Una Escuela al Servicio de Dios

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Vicariato Apostólico del Chaco Alto Paraguay _______________________________________________________

Monseñor Edmundo Valenzuela Vicario Apostólico del Chaco UNA ESCUELA AL SERVICIO DE DIOS, DE LA IGLESIA Y DE LA SOCIEDAD PARAGUAYA

ESCUELA MONS. ALEJO OBELAR, EN SUS 25 AÑOS DE FUNDACIÓN

En sus humildes orígenes ya se encontraba una semilla potente del árbol que crecería y llegaría a cobijar a muchas aves del cielo. Esa semilla es fruto de la fe que genera esperanza y amor. Un excelente salesiano, sacerdote y obispo del Vicariato Apostólico del Chaco, Mons. Alejo Obelar, en sus tantas y largas recorridas al centro del Alto Paraguay, especialmente después de la primera gran creciente del Río Paraguay acaecida en 1982, soñó, en la esperanza, una obra modesta y sencilla, lejos de las inundaciones y de la rivera del Río, y cerca del radio de acción de las estancias y cerca de la población de Toro Pampa. La sensibilidad pastoral de sus inicios, según la visión de Mons. Alejo Obelar, fue tomar conciencia del abandono académico escolar y en cierto modo también de la marginación cultural de la población de las estancias y de las pequeñas poblaciones rurales del Alto Paraguay. Peones en las estancias, adultos y jóvenes, privados del derecho de acceder a lo indispensable de toda persona humana, que es la educación escolar. Ellos fueron condenados a su destino de permanecer analfabetos. Esa desgracia de la persona, propia del analfabeto, hace del ser humano un ciudadano inferior, discapacitado social y académicamente, inválido para realizar funciones mínimas indispensables como el saber leer, escribir, dominar el cálculo matemático y relacionarse con el mundo mediante la ciencia y la técnica. A esta carencia humana del entorno, se suma el desconocimiento de la fe cristiana, mantenida ésta solo a base de la religiosidad popular muy extendida en el Chaco. Lejos de comunidades cristianas, sin capilla, sin catequistas ni sacerdotes, la gente crecía y sigue creciendo en la ignorancia de Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, de su Palabra de salvación, de sus sacramentos, de su lugar de encuentro con cada hombre y mujer, en especial en la Eucaristía,


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sin la pertenencia a una comunidad eclesial, que haga de cada cristiano miembro activo de evangelización y evangelizador, discípulo y misionero de Jesucristo. Ante esta realidad tan precaria y compleja, la propuesta de solución más acertada y profética que surgió en el corazón de Mons. Alejo Obelar fue la de dibujar idealmente un proyecto educativo y pastoral alertando desde ya a sus amigos, de la trágica situación humana y cristiana de esos niños y jóvenes de las estancias. De este modo les motivó a crear una red de amigos y bienhechores, aunando esfuerzos de todo tipo para fundar una escuela internado. Así hubo la donación de la tierra por parte de la familia Rivarola Queirolo y de la estancia Imákata, del señor Holbing. Las donaciones continuaron con la provisión de animales para la estancia y el sustento de los alumnos del internado. Cuántas otras donaciones fueron haciendo posible el fortalecimiento de la escuela y de sus recursos de vida. En sus inicios, en 1986, hubo solo una casita “kulata jovai”, albergando a unos pocos niños y niñas, hijos e hijas de peones de estancia. En la semilla de la esperanza y amor, radicaba su fuerza y su crecimiento. Ahí estaba la presencia del amor de Dios Padre, se cumplía el mandato de Jesucristo de “anunciar y testimoniar su Evangelio”, de hacer discípulos suyos a quienes creían en Él y en su obra salvífica. Se comenzó, entonces, a vivenciar la animación, creatividad y fecundidad que provienen del Espíritu Santo. Los comienzos de la obra fueron difíciles, que lo digan los Exalumnos de la primera generación y sus fundadores. Más que focalizar sus aspectos históricos, porque otros lo harán mejor, nos imaginamos que toda gran obra, como la de Ñu Apu’á, pasa por los avatares del tiempo y se incrusta gradualmente en la historia de la transformación de los pueblos, llevándolos a ser más conscientes de la dignidad de la persona humana, varón y mujer, y de la fuerza social de ser constructores del bien común a beneficio de todos. Esto sólo es posible a partir de la educación integral cristiana. En este contexto histórico, creo que vale la pena subrayar la orientación o finalidad pedagógica asumida por la escuela e impregnada de fe, esperanza y amor, desde sus inicios, por el fundador, sus fundadores y sus primeros educadores. Desde una síntesis a desarrollarla posteriormente, expresamos que la escuela ha sido, es y será un lugar de comunión humana, animada por el Espíritu Santo, por la fuerza del Evangelio de Jesucristo, con un estilo particular de educación fundada en los tres principios básicos del Sistema Preventivo de Don Bosco, que sus Hijos e Hijas han sabido emplear promoviendo los valores humanos y cristianos, en cada mente y corazón del alumno/a, del profesorado y de los padres de familia y de las estancias circunvecinas.


