuiteros, blogueros y fotógrafos a la vez. Y es ese concepto el que se destaca en La Macarena. Los bares y discotecas del sector ofrecen música y ambientes —como un árbol en la mitad de un bar— que no se encuentran con facilidad en el mapa de la rumba de la ciudad. La decoración de los sitios es completamente distinta a la de otros sitios de Bogotá, con techos poligonales que cambian de color y terrazas en las que puede observar el amanecer capitalino. Porque en La Macarena, la norma de las 3:00 de la mañana no existe y la rumba va hasta el amanecer. Pero como todo lo exclusivo tiene su precio, esta rumba cuesta. El cover es de $30.000 (nada consumible); una cerveza cuesta $15.000, y una botella de whisky, $150.000. Como el filtro es “muy exigente”, mucha gente se queda por fuera, y así le rueguen en francés a los bouncers (porteros), no los dejan entrar. (Aunque sigo sin comprender qué código de vestimenta puede tener un sitio en el que la gente va a rumbear con alpargatas). En cuanto a la rumba, la música electrónica es la banda sonora de la noche, pero, a diferencia de los sitios crossover, la electrónica que suena en los bares hipster no es la misma que suena en las emisoras juveniles. La mayor parte de la gente, mientras baila en la pista, acompaña la noche con una cerveza (importada, of course) o con cocteles, que no son precisamente baratos. Por eso esta rumba no es para todo el mundo, y quienes están acostumbrados a una rumba variada se suelen llevar una gran decepción. La gente que frecuenta La Macarena sabe que la música, el ambiente y la gente son diferentes. Los sitios de este sector, más que rumbeaderos, son clubes sociales adonde llegan quienes tienen el estatus requerido.

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4

Un ángel con escote para subir al Cielo Texto y fotos: Daniel Canal dan_canal2@hotmail.com Christina Gómez chrisgomezechavarria@gmail.com

Sector: Galerías Localidad: Teusaquillo Dirección: Carrera 27 entre las calles 52 y 53.

Vista desde arriba, la cuadra de discotecas en Galerías es una mancha luminosa en medio del barrio residencial. Desde una esquina de la llamada ‘Zona Rosa de Galerías’, vemos pasar un Chevrolet Sail gris con cuatro hombres adentro que se detiene en medio de la calle. De inmediato le saltan encima los promotores de los establecimientos, porque en un día malo, como era ese jueves, hay que pelearse a los clientes a codazos, si es necesario. Al lado izquierdo, en la ventana del conductor, un promotor con chaqueta roja y cara de cómplice invita al grupo a entrar a Kandelario con un shot (trago) de tequila de cortesía para el frío (los mexicanos dicen que “un disparo para tomar de un balazo”). En la ventana del otro lado está la promotora de Cielo, la competencia: una mujer de mediana estatura, con el pelo negro hasta la cadera, disfrazada de ángel con su trusa blanca forrada como látex desde los tobillos hasta el cuello, excepto por el escote que llega unos centímetros más arriba del ombligo. Ella los invita a una cerveza, pero a los hombres eso no fue lo que los convenció. Parece una caricatura del bien y el mal en la que un ángel y un demonio le hablan al oído al incauto para persuadirlo, o seducirlo, da igual. Aquí el diablo estaba de rojo con su chaqueta de logística, mientras el ángel tenía bien puesto el escote entre las alas. Los cuatro valientes se encomendaron a su nuevo ángel de la guarda para “subir al Cielo”.

Estas son algunas de las estrategias para convencer a los clientes de entrar a un bar “sin compromiso”, porque la competencia es mucha. En algunos sitios invitan a shots de tequila o a una cerveza, pero también compiten con los precios: “Aquí le tenemos la cerveza a $3000”, a lo que otro promotor responde: “Pero yo se la dejo a $2900”. Y tercia otro: “Yo

tengo promoción de Budweiser, las cuatro le quedan en $20.000”. Es imposible pasar por la cuadra sin recibir alguna invitación y cuando reaccionamos ya tenemos el trago al frente y entramos a Kandelario, iluminado de rojo, cuyos televisores de pared pasan un video de reggaetón donde la cámara solo hace primeros planos de dos cosas… Mayans, Toni-k y Petra son las discotecas más reconocidas, populares y con mejor infraestructura; aunque ninguna tiene ángeles tan voluptuosas como las de Cielo. En la calle hay una veintena de establecimientos, algunas discotecas de dos pisos y terraza; unos cuantos bares o rocolas con ambiente relajado y un karaoke. Cada lugar se esmera en tener algún distintivo, desde las mejores luces, hasta la mayor pista de baile o la cerveza más barata; sin embargo, la música de todos es uniformemente crossover. Muchos de estos lugares permanecen abiertos después de la ‘hora zanahoria’ y eso supone 3 o 4 horas adicionales de borracheras y excesos. Para los residentes del sector, la rumba es una molestia interminable y una constante preocupación por la seguridad. Aunque hay un CAI a menos de dos cuadras, Galerías no es un sector reconocido por la seguridad. Incluso, el Distrito designó a 16 agentes especiales para evitar el tráfico de drogas. Aparte de que la contaminación sonora les sigue quitando el sueño a los vecinos. Pero la verdad es que la rumba buena no es la de los jueves, como nos dice una promotora cuando nos ve salir del bar cinco minutos después de haber entrado. “Deberían venir el

sábado próximo, que es Día de la Secretaria, y la fiesta va a estar buena”.

*

Cerveza a

$3.000 y rumba hasta el amanecer

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'El Cómer' tiene

34 discotecas, 14 karaokes y 18 bares. •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••

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“No le cobramos por mirar” Texto y fotos: Jesús Mesa jesusmesa92@gmail.com

Sector: Modelia Localidad: Fontibón Dirección: Carrera 75 y 78 entre las calles 24 C y 24 D. Barrio Modelia. El barrio Modelia, ubicado en el occidente de Bogotá, es un sector relativamente nuevo en cuestiones de rumba. ‘El Cómer’, como se le conoce popularmente, cuenta hoy con 39 discotecas, 14 karaokes y 18 bares. Pero ‘El Cómer’ no siempre fue así. Hace 15 años, por una iniciativa del barrio se consolidó la Zona Comercial de Modelia, que estaba compuesta exclusivamente por restaurantes y asaderos. Para ese entonces, Modelia no tenía ningún centro comercial cerca y ‘El Cómer’ se convirtió en un punto de esparcimiento para los vecinos. Para Freddy, que hace cinco años trabaja cuidando carros y que vive en el barrio desde hace más de 40, el cambio se produjo en el 2008, cuando abrieron los primeros bares en el sector. “Tumbaron las casas que rodeaban

‘El Cómer’ para construir bares; abrieron uno, luego fueron dos y, bueno, así se llenó

esto”. Y tiene razón Freddy, porque la rumba en el sector apenas está empezando. En el momento de escribir esta nota se estaban construyendo tres discotecas, que se suman a los 68 locales comerciales existentes. Lo que significa que han tumbado más de 70 casas del barrio en seis años. Tantos locales en tan poco espacio explican por qué fui abordado por ocho promotores en menos de un minuto, con la misma retahíla:

“¿Está buscando algo? Le tenemos rumbita prendidita, gente bien y cervecita barata”. Parece que ensayaran el libreto para recibir su comisión por cada cliente pescado. Pero, a diferencia de otros sitios de rumba en Bogotá, en ‘El Cómer’ la mayoría de los bares no cobran cover (precio de entrada) porque, como dice John, promotor del bar Ibiza: “¿Sabe

dónde es el único sitio donde le cobran por ver? El cine”. Eso sí, el que quiera una rumba temática o de algún género en especial perdió el año. Allí la música que se escucha y lo que se baila es crossover. Mucho reggaetón, mucho merengue y un poco de salsa y de electrónica; esto porque no se discrimina por edades y es normal ver en los mismos sitios a gente de 20 y de 40 años bailando El serrucho. El trago es relativamente barato comparado con otros sectores de rumba y hasta lo sirven con un plato de maní y limón picadito, sin cobrar un cargo adicional. En cuanto a la seguridad, quienes frecuentan el sector dicen que es más seguro que otros sitios, como los de la calle 85 o la ‘Cuadra Picha’, porque, según ellos, al ser una zona más reducida, a los ladrones les queda difícil camuflarse; además, está fuertemente custodiada por la Policía. Por otro lado, al ser un barrio residencial, numerosos habitantes de Modelia se quejan del ruido los fines de semana por la cantidad de visitantes que llegan. Para Eduardo, promotor del bar La Santa, el más grande del sector, Modelia se ha convertido en una alternativa de rumba en Bogotá. El crecimiento del sector ha sido exponencial desde el momento en el que se abrió el primer bar, en 2008, y el éxito radica en que, según él, “En Modelia se puede rumbear como en la 85, pero con los precios de la Primero de Mayo”.

