Evangelizar 083 - Noviembre 2020

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La Gracia del Sacramento

ISSN 2590-8359 | No. 83 Noviembre 2020


“Queridos amigos, celebrar el sacramento de la ReconciliaciĂłn significa ser envueltos en un abrazo caluroso: es el abrazo de la infinita misericordia del Padreâ€?


Por: Delegación de Movimientos Eclesiales

SANTO DEL MES

En seguida se fue a Poitiers, donde era obispo el gran sabio San Hilario, el cual lo recibió como discípulo y se encargó de instruirlo. Como Martín sentía un gran deseo de dedicarse a la oración y a la meditación, San Hilario le cedió unas tierras en sitio solitario y allá fue con varios amigos, y fundó el primer convento o monasterio que hubo en Francia. En esa soledad estuvo diez años dedicado a orar, a hacer sacrificios y a estudiar las Sagradas Escrituras. Los habitantes de los alrededores consiguieron por sus oraciones y bendiciones, muchas curaciones y varios prodigios. Cuando después le preguntaban qué profesiones había ejercido, respondía: "fui soldado por obligación y por deber, y monje por inclinación y para salvar mi alma". Un día en el año 371 fue invitado a Tours con el pretexto de que lo necesitaba un enfermo grave, pero era que el pueblo quería elegirlo obispo. Apenas estuvo en la catedral, toda la 11 de noviembre multitud lo aclamó como obispo de Patrono de la Guardia Suiza Pontificia Tours, y por más que él se declarara indigno de recibir ese cargo, lo Nació en Hungría, pero sus padres se fueron a vivir a Italia. Era hijo obligaron a aceptar. de un veterano del ejército y a los 15 años ya vestía el uniforme militar. En Tours fundó otro convento y pronto tenía ya 80 mojes. Y los milagros, la Durante más de 15 siglos ha sido recordado nuestro santo por el predicación, y la piedad del nuevo hecho que le sucedió siendo joven y estando de militar en Amiens obispo, hicieron desaparecer (Francia). Un día de invierno muy frío se encontró por el camino prontamente el paganismo de esa con un pobre hombre que estaba tiritando de frío y a medio vestir. región, y las conversiones al Martín, como no llevaba nada más para regalarle, sacó la espada cristianismo eran de todos los días. A los y dividió en dos partes su manto, y le dio la mitad al pobre. Esa primeros que convirtió fue a su madre y noche vio en sueños que Jesucristo se le presentaba vestido con el a sus hermanos que eran paganos. medio manto que él había regalado al pobre y oyó que le decía: "Martín, hoy me cubriste con tu manto". El medio manto de San Martín (el que cortó con la espada para dar al pobre) Sulpicio Severo, discípulo y biógrafo del santo, cuenta que tan fue guardado en una urna y se le pronto Martín tuvo esta visión se hizo bautizar (era catecúmeno, o construyó un pequeño santuario para sea, estaba preparándose para el bautismo). Luego se presentó a guardar esa reliquia. Como en latín, su general que estaba repartiendo regalos a los militares y le dijo: para el diminutivo de manto se dice "Hasta ahora te he servido como soldado. Déjame de ahora en "capella", la gente decía: "Vamos a orar adelante servir a Jesucristo propagando su santa religión". El donde está la capella". Y de ahí viene el general quiso darle varios premios pero él le dijo: "Estos regalos nombre de capilla, que se da a los repártelos entre los que van a seguir luchando en tu ejército. Yo pequeños salones que se hacen para me voy a luchar en el ejército de Jesucristo, y mis premios serán orar. espirituales". Asesor General Mons. Fidel León Cadavid Marín

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FORMACIÓN BÍBLICA

Por: Pbro. Bernardo Arley Aristizábal González

LA ESPERA ACTIVA Y VIGILANTE DEL SEÑOR DESDE I TESALONICENSES A II TESALONICENSES Las dos cartas dirigidas a la comunidad de Tesalónica tratan, entre otros temas, sobre la segunda venida del Señor, ambas con matices comunes y diversos, pero, fundamentalmente, con la finalidad de dar esperanza a la comunidad creyente de entonces y de hoy, de la certeza que el Señor vendrá y que debemos esperarlo con confianza y vigilantes. Las enseñanzas que ofrece la segunda carta se dan unos años después de escrita la primera y tratan de aclarar algunas dudas que están surgiendo entre los cristianos de aquella ciudad de Macedonia. La segunda carta a los Tesalonicenses tiene el objetivo de dar respuesta a dos dificultades que se presentan en la comunidad: por una parte, la advertencia que algunos hacen de la llegada inminente del Señor o, incluso, que esta venida ya habría ocurrido, pues no entendieron lo que se les había anunciado en la primera carta; por otra, la situación de algunos cristianos de la comunidad que viven sin disciplina y vigilancia, precisamente por la equivocada interpretación de la segunda venida del Señor: “Nos hemos enterado que hay entre ustedes algunos que viven desordenadamente, sin trabajar nada, pero metiéndose en todo” (2Tes 3,11). El autor de la segunda carta trata de persuadir a los creyentes de Tesalónica que la venida del Señor no es inminente (cf. 2Tes 2,2) y que deben suceder primero algunos hechos como: “las persecuciones y tribulaciones que están pasando” (2Tes 1,4), o la apostasía y manifestación del hombre impío, el hijo de perdición, el adversario… que se proclama el mismo como hijo de Dios” (2Tes 2,3-4).

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Así, los invita a la perseverancia, de modo que, “manténganse firmes y conserven las tradiciones que han aprendido” (2Tes 2,15) y “no se cansen de hacer el bien” (2Tes 3,13). Por lo que se refiere a los que viven sin disciplina y vigilancia, ya que no trabajan ante la supuesta cercanía de la venida del Señor, el autor de la carta les recrimina diciendo: “Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma” (2Tes 3,10) y añade: “A esos les mandamos y les exhortamos en el Señor Jesucristo a que trabajen con sosiego para comer su propio pan” (2Tes 3,12). Esta orden que reciben los tesalonicenses es inaplazable, hasta el punto de que, si no obedecen, se harían merecedores de ser expulsados de la comunidad (cf. 2Tes 3,14), aunque no tratándoles como enemigos, sino amonestándolos como a hermanos (cf. 2Tes 3,15) Estas enseñanzas que encontramos en la segunda carta a los Tesalonicenses no pierden actualidad, a pesar de ser unos textos antiguos, pues no pocos siguen hoy anunciando la segunda venida del Señor, bajo el título de “fin del mundo” e infundiendo en varios temor y miedo, más que esperanza y confianza en el Señor. La invitación que nos hace el texto sagrado es a no dejarnos alterar en el ánimo, ni alarmar por noticias nefastas (cf. 2Tes 2,2) y a perseverar en las tradiciones que hemos recibido con la “consolación eterna y esperanza dichosa” (2Tes 2,16) que nos da el Señor; a la vez que, no cansarnos de hacer el bien (cf. 2Tes 3,13) trabajando para nuestro sustento y, como se afirma en otro texto paulino, “trabajen con sumo cuidado por su salvación” (Flp 4,12).


