VIDA DIOCESANA 119

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ÁREA DE VOCACIONES

Enero - Febrero 2009

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EL SEMINARIO COMO EXPERIENCIA DIOCESANA nes cercanas y fraternas. Recuerden que ésta será siempre su casa, donde siempre serán bien acogidos. · Los sacerdotes deben apropiarse su calidad de formadores, con sus consejos y recomendaciones, y si es necesario, informando oportunamente los elementos que el Equipo de formadores debe conocer para realizar un proceso más objetivo.

Por: Pbro. Juan Manuel Toro Vallejo Rector Seminario Diocesano Nuestra Señora

Todos los miembros de la Iglesia participamos del Misterio maravilloso de ser parte del único Cuerpo de Cristo, que es lo que se entiende como la ESPIRITUALIDAD DE COMUNIÓN de la que Juan Pablo II nos habló bellamente en el NOVO MILLENNIO INEUNTE, como eco perfecto de la comparación del cuerpo que realiza San Pablo en su primera carta a los Corintio, capítulo 12. En este sentido, toda realidad eclesial, o diocesana en nuestro caso concreto, no debe sernos indiferente, máxime cuando se trata del Seminario en donde se gesta el futuro de la diócesis. No en vano el Magisterio de la Iglesia lo concibe como corazón, porque allí todo converge y de allí todo se nutre, siendo así como un pulmón en donde la fe se dinamiza, se renueva, se muestra y se mide; en efecto, dice el Concilio Vaticano II: “…todos los sacerdotes consideren el Seminario como el corazón de las diócesis y le presten gustosa ayuda”. (OT No. 5). Así, entonces, podemos entender que en el seminario diocesano palpita con especialidad el Misterio maravilloso de la Iglesia, del que todas nuestras comunidades diocesanas participan, y que por lo mismo se encuentran llamadas a formar parte en este proceso tan delicado como lo es el de la formación y el de posibilitar la santidad en los candidatos que allí se forman. La responsabilidad, pues, no debe recaer sólo y exclusivamente en el Equipo Formador, aunque sí sea suya la mayor parte, sino que en esa responsabilidad también participan el obispo, las familias de los seminaristas, las comunidades parroquiales, los párrocos, los sacerdotes encargados de la pastoral vocacional y los responsables de los seminaristas que en las parroquias realizan trabajos pastorales. Es en este sentido como también las Normas Básicas para la Formación Inicial Presbiteral hablarán del presbiterio como “protagonista de la formación”, además de otras instancias. Todos los

sacerdotes, pues, de la diócesis tienen un gran papel y un gran compromiso en nuestro seminario. Hace ya un año que he recibido este encargo nada fácil de la rectoría del seminario, cargo que recibí con temor y temblor, pero con un gran sentido de fe en que la obra que se realiza es del Señor, y quiero aprovechar la oportunidad para agradecer la confianza, no sólo del Señor Obispo, sino de cada uno de los sacerdotes que con tanta generosidad apoyan esta obra de Dios en nuestra querida diócesis. Dice Pastores Davo Vobis en su numeral 60: “El seminario, que representa como un tiempo y un espacio geográfico, es sobre todo una comunidad educativa en camino: la comunidad promovida por el Obispo para ofrecer, a quien es llamado por el Señor para el servicio apostólico, la posibilidad de revivir la experiencia formativa que el Señor dedicó a los Doce” Mirando, pues, el seminario como comunidad educativa en camino, los invito a que se vinculen continua y decididamente en esta aventura maravillosa de promover la vocación sacerdotal en nuestra diócesis. ¿CÓMO?

Para terminar, quiero comentarles que tanto este año como el anterior, nuestro seminario ha sido escenario en donde la gracia de Dios se ha manifestado de manera inefable: en el año 2007 terminaron el año lectivo 46 alumnos; en el 2008 tuvimos la bendición de empezar con 72 seminaristas y este año el Señor se desbordó en generosidad con 90 candidatos, de los cuales 53 pertenecen al propedéutico. · En primer lugar, impulsando vivamente la oración en las parroquias por el aumento de vocaciones santas, atendiendo la invitación explicita de Jesús: « La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies. Lc 10,2 · Dando un buen testimonio de vida a los candidatos, de tal manera que para ellos sea creíble el llamado de seguir al Señor en la Iglesia. No olvidemos que el medio ordinario para que el joven sienta y acreciente el llamado vocacional depende de lo que ellos perciban en los sacerdotes que tratan. · Promoviendo los Comités Vocacionales en las parroquias, que con su apoyo espiritual, moral y económico incentivan convenientemente a los candidatos. Esto implica la preocupación que en las parroquias se tenga para que los candidatos cuenten total o parcialmente con los medios económicos necesarios para su estadía en el seminario. · Un aspecto bien importante es que el seminario cuente muy a menudo con la visita de los sacerdotes; así no solo los seminaristas podrán sentirse acompañados, sino que como seminario, podremos experimentar la comunión eclesial que se verifica en las relacio-

Este incremento atípico en el contexto de la estadísticas vocacionales de Colombia y del mundo, nos muestran dos cosas: que Dios ha mirado con predilección y ternura nuestra diócesis y que el esfuerzo y el empeño pastoral del Sr. Obispo y de la diócesis toda, de la delegación de pastoral vocacional y muy especialmente de las parroquias que con su testimonio de vida cristiana y su empeño en la oración por las vocaciones arrojaron una extraordinaria cosecha. A ustedes pues, GRACIAS. Todo esto ha sido posible gracias a la estrategia pastoral que con sabiduría y visión eclesial conforme a los signos de los tiempos, ha implementado el Sr. Obispo en nuestra iglesia particular, como lo ha sido el Seminario Parroquial San Alberto Magno, la consolidación de las asociaciones sacerdotales, el fortalecimiento del propedéutico, su preocupación por la infraestructura locativa y su acompañamiento de todo orden. No dejemos de amar nunca el seminario como algo muy nuestro, al que se le ha confiado uno de los tesoros más invaluables de la vida de la diócesis: LAS VOCACIONES de tantos jóvenes que, como nosotros, un día nos lanzamos en la loca aventura de seguir al Señor. Son nuestros muchachos, valorémoslos en el nombre del Señor.


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