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Rumba pesada y ‘pasada’ Texto: Juan David Olmos jdor55@hotmail.com Fotos: Cortesía de Jorge Nava (película La sangre y la lluvia)

Sector: La Caracas Localidad: Los Mártires Dirección: Avenida Caracas entre calles 22 y 24 La rumba en La Piscina es solo para hombres: van de traje, toman whisky y con cierto aire de capos miran el show de strip-tease. Aunque también hay muchos jóvenes que van a tomarse unas cervezas y a rumbear, algunos incluso lo hacen en pareja. “Generalmente vienen por curiosidad”, cuenta Ivonne, la ‘niña’ que me sentaron al lado en cuanto llegué. “Los jóvenes

vienen apenas cumplen 18 y pueden mostrar la cédula”. Yo dudo de la generalidad de esa regla, pero para ella es de lo más normal, como un rito de iniciación de la cultura bogotana, y añade que yo me había demorado. Ivonne está vestida con un blue-jean y dos tirantas en el pecho que apenas dejan algo a la imaginación. Y ella es de las más abrigadas; el resto de las ‘niñas’ se quedan paradas casi desnudas en cualquier lugar del local esperando a que algún cliente las llame. Estos se sientan en las mesas, solos o acompañados, algunos bailan con ellas, otros las llevan al piso de arriba donde están las habitaciones. La Piscina, junto con El Castillo, que queda al lado, ofrecen la rumba más segura. Allí se puede ir con las sanas intenciones de solo bailar, siempre y cuando se esté consumiendo, pues en ningún sitio exigen cover. De resto, en la Caracas con 23 hay de todo. En tamaño, después de estos dos locales que ocupan media cuadra, hay barcitos con tarima y barras de pole dance donde las ‘artistas’ hacen su espectáculo. También hay tabernas sórdidas y prostíbulos estrechos. El sitio de rumba pesada lo componen unas cuatro cuadras. Las calles están a medio pavimentar y

abundan las putas, los indigentes y los ladrones en cada esquina. Termino mi cerveza, y cuando Ivonne se da cuenta de que lo único que me interesa es observar el lugar, se levanta de la mesa. A diferencia de cualquier otro rumbeadero, aquí hay mucha más luz. La tarima para espectáculos está ubicada en el centro de la piscina, que le da nombre al local. A los 15 minutos, ante mi tercera negativa de tomarme otra cosa, el mesero me trae la cuenta. Allí lo importante es consumir constantemente. No puedo menos que sentirme echado, y me voy. Rumbear allá termina siendo hasta caro, si se tiene en cuenta que la mayoría de clientes piden botellas de whisky, bailes personalizados y utilizan los cuartos. Aparte de que a los clientes les toca pagar los tragos de sus acompañantes, caballerosidad que luego les compensan. Afuera, el lugar está oscuro, pero concurrido. Una puta está aspirando pegante en una esquina, otra me llama, se me acerca y me coge la mano. Sin importarle mi negativa, manda la mano a mi pantalón, no sé si a mi celular o a partes más delicadas. De todos modos, me alejo espantado. Cuando logro librarme de ella, me paro en una esquina y, mientras decido qué camino tomar, un tipo me agarra del cuello por detrás mientras otro me quita la maleta. Un guardia de algún local y un par de mujeres ahuyentan a los ladrones. Les doy las gracias, atontado. El guardia me ofrece entrar al sitio a pasar el susto, pero solo quiero irme de allí, de modo que el hombre me pide un taxi. Pero antes de subirme, la puta cuya propuesta decliné se acerca y me dice: “Sí ve, por no querer

coger conmigo”.

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En Teatrón, el cover es de

$32.000 y se bebe gratis hasta las 2:00 a.m. •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••

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Del sombrero vueltiao al arcoíris Texto y fotos: Erika Chávez erikacha1454@hotmail.com Carolina Morales camoralsa@gmail.com

Localidad: Chapinero Dirección: De la calle 51 a la 63, entre carreras 7ª y 10ª. En este tradicional sector de Bogotá, que pasó de ser residencial a universitario y comercial, los sitios de rumba pululan, sobre todo alrededor de las universidades. La primera parada es en la calle 51 con carrera 7ª, donde reina la rumba vallenata y hay tanta gente afuera como adentro del local. En otra discoteca vecina, Tierradentro, el 80% de la música que se escucha es vallenata, y todas las noches se presentan en vivo tres grupos vallenatos. El cover en esta cuadra no pasa de $10.000 y la botella de licor va desde $64.000 hasta $160.000. Cambiando de ritmo y unas cuadras más al norte, en el sector de Lourdes encontramos la

rumba gay. Anónimos Bar termina siendo la mejor opción, pues la entrada es gratis y hay buena música. Después de la requisa de rigor, ingresamos al sitio, donde un 95 % de la clientela está conformada por hombres jóvenes y maduros. La botella de aguardiente cuesta $60.000 y viene con tres preservativos como obsequio de la casa. El Perro y la Calandria es un bar para parejas homosexuales, que en su mayoría pasan de los 30 años y disfrutan de los videos de música de plancha, que se proyectan en dos grandes pantallas. En el lugar, que tiene dos pisos y un solo ambiente, la cerveza cuesta $4000. Pero los que quieren la rumba desaforada llegan hasta la calle 58 con carrera 10ª donde se encuentra el ícono de la rumba gay en Bogotá: Theatron. El edificio de seis pisos, antiguo teatro, pasaría inadvertido si no fuera por la larga fila de tipos que esperan ansiosos por una noche de locura. Theatron ofrece diez ambientes temáticos para todos los gustos musicales. Al pagar el cover de $32.000 se puede beber gratuitamente hasta las 2:00 de la mañana; después de esta hora está la opción de comprar una botella de aguardiente a $75.000. Los shows de media noche llevan al paroxismo total a los visitantes: dos hombres y un travesti con peluca rosa bailan casi desnudos. Del vestier salen tipos con el cuerpo cubierto de pintura y escarcha, como si estuvieran en Halloween. En una de tantas barras entregan los vasos de colores eléctricos llenos de licor. Carros de alta gama esperan entrar al parqueadero, justo al lado de la fila de ingreso a la discoteca, que puede albergar hasta 5000 personas. Entre la taquilla y el primer ambiente funciona la enfermería, donde el enfermero de turno, un tipo moreno de casi 1,90 de estatura, con uniforme azul, atiende a una joven pareja de hombres que se pasó de tragos. “En ocasiones hay show de sexo en vivo, que es muy loco”, asegura Cristian, un visitante, y no habla de una discoteca en Ibiza o en Ámsterdam, sino de una discoteca criolla. Foto: Mariángela Urbina

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La borrachera más exclusiva Texto y fotos: Camila Rosa rosa.camila20@gmail.com Matheo Gelves teo.gelves@hotmail.com

Sector: La 85 Localidad: Chapinero Dirección: De la calle 79 a la 85, entre carreras 11 y 15 Apenas inicia la noche de un viernes, y filas interminables de vehículos esperan a que cambie el semáforo de la carrera 15 con calle 85. Mientras tanto, una masa de personas cruza la calle. El ambiente tiene un olor característico: mezcla de cigarrillo con fragancias de finos perfumes. Personas de todas las edades, desde los 16 en adelante, comienzan a formar una nube humana frente al Carulla de la 85. En las cajas se registran litros de bebidas alcohólicas, que luego serán consumidas frente al local. “Toca

Antes de hacer la fila para ingresar a la discoteca, todas las personas se revisan el bolsillo y hacen la misma pregunta: “¿A cuánto el cover?”, pues los bares de la 85 se caracterizan por cobrar unas de las entradas más costosas de la capital, garantizando "exclusividad, se-

guridad, comodidad, buen servicio y una noche inolvidable". Pero pasada la una de la mañana se muestra la otra cara de los lugares: la ‘comodidad’ de un bar sobrepoblado, semejante a un horno donde apenas se puede respirar; la ‘seguridad’ que deja un saldo de robos, atracos y peleas tanto dentro como fuera de los establecimientos (aunque según la Policía su efectividad para capturar responsables de hurtos es del 70%). La imagen de la ‘exclusividad’ son varios clientes vomitando y el ‘buen servicio’ termina siendo un empleado de seguridad que expulsa del bar a los indeseables sin compasión... Eso sí, la prometida “noche inolvidable” definitivamente lo será.

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Los covers oscilan entre

$15.000 $30.000 y •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••

así porque dentro de los bares cobran muy caro”, comenta un joven aferrado a su botella de aguardiente. Luego de entonarse, es hora de caminar para buscar la discoteca ideal entre las calles 80 y la 85 (en la llamada Zona T). Las hay de todo tipo, pero sobre todo de crossover. Sin embargo, en la 85, crossover parece significar puro reggaetón y electrónica, con un bocadito de merengue o salsa a lo largo de la noche. A la entrada de la mayoría de bares se encuentran uno o dos hombres de aspecto intimidante, que bien pueden compararse con Hulk, el superhéroe, por su corpulencia y sus dos metros de estatura. Son ellos los encargados del denominado ‘filtro’ del bar, y de cobrar los covers, que oscilan entre $15.000 y $30.00. Mujeres que no llevan tacones, hombres en camiseta o en tenis son candidatos a no entrar, además de aquellos a quienes se les niega la entrada con pretextos como "Es un evento privado".