FORMACIÓN CATEQUÉTICA

Por: Hna. Claudia Toloza, aci. | Delegada para la Catequesis

LA GRACIA DEL SACRAMENTO “Dense prisa traigan el mejor vestido y vístanlo” Lc 15,22

La alegría no da espera El gozo del encuentro no da espera. La alegría es compañera del hombre desde siempre: “estén alegres en el Señor, os lo repito, estén alegres” (Fil 4,4). Hay en el corazón del ser humano un deseo hondo y apremiante por buscar la felicidad que lo colma y lo hace sentir persona plena. La alegría tiende a su total expresión cuando la persona es capaz de salir de sí misma y darse a otros, compartiendo el gozo que lleva dentro. Esto se ve reflejado en las palabras del padre misericordioso, que no solamente dignifica al hijo poniéndole el mejor traje, sino que lo comparte con otros. Darse prisa no es más que la expresión para decir que la salvación y restauración del ser humano es algo apremiante, y a Dios le urge e invita para que también la persona se dé prisa y se deje encontrar y reconciliar por Él.

Revestirse del Hombre nuevo El Padre manda traer el mejor traje y vestir al hijo que ha regresado al hogar. A Dios le apremia revestir de hombre y mujer nuevos a quienes regresan al seno de la comunidad: “revístanse del hombre nuevo, que ha sido creado conforme a Dios en justicia y santidad verdaderas”. (Ef 4,24). Ponerse el mejor vestido es dejarse impregnar de Cristo, el Hombre nuevo. Dejarse vestir de su modo propio de proceder, de sus actitudes, de sus intereses, de sus criterios y empezar a reflejarlos desde la propia condición y estilo de vida. Esto es camino constante de conversión en el ser humano. La expresión dice: el mejor vestido. No es cualquier vestido, es el mejor. Y uno se coloca el mejor traje cuando es un acontecimiento sumamente importante, no solo para sí mismo, sino que se da en presencia de otros. El mejor vestido es Cristo mismo. Esto es lo más importante en la vida de todo cristiano. Ya la persona ha sido vestida de Cristo en el momento del bautismo, y se hace una y otra vez, cuando se deja reconciliar por él, y permite que se lleve a cabo la obra de la reparación en el interior del corazón.

La alegría no da espera Y vístanlo. No es el hombre quien por iniciativa propia se impregna de Cristo, necesita de otros para ser vestido. Esos otros están representados en la figura del sacerdote, quien en nombre de la comunidad cristiana acoge, reconcilia y reviste al hombre y mujer de la vida nueva que trae Cristo. Vestir al ser humano y dejarse vestir de Cristo, es gracia, don, regalo, que solo Dios mismo puede otorgar a quien lo da y a quien lo recibe. Impregnarse de Cristo es como el prototipo de una nueva humanidad recreada por Dios en Cristo (Ef 2,15). Dios mismo quiere que el ser humano se deje vestir de su Hijo, que lo reciba nuevamente y pueda ser reflejo de su presencia, con el testimonio de vida.

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FORMACIÓN LITÚRGICA

Por: Pbro. Jairo de Jesús Ramírez | Delegado de Liturgia

¡VOLVAMOS CON ALEGRÍA A

LA EUCARISTÍA! Aunque en las publicaciones anteriores veníamos desarrollando una temática continuada sobre la liturgia eucarística, este mes deseo hacer un paréntesis para presentarles una Carta del Cardenal Sarah, Prefecto de la Congregación del Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos, enviada a los presidentes de las Conferencias Episcopales sobre la celebración de la liturgia durante y después de la pandemia de la COVID-19. La pandemia ha producido “trastornos” no solo en las dinámicas sociales y familiares, “sino también en la vida de la comunidad cristiana, incluida la dimensión litúrgica”. El Cardenal recuerda que “la dimensión comunitaria tiene un significado teológico: Dios es relación de Personas en la Santísima Trinidad” y “se pone en relación con el hombre y la mujer y los llama, a su vez, a la relación con Él”. Así, “mientras que los paganos construían templos dedicados únicamente a la divinidad, a los que el pueblo no tenía acceso, los cristianos, en cuanto gozaron de libertad de culto, construyeron inmediatamente lugares que eran domus Dei et domus ecclesiae, donde los fieles podían reconocerse como una comunidad de Dios”. Por esta razón “la casa del Señor presupone la presencia de la familia de los hijos de Dios”. En el texto se lee que “la comunidad cristiana nunca ha buscado el aislamiento y nunca ha hecho de la Iglesia una ciudad con puertas cerradas. Formados en el valor de la vida comunitaria y la búsqueda del bien común, los cristianos siempre han buscado la inserción en la sociedad”. “Incluso en la emergencia de la pandemia surgió un gran sentido de responsabilidad: al escuchar y colaborar con las autoridades civiles y los expertos”, los obispos “estuvieron listos para tomar decisiones difíciles y dolorosas, hasta la suspensión prolongada de la participación de los fieles en la celebración de la Eucaristía”. “Tan pronto como las circunstancias lo permitan, sin embargo – afirma el Cardenal Sarah – es necesario y urgente volver a la normalidad de la vida cristiana, que tiene como casa el edificio de la iglesia y la celebración de la liturgia, especialmente la Eucaristía, como la cumbre hacia la que tiende la acción de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de la que emana toda su fuerza” (Sacrosanctum Concilium, 10).

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El Cardenal subraya que “aunque los medios de comunicación realicen un valioso servicio a los enfermos y a los que no pueden ir a la iglesia, y han prestado un gran servicio en la transmisión de la Santa Misa en un momento en que no era posible celebrarla comunitariamente, ninguna transmisión es equiparable a la participación personal o puede sustituirla. Por el contrario, estas transmisiones, solas, hacen que se corra el riesgo de alejarnos del encuentro personal e íntimo con el Dios encarnado que se nos ha entregado no de forma virtual, sino real, diciendo: “El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él” (Jn 6, 56). En la carta, el Cardenal sugiere “algunas líneas de acción para promover un retorno rápido y seguro a la celebración de la Eucaristía”. “La debida atención a las normas de higiene y seguridad – escribe – no puede conducir a la esterilización de los gestos y ritos”. Además, “confía en la acción prudente, pero firme, de los Obispos para que la participación de los fieles en la celebración de la Eucaristía no sea catalogada por las autoridades públicas como una reunión, y no se la considere comparable, y ni siquiera subordinada, a formas de agregación recreativa”. En esta carta se exhorta a facilitar a los fieles su participación en las celebraciones, pero sin improvisadas experimentaciones rituales y respetando plenamente las normas contenidas en los “libros litúrgicos, que regulan su realización”, y reconociendo “a los fieles el derecho a recibir el Cuerpo de Cristo y a adorar al Señor presente en la Eucaristía de la manera prevista, sin limitaciones que vayan incluso más allá de lo que prevén las normas de higiene dictadas por las autoridades públicas o los Obispos”. En este punto, el Cardenal da una indicación precisa: “Un principio seguro para no cometer errores es la obediencia. Obediencia a las normas de la Iglesia, obediencia a los obispos. En tiempos de dificultad (por ejemplo, pensemos en las guerras, en las pandemias) los Obispos y las Conferencias Episcopales pueden dar reglamentos provisionales a los que hay que obedecer”. La Iglesia – concluye el Cardenal Sarah – protege a la persona humana “en su totalidad” y “a la debida preocupación por la salud pública, la Iglesia une el anuncio y el acompañamiento hacia la salvación eterna de las almas”.


