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DiarioLibre.

Sábado 15 de diciembre de 2012

LECTURAS

(Viene de la página anterior)

aunque nunca sepamos, juntos con Ariel Ramírez y Félix Luna, cuáles angustias la acompañaron, qué dolores viejos callaron su voz ni cuáles poemas nuevos fue a buscar al fondo del mar, “arrullada en el canto de las caracolas marinas”. Un buen día, en soledad y apenas entrada la madrugada, se adentró en o se lanzó a las aguas del Atlántico Sur en Mar de Plata, y sumergió allí para siempre el cáncer que le corroía los senos y esa inquietud imparable que le producía la desigualdad de género. Es el suicidio más lírico que he conocido, descrito con anticipación en los versos dulces, pausados de Voy a dormir, con domicilio conocido en otro de sus poemas, Yo en el fondo del mar. Sobrevivió a los campos de concentración nazi y en sus obras, sobre todo en el relato desgarrador de Si esto es un hombre, Primo Levi nos introduce en un mundo de horror, de ausencia de humanidad y en el que la esperanza se trabaja y deshace día a día. Resistió el cautiverio, mas no el tormento de la duda acuciante de por qué él y no otros. Terminó con su vida arrojándose por las escaleras del edificio donde vivía, en el norte de Italia, 42 años después de disfrutar de la libertad. Nunca se recuperó del trauma

Jacinta no soportó las bromas a su costa, que se la viera como la hazmerreír a quien dos comunicadores convencieron para que les transfiriera la llamada a la enfermera encargada del cuidado de Catalina Middleton, casada con el futuro rey del Reino Unido y quien lleva en su vientre a otro monarca en potencia. de vivir, y escogió la libertad para terminar lo que no consiguieron extinguir los verdugos de Hitler. Un acontecimiento reciente de repercusión mundial es en verdad la razón de estas cosas que digo. Me refiero a una enfermera británica de origen indio, Jacintha Saldanha (se pronuncia Saldaña), víctima de la broma de unos periodistas australianos que llamaron al hospital donde trabajaba en Londres haciéndose pasar por la reina Isabel y su esposo. Le pidieron los comunicara con la sala donde estaba recluida la esposa del nieto, la duquesa de Cambridge, a causa de unos episodios prolongados de náuseas y vómitos matutinos producto del embarazo. Por el apellido presumo que proviene de esa región occidental del subcontinente indio donde

los portugueses establecieron un enclave para que repostasen las naves que venían del sudeste asiático, específicamente de la península malaya. Los intrépidos marineros y autoridades dejaron allí nombres lusos y la religión católica, aparte de una tradición culinaria que junto a la francesa proveniente de otros reductos similares, se erigen en diferencia en aquel reinado del curry y las especies fuertes. Ya tuvimos un nuncio apostólico de esa región, de Goa. Jacinta no soportó las bromas a su costa, que se la viera como la hazmerreír a quienes dos comunicadores convencieron para que les transfiriera la llamada a la enfermera encargada del cuidado de Catalina Middleton, casada con el futuro rey del Reino Unido y

quien lleva en su vientre a otro monarca en potencia. Acosada, creyéndose la reina del ridículo y en contra de sus convicciones religiosas, presumiblemente se quitó la vida. La encontraron en un clóset, colgada con una pañoleta. En Gran Bretaña reina la sutileza y hasta ahora solo se ha determinado que la muerte no es sospechosa. No habrá un veredicto final pese a las evidencias claras de suicidio sino hasta marzo. Dejó tres notas, pero no suelen publicarse allí esos testimonios escritos anteriores al suicidio. Las mismas interrogantes aplican, con insistencia en un punto: ¿nadie se preocupó por ayudar a Jacinta a sobreponerse de aquel incidente fortuito, en que más bien fue víctima de una característica no necesariamente deplorable, la candidez? ¿Por qué no se refugió en la protección de su comunidad, tradicionalmente muy unida, atada por lazos culturales fuertes? De nuevo la desesperanza como respuesta, esa angustia infinita que ahoga la razón y solo ve salida en el final de la existencia; la muerte como redención, como respiro, como remedio al martirio temporal pero que la turbación cataloga de insalvable. Funciona en el Reino Unido una organización encomiable, Samaritanos, que ofrece asistencia permanente a quienes alber-