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48 Tendencias

Los bicipachangueros

de la noche Texto: María Mónica Monsalve ejesusmesa92@gmail.com Fotos: William Múnera

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Los amantes de la bicicleta descubrieron otra forma de gozarse su vehículo surfeando en las noches bogotanas, al ritmo de la música, en una rumba guiada con casco y sin cover. Como una ráfaga de colores pasa la Bicipachanga por la Bogotá nocturna, una serie de bicicletas que pedalean al ritmo de la salsa o de la electrocumbia que esté sonando. Camuflados entre ese gusano rodante que despierta la curiosidad de la gente que va en los automóviles, se pueden distinguir algunos personajes: una Mujer Maravilla que va acompañada de C3PO, el personaje de Star Wars, y una pareja con máscara de luchadores libres que fueron a rumbear en bicicleta. También a los ciclistas apasionados que salieron esa noche deseosos de encontrar un nuevo espacio y a los amateurs bicipachangeros que hasta ahora van a probar la experiencia. La música determina el ritmo de cada movimiento, aunque la salsa siempre es la que más entusiasma. A medida que pasa la noche, quedan menos rumberos, pero el ambiente de sandungueo se pone mejor. El frío no incomoda a nadie y, en cambio, parece que la cerveza que algunos toman los pone más alegres, porque, como dice el lema del evento, aquí se viene

“directamente desde las calles bogotanas rodando con el sistema láser de sonido bacano”. Son las nueve de la noche del 7 de marzo de 2014 y, por quinta vez, se reúnen los


bicipachangueros para empezar la fiesta sobre ruedas. Esta noche el punto de encuentro es la calle 72 con carrera 7ª, y la lluvia, que todavía amenaza, no ha logrado asustar a nadie. Llegan, de a puñados, todo tipo de bicicletas que se van uniendo a la fiesta: Campañolos, Trek, Peugeut, Benotto y otras de castas más bajas que han sido armadas con distintas piezas, estilo “hechizo”. A lo lejos se escucha un eco retumbar y no falta mucho tiempo para que se vea llegar el vehículo fu-turista que lleva la música: un triciclo alargado donde viene montado un equipo de dos cabinas autopotenciadas recargables y unas banderas anaranjadas que la identifican como la Bicipachanga. El conductor elegido es Andrés Zapata, quien por primera vez la va a manejar para determinar el ritmo de pedaleo del grupo. “Es la cuarta vez

que salgo a rodar, pero la primera que manejo la Bicipachanga. Es una experiencia muy chévere porque tu llevas la música, vas generando el ambiente a medida que la gente va rodando y se va integrando mucho más”, dice. Media hora después de estar todos reunidos, Katherine, cofundadora de la Bicipachanga, nos anuncia por micrófono que estamos próximos a salir. La ruta es hacia el norte, en la calle 116 con carrera 9ª, donde se hará una demostración de flat land. Junto a la Bolsa de Valores y frente a los porteros incrédulos que rodean las bicicletas para cerciorarse de que nadie esté haciendo algún daño, se anuncian las reglas de la noche: “Por favor, seamos prudentes.

No peleemos con las carros o con las motos, dejémoslos pasar. Por favor, conservemos la línea, ocupemos un solo carril. Vamos a ir en un ritmo tranquilo, en fiesta. ¿no? ¡Que se escuche un grito!”… Y salimos, como una manada

los triciclos después de sus funciones. Un día que Yugo los acompañó, les contó de su experiencia como bicitaxista en Londres, donde algunos llevaban equipos de sonido y se juntaban a hacer una especie de fiesta. Motivados con la idea, se unieron e hicieron de su experiencia con la bicicleta un evento gratis y público. El Zua Zaa Cirko tiene seis años y medio de trayectoria y ha buscado crear una nueva historia entre el circo tradicional y el actual. “Se

habla mucho del circo callejero, pero nosotros creemos más en el circo urbano. Lo callejero es lo que está a raíz del piso; el perro, lo indigente, la basura. Nosotros no estamos en la calle, sino en la urbe. Por eso nuestro concepto es urbano”, afirma Santamaría. Con este concepto han participado en varios festivales de teatro, han ganado el primer y el segundo lugar como mejores malabaristas en el Festival de Teatro en Manizales y han realizado el festival universitario El Ciclo de lo Insólito. Además, con el Tricirko, una comparsa en bicicletas y monociclos que puede considerarse el padre de la Bicipachanga, ganaron la beca Pedalea por Bogotá. Los jingles que se oyen entre canción y canción —“¿Pensabas que la única forma de hacer

una fiesta sobre ruedas era sobre una chiva? Pues no. Aquí ha llegado el factor de la alegría, Bicipachanga” y “Porque nosotros también tenemos derecho a hacer trancón, aquí vamos”— fueron escritos por Juan Santamaría. Además, él los grabó en el estudio casero de un amigo para que acompañaran la música pachanguera y ‘contaminaran’ las calles con su propia jerga.

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Punto de partida:

Calle 72 con carrera 7a

El vehículo fu-turista que lleva la música y el emblema de la jornada.

sobre ruedas.

Los creadores Este es el volumen 5 de la Bicipachanga, un evento que crearon Juan Felipe Santamaría y su novia, Katherine —del Zua Zaa Cirko—, junto con Diego Mateus —Yugo Messenger Bags—, para abrir un espacio a los amigos de la bicicleta. La idea surgió porque Katherine y Santamaría se devolvían de trabajar escuchando música con lo que quedaba en las baterías recargables de

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Salsa bajo los puentes Mientras bajamos por la calle 85 con carrera 11, es imposible ignorar el contraste que se da entre las personas que van arregladas a bailar a algún sitio, y la hilera de bicicletas que ya van bailando. Algunos gritan entusiasmados desde el andén, otros bailan al ritmo de la Bicipachanga cuando pasa y los más escépticos se limitan a mirarnos raro.

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Parada frente al edificio de Caracol.

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A las once de la noche llegamos a la primera parada de ese surfeo nocturno: debajo del puente de la calle 100 con carrera 15. Un espacio que suele estar deshabitado a media noche, pero que hoy se ve sorprendido por una plaga de ciclistas que llegan a llenarlo de música y baile. Las bicicletas, protagonistas de la noche, quedan por un momento inertes y recostadas sobre el puente, mientras uno de los bicipachangueros saca de un carrito que lleva arrastrado de su cicla, empanadas y cervezas para vender. El escenario de fiesta, que ya está completo, no logra despertar a un habitante de la calle que duerme indiferente a lo que sucede alrededor: las luces de los carros que alumbran la glorieta, el grupo que baila salsa justo al lado del puente y las conversaciones entre los que ya venimos algo fatigados. Según Jorge Malagón, parte del equipo bloqueador y miembro del Ciclo Paseo Nocturno, más que el recorrido o la ruta, lo que importa

son los puntos adonde se va a llegar, porque son los que la ciudad tiene olvidados. “Debajo

de los puentes, los túneles, ciertas calles que parecen peligrosas, pero que realmente al llegar la gente las hace incluyentes, eso es lo más valioso que tiene la Bicipachanga”. A pesar de meterse en lugares deshabitados, el único problema que ha tenido la Bicipachanga en sus cinco versiones fue la vez que llegaron al barrio Pablo VI y les pidieron que bajaran el volumen por ser una zona residencial.

“La bicicleta tiene una cosa muy curiosa: si aquí estuviéramos reunidos los mismos que estamos pero en moto, ya nos habría caído la Policía. En carro, ya nos habría caído la Policía. En bicicleta no, porque el mensaje que vota la bicicleta es: ‘Oiga, están haciendo deporte’ o ‘Están con gente tranquila’. Entonces, yo pienso que la autoridad en ese sentido nos ve con buenos ojos”, afirma Malagón. Claro que la prohibición de tomar alcohol se la pasan por los rínes, aunque advierten sobre el consumo responsable desde su sitio web y cuando dan la “largada”.

El derecho a hacer trancón La voz de Katherine se vuelve a escuchar en el micrófono. Hay cambio de planes y ahora la demostración de flat land va a ser en la plaza de Lourdes, porque la carrera 9ª a la altura de la calle 116 está muy mojada. De nuevo las


bicicletas cobran vida y nos reunimos justo antes del semáforo de la calle 100 con 15, al son de El preso, de Fruko y sus Tesos. El equipo bloqueador espera a que el semáforo se ponga en rojo para mandar a la cabeza la Bicipachanga que pedalea Zapata, mientras los que quedan atrás les piden a los carros que se detengan en caso de que el semáforo cambie y la caravana de bicicletas no haya terminado de pasar. La logística funciona por medio de radios que llevan Zapata, que va en la delantera y Katherine, que va cerrando el grupo. Pues la idea es que nadie se quede o se separe. El pedaleo no deja de ser constante y algunos de los bicipachangueros amateurs nos vamos quedando atrás. Si no se tiene experiencia, seguir el ritmo de la música en ese coleo urbano puede resultar agotador. Al llegar a la calle 100 con carrera 11, Katherine insiste en ocupar un solo carril, pues el entusiasmo de los experimentados se hace mayor y los carros son más escasos. En la 72 con 11 la vía es prácticamente nuestra. Ya es medianoche y no muchos motorizados se mueven por la ciudad. La culebrita que antes iba compacta y unida, empieza a segmentarse por velocidades. Algunos bloqueadores toman la delantera, otros bicipachangueros pasan entre pedaleando y maniobrando para bailar por mi lado, pero la música, que va a la par conmigo, se queda atrás. Vigilando que nadie se quede.