Por: Delegación de Religiosidad Popular

PIEDAD POPULAR

Para un acompañamiento al culto a los muertos, en el mundo popular católico Si se valoran todas las manifestaciones artísticas, estéticas, piadosas y culturales del culto a los muertos, cada ministro o acompañante espiritual ya está ganando un espacio de gran valor para iniciar un acercamiento a esas familias o personas en particular que necesitan una ayuda frente a su incapacidad de vivir el dolor de una perdida, como ocurre en la mayoría de los casos. El mundo popular en su fe es muy desvalorado, pero frente a la muerte se palpa un punto esencial de su sensibilidad y que mejor poder rescatar y valorar su exterioridad y entender por qué lo hacen y qué significa para ellos, esto sin lugar a dudas proporcionará el estar cerca de ellos y entenderlos aún más. Cuando ya se reconoce que se debe hacer un acompañamiento y se puede hacer un acercamiento a ellos, a los que han sufrido una pérdida, es necesario que dentro de los procesos de duelo exista un compromiso por parte de un ministro o de un acompañante espiritual, que viva con cada fiel o familia las etapas que se presentan en relación a los difuntos, entendiendo que no solo es necesario la compañía en el momento del funeral, sino que en medio de un mundo de veneración reflejada en los cementerios, se pueden realizar procesos de restauración en los casos que así lo necesiten.

l reconocimiento de esta realidad del culto a los muertos que vive el mundo popular católico con todas sus demostraciones y posibles sentimientos, va a permitir que las realidades del duelo sean más claras por parte de los fieles. En muchos de los casos estas tendencias frente al culto a los muertos del mundo popular no son entendidas por la teología misma, ni mucho menos por el campo pastoral; entonces, en repetidas circunstancias, no se conoce la forma más efectiva de acompañar este dolor, este sin sentido, y también esas certezas de una vida futura. El hecho de reconocer y valorar todo lo que rodea al culto y sobre todo entenderlo, va a permitir que en primera instancia un teólogo tenga la capacidad de entrarse en este misterio de la “fe doméstica”, fe del diario vivir, y comprenda por qué las familias y demás viven así su duelo, permitiendo así un refuerzo a la vida eclesial, trayendo una presencia efectiva en este momento crucial de la vida de las familias.

No hay duda que quienes son las protagonistas del culto a los muertos son las mujeres, en ellas debe existir una mayor atención, porque se experimenta un abandono por parte de la sociedad en este asunto. En las mujeres se puede establecer el cimiento de una sanación interior alrededor de sus familias, con una posibilidad de crear nuevas pastorales que acudan en ayuda de estos momentos, no se conocen en el mundo muchas opciones eclesiales para acompañar los duelos y la Iglesia podría generar estos grupos, igual de importantes a la catequesis o a los ministerios parroquiales. Las mujeres son el inicio y las mejores herramientas para acompañar a toda una comunidad que diariamente se enfrentan a la muerte. Ellas son el mejor camino para entender qué significa la muerte para el pueblo popular, reconociendo su empeño y sensibilidad ante la situación y se puede construir el cimiento que inicie un proceso sanador. Por último, el culto a los muertos en el mundo popular está bastante protagonizado por las muertes violentas y allí se reconoce un espacio vital de ayuda, porque este tipo de muertes traen consigo un gran número de realidades a la sociedad como el rechazo y la indiferencia, afectando así los núcleos familiares de estos difuntos. El hecho de estar tan cerca de este tipo de tragedias, el conocer los sentimientos de los más cercanos, el ver cómo quedaron muchas cosas por vivir y decirse, y que sean plasmadas en las tumbas de estos seres, ayuda eficazmente a entender la problemática de una sociedad, la indiferencia por cada caso y saber que muchas realidades han quedado en el aire, que al parecer se ha regresado a la época judía en donde existía una gran diferencia entre los entierros de criminales y los héroes. Así pues, se reconoce este espacio como un elemento fundamental para custodiar a todos los que no han entendido y asimilado estas ausencias y lograr de alguna forma consolar estas realidades.

https://desdelafe.mx/noticias/sabias-que/por-que-octubre-es-el-mes-del-rosario/

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EL EVANGELIO DEL DOMINGO

Por: Pastoral Bíblica | Con el apoyo del Pbro. Hernán Darío Cardona S.D.B

Primera Lectura: Apocalipsis 7. 2-4.9-14 Salmo 24: “Este el grupo que viene a tu presencia, Señor” Segunda Lectura: Primera carta del apóstol San Juan 3, 1-3 Evangelio: San Mateo 5, 1-12

DOMINGO 1 DE NOVIEMBRE

TRIGÉSIMO PRIMER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO “Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios” Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros. Palabra del Señor

PAUTAS DE REFLEXIÓN ¿Quiénes son los "pobres de corazón o en el espíritu"? Tal vez nos ayuda a dar la respuesta el relato lucano del fariseo y el publicano que fueron a orar al mismo tiempo en el templo. El fariseo, aunque virtuoso, no acoge la salvación de Dios porque su corazón está lleno de sí mismo y su oración es un mirarse a sí mismo; el publicano, por el contrario, se reconoció pecador, pero él se volvió a Dios, esperó de Él la salvación y fue justificado. A quienes son como el publicano, se le asegura la respuesta a su petición, porque Dios no se esconde de quien lo solicita. Quienes buscan a Dios con todo su corazón, son los "puros" en el sentido de un corazón preocupado solo por buscar a Dios. Una forma de leer las Bienaventuranzas consiste en míralas como los múltiples caminos del Reino; cada uno acoge el Reino y contribuye a su construcción con sus pequeños medios. Jesús mira a la multitud… Miren, dice a los discípulos, allí hay pobres… gente tranquila…, afligidos…, hambrientos y sedientos de justicia…, gente que

compadece…, de corazón puro… artífices de la paz…, perseguidos… estos rostros no corresponden a la felicidad, a ese ser bienaventurado, así como de ordinario se lo imagina la sociedad. Pero quienes viven estas situaciones y las asumen, dice Jesús, están muy bien ubicados dentro del Reino. El horizonte de la existencia humana es la venida del Reino de Dios: nuestros caminos de humildad y servicio llevan allí (ver, 1Cor. 1,31). A propósito de quienes lloran, según Ez 9,4, el día del juicio, ellos, por haber llorado, serán salvados: ¡“Bienaventurados”! Estamos en el marco del anuncio del Reino, y este evangelio es para quienes lo esperan de todo corazón. Cada frase del texto comienza con la palabra griega ¡“Makarios!” (Bienaventurado, feliz, dichoso…) una palabra frecuente en la Biblia; suena siempre como un cumplimiento: ¡“En marcha!” ¡“Adelante!”, “tú has partido bien. El Reino se acerca”. Esta es una excelente propuesta para apostarle a la santidad en esta solemnidad de todos los santos.

PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL 1. ¿Qué es ser “santo”, según el texto? 2. ¿Qué camino me sugieren las Bienaventuranzas? 3. ¿La santidad es una prioridad en mi vida?

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Por: Pastoral Bíblica | Con el apoyo del Pbro. Hernán Darío Cardona S.D.B

EL EVANGELIO DEL DOMINGO

Primera Lectura: Sabiduría 6, 12-16 Salmo 63: “Mi alma está sedienta de ti, Dios mío” Segunda Lectura: Primera carta de san Pablo a los Tesalonicenses 4, 13-18 Evangelio: San Mateo 25, 1-13

DOMINGO 8 DE NOVIEMBRE

TRIGÉSIMO SEGUNDO DOMIGO DEL TIEMPO ORDINARIO “Estén en vela y preparados” En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: — «Se parecerá el Reino de los Cielos a diez muchachas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al novio. Cinco de ellas eran necias y cinco prudentes. Las necias, al tomar las lámparas, no se proveyeron de aceite; en cambio, las prudentes llevaron consigo frascos de aceite con las lámparas. El novio tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A media noche se oyó una voz: “¡Ya viene el novio, salgan a recibirlo!”. Entonces se despertaron todas aquellas muchachas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las prudentes: “Dennos un poco de su aceite porque nuestras lámparas se están apagando”.

Pero las prudentes contestaron: “No, porque no va a alcanzar para ustedes y para nosotras, mejor es que vayan a la tienda y lo compren”. Mientras iban a comprarlo, llegó el novio, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y sé cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras muchachas, diciendo: “Señor, Señor, ábrenos”. Pero él respondió: “Les aseguro que no las conozco”. Por tanto, estén preparados, porque no saben ni el día ni la hora». Palabra del Señor

PAUTAS DE REFLEXIÓN Según el relato de la parábola, el esposo tarda en venir y la gente se duerme, tanto las jóvenes prudentes como las imprudentes. Aquí no se reprocha el sueño, por eso la palabra del final “Vigilen” no prohíbe dormir. El esposo llega y lo conocen enseguida; las precavidas entran en la sala y las insensatas ven cerrarse las puertas con aquella frase dura o triste: “No las conozco”, les dice el esposo. Y la conclusión: “Por tanto, vigilen porque no saben ni el día ni la hora”. Jesús ya trató un argumento similar en otra parábola, las dos casas: una, construida sobre roca y la otra sobre arena: “Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos”… Una de las dos resistió y la otra se derrumbó. Hasta aquí no hay nada sorprendente, pero Jesús explica: quien construyó sobre la roca es “Quien entiende las palabras y las pone en práctica…” ¿Cuáles son esas palabras? Estamos en Mt 7 y unas líneas antes se lee: “No basta con decir ‘Señor, Señor’ para entrar en el reino de los cielos; es necesario hacer la voluntad de mi Padre que

está en los cielos. Muchos me dirán: ‘Señor, Señor’. ¿En nombre tuyo no profetizamos? ¿En tu nombre no expulsamos los demonios? ¿En tu nombre no hicimos milagros? Y yo les diré: ‘Jamás los he conocido; aléjense de mí, pues cometieron la iniquidad” (Mt 7,21-27). “No los conozco porque han cometido la iniquidad”. En otras palabras, “ustedes hacen cosas muy bellas (profecías, milagros…) pero no aman a sus hermanos”. Aquí, en la parábola de las diez doncellas, es igual: “Yo no las conozco, ustedes no son la luz del mundo… están llamadas a serlo, pero no hay aceite en sus lámparas”. Las dos veces, Jesús emplea una fórmula idéntica “No los/las conozco”. No es un veredicto sin apelación, es una triste constatación: “Todavía no los/las conozco”, “Aún no están a punto para el Reino, no están listas para la fiesta”. “No los/las reconozco”: no obran como yo…, no están en comunión conmigo. “Vigilar” es amar como Él. Esta semejanza de amor es un regalo. Vigilar es estar siempre listo para recibir el don.

PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL 1. ¿Demoro mi respuesta al llamado de Dios? 2. ¿Con cuál aceite se alimenta la lámpara de mi vida? 3. ¿En cuál grupo de doncellas podría ubicar mi vida de fe?

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EL EVANGELIO DEL DOMINGO

Por: Pastoral Bíblica | Con el apoyo del Pbro. Hernán Darío Cardona S.D.B

Primera Lectura: Libro de los Proverbios 31. 10-13.19-20.30-31 Salmo 128: “Dichosos los que temen al Señor” Segunda Lectura: Primera carta a los Tesalonicenses 1, 5-6 Evangelio: San Mateo 25, 14-30

DOMINGO 15 DE NOVIEMBRE

TRIGÉSIMO TERCER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO “Permanezcan en mí y yo en ustedes” En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: — «Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó. El que recibió cinco talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: “Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco”. Su señor le dijo: “Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor”. Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo:

“Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos”. Su señor le dijo: “Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor”. Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo: “Señor, sabía que eres exigente, que cosechas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder mi talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo”. El señor le respondió: “Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Con que sabías que cosecho donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quítenle el talento y dénselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil échenlo fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes”». Palabra del Señor

PAUTAS DE REFLEXIÓN Dios, junto con el don de la vida, ha dado a cada cual ciertos talentos. Entendemos por talentos dones, cualidades, capacidades que podemos desarrollar a lo largo de nuestra vida. Son como semillas que debemos hacer germinar y fructificar con inteligencia, con un trabajo paciente y esforzado, en cooperación con la gracia divina y según el Plan que Dios nos vaya mostrando.

parábola de los talentos nos recuerda en primer lugar que los talentos nos vienen de Dios y que nosotros solo podemos entendernos como administradores de los mismos. Por tanto, no debemos buscar “apropiarnos” de ellos para buscar exclusivamente nuestro propio beneficio o para hinchar nuestro orgullo y vanidad, sino que hemos de buscar desarrollarlos según el Plan de Dios para el beneficio en primer lugar de aquellos Inmediatamente se nos viene esta pregunta a la que nos rodean y también de toda la sociedad. Los mente: ¿cuáles y cuántos son mis talentos? Para talentos que cada uno posee tienen, sin duda, una ello es necesario conocerse bien uno mismo, dimensión social fundamental. iluminado por la luz de Cristo. Por otro lado, hay muchos que se menosprecian Ahora bien, muchas personas descubren sus de tal modo que terminan creyendo que nada talentos desde pequeños y aprenden a tienen de valioso. Viven comparándose con desarrollarlos. Pero, ¿los usan para el bien, y los personas exitosas, envidiando tal o cual talento, usan para el bien común? ¿O se valen de ellos para convencidos de que ellos mismos no tienen alimentar su vanidad y su soberbia, para obtener ningún talento o la capacidad para desarrollarlos. poder, riquezas y placeres que no miran a dar Son los que terminan enterrando sus talentos. gloria a Dios, sino tan solo a sí mismos?. La

PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL 1. ¿Considero mi vida como un regalo de Dios? 2. ¿Cuántos talentos considero que Dios me ha dado? 3. ¿Con cuál de los empleados podrías identificar tu respuesta al Señor?