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En esta institución escolar se proyectaba la solución adecuada. Esperar contra toda esperanza, ya que las adversas condiciones de vida de la zona del interior y del centro del Alto Paraguay no eran propicias para la prosperidad inmediata: falta de caminos, aislamiento total del resto del mundo, falta de personal, falta de recursos. Una escuela en esas condiciones estaba destinada al fracaso. Con todo, la tenacidad del fundador y de quienes le ayudaron a fundar, la confianza en la Divina Providencia, a ejemplo del fundador de la sociedad salesiana, San Juan Bosco, les motivó a poner la semilla de la esperanza con amor, firmeza, con decisión y sin titubeos. La escuela comenzó hace 25 años, en 1986, primero en la estancia Luna y luego en el espacioso lugar de Ñu Apu’a. Suponemos que sea un lugar histórico por donde hayan pasado mucha gente llevando tropas de ganado hacia el sur y creemos que también las las tropas del ejército paraguayo han pasado por Ñu Apu’a, en la contienda con Bolivia. La comunidad humana se convirtió en comunidad educativa, con el proyecto propio de la escuela católica, inculturada en esas condiciones chaqueñas, uniendo educación y evangelización en un mismo proceso histórico de crecimiento humano-cristiano y de experiencia positiva de bien, verdad, justicia, amor y paz. La mística cristiana y pastoral fue el secreto de su desarrollo integral. Amor a Dios y amor al prójimo, síntesis de la verdad sobre el hombre. Con el espíritu salesiano y el método Preventivo de Don Bosco, Razón, Religión, Amor, la conducción de la escuela fue afrontando nuevos desafíos y problemas, abriendo camino a la esperanza, resolviendo lentamente problemas logísticos, académicos, ambientales y relacionados a la necesidad de estudio, trabajo, comida, vivienda, deporte, arte, religión. La plantita inicial ya había crecido mucho. Pocos años después, el fundador de la escuela por motivo de enfermedad renunció al cargo de Vicario Apostólico y su fallecimiento se produjo en 1989. Junto con otros muchos salesianos, somos testigos de su santa sepultura en la Catedral de María Auxiliadora de Fuerte Olimpo, donde descansan los restos de Mons. Alejo Obelar, salesiano visionario y profeta, amigo y bienhechor de los chaqueños. Desde el cielo él intercede ante Dios Nuestro Señor y acompaña la evolución de su obra. En 1988 le sucedió en el cargo otro dinámico y entusiasta obispo, Mons. Zacarías Ortiz, actual Obispo de Concepción, quien con el grupo de fundadores ganaderos y otros bienhechores, supieron dar impulso cualitativo a la escuela, ampliando sus servicios, su infraestructura y lanzándola a celebrar sus 15 años en el 2001. De este acontecimiento se narra pormenorizadamente en una revista impresa por la ocasión, por cierto muy bien realizada, para dar a conocer su historia, sus orígenes y los protagonistas de entonces.