Al llegar a la plaza de Lourdes el grupo es más pequeño. Los menos trasnochadores o a los que no les dieron más las piernas, desertaron de la fiesta. Y como dice el biólogo bicipachanguero Mario Arbolejo, “el problema es que la gente se

devuelve sola a la casa, pues no todos aguantan las ocho horas de pedal a bordo del expreso del sabor y la alegría bicipachanguera”. Sin embargo, los que estamos reunidos hacemos un círculo alrededor de Jonathan Camargo, campeón nacional del flat land. Una de las primeras técnicas de BMX, donde la bicicleta no pierde contacto con el piso y generalmente se está sobre una rueda. Al ritmo de Fun For Me, de Maloko, Jonahatan lleva con destreza una pequeña bicicleta. Hace equilibrio, la maniobra bajo sus piernas y la monta sobre un pedal. Por ser primeriza en este ritual de la noche, decido bajarme en la estación del Expreso del Sabor e irme a mi casa, pero los demás siguen hasta la calle 45 con carrera 30. Escampan bajo los puentes de la Universidad Nacional hasta las 4:30 de la mañana. Se van pedaleando siempre con ritmo y llenos de ánimo. Aunque no todos amanecen en este evento que en promedio convoca a 250 personas, y que ha llegado a festejar con 500, uno queda con la sensación de haber surfeado una ciudad nocturna donde quienes mandan no son los carros. Y los amateurs también quedamos con un leve dolor de piernas.

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Entre

250 y 500 personas acuden a la bicicipachanga para pedalear 8 horas seguidas •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

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Patrimonio

Cría cuervos y tendrás un tesoro Texto y fotos: María Camila Monroy Simbaqueba mariamonroy@javeriana.edu.co

La cronista cuenta cómo llegó a la biblioteca de su casa la primera edición de Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano, de Rufino José Cuervo, publicada entre 1867 y 1872. La mejor herencia que pudo recibir de su abuelo en estos tiempos de desapego por el libro impreso.

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“Nada, en nuestro sentir, simboliza tan cumplidamente a la Patria como la lengua” es la lección que recuerda literalmente Luis Simbaqueba a sus 89 años, después de haberla leído por primera vez en 1940. Esta idea acompañó durante mucho tiempo a los letrados colombianos del siglo XIX, cuyo objetivo era crear sentido de nación, y fue Rufino José Cuervo quien la dejó por escrito en la segunda parte del prólogo de su libro Apuntaciones

críticas sobre el lenguaje bogotano. La primera vez que Luis, mi abuelo, tuvo contacto con el libro fue a sus 16 años, pero a los 18, en 1942, lo sacó de la mesa de noche de su padre y se apropió de él al escribirle con tinta azul su nombre y la fecha: septiembre 1°. Yo hice lo mismo el día en que me convertí en la propietaria de su tesoro, el 14 de febrero de 2013. Puse mi nombre, pero esta vez con tinta negra, después de recibir el libro de sus manos y llorar junto a él. Esa fue la primera vez que mi abuelo se desprendió de uno de sus amigos —así él llama a sus libros— para regalárselo a su interlocutora —así es como me llama—.

Luis Simbaqueba, de 89 años.

Mi bisabuelo Adán tenía un puesto de víveres en la plaza de mercado de Las Nieves. Allí iba un señor que vendía libros al que él le compraba uno que otro, atraído por el título. Mi abuelo recuerda que sus tíos y su papá “sabían leer

y escribir y desarrollar algunas operaciones, pero la diferencia es que mi papá tenía ciertas inquietudes intelectuales”. Por ello adquiría libros que llamaban su atención. “Él se interesaba por los títulos sin saber realmente el valor del libro y entre esos le compró ese libro: Las apuntaciones”. En aquel momento, mi bisabuelo compró el libro por $2,50. Hoy, una edición reciente del Instituto Caro y Cuervo cuesta $50.000. Pero la primera edición, según Camilo Páez, coordinador de colecciones de la Biblioteca Nacional de Colombia, puede costar entre $400.000 y $600.000. El precio estará determinado por el estado del libro, para lo cual es necesario hacerle una valoración y darle un precio. Esta evaluación, por lo general, la hacen libreros que tienen experiencia en el sector de la industria editorial y pueden cobrar por este avalúo entre $150.000 y $500.000 La misma curiosidad intelectual que tenía mi bisabuelo la adquirió mi abuelo, quien dice or-

gulloso que yo recibí la herencia porque soy su interlocutora favorita, ya que podemos hablar durante varias horas de “nuestros temas” (literatura, filosofía y el amor por el lenguaje). Y al hablar del lenguaje bogotano no podemos evitar referirnos al Instituto Caro y Cuervo, donde mi abuelo trabajó durante 20 años, en los que participó en algunas ediciones del Anuario Bibliográfico Colombiano y del Diccionario de construcción y régimen; también colaboró con un equipo en la elaboración del ALEC (Atlas lingüístico etnográfico de Colombia) e hizo parte del equipo de edición de publicaciones. Hoy en día el Instituto funciona en la casa donde nacieron los hermanos Cuervo, en el centro histórico de la ciudad. También tiene una sede campestre en Chía, conocida como Hacienda Yerbabuena, antigua casa de José Manuel Marroquín.

Sede del Instituto Caro y Cuervo en el barrio La Candelaria. •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

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El bisabuelo compró el libro por

$2,50; hoy puede costar hasta

$600.000 53


El Cuervo de Vallejo Como lo indica Silvia Rojas en la Gran Enciclopedia de Colombia, del Círculo de Lectores, “Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano constituye una continua corrección

de impropiedades del lenguaje, de voces mal formadas, de palabras con acentos errados y de giros defectuosos. Es una corrección, dice Nicolás Bayona Posada, encaminada a hacer patria, pues la patria es la lengua”. En El cuervo blanco, Fernando Vallejo, en su tono particular, dice: “por la época de la gra-

mática latina que escribió con Miguel Antonio Caro, Cuervo empezó sus Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano, un libro que Colombia amó y que decidió mi vida. Parecía un libro de provincialismos o de dialectología pero no, era algo más, mucho más, un libro normativo: su fin era enseñarle a hablar bien a Colombia, y Colombia, hasta donde pudo y le dio su cabecita loca, aprendió, convirtiéndolo de paso en el árbitro del idioma”. Como se ve,

* En

1872 se imprimieron las Apuntaciones

Cuervo es uno de los pocos seres humanos que merece el rendido afecto de Vallejo. Según Roberto Pinzón, corrector y traductor del Instituto Caro y Cuervo, el filólogo bogotano “le tuvo mucho cariño a ese libro, el de las Apuntaciones; él le puso mucho

interés a ese trabajo y lo iba mejorando en cada edición. A él lo conocieron los lingüistas europeos y lo respetaban mucho”.

Pinzón también refiere que Cuervo “tomó de referencia un libro llamado Observaciones curiosas sobre lengua castellana o sea manual práctico de la gramática de dicha lengua, de Ulpiano González. Probablemente

de este le surgió la idea de escribir acerca del lenguaje propiamente bogotano y esto se evidencia en el título del libro, ya que Cuervo quería escribir apenas unas notas sobre el lenguaje bogotano, porque él era un hombre supremamente modesto, pero cada nota de él tenía un inmenso valor e información, pues era un hombre muy erudito”. La labor intelectual de Rufino José Cuervo fue examinada por Ezequiel Uricoechea, científico, humanista y filólogo también bogotano. Estos dos letrados tenían contacto permanente por medio de cartas, ya que Uricoechea estaba en Europa adelantando sus estudios y Cuervo todavía vivía en Bogotá. En 1872, Arnulfo M. Guarín terminó de imprimir las Apuntaciones y el 1° de noviembre de este mismo año Uricoechea le escribió a Cuervo desde Madrid: “Mande, mande sus apuntaciones que anhelo verlas y leerlas y estudiarlas", como consta en una carta que reposa en el Instituto Caro y Cuervo. El 4 de agosto de 1873, Uricoechea escribió desde París: “¡Qué erudición, Rufino! Pero no la

pedantesca sino la de buen género. ¿Qué le he de decir a U. sobre la bondad de su obra que no haya oído ya por todas partes? Cuantos elogios oiga son merecidos y cada día me alegro yo de ver que un colombiano deja un monumento más que eternice la memoria de la patria. Adelante, Rufino, trabaje para la posteridad”. Uricoechea animó a Rufino Cuervo para que avanzara en su producción intelectual y en las cartas le hacía comentarios sobre sus obras y recomendaciones para las futuras ediciones. Como dice Fernando Vallejo en El cuervo blanco, “La manía de cambiar y corregir un libro mientras lo imprimían le quedó de por vida”. Las Apuntaciones, por ejemplo, fueron corregidas muchas veces por su autor. Por esto, la primera edición se publicó a lo largo de cinco años y el autor siguió trabajando en la obra durante años posteriores, en Bogotá y luego desde París, donde se radicó con su hermano Ángel en 1882. Uno de los cambios

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realizados por Cuervo fue el comienzo de la segunda parte del prólogo de las Apuntaciones, es decir, modificó la frase que aún recuerda mi abuelo, aquella frase únicamente quedó en la primera edición.