gan pensamientos suicidas. Ya ha advertido a los medios de que traten con cuidado el caso de Jacinta para evitar que otras personas copien la conducta. Paradójicamente, son los hombres, de acuerdo a un estudio encargado por Samaritanos, los más débiles y superan tres veces a las mujeres en las estadísticas de suicidios. También influye la situación socioeconómica: el riesgo de suicidio es diez veces mayor en los segmentos poblacionales más pobres. Dice la investigación concluida en septiembre: “Los hombres se comparan a sí mismos con un ideal máximo que premia el poder, el control y la invencibilidad. Cuando los hombres consideran que no llenan esas expectativas, experimentan una sensación de vergüenza y derrota. Trabajar y poder mantener a la familia es central a la idea de ‘ser hombre’, particularmente en la clase trabajadora. La masculinidad es asociada al control, y cuando los hombres se deprimen o entran en crisis se sienten descontrolados. Esto puede impulsarlos a un patrón suicida como la vía de recuperar el control, además de que están más inclinados a usar alcohol y drogas como respuesta a la angustia”. Finalmente, el machismo es una desventaja y una prueba contundente de debilidad mortal.

Saudades

UN TRAGO AMARGO LIGIA MINAYA

H

e alzado mi copa vino y he brindado por las cosas buenas y hermosas de mi país, pero he tenido, día a día, al leer los periódicos y ver en televisión las noticias, que tomar un trago amargo. Los atracos, los robos, los asesinatos, la violencia contra las mujeres, el andar de niños por las calles y los infelices durmiendo a la intemperie, más que un trago amargo es un veneno. La muerte despiadada de un par de señores (médico y farmacéutica) y sus domésticas, la pérdida de la mirada de la ingeniera Francina Hungría, solo por contar dos tragedias, me lleva a hasta ese sabor desagradable que repercute en el corazón y hace temblar el alma. No entiendo por qué esos jóvenes se envuelven en la delin-

cuencia. ¿Quién los empuja a ello? ¿Los padres, la policía, la falta de educación familiar, el no reflexionar sobre lo bueno y lo malo? Y lo peor es que si se entregan dicen que son inocentes y cuando los agarra la policía, los mata. ¿Habrá quién les diga cómo deben actuar en la vida y que si cometen un robo, un atraco o un crimen, su vida cambiará para mal y para siempre? ¿Qué crece en su mente? ¿No piensan que eso puede pasarle a su madre, a su padre, a un hermano, a un amigo? Es que no entiendo qué los lleva a ser malvados. Lo peor para mí es que al leer en tempranas horas y abrir la computadora cuatro o cinco horas después, las noticias de crímenes, asaltos, robos, violencia contra las mujeres, ha aumentado. Me duele también que la gente de la calle, la mu-

Me duele también que la gente de la calle, la mujer que tiene hijos y no encuentra trabajo sea maltratada hasta morir por su pareja o que la señora que va en su yipeta sea asaltada, baleada o golpeada. Es un trago muy amargo que bebo cada día, a pocas horas. jer que tiene hijos y no encuentra trabajo sea maltratada hasta morir por su pareja o que la señora que va en su yipeta sea asaltada, baleada o golpeada, una niña violada y descuartizada, y a la que va caminando se le arranquen su cartera. Es un trago muy amargo-avinagrado que bebo cada día, a pocas horas. Espero, para suavizar esa amargura, que el Jefe de la PN, ponga su alma y su corazón al

lado de tantos hombres y mujeres que trabajan, que viven una vida decente y que luchan por su familia. Pero no quiero que torturen o maten a los delincuentes. No, porque de hacerlo sería como dice el refrán: Ojo por ojo y diente por diente. Algo que fue ley en oscuros siglos pasados. Y le añado al trago amargo, lo dicho por un grupito de diputados: den pa’bajo a los delincuentes y la PN, cuando lo haga no se deje ver de los me-

dios. Lombroso no se equivocó, mire la cara de esos congresistas y le dirá quiénes son y por qué actúan así. Lo que queda, además de someter a los delincuentes a la justicia, es educar al pueblo. Llevar una voz correcta e intachable a las familias, a los padres y a las madres, a los tíos y los abuelos, para que ejemplaricen a los suyos. Que trabajen los jóvenes, aunque sea limpiando zapatos, y que sepan que la pobreza no es pecado. Ya ven, brindé por mi patria querida, el sábado pasado, con alegría y paladeando ese vino tinto sabroso y perfumado, pero se me cuela a cada instante el trago amargo de la violencia de lado y lado, la justicia manipulada y la inseguridad que está reinando en mi país. Ojalá en Año Nuevo nos traiga tranquilidad y armonía. Denver, Colorado


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