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Por: Pastoral Bíblica | Con el apoyo del Pbro. Hernán Darío Cardona S.D.B

EL EVANGELIO DEL DOMINGO

Primera Lectura: Libro del Profeta Ezequiel 34, 11-12.15-17 Salmo 23: “El Señor es mi Pastor, nada me falta” Segunda Lectura: Primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 15, 26-28 Evangelio: San Mateo 25, 31-46

DOMINGO 22 DE NOVIEMBRE

TRIGÉSIMO CUARTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO SOLEMNIDAD DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO “Se sentará en su trono de Gloria” En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: — «Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con Él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante Él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: “Vengan ustedes, benditos de mi Padre; hereden el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y ustedes me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, fui forastero y me dieron hospedaje, estuve desnudo y ustedes me vistieron, enfermo y me visitaron, estuve en la cárcel y vinieron a verme”. Entonces los justos le contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?”.

Y el rey les dirá: “Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, conmigo lo hicieron”. Y entonces dirá a los de su izquierda: “Apártense de mí, malditos, váyanse al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y ustedes no me dieron de comer, tuve sed y no me dieron de beber, fui forastero y no me hospedaron, estuve desnudo y ustedes no me vistieron, enfermo y en la cárcel y no me visitaron”. Entonces éstos también contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?”. Y él entonces les responderá: “Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo”. Y éstos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna». Palabra del Señor

PAUTAS DE REFLEXIÓN El recurso al pastor responsable de la separación, tiene detrás la imagen de Dios y de Jesús como los únicos pastores responsables y justos. La exégesis no logra unanimidad para explicar la separación entre cabras y ovejas, para algunos se trata de los cabritos tiernos destinados a la matanza, los cuales son separados del resto del rebaño; para otros, el pastor separa a los machos cabríos (no dan leche) de las hembras para ordeñarlas y aprovechar su leche y los derivados. Para unos, los cabritos precisan más calor, por eso son aislados. La expresión “rey” remarca la majestad del Hijo del hombre y prepara el contraste de la epifanía del rey en los “más pequeños”. Participar del Reino preparado para los justos, equivale a releer con sentido pleno la promesa del Padre: la comunión plena con él en su Hijo Jesús. A partir del versículo 35 comienza el diálogo del juicio. Las afirmaciones y las preguntas están formuladas en el tiempo griego ‘aoristo’, es decir, acciones sucedidas cuyo efecto se percibe en la vida presente de los lectores.

El texto, en el versículo 46, concluye de manera lacónica, pues el énfasis no está en el futuro, sino en la historia de ayer y de hoy, de acuerdo con las opciones adoptadas: la vida es el resultado de la sentencia del juez universal (Jesús). En síntesis, el tiempo de las decisiones y de las advertencias ya pasó; el juicio universal es cierto; el juez del mundo, Jesús, se pronuncia y cuando él habla, estamos, en esta historia, delante del resultado final. Desde otra perspectiva hay una claridad: “Al atardecer de la vida seremos juzgados sobre el amor”, dice san Juan de la Cruz. Y el amor se verifica en sus motivos internos. El miedo al juicio final se matiza con la imagen del pastor, quien representa siempre cuidado, atención y amor con su rebaño. La separación del rey con actitud de pastor es una invitación para revisar nuestra elección. El criterio nuclear es el amor: “Cuanto hicieron a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicieron” (v. 40; en forma negativa en el v. 45).

PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL 1. ¿Qué significa para mí el juicio final? 2. ¿Me confronto con Dios Padre desde el amor o desde el temor? 3. ¿Amo y sirvo a los pequeños, a los humildes, a los sencillos y a los marginados?

11 | Evangelizar


EL EVANGELIO DEL DOMINGO

Por: Pastoral Bíblica | Con el apoyo del Pbro. Hernán Darío Cardona S.D.B

Primera Lectura: Libro del libro del profeta Isaías 63, 16-17.19; 64, 2-7 Salmo 79: “Señor, Dios nuestro, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve” Segunda Lectura: Primera carta del apóstol San Pablo a los Colosenses 1, 3-9 Evangelio: San Mateo 13, 33-37

DOMINGO 29 DE NOVIEMBRE

PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO “Ojalá rasgases el cielo y bajases” En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Estén despiertos y vigilantes: pues no saben ustedes cuándo llegará el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejó su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que vigilara. Estén atentos, pues no saben cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a media noche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y los encuentre dormidos. Lo que les digo a ustedes se lo digo a todos: ¡estén vigilantes!»

Palabra del Señor

PAUTAS DE REFLEXIÓN Este domingo comenzamos la lectura de san Marcos, la cual se prolongará a lo largo del nuevo año litúrgico. El pasaje de hoy concierne a la conclusión de un anuncio de Jesús; aquí los discípulos son invitados a perseverar en la espera de su venida. La “venida” del Señor (en griego “parusía”) identifica el “retorno” del Señor. Como el retorno de un dueño de casa, quien se fue de viaje después de confiarle a sus servidores diversos encargos. Las parábolas se centran en la venida. El pasaje le da importancia a la espera nocturna. La asamblea dominical de la primitiva Iglesia duraba la noche entera, esperaban el alba del primer día de la semana, el día del Señor (el “dies dominica”). Los cristianos, al esperar la venida de Jesús, el Señor resucitado, vivían con mayor intensidad, siempre estaban en tiempo de

Adviento. Pero la “vigilia” tiene un gran valor espiritual, no es un paliativo para olvidarse de los miedos o los desvelos de cada día. Al contrario, la noche representa el tiempo de la crisis por la soledad, reaviva los temores y las angustias. Este tiempo de Adviento nos abre las puertas a la espera, a la alegría, a la vivencia de la esperanza, porque nuestra vida y la opción de fe allí sembrada han nacido en Dios y queremos llegar en la plenitud de nuestra existencia a esa meta de la comunión colmada con la Trinidad. Este tiempo de la liturgia nos mueve a una adecuada preparación para celebrar con el mayor sentido esta significativa realidad: Dios se hizo en su Hijo Jesús humanidad, hombre débil y frágil como uno de nosotros, pero sin pecado.

PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL 1. ¿Soy vigilante a la manera de Jesús? 2. ¿Acepto la invitación del Maestro a la oración continua? 3. ¿Cómo voy a vivir este nuevo tiempo de Adviento?

12 | Noviembre


Por: Pbro. Sergio Urrego Marulanda | Delegado de infancia y juventud

Santos

REALISTAS

Los santos dudaron de la fe, sufrieron depresión, se cansaron de sus vidas, renegaron de sus circunstancias, huyeron de sus responsabilidades, cuestionaron la voluntad de Dios, alguna vez no aceptaron sus palabras, muchas veces se desesperaron de lo que les sucedía, faltaron a la caridad, fueron egoístas y tacaños, vanidosos y desagradecidos, llevados por sus pasiones y traicioneros, fueron infelices en largos periodos de sus vidas, despreciaron lo que tenían y en medio de luchas y tropiezos se levantaron una y otra vez, hasta que la muerte los alcanzó, con la satisfacción de nunca haberse rendido del todo. La vida del cristiano es también una vida de pecado, pues este nunca se retira totalmente, es una realidad que se convierte en escuela de formación de la conciencia y la voluntad. Los más moralistas aun hoy se escandalizan con el pecado de la humanidad, los más laxos se acostumbran a vivir con él sin ya cuestionarse demasiado, los más realistas comprenden que el cristiano, que el ser humano, “del todo, del todo” no será perfecto.

PASTORAL JUVENIL

«Ciertamente nosotros trabajamos también, pero no hacemos más que trabajar con Dios que trabaja. Porque su misericordia se nos adelantó para que fuésemos curados; nos sigue todavía para que, una vez sanados, seamos vivificados; se nos adelanta para que seamos llamados, nos sigue para que seamos glorificados; se nos adelanta para que vivamos según la piedad, nos sigue para que vivamos por siempre con Dios, pues sin él no podemos hacer nada» (San Agustín, De natura et gratia, 31, 35). La juventud católica mundial cuenta ahora con un nuevo ejemplo de santidad en el Beato Carlo Acutis. Es emocionante saber que un adolescente sea venerado como el joven santo de la era digital, una figura tan necesaria para nuestra cultura virtual llena de referentes de vida vacíos e impersonales. Qué bueno contar con Santos actuales, personas que vivieron en medio de nuestra cultura, que conocieron nuestra forma de vida y que en medio de ella optaron por Dios y su mensaje; pero también es necesario liberar a esos santos de esa inmunidad a la que los sometemos con nuestra forma dulzona y sentimental de comprender lo que es la santidad. Aquellos a quienes veneramos como santos son personas que experimentaron la miseria del pecado y la nobleza de la gracia, y en medio de todo ello, se decidieron una y otra vez por volver al Señor.

Es bueno recordar la santidad a la que somos invitados como el ideal de vida del cristiano, como la meta de todos nuestros esfuerzos, como la condición definitiva de la vida eterna, pero también es bueno asumir con realismo optimista nuestra fragilidad permanente mientras vivimos. La construcción de la santidad es un trabajo entre Dios y el hombre.

Recordemos siempre esta gran enseñanza de la santidad realista: “Pase lo que pase en tu vida, sea lo que sea, no te olvides cada noche de volver a los pies del Señor”.

El catecismo de la iglesia católica nos enseña en el numeral 2001:

Ruega por nuestros jóvenes.

Beato Carlo Acutis,

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PASTORAL SACERDOTAL

Por: Pbro. John Alexander Gómez Gómez Formador del Seminario Nacional Cristo Sacerdote

LA VIDA NO TERMINA, SE TRANSFORMA Uno de los acontecimientos de la existencia humana más difícil de afrontar es la muerte. El hombre, a lo largo de la historia, independientemente de su religión, creencia o cultura se ha preguntado ¿qué es la muerte? En muchas ocasiones, la respuesta a esta pregunta ha sido el silencio. Los “filósofos de la sospecha” (Marx, Nietzsche y Freud), como los llama el filósofo francés Paul Ricoeur, coinciden convencidos de su ateísmo, en la ausencia de Dios y la negación de la trascendencia del ser. Estas posturas han sido acogidas por muchas personas, que incluso en algún momento fueron creyentes, causando en muchas ocasiones una visión pesimista de la muerte. Sin embargo, cuando el misterio de la muerte nos toca de cerca, al tener la experiencia de ver partir a una persona que amamos, como, en mi caso, un sacerdote con sed de eternidad, ¿qué podemos decir? Vienen a mi memoria las hermosas palabras del prefacio I de los difuntos, que tantas veces he leído del ritual de exequias, pero pocas veces he meditado:

Cuando muere un sacerdote, ni siquiera la muerte destruye su identidad de consagrado, pues en la transformación total de su ser hay una marca indeleble, gracias a la unción ontológica desde el día de su ordenación. San Pablo nos exhorta en ICor15, 53: “porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad”. Para nosotros la eternidad no puede ser un mito, sino una certeza que le da sentido a nuestra vida. Benedicto XVI decía: el que tiene razones para morir, tiene razones para vivir”. Cada vez que celebramos la Eucaristía, oramos unidos a toda la Iglesia con fe y esperanza en el “Memento Defunctis”: “Acuérdate, Señor, de tus hijos N. N. que nos han precedido en el signo de la fe y duermen el sueño de la paz. A ellos, Señor, y a cuantos descansan en Cristo, te rogamos les concedas el lugar del consuelo, de la luz y de la paz”.

“En Él brilla la esperanza de nuestra feliz resurrección; y así, a quienes la certeza de morir nos entristece, nos consuela la promesa de la futura inmortalidad. Porque para los que creemos en ti, la vida no termina, sino que se transforma, y al deshacerse esta morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el cielo”.

Hagamos memoria de aquellos Sacerdotes que hicieron parte de nuestra vida, quienes fueron nuestros promotores vocacionales, nuestros benefactores, nuestros guías espirituales y amigos leales en los momentos difíciles, de aquellos que nos comunicaron la gracia divina a través de los sacramentos, de aquellos que tanto bien hicieron por la Iglesia, por la diócesis y por las comunidades e instituciones donde ejercieron su ministerio como una ofrenda de amor agradable al Padre.

Debemos confesar que no somos hombres para la muerte, destinados al sin sentido de la vida y arrojados a una existencia vacía. Debemos tener clara cuál es la meta a la que anhelamos llegar: “La casa del Padre”. Nos dice San Agustín: “en el corazón de todo hombre hay sed de eternidad y un vacío que solo puede llenar Dios” (Cfr. Las confesiones libro I).

No les abandonemos en el flagelo del olvido, como un árbol, que entre muchos caen en el bosque y nadie se da cuenta. Agradezcamos a Dios por sus vidas y tengamos el compromiso de orar por ellos, pues “la gratitud es la memoria del corazón que se expresa en una oración”.