Un libro escaso, raro y valioso En la actualidad, en la sede del centro de Bogotá del Instituto Caro y Cuervo hay solo un ejemplar de la primera edición. Está expuesto en el Museo y no se encuentra disponible para consulta de los usuarios, ya que requiere un cuidado especial debido a su antigüedad. En la Biblioteca Nacional hay cinco ejemplares, de los cuales dos hacen parte del Fondo Rufino José Cuervo. Álvaro Castillo, uno de los fundadores de la librería San Librario, dice que solo ha visto uno o dos ejemplares de la primera edición de las Apuntaciones y que la primera edición tiene el valor de lo primigenio, teniendo en cuenta todas las modificaciones hechas por Cuervo a esta obra. Juan Carlos Vergara, director del Departamento de Lingüística, Literatura y Filología de la Universidad de la Sabana, dice que Rufino José Cuervo "es el sabio de la lengua más importan-

te del siglo XIX en Colombia debido a su excelente capacidad científica de observación de la lengua para entender su gramática". Y agrega que la primera edición de las Apuntaciones "es un punto de origen, una obra en proceso que intenta ser un manual de gramática".

las ediciones posteriores". Adicionalmente, la cataloga como "único best seller en el siglo XIX", pues es sabido que se agotaron muy rápidamente las dos primeras ediciones. Si bien no se conoce el número de ejemplares impresos por Arnulfo M. Guarín para la primera edición, Santos Molano cree que no pudieron ser más de 500 y Juan Carlos Vergara sugiere que se imprimieron 100. Como dice María Eva Quintana, actual librera en la Casa Cuervo, “ese libro tiene un valor pa-

trimonial y fue este el que le dio a don Rufino Cuervo la fama como filólogo colombiano, más que el Diccionario de construcción". Este libro ha estado en mi familia desde 1936. Llegó tal vez por algo parecido a la casualidad, gracias a la compra ingenua de mi bisabuelo, pero con el paso de los años fue adquiriendo un valor especial. Para mi abuelo, este libro simboliza una de las lecciones más importantes de toda su vida, por lo que actualmente lo recuerda como “el maestro más venerable”. Para mí, además del valor lingüístico, me lleva a pensar en mi maestro, significa tener en mis manos un pedazo de su vida, un trozo de la relación con su padre. Me siento la dueña de uno de los tesoros más valiosos, que ha recorrido cuatro generaciones en mi familia y, muy probablemente, para seguir con la tradición, se lo regalaré a mis nietos.

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La biblioteca y las oficinas, en la parte restaurada del Instituto Caro y Cuervo.

Para el historiador, escritor y periodista Enrique Santos Molano, la labor de Rufino Cuervo con la lengua puede ser comparada con la de los ingenieros al convertir una trocha en una autopista. Desde las Apuntaciones, Cuervo, "establece una autopista en la estruc-

tura del idioma, pero en este libro se interesa particularmente en el habla bogotana. Sin embargo, estos estudios son de utilidad para cualquier hablante del idioma castellano, ya que propone un español neutro que permite la comunicación, se superan los localismos y se unifica el idioma". Santos Molano cree que esta edición posee "valor de reliquia tipográfica, valor de colec-

ción y un valor idiomático que va mejorando en

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56 Homenaje

El día que nevó en Aracataca Texto: Sebastián Serrano js.serranoc@gmail.com Fotos: archivos particulares

Hace 20 años un grupo de artistas colombianos y franceses se aventuró en un ferrocarril olvidado para llevar su magia a pueblos olvidados desde la sabana de Bogotá hasta el puerto de Santa Marta. El líder de la tropa era el cantante Manu Chao, quien se quedó viviendo una temporada en Bogotá, en el barrio La Candelaria, donde se armaron las partes del Expreso del Hielo. Homenaje póstumo de Directo Bogotá al nobel Gabriel García Márquez.

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“Muchos años después, frente a la estación de tren de Aracataca, Manu Chao había de recordar aquella tarde remota en que Gabriel García Márquez lo llevó a conocer Macondo”, podría ser la frase más elocuente para empezar esta crónica, pero no la ideal. Se quedarían por fuera los malabaristas, escultores, arquitectos, ingenieros y tatuadores, quienes restauraron un tren de más 20 vagones que echaron a andar por vías largamente abandonadas, con el único propósito de obtener algo de aventura a cambio de fuego y nieve. Esta no es la historia de la familia más prominente del pueblo; esta es la historia de Macondo contada desde una caravana de gitanos. *** Corría el año 1992 y Colombia aún no era pasión ni mucho menos la respuesta: los ejércitos de los narcotraficantes hacían temblar las ciudades con sonados bombazos, mientras que las guerrillas y las Fuerzas Militares se enfrentaban en una lucha sangrienta. Sin embargo, la gente trataba de llevar su vida con normalidad y algunas cosas seguían medio funcionando. Para su quinta edición, el Festival Iberoamericano de Teatro invitó a Royal Deluxe, compañía francesa de teatro callejero. En compañía de la banda de rock Mano Negra (liderada por Manu Chao), Royal Deluxe se había embarcado en un buque donado por la ciudad de Nantes rumbo a Suramérica para presentar su gira Cargo 92. El 14 de abril de ese año, ambas agrupaciones llegaron al puerto de Cartagena a bordo de un buque llamado Melquíades.


Carlos Rojas fue el encargado de coordinar la ambiciosa puesta en escena de la obra, que incluía juegos pirotécnicos y un gigantesco libro de acero del cual emergían figuras metálicas en relieve. Para Carlos, quien había pasado una temporada en Francia y conocía el perfil de sus invitados, trabajar con ellos fue tan exigente como satisfactorio: “Ellos no venían acá como

los grandes invitados franceses a honrarnos con su presencia. Eran hijos de inmigrantes; gente que había crecido y aprendido a hacer teatro en las calles. Todos eran unos obreros a la hora del montaje”. En abril de 1992 la Royal Deluxe y Mano Negra presentaron con éxito su espectáculo en Bogotá. Tras la función, los integrantes de ambas agrupaciones destinaron unas semanas a viajar por Boyacá y sus alrededores. Antes de partir de Colombia, Didier Jaconelli —miembro de Royal Deluxe— le comentó a Carlos Rojas la paradoja de haber viajado por un país en el que vio rieles y estaciones, pero jamás un tren.

Primeros avistamientos Una gran sorpresa se llevaron los habitantes de Facatativá el 16 de noviembre de 1993. Fue entonces cuando vieron salir, de la largamente abandonada estación del Corzo, un tren con 21 llamativos vagones decorados con dibujos alusivos al fuego y al hielo. Al preguntarles a los tripulantes del tren (quienes viajaban sobre el techo de los vagones y lucían vistosos tatuajes) por el motivo y destino de su viaje, estos contestaron enigmáticos: “Vamos a ir hasta el

lo básico para hacer teatro y yo me acompañaría tan solo de mi acordeón y una guitarra. Todo el proyecto era como la contestación a nosotros mismos, ya que suponía una huida de las ciudades y de todo el mogollón urbano en que siempre hemos estado metidos”. Mientras Cocó y Manu Chao hacían arreglos en Francia para conseguir el respaldo de la Asociación Francesa de Acción Artística (AFAA), Carlos se puso en contacto con el Ministerio de Cultura y con Ferrovías. En enero de 1993, Cocó y Manu, regresaron a Bogotá para encontrarse con Carlos. Tal como lo recuerda Manu Chao, los gitanos franceses fueron atendidos por los funcionarios de Ferrovías con una hospitalidad macondiana: “Nuestra intención era llegar a esos pequeños

pueblos perdidos en el campo donde parece que nunca pasa nada. Todo se distorsionó cuando fuimos a pedir el permiso a Ferrovías de Colombia y nos llevaron a una explanada en plena selva donde estaban todos los trenes del país desde el año 1910 hasta 1975. Aquello era impresionante, teníamos toda una flota de trenes a nuestra entera disposición”. En vista de un escenario de tales proporciones, Cocó, Manu y Carlos reunieron un equipo capaz de poner en marcha una locomotora y todos