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En el 2003 Mons. Zacarías Ortiz buscó dar solución a la continuidad de la obra. Pidió una comunidad de salesianos para asumir la dirección de la obra, pero por falta de personal la Inspectoría Salesiana, con sede en Asunción, declinó la oferta. Pidió entonces al Instituto de las Hijas de María Auxiliadora, quienes al año siguiente, hicieron el discernimiento pastoral para asumir la dirección general con el apoyo del Vicariato. Así se instaló precariamente en la Enfermería, en el 2005, la primera comunidad religiosa de Hermanas Salesianas, que hasta el día de hoy están garantizando el funcionamiento y la calidad educativa de la obra. A esta necesidad de contar con su casa religiosa propia y de acompañar a la formación de las alumnas con su dormitorio nuevo, se debe la construcción que hoy bendecimos y fue favorecida con la ayuda de la Gobernación del Alto Paraguay. Para terminarla ayudaron también el señor Rodolfo Rieder y la Fundación Santa Librada. Silenciosamente se fue preparando la celebración de los 25 años de la obra. A nosotros nos toca un nuevo período. La semilla de la esperanza creció y hoy estamos reconociendo ya sus frutos. Hubo un largo y penoso camino realizado en medio de vicisitudes, aislamiento, pero también le cupo en suerte un hermoso tiempo de continuo crecimiento, a igual que la semilla de quebracho, pequeña en sí, pero que con el tiempo llega a ser un árbol robusto, sólido y gigantesco. Los desafíos actuales son siempre acuciantes, pero a la vez son una oportunidad para consolidar lo ya realizado hasta el momento. Un conjunto de mejoras edilicias crean mejores condiciones para una educación escolar según las exigencias de los nuevos tiempos. Así esta escuela llegó a ser un punto de referencia cultural y académica y a su vez es una humilde contribución al Bicentenario de la Independencia Nacional. Su crecimiento no para. El próximo año se abrirá el Tercer Año del Bachillerato Agropecuario, con sus primeros egresados y con la ayuda de la Divina Providencia, se podrá construir las seis aulas didácticas modernas con sus locales adyacentes indispensables. Gracias a Dios ya se dispone de una donación para la construcción de las aulas. Lo que hoy celebramos es una obra del amor de Dios, quien ha acompañado a sus hijos e hijas del Chaco, del Alto Paraguay, con la presencia y colaboración generosas de muchos colaboradores, educadores, bienhechores, amigos que han garantizado y siguen garantizando esta obra educativa y pastoral de primera calidad. Algunos de sus Fundadores ya están en el cielo, otros se encuentran hoy aquí con nosotros. Cuánta gratitud con todos ellos, en esta fiesta de aniversario de fundación, en las bodas de plata de la escuela Mons. Alejo Obelar. Sus nombres quedarán grabados e incrustados en el cielo, en el corazón de Dios Padre y en cada rincón de la escuela en forma evangélica, como dice Jesús: “cuando des limosna, que no sepa tu mano derecha lo que hace la izquierda”.


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No nos queda sino repetir como en una larga letanía la palabra GRACIAS a todos quienes han mantenido viva la semilla de la esperanza que comenzara hace 25 años. Tenemos una gran cita en el futuro. Encontrarnos en los 50 años de esta hermosa obra para seguir cantando alabanzas a Dios y a la Virgen Auxiliadora por los abundantes frutos cosechados en bien de la juventud chaqueña, la más necesitada de promoción humana y de una estupenda evangelización que hagan de sus jóvenes honrados ciudadanos, honestos cristianos, en una palabra, discípulos misioneros de Jesucristo. Fuerte Olimpo, 3 de Julio de 2011

Mons. Edmundo Valenzuela, sdb Vicario Apostólico del Chaco


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