14 | Noviembre


Por: Pastoral Familiar

PASTORAL FAMILIAR

El amor no se irrita, no se desmorona con los pequeños errores Hoy, como sociedad, nos encontramos ante un panorama social enfocado en el individualismo, en el que el interés individual es colocado por encima de cualquier interés; es un reto inmenso ser pareja en una sociedad que reclama el peso de los valores individuales por encima del ser dos, el tener un encuentro íntimo en el que no se hablen de sueños y proyectos particulares, sino de sueños y proyectos comunes en los que yo me convierto en el punto de apoyo del otro. Nos dedicamos como padres a enseñar a nuestros hijos la importancia de reconocerse a sí mismos como seres valiosos e importantes, pero qué valioso sería si junto a esa lección les enseñamos que son seres profundamente humanos, que tienen diversas emociones y que parte de ese darse valor es validar también el propio sentir, expresando de forma manifiesta el enojo, la tristeza, la decepción, la alegría o los múltiples sentimientos propios de la emoción humana. La autosuficiencia está creando una coraza de orgullo que enceguece y sesga los ideales propios y de los que nos rodean, convirtiéndose en uno de los enemigos más silenciosos que destruyen el amor. Cuando se da paso en la educación de los hijos, a la formación y el reconocimiento de la humildad, se blinda de cierta manera el amor. El abajarse, el darse a conocer tal cual, con un corazón que reconoce lo que hay en el interior y de lo que se adolece, crea una actitud de renacimiento, que es, a su vez, el permanecer firmes, con auténtico y verdadero amor que no se desmorona.

De los pequeños detalles se compone lo que en la existencia humana podemos considerar como lo más grande. De las afrentas pequeñas consigo mismo o con los demás, se formará lo que en realidad se puede considerar un proyecto de amor estable y duradero, así como describe el pasaje del evangelio, “se construye sobre la roca” (Cfr. MT 7,24-27). El ideal profundo de proyección del amor debe consistir en cuidar lo mínimo, para constituir lo más grande; las bases del amor deben soportar lo más pequeño. Se trata de crear una coraza, pero una coraza que no es impermeable; por el contrario, una coraza en el amor que soporta, que le hace frente a las pequeñas situaciones, que terminan por consolidarse por las más grandes. El amor no se desmorona por los pequeños errores, no se irrita, porque el amor siempre conserva su esencia, no envejece y siempre es actual, soporta el paso del tiempo y construye la vida, la actualiza, le da sentido. Ser cuidadoso de lo más pequeño, de lo más mínimo, es ser cuidadoso del amor, de ese gran proyecto que Dios ha instituido en medio de la humanidad. El paso del tiempo no sesga en momento alguno la real hermosura de esta trascendental realidad que nos mueve, que se convierte en la esencia, para seguir haciendo presente el verdadero y auténtico amor en la actualidad que no se desmorona por los pequeños errores.

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PASTORAL SOCIAL

Por: Teresa Gómez Duque - Facilitadora Vida Justicia y Paz.

LA ACOGIDA AMOROSA DE DIOS “Dense prisa, traigan el mejor vestido y vístanlo” Lucas 25,22. esús siempre nos ha mostrado la acogida amorosa del padre, ese padre que en su amor incondicional, verdadero y sincero es capaz, a través de sus actos de mostrarnos su grandeza, de mostrarnos un corazón siempre dispuesto a la entrega desinteresada, abierto a reconocer la humanidad y los actos de bondad. Cuando nos acercamos al espacio cotidiano del otro, nos acercamos a su humanidad, nos acercamos a reconocer en él, el rostro del padre, ese que es capaz de entrar en comunión, de vivenciar con el otro la experiencia amorosa; tendríamos que preguntarnos qué tan amorosa es nuestra acogida con el hermano y aquí viene el interrogante frente al concepto de hermandad, si lo ponemos desde la experiencia cristiana, podemos decir que todos somos hermanos en la fe, es decir, desde la fe estamos haciendo referencia a otro, que puede ser muy diferente a mí, otro con el que no comparto una forma de pensar, otro que puedo incluso considerar mi “enemigo” es decir, otro que considero está en la otra orilla, una orilla lejana y distante.

16 | Noviembre

El reto es este, abrazar la diferencia del hermano y encontrar en esa diferencia una riqueza, una oportunidad para crecer juntos y así dar respuesta a la crisis social y humanitaria que vive nuestro país, pues la falta de amor en las relaciones es una situación que nubla nuestra existencia, nuestra creencia, nuestra fe, que nos hace perder la esperanza, que nos hace dudar de la existencia de Dios en nuestra vida y en la vida de tantos hermanos, nos alejan de ese propósito fundamental de vivir en fraternidad. Imaginemos una comunidad y una sociedad capaz de respetar, capaz de escuchar y acoger amorosamente la diferencia para convertirla en escenarios de construcción colectiva, capaz de condolerse con las pérdidas, con el dolor, es decir, con el sentir de una sociedad que se derrumba, capaz de ser consciente y coherente, capaz de dejarse tocar y transformar verdaderamente por el amor misericordioso y compasivo que todo lo puede, todo lo espera, todo lo alcanza. Lograr ese reto requiere que como sociedad y seres humanos deconstruyamos esas relaciones basadas en el autoritarismo y validadas por nuestros modelos y sistemas económicos, sociales y culturales que no tienen en cuenta esa dignidad de la que hablamos. Desde los derechos humanos y desde nuestra fe, debemos empezar las transformaciones necesarias que requieren de nuestro compromiso y accionar permanente para ser promotores de esa acogida amorosa del padre, ya que somos su representación en la tierra.


Parte 8

Por: Mons. Gilberto Muñoz Ospina

ANÁLISIS DE LA REALIDAD

EL TRABAJO: DON Y OBRA DE DIOS DONADO AL SER HUMANO En la Doctrina Social de la Iglesia Católica Durante siglos, el mensaje de la Iglesia se dirigía a una sociedad de tipo agrícola, caracterizada por ritmos regulares y cíclicos; ahora había que anunciar y vivir el Evangelio en acontecimientos de una sociedad más dinámica. La Iglesia se situaba cada vez más en la cuestión obrera, es decir, el problema de la explotación de los trabajadores, producto de la nueva organización industrial del trabajo de matriz capitalista. En este horizonte histórico se colocan las reflexiones y las advertencias de la encíclica “Rerum novarum” de León XIII.

“La justicia exige que el trabajo sea el ejercicio y adquisición de aquellas cosas que son necesarias para los varios usos de la vida personal y social y, principalmente, para la conservación propia y de todos. Por eso “Con el sudor de tu rostro comerás el pan” (Gen 3,19). El trabajo es inherente a las personas, porque aquel que trabaja lo hace para su utilidad y de los demás, porque el trabajo necesita del ser humano para sustentar la vida y obedecer forzosamente al querer de Dios” (R.N. 63).