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* 1993

En febrero de

arrancó el tren con 21 vagones

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Miembros del equipo en sesión de tatuaje.

mar, pero no nos despedimos porque inmediatamente vamos a dar media vuelta”. *** En los meses que sucedieron a la presentación de Cargo 92, Jaconelli —conocido por sus amigos como Cocó—, Manu Chao y Carlos Rojas mantuvieron una estrecha relación por correspondencia de la cual surgió la idea de habilitar un pequeño carro que pudiera viajar por las vías del tren para llevar un circo ambulante por Colombia. En una entrevista de 1994 con la revista Ajoblanco, Manu Chao recuerda: “La idea inicial era tan sencilla como llegar

a todos esos pueblos campesinos donde no están acostumbrados a recibir visitas y ofrecer un espectáculo para los niños. Cocó llevaría

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sus vagones. Fue así como dieron con el arquitecto Héctor Calderón, quien por esa época se dedicaba a la restauración y a trabajar con materiales reciclados. “Claudia Arcila, una amiga,

me propuso reunirme con unos franceses que querían hacer un tren y le dije: ‘Bueno, dale, invítalos a mi casa’. Fue como si nos conociéramos de toda la vida; a mí me sonó la idea y nos pusimos a trabajar en eso a pesar de no saber muy bien ni por dónde empezar”. “De cierta manera, todos nos convertimos en gitanos”, recuerda Héctor. “Viajábamos mucho, sobre todo por la costa Caribe. Manu 'adoptó' una guitarra que yo le había regalado a mi hija Sara y se la llevó a un viaje que hicimos por la ciénaga Grande. Él llevaba a todas partes

una libretica y ahí iba anotando cosas que le contaba la gente y escribiendo sus canciones. Fue así como escribió Señor Matanza. Manu y Cocó eran unos tipos muy recursivos; como viajábamos en carros alquilados, alguna vez se robaron por ahí una caja de herramientas para devolver el kilometraje y no tener que pagar tanto. Era ese tipo de inteligencia ñera francesa, como la de los ñeros de aquí, que son muy recursivos y agudos”. Para marzo de 1993, Cocó y Manu ya estaban viviendo en la casa que Héctor tenía en La Candelaria. “De cierta manera, el proyecto

se había convertido en un estilo de vida, nos levantábamos tarde y salíamos a comer a un restaurante de San Victorino que se llama El Paraíso; un lugar muy ecléctico; con ese ruido de platos y olor a cerveza mezclado con el del eucalipto que echaban en el orinal. Quedaba en un segundo piso y por la ventana se podía ver la plaza, que estaba invadida de casetas de ropa, de zapatos, de ollas, de juguetes... Eran unas escenas fabulosas”. La casa de la calle 9ª con carrera 4ª se convirtió en el epicentro del proyecto: “Eran tardes y

noches de mucho trabajo. Nos reuníamos todos alrededor de una mesa de dibujo y empezábamos a botar ideas. Siempre había un trago por ahí y algún pase, entonces eso también aceleraba mucho la cosa y se nos desbordaba a ratos. Pero yo creo que si nos hubiéramos puesto a medir los riesgos y la insensatez de todo, habríamos desistido. Teníamos que ser audaces, y eso era lo que nos unía”. *** El 18 de noviembre de 1993, los habitantes de Bosconia, Cesar, quedaron atónitos al ver pasar por las vías que creían abandonadas una locomotora que arrastraba unos 20 vagones, algunos de los cuales estaban envueltos en llamas. El desconcierto fue tal que uno de los curiosos alcanzó al tren en su bicicleta para alertar a los pasajeros. Sin embargo, estos últimos (descritos por el hombre como gitanos de acento extranjero) sin mostrarse en lo absoluto alarmados por el incendio, le dijeron: “Ve y

diles a todos los demás que estén pendientes, porque vamos a ir hasta la sierra y vamos a volver cuando tengamos la nieve”. *** 58


Roberto: El dragón que suplantó a la Virgen del Carmen Tomado de El Espectador, 22 de noviembre de 1993:

Apoteosis en la primera estación “En Santa Marta, ayer los samarios vivieron una locura con la primera parada del Expreso del Hielo. Lo más admirado de la noche fue el gran Roberto, ese enorme dragón hecho a base de chatarra que parece furioso botando candela viva por la boca”. *** Para mayo de 1993, era tal la cantidad de gente que había llegado desde Francia para participar en el Expreso, que sus organizadores se vieron obligados a alquilar una segunda casona a pocas cuadras de la de Héctor. Eran químicos, electricistas, carpinteros y ornamentadores que alternaban sus días entre La Candelaria y los talleres de la estación del Corzo, en Facatativá, donde estaban dedicados a la recuperación de la locomotora y los 21 vagones que iban a componer el Expreso del Hielo.

Antanas Mockus. “Nos reunimos un día en

la casa de Antanas, Michelle Goldstein (una asesora cultural de la Embajada de Francia, que era amiga nuestra y le hablaba al oído a Antanas), Cocó y yo. Le hicimos la propuesta a Antanas y el nos contestó con una prueba de inteligencia: nos amarró a mí y a Cocó con unos cordones y nos explicó que debíamos trabajar en equipo para soltarnos. Lo que él no sabía es que Michelle ya nos había soplado la prueba. Nos soltamos en dos minutos y después de eso fue una tremenda borrachera”. A partir de ese momento Héctor y Cocó tuvieron acceso a las instalaciones y equipos de la Universidad. También pudieron reunir un grupo

Con la ayuda del especialista en efectos especiales, Jean-Marc Mouligné, Carlos Rojas se dio a la tarea de crear una marioneta hidráulica que se convertiría en la estrella del tren. “Cogimos

un vagón que antes se utilizaba para pasear a la Virgen del Carmen en los desfiles ferroviarios y montamos ahí un dragón de siete metros de altura que habíamos hecho con chatarra de otros trenes. Le hicimos una carcasa que cuando se abría, el dragón se levantaba, extendía las alas y botaba fuego por dos lanzallamas que habíamos instalado en su interior”, cuenta Rojas, 20 años después de la aventura.

¿Cómo hacer nevar en Aracataca? Haciéndole trampa a Antanas Mientras Carlos Rojas y compañía sacaban provecho de la infinita cantidad de chatarra disponible en los talleres del Corzo, en Bogotá, Héctor Calderón se puso en la tarea de conformar un taller interdisciplinario para diseñar el tren con la ayuda de estudiantes y profesores de la Universidad Nacional. Sin embargo, para ello debía ganarse la confianza del entonces rector de la Universidad,

de ingenieros, artistas, físicos, matemáticos y gente de todas las disciplinas que les ayudaron a diseñar el tren. De este esfuerzo resultó el diseño de una ambiciosa máquina climática que haría nevar en Aracataca. ***

Los gitanos volvieron a Macondo Tomado de El Espectador, 29 de noviembre de 1993

“El pueblo aturdido por la feria se aglutinó frente a los vagones cuando se iniciaron los rugidos del Dragón Roberto. Entretanto, Yeti, el hombre de las nieves, abría su enorme boca iluminada por luces artificiales de colores. De un lado a otro corrían los portadores del fuego y en medio del pánico y la incertidumbre que se apoderó del público, Roberto expulsó por su boca ráfagas de fuego mientras el Yeti hacia lo mismo con la nieve”.

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Para llegar a Santa Marta, el tren se tomó 3 días, y 42 de regreso. •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••

El arquitecto Héctor Calderón, aliado en la aventura, en su casa de La Candelaria donde armaron el tren.

*** Así recuerda Carlos Rojas al Yeti que antagonizaba con su dragón: “Lo que hicimos, o mejor

dicho, lo que hizo Cocó (quien lo construyó), fue tomar una máquina de hacer raspado gigante y ponerle una turbina debajo. ¿Se imagina lo que es ver nevar a casi 40 grados?”.

“Lo único es que los van a matar a todos” 17 de agosto de 1993. Una fiesta en el apartamento de Michelle Goldstein. Destacadas personalidades del ámbito cultural en Colombia departen con miembros del cuerpo diplomático francés, entre ellos, el embajador, Romain Chrétien. Alguien le pregunta al escritor Álvaro Mutis: “Maestro, ¿y a usted que le parece el

tren que están armando esos muchachos franceses?”. A lo cual Mutis responde: “A mí el tren me parece una maravilla, lo único es que los van a matar a todos”. Chrétien, quien desde un principio se había opuesto al proyecto por considerarlo riesgoso, aprovechó la oportunidad para darle la razón al escritor y, animado por el espaldarazo, anunció que iba a comunicarse directamente con el presidente François Mitterrand para abortar el proyecto. El 18 de agosto de 1993 hubo un evento en la Embajada Francesa para conmemorar la muerte de Luis Carlos Galán. Estaban presentes figuras destacadas de la vida pública colombiana y de la diplomacia francesa. La

velada estaba a punto de comenzar y el embajador iba a pronunciar unas palabras en honor de Galán. Entonces Denis Vène, consejero del gobierno francés para asuntos exteriores, dio un golpe suave a su copa, tomó la palabra y procedió a hacer el lanzamiento oficial por parte de la República Francesa de ese magnífico proyecto de cooperación binacional llamado El Expreso del Hielo. Lo que ni Chrétien ni Mutis sabían era que Vène, quien había mediado en varios procesos de paz en África, había sido enviado a Colombia hacía varios meses con el objetivo de contactar al ELN para lograr un pacto de no agresión contra los tripulantes del tren. Hasta aquí la versión de Héctor Calderón. Sin embargo, en una entrevista de 1994 con la revista española Ajoblanco, Manu Chao atribuyó el tránsito seguro del tren por una zona roja a motivos más nobles: “Los periodistas nos venían a buscar con

lágrimas en la cara para aconsejarnos que aquella noche no saliéramos al escenario porque nos iban a matar. Pero al final sólo eran temores que se deshacían y cada una de nuestras actuaciones se convertía en una fiesta. Era impresionante ver a 10.000 personas bebiendo sin parar, la mayoría de ellas con una pistola en el cinto y ni un solo tiro. Con eso tampoco quiero decir que sea falsa la existencia de violencia. La primera imagen que veíamos en muchos de los pueblos por donde pasábamos era el desfile de mujeres enlutadas detrás de un ataúd camino del cementerio. Eso se te queda grabado, pero también nos sentíamos satisfechos de que no pasara nada cuando nosotros nos asentábamos en un lugar donde antes y después de nuestra llegada los asesinatos y las peleas eran moneda corriente. Mano Negra no cambiará el mundo ni nada por el estilo, pero esa semanita de paz todo el mundo decía ‘OK’”.

Cuarenta y cinco días de aventura y percances Tres días se tomó el tren para llegar a Santa Marta sin hacer paradas y 42 se tomó a su regreso. Los municipios de Santa Marta, Aracataca, Bosconia, Barrancabermeja, La Dorada y Facatativá fueron testigos de un

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carnaval ambulante como nunca se había visto. A su llegada, los tripulantes del tren duraban un día completo montando la escenografía. Aparte de los monstruos de hielo y fuego, el tren contaba con un vagón que funcionaba como estudio de tatuado ambulante (los motivos más populares fueron dibujos alusivos al tren y a la Virgen María), un vagón del amor, otro de los deseos humanos (en el que los niños depositaban sus anhelos para el futuro dentro de una urna), un vagón del fuego ―que permanecía envuelto en llamas― y un museo de esculturas de hielo que dejó una huella profunda en Celia del Pilar, quien presenció el espectáculo del tren en La Dorada y dejó testimonio en su blog: “Recuerdo el Expreso: una joven con acento extraño diciendo cerado, cerado […]. La entrada a un vagón, un joven guía susurrando al lado de un cuerpo de un animal en hielo, del que sobresalían dos grandes cuernos; el joven hablaba bajo, pues nos decía que había peligro de que este animal despertara, y que por eso entráramos en grupos pequeños. Me acuerdo a los diez años, aguantando la respiración para no hacer nada que despertara a ese gigante”. Sin embargo, el recorrido fue difícil. Había un solo vagón con ducha en el tren y el calor era sofocante. El Gam, uno de los tripulantes españoles del tren, recuerda haberse descarrilado por lo menos seis o siete veces. En Gamarra, desconocidos robaron tres maletas del tren y la primera noche en La Dorada les quemaron tres vagones (aparentemente por ocupar una bodega que funcionaba como expendio de bazuco). De los más de 70 pasajeros que partieron de Facatativá, solamente volvieron 40. El resto abandonó el tren y emprendió el regreso a casa. La periodista Claudia Arcila, quien participó en la gestación el proyecto y cubrió el recorrido del tren para El Espectador, recuerda que las estaciones de Barrancabermeja y Bosconia fueron especialmente críticas, pues nunca llegaron las provisiones. Manu reconoce que en estos momentos fue vital la solidaridad de los pobladores: “En un primer momento éramos

una especie de atracción ambulante que podía agredir el entorno con asociaciones de ideas como la de relacionar nuestros tatuajes con símbolos homosexuales o carcelarios. Pero al cabo de dos horas, cuando comprobaban que estábamos más jodidos que ellos, que les

pedíamos de comer, que cargábamos con todos los hierros del montaje y que no pretendíamos más que pasarlo bien, rápidamente nos echaban un cable y conectábamos con ellos”, se lee en la entrevista de Ajoblanco.

Veinte años después A pesar de las dificultades, Carlos, Manu y Héctor están de acuerdo en que el viaje a bordo del Expreso del Hielo les cambió la vida. A Carlos le cuesta trabajo creer que haya sido cierto y Héctor dice no tener idea de a que se dedicaba antes de verse involucrado con el proyecto. Hoy en día siguen en contacto y cuando Manu Chao ha venido a presentarse a Bogotá han aprovechado para revivir viejos tiempos. Si bien fue una experiencia crucial en la vida de sus protagonistas, el viaje del Expreso del Hielo no dejó mayor huella en Colombia. El transporte ferroviario sigue tan muerto como lo estaba entonces. Carlos y Héctor tuvieron la iniciativa de convertir el recorrido del tren en un evento bienal: “Nos parecía un buena

manera de llevar cultura a la periferia, pero ya sin socios extranjeros, ni cartas de la AFFA en francés, no encontramos la misma disposición de las autoridades”. Héctor cree que si el tren hubiera llegado hasta Bogotá su historia habrá sido muy distinta: “La

idea original era poner unos rieles provisionales y hacer que el tren entrara hasta la plaza de Bolívar, pero fue imposible. No había plata, ni energías, ni logística para hacerlo”. Entonces, Héctor se calla; una sonrisa se dibuja en su rostro como si estuviera recordando algo imposible de contar con palabras. De pronto si la gente hubiera visto el tren en Bogotá no habría sido lo mismo, de pronto es mejor que la historia quede así, como un mito. Como una historia digna del realismo mágico del Nobel.

La casa donde vivió Manu Chao en La Candelaria. •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••

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De más de 70pasajeros que partieron de Facatativá, solo volvieron

40

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62 Teatro

¿Qué estaría dispuesto

a hacer por la patria? Texto: Matheo Gelves teo.gelves@hotmail.com

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Título: Patriotas Compañía: Tola y Maruja Género: Comedia Duración: 80 minutos Lugar: Casa Tola y Maruja, Calle 39 # 20-30, barrio La Soledad Boletería: $30.000 Funciones: Sábados, 8:00 pm. •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

Esperar un bus en Colombia puede tomar una eternidad, y qué mejor forma de esperar que contando chismes. Ya lo hemos aprendido de Tola y Maruja, quienes esta vez, mientras esperan un bus —como de costumbre—, nos transportan con rumores a la época de la Independencia, contando las vivencias e intimidades de personalidades de la historia nacional. En el recorrido son pocos los que se escapan de las agrias y peligrosas bocas de este par de señoras, quienes se encargan de rajar de todos los gobiernos habidos hasta la actualidad. Al ingresar, se encuentra un teatrino con capacidad para 90 personas y una exposición de caricaturas de Antonio Caballero, que puede visitar mientras inicia la función. Si lo prefiere, también puede beber un café o un vino de la cafetería del lugar mientras se pelea una de las pocas sillas en la sala de espera. El precio de la boleta incluye parqueadero gratuito, sin violación (“siendo esa la única desventaja”, afirma Tola). Si aspira a presenciar un gran montaje o un amplio movimiento en escena, está en el lugar equivocado, pues se topará con una puesta en escena minimalista, donde lo único que apreciará durante casi 90 minutos será una tela negra de fondo y una luz que ilumina el rincón donde se ubican las dos señoras poco agraciadas con su sombrilla, sus coloridos bolsos y las pañoletas que las caracterizan. En ocasiones, las acompañan algunas fotografías e imágenes de las “víctimas” de sus chismes, que se proyectan en el escenario y, quizás por su edad, no deambulan mucho por el escenario, sino que prefieren quedarse en sitios fijos y comentar desde allí sus experiencias. Sin embargo, no

hacen falta muchos más elementos que el cotilleo de las damas y sus definidas expresiones faciales para gozar de un buen rato. La receta de Tola y Maruja para darle un sabor picante y entretenido a su presentación es clara: una mezcla de elementos modernos y contemporáneos para narrar el pasado de nuestro país. Sus chismes le podrán aclarar qué habría sucedido si Manuelita Sáenz hubiera llegado con sus pintas a Andrés Carne de Res, o si Antonio Nariño fuera el precursor de los emos. También podrá armarse una idea de por qué Uribe Vélez no va a las corridas de toros y a la vez enterarse de cómo le gasta los minutos a Santos. No se preocupe ni se asuste si conoce poco o nada de la historia nacional: las dos señoras se lo soplan todo. Han preparado una conferencia de historia para dummies, lo que posibilita que un amplio público pueda reír y comprender la función. Si ya ha asistido a otros de sus stand ups comedies probablemente se encuentre con algunos comentarios, chistes y anécdotas que ya escuchó en presentaciones pasadas, como en Los diez más pobres del mundo (2011). En pocas palabras, usando el humor crítico y político que las caracteriza, Tola y Maruja se encargarán de aclararle por qué son tan patriotas, qué tanto están dispuestas a hacer por su patria y a su vez explicar de qué nos sirvió la independencia. De ñapa, y si usted disfruta del chisme tanto como ellas, podrá enterarse de detalles íntimos de la vida de Maruja, quien cuenta cuando estuvo en una playa nudista, cuando fue sirvienta de Tirofijo y cuando alcanzó a atender a Pablo Escobar en su finca... ¿como prepago? Vaya y entérese, y aproveche para conocer un poco de la historia del país desde otra mirada, pues, como ellas mismas dicen, “quien no conoce la historia,

está condenado a leerla”.