El Papa tiene claridad al exigir a los obispos su cuidado con los trabajadores y su apoyo posible: “Vemos que se reúnen en entidades, congresos, autoridades municipales con seres humanos excelentes, para comunicar sus pensamientos, dedicar sus fuerzas y lograr con su trabajo lo que más conviene. Por eso los Obispos denles ánimo y extiendan a ellos su protección; también muchos del clero tratan de suministrar a los preocupados por el progreso, suministrándoles cuanto a la cultura del alma pertenece” (R.N.73)

Los estados, en razón a la justicia, tienen que consolidar numerosas iniciativas de alto nivel civil: uniones y centros de estudios sociales, asociaciones, sociedades obreras, sindicatos, cooperativas, bancos rurales, aseguradoras, obras de asistencia. Todo esto da un notable impulso a la legislación laboral en orden a la protección de los obreros, sobre todo de los niños y de las mujeres; a la instrucción y a la mejora de los salarios y de la higiene.

“Todos fácilmente entienden que la causa principal de emplear su trabajo, los que se ocupan en algún arte lucrativo y el fin que próximamente mira el operario, son estos: poseer alguna cosa y poseerla como propia con derecho propio y personal; pero presta a otros sus fuerzas y su trabajo, con el fin de alcanzar lo necesario para vivir y sustentarse y con el trabajo pone de su parte un derecho verdadero y perfecto, no solo para exigir un salario, sino para que todos hagan el uso que quisieren del arte lucrativo” (R.N. 12). “Por lo demás, aún después de poseer por el trabajo, no cesa la tierra de servir a la utilidad común, pues no hay mortal alguno que no se sustente de lo que produce la tierra. Los que carecen de capital lo suplen con su trabajo y colaboran con los demás” (R.N. 17)

“La autoridad tiene el deber de tener cuidado conveniente del bienestar y provecho de todos los trabajadores, pero especialmente de la clase proletaria; de lo contrario, violará la justicia que manda dar a cada uno sus provechos. Los gobernantes deben tener mucho bien del pueblo, proteger las clases sociales por igual, guardando inviolablemente la justicia llamada distributiva” (R.N. 53). la Iglesia no ha dejado de considerar los problemas del trabajo como parte de una cuestión social que ha adquirido progresivamente dimensiones mundiales: “Lo que puede trabajar y soportar un hombre de edad adulto, es inicuo exigirlo a los niños o a una mujer casera. Los niños no pueden ser atraídos por la fábrica o taller antes que la edad haya fortalecido suficientemente su cuerpo, sus facultades intelectuales y su alma. Y dependerá de la formación que haya recibido” (R.N.62).

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ANIMACIÓN MISIONERA

Por: Seminarista Ángel de Jesús Díaz Viaña

EL HOY DE LA MISIÓN DE LA IGLESIA, EN EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA Hablar de Misión es hablar del amor que Dios tiene para con cada una de sus creaturas, y hablar del sacramento de la penitencia es hacer patente ese amor de Dios en los frágiles, débiles, y los que con frecuencia caen en pecado; es decir, todos nosotros. Si el sacramento del Bautismo, que meditamos el año pasado, hacía referencia al acontecimiento histórico salvífico de la regeneración del hombre, el sacramento de la reconciliación y la penitencia tiene como objeto al hombre en su indigencia terrena, su historia, su pecado y la sanación de este y las consecuencias que acarrean en la persona. No cabe duda de que lo que Dios desde el principio creó sano y bueno, se ha visto corrompido por el pecado del hombre y, por tanto, esta realidad debe sanarse nuevamente por la obra salvífica de Cristo en todos los aspectos de la realidad humana; este sacramento nos permite descubrir la sanación física, pero, también, la espiritual de la persona. Por eso, todo sacerdote tiene la misión de acompañar y asistir a los fieles cada vez estos se acerquen a pedirlo, y los fieles tiene la misión de buscarlo cada que sea necesario. Todos estamos llamados a comprender que la salvación no es algo ya dado, sino una meta a la que hay que tender; de esta manera podemos ver el sacramento como un don de Dios que salva, que renueva y purifica. Todo esto lo experimentaron santos como Teresita del niño Jesús, patrona de las Misiones, quien en medio del silencio de la oración pudo comprender la infinitud del amor de Dios para con todos aquellos que lo buscan; de igual manera, el tan venerable y recordado san Francisco de Asís, quien después de andar y recorrer el mundo se sintió atraído por el misterio insondable de la grandeza de Dios, que lo llevo a dejarlo todo, para entregarse del todo a los pobres y necesitados. No cabe duda que como Iglesia hace falta en el hoy del hombre volver actual esa realidad de la penitencia, y para poder entender correctamente este sacramento por el cambio que ha experimentado el concepto de pecado desde la historia de la revelación hasta hoy, hay que descubrir que

desde el Antiguo testamento se percibe la realidad del pecado como algo que desagrada a Dios, y de igual forma en el Nuevo testamento Jesus deja claro que solo por medio de él, el Señor nos da el perdón de los pecados, porque ni siquiera los sacrificios expiatorios del A.T. concedían el perdón, por eso se comprende a Jesús como el cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Esta realidad se convierte en un reto: hacerle ver al fiel de hoy que la sociedad en la que se desenvuelve actualmente, por medio de ideologías, e intereses económicos, políticos, sociales, y religiosos, lo ha envuelto en una cultura laicista, permisiva, relativista en todos los aspectos morares y espirituales, situación con la cual el hombre convive y le es difícil salir de esa realidad, porque de cierta forma se acomoda en ella. Surge pues entonces la pregunta ¿de qué manera la Iglesia, misionera por excelencia, puede devolverle al hombre la mirada hacia este sacramento? Uno de los puntos que nos ayudarían a dar respuesta a este interrogante lo encontramos en el aspecto Teológico del sacramento, porque se puede comprender su estructura Eclesiológica: el hombre pecador es miembro de una comunidad humana pecadora; haciéndole ver que el pecado debilita la comunidad. Otro aspecto teológico es la estructura Escatológica: le permite al hombre experimentar el juicio, pero también la gracia salvadora de Dios, su eficacia radica en la muerte de Cristo, este sacramento nos anticipa al juicio final. Por último, el sacramento de la penitencia es el modo ordinario de obtener el perdón de los pecados, la reconciliación con Dios, con la Iglesia, con los hermanos, consigo mismo y con la creación; por lo tanto, el Hombre está siempre llamado a volver su mirada a Dios por medio de los sacramentos. Sigamos anunciando la misericordia de Dios que trae para nosotros nuestra Iglesia, a través del Sacramento de la Penitencia y Reconciliación.

18 | Noviembre


“Así, en la «medicina de la penitencia», la experiencia del pecado no degenera en desesperación, sino que encuentra el amor que perdona y transforma. Sintamos la nostalgia del abrazo del Padre… Dios nos espera para ofrecer a cada uno, que somos sus hijos, el don de la plena reconciliación y de la alegría”.


Jn. 11, 25


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