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El coloso del

hipódromo

Libros

Texto: Maryluz Vallejo M. directobogota@gmail.com

Jota, caballo y rey Daniel Samper Pizano Alfaguara, 2013, 281 p.

Antes de su retiro, tras 50 años de oficio periodístico sin pausa, Daniel Samper publicó su segunda novela, como un parte de tranquilidad para sus lectores que ya no lo encontrarán en las columnas habituales de prensa, sino a lomo de libros que cabalgan entre la ficción y la no ficción, como este relato dedicado al legendario caballo Triguero, que opacó al general Gustavo Rojas Pinilla, quien en su primer año de gobierno se convirtió en el mandatario más popular de los colombianos por traer al fin la paz y la prosperidad. Al recuperar la historia de este emblemático equino, que solo recordaban los amantes de la hípica, Daniel Samper también rinde antihomenaje al “Excelentísimo Jefe Supremo”, quien subió al poder en andas de la prensa ―conservadora y liberal― el 13 de junio de 1953 para caer en desgracia un año después, como se constata en el desarrollo cronológico del relato. La trama, entreverada con hechos y personajes reales ―algunos de los cuales conservan sus nombres y otros se adivinan―, sucede principalmente entre el palacio de gobierno y el Hipódromo de Techo, recién fundado, en cuyas tribunas las élites se daban sus aires ingleses. Allí encontramos a los otros protagonistas de esta historia: el veterinario que atendía los caballos del ministro de Hacienda; su hijo adolescente y el muchacho que limpiaba los establos, bañaba y cepillaba a Triguero, un caballo criollo, que compensaba con velocidad lo que le faltaba en altura. En la residencia presidencial, además de doña Carlota y de una invisible Nena que no hace presencia en esta novela porque

siempre está de viaje con su fundación Sendas ―estratégica invisibilidad elegida por el autor porque con los vivos, así gocen del retiro o se encuentren a buen recaudo, es mejor no meterse―, vive una segunda hija, ilegítima, cuya presencia aceptó la primera dama de mala gana. Otra picardía del autor, que depositó en esta poco gentil y agraciada criatura toda la astucia y la ambición requeridas para mantener la imagen mesiánica del padre, o al menos para dejarlo atornillado al poder. Es el personaje pivote de la historia, el que desencadena todos los conflictos e intrigas palaciegas. Y entre tantos semovientes, emerge la caricatura del comandante general, amante de los animales, domésticos y salvajes. Aparte de estos artificios que no riñen con la novela histórica, Samper Pizano retoma un personaje tan real que llegó a ser alcalde de Bogotá, Lucho Garzón, representado en el palafrenero Juancho, cuyo sueño era montar a Triguero, pero para ser jockey le sobraban volumen y estatura. Un personaje encantador por su manera de sortear las adversidades con humor y dignidad, que entabla amistad con Rafael, el hijo del veterinario, saltando las barreras sociales de la época. Entre ellos nace una complicidad hecha de confidencias, aventuras por la ciudad y ritos de iniciación sexual incluidos, donde la franqueza y naturalidad de los diálogos rompen momentáneamente la sátira política que apuntala la novela. Sátira porque hay una caricaturización de su Excelencia y de sus adláteres, los ministros del gabinete. Este Rojas Pinilla que en las primeras líneas de la novela pega un grito porque no le sale agua caliente de la ducha, daría su régimen por un caballo ―parafraseando al Ricardo III de Shakespeare―, sobre todo si ese caballo le gana al imbatible Triguero, rey de las pollas del 5 y 6. En este ejercicio de ridiculización del enemigo, pero con cierta dosis de benevolencia, aparece en escena el “Jefe Supremo”, que como cualquier parroquiano se va a comer con su chofer y su guardaespaldas a Donde canta la rana, tradicional asadero de la época (que todavía existe), y mientras disfruta de la parrillada de sesos, escucha los chistes que hacen a sus costillas los de las mesas vecinas.


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Pero esta deliciosa sátira que se solaza en episodios intrascendentes de la vida doméstica, en la intimidad de las alcobas con baby doll, en las pasiones de los simples mortales, minimizando la grandeza de la familia presidencial (como solo se atrevió a hacerlo en las tablas y en la narices de los Rojas el comediante Campitos), se pone seria al final, mudando en tragedia. Giro de suerte que se permite el autor para desacomodar al lector que hasta aquí venía, como el caballo, comiendo zanahorias de su mano, y de repente recibe un garrotazo. Entonces nadie se queda impávido, solo el coloso, para que no olvidemos la primera novela en la que Daniel Samper Pizano también satirizó una dictadura (del Brasil, a comienzos de los años setenta). Aunque no faltarán quienes clasifiquen este libro como novela de caballería —por lo de los caballos, claro—, a lo que más se parece es a las memorias de un cachaco (Rafael), que a los 13 años descubre una Bogotá en la que todavía se podía remar en bote en el lago Gaitán, ir a cine y chapinerear sin ser asaltado, salvo en la inocencia. Como periodista investigativo, maestro en todas las artes de la palabra y académico de la lengua, para este derby Samper se especializó en el deporte ecuestre, tan alejado del esférico de sus desvelos, y se empapó del léxico hípico de mediados de siglo. Recreó los usos coloquiales del lenguaje en la época, a veces, por cierto, demasiado actuales y “gomelos”, como cuando la arrabalera Sagrario (la otra hija del general), dice que “al pueblo siempre lo han mandado a la remierda” o le espeta castizamente a su novio ministro “¡que tus lagartos relajen el culo!” o “Dejémonos de maricadas... ¿qué culos tengo yo que ver con toda esta historia?”. Sobresale también el repentismo del general para los dichos, que le permitió conectarse con el pueblo, al igual que para las frases sentenciosas, como la que pone en su boca el mordaz fabulador: “En este país es

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más fácil dar un golpe de Estado que arreglar una cañería”. Y del fascinante despliegue de recursos expresivos sobresale la ironía, que le sirve a Samper Pizano para retratar a los bípedos del relato. Asimismo, la metáfora, porque la “mierda” funciona como pegamento simbólico de la novela, tanto la boñiga y la bosta de caballo, como el excremento que hay detrás del régimen y que termina la luna de miel con la prensa escrita. El diálogo, técnica sostenida en la novela que se alterna con los distintos puntos de vista ―entre ellos, la primera persona de Rafael―, le da un ritmo acompasado, de paso fino, que revela el talento narrativo del autor entrenado en el guión televisivo. Sin duda, los amantes de la hípica disfrutarán con las narraciones de Julio Nieto Bernal, la Voz Hípica de Colombia, que acompañan los momentos estelares del campeón que impuso el récord de los 2000 metros en el Gran Derby colombiano, pero los amantes de la crónica echarán de menos esa pieza magistral que Germán Pinzón publicó en Sucesos Sensacionales, titulada “La vida íntima del caballo Triguero”, una crónica romántica que reconstruye el noviazgo del francés Le Volcán y la criolla Triguera, hasta que nace el potrillo, la cual no aparece citada cuando el autor lanza “cuchufletas” contra “la prensa lírica” ni en los reconocimientos finales. Cumple también las veces de mapa esta novela bogotana, que ofrece las rutas que transitan y los lugares que visitan los personajes entre La Candelaria y la calle 72, frontera urbana, como se aprecia en el anexo del libro: allí figuran el lago Gaitán, el Teatro Imperio, el almacén Ley, el Coliseo El Campín, el Bar Chispas en el Hotel Tequendama, el Restaurante Temel, la Universidad Nacional, la plaza de Bolívar, La Candelaria, etc.

Jota, caballo y rey recoge la memoria histórica de lo que fue ese primer año del régimen que empezó a tambalear con la matanza de los estudiantes. Si bien Rojas Pinilla trajo la televisión a Colombia, igualmente desató la censura y la venalidad. Una corrupción tan galopante que alcanzó a sus nietos, quienes también metieron los cascos al detentar el poder, porque lo que se hereda no se hurta.


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Natalia Vivas

Memoria fotogrรกfica II

Fotoensayo



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